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GUSTAVO LATERZA RIVAROLA
  ORIGEN E HISTORIAS DE ASUNCIÓN DEL PARAGUAY - LA CHACARITA - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Año 2007


ORIGEN E HISTORIAS DE ASUNCIÓN DEL PARAGUAY - LA CHACARITA - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA - Año 2007
ORIGEN E HISTORIAS DE ASUNCIÓN DEL PARAGUAY.
 
Autores : VER ÍNDICE
 
Introducción : GUSTAVO LATERZA RIVAROLA
 
 
COLECCIÓN
 
IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY Nº 7
 
DIRIGIDA POR
 
RUBÉN BAREIRO SAGUIER Y CARLOS VILLAGRA MARSAL
 
Edición especial de SERVILIBRO
 
Editorial SERVILIBRO,
 
Dirección editorial: VIDALIA SÁNCHEZ
 
Asunción, Paraguay
 
Edición especial para
 
ABC COLOR EL DIARIO COMPLETO
 
Yegros 745 Teléf.: 491 160/6
 
E-mail: redacción@abc.com.py
 
Pág. web: www.abc.com.py
 
De la Introducción: GUSTAVO LATERZA RIVAROLA
 
Diseño de tapa: CELESTE PRIETO
 
Diagramación: GILBERTO RIVEROS ARCE
 
Edición al cuidado de CVM
 
Hecho el depósito que establece la Ley N° 1328/98
 
Asunción, Paraguay, AGOSTO de 2007.
 
Tirada de 10.000 ejemplares
 
 

 


ÍNDICE


Propósito: RUBÉN BAREIRO SAGUIER - CARLOS VILLAGRA MARSAL

Introducción: GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Historia de mi ciudad (fragmento) - CARLOS ZUBIZARRETA

De cómo se quemó el pueblo de la Asunción - ALEAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA

Festejos en honor de San Blas - MARGARITA DURÁN ESTRAGÓ

Diario y derrotero de los viajes que ha hecho - P. FRAY PEDRO JOSÉ DE PARRAS

La Asunción de antaño - RICARDO LAFUENTE MACHAÍN

La ciudad colonial - FULGENCIO R. MORENO

Capítulo XIV - RENGGER Y LONGCHAMP

Carta XXIV - J.P. Y M. ROBERTSON

El renacimiento - HIPÓLITO SÁNCHEZ QUELL

Asunción en aquellos tiempos (1912) - ARTURO BRAY

La Chacarita - GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

 

 


PROPÓSITO

Esta Colección de doce volúmenes, que hemos denominado IMAGINACIÓN Y MEMORIAS DEL PARAGUAY tiene, según sus apelativos lo sugieren, el objeto de alcanzar a la mayor cantidad posible de lectores testimonios directos, memorias e interpretaciones de nuestra historia patria y de los avatares de nuestra identidad nacional, vale decir, de nuestro pasado caudaloso de infortunios como de instantes de épica generosidad y eminentes temporadas de realizaciones políticas y de cohesión social.

Al propio tiempo, la Colección incluirá textos significativos de nuestro imaginario, tomando en cuenta que la poesía y la narrativa se constituyen con frecuencia en registros más iluminadamente intensos de la condición, los anhelos, vicisitudes, denuncias y esperanzas de un pueblo.

Para plasmar ambos objetivos, integramos esta docena con libros de triple progenie: unos, aunque relativamente accesibles, tan representativos que su inclusión resulta imperiosa en el conjunto; otros éditos en folleto o en libros de escasísimo tiraje, la mayor parte aparecidos en el siglo XIX o a principios del siglo XX, por lo cual resultan ahora inhallables y su publicación un verdadero rescate; por último, textos rigurosamente inéditos y de tal modo valiosos, que nos parece sorprendente que no hayan visto la luz hasta ahora.

Para lograr una mayor amplitud en términos forzosamente breves, tanto en cantidad como en número de páginas, en algunos de los volúmenes se inserta una pluralidad de autores que escriben sobre idéntico material, y de quienes se introducen sólo fragmentos lo suficientemente comprensivos de textos más extensos, como se ha hecho en los libros sobre la Guerra Grande y la ciudad de Asunción. Con el mismo criterio, en alguna ocasión se publica una antología, en el caso bilingüe, tal la de la poesía en guaraní.

En otras oportunidades, los textos son una selección de carácter unitario de los mejores fragmentos o capítulos de un autor y un libro determinados.

Por fin, hemos procurado presentar las diferentes tendencias y reflexiones en la interpretación de nuestro pasado histórico, cuyos hombres y hechos siguen aún siendo ejes de polémica, incluso por quienes poco o nada conocen sobre el particular.

