A veces, una poesía parece conducir a un puerto obvio, claro, seguro. Al escucharla, se le da un sentido que parece indudable. Sin embargo, esta confianza, en algunos casos, mata, porque la intención del poeta fue otra. No es por cierto erróneo que un/a lector/a -u oyente, en el caso de la música-, le dé su propia interpretación porque, finalmente, cada quien recrea esa obra de arte a imagen y semejanza de su comprensión. Su riqueza es la multiplicidad de lecturas que permite hacer.
Esto es lo que ocurre con MBORAYHU HA TAPERE. "Ha’e ha ndaha’éi (Es y no es)", dice enigmático, de entrada, su autor, TITO CABRERA GIMÉNEZ, poeta de San Estanislao -Departamento de San Pedro-, nacido en el lugar denominado Dos Bocas de ese pueblo el 26 de marzo de 1918.
Lo indudable parece ser el tapere -palabra guaranizada que proviene de la voz castellana tapera, casa abandonada, en ruinas-, ocasionado por la partida de su compañera y que, a partir de allí, pinta la desolación del entorno que formara parte de la vivienda de ambos.
Cabrera Giménez, en 1960, estaba como comisario en Villa Hayes, Chaco, según rememora. Se enamoró de alguien cuyo nombre ya no recuerda -o prefiere guardarlo en secreto-, y un buen día -al tener noticias de que él era casado-, se fue a Buenos Aires con su hija, cuyo padre era un oficial de la Marina. Así acabó, abruptamente, el romance.
"Muchos creyeron que yo escribí MBORAYHU HA TAPERE inspirado en esa circunstancia que me tocó vivir. No fue, sin embargo, así: lo que a mí me motivó a escribir esos versos fue que, después de algún tiempo de ausencia, volvía a Dos Bocas -Santaní-, a la casa paterna donde había pasado las horas de más intensa dicha de mi vida, en mis primeros años, y encontré un tapere que me golpeó con mucha fuerza", rememora el poeta, que vive en Asunción.
Lo que dice, sin embargo, no explica el porqué de la referencia al amor de una compañera. "Apintánte ningo ku kuñataîme râicha (Hice como si escribiera a una mujer)", alega, para dar a entender que la alusión a una mujer fue nada más que un recurso literario utilizado al escribir la poesía el 31 de agosto de 1960 en San Estanislao.
Luego, como probando lo que afirma, menciona el Ykua Satî del lugar, rebautizado como Sangy en las correrías infantiles.
MBORAYHU HA TAPERE adquiere su más alto vuelo poético en los cuatro primeros versos dé la última estrofa: Péicha voínte ra’e/ upe vy’a hekoviáva/ aimo’â’yre ahejáva/ ára ryjúicha ogue. Constata lo efímero de aquellas alegrías que, como las nubes del cielo, han des-aparecido.
ANDRÉS CUENCA SALDÍVAR, poco tiempo después, le puso música a la letra. La composición sigue, en tanto, dando lugar a, cuando menos, dos interpretaciones.