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ANÍBAL ROMERO SANABRIA
  MÁS PARAGUAYO QUE LA MANDIOCA (8ª EDICIÓN), 2012 - Por ANÍBAL ROMERO SANABRIA


MÁS PARAGUAYO QUE LA MANDIOCA (8ª EDICIÓN), 2012 - Por ANÍBAL ROMERO SANABRIA

MÁS PARAGUAYO QUE LA MANDIOCA

Por ANÍBAL ROMERO SANABRIA

8va. EDICIÓN – CORREGIDA Y AUMENTADA

Ilustración: CARLOS SOSA (CALÓ)

Asunción – Paraguay

2012 (255 páginas)


ÍNDICE

Agradecimientos a la octava edición

Dedicatoria

-Prólogo a la octava edición

Presentación

Comentario sobre el libro

-        Maldita resignación

-        Apete, aquí cerquita nomás

A lo Luque, a lo Luque

-        Estoy levantando una muralla

-        Poner de moda la moral

-        El país del... "¡Sí, señor!"

-        La globalización y los diez pecados capitales del paraguayo

-        Te dije luego

-        Condecoración al Comisario de Valle Lorito

-        El dedo del medio

-        La ley del menor esfuerzo

-        Pa'íma he'i

-        País de timberos

-        El paraguayo... el mejor amigo del árbol

-        El hombre escombro

-        Ay, che Dio

-        Partido so'o

-        Un país de muchos "doctores" y pocos señores

-        López tiémpope guare

-        Si el pueblo te pide pan, dale cachaca

-        Patria sin padres

-        Entre la computadora y el vyrorei

-        Dios se lo pague

-        Quedate allí, te digo. Epyta upépe o un Paraguay sin paraguayos

-        Ko'éramo (Si amanece)

-        Entre el telemarketing, el fax y el paraguayo

-        La yernocracia

-        La pelota tata, una negra herencia

-        El vyrorei

-        Qué lindo está tu pesebre

-        El futuro y el paraguayo

-        La cerveza, moneda nacional

-        Juntemos nuestros sueños

-        El paraguayo es más astuto que el zorro

-        150 dólares contra el pokaré.

-        ¿El terere es cosa de haraganes?

-        Chicharó trenzado

-        "¡Usted no sabe con quién está tratando!"

-        Aichejáranga o la autoestima del paraguayo

-        El paraguayo light

-        ¡Cháke! ¡Cháke!

_       El cuate

-        El poguasu y su responsabilidad

-        Amóntema

-        El mboriahu ryguatá

-        El pyrague

-        Tape po'i

-        Añambaraka

-        El tupé henói o una limosna por amor de Dios

-        Arandu ka'aty

-        Iñakú porã ko tipo

-        Asunción es solo la capital del Paraguay

-        Me voy y vengo - Aháta aju

-        ¡Sos paragua!

-        De líderes, maestros y futuro

-        El Pato Donald ya no corre ni vuela

-        Sufriendo la honestidad

-        La maquila y el pokaré

-        Entre el cháke y el chúmbale

-        Te conozco, mascarita

-        El dengue y la corrupción

-        Yo, sembrador

-        El paraguayo no se vende

-        Agosto poty

-        El sueño de la vaquita propia

-        ¿Buscás piko kerosene?

-        El dictador herrumbrado

-        Honrar la vida

-        Entre la democracia y la desesperanza

-        Las virtudes o fortalezas sobresalientes del paraguayo de ley

-        Farmacia kue

-        La tierra sin mal

-        Del turúñe'é al celular

-        Che po remói o la buena suerte

-        Jaguary'ái




PRÓLOGO (ÑE'ÉNONDEGUA)

Al iniciar el prólogo (ñe’ẽnondegua) de la octava edición del libro "Más paraguayo que la mandioca" del Prof.Dr. Aníbal Romero Sanabria; primeramente deseo expresar al autor de esta valiosa obra mi gratitud por honrarme como prologuista, y por otra parte, me permito expresarle mi reconocimiento por este libro que es como el espejo en el cual podemos vernos tal cual como somos los paraguayos, sin perder de vista que en su otra publicación "Ya da ya" el Dr. Romero Sanabria nos incita a una casi temeraria reingeniería del paraguayito.

Los títulos que el Dr. Aníbal Romero Sanabria desarrolla-con envi­diable y extraordinario ojo clínico- en esta monumental obra "Más para­guayo que la mandioca" son los siguientes "Maldita resignación", "Ape­te, aquí cerquita nomás", "A lo Luque, a lo Luque", "Estoy levantando la muralla", "Poner de moda la moral", "El país del ¡Sí, señor!", "La globali­zación y los pecados capitales del paraguayo", "¡Te dije luego!", "Conde­coración al Comisario de Valle Lorito", "El dedo del medio", "La Ley del Menor Esfuerzo", "Pa'íma he í", "País de timberos", "El paraguayo... el mejor amigo del árbol", "El hombre escombro", "Ay, che Dio", "Partido so'o", "Un país de muchos doctores y pocos señores", "López tiémpope guare", "Si el pueblo te pide pan, dale cachaca, dale cachaca", "Patria sin padres", "Entre la computadora y el vyrorei", "Dios se lo pague", "Queda­te allí, te digo. Epyta upépe o un Paraguay sin paraguayos", "Ko éramo (Si amanece)", "Entre el telemarketing, el fax y el paraguayo" y "La yernocra­ciá '; y prosigue con "La pelota tata, una negra herencia", "El vyrorei ', "Qué lindo está tu pesebre", "El futuro y el paraguayo", "La cerveza, moneda nacional", "Juntemos nuestros sueños", "El paraguayo es más astuto que el zorro", "150 dólares de pokaré", "¿El terere es cosa de hara­ganes?", "Chicharó trenzado", "Usted no sabe con quién está hablando", "Aichejáranga o la autoestima del paraguayo", "El paraguayo light", "¡Cháke! ¡Cháke!", "El cuate", "El poguasu y su responsabilidad", "Amón­tema", "El mboriahuryguatá", "El pyrague", "Tape peí', "Añambaraka", "El Tupá henói o una limosna por amor de Dios", "Arandu ká aty", "Iñaká porá ko tipo", "Asunción es solo la capital del Paraguay", "Me voy y vengo - Aháta aju", "Sos paragua", "De líderes, maestros y futuro", "El Pato Donald ya no corre ni vuela" y "Sufriendo la honestidad"; para con­cluir con los siguientes títulos "La maquila y el pokaré", "Entre el cháke y el chúmbale", "Te conozco, mascarita", "El dengue y la corrupción", "Yo, sembrador", "El paraguayo no se vende", "Agosto poty", "El sueño de la vaquita propia", "¿Buscás piko kerosene?”, "El dictador herrumbrado", "Honrar la vida", "Entre la democracia y la desesperanzó", "Las virtudes o fortalezas sobresalientes del paraguayo de ley", "Farmacia kue", "La tierra sin mal", "Del turu ñe a al celular", "Che po remói o la buena suerte" y "Jaguary'ái". En síntesis, en "Más paraguayo que la mandioca" el Dr. Romero Sanabria "desnuda" al paraguayo, o mejor, al paraguayito, y lo muestra tal cual es.


¿Más paraguayo que la mandioca?

Cabe preguntarse, ¿Existe algo más paraguayo que la mandioca? Al respecto podemos manifestar que la mandioca es un insumo noble y fiel en la vida del paraguayo. Ella es prácticamente un miembro más de la familia. Es parte del paisaje campesino paraguayo. Fue y es el primer alimento abundante y de fácil cultivo alrededor del rancho paraguayo. La mandio­ca es lo único que nunca falta en la mesa e incluso se convierte en el prin­cipal alimento-sustento del paraguayo cuando todo lo demás ya no está disponible. Es de origen precolombino (por más que algunos duden de su origen americano). Por más que exista en otros países de América nunca fue tan importante como lo es en el Paraguay. Forma parte de la alimenta­ción básica del paraguayo e inclusive de sus animales: vacas, caballos, cerdos, gallinas, etc (más allá de que existan variedades venenosas). Es inadmisible, impensable, un plato de comida paraguaya sin mandioca y obviamente el pan ni remotamente sustituye a la mandioca. La comida parece que no es comida o bien parece que tiene otro gusto sin la mandio­ca. El paraguayo hasta siente añoranza de la mandioca cuando está fuera del país o cuando no tiene mandioca para acompañar a cualquier comida. Por consiguiente, hay un profundo, indisoluble y vital vínculo entre la mandioca y el paraguayo y, entonces, es justo decir que nada hay más paraguayo que la mandioca.


