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CARLOS R. MIRANDA
  PARAGUAY Y LA ERA DE STROESSNER - Por CARLOS R. MIRANDA


PARAGUAY Y LA ERA DE STROESSNER - Por CARLOS R. MIRANDA

PARAGUAY Y LA ERA DE STROESSNER.

Por CARLOS R. MIRANDA


RP ediciones.

Tapa: CELESTE PRIETO.

Edición al cuidado de JUAN F. SÁNCHEZ.

Asunción – Paraguay (188 páginas)



PREFACIO

Mientras cursaba el sexto grado de la escuela primaria, un gobierno autoritario llegaba al poder en la Argentina. Con excepción de un intervalo de tres años, entre 1973 y 1976, mi país estuvo siempre gobernado por regímenes autoritarios hasta que salí de él en 1931. Durante todos esos años, pude aprender acerca de la vida bajo regímenes autocráticos en una multiplicidad de roles y circunstancias: como estudiante secundario activo en organizaciones de la Iglesia Católica, como estudiante universitario, co­mo profesor de sociología y en el desempeño de otras tareas.

La literatura sobre los regímenes autoritarios de América Latina atra­jo mi interés al tratar de entender más profundamente de qué manera fun­cionan dichos gobiernos. Mi contacto con las obras de Juan Linz, Guiller­mo O'Donnell, Alfred Stepan, Fernando H. Cardoso y otros, inspiraron mi compromiso de estudiar mejor las consecuencias del autoritarismo para el desarrollo político de las naciones latinoamericanas.

Llevé a cabo la investigación para este estudio durante tres viajes al Paraguay y la Argentina. Hablé extensamente con gente en las calles, en los ómnibus y en los barrios de Asunción. En Buenos Aires, conocí a va­rios líderes de la oposición y a lo largo de este proyecto, quedé en deuda con muchas personas.

En la Universidad de Connecticut, quisiera agradecer a los Profesores Frederick C. Turner, Cyrus Zirakzadeh, Ilpyong Kim y Francisco Scarano. En Paraguay, fui alentado y ayudado permanentemente por el Dr. Adriano Irala Burgos de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, quien me sugirió materiales, contactos y apoyo logístico cada vez que nos encontra­mos. Los miembros de su equipo fueron igualmente amables conmigo. En Buenos Aires, la ayuda del Dr. Luis A. Bogado Poissón fue invalorable para conseguir entrevistas y organizar cuestionarios. Nuestras experiencias similares dentro de organizaciones de la Iglesia ayudaron a establecer un diálogo interesante.

Los empleados de la Biblioteca Homer Babbidge de la Universidad de Connecticut proporcionaron como siempre una ayuda inestimable. Quie­ro agradecer especialmente a Robert Vrecenak, Mohini Mundkur y a Pamela Skinner. Kenneth Trayes del Roper Center for Public Opinion Research me ayudó a obtener algunas de las encuestas para el estudio. Betty Seaver se ocupó de editar el manuscrito original. Carmelita Shepelwich y Marylin Eudaly del Departamento de Ciencias Políticas de la Texas Christian Uni­versity fueron capaces de lo imposible en cuanto a mecanografiar el ma­nuscrito y Noemí de Iriberri se ocupó de traducir la versión original del inglés.

Durante gran parte del tiempo en que escribí este trabajo fui también alentado y ayudado por gran cantidad de colegas. Mientras fui profesor en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Connecticut, quedé en deuda con el Profesor Larry Bowman, Jefe del Departamento, y también con el Professor J. Garry Clifford, Director de Estudios Gradua­dos. En la Universidad de Tampa, debo agradecer a los Profesores Richard Piper y Robert Kerstein. En la Texas Christian University fue apoyado par todos mis colegas del Departamento de Ciencias Políticas, especialmente por los Profesores J. Michael Dodson y Donald Jackson. Mucha de la ener­gía para seguir adelante la obtuve de mis estudiantes, quienes fueron una fuente de inspiración diaria.

Me gustaría mencionar especialmente a los miembros de mi clase so­bre Regímenes Autoritarios en TCU, quienes compartieron mi interés en el tema y fueron capaces de aprender junto conmigo.

Agradezco también el generoso apoyo financiero aportado por la Re­search Foundation de la Universidad de Connecticut, el Centro de Estudios Latinoamericanos y el Departamento de Ciencias Políticas.

Quiero agradecer asimismo a tres críticos anónimos por sus sugeren­cias y críticas. Un agradecimiento especial va para el Profesor Paul H. Le­wis, un gran estudioso de la política paraguaya, por sus valiosas aprecia­ciones sobre el presente trabajo.

Mi familia apoyó siempre mis esfuerzos con paciencia y amabilidad. Todos contribuyeron en gran medida para que yo completara este trabajo. Finalmente, quiero agradecer especialmente a mi esposa, Heidi Josephine Golicz. Ella ha participado activamente de muchas maneras, y difícilmente pudiera este libro haber sido completado sin su ayuda.

Todos los errores son de mi absoluta responsabilidad.


Carlos R. Miranda

Kingston, Massachusetts

A María del Consuelo



INTRODUCCIÓN

Alfredo Stroessner rigió los destinos del Paraguay desde 1954 hasta 1989, convirtiéndose en el dictador más duradero de la historia de ese país, pero se mantuvo al margen de la opinión pública mundial debido al rol deliberadamente limitado de su régimen. Fue un dic­tador atípico sin ser extravagante al estilo de los caudillos característicos de otras naciones de América Latina, Stroessner reorganizó astutamente la política del Paraguay de acuerdo a su propio libreto. Su habilidad para ejer­cer el control era igual a la deliberada manipulación que hacía de sus sim­patizantes. Despertó grandes pasiones: sus críticos condenaron vehemente­mente su estilo y sus principios, pero sus seguidores elogiaron todos sus emprendimientos. Stroessner dejó, sin duda alguna, una marca indeleble en la cultura, la política y la sociedad del Paraguay (1).

En gran parte, Stroessner y su régimen desafían algunos de los es­tereotipos existentes sobre las dictaduras de América Latina y del Tercer Mundo(2) ¿Pudo Stroessner llegar a controlar, inspirar y movilizar a las masas, o presidió un régimen militar similar a la experiencia burocrática de sus vecinos, el Brasil y la Argentina? En verdad, es posible suponer que, debido a su larga trayectoria, Stroessner fue muy popular, pero no lo fue. A pesar de que continuamente cortejaba a las masas populares, Stroes­sner no fue un líder carismático. De hecho, no tenía capacidades de orador y sus apariciones en público no despertaban reacciones; su aire era el de un funcionario militar-preocupado, trabajador, y comprometido. ¿Qué, en­tonces, explica su durabilidad? Las razones se deben buscar en la fibra de la sociedad paraguaya, y en la forma en que Stroessner definió su rol den­tro de esa sociedad.

Stroessner presidió un país geográficamente aislado, con privaciones económicas y en medio de una crisis de identidad política debido a años de confrontaciones políticas entre distintos grupos. Sin salida al mar, Pa­raguay se relacionó a lo largo de su historia con el Brasil y la Argentina de acuerdo con sus propios intereses, acercándose a uno u otro según se pudiese conseguir beneficios políticos o económicos. Debido a su carencia de recursos económicos, y a una devastadora guerra sobre límites durante la década del 30, Paraguay era una nación atrasada cuando Stroessner llegó al poder en 1954. No había logrado crear instituciones que pudieran miti­gar su tendencia a la inestabilidad, el caos y los gobiernos fuertes. Parte de las razones que explican la falta de desarrollo institucional es que los políticos paraguayos tuvieron la disposición de agruparse en tor­no a personalidades en lugar de ideas o instituciones, una tendencia que ocasionó grandes costos mientras el país alternaba gobiernos democráticos con dictaduras militares. Actuando como si la democracia no estuviera en la naturaleza del Paraguay, Stroessner ganó ascendencia al elevarse por so­bre diferencias partidarias y convertirse en elemento unificador. Aun así, para permanecer en el poder por tanto tiempo, Stroessner tuvo que hacer algo más que reconciliar a grupos en oposición.

Stroessner cambió efectivamente la naturaleza de la política paragua­ya al controlar al Partido Colorado, .al delimitar el rol de la oposición, y complacer a las Fuerzas Armadas. En una nación con suficientes figuras históricas, Stroessner se convirtió en el símbolo del Paraguay: ciudades, calles, edificios, la moneda, los sellos postales, todo tenía impreso su nom­bre. Éxitos de toda clase le fueron reconocidos. Cuando diversos grupos intentaron llegar al poder, Stroessner terminó con sus ambiciones ya sea controlando o cooptando a sus líderes. Declaró que no era un dictador, a pesar de que promulgó leyes para llevar a cabo una sistemática persecu­ción de la oposición, logrando uno de los peores registros de violaciones a los derechos humanos en América Latina.

Stroessner se apoyó en la lealtad de algunos, la capacidad de otros y el apoyo de muchos. Hacia el final de la década del 70, su posición era inamovible mientras se preparaba para una cuarta década en el poder. No obstante, el desmantelamiento de su régimen, que se iniciara al principio de la década de los 80, probó una vez más que la invencibilidad no es una condición permanente. Elegido por octava vez un. año antes de su caída, Stroessner fue derrocado porque no pudo hacer funcionar su sistema polí­tico. La duplicidad, la astucia y la represión que definieron su reinado no fueron suficientes para mantener al sistema en funcionamiento y, al final, lo derrocó la corrupción que había creado el imperio.

El proceso de modernización que incitó a la población a un mayor consumo durante los años 70 había creado expectativas dentro de la ciu­dadanía. Al no materializarse durante los años 80, esas expectativas crea­ron grandes divisiones en medio de la sociedad paraguaya, e inclusive den­tro del Partido Colorado. Stroessner perdió el apoyo total que había goza­do, y una facción importante en el partido los consideró nocivos a él y a su sistema. Además, se hizo cada vez más difícil mantener en línea a la oposición, puesto que el proceso de movilización social ya había vuelto válida la necesidad de una oposición en funcionamiento. Enfrentando po­sibles levantamientos, las Fuerzas Armadas abandonaron a Stroessner. Su exilio puso fin a un período de la historia del Paraguay que, al menos por las lecciones que ofrece, merece atención.

En contraste con el gran interés dispensado a otros regímenes auto­ritarios en América Latina, el de Stroessner fue por mucho tiempo virtual­mente desconocido fuera del Cono Sur de América Latina(3).

El régimen ha sido caracterizado como tradicional, en contraste con los tipos burocrático y populista. Para muchos, Stroessner sobrevivió de­bido a elementos culturales que hicieron posible su duración sin preceden­tes, y que casi eliminaba la posibilidad de algún cambio, pero fue la as­tucia política de Stroessner lo que convirtió a su régimen en un caso sin­gular, al menos en el contexto de dictaduras dentro de América Latina.

El éxito de la dictadura en el Paraguay no comenzó con el régimen de Stroessner. Ciertos eventos históricos han predispuesto a la población del Paraguay a aceptar gobiernos autoritarios. La experiencia colonial de la nación fue notablemente diferente de los demás países de la región. Pa­raguay tenía recursos económicos limitados y la conquista estuvo siempre asimilada a la atractiva zona del Río de la Plata. Sin incentivos para la creación de élites poderosas porque su comercio estaba limitado a un pe­queño número de artesanos, y porque no había puertos importantes que pu­dieran permitir el florecimiento del comercio.

En cierto sentido, el Paraguay de Stroessner reflejó al período colo­nial y la influencia de la orden jesuita con sus " reducciones," lugares don­de la población indígena era iniciada en las formas culturales del mundo civilizado, la población del Paraguay se mantuvo silenciosa y sumisa, una condición que reflejaba una visión fatalista y apática de los acontecimien­tos nacionales. Otra institución autoritaria del período colonial, la enco­mienda, fue abolida en Paraguay mucho más tarde que en el resto de Amé­rica Latina. La encomienda-el sistema por el que la población indígena cambiaba trabajo por protección-puede haber transferido a la población paraguaya naciones particulares de autoridad, vagamente definidas pero al­tamente centralizadas. El carácter de la población indígena y el alto grado de proteccionismo racial pueden haber acentuado la tendencia paraguaya a buscar y apoyar gobiernos autoritarios tratando así de afirmar su identidad cultural.

Paraguay ha aceptado también gobiernos autoritarios desde el logro de la independencia nacional. El liderazgo de José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840) inició un período en el que Paraguay mantuvo un ais­lamiento casi total del mundo exterior. Carlos Antonio López (1840-1862) y Francisco Solano López (1862-1870) reforzaron las estructuras autorita­rias a través de sus estilos personalistas, imaginando un rol más importante para la nación y manteniendo grandes ambiciones personales. Estos dictadores convirtieron al Paraguay en un país autosuficiente durante el siglo diecinueve, creando tal vez la idea de que tales gobiernos promovían la estabilidad y el progreso.

El personalismo y el centralismo de los regímenes autoritarios del siglo diecinueve resultaron desastrosos para la nación. En 1864, una gran confrontación con tres países vecinos devastó el potencial humano y eco­nómico del país. La Guerra de la Triple Alianza frenó el crecimiento eco­nómico y creó obstáculos al desarrollo institucional y político. La primera parte del siglo veinte también fue poco auspiciosa. Plagada de dictaduras de corta vida, inestabilidad y pobreza, Paraguay se encontró en guerra con Bolivia sobre cuestiones limítrofes en 1932. Una poderosa figura durante la victoriosa Guerra del Chaco, el Mariscal José Félix Estigarribia, llegó a la presidencia en 1939. Su repentina muerte en un accidente aéreo un año después abrió el camino a la presidencia al General Higinio Morínigo, el cuarto hombre fuerte del Paraguay. Cinco gobiernos diferentes le suce­dieron entre 1949 y 1954. Ese mismo año, luego de haber tomado parte en cinco golpes militares, Alfredo Stroessner llegaba al poder en Asunción.

Stroessner enfrentó varios desafíos, pero sobrevivió poniendo en mar­cha la consolidación de un tipo diferente de autoritarismo. Delineó objeti­vos de modernización: la erradicación del caos interno y la necesidad de proporcionar a la población un cierto grado de participación política. Para incrementar la seguridad interna, su administración prohibió todo cuestio­namiento o ataque a su legitimidad, así como también a sus posiciones ideo­lógicas y sus orientaciones políticas. La ruptura entre el sistema social y el sistema político se volvió evidente. El régimen atendía a las necesidades y las expectativas de un grupo reducido de ciudadanos. La represión sirvió para conservar dicho orden institucional.

El gobierno utilizó también diferentes tácticas de coopción de posi­bles disidentes. A altos niveles, permitió a oficiales militares recibir una porción del rentable comercio de contrabando por el cual Paraguay es fa­moso. Un gran número de mercaderías que podían entrar al Brasil o la Argentina sólo después de pagar altas tarifas aduaneras eran ingresadas al Paraguay para ser luego vendidas con grandes ganancias en los países ve­cinos. Militares y oficiales de policía recibieron puestos con grandes be­neficios económicos. A nivel medio, una estructura de gobierno altamente burocratizada creó oportunidades laborales retratando al régimen como a una maquinaria benévola y comprensiva capaz de proporcionar oportunida­des para todos. A nivel de las clases más desprotegidas, un sistema eco­nómico informal operó en Asunción con la sanción de las autoridades. Una política migratoria permisiva y flexible animó a muchos paraguayos a bus­car trabajo en los países vecinos.

Percibiendo la noción de que la política no era competencia de las clases media y baja, la atención de la población se centró entonces en la economía. El régimen de Stroessner, sensible a esta situación, insistió en un alto crecimiento económico para afianzar su propia estabilidad. La ex­pansión se basó fundamentalmente en el sector agrícola, las industrias hi­droeléctricas y de la construcción, y una política de cambio muy favorable que mantuvo a la moneda sobrevaluada abarató las importaciones y ayudó a elevar el nivel de vida de la población. El país disfrutó niveles de con­sumo y gastos sumamente elevados en comparación con el pasado.

La habilidad del régimen de cumplir con las expectativas de mejores condiciones económicas fue la base del apoyo " consensual" que recibió, si bien los mayores beneficios económicos terminaron en manos de la élite que monopolizó la política. Luego del auge de los años setenta, sin em­bargo, el crecimiento y el gran número de oportunidades para la inversión no produjeron cambios estructurales de importancia. Las expectativas de la población promovieron un proceso de movilización social durante los años ochenta. La subyacente fuente de legitimidad-la coerción-ya no se­ría suficiente.

El sistema político implantado bajo la tutela del Presidente Alfredo Stroessner es un caso interesante de autoritarismo por varias razones: pri­mero, porque los cambios en la situación socioeconómica del país produ­jeron alteraciones en las demandas políticas y en el nivel de movilización y participación popular sólo cuando una crisis ineludible se desató sobre el régimen en los últimos años antes de su caída; segundo, porque el con­senso adquirido por el gobierno muestra cómo un régimen autoritario pue­de perpetuarse en el poder recurriendo a medidas coercivas; tercero, por­que la mínima actividad política volvió imposible los desafíos al sistema, inclusive para grupos de interés organizados; y cuarto, porque la corrup­ción permitió al régimen operar exitosamente en tanto hubo recursos sufi­cientes para ser distribuidos entre diferentes grupos.

No obstante, el carácter y el espíritu de los años del régimen de Stroessner son difíciles de definir. Varios autores han descrito al régimen como personalista, como una cultura política autoritaria o como un caso de autoritarismo institucionalizado. Sin embargo, resulta difícil categori­zarlo en forma tan simple. Sigue sin ser claro que alguna de esas catego­rizaciones se ajuste al caso del Paraguay. Stroessner mantuvo los aspectos institucionales entrelazados con políticas represivas, lo cual hizo que la cultura política resultante estableciera condiciones especialmente aptas pa­ra el surgimiento o la continuación del autoritarismo.

Por otra parte, el régimen de Stroessner produjo una serie de expe­rimentos que podrían ayudar a ampliar nuestra comprensión del autorita­rismo en el contexto de América Latina. Paraguay ya no puede ser considerado como un país basado en una economía principalmente agrícola, así como el liderazgo de Stroessner tampoco representó un típico caso de sim­ple caudillismo. Es indudable que tuvo lugar un desarrollo económico, si bien junto a un más lento proceso de modernización. Referirse al Paraguay como a una nación sin importancia, tradicional y agraria, es una gruesa simplificación.

El Paraguay de Stroessner produjo un notable tipo de sistema polí­tico, cuya complejidad no podrá ser comprendida a través de un solo con­cepto. Las discusiones sobre política paraguaya suelen tender a los extre­mos. Algunos definen al Paraguay de Stroessner como a una dictadura bru­tal y un autoritarismo altamente sofisticado. Otros ven a dicho sistema po­lítico como el resultado de legados históricos y rasgos culturales. Estos últimos tienden a justificar al régimen de Stroessner como requisito para una democracia estable, duradera y competitiva. En cualquier caso, la ex­periencia autoritaria de la era de Stroessner puede ofrecer información útil sobre el proceso de consolidación de un régimen autoritario. El régimen de Stroessner permaneció en el poder por treinta y cinco años, y su control sobre el sistema político fue total. A pesar de los críticos del régimen y de sus propios excesos, la manera en que resolvió los conflictos durante más de tres décadas es prueba de su habilidad para controlar posibles con­trincantes desde adentro y desde afuera y obtener apoyo popular.

Los resultados de las elecciones son otro indicador importante del grado de consolidación alcanzado por el régimen paraguayo. Stroessner ga­nó las elecciones de 1954, 1958, 1963, 1968, 1973, 1978, 1983 y 1988. Desde 1963 permitió participar a algunos partidos de la oposición, pero nunca recibió menos del 80 por ciento de los votos, y ha sobrepasado la marca del 90 por ciento en dos de las últimas tres elecciones. Aunque el contexto electoral en Paraguay fue bastante especial, se debe admitir que recibir más del 90 por ciento de los votos en una elección presidencial resulta algo raro. Además, la mayoría de los paraguayos de la oposición suponían de que, hasta en una elección "limpia", Stroessner habría salido victorioso, aunque por un margen mucho menor. El apoyo electoral brindado al régimen puede interpretarse de varias maneras: primero, el control ejer­cido por el régimen afectó los resultados de las elecciones. Pero, por otro lado, es posible que en general la ciudadanía pudo haber estado satisfecha con los resultados de las elecciones y el tipo de sistema político instalado por Stroessner. Muchos creían que -en conjunto- el país nunca había gozado de tanta "paz, bienestar y trabajo", como aseguraba el slogan del General Stroessner y el Partido Colorado(4).


LA ORGANIZACIÓN DE ESTE ESTUDIO


La creación de un enfoque multifactorial para estudiar la estabilidad en un contexto autoritario requiere una explicación de la cultura política que define al sistema político. El segundo capítulo introduce esos elemen­tos explicando cómo desde tiempos coloniales el Paraguay ha presentado una situación peculiar. El intercambio entre la cultura guaraní y los con­quistadores españoles creó un ambiente que definió la cultura política con­temporánea durante la era de Stroessner. Este hecho es más evidente a ni­vel popular y en las actitudes políticas del pueblo paraguayo.

Debido a que el ambiente apoyaba prácticas autoritarias, este tipo de sistema político se desarrolló en el Paraguay aún después de la indepen­dencia. El tercer capítulo presentará una reseña de las condiciones histó­ricas que apoyaron el desarrollo del autoritarismo y las fuerzas que con­tribuyeron a su consolidación. La inestabilidad institucional, la presión po­lítica externa y los conflictos dentro de la élite paraguaya influenciaron ciertamente los acontecimientos que desembocaron en la instalación del ré­gimen de Stroessner en 1954.

El cuarto capítulo sostiene que la consolidación del régimen fue de­bido a sus esfuerzos en apoyar la uniformidad ideológica dentro del Par­tido Colorado. La Constitución permitió la creación de un régimen auto­ritario al brindar extensos poderes al Ejecutivo; el resultado fue una es­tructura de poder que descansó en un triángulo compuesto por las Fuerzas Armadas, el Presidente y el partido dominante. La eliminación de líderes ideológicos dentro de la estructura partidaria reforzó desde el comienzo la posición del General Stroessner. Su "nueva" doctrina se centró en una po­sición vehementemente anticomunista, un deseo de aparecer como un ar­diente populista, un obvio nacionalismo y apoyo al desarrollo económico. El quinto capítulo trata asuntos concernientes al control político social ejercido por el régimen. Los puntos centrales son las limitaciones impuestas sobre la estructura de partidos políticos y los grupos de interés. La cuestión de los derechos humanos y los mecanismos de control sobre otras organizaciones gubernamentales, como el poder judicial y la burocra­cia, son también examinadas. El partido " único" actuó como instrumento de control y su rol debe ser visto como contribuyendo al ambiente de te­rror implantado por el régimen. El mismo terror fue también inculcado a través de la persecución de ciertos grupos e individuos, que se animaban a criticar las decisiones del régimen.

El sexto capítulo presenta cuestiones de coopción que resultan de las estrategias de desarrollo económico aplicadas durante la segunda y tercera décadas del régimen. El análisis se concentra en el rol del sector externo, dificultades en la balanza de pagos, y lazos económicos regionales e internacionales que ayudaron al país a lograr una alta tasa de crecimiento. El rol del contrabando en la economía y los proyectos de industrialización propuestos se destacan como ejemplos de la relación entre el desarrollo económico y la política de consolidación del régimen de Stroessner.

El séptimo capítulo explica las condiciones que contribuyeron al de­rrocamiento del régimen. El proceso de deterioro comenzó en 1983 y se aceleró durante 1987, justo antes de las elecciones de 1988. Con una crisis económica afectando sectores claves de la sociedad paraguaya y divisiones internas dentro del Partido Colorado sobre la transición hacia un futuro más democrático, el régimen se vio en sus días finales. Cuando el General Stroessner fracasó en sus esfuerzos por mantener al partido unificado, cuan­do se volvió imposible mantener los beneficios de la corrupción aseguran­do su estabilidad, y cuando la oposición no pudo ser controlada, el régi­men cayó en pocos meses.

La conclusión considera las implicancias de la era de Stroessner a la luz de la literatura sobre la transición hacia la democracia en América Latina(5). El complicado proceso de transición hacia la democracia en el Paraguay hace mucho más relevante este caso, debido a la dificultad en romper con la tradición autocrática que durante tanto tiempo se ha mante­nido. Además, la consolidación del régimen de Stroessner y su impacto en el desarrollo político de Paraguay resultan una cuestión muy importante, habida cuenta de los acontecimientos que llevaron al poder al General An­drés Rodríguez en febrero y mayo de 1989. La cuestión no solamente se centra sobre el proceso político puesto en movimiento en el Paraguay bajo la nueva administración, sino también sobre la creación de una eventual alternativa al autoritarismo en ese país.


NOTAS

1) América Latina tiene una larga tradición de gobiernos autoritarios. Durante el siglo diecinueve, poderosos caudillos monopolizaron el poder en áreas rurales crean­do ejércitos de campesinos. En la primera parte del siglo veinte, dictadores goberna­ron en virtud de su experiencia militar y control personal del poder económico y político. Más recientemente, régimenes autoritarios han adoptado formas más sofisti­cadas de gobierno en las cuales las Fuerzas Armadas como institución juegan el papel dominante.

2) Algunos de los trabajos más relevantes incluyen David Collier, ed., The New Authoritarianism in Latin America (Princeton: Princeton University Press, 1979); Juan J. Linz, " An Authoritarian Regime: Spain," en Mass Politics: Studies in Poli­tical Sociology, ed. Erik Allardt y Stein Rokkan (New York: Free Press. 1970); Juan J. Linz, " Totalitarian and Authoritarian Regimes," en Macro-Political Theory, ed. Fred 1. Greenstein and Nelson W. Polsby (reading, Mass.: Addison-Wesley, 1975); Juan J. Linz and Alfred Stepan, The Breakdown of Democratic Regimes: Latin Ame­rica (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1981); James Malloy, ed. Corpo­ratism and Authoritarianism in Latin America (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1977); Guillermo O'Donnell. Modernization and Bureaucratic-Authoritarianism: Studies in South American Politics (berkeley: Institute of International Stu­dies, University of California, 1973); Alfred Stepan, The State and Society: Peru in Comparative Perspective (Princeton: Princeton University Press, 1978); Alfred Ste­pan, Authoritarian Brazil: Origins, Policies and Future (New Haven: Yale Univer­sity Press, 1973).

3) La falta de trabajos sobre la política paraguaya contemporánea es triste, casi sorprendente. Ver Paul H. Lewis, Paraguay Under Stroessner (Chapel Hill: Uni­versity of North Carolina Press, 1980); Paul H. Lewis, Socialism, Liberalism and Dictatorship In Paraguay (New York: Praeger, 1982); Russell H. Fitzgibbon and Ju­lio A. Fernández, Latin America: Political Culture and Development (Englewood Cliffs, N.J.: Prentice-Hall, 1981); and Riordan Roett, "Authoritarian Paraguay: The Personalist Tradition," en Latin American Politics and Development, eds. Howard Wiarda and Harvey Kline (Boston: Houghton MIfflin, 1979).

4) Un letrero de neón colocado sobre el Banco Nacional de Fomento en el centro de Asunción le recordaba diariamente a la población los tres logros más im­portantes del régimen de Stroessner.

5) Las cuestiones involucradas en la transición a la democracia en América Latina se discuten en Guillermo O'Donnell, Philippe C. Schmitter, and Laurence Whi­tehead, eds., Transitions from Authoritarian Rule: Latin America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1985).



LA CULTURA POLÍTICA DEL PARAGUAY

2


 La estabilidad alcanzada por el régimen autoritario del General Alfredo Stroessner en el Paraguay puede ser relacionada con una combinación de elementos culturales e históricos que permitieron a los líderes manipular y realzar la tradición autoritaria de la na­ción. No obstante, el ingreso per cápita y otros indicadores del progreso mejoraron sustancialmente después de 1954, obligando a cuestionar si di­chos cambios vuelven la creación de una cultura política democrática po­sible o si esto sigue siendo imposible dadas las políticas perseguidas por la administración.

La evaluación del contexto cultural del Paraguay exige una redefini­ción del concepto de cultura política, especialmente en la forma en que este concepto puede ayudar a entender el funcionamiento de regímenes au­toritarios. Las políticas del régimen stronista erosionaron ciertamente la ten­dencia hacia la democracia, pero los valores tradicionales de la población paraguaya- su cultura política, la cual existía antes de la llegada de Stroessner y la cual sobrevivió su mandato- pueden ser una fuerza mucho mayor que prevenga el cambio hacia la democracia en el Paraguay. Por. lo tanto, debemos al menos estudiar los valores culturales imperantes en el Paraguay, y relacionarlos a cuestiones más globales dentro de las políticas del régimen de Stroessner, averiguando cómo dichas políticas han afectado a las normas y a las instituciones que habrán de aparecer en el futuro.

El Paraguay desarrolló sus valores culturales y sociales como conse­cuencia del contacto entre la cultura indígena de los nativos y la cultura española de los conquistadores. La población indígena se mezcló con los españoles, aceptaron las enseñanzas proselitistas de las órdenes religiosas, y emergieron con una nueva escala de valores que forman el núcleo de los valores paraguayos contemporáneos. Las influencias externas alteraron el sistema de valores original de los habitantes de la región, pero el encuen­tro entre las dos culturas también reforzó algunas de las características peculiares de la cultura guaraní. La mezcla cultural afectó el tipo de orga­nización social y también dejó una importante marca en las percepciones, ideas y valores de la población nativa. Aun en nuestros días, intelectuales y visitantes son testigos de los rasgos culturales descritos desde la con­quista.

Las instituciones sociales y políticas que emergieron después de la independencia, entonces, reflejaron una cultura donde una estructura organizativa simple coexistía con un tipo de relaciones interpersonales bastante particulares. En este sentido, la cultura política prevaleciente en el Para­guay antes del surgimiento del régimen de Stroessner reflejaba una tenden­cia hacia valores autoritarios, una inculcada sumisión a la autoridad y una singular percepción de relaciones de poder. Para la mayoría de la pobla­ción, un sentido de normalidad impedía la creación de sentimientos antagonistas entre grupos políticos y clases sociales. La única esfera donde las relaciones de poder se manifestaban abiertamente era al nivel personal. La consecuencia fue una comunidad que toleraba la política practicada en for­ma personal pero no en forma grupal. Los intermediarios entre la pobla­ción y las instituciones de gobierno se convirtieron, entonces, en los en­cargados de proteger al sistema. De esta forma, algunos miembros de la sociedad llegaron a ser voceros de sectores enteros, quienes -debido a la naturaleza de sus orientaciones culturales- no podían expresar abierta y libremente sus propias demandas.


LA CULTURA GUARANÍ

El carácter tradicional, así como la cultura de los indígenas paragua­yos, eran bastante idiosincrásicos. La mayoría de los otros grupos tribales de América Latina usaba sus habilidades para la guerra, pero los guaraníes, sin embargo, parecían estar predispuestos a trasladarse continuamente sin aceptar ninguna tierra como propia. Cubrían largas distancias, cultivaban maíz intensivamente y practicaban el canibalismo ritual. Los guaraníes es­taban en contacto con otras culturas indígenas sudamericanas dada la ex­tensión de su modelo de radicación y distribución geográfica. Físicamente, eran de buena contextura y de baja estatura, compartiendo las caracterís­ticas antropométricas generales de otros indios de América Meridional. Eran tranquilos, sumisos y hablaban generalmente en un tono de voz muy bajo, sin establecer contacto visual con sus interlocutores, presentando en con­junto una actitud fría y reservada(1).

Los guaraníes poseían también otras cualidades sorprendentes que no se encontraban en otras culturas indias de las Américas. Por ejemplo, eran definitivamente pacíficos, sin haber adoptado una cultura guerrera tal co­mo la de sus competidores indígenas o la de tos conquistadores. Esta fue una razón importante que influyó para el éxito de la Orden Jesuita en el establecimiento de una relación íntima y personal con los nativos. Los Je­suitas habían intentado civilizar a otros grupos indios, tales como los Lulis, Tobas y Lenguas Mocovíes, todos indios que habitaban la región del Chaco,(2) pero habían sido recibidos con obstinada oposición. Muchos de los sacerdotes habían sido asesinados, y los padres habían continuado la búsqueda de grupos más amistosos que aceptasen el "mensaje" de la civi­lización.

Aunque varios grupos se esparcían sobre un gran territorio geográ­fico, la extensión de su civilización estaba enraizada en un lenguaje co­mún. La mayoría de los grupos compartía una herencia lingüística, aunque habiendo logrado diferentes niveles de desarrollo cultural. En áreas tales como la organización política, las condiciones sociales, los recursos eco­nómicos y la vida diaria, los guaraníes se asemejaban a un grupo unificado con características distintivas, algo que normalmente se encontraba solo en las civilizaciones indias superiores.(3)

El modelo de asentamiento original se definía en términos de guarás, que significa una región particular fácilmente reconocible porque está li­mitada por ríos. Las diferentes guarás constituían el entorno social origi­nario de los guaraníes. Para ellos, el concepto de guará significaba una región donde encontraban su propio espacio, por lo que demostraron un fuerte apego a sus guarás individuales. Nunca rechazaron la noción de gua­rá, la idea de que sus propias vidas estaban limitadas a un espacio parti­cular, y creían firmemente en su derecho a apropiarse de los recursos de la región.(4)

Los guaraníes desarrollaron lógicamente su propia visión del mundo, su propia distinción ideológica. No sólo se sentían fieles a su tierra, sino que también crearon una interpretación más detallada y filosófica de la vi­da y de los objetos que los rodeaban. En un ilustrativo trabajo, Juan Na­talicio González muestra cómo, entre otras características, los guaraníes atri­buían significado espiritual a los objetos materiales. También tenían tenden­cia a definir las cosas en forma bastante precisa y clara. No eran fatalistas; creían que podían conquistar el universo en torno suyo, ya que habían de­sarrollado-una noción de alma y porque mantenían un fuerte sentido de la verdad.(5)

Los guaraníes habían desarrollado así una cultura inmersa en el am­biente natural en que vivían. Enriquecieron también sus vidas con concep­tos captados etimológicamente en su preocupación por el lenguaje y la co­municación. En resumen, los cimientos de su civilización fueron más allá de la mera práctica de rituales de guerra o del deseo de conquistas mate­riales. Hubo un esfuerzo constante por establecer una relación con el me­dio ambiente, prueba del concepto de vida pacífica de los guaraníes y del sentido útil y positivo que le dieron.(6)


EL IMPACTO DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS

Las órdenes religiosas que fueron traídas por los conquistadores tu­vieron un impacto significativo sobre la cultura guaraní.(7) La misión de las órdenes era doble: introducir a la población indígena a formas de vida civilizadas e iniciar a la misma en la fe católica a través de la educación de la juventud. Las más importantes de las órdenes fueron la de los Fran­ciscanos, los Jesuitas, los Mercedarios y los Dominicos. Todas, excepto la orden de los Mercedarios, establecieron instituciones que probaron ser vi­tales para la nueva cultura del Paraguay, ya que produjeron cambios im­portantes en la cultura guaraní y crearon una nueva cultura, base de la cultura moderna del Paraguay.

Fue la orden de los Jesuitas la que, con el paso del tiempo, logró el mayor impacto religioso y cultural sobre la población nativa.(8) La crea­ción de diferentes "misiones" fue el más importante esfuerzo que afectara el desarrollo político y cultural de la región, si bien los Jesuitas llegaron con la misma intención que las otras órdenes, trataron de introducir a la población india en la fe apoyando un modelo diferente de organización so­cial, económica y política. Sus esfuerzos subvirtieron la naturaleza de la cultura guaraní y, debido al carácter bastante especial de los Jesuitas, pu­dieron establecer un experimento social cuyo fin era llevar el "reino de Dios a la Tierra." Charles Washburn, comisionado residente de los Estados Unidos en Asunción durante la década de 1860, escribió sobre los Jesuitas:

Ellos no buscaban posesiones terrenas para sí mismos pero les decían a los confiados indios: "Vengan y vivan con nosotros; les enseñaremos a vivir con mayores comodidades, los instruiremos en las maneras de la paz, seguridad y felicidad; y les mostraremos cómo, cuando esta breve vida haya pasado, ustedes podrán vivir con nosotros en el Paraíso.(9)

Las actitudes de los indios hacia los Jesuitas fueron más abiertas que las actitudes hacia los conquistadores españoles y portugueses, consideran­do a las misiones como lugares donde estaban involucradas recompensas espirituales. Al mismo tiempo, los líderes guaraníes que habían experimen­tado contactos previos con los colonizadores sabían que las reducciones iban a alterar significativamente la estructura social y política de la comu­nidad guaraní.(10) La organización de las reducciones seguía un modelo general. Miembros de la orden se quedaban con los puestos más altos para sí mismos, mantenían a los jefes indios en sus posiciones y permitían el funcionamiento de un pequeño cabildo de Indios que no tenía demasiado poder efectivo pero que colaboraba con los sacerdotes. Físicamente, las re­ducciones eran de naturaleza urbana, aunque la población desarrollaba sus actividades económicas en los campos. Los miembros de la orden inculca­ban en la población india nociones de disciplina, trabajo y valores comu­nitarios y los protegían de la explotación y las enfermedades. Las tareas de los nativos se dividían entre el mantenimiento de la iglesia y el sustento de sí mismos. Las reducciones se transformaron en pequeños centros de prosperidad económica, independientes de las otras instituciones del Para­guay colonial.(11)

Si bien hay muchas discusiones sobre el impacto de las reducciones, es importante notar que mientras las misiones restringían los movimientos de los indios y los forzaban a aceptar un estilo de vida extraño al propio, lograron también enseñarles artes manuales y destrezas a un gran número de ellos. Al final del experimento, estos indios eran capaces de vivir en ambientes urbanos y podían ganarse la vida en una variedad de activida­des. En esencia, la relación entre los guaraníes y los Jesuitas fue positiva porque el trabajo de los padres ayudó a los indios a organizarse política­mente dentro de una comunidad.(12)

El contacto entre la cultura guaraní y las nuevas normas y prácticas introducidas por las órdenes religiosas crearon un ambiente cultural dife­rente del resto de la región. La tendencia de los indios guaraníes a evitar conflictos, junto con la imposición de un orden social jerárquico, los llevó a aceptar sumisamente la presencia de una autoridad poderosa. A pesar de que el impacto de las organizaciones católicas también propiciaron el de­sarrollo del autoritarismo en otras partes de América Latina, la notable in­fluencia de los Jesuitas pudo haber condicionado al Paraguay a aceptar for­mas extremas de liderazgo autoritario.

Es de notar que las características de la cultura guaraní y de las ór­denes religiosas se entrelazan en el aspecto cultural de los valores para­guayos contemporáneos. No resulta, por lo tanto, sorprendente constatar que pocos cambios culturales han habido desde la Independencia, y que tantas dificultades haya tenido el país en mantener formas no-autoritarias de gobierno. En la medida en que han percibido los valores de esa época, la política paraguaya contemporánea refleja una relación entre el pueblo y sus líderes basada en aquella experiencia de la cultura nativa en contacto con los valores españoles y católicos dominantes. Esas prácticas están muy asimiladas en el carácter del pueblo y, más claramente aún, en la forma en que afectan a la política al nivel popular.


CULTURA POLÍTICA Y CULTURA POPULAR

Estudios sociológicos y antropológicos permiten entender el contexto cultural en el que se desarrolla la política en el Paraguay, especialmente porque es a nivel popular donde se pueden observar las verdaderas y ge­nuinas manifestaciones de los ciudadanos. Para nuestro propósito, es im­portante identificar los elementos que definen la orientación política de la población, y luego investigar si dicha orientación se corresponde con los resultados de algunas encuestas de opinión realizadas recientemente. Si los resultados muestran una relación cercana entre ambos, el análisis nos per­mitirá llegar a dos conclusiones: primero, que el régimen de Stroessner ha definido correctamente su orientación política y su retórica de acuerdo a la orientación cultural de la población y, segundo, que la tradición autori­taria de Paraguay ha sido reforzada a través del estilo y de las políticas del régimen.

Uno de los primeros estudios sobre la cultura política en el Paraguay fue el estudio de Tobatí, un pequeño pueblo paraguayo, realizado por El­man y Helen Service, y publicado en 1954. El estudio intentó determinar tanto la extensión como la sobrevivencia de prácticas culturales indígenas en un pueblo paraguayo. El estudio concluyó que, con excepción de la len­gua, ninguna otra característica cultural guaraní sobrevivió en el Paraguay rural al período colonial. Los autores encontraron también que solamente algunos elementos, tales como prácticas culinarias y comidas nativas, pue­den estar relacionados con los guaraníes originales. Este tipo de prácticas han sido encontradas también en otras culturas indígenas a lo largo del mundo. Otras instituciones populares importantes, como el compadrazgo, deben ser aceptadas como originariamente europeas.(13) La medicina rural, y el censo del pueblo revelaron pocos apellidos de origen indio.(14)

La estructura social y política de un pequeño pueblo paraguayo es un ejemplo claro del contexto cultural en el que se desarrolla la política paraguaya. Los autores del estudio sugirieron que el hecho distintivo en el Paraguay contemporáneo es que "formas culturales tempranas han sido preservadas en tiempos modernos y de acuerdo a la aculturación inusual en el primer período de ajuste entre los colonizadores españoles y los in­dios guaraníes."(15) Una de estas pautas coloniales es la estructura de au­toridad encontrada en Tobatí. La figura política más importante era la del comisario, quien junto con un pequeño grupo de oficiales jóvenes se ocu­paba de la seguridad del pueblo. Otra figura prominente era el cura del pueblo, a pesar de que el estudio indicó que esta situación se debía mas a la personalidad del prelado que a la fuerza institucional de su investidu­ra.

Las actitudes políticas de la población de un pequeño pueblo reflejan la tendencia de la nación de aceptar un estilo pasivo de participación po­lítica que no conduce a prácticas democráticas. A nivel popular; la política, de acuerdo con este estudio, es vista simplemente como una actividad des­tinada a proveer beneficios económicos personales y alguna movilidad so­cial. En este contexto, los Services definieron a los partidos políticos del pueblo como no compactos y disciplinados con la pretensión de una ideología rela­cionada con políticas: son, en efecto, agregados desorganizados de pe­queños cuerpos o facciones de personas que ocupan puestos oficiales, profesando lealtades personales a líderes pero continuamente buscando mayor poder a través de la formación de nuevas alianzas y destruyendo viejas.(16)

La formación de estas alianzas sigue en algunos casos el tipo de re­laciones interpersonales definidas a través de los roles de los rancheros y los terratenientes. Mientras que en las zonas rurales la propiedad de la tie­rra no está en su mayor parte establecida legalmente sino determinada por simple ocupación, la élite terrateniente de Tobatí mantiene una relación con los ocupantes y arrendatarios definida a través del intercambio de benefi­cios mutuos. La formación de relaciones patronales y de clientelismo tiene su origen en la institución del compadrazgo, el que, de acuerdo con los Services, procedía de las tradiciones del Catolicismo Romano más que de los propios guaraníes.(17)

Otras obras interesadas en el tema de la cultura política popular en el Paraguay fueron las de Frederick Hicks.(18) El autor escribió sobre la manera en la que relaciones interpersonales promueven la expansión del caudillismo en el Paraguay. Hicks argumentó que un sistema de "contratos diádicos" (dyadic contracts) definen las relaciones interpersonales en la cul­tura política paraguaya. Este tipo de relaciones interpersonales afectaba no­tablemente el rol de los partidos políticos y promovía la aparición de hom­bres fuertes con cierto apoyo popular. Estas relaciones lograban "el efecto de politizar a los campesinos (y a los trabajadores urbanos de clase baja), a la vez que encauzaban sus energías políticas hacia el apoyo de grupos conservadores quienes usualmente no actuaban en defensa de los intereses de los trabajadores."(19)

En términos prácticos, las relaciones interpersonales de este tipo ope­raban a varios niveles. Las relaciones entre patrones y clientes permitían la formación de relaciones interpersonales de diferentes clases dependien­do del contexto de las relaciones mismas. Una de las formas culturales de clientelismo en el Paraguay es la institución del compadrazgo. A pesar de que en la mayoría de las naciones latinoamericanos el compadrazgo es prac­ticado como ritual, en Paraguay estas relaciones proveen una oportunidad para intercambiar ayuda, algunas veces entre individuos y algunas veces entre individuos y niños quienes reciben un padrino con el mismo propó­sito. Estos lazos incrementan la formación de relaciones de dependencia entre individuos y, como regla general, tienden a depender más de indivi­duos que de canales institucionalizados, donde quiera que exista la opción:

El segundo nivel de las relaciones interpersonales que afectan a la cultura política paraguaya es la práctica del paternalismo. En esta clase de relación, la provisión de ciertos favores personales crea un lazo que gene­ralmente va mucho mas allá de la relación en sí. Este tipo de relación pre­domina en el ámbito comercial, generalmente entre empleadores y empleados, dado que los primeros son capaces de proveer beneficios adicionales a sus trabajadores, mas allá del salario regular. Ambas partes definen la relación como intercambio de ayuda, creando obligaciones para ambos.

Las relaciones diádicas no solamente incluyen individuos de diferen­tes estratos socioeconómicos. Cuando las partes pertenecen a la misma cla­se social, en particular la clase alta, la relación se establece a través de un colega. En este caso, uno provee a los amigos y parientes los beneficios asociados con la posición personal en la esfera política o económica. Estos favores son entonces devueltos, incrementando un sistema de intercambio entre individuos, familias o grupos. Prácticamente, son utilizados para eli­minar a la burocracia, para ganar posiciones sin tener que competir con el resto de la población, o simplemente para incrementar el sentido de pres­tigio popular y poder.


CULTURA POLÍTICA POPULAR E INSTITUCIONES POLÍTICAS

La formación de una cultura política sobre la base de lealtades in­terpersonales puede ser una de las razones por las que no se ha desarro­llado en el Paraguay una competencia política a nivel institucional. Por cierto, los partidos políticos han logrado sobrevivir y ganar terreno en el nuevo sistema político moderno, pero al costo de tener que enfrentar una fuerte oposición del contexto cultural y los valores tradicionales de la cul­tura política. Lo que parece ser irónico en el caso de Paraguay es que los grupos que deberían apoyar el cambio político- obviamente, aquellos que son negados en sentido económico, social o político- no juegan un rol más activo en las instituciones políticas. La tendencia a limitar la amplitud y el rol de las instituciones políticas puede ser explicada por el hecho de que los sectores más bajos no comprenden qué beneficios pueden recibir a través del apoyo a cambios institucionales, y entonces el sistema cultural basado en relaciones interpersonales dominantes y dependientes continúa definiendo la naturaleza de la competencia política. Aún en medio de un proceso económico de modernización, mientras los miembros de la élite puedan mantener su capacidad de entregar favores a sus habituales segui­dores, la cultura política tenderá a perpetuarse.

Más allá del problema de atraer la lealtad de individuos acostumbra­dos a recibir favores de personas en vez de instituciones, existe también el problema de la distribución de recursos. Hicks argumenta que la tenden­cia de los paraguayos de mantenerse divididos entre dos partidos políticos o grupos partidarios (colorado o liberal; oficialista u opositor) refuerza otra forma de clientelismo practicada por los partidos mismos. Debido a que los partidos son utilizados a nivel local como canales para la distribución de beneficios políticos, el total de los miembros debe ser mantenido a ni­veles razonables. Si, repentinamente, los partidos incrementaran sus simpatizantes en grandes cantidades, no tendrían recursos para satisfacer las demandas presentadas por todos ellos. En el eventual caso de que las de­mandas no fueran satisfechas, la consecuencia prevista seria la inestabili­dad. De esta forma, el análisis de Hicks describe perfectamente la situa­ción que, según otros, existe en la estructura político-partidaria del Para­guay: fuerte identificación en base a clases, status y relaciones familiares y posibles beneficios económicos.

El impacto del contexto cultural en el rol de las instituciones polí­ticas es tal que ninguna institución se escapa de jugar un rol paternal sobre grupos, sectores o individuos. Esto es visto en forma clara en el rol que los partidos políticos juegan a nivel local. La posibilidad de no pertenecer a un, partido político es entendida como un rechazo tácito de las premisas bajo las cuales el sistema político-cultural opera. La afiliación partidaria es una cuestión personal sumamente importante. Cambiar de un partido a otro es visto críticamente porque es interpretado como un cambio de leal­tades. Esta fuerte lealtad a los partidos en términos de los beneficios a obtener, promueve a los partidos políticos a operar dentro de un vacío. La razón que explica su existencia no es la de participar en competencias ideo­lógicas, sino la de distribuir beneficios a los miembros que le entregan apoyo.

Hicks también demostró que los problemas institucionales creados por esta clase de orientación cultural afectan las posibilidades de lograr resul­tados positivos en cuanto al desarrollo comunitario. Señaló que los sacer­dotes católicos llenan el vacío creado por este sistema de intensa lealtad determinada por logros individuales. Ya que los intereses comunitarios es­tán siempre por debajo de los intereses personales, los sacerdotes se trans­forman en los encargados de arreglar disputas sobre cuestiones políticas locales. La necesidad de encontrar una autoridad sin lealtades partidarias permite que los sacerdotes se mantengan neutrales, al menos en lo que afecta a su identificación política con cualquier partido o facción. Debido a que los sacerdotes pueden operar a un nivel menos político, generalmente pue­den lograr resultados en las actividades que lideran, reforzando su popu­laridad e influencia sobre la población local.(20)

Todas estas características sugieren que hay razones importantes para que la cultura política autoritaria se mantenga en razón de las clases de relaciones interpersonales que son su fundamento básico y por la extensión de estas prácticas hacia instituciones que son fundamentales en la promo­ción de un sistema político competitivo. Eliminar estas pautas sociales que son parte de la cultura popular es definitivamente una tarea dificultosa ya que, en su mayoría, los paraguayos aceptan este sistema como la forma normal de desarrollo de sus actividades. Lo hacen sin volverse impacientes sobre el lento crecimiento económico, ni sobre la cantidad de dinero que miembros de la clase política puedan amontonar, ni preocupados por los beneficios asociados con los puestos políticos. En realidad, estos mismos valores culturales fueron promovidos por la administración del General Stroessner a través de la provisión de trabajos y puestos, a través de la expansión del rol de los comités a nivel local, a través de la defensa de la posición oficial de los colorados como la más patriótica; todo en un esfuerzo deliberado por mantener al sistema en su lugar.

Los campesinos paraguayos apoyaron al régimen de Stroessner y de­mostraron abiertamente su respaldo cuando el gobierno confrontó una opo­sición organizada a lo largo del país. De esta forma, los campesinos, po­bres y sin esperanza, encontraron al menos que habían sido asignados a un rol preponderante en la política del país, aún dentro de un sistema po­lítico que operaba en contra de sus propios intereses. Pero la falta de pre­paración no les permitía entender claramente la situación y, en la medida en que las autoridades continuaban alabando el rol de los ciudadanos, su apoyo al régimen fue indiscutido.


LA CULTURA POLÍTICA BAJO STROESSNER

La cultura política paraguaya refleja muchas de las pautas culturales encontradas a nivel popular. Originariamente, el legado del período colo­nial condicionó el tipo de desarrollo institucional que emergió después de la Independencia. Los esfuerzos por adoptar un gobierno de tipo liberal terminaron siendo orígenes de conflictos, porque las características cultu­rales del país no garantizaban un esquema político de este tipo. Desde el comienzo del régimen stronista, el Paraguay estuvo abocado a la tarea de generar un tal proceso de modernización, lo cual creó las fricciones típicas de este proceso social. Aun así, la cultura política mostró poca tendencia al cambio, y se mantuvo como uno de los pilares en el esfuerzo por con­solidar el régimen de Stroessner.

En medio de los esfuerzos modernistas han quedado intactos ciertos tipos de relaciones institucionales y sociales. La rígida estratificación so­cial erigida en tiempos coloniales se constituyó en una de las más fuertes limitaciones para alcanzar la creación de un profundo sentido de identidad nacional. Las visiones liberales del Iluminismo dominaron el comportamien­to y las expectativas de sectores de la, élite y de ciertos sectores de la población; la mayoría fue intelectualmente inepta para entender problemas políticos, adoleció de educación formal y, en muchos casos, siguió relega­da a condiciones de marginalidad. El resultado de este comportamentalis­mo se manifestó en las relaciones entre clases sociales, afectando a todos los aspectos de la vida paraguaya: en muchos casos, el cálculo económico y personal definió la naturaleza de las relaciones sociales.

La cultura política paraguaya sirvió para incrementar el poder polí­tico de Stroessner. La élite que gobernó al país por más de tres décadas fue siempre la misma. La mayoría de los miembros del gabinete eran trans­feridos internamente dentro de la administración y, en algunos casos, ca­rreras enteras han sido desarrolladas en un mismo puesto. Tratando de apa­recer preocupados por el destino de los grupos populares, los miembros de la élite lograron un grado de respeto que tenía muy poco que ver con los roles formales que les eran asignados. Debido a que cierta clase de rela­ciones interpersonales operan a todos los niveles sociales, las relaciones de dependencia creadas entre los campesinos y la élite se extendieron tam­bién hacia la élite responsable por la conducción política. Golpes y trai­ciones fueron limitados por el hecho de que cada miembro del sistema, ga­naba al apoyar el continuismo del régimen.

La élite paraguaya ha ordenado entonces su accionar de acuerdo a las pautas de comportamiento de las clases populares, en especial, su ten­dencia a asumir actitudes de sumisión. En otros contextos latinoamerica­nos, como por ejemplo Bolivia, o inclusive Argentina, la misma experien­cia política y social que los paraguayos han experimentado en las últimas décadas habría ocasionado un activismo mucho más politizado. La tenden­cia a la sumisión fue reforzada por políticas de represión, aunque no sería correcto afirmar que la represión acarreó como resultado a la sumisión. La represión ha sido utilizada para contrarrestar la acción de posibles enemi­gos del sistema, en especial cuando existía la posibilidad de que el sistema estuviera en peligro. El ciudadano común paraguayo entendió el sistema de gobierno que existía en el Paraguay, supo cómo relacionarse con el mis­mo y cómo beneficiarse de esa relación. A pesar de que es posible de que beneficios económicos logrados durante las últimas décadas puedan haber cambiado las actitudes hacia la política, los cambios fueron evaluados sim­plemente dentro de un contexto estrictamente económico.


LA TRADICIÓN AUTORITARIA REINSTALADA

En un contexto cultural adecuado para el surgimiento de regímenes autoritarios, el gobierno de Stroessner logró ser aceptado en el Paraguay porque el mismo Stroessner logró personalizar la. tradición autoritaria del país. Su habilidad para manipular eventos históricos convenció a los para­guayos sobre su visionaria capacidad para tomar decisiones en beneficio del país. Stroessner logró redefinir el estilo autocrático de su administra­ción de manera que cualquier desarrollo democrático fue entendido como un enfrentamiento con el orden establecido. Aquellos que reclamaban un sistema político competitivo eran vistos como detractores de los mejores intereses de la nación. La mayoría de los paraguayos entendió en términos culturales las sanciones dadas a quienes se oponían al régimen. Se suponía y esperaba que el sistema fuera aceptado tácitamente como era. De la misma forma que los ciudadanos paraguayos aceptan los beneficios dados a ellos por sus patrones, aceptaron también el estilo político creado por la élite. El mensaje de lo positivo de Stroessner para el país recogía la idea de que, mientras los beneficios continuaran siendo distribuidos por el ré­gimen y los partidos políticos, poco había que cambiar políticamente. Trans­formándose en un símbolo de lo que el régimen había logrado para la na­ción y sus ciudadanos, Stroessner obtuvo el apoyo incuestionado de la ciu­dadanía.

