ANDAMIO PARA DISTRAÍDOS
Poemario de JACOBO A. RAUSKIN
Arandura Editorial,
Asunción-Paraguay, 2001
JACOBO A. RAUSKIN nació en Villarrica, en 1941. La suya es una poesía substanciosa, caracterizada por un lirismo reflexivo, por el humor, por la presentación de las grietas de la realidad. Al respecto, escribe JUAN JOSÉ FOLGUERÀ: La poesía de Rauskin no es un reflejo sino más bien un reflector: el poeta, como quien no quiere la cosa, nos hace mirar, iluminándolo breve y agudamente, lo que miró en lo visto por él.
ÍNDICE
· Señora de compras // Nuestro tiempo // Esa gallina// Lo suyo// Paisaje// Boceto// El aprendiz// Donde los días pasan como nubes // Pensamientos del mimo// La casa, la luna y del árbol // Fin de un verano// El refugio// Noche nuestra refugio// En el idioma de la lluvia// Cuento de toda una vida// Noche pintada por Edward Hopper// Obstinada// Una relación duradera// 1949// Blues// La calle interminable// Culebrón// El candidato// Boca de urna// Las elecciones y el resultado// Negativo de una fotografía// Ratoncito notable// La historia, maestra de nadie// La historia continúa// Obra poética de J. A. Rauskin
SEÑORA DE COMPRAS
Quiere Doña Foránea
comprar hoy una hamaca.
Qué lástima, qué pena,
hamacas hoy no vende Don Folclor.
Comprar quiere hoy Doña Foránea,
sin servilletas, un mantel.
Mala idea no es,
pero manteles hoy no vende Don Folclor.
Doña Foránea quiere
carretas, bueyes, flamboyanes,
ranchitos unipersonales
y trenzas le rodetes
al sol, al sol en la jubilosa mañana
y en mil cacharros de cerámica.
Para decirlo de otro modo,
Doña Foránea quiere el día de ayer.
¿Y por qué no se lleva
una buena docena de postales,
tarjetas donde todavía vive
el Paraguay de antes?
Viejas postales rejuvenecidas,
postales antañonas retocadas,
arcaizantes postales desteñidas.
Las venden, las liquidan en la calle,
a medio dólar cada una
a un maravedí la docena.
(En las circunstancias actuales,
no es el maravedí
moneda más imaginaria
que el peso, que el real o el guaraní).
NUESTRO TIEMPO
a Juan José Folguerà
Casas grises, azules, aledañas
al cielo vecinal de una mirada.
Por la siesta, cuando volvía
lentamente el carrito del aguatero,
cuando el carro del carbonero
era más negro,
cuando el sol buscaba un árbol en la calle
para dorar en él una fruta,
entonces, por ahí,
pasaba el joven ayudante de un sastre.
¿Vive todavía? ¿Trabaja?
¿No es hoy un veterano de la aguja?
¿Y qué fue de la tuerta
y dónde está la jorobada?
El áspero rabel,
en busca de audiencia en la plaza,
pregunta por gente de ayer.
Sin embargo, no es el ayer nuestro tiempo.
El presente irreal de algunos versos
bien puede ser el nuestro.
Cualquier calle, si no es muy mezquina,
nos deja donde ayer es hoy en un recuerdo.
Y siempre hay una casa en medio de un baldío.
Y siempre hay un silencio entre dos goles.
Y siempre hay una historia pasional,
un confuso episodio
ya sólo para historiadores.
ESA GALLINA
Anda por ahí, suelta, libre,
linda a pesar de tantos huevos.
PENSAMIENTOS DEL MIMO
El mimo acerca la nariz a una flor que nadie ve, la huele y piensa en una mujer que nadie ve. Cierra los ojos y piensa nuevamente en la flor. Pétalo a pétalo, la deshoja mientras piensa en la mujer y se entristece. El mimo, con la cara pintada de blanco, llora. Si no fuera porque las lágrimas son pequeñas y muy difíciles de ver a cierta distancia, se diría que llora de verdad.
LA CASA, LA LUNA Y EL ÁRBOL
Y sucede que el árbol participa.
Hay que tocarlo, trae buena suerte.
Bajo la luna, queda el naranjo en la brisa,
la puerta se abre como una boca
y se abren también dos ventanas
que, natural o sobrenaturalmente,
son un par de ojos oscuros, grandes, hermosos.
Desde luego, con esos ojos te mira
una persona hecha de ladrillos y luciérnagas.