Bien sabemos que es imposible cifrar en doce libros lo dicho y escrito sobre un sitio que desde hace cinco centurias ya se había constituido raigalmente como nación. Pese a ello, creemos que la maestra es lo bastante representativa como para entreabrir el entendimiento y proseguir el diálogo sobre nuestra categórica individualidad paraguaya

RUBÉN BAREIRO SAGUIER

CARLOS VILLAGRA MARSAL


 

INTRODUCCIÓN


Esta edición N° 7 que da continuidad a la empresa de divulgación cultural asumida conjuntamente por la Edito-rial Servilibro y el diario ABC Color, bajo la dirección de Carlos Villagra Marsal y Rubén Bareiro Saguier, pone en manos del público una selección de noticias históricas, de vívidas impresiones e ilustrados testimonios acerca de Asunción, de sus orígenes, de su configuración urbanística y edilicia, de los hábitos que vio arraigar en sus residentes, de su varia y llamativa tipología, en fin, de las peculiaridades suyas que llamaban la atención del visitante y que daban impulso vigoroso a la pluma del cronista maravillado.

Asunción es de las pocas ciudades fundadas con vocación de capital. Nació capital de la conquista y la colonización de aquel inmenso territorio que Carlos I concediera al ilustre granadino don Pedro de Mendoza, en Toledo, aquel jueves 21 de mayo de 1534, bajo un luminoso cuarto creciente de luna vespertina, la cual auguraba, desde el claro y alto azul del cielo castellano, glorias y venturas insospechadas para los soldados y vasallos que emprenderían la conquista del Río de Solís.
Don Pedro debía, a cambio de los envidiables gajes y regalías obtenidos en la capitulación, remontar el río de Solis – “o río da Prata", según lo susurraban ya ávidamente los portugueses-, develar y anotar sus vados, sus pasos difíciles, evaluar cauce y cuenca, registrar meandros y afluentes, reconocer bancos e islas y, por supuesto, posesionarse de él o de cualquier otro camino fluvial que condujera al imperio incaico, y, por supuesto, desde donde retornar pletórico de aquellas riquezas deslumbrantes que Pizarro exhibiera triunfal ante la estupefacta corte del Emperador.

Los que piensan que Asunción fue mero producto de lances azarosos en un juego de sucesos fortuitos, que su existencia se debe más a la trama que la historia urdió por su cuenta, sin intervención de planes humanos ni designios sobrenaturales, están quizás un tanto más cercanos a la verdad que aquellos que le atribuyen ser el resultado de la voluntad de ese parvo contingente de valerosos y audaces conquistadores, conjurados para vencer o sucumbir en la empresa. A medio camino entre lo prevenido y lo fortuito, entre lo provisorio y lo definitivo, Asunción y sus habitantes iniciaron un recorrido histórico que, en ningún momento de todos los que hasta hoy vivió, dejó de provocar a sus asombrados visitantes, sea para desconcertarlos, acogerlos o rechazarlos, a veces para encantarlos y otras apabullarlos, mas nunca provocar su indiferencia.

Los fragmentos que se compilan en este volumen no son suficientes para expresar completamente lo que esta ciudad fue y devino en sus casi cinco siglos de existencia; pero, en cambio, si son capaces de proyectar imágenes que, aun fragmentadas, permiten reconstruir el itinerario de su trayecto y, al modo como se recomponen los mosaicos de un mural bizantino, armar de ese modo las piezas principales, confiando a la imaginación la cobertura de los inevitables espacios vacíos.

Arranca este volumen con el principio del primer capítulo de "Historia de mi Ciudad", de Carlos Zubizarreta, pieza de alcurnia literaria que despertará el apetito estético e intelectual de los lectores. Sin duda, se trata de la más encantadora descripción que se haya ensayado acerca del acto de asentamiento de la Casa Fuerte "Nuestra Señora de la Asunción". El lector hallará reunido en el mismo plato el magnífico talento literario del autor ensamblado con su erudición histórica. Constará cómo el esqueleto del simple relato de los hechos resulta prodigiosamente encarnado con los músculos de la prosa brillante y con los colores y vibraciones de la poesía.

Le sigue una relación del ilustre caballero don Alvar Núñez Cabeza de Vaca quien, ya aposentado, en calma, a la sombra de los naranjos en su Sevilla natal, hizo recorrer nuevamente a su memoria los millares de senderos que sus pasos de conquistador de pura raza hollaran a lo largo de su vertiginosa existencia, recuerdos que plasmó en su "Naufragios y Comentarios". Rescatamos de don Álvar Núñez el relato del muy mentado incendio de la Asunción primigenia, sucedido el 4 de febrero de 1543.

