EL GOLPE DEL 4 DE MAYO DE 1954
Por BERNARDO NERI FARINA
Hacia el final de su Gobierno, de casi inauditos cinco años de duración, signado por los dramas económicos que afectaban a todo el país y sumergido en un caos político que se acrecentaba y no hallaba solución, Federico Chaves, político de raza, consuetudinario conspirador, otrora líder de un gran sector del coloradismo, se vio rodeado de puros enemigos.
Estaba solo. Ante su partido, un partido único que construía permanentemente enemigos internos ante la falta de oposición externa; ante la ciudadanía que le había perdido el respeto por su fracaso al no poder enderezar la economía, y ante los militares, cansados de ser utilizados en los torbellinos políticos recurrentes azuzados por ambiciones personalistas dentro del partido único, que siguieron alargando la tragedia de 1947.
La anarquía también afectaba a la conducción del coloradismo. Tan desgastado estaba el Partido Colorado en aquellos primeros días de 1954 por su atomización dirigencial, que no tuvo fuerza institucional para defenestrar -como lo había hecho tiempo atrás con otros presidentes- a un Federico Chaves que se atrevió a destituir del Gobierno a los más altos referentes partidarios, en enero de aquel año.
En la junta de Gobierno de la ANR había tantas "mini conspiraciones" que no lograban convertirse, en conjunto, en una "buena" conspiración. Y el partido tampoco tenía por entonces influencia militar decisiva para arrastrar a algún cuadro castrense al alzamiento. Solo Epifanio Méndez Fleitas poseía alguna ascendencia en militares de mandos medios, pero eso no alcanzaba; y tampoco el mismo Méndez Fleitas parecía decidido a lanzarse al albur a una asonada sin tener la seguridad plena de éxito. Mientras, Don Federico se sentía más o menos seguro con el respaldo del teniente coronel Néstor Ferreira, Comandante de la I División de Caballería, y de la Policía de la Capital a cuyo frente, para cubrirse las espaldas, puso al jovencísimo Roberto L. Petit. Y también se sentía a cubierto de su Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, general Alfredo Stroessner, hombre que se había construido un innegable poder entre los militares pero al que no se le conocía ambición política alguna ni tampoco influencia civil que lo pudiera llevar a promover una aventura contra el Gobierno.
A partir de enero de 1954 los hechos cobraron una mayor dinámica hasta que el propio general Stroessner entró en alerta y comenzó a tender sus tentáculos para medir la temperatura del ambiente con el fin de ver si ésta podría originar llamas que consumieran su liderazgo castrense.
En la siempre temible Caballería -por aquel tiempo bastante emponzoñada por la infiltración política-, donde el comandante Ferreira no le respondía, Stroessner se ganó un aliado fundamental: el mayor Virgilio Candia, Comandante del RC3, amigo también de Méndez Fleitas. Con Candia y el comandante Mario B. Ortega, del Batallón 40, intensificó la vigilancia de la situación, no precisamente para atentar contra el mando de Chaves, sino para evitar que las convulsiones le sacudieran también a él.
Así fue hasta que Ferreira apresó al mayor Candia, acusado de conspirar contra el Gobierno y Stroessner se sintió tocado, pues el próximo podría ser él. La necesidad del golpe saltó "de golpe"; y la acción fue rigurosamente militar.
Los políticos, por primera vez desde 1947, fueron observadores lejanos sin ninguna potestad para influir en los hechos. Aunque partido único, el coloradismo estaba dominado por una acentuada languidez, víctima del abuso de las felonías internas.
Stroessner se impuso a la decaída Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana en un casi repentino liderazgo político que le nació como reflejo de su liderazgo militar. El coloradismo no tuvo otra opción que aceptarle, por más que hubo tímidos atisbos de resistencia original. Si no le aceptaba a Stroessner, perdería el poder. Así de simple. Los militares, alrededor de Stroessner, estaban muy fortalecidos.
