AMADO SARAVIA MORÍNIGO, o AMADO DEL PARAGUAY
Autor de “MAITEÍPA LO MITA" y "TRES ZORZALES CANTARON EN EL PARAGUAY" entre otros, niño aún aprendió de un hermano mayor algunas notas en la guitarra, y ese sería su comienzo que luego lo llevaría a andar caminos cruzando de continente en continente, llevando en la escala de su guitarra la música del Paraguay.
AMADO SARAVIA MORÍNIGO, o AMADO DEL PARAGUAY, eximio ejecutante de requinto, poeta y compositor, es del barrio musical y bohemio de Pinozá - Asunción. Este juglar de nuestro canto y de nuestra música, nació allí el 08 de abril de 1938; fueron sus padres ADOLFO SARAVIA y CELIA MORÍNIGO, quien falleciera cuando Amado tenía poco más de 2 años. Era el menor de 4 hermanos y su padre don Adolfo contrajo nuevas nupcias con la hermana de su extinta esposa y tuvo con esta siete hijos más, completando una familia de 11 hijos.
Amado cursó la primaria en la Escuela “Gral. Santos” que funcionaba en el mismo barrio Pinozá, también a la que concurrieron artistas como Rubito Medina, Arsenio jara y Roberto Medina (Buky).
En 1955, Amado del Paraguay ingresa como auxiliar en el Tribunal Militar, para cumplir con el servicio militar, donde estuvo por espacio de un año. Cuando corría el año 1956 fue trasladado a la norteña prisión militar de Peña Hermosa, para cumplir con el resto del servicio, al parecer castigado, aunque el motivo él nunca lo confirmó.
Serían aquellos días muy difíciles en la vida de AMADO DEL PARAGUAY que por entonces ya sentía el llamado del arte. Y gracias a las precarias clases de guitarra que le había dado su hermano mayor comenzó a hallar en ese arte algún incentivo espiritual. Y fue así que, en la prisión Militar de Peña Hermosa, entre aquellos seres postergados, comenzó a cantar y ejecutar la guitarra cada vez con más pasión hasta que llego el ansiado día de retorno a la capital del país.
Algún tiempo con amigos, aficionados como él, pasó Amado en Asunción cantando y ejecutando la guitarra, conociendo sus secretos. Y casi de inmediato comienza la larga historia de Amado del Paraguay.
Luego de ese tiempo en Asunción, AMADO DEL PARAGUAY se relaciona con MARIO AGUSTÍN LLANES, que por entonces se encontraba conformando un conjunto con el nombre de "LOS MENSAJEROS DEL PARAGUAY”; con MARIZA como estrella, su esposa por entonces y que completara con el arpista LORENZO GONZÁLEZ y con AMADO DEL PARAGUAY que a la sazón ya hacía sonar el requinto con notas de jerarquía, instrumento que pasaría a ser, por siempre, su instrumento compañero. San Pablo, Río de Janeiro y luego todo el Brasil por más de 1 año conoció de nuestra música a través de este grupo. Le gustó tanto el Brasil que se quedo allí a pesar de que sus compañeros regresaron a Asunción.
Allí Amado cantó un tiempo con JULIO CESAR DEL PARAGUAY; conformó también el conjunto “LOS GUAYAKÍES", con ALBERTO AGUIRRE y RUFINO CANDIA, ambos ya fallecidos, pero muy recordados, con la primera voz de MARIO DUBREZ.
Luego vendría para AMADO SARAVIA, una experiencia enriquecedora con “LOS ZORZALES GUARANÍES” dirigido por ese caballero del arte musical de la patria que fue IRENEO OJEDA AQUINO, con quien actuara por un tiempo en larguísima gira.
Ya en el año 1961, AMADO SARAVIA o AMADO DEL PARAGUAY, es requerido por OSVALDO GAONA que por ese entonces estaba en México y necesitaba incorporar un requinto para dar mayor cuerpo a su grupo y hasta allí marchó Amado y por un par de años actuaría en tan exigente plaza con el padrinazgo artístico de "LOS PANCHOS" con quienes grabaron un disco con música paraguaya, que hasta hoy se sigue reeditando debido al éxito obtenido.
