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MIGUEL ANGEL GONZÁLEZ VIERCI (+)
  EL ESTALLIDO DE UN IDEAL (REVOLUCIÓN DEL 7/8 DE MARZO DE 1947) - Por MIGUEL A. GONZÁLEZ VIERCI


EL ESTALLIDO DE UN IDEAL (REVOLUCIÓN DEL 7/8 DE MARZO DE 1947) - Por MIGUEL A. GONZÁLEZ VIERCI

EL ESTALLIDO DE UN IDEAL

CONCEPCIÓN

REVOLUCIÓN DEL 7/8 DE MARZO DE 1947

por SUB.TTE.INF. MIGUEL A. GONZÁLEZ VIERCI,

REG.INF.I “2 DE MAYO”


NARRACIÓN AUTOBIOGRÁFICA

SEGUNDA EDICIÓN

Arandurã Editorial, Asunción-Paraguay,

mayo 2008 (1ª Edición, febrero 2007)

 

 **/**

La presente es la narración autobiográfica del subteniente de Infantería Miguel A. González Vierci, combatiente revolucionario del 47, que nos confronta a partir de sus recuerdos con los sucesos acaecidos en la lejana Concepción. El autor no tiene la intención de reabrir heridas de nuestra historia reciente, sumida lamentablemente en desencuentros, intolerancias y polémica, sino sacar aleccionadoras conclusiones en el intento de retornar como nación a valores de honradez, respeto e igualdad.


Se incluyen también los relatos de camaradas de las otras armas, que en conjunto nos dan un panorama amplio y de primera mano de los hechos históricos relatados.


No dejan de haber, además, anécdotas emotivas o jocosas de profundo sentido humano, protagonizadas por estos jóvenes idealistas que movidos por objetivos nobles lo dieron todo en el intento de construir un futuro mejor para nuestro país.


DETERMINANTES PARA ESCRIBIR LA SEGUNDA EDICION DE LA OBRA


En un encuentro circunstancial con el Dr. Helio Vera, en el lanzamiento de un libro de cuentos del Dr. Encina Marín, le comenté el hecho de que la primera edición de mi obra "EL ESTALLIDO DE UN IDEAL" se había agotado y que pensaba reimprimirla. Me aconseja, en tal circunstancia, que la hiciera "corregida y aumentada", por cuanto presumía de que muchos hechos y sus actores habrían quedado al margen de la primera edición (como expreso en el capítulo "HOMENAJE''), y que esta era la oportunidad de darles cabida enriqueciendo la información y el contenido de la nueva edición, lo que posiblemente promovería renovada atracción al nuevo lanzamiento. No pudiendo desconocer su versación sobre el tema "libros" acepté la idea, y en consecuencia me doy a dicha tarea. Agregaré vivencias personales ampliatorias referidas principalmente al contexto de la revolución, y a la vez insertando experiencias muy esclarecedoras, vividas por otros camaradas. También se insertarán varias nuevas fotos testimoniales y significativas, ejemplo la del soldado Pascual Riveros, casi 60 años después, en mi compañía y en mi domicilio.
En "MISCELÁNEAS" aparecerán referencias a personas que de una u otra forma estuvieron vinculadas al Movimiento Revolucionario de Concepción, a diferentes niveles, y también agregaré comentarios sobre los momentos claves y significativos en el devenir sociopolítico de nuestro país, preferentemente referidos a los actuales y que tienen relación al fin que se pretende, cual es el de que todo esto se constituya en un mensaje aleccionador para las presentes y futuras generaciones.
Finalmente mi irrevocable decisión de no "embarcarme" en una nueva, dificultosa y riesgosa tarea de "reescribir" un segundo libro sobre el mismo tema, "buceando" en un pasado lejano pero siempre presente, queda desde este momento rota, esperando que usted amable lector, destinatario final de ella, la juzgue como se merece, pretendiendo que este sea un nuevo y diferente aporte a la bibliografía histórica nacional. Si he logrado este objetivo, este renovado y necesario esfuerzo habrá valido la pena.
Gracias.
 


PALABRAS DE GRATITUD

Por la premura de ponerle punto final a la obra, en su la. Edición, por los muchos y largos años transcurridos desde el 7/8 de Marzo del 47 y por la vastedad de la geografía en la que se desarrollaron muchas heroicas acciones personales o colectivas, de militares y civiles en su adhesión a los postulados de la Revolución Libertadora, hicieron que los nombres de ellos y los sitios donde ocurrieron fueran omitidos involuntariamente del contexto general de los relatos; por este motivo, en los nombres y accione., de lo que sí aparecen, rindo un homenaje de admiración y respeto a aquellos innominados pero no olvidados combatientes por la Libertad y la Justicia.


Con esta reflexión de "mea culpa" comenzaba la presentación del libro en su primera edición (Asunción, 1°/03/07 - Concepción 20/05/07 y Buenos Aires, Casa Paraguaya, el 26/10/07), hoy con la posibilidad de dejarla registrada, lo hago, convencido de transmitir recordación para los que directa o indirectamente (parientes) estuvieron involucrados en la lucha por institucionalizar la república, un merecido homenaje.


As. 18/12/07

 
 
HOMENAJES


Puesto en la difícil coyuntura de asignar méritos y consecuentemente destinar agradecimientos, opté por hacerlos merecedores de ellos a la ciudad de Concepción, al Capitán de Infantería Don Juan Bartolomé Araujo y al M.I.M., en razón a que cada uno fueron determinantes, en diferentes ámbitos, de un sentimiento muy especial de añoranza, admiración y respeto respectivamente.


CONCEPCIÓN


Ciudad hermosa, apacible y heroica, fue a través de nuestra historia no sólo la capital de un laborioso, progresista y sacrificado departamento, sino que principalmente en los momentos álgidos de los sucesos de la Guerra del Chaco (1932/35) se constituyó en el baluarte de apoyo y sostén logístico que permitió a nuestras fuerzas combatientes, con su esfuerzo heroico, arribar al triunfo final.
Otra lucha armada, la Revolución del 47, le permitió nuevamente demostrar a la nación y al mundo su estirpe de ciudad luchadora, y más que nada amante de la justicia y de las libertades ciudadanas. A través del relato de los acontecimientos anteriores, durante y posteriores al 7/8 de marzo, se podrá comprender lo cierto de esos atributos.
En la paz acogió con beneplácito aprecio, el ser asiento de unidades del ejército, a cuyos integrantes brindó sin retaceos los atributos morales y afectivos de sus gentes. En la hora de la lucha, supo asumir con dignidad y valor su postura principista, a sabiendas de los riesgos que ello entrañaba. Sufrió con estoicismo más de 40 años de marginación injusta, pero resurgiendo de "sus cenizas libertarias" retomó el camino del trabajo, y ello con dignidad y sin falso orgullo, va gestando día a día una grandeza que nunca perdió.
CAP. DE INF. DON JUAN BARTOLOME ARAUJO
Egresado como Tte. de Infantería de la Escuela Militar en el año 1938, se incorpora a la joven oficialidad de la pos-guerra cumpliendo diversas funciones en diferentes unidades, siempre con acabada solvencia profesional y personal. Oficial digno, en la lucha por la libertad y la justicia, supo mostrar su temple de conductor sereno, decidido y valiente, siendo un ejemplo para los que, a sus órdenes, servimos en aquella encrucijada de lucha por un país mejor, más justo y solidario. En los diferentes estamentos en que le cupo actuar, consolidó una corta pero brillante carrera que fue una muestra de su recio carácter castrense, que ya en la vida civil complementó con atributos diferentes, pero siempre acordes con su ser, permitiéndole seguir brindando un ejemplo de lucha, amor a su carrera militar y dedicación plena a continuar en pos de mejores días para el país.
A la temprana edad de tan sólo 34 años, asumió sin titubeos la enorme responsabilidad de constituirse en el jefe de la revolución y sobrellevar con entereza tan grande responsabilidad.
Lo conocí no sólo en la lucha (serví a sus órdenes), sino que en el largo período pos-revolución mantuvimos una franca, cordial y respetuosa amistad, con la que me siento honrado. Sus pensamientos e ideales y su estilo de vida calaron hondo en mi espíritu, y hoy, ya a varios años de su desaparición física, continúa siendo un digno ejemplo a seguir. En su momento dije PRESENTE MI CAPITAN, y hoy le digo GRACIAS MI CAPITAN. Le sobreviven su viuda, doña Estela Acha, y sus hijos Marta, Graciela, Carmen, Estella Maris, Rosario, Juan Carlos, Teresa Luján y Silvia Raquel, quienes se encargan de prolongar en el tiempo las acrisoladas virtudes del capitán Juan Bartolomé Araujo.