Diversidad e identidad cultural

Por otro lado, hablar del ser humano es hablar básicamente de socie­dad, cultura, tiempo y espacio, y por consiguiente, el ser humano implica diversidad. Precisamente, la Antropología Cultural nos demuestra que no somos iguales y que en muchos casos apenas nos parecemos. Es así que un paraguayo se diferencia de un argentino, un brasileño, un norteamerica­no, un alemán o un japonés por el idioma que habla, por las costumbres, creencias, usos y tradiciones que aprende, posee, practica, difunde y here­da; y por el espacio y el tiempo en el cual vive. Definitivamente, más nos parecemos en las pequeñas asociaciones (núcleo familiar) y nos parece­mos menos, mucho menos, en la asociaciones más generales o globaliza­d as. Obviamente esto deja al descubierto que la globalización es apenas un pretexto, una cuestión de marketing, donde algunas poderosas transna­cionales "hacen su golpe" procurando hacernos creer que todo apunta indefectiblemente a una fantasiosa "supra-cultura". Por tanto, es muy difícil ,fue Mc Donald's y Coca Cola puedan ser más que el Guaraní, la mandioca .- el terere, o que un guiso carretero correntino o que una feijoada brasileña. En el fondo, a todos nos gusta y nos sentimos muy orgullosos de "lo nues­tro", de nuestra gente, de nuestro valle y de nuestra patria. En serio, para mi es imposible imaginarme a un paraguayo sin Guaraní, mandioca y terere, es más, sin Guaraní, mandioca y terere ese individuo deja de ser paraguayo y se convierte en cualquier cosa. Lo señalado no es una mera expresión chauvinista ni la manifestación del nacionalismo a ultranza, es simplemente una cuestión lógica e innata a la condición humana.

Así como nosotros los paraguayos, también los argentinos, los brasi­leños, los norteamericanos, los alemanes y los japoneses tienen su manera de ser. Al igual que nosotros también ellos se consideran especiales y -por supuesto- más y mejores que el resto del mundo. Es más, pese a los procesos de integración regional como por ejemplo la Unión Europea o el Mercosur, cada Estado miembro de dichos sigue haciendo lo imposible por potenciar su identidad cultural o idiosincrasia (idiomas, artesanías, comidas típicas, fiestas populares, etc), exponiéndola y "vendiéndola" a través de paque­tes turísticos y por los medios tecnológicos de difusión como internet in­clusive. Por consiguiente, al hablar de la idiosincrasia o de la identidad cultural hablamos de las particularidades sociales y culturales que defi­nen una manera de ser recurrente, cotidiana y característica de los miem­bros de una sociedad específica; y, por ende, la identidad cultural es algo "normal" en cualquier sociedad humana.


Pero, ¿es el paraguayo tan especial o tan diferente como se dice?

Si, el paraguayito es nomas luego muy diferente a los demás. Oreko la orekóva (tiene lo que tiene) y estoy seguro que esa diferencia proviene de su condición de bilingüe (Guaraní-Castellano). Les habrá llamado la aten­ción que al lado de prólogo haya escrito su equivalente Guaraní ñe'ẽnondegua, y es porque quiero partir de ese punto para entender al paraguayito, de cuyo estudio serio y responsable, y que es reciente, se han encargado importantes intelectuales compatriotas de la talla del propio Dr. Aníbal Romero Sanabria, el sacerdote Saro Vera, el Dr. Miguel Ángel Pangrazio y el Dr. Helio Vera, quien incluso acuñó el término paraguayo­logía, aludiendo a un campo especial del conocimiento para el estudio del modus vivendi del paraguayo, diferente y distinto al estudio de cualquier otro individuo de cualquier otra nacionalidad.

No es lo mismo la manera de ser de un individuo monolingüe (ha­blante de un solo idioma) que la manera de ser de una persona bilingüe (que habla cotidiana, espontánea e indistintamente dos idiomas más aún cuando se tratan de idiomas con estructura y funcionamiento muy dife­rentes). Esta última situación se da en muy pocos países del mundo y uno de esos casos emblemáticos es el paraguayo, donde hablamos el Guaraní y el Castellano, en ese orden; ya que las estadísticas dicen que el 87% de la población paraguaya habla y entiende el Guaraní, que un 40% es monolin­güe Guaraní y que apenas un 7% dice hablar el castellano. Demás está decir que la lengua materna mayoritaria del Paraguay es el Guaraní. Esto es lo que sustenta la singularísima manera de ser del paraguayo quien nace, crece, se reproduce y muere con dos cosmovisiones y, por consiguiente, viendo el todo desde dos perspectivas diferentes pero coincidentes en una misma persona. Fuera de este contexto, podemos afirmar que nada hay de extraordinario en la manera de ser de las personas que viven en sociedades monolingües, donde todos en gran medida tienen una estructura mental, social y cultural parecida y con una única percepción del todo.

El Guaraní y el Castellano son idiomas muy distintos y a la vez trans­misores de dos sistemas culturales, de dos maneras de ser diametralmente opuestas pero que extrañamente consiguen "convivir" en la persona del paraguayo, lo que equivale a decir -hablando mal y pronto- que hay dos personas, dos identidades, dos mundos, en un solo cuerpo; y que por eso -por ejemplo- el paraguayo es capaz -en un sýky- de decir "péva ĩ tuichaite ýre" a una persona y -en centésimas de un segundo- girar y decir a otra persona "te llamo mañana a la tarde". Para cualquiera de nosotros -para­guayos- eso es común y no implica ningún esfuerzo especial.

El paraguayo y sus lenguas. La óptica de la lingüística Lingüísticamente hablando, para alternar ambas lenguas se requiere de un enorme esfuerzo que al paraguayito le resulta tan simple como tomar un sorbo de terere o comer mandi'o chyryry. Para apreciar mejor la dificultad señalada basta mencionar, por ejemplo, que en el castellano existen preposiciones (voy a casa) y que en el Guaraní hay posposiciones (aha ógape. Traducido: "voy casa a"); o bien, que en la conjugación caste­llana los verbos agregan sufijos (camino, caminas, camina), en tanto que, en la conjugación Guaraní los verbos anteponen prefijos (aguata, reguata, oguata). Este último es un fenómeno muy importante si consideramos que los niños -desde que nacen y por cinco años de su vida hasta entrar a la escuela- estructuran la mente en Guaraní y la escuela, sin éxito hasta hoy, pretende que la criatura cambie radicalmente al código lingüístico y como por obra y gracia del Espíritu Santo aprenda el castellano en uno o dos días. Cosa de locos y obviamente imposible aquí y en cualquier otro país bilingüe. Por otra parte, cabe destacar que los adjetivos calificativos del castellano expresan género y número (señor alto, señora alta, señores al­tos, señoras altas), en tanto que dichos adjetivos en Guaraní no indican género ni número, es decir, tienen una única forma de uso (karai yvate, kuñakarai yvate, karaikuéra yvate, kuñakaraikuéra yvate. Exagerando, en Guaraní no existe yvate, yvata, yvates, yvatas). Por otra parte, en cas­tellano lo poseído precede al poseedor (el hijo de Carlos, la hija de Carlos, la casa de Carlos, el patio de Carlos), en cambio en Guaraní primero está el poseedor y luego lo poseído (Kalo rá y, Kalo rajy, Kalo róga, Kalo kora­py).

Lo expuesto y otros numerosos ejemplos que me reservo, nos ayudan a "darnos cuenta" de la diametral diferencia que existe entre el Guaraní y el Castellano y que no es tan fácil como parece hablar de manera espontá­nea el Guaraní y el Castellano; y también demuestra porqué es tan necesa­ria e impostergable la aplicación de la educación bilingüe partiendo de la enseñanza en la lengua materna; lo que de ninguna manera significa que nosotros solamente deseamos que las personas aprendan únicamente el Guaraní; muy por el contrario, implica sí que nosotros deseamos la forma­ción de personas bilingües (Guaraní - Castellano) y que de ser posible también aprendan otros idiomas y que a través de ellos cualquiera pueda acceder a todos los conocimientos posibles, a la ciencia y a la tecnología. De hecho, el saber no ocupa lugar, y por otra parte, la persona que sabe es libre y cuanto más sabe más libre es.

La situación expuesta (escuelas con clases, libros y exámenes en cas­tellano para una mayoría de estudiantes Guaraní-hablantes) solamente benefició a los hispano-hablantes privilegiados de nuestro país, que coin­cidentemente siempre detentaron el poder; y por el otro lado, perjudicó, en mayoría, a los Guaraní-hablantes que entraron a la escuela y pronto la abandonaron por no entender las clases. Lo señalado quedó plasmado en un ñe'ẽnga muy conocido que dice "oike mbó ehaópe ha mbó ehao ndo-ikéi chupe" (entró a la escuela pero la escuela no le entró). Esta situación sirvió única y exclusivamente para mantener en la condición de analfabe­tos o semi-analfabetos a un alto porcentaje, casi un 40% de la población paraguaya, que tienen en común el Guaraní, la ignorancia, la pobreza y la miseria; y que explica por sí porqué el paraguayo quedó detenido en el tiempo, con una cultura sencilla, rústica, en Guaraní y con manchones de Castellano, sin tradición literaria, reducido a la oralidad y con escaso acce­so a la ciencia y a la tecnología; aclarando que la culpa no es del Guaraní sino del Estado o El Sistema que nunca encaró la enseñanza inicial en la lengua materna mayoritaria del país, el Guaraní. Entiéndase bien que el problema de la mayoría de los paraguayos nunca fue el Guaraní, el proble­ma siempre fue el castellano.