El tercer fragmento es extraído de "Los Templos de Asunción", de Margarita Durán Estragó, en el que la historiadora describe una de las festividades asuncenas tradicionales -quizás la más antigua-, la de San Blas, patrono de la ciudad, fiesta que naciera en las barriadas de los bajos que hoy denominamos Chacarita, disfrutada y animada por los mestizos, pardos e indígenas que allí habitaban, fiestas que luego fueran asumidas como oficiales por las autoridades del Cabildo asunceño, durante casi dos siglos hasta extinguirse, en vísperas de la independencia nacional.

A continuación se transcribe una parte del "Diario" de Fray Pedro José de Parras, publicado a mediados del siglo XVIII y recuperado por R. de Lafuente Machain en su "La Asunción de Antaño". En un agradable y sucinto relato, el padre Parras describe con sencillez cautivante el aspecto y el temperamento de la Asunción de esa época, de sus habitantes y, en particular, de tina cosa que sedujo su atención: la yerba mate y su muy apreciado consumo.

El mismo Lafuente Machaín es el autor del texto con el que se continúa. Se trata del primer capítulo de su obra mencionada, en el que vierte su propia impresión de la capital paraguaya, la que recogiera hacia los años veinte del siglo recientemente pasado. Pero no sólo la suya sino también la de muchos otros. Este relato es una invitación a leer los demás, los que están retenidos en su "Asunción de Antaño".

El sexto fragmento está extraído de "La Ciudad de la Asunción", del eximio historiador Fulgencio R. Moreno, el primero en dedicar una investigación exclusiva para esta ciudad. En este capítulo describe Moreno el aspecto que ofrecía el centro histórico asunceno durante los últimos años de la Colonia, consignando tan abundantes datos y detalles del conjunto urbanístico como de los usos y costumbres de la población. Nos muestra la capital que teníamos precisamente al momento de nuestra independencia.

Prosigue el itinerario con una descripción fiel y elocuente de los intentos del Dictador Francia por reformar el casco céntrico de Asunción cuadriculando su planta. Sin apasionamiento ni particular afección, los cronistas suizos Rengger y Lomgchamp refieren los desordenados afanes urbanísticos del dictador y la destrucción y otros daños que causara al vecindario. Otra mirada británica a la Asunción bajo la dictadura francista nos ofrecen J.P y M. Robertson en sus muy celebradas crónicas "Letters on Paraguay", de las cuales escogimos la Carta XXIV que describe el mercado de Asunción en 1838, así como otros paisajes urbanos y de los suburbios asunceños.

Detalles edificios, estilos, vestimenta y costumbres del tiempo de don Carlos A. López son descritos por H. Sánchez Quell baja el título de "Renacimiento", en el cual transcribe palabras de otros autores, en particular el muy singular de Ramón I. Cardozo sobre la evolución del vestido en las clases altas asuncenas, y agregando uno suyo sobre Elisa Lynch y la impronta que esta mujer grabara en esa pequeña y modesta aristocracia en formación.

El décimo fragmento reproduce la muy amena y detallada narración que hace Arturo Bray de la Asunción de 1912, en la que combina la pintura del escabroso momento político con la de sucesos y menudencias de la vida social, así como la cotidianeidad de las calles, bares y negocios céntricos. Sin olvidar nada en su inventario, Bray nos cuenta de los portentosos aparatos que arribaban a Asunción, improvisando una brevísima historia de los medios modernos de transporte. El tren, el tranvía, el automóvil y el aeroplano vienen juntos con las óperas, el cometa Halley, y una crítica mordaz a las noveles peluquerías de señoras.

El último texto fue extraído de "Historia del Municipio de Asunción", de autoría de este prologuista, que reclama la atención sobre un barrio asunceno casi tan antiguo como la ciudad misma, la Chacarita, descrita tal como se la ve en estos días, cuando su gradual extensión y poblamiento la fue convirtiendo en lo que es actualmente, tan extremadamente distinta, compleja y conflictiva como la conocemos, faja que, bordeando la ciudad formal, sin adentrarse en ella y sin excluirse completamente, se las arregla para conservar intactas sus peculiaridades al tiempo que pugna por la modernidad.

