“Fotografío con mi cabeza, sobre todo este tipo de ensayos como el que se está publicando ahora, en los que la vocación fundamental es política. Pero también fotografío con el corazón, a partir de odios increíbles provocados por injusticias de las que aquí todos somos testigos.. Fotografío por una luz que me seduce, por aburrimiento, por curiosidad, deteniéndome en texturas insignificantes, y también y sobre todo por amor, por el amor a los que quiero, ya que para mí la foto es una forma de comunicar también en el terreno íntimo de los sentimientos…”
Jorge Sáenz (Buenos Aires - Argentina, 1958)
PROYECTO: ROMPAN FILAS
SÁENZ, JORGE: Contacto: saenz30@hotmail.com
Nació en Victoria, Provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1.958.-
Se inició en la fotografía con su padre. En 1.987, ingresó en el plantel de fotógrafo del diario argentino Página 12.-
En 1.989 ingresó en el Diario ABC Color de Asunción – Paraguay. Fue corresponsal de las agencias AFP y Associated Press.-
En 1.992 fue finalista del Mother Jones Award de San Francisco (USA) y fue finalista del Premio Casa de las Américas en 1.994 (Cuba).-
Es coordinador del Taller de Ensayo Fotográfico en Buenos Aires y Asunción. Publicó libros como “El Aburrimiento” – 1.995, “Rompan Filas” – 1.996 y “El Embudo” – 1997 y “El amigo de hortensia”.-
Fuente: “DICCIONARIO DE LAS ARTES VISUALES DEL PARAGUAY”, de LISANDRO CARDOZO, editado con los auspicios del FONDEC ( FONDO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES), Asunción - Paraguay 2005.
JORGE SAENZ - INSPIRÓ A UNA GENERACIÓN DE FOTÓGRAFOS CON LA CRUELDAD DE LA OBSERVACIÓN Y LA TERNURA DE LA MIRADA.
Jorge Sáenz terminó siendo un gran fotógrafo gracias a su ineptitud como dibujante de perspectivas. En 1977, cursaba el segundo año de arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, y tenía que ubicar un bar en el Parque Lezama para un ejercicio sin saber muy bien cómo. Le pidió una cámara prestada a su papá, sacó la foto, la proyectó en una ampliadora que tenía en el fondo de su casa y zafó con un trabajo de perspectiva perfecto. Que su padre fuera fotógrafo aficionado, autodidacta y fundador de al menos tres fotoclubes en la ciudad porteña es un detalle providencial; tenía a disposición los juguetes para explorar lo que en aquella época era el caro vicio de la fotografía.
El Jorge pelucón y anteojudo de esa época estaba en mil cosas. Seguía estudiando en la facultad, ganándose un buen dinero tomando fotos de edificios para estudios de arquitectura —«un espanto eran, como no tenía los lentes adecuados me salían totalmente deformes, pero algo ganaba»—y en las noches, para entrar a los conciertos imperdibles que llegaban a Argentina gracias a un dólar bajísimo—como John McLaughlin y Santana—, se fabricó un pase de prensa y comenzó a venderle las fotos a una revista de rock, Periscopio. Ya estaba enganchado a la fotografía. Todo esto ocurría en plena dictadura argentina, y como Jorge militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores en la facultad, le llegó el día: preso siete meses.
«Mi abuelo y mi padre fueron profesores,
así que creo que tengo una propensión natural hacia la enseñanza.»
La sacó barata porque salió vivo. Con su familia amenazada, tuvo que migrar forzosamente a España en 1980. Y como todo migrante, hizo de todo para sobrevivir: vendió juguetes de madera y anillos, hizo encuestas y trabajó como fotógrafo de sociales de saco y corbata. Continuó su militancia política allá, convirtiéndola en aliada de su entrenamiento fotográfico. Ilustraba con fotos suyas los boletines sindicales, fotografiaba los conflictos obreros, registrando todo lo que se le pusiera enfrente con esa manía propia de los reporteros gráficos. Volvió a Argentina en 1985, gracias a un programa de repatriación de exiliados. Ese año, la dirigencia del socialismo le ninguneó por querer dedicarse a la fotografía a tiempo completo, acusándolo de «pequeño burgués individualista, por tener un proyecto totalmente individual y personal, alejado de los intereses del Partido. Y bueh, dije, váyanse a cagar. Ese fue el gran fracaso de la izquierda en América Latina. Y sigue siendo». Aunque Jorge eventualmente dejó la militancia, esa especial simpatía por los que tienen menos y sufren más nunca lo dejó a él y atraviesa todo su trabajo fotográfico, pero se ve con especial claridad en sus libros de ensayo fotográfico: rompan filas (1996), sobre el servicio militar obligatorio; El embudo (1997), sobre el penal de menores Panchito López; El amigo de Hortensia (2007, en colaboración con Pedro Servín y René González), sobre los internos del Hospital Neuropsiquiátrico; y 400 (2010, en colaboración con Jorge Vidart), sobre la tragedia del Ycuá Bolaños, todos ellos producidos y editados en nuestro país.