El régimen utilizó otros símbolos de la política paraguaya que acen­tuó la necesidad del estilo político sancionado por Stroessner.(21) Para­guay hizo uso del hecho de que su posición mediterránea y su poca exten­sión territorial lo vuelven vulnerable a abusos y ataques externos. Durante el siglo diecinueve, el enemigo fue definido en términos estrictamente re­gionales. Argentina y Brasil fueron países en los que no se podía confiar y, entonces, la posibilidad de ataques sorpresivos se convirtió en una cons­tante preocupación de la política paraguaya.

Preocupados sobre la capacidad del país en resistir invasiones o in­tervenciones externas, los líderes paraguayos alabaron constantemente la heroica naturaleza del pueblo paraguayo. Por eso, las dos confrontaciones históricas que han afectado a la nación -la Guerra de la Triple Alianza y la Guerra del Chaco- son prueba real del mito sobre la agresión extran­jera así como del glorioso carácter del pueblo paraguayo. Estas guerras fueron libradas por gran parte de la población y, aún sin tener en cuenta el resultado de las mismas, el régimen promovió esta áurea de martirio sobre su propia identidad nacional. La población siente entonces que poder resistir a fuertes vecinos regionales, agresivos y expansionistas, es una de sus características colectivas fundamentales. En cierto sentido, el valor sim­bólico de haber enfrentado la amenaza impuesta "desde afuera" proporcio­nó al régimen un elemento legitimizador para poder luchar en contra de quienes se oponían al régimen "desde adentro."

Este esfuerzo por reforzar al autoritarismo obligó al régimen a uti­lizar todas las manifestaciones simbólicas asociadas con los éxitos políti­cos del pasado. De este modo, a pesar de que los líderes del siglo dieci­nueve- José Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Fran­cisco Solano López- fueron verdaderos tiranos, ellos son vistos en térmi­nos paraguayos como arquetipos de la nacionalidad. De hecho, Francia fue uno de los fundadores de la nación, y el hombre que inspiró el estilo au­toritario paraguayo. El liderazgo de Francisco Solano López es aceptado como el mejor ejemplo del líder que murió enfrentando a un enemigo ex­terno mucho más poderoso. El hecho de que Francisco Solano López per­diera la Guerra de la Triple Alianza y encaminara al Paraguay hacia un sacrificio a largo plazo para lograr la reconstrucción, no son elementos importantes cuando se los compara con lo que significa para la psicología paraguaya. El rol de Solano López tiene entonces valor simbólico por lo que dice acerca de la población paraguaya. Un mensaje que todos pueden entender claramente y que valida los elementos que volvió al pueblo pa­raguayo verdaderamente distinto en la concepción de Stroessner.


ORIENTACIONES POLÍTICAS EN EL PARAGUAY

A pesar de haber muy pocos estudios sistemáticos de la cultura po­lítica paraguaya, algunos estudios de opinión realizados en las últimas dé­cadas pueden aportar algunas ideas acerca de las orientaciones políticas de la población. Sería ventajoso aprender cómo las actitudes hacia el sistema político cambian luego de una larga experiencia autoritaria, pero las limi­taciones de los datos vuelven difícil emprender una tarea de esa enverga­dura. En un país donde las actividades personales estaban sujetas a una continua persecución, no resulta fácil investigar las orientaciones políticas de la población. Existen algunos estudios que ayudan a comprender los as­pectos distintivos de la cultura política del Paraguay. En particular, es im­portante investigar en qué forma y en qué dirección la cultura política pa­raguaya se aparta de la cultura política de América Latina. Dichas diferen­cias podrían ayudar a explicar la relación entre la cultura política y las estructuras políticas autoritarias.


EL ESTUDIO DE LIPSET

Uno de los primeros estudios sobre la opinión pública paraguaya fue la encuesta de estudiantes universitarios de varias disciplinas realizada por Seymour M. Lipset en 1966. En dicho trabajo, Lipset trató de investigar actitudes sobre la vida, la importancia de los vínculos familiares, la preo­cupación sobre asuntos académicos y la percepción sobre asuntos políticos nacionales e internacionales. La muestra estaba conformada por 482 estu­diantes universitarios de Asunción, en su mayoría de dieciocho años de edad o mayor. Siendo la mayoría de ellos de clase media, los estudiantes reconocieron a las actividades académicas como un componente importante de la movilidad social ascendente. A pesar de que Lipset no midió espe­cíficamente orientaciones políticas, los resultados ayudan a entender la cu­ltura política del Paraguay durante la era de Stroessner.(22)

La encuesta demostró un bajo interés general en cuestiones políticas. Cuando los estudiantes fueron consultados sobre si preferirían que sus pro­fesores participasen activamente en política, seis de cada diez indicaron que no era deseable o que era "muy indeseable." La política nacional no fue clasificada como importante en la lista de materias que los estudiantes discutían asiduamente con sus compañeros. De una lista de opciones, in­dicaron que discutían "problemas profesionales y de carrera" todos los días, seguido de "problemas personales." Sólo el 13 por ciento participaba dia­riamente en discusiones sobre cuestiones políticas; un 20 por ciento lo ha­cía cada dos o tres días, un 25 por ciento una vez al mes, y otro 20 por ciento no respondió a la pregunta.

Los estudiantes tenían una imagen negativa de la política y de los políticos. Cuando se les solicitó la opinión sobre elegir una carrera como profesor o investigador o como político, tal como senador o diputado, el 73 por ciento de la muestra eligió la primera opción. La opinión sobre si las organizaciones estudiantiles debían preocuparse sobre cuestiones polí­ticas nacionales o internacionales resultó en una división casi simétrica: la mitad de la muestra apoyó la idea mientras que la otra mitad argumentó que dichas organizaciones debían preocuparse solamente por cuestiones aca­démícas o estudiantiles. Siete de cada diez estudiantes opinaron que los líderes estudiantiles no deberían tener ninguna afiliación con ideologías o partidos políticos nacionales.

Los niveles de participación entre estudiantes universitarios demos­traron que los estudiantes preferían tomar parte de la política en la uni­versidad y no a nivel nacional: casi seis de cada diez no pertenecía a nin­gún partido político, mientras que el 62 por ciento de la muestra pertenecía a alguna organización partidaria estudiantil. Cuando se les preguntó cuánto interés tenían en las cuestiones políticas universitarias, el 40 por ciento respondió "mucho", pero la cifra descendió al 33 por ciento en cuanto a la política nacional. Casi el 12 por ciento no tenía interés alguno en cues­tiones políticas universitarias, mientras que el 21 por ciento no tenía inte­rés en la política nacional.

Las necesidades del país constituían una imagen viva en la mente de los estudiantes. Cuando se les preguntó qué era más importante para el Paraguay: la democracia, el desarrollo económico o la igualdad social y económica, los estudiantes indicaron que lo más importante era el desarro­llo económico, luego la democracia política y, por último, la igualdad so­cial y económica. Inclusive con un margen de diez a uno, estaban de acuer­do con la reforma agraria.(23)

Las actitudes de los estudiantes evidenciaron también las tradiciones culturales y políticas de la nación. Tres de cada cinco estudiantes indica­ron que preferirían contratar a un familiar antes que a un extraño para lle­nar una vacante laboral, demostrando claramente la afinidad por el paren­tesco y la confianza personal.

Por un margen de dos a uno, los estudiantes estuvieron de acuerdo en que había dos clases de gente en el mundo: los poderosos y los débiles.­ Declararon también que lo más importante que un niño puede aprender es la obediencia a sus padres. Las respuestas sobre la forma de operar del Gobierno paraguayo fueron sumamente interesantes. Más de la mitad estaba en desacuerdo con la afirmación de que "la corrupción política ha dismi­nuido en años recientes" y casi siete de cada diez no aprobaba la idea de que "la mayoría de los políticos son todavía honestos." La. mitad de la muestra sugirió que un rápido desarrollo económico requeriría un gobierno nacional fuerte.

La actitud de los estudiantes mostró una gran falta de identificación con los problemas nacionales. En su mayoría, estaban más preocupados con su propio futuro y status que con la promoción de cuestiones políticas.(24) A pesar de que parecían estar interesados en participar en la política den­tro de su propio ambiente, la mayoría estaba de hecho desvinculada de la realidad política fuera de sus propios círculos. La decisión de apartarse del proceso político nacional indica que entendían claramente las limita­ciones impuestas por el sistema mismo.


LOS ESTUDIOS DE NICHOLS

Byron Nichols del Union College realizó dos estudios en el Para­guay. A pesar de que los datos no pueden ser nuevamente analizados, las respuestas sirven para ilustrar las actitudes políticas de los ciudadanos pa­raguayos. En su primer estudio, Nichols investigó la opinión de los para­guayos sobre los partidos políticos, asumiendo que los partidos cumplían una función política y una función social. Entrevistó una muestra de 300 ciudadanos, con respecto a cuatro partidos diferentes. Supuso que la leal­tad partidaria cambiaría de acuerdo a la edad, ya que cada subgrupo había crecido bajo diferentes circunstancias, y que las preferencias políticas cam­bian a medida que el nivel educativo se eleva.(25)

Entre las conclusiones más interesantes de la encuesta se encuentra la tendencia de la ciudadanía a ver a la ideología como una forma de in­crementar los afiliados del partido. Los partidos podrían interesar a un nú­mero mayor de ciudadanos, indicaron los encuestados, al "desarrollar una ideología que incluya todos aspectos de la vida social del país"(26). Ad­herentes de distintos partidos estaban en desacuerdo con los objetivos que éstos debían perseguir. Miembros del Partido Colorado indicaron que "la paz" era de suma importancia: miembros del Partido Liberal Radical pre­ferían el objetivo de "un gobierno honesto." Los miembros de los parti­dos modernos apoyaban la idea de que los logros relacionados con el "desarrollo" determinaban la capacidad y el funcionamiento de un buen gobierno.

Los encuestados también reconocieron que los partidos adolecían de capacidad de influenciar las decisiones del gobierno, que los partidos eran fundamentalmente un instrumento de reclutamiento político y que la dife­rencia en programas estaba directamente relacionada con lo que cada partido podía hacer en el gobierno. Un aspecto interesante fue el estudio de la función de los roles comunitarios que cumplen los partidos. Los encues­tados reconocieron que los partidos eran una de las instituciones más im­portantes junto con la Iglesia Católica y con sus respectivas familias. Los miembros de los partidos tradicionales indicaron que pertenecían al partido por una cuestión de tradición familiar, mientras que los miembros de los partidos modernos eran más pragmáticos en sus razones.(27)

Nichols realizó, en 1970, un estudio comprehensivo sobre la cultura política paraguaya. Su estudio estuvo organizado de acuerdo a las catego­rías indicadas por Almond y Verba en The Civic Culture. La muestra la aportó el Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos y constaba de 269 personas, utilizando un cuestionario cerrado. A pesar de que los costos pro­hibieron incluir una muestra rural, los resultados sirven para entender la cultura política paraguaya en zonas urbanas.(28)

El primer grupo de preguntas de este estudio midió el grado de cono­cimiento de la política paraguaya. El 98.9 por ciento sabía el nombre del Presidente, por lo que Nichols concluyó que no había "parochials" en el Paraguay. Otra pregunta inquirió sobre los líderes de la Asociación Nacio­nal Republicana (ANR) y el Partido Liberal Radical (PLR). A pesar de que el líder del PLR había estado en ese puesto por solamente cuatro años, el 33 por ciento identificó su nombre correctamente, mientras que un 75 por ciento identificó correctamente al líder de la ANR.

Otro grupo de preguntas investigó el conocimiento sobre las institu­ciones políticas del país. Una pregunta averiguó acerca de quién hace las leyes de acuerdo a la Constitución y quién las pone en práctica. Más de la mitad de los encuestados no podía identificar las funciones del Presi­dente y del Senado. Estos datos revelan el entendimiento implícito del per­sonalismo imperante en la política paraguaya. Los encuestados conocían al Presidente Stroessner, pero sabían mucho menos acerca de las estructuras formales a través de las cuales sus políticas eran ejecutadas. Cuando Ni­chols consultó sobre los servicios proveídos por el Gobierno y aquellos entregados por empresas privadas, tres de cada cuatro entrevistados reco­nocieron los servicios provistos por el gobierno, sugiriendo que la cultura política es dominada por "subjects"..La orientación fundamental de los ciu­dadanos paraguayos es, entonces, hacia los resultados del sistema políti­co.(29)

La encuesta averiguó también sobre ciertas percepciones políticas. Ca­si el 30 por ciento indicó que el gobierno nunca comete errores; el 14 por ciento dijo que los errores eran cometidos "raramente" , y el 31 por ciento respondió que solamente "algunas veces." Esta clase de cinismo político era mucho más evidente entre los menos educados y los de mayor edad. Pero, obviamente, la mayor influencia la ejercía la identificación con los

partidos. El 40 por ciento de la muestra era miembro del Partido Colorado, y respondió que el Gobierno "nunca" comete errores.(30) Similarmente, ca­si la mitad de los encuestador indicó que ellos pensaban que el gobierno los ayudaría, pero más significativamente, la mayoría de estos dijo también ser miembro del Partido Colorado.

Nichols consultó también opiniones sobre la realidad política para­guaya del momento. Del 53 por ciento que aseguró que habría diferencias en el gobierno según qué partido se encontrara en el poder, la mitad no pudo dar razones fundamentales que explicaran esas diferencias. La mayo­ría de los encuestador mencionó el prestigio personal y las ganancias per­sonales como las razones por las que la mayoría de los políticos entra a trabajar para el gobierno. Cuando se les preguntó sobre el criterio para juzgar. un determinado sistema político, las respuestas fueron que la "paz y el orden" eran los valores mas importantes, seguidos de honestidad y luego crecimiento económico. Las respuestas no estaban relacionadas con la afiliación partidaria, de modo que los términos en que los paraguayos parecen medir la situación política tienen que ver con la tranquilidad, la honestidad y el bienestar económico.

La mayoría de los entrevistados se mostró satisfecha cuando se le preguntó cuál era su parecer acerca de las gestiones gubernativas. Las res­puestas estaban relacionadas con la afiliación partidaria y con el nivel edu­cativo; los que estaban fuera de la esfera del poder y los que tenían menos educación tendían a estar menos satisfechos con la forma en que la política era manejada.

Una forma interesante de medir el grado de internalización de la po­lítica en la sociedad paraguaya fueron las preguntas acerca de la expresión de ideas políticas. Nichols encontró que los paraguayos hablaban poco so­bre política durante la juventud, y que la mayoría no se sentía cómoda al hablar de política fuera del ámbito familiar. La población sabe que las dis­cusiones políticas en círculos sociales pueden llevar consigo ciertas san­ciones. La mayoría sabe de política por lo que aprende a través de la pren­sa, la Iglesia y otras formas de comunicación masiva. Poca gente cree en los discursos de los políticos, quizá porque no encuentra mucha objetivi­dad en su contenido. Con respecto a la socialización, Nichols encontró que la familia sigue siendo el foco central de la socialización política.

Nichols investigó también actitudes hacia la participación política. El 79 por ciento de la muestra había participado en la elección de 1965, y más del 90 por ciento de la muestra había recibido asistencia del Go­bierno. Es natural que en el Paraguay el gobierno sea visto como una fuen­te de beneficios ya que -de alguna manera- la mayoría de los ciudada­nos ha recibido ayuda. Por otro lado, mas de la mitad de la muestra jamás había participado de concentraciones políticas o actividades partidarias, con sólo un 30 al 35 por ciento en forma esporádica. El 70 por ciento indicó que nunca había entregado una nota de quejas o solicitudes a represen­tantes del gobierno o líderes partidarios, algo que debía ser practicado con cuidado durante el gobierno de Stroessner. Por último, Nichols concluyó que, de acuerdo con las categorías de Almond y Verba, la cultura política paraguaya era subjetiva.


LOS ESTUDIOS DE SILVERO

El Profesor Ilde Silvero de la Universidad Católica de Asunción di­rigió otra investigación con el objeto de estudiar las actitudes de los pa­raguayos hacia el sistema político. La muestra incluyó 242 encuestados en Asunción, mayores de edad, y fundamentalmente de tres clases: trabajado­res y empleados, profesionales independientes y empresarios. Las entrevis­tas fueron realizadas en setiembre de 1982 y los resultados publicados en 1983.(31)

Este estudio permite algunas comparaciones sumamente útiles. La ma­yoría de las preguntas son similares a las de la encuesta de Nichols sobre cultura política, a pesar de que Silvero intentó medir actitudes sobre la vida política en el Paraguay y utilizó preguntas que no estaban tomadas de las variables teóricas utilizadas en The Civic Culture. Las preguntas se relacionaban específicamente con la participación política. Tres de cada cuatro encuestados indicaron que nunca habían participado en un curso, seminario o reunión en los que hubieran recibido adoctrinamiento político. Cuando se les consultó sobre ideologías partidarias, sólo la mitad de la muestra sabía sobre la ideología del Partido Colorado, un 30 por ciento sobre la ideología de los liberales y un 20 por ciento sobre la de los fe­breristas.

Otras preguntas mostraron también el bajo grado de conocimiento po­lítico y participación. Más de la mitad de los encuestados no podía men­cionar a los líderes de los tres partidos mas importantes, y el 35 por ciento no podía nombrar a los líderes del Partido Colorado, aún cuando se habían mantenido en el poder casi por tres décadas. Sólo tres de cada cinco iden­tificaron correctamente al Acuerdo Nacional como una organización de par­tidos políticos que se oponía a la administración del General Stroessner. Cerca de la mitad no tenía afiliación política, y la mitad no había partici­pado en las últimas elecciones municipales, a pesar de que el voto es obli­gatorio para todos los ciudadanos de más de dieciocho años. Quizás más revelador aún fue el hecho de que ocho de cada diez no habían participado en ninguna actividad partidaria en los últimos seis meses.

Como Nichols una década atrás, Silvero encontró poco interés en las actividades políticas. Cerca de la mitad dijo que la situación política del país era "favorable'", y la otra mitad la calificó de "desfavorable." Cerca del 40 por ciento indicó que no tenía interés alguno en la elección presi­dencial de 1983, con el 6 por ciento indicando que tenía mucho interés. La población de entre los dieciocho y veinticinco años de edad estaba me­nos interesada en política, votaba menos y participaba esporádicamente de actividades partidarias.

También, la conclusión más importante del estudio de Silvero fue el hallazgo de orientaciones subjetivas. El grupo con ingreso más bajo tenía una mejor opinión de la situación política. Los más acomodados veían la situación en términos totalmente desfavorables o parcialmente desfavora­bles. Las clases bajas, quienes se mantenían fuera de la esfera política, parecen medir el desempeño del Gobierno en términos diferentes a aqué­llos que esperan mayores beneficios.

Silvero y José Morínigo, apoyados por la Fundación Friedrich Nau­mann y la Universidad Católica de Asunción, realizaron otro estudio en 1986. La muestra incluyó 1.803 casos en Asunción y zonas aledañas, 331 casos en ciudades medianas y 264 casos en ciudades pequeñas. El propó­sito de la encuesta fue el de confirmar los resultados del trabajo anterior.(32) Los investigadores encontraron un gran miedo a participar de la encuesta por parte de muchos ciudadanos, lo que se evidenciaba en el alto porcen­taje de individuos que no respondieron a las preguntas realizadas. Encon­traron también a los partidos políticos en un estado de crisis institucional, ya que no eran vistos como instituciones confiables. La encuesta mostró que los ciudadanos confiaban más en el clero, en la prensa y hasta en el Ejército que en los políticos. Cuando se les consultó si "los partidos po­líticos servían solamente para distribuir beneficios personales a sus miem­bros," el 75.9 por ciento de la muestra respondió que un partido que no proveyera servicios no estaba cumpliendo con su razón de ser.

Un gran deseo de cambio se esparcía a lo largo de todo el país. El 31,8 por ciento de la muestra pensó que "algunas" cosas debían cambiar, mientras que el 36,9 indicó que "muchas" cosas debían cambiar y el 18,0 por ciento sugirió que debía darse un cambio total." (33) La dificultad se presentaba en traducir esos sentimientos en acciones prácticas. Consultada sobre posibles opciones, la mayoría de la población no podía pensar en alguna alternativa a la estructura de poder imperante bajo el régimen de Stroessner. La mitad de la muestra no podía identificar al Acuerdo Nacio­nal y más de la mitad no podía nombrar otro partido político que mejorarse las cosas desde el poder. Con lo delicado del contexto eleccionario y la inactividad de las fuerzas de oposición dentro del sistema político, se li­mitaban las posibilidades de llegar a algún cambio.


PARAGUAY: UNA VARIANTE AUTORITARIA

A pesar de que la falta de datos concerniente a la cultura política del Paraguay indica un área de investigación que necesita atención en el futuro, la evidencia presentada en los trabajos mencionados se ajusta a la descripción de la cultura política que la precede. Por más de un siglo la política paraguaya ha sido apenas una serie de confrontaciones entre par­tidos o facciones partidarias. No es sorprendente que -ahora- la falta de satisfacción con la política de partidos haya servido para afianzar la acep­tación de un Gobierno que mantenía el orden y la paz, que promovía el desarrollo económico por encima de las confrontaciones partidarias. La apa­tía evidenciada en las respuestas el criterio con el cual se han mantenido las estructuras autoritarias en el Paraguay.

La atención de la población sobre los beneficios recibidos del Go­bierno afecta la visión que los ciudadanos paraguayos tienen sobre el rol individual que juegan en el ámbito político. Los ciudadanos han terminado por ver a los partidos políticos apenas como instituciones en las que unos cuantos individuos motivados políticamente "discuten" sus diferencias. La gran mayoría está mas interesada en los resultados de la actividad política que en el proceso político, de modo que los partidos no han encontrado una efectiva área de competencia. Los afiliados ven a los partidos como instituciones que les habrán de ayudar a mejorar su situación personal, iró­nicamente refiriéndose a los "programas" partidarios, pero en realidad preo­cupados por las ganancias o pérdidas personales que ocasionará el apoyar la llegada de un determinado grupo al poder.

La dimensión más interesante de la cultura política paraguaya ha si­do la falta de interés en las cuestiones políticas por parte de la población en general, pero más efectivamente de las generaciones más jóvenes. Da­das las confrontaciones que han surgido en el seno del Partido Colorado, los jóvenes del Paraguay continúan convencidos de que la mejor actitud es la de permanecer fuera del ámbito político. Cuando las nuevas genera­ciones concluyen que la política es un área donde se entra solamente en función de beneficios personales, las posibilidades de crear una cultura po­lítica participativa son realmente pocas. Sin la contribución individual por parte de todos los sectores de la sociedad, se vuelve sumamente difícil fo­mentar la participación. Y cuando el sistema político termina siendo con­trolado por los intereses de un pequeño grupo, la tarea de erradicar el au­toritarismo prevaleciente puede terminar siendo imposible.


NOTAS

1) Para constatar la diferencia entre los Tupí-Guaraní y otros indios de Amé­rica del Sur, ver Paul Radin, Indians of South America (Garden City, N.Y.:Double­day, Doran, 1942), pig. 75.

2) La palabra Chaco es de origen quechua y significa lugar de cacerías.

3) Sobre el carácter de la cultura guaraní, ver Gaspar N. Cabrera, Carácter peculiar de la cultura guaraní (Asunción: Imprenta Zamphirópolos, 1965).

4) Catorce guarás fueron fundadas al comienzo de la conquista, y fueron po­bladas por varios grupos guaraníes: los varios, los tobatines, los guarambayenses, los itatines, los mbarakayuenses, los mondayenses, los paranaes, los Ygañaenses, los yguazuenses, los urugusyenses, los tapes, los mbiazas, los guairaes, y los chandules. Sobre el rol y las características de cada grupo, ver Branislava Susnik, El Rol de los Indígenas en la formación y en la vivencia del Paraguay, vol. 1 (Asunción: Insti­tuto Paraguayo de Estudios Nacionales, 1982).

5) Sobre la ideología guaraní, ver Juan Natalicio González, Ideología Guara­ní, Ediciones Especiales, No. 37 (Mexico: Instituto Indigenista Interamericano, 1958), cap. 10.

6) Un argumento convincente sobre los valores culturales guaraníes se encuen­tra en Juan Natalicio González, Proceso y formación de la cultura Paraguaya (Asunción: Editorial Guarania, 1948).

7) Sobre las órdenes religiosas, ver Rafael E. Velázquez, Breve Historia de la Cultura en el Paraguay 10a. edición, (Asunción: El Gráfico, 1985).

8) Un clásico sobre el rol de los jesuitas en el Paraguay es R. B. Cunninghame Graham, A Vanished Arcadia (New York: Haskell House, 1968).

10) Ver Bartolomé Meliá, J.S., "Las reducciones jesuíticas del Paraguay: Un espacio para una utopía colonial," Estudios Paraguayos 6 (Setiembre 1978): 159. 11) Un análisis detallado del ambiente económico, social y cultural de las re­ducciones, se encuentra en Ramón Gutiérrez, "Estructura socio-política, sistema pro­ductivo y resultante espacial en las misiones jesuíticas del Paraguay durante el siglo XVIII," Estudios Paraguayos 2 (Diciembre 1974): 83-140.

12) Una breve descripción de la relación entre los indios y los religiosos en Bartolomé Meliá, S.J., Guaranfes y Jesuitas (Asunción: Ediciones Loyola, 1969).

13) El compadrazgo es una institución ampliamente difundida por América La­tina. Se trata de un tipo especial de relaciones interpersonales normalmente estable­cidas como resultado de un ritual religioso- típicamente bautismo, confirmación o matrimonio- con el objeto de demostrar afinidad espiritual.

17) En la página 284, los Services apuntan que el modo del compadrazgo en el Paraguay se asemeja al del sur Brasileño, donde la influencia de la Iglesia Católica fue importante. En otras culturas indígenas de América Latina, particularmente Perú, Guatemala y Méjico, la institución del compadrazgo fue producto de la cultura indí­gena.

21) El carácter simbólico de la cultura política paraguaya me fue sugerido por el Prof. Paul H. Lewis. A pesar de que él ve al aspecto simbólico como una explicación general de la cultura política en el Paraguay, yo creo que ha sido objeto de manipulación por las autoridades simplemente para reforzar la tradición autoritaria.

22) Los datos corresponden a la encuesta realizada por Lipset como parte de su estudio sobre "Valores, Vocaciones y Orientaciones Políticas." Los datos pueden ser obtenidos a través del Inter-University Consortium for Political and Social Re­search en la University of Michigan.

23) Este punto requiere una explicación. Mientras que la mayoría de los pa­raguayos acepta la naturaleza clasista de la sociedad, también está al tanto de los beneficios de los programas de reforma agraria. La evidencia práctica de donde los estudiantes recibieron la idea fue probablemente el programa creado en 1963 por el Instituto de Bienestar Rural. El programa fue un esfuerzo de colonización, y no tuvo el impacto que un programa de reforma agraria hubiera alcanzado.

24) Esta tendencia a sobrevaluar el rol de la universidad para ganar status, ingreso o conocimiento, es lo que Domingo Rivaróla ha llamado la "mediatización" de la universidad. Ver Rivarola, "Universidad y estudiantes en una sociedad tradicio­nal," Aportes 12 (Abril 1969): 47-84.

25) Ver Byron Nichols, "Las expectativas de los partidos políticos en Para­guay," Revista Paraguaya de Sociología 5 (December 1968): 22-61. Nichols utilizó la Asociación Nacional Republicana y el Partido Liberal Radical como ejemplos de partidos tradicionales, y el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Revolucionario Febrerista como ejemplos de partidos modernos.

26) La respuesta de la muestra es interesante ya que los ciudadanos conciben a sus partidos políticos como representantes de diferentes ideologías en la medida en que defiendan diferentes elementos de la historia social del Paraguay. Los Colorados exaltan el rol de Francia y los López en construir la nación contra la agresión ex­tranjera; el partido Liberal apunta los excesos de las dictaduras del pasado.

27) Nichols explica que a pesar de que los encuestados definieron la diferencia entre partidos como una diferencia de programas, en realidad los programas eran su­mamente similares y tendían a incorporar pocos cambios. Casi todos los encuestados indicaron que pertenecían o eran miembros de un partido en particular, lo que sugiere que los programas partidarios no tienen mucha importancia. Ver Nichols, "Las expec­tativas de los partidos políticos," pág. 45.

30) Nichols concluyó que había diferentes percepciones entre la población so­bre la política. Las perspectivas eran influenciadas fuertemente por la afiliación par­tidaria, mientras que la educación, la edad y el sexo no afectaban las respuestas. Ver Nichols, "La cultura política del Paraguay," pág. 147.

31) Ver Ilde Silvero, "Opinión, interés y participación en la vida política pa­raguaya," Estudios Paraguayos 11 (June 1983): 215-44.

32) José N. Morínigo e Ilde Silvero, Opiniones y actitudes políticas en el Paraguay (Asunción: Editorial Histórica, 1986).

33) Morínigo y Silvero, Opiniones y actitudes políticas en el Paraguay, pág. 200.



LA HISTORIA DEL AUTORITARISMO EN EL PARAGUAY

3


 Algunos observadores consideran que Paraguay hoy sigue siendo fuertemente autoritario por el carácter indígena de su gente y la larga tutela de los indios en las reducciones jesuitas del período colonial. Otros consideran a las experiencias autoritarias del siglo diecinueve como la clave para entender el autoritarismo del siglo veinte. Como mínimo, entonces, el análisis del autoritarismo paraguayo presupone una investigación en la experiencia histórica de la nación. Por lo tanto, debemos considerar los antecedentes históricos que han propiciado un pe­ríodo tan excepcional como lo ha sido el del régimen del General Alfredo Stroessner.


EL PERÍODO COLONIAL

La incorporación de los españoles entre los guaraníes produjo un nuevo orden social. Varias clases surgieron, cada una con sus características dis­tintivas, especialmente en Asunción y sus áreas vecinas. A la clase más alta pertenecían los españoles, una pequeña minoría que gozaba de muchos privilegios como los conquistadores originarios. La segunda clase estaba formada por los criollos, la que gozaba de algunos beneficios, pero no al­canzó gran preeminencia dado su escaso número. El tercer grupo era el más numeroso, compuesto por mestizos, producto de la mezcla entre con­quistadores españoles y nativos. Los indios, junto con los negros y mula­tos, estaban prácticamente reducidos a una situación de esclavitud, forman­do la clase más baja como mano de obra para cubrir las necesidades labo­rales de las tareas agrícolas.

El método utilizado para conseguir mano de obra india era la enco­mienda, un privilegio otorgado por la corona a los conquistadores. A cam­bio del trabajo de los indios, el encomendero proveía de las necesidades básicas a los que trabajaban para él. A los conquistadores se les otorgaban porciones de tierra que luego explotaban a través de la administración del encomendero. En última instancia, los indios no estaban sujetos al poder del encomendero, sino, indirectamente, al de la corona. Al principio, las encomiendas eran otorgadas por la duración de "dos vidas", la del benefi­ciario y su heredero, pero esta regla fue modificada en 1718.(1) La enco­mienda era distinta al repartimiento. La primera representaba la asignación de tierra con sus familias indias; el repartimiento consistía en la distribu­ción de indios para agricultura, minería u otras tareas. Al principio, los indios que eran parte de las encomiendas no estaban incluidos en los re­partimientos pero, cuando la mano de obra se volvía escasa, ambas insti­tuciones podían ser aplicadas a los mismos indios.(2) Los repartimientos eran de dos clases: las mitas, grupos de indios que proveían sus servicios por períodos de tiempo específicos rotando en sus puestos y los yanaconas, indios a disposición personal de los conquistadores, considerados como miembros de la familia y de quienes se esperaban servicios prácticamente ilimitados.

Dos eventos históricos revelan que la conquista no solamente había cambiado la pacífica cultura guaraní, sino que también había introducido competencia entre los distintos grupos. La insurgencia de los Comuneros en 1717 y la expulsión de la Orden Jesuítica en 1767 demuestran que las tensiones iban en aumento. Los comuneros interpretaron el sentimiento na­cionalista que se expandió sobre toda la provincia; promovieron la idea de la independencia de la corona mucho antes de que otros países de la región concibieran una idea similar. Dos causas generaron la revuelta de los co­muneros: primera, la composición del Cabildo de Asunción dominado por criollos y mestizos y, segunda, el sentimiento hostil hacia la Corona por la poca preocupación de ésta en la población del Paraguay. Las gestiones ab­solutistas del Gobernador Diego de Reyes Valmaseda, a cargo de la Pro­vincia desde 1717, propiciaron un levantamiento, a consecuencia del cual la Audiencia de Charcas envió en 1721 a José de Antequera y Castro a que investigara la situación. Antequera concluyó que Reyes era culpable, pero Reyes huyó dejando a Antequera en el poder. El Virrey invistió a otro ex-gobernador, el General Baltasar García Ros, para enfrentarse al usurpa­dor. Antequera, de acuerdo con el Cabildo y las milicias de Asunción, ven­ció a Ros y al ejército real en 1724. En camino a presentar su caso ante la Audiencia, Antequera fue arrestado y puesto en prisión. Preocupado por el éxito aparente del movimiento comunero, el Virrey ordenó una nueva expedición contra los comuneros, bajo la comandancia del gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zavala. Sin oposición, el gobernador recuperó el gobierno de la Provincia.

En 1730, Ignacio de Soroeta, quien tenía fuertes vínculos con la Or­den Jesuita, fue nombrado Gobernador del Paraguay. Los comuneros no lo reconocieron, eligiendo en su lugar a líderes de la revolución quienes lo­graron mantenerse en el poder. En 1733, los comuneros lucharon contra un segundo enviado de la Corona, el Coronel Manuel Calderón de Ruyloba, quien fue muerto en la confrontación. Una fuerza expedicionaria liderada

por Zavala terminó con el movimiento comunero en 1735. Un último es­fuerzo por enfrentar al Gobernador en 1747 fue descubierto y sus líderes fueron fusilados.(3)

El movimiento comunero hizo frente también al creciente poder y dominación de la Orden Jesuita. Los Jesuitas habían monopolizado casi la totalidad de la mano de obra en el campo, recibiendo ventajas impositivas por parte de la Corona. Hacia 1730, los jesuitas controlaban 30 reduccio­nes, con una fuerza laboral de 150.000 indios. Pero, tan extraordinaria for­taleza económica tuvo también sus inconvenientes. Los comuneros habían expulsado a los jesuitas del Colegio de la Compañía de Jesús de Asunción durante la administración de Antequera, por suponerse que eran colabora­dores de las fuerzas realistas.

Los jesuitas sufrieron otra crisis como resultado del tratado entre Portugal y España, en 1750, el cual daba a España jurisdicción sobre Co­lonia a cambio de tierras ubicadas al este del río Uruguay. En 1754, los indios de siete misiones jesuíticas se levantaron contra la decisión de pa­sarlos a la jurisdicción portuguesa, hoy tierra brasileña. La revuelta fue un indicio de que la posición de los jesuitas se estaba convirtiendo en un pro­blema para el Imperio español, bajo presión de problemas internos y ex­ternos. Los jesuitas se encontraron de repente en problemas con la Corona, los nativos y las autoridades eclesiásticas. El clima era propicio para que la Corona tomase una decisión, y en 1767 la Orden fue expulsada del Pa­raguay.


LA ERA DE LA POST-INDEPENDENCIA

Los acontecimientos que llevaron a la independencia del Paraguay fueron notablemente extraños a la trayectoria de los asuntos internos del país. Las relaciones con Buenos Aires no habían sido fáciles durante el período colonial. El 24 de julio de 1810, el Cabildo de Asunción declaró la lealtad de Paraguay al Consejo Regente de España, oponiéndose a la subordinación a los líderes de la revolución argentina. Buenos Aires res­pondió mandando tropas bajo el mando del General Manuel Belgrano, pero las derrotas de Paraguarí y Tacuarí terminaron con las aspiraciones bonae­renses de mantener supremacía sobre la Provincia.

El liderazgo de la insurrección fue compartido por Pedro Juan Ca­ballero, Fulgencio Yegros y Blas José de Rojas Aranda, quienes capitanea­ron a los jóvenes oficiales de Asunción en Itaipú, Candelaria y Corrientes, respectivamente. Durante las deliberaciones del Congreso General quedó constituido el primer gobierno nacional del Paraguay bajo la jefatura de una Junta compuesta por cinco hombres: Fulgencio Yegros, Pedro Juan Ca­ballero, Francisco Javier Bogarín, José Gaspar Rodríguez de Francia y Fer­nando de la Mora. Francia renunció en varias ocasiones a la Junta, pero retornó en noviembre de 1812 cuando las presiones de Buenos Aires de­mandaron un hombre de su capacidad para el mando. El Congreso General de 1813 optó por el nombre de República del Paraguay, adoptó trece prin­cipios de gobierno y declaró que el gobierno estaría en manos de un Con­sejo integrado por dos cónsules: Yegros y Francia. A pesar de admirables esfuerzos realizados para mantenerse democráticamente organizado, el Con­greso General del 3 y 4 de octubre de 1814 creó el poderoso puesto de Dictador Supremo de la República, por un periódo de tres años y con po­der sobre el Cabildo y sobre sus fuerzas armadas, eligiéndose en esa oca­sión al Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. El Congreso General de 1816 ratificó esta elección, nombrando al Dr. Francia como Supremo Dictador Perpetuo.(4)


AUTORITARISMO I: EL FRANCISMO, 1814-1840

El rol dado a Francia indicaba la renuncia por parte de los grupos populares de ganar posiciones participativas dentro de la estructura de po­der.(5) El mismo día que Francia fue elegido fueron aprobadas varias re­soluciones para asegurarle el control total. El Congreso General se reuniría solamente cuando el dictador lo convocase, y él que lo había elegido fue luego disuelto. El clero fue instruido acerca de cómo referirse al líder de­lante de la gente. En síntesis, Francia gozó de un poder indiscutido y una autoridad ilimitada.

El carácter del Francismo se reveló claramente unos pocos años des­pués de que el dictador llegó al poder.(6) Su popularidad se basaba en la decisión de incrementar los gastos de defensa, otorgar mayor rol a las fuer­zas militares y policiales y mantener un estrecho control sobre los miem­bros del Cabildo. Si bien más tarde se desharía de esta institución, al prin­cipio Francia escogió personalmente a sus miembros.

La oposición a sus políticas absolutistas y a su enorme poder emer­gieron casi de inmediato. Francia respondió fuertemente a aquellos que osa­ron desafiar su autoridad y fue rápido en limitar el alcance de las activi­dades de sus contemporáneos. Hasta en el caso de Fulgencio Yegros, uno de los líderes de la revolución y la independencia, Francia no tuvo dudas. Al descubrir que Yegros sostenía en su estancia reuniones con otros posi­bles disidentes, Francia le ordenó fijar su residencia en Asunción, donde podía ser vigilado más de cerca. El resultado de tales políticas represivas fue la eliminación de la élite nacional como potencial desafio al poder del Estado.(7)

La fuente de descontento que representó problemas graves para Fran­cia fue la Iglesia Católica. Francia intentó el control sobre las instituciones eclesiásticas reduciendo la influencia de las respectivas órdenes. Casi to­dos los sacerdotes eran instruidos y tenían contactos con el extranjero, una situación que los hacía aún mas sujetos a la represión gubernamental. En 1819, Francia solicitó que un Concilio de la Iglesia estudiara las relaciones entre la Iglesia y el Estado y, en 1823, cerró el Seminario y los monaste­rios. Los sacerdotes que estaban comprometidos con estas instituciones fue­ron enviados a parroquias del interior. Con la eliminación de la depend­encia extranjera, y la secularización de la Iglesia a través de la elimina­ción de instituciones que una vez habían sido independientes, tales como el Seminario y los monasterios, el dominio de Francia sobre el clero ca­tólico se hizo prácticamente total.(8)

Estas limitaciones sobre la Iglesia Católica y la represión a la élite interna dieron a Francia el total dominio de la nación. Confirmó sus aspi­raciones al poder absoluto al abolir los Cabildos de Asunción y Villa Rica en 1824. Señalando que los alcaldes continuarían ocupándose de los asun­tos administrativos, despejó de esta manera el camino para su propio con­trol personal sobre esos puestos administrativos.

Las políticas de Francia crearon un ordenamiento institucional según el cual no podía surgir ningún desafío organizado. Paradojalmente, sin em­bargo, Francia también ayudó a crear un ejército profesional, lo que se mostró luego como una decisión peligrosa. Reclutando fundamentalmente hombres del interior, Francia se aseguró la lealtad dentro de sus filas. La profesionalización del ejército le valió la aprobación de la población. Mu­chos ciudadanos creian ver en la creación de un ejército profesional, una demostración de la preocupación de Francia por proteger a la población paraguaya.(9)

El Francismo, entonces, estuvo organizado según lineamientos total­mente autoritarios. Durante este período, la vieja élite fue remplazada por un nuevo orden institucional, al que la población dio la bienvenida. Dado que el sistema era altamente autoritario en su naturaleza, los paraguayos aceptaron el estilo del liderazgo de El Supremo con la misma tranquilidad que había caracterizado la relación de los indios guaraníes con la Orden Jesuita. Una vez que las instituciones fueron neutralizadas, Francia empezó a gobernar personalísticamente. Sus políticas fueron claras, decisivas y po­pulares. Su rasgo distintivo fue el esfuerzo destinado a proteger al Para­guay de los acontecimientos internacionales y regionales, de manera que la consolidación de su poder no sufriera sorpresas inesperadas. El Dictador no estaba tan preocupado por la posible llegada de fuerzas extranjeras al suelo paraguayo, aunque esto podría haber ocurrido, como por la penetra­ción de ideas que harían que la población comprenda la verdadera natura­leza de su reinado. No obstante, permitió algunas relaciones comerciales, especialmente a través de los puertos de Candelaria e Itapúa. Francia de­seaba una presencia limitada del Paraguay en el exterior y restringió las actividades de los extranjeros dentro del país.(10)

Como un sistema político extremadamente personalista, el Francismo reservó a El Supremo todas las decisiones concernientes a la vida institu­cional de la nación. La abolición de la vieja élite y la ausencia de una burocracia gubernamental ayudaron a concentrar todo el poder en sus ma­nos. La única excepción se dio en las áreas que quedaban fuera de Asun­ción. Francia no tenía poder en las provincias del interior, ya que los co­mandantes de zona recibían gran parte de la gloria local.

La política económica de Francia también fue diseñada de acuerdo con las orientaciones de su gobierno. Francia se esforzó por lograr la au­tosuficiencia económica a través del "socialismo" de estado. La agricultura

y el ganado aumentaron considerablemente durante sus años de gobierno, así como las manufacturas básicas, especialmente los vestidos. No obstan­te, la dimensión mas reveladora de su orientación fue el rol del Estado en los asuntos económicos. Francia basó su política económica en las estan­cias obtenidas de la Independencia y agregó luego aquellas que habían per­tenecido a los conspiradores de la década de 1820, recibiendo gran riqueza del producto de estas estancias, el que habitualmente se comercializaba a través de casas de negocios, de propiedad del Gobierno. Con esto, El Su­premo logró monopolizar el comercio de exportación, las rentas públicas y la venta de papel sellado para trámites oficiales. Sus cuentas comerciales mostraban grandes ganancias, una señal de la manera en que funcionaba su política.(11)

El fin del Francismo tuvo lugar en 1840 con la muerte de Francia. Para entonces, El Supremo había llegado a alcanzar un nivel de desarrollo autónomo en el Paraguay sin paralelos en la región. A través de un austero programa, Francia dejó una marca duradera en la cultura política paragua­ya. Reforzó la tendencia a depender del personalismo en la población, y desmanteló la élite interna. Mantuvo al país en paz, cuando las naciones vecinas eran desgarradas por confrontaciones internas. Por otro lado, la su­posición de que su liderazgo era indispensable y que las masas eran inca­paces de participar en la vida política, constituyó un legado que continúa afectando la política paraguaya contemporánea.


AUTORITARISMO II: LOS LÓPEZ, 1840-1870

La ausencia de El Supremo inicialmente no provocó muchas reaccio­nes políticas dentro de la nación. La expectativa de que su muerte traería un período de profunda inestabilidad se vio desplazada cuando la situación interna cambió de dirección en forma bastante repentina. Preocupados por el destino de la República, los oficiales del ejército se hicieron del control y convocaron un Congreso para reorganizar al país. Con tres contendientes para el puesto más alto, el Congreso aceptó el arreglo de que una Junta compuesta por dos hombres gobernara al Paraguay por tres años. Inmediatamente después, uno de los dos oficiales nombrados retornó a los cuarte­les convencido de que tenía poco que contribuir con el gobierno, y Carlos Antonio López se transformó en el nuevo líder de la nación, un puesto al que había aspirado sólo tras la muerte de Francia.

López era un abogado de buena reputación. Tenía una figura impo­nente y demostró manejar los asuntos de gobierno en una forma particular. Si conduciría al país de una forma distinta a la de Francia pareció al prin­cipio cuestionable. De hecho, López intentó fomentar su propio estilo de dirigencia, pero, en realidad, terminó siendo no muy diferente al de Fran­cia.(12) Temeroso de las luchas internas que plagaban a los vecinos de Pa­raguay, López trabajó para reforzar al ejército de Asunción y preparar al país para la autodefensa. Mucha de la infraestructura construida durante su período, así como la creación de las fuerzas navales, barcos y ferroca­rriles, estuvo destinada a servir en casos de posibles confrontaciones mi­litares con otras potencias regionales.

Si la preocupación principal de López se dirigía hacia sucesos ex­ternos, sus políticas internas se parecían extraordinariamente a las de Fran­cia. López controló a los incipientes grupos periodísticos, apoyó el desa­rrollo de la educación (excepto la educación superior) y, aunque liberó a la mayoría de los presos políticos de Francia, se las arregló para tener los suyos propios. Los resultados de su gobierno fueron un signo de seguridad para tos paraguayos: López demostró claramente el destino por el que Fran­cia había trabajado tan arduamente, y lo demostró tratando de llevar ade­lante las ideas visionarias de su predecesor.

La naturaleza ideológica de López fue evidente en la publicación del primer documento constitucional producido en Paraguay. En esa Ley, que establece la Administración Política de la República del Paraguay, López condenó el poder dictatorial e introdujo un simple aunque original esque­ma de organización gubernamental que parecía hecho a la medida de la realidad paraguaya. López quería construir una democracia estable en el Paraguay para evitar la inestabilidad, el caos y las confrontaciones que se producían en los países vecinos.(13) Para lograr su objetivo, López empezó a abrir al Paraguay al comercio internacional. Con muchas sospechas sobre el rol de los extranjeros, los paraguayos se embarcaron errática y lenta­mente en un esfuerzo para establecer relaciones comerciales más amplias. Al mismo tiempo, la familia López aumentó su control sobre la economía, adquiriendo tierras para el Estado. El gradual aumento de los contactos con gobiernos extranjeros, proyectó, sin embargo, una sombra sobre el sis­tema interno de Paraguay, dado que la apertura del país a los extranjeros para su modernización requería asumir una gran cantidad de presiones ex­ternas.(14)

López amaba mucho a sus hijos, especialmente al mayor, Francisco Solano. Pasaba mucho tiempo con él y le proporcionó tutores y acceso a una educación excelente. En 1852, Francisco fue enviado a Europa, luego de haber tenido cierto entrenamiento militar, en un esfuerzo por mejorar sus habilidades diplomáticas y fomentar mayores contactos internacionales. Luego de una gira de dos años, Francisco Solano realizó arreglos comer­ciales con Gran Bretaña, Francia y España, aunque fracasó en obtener la confirmación papal para su tío como Obispo del Paraguay. Dado su tem­peramento, Francisco regresó también a Asunción con una amante irlandesa y pelirroja que causaría bastante impacto en la sociedad paraguaya.(15) So­lano López parecía destinado a un gran futuro.

En 1862, Carlos Antonio López llamó a Francisco Solano López a su lecho de muerte para nombrarlo vicepresidente, aconsejándole que tu­viera cuidado en sus relaciones con los vecinos, especialmente el Brasil. Cuando el joven Solano López convocó a un Congreso para decidir sobre el futuro del país, brindó un primer indicio de lo que iba a venir. Francisco encarceló a los opositores asunceños para obtener apoyo mayoritario, y el clima se torno más combativo. Aumentó sus actividades represivas, y una atmósfera de intimidación invadió las calles de Asunción luego de su toma de posesión. La población presentía que se acercaban problemas.(16)

La juventud y falta de experiencia de Solano López configuraron sus ambiciones por gobernar la nación. Sus contactos en Europa le dieron la oportunidad de conocer a los líderes que quería emular, y Napoleón se trans­formó en su héroe favorito. En consecuencia, Solano López redefinió el rol del Paraguay en la región sobre la base de lo que se revelaron como dos errores muy costosos: primero, que sus vecinos eran militarmente dé­biles y, segundo, que su propio ejército era fuerte. En noviembre de 1864, Solano López ordenó la captura del barco brasileño Márquez de Olinda, luego de que la nave habiera pasado unos días en Asunción en su camino al Matto Grosso con el gobernador brasileño a bordo. La audaz acción se­lló el destino del Paraguay autoritario. La expectativa de una confronta­ción militar se transformó en una realidad que terminaría la meteórica ca­rrera de Solano López y destruiría el esfuerzo de tres generaciones de ciu­dadanos paraguayos.(17)


LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA, 1864-1870

Los motivos que llevaron a Francisco Solano López a la guerra pa­recen haber sido bastante complejos. No sólo habían ciertas disputas y al­gunos reclamos territoriales, sino que existía también la cuestión de la na­vegabilidad de los ríos del sistema Paraná-Paraguay. Sin embargo, el asun­to más importante era la independencia del Uruguay, crucial para la esta­bilidad regional en la opinión de Solano López. El temor de que un entendimiento entre Brasil y Argentina relegase a Uruguay y Paraguay a un rol secundario en la región era la preocupación del líder paraguayo. Por si sus sospechas fuesen correctas, Francisco preparó su ejército y aumentó los envíos de armas desde Europa.(18)

López advirtió a los brasileños de abstenerse de intervenir militar­mente en Uruguay, y en vez de apoyar el esfuerzo de independencia de los rebeldes uruguayos atacó las posiciones brasileñas en el Matto Grosso. Lo­grando cierto éxito al principio gracias a lo inesperado de sus movimien­tos, Solano López buscó la aprobación de Buenos Aires para llegar a la región de Río Grande do Sul en Brasil -cruzando territorio argentino. Cuan­do su pedido fue denegado, decidió tomar el Puerto de Corrientes en abril de 1865. Al mes siguiente, Solano López se encontró luchando contra las fuerzas aliadas compuestas de los ejércitos brasileño, argentino y urugua­yo.(19)

Al principio, López atacó duramente pero -en 1865- fue vencido en las batallas de Riachuelo, Yataí y Uruguayana. Cuando ordenó la reti­rada hacía la orilla oeste del río Paraná, las fuerzas aliadas se reorganiza­ron. Los aliados cruzaron el río Paraná en abril de 1866 bajo el liderazgo del General Bartolomé Mitre, de Argentina. Paraguay ganó una importante victoria en Curupayty pero entre mayo y setiembre, fue vencido en las ba­tallas de Estero Bellaco, Tuyutí, Yatayty Corá, Boquerón y Curuzú. La in­decisión fue el error fundamental de las fuerzas aliadas. El desacuerdo en­tre permitir o no que López se retirara y terminara honorablemente la con­frontación causó un considerable retraso en el avance aliado. Luego de que Mitre dejara la comandancia al General Luis Alves de Lima e Silva de Brasil, este último ordenó a las tropas intentar un cruce pacífico frente a la fortaleza de Humaitá y luego zarpar río arriba con destino a Asunción.

Las expectativas de los ciudadanos paraguayos de que las fuerzas ex­tranjeras "liberarían» la ciudad del terror de Solano López no fueron con­firmadas hasta enero de 1869. El deseo de liberación era compartido por la comunidad extranjera que había encontrado refugio en el Consulado de los Estados Unidos. El pánico reinante en la ciudad y la insistencia del Coronel Venancio López, hermano de Francisco Solano, llevó al vicepre­sidente Sánchez a convocar un consejo de guerra. La falta de resistencia en Humaitá y los esfuerzos del consejo por proteger a Asunción de lo que parecía un ataque inevitable, instigó a Solano López a reagruparse en San Fernando. Allí torturó y asesinó a aquellos que desafiaron su poder.(20)

López continuó la retirada, organizando sus fuerzas en Villeta. El Ge­neral Bernardino Caballero comandó las fuerzas paraguayas, pero los bra­sileños lograron dominarlos dada su mayor fuerza numérica. Con pocos sol­dados para defender las posiciones paraguayas, Solano López perdió varias pequeñas batallas. Estableció cuarteles en Cerro León, permitiendo a las fuerzas aliadas llegar a Asunción sin ningún impedimento.

Con la decisión de ocupar Asunción en vez de perseguir a López, las fuerzas aliadas le dieron al dictador tiempo valioso para reorganizar lo que resultó ser una pobre defensa. Las fuerzas aliadas entraron en Asun­ción y ocuparon la ciudad, saqueando riquezas y documentos, destruyendo todo lo que encontraron en su camino. Mientras las fuerzas aliadas aprove­chaban al máximo la ocupación, López siguió buscando apoyo en el campo de batalla. Luego de algunas escaramuzas, las fuerzas brasileñas atacaron las últimas fuerzas de López en Cerro Corá, donde el dictador trató de huir a pie. No cedió ante una invitación de rendirse y enfrentó su muerte gritando: "Muero con mi patria" . El final de la confrontación marcó el final del liderazgo más controvertido en la historia del Paraguay.(21)


LAS SECUELAS DE LA DERROTA

La derrota selló el destino de la nación para el futuro inmediato. El Paraguay yacía físicamente devastado. Los esfuerzos por la reconstrucción pronto produjeron choques entre grupos y facciones políticas. Si la elimi­nación de vastos recursos económicos y humanos afectó profundamente el carácter de la nación, también condenó al Paraguay a recorrer una ruta inex­plorada en la búsqueda de su propia identidad política. La inestabilidad crónica de los años de posguerra reflejó la magnitud del impacto que la derrota había impuesto a la población.

Durante el período de postguerra, Paraguay recibió a muchos exilia­dos que habían estado viviendo en Argentina y Brasil. A través de esfuer­zos diplomáticos, Argentina y Brasil trataron de recobrar las tierras que los López habían anexado. Las fuerzas aliadas formaron un gobierno pro­visional que ocuparía el poder hasta que un gobierno democráticamente elec­to pudiera reemplazarlo. En realidad, ni los aliados ni los paraguayos es­taban preparados para controlar el gobierno.(22)

Fue después de la guerra que se creó la división original que-pro­movería más tarde la creación de los principales partidos políticos para­guayos. La organización de clubes políticos sirvió como base para la crea­ción de la Asociación Nacional Republicana- el partido Colorado- y el partido Liberal. Ambos partidos fueron formados oficialmente en 1887, si bien el partido Liberal adoptó este nombre sólo en 1893. El partido Colo­rado intentó salvar la memoria del Mariscal López; el Liberal había sido organizado originariamente en el exilio durante la administración de Sola­no López, enfrentándosele bajo el nombre de Legión Paraguaya, la que com­batió con las fuerzas aliadas contra él. Aunque las diferencias ideológicas entre los partidos no eran muy grandes, los liberales tendían a apoyar un gobierno democrático y una posición laisses faire sobre la mayoría de los asuntos económicos.