Este lienzo de crónicas, descripciones, juicios objetivos o sentimentales, elegías y semblanzas nostálgicas de Asunción que edita Servilibro y lanza ABC Color, no son sino parte de las muchas que no cupieron en el estrecho marco de nuestra edición. De seguro servirán pues de estímulo para procurar esas otras que, desperdigadas en las obras de los cronistas jesuitas, de Aguirre y de Azara, de Ildefonso Bermejo, de Mariano Molas, de George Masterman, del Príncipe Luis D'Orleans, de Richard F. Burton, de Alfredo L. Jaeggli, de nuestros eminentes historiadores Cecilio Báez, Manuel Domínguez, Justo P Benítez, Efraím Cardozo, Carlos Pastore y Rafael E. Velázquez, en la minuciosa e ilustrada información técnica y valuación estética que nos proveen Juan Giuria, Ramón Gutiérrez, Beatriz Chase, Mabel Causarano y J. J. Bosio, todas las cuales estarán siempre como materia dispuesta para quienes aun no hayan quedado satisfechos con estos fragmentos escogidos por Carlos Villagra Marsal y quien suscribe. 

GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Asunción, agosto de 2007

 

 

ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA (*)

DE CÓMO SE QUEMÓ EL PUEBLO DE LA ASUNCIÓN

 

(*)     Segundo Adelantado del Río de la Plata (1500-1560). Asentó la sede de su gobierno en Asunción, donde permaneció desde 1-542 hasta 1544. El fragmento fue extraído de su obra "Naufragios Y Comentarios" (Cap. XXXVIII); 3.° edición. Ed. Espasa Calpe. Argentina S.A. Buenos Aires, 1947

 

A 4 días del mes de hebrero del año siguiente de 1543 años, un domingo de madrugada, tres horas antes que amaneciese, se puso fuego a una casa pajiza dentro de la ciudad de la Asunción, y de allí saltó a otras muchas casas; y como había viento fresco, andaba el fuego con tanta fuerza que era espanto de lo ver y puso grande alteración y desasosiego a los españoles, creyendo que los indios por les echar de la tierra lo habían hecho. El gobernador a la sazón hizo dar al arma para que acudiesen a ella y sacasen sus armas, y quedasen armados para se defender y sustentar en la tierra; y por salir los cristianos con sus armas, las escaparon, y quemóseles toda su ropa, y quemáronse más de docientas casas, y no les quedaron más de cincuenta casas, las cuales escaparon por estar en medio un arroyo de agua, y quemáronseles más de cuatro o cinco mil hanegas de maíz en grano, que es el trigo de la tierra, y mucha harina de ello, y muchos otros mantenimientos de gallinas y puercos en gran cantidad, y quedaron los españoles tan perdidos y destruidos y tan desnudos, que no les quedó con que se cubrir las carnes; y fué tan grande el fuego, que duró cuatro días; hasta una braza debajo de la tierra se quemó, y las paredes de las casas con la fortaleza de él se cayeron. Averiguóse que una india de un cristiano había puesto el fuego, sacudiendo una hamaca que se le quemaba, dió una morcella en la paja de la casa; como las paredes son de paja, se quemó; y visto que los españoles quedaban perdidos y sus casas y haciendas asoladas, de lo que el gobernador tenía de su propria hacienda los remedió, y daba de comer a los que no lo tenían, mercando de su hacienda los mantenimientos, y con toda diligencia los ayudó y les hizo hacer sus casas, haciéndolas de tapias, por quitar la ocasión que tan fácilmente no se quemasen cada día; y puestos en ello, y con la gran necesidad que tenían de ellas, en pocos días las hicieron.

 

 

P FRAY PEDRO JOSÉ DE PARRAS (*)

DIARIO Y DERROTERO DE LOS VIAJES QUE HA HECHO (1748)

 

(*)     Viajero religioso que visitó Asunción a mediados del siglo XVIII. Su relato obra en "La Asunción de Antaño" de Lafuente Machaín, quien a su vez la obtuvo de la Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, N° IV

 

 

La Recolección dista una legua de la ciudad. Está en bellísimo sitio, rodeada de bosques, los cuales son casi continuados hasta el Itá, y muchos de ellos no tienen otros árboles que bellísimos naranjos que todo el año producen muy ricas naranjas.

En este convento de recoletos, descansamos la siesta hasta las cinco de la tarde, en cuya hora llegaron al convento el provisor y dos canónigos, que inmediatamente que supieron mi llegada, pasaron a verme (tan obsequiosos como todo esto son en aquella tierra) y en su compañía pasé a la ciudad, donde está un convento que es una de las tres casas grandes que tiene la provincia. No quedó en la ciudad sujeto de alguna forma que no me visitase, como también las comunidades que las hay de dominicos, mercedarios y jesuitas. En el colegio de estos hallé dos paisanos: uno era el P. Rector Sebastián de San Martín, hombre a todas luces benemérito y que había sido provincial y procurador en la corte de Roma. Tuve íntima amistad con este R. P.; y una de las mayores confianzas con que me favoreció fue darme a leer el curioso diario que había formado en su viage a Roma, en el que vi algunas cosas notables que deseaba saber. Es natural este R. P. de la villa de Gallur, en la ribera de Castellon, cerca de Tauste.

