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HELIO VERA (+)
  EL GOBIERNO DEL GENERAL ALFREDO STROESSNER - Por HELIO VERA


EL GOBIERNO DEL GENERAL ALFREDO STROESSNER - Por HELIO VERA

EL GOBIERNO DEL GENERAL ALFREDO STROESSNER

Por HELIO VERA

LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR

FASCÍCULO Nº 34 - CAPÍTULO 18

Asunción – Paraguay

2013

 


 

 

            En agosto de 1954 tomó posesión -oficialmente- de la Presidencia de la República, el Gral. Alfredo Stroessner. Tenía 41 años de edad cuando accedió al máximo poder administrativo y político del país.


General de División Alfredo Stroessner,

a pocos días de como Presidente de la República.

 

            Nadie en el Paraguay imaginaba que se iniciaba el gobierno más prolongado de su historia política, justamente conocida posteriormente como la "era de Stroessner".

            Para tener una visión aproximada de la razón de su excepcional duración, es relevante analizar algunos antecedentes sociales y políticos como elementos de juicio válidos acerca de su mandato.

            En primer término, Stroessner continuó una larga tradición de autoritarismo en el Paraguay, que pocas veces conoció de gobiernos democráticos de acuerdo con las reglas básicas de los principios republicanos; tales como elecciones libres, contiendas honradas y transparentes entre partidos, institucionalidad real de los poderes estatales, pocas veces experimentados por la ciudadanía paraguaya.

            La historia del Paraguay es una secuencia casi permanente de dictaduras desde su formación como República independiente en 1811. Cuarenta y nueve ciudadanos ocuparon la presidencia antes de Stroessner; uno cada 23 meses, y más de la mitad de los mismos fueron despojados de sus cargos con violencia o amenazas de violencia, golpes de Estado o revoluciones.

            Asimismo, ninguno de los partidos políticos llamados tradicionales, bajo cuyas banderas se ejerció el poder, se caracterizó por la estabilidad social o política, prueba de que en el Paraguay no se conocen muchos ejemplos de procesos verdaderamente democráticos liberales y que las normas políticas fundamentales de su cultura son autoritarias o, cuanto menos, poco democráticas.

            Por otro lado, el territorio nacional es una geografía casi plana, sin barreras naturales importantes que la protejan de sus dos poderosos vecinos, los cuales lo han sometido a constantes presiones económicas, culturales y diplomáticas. Desde su fundación como república independiente, los gobernantes del Paraguay se han visto forzados a la constante necesidad de defender las fronteras del país, y esto motivó la intensificación del papel preponderante del Ejército, en grado quizá exagerado, en la vida nacional. Por tanto, este proceso histórico contribuyó a formar una tradición "pretoriana" en el país, pero también sirvió para mantener al pueblo en la pobreza a pesar de las fértiles tierras con que cuenta, además de un clima propicio y recursos naturales abundantes.

            Igualmente, este proceso posibilitó la formación de "caciques políticos" -caudillos-, cuya única función era movilizar gente en épocas de elecciones o cuando se producían luchas entre facciones o enfrentamientos armados por el poder.

            En la década de los años cincuenta, la mayoría de la población vivía en el ámbito rural y únicamente el 20% de la misma estaba clasificado como perteneciente al sector urbano. El medio rural tenía pocos vínculos con la política nacional y escaso interés en ella, pues esa gran mayoría vivía aislada por falta de medios de comunicación y se dedicaba a rudimentarias actividades económicas, salvo en las raras ocasiones en que era movilizada por los líderes políticos. Las actividades industriales eran casi inexistentes y los rubros de exportación eran, en su mayoría, extractivos, lo cual limitaba poderosamente las actividades económicas; de este modo un "cargo" o empleo público en el gobierno era una fuente de ingreso muy apetecida. No fue extraño, entonces, que la actividad política fuera una lucha por controlar los escasos recursos existentes para asignarlos a la propia familia, parientes y amigos.

            La vida social giraba en torno a la familia. Así, las actividades sociales familiares eran fuentes de virtudes, pero también obstáculos para el desarrollo cívico, ya que fuera del núcleo familiar las actividades eran vistas con cierto recelo y temor

            A pesar de que los partidos políticos se basaban en agrupamientos familiares, sin embargo, esas relaciones de consanguinidad explican por qué la política paraguaya es tan descarnada y resentida, ya que no se daban conflictos de principios, sino luchas con profundas emociones personales, lo cual hacía que cuando una facción tomaba el poder, eran inevitables el nepotismo, el favoritismo y, con ello, la corrupción.

            A mediados de los años cincuenta, Asunción era el centro de la vida política, económica y cultural del Paraguay, pero ocultaba o disfrazaba el lado oscuro de la sociedad: los rencores políticos, las constantes conspiraciones, las persecuciones y las sucias traiciones políticas estaban muy generalizadas.



            Tras las aparentemente calmadas siestas asuncenas se encontraban las violentas y crueles disputas políticas, porque intervenían en ellas lazos emocionales muy fuertes y rivalidades personales enconadas: es esta la escuela en la cual Stroessner aprendió la política, para luego convertirse en maestro. No inventó las reglas del juego; simplemente las aprendió y las aplicó -y muy bien- en provecho propio y de su entorno durante su largo gobierno.


Para adquirir el presente material debe contactar con ABC COLOR

Fuente digital: www.abc.com.py

Registro: Febrero 2.013



EL GOBIERNO DEL GRAL. ALFREDO STROESSNER

HELIO VERA

(continuación)

LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR

FASCÍCULO Nº 35 - CAPÍTULO 18

Asunción – Paraguay

2013



Imagen de la familia Stroessner en ocasión del enlace de la hija del general,

Graciela con el Sr. Humberto Domínguez Dibb.

De izquierda a derecha: el hijo menor, Alfredo Hugo, la Sra. Ligia Mora de Stroessner,

los contrayentes, el Presidente, y el hijo mayor, subteniente PAM Gustavo Adolfo.

 

 

          ANARQUÍA DEL '54 

 

         Este proceso fue una constante que se dio en el seno del Partido Colorado desde que asumiera el control casi absoluto del aparato gubernamental paraguayo luego de la guerra civil del '47, pues aniquiló todo vestigio de oposición organizada.

         No obstante contar con el monopolio del poder político, un ambiente de sospecha y temor fue empapando al coloradismo. En lugar de proporcionar la unidad partidaria, la victoria del '47 acentuó aún más la división entre Natalicio González y Federico Chaves, una disputa que como se ha visto, se desató entre "guiones rojos" y "democráticos".

         En efecto, la lucha entablada entre estos dos rivales por la conducción del partido a raíz del fallecimiento del presidente del mismo, el Dr. Juan León Mallorquín, era de vital importancia, pues el ganador controlaría el partido y el gobierno. En la convención partidaria de noviembre del '47 se enfrentaron González y Chaves, con el triunfo del primero por medios muy dudosos y poco transparentes.

         Se ha visto que la presidencia de González fue tan breve como dificultosa, por la omnipresente anarquía enclaustrada en el partido, lo que hacía imposible el manejo normal del aparato estatal, hasta que provocó el alejamiento de Natalicio del poder. El partido pudo ser unificado recién durante el gobierno de Felipe Molas López; sin embargo, los acontecimientos posteriores que desembocaron en la presidencia de Alfredo Stroessner delataron la fragilidad de la mentada unificación colorada.

         Federico Chaves, con el incondicional apoyo de la juventud colorada, que entonces estaba dirigida por Epifanio Méndez Fleitas y Osvaldo Chaves, apresuró sus trabajos políticos para tomar la presidencia de la República.

         En setiembre de 1949 se produjo un nuevo golpe en la Caballería que Molas López había podido prevenir, pero se negó a tomar medidas aclarando que "... por su causa nunca permitiría que corriera sangre de Paraguayos".

         El 11 asumió Federico Chaves tras la renuncia de Molas López. Nuevos cambios se produjeron en el gabinete y en las Fuerzas Armadas: surgieron las figuras de los generales Alfredo Stroessner y Emilio Díaz de Vivar como líderes en el Ejército.

         Chaves fue reelegido a comienzos de 1953. La crisis política y económica, que ya venía arrastrándose desde la guerra civil del año '47, provocó serios descontentos en la clase media, que buscó el cambio de hombres, en una típica actitud criolla.

         Las conspiraciones iban y venían. En tanto, en el sector democrático liderado por el propio Presidente se inició un fuerte deterioro de la cohesión que lo mantenía unido.