CUENTO DE TODA UNA VIDA
El cero ferroviario es un hito de piedra donde se alza la estación. A poca distancia, los pájaros alegran un parque. Feente al parque, algunos vagones conocen el envejecimiento del metal, de la madera, de la pintura y, a ratos, desenganchados y sin destino, conocen la tristeza en los ojos del viajero que ya no viaja. Una mañana, cerca de los rieles, pero más cerca del sueño, un caminante encuentra a una niña dormida en la hierba. La despierta con delicadeza, cree haber encontrado a la hija que no tiene. Ambos, caminante y niña, conversan. Como la trascripción del diálogo puede dar lugar a más de un traspié, es mejor no correr ese riesgo. Es suficiente saber que ella le cuenta su vida. Él, a su vez, le ofrece albergue. Lo que sigue cabe en pocas palabras. La mujer del caminante es infecunda y desconfiada, pero es también piadosa y el temor a la ira del cielo guía sus actos. La mujer abre las puertas de la casa y la niña entra, se queda, vive con la pareja, crece bien, crece hasta dejar de ser huérfana.
LA HISTORIA CONTINÚA
a Leónidas Lamborghini
Abandonado por albañiles,
por albaceas y por notarios,
abandonado en plena construcción,
gigante de cemento y fiasco.
El tiempo, que tampoco tiene herederos,
lo entregó a los murciélagos.
Y una noche de luna linda,
de luna india sin toldería,
lo encontraron, lo descubrieron,
lo hicieron suyo los ilegales del camino.
La historia continúa
con conexiones clandestinas de luz, de agua.
La historia continúa con música en el viento,
con una delgadísima urutina
y un brasiguayo efímero, fugaz.
La historia continúa
con un oscuro bolimeño célibe
y un argemparia migratorio.
Y, mientras continúa la historia,
la vida rima.
Examinemos un ejemplo.
El cuero roto de una valija podrida
(roto en forma de v)
rima con una lata de paté.
Hay otras rimas igualmente pobres,
pero algo dicen a su manera.
Hay polvo y leche en polvo apenas.
Hay una carta de nadie en un sobre.
Hay estrellas diluidas en el ácido del ciclo.
Hay mendrugos de luna y hambre de perro.
Hay ventanas con frío.
Hay un andamio para distraídos.
1949
Sol, piedra de empedrado, tranvía.
Una puerta, un cajón de manzanas.
Una mano, una ristra de ajos.
Un gran queso redondo, una balanza.
Y unas cuantas palabras
dejando caer polvo de tiza al suelo
desde un tablón pintado de negro.
Esa calle es un almacén con errores de ortografía
y es el tranvía
y soy yo, pero sería mejor decir mi infancia
porque yo no recuerdo muy bien la calle,
no recuerdo tampoco el año de esta imagen,
digo nomás 1949.
Nada perdura, realmente,
salvo la eternidad de algún instante.
EL CANDIDATO
Una papada generosa, una frente inteligente.
Una nariz albondigada, una mirada ganadora.
Doña Resignación y Doña Chupatuétano
Y Doña Robatiempo y Don Olvido
(compadre de Doña Tapera), dibujan
el perfil del candidato del partido.
BOCA DE URNA
Pobre aspirante,
ya susurrante,
sin fuerza, lejos,
atrás y lejos.
Gana una lista
más triunfalista.
Devoradora,
triunfa en su hora.
LAS ELECCIONES Y EL RESULTADO
Ay, quiera Dios que una golondrina
haga verano y ya, ya mismo,
porque, este viento fresco y lindo
vuelve más tristes a las hojas caídas.
Tal, el ruego del poeta.
La situación está muy mal,
está cada vez peor, dice la gente.
Y la calle está dura,
la gente hace lo que puede.
Hace cacharros, vende mapas y planos
o zurce ponchos o remienda sandalias
o pinta santos o se vuelve pirata de casetes.
Finalmente, las elecciones.
Entonces aparecen los compracédulas
para que no puedan votar los vendecédulas.
Entonces aparecen los observadores
electorales de la oéa.
Oéa, qué bien suena.
Entonces aparece en escena
un líder de opinión, un tipo conocido,
un fulanillo de los que suelen asomar
en los periódicos, en la tevé.
Y desciende de un automóvil.
Y se dirige al cuarto oscuro.
Vota ¿No se equivoca?
Él no, pero la gente se confunde,
se aturde, se hunde, se prostifunde.
Tras el feriado electoral,
un mes o dos o tres de tregua
y, después, todo sigue igual.
NEGATIVO DE UNA FOTOGRAFÍA
Flores lindas, una glorieta linda, césped,
gente de la que sólo vemos la sombra
y sombra surtidora de muy diversa gente.
Es así nomás, sobran enamorados
y no faltan niños,
pero no hay que llamarse a engaño:
esos bancos de piedra en la plaza son también lápidas.
LA HISTORIA, MAESTRA DE NADIE
El fuego dormía fuera de las casas
y la gente dormía fuera de su propio sueño.
Al pie del sueño, pólvora.
Sofocada la rebelión, destierro.
Unos años después, amnistía.
Qué palabra divina, qué costumbre admirable.
¿Se perdió la costumbre de perdonar?
También el arte de gobernar.
Al parecer, ya no hay confianza.
Vamos, como se dice, tirando.
Tirando, nada más, del carro.
Humanos émulos de mulas.
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