La Asamblea Constitucional se reunió en 1870. Produjo un instru­mento legal siguiendo el ejemplo de la Constitución argentina de 1853, la Constitución de los Estados Unidos de 1887 y la Constitución francesa de 1789. El documento no representaba ni la historia ni el espíritu de la po­lítica paraguaya. Harris G. Warren así escribe:

"La experiencia paraguaya había sido con dictaduras despiadadas por más de cinco décadas y con un autoritarismo colonial que mientras no sin un aspecto democrático, no puede ser llamado gobierno por el pueblo. El autoritarismo estaba tan profundamente enquistado en la gente como el uso del idioma guaraní, y cualquier esfuerzo por desviarlo de el ocasionaba serios peligros que podrían ser superados sólo por una revolución ideoló­gica en la que los paraguayos acordaran observar principios políticos de­mocráticos. Paraguay no logró un gobierno democrático bajo la Constitu­ción de 1870".(23)

No obstante el carácter de la nueva constitución, la convención eli­gió a Cirilo Rivarola para la presidencia. La elección se convirtió en un hito en el esfuerzo de reconstrucción, pero la elección de Rivarola mostró también la existencia de profundas divisiones entre partidos y lealtades. Rivarola tenía el apoyo del Club del Pueblo y de los liberales, pero se le oponían los bareiristas, quienes apoyaban a Cándido Bareiro para la Pre­sidencia. Si algo era evidente en el momento de la elección de Rivarola, era el faccionalismo que se había desarrollado como resultado de muchos años de lealtad incondicional a dictadores fuertes y tiránicos.

El mandato del Presidente Rivarola se mostró difícil. Tuvo que vér­selas con un Congreso muy hostil,- contó con muy poco apoyo entre los grupos políticos y fue utilizado por los brasileños para recuperar tierras reclamadas también por la Argentina. La mayor parte del primer período presidencial, completado por Salvador Jovellanos debido a la renuncia de Rivarola en 1871, se transformó en un período de franca diplomacia, en el que la rivalidad entre Argentina y Brasil dominó la escena política in­terna. Se celebraron conferencias para establecer los términos bajo los cua­les el Paraguay reinstalaría su soberanía, pero los intereses de Brasil y Ar­gentina agregaron confusión a la situación, retrasando y dañando así el propio proceso.

Los esfuerzos de la reconstrucción estuvieron dirigidos hacia la ex­pansión del ferrocarril, la atracción de inmigrantes y la obtención de prés­tamos del sistema bancario británico. Todos ellos estuvieron estrictamente conectados a través de la inmigración, ya que al impulsar la producción agrícola y el establecimiento de la red ferroviaria, se incrementaría la posibilidad de que los productos paraguayos pudieran ser colocados en mer­cados extranjeros. El Ferrocarril Central Paraguayo nunca operó con ga­nancias, pero demostró ser de gran ayuda para las empresas privadas que negociaban con los británicos la financiación de operaciones de mayor en­vergadura.

Con la conspiración para derrocar a Jovellanos en 1874, una nueva y enérgica figura apareció en la escena política paraguaya: Bernardino Ca­ballero, quien era General de Ejército y había sido colaborador de Fran­cisco Solano López. Su estilo obtuvo el apoyo de los Bareiristas. Caballero ayudó a fundar el Partido Colorado y, a pesar de las considerables luchas internas, fue capaz de dominar la política paraguaya desde 1878 hasta 1904. Caballero no tenía la visión política de José S. Decoud, o de Cán­dido Bareiro, pero a menudo se lo reconoce como el fundador del colora­dismo. En esencia, era un hombre tímido y poco impresionante que se unió a Decoud para salvarse de ser abrumado por el flujo de la política para­guaya.(24)


LA PRIMERA REPÚBLICA COLORADA, 1878-1904

Durante la década de posguerra un solo nombre estuvo asociado con la creación del Partido Colorado, el de Cándido Bareiro. Por lo tanto, no fue una sorpresa que finalmente en 1878, Bareiro asumiera la Presidencia. Heredó el caos económico y político agravado por el asesinato del Presi­dente Rivarola en trágicas circunstancias. (Rivarola había sido atacado por seis hombres mientras caminaba por la calle Palma a plena luz del día, y murió a no más de una cuadra del Palacio Presidencial y la Central de Policía). El incidente reflejó la confusión general reinante en el Paraguay en ese período.

Bareiro enfrentó también el desafío planteado por Juan Silvano Go­doi, involucrado en el asesinato del ex-presidente Juan Bautista Gill en 1877, pero que había escapado a Buenos Aires para organizar una expedi­ción contra el gobierno colorado. Sus esfuerzos fracasaron, y el episodio ayudó a Bareiro a incrementar su poder y a mantener la paz. Pero los sin­gulares esfuerzos de Bareiro no durarían mucho, ya que murió en el cargo después de completar sólo dos aílos de su período presidencial. (25)

El vicepresidente Adolfo Saguier fue encarcelado y se le pidió que renunciara para abrir el camino de Caballero hacia la Presidencia. El 4 de septiembre de 1880, Caballero asumió el poder en el golpe más pacífico que Paraguay haya conocido. Caballero estaba preocupado por las necesi­dades de la reconstrucción y reorganización del país; su dedicación y va­lores aparecían no sólo en sus orientaciones políticas sino también en su determinación de obtener el apoyo popular para su régimen. Caballero se movió rápidamente para restablecer la estabilidad financiera y económica de la nación. Redujo la deuda pública, promovió ventas de tierras y obtuvo apoyo en Buenos Aires y Río de Janeiro. Atrapado en la confrontación en­tre argentinos y brasileños, Paraguay mantuvo su independencia porque ninguno de sus vecinos quiso pagar el alto costo de su anexión. Pero Ca­ballero no se intimidó por la problemática situación del país, y se preparó muy cuidadosamente para las elecciones de 1882.

El 25 de septiembre de 1882, Caballero se transformó en Presidente Constitucional electo. Durante su asunción, dos meses después, indicó que el país estaba en paz y que los esfuerzos por la reconstrucción empezarían inmediatamente. Su gobierno logró varios acuerdos en relaciones exterio­res, estableciendo lazos comerciales con Uruguay y Argentina. Declaró la neutralidad en el conflicto entre Brasil y Argentina sobre el disputado te­rritorio de Misiones. En el orden interno, siguió una política agresiva para atraer inmigrantes, creó varias instituciones educativas y promovió la paz y la estabilidad. Para el momento en que Caballero estaba listo a entregar la Presidencia a Patricio Escobar en 1886, su marca sobre la nación ya era indeleble.

Los colorados han enfatizado ciertamente el rol de Bernardino Ca­ballero, tratando de promover una imagen que sigue siendo una pieza cen­tral de la política del Paraguay contemporáneo. Pero sus contribuciones a la restauración del país no fueron todas tan exitosas. El estado de la eco­nomía siguió siendo difícil, así como la expectativa de que un solo partido seguiría dominando el frente político. Pero, por más de un siglo, el misti­cismo dei General Caballero ha tendido a reforzar el personalismo tan evi­dente en la cultura política paraguaya.(26)

Durante la Primera República Colorada, otros siete líderes del parti­do ejercieron el poder. El Gobierno de Patricio Escobar continuó la mayo­ría de las políticas de Caballero. En 1887, se formalizó la estructura par­tidaria, con los caballeristas -o colorados- fundando la Asociación Na­cional Republicana y la oposición organizándose como el Partido Liberal. La economía, sin embargo, siguió estancada, y la intromisión de los dos poderosos vecinos aumentó las tensiones dentro de Paraguay.(27)

Cuando Juan G. González asumió la Presidencia en 1890, formó un gabinete compuesto por figuras claves de diferentes grupos políticos, pero sus esfuerzos por tratar con las distintas facciones aumentaron los proble­mas. Las revueltas ocurridas durante 1891 y 1892 mostraron el descontento de los liberales, quienes sostenían que la opresión del gobierno colorado era demasiado grande y advirtieron que estarían dispuestos a tomar las ar­mas. Con el tumulto creado por las revueltas de los liberales, el país se organizó para las elecciones presidenciales de 1894.

La intrusión de Brasil en los asuntos de Paraguay alteró este proceso electoral. Brasil ejerció presión para ayudar a elegir un presidente que apo­yara su causa, y esto era fácil, dado el numero de facciones que competían por el poder. Los Colorados estaban divididos en tres grupos: uno liderado por Bernardino Caballero, otro liderado por Juan G. Gonzáles y el liderado por Juan Eguzquiza. Los brasileños organizaron un golpe porque no con­fiaban en los esfuerzos de González para ayudar a Decoud a obtener la Presidencia, a quien los argentinos probablemente habrían respaldado. Bra­sil apoyó la elección de Juan Eguzquiza, un hombre que no era conside­rado como una amenaza para los intereses brasileños. Eguzquiza aportó una atmósfera de conciliación entre las facciones. Estaba cansado de los esfuerzos del Partido Colorado para diseñar un nuevo rumbo para la polí­tica paraguaya, y trató de introducir una nueva generación de líderes. Per­mitió que algunos liberales ganaran influencia sobre los asuntos internos de la nación, especialmente José S. Decoud, quien había manejado la es­fera económica. Con algunas mejoras en la economía, Eguzquiza mantuvo a la oposición bajo control y llegó al final de su período en 1898.

En las elecciones de 1898, Paraguay encontró finalmente un dirigen­te civil, competente y preparado. Emilio Aceval había recibido educación formal, viajado extensamente por Europa y los Estados Unidos y ganado el respeto de los círculos económicos y de negocios de Asunción. Era un colorado moderado, seguidor del eguzquicismo más que del caballerismo o gonzalismo. Luchó contra los problemas que afectaban a la nación y pro­dujo cambios notables en la educación y en la administración. Con la pre­sión de una crisis de salud personal, y con un gabinete lleno de confron­taciones, Aceval llevó adelante una economía que seguía mostrando signos de agotamiento. Un golpe militar en 1902, desafiando a la Constitución, lo mandó a la cárcel y colocó a Héctor Carvallo en la presidencia.

La Presidencia temporaria de Carvallo fue seguida por la más incom­petente de todas las presidencias de la primera era colorada. Juan Antonio Escurra tenía poca preparación y por lo tanto fue incapaz de entender los riesgos y los problemas de la política paraguaya. Respaldado por los bra­sileños, logró algunas leves mejoras económicas en medio de una impor­tante recesión. Pero, dentro y fuera de Paraguay, la oposición estaba orga­nizándose para deponer al liderazgo colorado. Con fuerte apoyo de los li­berales residentes en Buenos Aires, y con la ayuda del gobierno argentino, el General Benigno Ferreira lanzó la Revolución Liberal en 1904. Aunque el gobierno de Escurra había intentado resistir la revolución, la vieja guar­dia colorada ya había perdido su poder sobre la política nacional. Luego de algunas confrontaciones, los liberales lograron que Escurra renunciase. Juan B. Gaona fue elegido Presidente en 1904 y abrió el camino de los años liberales.

El golpe militar de 1902, apoyado por los colorados, había marcado un cambio en la dirección de la política paraguaya. El fenómeno más no­table fue la falta de respeto de los políticos colorados hacia la Constitu­ción. Sus libertades fueron simples expresiones retóricas para los colora­dos, y los liberales tomaron amplia ventaja de este error irreversible. Pa­raguay retornó también a la órbita del gobierno argentino, probablemente a causa de las grandes empresas económicas de origen argentino que se habían vuelto cruciales para la economía. Los brasileños, preocupados por la posible anexión de Paraguay a la Argentina, habían intervenido sin éxito en los asuntos internos. Con los colorados en desorden, los liberales se embarcaron en un esfuerzo de reconstrucción que llevaron a cabo durante la primera mitad del siglo veinte.


LOS AÑOS LIBERALES, 1904-1947

El principio del siglo veinte marcó un cambio de curso en la política paraguaya. El Partido Liberal, armado con la Constitución liberal y con deseo de desplazar a los colorados de su posición de dominio, prometió guiar a la nación hacia la prosperidad, estabilidad y paz. Pero así como era evidente que los colorados consideraban a la Constitución como poco más que un símbolo de lo que el Gobierno tendría que ser, también era evidente que los liberales no eran más eficientes en defender las libertades que la misma proclamaba. El resultado a largo plazo fue mayor inestabi­lidad, caos anárquico y guerra.

La razón principal que explica la inestabilidad interna se halla den­tro de la esfera de la actividad partidaria. Los colorados lucharon contra un electorado altamente polarizado y los liberales sufrían divisiones ideo­lógicas. Aun cuando cada partido hubiera podido dominar a sus oponentes, los mismos habrían sido incapaces de controlar sus confrontaciones inter­nas. Los liberales se dividieron en Cívicos y Radicales, los que trataron de controlar la política interna. La inestabilidad del período liberal se tor­nó evidente en las dramáticas sucesiones presidenciales. Luego de la Re­volución de 1904, ningún presidente fue electo constitucionalmente hasta 1912. En el mismo período de tiempo, nueve presidentes estuvieron en el poder por menos de la mitad del período presidencial normal. Entre 1870 y 1938, hubo treinta y cuatro presidentes, con un promedio de duración de dos años cada uno.

La inestabilidad del ambiente político se vio complicada además por la necesidad de incrementar la actividad económica. De 1912 a 1915, el Gobierno de Paraguay recibirá más préstamos. El sector agrícola cobró im­portancia y se benefició con el aumento de la demanda de sus productos durante las dos primeras décadas del siglo, debido a la guerra en Europa. La balanza de pagos mostró superávit sólo de 1921 a 1923. Luego de que varios préstamos extranjeros quedaran impagos, Paraguay fue duramente presionado para restablecer su reputación financiera en el mundo.

Entre las muchas confrontaciones de este período, la guerra civil en­tre 1922 y 1923 transformó los esfuerzos internos en una crisis. Una figura singular resultó de la guerra civil, alguien que sería un hombre prominente para el Paraguay: Eligio Ayala. Asumió provisionalmente la Presidencia pa­ra aplacar a las fuerzas militares rebeldes, pero renunció en 1924 para transformarse en candidato a Presidente por un período constitucional. Su mandato presidencial, de 1924 a 1928, fue el único que, desde 1870 hasta el advenimiento de Stroessner, no sufrió ningún desafío organizado.

Ayala hizo de la política fiscal la piedra angular de su administra­ción. Promovió la estabilidad interna y mantuvo la paridad fiscal con el peso argentino, aumentando la confianza en el Paraguay de los círculos económicos extranjeros. El comercio internacional se expandió, y la balan­za comercial empezó a mostrar señales de superávit. Ayala era propenso a la planificación metódica, y su gobierno logró cambios económicos impor­tantes. La Argentina fue el socio comercial más importante, proporcionan­do un 33 por ciento de las importaciones totales de Paraguay, y recibiendo el 77 por ciento de las exportaciones de Paraguay durante el mandato de Ayala.

El visionario gobierno de Eligio Ayala predijo también la necesidad de que Paraguay se preparara para la guerra. Habían ocurrido choques re­gionales con las fuerzas bolivianas y la importancia económica del Chaco, región en disputa, sugería una urgente necesidad de armarse. Ayala deci­dió, en vez de la modernización de la ciudad capital, concentrar toda la capacidad económica de la nación en el inminente esfuerzo bélico. Asun­ción se quedó sin agua corriente, sistema de cloacas y otras comodidades modernas, ya presentes en otras capitales latinoamericanas. Pero la natu­raleza cautelosa del líder prevaleció, y su intuición probó ser sumamente útil cuando se notó que la confrontación con Bolivia era inevitable.(28)

Con la crisis de Wall Street en 1930, los problemas económicos crea­ron presiones adicionales sobre los preparativos para la guerra. La admi­nistración de José Cruggiari, sucesor de Ayala, aumentó los gastos militares a niveles muy altos, aprovechando las mejoras económicas obtenidas por Ayala. Pero resultó difícil mantener los niveles de exportación porque la demanda de productos paraguayos había bajado considerablemente. Con to­do, la movilización de 1928 marcó la decisión del pueblo paraguayo de hacer frente a las fuerzas de Bolivia. Ninguno de los dos países estaba listo para la confrontación, y el comienzo de la guerra tuvo que esperar hasta 1932, cuando el teniente coronel José Félix Estigarribia dirigió a las unidades militares en la llamada guerra del Chaco. Paraguay se encontró nuevamente luchando contra una nación vecina.


LA GUERRA DEL CHACO Y LA REVOLUCIÓN FEBRERISTA

La Guerra del Chaco encontró al Paraguay mucho más preparado pa­ra el enfrentamiento. Paraguay no tuvo problemas en repeler el ataque des­de el oeste. El ejército boliviano estaba compuesto en gran medida por indios que habían abandonado la región andina para luchar, y no eran ca­paces de igualar en determinación a los campesinos paraguayos que habían hecho un esfuerzo considerable para solventar los costos de la guerra. En un breve lapso, Paraguay recuperó toda la tierra hacia el oeste, venciendo al ejército boliviano.

Los resultados de la Guerra del Chaco fueron positivos para Para­guay, especialmente gracias a la participación de gran parte de la pobla­ción. Fue una guerra con apoyo popular, y los sentimientos favorables ha­cia el rol del gobierno crecieron. En contraste, ciertos oficiales del ejército creían que no habían estado lo suficientemente preparados y que la nación había invertido demasiada energía siguiendo las mezquinas controversias políticas que acompañaron a la guerra. Un descontento generalizado empe­zó a crecer entre los rangos castrenses. Los oficiales de alto nivel en la guerra, sin ser comandantes de primera línea, se las arreglaron para recibir gremios considerables, y al General Estigarribia le fue otorgada una gene­rosa pensión vitalicia. La dirigencia liberal, con su antiguo desprecio por las contribuciones de la población y su favoritismo hacia los oficiales li­berales que no se habían mostrado muy activos en el frente, contribuyó a dar forma a un movimiento revolucionario que terminó con el gobierno li­berad de Eusebio Ayala.

Las ideas de los militares revolucionarios tomaron forma en febrero de 1936. Liderados por el Coronel Rafael Franco, los denominados febre­ristas, porque el golpe se realizó en febrero de 1936, eran contrarios al estado liberal que había gobernado al Paraguay desde 1904. Imágenes del Francismo y de los López promovieron la creación de un gobierno con orientaciones fascistas. Como era una coalición heterogénea, los febreristas incluían una facción nacionalista liderada por Juan Stefanich, los colorados representados por Bernardino Caballero, un grupo con ideas socialistas li­derado por Anselmo Jover Peralta, fascistas liderados por Freyre Esteves y militares que habían combatido en la Guerra del Chaco. Aproximadamen­te en un año los febreristas proscribieron la Constitución, suspendieron los partidos políticos y pusieron a todos los grupos políticos bajo el control directo del Ministerio del Interior. Estos esfuerzos fueron dirigidos hacia la creación de un Estado unipartidario, con apoyo de parte de estudiantes, obreros, trabajadores y veteranos de guerra.(29)

Un año más tarde, los febreristas se encontraban en total desorden y fueron desalojados del poder por un golpe de estado. Sacando ventaja de la situación, los liberales nombraron un candidato presidencial y presionaron por la realización de elecciones en 1939. El Mariscal Estigarribia se postuló a la Presidencia sin oposición en agosto de 1939 y, un año más tarde, abolió la Constitución y forzó al Congreso Liberal a disolverse. Or­ganizó su Gobierno según parámetros altamente autoritarios, escribió una nueva Constitución y creó el Consejo de Estado, por medio del cual las figuras políticas más importantes asesoraban directamente al Presidente. El único grupo sin representación era el de los obreros organizados.

Estigarribia murió poco después en un accidente aéreo, y las fuerzas de la revolución se movilizaron de nuevo para respaldar su candidato a Presidente Provisional: el General Higinio Morínigo. Los liberales se echa­ron atrás y decidieron negociar el mandato de Morínigo una vez que lle­gara al poder, pero fueron sorprendidos por los acontecimientos. Morínigo se transformó en el nuevo hombre autoritario de Paraguay, siguiendo la tradición de Francia y los López.


AUTORITARISMO III: MORÍNIGO, 1940-1948

Morínigo declaró ser un dictador sin partido con fuerte apoyo de par­te de las fuerzas armadas. Aunque aparentemente no era un político hábil, mostró enseguida gran capacidad para sobrepasar a sus oponentes. Cortejó hábilmente a las masas con su fluido guaraní, proclamando orgullosamente que no era ni colorado ni liberal. Dado el favorable clima económico du­rante la Segunda Guerra Mundial, Morínigo fue también popular debido al mejoramiento general en el nivel de vida.(30)

Con todo, Morínigo fue un típico dictador. Ofreció solamente dos alternativas a sus opositores: exilio o prisión. Sus tendencias pro-fascistas eran bien conocidas. Al estallar la Segunda Guerra Mundial su ferviente nacionalismo fue aceptado, pero una vez que el Eje fue derrotado, se tornó difícil para Morínigo mantener su popularidad. Morínigo comprendió la si­tuación, y adoptó posiciones más moderadas.(31) Eliminó primero a los ge­nerales de la derecha, y luego trabajó para crear un gobierno de coalición con los liberales, los colorados y los febreristas. Todos los partidos estaban afectados por conflictos internos, pero eran los colorados los que se pre­paraban más cuidadosamente para suceder a Morínigo. Los colorados de­nominados guionistas, liderados por Natalicio González, tenían la semisan­ción del Presidente, hostigando -por lo tanto- a la oposición a su antojo.

Pero Morínigo tenía otros planes. En enero de 1947, disolvió el go­bierno de coalición, abandonó todos los esfuerzos por crear una democra­cia e inició un nuevo gobierno con el apoyo de colorados, oficiales mili­tares y guionistas. Pero las expectativas ya habían aumentado y, en marzo, los febreristas atacaron el cuartel de policía de Asunción. Estalló una gue­rra civil, y Morínigo tuvo que acudir a los campesinos colorados para de­fenderse. También recibió ayuda del General Juan Perón de Argentina. Luego de unos meses de feroz lucha, las fuerzas rebeldes -una coalición de militares institucionalistas, liberales, febreristas y otras fuerzas oposito­ras- se rindieron. Aunque Morínigo estuvo a punto de ser depuesto varias veces, su mandato fue protegido por los guionistas y el apoyo del gobierno argentino. El autoritarismo había retornado para dominar nuevamente a la política paraguaya.(32)


PRELUDIO A STROESSNER: EPÍLOGO DEL AUTORITARISMO

Los guionistas emergieron con el control indiscutido de la política paraguaya.(33) Los colorados impusieron una atmósfera de terror en Asun­ción, y grupos de guionistas buscaban - casa por casa a disidentes y oposi­tores. Muchos paraguayos huyeron a la Argentina temiendo por sus vidas. La guerra civil creó divisiones aún más profundas dentro del Partido Co­lorado, -cuando en febrero de 1948- González fue "electo" presidente, en circunstancias altamente auspiciosas para asumir el puesto en agosto de ese año.(34) Algunos disidentes guionistas se reunieron alrededor de Felipe Molas López, y lograron derrocar a Morínigo el 3 de junio de 1948. Cuan­do González asumió en agosto, intentó impedir a los seguidores de Molas López tomar puestos en el gabinete. Los militares se encontraron rodeados de una fuerte oposición. No teniendo suficiente apoyo para nombrar ofi­ciales militares, González perdió su prestigio entre los mismos y terminó a merced de Molas López y su gente.(35)

La revuelta explotó el 26 de octubre de 1948, cuando González in­tentó reemplazar al Jefe de Policía de Asunción. En ese momento, una de las divisiones de infantería comandada por el General Alfredo Stroessner marchó sobre Asunción. Contactando con las pocas fuerzas leales, Gonzá­lez logró abortar el golpe. Muchos conspiradores fueron exiliados, entre ellos Stroessner, quien encontró asilo en la embajada brasileña.

Las continuas luchas dentro del Partido Colorado llevaron al General Raimundo Rolón a la Presidencia antes de que a Molas López le tocara el turno. Pero la otra facción colorada, los democráticos, había ganado apoyo popular. Osvaldo Chaves y Eulojio Estigarribia fomentaron el descontento público y llamaron a elecciones en abril de 1949. Dado que los militares querían que Rolón fuera nuevamente electo, los democráticos empezaron a organizar el golpe que los llevaría finalmente al poder. Stroessner fue tam­bién una figura clave en este esfuerzo. En febrero de 1949, durante los servicios fúnebres de Monseñor Juan Bogarín, las fuerzas rebeldes marcha­ron sobre Asunción y organizaron el golpe.(36)

Molas López había logrado su objetivo, pero en realidad había per­dido poder en favor de los democráticos que controlaban los puestos claves del Gabinete, así como el cuartel de policía. No satisfecho con el nuevo arreglo, Molas López organizó un nuevo golpe para deshacerse de los democráticos. Alistó democráticos como Eulojio Estigarribia, enfrentado con Federico Chaves por la Presidencia del Partido. Pero, cuando los organi­zadores se dirigieron a Stroessner para buscar su apoyo, éste hizo público el complot y todos los civiles implicados fueron arrestados. El Partido Co­lorado solicitó la renuncia de Molas López y sus partidarios, y Federico Chaves prestó juramento como Presidente Provisional.

Chaves no tenia otra alternativa que reimplantar el estado de sitio, ya que tanto González como Molas López estaban planeando activamente su derrocamiento desde el exilio en la Argentina. Al mismo tiempo, llamó a elecciones en julio de 1950. Impidió presentarse a los liberales, y logró ser electo por el resto del período presidencial. Con la situación económica deteriorándose, Chaves fue electo por un segundo período en 1952. Los problemas económicos causaron inquietud entre los militares, especialmen­te cuando Chaves, aconsejado por su jefe de policía, aumentó el tamaño del batallón policial para estar en condiciones de enfrentar golpes milita­res. Una conspiración para derrocarlo fue puesta en marcha por el General Stroessner, Epifanio Méndez Fleitas y Tomás Romero Pereira, ex Presiden­te de los colorados que ocupaba el cargo de Ministro del Interior.(37)

El derrocamiento de Chaves iba a ocurrir cuando el Presidente ar­gentino, Juan Perón, llegara en visita oficial el 8 de mayo de 1954. Pero, imprevistamente, la fecha fue cambiada a causa de un hecho inesperado. El Presidente Chaves se había enterado de la conspiración y ordenó el arresto del Mayor Virgilio Candia, mientras el Jefe del Ejército, coronel Néstor Ferreira, estaba en una gira de inspección. Stroessner, que había asumido las funciones de Ferreira mientras éste estaba afuera, declaró que la decisión de Chaves era un insulto al honor militar y entró a Asunción con fuerzas de caballería. El 5 de mayo de 1954, Tomás Romero Pereira se transformó en el nuevo Presidente Provisional.

En realidad, el nuevo hombre fuerte era Stroessner. Sus credenciales eran impresionantes y había preparado hábilmente su propia oportunidad. El 14 de junio de 1954, el Partido Colorado lo eligió como su candidato en las elecciones del 11 de julio, que ganó fácilmente al estilo paraguayo. En su toma de posesión, el 15 de agosto, ni siquiera Méndez Fleitas, su colaborador más cercano, pudo prever el impacto que el nuevo líder ten­dría en la vida de la nación.

La política paraguaya había retornado a la vieja tradición autoritaria. Stroessner sobrevivió en un entorno propenso a golpes y contragolpes, lealtades fallidas y amistades traicionadas. Su juego político estaba basado en una mezcla de elementos ideológicos, por los cuales excedía las limi­taciones de la propia ideología del partido; una estricta política de control dentro y fuera del gobierno, gracias a la cual buscaba continuamente eli­minar cualquier amenaza sus gestiones gubernativas; y la captación del apoyo de grupos del ejército, por lo que permitió actividades ilegales de los mismos con beneficios muy lucrativos. Con este arreglo de ideología, control y cooptación, se hizo prácticamente imposible socavar su mandato. Serios problemas económicos, divisiones internas dentro del Partido Colo­rado, y un estado general de movilización social propiciaron la caída de este régimen después de treinta y cinco años de ininterrumpido liderazgo.


NOTAS

1) El carácter excesivo de la encomienda en Paraguay provocó una rebelión de los indios contra las autoridades en 1660. Se consideraba que muchos indios de­bían :prestar servicios de distinta naturaleza tales como abrir senderos a través de la selva, -encontrándose sujetos a malos tratos cuando se negaban a trabajar. Ver Rafael E. Velázquez, "Rebelión de los indios de Arecayá en 1660," Revista Paraguaya de Sociología 2 (Enero-Abril 1965): 34.

3) Sobre la revolución de los comuneros, ver Osvaldo Chaves, La Formación del Pueblo Paraguayo (Buenos Aires: Ediciones Amerindia, 1976), cap. 10; Carlos R. Centurión, Historia de la Cultura Paraguaya, vol. 1 (Asunción: Biblioteca Ortiz Guerrero, 1961), cap. 8; y Rafael Eladio Velázquez, Breve Historia de la Cultura en el Paraguay, loa. ed. (Asunción: El Gráfico, 1985), cap. 7.

4) La manera en que Francia llegó al poder está descrita en detalle en John Hoyt Williams, The Rise and Fall of the Paraguayan Republic, 1800-1870 (Austin: Institute of Latin American Studies, University of Texas, 1979). La confrontación en­tre los militares y Francia tuvo lugar mientras Buenos Aires estaba ejerciendo presión para que Paraguay se uniera a la revolución porteña. Francia negoció con sagacidad y se las arregló para convencer a la Junta Gobernarte que Paraguay iba a tener di­ficultades con sus vecinos a menos que se mantuviera a raya a los militares.

5) Una descripción de la sociedad paraguaya y su efecto sobre el proceso de Independencia puede hallarse en Rafael E. Velázquez, "La sociedad paraguaya en la época de la Independencia," Revista Paraguaya de Sociología 13 (Enero-Abril 1976): 157-69.

6) Sobre las cualidades de Francia, ver Ezequiel González Alsina, El Dr. Fran­cia del pueblo y ensayos varios (Asunción: Instituto Colorado de Cultura, 1978), pág. 9.

7) En 1820 se había desarrollado una conspiración para matar a Francia, y permitirle tomar el poder a Yegros. Cuando Francia se enteró del complot, encarceló a los conspiradores y los presionó para que suministraran información sobre los in­volucrados. La mayoría pertenecía a la aristocracia, habiendo participado -muchos de ellos- en los esfuerzos por la Independencia. Ver John Hoyt Williams, "The Conspiracy of 1820 and the Destruction of the Paraguayan Aristocracy," Revista de Historia de America 75-76 (Enero-Diciembre 1973): 141-55.

8) Un informe sobre la relación entre Francia y la Iglesia se encuentra en John Hoyt Williams, "Dictatorship and the Church: Doctor Francia en Paraguay," Journal of Church and State 15 (Otoño 1973): 419-36.

9) El impacto de las decisiones políticas tomadas por Francia sobre los mili­tares está descrito en John Hoyt Williams, "From the Barrel of a Gun: Some notes

on Dr. Francia and Paraguayan militarism," Proceedings of the American Philosop­hical Society 119 (Febrero 1975): 73-86.

10) El carácter de la diplomacia practicada por Francia es analizado en John Hoyt Williams, "Paraguayan Isolation Under Dr. Francia- A Reevaluation," Hispanic American Historical Review 52 (Febrero 1972): 102-22.

11) El tipo de actitud de autoconfianza postulado por el gobierno de Francia ha sido analizado como un ejemplo de lo que se ha transformado ahora en una di­fundida política de desarrollo. Ver Christian Lalive D'Epinay and Louis Necker, "Pa­raguay (1811-1870): A Utopía of Self-Oriented Change," en Johan Galtung, Peter O'Brien and Roy Preiswerck, eds., Seif-Reliance: A Strategy for Development (Lon­dres: Bogie-L'Ouverture Publications, 1980), págs. 249-68. Sobre el rol que jugaron las estancias durante la administración de Francia, ver John Hoyt Williams, "Para­guay's Nineteenth Century Estancias de la Republica," Agricultural History 47 (Ju­lio 1973): 206-15.

12) Un relato personal sobre la manera en que López organizó su gobierno y sus efectos sobre la vida paraguaya aparece en Idelfonso A. Bermejo, Vida Paragua­ya en tiempo del viejo López (Buenos Aires: EUDEBA, 1973). Bermejo, que había vuelto a Paraguay después de haber vivido en Francia, describe la atmósfera de Asun­ción con asombrosa claridad.

13) Sobre la ideología de Carlos Antonio López, ver Efraím Cardozo, Apuntes de la historia cultural del Paraguay (Asunción: Biblioteca de Estudios Paraguayos, 1985), pig. 263.

14) Sobre la gradual apertura al comercio internacional durante el gobierno de López, ver Juan Carlos Herken Krauer, "Proceso económico en el Paraguay de Carlos Antonio López: La Visión del Cónsul Británico Henderson (1851-1860)," Revista Pa­raguaya de Sociología 19 (Mayo-Agosto 1982): 83-116.

15) Elisa Alicia Lynch se transformó en una figura prominente de la política paraguaya. Ella era la amante de Solano López, así como el epicentro de la vida social paraguaya durante el tiempo en que él ocupó la presidencia. La influencia de Mme. Lynch sobre los círculos sociales paraguayos está explicada en Josefina P1á, "Elisa Alicia Lynch," Estudios Paraguayos 6 (Diciembre 1978): 28-32. También, Hector Blomberg, La Dama del Paraguay (Buenos Aires: Editora Interamericana, 1942); Henry Lyong Young, Eliza Lynch, Regent of Paraguay (Londres: Anthony Blond, 1966); Alan Brodsky, Madame Lynch and Friend (New York: Harper & Row, 1975); y William E. Barret. Woman on Horseback (New York: Frederick A. Stokes Co., 1938).

16) Un indicio del clima imperante en Asunción es la decisión del ministro inglés en Paraguay, Mr. T. hornton, de partir luego de aconsejar a todos sus compa­triotas de que hicieran lo mismo. Ver Charles A. Washburn, The History of Paraguay vol. 1, (Boston: Lee & Shepard Publishers, 1871), pág. 544.

17) Una exposición del proceso que condujo finalmente a la confrontación está incluida en Williams, The Rise and Fall of the Paraguayan Republic, pigs. 195 ff. 18) Los conflictos en la región del Plata durante el siglo diecinueve están ex­plicados en León Pomer, Conflictos en la cuenca del Plata en el siglo XIX (Buenos Aires: Riesa Editores, 1984). Pomer sostiene que las necesidades internas del gobier­no de Mitre afectaron la Guerra de la Triple Alianza.

19) Un relato de la confrontación puede hallarse en Carlos Pereyra, Solano López y su drama (Buenos Aires: Ediciones de la Patria Grande, 1962). También Gilbert Phelps, Tragedy of Paraguay (New York: St. Martin's Press, 1975).

21) Varios autores se refieren a las consecuencias de la Guerra de la Triple Alianza en León Pomer, Proceso a la guerra del Paraguay (Buenos Aires: Ediciones Caldén, 1968).

22) Sobre las políticas del período de posguerra, ver Harris G. Warren, Para­guay and the Triple Alliance: The Postwar Decade, 1869-1878 (Austin: University of Texas Press, 1978).

24) José S. Decoud había sido un astuto miembro del Club del Pueblo y par­tidario de los bareiristas, opuesto a la intervención brasilefa. Fue uno de los prime­ros filósofos del Partido Colorado, y un compañero político del General Bernardino Caballero. Cándido Bareiro, que había sido secretario general del Presidente Rivarola, mantuvo posiciones favorables a la Argentina. Fue presidente en 1878, luego de las cortas presidencias de Juan B. Gill de 1874 a 1877 y de Higinio Ugarte, de 1877 a 1878.

. 25) Warren indica que el gobierno de Bareiro fue el período de transición entre la posguerra y la era de los colorados. Notablemente, el resultado más importante de su muerte, sugiere Warren, fue el repentino golpe que le robó la presidencia a Adolfo Saguier, porque "fue este acto el que restableció la dictadura militar en Parsg--'° Ver Harris G. Warren, Rebirth off the Paraguayan Republic: The First Colorado Era, 1878-1904 (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1985), pág. 50.

26) Un ejemplo es el discurso pronunciado por el Ministro de Relaciones Ex­teriores el 26 de febrero de 1976, fecha del aniversario de la muerte de Caballero. Ver Asociación Nacional Republicana, Homenaje de la Junta de Gobierno del Par­tido Colorado a la memoria del Fundador Gral de Div. Bernardino Caballero (Asunción: Departamento de Prensa de la Junta de Gobierno de la ANR, 1976).

27) Sobre la evolución de los principales partidos políticos en Paraguay, ver José Gaspar Gómez Fleytas, "Ubicación historica de los partidos tradicionales en el Paraguay," Revista Paraguaya de Sociología 7 (Septiembre-Diciembre 1970): 144­64.

28) Para un informe detallado sobre las políticas económicas del gobierno de Ayala y sus esfuerzos para preparar al país para una posible guerra, ver Alfredo M. Seiferheld, Economía y petróleo durante la guerra del Chaco (Asunción: El Lector, 1983), cap. 1.

29) La filosofía que guió los hechos inspirados por el febrerismo está expli­cada en Juan Stefanich, Paraguay nuevo (Buenos Aires: Editorial Claridad, 1943).

30) Sobre la administración de Morínigo, ver Michael Grow, The Good Neigh­bor Policy and Authoritarianism in Paraguay (Lawrence: Regent's Press of Kansas, 1981).

32) Sobre la revolución de 1947, ver Enrique Volta Gaona, La Revolución del 47 (Asunción: Por el autor, 1982).

33) El Guión Rojo era parte de la facción mas autoritaria del Partido Colorado. Se había desarrollado a través del liderazgo de Juan Natalicio González e incluía una cantidad de activistas listos para la acción y usados para hostigar a los miembros de la oposición.

34) La elección de febrero de 1948 se llevó a cabo en medio de mucha tensión. Los ciudadanos paraguayos fueron obligados a votar, y cuando llegaban a las urnas se les daba un pedazo de papel con el nombre de González; ni siquiera podían usar boletas. Ver Paul Lewis, Paraguay Under Stroessner (Chapel Hill: University of North Carolina Press. 1980), pág. 42.

35) Molas López era miembro del ala izquierda del Partido Colorado y un hombre con una fuerte historia de participación en política. Había sido miembro del gobierno de Franco, intendente de Asunción, fuertemente influenciado por el peronis­mo durante su largo exilio en la Argentina. Típico de los líderes políticos paraguayos, Molas López perseguía también ambiciones personales y fue un maestro en la orques­tación de conspiraciones y dobles juegos.

36) Los servicios fúnebres de Monseñor Bogarín atrajeron a gran parte de la clase alta paraguaya. Bogarín era el prototipo del clero paraguayo. Había sido Arzo­bispo de Asunción durante diecinueve años y merecía mucho respeto. Luego de los servicios en la Catedral Nacional, Molas López ofreció una cena en honor de Boga­rín. Mientras todos los líderes del gobierno estaban allí reunidos , el General Stroes­sner reunió a sus hombres y, con la ayuda del Coronel Díaz de Vivar, entró en la ciudad.

37) El complot que llevó a Stroessner a la Presidencia está explicado en de­talle en Paul H. Lewis, Paraguay Under Stroessner, cap. 4.



LAS BASES IDEOLÁGLCAS DE LA ERA DE ,SÍROESSNER

4


 La ideología de un régimen autoritario constituye una de las áreas más controvertidas en relación con ese tipo de sistema político. En su definición de autoritarismo, Juan Linz indica que una de las di­ferencias entre regímenes totalitarios típicos y regímenes autorita­rios es la orientación ideológica. Los regímenes autoritarios exhiben una especie de "mentalidad" , en lugar de una "ideología" plenamente desarro­llada.(1) El concepto de mentalidad describe elementos emocionales y no racionales, presentes en los fundamentos ideológicos de los regímenes au­toritarios. No obstante, Linz advierte acerca de la dificultad de definir es­tas mentalidades con precisión, y usa ejemplos tomados de regímenes egip­cios, españoles y brasileños, para demostrar que a menudo la tendencia de los analistas ha sido meramente la de hablar de la filosofía o la psicología que guía a estos líderes.

Bolívar Lamounier, ex-estudiante de Linz en la Universidad de Yale y un estudioso de la política brasileña, ha criticado y extendido esta con­ceptualización.(2) Lamounier sugiere un análisis más profundo del conte­nido de los diferentes procesos de pensamiento y enfatiza la importancia de la legitimidad de los regímenes autoritarios. (3) El concepto de legiti­midad suministra la conexión entre ideología y poder porque, por un lado, involucra la orientación de los ciudadanos y los grupos políticos y, por el otro, las relaciones de poder que existen entre estos grupos.(4)

Aquí también es útil el pensamiento de Karl Mannheim, tanto porque complementa el de Linz y Lamounier como porque puede ser extendido a los casos de regímenes autoritarios recientes de América Latina. Mannheim contrasta ideología con utopía, una idea similar a la de mentalidad. Para Mannheitn, ideología es "un conjunto de ideas que funcionan en la promo­ción y defensa de intereses." Aunque el concepto refleja el punto de vista de Marx de "conciencia falsa," Mannheim también distingue entre ideolo­gías y lo que él llama utopías. Cuando las ideas defienden intereses cru­ciales para el orden social son ideologías, pero cuando meramente definen las expectativas de grupos no privilegiados, son utopías.(5)

Resulta claro de estas primeras conceptualizaciones, que es necesario analizar cuidadosamente las justificaciones de regímenes que no son ajusta­damente totalitarios, para examinar cómo trabajan para construir una legiti­midad al régimen e investigar quién se beneficia más con su elaboración y aceptación. En la experiencia de América Latina, las razones han sido varian­tes de doctrinas, especialmente de la llamada doctrina de la seguridad nacio­nal. Aceptado por los militares, el concepto de que el cambio político interno es entendido como una amenaza a la seguridad, propio de esta doctrina, dio considerable contenido ideológico a los procesos políticos de regímenes auto­ritarios de Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.(6)

Investigar los principios rectores de la doctrina de la seguridad na­cional, y la forma en que esos principios han provocado la creación de "estados de seguridad nacional," puede ayudar a entender mejor el carácter de los regímenes autoritarios en América Latina y los roles que dicha doc­trina ha llegado a desempeñar en cada sistema político. En Paraguay, la administración de Stroessner aceptó la doctrina de la seguridad nacional como la base de nuevos principios ideológicos que sustentaron al régimen. La doctrina fue redefinida de acuerdo con el legado cultural y político del pasado. Mediante la redefinición, el régimen estableció hábilmente las re­glas de juego y extendió el dominio de su autoridad.

Bajo la doctrina del sistema de Stroessner, cada posición ideológica fue en realidad un conjunto de elementos simbólicos que trazaron un mapa de la relación entre la estructura de poder y los ciudadanos. La Constitu­ción Nacional fue el elemento clave en la creación de la ideología del ré­gimen. La mayor parte de la doctrina surgió claramente de la Constitución, que definió los principios autoritarios que regularon el orden político. Aun­que es necesario investigar otras contribuciones a la creación de la doctri­na, la Constitución representó, legal y simbólicamente, el vínculo más im­portante entre el régimen y la ciudadanía, el instrumento que dio a la po­lítica paraguaya su contenido y significado.


LA DIMENSIÓN CONSTITUCIONAL

La tradición constitucional del Paraguay se encuentra arraigada en su pasado autoritario. El país exhibe fuertes tendencias a aceptar el lide­razgo personal como agente de poder político en gran parte autónomo, casi autosuficiente. En este contexto, los esfuerzos de las múltiples convenciones constituyentes paraguayas han sido a menudo limitados en su alcance e ine­ficaces en la creación de estructuras institucionales nuevas. Las convenciones han ratificado las relaciones de poder en el país antes que modificarlas.

La primera Constitución, o proto-constitución, como la llama John Hoyt Williams, fue redactada por José Gaspar Rodríguez de Francia en 1813.(7) El documento proclamó la Independencia del Paraguay y declaró a Fulgencio

Yegros y al mismo Francia como líderes de la nueva nación. Se determinó que se alternarían en el poder y que también dividirían su acceso a los recursos militares y económicos. En esencia, el documento era poco más que un reflejo del espíritu nacionalista prevaleciente en la época., y un in­dicio de la capacidad de Francia para controlar personalmente el destino de la nueva nación.

Carlos Antonio López convocó a la segunda Convención Constitu­yente en 1844 en un esfuerzo por aumentar su estatura política y personal. López había estado preocupado por conseguir el reconocimiento de los paí­ses vecinos, de manera a avanzar en su búsqueda de acceso al sistema flu­vial del Río de la Plata. Los trescientos delegados postularon a López co­mo Presidente e hicieron un nuevo intento por establecer un orden consti­tucional. López había escrito la "Ley que establece la Administración Po­lítica de la República del Paraguay," con la esperanza de que le otorgaría un sentido de legalidad a su mandato. El objeto básico del documento era dotarlo de poderes ilimitados, aunque reconocía los tres poderes de gobier­no. La nueva ley declaró a López Presidente por diez años.

Aunque, bajo el Gobierno de López, hubo algún intento por estable­cer una apariencia de práctica democrática, su "Constitución" representó en los hechos un esfuerzo por centralizar el poder en manos de un único individuo. El Paraguay no sólo se había convencido de la indispensabilidad de Francia y López, sino que también toleraba sus principios de liderazgo y la conversión de éstos en un documento escrito que supuestamente guiara las prácticas políticas. Mientras el Presidente garantizase el mantenimiento del orden, su capacidad de hacer lo que creyera conveniente resultó in­cuestionada. Desde entonces, el personalismo centralizado ha producido una marca indeleble en la organización política del país.

La creación de instituciones políticas centralizadas le otorgó un sello de aprobación al estilo autoritario de la política paraguaya. Ninguna de las decisiones tomadas por los Congresos de 1813 y 1844 permitió el estable­cimiento de principios constitucionales que alentaran futuros democráticos. Las políticas aislacionistas y centralizadas de Francia tuvieron tanto éxito que los representantes se vieron obligados a apoyar dicha forma de orga­nización. El primer esfuerzo por establecer un documento verdaderamente democrático tuvo lugar en 1870, después de la Guerra de la Triple Alianza, cuando el pensamiento liberal cambió el curso de la política paraguaya.(8)


LA CONSTITUCIÓN DE 1870

La naturaleza de la Constitución Paraguaya, escrita en 1870, reflejó claramente tos efectos devastadores sufridos por las fuerzas paraguayas en la Guerra de la Triple Alianza. Bajo la ocupación aliada, Argentina y Bra­sil compitieron por la preeminencia en el proceso político interno del Paraguay. El pensamiento liberal prevaleciente en la región, especialmente en Argentina con la llegada de la "Generación de 1880," naturalmente impregnó de nuevas ideas a la política paraguaya y le imprimió una nueva dirección.(9)

La Constitución fue redactada siguiendo los conceptos de la Consti­tución argentina de 1853, la Constitución francesa de 1789 y la Constitu­ción de los Estados Unidos de 1787. Las ideas de la Constitución repre­sentaron diferencias radicales con las políticas autoritarias del pasado. En un sentido, los redactores se derrotaron a sí mismos al crear pautas políticas que no estaban en condiciones de concretar, dada la tendencia de la cultura política de aceptar formas de liderazgos autoritarios y personalistas.

La Convención Constituyente fue controlada por los liberales, quie­nes abogaron por una carta que alentara elecciones libres y la participación a través de una discusión abierta de los temas políticos. El comienzo de la Constitución establece objetivos de justicia, tranquilidad, bienestar y de­fensa común. El catolicismo fue proclamado religión oficial de la nación y la inmigración se transformó en preocupación principal del nuevo go­bierno. Podía declararse el estado de sitio, pero el Presidente no disfrutaba de poderes dictatoriales oficiales. Nominalmente el apoyo a las dictaduras iba a ser penalizado por ley. La Constitución abolió la esclavitud, creó una legislatura bicameral y le dio al Presidente los poderes de costumbre. En esencia, parecía suministrar todos los elementos necesarios para un buen gobierno. Aunque dejaba algunas áreas no definidas totalmente, tales como el tema laboral, asuntos sociales y las relaciones con la Iglesia, la Cons­titución tal como fue proyectada aparentaba proveer las bases para iniciar procesos legítimos y democráticos.(10)

Pronto resultó evidente que la creación de un marco constitucional no produciría por sí solo un sistema político democrático. Careciendo de una estructura clara de partidos, y en medio de la devastación económica producida por la guerra, los actores del drama paraguayo no pudieron pre­ver las limitaciones de la convención en contraste con las expectativas de su propio pueblo. La mayor desventaja de los esfuerzos de 1870 fue que las realidades políticas y sociales de la nación no tenían relación con la carta que redactó la convención. Durante las dos décadas siguientes, el Partido Co­lorado dominó la vida política del Paraguay, precisamente ignorando muchos elementos comprendidos en la nueva la Constitución. Y los propios liberales en­contraron, una vez llegado al poder en 1904, que la Constitución de 1870 era irreal, dadas las expectativas y las necesidades del pueblo paraguayo.

A pesar de que la Constitución no reflejaba la realidad política pa­raguaya strictu sensu, su vigencia duró más de cuarenta años. Ciertamente no estaba a tono con la naturaleza interna de la sociedad paraguaya, nacida durante la dominación oligárquica de la época colonial y aumentada luego con los procesos dictatoriales del siglo diecinueve. Para ser congruente con la realidad política, las normas requerían un retorno al estilo autoritario, el tipo de organización política que la nación había hecho propia. Después de confrontaciones y divisiones internas, un nuevo documento fue redac­tado por la Convención Constituyente de 1940.(11)


LA CONSTITUCIÓN DE 1940

La Constitución de 1870 había demostrado ser poco útil, de modo que el General José F. Estigarribia, electo presidente el 15 de agosto de 1939, convocó a una asamblea para reformarla. Estigarribia había logrado un alto reconocimiento como líder del Ejército Paraguayo durante la Guerra del Chaco y del gobierno liberal que había disuelto el Congreso debido a las divisiones dentro del partido. Se otorgó a sí mismo unilateralmente poderes absolutos y demostró estar comprometido con las reformas sociales.

El llamado de Estigarribia a una Convención Constituyente fue un esfuerzo por demostrar su determinación de introducir cambios institucio­nales. La Constitución de 1940 incrementó el poder del Ejército, ya que Estigarribia quería establecer su mandato absoluto sobre bases constitucio­nales. Al gobierno se le dio el derecho de intervenir en la economía, con­trolar la prensa y regular las actividades que pudieran desarrollar los ciu­dadanos. La Constitución limitó los poderes del Congreso, que ahora era unicameral, y estableció que los mandatos presidenciales durarían cinco años, con la reelección limitada a un solo período adicional.

Tres cambios importantes en la nueva Constitución tuvieron un im­pacto particular. Primero, la Constitución le dio al Ejecutivo virtuales po­deres dictatoriales. El Presidente podía disolver el Congreso, dictar leyes

y comandar las fuerzas armadas. En segundo lugar, las fuerzas armadas serían convocadas para garantizar el orden y el respeto a la Constitución, incrementando así el poder de los militares. Y en tercer lugar, siguiendo el ejemplo de Mussolini, la Constitución creó un cuerpo corporativo que actuaba como la única institución que representaba a los grupos de interés. El Consejo de Estado se componía de nueve ministros y representantes de otros sectores de la sociedad.(12)

Estigarribia comentó acerca de la necesidad de una nueva Constitu­ción, indicando que las limitaciones de la Constitución de 1870 fueron en realidad "su lentitud para solucionar problemas, su falta de preparación pa­ra juzgar situaciones críticas y de eficiencia para defender toda la civili­zación del país."(13) Alentó la creencia de que la nueva Constitución era más nacionalista que la anterior, y que la extensión del Poder Ejecutivo estaba destinada a reforzar el carácter democrático de la nación. La elimí­nación del Senado perfeccionaría el concepto unitario del poder, y el Con­sejo de Estado, como órgano consultivo del Presidente, sería un canal de comunicación entre la Cámara de Representantes y el Ejecutivo.

Aunque tanto Estigarribia como los miembros del Congreso que re­dactó la Constitución estaban convencidos de su capacidad de mejorar la democracia, el documento en los hechos brindó un marco legal para la cen­tralización del poder que la nación había conocido durante el siglo dieci­nueve. Los redactores también lograron conferirle un áurea de legalismo a la élite política, a cargo de la defensa de los valores de la civilización y del apoyo a un sistema presidencial omnipotente. El énfasis en el nacio­nalismo era significativo en aquella etapa; se trataba de un rasgo que en­tonces se suponía sería especialmente útil para el Paraguay, dadas las ex­periencias de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Con la concentra­ción del poder en manos de un individuo, el control interno ejercido sobre el Poder Legislativo y el Poder Judicial y con el papel otorgado a las fuer­zas armadas, Paraguay había rescatado su tradición autoritaria. En reali­dad, había creado dimensiones legalmente arraigadas para el autoritarismo, convirtiéndolo en la característica distintiva de su organización política.

Por lo tanto, no es sorprendente que la Constitución de 1940 haya alcanzado un período durante el cual gobernaron dos fuertes dictaduras. Tras la muerte repentina de Estigarribia en 1940, el General Higinio Mo­rínigo utilizó sus conecciones en el Partido Liberal para propulsarse hacia la Presidencia creando un gobierno fuertemente influenciado por militares. Afirmando que no tenía lealtades partidarias, Morínigo estableció un régi­men basado en un hábil juego de lealtades febreristas, liberales y colora­das. El coronel Alfredo Stroessner participó en la organización del golpe que desalojó a Morínigo del poder. En 1954, se convirtió en el nuevo dic­tador del Paraguay a través de un golpe militar. Disfrutando de todos los poderes conferidos por la Constitución de 1940, su Gobierno convocó a una nueva Asamblea Constituyente en 1967, principalmente para introducir una reforma constitucional que le permitiera ser reelecto por más de dos períodos presidenciales.


LA CONSTITUCIÓN DE 1967

Aunque la Constitución de 1940 proveía suficiente apoyo a un gobierno autoritario, la administración de Stroessner mocionó la derogación de los ar­tículos que establecían la reelección limitada, mediante la convocatoria de la Convención Constituyente especial de 1967. Los cambios que se introdujeron fueron de naturaleza formal; la mayor parte del viejo texto quedó intacta, por­que servía perfectamente a las necesidades del régimen. Sin embargo, hubo unos pocos cambios que fortalecieron el modelo existente, resaltando la capa­cidad de dominación que caracterizó al régimen de Stroessner.

La Convención Constitucional reintrodujo el sistema legislativo bi­cameral al crear el Senado. El nuevo cuerpo cumplía las mismas funciones de la Cámara de Representantes, ya que la representación geográfica en un

país del tamaño del Paraguay no es significativa. Además, el gobierno te­nía en mente la creación de varios cargos adicionales, de alto rango, que serían usados como instrumentos de control interno. El Senado se convirtió en una institución de reclutamiento en la cual el partido oficial, podía pre­parar a sus protegidos e indicarles cómo maniobrar políticamente.

