TALAVERA, NATALICIO
Periodista, poeta y narrador. Famoso cronista y poeta-testigo de la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), el mérito principal de las obras de Natalicio Talavera radica en el hecho de haber sido concebidas y escritas en el campo de batalla, característica compartida con una conocida obra del escritor mejicano Mariano Azuela, “LOS DE ABAJO” (1916), primera novela de la Revolución Mejicana.-
Muerto antes de que terminara la guerra, en el campamento de Paso Pucú, Natalicio Talavera dejó un "HIMNO", muchas crónicas (publicadas en El Semanario, periódico de la época) y diversos poemas patrióticos cuya nota recurrente es el dolor de impotencia frente a la destrucción de la patria invadida y sufriente.
Fuente: "ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA PARAGUAYA"por TERESA MENDEZ-FAITH . Editorial EL LECTOR (3ª edición), Asunción-Paraguay 2004.
TALAVERA, NATALICIO: Primer poeta épico del Paraguay. Nació en Villarrica del Espíritu Santo el 8 de setiembre de 1839, hijo de José Carmelo Talavera, destacado hombre público de su tiempo y de Antonia Alarcón, de familia patricia.
Comenzó sus estudios en Asunción con el maestro Escalada, destacándose principalmente en la Escuela Normal, regenteada por el literato e intelectual español Ildefonso Antonio Bermejo.
Cuando en 1856, Bermejo fundó la celebérrima Aula de Filosofía, Natalicio de María Talavera fue uno de los escogidos por sus altas cualidades para integrar el selecto grupo de alumnos de este Instituto.
Como periodista, desde 1856 fue redactor de "EL SEMANARIO DE AVISOS Y CONOCIMIENTOS ÚTILES", también dirigido por Bermejo, y desde 1860 publicó ensayos en la revista de cultura "LA AURORA". Por entonces tradujo del francés al español la novela "Graziella", de Lamartine. Cuando se declaró el conflicto bélico que en el siglo XIX, signando profundamente la historia del Paraguay, enfrentó a su país y a la Triple Alianza, Talavera fue destacado al frente de operaciones como corresponsal de guerra.
Poco tiempo después, con el sacerdote Fidel Maíz, el historiador Juan Crisóstomo Centurión y el hombre de letras correntino Víctor Silvero, fundó "EL CABICHUÍ" -nombre guaraní de una pequeña avispa de picadura muy dolorosa-, periódico satírico bilingüe español-guaraní, editado en Paso Pucú, en pleno teatro de operaciones, a partir de mayo de 1867.
En este histórico medio de comunicación, Talavera publicó algunos poemas en guaraní, los primeros en la historia de la literatura paraguaya escritos en ese idioma.
El "Semanario" y "El Cabichuí" recogen, durante la contienda, las esperanzadoras intervenciones de Talavera, desde el frente de batalla. Destacan entre ellas un análisis a profundidad del Tratado Secreto de la Triple Alianza y el panegírico emocionado que escribió a la muerte, en la batalla de Curupayty, del héroe nacional paraguayo José Eduvigis Díaz.
En su vasta producción poética sobresalen, entre otras obras "HIMNO PATRIÓTICO", “A MI MADRE"; "LA BOTELLA Y LA MUJER" -máxima expresión de su poesía satírica- y “REFLEXIONES DE UN CENTINELA EN LA VÍSPERA DEL COMBATE”.
En su libro "LA POESÍA PARAGUAYA - HISTORIA DE UNA INCÓGNITA" (Montevideo, 1951), el crítico brasileño Walter Wey expresa: "(Los versos de Talavera) Están saturados de un lirismo íntimo y pueden ser considerados como los mejores documentos psicológicos acerca de una guerra que arrastró a la nación entera." Reflexiones de un centinela... "narra sin artificios, con mucho dominio de la técnica, con sensibilidad de verdadero artista, los pensamientos de un centinela que se encuentra entre la vida y la muerte en vísperas de combate. Nada de falsos heroísmos. Apenas repentinos entusiasmos enfriados enseguida por las dudas de una juventud singularmente presa a un destino incierto."