         Algunos importantes miembros del partido reaccionaron e intentaron encontrar soluciones pacíficas al clima de incertidumbre e inestabilidad que se sentía en las calles. Entre ellos figuran José Zacarías Arza, Guillermo Enciso Velloso, Ramón Méndez Paiva, Tomás Romero Pereira, Pastor Filártiga y otros. A fines de 1953, ante la crisis, se hizo cargo de la presidencia del Partido Colorado el Arq. Tomás Romero Pereira, que propugnó la candidatura de Alfredo Stroessner, mientras que otro sector liderado por el jefe de la Policía, el abogado Roberto L. Petit, propuso al Dr. Ángel Florentín Peña, quien se rehusó a aceptar la candidatura aduciendo lealtad a Chaves.

         De enero a mayo de 1954 el régimen entró en un profundo deterioro y desprestigio. La figura de Chaves, hombre honesto y de buenas intenciones, acusó el golpe. La anarquía, la inestabilidad política y económica, el resentimiento de grupos opositores al régimen, sumados a los permanentes negociados y la corruptela que manejaba un entorno privilegiado posibilitaron la marcha hacia el cambio de gobierno, por lo que -cuándo no- un nuevo golpe estaba gestándose.

 

3 de febrero de 1957


         EL GOLPE DEL '54 Y SUS PROTAGONISTAS

 

         El ascenso al poder del Gral. Alfredo Stroessner fue la culminación de sus varias conspiraciones y maniobras, desde la época de Morínigo hasta Chaves, demostrando una ambición de poder casi ilimitada. La clave del éxito parece radicar en los rasgos de su personalidad: la autodisciplina, una capacidad de trabajo inusual, gran detallista, habilidad administrativa, metódico organizador y una ladina perspicacia. Se decía gran lector de "El Príncipe" de Maquiavelo.

         En el camino hacia el poder político máximo, Stroessner sabía que las palancas claves del mando -eran el Partido Colorado y el Ejército. Aprendió perfectamente la lección de la rápida expulsión del Gral. Rolón de la presidencia, que los colorados, aun peleados o divididos, no aceptarán jamás un jefe de gobierno perteneciente a otro partido. Necesitaba del apoyo partidario porque este proveía todo el personal administrativo de la burocracia estatal y el Ejército no podía remplazarlo; además, en el seno del propio Ejército, las tendencias estaban divididas entre los que apoyaban a Stroessner y otros más independientes.

         El golpe de Estado que iba a conducir a Stroessner a la Presidencia comenzó con el derrocamiento de Federico Chaves, el 4 de mayo de 1954. Un incidente entre el general Stroessner, comandante en jefe, y el comandante de la Caballería, teniente coronel Néstor Ferreira, puso a Chaves en conocimiento de que se preparaba una maniobra para desalojarlo del poder y que el general Stroessner se encontraba entre los conspiradores. Chaves respondió cándidamente: "Mire Ferreira, el único militar que no ambiciona la Presidencia de la República es el general Alfredo Stroessner".

         A las 9 de la noche de ese 4 de mayo se inició el golpe, pero que no llevó a Stroessner de inmediato a la presidencia, porque había elementos importantes del Ejército que se oponían a ello, como también dentro del mismo Partido Colorado. Los mandos de la Caballería estaban formados de la manera siguiente: Comandante de la Primera División de Caballería, teniente coronel Néstor Ferreira, preso por orden del mismo Stroessner desde las 7 de la tarde; comandante del Regimiento de Caballería N° 1, teniente coronel Geraldino Godoy; comandante del Regimiento de Caballería N° 2, mayor Sixto Duré; comandante del Regimiento de Caballería Nº 3, mayor Luis Florentín, y el teniente coronel Pedro Medina, comandante del Regimiento de Caballería N° 4.

         Estos cuadros respondían al presidente Chaves, lo mismo que la Policía de la Capital.

         Al general Alfredo Stroessner respondían: el Regimiento de Infantería N° 14, a cargo del coronel Patricio Colmán; la Artillería, con asiento en Paraguarí, al mando de José Sardi; la Armada, a cargo del contralmirante Gabriel Patiño y la Fuerza Aérea, al mando del general Abdón Caballero Álvarez.

         Después del asalto a la Policía de la Capital por el Batallón N° 40, leal a Stroessner, bajo el comando del teniente coronel Mario Ortega, y el inmediato apresamiento de Chaves en el Colegio Militar se definió el golpe. Stroessner obró con prudencia; ya que no era aceptado plenamente por todas las facciones. Utilizó a los sectores colorados divididos como contrapeso mutuo y estableció una tregua entre ellos a fin de formar un nuevo gobierno provisional. Tomás Romero Pereira asumió como nuevo presidente de la República el 8 de mayo de 1954 -su mandato duraría tres meses y siete días- a propuesta de la Junta de Gobierno del Partido Colorado. Esta eligió cuidadosamente el nuevo gabinete, dando una parte a cada facción en pugna, el juego político resultó favorable a sus planes, ya que apareció la figuró del Gral. Stroessner como candidato posible.

         La influencia de Epifanio Méndez Fleitas y de Saturnino Ferreira fue decisiva para que la nominación de Stroessner fuera aceptada en la convención del 14 de junio de 1954 del Partido Colorado.

         El 11 de julio fue electo Presidente de la República sin oposición alguna. Asumió el poder el 15 de agosto de 1954. Una nueva e inimaginable época se iniciaba para el Paraguay.

         Integraron el gabinete ministerial. Dr. Hipólito Sánchez Quell en el Ministerio de Relaciones Exteriores; Dr. Carlos Velilla en el de Hacienda; Dr. Enrique Zacarías Arza en el Ministerio de Salud Pública; Cnel. DIM César Barrientos en el de Industria y Comercio; Dr. Fabio da Silva en el Ministerio de Agricultura; el Gral. Mario Coscia Tavarozzi en el Ministerio de Obras Públicas; el Ing. Gustavo Storm en el del Interior; el Gral. Marcial Samaniego en el de Defensa Nacional; el Dr. Raúl Peña en el Ministerio de Educación y el Dr. Luis Martínez Miltos en el de Justicia y Trabajo.

 


         LAS PRIMERAS PURGAS

 

         Asumido el mando, le tocó a Stroessner apreciar la paradoja del poder que sus predecesores habían enfrentado: después de conspirar por años para alcanzar la presidencia, descubrió que el solo hecho de hacerlo no implicaba poder absoluto. Necesitaba liberarse de enemigos, aun dentro del propio partido gobernante.

         Aprovechando un supuesto complot en diciembre de 1955 -entre los complotados figuraron los capitanes Roberto Cubas Barboza, Andrés Rodríguez y el mayor Sixto Duré- desatado en el Colegio Militar, reorganizó las filas en el Ejército con gente de su entera confianza; igualmente, se deshizo de Epifanio Méndez Fleitas, cuya creciente popularidad en filas del coloradismo, constituía una seria amenaza para sus planes.

         El Dr. Rigoberto Caballero, en proféticas palabras, le advirtió a Méndez tiempo antes de que su candidato -Stroessner- asumiera "... se va a adueñar del partido y tú serás su primera víctima".

         Efectivamente, inmediatamente a los sucesos de diciembre del año señalado, con el pretexto de la conspiración citada, Epifanio Méndez fue comisionado a Europa en misión cultural, de la que no regresaría al país. Stroessner se consolidó con el alejamiento definitivo de su principal mentor y dejó entrever que no tendría escrúpulos con quienes se opusiesen a sus planes.

         Por otro lado, y a pesar de que en un principio trató de conciliarse con todos los sectores y de realizar permanentes consultas con la Junta de Gobierno, con su estilo característico, había fomentado la reaparición de los "guionistas" a fin de mantener el equilibrio de fuerzas después de deshacerse de Méndez Fleitas.

         En 1956 pidió la renuncia colectiva de los ministros. En el nuevo reparto de carteras, el joven doctor Edgar L. Insfrán ocupó la del Interior; el doctor Raúl Sapena Pastor, la de Relaciones Exteriores y Martín Cuevas, el Ministerio de Agricultura y Ganadería.

 

El Coronel Roberto Cubas Barboza,

comandante de las fuerzas paraguayas que intervinieron en

"defensa de la democracia" en la República Dominicana,

a su regreso, rindiendo "el parte" correspondiente.



         INCIDENTES DEL '59

 

         Al liberarse de Méndez Fleitas, Stroessner probó estar más firme de lo que los propios colorados habían pensado; empero, su posición seguía aún insegura. El sector "democrático" estaba determinado a recuperar el poder para el partido y seguía siendo el grupo de mayor peso en la Junta de Gobierno, el Congreso y el gabinete ministerial.

         Con la eficaz colaboración de Edgar L. Insfrán, joven inteligente, discreto y con mucho entusiasmo hacia el trabajo, cualidades que le garantizaron un excelente desempeño en el campo político, Stroessner inició una campaña antiterrorista contra la oposición, que había resurgido con apoyo extranjero y ciertos hechos coyunturales como la revolución cubana y el triunfo de Betancourt en Venezuela.