A ello debe sumarse que en un intento imperialista de aniquilación de la identidad paraguaya y por consiguiente del paraguayo, por muchos años y hasta hace poco se prohibió el uso del Guaraní, lo que se materializó con todo tipo de medidas coercitivas que fueron desde las agresiones ver­bales a los castigos físicos. En varios momentos de nuestra historia se llegó a renegar del Guaraní en Guaraní cuando por ejemplo las madres o los padres llegaban a la escuela y pedían, en Guaraní, a la profesora o al pro­fesor que no enseñen a su hijo o a su hija en Guaraní "aníke rembo'e chupe Guaraníme, embo’eke chupe castellano-pe", decían y aún lo siguen di­ciendo algunos.

Pero, ¿Qué pasa cuando el Guaraní y el castellano se mezclan en el clásico jehe a (mal llamado jopara)? Pues ocurre algo extraordinario y sor­prendente: nos seguimos entendiendo. Cuando alguien-en el molde sintác­tico del castellano- dice "qué hora pio tené hína vo?", cualquiera entiende que, más allá de la mezcla, en realidad preguntan "qué hora es"; o al revés, cuando alguien -en el molde sintáctico del Guarani- dice "nde arriero rekorei lapi de color moroti", cualquiera sabe que en realidad eso equivale a "tú, hombre haragán (inútil) parecido al lápiz de color blanco" y en Guarani "nde, kuimba'e rekorei haiha isa'y morotiva". Les puedo asegu­rar que los ejemplos mencionados son muy complicados o difíciles de comprender para un extranjero o para un castellano-hablante pero nota­blemente ambos casos resultan expresiones comunes y fáciles de entender ("pan comido") para el paraguayo. Notablemente y en el afán de anular al Guaraní, de a poco se metió en la cabeza de mucha gente que en el Para­guay solamente hablamos Castellano y Jopará porque el Guaraní es muy difícil luego; sin embargo, cuando escuchamos el castellano de la gente pode­mos percibir que también se trata un simple y llano Jopara del Castellano; en otras palabras, la gente cree que habla en Castellano cuando dice "ve­nína", "decíleke ", "de gua'u nomáko te dije", "te vía llevar en tu casa", "vopa le llevaste", "yo nio no sabía lóo", "vo taén pío te vas a ir" y otras varias perlitas y perlotas más. Queda claro que así como existe el Guarani Jopara también existe el Castellano Jopara. A ley pareja nadie se queja. Esto también ayuda a entender porqué los paraguayos somos individuos con un marcado conflicto lingüístico. En síntesis, hablamos mal nuestros dos idiomas porque nunca se nos enseñó bien o correctamente ninguna de las dos y por esa razón llegamos a la mezcla o jehe’a. Esta es también la razón por la cual el Estado debe promover la correcta enseñanza de nuestros dos idiomas oficiales.


El guaraní y el castellano como transmisores de cultura y otras peculia­ridades culturales

Eso que terminé de exponer hasta el párrafo anterior es con respecto al Guaraní y al castellano como idiomas pero por la otra parte, y como decíamos más arriba, ambos idiomas son a la vez transmisores de dos culturas, la nativa y la del conquistador; donde, por ejemplo, la cultura Guaraní se destaca por el "vivir para ser" y la otra por el "vivir para tener". Asimismo, el Guaraní vive el ahora y el hoy, y la cultura del conquistador se caracterizó y se caracteriza por la planificación del porvenir y da como un hecho seguro la concreción del nuevo día o mañana. Sobre el punto, el Dr. Romero Sanabria aborda en uno de sus títulos el sentido de la palabra ko'ẽró que no quiere decir literalmente mañana. En realidad quiere decir si amanece. En la cosmovisión Guaraní solamente existe el tiempo actual y el futuro no pasa de ser apenas una posibilidad.

Y así como se mezclan las dos lenguas también se entremezclan las dos culturas con sus significados que únicamente pueden ser interpretados por el paraguayo. En efecto, solamente nosotros somos capaces de descifrar, por ejemplo, el significado cultural de la expresión "partido so'o", que dicho sea de paso también es uno de los temas abordados por el Dr. Aníbal Romero Sanabria en este su libro Más paraguayo que la mandio­ca. Difícilmente que un extranjero o extraño al mundo del paraguayo pue­da entender qué es lo que significa "partido so'o" ya que aquí la palabra "partido" no quiere decir "mitad o intersección', sino que significa "fút­bol, balompié"; en tanto que "so’o” no quiere decir literalmente "carne", sino que significa "sin reglas, no supeditado a la ley, libre". Demás está decir que "partido" es una palabra castellana y que "so’o" es una palabra de origen Guarani. Dos palabras, dos idiomas, dos culturas, pero una sola persona que las entiende en un todo: el paraguayo.

Cabe señalar también que el yo Guaraní del paraguayo observa y trata de interpretar su entorno, su hábitat, la naturaleza; en tanto que, el yo español del paraguayo observa y vive la realidad del mundo, la suba o baja del dólar, los problemas energéticos, la globalización, etc. En este sen­tido, llama la atención que los ñe’ẽnga o refranes populares reflejan mucho más del yo Guaraní que del yo Español; lo que equivale a decir que al paraguayo no le calienta mucho la amplia gama de problemas de la mo­dernidad y que están más allá de las fronteras. El prefiere entretenerse y conocer los misterios de su entorno natural. Un ñe'ẽnga que nos permitirá verificar lo señalado es aquel que dice "Arriéro molde vai kururu ñembo'y". Esta es una sentencia basada en la realidad, en otras palabras, el paraguayito vio al sapo parado (cuestión no común ni natural), vio la facha poco agradable del batracio y luego lo comparó y lo aplicó a su rapicha o semejante de parecidas características o fisonomía. Llamativamente, mien­tras el resto del mundo vive absorbido por los grandes problemas globa­les, el paraguayo -desconectado y despreocupado del resto del mundo- se dedica a mirar al sapo, tomándose todo el tiempo del mundo, hasta que, por fin, lo ve parado y aprovechar para compararlo con alguien de su entorno.

Entre las otras peculiaridades culturales, que yo incluí en un test del paraguayo que había elaborado un tiempo atrás; están las siguientes que nos pintan de "cuerpo entero":

1. A la pregunta cuál es tu nombre, el paraguayito habitualmente responde... chépio?

2. En lugar de decir mi amigo, el paraguayo dice che irũ o bien che dúki, che kíli, che kape, socio, arma o mi cuate; y en plural, lo perro.

3. El paraguayo en lugar de novia tiene una pendeja o una yiyi.

4. Rara veces dice niño o nene, normalmente dice mitá'ĩ.

5. En lugar de cerveza toma leche o ñoño o un poderoso jagua hú.

6. Nunca está borracho o ebrio, pero sí está tuichaite tatáre, tuichaite yre o tuichaite lembúre.

7. Cuando algo es muy bonito o muy lindo, dice iporá koko o cuan­do es muy feo dice ivai con tekaka.

8. Le cuesta decir hidrocefalia, gastroenteritis, orzuelo, forúnculo, hepatitis o pediculosis, en lugar de los mismos dice ohéo, kambyrujere, topepireko, susu'a, py'aruru o píke.

9. En el café con leche o cocido introduce un pancito o una galleta entera y hace kururu.

10. En lugar de pasta dental usa kolino y en vez de hoja de afeitar usa yilé.

11. En vez de sentir hambre tiene un vare'a jefe.

12. En vez de comer sandwich de jamón y queso prefiere un sanguis de empanada o una tortillita con mandioca como terere rupa.

13. En lugar de beber en una fiesta dice que chupa en una farra.

14. En vez de excitarse, se calienta.

15. En vez de protestar, se plaguea.

16. En lugar de responder sí, dice he’ẽ.

17. Cuando algo le asombra dice "ndiii" o "ndeee" o "e'a".

18. En vez de decir "¡cuidado!" grita "cháke".

19. Él no dice disparates, sino macanadas.