En el mismo colegio estaba el hermano coadjutor Pedro José Gonzalez, natural de la parroquia de San Pablo de Zaragoza; en una estancia del mismo colegio, llamada San Lorenzo, que está en campo grande, á tres leguas de la ciudad, estaba administrando aquella hacienda el P. Miguel Lopez, natural de Argente, en el campo de Visiedo, quienes me obsequiaron notablemente y regala-ron con abundancia y generosidad, aunque algunas cosas de bastante valor con que me favorecieron, las devolví con el recato mas político que pude, y lo mismo hice con todos los demas, asi curas de los pueblos, como vecinos de esta ciudad, lo que no es otra cosa que cumplir con la obligación, y edifica con estremo (asi); particularmente en esta parte de Indias, donde hay pocos escentos de alguna codicia, la que suele comprender á muchos religiosos, con escándalo notable de los seglares (p. 313).

 

CAPÍTULO IX:

HÁCESE RELACIÓN DE ESTA CIUDAD DE LA ASUNCIÓN

Está la ciudad de la Asunción situada en 24 grados de latitud Sur. Es de temperamento muy cálido y bastante húmedo. Su terreno es casi todo arena, y tanto, que se pasean las calles con mucho trabajo, y en algunas ocasiones llegan á empantanarse las carretas cerca de la misma ciudad en la arena. Tiene la ciudad cuatro conventos, de que ya hice mención arriba. Tiene una iglesia catedral, antigua, pero bastante capaz. Las iglesias de los demás conventos son muy buenas, y todas las comunidades numerosas. Los edificios de la ciudad son pobres: una ú otra casa hay muy buena.

Por ocasión de que la tierra es cálida, anda el mugerio un poco inocente. La gente de servicio, como son mestizas, negras y mulatas, ordinariamente andan con camisa y enaguas solamente. Háblase por lo común el idioma natural de los indios, y las mugeres, aunque sepan el castellano, como regularmente no lo hablan con propiedad, repugnan la conversación en lengua española. La mayor parte de la gente vive en sus haciendas de campo. Es elgentío de bajísimo espíritu, y no puede hacerse de él, plena confianza. Los vecinos de la ciudad son mas cultos, pero no son instruidos en la mas acendrada política.

Es esta provincia muy delicada. Se ha sublevado muchas veces contra la obediencia de sus gobernantes; han manifestado poco afecto á la, Compañía de Jesús; porque cuantas veces se ha levantado el pueblo, han sido los primeros que han sentido los efectos de la turbulencia, pues siempre han sido ignominiosamente (aunque sin justa causa) expulsados de aquella ciudad.

Reside en ella el gobernador y capitan general de la provincia, el obispo y un comisario del Santo Tribunal. Toda la tropa que hay se compone de las milicias del país, que son aptísimas para las continuas funciones que se ofrecen contra los indios infieles, de que hay muchas naciones en las fronteras de esta jurisdicción, en la que entran cada instante á destruir los campos y ganados, para cuya defensa hay en dicha jurisdicción diversos presidios, en cuya defensa se ocupa la mayor parte de la gente de la provincia, que naturalmente es mas inclinada á la guerra que al trabajo.

Los efectos de esta tierra son: primeramente la yerba que llaman del Paraguay, la cual es una hoja de un pequeño árbol, de que hay mucha abundancia por las cordilleras de Curuguaty, y en otras partes de esta jurisdicción, en distancia de sesenta, setenta y cien leguas de la Asunción. El uso de esta yerba, es ponerla en agua callente, esto es, en la misma taza, y luego tomar dicha agua. Este es el regular desayuno en todo el reino del Perú, el que regularmente se repite muchas veces al día, y particularmente por la tarde, después de siesta. Para cuando se siente uno con demasiado calor, es una bebida singular, y especialmente para después de haber caminado un rato, en tiempo caluroso. Algunos usan tanto esta bebida, y en especial la gente de campo y de servicio, que pasan muchos años sin probar agua fría.

