LOS ESTADOS UNIDOS Y EL PARAGUAY DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
POLÍTICA DEL BUEN VECINO Y AUTORITARISMO EN PARAGUAY
Por MICHAEL GROW
Editorial HISTÓRICA
Asunción – Paraguay
Diciembre 1988 (188 páginas)
Título original: The good neighbor policy and authoritarianism in Paraguay.
United States economic expansion and great power rivalry in Latin America during world war II.
(Política del buen vecino y autoritarismo en Paraguay.
Expansión económica de los Estados Unidos y rivalidad entre las grandes potencias
en América Latina durante la I I Guerra Mundial). The Regents Press of Kansas; Lawrence, 1981.
Edición traducida por Frank M. Samson
Revisión técnica: Alfredo M. Seiferheld
Correcciones: Rufo Medina y Ada Rosa de Wehrle
Realización de la tapa: Editorial Histórica
Composición, armado, montaje
e impresión: Ediciones y Arte S.R.L.
Hecho el depósito indicado por la
ley 94/51 de derechos intelectuales.
Derechos Reservados: Editorial Histórica, Caballero 742, tel. 446-424
Casilla de Correo 2219, Asunción - Paraguay
Copyright 1981 by The Regentes Press of Kansas
Fotografía de tapa: FDR y Eleanor Roosevelt saludan a Morínigo en la Casa Blanca,
9 de Junio de 1943 (cortesía de Wide World Photos).
CONTENIDO
Prólogo a la edición en castellano
Introducción
1 Respuestas nacionales a la Gran Depresión: Los Estados Unidos y Alemania
2 Reacciones internas a la Gran Depresión: Región Sureste de Sudamérica
3 Rivalidad de las Grandes Potencias en el Sureste de América del Sur, 1933-1941
4 Buen Vecino en el Paraguay: José Félix Estigarribia y los Estados Unidos
5 Mal Vecino en el Paraguay: Higinio Morínigo y la Segunda Guerra Mundial
6 Estados Unidos, Morínigo y el desarrollo económico del Paraguay
7 El Sureste de América del Sur y el "Siglo Americano"
8 Los Estados Unidos y la restauración de la "Democracia" en el Paraguay
Conclusión
Notas
Bibliografía
PROLOGO A LA EDICION EN CASTELLANO
A comienzos de abril de 1982 el historiador y periodista paraguayo Ricardo Caballero Aquino publicó por primera vez, previa traduccion, en el clausurado diario ABC Color, un capítulo del presente libro. Sólo habían transcurrido algunos meses desde su edición original en inglés, por lo que la obra era aquí desconocida. Se trataba de una propuesta de interpretación histórica diferente, a partir de fuentes diferentes, para los años treinta y cuarenta, aunque no novedosa para otras épocas ya investigadas de nuestro pasado.
Michael Grow sumó así su nombre, con este valioso libro, al de otros compatriotas suyos que se habían ocupado de la historia del Paraguay, o se ocuparían de ella con el tiempo. Harris Gaylord Warrem, el decano de todos ellos, David H. Zook, Jr., que no era propiamente un historiador, Leslie B. Rout, John Hoyt Williams, Pelham Horton Box, Paul H. Lewis, Richard Alan White o Thomas Lyle Whigham integran, con otros, esa legión de historiadores, de habla inglesa, escasamente conocida por entonces en Paraguay.
Esta obra, cuya visión bilateral no le impidió a Grow ofrecer a los lectores un libro de alto valor documental, explica con gran nitidez el comienzo de la presencia norteamericana en los países latinoamericanos, vía "concesiones" económicas, que hasta hoy perduran y se acrecientan, ya con el nuevo nombre de "deuda externa".
En su libro, el autor nos muestra un Paraguay que forma parte del mundo, con sus mismos problemas, en pleno siglo XX. Ya no es un Paraguay de historia aislada, como si allende sus fronteras nada existiera. Es un Paraguay con gobiernos a veces hasta salidos o sostenidos en Buenos Aires, Washington, Londres o Río de Janeiro. Un período esencial de historia contemporánea paraguaya es descripto aquí de manera diferente, visto con ojos diferentes; usualmente con aquéllos de los representantes diplomáticos de países que, al tiempo de tener sus propios intereses, también pretendían instaurar formas de gobierno más próximas ya sea a la democracia o al totalitarismo, reservándose incluso en ocasiones la decisión final.
Hay en la tesis de Grow revelaciones documentales sorprendentes; algunas quizá se desconocían simplemente porque en el Paraguay los archivos públicos van sólo hasta 1868 y existe un temor irracional de abrir los posteriores a la investigación, como el de Relaciones Exteriores, que contiene material de gran valor historiográfico. Pero aún así, se ha conseguido burlar esta vigilancia y un libro como el de Grow nos muestra la inutilidad de su práctica. Ademes, del mismo modo como el autor lo ha hecho, no han faltado otros compatriotas que en el extranjero trabajaron en fuentes de investigación primaria para darnos, a su turno, versiones dispares de los períodos por ellos pesquisados.
El libro de Grow, como los de otros autores extranjeros, tiene además un significado especial, pues resulta gratificante que haya optado por el Paraguay como su objeto de investigación cuando, aquí son cada día menos los que encuentran en el pasado motivos para trabajar.
Esta situación muy particular explica suficientemente las razones por las cuales Editorial Histórica ha hecho el esfuerzo por traducir y editar la versión en español de la obra, que significa no sólo un nuevo título a la historiografía -el que de hecho ya existía- sino también una nueva forma de presentar los hechos históricos con protagonistas de carne y hueso y situaciones tan de la vida cotidiana en el pasado como en el presente. Esta manera de hacer historia, sin héroes máximos ni seres iluminados, muy propia de la escuela norteamericana, facilita la comprensión del lector, el que a menudo se encuentra reflejado a sí mismo en los protagonistas, con iguales defectos y cualidades.
La obra de Michael Grow, como se señala en la introducción a la edición original, apunta a considerar las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y los países latinoamericanos, sin víctimas ni victimarios, sino como un caso de mutuo acercamiento, en que cada parte daba lo que tenía para recibir a cambio lo que necesitaba. En el libro, escribe William James Fleming de la Pan American University, Grow "entreteje hábilmente los factores internos locales con las preocupaciones internacionales y las operaciones de política externa de los Estados Unidos. El resultado revela que los intereses políticos y económicos locales proporcionan un panorama significativo de variables que explican la evolución de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina".
Asunción, abril de 1988
Alfredo M. Seiferheld
INTRODUCCIÓN
Pese a que los días finales de la Segunda Guerra Mundial encontraron a las naciones del Hemisferio Occidental unidas en oposición a las "potencias del Eje", las relaciones en tiempo de guerra entre los Estados Unidos y América Latina fueron complejas y -con mayor frecuencia de lo admitido generalmente- discordantes. Complicando la ecuación de las relaciones interamericanas durante la guerra, hubo una mezcla variada de factores ideológicos, políticos y económicos relacionados a la seguridad, factores que produjeron percepciones radicalmente divergentes y a veces conflictivas de "interés nacional" entre los Estados Unidos y las autoridades con poder de decisión en América Latina.
Factores ideológicos. La política latinoamericana de los Estados Unidos a fines de la década de 1930 y principios de 1940, fue formulada e implementada contra el telón de fondo de una lucha global entre dos sistemas ideológicos rivales -los modelos institucionales democrático-capitalistas del liberalismo angloamericano y los modelos totalitario-estatistas del fascismo europeo- a medida que los proponentes de cada sistema realizaban proselitismo y propaganda en un esfuerzo por atraer adherentes a sus respectivos modelos en otros lugares del mundo. En América Latina, esta competencia ideológica externa entre el liberalismo y fascismo fue súper impuesta a un ambiente latinoamericano interno, que a su vez se caracterizaba por un conflicto entre diversas variantes ideológicas distintas, que comprendían. (1) una variante "liberal" cuyos adherentes tradicionalmente se identificaban con las estructuras institucionales democráticas y capitalistas; y (2) una variante de "derecha radical", cuyos adherentes incluían (a) fascistas nacionales que abiertamente apoyaban experimentos totalitarios radicales en sus respectivas naciones y (b) "nacionalistas autoritarios" acerbamente antagónicos a las estructuras liberales y que abogaban soluciones dictatoriales y estatistas a problemas socioeconómicos y políticos nacionales. El pluralismo ideológico de América Latina aseguraba que, en una confrontación militar internacional entre las "democracias" angloamericanas y las naciones del Eje, cada lado recibiría apoyo y simpatía para la moralidad de su causa de un sector substancial de la opinión pública latinoamericana. Indisolublemente ligados a las consideraciones ideológicas había factores políticos.
Factores políticos. Los conflictos ideológicos internos de América Latina tuvieron lugar primordialmente en la arena de la política nacional, en forma de luchas de poder entre "contendores de poder" liberales y derechistas rivales. Al oponer elementos liberales, que históricamente estaban estrechamente identificados con intereses británicos y norteamericanos en asuntos internacionales, contra elementos de la derecha que estaban profundamente impresionados por los experimentos alemanes e italianos en el desarrollo nacional, y que en muchos casos tenían estrechos vínculos personales con nazis alemanes y fascistas italianos, estas luchas de poder tenían implicancias importantes para la formulación e implementación de la política externa en cada nación latinoamericana, así como para la política de los Estados Unidos para con cada una de estas naciones. En efecto, las cambiantes configuraciones del poder político en los sistemas políticos internos de América Latina -a medida que las facciones liberales y las derechistas competían en el dominio de sus gobiernos nacionales- producían un espectro constantemente cambiante de obstáculos y oportunidades para los miembros del gobierno de los Estados Unidos en sus esfuerzos para forjar una coalición unificada, conducida por los EE.UU. y los pro-Aliados, de aliados hemisféricos durante la guerra. Por el contrario, la política interna en los Estados Unidos ejercía, como máximo, una influencia secundaria sobre el curso de las relaciones interamericanas, debido probablemente a la vigorosa posición bipartidista del Partido Republicano y Partido Demócrata en cuanto a cuestiones de política externa durante toda la guerra.