Por su parte, el gran poeta argentino Olegario Víctor Andrade -defensor acérrimo de la causa paraguaya en el conflicto contra la Triple Alianza- escribe acerca de Talavera: "... alma ardiente y corazón generoso, poseído del fanatismo de la patria... entre el estruendo de los cañones y el quejido de los heridos escribía versos y peleaba... El Tirteo del Paraguay daba el ejemplo en el peligro y anhelaba caer en primera fila como el héroe de Mesania..."
Falleció en Paso Pucú, víctima del cólera, el 11 de octubre, a un mes de haber cumplido 28 años.-
Fuente: DICCIONARIO BIOGRÁFICO “FORJADORES DEL PARAGUAY”.Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL, e-mail:arami@rieder.net.py .Coordinación General: Ricardo Servín Gauto/ Dirección de la obra: Oscar del Carmen Quevedo/ Textos: Raúl Amaral, Aníbal Benítez, Margarita Durán Estrago, José Antonio Galeano, Beatriz González de Bosio, María Graciela Monte, Pablo Daniel Molinari, Omar Quiroga, Milda Rivarola Espinoza y Luis Verón. Asunción-Paraguay, 2001.
NATALICIO TALAVERA Y LA LITERATURA DE ÉPOCA: Este es, cronológicamente, nuestro primerescritor y el primer poeta que el Guairá proporciona alpaís. Es también el que inicia la breve serie de losrománticos nacionales. Había nacido en Villa Rica delEspíritu Santo el 8 de setiembre de 1839, dos añosdespués de los comienzos del romanticismo en el Río de la Plata. La mayoría de quienes se han ocupado deél, desgraciadamente en forma esporádica yapologética, le hacen nacer en 1837, fecha que insertaJosé Rodríguez Alcalá (63) sin adelantar ningunaexplicación. Esto hubiera resultado altamentesignificativo pues se trata del año del suicidio de Larray del natalicio de Gustavo Adolfo Bécquer. La quehemos tomado como cierta ha sido la proporcionada por Juan E. O’Leary (64).
¿CÓMO ERA NATALICIO TALAVERA?
Trazó su retrato un contemporáneo suyo, de quien se trascribirán otros párrafos más adelante, semblanza que tiene, asimismo, como se comprobará, un halo de romanticismo. Así lo vio DOMINGO PARODI, el naturalista y padre del más tarde poeta ENRIQUE D. PARODI (1857-1917), integrante del segundo grupo de nuestro romanticismo:
“Observando a Natalicio Talavera a través de la modestia habitual de su apacible carácter, se notaba en su inteligente pero lánguida mirada, un sentimiento vago de melancolía, cuasi presagio del fin prematuro de su carrera sobre la tierra. Poseyendo las principales dotes de un orador, por su dicción pura y bien acentuada, por el colorido poético y a la vez persuasivo de su discurso, y sobre todo por la convicción de verdad que se manifestaba en todas sus facciones, era, no obstante, moderado y aun parco en sus conversaciones familiares, como si se complaciera en concentrar sus pensamientos en sí mismo, sometiendo sus inspiraciones al examen de su rara inteligencia” (65).
Talavera estudió en la Escuela Normal, dirigida por Bermejo, en 1855, o sea cuando contaba 16 años de edad y posteriormente en el Aula de Filosofía. Había concurrido también a la escuela del maestro Escalada -la más prestigiosa de su tiempo-, a la de Aritmética de Miguel Rojas que funcionaba en Zeballos-cué y siguió cursos de Moral y de Matemáticas con el francés Dupuy.
Parecía dispuesto a integrar el segundo grupo de becarios con destino a Francia, pero como dichos beneficios estaban dedicados a los alumnos de menores recursos económicos, hubo de declinar el suyo en favor de otros compañeros. Luego participará del grupo fundador de “LA AURORA”, en 1860.