“LOS COMUNEROS DEL PARAGUAY" se llamaba el grupo de OSVALDO GAONA que luego del éxito obtenido en México viajo a Europa. Madrid y Palma de Mallorca eran la base del grupo en los primeros tiempos, para luego dar un salto a los países escandinavos. Dinamarca, Suecia, Finlandia e Indonesia, conocieron de nuestra música y de los aires Latinoamericanos con este grupo.
De los países escandinavos, Amado pasa por Francia. Hasta allí era AMADO SARAVIA y fue cuando se hizo solista que pasó a llamarse AMADO DEL PARAGUAY, nombre que nació en París, que por entonces albergaba a nada más y nada menos que 44 músicos paraguayos.
Luego con LEONARDO LÓPEZ AQUINO y la esposa de éste, una española, formó el trío “LOS AMADORES”. Fue este un tiempo por demás fructífero en la vida de Amado pues enriqueció su repertorio y llegó a pulsar el gusto del público europeo y de Medio Oriente, radicándose en Bélgica, teniendo a ese país como base de operaciones. Giras a los países socialistas de ese momento, eran frecuentes en temporadas que duraban 3 meses y cuenta que los mejores contratos, económicamente hablando, eran de Jordania, Egipto, Líbano, Irak, Pakistán, Túnez en la cadena de Hoteles Internacional. 14 meses duró aquella relación con los esposos López. Luego con PEDRO ORTEGA, el hombre de las fiestas exclusivas actuó 6 meses; posteriormente tuvo un encuentro casual con su conjunto original “LOS MENSAJEROS DEL PARAGUAY" de MARIO AGUSTÍN LLANES y con ellos fue por primera vez al Lejano Oriente, Corea, Japón, Malasia, Taiwán, Singapur, fueron algunos de los países del Lejano Oriente que conocieron de sus bondades de requintista.
Posteriormente, con ADRIÁN BARRETO y DIONICIO VILLAMAYOR, ex integrantes del trío LOS PARAGUAYOS de LUÍS ALBERTO DEL PARANÁ, forman el trío LOS MILLONARIOS para aprovechar la última época buena del Líbano, hasta que aquello se convirtió en un volcán.
Luego de tantas andanzas por el mundo en una de sus temporadas por Manila -Filipinas, Amado conoce a PILITA CORRALES, hija de madre española y padre filipino, una estrella filipina, por entonces, con quien empezó a actuar como figura de sostén artístico para los aires latinoamericanos e hicieron pareja por más de 15 años, tiempo en que Amado brilló no solo en Asia, sino que logró contactos que le posibilitaron temporadas importantes en las Vegas- E.E.UU. y otros lugares de alto nivel en Japón y Australia, como cantante solista.
El matrimonio con Pilita no le dio hijos y Amado los anhelaba y en uno de sus viajes a Asunción conoce a MINERVA CUBAS, a quien uniría su destino para volver definitivamente a su país y con quien tiene hoy día 2 hijos: Amado y Minerva María, que constituyen para él factores de nueva vida.
AMADO DEL PARAGUAY fallece en Asunción, en diciembre de 2008, con 69 años, luego de pasar sus últimos años en su querido país.
Fuente: 25 POETAS MÚSICOS COMPOSITORES Y CANTORES POPULARES DEL PARAGUAY. Compilador: RAMÓN GIMÉNEZ BENITEZ. Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica (CEADUC). Biblioteca de Estudios Paraguayos. Volumen 73. Asunción-Paraguay 2009 (144 páginas).
PARAGUAY, AMADO DE
Cantante y Compositor. Nació en Asunción el 8 de Marzo de 1938. Su verdadero nombre es AMADO SARAVIA MORÍNIGO.
Desde joven se inició en el canto y la guitarra integrando el Conjunto de Marizza y Los Mensajeros del Paraguay con el que actuó en ciudades del Brasil durante tres años. Allí formó parte del conjunto LOS GUAYAQUÍES y más tarde de los ZORZALES GUARANÍES.
En 1961 se incorporó como requintista al conjunto LOS COMUNEROS DEL PARAGUAY, estableciéndose primero, en México y luego en Europa. Años más tarde, en París formó el TRÍO LOS AMADORES actuando a lo largo de Europa, Africa y Medio Oriente, pasando luego a formar parte del conjunto de Pedro Ortega y el TRÍO LOS MILLONARIOS. En los últimos años se radicó en Filipinas, regresando finalmente al Paraguay.