20. Cuando se enoja, en lugar de increparle a alguien le muestra el dedo del medio y diciéndole ¡na'ápe!, y encima -para asegurar- le grita jagua to'u nde bola

21. Al loco o tarado le dice tilingo, tolongo, tavyrón o i-juicio-yva.

22. El le da a alguien un túke, un nambíro, un pécho ro'o, un saplé, un akápete o un soberano jurupete.

23. Cuando no sabe el nombre de alguien le dice chera'a, ma'érá, leka, proesor o doytor.

24. En vez de mal aliento tiene jurune y en lugar de una dispepsia tiene un punga nde áva.

25. Modernamente, en lugar de tener un facebook, simplemente tie­ne un feibu.

En fin, todo lo expuesto y otras varias cuestiones nos demuestran que -definitivamente- el paraguayo es especial, singularísimo, distinto e irre­petible, y confirman y refuerzan todos los registros que el Prof.Dr. Aníbal Romero Sanabria logró reunir en esta su extraordinaria y valiosa obra "Más paraguayo que la mandioca".

Con estas palabras, a modo de prólogo, también doy la bienvenida a la octava edición del libro "Más paraguayo que la mandioca", del Dr. Aníbal Romero Sanabria.

David Galeano Olivera




APETE, AQUÍ CERQUITA NOMÁS


Cuando el paraguayo te señala una dirección, la ubicación de una casa, oficina o institución y te dice apete, corres el gran riesgo de que no sea tan cerca como te lo dice, sino más bien que pueda quedar a 100 m. o hasta 10 km de distancia.

En esta expresión no existe ningún interés en mentir, simple­mente, que no tiene la menor idea de las distancias, y tampoco quiere evidenciar su conocimiento superficial o nulo sobre el tema.

Si estás apurado y debes llegar a un sitio que no conoces, el paraguayo te inicia un laberinto de indicaciones, que ni él mismo entiende, y como mayor explicación te señala:

"Andate diez cuadras, dobla a la izquierda donde hay un man­go. Ahí justo donde termina la sombra del mango, pregunta por la casa de Don Eliodoro y a tres cuadras de allí gira a la derecha, allí mismo está frente mismo al kiosko de panchos", y remata diciendo: "apete ", con total naturalidad.

Como ven, las explicaciones son más que truculentas, como para perderse hasta el más grande de los exploradores. En el beren­jenal de sus exposiciones hace gestos como si dirigiera el tránsito, y pone una mirada de gran filósofo, actuando como si estuviera co­rrigiendo la propia Biblia, o dividiendo el átomo.

Está tan seguro del acertado circuito por él propuesto, que le parece imposible que siguiendo esa ruta, alguien no llegara a su meta o destino.

Lastimosamente, estas explicaciones son siempre sumamente necesarias en nuestro querido Paraguay, pues los nombres de las calles en las placas brillan... pero por su ausencia. Lo mismo pasa con las numeraciones de las casas,... simplemente no existen tanto en el interior del país como en ciertos barrios de la capital de la República, obligándonos a ser guiados por las referencias más pin­torescas.

Existen calles que cambiaron de nombre 5 ó 6 veces. Así por ejemplo, la avenida Ygatimi, un tiempo se llamó Doctor Rodríguez de Francia, en otra época Amambay y también 25 de Diciembre. Como ven, todo un juego de crucigramas y de adivinanzas... así, hasta el propio Indiana Jones se desesperaría al tratar de ubicar una dirección y allí es donde recurrimos a las averiguaciones y nos to­pamos con el famoso y folclórico apete.

Los políticos nos quieren hacer creer que el futuro está a la vuelta de la esquina, apete, cerquita nomás. Los sacerdotes y pa'ikuéra, nos señalan que el paraíso terrenal está cerca, muy cerca; y así cada uno tiene una idea de la propia distancia con que maneja sus pro­mesas. El vendedor nos dice que la felicidad está en el producto que vende, el peluquero señala que con un corte de pelo alcanza­mos la hermosura.

Todo es una forma de apete. Pero para el paraguayo, el aquí cerquita nomás está introyectado en la cotidianidad de su vida. El famoso tape po'i es pariente cercano del apete, pues los más vivos buscan acortar distancias por senderos solo transitados por humanos en fila india, pequeños laberintos que acceden a rutas mayores y que acercan a los hombres y mujeres a sus metas desea­das.

El tape po'i también es el lugar de encuentro, el atajo para arre­glar diferencias, venganzas, ajustes de cuentas y truculentos crímenes, en este caso, la muerte está apete.

También en la actualidad existen instituciones educativas de ,dudoso renombre que ofrecen el certificado y el título apete, como si fuera que la profesión del futuro está a pasitos nomás. Universida­des de garage ofrecen la facultad de medicina como si fuera de cor­te y confección, estudiando solamente tres veces por semana y apren­diendo a tomar la temperatura a distancia. ¿Qué médicos pueden egresar de estas instituciones?, ¿Qué odontólogos? o ¿Qué profesio­nales de la salud en general? Lastimosamente, existen personas que gozan engañando y otras disfrutan siendo engañadas, con tal de tener el título colgado en la pared, lo más rápido posible y con el menor esfuerzo de su parte.

Como ven, el apete se introdujo en nuestro GPS que muchas veces nos marca la ruta para cometer grandes errores y chocar con­tra la fría realidad de nuestra ingenuidad.

El apete se asocia con la mentira piadosa del aháta aju, que sig­nifica "me voy, pero volveré" o "me voy y enseguida vuelvo", si­tuación que en ningún caso se da en la realidad, pues el personaje en cuestión jamás vuelve. El aháta aju es una típica despedida del paraguayo, que pareciera no quererse ir del todo, y deja una pro­mesa de volver latiendo en el tiempo y en el espacio. El aháta aju es la eterna promesa que se hace a las madres solteras, dejándolas pren­didas de un recuerdo mientras el hijo de esa promesa se va hacien­do hombre. Es la promesa del deudor al acreedor, que tiene el mis­mo sabor que el eju lunes, expresión que también queda en la nebu­losa, pues no precisa ningún plazo o compromiso cierto.

El ahata aju, el eju lunes, el apete, conforman una trilogía de es­trategias muy propias del paraguayo que en el fondo no quiere com­prometerse terminantemente y apela a vaguedades, insinuaciones, imprecisiones para desligarse del tema y no asumir una responsa­bilidad plena. Con esa astuta salida, típica de la viveza criolla, sim­plemente elude con cierta amabilidad y sin herir supuestamente a las personas a quienes se dirige con esa indefinición, y así gana tiem­po para estructurar una nueva estrategia de respuesta y contesta­ción.

El "humm humm" viene a cerrar este círculo, siendo esta la respuesta a cualquier requerimiento o afirmación contundente de la contraparte. Uno no puede definir si significa "sí, sí" como afir­mación terminante, o un simple "puede ser, puede ser..estoy pen­ando" El humm hummm va acompañado del ikatu, que significa podría ser", que también representa una indefinición y ambigüe­dad.

Nosotros los paraguayos, ya sea por falta de seguridad o au­toestima, no somos de utilizar técnicas asertivas para comunicar­nos; siempre sometemos a la nebulosa y a la interpretación del con­texto una respuesta, y cada interlocutor saca sus propias conclusio­nes de ese diálogo, ¿Entendépa?

Asunción, 15-02-2012




A LO LUQUE, A LO LUQUE


Hace algún tiempo, cuando dictaba charlas, jornadas y confe­rencias, fui a la hermosa ciudad de Luque a dictar una de ellas, a la cual asistieron más de ciento veinte personas, al terminar mi diser­tación, se acercó un hombre y me increpó seriamente porque decía que en las primeras ediciones de este libro se incluyó un comenta­rio que mencionaba el ñe'ẽnga: "a lo Luque". Acusé recibo de su inquietud y me quedé pensando en lo que representaría o repre­senta para los ciudadanos de Luque esta expresión peyorativa. Tiem­po después, otro fanático luqueño me explicaba que la expresión "a lo Luque" significaba, muy por el contrario de la negativa interpre­tación popular, una fortaleza de la forma de actuar de los luqueños, un estilo propio de afrontar las adversidades, dificultades y proble­mas, un modo peculiar de solucionar inconvenientes, de manera aguerrida y astuta.

En el correo semanal del diario última Hora del sábado 31 de marzo de 2012, don Martín Ocampos aclara el malentendido de la expresión "a lo Luque" diciéndonos: "En el ámbito futbolístico, sin embargo, es donde el dicho cobra su arrolladora fuerza: Luque per­día con Atlético Corrales. Era un partido muy difícil, porque el ár­bitro estaba a favor del rival. Al famoso Kito'i, Cristóbal Araújo, le cometieron una violenta falta. Réfere, reipota piko chejuka ha’upéi che­ñoty (árbitro, ¿Usted quiere que me maten y entierren primero para que cobre la falta?), increpó al soplapitos. Fue después de eso que los jugadores dijeron: "Ñaha'ãna chupe a lo Luque!" (¡juguémosles al estilo Luque!). Y comenzó la reacción. El encuentro terminó 2-1 a Favor de nuestro equipo", concluye Martín Ocampos.