Al estallar la guerra es incorporado al ejército con el grado de teniente. Sigue escribiendo en el “CABICHUÍ”, “EL CENTINELA” y el “SEMANARIO”, pero su más importante aporte de esa época son sus crónicas del frente de batalla. EL Dr. Pane ha expresado que de ese período no quedan más nombres que los de José Berges y Natalicio Talavera. “Cosa triste - agrega- sólo una poesía del primero: “A MI MADRE”, y un discurso del segundo sobre la tumba del General Díaz, quedan como los caracteres de una verdadera pieza literaria”. Pane duda de que “REFLEXIONES DE UN CENTINELA EN LA VÍSPERA DEL COMBATE” PERTENEZCA a Talavera, y añade:
“Ni sus ensayos del Seminarioson siquiera correctos o reveladores de mucha educación estética”. Piensa que esto no significa que careciera de conocimientos y gusto literario y agrega que sin ser alambicado el poeta es trágico. Nos hemos detenido en esta breve crítica de Pane por ser la primera que consideró en su conjunto y desde el extranjero determinados aspectos de la cultura y de la literatura paraguayas66.
Sin duda porque había quedado con la preocupación que significaba formarse en el exterior, sentía deseos de salir del país. Poco antes de iniciada la guerra –según correspondencia mantenida con su padre- “sus alas necesitaban horizontes más amplios para ensayar sus vuelos soberanos”, expresa O’Leary (67). Creía Talavera que si el proyectado viaje a Buenos Aires fracasaba daría por muertas sus esperanzas, el anhelo de toda su vida. De haber podido ampliar sus conocimientos habría afianzado no sólo su cultura, sino también podido entrar en contacto con las corrientes aún románticas -”el segundo romanticismo”, que se llama- del Río de la Plata. También y de tal modo podrá haberse abreviado ese desnivel que, en el orden cultural, la guerra acentuó con mayor nitidez.
Según Centurión, Talavera falleció el 17 de setiembre de 1867 en Paso Pucú, habiendo contraído, al parecer, la fiebre tifus. Por su parte Zubizarreta da como lugar de su fallecimiento el mismo que el anterior, pero lo hace fallecer el 14 de octubre de 1867. O’Leary proporciona un dato más aproximado al señalar que Talavera murió el viernes 11 de octubre de 1867, a las 3 de la tarde, y que fue sepultado en el pequeño campo santo de Paso Pucú (68).
Un error, y bastante grueso, es el deslizado por Zubizarreta cuando manifiesta que la necrológica del poeta fue escrita por Enrique Parodi, en el “SEMANARIO”. Como se sabe, Parodi nació en 1857, o sea que a la muerte de Talavera tenía 10 años de edad, época no muy propicia, y menos en aquel entonces, para ascender al limbo periodístico y literario. Se trata, como hemos visto, del padre del mismo, el naturalista Domingo Parodi, de intensa actuación en la etapa de la preguerra.
Significativas son estas palabras suyas, que sumamos a las anteriores y que pertenecen a su elogio fúnebre: “Su corazón es tan sensible como generoso. Incapaz de pegarse al limo de la tierra era inclinado a lo bueno, a lo grande, a lo sublime. Jamás la vil calumnia encontró asilo en su corazón. Era más indulgente con sus semejantes que consigo mismo. Perteneciendo a una decente medianía -continúa- no buscó por medios innobles las riquezas y los honores, y supo, aunque joven, anteponer los deberes a las distracciones”.
La antología que Pane publica con prólogo Cipriano Ibáñez se inicia con Talavera, circunstancia reveladora pues esa compilación, de evidente matiz posromántico, es la primera que se edita aquí (69). También la de Rodríguez Alcalá, que abarca a románticos, posrománticos y premodernistas (70) e igualmente lo hace De Vitis (71). En verdad se lo ha conocido inicialmente como poeta, y al Dr. Pane le corresponde esa resurrección pues dio a conocer dicho poema “REFLEXIONES”, antes que nadie, en “LA DEMOCRACIA” de Asunción, en 1899, cuando era prácticamente desconocido.
Puede inducirse que su producción en prosa sea menos original que la lírica, del hecho de no haberse editado entre nosotros antologías en prosa que permitan, incluso, conocer la evolución del estilo, en las distintas épocas y destacar las indudables influencias. Rodríguez Alcalá advierte una concepción de la naturaleza en su poesía y la considera como un acercamiento al americanismo literario. “¿Dónde no hay poesía en la naturaleza? Tanto en los floridos paisajes de la lujuriosa vegetación de los trópicos, la hay en los témpanos del polo y en las movedizas arenas del desierto” (72).
