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PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA

  LA MADRE, MÁGICA Y MILENARIA - Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA - Domingo, 22 de Mayo de 2016


LA MADRE, MÁGICA Y MILENARIA - Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA - Domingo, 22 de Mayo de 2016

LA MADRE, MÁGICA Y MILENARIA

Arte

 

Por PEDRO GÓMEZ SILGUEIRA

 

 

pgomez@abc.com.py

Fotos ABC Color/Celso Ríos

Una diosa mesopotámica de la fertilidad del año 2500 a. C. Una deidad azteca dando a luz. Un fresco de Pompeya con Leda seducida por el cisne –Zeus–, del año 70 d. C. Óleo de Bandurek que muestra a Josefina Plá con su único hijo, Ariel. Santa Ana con la niña María de la mano. La heroica Kygua Vera, de Marsal. ¿Qué podrían tener en común?... El milenario milagro de ser madres y estar reunidas, por primera vez en nuestro país, en la muestra Madre Sagrada.

La figura maternal de la mujer se pierde en los albores de la humanidad. Es el ser apasionante que une a la familia, teje lazos afectivos y genera el conocimiento en la sociedad. Pero en la Antigüedad, la madre era casi un ser milagroso que da vida –no había ciencia aún–, nutre y alimenta de su pecho, cuida al niño, y le transmite el idioma y su sabiduría.

Es la idea que flota en el auditorio del Museo de Arte Sacro, donde se puede apreciar la exposición Madre Sagrada desde esta semana.

Bajo el rótulo de Madre Tierra preside la sala una pequeña obra arqueológica de origen mesopotámico que emula a la diosa madre Innana, que representa, a su vez, la fertilidad en la tierra. En la mitología sumeria era la diosa del amor, de la guerra y la protectora de la ciudad de Uruk. “Hay un paralelismo entre la fertilidad de la tierra y la fertilidad de la mujer. Estas son las primeras representaciones sacras conocidas en la historia de la humanidad. Comienzan en la prehistoria, y las que aquí se ofrecen son el centro y cuna de nuestra propia civilización, que es la Mesopotamia. Luego, se fusionaría con la Ishtar, diosa babilónica del amor y la guerra, la vida y la fertilidad, y continúa el proceso hasta llegar a una Afrodita, en la mitología griega”, explica el museólogo Luis Lataza, quien se encargó de armar la muestra.

La rara forma moldeada en arcilla hace 4500 años llama la atención: “Estas figurillas votivas están conectadas con zonas de rituales y templos. Son ofrendas, como cuando comprás una vela para la Virgen y la dejás allí. Este mismo sistema funcionaba hace miles de años cuando se adquirían estas estatuillas y se ofrendaban en los grandes santuarios de la Antigüedad. ¿Qué resaltan en ellas? Precisamente, las zonas fértiles de la mujer: el ombligo, que es el punto en el que la vida continúa, une a la madre con el hijo; los pechos, que son el alimento al cual el infante sobrevive...”.

La diminuta figura tiene un tocado importante con los tres cuernos de las divinidades mesopotámicas. El resto de las facciones son muy esquemáticas, porque lo que se quiere destacar es la fertilidad, la vida que se transmite a través de la mujer, siempre en paralelo con la tierra: “Esto fue un fenómeno que fascinó a toda la humanidad, por el hecho de que la madre milagrosamente da vida, con un proceso casi mágico. Imagínense en esa época de la Antigüedad, en la que poco o nada se sabía en términos científicos”, se explaya Luis Lataza.

Otra antigua representación de la madre está en el fragmento de un mural pompeyano que data del año 70 d. C. Antes de que Pompeya fuera destruida por el volcán, se dio un terremoto que destruyó gran parte de la ciudad. Cuando la estaban reconstruyendo, sobrevino la erupción del Vesubio en el año 79 que la hizo desaparecer.

El fragmento rescatado de las excavaciones muestra a Leda, una princesa mortal seducida por Zeus (Júpiter para los romanos) metamorfoseado en un cisne con quien tuvo los gemelos famosos: Castor y Pólux, quienes nacieron también del huevo. “Aquí se repite ese proceso generativo de la vida, con componentes mágicos difíciles de entender. Es casi un grupo familiar, el cuadro. Leda y el cisne siempre fue un tema galante y decorativo, y existen muchas representaciones en las casas y palacetes de Pompeya, porque implica una sensualidad más bien de la época y raras veces se la interpreta como una maternidad”.

Del proceso mismo del alumbramiento del niño existen muy pocas manifestaciones sacras o artísticas; incluso, hoy en día, es muy chocante ver una imagen en la que la mujer se está convirtiendo en madre. Pero es un hecho absolutamente normal y necesario. De ahí se explica la presencia en la colección de Tlazoltéotl, diosa azteca de los partos. Es la que protege a las parturientas, pero siempre con una dualidad muy propia de la cultura mexicana o mesoamericana, que también genera enfermedad o lujuria, el bien y el mal.