Factores económicos En un punto central para la percepción de las autoridades políticas de los Estados Unidos estaba una necesidad inducida por la depresión para restaurar el empleo, la producción y la prosperidad en una economía interna de los EE.UU., severamente afectada por los eventos de 1929 y posteriores. En el contexto de la política externa hemisférica, este objetivo se tradujo en un esfuerzo concertado por los EE.UU., emprendido frente a una competencia económica alemana directa, (1) de ampliar los mercados de exportación en América Latina para productos industriales de los Estados Unidos, (2) para defender y mejorar la posición del capital de inversión privada de los Estados Unidos en América Latina, y (3) para mantener el acceso seguro a recursos naturales y materias primas de América Latina. Los políticos con poder de decisión en América Latina, por su parte, buscaban con igual determinación (1) proteger y ampliar todos los mercados comerciales existentes -tanto en Europa y Asia como en América del Norte- abiertos a sus frágiles economías dependientes de la exportación y productoras de materia prima; y (2) estimular -si era posible mediante la asistencia económica de las principales naciones industrializadas del Hemisferio Norte- el proceso de diversificación económica e industrialización interna que, como creían, en último término liberaría a sus economías nacionales de la dependencia de la exportación para sus monocultivos y de la vulnerabilidad a fluctuaciones Impredecibles y devastadoras en el comercio internacional, tales como las de 1929/30. La armonía en las relaciones interamericanas, durante la Segunda Guerra Mundial exigía una reconciliación de estas metas, frecuentemente contradictorias al propio interés económico nacional.
Factores de seguridad. Las autoridades gubernamentales de los Estados Unidos percibían varias amenazas hemisféricas potenciales a la seguridad nacional de los EE.UU., entre ellas: (1) que una o más de las naciones del Eje estaban planeando una invasión militar del Hemisferio Occidental, constituyendo de este modo una amenaza directa al territorio y población de los Estados Unidos; (2) que Alemania conquistaría Gran Bretaña, Francia y Holanda, y transformaría las posesiones del Caribe de estas naciones europeas en un nuevo imperio colonial alemán en el flanco Sur vulnerable de los EE.UU.; o (3) que Alemania, mediante tácticas de quinta columna (utilizando comunidades de inmigrantes alemanes en América Latina) y/o la manipulación de los elementos derechistas latinoamericanos locales, crearía un bloque dependiente de estados-clientes latinoamericanos gobernados por títeres pro-alemanes, como un enclave para un mayor expansionismo alemán en el Hemisferio. Las autoridades oficiales latinoamericanas, en contraste, tendían a definir sus preocupaciones sobre la seguridad nacional durante la guerra, menos en términos de defensa contra una potencial agresión del Eje y más en términos de un oportunismo geopolítico calculado. Funcionando en un ambiente internacional altamente competitivo, que siempre había estado dominado militar y económicamente por "grandes potencias" más fuertes del Hemisferio Norte, y confrontadas ahora con una lucha de poder global y cataclísmico entre coaliciones rivales de las grandes potencias principales, las autoridades políticas latinoamericanas consideraron esencial, por razones de seguridad nacional, asegurar una posición ventajosa y cómoda para sus respectivas naciones en los asuntos internacionales, manteniéndose en buenos términos con cualquier gran potencia o grupo de potencias que parecieran tener mayor probabilidad de lograr una posición dominante en los asuntos mundiales durante y después de la guerra. Los líderes de los Estados Unidos y de América Latina tenían, de este modo, la tendencia de enfocar la cuestión de una "amenaza del Eje" desde perspectivas netamente diferentes.
El siguiente estudio de caso evalúa la influencia relativa de estos diferentes factores en la configuración de las relaciones en tiempo de guerra de los Estados Unidos con el Paraguay y las repúblicas vecinas en la región Sureste de América del Sur, que había contribuido muy significativamente a las tensiones en las relaciones interamericanas durante la Segunda Guerra Mundial. Debe manifestarse desde un principio que, pese a que en esta obra se han identificado cuatro categorías de variables en la ecuación interamericana (ideología, política, economía y seguridad) para fines de exposición, las fronteras que separan estas categorías no son absolutamente nítidas ni están bien dibujadas por la ciencia contemporánea.
En efecto, conceptos tales como las interrelaciones que enlazan la política y la economía, los grados relativos de importancia asignados a valores políticos y principios económicos en el contexto de sistemas ideológicos, y la importancia de los factores económicos en los conceptos de la seguridad nacional, permanecen definidos con vaguedad entre los estudios de las relaciones interamericanas. Tampoco debería considerarse el énfasis asignado a la ideología, política, economía y seguridad como implicando que los mismos eran los únicos factores causales en la ecuación de las relaciones interamericanas en tiempo de guerra. Aunque relegados en esta obra a una posición secundaria de significado explicativo, factores tales como "política burocrática" -es decir, la competencia y conflicto entre los diversos organismos administrativos en cada gobierno nacional con respecto al poder y la influencia sobre los delineamientos de la política oficial- y las idiosincrasias de la naturaleza humana individual -por ejemplo, un comportamiento personal ofensivo de un diplomático de los Estados Unidos, la ambición personal de un diplomático latinoamericano para alcanzar la presidencia de su país, la vinculación emocional de un presidente latinoamericano con su hijo minusválido- no pueden ignorarse como elementos significativos en el proceso de la adopción de decisiones de política externa entre las naciones involucradas.
Por último, se consideró insuficiente centrar la atención únicamente sobre cuestiones de causalidad, sin un examen concomitante de las consecuencias. Se puso de manifiesto durante el curso de la investigación, que las medidas políticas de algunas de las naciones estudiadas tuvieron un profundo impacto sobre el curso subsiguiente de los eventos en otras de estas naciones, y que en varios aspectos los patrones de interacción táctica con los Estados Unidos y las repúblicas de la región Sureste de América del Sur, desarrollados en sus tratativas recíprocas durante la Segunda Guerra Mundial, tuvieron una importante influencia sobre la naturaleza y estilo de interacciones posteriores entre ellas después de la guerra. En este sentido, los últimos capítulos de este estudio específico se focalizan sobre el impacto y el legado de las relaciones en tiempo de guerra, en términos de la naturaleza de las relaciones interamericanas durante la era de posguerra.
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BUEN VECINO EN EL PARAGUAY: JOSÉ FÉLIX ESTIGARRIBIA
Y LOS ESTADOS UNIDOS
Ninguna nación en el Hemisferio Occidental tenía una tradición política autoritarista de raíces más firmes que el Paraguay. Cerca de tres siglos de colonialismo español habían acondicionado a los paraguayos al gobierno arbitrario, y después de lograr la independencia en 1811, sin vacilar institucionalizaron un sistema de dictadura nacional, en la convicción que solamente un "estado fuerte" podría proteger al Paraguay de la absorción por sus vecinos expansionistas, Argentina y Brasil. Durante el medio siglo subsiguiente de formación de la nación, tres "presidentes vitalicios" represivos -José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-40), Carlos Antonio López (1840-62), y Francisco Solano López (1862-70)- gradualmente estructuraron el poder nacional del Paraguay, transformando a la pequeña nación en un estado virtualmente militarizado, con el ejército más grande de la cuenca del Río de la Plata.1
Durante cinco décadas, los dictadores paraguayos impusieron una asfixiante estabilidad política y una primitiva autosuficiencia económica sobre su nueva nación, conservando su independencia contra las pretensiones hegemónicas de sus poderosos vecinos y protegiéndola de la anarquía política, bancarrota fiscal y dominación económica extranjera, tan característica de otras repúblicas hispanoamericanas durante la primera mitad del siglo XIX. Encarcelamientos, deportaciones y ejecuciones impusieron el orden interno absoluto y la disciplina entre los propietarios de la clase superior, como también entre los campesinos. Una economía notablemente autosuficiente, dirigida por el Estado, salvaguardó a la nación mediterránea de la estrangulación económica por la Argentina, cuyos bloqueos navales en el Río Paraná periódicamente impedían al Paraguay llegar a su única salida al Atlántico y al comercio mundial. Para garantizar reservas suficientes de los productos principales del país -trigo, tabaco, yerba mate, algodón, madera, carne y cueros- el Estado expropió casi todas las tierras agrícolas, las colocó bajo el dominio fiscal y las arrendaba a cultivadores privados bajo la administración estatal centralizada. Un amplio sistema de estancias oficiales suministraba a la nación caballos, ganado vacuno y mulas y producía alimentos para el ejército y los insolventes.2 Además, el Estado monopolizaba la comercialización de exportaciones agrícolas y reinvertía las utilidades en divisas resultantes en proyectos de modernización interna, que incorporaban la tecnología moderna al país. Industrias procesadoras estatales (textiles, madera, papel, artículos de cuero) y los inicios de una temprana industria pesada (una fundición y planta de armamentos de propiedad del gobierno) condujeron al Paraguay hacia un nivel de subsistencia de autosuficiencia industrial, mientras que un ferrocarril estatal, redes telegráficas y viales estatales, y una marina mercante estatal, aumentaron aún más la fuerza y la independencia interna de la nación.
Este período de crecimiento forzado llegó a un final abrupto y devastante con la Guerra de la Triple Alianza. En 1865, Francisco Solano López condujo al pueblo paraguayo a una lucha imposible contra las fuerzas combinadas de la Argentina, Brasil y Uruguay, que finalizó solamente después de la muerte de López en Cerro Corá, cinco años más tarde. La derrota dejó al Paraguay en ruinas, a su población diezmada casi hasta el punto de la extinción (aproximadamente 300.000 muertos en una población de 525.000), sus cultivos y ganadería y estancias gubernamentales destruidas, su base industrial demolida. También quedó destruido el estado autoritarista. En 1870, los ejércitos ocupantes de los aliados victoriosos impusieron al país un sistema democrático extranjero de gobierno, bajo una nueva constitución liberal, y, después de despojar al Paraguay de unas 55.000 millas cuadradas de su territorio, pasaron el gobierno a los restos sobrevivientes de la élite paraguaya.
Después del asfixiante orden y estabilidad del estado autoritarista el nuevo "estado liberal" inició una era de setenta años de violencia política endémica y gobierno ineficiente. Detrás de las formas vacías de la democracia constitucional, facciones rivales de una oligarquía empobrecida y deprimida, que carecía de toda tradición de compromiso democrático, formaron dos partidos políticos y trataron de perpetuar el tradicional gobierno por la fuerza. Los colorados3 monopolizaban el gobierno mediante elecciones controladas y estrictas facultades policiales hasta 1904, cuando fueron derrocados por los liberales, que aplicaron las mismas tácticas para mantenerse en el poder durante las tres décadas siguientes. En ausencia de elecciones honestas, la revuelta armada -por el partido fuera del gobierno y, más frecuentemente, también por facciones disidentes dentro del partido en el gobierno- rápidamente se estableció como el único método eficaz de transferir el poder, poniendo en marcha un ciclo confuso de inestabilidad, que produjo no menos de treinta y siete presidentes entre 1870 y 1940, de los cuales únicamente cinco lograron completar un período completo en el cargo y de los cuales ninguno entregó pacíficamente el poder a la oposición en una elección democrática.