En 1987 se cruzó con un Jorge Lanata de 26 años bajando de un taxi, quien telegráficamente le dijo «Estoy abriendo un diario, traeme fotos que no tengo archivo». Era, por supuesto, el mítico Página 12, que revolucionó en su momento la prensa argentina yendo en dirección opuesta a la tendencia de aligerar contenidos y con una plana de profesionales tan brillante como progresista. Luego de comprarle varias fotos, Lanata lo llevó a trabajar al diario con un «así te puedo explotar mejor», recuerda Jorge. Bajo la férrea dirección fotográfica de Miguel Martelotti se fogueó como fotoperiodista: «Como jefe era un jodido, pero era un muy buen editor de fotos y me enseñó mucho de reportero gráfico de batalla».
«Me encanta ver cómo las personas aprenden a mirar,
a pensar las imágenes, a contar historias.
Yo sólo les ayudo a encontrar su propia mirada en ese camino.»
En febrero de 1989 justo le dieron vacaciones en Página 12. Sin nada mejor que hacer más que tomar mate, se enteró del golpe en Paraguay por radio. Llamó a un amigo que le dijo que a las cinco de la tarde se tomaba un vuelo a Corrientes. Fueron entre tres, tomándose un taxi en Resistencia para llegar a Asunción a media hora pasada la medianoche, el 4 de febrero. «Me imaginaba todo lleno de tanques y militares, y me encuentro con la imagen de un soldadito dormido bajo un farol con un fusil. “¡Qué buen golpe de estado, este es mi país!” dije. Justo estaba comenzando a tomar fotos a color y sencillamente me enamoré de la luz que hay acá, esta luz no hay en ningún otro lugar del mundo». El doble enamoramiento de la luz y de la que es su esposa hasta hoy, además de ciertas complicaciones en Página 12 confabularon para trasplantarlo a Paraguay.
Comenzó a trabajar en abc Color en agosto de 1989. A los seis meses, agobiado por el calor sobrenatural de nuestras calles, le propuso al jefe administrativo del diario trabajar como fotoperiodista y editor fotográfico. El jefe, fotógrafo aficionado, le pidió a su vez a Jorge que vaya formando a los reporteros gráficos, cosa que hacían los jueves al mediodía en el diario viendo libros y diapositivas. Incluso consiguió que los fotorreporteros tuvieran quince días sabáticos cada seis meses para trabajar un ensayo fotográfico propio. Este proto-taller fue la primera experiencia de Sáenz como mentor, una que retomaría en el futuro con sistemática constancia.
Luego de salir de abc practicó el revoloteo de rigor por los diversos medios impresos y agencias de noticias, hasta que la Associated Press lo capturó en sus redes en 1992, donde sigue hasta hoy. En 1997 el trabajo lo obligó a mudarse a Buenos Aires, y ya definitivamente de vuelta en Asunción, desde 2003, organiza talleres de ensayo fotográfico. «Mi abuelo y mi padre fueron profesores, así que creo que tengo una propensión natural hacia la enseñanza. Pero más que nada los talleres me aportan a mí; me encanta ver cómo las personas aprenden a mirar, a pensar las imágenes, a contar historias. Yo sólo les ayudo a encontrar su propia mirada en ese camino».
EL OJO SALVAJE
Los talleres de ensayo fotográfico que Jorge Sáenz organiza ininterrumpidamente desde 2003 fueron la base de la muestra Click, Fotografía de Autor en Paraguay, realizada en 2007, que expuso el trabajo local junto con el de invitados extranjeros. Con esta primera experiencia, en 2008 Sáenz y Fredi Casco se aventuraron a organizar la primera edición de El Ojo Salvaje.
Al realizar la segunda edición en 2010 cumplieron la meta de convertirse en bienal, y van camino a realizar la tercera el año entrante. Luego de esa primera bienal se formó también la asociación de fotógrafos del mismo nombre, encargada de organizar las bienales subsiguientes, así como de desarrollar otros proyectos de fotografía paralelos.El ensayo fotográfico obliga a sostener la mirada, a profundizar un tema. Gracias a El Ojo Salvaje, una buena cantidad de fotógrafos locales ha tenido un incentivo importante para desarrollar estos trabajos de largo aliento, de exponerlos, publicarlos y documentarlos en los catálogos que acompañan cada edición de la muestra.
Fuente digital: http://forma.com.py (Enlace actualizado: marzo 2012)