No cree este autor que el ambiente natural pueda por sí solo ejercer mayor o menor influencia en el número de poetas, pero sí que éstos abundan en los pueblos más cultos. Cita a dos poetas, uno premodernista, el mexicano Díaz Mirón, y el otro posromántico: el argentino Olegario V. Andrade, a quienes tiene por dos extremos, que Rodríguez Alcalá no aclara si son geográficos o poéticos, aunque por ese tiempo (1911) lo eran en esos últimos términos.
Se ha creído que Natalicio Talavera, por la índole de sus versos sencillos, sensibles y comunicativos, encarnaba la poesía popular signada por la guerra.
No debe tomarse esto al pie de lo dicho porque sabido es que muy pocos son sus poemas en lengua culta que han trascendido: “A MI MADRE”, versos de un lirismo condicional y aproximadamente romántico; un “HIMNO”, que no se aparta de los modelos seudoclacisistas de la cultura heredada; un apólogo en verso: “LA MUJER Y LA BOTELLA”; un poema a la Virgen y el ya mencionado “REFLEXIONES”, evidenciándose en algunos esa retórica lírica a la que tan adicto era su maestro Bermejo.
El “tono popular” que algunos autores le han adjudicado habrá que buscarlo en los epigramas en guaraní, publicados en el CABICHUÍ, en los que se ridiculizaba eficazmente a los personajes de la Triple Alianza. El acento festivo de los mismos muestra una veta no muy difundida de Talavera, único poeta visible de aquel grupo (o por lo menos identificable), aunque como en toda poesía popular no es de desdeñar el aporte anónimo.
Rodríguez Alcalá confunde a la musa popular escrita con los cantos compuestos que se entonaban en las trincheras al son de guitarras y rabeles. No es de pensar que fueran los ya citados poemas de Talavera los que conmovieran a los soldados repitiendo los ecos en las noches de campamento.
No eran esos versos vibrantes -que poco tienen de ello sus conocidas estrofas- salvo el “HIMNO” mencionado, los que celebraban los guerreros, sino los más simples que nacían y morían en las cuerdas de una guitarra (73).
El “HIMNO” tiene, en su comienzo, una indudable concepción épica de acuerdo al motivo elegido:
Paraguayos! corred a la gloria
Y colmad vuestra patria de honor,
Inscribiendo, al luchar, en la historia,
Nuevos timbres de noble valor.
Pero enseguida entra en una descripción de la naturaleza, que en cierto modo condiciona su sentido romántico:
Este suelo inocente y hermoso
Que al gran río le debe su nombre
Es la tierra gloriosa en que el hombre
Con su sangre se dio libertad.
Y los elementos formativos neoclásicos quedan estampados en estos versos que son también característicos de muchos de los himnos nacionales de nuestra América:
Aquí alzó la justicia su trono
Levantando su espada iracunda,
Aquí el ciervo la infame coyunda
En corona trocó la igualdad.
“Trono”, “corona”, “ciervo”, “coyunda”, todo esto pertenece al léxico de la época posindependiente, aunque literariamente siguiera eligiendo los ya añejos modelos coloniales. “Reflexiones de un centinela en la víspera del combate” es un poema que Talavera escribe, indudablemente, entre los 27 y 28 años. Ya no es tanto un ejercicio cuanto una demostración de poesía formal:
El sol iba a morir. Su lumbre pura
doraba los lejanos horizontes
y vibrando en la cresta de los montes
rasgaba su luciente vestidura.
Luego otros elementos románticos: duros árboles, dolor, suspiros, cristales de la fuente, muerte, idea del horror, “¿y la esperanza/ que en este ardiente corazón se agita?” -pregunta mientras el tono melancólico acentúa su desesperanza:
Ni blandas al pasar las ilusiones
darán calor a mis cenizas yertas.
Y todavía inquiere ante el misterio:
¿Y por qué he de morir? ¿La muerte acaso
a todos hiere con sus negras alas?