En sus disposiciones económicas, la constitución de 1870 rechazó la propiedad estatal y los controles centralizados del estado autoritarista, a favor de un sistema leseferista de empresa privada. Bajo el mismo, los regímenes empobrecidos de postguerra que heredaron la nación postrada, lucharon para superar una carencia casi total de ingresos operativos. Después que varios millones en dólares en préstamos extranjeros desaparecieron en un torbellino de fraude, corrupción y mala administración,4 los desesperados líderes del Paraguay recurrieron a la única fuente de fondos que tenían a disposición: la venta de tierras fiscales de las vastas tierras públicas acumuladas por Francia y los dos López. El Estado, en efecto, rápidamente se convirtió en un concesionario, rematando las tierras y recursos del Paraguay a especuladores y compañías extranjeras explotadoras. Compañías argentinas, británicas, francesas y estadounidenses compraron inmensas extensiones de tierra y construyeron fábricas para procesar y exportar productos ganaderos, madera y yerba mate paraguaya. Una de estas empresas -Carlos Casado Ltda., una compañía quebrachera argentina- adquirió ella sola un imperio privado de 22.000 millas cuadradas, que constituía casi un séptimo del territorio total del Paraguay. Gradualmente, estas propiedades extranjeras llegaron a asemejarse a condados feudales independientes, manteniendo sus propios puertos fluviales, ciudades de la compañía y ferrocarriles privados, emitiendo su propia moneda, libres de la interferencia gubernamental. El complaciente Estado paraguayo cooperativamente les garantizó una fuerza laboral barata y dócil a través de leyes tales como una "ley del trabajo forzado de los peones" de 1871, que concedía a los administradores de las propiedades facultades legales de servidumbre sobre sus trabajadores campesinos sin tierras, mientras que las fuerzas policiales y militares del gobierno permanentemente fueron puestas a la disposición de los propietarios para suprimir la perturbación laboral y aplastar cualesquiera tentativas de los trabajadores para organizarse.
Entretanto, la mayoría de los demás sectores de la economía paraguaya también cayeron bajo propiedad extranjera. El ferrocarril estatal fue vendido a intereses argentinos y brasileños en 1874 para cubrir la amortización de los préstamos extranjeros derrochados. Los buques de la marina mercante estatal fueron vendidos con el mismo propósito, con el resultado que la línea argentina Mihanovich adquirió un monopolio sobre la navegación comercial paraguaya, cobrando fletes tan exorbitantes que pronto costaba más embarcar mercaderías las mil millas río abajo de Asunción a Buenos Aires, que de Buenos Aires a Nueva York o Londres. El capital británico, francés, alemán y español ganó el dominio de la estructura bancaria y financiera del Paraguay. La actividad del seguro fue monopolizada por intereses británicos y argentinos. Una sociedad estadounidense recibió una concesión para construir y operar un moderno puerto en Asunción, mientras que el capital germano-argentino monopolizaba los sistemas de energía y tránsito de la capital.
Década tras década, el capital extranjero incrementó su dominio sobre la economía anteriormente autosuficiente. Para los años 30, diecinueve compañías privadas eran propietarias de más de la mitad de las tierras de la nación, y el fracaso de los gobiernos posteriores, tanto colorados como liberales, de rehabilitar la industria y la agricultura nacional, había dejado al Paraguay totalmente dependiente de costosas importaciones extranjeras para sus artículos manufacturados y -una ironía particularmente amarga para el país tradicionalmente fértil y productor de trigo y ganado- la mayoría de sus alimentos, incluyendo productos lácteos. El gobierno nacional renqueaba de año a año con los escuálidos ingresos aduaneros obtenidos de las exportaciones que fluían de las fábricas extractivas de propiedad extranjera, mientras los miembros de la pequeña élite gobernante del Paraguay lograban obtener modestos medios de vida en la burocracia gubernamental y como abogados y directores en el personal de las sociedades extranjeras. Entretanto, desapercibido y desatendido, el nivel de vida de la vasta mayoría de la población, se degeneró a niveles tan bajos como los hallados en cualquier lugar en el Hemisferio Occidental.6
Durante los primeros años de la década de 1930, una disputa fronteriza, ya latente hace mucho tiempo, con la vecina Bolivia, súbitamente estalló en hostilidades a escala completa, precipitando al Paraguay en su segundo conflicto internacional importante en siete décadas. La Guerra del Chaco de 1932-35 drenó aún más los magros recursos del país, y a pesar que la guerra finalizó en una victoria sobre Bolivia, el costo en seres humanos y bienes (36.000 muertos, $125 millones en gastos) dejó al Paraguay totalmente exhausto.7
Un intenso fervor patriótico, estimulado por la Guerra del Chaco, demostró, empero, ser el catalizador para una nueva era revolucionaria en la política nacional, desencadenando en la generación más joven de los paraguayos, que cargaron con el peso de la lucha en la guerra, una reacción nacionalista contra la situación de atraso de su país. Debajo de la superficie se había ido acumulando el descontento durante muchos años. Un partido comunista clandestino había hecho su aparición en 1923 y tuvo papel directivo para organizar los primeros pequeños sindicatos paraguayos entre los trabajadores de Asunción a mediados de los años 20. En 1928, un grupo de intelectuales de Asunción, conducidos por Juan Stefanich, constituyó una nueva asociación política, la Liga Nacional Independiente, y realizó un movimiento de protesta que pedía la renovación nacional y profundas reformas sociales y económicas, una llamada que atrajo seguidores entusiastas entre los grupos estudiantiles paraguayos. Entretanto, facciones disidentes de "radicales" jóvenes, tanto en el partido liberal como el colorado, estaban comenzando a desafiar la política tradicional de sus mayores de tendencia conservadora en sus partidos, y pedían a sus organizaciones que reconocieran la necesidad de cambio y tomaran la iniciativa para conducir al Paraguay por nuevos caminos de desarrollo nacional. Finalmente, vagos murmullos de intranquilidad política se estaban comenzando a escuchar en las fuerzas armadas del Paraguay. Desde la Guerra de la Triple Alianza, el Ejército paraguayo había sido esencialmente un "ejército político", en el sentido que tanto los liberales como los colorados, una vez en el poder, habían hecho de la leal membrecía en el partido un requisito previo para ingresos en la escuela militar nacional y en el cuadro de oficiales. Como resultado, el Paraguay efectivamente tuvo un ejército colorado hasta 1904 y un ejército liberal con posterioridad. Sin embargo, durante los años 20, una nueva generación de oficiales de rangos inferior y medio comenzó a discrepar con las escuálidas condiciones en las cuales ellos y sus tropas descalzas y mal alimentadas eran mantenidos por el empobrecido gobierno nacional. Al mismo tiempo, estos oficiales más jóvenes mostraban un creciente disgusto por los interminables golpes y revoluciones de los políticos civiles, que mantenían al país en continuo tumulto y desbarataban las carreras de los oficiales. Como reacción, comenzaron a considerar un papel político independiente para las fuerzas armadas del Paraguay.8
La movilización general para la guerra contra Bolivia reunió en el Chaco a estos diferentes elementos. Allí, durante la guerra, estuvieron galvanizados por un sentimiento común de ira por la omisión del gobierno en preparar adecuadamente las fuerzas armadas del Paraguay para la defensa nacional. El Ejército carecía de tal manera de equipamiento al inicio de las hostilidades, en realidad, que las tropas paraguayas frecuentemente se vieron obligadas a armarse con armas capturadas manualmente de unidades bolivianas, con alto costo en bajas paraguayas. Además, los pocos rifles disponibles en los arsenales paraguayos eran de calidad tan baja, que a menudo explotaban al ser disparados (y consiguientemente se les aplicó el mote de mata paraguayos por los cínicos soldados paraguayos), dando credibilidad a los rumores que circulaban profusamente, en el sentido que anteriores gastos para la defensa habían sido canalizados hacia los bolsillos de funcionarios gubernamentales corruptos. Como resultado, una generación de paraguayos jóvenes que servían en el Chaco creía que su gobierno había sido criminalmente negligente en preparación militar, una negligencia que, desde la perspectiva de los citados, había causado las inútiles muertes de miles de sus camaradas en armas.9
Durante tres años, alrededor del fuego en los campamentos del Chaco, intercambiaron sus ideas y resentimientos, su frustración por el atraso del Paraguay, su alienación del orden establecido. El resultado fue la consolidación de una ancha corriente política nueva, consagrada a una "revolución nacionalista paraguaya" y la construcción de un "nuevo Paraguay" después de la guerra.10 Menos un movimiento organizado que un impulso para el cambio, incluía entre sus adherentes heterogéneos -conocidos colectivamente como revolucionarios- a representantes de todos los grupos políticos y clases sociales en el Paraguay. Ideológicamente mal definidos, sus principales temas unificantes eran un desagrado con el comportamiento de los últimos regímenes del Partido liberal y de las estructuras institucionales liberales post 1870 en general, combinado con una convicción que se necesitaba un nuevo estado intervencionista fuerte para restaurar el poder nacional, la prosperidad y el prestigio que el Paraguay había gozado antes de 1870. Inflamados por el nacionalismo inducido por la guerra, los revolucionarios miraban con nostalgia hacia atrás, a la era de los primeros dictadores y su estado autoritarista estable y autosuficiente, como una verdadera edad de oro de gobierno eficiente, tranquilidad política, integridad económica y gloria nacional, mientras que, en comparación, la experiencia subsiguiente con las instituciones liberales parecía sinónima únicamente con venalidad gubernamental, anarquía política, dominación económica extranjera y debilidad nacional general.11 Al aflorar en la superficie durante los primeros años de la década de 1930, esta mezcla de nacionalismo, antiliberalismo e idealización del autoritarismo, hizo quizás inevitable que la revolución nacionalista del Paraguay fuera influenciada en cierta medida por el ancho espectro de los experimentos fascistas y corporativistas europeos contemporáneos.