         Hábilmente y con buen tino se apoyó en el importante auxilio político de la Junta de Gobierno del partido, a la sazón bajo la presidencia de Tomás Romero Pereira, y destacados miembros de la junta firmaron el Acta de Cerró León el 16 de mayo de 1957, que proponía su persona a la reelección presidencial en los comicios que habrían de realizarse en febrero de 1958.

         Partes del Acta expresaban:

         "Inspirados en los más nobles sentimientos patrióticos y sin tener en cuenta intereses transitorios de círculos o de personas, nos dirigimos a todos los colorados de la República para significarles el propósito que anima a los firmantes de auspiciar la reelección del eminente ciudadano General de Ejército don Alfredo Stroessner a la Presidencia de la Nación por el período 1958-1963. Todos los colorados de la República han comprendido muy bien el alcance de la unidad partidaria, sellada en la magna sesión de la Honorable Junta de Gobierno del Partido el 27 de octubre de 1955. El Gral. Stroessner puso su fe y su corazón al servicio de tan magno acontecimiento, porque él como nosotros creemos que unidos seremos fuertes e invencibles y hemos de cruzar el escenario nacional moviendo a las masas para realizar grandes obras de redención, sin miedo al pasado, al presente, al futuro, porque una sola preocupación irrenunciable guía a todos los dirigentes afiliados republicanos, la de ser fieles a la patria, para dignificada y engrandecerla.

         La personalidad del Gral. Stroessner es bien conocida por todos los paraguayos. Se afilió al Partido Colorado para servir a la Nación y en todos los cargos que le cupo desempeñar se consagró con capacidad y dinamismo a cumplir con su deber para bien de la Patria. Como militante político representa la voluntad implícita de todos los colorados alrededor de la tradición nacionalista que nos legó el fundador de nuestro partido, el glorioso general Caballero.

         El Gral. Stroessner es profundamente respetuoso de las normas partidarias. Su gobierno es el gobierno del Partido para la nación, sin exclusivismo.

         Rodeemos al noble y generoso compatriota que rige los destinos de la Nación y brindémosle apoyo desinteresado para que siga cumpliendo su misión histórica en esta gran hora que vivimos.

         Que de otros sean los odios y la anarquía; seamos nosotros, los portaestandartes de la paz y el trabajo, unidos en un solo pensamiento, libres de malquerencias y llenos de fe en el porvenir".

         Fdo.: Tomás Romero Pereira, José A. Moreno González, Juan E. O'Leary, Crispín Insaurralde, Rigoberto Caballero, J. Eulogio Estigarribia, Juan Ramón Chávez, Edgar L. Ynsfrán, Ángel Florentín Peña, Leandro Prieto, Raúl Sapena Pastor, Ezequiel González Alsina, Marcos Quaranta, Marcial Samaniego, entre otros.

 

         Dos días después el general Stroessner aceptó ser el candidato del coloradismo a la presidencia, en un gesto que habría de repetirse otras tantas veces. Pero aun con su nueva victoria electoral en 1958, Stroessner tenía razones para preocuparse: además de las abiertas tareas de la oposición, los "Democráticos" y algunos "guiones" trabajaban entre bambalinas, pues el descontento con el régimen era cada vez mayor; la brutalidad policíaca había provocado que prominentes obispos y sacerdotes hablaran contra el permanente estado de sitio que regía en el país y bajo cuyo amparo se cometían enormes abusos contra la ciudadanía.

         La situación económica se tambaleaba; esto forzó a la CPT -Confederación Paraguaya de Trabajadores-, en agosto de 1958, a convocar una huelga general solicitando un aumento del 30% de los salarios; el régimen reaccionó rápidamente y soldados del ejército ocuparon los locales sindicales y numerosos dirigentes fueron presos, incluyendo a Vicente Cortessi, secretario general de la mencionada organización, que también era diputado nacional.

         El 12 de marzo de 1959, destacados miembros de la Junta del Partido Colorado presentaron a esta un plan de normalización a través de una nota, conocida como "de los 17" -llamada así por el número de firmantes del documento-.

         El plan contemplaba proyectos democráticos, en contraposición a la tendencia dictatorial que seguía el Gobierno.

         "Los 17" exigieron la normalización institucional del país y la adopción de las siguientes medidas básicas: El levantamiento del estado de sitio, amnistía política general, vigencia plena de las libertades de prensa, de reunión y de asociación, y la instrumentación de una comisión para trabajar por la "normalización institucional"; asimismo, invitar a los partidos democráticos de la oposición a nombrar representantes para conformar una comisión interpartidaria, a fin de elegir por las vías pacíficas y en el tiempo más breve posible una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Carta Política de 1940.

         Firmaron el documento: José Zacarías Arza, Oscar Boettner, Mario Mallorquín, Osvaldo Chaves; Evaristo Méndez Paiva, Diosnel Bécker, Evaristo Zacarías Arza, Virgilio Cataldi, Carlos M. Ramírez Boettner, Faustino Centurión, Enrique Riera, Fulgencio Aldana, Miguel Ángel de la Cueva, Arsenio Vasconsellos, Eladio Montanía, Julio César Vasconsellos.

         El 24 de marzo la Junta de Gobierno aprobó por unanimidad los reclamos presentados en la nota y asumió el plan, remitiendo al Poder Ejecutivo la resolución adoptada.

         En poco tiempo, en abril del ‘59, se levantó el estado de sitio, por lo que los partidos de la oposición pudieron realizar algunos mítines, pero el pesimismo visto en ellos y en el ala democrática del coloradismo avizoraba densos nubarrones, los que efectivamente aparecieron con el endurecimiento del régimen.

         La culminación de todos estos acontecimientos se produjo a finales de mayo, cuando las protestas estudiantiles por el aumento de los pasajes fueron violentamente reprimidas por la Policía. Las protestas desde el Congreso fueron solucionadas con la disolución del Parlamento. En la noche del 29 de mayo de 1959 la Cámara de Representantes, con mayoría colorada, aprobó una declaración de repudio a la violencia policíaca. La sesión estuvo presidida por Waldino Ramón Lovera, en carácter interino, pues el presidente del Congreso, Eulogio Estigarribia, junto con Tomás Romero Pereira y Edgar L. Insfrán mantenían una reunión con Stroessner. El 30 de mayo se decretó la disolución del Congreso en virtud del artículo 53 de la Constitución del ‘40. El decreto llevaba fecha del día anterior, para anular la resolución de repudio firmada por los miembros del Congreso. El 1 de junio, Tomás Romero Pereira convocó a la Junta de Gobierno para declarar el apoyo del partido a Stroessner.

         A raíz de estos acontecimientos, de los 60 diputados del Congreso solo quedaron 29, quienes emitieron un comunicado de adhesión al régimen; los restantes fueron presos o exiliados.

         Entre estos figuran: Waldino Ramón Lovera, José Zacarías Arza, Luis Oscar Boettner, Mario Mallorquín, Fulgencio Aldana y Miguel Ángel González Casabianca, quienes conformarían el Movimiento Popular Colorado o MOPOCO, en el exilio.

 

El Gral. Stroessner "sobrevivió" a más de 15 presidentes argentinos y a otros tantos brasileños.

En su "alargado" mandato, visitó y recibió a casi todos ellos.

Aquí, un encuentro con el presidente brasileño mariscal Humberto Alençar Castello Branco

cuando la inauguración del "Puente de la Amistad".



         APERTURA DEL ‘62

 

         A mediados de este año cambió radicalmente la opinión de los partidos en el exilio, ya que durante 4 años, jóvenes rebeldes y entusiastas habían estado invadiendo el país -de guerrilleros fueron calificados y como tales combatidos- con la esperanza de repetir el triunfo de Castro en Cuba. Sin embargo, el régimen de Stroessner sofocó fácilmente estos intentos y su poder se acrecentó considerablemente. El desaliento se adueñó de los activistas; los líderes exiliados más moderados y realistas buscaron llegar a un acuerdo con Stroessner, quien a su vez alentaba esta idea, pues un país pacificado es más fácil de gobernar. Estaban de por medio, asimismo, importantes apoyos del exterior.

         En junio de 1962 anunció que habría elecciones generales el año siguiente e invitó a los otros partidos -aunque no a los colorados en el exilio- a participar de las mismas. Estas elecciones se realizaron en febrero de 1963 y se caracterizaron por dos hechos notables: después de mucho tiempo había más de dos candidatos a presidente y fue la primera vez que las mujeres tuvieron acceso al voto en nuestro país.

         Así empezó el proceso de "liberalización", lo que motivó a los febreristas a pedir su legalización, que la recibieron en agosto de 1964. Quedaban solo los "épifanistas" y "democráticos", con los cuales Stroessner se negó rotundamente a negociar. El ministro Edgar L. Insfrán, por su parte, combatió la tendencia a liberalizar el país estableciendo un fuerte control sobre las actividades de los mismos, y su creciente influencia dentro del Partido Colorado le hizo perder la confianza de Stroessner.