Entre sus composiciones más notorias se encuentran: MAITEÍPA, PARQUE CABALLERO, TRES ZORZALES, TRES RUISEÑORES, NDE SAPATÚRE, RELACIÓN-RELACIÓN, MARAVILLA-MARAVILLA, MANDYJU y otras.
Fuente: DICCIONARIO DE LA MÚSICA EN EL PARAGUAY por LUIS SZARAN. Edición de la Jesuitenmission Nürnberg, Alemania 2007. 507 páginas. Edición digital: www.luisszaran.org.
AMADO DEL PARAGUAY - MONÓLOGO PRECURSOR OLVIDADO - “París, Londres, Roma ningo omimbipa…”
Cuando los amigos se van, por esa ingratitud que todos tenemos hacia ellos en vida, peor si son artistas populares nacionales, se nos ocurre una avalancha de anécdotas y hechos que enriquecen tardíamente las personalidades de los mismos. Y eso nos duele; entonces decidimos pergeñar una suerte de monólogo delante de una grabadora, para no arrepentirnos después, porque lo que se dijo, ya se dijo. Se trata de rescatar algunas aristas del carisma de la personalidad del cantante y compositor Amado Sanabria Morínigo, más conocido por su famoso nombre de batalla Amado del Paraguay, recientemente fallecido.
Nos une un montón de circunstancias aleatorias, que van desde aquel encuentro inesperado en una pizzería céntrica de Sydney, Australia, llamada Carlito’s, regenteada por el compatriota Carlos López; ahí no solamente tuvimos oportunidad de escucharlo cantar y desplegar, sin ninguna clase de soportes técnicos, su capacidad innata de showman para una audiencia que ni idea tenía dónde quedaba nuestro país. Solamente eran unos robustos señores preocupados por cervezas críquet y mujeres en la playa.
Tampoco tuvo ínfulas de estrella, porque no tuvo remilgos en arremangarse para amasar la deliciosa pizza, contrastando con nuestra consabida torpeza, en días de chistes, espumantes bebidas y la cortante nostalgia infaltable.
Después de aquella experiencia, no supimos más de él -siempre la marca de la ingratitud-, hasta que nos llegó una sorpresiva invitación con todos los gastos pagos para pasar un par de semanas en su fastuosa -había sido, pero nunca le importó– residencia en Filipinas, donde era considerado como un emblema de la canción junto a su no menos célebre consorte Pilita.
Ni cortos, ni perezosos, como no estábamos tan lejos, fuimos allá en un ambiente pleno de exotismo, pero en un momento político bastante candente, para el triste régimen del presidente Ferdinand Marcos, que ya no soportaba la caldera de la presión social. En honor a la brevedad, Amado no solamente demostró ser un divertido anfitrión, sino que descubrimos que era en aquel momento la gran estrella.
En las calles, en los hipermercados se pasaba firmando autógrafos y recibiendo besos de admiradoras de todas las condiciones sociales.
Aquella corta pero inolvidable residencia filipina merecería un largo capítulo de algún futuro libro, para que nuestro público conozca en su exacta dimensión los increíbles picos de popularidad que alcanzó gente como él, que nunca hizo aspavientos de sus logros, como algunos otros, que en la actualidad mandan publicar en letras catástrofes y dudosos titulares sus actuaciones hasta en alguna escuelita de tal o cual sitio del exterior.
Amado del Paraguay fue lo que se llamaría un auténtico rey, con toda su corte. En Filipinas y sobre ese periodo de su trayectoria, sólo hay leyendas y testimonios de amigos que, no sabemos por qué, callamos hasta después de su partida sin retorno.
Una pequeña, incompleta y espontánea semblanza para mencionar un hecho que tiene que ver con la sencillez que escondía todo el poder y la dinamita de showman que tenía.
De vuelta al Paraguay, Amado nos visitó una noche soberbia en la cual por vez primera un artista paraguayo presentaba un unipersonal, estamos hablando del comienzo de los 90, en el entonces Rancho de Carlitos Vera -en la zona de la Terminal de Ómnibus de Asunción, a quien tuve el honor, pero más que nada el atrevimiento, de escribir su espectáculo “Carlitos in concert”, el desafío y la novedad de aquellos años-. No niego, que estaba influenciado fuertemente por el éxito logrado de “Salsa criolla”, del capo cómico argentino Enrique Pinti, cuyo fenómeno de casualidad cubrimos en Buenos Aires.