 
MOVIMIENTO INSTITUCIONALISTA MILITAR


El Movimiento Institucionalista Militar (M.I.M.) fue constituido en el año 1952, en la ciudad de Buenos Aires, siendo su primer presidente el Coronel de Infantería Juan Manuel Garay.
La mayoría de sus miembros estaba constituida por jefes y oficiales que participaron directamente en la Revolución de Concepción, y otros que, por diversas circunstancias, no pudieron hacerlo, pero sí consustanciados con los postulados y acciones del referido Movimiento Revolucionario de Reivindicación Institucional, que de diferentes formas y en diversos sitios dieron acabada muestra de su vocación democrática, aportando sus vidas y arriesgando sus carreras.
La amplitud de sus fundamentos dio oportunidad a que civiles imbuidos de los mismos ideales fueran partícipes activos de sus actos y gestiones.
Básicamente sus objetivos los constituyeron: Preservar a sus miembros jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas, en situación de Baja y Retiro o en actividad, de SECTORIZACIONES POLITICAS, reafirmando en ellos el principio de Servicio a la Patria, conforme a la Constitución y las Leyes. Se crea una conciencia de CAUSA NACIONAL, como norte de lucha no armada, en la que básicamente resalta el deseo de establecer una República con sus instituciones normalizadas, en el marco de una nueva Constitución sancionada por una Asamblea Nacional Constituyente participativa de todas las fuerzas políticas ya existentes o a crearse (este párrafo llamaría la atención, si no se tuviera en cuenta que sus términos son muy a priori de la Constituyente del año 1992).
"Al margen de otras consideraciones generales que esbozan acertadamente el ambiente y circunstancias que se vivían en nuestro país pos-Revolución de 1947, se llamaba a toda la ciudadanía a unir esfuerzos en la consecución de revertir la dictadura imperante, y crear las condiciones necesarias para optar otra forma de Gobierno, con un Estado real de Derecho. Se enumeran luego 6 puntos específicos, que dictan las acciones y normas para lograr dicho objetivo, y se elabora como circular que es distribuida profusa-mente para su conocimiento".
Lo expuesto entre comillas en apretada síntesis, constituye la razón de ser y de existir de dicho Movimiento, y tan fuertes fueron los sentimientos que lo crearon, que hoy, ya cerca de 60 años de su fundación, las reuniones y deliberaciones fueron y siguen siendo una constante de tan profundos sentimientos de Patria, Paz y Familia, pilares sostenedores de una Civilizada Convivencia Nacional.
Los sucesivos presidentes fueron: Cnel. Juan Manuel Garay, Cptán. Alcibíades Varela (ambos entre 1952 a 1960, en territorio argentino), Cnel. Pantaleón González Yegros,
Cptán. Juan Bartolomé Araujo, en forma interina el Cptán. Federico Figueredo, Cptán. René Mendoza, Tte. de Navío Juan José Alborno y actualmente Mayor de Estado Mayor Pedro Augusto Sotomayor.
Al margen de la dirección que cupo a cada uno de ellos, me permito destacar hechos significativos:
1°) La participación del Capitán (SR) Federico Figueredo en la Constituyente del año 1992.
2°) La construcción por cuenta propia de un salón confortable y moderno para la sede de las reuniones del M.I.M., ubicado en el predio de su vivienda y planta industrial (Doña Angela), como testimonio material de los ideales y esperanzas que con ella se tejieron, y momentos gratos vividos, y que sobrevivirán el paso de los años como recordación, más que nada, de una sólida amistad que perduró a través de casi sesenta años.
3°) Mientras no existía el referido solar del M.I.M. precedentemente detallado, por muchos años el Tte. de Artillería Mario Galeano brindó sin retaceos y permanentemente las comodidades de una propiedad que le servía de vivienda y oficinas, situada en la calle Choferes del Chaco casi Alfredo Seiferheld, que durante mucho tiempo, ya en época de la dictadura stronista, era controlada por la Policía.
El listado de sus componentes es extenso, y asumo el riesgo de reproches por no consignarlo, pero en la mención de las personas precedentemente nombradas sintetizo a todos ellos, ya que por sobre los diferentes nombres, rangos y acciones, y superando los naturales desacuerdos y diferencias propias y lógicas de toda nucleación humana, se supo preservar y acrecentar la amistad, la solidaridad y el respeto que en definitiva hasta hoy nos mantiene unidos a los pocos que seguimos bregando y esperanzados de ver un Paraguay más justo y solidario.
4°) Mazó Oliver puso su "paddle", durante mucho tiempo, a disposición del Movimiento en sus reuniones habituales y sociales, en cuyo predio se festejaron los 50 años de la Revolución de Concepción (7/3/97).
5°) La residencia de la familia del coronel Arámbulo(t), ubicada sobre la Avda. Mariscal López casi General Garay, se constituyó también en lugar de encuentro para la rememoración de la fecha aniversario de la Revolución. Párrafo aparte y muy destacado merecen las damas esposas de hoy, las novias del ayer, que con inmenso caudal de amor y sacrificio acompañaron a todos y cada uno de los miembros del M.I.M. en los momentos de lucha, en el exilio y en el riesgoso retorno a la siempre amada tierra paraguaya. Lastimosamente, muchas ya viudas y algunas rondando ya los cincuenta años de matrimonio, constituyen el testimonio más elocuente de que cuando la vida conyugal se cimenta en los principios del amor, renunciación y sacrificio, el logro salta a la vista.
Creo sinceramente que por lo expuesto en esta tercera y última dedicatoria se halla plenamente justificada, y porque constituye el último pilar de sostén de nuestros sueños y esperanzas. En los finales de nuestra existencia, la siempre "renovada juventud" que nos hace fuertes y osados como nuestros principios.
Si he destacado los valores de esta trilogía, lo hago con el convencimiento de que ellos han constituido parte trascendente en el devenir de mi difícil pero venturosa vida, y que cada uno en su momento y en su esfera de acción, apuntalaron mi espíritu y reafirmaron mi convicción, que la vida no es fácil y que la lucha por los valores morales que deben sustentarla, y, la dación al semejante para brindarle una vida mejor y más digna, imponen esfuerzos y sacrificios que no sólo debemos aportar diariamente, sino más que nada apuntalarlos en la fe en Dios, y vivir conforme a los valores que él nos enseña.