El sol apaga su antorcha en los celajes de la tarde y se acentúa la fiebre del combate mientras el guerrero, que es el personaje del poema, contempla el hermoso corcel que “tendido/ al rumor de los bélicos clarines/ barre la arena con sus largas crines”.
Luego el continuo trajín de la guerra: la “selva de apiñadas bayonetas”, las nubes de fuego, las trompetas; todo esto inflama el corazón de valentía y de gloria. Las caricias de ésta vendrán con el triunfo, porque la gloria y el amor son compañeros, dice el poeta. Y termina:
Calló el guerrero: El alma enardecida
fingió sueños de gloria y de fortuna...
Y en su lecho de nubes, adormida,
blanca en el cielo apareció la luna.
La prosa era en los alumnos de Bermejo una especie de adiestramiento en el campo de las bellas artes. En la orientación de las ideas ella expresaba sentimientos morales y espirituales destinados a ir creando en esa reducida juventud pensante un sentido ético de la existencia. También publica trabajos de índole social con algunos temas característicos del romanticismo: “INDEPENDENCIA DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD”, “INFLUENCIA DEL TRABAJO EN LA ORGANIZACIÓN FÍSICA Y MORAL DEL HOMBRE”.
Otras aportaciones tienen carácter doctrinario y se refieren a la libertad y a la independencia nacional, leves indicios éstos de aproximación a un meditar filosófico impuesto, sin duda, por el ejemplo de Don Carlos. Merecen citarse, también, “INFLUENCIA DE LA SOCIEDAD EN LA DURACIÓN DE LA VIDA”, “EL HOMBRE, SU PODER, SU MISIÓN, SU DESTINO”, “ESTUDIOS RECREATIVOS”. Los de orden religioso pueden reducirse a dos: “DIOS ES LA VERDAD DE TODAS LAS COSAS” y “AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO”. Queremos recordar que Talavera había traducido fragmentos de “GRAZIELLA” de Lamartine, que apareció, como los mencionados trabajos, en “LA AURORA”.
Extraña que de ellos esté ausente el tema estrictamente literario, que sólo se manifestará en la poesía.
Al estallar la guerra, como queda dicho, es incorporado al ejército en calidad de corresponsal. Su tarea comienza al mes de iniciarse el conflicto, 17 de junio de 1865, y sigue escribiendo hasta el 28 de setiembre de 1867. Entre sus aportes más significativos debe citarse el extenso comentario al Tratado de la Triple Alianza, aparecido el 11 de agosto de 1866 y su necrológica del General Díaz, el 16 de febrero de 1867, que es la primera biografía destinada al prócer.
Dicha corresponsalía la ejerció Talavera abnegadamente. Casi enseguida de recibir los partes de las batallas los convertía en crónicas, que el Telégrafo Nacional -bajo la dirección de SATURIO RÍOS- divulgaba y el “Semanario”, a su vez, imprimía.
En el citado comentario al tratado de la Alianza manifiesta el poeta: “Pero qué mucho que se hayan olvidado de lejanas tradiciones que formaban el orgullo de su historia, cuando vienen ahora a verter su misma sangre para esclavizar a una república hermana que profesa la misma religión, que es de la misma lengua y que tiene los mismos intereses. Al firmar el acuerdo han pisoteado sus propias instituciones, ocultando a los pueblos un documento en que se comercia con su sangre”. La victoria, según él, hará la grandeza del Paraguay, como grandes son sus títulos de defensa, pero si el Paraguay cae, que todo es posible, aun después del heroísmo, “el mundo -afirma- sus poetas y sus oradores, verterán sobre nuestros sepulcros las lágrimas de la admiración y de la justicia”.
Esta es una romántica premonición que se cumplió estrictamente como aquella otra, más cercana a nosotros, del peruano César Vallejo:
Si la madre España cae
digo, es un decir,
salid, niños del mundo,
id a buscarla.
Así salieron, aunque ya hombres, algunos argentinos y orientales a buscar al Paraguay, madre étnica e histórica de sus respectivos países. Se llamaban, entre otros: Olegario V. Andrade, Ricardo Gutiérrez, Carlos Guido y Spano, Lucio V. Mansilla, o Agustín de Vedia, José Sienra Carranza, Antonio Lussich.