Al final de la guerra, el régimen liberal en el poder del presidente Eusebio Ayala, demostró ser incapaz de controlar la ola de descontento popular que barrió el Paraguay al comenzar a regresar a su hogar las fuerzas desmovilizadas del Chaco. Ayala, un ex-director regional y vicepresidente de la International Products Corporation, una compañía ganadera y maderera en el Paraguay, con oficinas centrales en Nueva York, había continuado manteniendo lo que la legación de los Estados Unidos en Asunción describía como "estrechas relaciones comerciales" con la compañía después de convertirse en el Jefe de Estado del Paraguay. ("En mis conversaciones con el presidente", informaba el Ministro de los Estados Unidos en el Paraguay, "tengo escasa sensación de hablar con un extranjero. Podría ser un abogado o un hombre de negocios americano".)12 En Octubre de 1935, Ayala advirtió a su Congreso dominado por los liberales que "una profunda revolución está teniendo lugar en nuestra nación, y día tras día está consolidando sus raíces en la conciencia popular. Nosotros, que pretendemos inspirar a este pueblo y guiar su destino, no debemos encerrarnos en conceptos anticuados... El país está en una situación que no permite demora. Debemos hacer algo y hacerlo pronto".13 El Congreso, empero, no escuchó las advertencias de Ayala. En lugar de ello, votó por el rechazo de pensiones para veteranos incapacitados de la guerra, mientras otorgaba al comandante en jefe liberal de las Fuerzas Armadas, General José Félix Estigarribia, una pensión anual de 1.500 pesos oro de por vida y conseguía promociones y condecoraciones a los hijos de políticos liberales prominentes que habían visto poca acción en el frente durante la guerra.14
En Febrero de 1936 los revolucionarios dieron su golpe. Conducidos por oficiales jóvenes del Chaco, tomaron por la fuerza el gobierno, apresaron a Ayala y a Estigarribia15 y designaron a Rafael Franco, un popular héroe de la guerra, de 39 años de edad, como presidente provisorio. Invocando la tradición de Francia y los López, una "proclama del ejército liberador" anunciaba que el "brazo militar del pueblo" había "arrojado del poder... al agente comprometido de los patrones extranjeros" y a su "régimen de bandidos vestidos de frac" con el fin de restaurar el Paraguay "al nivel de su pasada historia en el Río de la Plata, al libre dominio de su suelo y a la grandeza de su futuro".16
Sin embargo, apenas hubo logrado éxito la revolución, comenzó a desintegrarse. Cada uno de los elementos ideológicos y faccionales heterogéneos que se habían unido a la coalición revolucionaria, comenzó inmediatamente a maniobrar para obtener el mando de la dirección y tono de la revolución nacionalista en su propia ventaja. En el gabinete del mismo Franco -un conglomerado improbable de oficiales militares naciona
listas autoritaristas jóvenes, reformistas intelectuales de la Liga Nacional Independiente de Stefanich, apóstatas "radicales" jóvenes colorados y liberales, y un marxista confeso- rápidamente surgió una caótica lucha por el poder para lograr la supremacía en el régimen. A pesar, sin embargo, de luchas internas amargamente divisivas en el nuevo gobierno, el programa de Franco para la revolución adoptó una orientación coherentemente corporativista. En efecto, las primeras medidas tenían un sabor decididamente fascista. Un decreto de Marzo de 1936 anunciaba que "la revolución libertadora en el Paraguay es del mismo tipo que las transformaciones sociales totalitarias de Europa contemporánea, en el sentido que la revolución libertadora y el Estado son idénticos". Declarando que el liberalismo había sido un fracaso en el Paraguay, el régimen suspendió la constitución de 1870, prohibió la actividad política por los partidos tradicionales, declaró a los comunistas fuera de la ley y puso a todas las asociaciones comerciales, sindicatos e "intereses creados" bajo la supervisión coordinadora del Ministerio del Interior. Después de mediados de 1936, al alcanzar el grupo de Stefanich una influencia predominante en el gabinete, el gobierno se movió sostenidamente hacia la creación de un estado de bienestar social, con pronunciadas tonalidades corporativistas. Los funcionarios del gobierno hablaron en creciente medida de una "democracia solidaria funcional" basada sobre los intereses de los trabajadores y campesinos. Se lanzó un tímido programa de redistribución de la tierra. Se promulgó la primera legislación laboral progresiva del Paraguay, y el régimen estimuló el crecimiento de sindicatos dentro de la estructura de una confederación nacional del trabajo, controlada por un Departamento de Trabajo de nueva creación. Simultáneamente se comenzaron preparativos para un "partido revolucionario nacional" monolítico, ideado a consolidar a veteranos de la guerra, estudiantes, obreros y campesinos en una base de poder para un nuevo estado monopartidista.17
Al cabo de un año, la coalición revolucionaria era un desastre. El sostenido ascenso del grupo de Stefanich en el gabinete alejó a la mayoría de los otros revolucionarios civiles de Franco. Los líderes obreros agradecieron los beneficios y atenciones sin precedentes que el régimen les daba a manos llenas, pero tercamente se resistieron a todos los esfuerzos realizados por el Departamento de Trabajo para subordinar sus sindicatos al control del gobierno, confirmando su independencia con paralizadoras huelgas que mantuvieron a la economía en constante perturbación. Los campesinos de la zona rural, subordinados desde hace mucho tiempo a la voluntad de los caudillos colorados o liberales locales, permanecieron en gran medida inertes y apolíticos. Además, los cismas internos del régimen, las disruptivas huelgas obreras, y el tono generalmente radical del gobierno, costaron a Franco el apoyo y respeto de muchos de sus partidarios revolucionarios en el cuadro de oficiales de las fuerzas armadas, mientras que una transacción territorial impopular por los negociadores de Franco en las tratativas finales de paz de la Guerra del Chaco de 1937 con Bolivia, profundizó aún más el desagrado del Ejército.18
Con su apoyo así erosionado, el gobierno de Franco cayó víctima de una súbita contrarrevolución liberal. En Agosto de 1937, unidades del Ejército conducidas por oficiales liberales de alto rango derrocaron a Franco y designaron a Félix Paiva, un venerable liberal, como presidente provisorio. La primera medida oficial de Paiva fue restaurar la constitución de 1870.19
Los liberales pronto aprendieron que una restauración completa del antiguo orden anterior a la Guerra del Chaco era imposible. Huelgas obreras y demostraciones estudiantiles mantuvieron a la nación en un estado de continua perturbación, mientras que, desde el exilio, los seguidores de Franco se organizaron en el Partido Febrerista y acometieron a su vez con una serie de contragolpes sin éxito contra el nuevo régimen.20 En Asunción, una facción rival de intelectuales revolucionarios -un pequeño grupo de profesores devotamente católicos, de formación jesuita, de las facultades de Economía y Derecho de la Universidad Nacional, que se denominaban a sí mismos "tiempistas"- publicaron estridentes ataques contra el liberalismo y los liberales en su diario El Tiempo, abogando por una forma de socialismo católico para el Paraguay, según el modelo del Estado Novo de Salazar en Portugal. En el seno de las fuerzas armadas, oficiales revolucionarios esperaban impacientemente una oportunidad auspiciosa para volver a inflamar la revolución nacionalista, y la creación en 1938 del Frente de Guerra, una logia secreta de oficiales nacionalistas autoritaristas militantes, sólo intensificó los extendidos rumores de un inminente golpe militar.21 En Julio de 1938, nerviosos círculos comerciales e industriales del Paraguay donaron voluntariamente $4.000 al Jefe de Policía de Asunción para la compra de equipos de seguridad adicionales.22
En las elecciones de 1939, los liberales reemplazaron a Paiva por el General Estigarribia, en la esperanza que el anterior comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y héroe de la guerra del Chaco sería capaz de restaurar la tranquilidad interna y la disciplina en las fuerzas armadas. Con una campaña sin oposición, Estigarribia asumió la presidencia en Agosto de 1939. Durante seis meses trató de mantener la tranquilidad mediante procedimientos constitucionales convencionales, pero un sostenido crescendo de huelgas, demostraciones y confabulaciones revolucionarias, pronto convenció al presidente y su séquito de jóvenes asesores liberales, que se necesitaban medidas drásticas si se pretendía que los liberales se mantuvieran en el poder. A mediados de Febrero de 1940, cuatro días después de una tentativa de golpe que casi logró éxito, por elementos del ejército en liga con los tiempistas, Estigarribia abolió la constitución de 1870, suspendió toda la actividad política y asumió poderes dictatoriales. Abandonando todo disfraz de democracia, el Congreso dominado por los liberales abrió el camino para una franca dictadura liberal, disolviéndose a sí mismo. Medidas de esta índole, dijo Estigarribia a la nación, eran necesarias "para derrotar a la anarquía que amenazaba disolver los lazos sociales" y para "perfeccionar la democracia".23 Entretanto, eran arrestados los disidentes políticos y se imponía una estricta censura. Seis meses después se promulgó una nueva constitución. Basándose en la tradición autoritarista del Paraguay y en teorías fascistas del siglo XX,24 la nueva constitución de 1940 otorgaba al Presidente poderes virtualmente ilimitados. El Poder Legislativo, anteriormente de dos cámaras, fue reemplazado por una débil y colaborante Cámara de Diputados y un Consejo de Estado corporativo, compuesto por el gabinete del Presidente, el Arzobispo del Paraguay, el Presidente del Banco Central, el Rector de la Universidad Nacional y representantes del comercio, la agricultura, las industrias procesadoras y las fuerzas armadas. A pesar que la nueva constitución incrementó los poderes intervencionistas del Estado y expresaba boca para afuera el apoyo a las reformas sociales y económicas implantadas por Franco, los liberales dieron una indicación de sus motivos esencialmente conservadores y preservacionistas, al omitir la inclusión de un representante del trabajo organizado en el nuevo Consejo de Estado. La modificación de las instituciones, declaró Estigarribia, era más de organización que de contenido.25
La Asunción de Estigarribia al poder coincidió con el estallido de la guerra en Europa, y fue durante su presidencia que el Paraguay fue envuelto en la rivalidad en veloz escalada entre Estados Unidos y Alemania para lograr la preeminencia en América del Sur meridional. La presencia alemana en el Paraguay en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial era sustancial. Los inmigrantes alemanes habían sido cálidamente recibidos en el país desde la década de 1880, al luchar los paraguayos para reconstruir su población después de haber sido casi aniquilada desde la Guerra de la Triple Alianza. Para fines de los años treinta, había cerca de veintiséis mil alemanes en el país, en una población que no llegaba a un total de un millón. La mayoría se había asentado en grupos de remotas y aisladas colonias agrícolas en el sureste del Paraguay, desde Villarrica a más allá de Encarnación en el Alto Paraná, donde habían construido prósperas pequeñas granjas y estancias. Los que poseían habilidad mecánica encontraron una demanda sostenida de sus talentos en las ciudades de la región. (Entre los primeros inmigrantes alemanes en Encarnación se encontraba un cierto Hugo Stroessner, que fundó una cervecería, se casó con una paraguaya y en 1912 fue padre de un hijo, Alfredo).26 Además, una colonia alemana en número de cerca de cinco mil personas se había radicado en Asunción, y allí, los hombres de negocios alemanes se habían convertido en un elemento de influencia en la comunidad empresarial local, operando un porcentaje significativo de las empresas comerciales en la capital, contrayendo frecuentemente matrimonio con mujeres paraguayas y, en general, desarrollando influyentes conexiones familiares y empresariales en la sociedad asuncena. A pesar de que las comunidades alemanas preservaban fielmente su identidad cultural europea, conservando la ciudadanía alemana, continuando con el uso de su lengua nativa y manteniendo sus propios colegios, iglesias y sociedades culturales separadas, los paraguayos tendían a considerarlos en alta estima como grupo, en su aprecio de la capacidad técnica, sentido empresarial y productividad agrícola con los que contribuyeron a la economía nacional.27
Los agentes de Hitler lograron gran éxito en convertir a los germano-paraguayos al nacionalsocialismo.28 Fue en el Paraguay que se fundó la primera rama en América Latina del partido nazi, en 1931. Para 1937, la extensa red de colegios, iglesias, hospitales, cooperativas agrícolas, grupos musicales y juveniles, y sociedades de beneficencia de los inmigrantes alemanes, estaba bajo el control de agentes nazis que trabajaban encubiertamente como empleados de firmas alemanas en el Paraguay. Dirigía todas las actividades nazis en el país Reimer Behrens, un cajero en el Banco Germánico en Asunción. Entre sus colegas agentes estaba el pastor de la Iglesia Evangélica Alemana en Asunción, Carlos Richert, que viajaba frecuentemente entre la capital y las colonias alemanas en el interior, llevando mensajes, exhibiendo películas de propaganda nazi y predicando el evangelio del nacionalsocialismo. El líder de la juventud hitlerista en el Paraguay, Oscar Ketterer, controlaba el entero sistema escolar alemán desde su cargo como director del altamente respetado Colegio Alemán de Asunción, que durante muchos años había educado a jóvenes alemanes de Asunción, así como a los niños de prominentes familias paraguayas. Para 1939, svásticas nazis y retratos de Hitler se exhibían prominentemente en colegios y empresas comerciales alemanas en todo el Paraguay. Entretanto, la legación alemana en Asunción había lanzado una incansable campaña de propaganda, distribuyendo folletos y diarios en todo el país, suministrando un servicio gratuito de noticias alemanas a los diarios locales y películas Ufa gratuitos a los cines de Asunción, así como agasajando a jóvenes oficiales nacionalistas autoritaristas en las fuerzas armadas paraguayas en tés y cócteles semanales.29
En contraste, la presencia de los Estados Unidos en el Paraguay al inicio de la Segunda Guerra Mundial era minúscula. Representando menos del uno por ciento del total del intercambio comercial de los Estados Unidos en América Latina y con apenas tres empresas norteamericanas 30 y menos de treinta ciudadanos de los EE.UU. en todo el país, Paraguay en la práctica estaba en una posición más remota de la influencia e intereses de los Estados Unidos que cualquier otra nación latinoamericana. No obstante, durante 1938 y 1939, al propulsar el gobierno de Roosevelt su programa de solidaridad hemisférica entre los latinoamericanos, la crecientemente visible presencia alemana en el Paraguay comenzó a atraer la atención de las autoridades de Washington.