Un padre jesuita, cuyo nombre no tengo presente, escribió de las virtudes de esta yerba; pero si he de decir verdad, se infiere á posteriori que no tiene alguna. Porque, primeramente si fuese cálida ó fria, había de causar en los que la usan con notable exceso, que son los mas, evidente estrago, al modo que lo causarla el chocolate, té ó café, si alguno hiciese estas bebidas tan usuales que no probase otro líquido. Es cierto que la dicha yerba no causa tal estrago, siendo asi, que los mas, como dicho, la toman á todas horas, luego parece cierto que las calidades de fria ó cálida, no las tiene; por lo que, si es bebida saludable, como tengo por cierto, debe atribuirse al agua caliente y hervida con que se toma, porque del uso de esta y sus virtudes, ciertamente se pudieran llenar algunos pliegos, porque no hay duda en que á toda hora es saludable el agua hervida, particularmente por la mañana, después de siesta y estando acalorado, y solo tomándose con demasiado exceso, puede ser causa de algunas obstrucciones,como también lo es dicha yerba en los mas apasionados á ella, si exceden enteramente la moderación, particular-mente los que tienen el estómago muy débil.

Débese advertir que esta y cualquiera otra bebida es mejor sin azúcar que con ella, y caso de ponerle alguna, sea en poca cantidad porque de lo contrario, sí hay esperiencia de que es dañoso. Últimamente debo advertir que un padre de ochenta años, me dijo en una ocasión tener notado que, quien usaba diaria y moderadamente la yerba, nunca padecía mal de orina, y que cuantos habla oído quejarse de este mal, eran de los que no la usaban.

Sin embargo, yo conozco un religioso, que actualmente es custodio de esta provincia, nombrado Fray Francisco Escudero, quien ha treinta años que bebe el mate (que asi se llama este líquido) y padece notablemente el accidente de la orina: con que, lo dicho, dicho. Volviendo pues á los demas efectos, son los mas comunes en esta ciudad: miel y azúcar de caña, tabaco, batatas, algodon, maiz y mandioca, y muy poco trigo, ó por decir mejor casi nada. Trabájase mucho en maderas que las hay bellísimas, y hácense muchos barcos, botes y falúas con que transportan sus géneros á las ciudades de Santa Fé y Buenos Aires. Casi toda la provincia del Para-guay subsiste por el comercio de la yerba, porque se gasta mucha en todo este reino, y no la hay en otra parte. En toda esa provincia no corre plata, sino que se componen con el cambio de géneros para cuanto se les ofrece.

 

 

 

LA CHACARITA

Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA (*)


En los tiempos más intensos de la coloradización del país,

Chacarita fue municipalmente rebautizada

con el nombre de un dirigente de ese partido:

Ricardo Brigada.


En realidad la delimitación de "Ricardo Breada" es un tanto mayor que el de Chacarita propiamente, pero la incluye completamente (1); la nueva designación no logró vencer al toponímico y subsiste apenas en los papeles. En realidad, lo arduo de reemplazar es el gentilicio; chacariteño jamás cedería ante brugadense o alguna sinrazón parecida. Un cierto orgullo de barrio es perceptible allí, principalmente en la zona alta, y en boca de algunos pobladores no falta alguna aristocrática remembranza de las generaciones que les precedieron en el sitio, aunque no son muchos los que podrían probarlo.


De hecho, se identifica como Chacarita a todo lo que emerge, desde la orilla de la bahía hasta la barranca donde principia el centro histórico y, desde la intersección de la calle O'Leary con el río, al oeste, hasta los bajos del Parque Caballero, aunque no sería un exceso comprender en la identidad del barrio también el tramo que se extiende hasta la intersección de la avenida Perú con el bañado. Los vecinos han subdividido este oblongo territorio con designaciones que vienen a señalar barriadas internas, a saber, de este a oeste: Nuestra Señora de la Asunción, 3 de Febrero, Punta Carapá, Oriental, Paraguarí, Resistencia, San Blas y San Felipe.


El barrio puede ser visto, asimismo, a través de sus caracteres topográficos y paisajísticos, factores que guardan una relación estrecha con tipologías socioeconómicas y jurídicas, según se viera. Zona Alta es la que se extiende desde la calle larguera que atraviesa todo el barrio -denominada Florencio Villamayor- hacia el cotarro y aun sobre el barranco, en ciertos lugares. Aquí se encuentra a la población más arraigada, inclusive algunos solares -los más cercanos al centro- disponen de antiguos títulos de dominio. La Zona Baja va desde la misma calle en sentido contrario, hacia la orilla, y contiene a los habitantes más recientes y a los asentamientos más precariios, dada su vulnerabilidad ante las crecientes de invierno. Las diferencias entre ambas zonas se muestran sin reservas a la observación y se expresan tanto en el poder económico cuanto en rivalidades de diversa naturaleza.