El propósito verdadero de la Convención Constituyente fue el de re­formar la Constitución de 1940 para permitirle al Presidente Stroessner postularse a la reelección por más de dos períodos consecutivos. Más ade­lante, la Convención Constituyente de 1977 le permitió al Presidente ser reelecto sin importar en cuántos períodos anteriores había ocupado el car­go.(14) Como resultado de la adecuación de la ley a la práctica autoritaria, el total de las operaciones del régimen tuvo una sólida base en la Consti­tución. Mostrando un respeto formal y ritual a la ley e igualando consti­tucionalismo con democracia, muchos miembros del régimen de Stroessner proclamaban que el sistema político era en realidad democrático, porque se apoyaba en estas condiciones seudolegitímadoras del poder Táctico su­ministradas por el marco constitucional.

No obstante, la tradición constitucional de Paraguay proporcionó el espíritu legal a un sistema político fraudulento. La maquinaria política se proclamaba representativa, pero su uniformidad ideológica subyacente de­mandaba otra explicación. Por mas difícil que pueda ser definir la ideolo­gía que propició el régimen, Stroessner demandó fuertes lealtades perso­nales de modo que su liderazgo no fuera puesto en peligro por enemigos externos o internos. Líderes potenciales que osaron enfrentarse con Stroes­sner fueron eliminados de la maquinaria política del régimen.


IDEOLOGÍA AUTORITARIA Y ESTRUCTURA DE PODER

El pensamiento y las instituciones autoritarias, que forman parte de la Constitución de 1940, crearon los cimientos de la estructura de poder autoritaria durante el período de Stroessner. Los principios constituciona­les le proporcionaron amplia latitud legal, bajo la cual el régimen pudo operar sin mayores limitaciones. Aunque el Estado se organizó formalmen­te de acuerdo a un sistema de gobierno representativo y con división de poderes, la administración fusionó los roles y las competencias del Ejecu­tivo, Legislativo y Judicial de manera tal que requiere una explicación cui­dadosa. Los tres poderes funcionaron en el sistema político; sencillamente no operaron separada e independientemente. Aún cuando suministraron una "fachada" de pureza organizativa, sus relaciones constituyeron la estructu­ra que apuntaló al autoritarismo de Stroessner, creando la estructura ope­rativa bajo la cual el sistema logró su consolidación.

Una dimensión importante de este problema es la distancia entre los poderes, en oposición a la relación entre ellos. Distancia entre ellos significa la autonomía relativa que cada uno disfruta en la prosecución de su rol específico. Aunque la especificidad formal del rol de cada poder estaba garantizada, su autonomía real para adoptar posturas independientes per­maneció agudamente limitada, lo que produjo las estructuras informales del autoritarismo stronista. En realidad, la línea divisoria entre el poder en los papeles y el ejercicio real de la autoridad, residió en la autonomía que disfrutó cada uno de los tres poderes del Estado.(15)

La relación entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial jugó un papel secundario en la política paraguaya de este período frente a los lazos que unieron al Ejecutivo con otras dos -instituciones poderosas: el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas. Estos lazos crearon un modelo mucho más complejo que las nociones simplistas que explican el autoritarismo pa­raguayo. Por ejemplo, las Fuerzas Armadas estaban excluidas de llevar a cabo actividades represivas. La mayor parte de las operaciones diarias en lo que hacía a la inteligencia política eran responsabilidades de la policía de Asunción. Los militares se mantuvieron al margen, garantizando la paz y el orden. Mediante la asignación de un papel tan visible y crítico a la policía, Stroessner protegía a los militares de la controversia.

Uno de los estudiosos más importantes del Paraguay, argumenta que la relación entre las tres instituciones creó un "triángulo inmanente", apo­yado por la ideología del régimen, a la que denomina "Segunda Recons­trucción." El autor declara que

"tanto si lo aceptamos o no, la Segunda Reconstrucción es una ideolo­gía porque se ajusta perfectamente a lo que todo proceso ideológico exi­ge: llegar a ser una estructura coherente de imágenes, signos y símbolos, valores e ideas, que relacionan la teoría con la praxis, con el propósito evidente -tal como cualquier otra ideología- de modelar hombres y sociedades." (16)

Un líder del Partido Demócrata Cristiano sugirió que este concepto del "triángulo de poder" también debe abarcar al Poder Judicial y al Le­gislativo, ya que eran extensiones del Ejecutivo. Afirmó que en Paraguay no existía la noción de un rol separado para el Poder Legislativo ni una tradición de tribunales independientes. También mencionó que varios jue­ces prominentes de Asunción llamaban al jefe de la sección investigaciones de la policía de Asunción, para consultarle acerca de decisiones que debían tomar en sus casos.(17)

La relación entre los tres poderes estaba centrada en la figura del presidente, quien también era el Comandante en Jefe de las Fuerzas Arma­das y líder del Partido Colorado. Debido a la autoridad constitucional acor­dada al Ejecutivo, el Presidente podía disolver el Congreso en cualquier momento si lo considerara necesario. El Poder Judicial no podía ser defi­nido como independiente, ya que todos los titulares de los cargos eran elegidos por el Ejecutivo con acuerdo del Senado. La Constitución de 1940 no incluye ningún mecanismo por el cual el Ejecutivo podía ser sancionado o juzgado.

La estructura de poder cristalizada en la ideología autoritaria de la Constitución paraguaya fue también en parte creación del Presidente Stroessner. Stroessner comprendió al comienzo de su Presidencia que para consolidar su poder tenía que enfrentar a la existencia de rivales potencia­les. Al eliminar a los contendientes que podrían desalojarlo, redujo tam­bién la gama de opciones ideológicas abiertas a las facciones políticas. Stroessner no sólo decidió ser el sistema sino que también definió al sis­tema en sus propios términos y de acuerdo a su propio estilo. Su capacidad de prever la existencia de problemas políticos se demostró en dos instan­cias particulares en las cuales tuvo que enfrentarse a dos hombres que ha­bían estado estrechamente relacionados con él. Dichos individuos profesa­ban orientaciones muy diferentes, pero ambos eran líderes que podrían ha­ber intentado terminar con la era de Stroessner si hubieran permanecido en sus puestos. Para apreciar cómo desplazó Stroessner a Edgard Insfrán y Epifanio Méndez Fleitas, se necesita sin embargo evaluar más específi­camente la naturaleza doctrinaria del régimen de Stroessner.


CONFRONTACIONES IDEOLÓGICAS

Si algo cambió en el Paraguay de Stroessner, fue la medida en que las orientaciones ideológicas de las facciones políticas importantes influ­yeron en el sistema político. Las transformaciones del sistema de partidos siguieron el modelo de las ideas políticas que representaban. Sin embargo, aunque emergieron facciones importantes en cada partido después de la Gue­rra del Chaco, el cambio más prominente presentado por el sistema político paraguayo fue la creación del stronismo como una nueva doctrina políti­ca.(18)

Definir las raíces y orientaciones de la doctrina stronista es un prerre­quisito para entender la política paraguaya de las últimas cuatro décadas. Su­perficialmente, parecería ser que el Partido Colorado y el Presidente Stroessner formaron una fuerte unidad política. Sin embargo, la relación entre el Partido Colorado y el Ejecutivo no estuvo para nada signada por la simetría, y el rol abrumadoramente poderoso de la Presidencia sobrepasó y penetró al poder y la estructura del partido. Con el tiempo, la doctrina del stronismo llegó a ser mu­cho más que una identificación leal con el Partido Colorado.(19)

Aunque la doctrina stronista logró preeminencia sobre las ideas tra­dicionales coloradas, su origen viene indudablemente del mismo Partido Colorado. El Partido Colorado emergió después de la Guerra de la Triple Alianza, parcialmente para canalizar los principios liberales de la época. Inicialmente, sus principales oponentes organizados en el Partido Liberal tenían pocas diferencias ideológicas con los colorados. Sin embargo, al avanzar el siglo veinte, los colorados se fueron convirtiendo cada vez más en intérpretes de una posición altamente nacionalista, apartándose de su orientación liberal. Después de la Guerra Civil de 1947, los colorados emergieron con fuertes divisiones internas, poniendo así en movimiento un proceso de fragmentación partidaria. Parte de la razón del éxito de Stroes­sner en crear su propia doctrina política se debe a las confrontaciones que asolaron a los colorados después de 1947.(20)

La Guerra Civil ocasionó profundas divisiones en la cúpula del Par­tido Colorado. Con anterioridad, el Dr. Juan Mallorquín había ayudado a mantener la unidad del partido, pero Mallorquín murió durante la guerra. Finalmente; Federico Chaves encabezó el grupo "democrático", y sus miembros mostraron estar interesados en promover la democracia aceptan­do la necesidad de una transacción. Apoyaron al gobierno de coalición creado por el Presidente Morínigo, en el cual los colorados compartieron cargos en el Gabinete con los febreristas y con dos militares. La otra ala del partido, los guionistas, era conducida por Natalicio González, un fuer­te hombre autodidacta de origen campesino. González consideró a las ha­bilidades negociadoras de Chaves como un signo de debilidad, y decidió hacer camino hacia la Presidencia hostigando a los grupos de afiliados del partido colorado que no eran partidarios suyo, contando con la semi-apro­bación de Morínigo. Las confrontaciones que este grupo provocó en reu­niones sindicales, universitarias y partidarias le dieron notoriedad a Gon­zález y a su "guión rojo." (21)

Los guionistas conquistaron preeminencia sobre los democráticos recurriendo a la violencia y a los disturbios. Consiguieron crear tanto caos en la Convención Colorada de noviembre de 1947 que González fue pro­clamado candidato del partido. La derrota de la facción democrática fue tan abrumadora que muchos de los demócratas optaron por el exilio en Ar­gentina o Uruguay. Claramente, el Guión Rojo simpatizaba con la posición pro-nazi de Morínigo. La expectativa de los guionistas era continuar la ideología política originada durante los años de Francia y López: una fuer­te posición frente a la intervención extranjera, un estilo autoritario y una tendencia a redistribuir el ingreso en favor de los pobres.(22)

Después de 1947, la vida política de la nación fue definida por dos elementos concurrentes: las facciones distintivas dentro del Partido Colo­rado y el liderazgo de los colorados. Hombres importantes condujeron fac­ciones ideológicas y la mayoría de ellos competía obviamente por la Pre­sidencia. Dos de estos líderes fueron precisamente Edgard L. Insfrán y Epi­fanio Méndez Fleitas. Ambos exhibían el distintivo de la política paragua­ya: una tendencia exagerada a personalizarse como auténticos líderes. No es fácil evaluar cuántas de sus ideas se adecuaban a las nociones populares acerca del Partido Colorado, pero cada uno de ellos atraía a una gran masa popular. Fue sólo después que Stroessner los expulsó del partido que éste tuvo un control irrefutable sobre la maquinaria partidaria, y sólo entonces pudo enrolar al partido en la nueva versión de los ideales colorados, su propia doctrina.(23)

En este viejo duelo por la supremacía ideológica es importante en­tender qué representaban en realidad Insfrán y Méndez Fleitas. Más allá de los esfuerzos de Stroessner por reemplazarlos como desafiantes poten­ciales al poder presidencial, también le preocupaba eliminar a ideólogos que pudieran derrotarlo en su objetivo- de reorganizar la política nacional y el aparato del estado. Aunque ni Méndez Fleitas ni Insfrán ocuparon el sillón presidencial sus ideas fueron las fuentes principales para los desa­cuerdos entre los democráticos y los guionistas. Méndez Fleitas era un pro­tegido de Federico Chaves y, por lo tanto, había estado asociado con los democráticos desde el comienzo. Un autodidacta, hombre fuerte y enérgi­co, Méndez Fleitas fue nombrado Jefe de la Central de Policía de Asunción durante el gobierno de Felipe Molas López, un líder guionista disidente que asumió en febrero de 1949. Como jefe de policía, Méndez Fleitas de­mostró un sentido político muy astuto. Su habilidad para tener en cuenta a los diferentes grupos dentro de la sociedad paraguaya le ganó amplio respeto, así como su tendencia hacia un tipo de populismo a menudo ma­tizado con ideas socialistas. Por un tiempo, Méndez Fleitas sirvió correc­tamente como jefe de policía, cargo que retuvo luego de que Federico Cha­ves llegara a la Presidencia, en febrero de 1953.

Su papel como jefe de policía le ganó tal reputación que el Presi­dente Chaves decidió aumentar el campo de su poder colocándolo en la junta del Instituto de Reforma Agraria y en el Comité Ejecutivo del Partido Colorado. Sus mayores logros durante el gobierno de Molas López habían sido los desbaratamientos de varios golpes organizados por diversos líderes guionistas, incluyendo uno que encabezaban el ex-Presidente Rolón, Eulo­jio Estigarribia y otros que se hallaban en el exilio. Además de otras re­compensas, el premio más prominente que recibió Méndez Fleitas por sus esfuerzos fue la Presidencia del Banco Central.

La agudeza política y los logros de este hombre pronto se tradujeron en mucho más poder del que podía ostentar por largo tiempo. Cortejó a oficiales de las fuerzas armadas, entre quienes figuraban el mayor Mario Ortega, nuevo jefe de la policía, y el General Alfredo Stroessner, nuevo Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Méndez Fleitas gozaba de un fuerte apoyo de miembros del gabinete de Chaves, como Guillermo Enciso Velloso y Tomás Romero Pereira, y además era popular entre los paragua­yos de la clase trabajadora. Una fuerte oposición a Méndez Fleitas emergió en la Sociedad Rural, por su posición contra la suba del precio de la carne vacuna, ya que pensaba que estimularía la inflación y socavaría el nivel de vida de los pobres. Favoreció a las masas a través de aumentos de sa­larios, lo que llevó a miembros de la Sociedad Rural a pedirle al Presi­dente Chaves que removiera de su cargo a Méndez Fleitas. El 7 de enero de 1954, Chaves destituyó a Méndez Fleitas, Enciso Velloso, Romero Pe­reira y al Mayor Ortega.

Las ideas políticas de Méndez Fleitas eran únicas dentro de las filas del partido. Aunque de joven había sido febrerista, también había servido al Partido Colorado por muchos años. Era carismático, ciertamente enérgi­co, con gran ascendencia sobre los trabajadores paraguayos y los sectores más bajos de la sociedad. Al mismo tiempo, sus políticas fueron más pro­gresistas de lo que los democráticos indicaban, y era un firme admirador del peronismo. Viendo que demasiado énfasis populista había servido para que lo desplazaran del primer plano, Méndez Fleitas brindó su apoyo al general Stroessner, y fue el autor del complot que llevó a Stroessner a la Presidencia, obligando a Chaves a dejar el cargo. Méndez Fleitas se había convertido para entonces en el líder de un grupo más pequeño de demo­cráticos, los epifanistas. En la creencia de que Stroessner sería un buen Presidente interino, Méndez Fleitas vio sus esperanzas truncadas cuando, en mayo de 1956, fue expulsado del partido, exiliado del país y declarado persona no grata por el General Stroessner.(24)

Las circunstancias que obligaron a Méndez Fleitas a abandonar el país son indicativas de la capacidad de Stroessner de alejar a sus oponen­tes de la escena. Cuando el General Juan D. Perón, derrocado por los mi­litares argentinos en septiembre de 1955, se refugió en suelo paraguayo, se desarrolló una crisis. Ante la necesidad de tener que protegerlo, y con la presión proveniente de Buenos Aires y la simpatía de Perón hacia Mén­dez Fleitas y sus partidarios, Stroessner decidió "internar" a Perón en el interior, de modo a complacer a todas las partes. Lo hizo mientras Méndez Fleitas estaba fuera del país, en misión oficial. Una vez que Méndez Flei­tas retornó, la confrontación con Stroessner fue inevitable.(25)

Stroessner inició esfuerzos por reunificar el partido en octubre de 1955 permitiendo que varias figuras claves regresaran del exterior. Entre ellas había varios guionistas, incluyendo un líder muy joven y violento, llamado Edgard Insfrán. Méndez Fleitas estableció contacto con Insfrán y le consiguió trabajo en la policía, coma Jefe de la División Investigacio­nes. De esta manera, Méndez Fleitas se aseguró la obtención de informa­ción política. Aún cuando tanto Méndez Fleitas como Insfrán tenían en úl­tima instancia ambiciones para la Presidencia, Insfrán usó su puesto en la policía para ayudar a Stroessner a desplazar a Méndez Fleitas. En la crisis resultante, Méndez Fleitas y sus partidarios fueron desterrados, eliminando así a los epifanistas y su líder de la contienda.(26)

El desplazamiento de los epifanistas fue el resultado de las diferen­tes orientaciones doctrinarias de Stroessner y Méndez Fleitas. Este último era un caudillo al estilo latinoamericano, aunque habilidoso y bien prepa­rado. Su dominio del guaraní lo convirtió en figura prominente entre los trabajadores, estudiantes e intelectuales, y su capacidad de manejar el Ban­co Central le ganó influencias en los círculos de empresarios y en centros financieros internacionales. Pero Méndez Fleitas era una clase especial de nacionalista-populista, tendencia que ciertamente presentaba un fuerte de­safío a Stroessner, un líder sin mucho atractivo popular.(27)

Una vez que Insfrán fue promovido a jefe de policía, su rol resultó fundamental para Stroessner. Insfrán había colaborado por mucho tiempo con Natalicio González, demostrando ser un ferviente guionista. Con agu­deza y carácter violento, parecía bien dotado para el cargo en los cuarteles centrales de la policía, y ya en 1956 su poder había aumentado consider­ablemente. El deseo de Insfrán de conseguir un cargo más prominente, hizo que Stroessner lo pusiera al frente del Ministerio del Interior, un puesto político importante desde el cual Insfrán podía controlar también el movi­miento de organizaciones de base.

Ideológicamente, Insfrán era la antítesis de Méndez Fleitas. Un po­lítico brillante, Insfrán había apoyado las actividades violentas de los guio­nistas y era también un ferviente anticomunista. Sus ideas parecían ade­cuadas para el trabajo de perseguir a la oposición. Los esfuerzos de Insfrán por eliminar potenciales disidentes, lo llevaron a crear insurrecciones co­munistas donde lo creyera conveniente. Al no poder defender principios ideológicos que no fueran los de Stroessner, la carrera política de Insfrán dependía, casi enteramente, de sus fuertes condiciones para el liderazgo, y de su capacidad de tolerar su rol de subordinado. (28)

Dadas sus orientaciones, Insfrán se convirtió en la pieza clave de la contención de potenciales desafiantes. Grupos de exiliados estaban organi­zando incursiones armadas al territorio paraguayo, tratando de socavar la base del gobierno de Stroessner. Sin embargo, Insfrán, que antes había ayudado a Stroessner a desembarazarse de Méndez Fleitas y los epifanistas colorados, obtuvo considerable apoyo campesino mientras recibía informa­ción con la cual controlar la guerra de guerrillas.(29)

Preocupado por problemas internos y amenazas externas, Stroessner vio que un cambio de dirección sería beneficioso a largo plazo. Llegó a la conclusión de que un período de liberalización sería conducente a una mejor administración de la política interna y que también promovería una mejor imagen en el exterior. Stroessner decidió entonces permitir a un ala del Partido Liberal regresar al Paraguay, para organizar una convención partidaria y participar en las elecciones de 1963. La pequeña liberalización de la escena política resultaría finalmente en una sentencia de muerte para Insfrán, que había llegado a ser un fuerte ideólogo, con ascendencia po­pular sobre sectores colorados.(30)

Tal como en el caso anterior de Méndez Fleitas, la remoción de Ins­frán fue ayudada por un acontecimiento nacional que requirió sólo de un pequeño esfuerzo por parte de Stroessner. Una crisis se desató dentro de la policía de Asunción que involucró al jefe y a otros varios protegidos de Insfrán, quienes eran acusados de corrupción. Al sacar a luz los hechos, Stroessner se vio obligado a eliminar a la mayoría de los partidarios de Insfrán, y éste fue obligado a renunciar en noviembre de 1966. Se lo des­tituyó de la Junta de Gobierno del Partido y renunció efectivamente a cual­quier papel político en el futuro.

Aunque las confrontaciones entre Stroessner y Méndez Fleitas e Ins­frán pueden ser entendidas como meras competencias por la Presidencia, ambos representaban también fuertes tendencias ideológicas dentro del Par­tido Colorado. La verdadera intención de Stroessner era eliminar a toda oposición enraizada en diferentes orientaciones ideológicas. Méndez Flei­tas representaba una ideología progresista, populista, que el régimen no podía tolerar. Insfrán, por otro lado, apoyaba medidas más represivas, con más probabilidad de agregar disputas internas que intelecto a las filas de los colorados. Stroessner resolvió el dilema eliminando a ambos. Sin los democráticos, los epifanistas y los guionistas cerca, el único arreglo creí­ble era que todos se hicieran stronistas. Finalmente, el Presidente impuso su propia doctrina política a las bases de poder de los colorados.

Así como la historia y la tradición constitucional del Paraguay su­ministraron el marco para un Gobierno fuerte, del mismo modo bajo Stroessner, el presidencialismo reforzó la tendencia de la cultura política de sancionar al personalismo en la vida política de la nación. La lealtad hacía las ideas presentadas y seguidas por el Presidente importaban más que la consistencia ideológica del Partido Colorado o las Fuerzas Armadas. La orientación de la política partidaria giró hacia una política personal, en la cual un solo individuo definió nuevamente el carácter del sistema polí­tico. Stroessner se convirtió en Presidente, ideólogo y arquitecto de su pro­pio sistema, moldeando la tradición autoritaria según sus propios propósi­tos y designios.


EL STRONISMO COMO DOCTRINA

La nueva doctrina stronista se convirtió en el símbolo del régimen. Todos en el Gobierno, en el Partido Colorado y en el Ejército entendieron que el apoyo al Presidente era equivalente a la lealtad al sistema. Debido

a que el control político era ejercido exclusivamente por Stroessner, el pro­ceso político en Paraguay se reorganizó alrededor de los principios que él mismo postuló como piedras angulares de su doctrina. Aunque sus propias contribuciones no fueron particularmente importantes, sus actos y su estilo de liderazgo promovieron claramente los principios subyacentes a través de los cuales funcionó su régimen. A partir de entonces, los ideólogos del entorno de Stroessner crearon una compleja serie de ideas y símbolos que le transmitieron al pueblo nociones acerca de sistemas de valores, sistemas de creencias, organizaciones políticas, así como las metas y los medios aceptables para la vida política nacional.(31)

Varios elementos claves ayudan a entender la naturaleza de la doc­trina stronista. La cristalización pragmática de su doctrina fue el programa seguido por el Gobierno en su esfuerzo por institucionalizar cambios po­líticos y sociales. Entre esos elementos claves encontramos, en primer lu­gar, la aprobación tácita de prácticas que mantuvieron a la población en un estado constante de miedo. Aunque el miedo por la propia seguridad personal no afectó a toda la población, el pueblo paraguayo se volvió in­seguro acerca de sus propias ideas, sus valores, su libertad de pensamiento y su libertad de expresión. En segundo lugar, se llegó a percibir al gobier­no como una institución que trabajó pragmáticamente en pos de metas mensurables, orientación que tendió a minimizar el nivel de controversia dentro de la nación. El régimen de Stroessner promovió un estilo adminis­trativo que pasó por alto la discusión de valores, metas y orientaciones. En tercer lugar, el régimen enfatizó la necesidad de mantener la paz y el orden. Para aquellos ciudadanos que recordaban la inestabilidad de ante­riores gobiernos, la idea de un gobierno fuerte y estable tuvo mucho atrac­tivo.

A fines de la década de 1950, gran parte de la doctrina stronista pa­recía poco más que una variedad distinta de neo-fascismo.(32) Algunos miembros del movimiento guionista tenían simpatías obvias por las ideo­logías fascistas, y algunos de ellos habían observado personalmente el de­sarrollo del fascismo en Europa. Stroessner parecía favorecer una posición fuerte en cuanto a la dominación de la población, y esa necesidad de do­minación fue defendida con fuerza durante los primeros años de su régi­men. La población fue considerada como inepta para participar en la vida política. Sólo unos pocos miembros de la élite debían ocuparse de los asuntos de estado. Militares e influyentes rodearon al Presidente, asegu­rando su misión. Con la desacreditación de los políticos civiles, una acti­tud de soberbia y auto-seguridad ideológica afectó a quienes rodeaban al Presidente, dominando a los sectores de las clases bajas y medias.

Otras pruebas de tendencias neo-fascistas en el Gobierno paraguayo se observaron en la protección suministrada a ex-miembros del Gobierno nazi de Alemania. Por largo tiempo, Paraguay fue refugio para aquellos que habían escapado a juicios por crímenes de guerra. Joseph Mengele, el notorio médico nazi responsable por tantas muertes, vivió en Paraguay bajo una nueva identidad. Es posible adentrarse en el interior paraguayo a encontrar ex-miembros de las SS que ahora viven como ciudadanos para­guayos. Un artículo de la revista del New York Times recogió consider­able información acerca de otros fascistas que habían encontrado refugio en Paraguay. Quizás la prueba más concluyente vino de un testigo de la entrega del pasaporte paraguayo al Dr. Mengele, quien había recibido per­sonalmente de Stroessner un grado de oficial honorario por guardar el se­creto.(33)

La orientación neo-fascista brindó más que una base ideológica para la dominación. En primer lugar, y por sobre todo, Stroessner convirtió al Partido Colorado en un movimiento capaz de penetrar dentro de la socie­dad paraguaya. Al permanecer cuidadoso y preocupado por los riesgos involucrados, organizó una red de apoyo que fue desde los sectores más bajos hasta los escalones más altos del poder, manteniendo una actitud de preocupación por los sectores populares. El movimiento suministró infor­mación útil a las autoridades acerca de gente y organizaciones que se opo­nían al gobierno. En realidad, la aparente organización a nivel popular nunca intentó incorporar a los sectores menos favorecidos en la vida po­lítica o brindar mejores canales de participación. En lugar de ello, los ob­jetivos eran conseguir información política y permitir a Stroessner identi­ficarse mejor con los sectores populares.(34)

El esfuerzo de promover la "línea popular" dentro del partido, le dio a la doctrina del régimen un marcado carácter populista. El tipo de popu­lismo practicado por el régimen también fue único al no descansar en nin­gún elemento carismático. Stroessner no era un orador particularmente elo­cuente en público; no usó una oratoria eficaz, y la mayor parte del tiempo apareció como opaco, desinteresado y reservado. Aun así, su deseo de apa­recer cerca de su pueblo lo llevó a usar toda oportunidad posible para de­mostrar su preocupación. La ciudadanía generalmente aceptó su orientación "paternalista" tal cual Stroessner se la presentó: como parte de su esfuerzo por guiar a la nación hacia un "futuro más brillante."

Para demostrar su preocupación por el pueblo, Stroessner apareció en público constantemente. Presidió ceremonias políticas, castrenses y partidarias, distribuyó diplomas de-graduación e inauguró edificios públi­cos y privados por todo el país. En ocasiones, se mezclaba con el pueblo y conversaba informalmente, siguiendo el estilo típico de una "campaña electoral." Las actividades de la presidencia recibían cobertura diaria en la televisión nocturna y en las estaciones de radio, y a veces incluso se informaba sobre el más prosaico de los visitantes, como parte de la agenda diaria. A menudo, simples huéspedes extranjeros eran presentados como fi­guras internacionales de alto rango, ensalzando la imagen pública de Stroessner. La intensa propaganda logró una identificación total de Stroessner con su sistema político. Ninguna otra figura política en Paraguay apa­reció más identificada con las necesidades del pueblo que el propio Presi­dente.(35) Una de las razones fundamentales por las que Stroessner des­plazó a opositores tales como Epifanio Méndez Fleitas y Edgard L. Insfrán fue porque éstos tenían apoyo popular. Stroessner tenía una fuerte simpatía por el General Juan Perón de Argentina, pero su ideología política y su actuación fueron notablemente distintas a las de Perón. Perón enfatizó es­fuerzos de redistribución en favor de los pobres; Stroessner defendió a un grupo elitista de líderes políticos que se beneficiaron económicamente de su permanencia en el poder.

El intento de retratar al gobierno de Stroessner como popular, no im­pidió mantener la naturaleza elitista del régimen stronista. La desactiva­ción del sector popular fue llevada a cabo de manera limitada. Por ejem­plo, en una ocasión particular, Stroessner se refirió al General Augusto Pi­nochet de Chile como incompetente por su incapacidad de crear entre la población por lo menos un sentido de participación. Stroessner, en contras­te, permitió a los menos beneficiados identificarse con el régimen, de manera que la movilización. en contra del régimen no se desarrollara desde los sec­tores populares.

Sus políticas, sin embargo, beneficiaron sólo a pequeños sectores de la sociedad paraguaya, esencialmente a aquellos que prestaron su apoyo incondicional al régimen. Estudios económicos indican que la brecha entre ricos y pobres se incrementó durante la era de Stroessner.(36) Cuando lí­deres de la Iglesia Católica criticaron las injusticias del régimen, una vein­tena de "hombres de negocios" privados salieron en defensa del sistema. La justificación dada fue que la situación del Paraguay no era entonces dis­tinta a la que se encontraba en otros países, tales como Brasil, Chile o México. Además, también criticaron a la Iglesia por meterse en asuntos del estado.(37) Aquellos que apoyaban al régimen entendían la realidad que los rodeaba, pero en esta situación. resultó mucho más fácil sancionar que confrontar.

Otra señal de la orientación elitista del stronismo fue la composición del Gabinete. Desde que Stroessner asumió el poder en 1954, el Presidente estuvo rodeado por unos pocos hombres. Stroessner enfatizó la necesidad de lealtad y no hizo cambios de importancia en el grupo de sus más altos colaboradores, manteniendo como consejeros más cercanos a viejos miem­bros del partido o camaradas de armas. Algunos habían sido miembros de gobiernos anteriores, y se beneficiaron tanto del régimen, que no resulta posible disociar al régimen de ciertas figuras públicas. La lealtad a los principios que guiaron a la administración fue incuestionable. En este sen­tido, Stroessner re-orientó el curso de la historia paraguaya.

Stroessner también defendió la fuerza de la ley y el orden público a tal grado que el orden, a veces, pareció el logro mas importante de su gobierno. Sus discursos revelaron una constante preocupación por mante­ner el orden, asegurando a la población de que las pasadas experiencias de inestabilidad y confrontaciones no se repetirían. En su mensaje anual al Congreso del 10 de abril de 1974, Stroessner indicó que

"nos dedicamos sin descanso a consolidar la paz en la República. Esta paz que debemos preservar a toda costa porque, sin ella, volveremos a los días abominables de la regresión política, de las luchas fratricidas y de la violencia despiadada que hoy azota la convivencia humana y destruye irremediablemente las estructuras fundamentales en que se apo­yan la libertad y la democracia".(38)

Al comparar la situación del Paraguay con la de otras naciones, y con la de períodos anteriores, Stroessner trató de brindar a los paraguayos una sensación de tranquilidad. Quietud y paz eran los rasgos más impor­tantes de los guaraníes que poblaban la región en el siglo dieciséis. Dada esta imagen de un pasado tranquilo, dada la división creada en el Paraguay por guerras internacionales e intranquilidad interna durante los siglos die­cinueve y veinte, el mensaje de Stroessner fue muy poderoso. Aunque el régimen tuvo que usar formas violentas de control social y político para lograr sus objetivos, el sometimiento del pueblo todavía parecía valer la pena. Dada la falta de sofisticación de la mayoría de la población, y los mensajes políticos a los que había sido expuesta, pudo, bastante irónica­mente, apreciar la brutalidad física del régimen y, aún así, ver al régimen como comprometido con los principios de la ley y el orden.

Alternativamente, otra razón de la preocupación gubernamental por el orden, provino de una peculiar idea sobre la seguridad interna. Siguien­do de cerca las ideas desarrolladas por los militares brasileños, el régimen de Stroessner definió las amenazas a la seguridad como cualquier actividad que se realizó con la intención de perseguir fines políticos. Miembros del Congreso fueron acusados de subversivos porque estuvieron en contra de algunos de los principios ideológicos sostenidos por el gobierno. En este sentido, el Ejército se transformó en una institución paternalista en lugar de modernista. Al inhibir el pluralismo, esta orientación resultó en una ho­mogeneidad de ideas que representó apatía más que apoyo.

La doctrina stronista enfatizó el amplio rol del líder como un ele­mento crucial del nuevo sistema político. La doctrina defendida por el ré­gimen giró en torno a la persona del propio líder. Todos los actos de go­bierno, todas las construcciones ideológicas, todo el bienestar material se consideraron provenientes de la labor y el pensamiento creativo del líder. En este sentido, se centró en Stroessner un semiculto de total y completa adulación. Mediante la prudente obtención y posterior ejercicio de una superioridad sobre sus subordinados, Stroessner, recibió un reconocimiento constante por todo lo que sucedió en el Paraguay a lo largo de tres déca­das. El Partido Colorado y las Fuerzas Armadas se convirtieron en insti­tuciones secundarias que, en el pensamiento de la gente, existían sólo co­mo reflejo del papel que jugó Stroessner. Con una tradición de gobiernos autoritarios, defendido por la Constitución y sancionado por un abanico de leyes, el Presidente también se esforzó por aparecer en el centro de los principios ideológicos que guiaron sus actos. Esta tendencia hacia el pre­sidencialismo reforzó el legado cultural del siglo XIX, cuando se vivieron casi cien años de centralización del poder.

Pragmáticamente, la doctrina del movimiento stronista se definió de acuerdo a sus logros-, tales como la creación de infraestructura, la elabo­ración de nuevas organizaciones y edificios y el carácter pretendidamente moderno que se le otorgó a la administración pública. Pocos gobiernos se han arrogado la responsabilidad por tantas obras cívicas y públicas, incluso obras que eran de alguna manera remotas a la esfera real de gobierno. Se alentó a la población a juzgar la calidad del gobierno por el número de logros visibles. La filosofía política de Stroessner fue entonces epitomiza­da, casi caricaturizada, por su preocupación por las obras públicas. En un país con una tradición de participación política baja, el grueso de la po­blación entendió a la política en términos de aumentos en el bienestar co­mún. Las obras públicas reflejaron un nuevo nivel de vida que muchos igualaron con la calidad de su clase dirigente y el ambiente político en el cual vivían.{39}

Otros rasgos de la administración reforzaron aún más este compro­miso con políticas autoritarias. El régimen de Stroessner fue acerbamente anticomunista, llegando al extremo de rotular casi toda actividad política no aprobada por él como conectada de alguna manera con el expansionis­mo comunista en la zona. Esta tendencia a exagerar la cuestión de la se­guridad ante la expansión soviética en el Cono Sur se usó para justificar niveles más altos de represión política y como mecanismo para impedir el cambio social y político. El resultado final fue una doctrina que se opuso a cualquier clase de cambio, perpetuando así el status quo, y que aceptó una contribución muy escasa de sectores no tradicionales.


EL PARAGUAY AUTORITARIO: LA TRADICIÓN STRONISTA

La doctrina que Stroessner creó consiguió dos metas de particular importancia. Primero, sirvió para desplazar a los dos partidos tradicionales y los volvió casi totalmente irrelevantes, al menos mientras él ocupó el poder, como estandartes de faccionalismo ideológico. Segundo, reemplazó las viejas ideologías de los partidos por una nueva mezcla creada por el propio Stroessner. Fue mucho más relevante definir a la política paraguaya

según el apoyo u oposición a Stroessner que como una confrontación entre las ideologías de distintos -partidos. Antes de 1954, se hacían distinciones entre colorados, liberales y febreristas; después de 1954, la distinción era entre los democráticos y los guionistas dentro del Partido Colorado. Pero, para 1967, todos los colorados que permanecían en el Paraguay se habían convertido, al menos en la superficie, en leales stronistas.

Sin embargo, el cambio a un tipo de ideología personalista no redujo la complejidad del régimen. Al contrario, el fondo doctrinal multifacético con el cual Stroessner adornó a la vida política del Paraguay constituyó uno de los elementos mas fuertes en su exitoso mandato. La reducción a una ideología única reforzó la naturaleza centralizada del sistema en su totalidad. El resultado fue, entonces, una población que tendió a hablar muy poco de metas y objetivos, una sociedad que aceptó pasivamente un modelo de organización consensual. No obstante, el nivel de consenso de la sociedad paraguaya durante la era de Stroessner fue más aparenté que real; ahora que la pieza clave del sistema fue desterrada del poder, los paraguayos probablemente volverán a enfrascarse nuevamente en discusio­nes ideológicas y políticas. Pero, las bases ideológicas del régimen prove­yeron por mucho tiempo las pautas a través de las cuales fueron analizadas y juzgadas las lealtades. Y aún colaboradores del Presidente, que adoptaron posiciones críticas, fueron invitados al exilio o fueron removidos de la vi­da pública.

La reducción del espectro ideológico total a un único juego de prin­cipios sancionados por la lealtad a un líder creó un vacío político formi­dable. En forma lamentable, la premisa bajo la cual el régimen funcionó adoptó una concepción del tiempo que no respetó a la historia. La última manifestación de este vacío ideológico se evidenció en las confrontaciones dentro del Partido Colorado, pero podría generar conflictos entre los par­tidos mismos, o aun un estado general de convulsión. El resultado de este estilo podría ser el retorno al estado de cosas prevaleciente cuando Stroes­sner llegó al poder: la inestabilidad y el caos que Stroessner diligentemen­te trató de prevenir.


NOTAS

1) En su exposición sobre el régimen autoritario de Franco, Linz indicó que tomaba de Theodor Geiger el término "mentalidad." Ver Juan J. Linz, "An Authori­tarian Regime: Spain," en Erik Allardt y Stein Rokkan, eds., Mass Politics: Studies in Political Sociology (New York: Free Press, 1970), pág. 257.

2) Bolívar Lamounier, "Ideologia em regimes autoritarios: Uma crittica a Juan J. Linz, "Estudos Cebrap 7 (1974): 69.

3) Ver Juan J. Linz, "The Future of an Authoritarian Situation or the Institu­tionalization of an Authoritarian Regime: The Case of Brazil," en Authoritarian Bra­zil: Origins, Policies and Future, ed. Alfred Stepan (New Haven: Yale University Press, 1973).

4) Ver Lamounier, "Ideologia em regimes sutoritários," pág. 74.

5) Ver Don Martindale, The Nature and Types of Sociological Theory (Bos­ton: Houghton Mifflin, 1960), pág. 415. Las concepciones originales de Mannheim fueron publicadas en Alemania en 1929 y traducidas por Louis Wirth y. Edward Shils. Ver Karl Mannheim, Ideology and Utopia (New York: Harcourt, Brace, 1936).

6) Una excelente discusión sobre el rol que la doctrina de seguridad nacional jugó en la configuración del orden político brasileño, es María Helena Moreira Alves, State and Opposition in Military Brazil (Austin: University of Texas Press, 1985). Moreira Alves elabora sobre la relación entre el "estado" de seguridad nacional como un ejemplo de "orden" político y el .status dependiente de la sociedad brasileña. Su trabajo se basa en las contribuciones de Peter Evans concernientes al desarrollo na­cional brasileño y de Alfred Stepan sobre el rol de los militares en la política brasi­leña.

7) Ver John Hoyt Williams, The Rise and Fall of the Paraguayan Republic, 1800-1870 (Austin: Institute of Latin American Studies, University of Texas, 1979), pág. 37.

8) La Guerra de la Triple Alianza tuvo efectos devastadores sobre Paraguay, los cuales han sido sujetos a varias interpretaciones. Por ejemplo, un prominente es­critor y político paraguayo sostiene que la Guerra de la Triple Alianza puso en mar­cha el proceso de desnacionalización e introdujo compañías extranjeras en el Para­guay. Ver Domingo Laíno, Paraguay: De la independencia a la dependencia (Asun­ción: Ediciones Cerro Corá, 1976).

9) Para una exposición detallada sobre la convención constitucional que pro­clamó la carta de 1870, ver Harris G. Warren, Paraguay and the Triple Alliance: The Postwar Decade, 1869 - 1878 (Austin Institute of Latin American Studies, Uni­versity of Texas, 1978), pigs. 88-91.

10) Una fuerte defensa de las libertades proclamadas por la Constitución y su respaldo a los principios democráticos es la de F. Arturo Bordón, Historia política del Paraguay, vol. 1 (Asunción: Orbis, 1976).

11) Una comisión dirigida por Cecilio Báez escribió un borrador de la nueva Constitución, que fue un esfuerzo obvio por salvar la Constitución de 1870 introdu­ciendo algunos cambios necesarios. Aunque el borrador fue el resultado del esfuerzo personal de Báez y no realmente el de la comisión, fue tomado en cuenta por los autores del borrador final del documento de 1940. Sobre el borrador de Báez, ver Justo J. Prieto, "El anteproyecto de constitución de Cecilio Báez," Estudios Para­guayos 9 (junio 1981): 119-56.

12) El texto completo de la Constitución de Estigarribia, se encuentra en Amos J. Peaslee, Constitutions of Nations, vol. 3, 2 ed. (The Hague: Martinius Nijhof, 1956), pág. 111.

13) Ver José F. Estigarribia, "Comments on the Constitution of Paraguay," en Peaslee, Constitutions of Nations, pág. 125. El artículo fue escrito por Estigarribia a pedido del editor del volumen.

14) El artículo 173 de la Constitución de 1940 indicaba que el Presidente po­día ser reelecto por otro período, consecutiva o alternativamente. En 1977, la Con­vención Constitucional introdujo una modificación en el mismo artículo, declarando simplemente que "el Presidente puede ser reelecto." Ver Editorial Comuneros, Cons­titución de la República del Paraguay (Asunción: Editorial Comuneros, 1984), pág. 34.

15) Si bien he tocado solamente el tema de la separación de poderes, el régi­men de Stroessner no tuvo un buen desempeño en las otras dimensiones de la demo­cracia sugeridas por Robert Dahl y Arend Lijphart. Asuntos como libertad para unirse a organizaciones, la libertad de expresión, y elecciones libres y sin fraude fueron también problemáticos durante el régimen de Stroessner. Para una discusión detallada de las dimensiones de la democracia, ver Robert A. Dahl, Polyarchy: Participation and Opposition (New Haven: Yale University Press, 1971), págs. 1-5, y Arend Lijp­hart, Democracies: Patterns of Majoritarian and Consensus Government in Twenty-One Countries (New Haven: Yale University Press, 1984), pigs 4-36.

16) He aprendido este concepto en varias conversaciones con el Dr. Adriano Irala Burgos, quien demostró una comprensión aguda de la vida política paraguaya. He quedado impresionado por su inquietud por el futuro de la política paraguaya así como por su profundo respeto por la historia y la tradición de la cultura paraguaya. Un artículo explicando algunas de sus ideas apareció en la edición de ABC Color, del 30 de diciembre de 1979.

17) El profesor Luis Resck, en una conversación" conmigo el 23 de junio de 1985 en Buenos Aires, se extendió sobre el problema de los tres poderes. Su prolífico trabajo en apoyo de las libertades civiles en Paraguay se ha extendido por toda Amé­rica Latina.

18) Paul Lewis indica que para 1967, todos en el gobierno se habían convert­ido al stronismo. Yo creo que ese año puede ser utilizado como un mojón en la vida del régimen. El reconocimiento legal del Partido Liberal concluyó con el periodo de desafíos y confrontaciones y comenzó el período hacia la consolidación.

19) Logré una buena comprensión de las diferencias ideológicas entre colora­dismo y stronismo en conversaciones con Epifanio Méndez Fleitas en Buenos Aires durante el mes de junio de 1985. Hasta cierto punto, el argumento que desarrollo aquí es una consecuencia de nuestras discusiones. Mis encuentros con Don Epifanio fueron intensos. Lamenté que falleciera en octubre de 1985, ya que habíamos planea­do continuar nuestras charlas en diciembre de ese año.

20) Una excelente exposición sobre la guerra civil de 1947 y sus consecuen­cias dentro del Partido Colorado se encuentra en Paul H. Lewis, Paraguay Under Stroessner (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1980), pigs. 35-37.

21) J. Natalicio González describió su opinión personal sobre el rol que Para­guay juega en la región, capturando el carácter de los paraguayos con impresionante exactitud. Ver "Meditaciones actuales," en J. Natalicio González, Cómo se construye una nación (Asunción: Editorial Guarania, 1949).

22) Ver Lewis, Paraguay Under Stroessner, pág. 40.

23) Es importante notar que Méndez Fleitas había sido uno de los pocos de­mocráticos que prefirió no ir al exilio y enfrentar la situación. La oposición de Mén­dez Fleitas a la nominación de González fue la primera indicación de las futuras di­ferencias entre Méndez Fleitas e Insfrán, quien, a pesar de su juventud, era un cer­cano colaborador de González.

24) La explicación oficial sobre la expulsión de Méndez Fleitas del partido fue su manejo de las finanzas del Banco Central. La discusión está documentada en Epifanio Méndez Fleitas, Diagnosis Paraguaya (Montevideo: Editorial Prometeo, 1965), y en un panfleto supuestamente publicado por el Gobierno bajo la autoría de Veritas, Epifanio: El mago de las finanzas (Asunción: n.p., 1970).

25) En el momento de la confrontación, Méndez Fleitas tenía el apoyo incon­dicional de los epifanistas. La situación se tornó sumamente delicada porque Stroes­sner tuvo que evitar una confrontación con los epifanistas y satisfacer las demandas del gobierno argentino. Enviando a Perón al "exilio interno" , Stroessner logró que Perón decidiera abandonar el Paraguay. La confrontación entre Stroessner y Méndez Fleitas tuvo lugar cuando se descubrió un plan para derrocar a Stroessner, a pesar de que Méndez Fleitas negó haber conspirado contra Stroessner. Según me dijo Epifanio Méndez Fleitas en una conversación que tuvo conmigo en Buenos Aires el 12 de junio de 1985.

26) Los eventos del 20 de diciembre de 1955 demuestran el respeto mutuo que Méndez Fleitas e Insfrán se dispensaban. Durante el levantemiento en contra de Stroessner por parte de algunos militares que apoyaban a Méndez Fleitas, los dos se encontraban supuestamente en la casa de Méndez Fleitas escuchando música. Al haber desconectado el teléfono, los dos estaban aislados de los acontecimientos. La negativa de Méndez Fleitas de aceptar la responsabilidad por los hechos sugiere que la idea fue posiblemente de Insfrán, quien probablemente intentó eliminar a Méndez Fleitas para luego competir personalmente con Stroessner.

27) Ejemplos de los escritos de Méndez Fleitas son: Epifanio Méndez Fleitas, Ideologías de dependencia y segunda emancipación (Buenos Aires: Editorial Eman­cipación, 1973); Epifanio Méndez Fleitas, Lo histórico y lo anta-histórico en el Pa­raguay: Carta a los Colorados (Buenos Aires: N.p., 1976); Epifanio Méndez, Psi­cología del colonialismo: Imperialismo yanqui-brasilero en el Paraguay (Buenos Aires: Instituto de Cultura Pane-Garay, 1971); Epifanio Méndez, El valor social de la historia (Asunción: La Colmena, 1951); Epifanio Méndez, El orden para la li­bertad (Asunción: Editorial Cultura, 1951); Epifanio Méndez, Desatinos y calumnias al descubierto: Cartas polémicas (Buenos Aires: N.p., 1957); Epifanio Méndez, El reencuentro partidario (Montevideo: Editorial Firmeza, 1958).

28) Para ejemplos de los escritos de Insfrán, ver Edgard L. Insfrán, Tríptico republicano: Democracia, agrarismo, paraguayldad (Asunción: Editorial America­Sapucai, 1956); y Edgard L. Insfrán, La irrupción moscovita en la Marina Para­guaya (Asunción: Por el autor, 1947).

29) Insfrán había estado bajo presión a causa de su rol como Ministro del Interior. En una confrontación con Chaves, reaccionó violentamente ante las acusa­ciones de que la policía usaba la brutalidad. La tensión resultante fue parte de los propios manejos de Insfrán: él había convencido a los militares sobre la amenaza de insurrección, y también había ideado su propia manera de tratar con ella.

30) Insfrán se reveló efectivo y útil para Stroessner durante la primera fase de su régimen. La mayor parte de la oposición fue ejecutada durante los primeros siete años del gobierno, e Insfrán fue el hombre justo para "minar" los esfuerzos de la misma. Su especial utilidad sin embargo fue reducida cuando Stroessner adoptó una actitud mas conciliatoria. La necesidad de Insfrán y el rol que jugó en un primer momento habían pasado a segundo plano.

31) El concepto de la doctrina stronista no debe confundirse con el de la doc­trina colorada. En esencia, el segundo se ha rendido al primero. Revisando escritos colorados, se nota la falta de espíritu crítico dentro de las filas del partido. Algunos miembros partidarios sostienen que Stroessner salvó al Partido Colorado de una crisis más profunda. Su tentativa de reemplazar los principios del partido con los suyos propios pudo haber sucedido como resultado de darse cuenta después de 1954 de que una mayor inestabilidad resultaría de continuar los problemas internos del partido. Méndez Fleitas, en una conversación conmigo en Buenos Aires, el 10 de junio de 1985, dijo que Stroessner en realidad llegó a la Presidencia el 21 de diciembre de 1955, cuando tomó pleno control del proceso de reconciliación dentro del Partido Colorado.

32) Movimientos fascistas y nazis en el Paraguay ya eran activos durante la década de 1930. El apoyo ideológico provino de ciertos sectores del Ejército durante la administración de Morínigo. Un análisis detallado se encuentra en Alfredo M. Sei­ferheld, Nazlsmo y Fascismo en el Paraguay 2 vols. (Asunción: Editorial Histórica, 1986).

33) Ver John Vinocur, "A Republic of Fear," New York Times Magazine, 23 de Septiembre de 1984.

34) La institución clave que ayudó al régimen a ganar el apoyo popular fue la seccional, porque las seccionales llevaron a nivel vecinal los beneficios del Partido Colorado. Organizaron actividades sociales, ayudaron a la gente que tenía problemas específicos de empleo o de salud, y ayudaron a los miembros del partido a tratar con el gobierno. Los observadores difieren sobre si el rol real de la seccional fue permitir la participación o mantener a la población a raya pero, paradojalmente, pudo ser am­bas cosas a la vez. Sobre el rol de las seccionales, ver Frederick Hicks, "Interpersonal Relationships and Caudillismo in Paraguay," Journal of Interamerican Studies and World Affairs 13 (enero 1971): 9-111.

35) El Presidente viajó extensamente a lo largo de Paraguay en un esfuerzo por mantenerse informado por los líderes locales y miembros del partido. Lewis se­ñala que su habilidad por mantenerse informado. fue una de las bases de su largo mandato. Ver Lewis, Paraguay Under Stroessner, pág. 107.

36) Ver Aníbal Miranda, Desarrollo y Pobreza en Paraguay (Asunción: Co­mité de Iglesias e Inter-American Foundation, 1982).

37) Ejemplos del apoyo fueron reproducidos en el diario A$C Color el 14 y 15 de junio de 1979. Varios empresarios, entre ellos Atilio Seppe, Aliro Díaz y José Yaryes, atacaron el documento de la Iglesia Católica producido por la Conferencia de Obispos en junio de 1979. Ver "Moral Healing of the Nation: Paraguay," LADOC 10 (noviembre-diciembre 1979): 1.

38) Presidencia de la República, Subsecretaría de Informaciones y Cultura, Mensajes y Discursos del Excelentísimo Señor, Presidente de la República del Pa­raguay, General de Ejército Don Alfredo Stroessner, vol. 4 (Asunción: Sub-secre­taría de Informaciones y Cultura, 1981), pág. 230.

39) Ejemplos de esta preocupación son los mensajes anuales con los que el Presidente abría las sesiones del Congreso cada lo de abril. En vez de explicar de­talladamente objetivos y planes políticos, Stroessner enumeró todos los logros de su administración durante el año transcurrido. Para ejemplos de los mensajes, ver: Pre­sidencia de la República, Subsecretaría de Informaciones y Cultura, Mensajes y dis­cursos dei excelentísimo Señor Presidente de la República del Paraguay, General de Ejército Don Alfredo Stroessner (Asunción: Subsecretaría de Informaciones y Cultura, 1981).



CONTROL POLÍTICO Y MOVILIZACIÓN CONTROLADA

5


 La estructura ideológica de la adminitración de Stroessner estuvo reforzada por arduos mecanismos de control que intentaron limitar el rol de la oposición al mismo tiempo que salvaguardaron la in­tegridad del régimen. No sólo fue asegurada la estabilidad del sis­tema entero, sino que sus bases de aparente legitimidad se vieron también reforzadas, al ser permitida la existencia de una oposición limitada o per­seguida dentro de una nación donde se ejerció tanta coacción y tanto con­trol.

Para entender la naturaleza del orden existente, es importante con­centrarse en las interrelaciones entre tres niveles de control político. Las políticas estuvieron dirigidas hacia la estructura de partidos, que sólo for­malmente permitían el disenso político; hacia los grupos de interés, que realmente representaron las necesidades y percepciones de varios sectores de la sociedad y hacia disidentes individuales que desafiaron abiertamente al régimen. Si bien la historia del régimen de Stroessner fue más conocida en términos de sus extensamente publicitadas violaciones a los derechos humanos, más importante para la consolidación del régimen fue el siste­mático socavamiento de los grupos de oposición para eliminar el descon­tento, la insatisfacción y el disenso. Al poner limitaciones al funciona­miento de estos grupos políticos básicos, el régimen disminuyó agudamen­te la posibilidad de que pueda ser seriamente desafiado.

A pesar de que los elementos históricos e ideológicos del sistema stronista fueron constantes, los elementos de control político experimenta­ron cambios periódicos. La naturaleza cambiante de los modelos de control permitió al régimen ajustar su nivel de coerción de acuerdo a situaciones particulares para enfrentar amenazas, tanto temporarias como permanentes. Lo mismo puede decirse sobre los modelos de cooptación, porque estos dos modelos constituyeron los elementos dinámicos en el sistema que han sostenido al régimen autoritario a lo largo del tiempo. El régimen de Stroessner mezcló niveles apropiados de control con niveles sostenibles de cooptación en un esfuerzo por mantener su posición hegemónica en el país.

La cantidad de control ejercida por un régimen está en relación di­recta con lo que Guillermo O'Donnell llama "el nivel de amenaza" perci­bido por el régimen en una situación de pre-golpe. En el caso de un régi­men autoritario que es más personalista que burocrático y que existe desde hace mucho tiempo, el temor a un golpe inmediato se torna remoto, pero el nivel de amenaza, como lo percibe la cúpula del régimen, sigue siendo un determinante principal de cuánto control se ejerce. A veces, el régimen puede utilizar un nivel supuestamente alto de amenazas como justificación para sus actos. Las presiones para prevenir posibles desafíos aumentan has­ta el punto de que las situaciones amenazantes se transforman en artefactos más que en hechos. La diferencia entre el nivel real de amenaza y el nivel percibido de amenaza afecta el nivel de control político y de represión que se aplican en un momento dado.(1)

El nivel de control en un régimen autoritario opera en la arena social tanto como en la arena política. Informalmente, los modelos de control pueden ser establecidos a través de la existencia de roles sociales y cos­tumbres que inhiben las tendencias participatorias de la población. En Pa­raguay, la totalidad de un sistema informal previno el desarrollo de altas expectativas sobre un sistema participativo en el que las demandas sociales y económicas de todos los sectores de la sociedad serían atendidas. Al mis­mo tiempo, mecanismos formales fueron firmemente establecidos para per­mitir al régimen controlar sin limitaciones a grupos, instituciones e indi­viduos.(2) El régimen usó una mezcla de medios informales y formales pa­ra lograr su objetivo. La legislatura proveyó todos los instrumentos legales para garantizar el funcionamiento del aparato de control.