 
INDICE

PREFACIO
DETERMINANTES PARA ESCRIBIR LA SEGUNDA
EDICION DE LA OBRA
PALABRAS DE GRATITUD
HOMENAJES
CAPITULO 1: MIS PRIMERAS MEMORIAS
CAPITULO 2: COMO SE GESTO ESTE LIBRO
CAPITULO 3: MI INSERCION EN LAS FUERZAS ARMADAS
CAPITULO 4: REINICIO DE RELACIONES PARAGUAYO BOLIVIANAS
CAPITULO 5: ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA REVOLUCIÓN
CAPITULO 6: ESTALLIDO DE LA REVOLUCION
CAPITULO 7: DESARROLLO DE LA ACCION ARNIADA
MISCELANEA
EPILOGO
BIBLIOGRAFIA

 

 

Miguel Ángel González Vierci nació en la ciudad de Asunción el 30 de agosto de 1925, cursando sus estudios primarios en el Colegio Internacional inicialmente, y finalizando el ciclo en la Escuela Normal N° 1. Se recibe de Bachiller en Ciencias y Letras en el Colegio Alemán (Deutsche Schule) en el año 1942.

Ingresa en el Preparatorio de la Facultad de Ingeniería, y antes de finalizar el año deja los estudios para abocarse a los trámites necesarios para su ingreso en la Escuela Militar, situación que se produce al inicio del año 1944. Accediendo a una Beca de Intercambio con Cadetes Bolivianos, viaja a la ciudad de La Paz, al Colegio Militar de Irpavi, donde egresa como Oficial del Ejército Boliviano, con el grado de Subteniente de Infantería, a fines del año 1946.

A su regreso se le homologa el grado recibido de Subteniente, en el mismo rango como oficial del Ejército Paraguayo.


PREFACIO

"La verdad no ofende, pero duele", es la premisa utili­zada en este relato real y crudo de lo acaecido a partir de la revolución de Concepción del 7/8 de marzo de 1947, inmer­sos en un torbellino de pasiones y desencuentros, no con el deseo de reabrir viejas heridas ni nuevas polémicas, sino que esperando que todos saquemos aleccionadoras conclu­siones que nos permitan cambiar nuestro futuro. Han pasa­do sesenta años de lo sucedido en la lejana y recordada Con­cepción, y creo necesario bregar por retornar a nuestro pue­blo sus valores ancestrales de honradez, respeto y decencia como único camino para que seamos nuevamente orgullo­sos de nuestro pasado de glorias y forjadores de un mañana más venturoso y duradero.

La proclama inicial del ejército revolucionario en su Art. 5° dice: "Desde este momento queda garantizada la libre y legal actividad de todos los partidos políticos y las asociaciones obreras, el amparo a la persona humana y la propiedad".

Esta proclama, ratificada por la Declaración de Princi­pios de la Junta de Gobierno Revolucionaria, dice en su Art. 2° (referido a política interna): "Libertad dentro del or­den legal democrático para todas las organizaciones políti­cas y seguridad de los derechos inherentes a la personalidad humana". Se deduce entonces que el espíritu y la letra de dicha proclama, serían formalizados, un año des­pués, por la ONU (Organización de las Naciones Unidas), adquiriendo entonces trascendencia universal, como signi­ficativo paso consagratorio de los "Derechos Humanos". Destacado hecho que la historia debe recoger como expo­nente del pensamiento pionero que impulsó a los gestores del 7/8 de marzo de 1947.

Gracias

 

 

 

EL ESTALLIDO DE UN IDEAL. CONCEPCIÓN 7/8 DE MARZO - 47

 

Proclama

Al pueblo de Concepción:

Los Jefes y Oficiales de esta Región Militar, recogiendo los anhelos más fervientes de nuestro pueblo, hemos resuelto levantarnos en armas por el cumplimiento de las solemnes promesas de las Fuerzas Armadas de la Nación (expresadas en documentos públicos). De garantizar elecciones libres, para una Asamblea Constituyente a reunirse el 15 de agosto del presente año, de acuerdo a la resolución de los Jefes y Oficiales de Grandes Unidades adoptada el 11 de enero, burlada y traicionada por el actual gobierno.

Nuestro propósito es el de salvar el honor y la dignidad del Ejército, mancillados el 13 de enero, y retornar al camino del 9 de junio, sellado con la sangre de heroicos oficiales y soldados.

Este movimiento no responde a un fin partidista, y sí tiene por objeto normalizar al país, sumando todos los esfuerzos honrados para terminar de pana vez con el régimen de persecuciones, de ilegalidad y de desquiciamiento de las Instituciones Armadas. Para el efecto, propugnamos la formación de un Gobierno Militar de transición a la normalización institucional, que dé inmediato cumplimiento a los puntos siguientes:

1) Libertades amplias y legalidad para todos los partidos políticos (Partido Liberal, Partido Colorado, Concertación Revolucionaria Febrerista y Partido Comunista Paraguayo).

2) Constitución de la Junta Electoral Central por los cuatro partidos. 3) limpieza efectiva de la Institución Policial y los mandos del Ejército de elementos adictos a la dictadura.

4) Elecciones libres a breve plazo.

5) Medidas contra la carestía para mejorar la situación afligente del pueblo. Desde este momento queda garantizada la libre y legal actividad de todos los partidos políticos y de las asociaciones obreras, el amparo a la persona humana y a la propiedad.

Contamos desde ya con el apoyo de otras Unidades de las FF.AA. Nacionales.

Juan Bartolomé Araujo

Cap, de Infantería        

Comandante de las Fuerzas de Opera-      .

 

César Aguirre

Mayor de Ingenieros

Comando Accidental de la Región Militar clones

 

Concepción, 8 de marzo de 1947.

(Esta proclama fue ampliada y ratificada por los Jefes Militares que se hicieron car­go de la situación: Fabián Saaldívar Villagra, Tcnel. de Infantería; Aureliano Mendoza, Tcnel. de Infantería; Alfredo Galeano, Tcnel. de Estado Mayor.) (Miscelánea 6)

 

 

 

Interin, el Cap. César Vera, al mando interino del Z-2, traslada dicha unidad a Concepción, y establece su campa­mento en el ex Cuartel de esa Unidad, ubicado en las cerca­nías de la estación del ferrocarril, posteriormente, es organi­zada como Unidad Combatiente al mando del mayor (SR) Hermes R. Saguier, proveyéndosele de las armas necesa­rias, y reorganizando sus mandos los Subtes. Miguel Melot Rodas y Ramón Moreno son asignados a la misma, siendo este último herido posteriormente en enfrentamiento en el Km 23 de la vía férrea, es evacuado a Concepción, y con el desprendimiento, imposibilitado de acompañar esa acción, es evacuado al Brasil. El Tte. Luis Ángel Cino es nombrado comandante del Grupo de Morteros, participa igual que Cor­valán, Melot más otros oficiales de reserva incorporados a la unidad, hasta el fin de la Revolución.