La franja sinuosa que contiene a la pequeña área privada del resto municipal tiene un carácter antiguo. Son los solares que se fueron adjudicando a partir del año 1870, muchos de los cuales albergan edificaciones de buena factura, la mayoría de más de medio siglo y algunas hasta de dispendiosa fachada. En algunos casos, en los terrenos aledaños a los zanjones por donde corren las aguas pluviales, se produjeron deslizamientos que demandaron irrecusable y lastimosamente la demolición de edificaciones de venerable y sólida construcción.


Debe observarse que los pobladores de Chacarita recuperaron para sí el factor ecológico que los asuncenos desecharon: el río y su bahía. La cercanía del cauce le dio la posibilidad de la pesca, en una triple función de sobrevivencia, comercio y entretenimiento, mientras que la cercanía del microcentro les proporcionó la certeza del laboreo y de los bajos costos de traslado. El subsolano la hace acogedora la mayor parte del año y, si no fuera por las fluctuaciones fluviales, el lugar debería considerarse de los más aptos para la residencia en toda la ciudad.


Residir en esta parte de la ribera era -y continúa siendo- excepcionalmente favorable, aunque sólo fuera por estos factores fundamentales. También explica por qué las sucesivas generaciones de chacariteños resistieron las reiteradas propuestas de desarraigo y, al contrario, fortalecieron un ánimus dómini barrial, cohesionando un estrato social homogeneizado a fuerza de enfrentar a las mismas adversidades, por correr idénticos riesgos y por encarar la supervivencia con recursos comunitarios. De hecho, al ir siendo alcanzada por los servicios públicos, la marginalidad de Chacarita está, como afirmáramos, técnicamente superada, aunque diste bastante aun de la integración plena a la ciudad.


Toda la estructura del barrio responde a los mismos condicionantes. Siendo una franja de terreno que se extiende mucho más a lo largo que a lo ancho -como ya se dijera-, la vinculación física necesariamente se da en fracciones. Los tres clubes deportivos de Chacarita hacen de faros de adscripción. El 3 de Febrero, el Resistencia y el Oriental proporcionan el espacio comunitario mayor, cuando los menores están constituidos por los patios compartidos, los pasillos y arterias, donde aceras y calzadas son una misma e idéntica cosa y a nadie se le antojaría diferenciarlas. La comisaría policial dirime conflictos a su modo, acumulando atribuciones e instancias, conociendo, juzgando, aplicando reglas reales o ficticias, admitiendo apelaciones y revocando cualquier disposición extraterritorial, distribuyendo saludables consejos y severas advertencias, todo ello funcionando armónicamente en un ingenio sociocultural en el que policías y vecinos no se diferencian más que por la tenida.


Los agentes de religión y traficantes de esperanza -elementos inseparables del paisaje de la pobreza- pugnan por escamotearse adeptos y engrosar su grey a expensas del rebaño ajeno o del alma orejana. A ellos se sumaron últimamente algunas organizaciones no gubernamentales ansiosas por cumplir sus objetivos estatutarios y sus compromisos con los financistas de la transformación del mundo. Es así como Chacarita adquirió el sorprendente privilegio de constituirse en solicitado laboratorio de proyectos sociales, políticos y apostólicos; quizás lo que allí no obtenga éxito no sería intentado en otra parte.


Se ha visto que las zonas bajas ofrecen características sociales más críticas que las altas y que la causa principal radica en que, siendo los terrenos más frecuentemente ocupados por las crecientes periódicas, en ellas habitan quienes llegaron últimos o disponen de menores recursos. De hecho, su población es la más inestable y, por consiguiente, la de menor cohesión. Al contrario, el ámbito de las zonas altas, ocupados desde más antiguo y con mayor estabilidad, no difiere demasiado de las medias estadísticas ciudadanas.


La gente que va afincándose en las zonas bajas no es solamente el clásico migrante arribado del interior en persecución de quimeras ofrecidas por la televisión, sino también es el trashumante urbano originario de otros barrios periféricos más alejados, así como de damnificados de otras zonas anegadizas del litoral del río Paraguay. Los indicadores sociodemográficos muestran una población que comparte las características principales del resto del país, particularmente del ámbito rural. Las familias nucleares completas duplican extensamente a las nucleares incompletas, lo que significa que donde falta el padre (el caso más común) representa un tercio del total (2).