Stroessner fue siempre un hombre cauto, parco y precavido. Distante de todos. No divulgaba nunca sus intenciones. Ni sus más íntimos conocían sus planes personales.
En un artículo publicado en el diario ABC COLOR, el jueves 3 de mayo del 2007, el periodista Alberto Candia reproduce un testimonio inserto en las memorias aún inéditas de su padre, el mayor Virgilio Candia, hombre cercanísimo a Stroessner en los prolegómenos del 4 de mayo:
"En la trama golpista, jamás se consideró la posibilidad de su Presidencia (de Stroessner). ¡Nunca!, porque de haberlo manifestado, o por lo menos insinuado, no hubiéramos desarrollado ningún plan militar. Tampoco me prestaría para ello, ni mi domicilio para la reunión y mucho menos para elaborar las probabilidades o contingencias de una acción relámpago. Recién después del éxito golpista sacó a relucir sus ocultas garras, volviéndose un obsesivo por la presidencia y, para ello, fue Epifanio el artífice, porque le dio el gusto activando en pro de su obcecación y mediante su encomiable trabajo político logró imponerlo como candidato entre los colorados y la ciudadanía, a pesar del gran rechazo y las encolerizadas oposiciones que generaba su figura. Al lograr Stroessner su propósito de ser Presidente, tampoco pensaríamos que todos los comprometidos en el golpe seríamos blancos de su ilimitada ira."
Hay que entender la animadversión de Candia contra Stroessner, pues fue uno de los tantos traicionados por el silencioso General, que sustentaría su poder en la reunión absoluta del mando en su propia persona. También sería traicionado el comandante Ortega y otros tantos militares que estuvieron con él en la primera hora. Y ni qué decir de Epifanio Méndez Fleitas, el arquitecto político del encumbramiento de Stroessner en el marco institucional que le prestó el Partido Colorado.
Para consolidar su sustento político, Stroessner agrupó a la ANR, -casi se diría a la fuerza y purgando a todos los elementos que no se le adhirieran- y construyó el enemigo externo que tanto necesitaba el partido. Así apareció el comunismo. La represión -que sería sistematizada por Edgar L. Ynsfrán- llegaría asimismo a todo aquel que osara pensar diferente.
Pronto aparecerían los enemigos reales. Desde 1955 comenzaron a elucubrarse las conspiraciones. Y hay que entender que no todos los conspiradores -los "luchadores" - contra Stroessner lo hicieron buscando la libertad y la democracia.
Muchos de ellos enfrentaron a Stroessner para tratar de derribarlo, ocupar su lugar y hacer lo mismo que hacía él. Pero también hay que admitir que quienes lo enfrentaron -con objetivos democráticos o no- lo hicieron con una valentía sobrada, pues los métodos represivos irían acrecentando crueldad con el paso del tiempo.
En cuanto a las consecuencias económicas, políticas y sociales de la irrupción de Alfredo Stroessner en el poder, hay que señalar que en primer lugar ordenó la economía, anuló el mercado negro que abrumaba a la población con los precios especulativos de los productos necesarios para subsistir. Se rodeó, en un primer momento, de técnicos jóvenes y dinámicos y fruto de ello fue la planificación y la posterior ejecución de obras públicas fundamentales de las que el Paraguay carecía. Se frenó la inflación y se promovieron, pese a que no eran muchas las posibilidades, algunas fuentes de trabajo para la población.
Aunque no totalmente, se calmaron las aguas en el mar de la política. Stroessner incrustó en la Junta de Gobierno del Partido Colorado a algunos militares leales para que no lo sorprendieran los políticos pero, al mismo tiempo, tuvo a los jerarcas uniformados bien vigilados para resguardarse de cualquier tentativa de pillería contra su autoridad. En el campo internacional, la llegada de Stroessner al poder promovió un giro geopolítico del Paraguay hacia el Este, hacia el Brasil. Aunque se puede afirmar que en el golpe del 4 de mayo no hubo ninguna injerencia externa.