         En mayo de 1966, aprovechando un escándalo público con dos estafadores alemanes, con intervención de la Interpol y de la Embajada alemana, Stroessner destituyó al jefe de policía Duarte Vera, al jefe de Investigaciones Alberto Planás y a otros 20 altos oficiales policiales. El 28 de noviembre de 1966 el doctor Edgar L. Insfrán renunció al Ministerio del Interior. Tres meses después de esta renuncia, el gobierno extendió la legalización al Partido Liberal, con lo que el país entró en un período de breve paz política.

         En mayo de 1967 Stroessner convocó a una Asamblea Constituyente a fin de ratificar un nuevo documento que le permitiera permanecer dos períodos más en el gobierno, cada uno de cinco años, y con la participación de casi todos los partidos políticos, lo que le concedería cierta legitimidad.

 

El Gral. Stroessner, recibiendo al presidente de la República Oriental del Uruguay. Dr. Jorge Pacheco Areco.

En la imagen, dos conspicuos miembros de la “corte stronista”,

el ministro del Interior Dr. Sabino Augusto Montonaro y el Dr. Conrado Pappalardo, jefe del Ceremonial.



         CONSOLIDACIÓN DEL RÉGIMEN

 

         En 1967 ya no existían facciones disidentes dentro del Partido Colorado: todos eran stronistas; quienes se oponían eran sistemáticamente enviados al exilio, presos o simplemente desaparecían. Se rendía una especie de culto al "único líder".

         Stroessner siempre supo contraponer a las Fuerzas Armadas el peso político del Partido Colorado, por lo que a pesar de necesitar un partido manejable, no deseaba una organización "de papel", ya que el partido tenía una importante función dentro del régimen; él necesitaba una organización eficiente, orgánica y obediente -como estructura militar-, y de esa manera ideó un partido personalista acorde a sus planes y objetivos de llevar adelante su reelección por dos períodos presidenciales más. El partido le permitiría, además, tener mayoría en el Parlamento.

         Así se gestó la trilogía de las instituciones Gobierno-Fuerzas Armadas-Partido Colorado, que constituyó la base y la fuerza del régimen. Gracias a esta trilogía se superó, al menos en apariencia, la endémica anarquía del Paraguay. El personalismo de Stroessner ejerció una supervisión estricta sobre todos los organismos del Estado: los ascensos militares, los cargos burocráticos, resoluciones o elecciones partidarias, disposiciones legislativas, todos debían llevar el sello de su aprobación personal.

 

El Gral. Stroessner de visita en la Casa Blanca, conversa con Lyndon B. Johnson, presidente de los Estados Unidos.

Ya por entonces, según una ofensiva diplomática y en la necesidad de "luchar contra el comunismo”,

la dictadura de Stroessner se legitimaba internacionalmente.



         LOGROS INMEDIATOS

 

         Pese a algunos cuestionamientos y fricciones con el gobierno, los empresarios compartían muchas actividades básicas y políticas económicas de Stroessner; sentían que el régimen no proporcionaba suficientes incentivos con impuestos y créditos para estimular el sector privado y contemplaron con preocupación la expansión de la burocracia estatal y una fuerte tendencia hacia la Planificación económica por parte del gobierno; criticaron duramente la discriminación política y el favoritismo personal en la obtención de licencias, préstamos o contratos con el gobierno y, sobre todo, criticaron la tolerancia al contrabando que disminuía sensiblemente las ganancias de los comerciantes y productores que trabajaban en marcos legales.

         Admitían, sin embargo, los beneficios logrados con el programa económico gubernamental, principalmente por la ausencia de huelgas y paros de los sindicatos, debido al rígido control que sobre ellos pesaba.

         Los grandes latifundios continuaron dominando el sector rural, ya que Stroessner no deseaba enemistarse con la poderosa Asociación Rural del Paraguay; cuyos miembros eran grandes propietarios de tierras. A partir de 1965 comenzaron los programas para incentivar y modernizar la agricultura, con la ampliación de rubros y extensión dedicada a la producción primaria y el mejoramiento de las exportaciones agrícolas; en ese sentido, se aumentaron los créditos, se mejoró la calidad de las semillas, se inició un programa de fertilización y de incorporación de modernas maquinarias destinadas al agro.

         Desde luego, los logros en estos campos eran utilizados para aumentar la propaganda a favor del gobierno, exaltando la "paz y el progreso" que vivía la República.

         Este eslogan fue utilizado durante todo el gobierno de Stroessner y hablaba por sí mismo de cuáles eran las reglas del juego stronista: todo debía hacerse bajo su control y voluntad. El otro eslogan: "el precio de la paz", indicaba las reglas del juego económico que dispensaba beneficios a los acreedores de sus favores. En materia económica, la estabilidad cambiaría y monetaria durante el régimen de Alfredo Stroessner fue un logro que permitió detener la inflación, a la par que aumentó considerablemente los niveles de la exportación paraguaya y la capacidad de importación de insumos para la producción industrial y de bienes esenciales. En líneas generales, el fortalecimiento de la economía nacional se logró sobre la base del aumento de la productividad agrícola, el incremento del ahorro público en bancos de plaza y una gran confianza en la moneda.

         El desarrollo de nuevos rubros agrícolas, como el trigo y la soja, y el impulso a las actividades ganaderas significaron un notable mejoramiento en la economía nacional.

 

El 6 de octubre de 1964, el dictador recibe al Gral. Charles De Gaulle, presidente de Francia.

En la imagen, la Sra. Ligia Mora de Stroessner y la Sra. Ivone Veondroux de De Gaulle acompañan

-sonrientes- a los dos mandatarios.


         APOYO EXTRANJERO

 

         En 1959, ante una asamblea de la Feprinco, Stroessner expuso su nueva política económica y monetaria; resaltó que una moneda estable era conveniente para ganar la confianza de los inversores extranjeros y la atracción de capitales foráneos, que eran necesarios para el desarrollo del país.

         A partir de los años ‘60 la relativa estabilidad política y social de la nación favoreció un proceso de inversiones extranjeras, aunque estas fueran en forma de préstamos y no de inversiones directas. La mayoría de ellos se destinaron al pago de proyectos de infraestructura, porque el Estado asumió el papel dirigente del proceso de desarrollo. Más de la mitad de los fondos públicos fue destinada a mejorar los medios y vías de comunicaciones.

         Los resultados fueron obvios: Stroessner se aseguró el apoyo de ricos y poderosos que se beneficiaron con la exención de impuestos y los industriales quedaron libres de problemas laborales y sindicales; los terratenientes tradicionales no fueron afectados por la reforma agraria de manera seria. La banca internacional le brindó un fuerte apoyo al régimen y personalidades internacionales legitimaron su gobierno.


El Gral. Stroessner, de visita a la capital argentina, asiste a una velada en el Teatro Colón.

Le acompañan el Dr. Conrado Pappalardo, Mario Abdo y Humberto Domínguez D.

El protocolo oficial imponía -a veces-estos sacrificios...



        

          ECONOMÍA, SALUD Y EDUCACIÓN 

 

         Las condiciones económicas ya analizadas mejoraron notablemente la situación del país desde el inicio de la década de los sesenta, impulsado por el crecimiento económico, que produjo más exportaciones, mejores ventas y consumo de productos y mercaderías. Este crecimiento económico favoreció el aumento poblacional, transformando la sociedad. El aumento se debió principalmente a la fuerte disminución de la tasa de mortalidad infantil debido a los programas y políticas sanitarias empleados y difundidos a nivel nacional.

         El país contaba con apenas 1.300.000 habitantes cuando Stroessner asumió la presidencia de la República, la mayor parte distribuidos en el sector rural, y la situación era de franco estancamiento económico. Entre 1947 y 1954, el PIB -producto interno bruto- había crecido apenas un 0,8%, en tanto que el crecimiento demográfico alcanzaba los 2,7%.

         El sector primario de la producción, es decir, aquellas actividades relacionadas con la agricultura, la ganadería, la caza y la pesca, estaba ocupado por el 56,1% de la población económicamente activa –PEA-; el secundario, constituido por aquellas actividades relacionadas con la industria y la construcción, empleaba al 19,4% de la misma. El producto interno bruto era en el Paraguay cercano a los 300 dólares por habitante, mientras en el resto de América Latina alcanzaba los 450 dólares para la misma época.

         La red vial totalizaba 1165 km y solo 94 km contaban con capa de rodadura asfáltica. La Flota Mercante del Estado tenía 5 buques de carga.

         Como se señaló anteriormente, el plan de estabilización monetaria, firmado con el Fondo Monetario Internacional entre 1956 y 1957, fue el inicio de una recuperación económica del país. El fuerte auxilio norteamericano y la realización de obras públicas de gran envergadura dieron un impulso considerable al desarrollo nacional.