Desde el inicio, Estigarribia vio oportunidades tanto para sí mismo como para su país de beneficiarse de la escalada en la lucha internacional por el poder. Mientras ocupaba en 1938 el cargo de ministro del gobierno de Paiva en los Estados Unidos, se había percatado que los temores norteamericanos acerca de la seguridad y el deseo de lograr el apoyo paraguayo en reuniones hemisféricas podrían tornar receptivo al gobierno de Roosevelt a un pedido paraguayo de asistencia económica. En ese sentido, presentó en Diciembre de 1938 una solicitud al Export-Import Bank de créditos por un total de $7,8 millones "para mejorar las condiciones financieras y económicas en el Paraguay". El ítem clave en la propuesta de Estigarribia era el crédito de $3,3 millones para construir una carretera de 300 millas desde Asunción hacia el Este, hasta la frontera brasileña en la zona de Yguazú. Un proyecto de esta índole, manifestó Estigarribia al presidente del Export-Import Bank, Warren Lee Pierson, sería doblemente ventajoso: pasando a través de la región agrícola más fértil del Paraguay, disminuiría los costos de acarreo de la granja al mercado y estimularía la producción de algodón y otros productos exportables, triplicando el volumen de las exportaciones del Paraguay y revigorizando su economía. Además, al empalmar con la red carretera del Brasil, el camino propuesto proporcionaría al Paraguay una salida alternativa para el transporte hacia el Atlántico, quebrando el dominio argentino sobre el comercio exterior paraguayo. Adicionalmente, Estigarribia solicitaba $2 millones como reserva en efectivo para el Banco de la República del Paraguay, para fortalecer la inestable moneda paraguaya (de la cual solamente el 10 por ciento estaba respaldado por oro), $2,5 millones para la construcción del primer sistema de agua potable y alcantarillado de Asunción, y asesores técnicos estadounidenses para prestar asistencia al Paraguay en la modernización de su agricultura, estructura financiera y programas de salud pública. Estigarribia, sin embargo, pensaba en algo más que el desarrollo económico del Paraguay. Negociando personalmente un prestigioso paquete de ayuda extranjera, esperaba poder fortalecer sus perspectivas de convertirse en el candidato del Partido Liberal para la presidencia que debía suceder a Paiva. Los créditos solicitados proporcionarían los recursos con los cuales, como presidente, confiaba en estabilizar el incierto clima político paraguayo. El proyecto vial, como dijo con franqueza a autoridades de los Estados Unidos, daría ocupación a un vasto número de veteranos de la guerra revolucionarios (a quienes describió como "dinamita política potencial"), mientras que el crédito de estabilización monetaria eliminaría la necesidad de una devaluación del peso paraguayo, evitando de ese modo un "reajuste doloroso" e impopular de los precios y salarios, que inevitablemente daría lugar a mayor inestabilidad política.31
La evaluación de Estigarribia de la probabilidad de una cooperación de los EE.UU. estaba bien fundada. Los diplomáticos estadounidenses en el Paraguay habían descripto la revolución de Franco en 1936 como una expulsión de los "elementos más substanciales y de pensamiento sobrio en el país" por parte de "hombres por lo general sin experiencia, muchos de ellos... de tendencias claramente radicales", y el Departamento de Estado había celebrado el retorno de los liberales al poder en 1937 como "una evolución política estabilizante".32 Tanto Roosevelt como su principal asesor sobre asuntos latinoamericanos, el Subsecretario de Estado Sumner Welles, estaban particularmente impresionados por la personalidad de Estigarribia como "hombre inteligente y de pensamiento constructivo" que tenía "deseos muy sinceros de cultivar relaciones políticas y económicas más estrechas con los Estados Unidos". De este modo, cuando Estigarribia presentó su solicitud de asistencia, el Departamento de Estado urgió activamente al Export-Import Bank que respondiera favorablemente, pasando por alto la conclusión de su propio asesor sobre asuntos económicos internacionales, en el sentido que "desde un punto de vista económico" la propuesta paraguaya era "en el mejor de los casos de recomendabilidad dudosa" y citando en lugar de ello "varias pruebas de actividad europea en el Paraguay en este momento", "el calibre de los funcionarios que estarán a cargo del programa de desarrollo", y el deseo del gobierno de ayudar a Estigarribia "a desviar el pensamiento del pueblo [paraguayo] de otras cosas" como razones para otorgar la asistencia.33 Como resultado, las negociaciones preliminares hacia un convenio de ayuda siguieron adelante sin obstáculos. Para Marzo de 1939, Estigarribia estaba recurriendo dinámicamente a su popularidad en Washington para fortalecer su campaña por la nominación presidencial del Partido Liberal, advirtiendo a los líderes liberales que los créditos norteamericanos serían concedidos únicamente si él tenía la seguridad de ser el próximo presidente paraguayo. Entretanto, las autoridades de los Estados Unidos estaban observando atentamente para ver "si el general es lo suficientemente fuerte para... emerger ileso como el salvador del Paraguay con la ayuda norteamericana".34
En Mayo de 1939, empero, las negociaciones quedaron súbitamente interrumpidas por un informe que el Paraguay estaba simultáneamente envuelto en la negociación de un importante acuerdo económico tripartito con Alemania y Bolivia. El gobierno boliviano había recientemente expropiado los bienes de la Standard Oíl Company en el este de Bolivia sin indemnización, y Alemania se estaba moviendo con rapidez para aprovechar la situación en su propia ventaja, tratando de obtener un monopolio sobre las exportaciones del petróleo boliviano. En un complejo convenio de permuta, los alemanes estaban ofreciendo asistencia técnica y financiera al organismo petrolífero estatal boliviano para la operación de los yacimientos petrolíferos nacionalizados, en permuta por petróleo boliviano. La asistencia alemana incluía la construcción de un oleoducto desde Bolivia, en dirección Este, hacia un puerto paraguayo sobre el río Paraguay, desde donde el petróleo podía ser embarcado con destino a Alemania. Por su parte, los paraguayos debían otorgar al petróleo boliviano una posición preferencial en su mercado nacional y prestar asistencia para su transbordo a Alemania. A su vez, los alemanes ofrecían instalar refinerías de petróleo en el Paraguay y construir la carretera hacia el este que uniría a Asunción con el Brasil y el Atlántico.35
El 24 de Mayo de 1939, Sumner Welles informó a Estigarribia que los Estados Unidos consideraban el proyecto descripto como "objetable en varios aspectos" e indicaba su sorpresa que el Paraguay prestaría asistencia a Bolivia en la explotación de yacimientos petrolíferos, que los Estados Unidos seguían considerando como propiedad legal de la Standard Oíl. Los países con recursos inexplotados, manifestaba Welles, difícilmente podrían esperar atraer el capital necesario para explotarlos, mientras no daban garantías para dicho capital. Estigarribia, que para ese entonces había obtenido la nominación presidencial del Partido Liberal y había sido electo in absentia, aseguró a Welles que, como presidente, no tenía intenciones de cumplir el acuerdo y que "como aspecto de política, era totalmente contra sus propias intenciones permitir al gobierno del Paraguay una connivencia con Bolivia en un emprendimiento que sería perjudicial al progreso de la política comercial liberal entre las repúblicas americanas y otras naciones del mundo, y en una medida adoptada por el gobierno boliviano, que había dado por resultado la confiscación sin indemnización de bienes de propiedad americana". "El Ministro", decía Welles, "manifestó que yo podría estar seguro que durante todo su período en el cargo como Presidente de la República, el primer y más importante principio en su política exterior sería el desarrollo y fortalecimiento de las relaciones comerciales y políticas entre nuestros dos países".36
Con estas seguridades, el gobierno de Roosevelt aprobó la solicitud de ayuda de Estigarribia seis días después. Los Estados Unidos acordaron otorgar $3 millones en créditos del Export-Import Bank para la primera fase del proyecto vial y un crédito de $ 500.000 para el Banco de la República del Paraguay. Además, consultores técnicos de La Comisión Tarifaría de los Estados Unidos y del Servicio de Salud Pública fueron asignados al gobierno paraguayo. En retorno, los paraguayos accedieron a adjudicar el contrato vial a una firma de ingeniería de los EE.UU., aceptar un representante del Export-Import Bank como fiscalizador de las operaciones del Banco de la República y, en líneas generales, "acordar toda la protección y garantía apropiadas para estimular la inversión de capital y de la experiencia técnica de ciudadanos de los Estados Unidos en el desarrollo de los recursos naturales del Paraguay".37 Cuando un triunfante Estigarribia se preparó para regresar al Paraguay para comenzar su presidencia, el gobierno de Roosevelt y la comunidad bancaria de Nueva York agasajaron a su nuevo cliente en suntuosos banquetes de honor.38
