El lugar donde Emiliano R. Fernández estaba más entero -en cuerpo y alma, con felicidad- era en el Chaco. «Trabajaba con contratistas de Puerto Casado. Estaba hecho para todo trabajo. Nada le era ajeno. Podía ser hachero, alambrados, carrero, agrimensor, estanciero (el que se emplea como peón, no dueño de la propiedad) e, incluso, desempeñar tareas en la administración porque era entendido y escribía. Prefería, sin embargo, el monte. Allí él se hallaba porque conocía todos sus secretos», contaba Eugenio Hermosa Selliti (tristemente asesinado en Caapucú, su valle), que fue administrador de las estancias de Carlos Casado y era el mayor y más documentado conocedor de las huellas del poeta en el Alto Paraguay.
Hay una canción que retrata la dicha de Emiliano en el Chaco. Es Ko'ape che avy'ave. «Según las averiguaciones que hice, esa obra no corresponde a la de la etapa de finales de la década de 1920 cuando dio nacimiento a muchos de sus versos sobre temas chaqueños. La ubico en 1940. Un registro que tengo lo encuentra como obrajero entre el 28 de mayo de 1940 y el 24 de agosto de ese mismo año a las órdenes de Domingo Rojas, administrador de Casado por entonces. En esa fecha lo traslada por farrista a las órdenes de Segundo Fernández, en el Obraje San Pedro. Todo esto en las cercanías de la estancia-obraje Guaho y el obraje Florida», relataba el que por su alto cargo en la empresa taninera tuvo acceso a sus archivos.
«Ko'ápe che avy'ave escribió en Florida. Era el lugar de concentración de los trabajadores cercanos. Salían de los quebrachales a farrear, gastaban lo que tenían, tomaban caña, jugaban baraja, bailaban y se divertían a sus anchas. Entre ellos estaba Emiliano tocando la guitarra, cantando y, por supuesto, mojando su garganta con la guaripola que corría de mano en mano», mencionaba Selliti Hermosa.
En la obra, como pocas veces, Emiliano declara sentirse pleno. «Hekoguapy che rete», dice por eso en uno de sus versos. La música, el canto de los pájaros del entorno, el suave viento, el trabajo sin fatiga, la fiesta de los Guaykurú, el sábado de la libertad y la reunión de la gente del monte y la pradera, confluyendo en Florida, son los elementos de su sosiego espiritual.
No olvida, sin embargo, sus antiguas heridas. Pero es consciente de que las va dejando atrás. «Veneno rykue hypáma», confiesa como al vuelo.
Es muy posible que para esta época la ruptura definitiva con María Belén Lugo se haya producido ya y que él, buscando paz para su alma atormentada por ese amor lleno de dolores, se haya refugiado en el obraje. Ello podrían explicarse en los dos versos finales: Ko'êre aveve guayráicha/ che tyre’yrô jepe.