El impacto o fenómeno Pinti nos llevó hasta la casa de Carlitos, y durante un asado y prácticamente tres noches sin dormir, se moduló aquello que fue, quiérase o no, un suceso, porque llenó durante cuatro fines de semana el sitio, incluso, detalle insólito para un artista paraguayo, rebotó mucha gente por falta de espacio.
Ahí estaba el inefable Amado, en una mesa de amigos, y nos lanzó el desafío de prepararle algo similar, basado en sus experiencias. Ni cortos ni perezosos aceptamos y bastaron, en días posteriores, un par de largas entrevistas, para preparar el monólogo, que salió tan sabroso, tanto o más como las citadas pizzas australianas, pero con más condimentos.
De común acuerdo le pusimos el nombre de “París, Londres, Roma ningo omimbipa…”, como dice la canción de los nostálgicos exiliados económicos o políticos. Y el protagonista era él, con su guitarra y sus memorias, que en la mayoría de los casos estaban teñidas de techaga’u.
Así entendimos, en parte al menos, por qué dejó tan abruptamente aquel paraíso filipino de donde volvió, según el mismo, con lo que tenía puesto, porque nunca le importó lo metálico; de lo contrario, nos confesaba, se hubiera quedado a vivir en jaula dorada entre las palmeras de Manila, y los últimos estertores de Marcos. No quería, morir lejos, como muchos. Será por eso que dejó todo el universo de los ricos de un imprevisible Tercer Mundo, para depender de su guitarra -se reía a carcajadas–.
El monólogo del cual hablamos, en rápido pero disciplinado ensayo en la sala casi sin muebles, y ya el estreno en un centro nocturno donde sorprendió a comensales y bebedores de media noche, se realizó en un concurrido centro nocturno, hoy recuerdo.
Un estilo hasta entonces inédito en nuestro medio, un micrófono y su alma, como fogonazos su propia vida, los hitos de su carrera como integrante de conjuntos históricos como Los Mensajeros del Paraguay, Los Guayakíes, Los Zorzales Guaraníes, más tarde tocando el requinto en México y Europa con Los Comuneros del Paraguay, en África y en Oriente con Los Amadores, con Pedro Ortega y el Trío Los Millonarios, y su encuentro con la megaestrella de toda Malasia, Pilita, el reencuentro con su querida Asunción, donde renació de sus cenizas, comentaba, con una cálida nueva familia.
Todo eso modulaba en aquel monólogo de dos horas entre canciones, anécdotas, citas de personajes famosos locales e internaciones. Imitaciones de sus ídolos, y de aquello surgieron las nuevas facetas de su carrera como las hoy populares relaciones dichas por él mismo y los experimentos, tal vez todavía a destiempo de una fusión anticonvencional de lo paraguayo con otras varias corrientes, pero respetando a rajatabla las raíces, las mismas que lo atajaron hasta el final a su tierra y su ciudad natal.
Quisimos nombrarle con esta experiencia primera en su género aquí y entonces, que como siempre ocurre pasada la euforia, sin mucho apoyo, inaccesibles esponsor, que nunca ve más allá de sus intereses, se perdió en forma de manuscrito con varias correcciones y un libreto mal tipeado, y en una vetusta máquina de escribir, que hasta a nosotros se nos escabulló y no sería extraño que lo haya llevado algún seco viento norte inmisericorde o nuestro clásico raudal. Total qué nos importa, si son simples memorias de un artista popular compatriota.
Un creador y un triunfador que nunca trepó por las escaleras de lo mediático, como hoy lo hacen unos cuantos que todavía deben rendir examen ante la historia.
Pero no importa, Amado del Paraguay se nos fue en su propia ley, enorme en su talento y simpatía, pero en silencio como una sombra como muchos grandes del arte paraguayo, que recordamos cuando ya no hay nada que hacer, o cuando hay que buscar alguna bandera de nuestra identidad, por obligación.
Fuente. JUAN PASTORIZA - jpastoriza.2008@gmail.com, ABC CULTURAL DEL DOMINGO 21 DE DICIEMBRE DE 2008.