Los primeros meses de la presidencia de Estigarribia fueron tiempos de relativa prosperidad para el Paraguay. Inicialmente, la guerra en Europa produjo una demanda récord por parte de los beligerantes para exportaciones de productos cárnicos, madera y tanino del Paraguay. Sin embargo, para mediados de 1940, la ocupación alemana de Europa Occidental y la guerra naval en el Atlántico, habían limitado marcadamente los mercados de exportación del Paraguay en Europa, perjudicando seriamente el gobierno de Estigarribia, que dependía de los derechos aduaneros en un 70 por ciento de sus recaudaciones fiscales. Durante la primera mitad de 1940, las exportaciones paraguayas disminuyeron en 30 por ciento, y al tambalear la economía nacional bajo el impacto de un devastador déficit comercial, Estigarribia comenzó a intensificar su compromiso con la solidaridad hemisférica, en la esperanza de obtener mayores favores económicos de los Estados Unidos.39
La delegación paraguaya a la conferencia de La Habana en Agosto de 1940, fue enviada con instrucciones "de cooperar de la manera más estrecha posible" con los representantes de los Estados Unidos. Visitando Washington después de la conferencia, el Ministro de Relaciones Exteriores de Estigarribia expresó a Sumner Welles que el Paraguay deseaba "cooperar en la medida más plena con los Estados Unidos en todos los aspectos, ya sea relacionados a cuestiones políticas o económicas o con la cuestión de la defensa militar del Hemisferio Occidental", pero que el Paraguay también "miraba a los Estados Unidos para asistencia en sus... apremios económicos". La asistencia ya concedida, continuaba el Ministro de Relaciones Exteriores, "había sido del máximo valor pero... la situación económica causada por la Guerra Mundial se deterioraba constantemente", y el Paraguay "esperaba que... los Estados Unidos estarían en condiciones de extender cooperación adicional". El 20 de Agosto de 1940, Estigarribia informaba al Ministro de los Estados Unidos en el Paraguay, que una "quinta columna" alemana estaba comenzando "intrigas en el ejército" y que tenía personalmente la intención de "amonestar" al Ministro alemán con respecto a las actividades nazis en el Paraguay. El Presidente rápidamente añadía que también estaba "grandemente preocupado" con las "finanzas" y que deseaba la "opinión" de los Estados Unidos sobre un "plan para aliviar la situación" cuya conclusión estaba próxima. Diez días después, el Paraguay presentó a los Estados Unidos una solicitud de $17 millones en asistencia económica. Entre los ítems componentes estaban $2 millones en créditos de estabilización para el Banco de la República, $3 millones para posibilitar al gobierno la adquisición de los excedentes en rápida acumulación de productos exportables paraguayos, $5 millones para proseguir la construcción de carreteras y $2,6 millones para "obras sanitarias" en Asunción. En retorno, Estigarribia ofrecía otorgar a los Estados Unidos derechos de bases para la fuerza aérea de los Estados Unidos en territorio paraguayo en caso que se hiciera necesaria operaciones para la defensa hemisférica. "Parecería", informaba la legación de los Estados Unidos en Asunción al Departamento de Estado, "que el asunto de la defensa hemisférica y la estabilidad financiera del gobierno paraguayo [pueden] considerarse como más o menos vinculadas entre sí".40
Para principios de Setiembre, el Ministro alemán en el Paraguay expresaba su desagrado por la estrecha amistad de Estigarribia con los Estados Unidos, advirtiendo que "a la terminación de la guerra, Alemania no olvidaría la forma en que el Paraguay había actuado". Observando que no le "agradaban las amenazas" Estigarribia dijo al Ministro de los Estados Unidos que "tan pronto se hubiera alcanzado un entendimiento definido" sobre la asistencia económica de los Estados Unidos, tenía la intención de "hacer algo más que meramente amonestar al Ministro alemán". El presidente, empero, ya no tendría otras oportunidades para servir a la causa de la solidaridad hemisférica. El 7 de Setiembre de 1940, tres semanas después de promulgar la constitución que institucionalizaba una dictadura del Partido Liberal en el Paraguay y dos semanas después de su determinación de restringir las actividades alemanas en el país, Estigarribia murió en un accidente de aviación mientras volaba a un lugar de veraneo al Este de Asunción. Pese a que no surgió a la luz ninguna prueba de asesinato, el British Foreign Office especulaba que "quizás la muerte del presidente no se debía a un accidente puro", mientras que en Washington el Departamento de Estado recibía vagos rumores de que una autopsia había revelado vestigios de veneno en el cuerpo del piloto del avión.41
Los elementos revolucionarios en las fuerzas armadas actuaron ahora con rapidez para aprovechar la muerte de Estigarribia. Confrontando al gabinete del presidente desaparecido en el Palacio Nacional a la media noche del 7 setiembre, oficiales nacionalistas autoritaristas del ejército exigieron que uno de sus colegas, el General Higinio Morínigo, fuera nombrado presidente provisorio para terminar el período de Estigarribia. Los atónitos liberales, no deseosos de arriesgar un enfrentamiento de poder con el ejército y creyendo quizás que podrían manipular a Morínigo, accedieron.42 Una nueva fase de la revolución nacionalista paraguaya había comenzado, y con ella la orientación de la política exterior del Paraguay cambiaría significativamente.
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MAL VECINO EN EL PARAGUAY: HIGINIO MORÍNIGO
Y LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Higinio Morínigo dominó la política paraguaya de 1940 a 1948, permaneciendo en el poder por más tiempo que cualquier otro jefe de estado paraguayo entre Francisco Solano López y Alfredo Stroessner. Nacido cerca de Paraguarí en 1897, el hombre que debía conducir al Paraguay a través de los turbulentos años de la Segunda Guerra Mundial y los primeros años de la Guerra Fría, tenía estrechos lazos personales con la tradición autoritarista anterior a 1870 del Paraguay. Uno de sus abuelos había sido muerto y el otro herido en la Guerra de la Triple Alianza, y su padre había sido herido y hecho prisionero como muchacho de once años que servía en el ejército paraguayo durante las desesperadas últimas fases de la lucha. Un comerciante de profesión, el padre se había trasladado con la familia a Asunción en 1906, y allí Morínigo ingresó a la academia militar nacional. Su carrera subsiguiente ejemplificó la evolución de un oficial de ejército de la clase media para convertirse en una figura política nacionalista autoritarista líder para fines de los años 30.1
Como oficial joven de baja graduación, Morínigo había recibido órdenes de participar en una violenta insurrección civil en 1922, que involucraba facciones rivales del Partido Liberal en el gobierno, una experiencia que lo dejó amargado hacia los políticos civiles y su práctica habitual de complicar al ejército en sus luchas internas por el poder. Al ser asignado posteriormente a remotos fortines fronterizos, se dio cuenta de la negligencia del gobierno nacional en la defensa de las fronteras y le expuso a las condiciones de vida deprimentemente primitivas que las tropas paraguayas estaban obligadas a soportar. Un breve nombramiento como comandante regional en el frente durante la Guerra del Chaco le dio su oportunidad para rápido ascenso. En 1936, el régimen de Franco promovió a Morínigo a Coronel y le nombró comandante de la importante guarnición norteña en Concepción, en cuya calidad encabezó una altamente publicitada expedición a Cerro Corá en 1936, que recuperó los restos de Francisco Solano López y los depositó en el Panteón Nacional de los Héroes en Asunción. Después del derrocamiento de Franco, la popularidad de Morínigo en la creciente acción revolucionaria del cuerpo de oficiales continuó en ascenso, y desde esa base de poder, obtuvo el cargo de Jefe del Estado Mayor del Ejército en 1938. En un discurso a los oficiales del Centro Militar y Naval en Noviembre de dicho año, Morínigo delineó sus puntos de vista políticos y los de los oficiales nacionalistas jóvenes para quienes se estaba convirtiendo en creciente medida en portavoz. Los "estériles altercados" de los "hombres públicos" del Paraguay, acusó, estaban destruyendo la población y el patrimonio de la nación. Los continuos golpes y revoluciones habían dado lugar a un "alarmante éxodo de nuestros compatriotas a países vecinos", mientras la "indiferencia" de los "hombres del gobierno" del Paraguay había permitido "al extranjero" ocupar "una posición privilegiada" en la economía nacional. Los políticos civiles, prosiguió, estaban también destruyendo la integridad profesional de los militares paraguayos:
Las fuerzas armadas están inseparablemente asociadas con la vida misma de la nación, y... convertirlas en un instrumento del partido político constituye un crimen contra la patria; es lo mismo que conspirar contra la nación...