Hasta tanto se produjera el arribo del mayor Aguirre, era evidente que el Cap. Araujo debía ir tomando acciones que aseguraran la tranquilidad de la ciudad de Concepción, Hor­queta, Loreto y otras zonas cercanas, como así también bus­car la trascendencia inmediata de lo sucedido, como una manera de generar el apoyo de unidades de la Capital, Para­guarí y del territorio militar del Chaco, que permitiera el triunfo de la Revolución iniciada con tan buen augurio de éxito, por los hechos en sí y por el gran apoyo popular que generó inmediatamente en la sociedad civil concepcionera y de zonas cercanas al norte.

Dentro de ese contexto se recibió del Sr. Romañach el ofrecimiento de su estación radioemisora de aficionado para la propagación de las noticias sobre el golpe y como tribuna abierta para las manifestaciones de adhesión que, como una manera de darle el basamento popular que de hecho tenía, y que trascendiera a través de esas emisiones, para generar apo­yo más amplio, tanto en el ámbito militar como en el civil.

Quiero dejar aclarada la espontánea y total adhesión que toda la civilidad concepcionera y nacional (a excepción del coloradismo) brindaron a los fines de la revolución y la actua­ción meritoria de ella, ya sea en los frentes de combate o en otros teatros, y que inclusive por ello padeció cárcel, destie­rro, tortura y muerte; motivo que hizo de esta gesta una lucha solidaria, una auténtica revolución cívico-militar.

Inicialmente estuve asignado como ayudante del coman­do revolucionario y fui partícipe y a veces ejecutor de las órdenes que nos impartía el mismo. Se generó la euforia del triunfo en la propagación de las noticias por la radio "La Voz de la Victoria" ya bautizada para entonces, y de cuya conducción se ocupó desde un primer momento, tanto en la parte técnica como de locución, su propietario el Sr. Roma­ñach, luchador incansable de la democracia; y como locutor de 24 horas el Sr. Ruperto Valiente (conocido como Ruperto Catay), revolucionario de alma, quien bregó incansablemente para llevar aliento y esperanza a miles y miles de ciudada­nos de toda la República que vivieron día a día, hora a hora, los acontecimientos y las circunstancias que se desarrolla­ron desde los primeros instantes de la Revolución. Su voz fue acallada por el malón ruin que ocupó Concepción en las postrimerías de la Revolución, en el mes de agosto. El soni­do de su voz y las consignas libertarias y de justicia aún hoy resuenan en muchos oídos de los que vivieron aquel mo­mento. La radio ZP- "La Voz de la Victoria", en su modesta envergadura material pero con grandiosidad de espíritu y calidad humana, hizo tambalear a las huestes procaces e in­timidatorias de Volta Gaona y sus secuaces.

Entre las disposiciones que el Cap. Araujo había tomado, designa dentro del departamento de comunicaciones al personal que debía monitorear nuestras emisiones radiales, las de la capital, las de cualquier lugar del país y extranjeras, que le permitieran tener vivencia permanente de las repercusiones desencadenadas por el pronunciamiento revolucionario.

El día 9 de marzo, en la transmisión de "La Voz de la Victoria", se produce un hecho cuya trascendencia e inci­dencia negativa sucede fortuitamente. Las adhesiones se fueron propagando por los exponentes de los principales partidos políticos existentes legalmente, el Liberal y el Revolucionario Febrerista y numerosas asociaciones y secto­res sociales de Concepción y alrededores, que de hecho cons­tituían el espaldarazo que la revolución necesitaba; Obdulio Barthe, dirigente del Partido Comunista Paraguayo, hace lo propio; él se encontraba en Concepción por cuestiones pu­ramente personales, pues en aquellas zonas poseía bienes cuya atención demandaba frecuentemente su presencia.

El operador monitoreando, como era su misión, las emisiones radiales, advierte al Cap. Araujo lo que en ese momento estaba sucediendo, en instante en que el referido Obdulio Barthe era anunciado como el dirigente orador en representación de su partido. (Además no hay que olvidar que el comunismo en aquel entonces era el "cuco" internacional.)

Nuestro país, de eminente raigambre religiosa, que natu­ralmente rechazaba cualquier doctrina que, como el comunis­mo, enarbolara el ateísmo, constituía un hecho negativo. Es­tando yo presente en el desarrollo de ese hecho, el Cap. Arau­jo decide comisionarme a la radio "La Voz de la Victoria" con la misión de poner orden e ir normando el uso de la misma, pues era natural que en esos primeros momentos de euforia y descontrol gente enemiga a la revolución pudiera utilizarla para la propagación de noticias tendenciosas o mensajes ci­frados y si era posible dentro de ese contexto minimizar la participación de Obdulio Barthe en su alocución. Me reco­mienda adoptar medidas preventivas que no hirieran suscep­tibilidades y tampoco contradijeran los postulados de la Re­volución Libertadora qué se había iniciado, en cuanto a la libertad de expresión y gestión de los partidos políticos Libe­ral, Colorado, Revolucionario Febrerista y Comunista, como taxativamente se hacía constar en la proclama.

Llegado a la sede de la emisora, trato de dar cumpli­miento a la misión que se me había encomendado, siendo recibido con mucha algarabía por miles de ciudadanos que se encontraban en sus adyacencias, como demostración ca­bal de la total identificación entre civiles y militares unidos por el mismo ideal libertario.

Comunico al Sr. Romañach y al Sr. Valiente de la necesi­dad de un control en el otorgamiento del uso de los micrófo­nos de la radioemisora, y de la conveniencia de ceñir la pro­pagación de las noticias referidas a la marcha de la Revolu­ción, a informes que fueran emitidos o recabados en la Co­mandancia de la División, sin interferir el normal desarrollo de programas consistentes en buscar apoyo a nuestra acción.

 

Si bien estas normas no fueron objetadas ni mucho me­nos desobedecidas, no pudieron evitar que la participación de Obdulio Barthe brindara al Gobierno del Gral. Morínigo la sorpresiva y brillante oportunidad de que, destacando di­cha circunstancia, tachara a los revolucionarios de:

EL MALON LIBERO-FRANCO-COMUNISTA DE CONCEP­CION, que hábilmente explotada por el Dr. Enrique Volta Gaona, ideólogo del mismo, constituyó un argumento que repetido y repetido hasta el cansancio, creó no sólo en la conciencia nacional sino internacional, la idea -desde luego falsa- que se estaba ante la presencia de la primera acción armada de las huestes comunistas pro rusas en el continente americano. Todo lo expuesto y referido a la participación comunista está desvirtuado total y fundamentalmente por las comunicaciones de la Embajada de los Estados Unidos al Departamento de Estado.

 

EMBAJADA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA SECRETO


Asunción, 21 de marzo de 1947

De: Encargado de Negocios

A: Secretario de Estado No. 133. 10 A. M.