         Así, se pusieron en marcha las usinas hidroeléctricas de Acaray I y II; una fábrica de cemento con capacidad de producción de 100.000 toneladas/año, instalada en Vallemí; entró a funcionar el sistema de agua corriente en Asunción; se construyeron más de 1.700 escuelas en poco más de 10 años; la Flota Mercante del Estado fue renovada con la incorporación de 20 buques de carga y dos de pasajeros; el servicio de Líneas Aéreas Paraguayas ofrecía vuelos regulares a Buenos Aires, Montevideo, Sao Paulo y La Paz, se amplió después a Lima, Miami y Europa; los servicios médico-asistenciales se extendieron a gran parte de la geografía nacional, lo mismo que la ampliación de las comunicaciones telefónicas.

         Los programas de distribución de lotes agrícolas fueron en constante aumento, aunque debe señalarse que las familias allegadas al régimen fueron más beneficiadas que muchos campesinos, conformando un importante y poderoso sector de apoyo político a Stroessner: los propietarios y latifundistas.

         El régimen también se ocupó de aumentar los empleos públicos, cuyas erogaciones desmesuradas en detrimento de la incentivación para el sector industrial acarrearía casi inmediatamente serios problemas al crecimiento racional del país, pero este sector se constituyó en otro baluarte del régimen, al que apoyó a lo largo de los años.

         Con el crecimiento económico aumentó la población urbana, sobre todo en Asunción, donde el incremento anual llegó al 3,13%, la cual se constituyó, junto con las ciudades situadas en el área metropolitana -Lambaré, San Lorenzo, Mariano Roque Alonso- en la más dinámica en materia de crecimiento poblacional.

         Aprovechando la estabilidad política interna y externa, se firmaron sendos convenios de utilización hidroeléctrica con el Brasil, que después resultó en la firma del Tratado de Itaipú, y con la Argentina para el Tratado de Yacyretá y Corpus, que todavía se mantiene a nivel de Comisión Mixta. Igualmente, la educación se vio incrementada y reforzada tanto en su aspecto académico-curricular como en infraestructura, lo que permitió aumentar los índices de escolaridad primaria y secundaria; en el ámbito universitario crecieron las facultades, aunque no se permitía la formación de espíritus críticos, sobre todo contrarios al régimen.

         Los planes de reducción del analfabetismo alcanzaron un éxito relativo, porque si bien el elevado índice de analfabetos bajó considerablemente, la calidad de la enseñanza no pasó de elemental, aun los estudios secundarios y hasta universitarios no alcanzaron los niveles próximos a la excelencia que ostentaban los centros de estudios de países vecinos.

         La Universidad Nacional fundó filiales en el interior del territorio. Con la creación de la Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción" se amplió el acceso a los estudios superiores para los jóvenes paraguayos.

 

La "llave de acceso" a Stroessner la tenía su secretario privado, el Sr. Mario Abdo Benítez.

Entonces, su propio despacho se hizo cada vez más concurrido y,

aunque de menor amplitud que el de la presidencia, el ritual era el mismo.

En la imagen, los visitantes escuchan -rígidos- las "sabias" palabras del "maestro de la juventud" colorada.


Hasta las situaciones más desgraciadas como las frecuentes inundaciones de la ribera

se convertían en ocasiones propicias para saludar y agasajar al "líder".

El Gral. Stroessner, recibiendo una donación para las "inundados",

en compañía del Dr. Montanaro, Pappalardo, don Mario, Narciso Soler, edecanes y guardaespaldas.



          LA CONSTITUCIÓN DEL ‘67 

 

         Uno de los aspectos más resaltantes del gobierno de Alfredo Stroessner se dio con la Asamblea Nacional Constituyente del año ‘67, convocada para redactar y sancionar una nueva Carta Magna en remplazo de la del ‘40.

         Por el Decreto Nº 18270 del 27 de mayo de 1966, el Poder Ejecutivo declaró la necesidad de la reforma de la Constitución Nacional vigente, "porque el progreso del Paraguay exige el perfeccionamiento de sus instituciones para ponerlas a tono con las conquistas morales y materiales que ha venido alcanzando a través de las transformaciones económicas, sociales, científicas, políticas y jurídicas", según lo señalaba el mencionado decreto en su considerando.

         Con la concurrencia de 120 representantes titulares y 40 suplentes de los partidos tradicionales, Colorado, Liberal Radical, Liberal y Revolucionario Febrerista, fue instalada la Convención Nacional Constituyente el martes 27 de mayo de 1967, la que inauguró sus sesiones el 26 del mismo mes, con la presencia del presidente Stroessner. El Partido Colorado estuvo representado por 80 convencionales titulares; el Liberal Radical, por 29 convencionales; el Liberal, por 8, y el Partido Revolucionario Febrerista contó con 3 titulares. Fue electo Tomás Romero Pereira como presidente de la Convención y como secretarios de la misma, los doctores Luis María Argaña y Carlos Augusto Saldívar.

         Romero Pereira expresó en el discurso de la sesión inaugural:

         "Por primera vez en la historia de nuestra vida independiente y soberana se reúne la Convención Nacional Constituyente con la participación de los representantes del pueblo, postulados por todos los partidos políticos y elegidos en comicios democráticos conforme a la ley que reconoce el derecho de representación de la minoría. La instalación de esta magna asamblea no es obra del acaso. No ha sido impuesta por las circunstancias ocasionales, ni viene precedida por las urgencias anárquicas de la anormalidad. Todo lo contrario; ella significa la culminación de un proceso deliberado. Es el fruto de condiciones permanentes y está jerarquizada por la normalidad constitucional de la República. En otras palabras, es el triunfo de la democracia... El Paraguay no está en 1870 ni en 1940.

         Los convencionales no deliberarán entre las ruinas de la nación a la sombra de injerencias extranjeras y tampoco se impondrá a los paraguayos una transferencia de la soberanía popular para que alguna voluntad individual resuelva en su nombre".

         La nueva Constitución fue sancionada el 25 de agosto de 1967 y algunas de las importantes modificaciones que introdujo con relación a la del ‘40 fueron: la adopción del sistema bicameral -Cámara de Diputados y de Senadores-; se estableció la posibilidad de la reelección del Presidente de la República por un período de más de cinco años de duración; no contempló la posibilidad del juicio político al Presidente, que tenía la potestad de vetar cualquier proyecto de ley; durante el receso parlamentario el presidente podía dictar decretos leyes con anuencia del Consejo de Estado; el presidente podía decretar el estado de sitio por sí solo y el Arzobispo de Asunción formaría parte del Consejo de Estado. En síntesis, la concentración de poder recayó, como era de esperarse, en el Ejecutivo, que inclusive nombraba a los miembros de la Corte Suprema de Justicia y a todos los miembros de los tribunales, jueces y magistrados.

         En la sesión del 20 de julio de 1967 se consagró al guaraní como idioma nacional, al ser aprobado el artículo 5°, que reza; "Los idiomas nacionales de la República son el español y el guaraní. Será de uso oficial el español".

         En 1977 se modificó el artículo 173 de la Carta Magna para posibilitar la reelección de Stroessner por un período más.

         Los opositores al régimen que avalaron la Constitución del ‘67 se retiraron del proceso político disconformes con los nuevos rasgos de autoritarismo demostrados por el Gral. Stroessner, que con esta maniobra se aseguró otro período de gobierno.


 


         NUEVAS REPRESIONES

 

         Se sostuvo siempre que algunos de los aspectos más negativos del régimen stronista fueron las restricciones a las libertades individuales y los atropellos a los derechos humanos. Incluso la Iglesia sufrió en carne propia esta política represiva, por lo que, aunque en forma paulatina pero constante, fue apartándose y retirando su apoyo al gobierno de Stroessner.

         A fines de la década de los sesenta, la Iglesia excomulgaba al ministro del Interior, Dr. Sabino Augusto Montanaro, y al jefe de la Policía, Gral. Brítez Borges, con motivo de la represión a los estudiantes de la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica. El Arzobispo de Asunción, como miembro del Consejo de Estado, dejó de tomar parte de las reuniones del mismo.

         La Iglesia apoyó, a principios de los setenta, la formación de las Ligas Agrarias, organizaciones campesinas que luchaban por mejores condiciones en los sectores rurales, el respeto a los derechos de los trabajadores del campo y la regularización de la tenencia de la tierra, problema de antigua data en el Paraguay y causa de graves diferencias sociales.

         Las Ligas Agrarias, con el sostén de la Iglesia Católica y la Confederación Latinoamericana de Trabajadores, iniciaron sus trabajos políticos tendientes a la liberalización del campesinado y como estrategia inculcaron a las masas agrarias el fundamento de las cooperativas de producción y consumo.

