LA CALESITA DE FERREYRA
GABRIEL CASACCIA
Guión: ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ
Dibujos: ADAM
Guía de Lectura: MARIBEL BARRETO
ISBN: 978-99967-52-76-6
Editorial: SERVILIBRO
Año: 2017
Colección: Literatura Paraguaya en Historietas
El gran escritor Gabriel Casaccia, considerado fundador de la moderna novelística paraguaya, convierte a la calesita en un personaje vivo, del cual se enamoran tanto su propietario, Abel Ferreira, como su ayudante Sinforiano. Con el pintoresco trasfondo de la festividad de la Virgen de Caacupé transcurre la historia entre humorística y trágica, que nos revela a un Casaccia mucho más alegre y colorido que en otros clásicos relatos suyos.
Un año dedicado a Gabriel Casaccia 1907-2007 Centenario
Todo el mundo tiene derecho a tener aficiones favoritas, siempre que no perjudique a otros.
La calesita de Ferreyra
El relato nos propone el tema del cariño excesivo de Ferreyra hacia su calesita, lo cual no es malo. La situación que se nos presenta parece indicar que nunca faltan obstáculos que impiden el disfrute sereno de lo que constituye la actividad o el objeto preferido. Depende de uno el saber apartar las dificultades con inteligencia o transformarlas en factores favorables.
Qué sucede (argumento): La única propiedad de Abel Ferreyra era una calesita un tanto ajada, con la cual no solo se ganaba el sustento, sino que significaba para él todo en la vida. Es decir, adoraba su calesita. Pero su joven ayudante, Sinforiano, también le cobró cariño a aquel deteriorado carrusel, tanto que rivalizó con su patrón en el empeño por cuidarlo. Para la fiesta patronal de Caacupé, llegaron ambos con la remozada calesita y se enfrentaron abiertamente porque Ferreyra no tomó en cuenta las propuestas de su asistente para elegir los nuevos colores de los caballitos y cochecitos, ni para plantar la diversión giratoria. A la noche, mientras dormía su patrón, Sinforiano la mudó donde él creía que ella luciría mejor. Esta desobediencia le valió el despido. Pero no se animó a ir lejos de su amada calesita. Permaneció cerca, como vigilando todo cuanto hacía su ex patrón. Este se sintió atemorizado y tenía razón, porque terminada la fiesta y con la carreta de bueyes cargando el desarmado tiovivo, en el lugar más solitario, fue atacado a pedradas por Sinforiano. Se tomaron a golpes y Ferreyra se llevó la peor parte. Más tarde, lo hallaron malherido y se recuperó en un hospital de Caacupé. Su ex colaborador se había apropiado del carrusel y es seguro que el dueño legítimo no se quedaría de brazos cruzados.
Dónde (ubicación espacial): El hecho central ocurre en Caacupé.
Cuándo (ubicación temporal): Mediados del siglo XX. Hay que señalar que las carretas tiradas por bueyes a las que hace referencia el cuento fueron utilizadas hasta mediados del siglo pasado.
Por qué: La falta de un trato mejor de la cuestión le costó al hombre de esta historia la reacción violenta de su ayudante. Los conflictos se presentan en todos los ámbitos humanos y no necesariamente deben concluir en golpizas. Una estrategia más pensada, sobre todo el diálogo, conduce a un mejor resultado con satisfacción para las partes en disputa.
Estructura: Quebrada. Empieza en el presente (al borde del nudo); luego hay un flash back o salto al pasado (inicio). A continuación, volvemos al presente, asistimos al nudo (la complicación del desafío abierto de Sinforiano al mudar de lugar la calesita y su despido); el desenlace está sugerido, a cargo del lector.
Un fragmento del cuento
La fiesta patronal
Allí, en Caacupé, en aquella mañana dulce de principios de diciembre, echados sobre la yerba, con sus patas de palo al aire, los caballejos [de la calesita] parecían aguardar ser colocados en sus respectivos sitios para salir trotando por los aires. Apenas faltaban tres días cortos para la fiesta de la Virgen de la Concepción, patrona del pueblo, conmemoración religiosa que atrae muchedumbre de peregrinantes y forasteros y que se celebra con solemne brillo. En el lugar había ya mucho vocerío y rebullicio, ininterrumpido trajinar de gente de toda laya y condición, y un lento abrirse paso de carretas y otras clases de vehículos por entre la multitud espesa. Los dos o tres caminos que, a modo de arroyuelos de tierra desembocan en el valle donde se levanta el caserío, traían caravanas de campesinos de otros lugares con sus mujeres y niños, los que arribaban al pueblo después de caminar varios días. (...)
Ferreyra iba de aquí para allá saludando a sus conocidos, con quienes, por lo común, se encontraba en todas las fiestas patronales. Allí ya estaba Odriozola, el cambá Odriozola. Un hombre de tez morena, bajo, de fea catadura. Un poco más allá estaba doña Filomena, que preparaba unos bollos y freía unos chorizos con tanto arte y destreza que no había quien le hiciese la competencia y, como era mujer hacendosa y rápida, ya había armado su sombrajo de ramas verdes y puesto su mesa debajo con sus grasientos pastelitos junto a los rojos chorizos y las negras morcillas, butifarras y otras cosas de comer. Allí estaba también don Pancho, muy atareado y sudoroso, instalándose con sus abalorios, sus cadenillas y sus dijes. Astuto quincallero, trapacista de renombre que, cuando la ocasión se le presentaba, no dudaba en echar unos datos falsos o trastrocar unos naipes.
GABRIEL CASACCIA
Fuente: Suplemento Escolar - ABC Color (Edición Impresa)
Lunes, 01 de Mayo de 2017
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