El hecho de que la madre conceda la vida, necesariamente, lleva al cuidado. La primera expresión de cariño es el amor maternal, quien se fusiona con el niño y van a estar unidos para siempre. Eso es una constante en todas las culturas. Así llegamos a la Madre de la Bondad, porque siempre se asocian a una esfera suprasensible con la idea de diosas o figuras matriarcales.

“Así como mi madre me cuida en la tierra, tenemos una madre celestial: la Virgen María. Esta idea no es solo de la religión católica, sino también está asociada a otras filosofías, como el budismo. Una de esas reencarnaciones femeninas famosas se da con Guanyin, montada en un dragón, y que en Oriente representa abundancia, prosperidad y la buenaventura. Para Occidente, equivaldría a la Diosa de la Misericordia y, también, tiene en la mano un frasco de ambrosía para aliviar las penas del mundo”.

En los íconos ortodoxos de la Iglesia del Oriente, María está muy unida al hijo en el cuidado maternal, así como en la romana. A la par del cariño, el hijo tiene a la madre educadora que, en este caso, está representada fielmente en Santa Ana (Paraguay, taller jesuítico, siglo XVII) y se reproducen en la Virgen del Rosario o la Virgen de la Merced.

Paraguayos y la maternidad

La madre también está asociada a la belleza y el heroísmo como motivadores del artista. Es una mujer que ya no tiene esa cualidad seductora, porque está dulcificada por la maternidad, pero conserva su mísica y está representada en la Madre Sagrada.

Esto se plasma en una selección de artistas de la primera mitad del siglo XX presentes en la colección; obras de Olga Blinder, Pablo Alborno, Wolf Bandurek, Luis Toranzos y Raúl De Laforet. Bandurek fue un pintor judío polaco que influyó mucho en el arte paraguayo. Representa a Josefina Plá con su único hijo, Ariel.

Una pieza peculiar en la sala consiste en dos vasijas arqueológicas halladas por Luz María Bejarano Cáceres en Itá y fueron donadas al Museo de Arte Sacro. “En el mito guaraní de la creación del mundo, en torno a la generación, no de la mujer como género humano, sino la esencia femenina como una consorte para Ñanderuguasu —que es el creador— la mujer fue hallada en una vasija".

Esa vasija amasada por los guaraníes, fundamentalmente la japepó, siempre tiene una connotación femenina, el vientre materno y, aparte, también en los enterramientos guaraníes, el cuerpo vuelve a la tierra en posición fetal, como si fuera que retorna al seno materno”.

Otra pieza guaraní muestra un plato de cerámica esmaltada de Laterza Parodi: Mujer guaraní en la hoguera (1961), como idealizándola en las distintas tareas. Una idealización de la visión de mitad del siglo XX que sienta las bases de nuestra sociedad paraguaya.

Así de la mitología guaraní pasamos a la gloriosa mujer paraguaya ensalsada por el papa Francisco: un busto de la Kygua Vera, belleza femenina engalanada con su peineta, en cerámica de Serafín Marsal. La madre paraguaya continuó con esa herencia de grandeza en la agitada historia y es la reconstructora de la nación.

Completa la metáfora un óleo de Pablo Alborno, de 1930, muestra a una madre paraguaya de todos los tiempos amamantando a su hijo pequeño; tarea que la hace con gusto y satisfacción. Toda la alegría de la mujer se refleja en la obra de arte, en la que se ve al marido haciendo la siesta a la sombra de un árbol.

Clave Madre Sagrada

La Madre Sagrada. 4500 años de encanto femenino es la exposición temática que reúne una selección especial de obras dedicadas a la madre, y presenta las múltiples y contradictorias representaciones de la mujer a través del tiempo. Todas las piezas pertenecen a la colección privada de Nicolás Latourrette Bo, que muestra distintos aspectos de la madre pasando por un rango cronológico de 4500 años.

La muestra fue habilitada esta semana en el auditorio Franca Bo, del Museo de Arte Sacro, y seguirá hasta el domingo 29 de mayo de 2016 (Manuel Domínguez y Paraguarí). El público la puede visitar de martes a domingos, de 9:00 a 18:00.

Al ingresar a la exposición temporaria podrá acceder a la colección permanente del Centro Cultural.

 

 

 

Madonna, Raúl De Laforet

Año 1956

 

 

 

Ariel en los brazos de su madre Josefina Plá, Wolf Bandurek

Año 1940

 

 

 

Mujer guarani en la hoguera, José Laterza Parodi

Año: 1961

(Cerámica Esmaltada)

 

 

 

Bajo el árbol, Pablo Alborno

Año: 1930

 

 

 

Maternidad Geométrica, Luis Toranzos

Año: 1957

 

 

 

Kygua Vera, Serafín Marsal

Año: 1930

 

 

Fuente:  ABC Revista

www.abc.com.py

Domingo, 22 de Mayo de 2016

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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