EL MARCO LEGAL DEL CONTROL POLÍTICO

Muchas de las actividades de control emprendidas por la administra­ción de Stroessner fueron posibles gracias a las provisiones constituciona­les y legales que fueron creadas para este propósito. La Constitución de Paraguay aprobada en 1940 reflejó la naturaleza autoritaria del sistema en sus artículos que otorgan al Ejecutivo extensos poderes.(3) Una versión re­visada de esa Constitución fue sancionada por la Convención Constitucio­nal de 1967, que aprobó una enmienda permitiendo a Stroessner extender su mandato como Presidente.(4)

El artículo 79 de la Constitución establece el Estado de Sitio como un medio para proteger la Constitución y las autoridades investidas por la carta. Si bien el artículo limita las ocasiones en que puede imponerse el Estado de Sitio, deja espacio considerable para el maniobrar político y está claramente diseñado para desalentar y/o impedir el desorden interno.(5) El artículo también pone limitaciones al derecho de reunión. El decreto 181 otorga al Presidente la autoridad de instituir el Estado de Sitio, a pesar de que la Constitución establece en el artículo 40 que el Ejecutivo se absten­dría de crear situaciones especiales bajo las que tendría control sobre la vida, libertad, honor y propiedad de los ciudadanos.(6) El mismo artículo declara que "la dictadura está fuera dé la ley." (7) A pesar de que fue limitado a la ciudad capital, el Estado de Sitio fue mantenido en efecto por décadas, excepto en los días de elección cuando, para satisfacer los requerimientos constitucionales, era levantado por veinticuatro horas. En 1987, fue eliminado permanentemente a consecuencia de la presión ejerci­da por los Estados Unidos.

La medida en la que el Estado de Sitio ha sido importante en Para­guay se centra en el contexto constitucional global del cual deriva y esto sugiere que el principio es una regla excepcional. Si bien la promulgación tempóraria de tal principio legal puede ser necesaria en muchos países, el contínuo retorno a esta práctica en Paraguay demostró que el liderazgo de Stroessner era incapaz de resolver problemas internos recurriendo sólo a los instrumentos normales de coerción.

Entre los poderes otorgados al Presidente por el artículo sobre el Es­tado de Sitio están los de arresto, confinamiento y prohibición de reunio­nes públicas y manifestaciones. El artículo también afirma que el Ejecutivo tiene que informar al Congreso dentro de los cinco días de la promulgación del Estado de Sitio. La legislatura renunció a su mandato constitucional de aprobar o rechazar el Estado de Sitio a cambio de ser simplemente in­formada, poniendo así todo el procedimiento en manos del Ejecutivo.(8)

El decreto que estipula el Estado de Sitio debe ser específico res­pecto a tres cosas: 1) las razones para el Estado de Sitio, 2) las garantías que quedan suspendidas y 3) las áreas geográficas en que será impuesto. La primera cuestión, las causas, es la más difícil de evaluar. En un decreto típico, el gobierno se refiere a la existencia de "organizaciones y grupos clandestinos cuyas actividades están dirigidas a alterar el orden legítimo usando medios violentos para destruir las bases fundamentales sobre las que descansa nuestra sociedad." (9) Sin nombrar a las organizaciones, el apartado tercero del decreto declara que la existencia de las mismas es de "conocimiento público."

El asunto de las garantías es también delicado bajo el Estado de Si­tio. El decreto típico no ataca directamente el derecho a la libertad perso­nal: dice meramente que este derecho no puede estar garantizado en todas las situaciones. Pero al condicionar el derecho, el gobierno puede elegir cuándo y dónde se aplicará el principio. El tercer tema, delimitación geo­gráfica del Estado de Sitio a un área en particular, significa por lo menos teóricamente, que las áreas en que no existe el Estado de Sitio gozan de todas las garantías protegidas por la Constitución.(10)

Con firmes procedimientos supuestamente legales y protectores, la justicia se excusó de sustanciar causas relacionadas con supuestas negacio­nes de la libertad debido al Estado de Sitio. La justicia también negó a los ciudadanos el recurso de hábeas corpus sobre la base de que éste no corresponde en la situación particular del Estado de Sitio. Permitir el há­beas corpus requeriría la averiguación por parte de la justicia de si un acto del régimen bajo el Estado de Sitio es o no razonable de acuerdo a las circunstancias particulares. Y la justicia simplemente rehusó determinar si la institución del Estado de Sitio era justificable, de manera que, en efecto, las restricciones que el decreto impuso a los ciudadanos paraguayos fueron totales.(11)

A pesar de que el Estado de Sitio fue parte central del autoritarismo paraguayo, varias otras leyes otorgaron al Gobierno mayores facultades le­gales contra un gran número de oponentes. La primera ley creada para re­forzar el Estado de Sitio fue aprobada por el Congreso el 17 de octubre de 1955. Irónicamente titulada "En Defensa de la Democracia," la ley 294 concierne a las personas que propagan la doctrina del comunismo o cual­quier otra ideología política que altere la estructura política de la nación. La misma extiende su protección a los miembros del gobierno y coarta las reuniones, la distribución de información y el uso de los medios con pro­pósitos opositores. Aunque la ley está dirigida a limitar el alcance del Par­tido Comunista y sus simpatizantes, su latitud es tal que cualquier otra organización o doctrina opositora podría también estar incluida en ella.(12)

El instrumento legal más útil es la ley 209, titulada "De Defensa de la Paz Pública y la Libertad de los Individuos," que fue aprobada por el Congreso el 10 de setiembre de 1970. La misma permite sancionar a las personas que proyectan cometer crímenes o violar la ley, especialmente le­yes contra las instituciones públicas. La ley también prohibe profesar el "odio entre paraguayos" o " la destrucción de las clases sociales." Su ar­tículo 8 declara delito pertenecer al Partido Comunista o a cualquier otra organización que pueda intentar dañar al régimen gobernante y describe al régimen como democrático y republicano.(13) En la práctica, la ley es usa­da incluso contra disidentes colorados, como lo fue el 11 de mayo de 1984, durante el arresto de tres líderes del Movimiento de Autenticidad Colorada, un ala del Partido Colorado oficial que estaba tratando de establecer un diálogo con algunos de los miembros del Partido Colorado en el exilio.

El marco legal provisto por el artículo 79 de la Constitución y la ley 209 fue utilizado principalmente para acosar a los líderes de la oposi­ción. Los jefes de los grandes partidos de oposición eran llevados constantemente a los cuarteles de Policía de Asunción para interrogatorios bajo la apariencia de defender la Constitución y la ley. Muchos de los líderes fueron confinados por largos períodos sin juicio y la justicia se declaró incompetente para decidir sobre tales asuntos, que fueron definidos como de exclusiva responsabilidad del Ejecutivo. La consecuencia de este esque­ma organizativo fue una paradoja. El régimen pudo crear leyes que sirvie­ron como fundamento para sus actividades de control argumentando todo el tiempo que todo lo que se hacía para preservar el orden democrático se hacía de acuerdo a la ley. Así el régimen subrayó su crudo desprecio por los derechos humanos y civiles.


LA ESTRUCTURA DE PARTIDOS Y EL CONTROL POLÍTICO

La estructura de representación política puede transformarse también en un mecanismo útil para el control político en un sistema autoritario. La mayoría de las autocracias ponen extensas limitaciones a las actividades, afiliaciones e influencia social de que pueden gozar los partidos políticos. De todos modos, inclusive bajo tales circunstancias, las estructuras de par­tido todavía permiten alguna expresión de posiciones diferentes y la de­fensa de particulares intereses.

Respecto a los sistemas partidarios, el sistema del partido único pa­rece predominar en situaciones autoritarias de largo plazo.(14) El rol del partido único es distinto al rol de un partido dominante, ya que aquel es el único canal a través del cual los ciudadanos pueden dar a conocer sus demandas políticas. En sistemas de partido dominante, los partidos más pe­queños pueden ofrecer alternativas, pero en el sistema de partido único los intereses políticos pueden cobrar vida sólo dentro del partido.

Más allá de estas limitaciones sobre la articulación de demandas, los sistemas de partido único hacen muy difícil para los grupos organizados presentar visiones alternativas de los mejores modelos de organización so­cial, o de caminos políticos diferentes a través de los cuales alcanzar ob­jetivos sociales. La perspectiva del partido único es la única vía abierta a la población, y esto refuerza la suposición de que otros partidos nunca po­drían transformarse en desafiantes genuinos. En Paraguay, dado que uno de los objetivos principales del régimen fue mantener su estructura mono­lítica, los partidos eran vistos como canales a través de los cuales la opo­sición organizada podría socavar los pilares que sostienen al orden esta­blecido.

La situación de Paraguay durante los años de Stroessner en este con­texto fue notable. Aunque el Partido Colorado podría ser considerado como el partido dominante dentro de un sistema de partidos competitivos, en re­alidad era el único vehículo efectivo para articular requerimientos políticos en todo el país. Sin embargo, la jefatura del partido fue renuente a aceptar críticas desde adentro de sus filas, haciendo, de ese modo, que la articu­lación política fuera de sus límites se transformara en un incuestionable fracaso.

Este enfoque monolítico de la organización política estuvo enraizado en el esfuerzo del régimen por cristalizar su ideología política. Por lo tan­to, la lealtad hacia el régimen requería no sólo fidelidad al partido como organización, sino también conformidad ideológica y la aceptación indis­putable de los objetivos políticos y los medios que el régimen había defi­nido. De acuerdo a esta visión, los otros partidos políticos tenían que ser o eliminados o socavados a causa de sus diferencias ideológicas o a causa de su representación de sectores particulares de la sociedad.

La estructura partidaria fue una constante fuente de conflictos para el régimen de Stroessner. La razón es bastante compleja: los partidos po­líticos surgieron durante un convulsionado período histórico y siempre han representado ideologías políticas consistentes. (15) Durante el curso del si­glo veinte, los partidos fortalecieron sus bases de sustentación creando va­rios grupos de apoyo con expectativas políticas muy diferentes. Las divi­siones internas dentro de los partidos más grandes produjeron un amplio espectro de posiciones partidarias, pero éstas no condujeron a un sistema competitivo. En vez de proporcionar un sistema multi-partidario, los par­tidos políticos se transformaron en instrumentos para alcanzar poder per­sonal, y este poder fue, en última instancia, utilizado para controlar a la oposición.

El gobierno de Stroessner usó hábilmente las fragmentaciones parti­darias internas y la estructura de partidos en general para asegurar su do­minio. Seguro al saber que una fuerte relación entre el Partido Colorado

y las fuerzas armadas había virtualmente garantizado su continuidad, el ré­gimen trató de manejar las situaciones de otros partidos y centralizó las actividades del partido oficial alrededor de la administración. El resultado fue una estructura de representación fuertemente limitada en alcance, la cual no pudo proporcionar el fundamento para la competencia abierta.


LA OPOSICIÓN LIMITADA

Los partidos políticos que actuaron como fuerzas opositoras en Pa­raguay fueron contados. Su rol había sido subsumido por el sistema polí­tico, y los mismos sólo representaron muy débilmente los intereses de sus votantes. El régimen se aseguró de que exista algún grado de oposición, de manera que la democracia formal operara. Esta manipulación dividió a los partidos de oposición en dos grupos: los partidos de oposición oficial­mente aprobados y los partidos de oposición rechazados. El corto alcance de las actividades del primer grupo contribuyó a la estabilidad del régimen y reforzó su control sobre todo el sistema político.

El esfuerzo de crear un partido de oposición organizado quedó prin­cipalmente en manos del tradicional Partido Liberal. El Partido Liberal surgió después de que la nación hubiera experimentado el autoritarismo bajo Francia y los López. Fue creado más o menos en el mismo período en que el general Caballero fundó el Partido Colorado. En medio de las dife­rencias políticas existentes luego de la Guerra de la Triple Alianza, las opciones representadas por los dos partidos fueron simplemente una cues­tión de tendencias o matices. El Partido Colorado era, de algún modo, más populista; el Partido Liberal respaldaba las ideas necesarias para una de­mocracia liberal, tales como la libertad y el sufragio. Ambos grupos, de todos modos, perseguían básicamente las mismas agendas políticas.

Los primeros representantes del Partido Liberal fueron los Legiona­rios. Ellos eran miembros de la clase- alta que durante la administración de Francia y los López se habían exiliado en la Argentina, donde habían organizado la Legión Paraguaya. La legión se unió al Ejército argentino durante la Guerra de la Triple Alianza y luchó activamente en contra de Francisco Solano López. Preocupados por los rasgos socialistas y populis­tas del gobierno autocrático impuesto por las administraciones autoritarias, los Legionarios reunieron fuerzas y en 1887 fundaron el Centro Democrá­tico, que más tarde cambió su nombre por el de Partido Liberal. Se opo­nían básicamente a las tendencias mas autoritarias de los colorados, y apo­yaban el fomento de la libre empresa y principios democráticos liberales.

Aunque ambos partidos estaban organizados de acuerdo a clases so­ciales, en realidad no tenían diferencias ideológicas significativas. Los li­berales estaban dispuestos a recibir ayuda desde el exterior y a vender tie­rras públicas para mejorar las condiciones económicas del país. Se las arre­glaron para lograr ambas pero fueron totalmente incapaces de instalar un sistema democrático. Estaban más preocupados por las confrontaciones personalistas con los colorados que por reformar las instituciones políticas de la nación. Las divisiones internas en el Partido Liberal produjeron la Guerra Civil de 1922, la cual reflejó la imposibilidad de mantener el or­den. Durante los treinta y dos años de gobierno liberal, hubo veinte admi­nistraciones. Cuando Stroessner llegó a la presidencia en 1954, El Partido Liberal era el único de oposición con algo de apoyo popular, y fue la opo­sición en el Congreso unicameral.(16)

El Partido Liberal se dividió en dos facciones en 1963 a causa de una disputa sobre la invitación de Stroessner para participar de las elec­ciones de 1963. Los Renovadores eran un grupo pequeño, pero mantuvie­ron la bandera y el nombre del Partido Liberal original. La mayoría de los miembros del viejo Partido Liberal dio su apoyo al nuevo Partido Radical Liberal, que logró la legalidad después de 1967. El Partido Liberal fue visto entonces como un grupo colaboracionista con el régimen porque apo­yó muchas de las posiciones del Gobierno en el Congreso.(17)

Los liberales radicales se unieron a los febreristas y se transforma­ron en la oposición organizada, pero en 1971 se dividieron nuevamente, cuando diferentes tendencias y líderes lucharon por el control del partido. La crisis que afectó a los radicales liberales duró hasta 1975, cuando Do­mingo Laíno, miembro del Congreso y líder de los mismos fue encarcelado y perdió su banca legislativa. La división de los liberales radicales demos­tró una vez mas la habilidad del gobierno de Stroessner para inmiscuirse en los asuntos internos de la oposición.

Los liberales radicales trataron de superar sus diferencias en varias con­venciones del partido. El tema de la reunificación con los liberales siempre estuvo a mano, pero los dos grupos siguieron divididos entre un ala conserva­dora y otra radical. Una vez que el ala radical ganó el control del Partido Liberal Radical, sus miembros buscaron un arreglo con los liberales para pre­sentar un frente unificado contra los colorados y el régimen, durante la con­vención partidaria de 1977. Llamaron a esta unificación el Partido Liberal Unido, y sugirieron que, a menos que el Estado de Sitio fuera levantado y los presos políticos fueran liberados, se abstendrían de participar en las elec­ciones de 1978.

El gobierno necesitaba un rápido arreglo que ayudara a resolver el problema, y ese arreglo apareció en Justo Pastor Benítez, un viejo líder de la fracción conservadora de los liberales radicales. Sin entender que el ob­jetivo del Partido Liberal Unido era el de presentar fuerte oposición al go­bierno, Benítez demandó al partido alegando que no tenía personería jurí­dica. Los tribunales declararon rápidamente que Benítez era el líder legal del Partido Liberal Radical, y le cedieron todos los bienes del partido, con­trol de la sede partidaria y el periódico. De un golpe, el gobierno había suprimido el desafío presentado por la potencial fusión de liberales y li­berales radicales.

La división dentro del Partido Liberal afectó las maneras en que po­día transformarse efectivamente en una oposición organizada al régimen. Los radicales del ala izquierda formaron el Partido Liberal Radical Autén­tico en febrero de 1977, pero su líder. Domingo Laíno, fue exiliado en 1982 y sólo le fue permitido volver en 1987. Laíno había intentado cinco veces regresar al Paraguay, sólo para ser violentamente rechazado en el puerto de entrada, inclusive cuando lo hizo acompañado por dignatarios extranjeros. (18)

Los conflictos entre los liberales ilustraron la habilidad del régimen de Stroessner para manipular a la oposición y retener de ese modo su fuer­za. Los asuntos que dividieron a los liberales fueron en gran medida crea­dos por el gobierno: participación eleccionaria, el voto de Itaipú- dispu­tas legislativas concernientes a la firma del Tratado de Itaipú- y el recla­mo legal de reunificación del partido rechazada por el gobierno. Con tan­tas limitaciones impuestas sobre las actividades de la oposición, el régimen solidificó su posición como único detentador dé poder, apoyándose en efecto sobre la actuación del partido único.

Los febreristas no eran distintos de los liberales con respecto al de­sorden interno. El partido había sido creado luego de la revolución de 1936 bajo la conducción del Coronel Rafael Franco y su carismático lide­razgo demostró ser la base del partido. Desde su alejamiento del cargo un año después, los febreristas han luchado con las cuestiones de unidad y organización. Incluso al principio, sin embargo, la lealtad hacia el líder del partido estuvo dividida entre los sostenedores del "febrerismo neto" y aquellos que apoyaban un "febrerismo revolucionario". El primer grupo era una rama del Partido Liberal y sostenía ideas que estaban arraigadas en la vieja ideología liberal. El segundo grupo era mas progresista, y su gran cantidad de votantes adhería a las ideas y principios del Partido Comunis­ta. Según Antonio González, la ideología del Coronel Franco estaba entre las dos y su liderazgo personal fue un signo de la mística del partido.(19)

Las diferencias entre los febreristas y los otros partidos limitaron su rol en la política paraguaya. Ellos estaban comprometidos con principios revolucionarios, con ir mucho más allá del esquema ofrecido por los co­lorados y los liberales. Pero, poco después de la creación del partido, los líderes febreristas reconocieron que su carácter revolucionario forzaba al febrerismo a aceptar gentes de orientaciones ideológicas muy diferentes. El partido unió a activistas radicales, cuyos orígenes habían sido comunis­tas, nacionalistas y hasta liberales. La tendencia febrerista a adoptar posi­ciones extremas se transformó en su legendaria razón de ser, y fue la razón del colapso del partido. Las diferencias ideológicas entre las alas marxistas y no-marxistas dentro dei partido fueron una constante fuente de friccio­nes.(24)

Las diferencias existían también entre los miembros jóvenes y la vie­ja guardia del partido. Luego de que parte del desacuerdo fuera solucio­nado mediante el alejamiento del ala izquierda del partido, los viejos fe­breristas llegaron a un acuerdo con el régimen de Stroessner y participaron en las elecciones de 1967.(21) Su actuación fue tan pobre que los miem­bros del partido finalmente reconocieron que se habían apartado de las po­siciones políticas de la población. Con el descontento intensificándose en­tre los militantes jóvenes más progresistas, el partido no participó en las elecciones generales desde 1973.(22)

El desafío presentado por el Partido Febrerista al régimen de Stroes­sner fue limitado. Habiendo pasado décadas en el exilio, por así decirlo, el partido perdió atracción popular en el país. Viejos afiliados se unieron al Partido Liberal Radical y sus diferentes facciones. El régimen, de todos modos, siguió aceptando a los febreristas como a una forma legítima de oposición, si bien ineficaz por su decisión de no participar en las elecciones. En realidad, los febreristas sirvieron más como grupo de presión que como partido político. Además, dado que la mayor parte de sus miembros más radicales fueron enviados al exilio tempranamente en la vida del ré­gimen, el gobierno de Stroessner eliminó efectivamente otra fuente poten­cial de oposición.


LA OPOSICIÓN RECHAZADA

El régimen de Stroessner fue bastante único por el hecho de que per­mitió constitucionalmente una estructura de oposición limitada de parte de algunos grupos y no permitió la oposición por parte de otros. Los partidos políticos estaban circunscriptos por requerimientos legales que anteceden al reconocimiento legal. Las reglas legales también negaron el reconoci­miento político a otros tipos de organizaciones, minimizando así el creci­miento de una oposición efectiva.

La ley 204 definió varias cuestiones relacionadas a los procedimien­tos electorales. Su artículo 21 declaró que para recibir reconocimiento le­gal, un partido nuevo debía presentar una petición con las firmas de no menos de diez mil miembros. La misma ley establecía que si sólo un par­tido participaba en una elección, recibiría todos los cargos a ser llenados. También declaraba que si el partido no obtenía el reconocimiento legal, podía apelar la decisión a la Corte Suprema.(23) La ley 204 tuvo como resultado el que a tres partidos les fuera negada la participación política: el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Comunista y el MOPOCO (Mo­vimiento Popular Colorado).

La Democracia Cristiana surgió como organización a principios de la década del 60. No tienen relación formal con la Iglesia Católica, aunque la mayoría de sus miembros son profesores de la Universidad Católica y profesionales de clase media que abogan posiciones cercanas a las ense­ñanzas sociales de la Iglesia. El reconocimiento legal les fue negado como resultado de la aplicación de la ley 204, a pesar de que ellos afirmaban que habían logrado obtener el número requerido de firmas de afiliados. En una interminable disputa con el Gobierno, que se negó a llevar el asunto a los tribunales, los Demócratas Cristianos siguieron denunciando los ex­cesos del régimen pero con impacto limitado.(24)

El Partido Comunista del Paraguay fue fundado en 1928, y fue ini­cialmente activo entre los trabajadores. Muchos de sus miembros son an­tiguos elementos radicalizados del febrerismo, y como no ha sido legal en el Paraguay durante el régimen de Stroessner, sus actividades han sido li­mitadas. En total, se decía que contaba con el apoyo de cerca de tres mil simpatizantes. El partido no podía presentar candidatos para ningún puesto político. Sus miembros eran encarcelados de tanto en tanto, y su situación recibió considerable atención en foros internacionales debido a los extensos contactos fuera del Paraguay. Sus líderes Miguel A. Soler y su sucesor, Antonio Maidana, desaparecieron en 1977 y 1980, respectivamente. A pe­sar de estarle prohibido participar políticamente, el Partido Comunista lo­gró mantenerse activo en el Paraguay gracias a los esfuerzos combinados de estudiantes y líderes sindicales.(25)

El Movimiento Popular Colorado (MOPOCO) fue el partido de opo­sición mas grande al gobierno de Stroessner, pero estuvo exiliado la mayor parte del tiempo entre. 1954 y 1986. Abarcó principalmente a simpatizantes de los epifanistas y los democráticos, las dos facciones exiliadas por Stroessner al comienzo de su mandato. Los jefes del MOPOCO eran Wal­dino Lovera y Miguel Angel González Casabianca. El grupo denunció el apoyo dado al gobierno de Stroessner por los Estados Unidos y estuvo en contra del rol de Brasil en Paraguay.(26) Méndez Fleitas fue el líder de la Asociación Nacional Republicana en el Exilio y la Resistencia (ANRER) hasta su muerte en 1985. Su liderazgo brindó una fuerte guía a la organi­zación MOPOCO en general. Otros prominentes democráticos colorados exiliados en la Argentina y en Uruguay también han estado estrechamente ligados al Movimiento Popular Colorado.(27)

Además del cercenamiento de los partidos de oposición, la estructura de la representación política durante el régimen de Stroessner estuvo or­ganizada para cubrir las necesidades del régimen. A consecuencia de las dificultades de presentar un frente de oposición, los jefes de la oposición formaron el Acuerdo Nacional en febrero de 1979, una alianza de partidos que luchaba par la liberalización de la vida política. Notablemente, sólo uno de los partidos miembros del acuerdo tenía status legal en lo que con­cernía a Stroessner; los otros eran ilegales, exiliados o no se les permitía funcionar. Aunque el Acuerdo Nacional alcanzó notoriedad sólo durante el proceso de movilización que derrocó al régimen, en general había ayudado a elevar el nivel de conciencia sobre la situación política. Al comienzo le faltó apoyo popular, y experimentó severas diferencias entre sus miembros. La ayuda por parte del Gobierno del ex-Presidente de Estados Unidos Ja­mes Carter, brindó espacio político suficiente como para convertirlo en una presencia política importante.(28)


EL ROL DEL PARTIDO UNICO

Una de las características distintivas del régimen autoritario del Ge­neral Stroessner en Paraguay fue el rol dominante del partido Colorado. El partido actuó como lo que Robert Tucker llama un "movimiento-régi­men" , un tipo ideal elaborado en la descripción de Tucker de regímenes nacionalistas y revolucionarios que merece una comparación más cercana con las formas de organización política comunistas y fascistas. Tucker es­cribe que:

"el liderazgo del movimiento-régimen autoritario insiste en que también es democrático de una "manera nueva" (no la manera liberal occiden­tal). Esta manera de pensar, en la que la dicotomía de "dictadura-demo­cracia" es rechazada, es un apéndice del concepto original de la lucha revolucionaria como un movimiento de masas para objetivos nacionales o supra-nacionales bajo la guía de una disciplinada organización políti­ca de élite".(29)

La creación de un movimiento-régimen bajó Stroessner fue entrela­zada con el desarrollo de un tipo particular de liderazgo político que re­chazó la posibilidad de que el sistema pudiera no ser democrático. El ré­gimen ejerció el control sobre la estructura de la competencia entre parti­dos y también proveyó la existencia de un movimiento de masas bajo un partido único que actuó como instrumento de control. El Partido Colorado cambió su estructura organizativa interna a raíz del ascenso de Stroessner al poder: la Asociación Nacional Republicana se transformó en un partido de movimientos de masas, con fuertes lazos con organizaciones vecinales y de base. Moldeado sobre el Partido Peronista y los partidos autoritarios de Europa, fue una formidable máquina política que penetró todos los sec­tores de la sociedad paraguaya.(30)

El rol de los colorados fue complejo. Sirvió al gobierno como uno de sus pilares de apoyo más importantes, proveyendo, junto con las Fuer­zas Armadas, el respaldo político necesario para seguir siendo, fuerte. Sin embargo, al mismo tiempo, el partido también otorgó un cierto equilibrio a la distribución de poder, especialmente manteniéndose contra cualquier posible arranque de los militares. El rol de los colorados no fue sólo el de limitar las actividades de la oposición organizada sino también el de asegurarse de que ninguna amenaza interna fuera presentada al régimen. A este respecto, el partido extendió la base de poder del régimen más allá de las típicas esferas de las clases altas y los militares hacia tos estratos más bajos. La habilidad del régimen para alcanzar en profundidad a estas fuentes de apoyo a través de la manipulación y el clientelismo le dio su sabor popular, el que fue tan crucial para la creación de su propia identi­dad ideológica autoritaria..

El partido fue organizado según el principio del verticalismo. La je­rarquía no permitió la participación democrática dentro de sus filas, y el disenso fue visto como traición. Su órgano más importante es la Junta de Gobierno, que administra al partido y fomenta su contínuo crecimiento. Los miembros de la Junta de Gobierno fueron estrechos colaboradores del gobierno y también de los representantes colorados en el Congreso. Varios comités se ocuparon de asuntos específicos tales como cuestiones labora­les, de campesinos, de la mujer, de la juventud, de la ley y la propaganda.. Además de estos grupos, la Junta obtuvo apoyo y asesoramiento de parte de organizaciones profesionales formadas por miembros del partido.(31)

Los asuntos políticos fueron de competencia del Comité de Organi­zación partidaria. Supervisó los cambios de políticos que debían efectuarse dentro del partido, y también estableció conexiones con los comités a lo largo de Paraguay. El Comité fue activo durante las elecciones cuando se *eligieron los delegados a la asamblea nacional en todo el país. A nivel vecinal, las seccionales representaron el interés del partido, y a veces se crearon subseccionales para subdividir las áreas donde actúan las seccio­nales. El Comité y las seccionales fueron los canales a través de los cuales la línea nacional del partida fluyó hacia el nivel de las bases. También constituyó una vía adicional de control y para asegurarse de que la política nacional no encontrara desafíos dentro del partido mismo.

El esquema organizativo que respaldó el rol del partido único estuvo reforzado por un fuerte movimiento de bases que movilizó a los campesi­nos para el partido. Desde la Guerra Civil de 1947, el Partido Colorado gozó del respaldo del pynandi (los descalzos), campesinos que sostienen inequívocamente al gobierno y proveen excelente información sobre las facciones opositoras. Los mismos fueron cruciales en su ayuda al gobierno para controlar al FULNA (Frente Unido por la Liberación Nacional) en el campo en 1960, en la derrota de las Ligas Agrarias en Coronel Oviedo en 1973 y en apoyar a Stroessner en 1974 contra algunos oficiales militares que criticaban su política.

El rol de los pynandi probó a Stroessner que podía contar con la organización de su partido para brindar demostraciones masivas en el mo­mento necesario. El partido era conducido de arriba hacia abajo, con una clara predisposición hacia las clases más privilegiadas pero con amplio y fuerte apoyo también de parte de los sectores populares. Las personas de bajos ingresos valoraron la actuación del régimen en términos de la esta­bilidad que ofreció, y se negaban a discutir los costos involucrados. La afiliación al Partido Colorado se transformó en un prerrequisito para favo­res políticos, empleos gubernamentales o acceso a la justicia. Cada miem­bro del partido que trabajaba para el gobierno contribuyó con el cinco por ciento de su salario para el partido.

El partido sirvió como instrumento de control a través de organiza­ciones vecinales, e influyó fuertemente a la burocracia y al gabinete. To­dos los miembros del gabinete eran miembros del partido, y algunos tam­bién pertenecientes a las Fuerzas Armadas. Su capacidad de controlar el aparato burocrático e influir en las designaciones de puestos claves en el gobierno hizo del Partido Colorado el centro de la política. Esto reforzó el poder personalista del Ejecutivo.

La situación dominante de los colorados contribuyó al orden existen­te. El partido fijó las reglas por las cuales cada uno pudo entender lo que era políticamente factible. A este respecto, el partido actuó como modera-

dor del juego político. El control ejercido por éste lo transformó en la pie­dra angular de todo el régimen. Cuando una crisis importante afectó la uni­dad del partido, el régimen se debilitó, creando así condiciones favorables para una transición a un sistema político más abierto, iniciando así el pro­ceso de democratización de la política paraguaya.


GRUPOS DE INTERÉS Y CONTROL POLÍTICO

Una de las distinciones más importantes entre regímenes autoritarios y totalitarios se considera a menudo que reside en la manera en que los primeros ejercen el control a nivel individual.(32) En la mayoría de los países de América Latina, los regímenes autoritarios han tendido a subor­dinar los derechos individuales a las necesidades institucionales. A este propósito, de todas maneras, el control político extenso a veces puede ser ejercido ecuánimemente sobre instituciones y ciudadanos, desdibujando la distinción entre autoritarismo y totalitarismo en algunos países.(33)

El control político durante el gobierno de Stroessner no fue limitado a los ciudadanos individuales o a los partidos políticos; también varios grupos fueron puestos en la mira, grupos que representaban algunos valo­res, actividades u objetivos no deseados por el gobierno. Cuando las ins­tituciones desafiaron abiertamente al sistema o a las injusticias del gobier­no, se convirtieron en blancos del régimen así como quienes expresaron abiertamente su oposición. La Iglesia Católica, los sindicatos, las organi­zaciones estudiantiles y los círculos intelectuales fueron puntos de conflic­to siempre presentes para el régimen, que trató de limitar la capacidad de los mismos de educar al público más ampliamente sobre asuntos políticos.


LA IGLESIA CATÓLICA

La problemática relación entre la Iglesia Católica paraguaya y el au­toritarismo es larga, remontándose a los gobiernos de Francia y de los Ló­pez. El régimen de Stroessner encontró en la Iglesia uno de sus críticos más acerbos, y la relación se tornó en desconfianza mutua. Además, el Go­bierno y la Iglesia necesitaron encontrar maneras de coexistir. El Gobierno apoyó la educación católica en las escuelas públicas, no cobró impuestos a los edificios de la Iglesia y pagó subsidios a la Iglesia y sus sacerdotes. A cambio, el Presidente tenía cierto grado de influencia sobre los nombra­mientos católicos a altos puestos, y también otorgó a la Iglesia un asiento en el Consejo de Estado. Estos arreglos ejercieron presión adicional en am­bas partes de la asociación, de modo que no fue sorprendente que cual­quier grado de conflicto tuviera serias implicaciones para la vida del ré­gimen.(34)

Paraguay es ciertamente un país católico. Su población tiene devo­ción particular por el santuario de Caacupé, al que los peregrinos viajan regularmente. Las mejores instalaciones educativas están controladas por la Iglesia, y la Universidad Católica es un importante centro cultural e in­telectual fuera de la esfera de influencia gubernamental. Por muchas razo­nes, el pueblo del Paraguay mira constantemente a la Iglesia en busca de guía y fuerza y, por lo tanto, la áspera relación que Stroessner mantuvo con ella por tantos años siempre fue entendida como crucial para la con­tinuidad del régimen.(35)

Una de las pripieras crisis en las relaciones Iglesia-Estado durante el gobierno de Stroessner tuvo lugar cuando un joven sacerdote de una pa­rroquia pobre de Asunción criticó públicamente al gobierno por su falta de respeto por los derechos humanos. Su objetivo era ganar el apoyo popular para resistir a la dictadura, pero el mismo día que habló fue detenido. Los problemas resultantes involucraron al Padre Ramón Talavera, a sus feligre­ses y a toda la Iglesia Católica de Paraguay. Stroessner ordenó a la jerar­quía de la Iglesia que silenciara al sacerdote, sólo para encontrarse con que la jerarquía rehusó aceptar dicha orden, aunque viniera de la Presiden­cia. El gobierno ordenó luego la evacuación de la parroquia, para hacer lugar a la construcción de un edificio militar. Talavera desapareció, y fue encontrado dos días más tarde con signos de haber sido golpeado. El go­bierno declaró que había sufrido un colapso nervioso, y la jerarquía de la Iglesia decidió enviarlo al Uruguay. El gobierno nunca le permitió retor­nar.(36)

El episodio de Talavera puso en movimiento una serie de enfrenta­mientos entre la Iglesia Católica y el régimen. Otros sacerdotes tomaron la causa iniciada por Talavera, al mismo tiempo que era creada la Univer­sidad Católica de Asunción. Dado el fermento intelectual en la institución, la Iglesia podía ahora ganar apoyo estudiantil, transformándose en el más visible centro de descontento en la nación. Con el advenimiento de un en­foque más social a los asuntos evangélicos como resultado de las confe­rencias de Medellín y Puebla, y como consecuencia de los documentos del Concilio Vaticano Segundo, la Iglesia se involucró en actividades sociales y políticas. En 1962, organizó las Ligas Agrarias Cristianas, que trataron de elevar el nivel de conciencia política de las comunidades agrícolas. Ofreciendo programas educacionales, la Iglesia lentamente difundió su mensaje de oposición a la dictadura.(37)

Las críticas que provenían de la Iglesia, sus organizaciones e inte­grantes provocaron una dura respuesta de parte del gobierno. Los sacerdo­tes eran vigilados estrechamente, llevados para ser interrogados, encarce­lados y expulsados del país. Las Ligas Agrarias sufrieron un hostigamiento interminable y finalmente quedaron incapacitadas para cumplir su misión. Muchas actividades fueron consideradas como subversivas, y sólo algunos segmentos de la Iglesia Católica se las arreglaron para mantener una posición de intransigencia. Los sacerdotes más radicales siguieron criticando al gobierno, pero la jerarquía aprendió a aceptar el sino de su situación. Monseñor Ismael Rolón fue crítico del gobierno, pero lo suficientemente moderado como para ser tolerado y ganar la aceptación del Presidente Stroessner.(38)

Las actividades de las Ligas Agrarias y de los muchos sacerdotes que abogaban por el cambio social fueron rotuladas como parte de la infiltra­ción comunista. En un artículo anónimo publicado por la arquidiócesis de Asunción, el autor se quejaba de que los sacerdotes eran calificados de comunistas en un esfuerzo por contener el cambio social. El autor escribió que "un católico prominente dijo que no podía entender cómo la Confe­rencia de Obispos de Paraguay se atrevió a pedir el retorno de dos comu­nistas como el Padre Oliva y el Padre Ramallo." El artículo agregaba que a los campesinos paraguayos normalmente se les dice que los pa'í (padres) eran todos comunistas.(39)

La violencia del régimen también tocó las vidas de muchas familias de campesinos, que contaban apenas con su fe religiosa para sostenerse contra el opresivo entorno en el que vivían. El 17 de julio de 1976, el Padre Demetrio Aquino, obispo de Caacupé, le escribió a Sabino Monta­naro, el ministro del interior, para quejarse de la muerte de Arturo Bernal. Bernal había sido arrestado, encarcelado en Asunción y asesinado por au­toridades del gobierno. Aquino consideraba al ministro personalmente res­ponsable por la muerte de otro paraguayo.(40) En el Paraguay de Stroes­sner tales cartas eran osadas declaraciones en defensa de los derechos hu­manos.


GREMIALISMO ORGANIZADO

También los sindicatos fueron blanco del gobierno. Después de con­vocar a una huelga general en 1958, la Confederación Paraguaya de Tra­bájadores (CPT) se transformó en una organización gubernativa. Recibió parte del presupuesto asignado al Ministerio dei Interior y al Ministerio del Trabajo, y operó bajo la dirección de esos dos brazos del gobierno. El grado de intervención en los asuntos de la organización del tra­bajo fue importante. Ningún sindicato podía ser creado sin el consenti­miento del Ministerio de Justicia y Trabajo, y la negociación fue reempla­zada casi rutinariamente por el arbitraje ministerial. Por tales medios, el gobierno gozó del total control de los trabajadores urbanos y rurales desde principios de la década del sesenta, eliminando así una fuente de oposición política interna. Solamente en el exilio operó un movimiento obrero libre, reconocido por la Confederación General de Organizaciones Sindicales Li­bres.(41)

Los esfuerzos represivos del gobierno en relación al trabajo adqui­rieron fuerza adicional debido al carácter del comercio y la industria pa­raguayos. Debido a que el país no se embarcó en una industrialización por sustitución de importaciones y depende en gran medida de los productos agrícolas para su ingreso nacional, una clase urbana trabajadora nunca se desarrolló. Con la falta de políticas para respaldar grandes empresas in­dustriales en áreas urbanas, las decisiones fundamentales del régimen de Stroessner afectaron tanto el tamaño como la influencia potencial del mo­vimiento sindical. Más allá de los esfuerzos de oposición institucional ar­ticulados a través de la Iglesia Católica, el movimiento sindical no tuvo significación en la política paraguaya.


LA POBLACIÓN INDÍGENA

La imposibilidad de afectar los procesos políticos también caracteri­zó a los grupos campesinos e indígenas que estuvieron similarmente some­tidos a políticas aislacionistas. La mayoría de los campesinos había apo­yado a Stroessner, pero los grupos indígenas demostraron su descontento en varias ocasiones. A consecuencia de su temeridad, varias tribus fueron diezmadas y otras fueron sometidas a controles gubernamentales arbitra­rios.

Una importante controversia internacional se desarrolló a raíz del tratamiento que el gobierno de Stroessner dispensó a los indios Aché del Paraguay oriental. Los Aché fueron llevados a reservaciones, donde el go­bierno trabajó para exterminarlos. Una investigación fue iniciada por Mark Munzel del Departamento de Etnología de la Universidad de Giessen, Alemania. El informó acerca de sus hallazgos en una publicación de 1973 del Grupo Internacional para Asuntos Indígenas de Copenhague,(42) y más tar­de describió el triple enfoque del gobierno al problema indio en Paraguay: los indios eran sucesivamente cazados, esclavizados y luego privados de su cultura. Con testigos oculares detallando el uso de vehículos militares y tropas como parte de todo el operativo, Munzel concluyó que el gobierno de Paraguay estaba activamente involucrado en el genocidio.(43) Otra des­cripción de una importante reservación indígena detalla las políticas del régimen de Stroessner. Un visitante vio indios torturados, maltratados y dejados sin comida hasta que finalmente anhelaban morir. Mujeres jóvenes indias eran vendidas como prostitutas, y jóvenes indios eran usados como sirvientes domésticos. Aparentemente, con cooperación tácita de parte de algunos misioneros fundamentalistas americanos en la región, la población indígena fue privada de sus más elementales derechos.(44)


REPRESIÓN INDIVIDUAL Y DERECHOS HUMANOS

La habilidad del régimen para manipular la política de la nación de­mandó ejercer control no sólo a nivel sistémico e institucional, sino tam­bién a nivel individual. Los esfuerzos del gobierno de Stroessner en este respecto fueron conspicuos y continuos. El historial de violaciones a los derechos humanos no es tan extenso en Paraguay como en algunas otras naciones de América Latina porque las actividades represivas del gobierno paraguayo fueron intencionalmente conducidas en una atmósfera de hermé­tica privacidad, negando así al mundo una visión más precisa de la exacta dimensión del problema. Las violaciones de los derechos humanos y civi­les fueron una constante desde la asunción de Stroessner al poder. Luego de que el Congreso aprobara la "Ley para la Defensa de la Democracia" en octubre de 1955, cuando el régimen persiguió a miembros de los par­tidos liberal y febrerista, la mayoría de los miembros de la oposición fue al exilio.

A finales de la década de los 50, la idea de que una insurrección armada podía deponer al régimen había ganado extenso apoyo dentro de las filas de la generación más joven de la oposición. Grupos de activistas guerrilleros florecieron a lo largo de la frontera. El grupo 14 de Mayo fue creado combinando activistas liberales y la vanguardia febrerista bajo la conducción de Arnaldo Valdovinos, y obtuvo apoyo del exterior. Disputas por el liderazgo forzaron a los Vanguardistas a separarse del 14 de Mayo. Parte de la organización hizo una infructuosa tentativa de invadir Paraguay en diciembre de 1959, sólo para encontrarse con fuerte oposición y resis­tencia de parte del Ejército. En abril de 1960, fue lanzado un segundo in­tento que fracasó, sellando la suerte del "14 de Mayo" para siempre.(45) El Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA) surgió entonces con fuerte apoyo del Partido Comunista, y también con el respaldo de Cuba. Sus miembros se las arreglaron para cruzar la frontera hacia Paraguay en mayo de 1960, pero unidades del ejército y la policía se trabaron en dura lucha con ellos. Una segunda invasión resultó en otro desastre, FULNA hizo un último intento en diciembre de 1960 con resultados similares. Los esfuerzos para derrocar al régimen a través de la lucha armada habían fra­casado terriblemente.

La eliminación del FULNA y el movimiento 14 de Mayo no impidió que otros organizaran más ataques al gobierno de Stroessner. Luego de un atentado a la vida de Stroessner en noviembre de 1974, el régimen desen­cadenó una nueva ola de represión. En abril de 1976, fuerzas policiales destruyeron la Organización Político Militar (OPM), cuyos partidarios in­cluían a guerrilleros argentinos exiliados y cuyos líderes activos, según in­formes del gobierno, eran miembros de la Orden Jesuita del Paraguay. Los oficiales del gobierno allanaron el Colegio Cristo Rey dirigido por jesuitas buscando pruebas que conectaran a la organización con la orden religiosa, y el Ministro del Interior, Sabino Montanaro, acusó a los jesuitas de di­fundir el comunismo y apoyar actividades terroristas. Dos jefes del movi­miento fueron muertos, y muchos estudiantes y líderes campesinos fueron arrestados como consecuencia.

Los desafíos armados al régimen sólo endurecieron la posición del gobierno. Las "razzias" eran incesantes y los líderes de la oposición fueron hostigados, interrogados, intimidados y encarcelados. En 1966, Amnesty Internacional publicó un informe indicando que en Paraguay "la tortura ha sido un método usual para extraer confesiones de los prisioneros." (46) En 1973, Amnesty Internacional halló que tanto "el Ministerio del Interior co­mo el Departamento de Crímenes y Vigilancia en Asunción efectuaban tor­turas en sus respectivos centros." (47) Durante este período, muchos pri­sioneros que supuestamente habían muerto mientras estaban en manos de la policía habían sido arrojados a los ríos Paraná y Paraguay, apareciendo luego en las costas de Uruguay o Argentina. La práctica tenía como sentido producir un "efecto demostrativo" sobre la población entera.

La Organización de los Estados Americanos (OEA) también investigó los derechos humanos en Paraguay a causa de las denuncias recibidas por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (IACHR). Varios in­formes preparados por la comisión fueron discutidos durante sesiones del fuero internacional.(48) En 1978, el IACHR produjo una larga evaluación de la situación, concluyendo que "la mayoría de los derechos humanos re­conocidos en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, y en otros instrumentos similares, no solamente no son respetados de manera de cumplir con los compromisos internacionales asumidos por ese país, sino que se han transformado también en el objeto de práctica de constante violación." (49)

Las pruebas de estas violaciones cometidas por el régimen de Stroes­sner también llegaron al Congreso de los Estados Unidos. El 28 de julio de 1976, el subcomité de Organizaciones Internacionales de la Cámara de Representantes condujo audiencias sobre la situación de los derechos hu­manos en Paraguay. Tres testigos que brindaron detalles fueron Ben Step­hansky, Robert Alexander y Frisco Gilchrist. Los primeros dos eran miem­bros de un equipo mandado a Paraguay por la Liga Internacional de Dere­chos Humanos; el último era un miembro de la Misión en Paraguay de la Iglesia de los Discípulos de Cristo, desde 1952 hasta 1976.(50)

El Profesor Alexander habló sobre los antecedentes históricos gene­rales del régimen, pero se apresuró a señalar que el régimen era peculiar hasta en la manera en que había reemplazado al Ejército hasta cierto grado por una fuerte fuerza policial. Sugirió que el modelo de represión indivi­dual en Paraguay era al azar y usaba la expectativa de instalar temor entre la población en vez de obtener información. Stephansky habló en la misma línea, haciendo hincapié en que los dictadores del tipo de Stroessner no estaban luchando contra el comunismo sino que en realidad estaban impi­diendo la democracia. Sugirió que estaban recurriendo al mismo tipo de coerción practicada en los regímenes comunistas. El testimonio de Gil­christ fue de naturaleza diferente. Habiendo servido como misionero, des­cribió varias situaciones donde el trabajo de su Iglesia estuvo bajo sitio. Afirmó que muchas de las historias del gobierno eran fabricadas, agregan­do que su Iglesia nunca había estado involucrada en el apoyo de activida­des terroristas. Su relato de cómo la policía allanó varias oficinas de la misión y detuvo a la mayoría de sus miembros, confirmó las explicaciones presentadas por los otros dos testigos sobre los excesos del gobierno.

Algunos casos individuales de represión en el Paraguay se han es­parcido por todo el mundo. Uno es la muerte de Joelito Filártiga, el hijo de un conocido médico que administraba una clínica privada para campe­sinos en una zona rural de Paraguay. Irónicamente, el centro de salud se llamaba "La Clínica de la Esperanza." El hijo de su director, de diecisiete años, fue encontrado muerto en la casa de un inspector de policía en Asun­ción.(51) Filártiga había sido llevado a la comisaría, donde fue interrogado sobre las actividades de su padre. Después de repetir que no tenía infor­mación para brindar, fue sometido a tortura mediante electroshock y murió después de haber sufrido un paro cardíaco. Intentando encubrir la fechoría, los perpetradores llevaron el cuerpo de Filártiga a la casa del Inspector de Policía Peña-Irala, y lo acostaron sobre la cama de la hija de la amante de Peña-Irala. Dado que ella era casada, prepararon la escena como un tí­pico "crimen pasional" , afirmando que Filártiga había sido hallado en la cama con la joven mujer. Cuando su marido fue llamado al lugar del he­cho, le pegaron y le dijeron que debía confesar el asesinato.(52) Cuatro horas más tarde, los torturadores trajeron a la hija del Dr. Filártiga y le dijeron que sé llevara el cuerpo y lo enterrara inmediatamente. La supuesta adúltera intentó hablar con el Dr. Filártiga después de su liberación, pero antes de que pudieran encontrarse, desapareció. Un miembro de la familia Filártiga que intentó localizarla también ha desaparecido. Peña-Irala siguió atormentando a la familia Filártiga y a su abogado a través de un juicio pendiente en Asunción.

El caso Filártiga recibió atención mundial cuando la Sra de Filárti­ga, habiendo recibido asilo político en los Estados Unidos, se enteró de que también Peña-Irala estaba viviendo en los Estados Unidos. Esto brindó una oportunidad para exponer la represión en Paraguay en los tribunales estadounidenses. El caso se decidió en favor de los Filártiga, pero para entonces Peña-Irala había sido expulsado de los Estados Unidos porque te­nía una visa de turista vencida. El caso no llevó a ningún culpable a la justicia pero derivó la sordidez de la represión paraguaya a la atención de un público mucho mas amplio.(53)


CONTROL POLÍTICO Y CONSOLIDACIÓN

El modelo de control político ejercido por el gobierno de Stroessner reveló la naturaleza del propio sistema político. La imposición de una ideología política uniforme y la habilidad del régimen para reinar con total impunidad, llevaron a varias organizaciones a criticar públicamente sus ac­tividades y políticas. Pero el esfuerzo de criticar fue sin esperanza. El ré­gimen había logrado atemorizar de tal forma a la población que ya casi todos los paraguayos aceptaban, por lo menos tácitamente, el poder del miedo institucionalizado por el aparato legal: tácticas de mano dura soste­nidas por principios legales, los cuales habían sido establecidos por tribu­nales parciales, convenciones y cuerpos legislativos.

Pero el régimen no se conformó con la eliminación de la competen­cia potencial que se inspirara en principios democráticos. También creó procedimientos por los que los desafiantes, tanto de arriba como de abajo se tornaron poco proclives a intervenir. Esto desembocó en una política de dos niveles: por un lado, abogando por el terror y el miedo para silenciar a los desafiantes y, por el otro, trabajando para captar a aquellos que se podían beneficiar en alguna medida por el status quo. Cuando el régimen recurrió a la cooptación, los potenciales desafiantes llegaron a la conclu­sión de que la estrategia más segura, conveniente y lucrativa era aceptar las cosas tal como eran. En el cruce de estas dos dimensiones de la polí­tica, el régimen se las arregló para establecer y mantener una cultura po­lítica que fue distintiva, profundamente atrincherada en tanto su fundador no abandonó la escena, una cultura política que siguió siendo estrechamen­te elitista en beneficios económicos y, sin embargo, pudo generar un sor­prendente grado de aceptación y hasta apoyo entre las bases.


NOTAS

1) La elaboración del concepto de "nivel de amenaza" como lo sugiere O'Don­nell puede encontrarse en David Collier, "The Bureaucratic-Authoritarian Model: Synthesis and Priorities for Future Research," en David Colier, ed., The New Aut­horitarianism in Latin America (Princeton: Princeton University Press, 1979), pág. 387. Collier llama "nivel de amenaza" a una variable interviniente que afecta a una variable mas- amplia usada por O'Donnell, a saber, la fuerza del sector popular.

2) Un ejemplo de los mecanismos de control informales está descrito por la palabra guaraní "mbareté." La palabra originariamente significaba "fuerte," y no hay una traducción adecuada que capte su significado. La analogía mas cercana es "poder superior sobre otros." Un informe producido por la Liga Internacional para los De­rechos Humanos indica que "cuando mbareté está en conflicto con el poder de la ley, es mbareté quien gobierna." Ver David M. Helfeld y William L. Wipfler, Mbarete: The higher Law of Paraguay (New York: International League for Human Rights,

1980), pág. 6. El informe dice que el término se usa para referirse a la acción di tomada por un jefe político que quiere burlar a la ley. Implícitamente, también si nifica el miedo a las consecuencias si uno no cumple.

3) La primera Constitución sancionada por la nación paraguaya fue escrita 1870 y fue en gran medida el resultado de la Guerra de la Triple Alianza. En e9C! documento, fueron articulados los principios liberales y la nación sobrevivió hasta 1940 con una Constitución liberal. La iniciativa del Presidente Morínigo fue, sólo nominalmente, "llevar el sistema democrático a la perfección", conformándose la Constitución de 1940. En el contexto de la tradición constitucional de América las -na, la carta magna de Paraguay en realidad fue formulada de acuerdo a los rasgos históricos y culturales en línea con la tradición autoritaria de Francia y de los López

4) La Constitución de 1967 no fue distinta en su espíritu del documento re­dactado en 1940. La misma sancionó un Poder Ejecutivo, con poderes que se extea­dían dentro y fuera del Gobierno. El artículo 173 declaraba que el Presidente de la Republica podía ser reelecto por sólo un período adicional, ya sea consecutiva o al­ternativamente. La Convención del 10 de marzo de 1977 sancionó un artículo decla­rando que el Presidente podía ser reelecto. Ver Justo J. Prieto. La constitución Pa­raguaya concordada (Asunción: Biblioteca de Estudios Paraguayos, 1981), pág. 83.

8) La Liga Internacional de Derechos Humanos presentó un ejemplo de cómo el Estado de Sitio era usado por el régimen. De una lista de 236 personas declaradas prisioneras debido al Estado de Sitio vigente, detenidas el mes de julio de 1977, 195

hablan sido liberadas sin haber sido juzgadas, en algunos casos luego de un período de prisión de dieciocho años; 36 fueron procesadas por violación a la Ley 209, de las cuales 4 fueron convictas y 32 fueron dejadas libres. Ver Helfeld y Wipfler, pág 26.

9) Decreto 24.025 del 23 de marzo de 1981. Ver Justo J. Prieto, "El Estado de Sitio en la Constitución Paraguaya," Estudios Paraguayos 9 (Diciembre 1981)c 364.

11) El Presidente del Colegio de Abogados de Asunción reveló en una entre­vista la manera en que la justicia opera bajo la tutela del régimen. El Dr. Ruben Bassani indicó que de un estado liberal con legislacion mínima, Paraguay se había transformado en una nación con total control social, sin respeto por los derechos hu­manos e individuales. Ver Pepa Kostianovsky, 28 entrevistas para este tiempo, ed. (Asunción: Universidad Católica de Asunción, 1985), pág. 39.

12) Ver Oscar Paciello, Código penal Paraguayo y leyes complementarias actualizadas (Asunción: Ediciones Comuneros, 1981), pág. 194.

14) Ver Samuel P. Huntington y Clement H. Moore, eds., Authoritarian Po­litics in Modern Society: The Dynamics of Established One-Party Systems (New York: Basic Books, 1970).

15) Sobre los antecedentes históricos e ideológicos de los partidos políticos del Paraguay, ver Grazziella Corvalán, "Ideologías y origen social de los grupos po­líticos en el Paraguay," Revista Paraguaya de Sociología 9 (enero-abril 1979): 106­18.