Ayer, se han hecho llegar los puntos de vista expresados en el telegrama No. 71 del Departamento de Estado al sub-secretario de Relaciones Exteriores. Le expresamos que no contamos con informaciones precisas al respecto de lo ocurrido, especialmente en lo que concierne a las personas y conexiones de las mismas, las cuales estuvieron envueltas en el asalto al cuartel de policía el día 7 de marzo pasado. Moreno culpó a la policía de no conseguir, hasta el momento, todos los datos sobre las conexiones existentes entre la revuelta de Concepción y los sucesos del 7 de marzo; pero dijo que continuará presionando para obtenerlos. Moreno me telefoneó a las cinco de la tarde para convocarme a una reunión junto con el embajador argentino y el encargado de negocios del Brasil, con el propósito de hacernos saber sobre evidencias de la complicidad comunista en la revuelta.

De acuerdo con informaciones obtenidas por la embajada, no se conoce de ningún oficial de las fuerzas armadas paraguayas, participantes de la revuelta de Concepción, de estar afiliado al Partido Comunista; la única conexión posible con el Partido Comunista podrá venir a través del febrerismo, uno de los sectores políticos que más cerca ha trabajado con el comunismo en el último semestre del año pasado. El coronel Galeano, uno de los líderes de Concepción y quien también habría participado de algunos intentos revolucionarios en el pasado, es febrerista; pero de acuerdo con fuentes bien informadas, este último no es comunista.

Trueblood

 

 

A pesar del esfuerzo de nuestros medios y de la poste­rior acción de apoyo de otras unidades castrenses a las fuerzas de la Revolución, aquel episodio constituyó, por esos azares del destino, un punto negativo que nunca pudo ser combatido y desvirtuado eficazmente, y la constante de los últimos 50 años de Gobierno que utilizó esa temática para justificar sus arbitrariedades y persecuciones. Ello sólo ter­minó cuando finalizó la guerra fría, y el Tío Sam hizo soplar vientos democráticos sobre el continente americano, aun­que no por mucho tiempo.

Aparejado a estas circunstancias quisiera destacar que el referido Dr. Volta Gaona, eficaz en su papel del Goebbels paraguayo (ministro de propaganda nazi), el Cmdte. de las fuerzas gubernistas Gral. Francisco Caballero Álvarez y el Cnel. Enrique Jiménez, que constituyeron los tres pilares que posibilitaron y afianzaron el ascenso al poder del Partido Co­lorado, fueron con el tiempo no sólo olvidados, sino también en algunos casos perseguidos por sus propios correligiona­rios, que les debían el goce de las mieles del poder. Ingratitud humana, que permitió cumplir una vez más a los oportunis­tas que sobrevivieron a los ladinos tejes y manejes de la polí­tica pos revolucionaria, aprovecharse de dichas circunstan­cias para acceder al poder y hacer uso y abuso del mismo.

Los días subsiguientes se caracterizan por un inusitado ajetreo tendiente a la consolidación de la Revolución, para la que se toman diferentes medidas que aseguren primordial­mente las libertades ciudadanas, el desarrollo normal de las diversas actividades económicas, sociales, educativas, y to­das las relacionadas al quehacer diario de una comunidad; al mismo tiempo que se van designando a las personas para ocupar los cargos de relevancia, delegado de gobernación, jefe policial, etc., tareas estas que se desarrollan dentro de una total normalidad facilitada por el hecho que la situación creada contaba con el apoyo mayoritario del estamento civil, que desde un primer momento se acercó a los canales corres­pondientes a brindar su incondicional apoyo.

Dentro de las urgentes medidas que se adoptaron en un primer momento, se decidió cubrir la ciudad de Horqueta con una pequeña unidad que realizara en dicho lugar misiones de defensa y resguardo de la tranquilidad de la población.

A ese efecto, el capitán Araujo me cita a su despacho y me comunica que para el cumplimiento de lo precedente­mente expuesto había decidido nombrarme Jefe de Plaza de la referida ciudad, relevándome del cargo de ayudante que hasta entonces estaba desempeñando. Inmediatamente me aboco a la conformación del contingente, tomando las me­didas necesarias de aprovisionamiento y al plan de despla­zamiento, que se había estipulado realizarlo vía ferrocarril.

Nos trasladamos a Horqueta no más que con esas ins­trucciones, y con la consigna de permanecer en dicha ciu­dad, hasta recibir orden escrita para otra misión.

Desde el arribo recibimos diferentes muestras de apro­bación y júbilo por nuestra presencia; trasladé al pelotón, como era lógico, a la sede de la Comisaría Policial, llamada entonces Alcaldía Policial, donde montaría el P.C. para el cumplimiento de las misiones.

Fuimos recibidos por el Comisario, quien puso a dispo­sición la unidad que comandaba, cuya infraestructura, como era usual en esa época, no pasaba más allá de una sala de guardia, el despacho del Comisario, un corredor, una pieza calabozo, el patio naturalmente de tierra en verano y lodo en días de lluvia y un galpón denominado pomposamente cuadra de tropa, en estado de permanente deterioro, como era dable observar a nuestro arribo.

En esas condiciones sumamente limitantes me aboco a la tarea de ubicar a los componentes del pelotón, y como no existía ninguna dependencia que pudiera servirme de aloja­miento acorde al cargo que yo ostentaba (Jefe de Plaza) y que de hecho crearía no sólo compromisos castrenses, sino también de índole civil, social y política, decido alojarme en el hotel, ubicado a pocos metros de la Alcaldía, lo que facilitaría el cumplimiento de la misión encomendada.

Se cumplieron las primeras providencias referidas al establecimiento de los retenes con breves y precisas con­signas de misión, estableciéndose el santo y seña corres­pondiente y paralelamente el patrullaje de la ciudad.

A los efectos de cumplir acabadamente la misión asig­nada, convoco a las autoridades de la ciudad, a los dirigen­tes políticos de todos los partidos, al Padre encargado de la diócesis y otros pocos ciudadanos exponentes de las fuer­zas vivas, a una reunión a realizarse en el patio del hotel, en horas de la noche.

Asiste la mayoría de los convocados, me presenté a ellos en calidad de Jefe de Plaza, cargo con el que el Comando de la Revolución me había investido, recabo la presentación de cada uno de ellos y damos inicio a la reunión.

Explico brevemente las normas de convivencia, resal­tando que el pronunciamiento revolucionario de Concep­ción iba dirigido contra el dictador Morínigo y la camarilla de militares que lo sostenían, no así en contra del Partido Colorado, que a la sazón estaba en función de gobierno, por lo que las garantías estaban dadas para todas las personas de la comunidad y del país pertenecientes a cualquier agru­pación política, y hasta tanto el Gobierno de la Revolución, que estaba en formación, nominara a las autoridades co­rrespondientes. Expongo las pautas de mi misión: 1° Hacer conocer en profundidad los alcances de la acción y el con­tenido de la Proclama Revolucionaria. 2° Garantizar el ejer­cicio pleno de los derechos ciudadanos, sin distinción de ninguna laya, y consecuentemente crear el clima de tran­quilidad necesaria para el desarrollo normal de todas las actividades que hacen a la vida de una comunidad, estable­ciendo los mecanismos para que las autoridades reconoz­can nuestra misión y generar consecuentemente una cola­boración positiva. 3° Tomar todas las medidas necesarias para la defensa de la ciudad, ubicando retenes o puestos de control y defensa en las diferentes vías de acceso. 4° Reali­zar patrullaje, para lo cual, provisoriamente, se había esta­blecido un toque de queda, a partir de la media noche hasta la madrugada (medida facilitada por el hecho de que en esa época y especialmente en poblaciones del interior retirarse a los hogares antes de esa hora era una constante), lo que facilitó la labor. de control y vigilancia.