El estado caótico de la política nacional... ha permeado el ejército, dividiendo el cuerpo de oficiales en bandos opuestos que luchan unos contra los otros. Los resultados son evidentes: ruina y descrédito para la nación; prisión y pérdida de la carrera para el derrotado. ¿Y todo por qué? El estado del país no mejora. Después de cada cambio de gobierno persiste el status quo. ¿Qué valor tiene para nosotros dividirnos en facciones para ayudar a hombres o grupos políticos llegar al poder en directo perjuicio de la unidad del cuerpo de oficiales y la destrucción y desorganización de nuestro ejército? Debemos poner un fin a este estado de cosas... Les digo a ustedes, mis compatriotas, que debemos unirnos una vez por todas y marchar como un sólo hombre hacia la conquista de los días de grandeza, de prosperidad y de felicidad para nuestra heroica nación paraguaya.2
Pidiendo un ejército más grande, más moderno y profesionalizado, Morínigo citó al ideólogo autoritarista argentino Gustavo Martínez Zuviría, en el sentido de que "los derechos de un pueblo que no son apoyados por la espada, no son nada más que aspiraciones a las cuales cantan los poetas".3
Como un gesto conciliatorio hacia los elementos revolucionarios inquietos en el ejército, Paiva aceptó a Morínigo en su gabinete como Ministro del Interior por un breve período a principios de 1939, y Morínigo no perdió tiempo en enfatizar, en una alocución radial a nivel nacional al pueblo paraguayo, que no representaba a ningún partido o grupo político, sino que pertenecía únicamente a "el incorruptible y glorioso Ejército Nacional, defensor de la nación y del orden público". "Las fuerzas armadas de la nación", advirtió, "hoy en día están unidas más que nunca y determinadas a dar al país un Gobierno Nacional sin banderas partidarias... Las dolorosas experiencias de las guerras civiles y cuartelazos son repudiadas en la mente de esta generación de oficiales y jefes. Ha llegado la hora en la cual, si los partidos políticos desean existir, deben... abandonar para siempre la práctica de manipular los cuarteles para buscar ayuda en su ascenso al poder".4 En Mayo de 1940, la presión del ejército obligó a Estigarribia a aceptar a Morínigo como su Ministro de Guerra, y fue desde este cargo que Morínigo fue impuesto a los liberales como sucesor de Estigarribia en Setiembre de 1940.
Como Presidente, Morínigo inmediatamente estableció un régimen basado sobre el apoyo de elementos nacionalistas autoritaristas en las fuerzas armadas. Oficiales revolucionarios líderes fueron incorporados al gabinete y oficiales militantemente nacionalistas jóvenes -muchos de quienes eran capitanes y mayores afiliados a la logia secreta Frente de Guerra- rápidamente fueron ascendidos y ubicados en comandos militares y policiales claves. Tres de los seguidores personales más leales de Morínigo del Frente de Guerra -los mayores Bernardo Aranda, Pablo Stagni y Victoriano Benítez Vera- fueron ascendidos al rango de teniente coronel y nombrados en los influyentes cargos de jefe del Estado Mayor del Ejército, comandante de la Fuerza Aérea y comandante de la Primera División de Caballería, respectivamente. Por tradición, el comando de la Caballería era particularmente crucial para la supervivencia en el poder de cualquier régimen. Ubicada en las afueras de Asunción, en Campo Grande, la principal base militar y aérea del Paraguay, la Caballería protegía la capital y controlaba los arsenales militares nacionales. Con su protegido Benítez Vera como subcomandante, Morínigo la denominaba abiertamente como su "guardia pretoriana".5
Al mismo tiempo, empero, Morínigo concedía la necesidad de asistencia civil capacitada para proveer de personal y administrar la compleja maquinaria del gobierno. Inicialmente recurrió a la orientación administrativa civil tanto de febreristas y tiempistas, que se habían unido en una coalición de corta vida de fuerzas revolucionarias civiles. Al ingresar en el gobierno, sin embargo, los febreristas dedicaron la mayor parte de sus energías a conspirar para la remoción de Morínigo y la restauración de Rafael Franco al poder, y después de desbaratar una tentativa de golpe febrerista en Abril de 1941 (durante el cual se vio obligado a buscar refugio temporal en los cuarteles de la División de Caballería en Campo Grande), Morínigo recurrió exclusivamente a los tiempistas como sus asesores civiles. Un pequeño grupo de activistas católicos conscientes y capaces de la Universidad Nacional, estrechamente vinculados a la jerarquía de la Iglesia Paraguaya, los tiempistas controlaron posteriormente las carteras civiles clave en el gabinete de Morínigo, recibiendo los líderes del movimiento, Carlos Andrada y Luis Argaña, los Ministerios del Interior y de Relaciones Exteriores, respectivamente.6
Al estructurar una coalición de fuerzas armadas y tiempistas para su base de poder, Morínigo había reunido un régimen de autoritaristas serios e idealistas. Políticamente, ambos grupos tendían a igualar a la democracia con los gobiernos corruptos y caóticos de partidos "democráticos" de la era post-1870 del Paraguay. Como una alternativa, los militares que apoyaban a Morínigo abogaban abiertamente por una dictadura militar permanente, dirigida por oficiales patrióticos y honestos e inspirados por el autoritarismo desarrollista de la "edad de oro" pre-1870 del Paraguay. En juramento público de lealtad, en Marzo de 1941, a Morínigo y a la revolución nacionalista paraguaya (que definieron como "inspirada por el austero patriotismo y el auténtico nacionalismo de los grandes gobernantes que forjaron el fuerte y noble Paraguay del pasado, Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Francisco Solano López"), el cuerpo de oficiales de Asunción acusó que "el sistema liberal de gobierno ha sido la causa principal de la anarquía política, de la miseria económica y del atraso material de la nación" y afirmó su convicción de que "los políticos profesionales que encarnaban a ese desafortunado régimen deben ser reducidos a la impotencia". Los tiempistas, a su vez, eran celosos abogados del "buen gobierno" y favorecían una dictadura paternalista "católica social" para el Paraguay, de acuerdo al modelo de los "nuevos estados" de Salazar en Portugal y Vargas en el Brasil. Al convertirse en el Ministro del Interior de Morínigo, Andrada, el principal teórico de los tiempistas, inmediatamente partió para una visita de tres meses al Brasil para estudiar los métodos de gobierno y estructuras institucionales del "estado novo" de Vargas, mientras que en Asunción, el diario tiempista publicaba ataques diarios en editoriales contra el liberalismo, como un sistema que estaba "en completa bancarrota en todo el mundo, ha estado siempre divorciado de la realidad nacional, y es absolutamente incapaz de satisfacer sus más legítimas aspiraciones".7
Poco después de asumir el cargo, Morínigo emitió una serie de pronunciamientos públicos que definieron la revolución nacionalista e indicaron la orientación ideológica que podía esperarse que adoptaría bajo su conducción. "La Revolución Nacionalista Paraguaya", expresó, "surgió como una protesta civil... contra los viejos y desgastados procedimientos de la oligarquía política profesional, que sabía únicamente cómo arruinar y desangrar la República en crueles guerras fratricidas, emprendidas para conducir absurdos conflictos de poder personal". Comprometiendo su gobierno a "la ardua y magnífica labor de Reconstrucción Nacional", Morínigo prometió un programa de modernización autoritarista y reforma para el Paraguay:
En lo que respecta a las funciones del Estado... creemos que el objetivo verdadero y directo del Estado es el desarrollo de todas las facultades de la nación y el perfeccionamiento de su vida. De ahí, rechazamos el liberalismo; el producto del Siglo XIX, que no admite la intervención del Estado positivamente para satisfacer necesidades humanas y considerablemente reduce su misión. Abogamos por la intervención, sobre todo en el campo económico, particularmente en las relaciones entre el capital y el trabajo para corregir la injusticia social. La inercia del Estado Liberal debe dar paso al dinamismo del estado protector y conductor.8
El nuevo orden en el Paraguay debía ser abierta e inapologéticamente autoritarista. La reconstrucción se lograría a través de una "marcha forzada del país", anunció Morínigo; "como descendientes del linaje de los López, todos los paraguayos... deben disponerse a aceptar sin murmuraciones ni protestas las decisiones del gobierno". Declarando que "una democracia exclusivamente electoral en un país no educado para un voto consciente y libre es una farsa"; Morínigo se comprometió a instilar en el pueblo paraguayo "una nueva mentalidad cívica basada sobre las ideas del deber y la responsabilidad". "El rango del interés nacional por sobre los intereses egoístas y sórdidos del individuo", expresó, "constituye un principio político fundamental de la Revolución Nacionalista Paraguaya". La "contraseña de la Revolución" anunció, sería "DISCIPLINA, JERARQUIA, ORDEN".9
La naturaleza autoritarista del nuevo régimen rápidamente se reveló a los partidos políticos tradicionales del Paraguay. En Diciembre de 1940, los principales líderes del Partido Liberal fueron sumariamente arrestados y confinados a remotos "campos de detención" en el Norte del Paraguay. Poco después, un decreto-ley del gobierno declaraba al partido como ilegal. Cuando el Partido Colorado públicamente protestó contra las restricciones del gobierno a mediados de 1941, también fueron apresados los principales líderes colorados.10
La esencia de la filosofía social del régimen se reveló también en Diciembre de 1940, cuando Morínigo públicamente se comprometió a "elevar el nivel de vida del obrero, estimular su perfeccionamiento integral, e impedir el ingreso de elementos extranjeros y agitadores del tipo profesional en los sindicatos obreros". A continuación, Morínigo lanzó una serie de programas sociales en beneficio de las ciases obreras del Paraguay, creando el primer programa de previsión social del Paraguay y una ley de salario mínimo, construyendo cerca de 52 escuelas y 29 hospitales regionales, y ordenando a las industrias elaboradoras del país que proveyeran dispensarios médicos para sus operarios. Al mismo tiempo, empero, el régimen tomaba medidas para incrementar su dominio sobre el trabajo organizado, y cuando los sindicatos paraguayos convocaron a una huelga general nacional contra la intervención gubernamental en Enero de 1941, Morínigo la desbarató con una despiadada aplicación de la fuerza militar, apresó a sus líderes, disolvió la confederación nacional del trabajo e impuso una estricta supervisión sobre la elección de funcionarios sindicales.11