En relación a las influencias es de señalar que la mayor dosis, si no la única, de cultura literaria recibida por el poeta es de extracción hispánica, de acuerdo a las preferencias de su maestro Bermejo. La lectura, muy condicionada, de los clásicos españoles permite arriesgar la creencia -como lo supone Pane- de que Talavera pudiera mostrarse como un “clásico”, lo que hubiera entrañado un evidente retroceso.
Tampoco su traducción de Lamartine resulta indicio cierto de la penetración de corrientes francesas, que aún en un ángulo muy restringido hubiera podido facilitar la fracasada colonización de Nueva Burdeos en 1855. Además debemos recordar que la enseñanza del idioma francés no implicaba la aceptación de una influencia cultural de ese origen. Clásicos, fabulistas, algunos románticos como Quintana y Zorrilla, el propio breve teatro de Bermejo, es todo lo que se puede advertir.
El recuerdo de Natalicio Talavera hizo impacto entre aquellos con-temporáneos suyos y compañeros de letras rioplatenses que sabían de su actuación. Así el posromántico argentino Olegario V. Andrade, cinco años mayor que él, dijo esto que bien parece un epitafio: “Entre los soldados de López (claro que hay algunas equivocaciones que se advertirán, pues Talavera no luchó en el frente) había un soldado, casi un niño, de alma ardiente y corazón generoso, poseído del fanatismo de la patria, que se presentaba de voluntario en todas las circunstancias peligrosas bajo las terribles impresiones de la lucha, entre el estruendo de los cañones y el quejido de los heridos escribía versos y peleaba. Toscos eran sus versos, pero ardientes, animados por el entusiasmo de la patria, encendidos por la chispa de la fe en la victoria. El TIRTEO DEL PARAGUAY daba el ejemplo en el peligro y anhelaba caer en primera fila como el héroe de Mesenia” (74).
O’Leary, por su parte, le llama “el bardo de nuestra edad heroica” (75). Expresa que en la escuela de Bermejo, o sea el Aula de Filosofía, se reveló como estudiante de filosofía, lenguas y literatura. También manifiesta haber descubierto y publicado unas “Reglas de conducta”, especie de máximas morales que fueran halladas entre los papeles inéditos del poeta.
Igualmente quedaron, aunque sin publicar varios poemas -no difundidos póstumamente-, estrofas sueltas, traducciones del francés, y un pequeño “LIBRO DIARIO”, donde estaban consignados, junto con los sucesos de su vida, los libros que leía y los artículos que escribía.
Indica José Rodríguez Alcalá que con la muerte de Talavera “se apagaron las primeras luces del Helicón paraguayo, cuando todo se apagó en el país, hasta la llama de los hogares.
Pasaron varios años sin que viniera a sonar la lira” (76). Y tantos como los que se suceden desde la desaparición del poeta guaireño hasta la aparición del primero en el orden de nuestro posromanticismo y que es un español: VICTORINO ABENTE (1846-1935), quien llega en 1869 y asume desde entonces la rectoría poética nacional.
El mismo año en que nacía Talavera, moría en Buenos Aires un poeta porteño, que si no fue característicamente romántico, también tiene, como aquél, todos los acentos de esa tendencia. Ese poeta se llamaba FLORENCIO BALCARCE. Había nacido el 22 de febrero de 1818, en vísperas de la batalla de Maipú, en la que combatió su padre, el brigadier general don Antonio González Balcarce, héroe de Suipacha y amigo y camarada del general San Martín.
Creció, como correspondía a sus parientes (todos los Balcarce eran militares) en un ambiente épico, semejante al que le tocó a Talavera en la última parte de su vida. Florencio hizo sus estudios preparatorios en la Universidad, en 1833. Siguió cursos de inglés y francés (en esto también se evidencia el paralelo) y en 1834 pasó a ser alumno del curso de Ideología, teniendo por maestro al famoso Dr. Diego Alcorta. Esto quiere significar que los jóvenes prerománticos y románticos siempre habían tenido la necesidad de un guía: Bermejo en su caso, Alcorta en el otro.