Ofrecida la palabra a los presentes, fueron escuchadas las de apoyo y de espontánea colaboración y respeto a la fun­ción que desempeñaría, cosa que para nuestra felicidad suce­dió hasta el día de mi reemplazo, y retorno a Concepción.

Al finalizar mi misión solicité al propietario del hotel, donde había permanecido alojado por un periodo aproxi­mado de 2 semanas, el monto de la cuenta adeudada, a lo que el mismo accedió y me presentó la factura.

Para ser sincero, no recuerdo a cuánto ascendía la mis­ma, pero sé que la aboné en el acto, con dinero del primer y único sueldo cobrado poco antes de la misión (el Comando no me había asignado ningún viático): no sé si existió en mi ánimo presentar el comprobante para la restitución corres­pondiente, o si no simplemente que la rapidez de los suce­sos impidió que lo hiciera, lo cierto es que nunca recuperé ese dinero, y lastimosamente por los diversos y difíciles mo­mentos posteriores se haya extraviado el comprobante, lo que lamento sinceramente pues hubiese constituido un ejem­plo para comprender la cabal dimensión del idealismo que guiaba los actos de nuestras vidas en aquella época. No sé si como anécdota sirve, pero el lector podrá sacar sus conclusiones, no de acción, sino de las diferencias abismales que hoy marcan con fuego indeleble el materialismo y la corrupción que campean en nuestras FF.AA.

Entregado el cargo retorné a Concepción; previo tras­paso del mismo informo detalladamente de la situación al Subteniente de Infantería Blas Zaballa Cazal, quien estaba al mando de un grupo de combate convenientemente refor­zado, pues ya iba a constituirse en el puesto clave del flanco este de las disposiciones tácticas iniciales, que había arriba­do portando una orden de reemplazo de puño y letra del coronel DEM Alfredo Galeano (facsímil agregado que de­muestra lo breve, urgente y rápido de las órdenes propias del momento que se vivía).

En Concepción encontré que se vivían momentos dife­rentes, habían acudido renombrados y brillantes jefes y ofi­ciales retirados, destacándose entre ellos los coroneles Ra­fael Franco y Alfredo Ramos, civiles profesionales, emplea­dos y obreros, muchos llegados desde Asunción en largas y arriesgadas jornadas atravesando el Chaco, o por el lado brasilero, todos imbuidos de fervor patriota y revoluciona­rio. Así mismo, los jefes y oficiales presos en Peña Hermo­sa habían sido liberados y trasladados a Concepción, donde inmediatamente asumieron los cargos y responsabilidades que se había asignado a cada uno de ellos. Se había consti­tuido una Junta de Gobierno militar. Luego de un largo pe­riodo de indefinición, las fuerzas del territorio militar del Chaco se habían sublevado apresando a su Cmdte. el Gral. Guggiari, y aprestaban sus unidades para bajar a Concep­ción.

Interin se producían todos estos hechos y ya con la con­currencia de personalidades tanto civiles como militares, se procedía a la conformación de un Gobierno Revoluciona­rio, con los que se cubren tanto cargos ministeriales y de la administración civil como los del estamento castrense.

La configuración del equipo gubernativo y la organiza­ción de las fuerzas militares fue un acto significativo dentro del esquema revolucionario, pues daba la debida responsa­bilidad y autoridad a cada una de esas instancias para el delicado desempeño de sus funciones.

Esta medida constituía para la población paraguaya un signo inequívoco de los ideales revolucionarios, a la par de hacer conocer las personalidades políticas y militares que fortalecían el movimiento y ofrecían las debidas garantías constitucionales, conforme se desprende de la lectura de la Proclama del Gobierno de la Revolución.

Esta determinación, al trascender las fronteras patrias, buscaba garantizar el cumplimiento de las promesas hechas, a la vez que crear, especialmente en los países limítrofes, un estado de simpatía, que si bien no favoreciera abierta­mente a la Revolución, por lo menos consiguiera la equi­distancia e imparcialidad en los actos de apoyo o reproba­ción a cualquiera de los sectores. Se intentó conseguir el reconocimiento del Gobierno Revolucionario y por consi­guiente el estatus de condición de beligerante, con todo lo que ello implicaría en el desarrollo de la lucha, que ya se presentía sería dura, larga y porfiada, objetivo no logrado.

A través de los años y hoy más a la distancia, con el realismo que confiere el conocimiento de los hechos que acompañaron a aquellas situaciones, la lectura de muchos documentos que abarcan esos episodios, debo reconocer el haber pecado de ingenuo, y de qué alejado estaba de la rea­lidad de los trasfondos políticos y de los manejos de las políticas regionales y mundiales que en aquel entonces y aún lo siguen ejerciendo los EE.UU., marcando las normas que ya entonces definían LA DOCTRINA DE LA SEGU­RIDAD NACIONAL, cuyos más poderosos exponentes en el Cono Sur los constituían Brasil, Argentina, Chile, Para­guay y Bolivia, en ese orden, que sin lugar a dudas debió constituir los primeros pasos de la muy conocida y vilipen­diada OPERACION CONDOR complementada con "EFI­CIENCIA" por las dictaduras de las naciones mencionadas precedentemente. En ella también estuvieron involucradas todas las FF.AA., brazo ejecutor de las tropelías y barbari­dades ordenadas en estrecha colaboración con las fuerzas policiales. Actualmente una profusa información sobre el "OPERATIVO" y el justo juzgamiento de muchos de sus mentores en otros países, mas no en el nuestro, aseveran la verdad de estas presunciones.

Fue entonces, que dentro de ese contexto actuaron nues­tros vecinos desde el primer momento, y si bien hubo una aparente mediación del ex ministro de RR.EE. Negrao de Lima (brasilero), cuyos puntos para un acuerdo fueron re­chazados por inaceptables por el Gobierno Revolucionario, y en otro acto de parcialidad, decretó la internación del mayor de Ing. César Aguirre quien con el permiso correspondiente del Gobierno brasilero había viajado a ese país, en misión también de negociación consensuada y justa para evitar la lucha armada. Esas circunstancias privaron a los cuadros superiores de la Revolución de contarlo en sus filas al mayor Aguirre, quien debió permanecer indefinidamente en territorio brasilero.

Durante la lucha armada su injerencia solapada se dio con la participación de pilotos de la Fuerza Aérea Brasileña con sus máquinas, acción que se expondrá detalladamente en Miscelánea.

Dentro de esta supuesta temática "no intervencionista" se debe mencionar muy brevemente la actitud del otro grande sudamericano, la Argentina, que intervino para frustrar la

operatividad de las dos cañoneras paraguayas que intenta­ban reforzar la lucha revolucionaria; y en las últimas ins­tancias y ya con las fuerzas revolucionarias a las puertas de Asunción, pertrechó de armas, en su mayoría automáticas y municiones, a las tropas gubernamentales que la defendían, dando un vuelco en el desarrollo de las acciones que impo­sibilitó la toma de la Capital, y permitió la reacción del Go­bierno, cuando ya comenzaba a producirse el desbande de los encumbrados del tirano Morínigo.