         A principios de 1968 se constituyó la Federación Nacional de Ligas Agrarias Campesinas (Fenalac), que reunía a representantes campesinos de todo el interior del país, por lo que el gobierno acusó el impacto al perder fuerza entré los afiliados a las ligas, ya que sus miembros no solo demostraron un profundo conocimiento de la problemática agraria, sino también la necesidad de un cambio ideológico en la solución de la cuestión campesina.



La represión a los campesinos contaba con el "beneficio" adicional de la lejanía de los centros de información,

además de lo subrepticio de los procedimientos.

 

Viejos amigos se encuentran: Stroessner y el Gral. Juan Domingo Perón,

cuando la visita de este último al Paraguay, en 1974. Con los presidentes, el Dr. Conrado Pappalardo.

 

 

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Fuente digital: www.abc.com.py

Registro: Febreroo 2.013

 

 

 

EL GOBIERNO DEL GRAL. ALFREDO STROESSNER

HELIO VERA

(continuación)

LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR

FASCÍCULO Nº 36 - CAPÍTULO 18

Asunción – Paraguay

2013


 


 

            La Teología de la Liberación, sustentada por los sectores progresistas de la Iglesia, influyó notablemente en las Ligas Agrarias; por esto se los tildó de comunistas y guerrilleros que buscaban desestabilizar al gobierno.

            El régimen inició entonces una dura represión a los miembros de estas organizaciones y otros sindicatos obreros que las apoyaban, sobre todo en los departamentos de Caaguazú, Cordillera y Misiones. A principios de los años setenta desapareció la Dirección de Asuntos Confidenciales y surgió, con grandes bríos, la Dirección de Política y Afines, dependiente de la Policía de la Capital, que en forma coordinada con la temible Dirección Nacional de Asuntos Técnicos actuó de manera violenta en la persecución de "subversivos". Su director por largos años, Antonio Campos Alum, expresó en cierta ocasión que la Dirección "ha cumplido a conciencia con la parte que le corresponde en la misión de preservar el orden social y político de la República, informando, investigando y reprimiendo, en colaboración con los demás servicios de seguridad policiales y militares, las actividades subversivas de índole comunista, previstas y penadas por la Ley 294".

            La represión continuó hasta la total desaparición de las Ligas Agrarias, con sus miembros presos, dispersos o muertos.

            De este tiempo data también la organización llamada Organización Político Militar, cuyos miembros fueron aniquilados o presos. De manera sostenida crecía el número de presos políticos en el Paraguay, lo que alcanzaba a estudiantes, obreros y políticos activistas de los derechos humanos. En respuesta a la creciente ola de resistencia civil, el régimen estableció la Ley 209 de "Defensa de la Paz Pública y la Libertad de las Personas", que sumada al permanente estado de sitio le permitió controlar las condiciones de efervescencia social que se vivía.

            El apoyo que recibió Stroessner de parte de los regímenes imperantes en la Argentina y el Brasil, y, por supuesto, de los Estados Unidos, embarcados en la "guerra fría", una lucha abierta al comunismo internacional, fue determinante para el control total de la situación.

 

1987. Centenario del Partido Colorada (ANR)

Alfredo Stroessner, Luis María Argana y dirigentes de la ANR


            EL "OPERATIVO CÓNDOR"

 

            A nivel del Cono Sur latinoamericano, a mediados de la década de los años setenta, con regímenes militares gobernantes -Stroessner en Paraguay, Videla en la Argentina y Pinochet en Chile-, se implementó una red de carácter represivo que englobó también al Paraguay y cuyo objetivo principal era el intercambio de prisioneros, informaciones y el apoyo logístico para el combate a quienes consideraban "subversivos" o conspiraban contra el régimen.

            Amparados en la "Doctrina de la Seguridad Nacional", la Policía del Ministerio del Interior y sectores de las propias Fuerzas Armadas actuaban como fuerzas de ocupación dentro del mismo territorio nacional, estableciendo un fuerte control y represión de activistas políticos contrarios a los intereses oficiales, acusados siempre de "bolches" "marxistas" o "anarquistas". Esta red represiva recibió el nombre clave de "Operativo Cóndor" y bajo su efectiva articulación han desaparecido numerosas personas, quienes ni aun con las denuncias de organizaciones pro derechos humanos -nacionales e internacionales- volvieron a ser vistas.

            En este operativo intervinieron las autoridades y fuerzas represivas de Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia, Chile y Uruguay, aunque existen serios indicios de que se extendió a toda América Latina, con el indudable conocimiento del gobierno de los Estados Unidos, cuyo secretario de Estado era a la sazón Henry Kissinger.

            En las páginas del Washington Post del 2 de agosto de 1979 se leyó el artículo cuyo título hacía referencia a esta siniestra organización: "El cóndor: Los criminales latinoamericanos". La alusión no podía ser más exacta.

            En junio de 1976 el Paraguay se adhirió a este operativo liderado por las fuerzas represoras del general Augusto Pinochet, en Chile. En realidad, los intercambios de informaciones secretas y de prisioneros políticos a través de esta organización fue más frecuente entre nuestro país y la Argentina, donde los exiliados paraguayos desarrollaban intensas tareas en pro del derrocamiento de Stroessner desde los primeros años de la década del sesenta.

            Con el Brasil y el Uruguay, aunque menos frecuentes, las actividades no fueron menos violentas y crueles con los activistas. Las listas de desaparecidos, presos, exiliados y muertos son francamente interminables. El "Operativo Cóndor" y otros feroces sistemas represivos empleados por la dictadura, a pesar del terror instaurado en el país durante esos duros años, no consiguieron someter ni destruir definitivamente las ansias de libertad de la población; por el contrario, a medida que la represión crecía, la indignación ciudadana contra el régimen era ostensiblemente mayor; como consecuencia, los enfrentamientos civiles contra el dictador serán más frecuentes y efectivos.

 

General Alfredo Stroeesner, el Doctor Luis Maria Argaña y jefes militares en un acto público.


            ITAIPÚ Y EL AUGE ECONÓMICO

 

            A partir de la suscripción del Acta de Foz de Yguazú, en junio de 1966, Paraguay y Brasil ratificaron la voluntad de aprovechar las condiciones naturales del río Paraná y su potencial hidroeléctrico.

            El convenio estipulaba que los beneficios serían equitativos entre ambas naciones, una vez concluidos los proyectos correspondientes.

            En febrero de 1967 se constituyó la Comisión Mixta Técnica Paraguayo-Brasileña, con la misión de realizar los estudios técnicos y económicos para el desarrollo del proyecto. El consorcio integrado por las firmas International Engineering Company, INCIECO, de los Estados Unidos, y la italiana Electroconsult Spa-ELC resultó seleccionado para efectuar los estudios, y estos se iniciaron en 1971.

            Luego de concluidos y aprobados los proyectos realizados por este consorcio, se firmó el Tratado de Itaipú el 26 de abril de 1973, entre Paraguay y Brasil.

            En junio de ese mismo año, el Congreso de la República sancionó la Ley N.° 389, por la que se aprobó dicho Tratado; en agosto, el Brasil hizo lo propio. Por el Tratado se constituyó la entidad binacional Itaipú, con suficiencia jurídica, administrativa y financiera para ejecutar y dirigir las obras del proyecto. La Administración Nacional de Electricidad (ANDE), del Paraguay, y la ELETROBRAS, del Brasil, a través de FURNAS y ELECTROSUL, quedaron autorizadas para la administración de la electricidad a ser producida por la usina, la que sería distribuida en partes iguales, de acuerdo con el Anexo C del Tratado. Itaipú está considerada como la mayor usina del mundo, con una capacidad de generar 12.600 MW y 77.000 millones de kwh/año con sus 18 turbinas en pleno funcionamiento.

            La firma del Tratado de Itaipú, entre Paraguay y Brasil, y su posterior puesta en marcha significaron el ingreso de un flujo importante de divisas al país, iniciando una era de esplendor económico. Como consecuencia, los beneficios se extendieron a grandes sectores sociales, pues paralelamente aumentaron las exportaciones de soja y algodón, generando el ingreso de millones de dólares en un período de un poco más de diez años.

            La economía paraguaya alcanzó niveles muy elevados, llegó incluso a superar a los demás países del continente americano.

            Este aumento produjo un acelerado desarrollo de infraestructuras, nuevas y casi ilimitadas oportunidades empresariales, y la generación de puestos de trabajo en todos los sectores económicos.

            La propia economía campesina creció considerablemente con la incorporación de nuevas tierras a la producción agrícola y la mecanización de esta, y, por ende, el mejoramiento de la comercialización de los productos, punto débil de la agricultura paraguaya durante muchos años.

            La industria de la construcción fue, asimismo, incrementada de manera espectacular y las finanzas públicas se vieron desahogadas, permitiendo que las inversiones en ese sector fueran mayores.

