Al abandonar Puerto Pinasco -localidad del Alto Paraguay-, en 1926, Emiliano R. Fernández escribe Adiós che parajekue. Se despedía de ese pueblo taninero al que promete llevar en su memoria. Ndahaséi ramo jepe/ el destino che obliga dice en la primera estrofa, consciente de su sino de andariego impenitente.
Allí el poeta es categórico: Agâ ipaha rohecha. No explica por qué razón. En la estrofa siguiente, sin embargo, se apea de su decisión anterior y dice: Jepémo mombyryve arekóne nderehe/ mi amoroso pensamiento/ rohecha jeývo algún tiempo.
Más adelante vuelve a ser drástico: Mi destino irremediable/ oñekumpli cherehe/ upévare ipahaite/ âgâ ndéve apurahéi.
Los años van pasando y un joven cordillerano más identificado como misionero encuentra la otra punta del ovillo de esta historia que ya parecía concluida definitivamente. Néstor Damián Girett -nacido el 12 de abril de 1948 en Loma Eíra, Pindoty, del distrito de Isla Puku, en el departamento de La Cordillera, vivió desde criatura de pecho en una colonia de San Juan Bautista, Misiones, llevado por sus padres- sería el que encontraría la otra cara de este Emiliano-re tan conocido.
«A mí siempre me gustó Emiliano. Ya había musicalizado de él Ahátare pendehegui. Estaba ya con mi conjunto Los misioneros paraguayos después de actuar muchos años con el dúo Pérez-Peralta, de Eusebio Ayala. Un día, en 1974, Manolo Meza, integrante de la agrupación de Quemil Yambay, me contó que conocía a Lucas Meza, músico y compañero de farra de Emiliano, en cuyo poder habían obras inéditas de nuestro poeta».
Hasta Itauguá Guazú -jurisdicción de Itauguá- llegan un día Girett y Meza. «Tenía en varios cuadernos muchas obras inéditas de Emiliano, Lucas Meza. Me permitió copiar las que me gustaban. Estábamos ya por despedirnos cuando fue a revisar el fondo de un baúl y allí encontró un sobre con una carta y una letra de Emiliano», cuenta Néstor Damián.
- Esta carta él me mandó de Puerto Casado. Con ella me vino la poesía de ¡Salud che parajekue! Me pedía que le pusiera música porque le gustaba mi estilo de componer. Dice claramente: «Para que lo haga uso del verso». Ahora yo te entrego Girett para que le pongas la música-, le pide Lucas Meza.
Es de este modo cómo Néstor Damián Girett accede al poema en el que Emiliano de nuevo le escribe a Pinasco unos años después. Girett dice que ese regreso fue en 1940. Sin embargo, la versión recogida por Rudi Torga en el segundo tomo de la Antología poética de Emiliano R. Fernández, basada en la revista Ocara poty cue mi hay otro año. Allí, claramente está 1932. Tuvo que ser entonces, en los primeros meses de este año que Emiliano «sube» al Alto Paraguay, antes del inicio de la guerra con Bolivia.
¿Por qué no se baja a Pinasco y sólo le escribe? es una pregunta razonable. Girett afirma haber encontrado el porqué de este hecho.
«Estuve por Ceibo, en Punta Riel, Chaco por donde anduvo Emiliano. Allí le encontré a don Laís (Ladislao) Romero, quien había sido compañero de Emiliano. Tiene 92 años. Él me explicó que Emiliano había sido echado de Pinasco por hablar contra la empresa e incitar a la rebelión de los trabajadores. Oiko chugui ku sindicalista ton (Se volvió medio sindicalista). Entonces, cuando unos años después regresa, la empresa taninera ya sabe que él está yendo. Le impiden descender allí por aquel antecedente. Por eso dice che ahamivéta yvatévo. Y sobre todo Ha che ndehegui aguîete/ ne aña pore aipohanóvo. Esto explica por qué no pudo quedarse allí», relata Girett.
Un hecho curioso de los poemas es que ambos -Che paraje kue y ¡Salud che paraje kue!- tienen idéntica estructura. El primero comienza en Llena el alma de suspiro. El segundo en Llena el alma de contento. La penúltima estrofa del primero menciona: Ne maltratárô yvytu. Y la penúltima del segundo expresa: La furibunda tormenta/ ne rakâ'o kokuehe. Aludía a un tornado reciente, ya presentido por él, que en 15 dramáticos minutos había matado a seis personas.
Las cinco estrofas de las dos letras están ordenadas en décimas: diez versos de ocho sílabas, cuyas raíces hay que buscarlas en la poesía española. Esto revela cómo en la creación de Emiliano había una perfecta coherencia. A veces, como en este caso y en el de Che pochýma nendive y Ndachepochýi nendive, es posible cerrar el círculo. ¿Cuántos habrán quedado sólo abiertos, perdiéndose el par que los completa?