16) La mayor parte de la inquietud durante la era liberal tuvo su origen en el Ejército. Hubo constantes levantamientos liderados por militares que querían alcanzar

posiciones prominentes. Dicha inquietud produjo finalmente la revolución de febrero de 1936 cuando el Coronel Franco desplazó a Eusebio Ayala de la presidencia.

17) La fractura dividió al partido entre aquellos que querían quedar en buenos términos con Stroessner y aquellos que desafiaban la legitimidad del régimen. La di­visión entre los liberales y los liberales radicales fue evidente en 1973 durante el voto en el Congreso con respecto al Tratado de Itaipú, cuando los liberales votaron con el partido oficial y contra la oposición. Ver Paul H. Lewis, Paraguay Under Stroessner (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1980), pág. 203.

18) Ver "Paraguayan Police Beat Exile," New York Times, 25 de junio de 1986, pág. A3.

19) Ver Antonio González, La rebelión de Concepción (Buenos Aires: Edito­rial Guarania, 1947), pág. 31.

20) Sobre la ideología del febrerismo; ves Paul H. Lewis, The Politics of Exi­le: Paraguay's Febrerista Party (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1965), pág. 89. Lewis muestra las diferentes tendencias dentro del partido, conclu­yendo que el esfuerzo para reaccionar contra el Estado liberal no creó una posición socialista, si bien se las arregló para restablecer un estado de supremacía dentro de una posición de extremo nacionalismo, posiblemente ínfluenciado por los aconteci­mientos del nazismo y fascismo en Europa.

21) Los problemas de liderazgo dentro del partido son discutidos en Paul H. Lewis, "Leadership and Conflict within the Febrerista Party of Paraguay, Journal of Inter-American Studies 9 (Abril 1967): 283-95.

22) Sobre el rol del febrerismo en la política paraguaya, ver Roberto Cépedes Ruffinelli, El febrerismo: Del Movimiento al partido, 193611951 (Asunción: Edito­rial Luxe, 1983); Víctor Salomoni, Fundamentos ideolófcos del Partido Revolucio­nario Febrerista (Asunción: EMASA, 1981); y Juan Speratti, Los partidos polficos: Orientaciones, esfuerzos y realidades del adoctrinamiento Febrerista (Asunción: EMASA, 1967).

23) Ver Universidad Católica de Asunción, Legislación Paraguaya (Asunción: Facultad de Ciencias Jurídicas, 1981). pág. 65.

24) El partido también está dividido internamente entre una facción progresista y otra conservadora. En las elecciones internas de 1984. el candidato del grupo con­servador ganó control del partido. Alfredo Rojas León indicó que el Partido Demó­crata Cristiano era el partido del futuro democrático del Paraguay y la mejor garantía contra una dictadura de la izquierda o de la derecha. Ver Comité de Iglesias, Apuntes Trimestrales, vol. 8 (Asunción: Comité de Iglesias, 1984), pág. 34.

25) Sobre las actividades del Partido Comunista en el Paraguay, ver Reynaldo Marín, "The Masses will decide the Outcome of the Battle," World Marxist Reviese 18 (Diciembre 1975): 21-35. Marín fue el primer secretario del Partido Comunista y convocó a la creación de un "frente anti-dictatorial... abierto a todos."

26) Ver Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado), Junta de Góbier­no del Exilio y la Resistencia, Declaración de principios y programa mínimo, (1973).

27) La posición de Méndez Fleitas y su opinión sobre miembros del gobierno están claramente explicadas en Epifanio Méndez Fleitas, Diagnosis Paraguaya (Mon­tevideo: Editorial Prometeo, 1965).

28) El Acuerdo Nacional incrementó sus actividades como consecuencia de los procesos democráticos iniciados en otros países del Cono Sur, más notablemente Ar­gentina. Sus miembros recibieron amplio apoyo tanto de la Unión Cívica Radical de Argentina como de otras organizaciones del Perú y Venezuela.

29) Robert C. Tucker, ".Towards a Comparative Politics of Movement-Regi­mes," American Political Science Review 55 (Junio 1961): 285.

30) Sobre la historia del Partido Colorado y sus cambios posteriores, ver Paul H. Lewis, Socialism, Liberalism and Dictatorship in Paraguay (New York: Praeger, 1982), págs. 31-34 y 54-61.

31) Sobre los miembros y el rol de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, ver Asociación Nacional Republicana, Acta de fundación del Partido Colorado y Estatutos (Asunción: Editorial Universo, s.f.).

32) Entre los estudios más importantes sobre el totalitarismo figuran Carl J. Friedrich, ed., Totalitarism (New York: Grosset & Dunlap, 1954); Hannah Arendt, The Origins of Totalitarianism (New York: World Publishing Company, 1958); Carl

J. Friedrich and Zbigniew K. Brzezinzki, Totalitarian Dictatorship and Autocracy 2 ed. (New York: Praeger, 1965); Raymond Aron, Democracy and Totalitarianism, trad. Valence Tonescu (New York: Praeger, 1965); Paul T. Mason, Totalitarianism: Temporary Madness or Permanent Danger? (Boston: D.C. Heath, 1967); y Carl J. Friedrich, Michael Curtis, y Benjamin R. Barber, Totalitarianism in Perspective: Three Views (New York: Praeger, 1969).

33) La idea de que los regímenes autoritarios retratan restricciones institucio­nalmente orientadas sobre la sociedad está tomada de Kalman H. Silvert, ed., Essays in Understanding Latin America (Philadelphia: Institute for the Study of Human Issues, 1977), pág. 56.

34) El arzobispo Aníbal Mena Porta sucedió a.Monseñor Juan Bogarín y no tuvo problemas en aceptar los beneficios de la "cooptación" dentro del régimen. El gobierno le proveyó un auto con chofer, y Stroessner le otorgó una medalla en reco­nocimiento de todos los servicios prestados a la nación.

35) Información útil sobre la problemática relación entre Stroessner y la Igle­sia está incluida en Penny Lernoux, Cry of the People (New York: Penguin Books, 1982). Ella indica que la Iglesia ha luchado para otorgar un sentido de identidad a los pobres paraguayos: recurriendo al simbolismo, como en el santuario de Caacupé (pág. 379).

36) El episodio de Talavera fue cubierto en varios numeros de Hispanic Ame­rican Report. De todos modos, Turner ha encontrado que parte de la información contenida en esos números no era correcta. Para una explicación detallada del episo­dio, vez Frederick C. Turner, Catholicism and Political Development in Latín Ame­rica (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1971), págs. 116-21.

37) La fuerte posición de la iglesia sobre los problemas sociales fue documen­eada por la Conferencia Episcopal Paraguaya. El Equipo Nacional de Acción So­cial estaba a cargo de la organización de las actividades para la poblacion campesina e india. Ver Conferencia Episcopal Paraguaya, Tierra y sociedad: Problemática de la tierra urbana, rural e indígena en el Paraguay (Asunción: Equipo Nacional de Pastoral de la CEP, 1984) y Conferencia Episcopal Paraguaya, Fe Cristiana y Com­promiso Social (Asunción: EDIPAR, 1984).

38) La transición de Monseñor Mena Porta a Monseñor Ismael Blas Rolón Sil­vero no fue suave. Incluso bajo la guía de Mena Porta, la iglesia se había polarizado vis-a-vis con el gobierno. El 8 de diciembre de 1969, los sacerdotes se negaron a marchar al santuario de Caacupé y organizaron en su lugar una marcha silenciosa. La reacción de Stroessner obligó a Mena Porta a irse. El Gobierno intento presionar al Vaticano para que nombrara en su reemplazo a un sacerdote del agrado de Stroes­sner, pero el Vaticano se negó a colaborar. Rolón Silvero había sido crítico del go­bierno mientras era obispo de Villarica, pero fue una elección "razonable" ,dadas las circunstancias. Ver Lewis, Paraguay Under Stroessner, pág. 194.

39) El Padre Oliva fue expulsado en 1969 luego de que predicara contra la injusticia social en Asunción. Ver "lt is Calumny," LADOC 5 (agosto 1970): 1. Tam­bién existen expulsiones bien documentadas de sacerdotes católicos del Paraguay. El 22 de febrero de 1972, el padre Vicente Barreto fue detenido y dejado en Posadas, Argentina, con la advertencia de que se le dispararía a matar si intentaba retornar a Paraguay. Del mismo modo, el 5 de mayo de 1972, el padre Jose Caravias fue se­cuestrado de su puesto en el campo y abandonado en Clorinda, del lado argentino. Ver "Father Caravias Tells of His Deportation," LADOC 2 (junio 1972): 38a.

40) La carta está reproducida en "Another Victim of Violence," LADOC 70 (septiembre-octubre 1976): 14-15.

41) Ver Confederación Paraguaya de Trabajadores en el Exilio, Los trabaja­dores Paraguayos frente a la tiranía de Stroessner (Buenos Aires, 1975) y Confe­deración Paraguaya de Trabajadores en el Exilio, Los trabajadores Paraguayos fren­te a la tiranía de Stroessner (Buenos Aires, 1983).

42) Mark Munzel, "The Ache Indians: Genocide in Paraguay," IWGWIA Do­cumento No. 11 (Copenhagen, 1973).

43) Ver Richard Arens, ed., Genocide In Paraguay (Philadelphia: Temple Uni­versity Press, 1976), pig. 20.

44) Ver Norman Lewis, "The Camp at Cecilio Baez," en Arens, Genocide In Paraguay, pig. 58.

45) Sobre el rol de los diferentes movimientos de guerrilla, ver Lewis, Para­guay Under Stroessner, pig. 180.

46) Ver Amnesty International, Prison Conditions in Paraguaya Conditions for Political Prisoners; A Factual Report, (Londres: Amnesty International, 1966). 47) Ver Amnesty International, Report on Torture (New York: Noonday, 1973), pág. 216.

48) Los derechos humanos en Paraguay fueron discutidos por primera vez en la tercera sesión de la Comisión Interarnericana sobre Derechos Humanos, a fines de 1961. Un segundo informe fue presentado para su consideración en su novena sesión en octubre de 1964, que resultó en una visita a Paraguay de parte de los jefes de la comisión en agosto de 1965. En su 30°' sesión, la Comisión adoptó una resolución requiriendo información sobre los paraderos de varias figuras políticas en Paraguay. Durante las sesiones 31o, 36o y 38o, la Comisión le solicitó al gobierno de Paraguay informar sobre particulares abusos de los derechos humanos. No recibiendo respuesta a los varios pedidos, la Comisión concluyó que las violaciones eran confirmadas. En la sesion 40°, la Comisión decidió mandar a Paraguay un equipo investigative para supervisar los acontecimientos.

49) Organización de los Estados Americanos, Report of the Situatlon of Hu­man Rights in Praguay (Washington, D.C.: Inter-American Commission mo human Rights, 1978), pig. 86.

50) Ver U.S. House of Representatives, Committee on International krk tions, Subcommittee on International Organizations, Human Rights in Uruguay and i'ara-, guay (Washington, D.C.: Government Printing Office, 1976), pág. 31.

51) Para un relato detallado del caso, ver Richard Pierre Claude, "The Case of Joelito Filartiga and the Clinic of Hope, "Human Rights Quarterly 5 (1983): 275. 52) Los medios estadounidenses jugaron un rol importante en hacer conocer el caso Filartiga al mundo. Ver, por ejemplo, Richard Alan White, "In New York A Key Paraguayan Murder Suspect Faces U.S. Justice," Los Angeles Times, 15 de abril de 1979, parte 5, pág. 3; Lee Lescaze, "Paraguayan Police Figure is Arrested in New York, "Washington Post, 5 de abril de 1979, pág. A17; y Selwyn Raab, "Paraguay

Alien Tied to Murders in Native Land," lá"e v York Times, 15 de mayo de 1979, pág_ E4.

53) Para conocer el resultado del juicio, ver Filartiga v. Pena Zrala, 630 F. 2o 876 (2o Cir. 1980). El caso ayudó a establecer el hecho de que los violadores de derechos humanos reconocidos internacionalmente que pueden encontrarse en los Es­tados Unidos pueden ser enjuiciados por daños por sus antiguos rehenes. El tribunal decidió que la familia Filartiga tenía derecho a 10;4 millones por daños. Sin embargo, en enero de 1984, la Corte Suprema de Paraguay rechazó el caso presentado por el Dr. Filartiga, adjudicando los daños sustanciales al ex inspector general de Asunción, Américo Peña-Irala.



DESARROLLO ECONÓMICO Y EL MODELO DE COOPTACIÓN

6


 Con mecanismos de control limitando el nivel de participación política, la mayoría de los regímenes autoritarios centran sus es­fuerzos políticos en el área económica. En el pasado, gobiernos dictatoriales incrementaron su legitimidad promoviendo fuertes economías nacionales. Brasil, luego de 1964, provee un buen ejemplo de políticas establecidas durante un período de gobierno autoritario que ayudó al país a alcanzar grandes aumentos en el crecimiento económico, si bien a expensas de una distribución de los ingresos más desigual. En otros contextos latinoamericanos, notablemente Argentina entre 1976 y 1984, el destino del gobierno autoritario estuvo sellado cuando la polí­tica económica resultó en creciente inestabilidad, intranquilidad social y alienación política. En el Paraguay de Stroessner, los logros económi­cos se tornaron fundamentales en la consolidación del régimen.

La política económica es muy importante para la vida de los regí­menes autoritarios y es altamente revelador investigar las razones de esto. Primero, la mayoría de estas regímenes incluyen a oficiales militares que, por lo menos en América Latina, tienen fuertes antecedentes en educación técnica. Ellos tienden a entender los problemas sociales y políticos pura­mente en términos técnicos. Ven a la economía como a un área rela­tivamente apolítica, en la cual indeseadas discusiones de ideología, políti­cas y alternativas no son necesarias. Cuando reclutan personal del sector civil, tienden a aceptar la ayuda ofrecida por la tecnocracia; civiles con un alto nivel de experiencia profesional en sus respectivos campos. Como resultado, los oficiales militares confían y respetan a los economistas más que a los politicólogos, sociólogos y otros científicos sociales.

Una segunda razón por la que la política económica es importante para los regímenes autoritarios es que los autócratas pueden ejercer un ple­no control sobre el sistema económico sin preocuparse de las implicancias políticas. En sociedades que están haciendo esfuerzos significativos para desarrollarse y modernizarse, sólo unos pocos planificadores pueden en­tender los detalles de las políticas económicas nacionales. Los ciudadanos comunes están alejados de los tecnicismos de las decisiones económicas, y esto refuerza la creencia del régimen de que puede tomar tales decisio­nes basadas en sus propios intereses y objetivos. En sociedades donde la subsistencia es difícil, la ciudadanía está preocupada por asegurarse su propio sustento.

Tercero, la política económica recibe atención a causa de las re­ducidas expectativas políticas de la población. Una característica típica de los regímenes autoritarios es el bajo nivel de participación política. Cuan­do la gente reconoce que va a recibir pocos beneficios políticos en térmi­nos de conquistas institucionales, coaliciones, organización de partido o formación de grupos de interés, sus expectativas se dirigen a los asuntos económicos. La calidad del liderazgo brindado por el régimen se define entonces en términos de su actuación en el área económica. Un alto nivel de vida, bajo desempleo, baja inflación, y la disponibilidad de servicios respaldados por el gobierno, son vistos como sustitutos adecuados de una participación política decreciente y la falta de otorgamiento de espacio po­lítico para los diferentes grupos.

La cuarta razón por la que la política económica es importante para la vida del régimen es que, cuando tiene éxito, produce un sentido de bie­nestar y realización -aunque falso- tanto a la ciudadanía como al lide­razgo. La mejor manera de mantener un país unido es satisfaciendo las necesidades económicas de su gente. Los gobiernos autoritarios contempo­ráneos de América Latina saben que ningún argumento a su favor es tan fuerte como una economía considerablemente mejorada. Cuando los riesgos son tan costosos en otras esferas, la política económica se convierte en la piedra angular de estos gobiernos.

El caso de Paraguay es útil para destacar las maneras en las que las decisiones económicas pueden moldear los acontecimientos políticos. Me­diterráneo y asombrosamente pobre, Paraguay en la década del 50 im­presionaba a los visitantes por su relativa tranquilidad, por la calidad de su gente y por sus bellos alrededores. Los extranjeros lo llamaban "paraíso en la tierra", aún a pesar de la falta de instalaciones y comodidades moder­nas. Pero los dones de la naturaleza y los valores humanos no aliviaron al Paraguay de una aplastante pobreza y de una siniestra situación económica.

Gracias a algunas astutas maniobras políticas, el Presidente Stroes­sner rescató al Paraguay del ostracismo económico en el que se en­contraba. Sin duda alguna, el Paraguay de hoy es marcadamente diferente del Paraguay que atraía a los visitantes a mediados del siglo. El ingreso per cápita se ha incrementado, el consumo ha crecido, y un sentimiento general de bienestar fuerza a los paraguayos a creer que los días de debi­litante pobreza han quedado atrás. Sin embargo, una sensación de incomo­didad se mantiene presente en muchas áreas del país. El boom económico de la década del 70 dio paso a la incertidumbre de los años 80, culminando con el desplazamiento de Stroessner. del gobierno cuando vino la crisis. Las políticas de desarrollo económico fueron la piedra angular de la dictadura de Stroessner, que exhibió orgullosamente sus logros económicos como prueba de lo que puede lograr la estabilidad política. Y se debe ad­mitir que ocurrieron impresionantes transformaciones económicas desde la asunción al mando de Stroessner en 1954. No podemos evaluar sus políti­cas económicas solamente en términos de la prosa rosada de su gobierno. Las complejidades del caso paraguayo reclaman un análisis más completo de la evidencia, especialmente porque es a través de una maquinaria eco­nómica bien lubricada que el apoyo a las instituciones autoritarias fue sos­tenido. La cooptación económica de aquellos que podrían haber desafiado al régimen desde arriba y desde abajo ha sido otro distintivo de la habili­dad de Stroessner para manipular el destino de su país.(1)


LA ESTRUCTURA DE LA ECONOMÍA PARAGUAYA.

La estructura de la economía paraguaya ha sido afectada desde la independencia por su situación mediterránea. La historia colonial de Para­guay no indicaba la existencia de grandes riquezas esperando ser extraídas de la región. Luego de una serie de guerras territoriales, los límites de Paraguay fueron delineados por su inhabilidad para lograr acceso al Atlán­tico o al Pacífico. Rodeado por tierras, e incapaz de expandir sus relacio­nes comerciales con los centros más importantes de comercio internacio­nal, Paraguay continuó con su producción agrícola.(2)

La economía sufrió durante las confrontaciones por territorio con países vecinos. Luego de la Guerra de la Triple Alianza, Paraguay fue de­vastado en términos de recursos económicos y humanos. Aunque los relatos varían, la declinación de la población masculina fue substancial. El país no era lo suficientemente estable para fomentar los negocios, si bien algu­nos hacendados lograron prosperar, La nación siguió dependiendo de sus recursos agrícolas para lograr una salida a su infortunio.(3) La disputa te­rritorial con Bolivia, de 1930, aunque terminó en victoria, forzó a la eco­nomía a disipar aún más sus escasos recursos. Con un costo humano de alrededor de 36.000 muertos y más de 125 millones de dólares en gastos, Paraguay estaba de nuevo en ruinas. Antes de la Guerra del Chaco, Para­guay había logrado, bajo la guía de Eligio Ayala, incrementar sus reservas de divisas expandiendo sus ventas al exterior de yerba mate y cuero. El gobierno de Eusebio Ayala hizo uso de mejores recursos militares durante el - conflicto con Bolivia, pero el esfuerzo por cambiar la estructura pro­ductiva paraguaya fue inütil.(4)

Las disputas internas también afectaron el funcionamiento de la econo­mía. La guerra civil de 1947, por ejemplo, incrementó la inestabilidad económica y afectó las posibilidades de lograr un crecimiento adicional. Entre 1938 y 1946, el PBI había crecido a una tasa promedio de alrededor del 3,5 por ciento; entre 1947 y 1954, el crecimiento sólo alcanzó al 0,8 por ciento.(5) Con el crecimiento demográfico incrementándose en casi el 2,7 por ciento, la economía apenas mantenía el ritmo del crecimiento pobla­cional. La demanda externa de los productos paraguayos fluctuaba, y mu­chos paraguayos abandonaron el país. Con un fuerte déficit de la balanza de pagos, los esfuerzos para revitalizar la economía aumentando la oferta de dinero se volvieron contraproducentes, y estimularon un proceso inflacionario que alcanzó altos niveles.

El gobierno de Stroessner, por lo tanto, heredó una nación trágicamente afectada por su posición geográfica, por su historia de guerras con el ex­tranjero y por una mala administración económica. Desde la Independencia, el Paraguay había temido la absorción por parte de sus vecinos, y había sido incapaz de romper su aislamiento y expandirse económicamente. Pero el liderazgo de Stroessner le dio a Paraguay la oportunidad de aliviar su deprimente pobreza recurriendo a una política de desarrollo económico cui­dadosamente planeada que cambió el curso del futuro del país.

Luego de asumir el poder en 1954, Stroessner firmó rápidamente un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, e instituyó un plan de estabi­lización para bajar la inflación, acrecentar el volumen y la diversidad de las exportaciones y obtener inversiones extranjeras. Limitando las posibilidades de conflictos internos, Stroessner impuso sus medidas de austeridad sin de­masiada resistencia de parte de la población. No sólo eliminó el desafío pre­sentado por el ala democrática del Partido Colorado, sino que también expul­só a Epifanio Méndez Fleitas de la Dirección del Banco Central.

La economía se recuperó rápidamente. La inversión extranjera subió, las exportaciones se incrementaron y la inflación fue controlada. Al mismo tiempo, Stroessner se comprometió a una economía centralmente planificada con fuerte intervención estatal. La política de desarrollo de su gobierno se transformó en el sello de su éxito. Construyendo sobre las características bá­sicas de la economía paraguaya, Stroessner puso énfasis en tres sectores cla­ves de la estructura económica: agricultura, comercio exterior e infraestruc­tura. Los esfuerzos en estas áreas, junto con una política cambiaria restrictiva, le dieron a Paraguay la posibilidad de trabajar para un futuro mejor.


EL SECTOR AGRÍCOLA

Paraguay siempre ha sido una nación agrícola. La calidad de su suelo y de su clima ha reforzado la tendencia de la población a ocuparse de ac­tividades agrícolas. El sector agrícola de Paraguay es también peculiar en varias maneras. Primero, no hay virtualmente producción en gran escala, debido al tamaño de la mayoría de las propiedades y a la falta de tecnología, Segundo, la fuerza laboral era altamente móvil; la migración in­terna en Paraguay es del tipo rural-rural, una situación bastante diferente a la de las otras naciones latinoamericanas.

El primer elemento a considerar al discutir el carácter de la agri­cultura paraguaya es la disparidad entre la región oriental y la región oc­cidental. La región occidental, o Chaco Paraguayo, se extiende hasta el límite con Bolivia; es aislada y hay pocas oportunidades de usar la tierra para propósitos agrícolas. La región oriental, en cambio, es el área del mi­nifundio; las propiedades son relativamente pequeñas pero de excelente ca­lidad para fines agrícolas. La distribución de la población del país refleja la escasez de infraestructura en la región occidental, y la naturaleza de la tierra, contribuyendo así a la formación de dos regiones totalmente dife­rentes.(6)

La región oriental abarca 159.827 kilómetros cuadrados, y su población aumentó de 1.274.175 en 1950 a 2.969.700 en 1982. La región occidental abar­ca 246.925 kilómetros cuadrados, pero su población ha subido impercepti­blemente de 54.277 en 1950 a 56.995 en 1982. La región occidental, con cerca del 60 por ciento del área total de Paraguay, tiene sólo alrededor del 1,8 por ciento de la población total, una prueba del inhóspito medio am­biente del Chaco. En la región oriental, la situación es el reverso: mientras la zona llega sólo al 40 por ciento del área del país, está habitada por más del 98 por ciento de la población.(7)

Las disparidades entre regiones tienen implicaciones importantes pa­ra la política agraria. La tierra cultivada está ubicada en su mayoría en la región oriental, mientras que los bosques constituyen la mayor parte de la región occidental. En 1962, cerca del 60 por ciento del Paraguay estaba cubierto por bosques; alrededor del 35 por ciento fue utilizado principal­mente para ganadería, y el 2,1 por ciento para agricultura. Comprensible­mente, entonces, la presión sobre el sector agrícola fue bastante intensa cuando el Secretario Técnico de Planificación elaboró su primer Plan de Desarrollo Social y Económico para el período 1965-66.(8)

Tradicionalmente, Paraguay ha sido un importante productor agrícola y frutal. Los cultivos son mayormente mandioca, caña de azúcar, porotos, arvejas, arroz, batatas, cebollas, papas, maní, trigo y alfalfa, que son en gran parte consumidos internamente. Entre los cultivos, el algodón y el tabaco se producen para exportar. Los frutales son cítricos, yerba, bananas, oleaginosas y café; la mayoría de los cuales se exporta.

Uno de los problemas al que tuvo que hacer frente el gobierno de Stroessner fue el de las cosechas relativamente bajas por hectárea, que ge­neralmente se mantuvieron constantes entre el Censo Agrícola de 1942 y el Censo Agrícola Ganadero de Muestra de 1960. Sobre diecinueve productos, sólo la caña de azúcar y el tungsteno registraron agudos incremen­tos durante este período de dieciocho años; otros permanecieron estables o hasta decrecieron.(9) Aun así, el rendimiento del sector agrícola hizo a Paraguay autosuficiente en agricultura. El gobierno de Stroessner impulsó la producción agrícola a través de un programa de reforma agraria y dio incentivos adicionales a los agricultores que sembraron ciertos productos. A pesar de que los resultados del programa de la reforma agraria fueron mezclados, Stroessner mantuvo a los campesinos tranquilos permitiéndoles practicar la agricultura para su propia subsistencia en sus propias parcelas.

La característica más notable del sector agrícola en Paraguay siguió siendo su modelo de tenencia de la tierra, un modelo que creó dificultades sustanciales. La producción se realiza, en la mayor parte, en unidades fa­miliares que son demasiado pequeñas para ser económicamente viables co­mo unidades independientes. La mayoría de las familias practica una agri­cultura de subsistencia, con bajos niveles de ingreso a causa de la escasa productividad. El sector agrícola ha empleado tradicionalmente a la mayo­ría de la fuerza de trabajo, pero una gran proporción de estos trabajadores está o desempleada o subempleada.(10) El modelo de tenencia de la tierra ha afectado también la distribución de la población. La mayoría de los paí­ses de América Latina tiene grandes poblaciones urbanas, pero Paraguay se ha mantenido como un país rural. Entre los censos de 1960 y 1982, la proporción urbana de la población siguió siendo la misma. El proceso de mi­gración rural-rural ha reforzado el carácter de la sociedad paraguaya, desa­tenntando a la gente de la búsqueda de empleo en las ciudades.(11)

La agricultura, entonces, es el sector clave en la estructura econó­mica paraguaya, pero sigue estando basada en unidades domésticas auto­suficientes que producen principalmente para sí mismas; sólo unas pocas empresas agrícolas grandes utilizan tecnología moderna. Dentro de esta di­cotomía, la economía del régimen de Stroessner intentó aumentar la can­tidad de tierras de cultivo y elevar los niveles de producción en cosechas que tienen altos precios en el mercado internacional.


EL SECTOR INDUSTRIAL

Varios elementos han condicionado la evolución del desarrollo in­dustrial en Paraguay. Paraguay está lejos de los mercados importantes del mundo. Más importante, el tamaño del mercado interno no ha ocasionado suficiente demanda interna para respaldar cualquier programa de indus­trialización de envergadura. Y hasta hace dos décadas, Paraguay no tenía la infraestructura que precede al desarrollo industrial. A pesar de estas limitaciones, la economía ha progresado hacia la industrialización incipien­te.(12)

Datos relevantes obtenidos a principios de los años sesenta indicaban que la estructura de la industria paraguaya incluía tres tipos de sistemas manufactureros: artesanos rurales, artesanos urbanos y producción fabril mecanizada. Los dos primeros abastecían a los grupos de bajos ingresos, y su producción se llevaba a cabo en talleres de propiedad familiar con herramientas muy simples. La distinción entre los tipos de fabricación me­canizados y los de orientación familiar creó un problema en el sector in­dustrial que se ha mantenido constante: hay pocas interrelaciones entre las instalaciones fabriles del Paraguay.

Sobre el número total de establecimientos industriales registrados en 1963, el 84,5 por ciento era de propiedad individual y el 63 por ciento tenía sólo dos a cuatro empleados. Las herramientas eran ciertamente un problema, ya que el 68,7 por ciento de los talleres instalados no tenía ac­ceso a la energía mecánica. Las empresas más avanzadas controlaban la mayor parte del sector: 3 por ciento de las empresas industriales represen­taba el 74,9 por ciento del total de la producción. industrial y el 70,5 por ciento del valor agregado en la fabricación. Las industrias estaban confi­nadas a áreas particulares, y el 57,4 por ciento de los talleres estaba si­tuado en áreas urbanas. Las corporaciones estaban ubicadas en su mayor parte en los alrededores de la ciudad capital.(13)

La diversidad de la producción industrial en Paraguay no era muy extensa. Sólo se fabricaban cinco tipos importantes de productos. Los pro­ductos alimenticios representaban el 42 por ciento de la producción total, con la mayoría de las plantas ocupándose del procesamiento de carnes, producción de azúcar, molienda de harina y panadería. Los productos quí­micos representaban el 12,2 por ciento, produciendo principalmente aceites industriales y grasas animales. Los productos textiles representaban el 11,5 por ciento, produciendo hilados, telas y productos terminados. La produc­ción de energía eléctrica representaba alrededor del 6 por ciento. Las be­bidas el 5,3 por ciento, primordialmente bebidas alcohólicas y cerveza.

El país tiene recursos minerales limitados. La mayoría de la pro­ducción mineral está centrada en la arcilla, productos relacionados y pie­dra caliza para la producción de cemento, talco y arena para vidrio. Hay algunos pequeños depósitos de hierro, y muy poco manganeso, cobre, mica o berilio. Las reservas de petróleo son escasas, y excepto la madera y el agua, pocas fuentes de energía están al alcance inmediato. Aunque algo de la minería parecía promisoria en 1960, la contribución de ese sector al de­sarrollo de una fuerte base industrial fue marginal.

Con una escasa dotación de recursos y la imposibilidad de competir con los mercados internacionales, la economía del Paraguay mantuvo una dura lucha contra el subdesarrollo. Además, su capital humano estaba más disperso que el de otras naciones -tales como Taiwán, Singapur o la República de Corea- que iban a crecer rápidamente en ingreso per cápita desde la década de los sesenta a la de los años ochenta. En 1960, la ma­yoría de la población paraguaya vivía en áreas rurales, tenía muy bajos ingresos y generaba poca demanda interna. Con pocos productos industria­les producidos internamente, Paraguay estaba siempre a merced de sus dominantes vecinos. El dinámico comercio entre Brasil, Argentina y Para­guay fomentó la creencia de que no había razón para embarcarse en la industrialización interna.

Sin embargo, otra variable que afectaba a la industrialización eran las políticas gubernamentales. El país había seguido siendo ampliamente agrícola debido en parte a las decisiones tomadas por las autoridades. Con poca industrialización, el régimen de Stroessner evitaba el surgimiento de una clase trabajadora industrial que podría haber planteado exigencias al gobierno. Sin ningún esfuerzo significativo para industrializar, Stroessner evitó los sindicatos institucionalizados, una gran fuente potencial de con­flictos políticos. El régimen controló los pequeños sindicatos que surgieron a raíz de la industrialización promovida desde 1954. El Comité Ejecutivo de la Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT) fue estrechamente controlado para asegurar la elección de hombres partidarios de Stroessner. La CPT cayó bajo el ala del gobierno en 1958, cuando organizó una huelga en todo el país requiriendo aumento de salarios. Un año más tarde, el 13 de abril de 1959, los líderes de la CPT fundaron la Confederación Para­guaya de Trabajadores en el Exilio, pero no fueron capaces de afectar acontecimientos o políticas encaradas por el gobierno.


INFRAESTRUCTURA

Dado que la infraestructura es básica para el desarrollo de una eco­nomía integrada, es normalmente una de las primeras prioridades de los políticos en los países en desarrollo. Para Paraguay, este problema ha te­nido implicaciones especiales, porque la nación no tiene salida al mar. Los caminos y las instalaciones de transporte son vitales para la integración del país al sistema económico regional de la Región del Plata y su co­mercio con Brasil y Bolivia. El país fue favorecido por un sistema muy útil de navegación interna, que actúa como canal para la comunicación económica. La población se estableció a lo largo de las riberas de los ríos, y no fue sino hasta el advenimiento del ferrocarril en 1861, que la gente co­menzó a emigrar hacia otras partes del país. En 1960, la única infraestructura existente se componía de unos pocos caminos y el sistema fluvial.(14)

La comunicación ferroviaria había crecido con la ayuda de los bri­tánicos a fines del siglo diecinueve. Para 1961, la competencia era entre el transporte automotriz y el ferroviario. Después de 1950, la habilidad del sistema ferroviario para resolver algunos de los problemas de transporte de Paraguay había disminuido. La cantidad de pasajeros transportados en 1950 fue cinco veces mayor que en 1965, y la cantidad de tonelaje trans­portado por kilómetro disminuyó en alrededor de un 50 por ciento en el mismo período. La responsabilidad de transportar a la gente y.mercaderías recayó ahora en automóviles y camiones, especialmente una vez que los caminos llegaron a ciudades sobre la frontera con Brasil. Joseph Pincus indica que más allá de la disminución en pasajeros atendidos, el sistema ferroviario operó a pérdida de 1958 a 1965. Dado el aumento en el uso de caminos pavimentados, especialmente en la región oriental, el sistema fe­rroviario ya era obsoleto más de dos décadas antes.

La creación de una red de transporte que incluía caminos no era de­masiado difícil en Paraguay debido a la naturaleza suave del terreno. Sin embargo, los costos eran altos a causa de los precios elevados del asfalto

y del petróleo y de los gastos de construcción en clima lluvioso. No obs­tante, Stroessner construyó caminos: la red caminera total en 1955 medía sólo 711 millas; en 1960, 1.330 millas y, en 1966, 3.000 millas. La mayo­ría de los caminos conduce a la frontera brasileña, y la autopista Trans­Chaco se extiende casi 500 millas en la región occidental hacia la vecina Bolivia. La red es uno de los logros más publicitados del régimen de Stroessner.

Las telecomunicaciones no eran extensas cuando Stroessner subió al poder. El censo de 1966 indicaba sólo 149 oficinas de la Administración Nacional de Telecomunicaciones, con un total de 9.896 abonados. Del to­tal, 8.456 estaban en Asunción y 1.440 en el interior. Paraguay recibió un préstamo a bajo costo de los Estados Unidos en 1961 para modernizar su sistema de comunicaciones y, para noviembre de 1965, una nueva central entró en operación, mejorando considerablemente la calidad y alcance de los servicios ofrecidos por la compañía telefónica.(15)

La infraestructura que Stroessner heredó era ciertamente escasa en relación a las necesidades de una nación que luchaba para superar el sub­desarrollo, pero su gobierno creó varios Planes Nacionales de Desarrollo que otorgaron las bases para la transformación económica que el país ex­perimentó en las tres décadas siguientes. La motivación declarada para el desarrollo económico era elevar el nivel de vida, y el motivo ulterior era ganar acquiesencia política al hacerlo. Si el funcionamiento de la econo­mía paraguaya ha sido notable, también lo ha sido su habilidad para actuar como recompensa por el precio político que la población se vio obligada a pagar. El modelo de cooptación funcionó en beneficio del gobierno, que convenció a la mayoría de los paraguayos de su liderazgo superior.


LA POLÍTICA DEL DESARROLLO ECONÓMICO

La creación de la Secretaría Técnica de Planificación puso en mar­cha un nuevo proceso de creación de políticas económicas en Paraguay. El objetivo era lograr una modernización social y económica adoptando polí­ticas de desarrollo basadas en recursos nacionales. La estrategia requería la expansión del sector agrícola, incrementar la producción de energía hidroeléctrica y el mantenimiento de tipos de cambios fijos para el guaraní con el dolar norteamericano.(16)

El triple enfoque tuvo éxito al ayudar al país a lograr altas tasas de crecimiento económico. Visto desde una perspectiva más global, de todos modos, la impresionante actuación de la economía no cambió su naturaleza fundamental. La distribución del ingreso no mejoró, y la pobreza genera­lizada siguió siendo un problema importante. Luego de una década diná­mica, la economía llegó a los áños ochenta mostrando señales de agota­miento. Los logros de la década del setenta habían sido las reacciones de una economía que fue inundada con inversiones masivas y que no incor­poró cambios estructurales durante su expansión. Las recesiones de 1982 y 1984 indicaron claramente que, aunque la economía había respondido a los estímulos externos, seguía siendo incapaz de generar estabilidad si se la dejaba fluctuar de acuerdo a las condiciones del mercado interno.(17)


EL NUEVO ROL DE LA AGRICULTURA

El sector agrícola iba a ser el área más importante de las políticas de la Secretaría Técnica de Planificación. El Instituto de Bienestar Rural (IBR) fue creado en 1963 como parte del Estatuto Agrario. Su propósito principal era llevar a cabo un programa de reforma agraria. Los extensivos esfuerzos de sebdivisión permitieron la entrega de tierras a familias indi­viduales que las explotaban para su propio consumo. La política agraria se dirigió a ayudar al crecimiento económico y a mantener la configu­ración estructural del sector agrícola. El IBR creó suficientes programas para los pequeños agricultores de manera que nunca se desarrolló un. pro­ceso de migración rural-urbana. Los esfuerzos por entregar tierras fueron importantes. En el Censo Agrario de 1956, los dueños representaban sola­mente el 36 por ciento del total, con 49 por ciento de agricultores "ocu­pando" tierra, pero en la encuesta agraria de 1977 la proporción de dueños fue del 69 por ciento y la de ocupantes, del 20 por ciento. El número de arrendatarios (o inquilinos) quedó estable durante este período en al­rededor del 12 por eiento.(18) Con ciertas consideraciones políticas presio­nando los esfuerzos, el gobierno entonces se dedicó a fomentar el incre­mento de la producción.

El modelo de redistribución de tierras siguió varios vectores de co­lonización que partían de Asunción hacia el norte, el este y el oeste. De las 42.000 familias que el IBR asistió entre 1960 y 1973, cerca del 30 por ciento se estableció al este de la región oriental, zona fronteriza. El fuerte polo de desarrollo establecido allí estaba en línea con los varios proyectos hidroeléctricos en construcción a lo largo de los ríos Paraná y Paraguay. Las familias habían mejorado su situación económica gracias a la coloni­zación, y sus salarios habían aumentado cerca de tres a diez veces compa­rados con los de su residencia original.(19)

El impacto de estos asentamientos sobre la producción agrícola fue importante porque la región oriental contiene la mejor tierra para la agri­cultura.(20) Entre 1971 y 1975, la producción del maíz, la mandioca, los porotos, el algodón, la soja, el arroz y el tabaco aumentaron considerable­mente, y disminuyó sólo para el trigo. En algunos casos, las cifras fueron sorprendentes: la producción de soja subió de 75.253 toneladas en 1971 a 220.086 toneladas en 1975, y la de algodón de 17.461 a 99.615. Los para­guayos impulsaron las exportaciones de sus productos agrícolas claves, los que a la vez también experimentaron aumentos de precios en los mércados internacionales. El precio de exportación de la soja aumentó un 71,7 por ciento de 1970 a 1974. La alta producción se realizó en condiciones eco­nómicas muy favorables.(21)

No fueron las familias páraguayas las que se beneficiaron en mayor medida de estas circunstancias. La frontera este fue colonizada por un gran número de agricultores brasileños. R. Andrew Nickson ha presentado las razones que explican la expansión brasileña. Una de ellas era el abandono de la zona dentro de la economía paraguaya antes de la década del 60. En 1962, la Zona de Frontera Oriental (comprendiendo los departamentos de Amambay, Canendiyú y Alto Paraná) comprendía solamente al 3,2 por ciento de la población. El ingreso de brasileños se debía a que ellos podían vender sus tierras en Brasil a alto precio y luego comprar tierras en Paraguay a pre­cios reducidos.

Nickson también indica que ventajas impositivas y oportunidades crediticias atrajeron a los brasileños a la zona. La soja cosechada en esa zona para exportación no pagaba impuestos, y la situación crediticia era favorable debido al apoyo de organismos internacionales. En resumen, las ganancias eran elevadas. Nickson agrega también que el IBR vendió tierras a miembros de las Fuerzas Armadas del Paraguay y del Partido Colorado entre 1967 y 1977 a precios oficiales, que eran por debajo del valor real. Los compradores, a su vez, vendieron dichas tierras a empresas inmobilia­rias de Sao Paulo y Curitiba en Brasil.(22)

Los programas de colonización y la expansión de los brasileños en la zona dividieron al sector agrícola en dos grupos claramente definidos: productores comerciales y familias agricultoras. Las unidades familiares resultaron fundamentalmente de los esfuerzos de redistribución del IBR.

No obstante, los programas del IBR proveyeron parcelas de escaso tamaño, los que inclusive algunas veces era subdivididas entre miembros de una misma familia. Los productores comerciales, la mayoría de ellos brasileños, tenían grandes extensiones de terreno y lograron mejorar la productividad a través de la mecanización. A pesar de que nuevas tierras fueron incorpo­radas y nuevos caminos abiertos, los pequeños agricultores paraguayos no recibieron apoyo del gobierno. El crédito insuficiente, la poca infraestruc­tura de distribución y la falta de mecanización afectaron la posibilidad de incrementar el ingreso de esas familias rurales.


EL POTENCIAL HIDROELÉCTRICO

La segunda razón por la que la economía paraguaya alcanzó im­presionantes récords de crecimiento en la década del setenta, fue la crea­ción de grandes proyectos hidroeléctricos en asociación con países veci­nos, parte de un esfuerzo del régimen de Stroessner de capitalizar el po­tencial hidroeléctrico de la región. Varios pequeños diques fueron insta­lados a lo largo del río Paraná sobre la frontera oriental de Paraguay, pero el más importante de ellos fue la represa de Itaipú, un emprendimiento binacional con el Brasil, y la represa de Yacyretá, que actualmente está siendo construida en sociedad con la Argentina.(23)

El impacto económico y social del esfuerzo de construcción fue sus­tancial y a la vez complejo. Paraguay iba a materializar ganancias tanto en el corto como en el largo plazo. Recibió inmediatamente substanciales beneficios económicos sin invertir en los proyectos ningún fondo generado internamente. La financiación vino de fuentes externas garantizada por los gobiernos de Brasil y Argentina, y el Paraguay recibió en compensación aproximadamente la mitad de la energía producida por las represas. Dada la cantidad limitada de energía que la república necesita para su propio desarrollo industrial, para mediados de la década del noventa Paraguay se­rá el exportador de energía hidroeléctrica más grande del mundo.(24)

Socialmente, el impulso a la industria de la construcción creó un po­lo de crecimiento alrededor de -la Ciudad Presidente Stroessner en el de­partamento oriental de Alto Paraná. La urbanización fue de magnitud considerable, y demandó la creación de una nueva red de servicios. Cerca de 1.000 millones de dólares fueron invertidos en la represa de Itaipú para fines de 1377, de los cuales alrededor del 25 por ciento fue gastado del lado paraguayo de la frontera. La construcción de la represa fue otorgada a un consorcio de empresas brasileñas y paraguayas, pero también subcon­tratistas paraguayos estuvieron activamente involucrados. El gran flujo de divisas permitió al sistema bancario suficiente liquidez para acrecentar significativamente el crédito disponible y desalentar tendencias de alza en el tipo de cambio.

Sin embargo, lamentablemente el sector manufacturero paraguayo no pudo hacer frente a la demanda generada por el proyecto. La producción interna de materiales usados en la construcción del dique no aumentó a causa de la imposibilidad de las comisiones bilaterales de asegurar a las industrias locales una demanda consistente. Como consecuencia, el Para­guay se vio obligado a importar cemento en 1977. No hubo esfuerzos para materializar los beneficios externos de los proyectos, y la élite económica paraguaya canalizó los fondos hacia áreas, tales como propiedades inmobilia­rias, que no contribuyeron a mejoramientos económicos importantes. (25)

Otra área en la que los paraguayos no enfrentaron el desafío de la represa de Itaipú fue el área laboral. Con ambas partes esperando contri­buir -cerca de la mitad de la mano de obra total, los brasileños dominaron en los escalafones más altos. En el pico de la construcción en 1978, los trabajadores eran más de 31.000, y sólo el 43 por ciento era paraguayo. El 57 por ciento de los paraguayos estaba en categorías menos especiali­zadas, y era en su mayoría trabajadores urbanos desplazados y algunos emigrantes paraguayos residentes en Argentina que habían regresado a cau­sa de la disponibilidad de trabajo. Sin embargo, el desafío para la econo­mía paraguaya era reabsorber a los trabajadores recientemente entrenados, dado, que luego de completar el proyecto, los requerimientos de trabajo de Itaipú fueron agudamente reducidos.(26)

Como resultado, la construcción de Itaipú generó un incremento en la demanda que fue irreal, dadas las condiciones económicas. Con las oportunidades crediticias y la abundancia de moneda extranjera, el Para­guay fue inundado por mercaderías importadas. Como lo indican Baer y Birch, la falta de producción interna reemplazada por las importaciones, y la excesiva liquidez ejerció presiones sobre la economía, al punto que la inflación finalmente alcanzó el 28,2 por ciento en 1979. Una vez que la cons­trucción de Itaipú desaceleró, la economía paraguaya enfrentó una seria des­mejoría mostrando importantes signos de agotamiento y sufriendo una serie de mini-recesiones.

Si bien es fácil ver el fuerte impacto que la construcción de Itaipú tuvo sobre la economía de Paraguay, el tratado firmado con Brasil trajo una considerable controversia política. Los miembros de la oposición sos­tuvieron firmemente que las condiciones bajo las cuales había sido con­cebida la asociación eran más favorables para Brasil. Un debate acalorado en el Senado planteó puntos cruciales concernientes al precio a ser pagado por Brasil por la energía paraguaya no utilizada y al período de tiempo que se le requería a los paraguayos para entregar el exceso de energía a los brasileños. Los grupos más radicales veían la construcción de la repre­sa Itaipú como parte del expansionismo brasileño y como una tentativa de incorporar a Paraguay a la economía capitalista internacional.(27) Otros vieron la posibilidad de un conflicto geopolítico en el futuro: el naciona­lismo paraguayo, se vería adversamente afectado por la excesiva transfe­rencia de beneficios desde el Paraguay hacia el Brasil.(28)

El antiguo debate continúa hoy en día con un nivel reducido de pasión, pero los críticos contemporáneos sostienen que Paraguay tendrá un exceso de energía hidroeléctrica a menos que se embarque en una industrialización de energía intensiva. Un estudio conducido por un grupo alemán llegó a la con­clusión de que hay varias industrias, tales como productos para la construc­ción y productos del acero, donde la utilización de energía hidroeléctrica a bajo costo haría posible la competencia internacional. De todos modos, el ré­gimen de Stroessner decidió no implementar un plan de industrialización, probablemente debido al precio político que tendría que pagar en conflictos urbanos por hacerlo. La situación resultante es enigmática: ¿podrá Paraguay beneficiarse plenamente con los beneficios de los proyectos de las represas y así proveer mayor inversión pública y un más alto nivel de vida?(29)


POLÍTICA FINANCIERA Y DESARROLLO

Una de las piedras angulares del éxito económico de Stroessner fue la estabilidad en su política monetaria y fiscal. Luego de un largo período de inestabilidad financiera y una constante necesidad de devaluar al gua­raní, el gobierno sugirió al Banco Central crear un plan fiscal a largo plazo para cortar las presiones inflacionarias. El programa fue iniciado en agosto de 1957, y fue un elemento clave en el proceso de desarrollo.

El esfuerzo vino como respuesta a la severa crisis que había afectado al Paraguay en el período de 1946 a 1956. La crisis se originó en una combinación de políticas financieras orquestadas por el Banco Central. Una fue el aumento ilimitado de la oferta de dinero; la circulación de gua­raníes había aumentado de 65 millones en 1946 a cerca de 1.656 millones en 1955. La excesiva oferta de dinero creó presiones para que el Banco Central ofreciera créditos extensivos. Otra política consideró el uso de ti­pos de cambio múltiples para subsidiar los déficits presupuestarios.. Estas políticas llevaron a la economía a una situación desastrosa cuando el costo de vida se incrementó a una tasa anual del 51 por ciento entre 1950 y 1955, y el guaraní perdió su valor 1 una tasa anual del 87 por ciento.(30)

La reforma invirtió la dirección en que se estaba moviendo la eco­nomía paraguaya. La misma fue exitosa,en lograr sus objetivos: detener la inflación, aumentar las exportaciones, elevar la capacidad de importación

y reforzar la economía. Abandonando los tipos de cambio múltiples y los controles de tipo de cambio, el Banco instituyó un sólo tipo de cambio. Aunque la cotización presuntamente fluctuaría libremente, el Banco Cen­tral intervino en el mercado desde octubre de 1960 para mantener la tasa a 126 guaraníes por dólar. La estabilidad del mercado de cambios fue una parte importante del exitoso modelo de desarrollo seguido desde los años sesenta. Si bien los niveles de precios internos se mantuvieron estables, la política de cambio fija estuvo todavía sujeta a la presión de las tasas de cambio de los países vecinos. Debido a la cantidad de comercio interna­cional y a los altos niveles de inflación registrados en Argentina y Brasil, Paraguay sufrió cierta inestabilidad económica regional a pesar de su pro­pia política monetaria.

Hasta la década del setenta, Paraguay siguió manteniendo su tipo de cambio fijo, que en realidad estaba sub valuado, dadas las importantes fluc­tuaciones que tenían lugar en la región. La tasa volvió competitivas a las exportaciones, y también incrementó el costo de las importaciones. Cuan­do, a principios de la década del setenta, las monedas de los países vecinos llegaron a estar aún más subvaluadas, la moneda paraguaya cambió a una sobrevaluación haciendo más baratas las importaciones y más difíciles las exportaciones. Paraguay sabiamente había expandido su base agrícola y ha­bía concentrado sus exportaciones en productos que registraron aumentos sustanciales en sus niveles de precios en todo el mundo. Las entradas de las exportaciones crecieron durante las años setenta, ayudando así a com­pensar el costo de sobrevaluar la moneda.

También tuvo lugar un gran aumento en las importaciones, aunque el aumento más grande ocurrió en el comercio no declarado. El con­trabando-desde hace tiempo un sector clave de la economía paraguaya-se extendió mucho más, debido al costo relativamente bajo de los productos extranjeros y la fuerza de la demanda interna durante la construcción de la represa de Itaipú. En tanto que el gobierno recargó pesadamente el co­mercio de importación y exportación con tarifas, permisos y otras trabas burocráticas, las actividades del contrabando florecieron.


EL MODELO DE COOPTACIÓN

Con una economía en expansión y mejores posibilidades para usar los recursos, el gobierno convirtió sus ganancias económicas en beneficios políticos. El modelo de cooptación creado por la administración de Stroes­sner alcanzó varios objetivos concurrentemente. Uno era el de mantener a los militares a raya, sin fomentar actitudes desafiantes en sus filas. Otro era proporcionar un sentido de bienestar a la clase media incorporando a varios miles de sus miembros a puestos en el gobierno, en y alrededor de Asunción. El tercer objetivo era relajar la presión sobre las clases bajas institucionalizando la transferencia de la propiedad de la tierra a las fami­lias y aceptando la existencia de un gran sector informal dentro de la eco­nomía urbana. Todas estas políticas tomadas en conjunto crearon la impresión de que el gobierno era justo y que las opciones para mejorar eran abundantes.


COOPTACIÓN DESDE ARRIBA

Los potenciales desafiantes del sistema eran cooptados al recibir al­gunos de los beneficios que el régimen había creado. Las actividades de cooptación más importantes tenían lugar en altos niveles, donde oficiales militares participaban activamente en el próspero comercio de contra­bando. Hoy en día, es de conocimiento público en Paraguay y el mundo que el monto de comercio ilegal va mucho más allá del que podría ser llevado a cabo meramente por las familias pobres que residen a lo largo de la frontera. El tipo, alcance y monto del comercio no declarado llevan a la conclusión de que tuvo lugar con fuerte respaldo del régimen de Stroessner.

Los militares paraguayos mantienen importantes lazos con la co­munidad financiera y económica del país. En muchos aspectos, la conver­gencia de intereses produjo un decrecimiento de los conflictos dentro de la elite y por lo tanto sirvió como fundamento para la estabilidad del régi­men. El propio Presidente reconoció que muchos militares se dedicaban a otras actividades que, aunque legales, estaban bastante fuera del dominio del trabajo militar profesional. La habilidad de los oficiales para recibir beneficios económicos de dos fuentes diferentes ciertamente disminuyó su deseo de involucrarse en política. Vivían por encima de sus ingresos mili­tares, ciertamente en total incongruencia con el simple estilo de vida de la mayor parte de la sociedad paraguaya. Como me señaló un oficial mi­litar estadounidense que había pasado varios años en Paraguay, las Fuerzas Armadas en el Paraguay son una institución que produce ganancias. Los oficiales de bajo rango también practican actividades económicas que com­plementan sus ingresos, a veces dentro de sus propios cuarteles.

Paraguay es la sede central del comercio no declarado que tiene lu­gar dentro de la región. En la red internacional de comercio ilegal, está en el centro de las actividades de contrabando en América Latina. Esto es debido en parte a la ubicación estratégica, tamaño del país y características de sus fronteras, así como, por supuesto, al importante apoyo institucional que el régimen brindó al comercio. Con las economías de Argentina y Bra­sil sufriendo durante años de alta inflación, recesiones y producción ina­decuada, Paraguay se convirtió en un paraíso para compradores interesados de países vecinos.

El modelo de contrabando dentro de Paraguay es consistente con las premisas bajo las cuales el comercio ilegal prospera en todo el mundo. En un excelente artículo sobre este problema, Jorge Domínguez sostiene que Paraguay se ajusta a la clasificación de contrabando intermediario, los be­neficios del cual se ven más claramente en la balanza de pagos. Paraguay grava un impuesto "de tránsito" bastante insignificante sobre mercaderías que van a ser comerciadas con otros países en la región, un impuesto que está muy por debajo de las medidas proteccionistas instituidas por esos países. La gran cantidad de cigarrillos norteamericanos que entran al Pa­raguay de contrabando ilustra el caso.(31)

Dos tipos adicionales de operaciones de contrabando también tienen lugar en Paraguay. Uno concierne a mercaderías traídas al país para con­sumo interno; otro, drogas. En el primer caso, la mercadería es dirigida a pequeños consumidores. Los contrabandistas no pagan derecho de impor­tación por la introducción de estos productos y, dado que la protección del contrabando es una prioridad tan importante, los derechos de importación legales sobre esos artículos se mantienen excesivamente altos de manera que la competencia honesta no pueda prosperar.