Asediado por la tuberculosis Balcarce se ve obligado a viajar a Francia en 1837. En París toma contacto con algunos escritores románticos de menor cuantía y conoce, en una significativa entrevista, al general San Martín. Allí nace su poema, de intención folklórica, “EL VIEJO Y EL CIGARRO”. Muere en Buenos Aires el 16 de mayo de 1839. Casi cuatro meses después nacía, como queda dicho, Natalicio Talavera, en la Villa Rica del Espíritu Santo.
Florencio Balcarce es, al igual que el guaireño, una columna trunca de la poesía americana. Sus compañeros de generación fueron los integrantes del “Salón Literario” y de la denominada “Asociación de Mayo” de 1837. La mayoría de ellos pasó a residir en el extranjero cuando se asentó la dictadura saladerista. El caso de Balcarce, en este sentido, es distinto del de Talavera.
Tal vez, en el aspecto poético, pudieran hacerse algunas condicionadas aproximaciones entre “LA MUJER Y LA BOTELLA” de Talavera y “EL VIEJO Y EL CIGARRO” de Balcarce, en cuanto a su intención apologística. Lo que ha quedado como característica de éste es “La Partida”, escrito en viaje a Francia y que es un preanuncio de su muerte, sino propio de todo poeta auténtico, aunque en este caso incipiente. El poeta contempla allí el futuro -como en “REFLEXIONES” de Talavera- pero cree que no ha de verlo y piensa con dolor que la Argentina donde a él le tocará morir esté en manos del tirano porteño. En una de las estrofas levanta su voz:
De inicuos tiranos el ceño que espanta,
la turba de impíos que erguidos están,
son granos de polvo que el viento levanta,
cesando los vientos al sueño caerán. 77
(1972)
BIBLIOGRAFÍA DIRECTA : NATALICO TALAVERA, LA GUERRA DEL PARAGUAY, Asunción-Buenos Aires, Nizza 1958. RASGOS BIOGRÁFICOS DEL GRAL. JOSÉ DÍAZ, Asunción, 1967.
NOTAS:
63 - José Rodríguez Alcalá, ANTOLOGÍA PARAGUAYA, Asunción, H. Kraus 1911, p. 1
64 - Juan E. O’Leary, NUESTRA EPOPEYA, Asunción, BPCED, v. 2, 1919
65 - v. EL SEMANARIO, Asunción, 1867.
66 - Ignacio A. Pane, El Paraguai (sic) Intelectual (Conferencia pronunciada en el Ateneo de Santiago de Chile del 26 de noviembre de 1902) Santiago de Chile, 1902, p. 15.
67 - O’Leary, NUESTRA EPOPEYA. Asunción. 1919.
68 - Juan Crisóstomo Centurión, MEMORIAS DEL CNEL... O SEA REMINISCENCIAS HISTÓRICAS SOBRE LA GUERRA DEL PARAGUAY, Buenos Aires, 1894-1901, ts. I-III, 4 vs.; (ibíd.): MEMORIAS, Prólogo de Natalicio González y notas del TCnel. (S.R.) Antonio E. González, Buenos aires, 1984, 4 ts.; Carlos Zubizarreta, CIEN VIDAS PARAGUAYAS, Buenos Aires, 1961, p. 114; Juan E. O’Leary: ob. cit.
69 - Ignacio A. Pane, POESÍAS PARAGUAYAS. Prólogo de Cipriano Ibáñez, Asunción, 1904.
70 - José Rodríguez Alcalá. ANTOLOGÍA PARAGUAYA. Asunción, 1911, p. 1-3.
71 - Michael A. De Vitis, PARNASO PARAGUAYO, Barcelona, Maucci s.a., p. 33-35.
72 - José Rodríguez Alcalá. ob. cit., p 1-2.
73 - José Rodríguez Alcalá. ANTOLOGÍA PARAGUAYA. Asunción, H. Kraus, 1911, p. 1-2.
74 - José Rodríguez Alcalá. ANTOLOGÍA PARAGUAYA. Asunción, H. Kraus, 1911, p. 2.
75 - Juan E. O’Leary. NUESTRA EPOPEYA. Asunción, 1919.