Como ven, la expresión "a lo Luque", lejos de ser similar al íivai, al vaíkue y al peichantemavoi, tiene un significado absoluta­mente diferente, que significa poner las garras luqueñas y conver­tir la posible derrota en un brillante triunfo. De cualquier manera, me entusiasma y valoro la reacción de los luqueños, que no permi­ten, ni permitirán, que un mal etiquetado enunciado empañe a los gloriosos colores de Luque, eso se llama autoestima, eso se llama dignidad, eso se llama concienciación y ahora nos falta el proceso de concienciación para que todos asuman el enunciado "a lo Lu­que" como un grito de guerra para enfrentar con altura las más grandes problemáticas que se nos presentan en la vida. En esta ex­presión positiva debemos convertir también la frase: "Paraguay pór­tepe ". Que llegue a significar todo un estilo paraguayo sencillo, in­teligente y eficaz de proveer soluciones exactas en el momento ade­cuado. Sirvan estas palabras como aliento a los luqueños para con­vertir a la ciudad de Luque en ejemplo de una ciudad laboriosa, en calidad total en productos y servicios.

Si cada paraguayo tomara como un grito de guerra "la calidad paraguaya" como calidad total, lograríamos no solo producir más y mejor, sino que, además, elevaríamos la estima de los paragua­yos, para que no nos achiquemos frente a los extranjeros y sus pro­ductos o servicios. Así como "a lo Luque" los luqueños lo interpre­tan y exigen su interpretación como positiva, así también "a lo Pa­raguay pórtepe", debería responder a la premisa de que la excelen­cia paraguaya está presente con la garra, la inteligencia y el verda­dero "arandu" de los karaikuéra.

Pongamos el orgullo guarani a favor nuestro y ganemos el ver­dadero partido que vale la pena: ¡el partido del patriotismo!

Asunción, 10-04-2012.




LA LEY DEL MENOR ESFUERZO


En mi época de estudiante, nos preguntábamos en nuestros cursos de Oratoria y Periodismo con el recordado Padre Oliva, ¿por qué en el Paraguay no existían grandes monumentos históricos de nuestros antepasados, los guaraníes y otras tribus? ¿Por qué no exis­tían pirámides, ruinas, templos?

Y si bien recordábamos y analizábamos las misiones y ruinas jesuíticas, también sabíamos que ellas respondían a la fuerte influen­cia y a la dimensión de la comunidad religiosa citada.

Analizando el caso, llegamos a la conclusión de que dos po­drían ser las razones:

La primera: nuestros antepasados no aceptaban la sumisión y la esclavitud, por eso no nos legaron faraónicas estructuras, las cua­les siempre son fruto de la inteligencia por un lado, pero del some­timiento por otro.

En segundo término: la prodigiosa naturaleza nos regalaba un clima, un ecosistema digno de un paraíso.

Nuestros antepasados se recostaban "en un frondoso árbol" que hacía de techo, sombrilla, paraguas y protección, mientras a contados metros murmuraba un arroyo puro, cristalino, con una cantidad y variedad de peces sin igual. Sumado a esto, una tierra fértil (tal vez en demasía), donde crecía cualquier semilla arrojada al azar. ¿Quién, viviendo en este paraíso, levantaría muros, tem­plos, cuando la naturaleza lo daba prodigiosamente todo?

Cualquiera sea la causa que elijamos, esas circunstancias, épo­cas y escenarios ya no son los mismos. Definitivamente cambiaron. La ley del menor esfuerzo, la ley del ñembotavy, no puede regir para el hombre paraguayo actual. El buscar el atajo, el dar el "ma­notazo" para luego descansar y hacer el ñembota, ya no corre.

Los ojos de 200 millones de personas de todo el MERCOSUR nos obligan a ser competitivos, a desarrollar nuestra inteligencia, nuestra moral y nuestro talento. Ya no podemos seguir recostados contra las paredes, cruzando la pierna como una cigüeña, mientras ensuciamos las paredes blancas de vecinos grises. El Paraguay dejó de ser una aldea. El vaivai ya no corre. Debemos hacer las cosas bien desde el principio. Debemos procurar en nuestros productos y ser­vicios el cero defecto. Todo el proceso mismo de producción de bie­nes y servicios (ya sea de una chipa, una artesanía, un yogurt o unas compuertas para Yacyretá), deben pasar por la rigurosa califi­cación desde el inicio de la producción hasta el envoltorio final.

En la calidad todos estamos involucrados: desde el máximo empresario hasta el mínimo ordenanza, todos debemos participar en que los bienes y productos se hagan con calidad total, competiti­vos y buenos (como lo requiere el mercado actual).

¿Cuál es la fórmula? Muy sencilla y difícil a la vez: lo ordinario hacerlo extraordinariamente bien. Desde limpiar el piso hasta pro­gramar un difícil sistema de computación. Cada uno en su puesto de trabajo debe ser un consciente vigilante de que ese producto lle­vará impreso como timbre de honor el sello que dirá: Fabricado en el Paraguay para el MERCOSUR.




DIOS SE LO PAGUE


Algunos dicen que en el idioma guaraní -normalmente hablan­do- no existe la palabra "gracias". Nuestro pueblo cuando expresa su gratitud nos dice "Dios se lo pague". Por un lado es esquivar un poco la responsabilidad, el compromiso.

La solidaridad es, en cierta manera, algo que se da por descon­tado, pareciera que lo que nos dan, de cierto modo, "lo merecemos luego". Con las inundaciones es seguro que vendrán las campañas para damnificados. Con las campañas políticas, seguro, alguna remerita vamos a ligar y a veces ligamos tres, cuatro o cinco de todos los colores.

Aunque después no nos saquemos más la remera del candida­to ganador. Ahí sí que nos volvemos fanáticos de esa "remera y de su líder triunfador". Es la viveza y astucia del camaleón folclórico.

Tojehecha la ipartido peteiva (que se vea el que tiene un solo par­tido).

Definitivamente, la palabra "gracias" no tiene mucha signifi­cación. Tiene las mismas connotaciones que el "Dios se lo pague" folclórico de nuestro pueblo. De alguna manera, se espera que la gracia divina caiga sobre aquellos que gentil, solidaria y despren­didamente nos dieron su tiempo, sus cosas o sus consejos. De arri­ba nomás luego "ya te van a agradecer". Allí termina el compromi­so.

En el dulce idioma portugués, hoy idioma oficial del MERCO­SUR, la palabra gracias se convirtió por un proceso cultural, mental e idiomático en obrigado, que significa maravillosa y precisamente, "estoy obligado", es decir, nace una obligación moral de devolver de alguna manera esa prestación.

El tema es delicado. No estoy diciendo que los paraguayos no seamos gratos, pero sí estoy diciendo que tenemos una forma bas­tante rara de expresar la gratitud. Además pareciera que también estoy de contramano con los principios cristianos del "que no sepa tu mano izquierda lo que da tu mano derecha". Pero el ser grato nos gratifica a nosotros mismos, nos hace sentir en deuda con Dios, con la naturaleza de nuestros padres, con el Supremo Dador de ta­lentos, con la vida misma.

Es raro: al paraguayo le cuesta ser grato, pero sin embargo pro­mete ser leal, en algunos casos, "hasta las últimas consecuencias". Pero este no es un concepto de gratitud, sino un pacto de com­plicidad, un pacto de prebendarismo, en el cual subyace un acuer­do morboso de encubrimiento, nacido de la distribución de boti­nes, cargos públicos y "vistas gordas" que conforman la esencia folclórica de la politiquería, del zoqueterismo.

Frente a eso vale la pena recordar el "a buen tiempo" de nues­tros antepasados. Es la filosofía por la cual en la mesa paraguaya, y sobre todo en la mesa campesina, siempre y aún ahora, con crisis o no, habrá un plato y un lugar para alguien más, a la hora de com­partir la sopa paraguaya o el cocido. Pero aún así, este maravilloso compartir no genera ninguna obligación o vínculo retributivo. "Es nuestra costumbre nomás luego, los paraguayos ko somos nomás luego así".

El mundo moderno nos exige compromiso. La "gestión de ca­lidad" requiere involucramiento en todos los niveles. No podemos esperar todo de arriba, sea del patrón, del Gobierno o de Dios. El paternalismo ilustrado o no, el dictador de mano dura y de res­puestas mágicas ya no forman parte de la cultura del siglo XXI. Debemos comenzar a sentirnos obrigados (obligados) con nuestros hijos, obligados con el humilde campesino que nos da alimentos, con los industriales y empresarios que generan fuentes de trabajo, con el Supremo Hacedor.

Y allí sí pedir la gracia de ser co-creadores de la historia. Debe­mos poner el patriotismo de moda. Debemos poner de moda la moral, debemos poner de moda la responsabilidad de la gratitud. Gracias, muchas gracias. Obrigado. Muy obligado.