Las unidades de Asunción (Marina) y Paraguarí (Arti­llería), donde la oficialidad joven y algunos jefes de rango inferior compartían los principios de la Revolución y ha­bían participado con anterioridad en reuniones tendientes coordinar una acción conjunta, fueron privadas del mando que les hubiera permitido en un primer momento, a pocos días del estallido del movimiento en Concepción, asumir el compromiso y levantarse en armas contra la tiranía de Mo­rínigo. En la Artillería, fueron "madrugados" por infiden­cias o delaciones de supuestos comprometidos con el movimiento, impidiéndoles toda acción posterior al dejarlos sin mando de tropa, apresados, destituidos y remitidos a los centros de detención de la capital (cárcel pública).

La extemporaneidad de la sublevación de la Marina, en Asunción, a pesar de lo heroico de su acción, no aportó nin­gún beneficio para el desarrollo de las acciones combativas en el frente del norte, y fueron copadas y sus miembros apre­sados y algunos desterrados, al margen de los vejámenes sufridos en la cárcel y la prisión de Peña Hermosa.

Igualmente debemos mencionar la acción de las cañoneras, porque significó que tanto la cañonera Paraguay como la Humaitá cayeran en poder de un grupo de oficiales revolucionarios, liderado por el Tte. deFragata Rolando Ibarra( ) y Tte. de Corbeta Oscar Livieres Banks, que al frente de un decidido y pequeño grupo de oficiales y subordinados, se hicieron de ellas cuando se encontraban en el puerto de la ciudad de Buenos Aires, sin que sus armas de grueso y mediano calibre portaran municiones por convenio internacional, ya que estaban en misión de mantenimiento en dique seco. Ello significó una gran desventaja a la hora de enfrentar acciones, cuando ya constituido el frente sur se dirigían aguas arriba con destino a Asunción. En el río Paraná, aproximadamente a la altura de Ituzaingó (R.A.), fondearon en espera de hombres y municiones, lo que se estaba gestionando en Uruguay, que como país demócrata de toda la vida, miraba con simpatía el movimiento revolucionario y alentaba los esfuerzos que se hacían por el triunfo, facilitando dichas gestiones, que eran realizadas mayormente por estudiantes becarios paraguayos y colegas uruguayos, también colaboraba el Dr. Carlos Pastore. Así también una radio de prestigio de Montevideo, "El Espectador", CX-14, emitía noticias las más de las veces "preparadas" a favor de la revolución con el objeto de levantar el espíritu revolucionario, fue el micrófono abierto y leal para todos los que abrazaron la causa (relato del Dr. Oscar Banks Sanabria).

Las cañoneras previamente habían fondeado frente a Carmelo (R.O.U.), donde recibieron asistencia de los jóve­nes compatriotas estudiantes ya mencionados. Vaya en es­tas líneas un merecido reconocimiento a un pequeño país, como el nuestro en dimensión territorial, pero grande por sus principios y su lucha insobornable por preservar la de­mocracia más antigua y firme del Continente Americano.

Se efectuó la acción de transporte de las municiones y armas prometidas a los buques surtos en el río Paraná, como así también la de algunos jefes y oficiales destinados a re­forzar la dotación de las cañoneras y la posible conforma­ción del frente sur, donde no pudo acuatizar el hidroavión utilizado, porque el Gobierno argentino había dispuesto que la Prefectura Naval de la zona ejerciera una férrea vigilan­cia y consecuentemente entorpeciera cualquier misión de ayuda. Ante tal situación, el hidroavión Catalina volvió a su punto de partida, amerizando en horas de la noche frente a Montevideo, con fuertes vientos y oleadas y sin señaliza­ción, lo que ocasionó que el mismo chocara contra unos peñascos, y murieran sus ocupantes, incluido el piloto uru­guayo Cap. A. Perdomo, y el copiloto, Tte. PAM Lalo Gra­cia Caballero. Fallecen también el Cnel. Cartes, brillante y ejemplar jefe de las FEAA., el teniente de corbeta Rolando Ibarra y varios otros oficiales, quienes habrían intentado allá costa a nado. Único sobreviviente fue el mayor Sienra (SR), quien quedó sobre los restos del hidroavión accidentado y fue rescatado horas después.

En ese entonces se había constituido un grupo de jóve­nes idealistas que sin más armas ni apoyo que su coraje y decisión buscaban la manera de quebrantar "el orden esta­blecido" por la dictadura moriniguista; en el mismo senta­ban plaza ex cadetes de la Escuela Militar, dados de baja por su inocultable simpatía hacia las Fuerzas Revoluciona­rias y también civiles consustanciados con esos mismos idea­les. Sólo puedo recordar a dos ex cadetes, Luis Ríos Gauthier y Eusebio Leoz Almirón, quienes por su preparación castrense comandaban el grupo. Principalmente sus accio­nes consistían en actos de sabotaje, de rápida realización que permitiera sorpresa e instantánea desaparición del lu­gar de los hechos, para posteriormente realizarlos nueva­mente. En su acción, los hechos destacados constituyen la detonación de una carga explosiva en una sub estática de la ANDE, y la otra mencionada inicialmente y relacionada con el traslado de los oficiales de la guarnición de Paraguarí, en calidad de detenidos, consistió en el intento de voladura del puente ferrocarrilero sobre el arroyo Yuquyry, con el fin de detener la marcha del tren, asaltarlo y proceder a la libera­ción de los oficiales.

Esta acción no pudo concretarse por factores técnicos adversos, lo que posibilitó el apresamiento del grupo de sa­boteadores, quienes también fueron derivados a la cárcel -ubicada aledaña a la Catedral Metropolitana, actual sede de la Universidad Católica- donde como los miles de presos políticos ahí hacinados, fueron golpeados, humillados y amenazados de muerte por los Garroteros del posteriormen­te famoso Ramón Aquino. Realizaba este personaje sus pri­meras incursiones en el campo del castigo inmisericorde y la tortura, que posteriormente acrecentaría su fama durante la dictadura de Stroessner, quien lo bautizó irónicamente como "el moderador de la Universidad", por dirigir con sus garroteros acciones de represión, contra estudiantes de la Facultad de Ingeniería, médicos y personal del Hospital de Clínicas y cualquier otra nucleación que se manifestara re­clamando libertades y el fin de la dictadura. Su "destacada actuación" en el no muy humano papel de represor oficial de la dictadura, le valió ascensos dentro de los cortesanos de la tiranía.

Lo expuesto precedentemente demuestra el sentimien­to solidario a la causa de la revolución, tanto de civiles como militares, que no dudaron enfrentar riesgos, que finalmente determinaron muertes, apresamientos y exilios.

En definitiva, la noche del 7 de marzo y el amanecer del 8, se gesta el último intento institucional en que el Ejér­cito paraguayo, haciendo uso de los derechos que le confe­ría la Nación, buscó revertir los acontecimientos, que diri­gidos desde el Gobierno, tendían a consolidar la dictadura de Morínigo y partidizar el Ejército Nacional, en una mues­tra clara de conculcar los derechos ciudadanos y someterlos indefinidamente a su arbitrio y voluntad.