            A pesar de las condiciones menos favorables para el Paraguay con relación a su "socio" el Brasil, la construcción de la mayor represa del mundo fue calificada como un verdadero logro del gobierno de Stroessner. Una de las consecuencias más inmediatas de aquel "boom de Itaipú" fue el aumento considerable del intercambio comercial entre ambos países, incluyendo el comercio no declarado o contrabando, que alcanzó cifras extraordinarias.

            Paralelamente, las tradicionales relaciones comerciales con la Argentina disminuyeron marcadamente. Lamentablemente, la construcción de la represa de Itaipú fue acompañada por un proceso de corrupción que se extendió a todos los sectores de la sociedad, y aunque dicha construcción en sí resultó en su momento beneficiosa para el Paraguay, dejó secuelas negativas que el país arrastra hasta nuestros días, pues creó un clima artificial de bonanza económica. Los años posteriores a la finalización de la monumental obra así lo atestiguan.

            Para Brasil, lógicamente, los beneficios fueron mayores; por ejemplo, en 1977 solamente se gastaron cerca de 1.100 millones de dólares. De ese monto solo el 25% fue gastado en Paraguay; aun así, el país superó constantes déficits en la balanza de pagos y sus reservas monetarias crecieron considerablemente.

 

General Alfredo Stroessner en el Congreso Nacional


            EL ARTE Y LA CULTURA

 

            Las manifestaciones culturales y artísticas, aunque escasas, fueron constantes. En la plástica surgieron nuevos conceptos vanguardistas como elementos de expresión, son sus representantes más notorios Edith Jiménez, Olga Blinder, Carlos Colombino, Jenaro Pindú, Ricardo Migliorisi, Lotte Schulz, Mabel Valdovinos, Michael Burt, Enrique Careaga, Osvaldo Salerno, entre otros. Con el aporte del grabador brasileño Livio Abramo, este género artístico se desarrolló rápidamente con insignes cultores, como Jacinto Riveros, Leonor Cecotto-González, Adela Solano López, entre otros.

            Muchos de ellos expusieron en el exterior con singular éxito, además de hacerlo en galerías y museos nacionales que comenzaron a surgir, desarrollando actividades permanentes y otras de corta existencia. La música, la expresión artística mejor difundida en el país, adoptó las corrientes renovadoras extranjeras y los estilos musicales modernos, como el rock, las baladas, ritmos tropicales y "metaleros", pronto encontraron seguidores, sobre todo entre los jóvenes, mucho más susceptibles a los cambios.

            La música y canciones de protesta folclóricas y populares, comunes desde la década de los setenta -Guerra de Vietnam, dictaduras derechistas latinoamericanas, propagandas comunistas-, fueron, lógicamente, controladas y reprimidas por el régimen; no obstante; algunos autores extranjeros eran escuchados frecuentemente, tales como Mercedes Sosa, León Gieco, Joan Manuel Serrat, Joan Báez, y entre los paraguayos, aquellos reunidos en el movimiento conocido como Nuevo Cancionero, contestatario a la dictadura; se interpretaron poemas de Elvio Romero, José Luis Appleyard, Augusto Roa Bastos, Juan Manuel Marcos, Carlos Villagra Marsal, Esteban Cabañas, Rudy Torga y otros.

            Surgieron importantes músicos populares como Maneco Galeano, Carlos Noguera, Jorge Garbett, Alberto Rodas, Mito Sequera, Jorge Krauch, Arnaldo Llorents, Marcos Prado e intérpretes como Juglares, Grupo Vocal Dos, Sembrador y Ñamandu, entre otros, que difundieron a través de la música ideas de libertad y justicia social.

            En literatura, la expresión cultural quizá más allegada al pueblo, se consolidaron Augusto Roa Bastos y Elvio Romero, quienes desde el exilio contribuyeron significativamente ante la comunidad internacional a forjar una idea más realista de la situación del Paraguay. En tanto, a nivel nacional, el periodismo y la prensa independientes se vieron amordazados constantemente por los organismos represores del régimen. Tanto periódicos como revistas culturales fueron puntillosamente controlados para evitar la difusión de una propaganda contraria al gobierno.

            En marzo de 1984, el diario ABC Color fue clausurado por orden del ministro del Interior por considerar que hacía "apología del crimen y la violencia", fomentaba la "lucha de clases y el odio entre paraguayos". Algún tiempo más tarde, el régimen clausuró también radio Ñandutí, por las mismas razones esgrimidas en el caso de ABC Color.

            La persecución no se limitó a los medios de comunicación; muchos periodistas y comunicadores sociales sufrieron ignominias y encarcelamientos por sus ideas democráticas o contrarias al régimen imperante, que veía a los intelectuales como permanentes focos de desestabilización política y social. El combate a las ideas, a la cultura independiente, a la evolución del pensamiento, al progreso individual y a la misma inteligencia fueron características del autoritarismo stronista. La mediocridad se extendió a todos los sectores.

            Las universidades -tradicionales centros de cambios y agitaciones progresistas- permanecieron controladas y envilecidas durante años, sus autoridades sometidas a la voluntad de la dictadura y los programas de estudio atrasados y decadentes.

            La mayoría de los centros universitarios fueron ocupados y dominados por adictos al gobierno, quienes se encargaron de reprimir todo intento de protesta antigubernamental, como la realizada en 1969 en ocasión de la visita de Rockefeller al Paraguay.

            Al mismo tiempo, el Movimiento Independiente, que surgió en estos avatares de protesta estudiantil, y a pesar de que no tuvo la continuidad necesaria, llamó la atención internacional sobre la realidad paraguaya. La revista Criterio, que nucleaba a sus principales representantes intelectuales y doctrinarios, desapareció cuando estos fueron encarcelados o exiliados, provocando la reacción de la misma Iglesia Católica, por entonces bastante cercana al régimen. Solo el órgano "Comunidad", medio periodístico destacado de la Universidad Católica y la Iglesia, dirigido por el sacerdote Gilberto Giménez, desarrollaba una predica liberalizadora acorde con lo estipulado por el Concilio Vaticano II, hecho que le valió finalmente la clausura por sus constantes denuncias de corrupción y abusos del gobierno.

            Con el desplazamiento de monseñor Aníbal Mena Porta y la consagración de Ismael Rolón, de posturas avanzadas, como arzobispo de Asunción, el enfrentamiento Iglesia-Estado se radicalizó; algunos sacerdotes extranjeros fueron expulsados del país bajo acusaciones de desarrollar actividades comunistas o subversivas.

            Ante un reclamo de la Conferencia Episcopal Paraguaya a Stroessner, que solicitaba tratos más humanitarios a los presos políticos, este respondió: "Bueno, vamos a darles tallarines los domingos". De ahí en más la Iglesia adoptó una posición de franco combate a las iniquidades y desigualdades sociales sostenidas por el viejo y autoritario caudillo y su entorno.

            La visita del papa Juan Pablo II, en mayo de 1988, al Paraguay se sumó a la reacción de las fuerzas civiles en el esfuerzo ciudadano de buscar vientos de cambios y a la condena internacional a la agonizante dictadura.

 

Ya los "militantes" habían desplazado a los "tradicionalistas" de la conducción de la ANR.

En la imagen, Stroessner seabraza con el Dr. Sabino Augusto Montanaro,

uno de los miembros del "cuatrimonio de oro".



            LA DIVISIÓN DEL PARTIDO COLORADO Y LA DECLINACIÓN DEL DICTADOR

 

            La muy prolongada dictadura comenzó a agrietarse cuando se produjeron serias fisuras en la estructura interna de su principal sostén: el Partido Colorado, y empeoró con la crisis económica desatada en el país a partir de mediados de los años ochenta, cuando finalizó la construcción de la represa de Itaipú. Con esta crisis aumentó el desempleo, la inflación llegó a niveles nunca antes alcanzados y el endeudamiento externo creció desmesuradamente.

            Con ello se inició un período de subsidios estatales a empresas e instituciones insolventes. El partido en el gobierno comenzó a dividirse entre "tradicionalistas", línea más democrática del partido, y "militantes stronistas", seguidores de la línea dura del régimen.

            Las diferencias fueron ahondándose hasta que fue intervenida violentamente la convención del partido en agosto de 1987 por adictos a la militancia con apoyo de grupos minoritarios. A la cabeza de los militantes stronistas figuraban varios ministros: Sabino A. Montanaro, J. Eugenio Jacquet, Adán Godoy Giménez y el secretario privado de la Presidencia, Mario Abdo Benítez, en tanto que el sector tradicionalista tenía por líderes a Juan Ramón Chaves y Luis María Argaña, antiguos colaboradores del régimen.