76 - José Rodríguez Alcalá. ob. cit., p. VI.
77 - Rafael Alberto Arrieta. FLORENCIO BALCARCE, Buenos Aires, Julio Suárez, 1939; Arturo Capdevila. El Niño Poeta. Buenos Aires, Atlántica, 1945.
Fuente: ESCRITOS PARAGUAYOS – 1- INTRODUCCIÓN A LA CULTURA NACIONAL.Ensayos de RAÚL AMARAL. Esta es una edición digital corregida y aumentada por la BVP, basada en las ediciones Mediterráneo (1984), la edición de Distribuidora Quevedo (2003), así como de fuentes del autor. Edición digital:BIBLIOTECA VIRTUAL DEL PARAGUAY.
NATALICIO TALAVERA : Esta figura prematuramente desaparecida del escenario patrio merece ser recordada como el primer poeta, desde el punto de vista cronológico, del Paraguay independiente. Era guaireño, nacido en Villarrica el año 1839.
Muy joven aún, comenzó publicando sus primeros versos y ensayos literarios en la revista La Aurora, dirigida por el profesor español don Ildefonso Bermejo. Tradujo del francés Graziella, de Lamartine. Ejerció también el periodismo y en esta actividad se distinguió más que como poeta. En El Semanario, fundado por don Carlos Antonio López y que apareció en Asunción desde 1852 a 1868, Natalicio Talavera colaboraba asiduamente sobre diversos temas. Fue, asimismo, redactor de Cabichuí, periódico satírico escrito en español y guaraní. "Toscos eran sus versos pero ardientes -dijo de él Olegario Andrade-, animados por el entusiasmo de la patria, encendidos por la fe en la victoria de la causa de su amor...".
La labor más importante de Talavera consistió en sus crónicas de la guerra de la Triple Alianza, escritas desde el campo de batalla como corresponsal de El Semanario. Esa correspondencia, inflamada de ardoroso fervor patriótico y de cándida fe en el triunfo de las armas paraguayas, está inserta en esa publicación oficial, desde el número 583 hasta el número 701, que abrazan el período comprendido desde el 17 de junio de 1865 al 28 de setiembre de 1867. De esa labor periodística debe destacarse la biografía del general Díaz, inserta en el número 669, del 16 de febrero de ese último año.
Aquejado de los pulmones, enfermedad contraída en la dura vida de campaña, el joven Talavera falleció en el campamento de Paso Pucú el 14 de octubre de 1867, a pesar de todos los cuidados que el mariscal López ordenó dispensarle.
"Su corazón sensible como generoso -dijo de él Enrique D. Parodi en nota necrológica aparecida en el mismo Semanario-, incapaz de pegarse al limo de la tierra, era inclinado a lo bueno, a lo grande, a lo sublime. Jamás la vil calumnia encontró asilo en su corazón, y era más indulgente con sus semejantes que consigo mismo. Daba o gastaba con el desprendimiento propio de un opulento, no de un disipador. Perteneciendo a una decente medianía, no buscó por medios innobles las riquezas ni los honores y supo, aunque joven, anteponer los deberes a las distracciones".
BIBLIOGRAFÍA
Juicios de Ignacio A. Pane sobre Natalicio Talavera (LA DEMOCRACIA, Asunción, 1899; LA INTELECTUALIDAD PARAGUAY, Santiago de Chile).
Juan E. O'Leary: Nuestra epopeya; El libro de los héroes.
Enrique D. Parodi: El joven Natalicio Talavera (EL SEMANARIO, Asunción, 1867).
Carlos R. Centurión: Historia de las letras paraguayas.
Fuente: CIEN VIDAS PARAGUAYAS Por CARLOS ZUBIZARRETA. Prólogo a esta edición CARLOS VILLAGRA MARSAL. Prólogo a la 2ª edición de 1985 ALFREDO M. SEIFERHELD. Comisión Nacional de Conmemoración del Bicentenario de la Independencia del Paraguay. Biblioteca Bicentenario Nº 6. EDITORIAL SERVILIBRO. Asunción – Paraguay. 2011 (240 páginas)