¿EL TERERE ES COSA DE HARAGANES?


Recién a los treinta y ocho años comencé a degustar el sabroso terere y luego el mate. Soy de la generación "domesticada" en el paradigma de que el terere era cosa de haraganes. Debieron apare­cerme varias canas para que "me entre en la cabeza" que el terere es una costumbre rescatable, válida y, por sobre todo, "muy nuestra". Para entender y comprender la costumbre del terere, debemos situarnos en tiempo y espacio. El tremendo sol, la temperatura ca­liente que rompe termómetros, el suelo refractario que actúa con efecto horno, la necesidad de refrescar nuestro cuerpo e introducir naturalmente en el mismo sales y minerales. Una población mayo­ritariamente campesina, pobre, desnutrida. Todo hace, que anali­zándolo desde el contexto económico, social, de salud, sociológico y cultural, el terere sea una necesidad bien paraguaya.

El terere tiene un onomatopéyico nombre. En guaraní, terere re­presenta el sonido que emite la bombilla al absorber las últimas gotas frescas de la guampa. El terere representa todo un bagaje cul­tural rescatable porque:

Primero: en el aspecto económico. Debido a nuestro acontecer económico estamos etiquetados como país "en vías de desarrollo". Este es un eufemismo de pobreza total. En un país como el nuestro, invitar, en rueda de amigos, vecinos y compañeros, un terere refres­cante y natural, a ningún bolsillo le viene mal. Ricos y pobres acce­demos al agua, a la yerba y a los remedios refrescantes. Posiblemente sea el líquido más democratizante y/ o democratizador para brindar por el futuro del país.

Segundo: en el aspecto social. El terere reúne, convoca, nos per­mite compartir vivencias y silencios, donde muchas veces el terere es solamente una excusa para estar juntos, para compartir. Cuántas veces en forma risueña decimos a aquel que se queda con la guam­pa (recipiente para la yerba): "pasá, che, no te quedes con el micró­fono", como señal simpática de que una persona tal vez sin querer­lo, se apropiaba de guampa, bombilla y tema de conversación.

Tercero: en el aspecto de la salud. Graciosamente los médicos y principalmente los endocrinólogos nos recomiendan tomar dos litros de agua por día. Es más, se piensa que el envejecimiento pre­coz, o no, tiene mucho que ver con los minerales que provee el agua en su justa medida, y la humectación propia. Si bien en el aspecto higiénico es discutible, bombillas individuales y desechables po­drían ser "la solución", es decir, aquí tendría que nacer un ingenio y la astucia del propio paraguayo para adaptar el nuevo look del terere.

Tal vez ayude con estas líneas a lograr un estudio más avanza­do de la yerba mate o el terere para permitir incorporar a la dieta diaria los complementos vitamínicos necesarios en el organismo del paraguayo.

Así como se vio y resolvió la necesidad del yodo en la sal. Cuarto: en el aspecto sociológico. Una buena oportunidad de poner en común, conocer las opiniones de los demás, digerir los argumentos diferentes a los nuestros y, por sobre todo, madurar los usos y las costumbres bien nuestras, hacen que el terere sea un fac­tor sociológico ponderable. Con el terere se puede hablar de fútbol, de política, de religión o de mujeres y finalmente terminar la reu­nión cuando el agua alcanza su nivel cero y los yuyos refrescantes emergen en su totalidad de la jarra, que aún tienta por su sudorosa frescura. Cosa que no ocurre con la cerveza y la "caña dulce", que invitan no precisamente a un final feliz.

Algunos extranjeros critican abiertamente nuestra costumbre del terere, sin ubicarse en nuestro sol, en nuestra siesta y en nuestra cultura.

Muchas veces pienso cómo aguantan los albañiles allá arriba en séptimo u octavo piso a pleno sol, trabajando horario corrido para aprovechar la luz solar. Solo el terere tiene la solución. No po­demos ponernos desde nuestro balcón, con aire acondicionado a criticar a los que están absorbiendo diariamente los efectos de la radiante luz solar y el agujero de ozono. Me pregunto: ¿Qué quere­mos que tomen a cambio? ¿Las refrescantes colas? ¿La suave cerve­za? Vengan, pónganse en el andamio de los pobres. Vengan, pón­ganse en el bolsillo de los mismos y, por sobre todo, pónganse en sus desgastados pies de terracota.

He visto (sigo viendo) muchísimos paraguayos trabajadores y exitosos en ranchos menos que humildes y en palacios más que principescos trabajar con ahínco mientras disfrutaban del terere, en su justa medida de tiempo y forma. Este daba el lapso de reflexión necesario para que el paraguayo piense y trabaje mejor. No es cier­to que todos los que toman terere sean haraganes. No es cierto que todos los haraganes toman terere.

Hay haraganes que toman whisky, cognac y hasta vino de misa. O agua de florero.

Creo que la haraganería no tiene nada que ver con el terere. El proceso de cambio cultural no pasa precisamente por desterrar el terere.

Prefiero que mis hijos sean adictos al terere que a "otras cosas", pero por ahora prefiero terminar aquí este comentario. Creo que el micrófono quedó sin querer mucho tiempo en mi poder. Vale la pena hacerlo tocorre32.

2.     Tocorre. Hacerlo circular, que corra.



"¡USTED NO SABE CON QUIÉN ESTÁ TRATANDO!"


Durante mucho tiempo la prepotencia era una eterna compa­ñera del miedo y del terror por un autoritarismo supremo.

Con la frase "usted no sabe con quién está tratando" se parali­zaba el rostro de policías, soldaditos y zorros grises. Bastaban estas palabras y una histriónica postura de sobrador o sobradora para confundir o hacer tambalear al "pobrecito" que quería imponer jus­ticia o verdad.

Surge así la figura del mbarete35, que contrariamente al vyro votõ o al vyro chaleco, actúa de manera teatral y exagerada para ha­cer notar su "autoridad" y don de mando.

Frente a la forma solapada de ser del paraguayo existen unos cuantos que, como moscas blancas, se diferencian de los demás porque a su suprema ignorancia le agregan bravuconadas y osten­sibles faltas de respeto al principio de igualdad.

Así, el que forma fila para esperar el ómnibus o colectivo, o aquel que no tiene "un amigo" en una oficina pública para gestio­nar rápidamente los trámites, es simplemente un vyro votõ.

El mbarete tiene una figura llamativa, como el gallo paloma saca pecho, camina contorneándose y generalmente luce un traje oscuro tipo pyrague, casi siempre con la insignia dorada en la solapa, con la cual quiere mentir una autoridad que no tiene. Corbata carmesí y recorte tirando a cadete, sus zapatos bien lustrados, tipo militar. A eso se le agrega con una inclinación de cabeza, un rostro de aire sobrador y una seguridad en su forma de caminar y hablar. Más que hablar, dar órdenes casi inentendibles.

En las mujeres, la figura del mbarete va disfrazada de los mis­mos gestos y forma de caminar, pero esta vez acompañada de abun­dantes glúteos y delanteras. Luce vestido bien ajustado, o pantalón estilo "morcilla", zapatos blancos que parecen blanqueados a la cal, y suficiente bijouterie o prendas de oro puro que demuestran ante las otras "pobrecitas" la riqueza de su "poder". Se mueven como árbol de Navidad.

Siempre están inquietas en las salas de espera y piden usar el teléfono como ostentando su "amiguismo". Caminan como una "gallina clueca" moviendo llamativamente cola y busto, como di­ciendo "estas son mis armas y aguantáte".

Me olvidaba decir que tanto al hombre como a la mujer es im­portante agregar un gran anillo de oro overapáva (que brilla mucho) y uno o dos dientes del mismo brillante metal, aunque le falten los demás.

El mbarete nace a la sombra de la amistad de cualquier autori­dad, sea comisario de campaña, ministro o presidente de la Repú­blica.

Corresponde a una sociedad donde el "amiguismo" y la adu­lonería valen más que la capacidad intelectual, los títulos y cual­quier otro esfuerzo.

El mbarete generalmente se cuida de tener dos o tres "gallitos" "por si uno cae" o pierde su puesto. Siempre está prendido a una autoridad. Su lealtad es absolutamente relativa, pero son los que más progresan en los estilos de gobiernos autoritarios. La cuota de chismes, presentación de damiselas y festejo a lo grande del cum­pleaños del jefe son pilares fundamentales para quien quiere llegar a ser mbarete (escalón por escalón).