En realidad la cantidad de personas que habita Chacarita siempre fue desconocida con precisión. Se hicieron estimaciones aproximadas pero a veces se distorsionan de. acuerdo al interés de quien las hace, ya sea para dramatizar las circunstancias o para minimizarlas. De la vivienda hay que notar que la variedad se extiende desde las que están construidas con material cocido de calidad normal hasta aquellas de material altamente deteriorable; curiosamente, el porcentaje de las mejores es igual al de las peores y, más aun, en general las edificaciones en Chacarita son mejores que las de otros barrios similares.


Sin embargo, habría que plantearse más severamente cómo entender inequívocamente el término población urbana, hasta ahora a menudo empleado displicentemente. ¿Es acaso urbana la población de las zonas ribereñas de Asunción? Algunos la califican de este modo por la mera circunstancia de hallarse en el interior de la circunscripción, pero el censo nos informa que más de la mitad de ella nació en el campo y que la gran mayoría de la otra parte constituye la primera generación nacida en el sitio. Lo cierto y evidente es que en lo cultural continúan siendo mínimamente urbanos.


Tampoco los analistas manejan siempre con diligencia el concepto de crecimiento demográfico cuando se refieren a las zonas marginales; por ejemplo, no en todos los casos discriminan el crecimiento vegetativo del producido por la migración, originando confusiones que sirven, eventualmente, a falsas ponderaciones, como aquella que al mostrar que el aumento poblacional de los barrios marginales es bastante más alto que el del resto de la ciudad, sin efectuar la discriminación citada, dejan la impresión de que el fenómeno debe atribuirse a la prolífica biología de la pobreza y no a la afluencia migratoria.


En relación a las actividades económicas tampoco son del todo confiables los datos levantados en el sitio. La apariencia más consolidada es que la ocupación permanente es allí una excepción y que casi todos transitan del empleo ocasional al subempleo, y a lo que últimamente los cientistas sociales han dado en denominar estrategias de sobrevivencia.

Los varones activan en la prestación de servicios ocasionales en la vía pública o en las residencias mientras que las mujeres lo hacen dispersamente en una gama de ocupaciones tales como las tareas domésticas, venta de alimentos, confección, etc. Los niños son lustradores de calzados, vendedores ambulantes, vigilantes de automóviles, pedigüeños y ladronzuelos. Por encima de ellos hay una franja que alcanzó el empleo estable en el comercio o se dedica a oficios tradicionales como la carpintería, plomería, albañilería, jardinería, etc., mientras que por debajo otra amplia franja medra de la mendicidad, la delincuencia y la prostitución. Actualmente comienza a desarrollarse el mal de las favelas cariocas: el gamberrismo asociado con la droga.
El grado de organización de la población de Chacarita puede considerarse variable y relativo a diversos factores. En tiempos de la dictadura los únicos organismos que tenían licencia para actuar en ella eran las organizaciones religiosas y la seccional colorada, esta última simultáneamente oficiaba de base local, de nudo distribuidor de solicitudes para organismos administrativos, de almacén, de dispensario y locutorio; era aun tiempo sede política y social, centro de diversiones y olimpo del prestigio barrial; necesariamente había que ser parte de ella aun no perteneciendo al partido, ya que sus roles terminaron superpuestos y confundidos con los de la municipalidad y de la burocracia en general. Toda pretensión de organizar, efectuar estudios de campo o simplemente observar con interés sociológico al barrio en materia que caía bajo la órbita de la seccional, casi siempre bajo su veto y no pocas veces disuadida convincentemente, si no con argumentos, sí con instrumentos contundentes.


Algunas concesiones ala ciencia social fueron arteramente obtenidos por grupos a veces mimetizados de catequistas o dispensadores de asistencia benéfica. Por otra parte, no pocos propagadores de la fe y practicantes de la caridad terminaron encontrando en Chacarita su camino de Damasco, aunque en la vía de retorno, es decir, más que descubrir a Cristo, a quien ya lo tenían descubierto, comprendieron a Marx; y enriquecieron su acervo evangélico con la lectura apasionada de los Manuscritos y con la exégesis del Manifiesto. Tanto el santoral cristiano como el socialista deberán muchos nombres a las experiencias en Chacarita durante la dictadura.


(*)       Historiador y periodista. Su texto seleccionado corresponde a su obra "Historia del Municipio de Asunción", publicada en 1995. (Nota de Carlos Villagra Marsal).

1.         Cf. Ordenanza N° 5.432 del año 1965.

2          Cf. "Efectos sociales de las inundaciones en el Paraguay”, estudio de la Conferencia Episcopal Paraguaya; pág. 86. Otra característica ponderable es el alto porcentaje de jóvenes y niños.

 

 
 
 
 
 
 

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