Ya el sol estaba alto cuando Efrén Echeverría, con sus 13 años y su guitarra a cuestas, retornaba a su casa de Lima, comunidad del departamento de San Pedro.
Allí había nacido el 4 de marzo de 1932 y había sido un talento precoz en la guitarra. Oyendo a su padre y a los amigos de éste, a los 7 años ya se iniciaba en el arte de puntear su instrumento. Cinco años después -en esa mañana en la que transcurre nuestra historia-, era ya un consumado fiesta apoha en la comarca.
Kamba'i, como se lo conoce popularmente a Efrén, volvía de un cumpleaños. Él quiso seguir la recomendación de su madre, doña SEVERIANA SOSA. El dueño de casa, que le había contratado para un cumpleaños, sin embargo, le fue sobornando con caramelos y propinas. Cuando el adolescente tomó conciencia de lo avanzado de la madrugada, un rayo de luz le golpeó los ojos.
Era la primera vez que ocurría esto. La severidad de su mamá lo mantuvo sin respiración casi. Unos largos minutos después de escuchar el sermón dominical de su madre, reaccionó. Vació frente a su madre la caja de la guitarra, que estaba llena de dinero. Y le puso en sus manos.
Fue entonces cuando la señora cambió de actitud. Y le dijo que se fuera a dormir a su cama porque las otras -los catres con trama de cuero-, ya habían sido levantadas porque ya no era hora de dormir.
"Aha añeno ha ndaikatúi ake. Ndahi’oravéima voíngo añete. Ajere jerérõ guarã katu oúma peteĩ ryguasu ombo'aséva, oguerekóva che sy kotýpe hupa. Ha como che juhu upépe oñepyrũ okokore (Fui a acostarme, pero no pude conciliar el sueño. Al fin y al cabo, ya no era hora de dormir. Mientras daba vueltas, apareció una gallina que tenía su nido en la pieza de mamá. Y, como me encontró a mí, empezó a cacarear)", recuerda Efrén.
Se desarrolló otra fiesta allí, en el corazón de la mañana. Efrén espantó la inoportuna gallina. Ella, sin embargo, persistió en su afán de contribuir para el sustento de la casa. Como no había manera de ahuyentarla, Kamba'i tomó su guitarra y, con sus cuerdas, imitó el cacareo. "Okokorepávo, che ha'eichaite avei ajapo (Al terminar su cacareo, yo hacía lo mismo que ella)", acota Efrén.
Alarmada por lo que estaba ocurriendo, una de las hermanas de Efrén, corriendo, fue a dar "parte" a su madre. "Oime nememby itarova hi’ãche (Al parecer tu hijo enloqueció)", le dijo.
"Después me fui y le conté a un músico -siguió relatando Echeverría en su guarani que parece recién salido del monte-, lo que ocurrió. Le hice escuchar a Eugenio Cantero lo que me había salido por casualidad, sin proponerme. Y me aconsejó que no la perdiera por nada del mundo y le pusiera una segunda parte, ipukumie haguã.
Efrén creció en su arte y físicamente. El uso del hacha en los obrajes lo convirtió pronto en hombre. Y las hangadas del Jejuí, Ypané, Aguaray y Capiibary en las que transportaba los rollos hasta el río Paraguay le enseñó los trucos de la supervivencia. Tuvo varios patrones. Uno de ellos fue el padre de JUAN CANCIO BARRETO, quien le pidió que le enseñara guitarra al mitã'i. Éste aprendió velozmente. Otro fue un tal JOSÉ LÓPEZ, quien no le pagó su salario. Entonces llegó a la capital para pedir justicia. Ya no volvió a sus parajes norteños.
"Vivía en un camión tujakue, en Villa Morra, en el patio de un amigo. Y un día ese amigo -DOROTEO PÉREZ QUINTANA-, me contó que me habían inscripto en un concurso de Autores Paraguayos Asociados, APA, como solista de guitarra. Concursé con RYGUASU KOKORE y gané el primer premio en 1968", concluye Efrén.