Como dice el autor José Ingenieros en su obra "El hombre me­diocre": Es incalculable la infinidad de gentes domésticas que nos rodea. Cada funcionario tiene un rebaño voraz, sumiso a sus capri­chos, como los hambrientos a las manos de quien(es) los harta. Si fuesen capaces de vergüenza, los adulones vivirían más enrojeci­dos que las amapolas; lejos de eso pasean su domesticidad y están orgullosos de ella, exhibiéndola con donaire, como luce la pantera las aterciopeladas manchas de su piel. La domesticación realizase de cien maneras, tentando sus apetitos. En los límites de la influen­cia oficial los medios de aclimatación se multiplican, especialmente en los países apestados de funcionarismo. Los pobres de carácter no resisten, ceden a esa hipnotización. La pérdida de su dignidad iniciase cuando abren el ojo a la prebenda que estremece su estó­mago o nubla su vanidad, inclinándose ante las manos que hoy le otorgan el favor y mañana le manejarán las riendas...".

Qué diferencia enorme con nuestros ancestros los guaraníes, en quienes se reconocía al jefe o mburuvicha simple y sencillamente por una razón: era el más pobre de todos, porque, como dice Barto­meu Meliá en su libro "Dos naciones...", "el cacique o jefe estaba obligado a dar permanentemente. Su puesto significaba realmente servicio, su dación era no solo personal, sino también material y espiritual".

Por eso el cacique era el más respetado.

Estoy seguro que si algún día llego a ser "autoridá" ya me can­tarán a coro el día de mi cumpleaños con un conjunto "bien mexi­cano": "Todo el mundo te quiere, Romerito". Y después, sin falta, el coro de mbarete interpretará "...y sigo siendo el rey". ¿Se imaginan?


35.    Mbarete: Prepotente.





EL CUATE


La expresión "cuate", "mi cuate" es un pedacito de México que nuestro pueblo lleva muy consustanciado en su bagaje. El macho mexicano se parece mucho al macho paraguayo. Nos encantan mariachis, charros, el sombrero y "ese" vestir y aire de macho fuer­te, atrevido y valentón.

En Asunción se promocionan más de cincuenta conjuntos de mariachis que animan fiestas y recepciones como muestra de su gran aceptación.

El cuate paraguayo es una figura híbrida, mezcla de compañe­ro, amigo y compinche. El cuate es el de las gauchadas, el compa­ñero de farras y butifarras. Definitivamente no es el amigo pruden­te, el consejero, ni el paternal. El cuate más bien tira al compinche­rismo, el que comparte los tragos y las madrugadas, las serenatas y las no tan serenas ñatas.

El cuate es el que nos allana el camino para no esperar un ex­pediente, para no formar fila, para transgredir pequeñas normas básicas de convivencia. El cuate es el de las pequeñas licencias que facilitan el pokaré (mano torcida), esconden el vaivai y conducen al atajo cómodo, muchas veces injusto para otros. Es el que conoce el tape po'i.

Cuando uno dice "nambréna, péa ningo che cuate, che cuateite", significa precisamente que, de alguna manera u otra, me va a dar la mano, ya sea para una licitación comercial o un simpático mbokele'e con "su conocida", aunque no hayamos acumulado ningún mérito para obtener "esos" favores.

El cuaterismo tiene mucha relación con el padrinazgo y con el hecho de que seamos un país de parientes y amigos. Hasta ahora se sigue usando la figura del padrino para bautismos, bodas o prote­gidos.

Cuando el paraguayo te habla de su paíno, eso significa en cier­ta manera su "respaldo".

Por eso generalmente los padrinos son los poguasu, los capos y los capitos de la política, el gobierno y de la institución del mbarete. Los parientes ricos y los que se presume llegarán lejos, son normalmente los privilegiados en "alzar" a cualquier mitá 'i churi ante la pila del bautismo o el casorio kate.

En el interior de nuestro país aún se tiene la costumbre (yo diría "la buena" costumbre) de pedir la bendición al paíno, con lo cual queda remarcada la función protectora del padrinazgo. El pa­drino tendría que ser el guía, el consejero. En cuanto al cuaterismo, la bendición está dada por el silencio, la complicidad y hasta si se quiere la morbosidad. El cuaterismo funciona casi paralelamente al pokaré.

De cara al MERCOSUR, puede resultar muy beneficioso el he­cho de que seamos "un país de parientes, amigos y conocidos". Pero será sumamente peligroso seguir con la mentalidad del cuaterismo v el pokaré.

De "El libro de las virtudes", de William Bennett, entresaco: ''La amistad, según Aristóteles (de la ética nicomáquea) Los anti­guos consideraban que la amistad se contaba entre la mayor de las virtudes. Era el elemento esencial para la plenitud o la felicidad de la vida. "Pues sin amigos -dice Aristóteles- nadie escogería vivir, aunque tuviera todos los demás bienes".

Vale recordar estas palabras en un mundo de bienes perecede­ros.

Según Aristóteles, la amistad es, o supone, un estado de carác­ter, una virtud. Hay tres clases de amistad. Estas se basan en el placer de la mutua compañía (amistades de placer), o en la utilidad de la asociación (amistad de utilidad) o en la admiración recíproca (amistad en virtud). Todas son esenciales para la buena vida, y los mejores amigos no solo admiran recíprocamente su excelencia, sino que se complacen en la mutua compañía y la encuentran ventajosa.

(He aquí un fragmento del clásico comentario de Aristóteles): "Ahora bien, quienes se profesan amistad se desean el bien, de acuer­do con el motivo de su amistad, en consecuencia, aquellos cuyo motivo es la utilidad no se profesan verdadera amistad, salvo en la medida en que algún beneficio surja de ello".

La amistad bien entendida, el tener conocidos o parientes debe ser "un caldo de cultivo" que sirva para vitaminizar, para crecer, para ser más, para tener mejor nivel de vida y mayores horizontes. No podemos contentarnos con tener "un cuate" que haga ojos cie­gos a nuestras fallas e irresponsabilidades. El verdadero amigo y compañero es aquel que desea lo mejor para nosotros, aún a costa de oponerse y de llamarnos la atención en algunos hechos y actitu­des. Es el que nos quiere, aprecia de verdad y busca lo mejor para nosotros.

Como diría un filósofo guaraní: "Un buen amigo vale más que mil cuates".

Entendéa, mi cuate.




ME VOY Y VENGO - AHÁTA AJU


Se sabe con certeza, de acuerdo con trabajos científicos, experi­mentos y muchos estudios, que el ser humano tiene su ritmo bioló­gico, es decir, un reloj natural que regula sus funciones, formas de ser y de actuar. El aháta aju`, me voy y vuelvo, es la patética y sim­pática materialización de un estilo de vida regido de acuerdo con el reloj biológico.

El paraguayo "común y silvestre" se despide de un cóctel o de un velorio y dice "aháta aju ". En realidad, esto es pura palabrería de rutina. Eso no se va a cumplir. Es una tácita despedida con unas mentirillas piadosas de cordialidad. No se va del todo (no sea que comiencen a hablar mal de él apenas se vaya), pero tampoco regre­sa.

Se fue, pero no se fue. Su presencia-ausencia está allí flotando en el ambiente. Definitivamente, aháta aju es una pícara filosofía de omnipresencia y bolaterapia típica paraguaya.

El ritmo biológico natural del paraguayo lo hace un tipo tran­quilo, aparentemente lento. El púa tarara 48 es una excepción llamati­va.

Conjuntamente con el aháta aju surge el última horaitépe49, otra gran institución paraguaya. Deja todo para última hora. "Para qué piko me voy a apurar", si en el Paraguay todo término o fecha tope se va a prorrogar de seguro. Así deja transcurrir el tiempo y las fechas de vencimiento para actuar recién última horaitépe.

El paraguayo de tierra adentro mantiene su ritmo biológico. Su reloj biológico funciona también para los cambios políticos, so­ciales y culturales. Además de asustarle, no cree en los cambios brus­cos, pues él no conoce de grandes catástrofes naturales, como terre­motos, maremotos, erupción de volcanes. Su microclima es como su macroclima.

Su pasar cansino pareciera pensar: "el que se apura, se ahoga". Por lo tanto no asume ni le entra en su cabeza una revolución ver­dadera, un proceso que irrumpa, cambie, trastoque y ponga todo cabeza arriba.

Para el paraguayo, la "revolución" no pasa de ser un simple cambio de personas y mandamases. El Paraguayo diría "se dio vuel­ta la tortilla".

Pero estamos hablando de la misma tortilla que simplemente se dio vuelta para freír el dorso de la misma moneda.

Él no cree, no tiene fe en un cambio real. Tanto lo engañaron que quien propone un verdadero cambio es un poco loco o un men­tiroso.

Nada en el Paraguay cambia tan bruscamente. El ritmo natu­ral de la siembra y la espera confiada para la cosecha, las lluvias, el verano, las temporadas de naranjas y sandías, el invierno no tan crudo pero sí muy breve, todo hace que no tengamos mucha expe­riencia de cambios radicales profundos ni estructurales de fondo. El Paraguay no va a cambiar radicalmente. Pero aunque sea sa’i sa'i 50, algo estamos cambiando.