Pruebas comprometedoras sobre la participación del gobierno en el contrabando son difíciles de obtener. En Asunción, mucha de la infor­mación que circula es en forma de conocimiento público. Uno puede pre­guntar a cualquier ciudadano paraguayo sobre el rol del contrabando, y normalmente recibirá una cantidad de ejemplos a mano. Sin embargo, hay un caso en el que la participación de los oficiales paraguayos fue incues­tionada. Un francés notorio, André Ricord, regenteaba una organización pa­ra llevar heroína y cocaína a los Estados Unidos desde América Latina. Su base de operaciones era Paraguay, y estaba bajo la tutela de altos oficiales del ejercito(32). Según la revista Selecciones del Readers' Digest de marzo de, 1973, uno de los oficiales comprometidos en el tráfico de drogas sería el sucesor de Stroessner, el General Andrés Rodríguez. Relatos de la ope­ración indican que Rodríguez alquilaba su estancia para usarla como pista de aterrizaje para mandar por avión las drogas a Estados Unidos. El caso fue cerrado por las autoridades estadounidenses sólo cuando la extradición del jefe de la organización se ligó a una mayor ayuda militar y económica norteamericana en 1972. Ricord fue luego condenado en un tribunal federal en la ciudad de Nueva York aunque fue liberado de la prisión estadounidense.

Las pruebas de la magnitud del contrabando son también bastante re­veladoras. Ningún análisis de la economía puede omitir a este sector, y hasta los analistas paraguayos se sienten obligados a incluir una categoría para el comercio no declarado. Juan Carlos Herken concluye, por ejemplo que el monto de comercio no declarado ha sido mucho mayor que el cal­culado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.(33) Her­ken brinda un útil cuadro del comercio de contrabando. Las importaciones no declaradas aumentaron desde 30 millones de dólares en 1972 hasta un valor estimado de 170 millones de dólares en 1981, y las exportaciones subieron de 22 millones de dólares a alrededor de 75 millones en el mismo período. Estos datos subrayan un punto muy importante: la magnitud del contrabando simplemente no podría existir sin un fuerte apoyo institucio­nal. Los pequeños contrabandistas que introducen mercaderías diariamente a Paraguay tienen medios tan limitados que, actuando por sí sólos, no ten­drían la posibilidad de montar dichas operaciones.(34)

Los datos también indican que al mismo tiempo que el régimen se consolidaba en el poder, el contrabando aumentaba. Con ganancias tan grandes-cigarrillos y whisky fueron excepcionalmente rentables-ningún miembro de las Fuerzas Armadas se permitiría la idea de desafiar al régi­men de Stroessner. Al mismo tiempo, la colusión del gobierno con los es­quemas de los militares hizo necesario cerrar los ojos también ante las ac­tividades de contrabando de los sectores más bajos.


LA COOPTACIÓN DE LOS SECTORES MEDIOS

La cooptación también opera a nivel de los ciudadanos ordinarios. Los esfuerzos más grandes del régimen de Stroessner fueron dirigidos, qui­zás, hacia la incorporación de la clase media. A este respecto, las activi­dades de las organizaciones vecinales fueron importantes porque brindaron el espectro de opciones abiertas al público en general a través de la afi­liación o no al partido oficial. La clase media en Paraguay, los dueños de negocios, asalariados y pequeños profesionales llegaron a valorar la es­tabilidad del gobierno y su promoción de firmes políticas económicas. Los miembros de la clase dirigente respaldaron al régimen debido a la mejor situación económica que les permitía aumentar sus ingresos.

La preocupación de Stroessner por la clase media fue llevada a la práctica especialmente en la creación de empleos públicos. Muchos miem­bros de esta clase vieron la oportunidad de trabajar para el gobierno como una señal del nuevo "orden" emergente en Paraguay gracias a las políticas de Stroessner. Un modelo de relaciones clientelistas se desarrolló alrededor del partido oficial, y la afiliación a la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado) se transformó en un prerrequisito para un puesto de go­bierno, un cargo docente y otros trabajos de gobierno. Enmascarado por la expansión de la economía, el sector publico ofreció a algunas personas la oportunidad de elevar su nivel de vida y descubrir los beneficios de aso­ciarse con el régimen.

Los cambios en la fuerza de trabajo revelan el grado en que el go­bierno absorbió a la clase media. El análisis de José Nicolás Morínigo su­giere que el aumento en los servicios afectó a todas las unidades operacio­nales gubernativas. Entre 1962 y 1972, el sector de servicios registró una tasa anual de crecimiento del 3,7 por ciento, y para 1972 era el 16,9 por ciento del total de la fuerza laboral. Por otra parte, Morínigo indica que el incremento se debió a la mayor cantidad de fuerza de trabajo empleada por el gobierno.(35) El empleo en el sector gubernativo aumentó de 20.416 en 1972 a 52.240 en 1982. Este es el crecimiento más grande que el de cualquiera de las industrias incluyendo el sector de servicios.(36)

La creación de oportunidades de empleo en el sector de servicios urbanos obviamente conquistó para el régimen mucha gente de la clase me­dia. El surgimiento de empleados urbanos otorgó al régimen un extenso respaldo de parte de la clase media. Los países en desarrollo que tratan de escapar de los problemas estructurales del subdesarrollo consideran a las oportunidades de trabajo como de capital importancia. Hasta para aque­llos que no entran a los empleos públicos, la expansión de otras industrias de servicios brinda puestos de trabajo adicionales. La habilidad de una administración de crear empleos dentro del sector de gobierno y en otras partes, frecuentemente se trasforma en apoyo para sus políticas. Este fue ciertamente el caso de Paraguay durante la era de Stroessner.


COOPTACIÓN DESDE ABAJO

La clase baja ha sido la menos afortunada bajo el régimen de Stroes­sner. La distribución de la nueva riqueza no eliminó la pobreza en ningún sentido, y los miembros de la clase trabajadora han tenido poca riqueza y poco poder político. No podían agremiarse, y había pocos trabajos indus­triales. Captar a la clase baja le pareció menos urgente al régimen que captar a aquellos que gozan de poder político a través de sus esfuerzos organizados. La cooptación estuvo dirigida a grupos que eran desafiantes potenciales al régimen, y la clase baja no era tal.

Con pocos recursos políticos y baja movilización, tos miembros de la clase baja buscaron refugio en otras instituciones. La Iglesia Católica, por ejemplo, tomó la causa de los pobres rurales, y otras agencias de cari­dad también han dado consejo y asistencia a los pobres. Pero, bastante exi­tosamente, el régimen mantuvo su intransigencia con respecto a su situa­ción. Stroessner hábilmente permitió el desarrollo de una economía informal urbana, aumentando de tal modo las opciones económicas de los menos privilegiados. Permitió el éxodo irrestricto de ciudadanos de clase baja a los países vecinos, proveyendo una válvula de seguridad para su sistema político. La amenaza potencial de una clase baja movilizada fue minimizada.

Una encuesta conducida por Aníbal Miranda, un excelente economis­ta paraguayo, indica que la clase baja tuvo poco acceso a las nuevas opor­tunidades económicas. Comparando los datos de la distribución del ingreso para 1974 y para 1980, concluyó que la distribución del ingreso se volvió más desigual durante este corto período. El 20 por ciento más bajo de las familias recibía sólo el 5 por ciento del ingreso total; el 20 por ciento más alto, alrededor del 84 por ciento. Sorprendentemente, el 5 por ciento más alto de las familias recibía el 70 por ciento.(37)

La presencia de un sector urbano informal indicaba la falta de oportu­nidades de empleo en la economía, incluso a la luz de las tasas de crecimien­to más altas de la década del setenta y la expansión económica de los años ochenta. Souza y Tokman concluyeron que más del 80 por ciento del sector informal en Asunción, excluyendo al servicio doméstico, no recibía un in­greso estable.(38) La situación real era probablemente peor, porque la de­finición de sector informal incluye a personas que trabajan para estableci­mientos formales con menos de cinco empleados. Dada la estructura de la economía paraguaya, tal definición puede dejar de lado u oscurecer la si­tuación de aquellos que eran económicamente marginados. En un esfuerzo por cuantificar a los pobres que viven en Asunción y sus alrededores, Mo­rínigo concluyó que "el número total de gente que vive en áreas conside­radas pobres en Asunción ha crecido de 47.697 en 1972 a 68.313 en 1980." (39) Prosigue sugiriendo que 24.000 familias en Asunción podrían definirse co­mo viviendo en la pobreza porque carecen de meros medios de subsistencia.

Dada su situación general, los pobres de Paraguay trataron de buscar mejor fortuna en otras partes. El gobierno fue flexible acerca de la emigra­ción, alentando a la gente a irse a la Argentina o al Brasil para encontrar trabajo. La cantidad que fue a la Argentina ha sido constantemente alta. Las estadísticas indican que en 1970 había cerca de 212.000 paraguayos viviendo en Argentina, o cerca del 9 por ciento del total de la población del Para­guay.(40) Un estudio reciente sobre las razones por las que los paraguayos partían hacia la Argentina reveló que su número llegó a la cima durante los años sesenta. En esa década, 85.575 "votaron con los pies" y, durante los años setenta, 75.367 hicieron lo mismo. En 1980, el Censo Nacional de Po­blación y Vivienda contó a 262.799 paraguayos viviendo en Argentina.(41)

Las políticas del gobierno de Stroessner minimizaron la posibilidad de que los emigrantes o aquellos que quedaron atrás se organizaran políticamen­te. La expansión de la economía tuvo lugar sólo en ciertos sectores, y no se pudo acomodar a las necesidades de un gran sector rural operando a un nivel de mera subsistencia. Pero la decisión de ofrecer oportunidades limitadas en la economía urbana a unos pocos miembros de la clase baja puede ser inter­pretada como un esfuerzo por enfatizar sus ganancias económicas y desactivar su potencial para la acción política. En cuanto a los emigrantes, la mayoría de los líderes que fueron exiliados son aquellos que eventualmente podrían haber surgido como catalizadores del apoyo popular. Atacando y neutralizan­do organizaciones como la Iglesia Católica, que brindó cierta ayuda a la clase baja, el régimen eliminó otra amenaza potencial de parte de este sector.


LA COOPTACIÓN DE RIVALES POTENCIALES

El régimen de Stroessner alcanzó importantes logros en el área del crecimiento económico. El crecimiento anual del ingreso per cápita llegó a ser uno de los más altos de América Latina durante la década del setenta, pero esas mismas políticas fracasaron en lograr cambiar la estructura de la economía paraguaya. La expansión de la economía tuvo su pico durante el final de la década del setenta, y las señales de tensión fueron consistentes du­rante los años ochenta. En términos económicos, el legado de Stroessner ha sido de corta vida. Más allá de la bonanza de Itaipú, el país perdió una opor­tunidad histórica de realizar plenamente su potencial económico en la región.

Además, la principal preocupación que guió el manejo de la eco­nomía del régimen fue crear suficientes recursos económicos para aplacar a potenciales desafiantes políticos. La manera en que los militares opera­ron dentro de este esquema fue incluso reforzada por ley. El 19 de diciem­bre de 1980, se creó un instrumento legal para permitir a los miembros de las Fuerzas Armadas el acceso a otras actividades dentro del sector priva­do. Cuando al Presidente se le preguntó sobre -las actividades fraudulentas de algunos oficiales militares, desechó las acusaciones indicando que todo aquello en lo que se veían comprometidos estaba dentro de la ley. Las ope­raciones de contrabando dejaron enormes sumas de dinero en los bolsillos de figuras militares claves, y ellos aseguraron la estabilidad de Stroessner.

La distribución de los beneficios económicos en un país que está lu­chando por alcanzar un nivel de vida mejor se transformó en un factor deci­sivo en la consolidación del régimen. En un país pequeño, plagado por con­tiendas personales internas por el poder político, el rol aplacado de los mili­tares fue la llave para alcanzar la longevidad. Mientras los miembros de las Fuerzas Armadas gozaban de sus lucrativos trabajos extras, apoyaban al sis­tema político que volvía esas actividades posibles. Y si Stroessner cooptó a las Fuerzas Armadas, también lo hizo con la clase media, a través de los pues­tos en el sector publico. Para la clase baja sus políticas se combinaron para limitar el tamaño de la clase urbana trabajadora a través del rechazo de la industrialización; permitir un sector urbano informal donde los pobres puedan ganarse la vida; fomentar que los miembros más ascendentes de la clase emi­gre; y exiliar a los más articulados y efectivos voceros de la clase. Aquí como en el hábil tratamiento de la élite militar y la clase media, Stroessner trans­formó a la cooptación en un mecanismo central de su sistema político.


NOTAS

1) Una discusión sobre el rol "político" del desarrollo económico en Paraguay está incluida en Paul H. Lewis, Paraguay Under Stroessner (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1980), págs. 151-67. Lewis centra su discusión en las con­tribuciones hechas por el capital privado nacional, el capital extranjero y el Estado en la financiación del proceso de desarrollo económico. Lewis sugiere implícitamente que los beneficios otorgados a algunos grupos claves, entre ellos empresarios y las clases media y baja, a través del aumento de los empleos públicos, han jugado un rol político fundamental. Siguiendo con este tema, he decidido tratar a la política económica como un "modelo de cooptación."

2) La falta de relaciones con el mundo externo fue también la piedra angular de las orientaciones económicas de Francia y de los López. La geografía inicialmente guió a los acontecimientos coloniales en una dirección diferente a la del resto del Cono Sur pero, luego de la Independencia, el proceso de aislar a la economía para­guaya fue sin duda el resultado de una política deliberada. Ver Christian Lalive D'Epinay y Louis Necker, "Paraguay (1811-1870): A Utopía of Self-Oriented Change"

en Johan Galtung, Peter O'Brien y Roy Preiswerk, eds., Self Rellance: A Strategy for Development (Londres: Bogie-L'Ouverture Publications, 1980), págs. 249-68.

3) Cifras del censo indican que la población paraguaya llegó a totalizar 1.377.000 en 1857. Otros informes sugieren, sin embargo, que Paraguay no tenía más de 600,000 habitantes en 1865, al principio de la guerra de la Triple Alianza. También varían las indicaciones sobre el número de bajas, pero la mayoría de los informes concuerdan en que Paraguay perdió alrededor del 65 por ciento de su población total. Ver Raúl Mendoza A., "Desarrollo y evolución de la población paraguaya," Revista Paraguaya de Sociología 5 (Agosto 1968): 11.

4) Paraguay logró pagar por el costo de la guerra' practicamente "al contado" . Las fuentes fueron ganancias de las exportaciones, préstamos de Argentina y los excedentes de oro generados durante los años de Ayala. Pero el costo hundió nueva­mente a Paraguay en un abismo de pobreza. Ver Davis H. Zook, The_Conduct of the Chaco War (New Haven: Bookman Associates, 1960), pig. 241.

5) Delfín Ugarte Centurión, Evolución Histórica de la Economía Paraguaya (Asunción: Editorial Graphis, 1983), pág. 143.

6) Para una discusión sobre las diferencias entre la geografía de las regiones del este y del oeste, ver Adlai F. Arnold, Foundations of an Agricultural Policy in Paraguay (New York: Praeger Publishers, 1971), págs. 1-17.

7) Los datos son de la Presidencia de la Nación, Secretaría Técnica de Plani­ficación, Diagnóstico demográfico del Paraguay, 1950-1977, vol. 1 (Asunción: Se­cretaría Técnica de Planificación, 1980), pág. 146 y República del Paraguay, Direc­ción General de Estadísticas y Censos, Censo nacional de población y viviendas 1982: Cifras provisionales (Asunción: Dirección Nacional de Estadísticas y Censos, 1982), pág. 4.

8) Los datos son de Presidencia de la Nación, Secretaria Técnica de Planifi­cación, Plan nacional de desarrollo económico y social para el bienio 1965-1966, vol. 2, (Asunción: Secretaría Técnica de Planificación, 1965), pág. 14.

9) La cosecha de la caña de azúcar, por ejemplo, aumentó de 21.600 kilogra­mos por hectárea en 1942/43 a 30.000 kilogramos en 1969. El tungsteno aumentó de 1.800 kilogramos por planta a 5.600 kilogramos en el mismo período. Ver Joseph Pincus, The Economy of Paraguay (New York: Praeger Publishers, 1968), pigs. 48­49.

10) Pincus y Arnold definieron la manera en que el tamaño de las parcelas afecta el sector agrícola en Paraguay. Arnold indica que las parcelas son "recursos de tierra insuficientes para satisfacer las necesidades sociales y económicas de los que viven de ellas," y Pincus menciona que Paraguay es un "caso clásico de equili­brio de bajo nivel basado en agricultura de subsistencia." Ver, Arnold, Foundations of an Agricultural Policy in Paraguay, pág. 85, y Pincus, The Economy of Para­guay, pág. 34.

11) El sistema de tenencia de tierras es sólo una de las razones por las que el proceso de urbanización en Paraguay ha sido débil. Otros elementos son la falta de desarrollo industrial, la migración hacia países vecinos y el contexto político del desarrollo paraguayo.

12) Los problemas que afectan los esfuerzos de Paraguay hacia la industriali­zaci6n se tratan en Werner Baer, "The Paraguayan Economic Condition: Past and Cu­rrent Obstacles to Economic Modernization," Inter-American Economic Affairs 29 (Invierno 1975): 49-63.

13) Pincus (The Economy of Paraguay) indica que las oportunidades para sustituir las importaciones y la producción para exportación existieron en Paraguay a principios de los años sesenta. La mayoría de las industrias donde la expansion involucraba probablemente productos: agrícolas. En un estudio sobre un programa de inverEiones conducido por la Secretaría Técnica de Planificación en 1977, el gobierno sugirió áreas de inversión que estaban relacionadas con los sectores agrícolas o mi­neros. Ver Presidencia de la República, Secretaría Técnica de Planificación, Para­guay: Perfiles industriales (Asunción, 1977).

14) Los obstáculos para la utilización del sistema de ríos con finalidades eco­nómicas son la cantidad•,de cascadas en el río Paraná y los bajos niveles de agua en el río Paraguay. Los puertos en Paraguay son también inadecuados, y el país depende de la ayuda de los gobiernos argentino y brasileño para tener acceso al Atlántico.

15) Un ambicioso plan para equipar al país con 37.000 nuevos teléfonos fue desarrollado en 1968, de los cuales 24.000 serían colocados en Asunción. Para 1983, el número total de abonados alcanzó los 67.632.

16) La discusión en la que se basa esta sección es Werner Baer y Melissa Birch, "Expansion of the Economic Frontier: Paraguayan Growth in the 1970s," World Development 12 (August 1984): 783-798.

17) Una discusión sobre las fluctuaciones económicas experimentadas por Pa­raguay durante los años setenta es Richard Lynn Ground, "El auge y la recesión de la economía Paraguaya, 1972-1983: El papel de la política económica interna," en Economía del Paraguay contemporáneo, 2 vols., (Asunción: Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, 1984), págs. 493-573.

18) Presidencia de la República, Secretaría Técnica de Planificación, Diagnós­tico demográfico del Paraguay, 1980 (Asunción, 1980), pág. 294.

19) Ver Heriberto Alegre, "La colonización en el Paraguay: El eje este," Re­vista Paraguaya de Sociología 14 (enero-abril 1977): 135-55.

20) Los resultados del estudio están presentados en World Bank, Paraguay: Regional Development in Eastern Paraguay (Washington, D.C.: 1978). El departa­mento oriental de Alto Paraná tuvo la porción más grande de tierra apropiada para uso agrícola intensivo con 2,79 millones de hectáreas.

21) Las cifras son de ibid., pág. 48. Los datos relativos al aumento en el nivel de precio aparecen en la pág. 9.

22) Ver R. Andrew Nickson, "Brazilian Colonization of the Eastern Border of Paraguay," Journal of Latín American Studies 13 (Mayo 1981): 111-131.

23) El Tratado de Itaipú fue suscrito en Brasilia el 26 de abril de 1973, entre el Presidente Stroessner y el Presidente Emilio Garrastazú Medie¡. El Tratado de Yacyretá entre Paraguay y Argentina fue firmado en Asunción el 3 de diciembre de 1973, por el Presidente Stroessner y el Presidente Juan Domingo Perón de Argentina.

24) La reacción al potencial hidroeléctrico de Paraguay se reflejó en la amplia cobertura que los medios norteamericanos le dieron al caso. Ver "The World Needs Energy-And Little Paraguay's Got It," Miami Herald, 29 de diciembre de 1977; Ira Nambeil, "Hydroelectric Projects Seen Key to Economic Growth in Paraguay," Jour­nal of Commerce, 16 de enero de 1973.

25) Un miembro del entorno de Stroessner enfatizó ese argumento varias ve­ces. El Dr. Federico Mandelburger, Director Ejecutivo de la Secretaría Técnica de Planificación anticipó las debilidades del proceso. Su cartera sugirió que los benefi­cios producidos por el proyecto de Itaipú debieron haberse invertido en proyectos agroindustriales. En una conversación conmigo, en Asunción, 13 de enero de 1984. 26) Baer y Birch, "Expansion of the Economic Frontier," pág. 789.

27) Para una discusión detallada de los tecnicismos involucrados en el acuerdo entre Paraguay y Brasil y las controversias que surgieron, ver Efrain Enríquez Ga­món, Itaipú: Aguas que valen oro (Buenos Aires: Editorial Guadalupe, 1975).

28) Ver R. Andrew Nickson, "The Itaipú Hydro-Electric Project: The Paragua­yan Perspective," Bulletin of Latin American Research 2 (Mayo 1982): 1-20.

29) El informe fue el resultado de la visita hecha por el Ministro de Industria y Comercio a la República Federal de Alemania en 1980. El gobierno alemán encargó a dos empresas internacionales que estudiaran el potencial industrial de Paraguay. El informe fue publicado por el Ministerio en febrero de 1982 bajo el título "Plan Maes­tro para el Desarrollo Industrial del Paraguay." El estudio llegó a la conclusión de que la sustitución de importaciones se aplicaba a diecisiete grupos de productos y podía ser implemenada antes de 1985.

30) Una discusión completa de los serios problemas finacieros que afectaban a Paraguay antes del advenimiento de Stroessner, aparece en Juan Bautista Rivarola Paoli, Historia monetaria del Paraguay (Asunción: Editorial El Gráfico, 1982), pág. 480.

31) Domínguez indica que Paraguay pertenece al grupo de países que "consu­mían" más de 250 cigarrillos per cápita en 1968. La cifra es mucho más alta que el consumo actual de cigarrillos en la mayoría de los países desarrollados, casi el mismo que en Panamá, pero más bajo que en Kuwait o en las Antillas Holandesas. Ver Jorge I. Domínguez, "Smuggling," Foreign Policy 20 (Otoño 1975): 88.

32) El caso de André Ricord recibió amplia cobertura en los Estados Unidos. El operaba la "conexión latinoamericana" , y el gobierno estadounidense solicitó su extradición desde Paraguay en 1972. El gobierno paraguayo trató de denegar su libe­ración por temor a que pudiera implicar a altos oficiales del ejército. El General Pa­tricio Colmán y el General Andrés Rodríguez se decía que participarori en las trata­tivas. Luego de que el gobierno de Nixon amenazó con suspender la ayuda, y que el General Colmán muriera en un hospital norteamericano debido a complicaciones de una vieja herida, Stroessner liberó a Ricord. Los detalles de la operación están en Nathan M. Adams, "The Hunt for Andr6," Readers' Digest, marzo de 1973, pigs. 224-59. El juicio recibió extensa cobertura en el New York Times.

33) Juan Carlos Herken, "El sector externo en la economía Paraguaya," Estu­dios Paraguayos 6 (septiembre 1978): 87-114.

35) José Nicolás Morínigo A., "El proceso de cambio en la estructura de la población económicamente activa en el Paraguay," Estudios Paraguayos 6 (Diciem­bre 1978): 128-39.

36) Oscar Corvalán Vásquez, "Recursos humanos y empleo en el Paraguay," en Economía del Paraguay contemporáneo, Vol. 1, pág. 169.

37) Aníbal Miranda, Desarrollo y pobreza en Paraguay (Asunción: Comité de Iglesias e Inter-American Foundation, 1982), pág. 239.

38) Paulo R. Souza y Victor E. Tokman, "Característi$as y funcionamiento del sector informal: El caso del Paraguay," Revista Paraguaya de Sociología 31 (sep­tiembre-diciembre 1974): 63.

39) José Nicolás Morínigo A., "Hacia una cuantificación de la población pobre en Asunción," Estudios Paraguayos 9 (junio 1981): 192.

40) República Argentina, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, Anuario; Estadístico (Buenos Aires: INDEC, 1980), pag. 127.

41) Donald G. Richards, "International Household Migration. The Case of Pa­raguay," (Unpublished paper, Indiana State University, 1986), pág. 4.



EL DERROCAMIENTO DEL RÉGIMEN DE STROESSNER

7


 El proceso de consolidación hizo del régimen de Stroessner uno de los sistemas políticos autoritarios más estables de América La­tina. La manipulación ideológica, el control extremo de los grupos de la oposición y la cooptación a través de beneficios económicos crearon una base que parecía estar dispuesta a durar para siempre. Sin em­bargo, en los primeros años de la década de 1980, el régimen comenzó a sufrir una serie de serios desafíos que eventualmente lo conducirían a su derrocamiento en febrero de 1989. El deterioro demostró que la habilidad de Stroessner de mantener a sus detractores a raya era limitada y, aunque Paraguay confronta aún la realidad de la era post-Stroessner antes de cons­truir un sistema democrático estable y competitivo, la continuidad que Stroessner estableció con el pasado autoritario parece haber sido rota. Más importante aún, Stroessner se vio obligado a abandonar el país en deshonra cuando sólo unos años antes había sido el centro de adulación para la ma­yoría de los ciudadanos paraguayos.

El derrocamiento del régimen sucedió como resultado de los cambios en la economía paraguaya, en la sociedad y en la política. El Paraguay que Stroessner dejó en 1989 era desde luego muy diferente de aquél que existía cuando tomó el poder en 1954. Y, a pesar de que tuvo el control total del acelerado proceso de modernización durante la década del 70, eventualmente perdió el dominio y fue avasallado por los cambios mismos. Más aún, su. partida confirma el concepto de que ningún dictador puede crear un sistema político basado en la corrupción, el odio y la violencia. La manipulación que Stroessner usó para consolidar su poder fue eventual­mente el elemento que ocasionó su caída. Cuando su habilidad para man­tener la hegemonía ideológica falló, cuando el ejercicio del control a tra­vés de políticas basadas en violaciones a los derechos humanos no pudo mantener a la oposición quieta, y cuando los recursos económicos no fue­ron suficientes para mantener los beneficios de la corrupción avalando al sistema, su sistema sucumbió en un instante. Irónicamente, las mismas prácticas que consolidaron su poder fueron la causa de su alejamiento en 1989.

Los cambios políticos que finalmente llevaron a Stroessner hacia el exilio comenzaron a principios de la década de los 80, cuando ciertas con­diciones comenzaron a marchar en contra del régimen: una grave crisis económica, una profunda división dentro del Partido Colorado mismo, y la movilización de las clases baja y media que habían logrado mayor influen­cia política después del auge económico de los años de Itaipú. La econo­mía comenzó a mostrar signos de dificultades una vez que las actividades de la construcción del proyecto de Itaipú se retrasaron a fines de 1970. Sin la masiva infusión de dólares en la economía paraguaya, varias rece­siones económicas se sucedieron. El clima desfavorable de la economía in­citó a la oposición a ganar campo dado el nuevo estado de movilización y los fuertes desacuerdos dentro de diversos sectores de la sociedad para­guaya. Con la oposición ganando ímpetu, y con las presiones externas ejer­cidas por las nuevas democracias surgidas en el Cono Sur de América La­tina, el partido oficial se dividió en dos grupos: los que estaban a favor y en contra de un futuro democrático para el Paraguay. Antiguo mediador de las profundas divisiones partidarias, Stroessner entregó su apoyo a la facción colorada que intentaba perpetuar su estilo, pero la intervención del General Andrés Rodríguez forzó a Stroessner a aceptar el exilio.


DE LA PROSPERIDAD A LA CRISIS: LA REALIDAD ECONÓMICA.

Los creadores de la política económica del régimen de Stroessner no estaban dispuestos a reconocer que una seria recesión económica afectaba al país durante 1981 y 1982. Funcionarios del Ministerio de Industria y Comercio y de la Secretaría de Planificación, se negaban a aceptar que con el retraso de Itaipú y con la incertidumbre sobre el proyecto de Yacy­retá, la economía había entrado en un período de crisis.(1) Pero, en el pri­mer trimestre de 1983, los datos publicados por el Banco Central confir­maron lo que muchos habían anticipado: por primera vez desde 1966, el Producto Bruto Interno había decrecido en un 2,0 por ciento durante 1982. Los sectores económicos con las tendencias recesivas más fuertes eran los productivos: agricultura e industria, mientras que el sector de servicios au­mentaba su producto bruto en un 9,5 por ciento. El sector servicios estaba sobredimensionado para un país fuertemente dependiente de su sector agrí­cola y sin un desarrollo industrial importante.(2)

La consecuencia más importante de la profunda recesión fue el au­mento del desempleo, el cual subió del 2,1 por ciento en 1980 al 4,6 por ciento en 1981, al 9,4 por ciento en 1982 y al 15 por ciento en 1983. Es remarcable notar que en 1980, el país había alcanzado el nivel de desem­pleo más bajo de su historia -en parte debido al impacto de los proyectos hidroeléctricos que condujeron a la economía a un alto consumo y bajo desempleo- pero en 1982, el país había retornado a los niveles de desem-

pleo conocidos durante la década del 60 y aún antes, cuando las condicio­nes económicas en Paraguay eran muy distintas.(3)

La gravedad de la crisis se vio acentuada por condiciones interna­cionales desfavorables a la expansión económica de un país como Para­guay. El impacto de la segunda crisis petrolera aumentó la tasa de interés internacional y redujo la demanda de productos primarios en todo el mun­do. La consecuencia más notable para el Paraguay fue la reducción en los precios internacionales del algodón y la soja. Desafortunadamente para el Paraguay, el precio de la soja disminuyó alrededor del 1 por ciento en 1980* casi un 3 por ciento en 1981 y un 15 porciento en 1982, y el precio del algodón bajó un 9,5 por ciento en 1981 y un 14,6 por ciento en 1982. A pesar de que estos precios aumentaron nuevamente durante 1983, el impacto de la recesión internacional sobre la economía paraguaya fue inne­gable. Las desfavorables condiciones internacionales también afectaron al Paraguay indirectamente incrementando el ritmo de deterioro de las eco­nomías del Brasil y la Argentina. Los índices de crecimiento bajaron en ambos países, la inflación se elevó y las fuertes recesiones de los dos paí­ses afectaron seriamente a los sectores externos e internos del Paraguay. El volumen del turismo al Paraguay disminuyó dramáticamente y la con­tribución de los proyectos hidroeléctricos no fueron suficientes para res­paldar la recuperación económica.(4)

El intento de recuperación durante 1983 fue agravado por los severos problemas de inundaciones que afectaron a la producción agrícola. Exten­sas lluvias en los sistemas de los ríos Paraná y Paraguay, como así también en los ríos Pileomayo e Iguazú, provocaron inmensos daños al sector agrí­cola del Paraguay. Los departamentos de hieembucú y Presidente Hayes fueron los más afectados, siendo el primero anegado en un 40 por ciento de su territorio y el segundo en un 10 por ciento. Alrededor de un millón de cabezas de ganado murieron. El daño también perjudicó a otras insta­laciones industriales y fabriles.

El déficit fiscal aumentó debido a la necesidad de crédito externo ya que el proyecto de Itaipú no suministraba más divisas al gobierno. El retraso de la actividad económica incitó al régimen a considerar una polí­tica cambiaria menos rígida. El Banco Central, durante el primer trimestre de 1983, decidió intentar restituir el equilibrio de la balanza de pagos, la que había mostrado una ganancia de u$s 45 millones en 1981, y un déficit de u$s. 71 en 1982. Restringió las importaciones aumentando el cambio de G/ 126 por dólar a G_/ 160, lo cual contribuyó a crear un clima ge­neral de crisis en el sector industrial. El sector industrial, sin importacio­nes extranjeras y bajo excesiva presión del contrabando y el comercio in­ternacional ilegal, no pudo competir. Los importadores se quejaron al go­bierno de que ellos habían comprado material en el extranjero a un cambio

de GJ 126.- por dólar. Esta política intentó ayudar a aumentar las expor­taciones. Trato preferencial fue dado a ciertos productos del sector agro­pecuario: la carne recibió G_/ 177 guaraníes por dólar, la soja y el algodón recibieron GJ 156 por dólar mientras que el resto de los sectores expor­tadores recibieron G_/ 143 por dólar.

El aumento de la deuda externa era también una seria preocupación. Hacia fines de 1982, la deuda había aumentado a más de 1.200 millones de dólares, lo cual significaba un aumento del 26 por ciento en relación a 1981. Los pagos de la deuda externa durante 1982 alcanzaron el 39,5 por ciento del total de las exportaciones. El gobierno no tuvo otra alternativa que utilizar sus propias reservas, las cuales en 1982 fueron reducidas en casi 130 millones de dólares, suministrando un balance de 652 millones de dólares.(5)

La recesión afectó seriamente a todos los sectores de la sociedad pa­raguaya. El efecto más importante fue el aumento en el precio de la nafta, la cual, bajo el monopolio de una agencia del gobierno (PETROPAR), au­mentó los precios el 12 de enero en un 45 por ciento para la alconafta, y un 45 por ciento para la nafta súper. El propósito era incrementar los in­gresos oficiales pero la restricción de parte de los consumidores fue tan asombrosa que el 15 de febrero se supo que la cantidad de nafta vendida había bajado en casi un 90 por ciento. El gobierno se vio obligado a re­bajar los precios de la nafta en la primera quincena de marzo, mostrando una débil e incoherente política económica. El incremento en el precio de la nafta motivó el aumento del contrabando de nafta desde la Argentina, y también desanimó a potenciales inversores en la industria preocupados por la irregular política económica.

El Banco Central anunció que durante la primera mitad de 1984 la inflación había alcanzado el 11 por ciento, comparada con el 6,4 por ciento del año anterior. El aumento de precios durante junio había llegado al 4 por ciento debido a un incremento en los salarios del 15 por ciento que había sido puesto en efecto ese mismo mes. Un factor importante fue el nuevo incremento en los precios de la nafta, anunciado por el gobierno el 18 de julio de 1984. Los precios en las estaciones de servicio aumentaron entre un 11 y un 34 por ciento y algunos distribuidores habían aumentado los precios aún antes de que el gobierno anunciase oficialmente el aumen­to.

Grupos económicos protestaron la incertidumbre de la política eco­nómica. El gobierno solicitó a los empresarios moderar sus aumentos de precios. Para fines de 1984, el gobierno estaba satisfecho con el 3 por ciento de aumento en el producto bruto interno, y con la disminución en el valor del dólar en el mercado libre. El aumento de dólares circulantes en el mercado abierto fue un reflejo de la política del gobierno de subva-

luar al guaraní, la cual alentaba las negociaciones de exportación no de­claradas para lograr el cambio en el mercado paralelo.(6)

Las cuestiones económicas continuaron afectando al régimen durante 1985. En los primeros meses de 1986 el gobierno declaró que el índice de crecimiento del producto bruto interno había alcanzado el 4 por ciento en 1985; la mayoría del aumento había ocurrido debido a las exportaciones agrícolas. La recesión alcanzaba aún a los servicios y al sector de la cons­trucción. Más importante aún, las devaluaciones del guaraní afectaron ad­versamente al ingreso per cápita. Aun, el Banco Mundial indicaba que Pa­raguay tenía que alcanzar un tipo de cambio más realista y abandonar el tipo oficial de 160 guaraníes para la deuda fiscal del gobierno y 240 gua­raníes para las importaciones del gobierno. En esencia, la política del go­bierno subvencionaba al sector público: recibía divisas extranjeras al cam­bio de 320 por dólar para las exportaciones, y las incorporaba al sector público a 160 y 240, agravando la débil situación del gobierno y contri­buyendo a la especulación inflacionaria. Las reservas totales habían sido reducidas a casi 400 millones de dólares en 1985, con un activo líquido que alcanzaba sólo los 200 millones, después de haber alcanzado más de 800 millones en 1981.

Añadiendo al descontento general, en junio de 1985 el Banco Central del Paraguay anunció que un mal manejo de las reservas de divisas extran­jeras había sido descubierto. Funcionarios gubernamentales de alto rango, como así también empresas privadas, habían recibido dólares al cambio oficial para ser usados para importaciones que nunca arribaron al país. Después de varias investigaciones, el Presidente del Banco Central, César Romeo Acosta, fue amenazado de tener que presentarse ante la Corte, lo que no se concretó, dando a conocer una vez más la falta de justicia inde­pendiente en el Paraguay. Estimaciones de la pérdida fluctúan de los 30 a los 60 millones de dólares.

Con la proximidad de las elecciones de 1988, la presión continuó aumentando en contra del régimen como resultado de las desfavorables condiciones económicas; una profunda recesión, la suba inflacionaria y el deterioro de los salarios reales. La severidad de la situación movió al go­bierno a intentar tratar con la crisis en términos más pragmáticos. El 2 de mayo de 1986, una Comisión Interinstitucional, compuesta de expertos del Banco Central, el Ministerio de Hacienda, el Banco de Fomento y la Se­cretaría de Planificación revelaron un Plan de Ajuste. Las conclusiones de la Comisión no fueron bien recibidas por los funcionarios de gobierno, los empresarios y los trabajadores, pero el Plan reveló una nueva actitud del gobierno hacia la crisis económica. La Comisión aceptó que la tasa de in­flación había alcanzado el 40 por ciento, la tasa de desempleo el 8 por ciento y que la deuda pública era en parte debido a un subsidiado tipo de cambio y a las tendencias recesivas. El Plan propuso un tipo de cambio para el sector público de 320 guaraníes por dólar y un tipo de cambio para el sector privado de G_/ 500 y G_/ 320, el primero para las exportaciones e importaciones preferenciales y el segundo para la importación de petró­leo.

En agosto, el Ministro de Industria y Comercio, Delfín Ugarte Cen­turión, anunció que el Plan Económico Nacional había sido aprobado por el Consejo Nacional de Coordinación Económica. Aunque el nuevo Plan era similar al anterior, se difeYenciaba substancialmente en términos de las soluciones propuestas. El Plan Económico Nacional propuso la presenta­ción de la legislación en un período que no excediera los 60 días, mientras el Plan de Ajuste básicamente dejaba la responsabilidad del éxito en manos de los productores, consumidores y el gobierno. La aprobación del Plan Económico Nacional por el régimen atrajo primero gran apoyo de los di­ferentes sectores económicos. Pero era muy ambicioso: propiciaba la reor­ganización de las actividades económicas que iban más allá de un esfuerzo de ajuste. Los objetivos claves eran incrementar la producción y las ex­portaciones, sustituir importaciones, reducir el déficit federal, reorganizar el sistema cambiarlo, controlar la inflación, incrementar las reservas, atraer inversiones extranjeras y promover el salario estable y la estabilidad financiera.

Los funcionarios del gobierno se mostraron indecisos, y un estado de incertidumbre dominó a los círculos económicos. Algunas de las suge­rencias del Plan, tales como el impuesto a los ingresos personales, el im­puesto al valor agregado y la venta de bonos gubernamentales, resultaron controvertidas innovaciones. La falta de decisión por parte de los funcio­narios del régimen impulsó a las instituciones afectadas por la crisis eco­nómica a continuar solicitando una política económica realista. Pero, para fines de 1986, las finanzas del sector público se tornaron incontrolables y ningún plan de ajuste podía lograr los resultados esperados a menos que se implementara un cambio total de la política económica.

Las mejoras durante 1987 fueron en gran medida a causa de las ex­portaciones agrícolas. El Producto Bruto Interno creció a un ritmo del 4,2 por ciento, en contraste con el crecimiento nulo de 1986 y el 4 por ciento para 1985. Las exportaciones se incrementaron a 350 millones de dólares de 233 millones durante 1986, pero también lo hizo la deuda externa, la cual llegó a 2,05 billones cuando había,llegado a 1,85 billones el año an­terior. Las reservas de divisas extranjeras se redujeron a 200 millones de los 305 millones en 1986 y los 385 millones en 1985.(7)

La situación económica cambió algo durante la primera parte de 1988, pero sin presentar una clara tendencia. El Foro de Economía del Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos pronosticó que la economía

crecería a un ritmo del 6 por ciento. El mismo pronóstico fue anunciado por la Secretaría Técnica de Planificación, basado en un substancial au­mento en la producción agrícola, en algunos casos alcanzando el 30 por ciento (la soja); aumento en los precios del algodón y la soja y en el im­pacto que la producción agrícola tendría sobre el resto de la economía. Críticas de este pronóstico pronto tomaron estado público. En resumen, el pronóstico asumía un índice de crecimiento de la agricultura de un 17 por ciento, cuando en 1981 el sector agrícola había logrado el índice más alto llegando al 14,8 por ciento. De cualquier manera, el sector agrícola logró un modesto aumento en su producción; el 2,6 por ciento, pero un alto au­mento de ingresos, los cuales durante los primeros seis meses habían al­canzado un récord de 295 millones de dólares, de acuerdo al Banco Cen­tral. Él 25 por ciento del aumento en los ingresos durante la primera mitad de 1988 se debió al aumento en los precios internacionales. Parcialmente, la razón por la baja producción fue el clima, la falta de crédito agrícola y una disminución en el cultivo del maíz y la mandioca.(8)

Los problemas económicos enfrentados durante la década de 1980 impulsaron el cuestionamiento de la política económica propiciada por el régimen. Para un sistema que había funcionado sobre la base de la distri­bución de beneficios económicos a diferentes sectores, el continuo creci­miento económico fue de suma importancia. Y, aunque la situación econó­mica del Paraguay cuando Stroessner dejó el poder era muy diferente a la de los años 50 y 60, también lo eran las expectativas de la población. Du­rante la década de los 70, los paraguayos se habían acostumbrado a un nivel más alto de consumo, a un empleo estable con salarios altos y a una bonanza económica que en realidad no podía perdurar.


LA CRISIS INSTITUCIONAL

El segundo factor que contribuyó al derrocamiento del régimen fue la crisis institucional que aun los simpatizantes dei régimen cuestionaron abiertamente las prácticas por las cuales Stroessner había logrado sobrevi­vir por tres décadas y media. Aunque este tipo de participación se había mantenido inactivo por muchos años en Paraguay, la magnitud de la crisis económica llevó a instituciones claves hacia una confrontación abierta con el régimen, articulando demandas políticas nunca antes confrontadas por la dictadura. La ruptura del inquebrantable apoyo recibido por el Partido Colorado, las Fuerzas Armadas y la comunidad empresarial impulsó al ré­gimen hacia una aguda crisis de la que no pudo recuperarse. En este con­texto, las elecciones de 1988, aún con la victoria de Stroessner, ya indi­caban que no podría continuar manteniendo al sistema en su lugar.


HACIA EL FUTURO: CONFLICTO INTRA-PARTIDARIO

El primer signo de debilidad del régimen fue la inhabilidad de Stroessner =de mantener al partido oficial unificado, impidiendo una con­frontación dentro de las filas de los colorados. Aunque el partido había sido dividido anteriormente, esta vez las diferencias no fueron soluciona­das por el mismo Stroessner. El líder se mantuvo por sobre las divisiones y dejó que las facciones se enfrentaran una a otra abiertamente sobre el tema de su sucesión. De edad avanzada, y con críticos problemas de salud, Stroessner no hizo, o no pudo, preparar al país para su eventual retirada. Con la transición a la era post-Stroessner en el horizonte, la competencia por posiciones políticas dominaron la escena política durante los 80, tanto dentro del partido oficial como de los de la oposición. Una vez más, la política del Paraguay revirtió al tipo de personalismo conocido durante to­da su historia: las facciones se acumularon alrededor de posibles hombres presidenciales y no alrededor de ideas o planes para una reorganización del país.

Los colorados se dividieron en dos grupos: uno apoyaba la continua­ción del sistema stronista, si bien con un líder diferente, y el otro, los históricos, favorecían un sistema político más abierto. El primero era lide­rado por Mario Abdo Benítez, secretario privado de Stroessner, a quien éste propiciaba hacia un rol mucho más importante dentro del partido. Los marioabdistas, también conocidos como militantes o stronistas, reclamaban el derecho al dominio del partido debido a su lealtad para con Stroessner. Los tradicionalistas sostenían que el Partido Colorado había existido antes de que Stroessner llegara al poder y apoyaban la lealtad al partido antes que a Stroessner.

Una crisis tuvo lugar durante la convención del Partido Colorado del 15 y 16 de septiembre de 1984. La Junta dei partido, controlada por miem­bros de la facción tradicionalista, impidió a la facción de Benítez promo­ver a su hombre a la vice-presidencia. Benítez se había proyectado como un líder modernista, de orientación populista. En la convención, sus segui­dores obtuvieron las firmas de 339 de los 498 delegados, apoyando su no­minación a una de las tres vice-presidencias del partido. Los miembros de la Junta no presentaron el tema a la asamblea y decidieron votar sobre el mismo dentro de la Junta.

La Junta nominó a Sabino Montanaro, Rubén Stanley y Adán Godoy Giménez. La nueva Junta reflejaba el esfuerzo de los tradicionalistas de no ceder a las presiones de los militantes. Del total de los 48 puestos, los tradicionalistas recibieron veinte, seis fueron para los militantes, y el resto para hombres neutrales o sin filiación.(9)

Lo sucedido en la convención dividió profundamente al partido. La facción pro-Benítez había demostrado tener apoyo en la convención, espe­cialmente entre los grupos más jóvenes. El apoyo de Stroessner podría también haber obedecido a su deseo de incrementar su control sobre las filas del partido para facilitar una transición de su agrado. Los marioab­distas sugirieron que el sucesor al trono debía ser Gustavo Stroessner, hijo de Stroessner y Coronel de la Fuerza Aérea, con más interés en la activi­dad empresarial que en la política. Otros apoyaban la idea que el sistema debía permanecer intacto y que la presidencia fuera para un hombre militar o civil que estuviera dispuesto a proteger el sistema.

La otra facción, los tradicionalistas, era liderada por Juan Ramón Chaves, quien había sido elegido presidente de la Junta de Gobierno del partido en 1984. A pesar de que eran leales a Stroessner, los tradicionalis­tas apoyaban el cambio hacia un sistema político más democrático. Muchos oficiales de las Fuerzas Armadas apoyaban a este grupo, y el consenso den­tro de las Fuerzas Armadas era el apoyo a un civil para la presidencia, Luis María Argaña, Presidente de la Suprema Corte. Los tradicionalistas utilizaron el poder de la Junta del partido para limitar las actividades de los militantes. Inclusive intentaron prohibir la inclusión de militantes como candidatos dei partido en las elecciones municipales de octubre de 1985.

Los tradicionalistas unieron fuerzas con los éticos, o críticos, quie­nes, siendo fuerte opositores del régimen, apoyaban el cambio democrático pero no eran parte del régimen. Los éticos, bajo el liderazgo de Carlos Romero Pereira, se distanciaron del partido debido a la corrupción de fun­cionarios del gobierno. De todas las facciones coloradas, los éticos fueron los que terminaron por acercarse a la oposición. En 1987, dos facciones adicionales fueron creadas: el Grupo de los 34 y el Grupo de los 52; los que fueron luego unificados en el Movimiento de Integración Colorada (MIC), liderados por el ex-Ministro del Interior, Edgard Insfrán. El Movi­miento Nacional y Popular, liderado por Leandro Prieto Yegros, se unió a los militantes apoyando a Stroessner.

La confrontación entre los militantes y los tradicionalistas llegó a un punto crítico durante la convención de 1987. A principios de ese año, Stroessner llamó a los militantes y a los tradicionalistas para que dejaran

a un lado sus diferencias por el bien de la unidad del partido. En realidad, Stroessner intentaba primero desmantelar a a los éticos, para luego tratar con los tradicionalistas. Los éticos se unieron a las facciones de los colo­rados que estaban en fuerte oposición: el MOPOCO y el Movimiento de Integración Colorada. Cuando el momento de la convención llegó, la con­frontación entre las dos facciones de los partidos se volvió inevitable. Se suponía que Stroessner iba a intervenir para mantener al partido unido, pero se hizo a un lado y dejó que los acontecimientos decidieran por sí mis­mos.

Convencido de que los tradicionalistas ponían en peligro su poder, Stroessner con destreza manipuló la situación una vez más. A1 hacerse a un lado, dejó que las facciones discutieran sus diferencias durante la con­vención. Los militantes ganaron control de la convención y forzaron a los tradicionalistas a retirarse. El presidente del partido y miembro del Sena­do, Juan R. Chaves, fue reemplazado por Sabino A. Montanaro, un mili­tante que era Ministro del Interior y quien apoyaba la transferencia de la presidencia al hijo de Stroessner. Stroessner permitió que la división al­canzara el punto de una confrontación, demostrando que su régimen no dis­frutaba más de su antigua influencia sobre el partido.(10) Más tarde, Stroessner sugirió que los tradicionalistas y los militantes se unieran en un solo candidato para ser presentado a la convención de noviembre de 1987.(11) Al forzar más o menos esta tregua, Stroessner logró desplazar a los éticos y a los tradicionalistas, y se aseguró el control del partido du­rante las elecciones de 1988 y posiblemente a escoger a su sucesor. Pero, esta vez, Stroessner había sobrepasado los límites de su poder. Con la ma­yoría de los militares apoyando a la facción tradicionalista y a un candi­dato civil para las elecciones de 1988, Stroessner había decidido el futuro de su propio régimen.


LAS FUERZAS ARMADAS Y LA TRANSICIÓN

La intranquilidad política no afectaba solamente al Partido Colorado. Las Fuerzas Armadas, columna del régimen, comenzaron a debatir sus pro­pias ideas referentes a la transición. Dada la fuerza de su relación con el Partido Colorado, los militares tendrían fuerte voz en determinar el candi­dato de los colorados, suponiendo que Stroessner no participara.

Desde 1980, los nombres de varios oficiales militares empezaron a circular como posibles contendientes para la presidencia. El General An­drés Rodríguez, entonces comandante de la la. División de Caballería y después comandante del ler. Cuerpo de Ejército, parecía el sucesor natural porque gozaba de gran poder militar y económico. La falta de conecciones dentro de los círculos económicos afectaban negativamente al General Ger­mán Martínez, Comandante de la la. División de Infantería y amigo per­sonal del Presidente, en sus posibilidades de nominación. El General Gui­llermo Clebsch, Comandante de la Escolta Presidencial y Jefe del Estado General, era otro contendiente posible. Otras figuras mencionadas incluían al General Gerardo Johannsen, director del Colegio Militar Francisco So­lano López y al General Alejandro Fretes Dávalos, jefe del Estado Mayor. El General Benito Guanes Serrano, director de inteligencia militar, disfru­taba de algún apoyo dentro del Partido Colorado, pero su nombre había sido asociado con la muerte de Orlando Letelier en Washington y los Es­tados Unidos probablemente se habrían opuesto a su nominación.(12)

El diario El Pueblo, del Partido Revolucionario Febrerista, informó a sus lectores en julio de 1984 que el General Gerardo Johannsen había sido elegido por los militares como sucesor de Stroessner. De acuerdo al diario, Johansen rechazó la nominación, sugiriendo que Luis María Argaña, un civil, liderara la transición. A pesar de que los líderes del Partido Fe­brerista en Buenos Aires negaron la veracidad del informe, la especulación ganó fuerza. Si un candidato civil elegido ganara la Presidencia, las Fuer­zas Armadas podrían retener el control sobre el proceso político sin tener que asumir la responsabilidad del poder en medio de una crisis económica y política.

La conversación no se limitaba sobre quién sería el futuro presiden­te, sino a cómo encaminar la vida política del Paraguay hacia nuevas di­recciones. En abril de 1985, el General Amancio Pampliega, miembro de la guardia vieja y ya retirado, publicó sus memorias. Un hombre de gran reputación, Pampliega escribió un libro importante que pronto estuvo ago­tado. La policía confiscó todas las copias que todavía estaban en circula­ción, debido a que Pampliega había discutido en su libro la transición y el rol del Partido Comunista del Paraguay. En ambos casos, Pampliega ex­presó sus diferencias con el Ejército y los colorados. Pampliega no había hablado con Stroessner desde 1967 debido a una confrontación personal entre ellos,'pero en su libro aconsejó a Stroessner de la misma forma que había aconsejado a Morínigo: que pase a la historia como un gran líder retirándose en el momento adecuado. Si no lo hiciera, el país se vería en las mismas condiciones trágicas como se encontró en 1870, 1904, 1908, 1912, 1923, 1936 y 1947. Además demostró preocupación por la bonanza de los años de Itaipú, y el crecimiento de la deuda externa.(13)


PRESIONES EXTERNAS

Las presiones del extranjero jugaron un rol fundamental en el dete­rioro que finalmente terminó con el régimen de Stroessner. El aislacionis­mo internacional del Paraguay llegó a niveles sin precedentes durante los últimos cinco años de la era de Stroessner, debido en parte a cambios po­líticos que afectaban al Cono Sur de América Latina, y también debido al cambio de actitud de los Estados Unidos. En América Latina, Paraguay ha­~uía tenido que aceptar las desventajas de ser uno de los pocos regímenes autoritarios aún en el ejercicio del poder. La transición hacia la democra­cia y la inauguración del gobierno de Raúl Alfonsín en la Argentina sig­nificaron problemas para el régimen stronista. Stroessner tenía una símpa­tía especial hacia el Partido Peronista, y esto tensionó las relaciones di­plomáticas entre los dos países. Los brasileños, por su parte, prestaban menos atención al gobierno paraguayo y al cambio inminente de conducción. A pesar de que Brasil también retornó a la democracia en 1985, la cercanía de ambas economías, así como también cierta afinidad en cuanto a las re­laciones exteriores, llevaron a los brasileños a una posición mucho menos comprometida. Los militares habían entregado el poder en Uruguay en 1984, y solo el General Augusto Pinochet en Chile era el otro ejemplo de poder dictatorial en la zona además de Stroessner. Se decía que éste estaba listo para partir hacia Chile en caso de que su gobierno sufriera un ines­perado final, y de Pinochet se decía que había comprado una casa en Asun­ción en caso de sufrir el mismo final.

Después de haber apoyado al régimen de Stroessner formal e infor­malmente, el gobierno de los Estados Unidos comenzó a apoyar a los mo­vimientos democráticos en la región, presionando al Paraguay a moverse en esa dirección. Gran causa de preocupación fue la violación de los de­rechos humanos. Robert White, embajador norteamericano en Paraguay du­rante la administración del Presidente Cárter, comenzó una campaña activa para demostrar las políticas de violación de derechos humanos del régi­men, y los dos embajadores del Presidente Ronald Reagan, Arthur Davies y Clyde Taylor, jugaron un rol vital en la promoción de la democracia.