            La división partidaria alcanzó al Ejército, otro bastión de poder, en el cual el Gral. Andrés Rodríguez, consuegro de Stroessner y de mucha personalidad, lideraba las unidades más poderosas y no simpatizaba con el movimiento de los militantes stronistas. Internacionalmente, el régimen de Stroessner ya no era bien visto por sus antiguos aliados; el propio presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, lo calificó como una de las últimas dictaduras de América. Todo estaba preparado para provocar la caída del Gral. Alfredo Stroessner: la sociedad civil que reclamaba vientos de libertad, la disconformidad de un importante sector del Ejército, la profunda división del Partido Colorado y la falta de apoyo internacional.

 


            GOLPE DE LA CANDELARIA

 

            Al anochecer y el amanecer del 2 y 3 de febrero de 1989 -días de la Virgen de la Candelaria y de San Blas, respectivamente- se produjo el golpe de Estado que derrocó al Gral. Stroessner. El movimiento, encabezado por el Gral. Andrés Rodríguez, comandante de la Caballería, se había iniciado en la noche anterior con el apoyo de la Armada, al que se plegaron otras unidades militares poco después. Stroessner se refugió en el Regimiento Escolta Presidencial, donde resistió con sus leales hasta las primeras horas del 3 de febrero en que fue intimado a rendirse. Los generales -varios de ellos coroneles en el momento del golpe- que hicieron posible la caída del régimen se identificaron con el nombre de "Carlos".

            En orden jerárquico fueron: Gral. Andrés Rodríguez (Carlos 0), Gral. Víctor Aguilera Torres (Carlos 1), Gral. Pedro Concepción Ocampos (Carlos 2), Gral. Lino César Oviedo (Carlos 3), Gral. Oscar Díaz Delmás (Carlos 4), Gral. Aníbal Regis Romero (Carlos 5), Gral. Eumelio Bernal (Carlos 6) y el vicealmirante Eduardo González Petit (Carlos 7)

            Inmediatamente el Gral. Alfredo Stroessner fue tomado prisionero y recluido en dependencias de la Caballería hasta que el 5 de febrero emprendió viaje a Brasil en carácter de exiliado, donde permaneció hasta su muerte acaecida en Brasilia, el 16 de Agosto de 2006.

            En Paraguay se inició entonces un proceso de transición democrática, con la participación de todos los partidos políticos, incluido el Partido Comunista.

            El Gral. Rodríguez, que asumió la Presidencia provisional, convocó a elecciones para mayo de 1989, de las cuales emergió ganador con amplia mayoría de sufragios.

            Los partidos políticos recuperaron sus libertades públicas y los medios de comunicación clausurados por la dictadura reiniciaron sus actividades. En líneas generales, el país inició un proceso de democratización de sus instituciones y de dignificación de la sociedad civil, estamentos avasallados durante largo tiempo.

            El gobierno del Gral. Alfredo Stroessner había durado casi treinta y cinco años.

 


            LOS ARCHIVOS DEL TERROR

            ALGUNAS REFLEXIONES FINALES SOBRE LA DICTADURA DE ALFREDO STROESSNER

 

            Días atrás se recordó el vigésimo aniversario del descubrimiento de los Archivos del Terror, hecho que, salvo algunas excepciones, fue ignorado por la ciudadanía paraguaya, lo que motiva a algunas reflexiones al respecto.

            ¿Por qué la indiferencia de la gran mayoría de la población acerca de estos archivos?

            Estos archivos constituyen la imagen y el símbolo de todo un sistema político conocido comúnmente como el régimen stronista. El general Alfredo Stroessner construyó un sistema político totalmente unipersonal, es decir, una tiranía, a fin de satisfacer sus ambiciones personales de poder, prestigio y dinero que lo motivaron desde siempre y que, gracias a diversas circunstancias históricas y a su ladina perspicacia, lo llevaron al poder político del Estado paraguayo en 1954.

            A partir de ahí fue montando un Estado policial para vigilar y controlar estrechamente a toda la población nacional, sean estas clases sociales, estamentos políticos, sectores campesinos, extranjeros o grupos religiosos, a fin de impedir que surja cualquier intento de cuestionamiento a su régimen unipersonal.

            Stroessner utilizó hábilmente las circunstancias históricas a su favor y fue sorteando las diversas barreras que pudieran obstaculizar su régimen político: los liberales, comunistas, etc., y así construir un monumento a la intolerancia que fue su gobierno, contando con la tácita complicidad de un sector importante de la misma población que era controlada.

            Al ir incrementando el control policial y sometiendo totalmente a su arbitrio a la población, Stroessner se fue convirtiendo en el papá guasú, quien decidía por todos qué es lo bueno y lo malo, qué es lo que está bien o mal; el presente y el futuro ya estaban estipulados para todos; esta era la vía correcta de comportamiento que debían guardar los "buenos paraguayos", ya que quien no se comportaba de acuerdo con estas normas se convertía en "malo", con todas sus consecuencias, naturalmente.

            Obviamente, para evitar que los "malos" alteraran el "Paraguayan way of life" era de suma importancia la presencia vigilante y permanente de todo el sistema policíaco stronista, por lo que fue necesario obtener la mayor cantidad posible de información acerca de las actividades de toda índole de dichas personas, contando siempre con la "colaboración espontánea" de algunos sectores sociales para dicho fin, lo que convertía a todos los paraguayos en elementos integrantes del sistema.

            Para sus fines personales Stroessner esgrimía siempre argumentos ambiguos, contradictorios, pero excluyentes: convirtió al coloradismo en una ideología tribal, siendo el mismo liberal; exacerbó el nacionalismo en un mundo cada vez más integrador y determinó la superioridad intrínseca de la cultura guaraní sobre cualquier otra.

            Por tanto, la decisión de qué era lo "conveniente" o no para todos limitaba aun más la ya reducida capacidad de autonomía del hombre paraguayo e impedía liberarse de la tutela cultural y política stronista, lo que constituía la valla insalvable para la formación de la sociedad civil que permitiría el desarrollo individual y el progreso social de la nación.

            La tutela política stronista hizo retroceder al hombre paraguayo al período de la colonia española, cuando su vida política era meramente contemplativa y las decisiones las tomaban los "Poguasú", vale decir, se le negaba la capacidad de tomar decisiones que podrían servir para el mejoramiento de su vida ciudadana.

            Las actividades políticas eran, obviamente, supervisadas y dirigidas desde arriba ("las órdenes superiores"), dejando de ser el partido oficialista una nucleación política de hombres libres, para constituirse en una asociación de compinches para detentar instancias de poder con fines principalmente lucrativos o personales. Mientras que la tu... cultural del régimen impedía la gestación de su propia personalidad y lo sometía, siempre a los designios de los caciques que aparecían en todas las jerarquías sociales y políticas, hecho que imposibilitaba totalmente la comunicación y la confianza social, base para la implementación de las instituciones sociales que permiten el desarrollo individual y comunitario.

            Naturalmente, cualquier actividad o comportamiento que no estuviera contemplado en el "Manual del buen paraguayo", elaborado por Stroessner, despertaba automáticamente las sospechas de todos los "buenos" ciudadanos, quienes se esforzaban para mantener el "Orden y la paz" y evitar que se alterara el modo de vida nacional. En una palabra, un buen sector de la población paraguaya era cómplice de una u otra forma de la gran maquinaria stronista, lo que explica por sí solo la prolongada longevidad del régimen.

            Por eso, el derrocamiento del general Stroessner provocó asombro y pánico en todos los "buenos paraguayos", ya que la forma de vida "natural" se hacía añicos y era imposible concebir la existencia sin el tutelaje del mismo. Los paraguayos condenados por el general a ser eternamente menores de edad cívicos no podían explicarse la aparición del mundo moderno y la necesidad de maduración social; es decir, tener autonomía propia y llevar una vida totalmente diferente para la que fueron moldeados a vivir. El fin del régimen provocó la irrupción del mundo moderno en el ámbito politico y cultural nacional. Esto significó la aparición de valores que se contraponían absolutamente al stronismo, tales como la tolerancia, la libertad de expresión, autonomía, etc., que desembocó en tremendas contradicciones y supremos malestares a los cuales no estaba acostumbrado ni mucho menos preparado para convivir con esos valores, fuente de los permanentes conflictos que se suscitaron y siguen suscitándose.    Los Archivos del Terror delatan la aceptación y, a veces, participación directa de un sector importante de la población en este tipo de existencia política y social que permitió la supervivencia del régimen stronista; de ahí la indiferencia ciudadana.

            Finalmente, cabe apuntar que los Archivos del Terror significan púdicamente para algunos nostálgicos un régimen "un poco duro" y sin conflictos sociales graves; pero la enseñanza más dura y trágica de los Archivos es que nos recuerdan la inexistencia de una sociedad civil nacional que permita el desarrollo pleno del ser humano con todas sus potencialidades y, por ende, evite la aparición de nuevos tiranos.

 

 

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Registro: Febrero 2.013

 






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