Las predicciones y previsiones, confirmadas a través de medio siglo de gestión gubernativa del Partido Colora­do, que apoyó a Morínigo y se prolongó con Stroessner, dieron razón a los temores que entonces recorrieron todos los ámbitos de la Nación, posibilitando que sucesivos go­biernos se mantuvieran en la misma temática, autoritaria, inficionados de prebendarismos, peculado, inmoralidades administrativas, corrupción y otros vicios de los regímenes autocráticos, y que con mucho pesar debemos destacar que se mantiene incólume hasta nuestros días, para mal de la Nación paraguaya.

 

 

 

LA PARTICIPACIÓN DE LA AVIACION EN LA REVOLUCION DE CONCEPCIÓN

TTE. 1º P.A.M. DIONISIO CAMELLI

Y CAP A.M. PEDRO A. CATALDO

En la Aviación, que constituía un núcleo más pe­queño y de fácil cohesión, la decisión de unirse a la revolución de la mayoría de los pilotos con sus máqui­na s fue un acto de determinación y valentía, coronado por el éxito; armaron clandestinamente sus aviones y se trasladaron a Concepción, constituyendo luego las Fuerzas Aéreas Revolucionarias, que dentro de su precariedad de medios enfrentaron a las fuerzas del Gobierno, realizando acciones temerarias de combate y a veces con eficiencia trabajos de reconocimiento e información.

El teniente 1° P.A.M. Dionísio Camelli, que había sido apresado juntamente con el capitán Ismael Flo­rentín, el capitán Avelio Duarte y el teniente Eladio árate, fueron de inmediato enviados a la guarnición de Paraguarí en carácter de detenidos, en donde permanecían en similar condición la mayoría de los oficiales de dicha Unidad. El teniente de Artillería Víctor Martínez se enfermó de cierta gravedad, consiguien­do ser asistido por su hermano el Dr. Raúl Martínez, quien con la anuencia correspondiente del Comando de Artillería pudo inspeccionarlo. Aprovechando esta situación Camelli simuló una delicada dolencia, con lo que consiguieron ser evacuados hacia Asunción con destino al Hospital Militar Central. En el Hospital le plan­teó a Martínez realizar una fuga a la cual éste se niega para no comprometer al hermano, por lo que Camelli  la realizó en solitario. Se asiló en la Embajada argen­tina, que le otorgó el salvoconducto para ir a Clorinda, destino común de la mayoría de los exiliados, donde se enteró que todos los presos de la Artillería habían sido trasladados a la cárcel pública de Asunción, inclui­dos sus camaradas de arma. Durante el desarrollo de las acciones militares de la Revolución en su fase final, acosado por tropas gubernistas, se trasladó con el co­ronel Brizuela a la ciudad de Corrientes para integrarse a las fuerzas del frente sur. Fracasadas las acciones en ese sector regresó a Clorinda, desde donde con el teniente lo Darío Latourrette se dirigieron a Villeta con la misión de acondicionar la pista para uso de la avia­ción revolucionaria. En dicho lugar les sorprendió el fin de la revolución, y para escapar se dirigieron por tierra hacia San Antonio, y en conocimiento de que estaba ya ocupada por las tropas gubernistas, decidieron abordar canoas que los transportaron a la Argentina.

El Cap. P.A.M. Pedro A. Cataldo, quien por su antigüedad y capacidad se constituyó en uno de los líderes que permitió a la Aviación ser un aporte valioso para la Revolución de Concepción, me relató que: "Ya en el mes de marzo y principio de abril se sentía en la base de Campo Grande (Ñu Guazú) la presión que mantenían los ofíciales y suboficiales de la Reserva colorados ingresados para ejercer vigilancia sobre la oficialidad joven institucionalista. En tales circunstancias y puestos en la disyuntiva de aceptar el nuevo status u optar por una acción decidida y plegarse a las Fuerzas Revolucionarias, se decidió por esto último".

"En forma encubierta se tuvo que preparar a los pilotos para afrontar la situación, pues se temía que por infidencias las acciones previstas pudieran ser abortadas. El día 17 de marzo a las 7:30 y simulando osar abocados a vuelos de rutina y solamente con el equipo necesario para ese menester, se abordaron las naves en cumplimiento de un plan preestablecido".

Sigue diciendo Catalclo: "El Grupo estaba integrado por: 2 aviones Fairchild - PT (Prima Training) y 2 aviones Fairchild - AT (Advanced Training), cuyas tripulaciones estaban conformadas por el teniente 1º Luis Azarini, teniente 1º Miguel Casco Miranda, teniente 1º Carlos Gracia Caballero, teniente Atilio Campos, teniente Nicolás Aparicio Gómez, teniente Ángel Doldán, teniente Alcibíades Olmedo y por mí."

"A la hora señalada y con un clima en condiciones atmosféricas adversas (tormentas eléctricas y lloviznas persistentes) conforme al plan de vuelo se partió en dirección noroeste a una estancia del Chaco, a donde arribamos sin contratiempos. En comunicación radial con Concepción, anunciamos la llegada del grupo a la ciudad".

"A este operativo, en su gestación, con espíritu joven y jocoso se lo denominó -OPERACIÓN RAJE-". "La llegada a Concepción, recibida con algarabía por camaradas y la población civil encontró al grupo con la sorpresa de otros pilotos que en diversas funciones se hallaban incorporados a las Fuerzas Revolucionarias y eran: capitán Olímpio Ortiz, capitán Ignacio Bauzá (que combatió como infante en el R.I. 1 "2 de Mayo"), teniente Percio Amarilla Bécquer (en los días iniciales de la revolución había arribado a Concepción con el objeto de reportar su avión, y convencido de la noble naturaleza del movimiento se quedó para prestar servicio), teniente 1 º Marcos Schulz, teniente 1º Juan González Raina, teniente José G. González y teniente Armando Báez. Se agregan a esta lista los que en las postrimerías de la revolución se integraron al esfuerzo: teniente 1º Eladio Velásquez (al mando de un avión N.A. de combate utilizado por la Fuerza Aérea Norteamericana) y el teniente Luis Avala Brito (al mando de un bimotor Beechcraft), ambos aviones pertenecientes a la dotación de la base de Campo Grande. Es destacable la actitud de estos valientes pilotos, quienes a sabiendas de la precaria situación en que se encontraba la revolución no dudaron en comprometer sus carreras y vidas en aras de un ideal’’.

"El aporte de la Fuerza Aérea Revolucionaria no defraudó las expectativas, y dentro de una precariedad de medios notable no sólo cumplió misiones importantes de observación y hostigamiento, sino que en ellas perdieron la vida: el teniente Atilio Campos, quien como observador y bombardero del avión pilotado por el teniente Azarini e intentando el lanzamiento de una granada de mortero con la mano, ya preparada, ésta golpeó contra el borde de la carlinga de la aeronave y explotó causándole la muerte instantánea y averías de consideración al avión, lo que obligó al piloto a lanzarse en paracaídas, que ya en tierra salvó su vida mediante la intervención de su camarada el teniente 1º de Artillería Jesús María Villamayor. La otra baja fue el teniente lo Carlos Gracia Caballero (descendiente directo de Bernardino Caballero, quien antepuso sus ideales revolucionarios a su ascendencia colorada), que murió en un vuelo de regreso a Montevideo, luego del frustrado apoyo que fueron a brindar a las cañoneras en el frente sur".






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