Desde 1904, coincidentemente con la revolución que llevó al poder al Partido Liberal, el Paraguay tenía una fuerte dependencia de la Argentina en todos los ámbitos, en mayor o menor grado de acuerdo con cada Gobierno.
Pasado el tiempo y ya durante la presidencia de Morínigo, Perón, en su afán de convertirse en líder continental fuera de la imperio de los Estados Unidos y la Unión Soviética, había extendido su influencia en varios países de la región, en una carrera con el Brasil en pos de la hegemonía latinoamericana.
En 1947 había ayudado con armas a Morínigo para que éste venciera a la sublevación militar. Ese hecho fue fundamental para la preeminencia argentina en nuestro país luego de dicha guerra civil, pese a la avanzada brasileña en la década, que se acentuó desde la venida, en 1941, del presidente Getulio Vargas. Además, hay que apuntar el fracaso de Francisco Negrão de Lima, el brasileño que trató de mediar para lograr la paz entre el Morínigo y los revolucionarios.
En el Gobierno de Federico Chaves la preponderancia peronista aumentó considerablemente dados los vínculos de Perón con Epifanio Méndez Fleitas, en quien veían los argentinos al futuro Presidente del Paraguay.
El Brasil había dominado el panorama paraguayo en la posguerra de la Triple Alianza y luego cedió su influjo a la Argentina con el advenimiento de los liberales. En mayo de 1917, en lo que los brasileños llamaron "el redescubrimiento" entre ambos países, se inició una relación más intensificada. Ese año llegó al país un ministro residente y plenipotenciario del Brasil, Manuel Cardoso de Oliveira. Éste, tras el cambio del canciller brasileño, fue sustituido en octubre del mismo año por Antonio de Brienne do Nascimento Feitosa, quien revolucionó el ambiente político y diplomático en Asunción, cuando para la recepción del 15 de noviembre, recordatoria de la proclamación de la República del Brasil, invitó a políticos colorados. Feitosa reivindicaba el papel tutelar del Brasil sobre el Paraguay y señalaba que al alejarse el Brasil de nuestro país, éste pasó a ser un feudo de la Argentina.
El acercamiento durante el segundo gobierno de Manuel Gondra (1920-1921) quedó en suspenso por los sucesos que promovieron la guerra civil de 1922 a 1923. Pero el Brasil siguió trabajando en muchos frentes para ganarse la adhesión de los gobiernos paraguayos y lograr imponerse a la preeminencia argentina aquí.
Pese a ello, los argentinos continuaron predominando en el Paraguay por los vínculos económicos muy fuertes con el país del sur, que crearon una dependencia notoria de nuestro comercio y nuestra economía en general.
Perón tenía programada una segunda visita al Paraguay para el 1 de mayo de 1954. El golpe de Stroessner hizo que aquello se aplazara. El mandatario argentino no cejó en su empeño de seguir teniendo a su vecino del norte bajo su predominio y fue el único Presidente extranjero presente en la asunción de Stroessner, el 15 de agosto de 1954.
Pese a esto, Stroessner ya tenía decidido el vuelco hacia el Brasil para comenzar a desarrollar una política pendular que le permitiría escapar la hegemonía de Buenos Aires. Mientras, Estados Unidos había exhibido cierta complacencia más que por la asunción de Stroessner, por la caída de Chaves, dados sus vínculos con Perón, por quien Washington no tenía ninguna simpatía.
Stroessner tenía tranquilizado el mundo externo y dominado el frente interno. Iniciaría así su historia de casi 35 años en el poder. Una historia aún no agotada.
Fuente: EL GOLPE DE 4 DE MAYO DE 1954. Por BERNARDO NERI FARINA - COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY - NÚMERO 15 © El Lector (de esta edición). Director Editorial: Pablo León Burián. Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina. Asunción – Paraguay, Marzo 2013 (92 páginas)
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