Los Estados Unidos presionaron al régimen de Stroessner en varios asuntos. Uno de ellos fue la libertad de expresión porque el régimen se volvió más y más hostil hacia periodistas y otros medios de información, quienes informaban sobre la deteriorada situación económica y social. Otro asunto importante fue la política sindical; los Estados Unidos deseaban que el movimiento de trabajadores del Paraguay se pudiera expresar libremen­te. Cuando el embajador Davies se reunió con Stroessner sobre estos dos asuntos en 1983, se informó que Stroessner le había indicado que estaba defendiendo a subversivos. (14)

Partic,alarmen te difíciles fueron las experiencias del embajador Tay­lor. Después de una reunión con los miembros del Acuerdo Nacional en enero de 1986, fue acusado por el Ministro del Interior Sabino A. Monta­naro de intervención en los asuntos internos del Paraguay.(15) Más tard=e en ese mismo año, los Estados Unidos protestaron por las acciones del go­bierno durante el intento de regreso de Domingo Laíno, líder exilado del PLRA. En diciembre, Taylor acusó al régimen de no' tratar de solucionar los problemas de Radio Ñandutí- interferida por parte del gobierno- y Montanaro insinuó que declararía al embajador americano persona no grata al Paraguay. El 9 de febrero de 1987, la policía del Paraguay utilizó gases lacrimógenos en una recepción realizada en honor de Taylor en las afueras de Asunción. A pesar de que el gobierno de Stroessner luego pidió discul­pas por el incidente, las tensiones entre los dos países continuaron en as­censo.

Los Estados Unidos sugirieron en 1987 que eliminarían todas las ta­rifas aduaneras preferenciales a las exportaciones paraguayas hacia los Es­tados Unidos, pero no llevó a cabo dicha acción. Unos pocos meses des­-pués, en septiembre, los Estados Unidos expresaron su preocupación sobre la deteriorada situación de los derechos humanos, especialmente el trata­miento dado a la oposición.(16) La crisis también afectó las relaciones con Alemania. En 1985, objeciones sobre la visita de Stroessner a dicho país fueron anunciadas por parte de los partidos Social Demócrata y el partido de los Verdes, las cuales llevaron a la cancelación del viaje de Stroessner a Bavaria a conocer el lugar de nacimiento de su padre. El 27 de abril de 1986, la policía paraguaya arrestó al agregado de prensa de la embajada alemana en Asunción y a cuatro miembros de una estación de televisión alemana durante una demostración enfrente de la casa de Domingo Laíno, quien estaba exilado en la Argentina.(17)


LA MOVILIZACIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

Mantener el control sobre la oposición fue otro problema crítico para el régimen de Stroessner durante la década de 1980. Después de la elec­ción de 1983, y bajo grandes presiones de los Estados Unidos, la oposición

y otros grupos sociales dentro del Paraguay ganaron algún espacio en su lucha por el cambio. Algunas de sus actividades para promover el cambio social utilizaron a diferentes grupos, algunos de los cuales eran institucio­nes claves de la sociedad paraguaya, como la Iglesia Católica y asociacio­nes empresariales, mientras que otros operaban en niveles más bajos de la sociedad, lo cual aceleró la deteriorada situación política. El régimen, no obstante, permitió cierta actividad política al mismo tiempo que fustigaba al periodismo que las informaba.

En marzo de 1984, el Partido Colorado decidió cerrar el diario ABC Color. Su editor, Aldo Zuccolillo, era una figura prominente del ámbito empresarial paraguayo, con relaciones cercanas a algunos miembros del Ejército. Zuccolillo defendió la causa de la libertad, pero cuando su diario publicó información sobre la deteriorada situación que afectaba a la eco­nomía, había sin duda cruzado la línea de lo permisible. La orden de cerrar el diario, firmada por el Ministro del Interior Sabino A. Montanaro, decla­raba que el diario había violado el Artículo 71 de la Constitución, donde se prohibe "predicar el odio entre paraguayos." La orden también aclaraba que ABC Color había promovido la confusión de la opinión pública, po­niendo en peligro la paz dentro del país y la estabilidad del orden institu­cional. El 28 de mayo, los periodistas de ABC Color intentaron publicar un diario sobre deportes pero apenas lograron sacar a circulación un solo ejemplar antes de que fuera prohibido. La reacción provocada por el cierre de ABC Color llegó a todo los rincones del mundo. La decisión fue un punto crucial en el esfuerzo de Stroessner por mantener el control en me­dio de una aguda crisis política y económica.(18)

Dada la magnitud de los cambios económicos que trajo Stroessner, el apoyo de la comunidad empresarial hacia el régimen no resultó sorpren­dente. El boom de Itaipú creó nuevas oportunidades. Pero, cuando en 1980 se sucedieron tiempos difíciles, la comunidad de empresarios demandó me­didas que corrigieran dicha situación. Una de las organizaciones empresa­riales que demostró su descontento fue la Federación de la Producción, In­dustria y Comercio (FEPRINCO). Creada en 1951 para representar a varias asociaciones empresariales, la Federación comenzó una campaña desde 1980 para atraer la atención de la opinión pública sobre la decadente si­tuación. económica. En 1981, publicó un documento llamando la atención del gobierno sobre las ganancias decadentes de la exportación y el conti­nuo incremento de las importaciones, especialmente el petróleo. La Fede­ración demandó la reducción de los impuestos a la exportación al mismo tiempo que el gobierno anunciaba exactamente la medida opuesta: una re­ducción de los impuestos a las importaciones. Esta última medida fue crea­da para proveer entradas adicionales al gobierno al no fomentar la entrada de mercancías de contrabando en el mercado.(19)

La crisis desatada y la ineficacia del gobierno llevaron a la FEPRIN­CO a continuar con su posición crítica. Un segundo documento dado a co­nocer en 1982 reclamaba nuevamente la reducción de los impuestos a la exportación, una política de importación más selectiva, la eliminación del contrabando, que no se crearan nuevos impuestos y el uso de fondos de inversión privados en áreas productivas. En junio de 1983, la organización pidió al gobierno permitir el mercado de cambios libre. En julio de 1984, dio a conocer otro documento, el cual informaba al Ministerio de Industria y Comercio de las dificultades de varias de las organizaciones que forma­ban la FEPRINCO.(20) En diciembre de 1987, el nuevo presidente de la FEPRINCO, Alirio Ugarte Díaz, criticó la política económica del régimen, pidiendo su revisión y la eliminación de la corrupción. Los pedidos en de­talle, incluían la reforma al sistema cambiario, la reducción del déficit fis­cal, más oportunidades de crédito para la producción privada, la elimina­ción de los privilegios a la importación y la suspensión de la inmigración desde Taiwán.(21)

El régimen tuvo también que enfrentarse con la movilización del campesinado. La mayoría de los campesinos era dueño de parcelas de tie­rrámuy pequeñas, en las cuales no era posible ni siquiera lograr el sus­testo para sus familias. Problemas sobre la tenencia de la tierra primero surgieron en el departamento de Alto Paraná, en agosto de 1985; fue diri­mido por el gobierno. Otros problemas continuaron surgiendo en otras. zo­nas, y para octubre habían existido 31 casos de ocupación ilegal de tierras.

Los campesinos en la mayoría de los casos ocuparon las tierras pacífica­mente, y retornaban luego de ser desalojados. Varias organizaciones cam­pesinas nuevas, como la Asamblea. Permanente de Campesinos sin Tierra y el Cemité Coordinador de Productores Agrícolas de Paraguarí y Caaguazú, llamaron la atención de la opinión pública a 'través del apoyo de algunos sectores de la Iglesia Católica y el Consejo de Iglesias.(22)

A pesar de que en el Paraguay tradicionalmente la oposición ha sido siempre débil, las movidas y contramovidas del régimen de Stroessner du­rante la década de 1980 proveyeron varias oportunidades a distintos grupos de participar activamente en el proceso de democratización. El principio del proceso de movilización política se llevó a cabo en 1984 con el retorno de los líderes del Movimiento Popular Colorado (MOPOCO) del exilio.(23) Un mes después, una protesta organizada por el Partido Revolucionario Fe­brerista, con el apoyo de los miembros del Acuerdo Nacional, llevó a casi dos mil personas a la Plaza Italia, en el centro de Asunción. La fuerza de estas demostraciones llevó a suponer que el régimen permitía cierto grado de movilización para contener la presión ejercida por Buenos Aires y por Washington. Pero los líderes del MOPOCO fueron encarcelados, persegui­dos y constantemente controlados por las autoridades del gobierno.

Otra manifestación del nuevo clima político fue el rol del Acuerdo Nacional. El Acuerdo Nacional fue creado en febrero de 1979, con el apo­yo del PLRÁ, PDC, PRF y MOPOCO. Sus miembros habían solicitado ac­tivamente el fin a la política del miedo practicada por el gobierno, la am­nistía para los presos políticos y una mejora de la política hacia los dere­chos humanos. A pesar de que solamente uno de sus miembros gozaba de reconocimiento legal, el Acuerdo Nacional ganó fuerza después de las tran­siciones a la democracia en Brasil y Argentina. Aún cuando al principio no pudo cumplir un amplio rol, su habilidad para movilizar a la opinión pública creció a medida que la crisis avanzaba. El primer síntoma de su poder de convocatoria se comprobó el 14 de mayo de 1985, en una con­centración demandando la democracia. El Acuerdo Nacional unió sus fuer­zas a la Iglesia Católica en la demanda por una apertura política.

La Iglesia Católica fue el otro foco de oposición al régimen. La Igle­sia había mantenido tradicionalmente dicha postura, si bien durante los pri­meros años del régimen, y mientras el Arzobispo Mena Porta se encontraba al frente, no se opuso abiertamente. Durante la década de 1970, la Iglesia adoptó una postura más radicalizada después de la fundación de la Uni­versidad Católica, especialmente cuando el régimen de Stroessner no res­petó los derechos humanos. Durante la década de los 80, la Conferencia Episcopal se volvió más abiertamente en contra, ayudando así a conseguir la democracia. En mayo de 1985, la Iglesia condenó al gobierno por con­vocar al pueblo a visitar la gruta de Caacupé para rezar por la continua visión dei General Stroessnen(24) El 28 de mayo de 1986, por ejemplo, el Arzobispo de Asunción, Ismael Rolón Silvero, instó a los católicos a apo­yar demostraciones en contra del régimen. En junio de 1987, la iglesia lla­mó a un segundo diálogo nacional. La idea de que la Iglesia sería inter­mediaria entre la oposición y el gobierno había surgido en varias oportu­nidades, pero se encontraba con la intransigencia de Stroessner y del Par­tido Colorado. En octubre de 1987, la Iglesia convocó a una "Marcha del Silencio", en la que más de 15.000 personas demostraron su posición en contra de Stroessner. Las campanas de las iglesias de Asunción sonaron todos los viernes por la tarde durante el mes para recordarle a la gente su situación. En enero de 1988, los obispos produjeron un documento llaman­do por un "cambio de mentalidad para establecer las diferentes leyes que permitirán la existencia real y efectiva de un sistema democrático." (25)

Otro elemento que afectó el potencial de cambio dentro del sistema político paraguayo fue el rol de las organizaciones sindicales. El régimen de Stroessner había apoyado tradicionalmente al sindicato oficial, la Con­federación Paraguaya de Trabajadores. (CPT), pero la realidad económica obligó aun a la CPT a enfrentarse contra el régimen. Debido al incremento del costo de los combustibles en 1984, los boletos de transporte debían aumentar un 29 por ciento; la CPT declaró que si la clase trabajadora de­bía enfrentar a un ingreso deteriorado, también debían hacerlo las empre­sas de transporte.

Desde 1985, organizaciones paralelas ofrecieron una alternativa a la CPT. Entre las más importantes estaba el Movimiento Intersindical de Tra­bajadores del Paraguay, que planteaba un movimiento sindical libre en el contexto de una democracia pluralista. Otras organizaciones fueron la Agrupación Independiente de Trabajadores y la Coordinación de Trabaja­dores del Acuerdo Nacional. Esta última estaba compuesta por el Movi­miento Sindical Febrerista, el ala sindical del Partido Demócrata Cristiano y el MOPOCO. No incluyó al Movimiento Obrero Liberal Radical Autén­tico, quien gozaba de mucho apoyo en las zonas rurales. Además, la orga­nización sindical que era parte de la Iglesia Católica, el Movimiento Obre­ro Cristiano, promovió la movilización de los trabajadores a través de la movilización en las parroquias en lugar de organizaciones sindicales. En esencia, el movimiento obrero presentó una amplia gámá de puntos de vis­ta, algunos apoyando el continuismo y otros luchando por el cambio de­mocrático. Una situación similar ocurría en las universidades: la Federa­ción Universitaria Paraguaya, leal al régimen, tenía a su contrapartida en la Federación de Estudiantes Paraguayos creada en 1986. La oposición de organizaciones empresariales, de la Iglesia, de estudiantes y sindicatos, in­dicaba que un esfuerzo organizado en contra del régimen de Stroessner es­taba tomando forma.

Aún en estas nuevas circunstancias, el régimen marchó hacia las elecciones de febrero de 1988 aparentemente no afectado por el clima po­lítico del país. Se mantenía comprometido con un sistema de gobierno que había sobrevivido por más de tres décadas. A mediados de 1987, Stroessner permitió a Domingo Laíno retornar al Paraguay, después de cinco intentos sin éxito, y levantó el Estado de Sitio para mostrar el compromiso del go­bierno hacia una mayor apertura. Pero éstos eran simplemente gestos sin convicción que se originaban en la dura crítica que el régimen recibía del exterior, principalmente de los Estados Unidos.


PLANIFICANDO LA TRANSICIÓN: PROPUESTAS PARA EL CAMBIO

El estado general de movilización social que afectó a la vida política en la década de los 80, llevó a varias figuras políticas a avanzar sus ideas respecto a la inevitable transición hacia la era post-Stroessner. Con la in­minente crisis dentro del Partido Colorado, la activa oposición y los pro­blemas socioeconómicos, la estructura del régimen comenzó a resquebra­jarse, por lo que las alternativas de democratización comenzaron a circular como propuestas potenciales para el cambio.

Muchas propuestas emergieron durante 1986, cuando el régimen re­currió otra vez a políticas de represión y miedo. Una que recibió amplia consideración tanto en el Paraguay como en el extranjero, fue la propuesta de Augusto Roa Bastos, el conocido escritor paraguayo exilado en Francia. En febrero, su Carta Abierta al Pueblo Paraguayo, apareció en varios pe­riódicos y fue distribuida por organizaciones de defensa de los derechos humanos. Describió la situación en Paraguay y cómo había atacado al ré­gimen durante sus tres décadas en el destierro. Argumentó que "sólo a tra­vés del consenso público en su plenitud de libertad y soberanía plena po­drá llegarse a negociaciones de buena fe que logren arbitrar el pasaje a la necesaria reconciliación de todos los paraguayos en un proceso de transi­ción hacia la democratización pluralista." (26)

Sugiriendo que la situación llamaba a una reconciliación nacional, Roa Bastos propuso varias condiciones para un cambio pacífico, entre ellas levantar el Estado de Sitio, eliminar todas las leyes que sancionaban las actividades represivas, total respeto por los derechos humanos, garantizar todos los derechos sancionados por la Constitución, una nueva ley electo­ral y la creación de un gobierno de transición que llamara a todos los par­tidos políticos a participar y que patrocinara una amnistía para todos los prisioneros políticos. Roa Bastos pensaba que las dos instituciones claves de la sociedad paraguaya, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, de­bían actuar como garantes de todo el proceso, a través de la creación de una democracia pluralista. El envisionó un rol mucho más amplio para las Fuerzas Armadas y un rol menos dinámico para los partidos políticos de la oposición. No obstante las buenas intenciones, la propuesta de Roa Bas­tos no llegó a indicar los caminos y las maneras por las que se llegaría a sus importantes mejoras.

Fernando Levi Rufinelli contribuyó con una propuesta en marzo. El puso un énfasis casi exclusivo en elecciones limpias y abiertas. Su posi­ción fue que, a pesar de que había grandes acuerdos entre los partidos de la oposición sobre la necesidad de una lucha política activa, ya que estaba en contra del uso de la violencia, las elecciones se constituían entonces en el arma apropiada en la batalla que llevaría a la esperada transición hacia la democracia.(27)

Levi Rufinelli explicó su lógica diciendo que si la oposición no aceptaba las condiciones electorales propuestas por el régimen, era enton­ces responsable por la ausencia de cambios de tipo político. En esencia, para promover cambios, la oposición debía unirse en pro de un candidato único y participar en las elecciones bajo las condiciones sancionadas por el régimen por más de tres décadas. Es claro que Levi Rufinelli tendía más hacia proveer una legalización más amplia del régimen que apoyar el cam­bio. No fue capaz de ver que la unificación de la oposición por él propug­nada era sólo una mejora cosmética. Operando dentro de las restricciones impuestas por el régimen ninguna oposición -unificada o no- podría lo­grar la victoria.

El líder del Partido Liberal Radical Auténtico, Domingo Laíno, pre­sentó su propuesta- en Bases para un Proyecto de Transición de la Dic­tadura a la Democracia, por primera vez en agosto de 1985, en Buenos Aires, durante una conferencia internacional. Laíno convocó a la partici­pación activa del pueblo, y enfatizó que la movilización popular que afec­taba a diferentes sectores mostraba el fin de la dictadura. Laíno deseaba una transición pacífica, rápida, democrática y abierta, con un alto nivel de participación popular.

Laíno se expandió sobre los actores institucionales que estarían in­volucrados en la transición. La oposición se unificaría en un consejo con­sultivo llamado el Consejo de Representantes Políticos, compuesto por miembros de todos los partidos los cuales tendrían igual representación y poder. Una junta militar provisoria llevaría a cabo la transición mientras conduciría el proceso de reinstitucionalización de las Fuerzas Armadas. La Iglesia Católica actuaría como una institución mediadora entre la oposición y la junta. Otras organizaciones económicas, sociales y culturales contri­buirían a la transición a través de los canales institucionales o a través de su participación abierta en los medios de comunicación.

Una propuesta más elaborada que se explayó en mayor detalle sobre la crisis apareció en noviembre con el título de Manifiesto Democrático.(28) Sus autores eran Euclides Acevedo y José Carlos Rodríguez. Los autores, en primer lugar, correctamente indicaron: 1) que la tradición au­toritaria del Paraguay antedataba a Stroessner; (2) que el problema crucial que confrontaba el Paraguay era el vacío de poder que la partida de Stroes­sner habría de ocasionar; (3) que debido a la naturaleza dictatorial del ré­gimen, mecanismos para afrontar el vacío de poder no habían sido puestos en marcha y (4) que Paraguay debía permitir que un pacto político trajera la democracia y desplazara a la dictadura.

Acevedo y Rodríguez indicaron también que la democratización in­cluiría las contribuciones de instituciones profesionales, religiosas, cultu­rales, los movimientos sociales, los partidos políticos de la oposición y los partidos oficiales identificados con los principios democráticos; la buro­cracia, los miembros de los poderes legislativo y judicial y la comunidad internacional. La transición se podría lograr en tres etapas: la primera sería la recuperación de las libertades básicas; la segunda, el pacto político y, la tercera, el establecimiento de nuevas normas y poderes democráticos. En el primer paso, la propuesta llamaba por la abolición de las leyes y las prácticas que ponían en peligro las libertades básicas. En el segundo, el pacto político requeriría una nueva ley electoral, y una reforma constitu­cional que promoviera un Poder Judicial independiente, una fuerza militar sin afiliación política, un Poder Ejecutivo menos fuerte y la protección de los derechos humanos y civiles. En el tercer paso, las nuevas instituciones del Estado se ocuparían de sus actividades específicas: la asamblea cons­titucional sería responsable por las reformas constitucionales y los tres po­deres independientes serían la base de una república democrática y un es­tado democrático basado en el poder de la ley.

El Partido Revolucionario Febrerista también propuso una forma pa­ra llegar a la salida democrática. A pesar de no ser tan detallado como otras propuestas, el documento del PRF proveyó una síntesis de las con­diciones en el Paraguay en el momento de la transición. El documento re­saltaba las condiciones socioeconómicas que afectaban al sector agropecua­rio, al sector industrial, a las relaciones económicas internacionales, a la deuda externa, al impacto de Itaipú y a otros problemas sociales críticos. A la luz de la situación, el partido propuso una reorganización político­institucional para restablecer el poder de la ley. Además, el documento in­dicó que el estado autoritario no serviría al Paraguay del futuro. La dife­renciación social, el incremento de la renta per cápita y una dinámica ur­bana eran signos de que el régimen enfrentaba más que una crisis econó­mica; era la crisis de todo un sistema social. .

A pesar de que el Partido Febrerista no adelantó amplios detalles acerca de la transiciónd la propuesta demandó que el régimen reconociera su limitado rolen medio de cambiantes condiciones. Más específicamente,

sugirió que el gobierno eliminara el contrabando y la corrupción adminis­trativa, limitara presupuestos oficiales, impusiera impuestos sobre aquellos individuos que se habían enriquecido durante la dictadura y creara un Po­der Judicial independiente. (29)

La Iglesia Católica contribuyó al proceso de transición patrocinando el diálogo nacional, resultado de una serie de propuestas para mejorar el tenor moral del gobierno y demostrar las dificultades económicas de los grupos menos privilegiados. La Iglesia había llamado a un diálogo que in­cluiría a los partidos de la oposición, al gobierno y varios grupos de in­terés. La propuesta se originó en la seria preocupación por los asuntos pú­blicos y la falta de unidad entre diversos sectores sociales, lo cual la Igle­sia deploraba.

La Conferencia Episcopal del Paraguay fue apoyada por el pedido del Acuerdo Nacional de actuar como mediadora entre la oposición y el gobierno. Después del cierre del diario ABC Color en 1984, la Iglesia ha­bía intensificado sus críticas hacia el régimen de Stroessner. El 25 de abril, los Obispos habían entregado un documento en el cual "llamaban a la unidad y la reconciliación de todos aquellos que viven en este suelo." Además, la Iglesia ya había indicado que el diálogo entre los sectores era la única forma de enfrentar la inmediata crisis. Los Obispos formalmente accedieron al pedido del Acuerdo Nacional en marzo de 1986, pero el Par­tido Colorado no aceptó la invitación de participar en el diálogo, argumen­tando que el lugar adecuado para el diálogo nacional era el Parlamento, no una conferencia que incluía a partidos opositores que no estaban legal­mente reconocidos. Aún, la Iglesia permaneció comprometida con el diá­logo y pacientemente continuó su reclamo.

Las varias propuestas demostraron las complicaciones que afectaban al proceso de restitución de la democracia luego de tantos años de vida autoritaria. En el caso de Paraguay, la amplitud de las propuestas indicaron que la estrecha relación entre el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas sería difícil de romper. Dado el rol de los militares, resultó obvio que re­tendrían considerable influencia en las decisiones que determinarían el fu­turo de la política paraguaya. La identificación con el Partido Colorado volvió a la inminente transición aún más complicada a menos que una re­construcción total de las instituciones claves fuera intentada.

Mientras que la movilización de la sociedad continuaba su ritmo, y mientras las propuestas para el cambio se multiplicaban, el régimen de Stroessner trató de disimular la situación suponiendo que podría acudir a las soluciones del pasado: represión y control. Pero las luchas internas del Partido Colorado eran preocupación de los militares, y 'las divergencias ín­ternas fueron el origen de un clima general que propiciaba- un gran con­senso hacia la necesidad del cambio.(30)


EL GOLPE Y LA SORPRESA DEL GENERAL RODRÍGUEZ

En medio de tanta especulación y presión para lograr la apertura del proceso político, Stroessner ganó las elecciones de febrero de 1988, pero sin convencer al electorado sobre su legitimidad en el poder. El período previo a la elección aumentó la movilización de grupos sociales y políti­cos, pero las elecciones durante la era de Stroessner habían sido siempre afirmaciones formales del limitado espacio dado a la oposición y a otros grupos políticos. La expectativa de que un período de tranquilidad política seguiría no se materializó esta vez debido al golpe liderado por el General Andrés Rodríguez, segundo de Stroessner en la línea de comando y uno de los aparentes herederos del régimen

Que Rodríguez desplazara a su antiguo jefe fue una sorpresa, pero -por otra parte- no fue totalmente inesperado. La cercana relación entre el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas había llegado a un punto crítico dadas las divisiones internas del partido. La lealtad hacia Stroessner había sido la postura institucional de las Fuerzas Armadas, pero cuando Stroes­sner ya no pudo controlar al partido, los militares decidieron prevenir fu­turas confrontaciones. La expulsión de los tradicionalistas de la conven­ción de agosto de 1987, junto a algunas posiciones discutidas por algunos de los hombres que apoyaban a Stroessner, llevó a los militares a unirse a los tradicionalistas en un golpe destinado a desplazar al viejo líder. Cru­cial en este desenlace fue el antiguo Presidente de la Suprema Corte, Luis María Argaña, quien, después de haber establecido una relación muy es­trecha con el General Rodríguez, se convirtió en uno de los voceros de los tradicionalistas. El General Rodríguez utilizó algunas decisiones de Stroessner con respecto a promociones y comisiones que habían afectado a varios oficiales del Ejército para ganar apoyo para los tradicionalistas.

El golpe se llevó a cabo como resultado de la demanda de Stroessner de que Rodríguez aceptara el puesto de Ministro de Defensa o que pasase a retiro. Rodríguez no era candidato fijo a aceptar ninguna de las dos su­gerencias. Disfrutaba del comando de la fuerza de tropa en la la. División de Caballería y del ler. Cuerpo de Ejército. El puesto de Ministro de De­fensa era sin duda un puesto con mucho menos poder. Y Rodríguez no es­taba dispuesto a aceptar su pase a retiro sólo para asegurar la continuidad de Stroessner en el poder.

Las relaciones entre los dos hombres fueron también complicadas por cuestiones de dinero y asuntos personales. Rodríguez, un hombre de dinero que ha sido ligado al contrabando y al tráfico de drogas, controlaba varias empresas en Paraguay. El Washington Post informó que hacia fines de enero de 1989, Stroessner había ordenado el cierre de todas las casas de cambio, a la vez que había permitido a uno de sus hijos abrir una sec­ción sobre cambios en un banco. Rodríguez ha sido identificado como titular de Cambios Guaraní, una de las casas de cambio más importantes de Asunción. Pero, aun si las relaciones personales pueden haber jugado un rol en el golpe, la razón principal que llevó a Rodríguez al poder fue el deterioro de la situación política en el Paraguay.(31)

El golpe fue llevado a cabo en el atardecer del 2 de febrero de 1989. Comenzó en el Comando de Aeronáutica, pero fue ejecutado por el Regi­miento de Caballería Motorizada RC2 con apoyo del Regimiento de Infan­tería "Cerro Corá" RI14 de Tacumbú, una unidad del 1er. Cuerpo de Ejér­cito. El Regimiento de Caballería Motorizada atacó al Batallón Escolta Presidencial, una pequeña unidad de 400 hombres cuya misión era proteger al Presidente, al cuartel de policía y al Palacio Presidencial. Hacia la ma­drugada del 3 de febrero, las fuerzas lideradas por el General Rodríguez habían tomado el cuartel de policía y habían puesta a Stroessner bajo cus­todía en el Primer Cuerpo de Ejército en Asunción. Más tarde, ese mismo día, Rodríguez asumió la Presidencia, cerró el Congreso y restituyó a Juan Ramón Chaves en la Presidencia del Partido Colorado, puesto que había perdido en agosto de 1987 usurpado por Sabino Augusto Montanaro, líder de la facción militante y pro-Stroessner.

Rodríguez interpretó los sentimientos de la nación y aseguró a todos los paraguayos que la democracia sería instituida, que los derechos huma­nos serían respetados y que la Iglesia Católica nuevamente gozaría de to­das las prerrogativas que había perdido durante la Presidencia de Stroes­sner. Rodríguez logró con efectividad distanciarse del régimen al cual él mismo había ayudado a consolidarse en el poder durante más de tres dé­cadas. Reconoció que un orden democrático reemplazaría al régimen auto­ritario de Stroessner. También reconoció el rol de los partidos de la opo­sición, aceptando su participación en un sistema político más abierto, y promovió el respeto por la Iglesia Católica, la cual había adoptado una posición más militante en contra de Stroessner y se había acercado a la oposición. El mensaje del General Rodríguez trajo esperanza y expectati­vas sobre la nueva era que acababa de comenzar.

La disolución del Congreso creó serios obstáculos para el proceso de democratización ya que, de acuerdo a la Constitución, las elecciones debían de realizarse en tres meses. Inmediatamente después de hacerse car­go de la Presidencia, Rodríguez invitó a todos los partidos políticos a par­ticipar en nuevas elecciones a realizarse el 10 de mayo. Con apenz:s ai­gunas semanas para organizarse, el desafío era importante para la oposi­ción, especialmente después de tantos años de ejercicio del poder en forma absoluta y dictatorial. Aún así, los partidos de la oposición aceptaron con entusiasmo.


LA NUEVA ELECCIÓN: LA TRANSICIÓN DESDE ADENTRO

Las elecciones del 10 de mayo de 1989 marcaron el fin de la era de Stroessner. El General Andrés Rodríguez se transformó en el nuevo Pre­sidente del Paraguay, en las elecciones más honestas que el Paraguay haya conocido. En cierto sentido, el fin de Stroessner fue irónico: perdió el po­der a manos de uno de sus colaboradores más cercanos, quien ganó predi­camento político al,esclarecer el incierto futuro político que se levantaba sobre el Paraguay sin Stroessner.

Las elecciones también marcaron el comienzo del proceso de demo­cratización de la vida política paraguaya. Tal como en el caso de Portugal en 1974, el Ejército, después de haber apoyado ampliamente a una dicta­dura, confrontó al avejentado dictador y a una crisis institucional profunda e indicó el camino hacia un nuevo orden político. Qué orden habrá de emerger en el Paraguay todavía resulta incierto vaticinar. A pesar de que la reforma de leyes electorales, la participación de todos los partidos po­líticos en las elecciones y la relativa libertad devuelta por Rodríguez son todos signos positivos para el futuro, el desafío real se mantiene dentro de la naturaleza de la sociedad paraguaya. Un nuevo proceso de socializa­ción tendrá que ser iniciado si una nueva cultura política democrática ha­brá de emerger, y la redistribución del poder entre el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial tendrá que ser implementada a través de la refor­ma constitucional.

La forma rápida en que Stroessner fue desplazado confirma la noción de que regímenes autoritarios que se sustentan en la distribución de bene­ficios fraudulentos, corrupción y miedo no pueden mantenerse en el poder indefinidamente. Por otro lado, la longevidad de Stroessner en el poder demuestra que cuando la élite política cuenta con suficientes recursos, cuando la represión asegura una oposición débil e ineficaz y cuando el culto hacia la persona del líder es promovido por gran número de sus in­mediatos asesores, las dictaduras pueden transformarse en estructuras arrai­gadas dentro de cualquier sociedad. Los regímenes autoritarios que se man­tienen en el poder por largo tiempo no concretan un desarrollo político efectivo en el Tercer Mundo. Ahora que los ojos del mundo están atentos a los sucesos que se desarrollan en el Paraguay, la nación una vez más tratará de organizarse democráticamente y, a través de la democracia, tra­tará de lograr una vida más digna para todos sus ciudadanos.


NOTAS

1) En dos conversaciones conmigo, miembros de estas organizaciones recono­cieron la severidad de la situación al principio de 1983, pero no estaban dispuestos a discutir información económica que reflejara el período posterior a 1981.

2) Ver Richard Lynn Ground, "El auge y recesión de la economía paraguaya. .1972-1983. El papel de la política económica interna," en Economía del Paraguay Contemporáneo, ed. Carlos Fletschner y otros (Asunción: Centro Paraguayo de Es tudios Sociológicos, 1984), pág. 522. Ver también Comité de Iglesias, Departamento de Estudios, Apuntes Trimestrales 1 (Enero-Marzo 1983): 34.

3) Ground, "El auge y recesión de la economía paraguaya," pág. 523. 4) Ibid., pág. 526.

5) Comité de Iglesias, Apuntes Trimestrales, 1 43

6) "Economic uncertainty rises in Paraguay," Latin American Regional Re­ports Southern Cone, RS- 84- 06, 2 de agosto de 1984

7) "Higher 1988 budget approved by senate," Latin American Regional Re­ports Southern Cone, RS- 88- 01, 4 de febrero de 1988, pág. 3

8) "Controversy over growth figures," Latin American Regional Reports Southern Cone, RS- 88- 08, 13 de octubre de 1988, pág. 7.

9) "A victory for tradition," Latin America Weekly Report, WR- 85- 30, 2 de Agosto de 1985, pág. 3.

10) "Militantes gain control of party," Latin America Weekly Report, WR­87- 31, 13 de agosto de 1987, pág. 3.

11) "Stroessner orders Colorados to unite," Latin America Weekly Report, WR- 87- 06, 12 de febrero de 1987, pág. 9.

12) "Stroessner's heirs jockey for places," Latin American Regional Reports Southern Cone, RS- 80- 06, 1 de agosto de 1980, págs. 3- 4.

13) Amancio Pampliega, Misión Cumplida (Asunción: El Lector, 1985), págs. 207- 12.

14) "Stroessner defends the past," Latin American Regional Reports Sout­hern Cone, RS- 83- 10, 23 diciembre de 1983, pág. 6.

15) "Losing friends north & south," Latin America Weekly Report, WR­86- 04, 24 de enero de 1986, pág. 3.

16) "Colorado tactics get more violent," Latin America Weekly Report, WR- 87- 39, 8 de octubre de 1987, pág. 5.

17) "Bonn denies Stroessner visit," Latin America Weekly Report, WR­86- 17, 2 de mayo de 1986, pág. 2.

18) Para una compilación de los artículos que ABC Color publicó, ver Alci­biades González del Valle y Edwin Brítez, Por qué clausuraron ABC Color (Asun­ción: Editorial Histórica, 1987). Ver también "Death of ABC Color is grim warning," Latin American Regional Reports Southern Cone, RS- 84- 03, 13 de abril de 1984; "Stroessner checks Colorado dissent," y "Media scored for ABC Shut down," Latin American Regional Reports Southern Cone, RS- 84- 05, 29 de junio de 1984.

19) El documento se titulaba "Apreciaciones sobre la economía nacional." Ver "Feprinco sounds a warning note," Latin American Regional Reports Southern Co­ne, RS- 82- 01, 29 de enero de 1982, pág 7; y Pablo Alfredo Herken Krauer, Vía Crucis Económico: 1982- 1986 (Asunción. Editorial Arte Nuevo. 1986), pág 33

20) En 1983, la organización criticó la existencia de múltiples tipos de cambio para las exportaciones y las importaciones El documento de 1984 fue firmado por Tito F. Scavone, e incluyó informes de las organizaciones mostrando sus ingresos por exportaciones y el costo de las importacioes de los productos que necesitaban para la fabricación Ver Herken Krauer, Vía Crucis Económico. págs 81 - 84, 158- 61 211 "New Feprinco boss outlines reform," Latin American Weekly Report. WR-- 87-- 48, 10 de diciembre de 1987, pág. 5

22) Algunas de las confrontaciones fueron violentas. El Ejército, junto con los dueños de las tierras, incendió ranchos en Curuguaty, despojó a los campesinos en Concepción y arrestó a líderes campesinos en Caaguazú. Los campesinos temían ser reprimidos como en 1981, cuando doce fueron asesinados y varios otros desaparecie­ron a causa de haber tomado un ómnibus para viajar a Asunción a protestar en contra del gobierno.

23) "Signs of opening for opposition," Latin American Regional Reports Southern Cone, RS- 84- 01, 3 de febrero de 1984.

24) "Acuerdo Nacional riding high," Latín American Regional Reports Sout­hern Cone, RS- 85- 04, 24 de mayo de 1985, pág. 7.

25) "Clergy announce protest campaign," Latin America Weekly Report, WR- 87- 42, 29 de octubre de 1987, pág. 3; "Thousands join silent march," Latin America Weekly Report, WR- 87- 44, 12 de noviembre de 1987, pág. 3; "La Iglesia exhorta a un nuevo modo de convivencia política," Sendero, 15 de enero de 1988, pág. 8.

26) José Luis Simón G. et al., Paraguay: Transición, Diálogo y Modern­lzación Política (Asunción: El Lector, 1987), pág. 184.

27) El documento circuló en Asunción titulado "Nuevo Planteamiento de Lu­cha Cívica Activa: Coalición Electoral de la Oposición. Fundamentación y Desarrollo del Planteamiento."

28) Euclides Acevedo y José Carlos Rodríguez, Manifiesto Democrático: Una propuesta para el cambio (Asunción: Editorial Araverá, 1986).

29) El texto de la propuesta febrerista está reimpreso en Simón y otros, Pa­raguay, pág. 233.

30) Ver John Hoyt Williams, "Paraguay's Stroessner: Losing Control," Cu­rrent History (enero 1987): 25- 35.

31) "Paraguay's New Ruler Had Disputes with Stroessner," Washington Post febrero 4 de 1989, pág. A19.



LA ERA DE STROESSNER

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La experiencia de Paraguay provee una oportunidad especial de examinar el proceso de consolidación de un régimen autoritario en América Latina. Por casi tres décadas y media, el largo mandato del gobierno de Stroessner se mantuvo sin ser desafiado. La esta­bilidad lograda por el régimen invita a una simple conclusión: el autorita­rismo en Paraguay ha funcionado bien en algunos sentidos y se ha demos­trado útil en guiar el proceso de modernización de la nación. De todas maneras, es necesario considerar elementos adicionales para apreciar más globalmente el proceso paraguayo de su desarrollo político.

En justicia a la historia de Paraguay y para sacar conclusiones exac­tas de la experiencia paraguaya aplicables a otros países, es necesaria una cuidadosa discusión de esos elementos. Stroessner entendió claramente la historia de 'la nación y acentuó los símbolos y las tradiciones que le re­cordaban a la población su pasado autoritario. La razón de la referencia constante a los acontecimientos históricos es que el pueblo paraguayo ve a su historia como una lucha contra oponentes internos y externos. Ellos ven a su pasado como benigno y elogian a José Gaspar Rodríguez de Fran­cia y a Carlos Antonio López por sus contribuciones a la creación de la nación. La lucha por la independencia no es vista tanto como una libera­ción de los españoles sino como un esfuerzo por resistir a los intentos ane­xionistas de Buenos Aires. En consecuencia, los paraguayos le conceden estatura heroica a hombres a quienes perciben como dedicados a proteger a la nación de amenazas externas y de la subversión interna.

Las fuertes presidencias de Francia y López hicieron firme el conven­cimiento de que el liderazgo personal es mejor. Durante la primera mitad del siglo diecinueve, Paraguay alcanzó impresionantes resultados económicos y mantuvo un ambiente político estable. El ascético Francia brindó la guía nece­saria para que el país prosperara y los ciudadanos aprendieron pronto los be­nefícios provenientes de un liderazgo fuerte y centralizado. Cuando Carlos López llegó al poder, pocos paraguayos cuestionaron su estilo resoluto. La manera en que los paraguayos honran a sus dictadores del siglo diecinueve manifiesta su honesto convencimiento de que estos líderes personalistas fueron. verdaderamente un producto de la herencia paraguaya. Los ciudadanos paraguayos se sorprenden cada vez que hablan sobre la posibilidad de instalar un sistema democrático, pluralista y competitivo. Su pasado los ha socializado en el apoyo a gobiernos autoritarios. La democracia com­petitiva es un concepto foráneo que encuentra poca aplicación en la polí­tica del Paraguay durante el siglo veinte. En vista de la convicción pública acerca de que los regímenes autoritarios son deseables, la habilidad de los líderes para ensalzar a símbolos honrados a través del tiempo refuerza loa cimientos del autoritarismo y promueve su consolidación.

La tendencia a aceptar líderes paternalistas con fuertes rasgos au­toritarios es la consecuencia de la experiencia de Paraguay durante la épo­ca colonial. Con menos riqueza que la mayoría de los otros pueblos de América Latina, la población nativa de Paraguay gozaba de la abundancia del suelo y un clima saludable. La Orden Jesuita, buscando un grupo de nativos a quienes introducir en un estilo de vida civilizado, encontró en las tribus indias de Paraguay a un pueblo tranquilo, sumiso y amable. Can el apoyo y la amistad de los guaraníes, la Orden trabajó intensamente para crear comunidades y promover los valores terrenos y sobrenaturales que propugnaba.

El ascendiente de Stroessner resultó de una serie de complicados eventos internos que tuvieron lugar durante la primera parte del siglo vein­te. Cada vez que Paraguay se desvió de su tradición autoritaria, prevale­cieron las confrontaciones internas, la inestabilidad y el caos. Desde el co­mienzo del siglo y hasta que Stroessner llegó al poder en 1954, Paraguay tuvo treinta y cuatro presidentes. Su duración promedio fue mucho menor que el término presidencial de cinco años sancionado por la Constitución. Tumultos, choques personales y hasta una gran guerra con Bolivia en los años treinta, muestran que la falta de unidad política de Paraguay empujó a la nación en una dirección que no era congruente con sus propias tradi­ciones. La imagen de Paraguay en las manos de los hombres fuertes del siglo diecinueve contrastaba con el entorno débil e inestable brindado por los liberales del siglo veinte que obligó a muchos a esperar el retorno del orden autoritario tradicional, al que consideraban como tiempos mejores.

Por otro lado, todas las explicaciones concernientes a la consolida­ción del régimen de Stroessner, de ninguna manera púedén proveerse a tra­vés de una perspectiva histórica. Es verdad que la historia determina en alguna medida el espectro de opciones políticas abiertas a un cuerpo po­lítico, pero toda la experiencia del autoritarismo no puede ser reducida m=­ramente a una exitosa conección con el pasado. Stroessner comprendió de­masiado bien a la política paraguaya. Aunque era oficial de ejército, se dio cuenta y aprendió de las confrontaciones personales entre líderes de distintos grupos políticos mientras era todavía comandante de batallón.

Participó activamente en golpes y contragolpes y se interiorizó de la ope­ración de la política paraguaya.

Stroessner creó una red organizacional que se extendía sobre el go­bierno y la sociedad. Utilizó al Partido Colorado para penetrar en los ba­rrios y ganarse el apoyo de diferentes sectores de la población. El Partido ofreció a Stroessner excelentes canales de comunicación con la gente, y no tuvo problemas para usar al partido en su propio favor. Durante el prin­cipio de los años cincuenta, los colorados no estaban más unidos interna­mente que cualquier otro partido en el Paraguay. Su tregua con Stroessner resolvió algunas de sus discordias internas y, junto con la sanción de las Fuerzas Armadas, aseguró un largo mandato para el régimen.

Esta simple resolución de los conflictos intrapartidarios no fue lo­grada sin tensiones. Otros miembros abrigaban sus propias ambiciones. La red de apoyo político que llevó a Stroessner al poder casi automáticamente eliminó las posibilidades que otros serios contendientes pudieran haber te­nido para el sillón presidencial, pero algunos no entendieron la situación en tales términos. Al principio de la vida del régimen, Stroessner se movió rápidamente para eliminar los desafíos de Epifanio Méndez Fleitas y Ed­gard Insfrán, fomentando y aprovechando sus fracasos en sus puestos in­dividuales. Stroessner reconoció que, si la Presidencia iba a ser suya por tiempo indeterminado, necesitaba ir más allá de la resolución de choques personales y la rivalidad interna del partido.

Méndez Fleitas e Insfrán eran mucho más que dos hombres con ambiciones presidenciales. Eran líderes de facciones del Partido Colorado y recibían considerable apoyo de parte de grupos colorados locales. Remo­viéndolos rápidamente de la escena política, Stroessner redujo los asuntos del partido a una sola cuestión: lealtad hacia él y a su sistema. Desde la remoción de Méndez Fleitas e Insfrán, el control del partido por parte de Stroessner fue incuestionado y gobernó con su propia concepción del au­toritarismo.

Una base ideológica uniforme reunió apoyo alrededor de la figura del Presidente. Ciertamente, sería justo decir que su liderazgo, en algunos sentidos, acrecentó el rol de una política consensual. Las posiciones polí­ticas eran suyas a lo largo del sistema y, la identificación con una ideolo­gía representada por una fuerte figura personalista, consolidó los cimientos del régimen. Stroessner creó una alternativa ideológica tanto a la del Par­tido Colorado como a la de la oposición. Por supuesto, más negativamente, también envió al exilio a un gran número de paraguayos, incapaces de vi­vir bajo las normas, instituciones y el elitismo del sistema que propició por tanto tiempo.

La combinación de tendencias históricas y el fuerte personalismo de­mostraron ser condiciones suficientes para la consolidación del autoritaris­mo en el Paraguay. Las orientaciones ideológicas de Stroessner penetraron la creación de políticas y produjeron mecanismos de refuerzos por los cua­les el proceso de consolidación ganó fuerza. Entre esas orientaciones, las políticas de control y la cooptación económica fueron las piedras angulares de la inmovilidad de Stroessner.

Las políticas de control descansaron sobre una combinación de principios legales, constitucionales e ideológicos. La población fue instrui­da sobre cómo articular demandas políticas dentro del sistema. El disenso fue silenciado, la prensa libre fue circunscripta y las instituciones repre­sentativas fueron paralizadas. Las instituciones de seguridad extendieron su rol a los grupos civiles en un esfuerzo por socavar el desafío organizado contra el régimen. Las restricciones más importantes fueron aquellas sobre el funcionamiento del propio sistema político. En las tres décadas pasadas, se abrumó a los partidos políticos con una gran cantidad de nuevos requi­sitos legales para obtener plenos derechos. La acción legislativa se trans­formó en el sello de aprobación para las políticas e iniciativas del régimen. La habilidad del gobierno de Stroessner para funcionar con impunidad den­tro de la sociedad demostró que era posible lograr sus objetivos a través de los canales políticos normales. Sin embargo, cada institución aprendió las limitaciones impuestas sobre ellas a través del extenso aparato de con­trol del régimen.

Este mismo mensaje llegó a la población clara y fuertemente. La oposición abierta y el disenso no iban a ser tolerados; los paraguayos se adaptaron rápidamente a la realidad. Se guardaron sus críticas y se resig­naron a su destino. La represión, aunque no practicada en gran escala, co­mo en Chile o Argentina, era un recordatorio constante de que el régimen iba más allá del mero ejercicio del poder temporaria o transicionalmente. Un ambiente de desconfianza, miedo y sospecha envolvió a la nación. Con un constante nivel de control articulado a través de instituciones políticas claves, el régimen aumentó su capacidad de continuar sin ser desafiado.

Stroessner también entendió que su amenaza más seria no provenía de elementos externos sino desde su propio gobierno y base de apoyo. La política paraguaya es bastante especial en este sentido: las lealtades duran solamente mientras exista alguna ganancia obvia. El régimen podría pre­venir fácilmente desafíos desde afuera, pero los desafíos desde adentro re­sultaban menos dóciles a las usuales prácticas de control. Cuando miem­bros del entorno desaprobaron equivocadamente las políticas del régimen, fueron silenciosamente eliminados del sistema político. Un sólo error po­día terminar una carrera política entera muy fácilmente.

Entre aquellos que presentaban el riesgo más grande de un desafío interno estaban los miembros de las Fuerzas Armadas. El régimen de Stroessner creó un esquema de cooptación por el cual los oficiales milita­res se beneficiaban tanto del régimen como de mantenerse fuera de la po­lítica. La combinación demostró ser una hábil movida de parte del Presi­dente, que fue exitosa a lo largo de los años. Stroessner legalizó el dere­cho de los oficiales militares a dedicarse a actividades cuyos beneficios llenaban sus bolsillos. La mayoría de ellos se asoció con un pequeño sec­tor de la estructura del gobierno, y el gobierno le permitió crear maneras mediante las cuales poder beneficiarse financieramente.

El arreglo más popular fue el comercio internacional. La larga fron­tera del Paraguay ocasiona muchos problemas de seguridad, pero su loca­lización también lo convierte en un centro estratégico de transporte trans­nacional. Paraguay es un miembro de primera línea en el contrabando in­ternacional, y los oficiales militares sacaron en general la mejor tajada. Aunque no todos los oficiales participaron en esas actividades, los escala­fones más altos de las Fuerzas Armadas estuvieron comprometidos en brin­dar infraestructura y apoyo logístico a la red de contrabando por un precio determinado. Su ejemplo pronto se filtró hacia abajo de manera que otros burócratas empezaron a hacer lo mismo. Hoy en día, un soborno compra casi cualquier cosa en Paraguay.

Estos beneficios económicos mantuvieron a los militares a raya, dan­do al régimen un virtual control del país y permitiendo la promoción de los objetivos del régimen. El crecimiento económico fue impresionante du­rante la década del setenta, una vez que el nuevo sistema político logró su consolidación, pero los beneficios fueron distribuidos en forma desi­gual. Muchos paraguayos aumentaron su capacidad de consumir, y el régi­men gustosamente se atribuyó la responsabilidad por el nuevo estilo de vi­da. En la economía, sin embargo, no hubo cambios. Paraguay sigue depen­diendo de unos pocos productos agrícolas; ha desarrollado poca industria, en parte porque esto terminaría con el comercio de contrabando; no ha brindado suficientes oportunidades de trabajo y la migración hacia países vecinos continúa como siempre.

La consolidación del régimen fue posible sólo a causa de la natura­leza de la cultura política del Paraguay. La experiencia de Stroessner re­definió las orientaciones políticas de la población hacia una particular di­rección autoritaria. La mayoría de la población aceptó tranquilamente la forma de gobierno autocrático, cualquiera fuera el costo, parcialmente de­bido a la apatía política reinante. Los paraguayos se volvieron cínicos en lo que concierne al sistema político. La generación más joven se distanció de la política porque entendió que la política era el territorio de una élite muy selecta.

Los cambios en las actitudes individuales hacia la política ayudan a explicar por qué la transición del autoritarismo a la democracia será una cuestión tan compleja y dificultosa en el Paraguay. A diferencia de los go­biernos transicionales de Brasil y Argentina a principios de los años ochen­ta, el régimen de Stroessner no fue un gobierno dictatorial que ayudó al país a crecer hacia un futuro democrático. Las probabilidades de éxito de este tipo de transición en Paraguay se han incrementado durante la admi­nistración del General Andrés Rodríguez, pero mucho habrá que lograr pa­ra preparar a la nación para un futuro democrático.

El nivel de apoyo alcanzado por Stroessner favorece la interpreta­ción de que el régimen logró un alto grado de legitimidad. Una investiga­ción más detallada de la manera en que ganó el apoyo, requiere una con­clusión diferente. La legitimidad puede haber indicado el convencimiento de los paraguayos de que el sistema funcionaba bien y por lo tanto merecía apoyo, pero -dados los roles definidos de las instituciones y las eleccio­nes presentadas al pueblo- el respaldo también pudo haber reflejado las restricciones impuestas a la población. La decisión de apoyar al régimen pudo haber surgido porque el sistema parecía funcionar bien, pero -tam­bién- porque era imposible sostener una alternativa.

El Paraguay durante la era de Stroessner alcanzó un alto grado de consolidación, basado, esencialmente, en exitosas decisiones políticas y en una correcta lectura de las tradiciones históricas y culturales del país. Una política exterior destinada a mantener al país aislado del resto del mundo reforzó la naturaleza del régimen.

Aún luego de la partida del líder que fue su pieza clave, los años de gobierno de Stroessner y el sistema que creó siguen siendo un labora­torio complejo y de potencial riqueza para aquellos que quieran estudiar los alternativos procesos de la consolidación autoritaria. Para entender me­jor las variables examinadas en este contexto, el análisis debe extenderse a otros regímenes autoritarios. Casos similares en otros contextos geográ­ficos y socioeconómicos deben ser examinados a través de esta perspecti­va. Sólo a través de la aplicación de criterios específicos a una cantidad de casos comparativos podremos comprender el proceso de consolidación de regímenes autoritarios.



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------------ . "The Conspiracy of 1820 and the Destruction of Paraguayan Aris­tocracy." Revista de Historia de América 75- 76 (Enero-Diciembre 1973): 141- 55.

------------ . "Paraguay's Stroessner: Losing Control." Current History (Enero 1987): 25- 35.

World Bank. Paraguay: Regional Development in Eastern Paraguay. Was­hington, D.C.: World Bank, 1978.

Insfrán, Edgar L. La Irrupción moscovita en la Marina Paraguaya. Asun­ción: By the author, 1947.

------------ . Tríptico republicano: Democracia, agrarismo, paraguayidad. Asunción: Editorial América-Sapucai, 1956.

Insfrán, Pablo Max. La epopeya del Chaco: Memorias de la guerra del Cha­co del Mariscal José Felix Estigarribia. Asunción: Imprenta Nacional, 1972.

ed. The Epic of the Chaco: Marshal Estigarribia's Memoirs of the Chaco War, 1932- 1935. Austin: University of Texas Press, 1950. Young, Henry Lyon. Elisa Lynch, Regent of Paraguay. London: Anthony Blond, 1966.

Zook, David H. The Conduct of the Chaco War. New Haven: Bookman As­sociates, 1960.


CONTENIDO

Prefacio

Introducción - La Organización de Este Estudio, Notas

La Cultura Política del Paraguay

La Cultura Guaraní

El Impacto de las Ordenes Religiosas

Cultura Política y Cultura Popular

Cultura Política Popular e Instituciones Políticas

La Cultura Política bajo Stroessner

La Tradición Autoritaria Reinstalada

Orientaciones Políticas en el Paraguay

El Estudio de Lipset

Los Estudios de Nichols

Los Estudios de Silvero

Paraguay : Una variante Autoritaria

Notas,

La Historia del Autoritarismo en el Paraguay

El Período Colonial,

La Era de la Post-Independencia,

Autoritarismo I: El Francismo, 1814-1840,

Autoritarismo II: Los López, 1840-1870,

La Guerra de la Triple Alianza, 1864-1870,

Las Secuelas de la Derrota,

La Primera República Colorada, 18788-1904,

Los Años Liberales, 1904-1947,

La Guerra del Chaco y la Revolución Febrerista,

Autoritarismo III: Ddorínigo, 1940-1948,

Preludio a Stroessner: Epílogo del Autoritarismo,

Notas,

Las Bases Ideológicas de la Era de Stroessner

La Dimensión Constitucional,

La Constitución de 1870,

La Constitución de 1940,

La Constitución de: 1967,

Ideología Autoritaria y Estructura de Poder,

Confrontaciones Ideológicas

El Stronismo como Doctrina

El Paraguay Autoritario: La Tradición Stronista,

Notas,

Control Político y Movilización Controlada

El Marco Legal del Control Político

La Estructura de Partidos y el Control Político,

La Oposición Limitada

La Oposición Rechazada

 El Rol del Partido Unico

Grupos de Interés y Control Político

La Iglesia Católica.

Gremialismo Organizado

La Población Indígena

Represión Individual y Derechos. Humanos

Control Político y Consolidación

Notas

Desarrollo Económico y el Modelo de Cooptación

La Estructura de la Economía Paraguaya

El Sector Agrícola

El Sector Industrial

Infraestructura

La Política del Desarrollo Económico

El Nuevo Rol de la Agricultura

El Potencial Hidroeléctrico

Política Financiera y Desarrollo

El Modelo de Cooptación

Cooptación Desde Arriba

La Cooptación de los Sectores Mediú

Cooptación Desde Abajo

La Cooptación de Rivales Potenciales

Notas

El Derrocamiento del Régimen de Stroessner

De la Prosperidad a la Crisis: La Realidad Económica

La Crisis Institucional

Hacia el Futuro: Conflicto Intra-partidario

Las Fuerzas Armadas y la Tránsición

Presiones Externas

La Movilización Política y Social

Planificando la Transición: Propuestas para el Cambio

El Golpe y la Sorpresa del General Rodríguez

La Nueva Elección: La Transición desde Adentro

Notas

La Era de Stroessner

Bibliografía Selecta


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