JACINTO RIVERO GRABADOS 1980/ 1994
ABRIL DE 1994
EXPOSICIÓN EN BELMARCO GALERÍA
Fotografía de Enrique Collar
Diseño de Federico Tatter
JACINTO RIVERO C. nació en Asunción el 17 de febrero de 1932. Siguió cursos de grabado con el Maestro Livio Abramo desde la función del Taller “Julián de la Herrería” (1956) en la entonces Misión Cultural Brasileña.
ESTUDIOS : Colegio San José/ Colegio Militar Francisco Solano López / Universidad de la Plata
EXPOSICIONES INDIVIDUALES
1994 - Galería Belmarco.
1989 - Centros de Estudios Brasileros, Paraguay./ El “Nunca más” de Jacinto Rivero.
1981 Centro de Estudios Brasileros, Paraguay. “25 años de Grabado”.
1977 - San Pablo.
1974 - Roma.
1970 - Río de Janeiro.
1967 - Quito, Asunción, Lima, La Paz, Santiago de Chile, Buenos Aires.
1960 - Caracas, Montevideo.
1956 - Santiago de Chile, ciudad de México.
EXPOSICIONES COLECTIVAS
Entre 1956 y 1978 en Asunción, La Paz, Buenos Aires, Montevideo, Caracas, Cuidad de México, Santiago de Chile, Bogotá, Rio de Janeiro, San Pablo, 75 Aniversario del Colegio San José de Asunción. En 1993 Múnich, Alemania.
Participó de la I y III Bienales de San Pablo; de la II,III y IV Bienales de Puerto Rico; I Bienal Latinoamericana de San Pablo; XIII y XIV Bienales de Ljubliana y VII de Rijeka en Yugoslavia; I Bienal Internacional de Deportes en las Artes Plásticas del Uruguay.
Poseen obras suyas los Museos de Arte Moderno de Nueva York; Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro; Colección Circulante y Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo de Asunción.
DISTINCIONES: Mención de Honor del Ministerio de Educación del Brasil y Mención y Medalla de plata de la Confederación Brasileña de Diseñistas, en 1978, en Brasil; Medalla de Oro del Ateneo Paraguayo en Asunción.
Josefina Plá y Jacinto Rivero
COMENTARIO : El grabado moderno instauró su presencia, mayor de edad, de una vez, en motivación y técnica, en la obra de Andrés Campos Cervera (no había, éste, inaugurado aún su seudónimo de JULIÁN DE LA HERRERÍA) con su, muestra, excepcional para su época, en el Belvedere (1920) y en la cual se manifestaba como pintor, grabador, e inclusive con incursiones en la escultura, que amplió exitoso más tarde. A partir de esta fecha, varios lustros transcurrieron jalonados por esporádicas expresiones del artista en xilograbados ilustrativos, y algunos ensayos de la misma milenaria técnica, firmados por Julio Vergottini (Argentino de paso) y por el entonces muy joven pintor, Roberto Holdenjara. Nada que señalase superaciones en la autoría. Ya en España en 1934 Julián de la Herrería realizo una nueva serie de grabados en metal (cuyas plantas se perdieron). Sobreviven, de las tiradas, algunos ejemplares únicos, que forman parte del Museo Julián de la Herrería; en su nueva fase, éste.
Julián de la Herrería fallece en 1937. Y pasan, otra vez lustros para la trayectoria del grabado en el Paraguay se reanude. Ello tiene lugar mediante la inspiración que urgió a Livio Abramo, grabador Brasileño de brillante trayectoria (recientemente fallecido), a trasladarse al Paraguay en 1956; y ya en Asunción, y con el apoyo de la Misión Cultural Brasileña (hoy Centro de Estudios Brasileños) fundar en 1957 el Taller “Julián de la Herrera”, en memoria del que fue y sigue siendo, pese a inexplicables giros de la rueda, el primer grabado moderno paraguayo.
El anuncio de la apertura del taller fue la consigna para la incorporación de un grupo numeroso de jóvenes noveles, acompañados de otros ya en marcha hacia una definida personalidad como pintores. Rodearon entusiastas al maestro: dieron vida y savia a esa iniciativa, que nos permite contar hoy con varios logrados grabadores. Quizá haya llegado la hora para un recuentro que asiente la trayectoria de ese Taller para ejemplo y edificación, como dicen las crónicas religiosas. Porque hay en cada uno de esos cultores del grabado un sentido, perfectamente integrado en el vértice de su gubia: un sentido de comunidad y fidelidad en lo estilístico. Condición esta del “encantamiento” que presidió a su iniciación…
Entre los actuales cultores del grabado –que, nótese-, no ha salido aún de la fase xilótica, o sea la que se apoya como materia en la que le fue primordial y primeriza, la madera; y si se han hecho algunos ensayos en metal, no han pasado de eso; de ensayos; estuvo, desde el principio, Jacinto Rivero (él no hace hincapié en que lo llamen “fundador”). Modesto, prototipo de la fidelidad en vocación y técnica, su obra no ha sufrido interferencias; Rivero ha expuesto, a lo largo de estos siete lustros, varias veces en el país y fuera de él en Bienales americanas – Argentina, Brasil, Puerto Rico, México-, como también Yugoslavia, Japón y Alemania, y ha merecido algún premio local. Ahora nos ofrece una exposición individual, que lo presenta en abreviada biografía de su personal envergadura estilística.
De cepa campesina; savia telúrica su sangre, como la tierra roja de los patrios caminos, Jacinto Rivero ha seguido haciendo grabado durante los mencionados treinta y cinco años, y desarrollando en la empresa los mismos motivos del primer día. Salvo en sus ensayos en metal, hace rato abandonados. Sus motivos permanecieron siempre ligados a una inspiración terrenal: el paisaje animado de su nacencia y su raíz ancestral.
¿Repetición? En este artista, como n otros y especialmente en los ingenuos – Rivero lo es, en la plena acepción del vocablo, que consagra el regreso a la visión primaria del entorno: hombre y paisaje – este término,repetición, en su acepción elemental, no cabe. El titulo real seria quizás insistencia ofidelidad, como ya se ha dicho: medular fidelidad, consustanciada con una visión que es como un llamado misional; obstinación en la empresa, flagrante, de captar, fijándola en imágenes – el papel, hijo del árbol, duro más que él – la cifra de una Naturaleza a la que amenaza la destrucción, antes de que haya podido ser captada en su misterio.
REPETICIÓN es la palabra que no cabe, repetimos, en presencia de una obra en la cual late – con un latido que semeja golpe de martillo, o de hacha lejana avanzando – la voz de un paraíso amenazado. Sus composiciones, a menudo sorprendentemente constructivistas, con un constructivismo involuntario, “avant la letre” son aportes entrañables a la interpretación, no ya de la naturaleza a la vista, sino inclusive del ser humano, que “justifica” el paisaje. LO ENTRAÑABLE ECOLÓGICO, repetimos, emana de ellos, exaltación invisible. La figura humana aparece, es en un regreso al acorde primitivo, en el cual el ser humano explica el entorno como el entorno explica al ser humano.
El equilibrio de blancos y negros, el diseño ingenuo o más bien primitivista, mantiene, su eficacia, perfectamente armónica en el juego de laberinto que es cada uno de ellos.
La exposición de Jacinto Rivero merece ciertamente ser vista… y meditada, en estos días críticos para la tan mentada ecológica.
JOSEFINA PLÁ
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