Sin embargo, puede cambiar la situación si encontramos líde­res, tendota 51 de verdad, honestos, trabajadores y patriotas, que hoy hagan visualizar el bien común y la justicia social como meta alcan­zable y necesaria.


47.    Aháta aju: Me voy para volver.

48.    Púa tarara: Atolondrado. Apurado.

49.    última horaitépe: Muy sobre la hora. En el límite del horario.

50.    Sa'i sa'i: Poco a poco. Mínimamente.

51.    Tendota: Jefe. Guía. Conductor.




EL PATO DONALD YA NO CORRE NI VUELA


Indudablemente durante la dictadura de Stroessner, el mismo

logró por las buenas y más por las malas, aglutinar todo un partido en torno a su férrea disciplina y dictados que manejaba a gusto de su paladar. Como conclusión, se ufanaban de una unidad granítica, que excluía con suma violencia a todos aquellos colorados que osa­ban pensar por sí mismos y más aún si lo hacían en diferente forma al guión dictado por "El Rubio" (apodo de Stroessner).

Muchos paraguayos y paraguayas, colorados o no, fueron a parar con sus huesos a la cárcel, fueron "desaparecidos" o, en el mejor de los casos, expatriados. El silencio del miedo fue la arga­masa que ayudó a fraguar esa unidad granítica. Es por eso que un caudillo colorado se pegó el lujo de sentenciar que aunque el Pato Donald fuera candidato del partido, lo mismo ganaría el Partido Colorado las elecciones de lo que fuera.

Estoy convencido que actualmente en este poderoso partido, el Pato Donald ya no corre, y mucho menos vuela. Como era de prever tras el derrocamiento de Stroessner, grupúsculos de poder, intereses mezquinos, corruptos financistas, aprendices de Maquia­velo, dividieron en tantas tajadas al partido que, salvo encuentren la brújula y el norte moral, a través del diálogo y el consenso, será difícil mantener unido a un partido tradicional.

Cada "comisario" quiere que gane su caballo. Pero no se dan cuenta que necesitan imperiosamente dos elementos para lograr el triunfo que siempre tuvieron. Luchar contra la corrupción crema­tística e ideológica interna y conseguir líderes que sean verdaderos

patriotas, capaces, honrados y dispuestos a demostrar que el parti­do no está manejado por los clientelistas corruptos y titiriteros. Es decir, se necesitan verdaderos líderes dispuestos a honrar a su pa­tria y a su partido, aunque esto signifique enfrentarse con una cater­va de badulaques y ambiciosos insaciables. Se necesitan líderes va­lientes y honrados, sin anclas con el pasado corrupto y tenebroso.

El país, definitivamente, está cambiando, las posturas interna­cionales globalizadoras marcan otro rumbo y por sobre todas las cosas, miles de jóvenes ya no creen en el Pato Donald. El pueblo está hambriento de justicia, esperanza y honestidad. Aquí ya no nos contentamos con historietas de coloridos plumajes.

Sí, el escenario es otro. Ya no pueden los colorados arremeter con hurras al Pato Donald, y así como están las cosas, las luchas internistas no les dan tiempo, ni visión esclarecedora, para encon­trar a los líderes que el partido y el Paraguay necesitan.

Del libro "Los líderes que esperamos", del licenciado Miguel Angel Cornejo, adapto estos párrafos para terminar este capítulo. "Paraguay ya no es el Paraguay de hace diez años, ni el de hace cinco, ni siquiera el de hace un año; es el de ahora, y ahora más que nunca se requieren líderes comprometidos con ellos mismos Y - con la nación. Ahora, nos urgen líderes auténticos que no se ven­dan al poderoso, ni trafiquen con sus valores. Hombres y mujeres dispuestos a morir de pie en defensa de sus ideales, que vivan de acuerdo con sus convicciones y que estén dispuestos a heredar un Paraguay mejor.

Una nueva generación de líderes que sustenten la honestidad como aval de cada una de sus acciones; la justicia y la equidad como expresión máxima de su poder; que promuevan las fuentes de ri­queza para erradicar la miseria; que sean paladines de la libertad, propiciando la libertad plena del ser humano; líderes que nos ense­ñen con su congruencia a liberarnos de la esclavitud de la ignoran­cia; líderes que comprendan el significado del amor y que ellos mis­mos sean testimonios de la bondad humana. Líderes de excelencia de esta talla son los que necesita el mundo y reclama Dios".

Ñe'énga: Dicho popular en guaraní:

-Mba'eichaitépa jajapóta kóva, he'í íjyva peteiva.

-Cómo haremos esto, dice quien tiene un solo brazo.





CHE PO REMÓI O LA BUENA SUERTE


La buena suerte existe, pero requiere de tres acciones del hom­bre para que ésta se dispare y se concrete.

Primero: Hay que buscarla, es decir a la buena suerte hay que perseguirla, nadie puede sacar la lotería si no juega por lo menos un número; esa constante búsqueda de la buena suerte por sí ya crea un clima que favorece a la misma.

En segundo lugar: Debemos estar preparados, es decir, no solo tener una actitud sino una aptitud, esto significa una construcción permanente de nuestras capacidades.

El paraguayo que tenga las herramientas del conocimiento lis­tas y preparadas para cuando se presente la oportunidad, tendrá muchas más posibilidades de dar en el blanco. El estar preparados también nos hace reconocer con mucha facilidad el "olor, color y el formato" con que se nos presentará la buena suerte.

Y por último: se requiere de mucha audacia para que una vez que se nos presente la buena suerte demos ese salto al vacío que nos catapulte a una situación mejor. Muy pocas personas tienen esta audacia, aunque estén preparadas. Como ven, la buena suerte no es solamente una gracia que nos viene de arriba, requiere del esfuerzo, la preparación y la actitud del ser humano. Muchas veces creemos que con buscar la buena suerte basta, pero la pregunta es: ¿Estamos realmente preparados, intelectual y espiritualmente para recibir esa buena suerte? Y por sobre todas las cosas, ¿Estamos dispuestos a ser audaces para tomar la determinación en el momento preciso y en el lugar adecuado?

Cuando el paraguayo dice che po remói 72 está señalando como un simbolismo y una contraseña, que las manos le pican y tiene como un hormigueo, pues la buena suerte le está convocando; es el momento de tomar una decisión, es el momento de probar nuestras capacidades, actitudes, aptitudes, y por sobre todas las cosas, nues­tra audacia.

¿Cuántos paraguayos sacaron la lotería o tuvieron un gran gol­pe del destino a su favor y no supieron sacar provecho de la misma, o conservarla, porque no estaban "preparados" para la ocasión, no sacaron las ventajas de su golpe de suerte? El paraguayo cree que la única forma de cambiar su precaria situación económica es con un golpe de buena suerte, un buen cargo político, o el famoso bragueta­zo 73... y a eso apuestan muchos.

Aquí podríamos hablar de la resignación con la que el para­guayo camina por la vida. Resignación que le hace pensar que es el destino que lo sumerge en determinado modus vivendi, y, que él poco o nada puede hacer contra el designio de su plan de vida. Él cree que la suerte está echada y que solo mágicamente puede apa­recer la buena suerte; sin embargo, existen otros paraguayos que demuestran lo contrario, como el amigo que me suele repetir "yo creo en la buena suerte... cuanto más trabajo y trabajo, más buena suerte tengo". Indudablemente la suerte es "el trabajo de cada día", por eso los paraguayos debemos romper con esa forma de pensar negativa de que fue el destino el que nos puso en tan difícil camino. Definitivamente, si esperamos "solo" la buena suerte estamos per­didos. Mejor seamos los constructores de nuestro propio destino. Con el tesonero trabajo y la capacitación constante lograremos ser coautores de nuestro plan de vida y alfareros de nuestra propia his­toria. La próxima vez que nos pique la mano convoquemos a los duendes de la buena suerte, ¡pero sumando mucho trabajo y pre­paración!, y.. haciendo un guiño al destino recordemos "que la bue­na suerte beneficia solo a las mentes preparadas".

El amuleto del kavure'i 74de la buena suerte, ya no será solo el plumaje de un ave suertuda, como creían nuestros antepasados, sino el bagaje..., la mochila de conocimientos y experiencias, que carga­mos en nuestra intelectualidad. El paraguayo tiene un destino de grandeza y prosperidad, sólo es cuestión de conquistarlo con mu­cho esfuerzo, tesón y trabajo fecundo, como lo han logrado otras naciones menos favorecidas del mundo. EL PARAGUAYO PUEDE... ¡Y EL PARAGUAY DEBE!


72.    Che po remói: Me pican las manos, comezón en la mano, señal de buena suerte.

73.    Braguetazo: Casarse por interés.

74.   Kavure'i/ Caburei: Especie de búho chico, rey de los pajaritos, dicen que sus plumas traen buena suerte.





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