Sin embargo, las iniciativas más radicales del nuevo régimen tuvieron lugar en el campo de la política económica. Como presidente, Morínigo hablaba frecuentemente sobre su determinación de restaurar la economía controlada por el estado de la era anterior a 1870, y sus primeros discursos públicos estaban cargados de ataques nacionalistas al capital extranjero. Las "empresas (extranjeras) que explotan concesiones o servicios públicos", advertía, podían esperar "una permanente intervención y control del Estado".12 En Diciembre de 1940, durante su tercer mes en el cargo, Morínigo dio una dramática substancia a esa retórica, nacionalizando súbitamente la Corporación de Concesión del Puerto de Asunción, de propiedad de los Estados Unidos, y poniendo las vitales instalaciones portuarias de la capital bajo la dirección de la nueva entidad estatal Administración del Puerto de Asunción. Solamente después de prolongadas y ásperas negociaciones con funcionarios de la Corporación y representantes del Departamento de Estado, accedió a otorgar una compensación parcial. Dos meses después, en Febrero de 1941, una ley integral de nuevos controles de cambio colocó todas las operaciones de comercio internacional y divisas del Paraguay bajo el control del Banco de la República, estableciendo en la práctica un monopolio estatal del comercio. La ley de control de cambios también "nacionalizó" el sistema monetario del Paraguay. El peso paraguayo se había hecho tan inestable, que pocos ciudadanos estaban "dispuestos a aceptarlo como moneda, y en su lugar circulaban libremente pesos argentinos en todo el país como medio de pago aceptado. Prohibiendo operaciones comerciales en cualquier moneda excepto la paraguaya, la nueva ley puso fin a esta usurpación de la soberanía nacional y a la larga Morínigo logró estabilizar el sistema monetario del Paraguay y reemplazar el peso por una nueva unidad nacional monetaria sólida: el guaraní. La ley de control de cambios fue seguida pronto por otras innovaciones económicas impuestas por el Estado, incluyendo topes obligatorios nacionales de precio en todos los productos y un impuesto a la renta sin precedentes a las sociedades, sobre todas las empresas comerciales nacionales y extranjeras en el Paraguay.13 Como resultado, la legación de los Estados Unidos informaba que, "numerosas personas aquí, particularmente las que poseen bienes o se dedican a los negocios... están muy temerosas del futuro". "La mayoría de los paraguayos de las clases altas", agregó "son antagónicas al actual gobierno".14
Como indicaba la nacionalización de las instalaciones portuarias de propiedad de los Estados Unidos, la orientación de la política exterior de Morínigo difería considerablemente de la seguida por su predecesor, Estigarribia. Ni las fuerzas armadas del Paraguay ni los tiempistas tenían alguna afinidad particular por la causa de las democracias al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Las mayorías de los oficiales paraguayos eran, de hecho, fervientes admiradores del ejército alemán y Morínigo más tarde admitió que su círculo cercano de seguidores militares del Frente de Guerra tenían "simpatía por Alemania durante la guerra".15 El curso de la guerra durante 1939, 1940 y 1941, había persuadido a una mayoría del cuerpo de oficiales que una victoria militar alemana podría muy bien ser inevitable, una predicción constantemente reiterada por la eficaz campaña propagandística alemana, que había también convertido a muchos oficiales paraguayos a la creencia que, en base a los antecedentes históricos, los verdaderos "imperialistas" en el Hemisferio Occidental eran Gran Bretaña y los Estados Unidos, antes que Alemania. Estos puntos de vista eran reforzados entre los oficiales paraguayos por la presencia de una misión militar francesa de Vichy, la única misión militar extranjera en el Paraguay al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Populares e influyentes, los asesores de Vichy abiertamente apoyaban una política de colaboración con Alemania desde sus cargos como instructores adiestradores en la Escuela Militar Nacional.16 Al mismo tiempo, los partidarios tiempistas de Morínigo admitían abiertamente que había "un número de puntos de contacto" entre sus ideologías y las doctrinas totalitarias de Alemania e Italia. El nuevo Ministro de Relaciones Exteriores, el líder tiempista Luis Argaña, expresaba francamente que no consideraba a las potencias del Eje como una amenaza seria al Hemisferio Occidental y que "incluso si cae Inglaterra", Alemania estaría "demasiado preocupada" con las rebeliones y hostilidades en la Europa ocupada "para amenazar a las Américas, ya sea económica o militarmente". Además, Argaña y los tiempistas compartían con sus colegas militares en el régimen una convicción que, en caso de una victoria total del Eje, una dictadura autoritarista militar-tiempista en el Paraguay sería "dejada en total independencia debido a los lazos de simpatía creados por ideales comunes" y que en último término, el Paraguay incluso podría "manejarse muy bien en un mundo totalitario".17
En gran medida, los niveles inferiores del nuevo gobierno estaban dominados por nacionalistas pro-Eje. El jefe de la policía nacional, coronel Mutshuito Villasboa, un fundador del Frente de Guerra, era un ardiente simpatizante del Eje, que había puesto a su hijo el nombre Adolfo Hirohito en homenaje a dos de los más renombrados personajes del Eje. El director de la Escuela Nacional de Policía, capitán Rolando Degli Uberti, era un ítalo-paraguayo, activo en el partido Fascista de Mussolini; bajo la dirección de Uberti, los cadetes de la policía paraguaya pronto exhibían svásticas nazis y banderas italianas en sus uniformes. El jefe de la policía secreta de Morínigo, Marcos Fuster, era un íntimo amigo de los principales agentes nazis en el Paraguay y, juntamente con Uberti, pertenecía a un misterioso grupo subterráneo de acción nazi, el Círculo del Sacrificio. El secretario oficial de Morínigo, Ricardo Brugada Doldán, y el jefe de la policía secreta del Ejército, capitán Plutarco Mello Vargas, admitían ambos simpatía por el Eje, mientras que el principal asistente del Canciller Argaña, el Subsecretario de Relaciones Exteriores Armín Seifart Centurión, era hijo de un inmigrante alemán, había estudiado durante ocho años en Alemania y era abogado para varias importantes firmas alemanas en el Paraguay.18
Bajo la influencia directriz del nuevo régimen, la opinión pública paraguaya sobre asuntos internacionales pronto se desplazó marcadamente hacia un punto de vista pro-Eje. El órgano del Partido Liberal, El País -el principal diario del Paraguay y abierto paladín de la cooperación entre Estados Unidos y el Paraguay durante toda la presidencia de Estigarribia- fue confiscado por el gobierno en Enero de 1941 y puesto bajo el control editorial de un anterior miembro del personal de la legación alemana en Asunción. Después de ello, El País publicaba sus titulares y cobertura de noticias del exterior en una tendencia abiertamente pro-alemana, y aprovechaba todas las oportunidades para escarnecer "la democracia capitalista decadente" a favor del "estado autoritativo". De los otros dos diarios de Asunción, La Tribuna estaba directamente subsidiada por la legación alemana y abrazaba abiertamente la causa del Eje, mientras que el órgano oficial del gobierno, La Razón (anteriormente El Tiempo de los tiempistas), desacreditaba la "democracia electoral" y hablaba favorablemente de las ventajas de la cooperación comercial con Alemania. Entretanto, la campaña propagandística alemana se intensificó visiblemente. "El Paraguay ha ofrecido un campo libre a la propaganda alemana de panfletos y noticias", informaba la legación de los Estados Unidos a Washington a mediados de 1941, "y los alemanes están trabajando en ese sentido en forma incansable, inteligente y exitosa" hasta un punto en que "se están apoderando de la mentalidad pública". "La atmósfera aquí", informaba el Ministro de los Estados Unidos con alarma en Agosto de 1941, "es mucho menos favorable para las democracias de lo que era el caso un año atrás, y los funcionarios del gobierno, oficiales del ejército y empresarios jóvenes, están comenzando a creer que la victoria de Alemania es inevitable y tendrá resultados favorables para América del Sur y para el Paraguay". "Parecería", comentaba la legación, "como si la influencia de los Estados Unidos hubiera alcanzado ahora un nuevo punto bajo".19
En Washington, los funcionarios del gobierno de los EE.UU. observaban con creciente preocupación que el Paraguay se estaba deslizando rápidamente fuera de la órbita de los Estados Unidos. Al determinar una respuesta efectiva a la atmósfera en cambio radical en Asunción, el gobierno de Roosevelt ponderó la cuestión "si es más conveniente esperar un cambio... de régimen y alguna evidencia segura de disposición y capacidad de marchar con los Estados Unidos en el programa de solidaridad continental... o seguir otorgando créditos... en la esperanza que la reacción a tal generosidad sería lo que se desea y que el Paraguay se convierta en un amigo cierto de los Estados Unidos en América del Sur".20 Para principios de 1941, el gobierno había llegado a la conclusión que esta última alternativa era el curso de acción más prometedor. Los Estados Unidos tratarían de atraer de retorno al Paraguay a su órbita, adulando al régimen de Morínigo con ofertas de ayuda exterior.
Al mejorar las relaciones con Morínigo, empero, el primer requisito previo para el gobierno de Roosevelt era un cambio en el personal diplomático de los Estados Unidos en el Paraguay. Durante sus cinco años en el país, el Ministro de los Estados Unidos Findley Howard había formado lazos extremadamente estrechos con los líderes de los partidos políticos tradicionales, y su incapacidad de ocultar su desdén por las facciones revolucionarias, que ahora dominaban el gobierno, había severamente dañado sus relaciones con el nuevo régimen. Además, los notorios excesos alcohólicos de Howard y su ocasional desnudez pública, eran causa de amplio escándalo en la sociedad asuncena, enajenándole aún más las simpatías del nuevo gobierno, cuyos líderes tiempistas y militares eran considerados "casi ascéticamente abstemios en sus hábitos personales". Como resultado, Howard se había casi inmediatamente convertido en persona non grata para Morínigo, y el Departamento de Estado lo reemplazó rápidamente a principios de 1941.21
El próximo paso de los EE.UU. para conquistar a Morínigo tomó la forma de un gesto humanitario. Al saber que el hijo de diez años de Morínigo sufría de parálisis infantil, Sumner Welles sugirió a Roosevelt en Febrero de 1941 que los Estados Unidos ofrecieran proporcionar al niño tratamiento médico. "Desde la muerte de... Estigarribia", dijo Welles, "la situación interna en el Paraguay se ha ido deteriorando sostenidamente;... si el chico... viniera de esta forma a los Estados Unidos, el presidente tendría una razón mucho mejor para pensar bien de nosotros, y consecuentemente habría menos probabilidad que cayera bajo la influencia del Eje". "Estoy seguro", agregó Welles, "que un gasto de este tipo podría considerarse legítimamente como cayendo dentro del ámbito de... fondos para la defensa". La idea pareció "excelente" a Roosevelt, y pronto fueron enviados funcionarios gubernamentales de los EE.UU. para acompañar a la esposa e hijo de Morínigo al centro hidroterapéutico de Roosevelt, Warm Springs, Georgia, donde el muchacho recibió tres meses de terapia altamente exitosa.22
Simultáneamente, el gobierno dejaba entrever a Morínigo ofertas de asistencia económica. En todo el año 1941, el Export-Import Bank repetidamente declaró su disposición de proveer al Paraguay cerca de $900.000 en nuevos créditos para construcción de carreteras, desarrollo agrícola o mejoramiento de puertos, mientras que el Departamento de Estado hacía alusiones a la posibilidad de un crédito de $4 millones para un sistema de agua y alcantarillado para Asunción. Sin embargo, Morínigo respondió a estas tentaciones "con muestras no muy sobresalientes de calidez". En oportunidad de su visita a Asunción en Abril de 1941, el presidente Pierson del Export-Import Bank tuvo una "tormentosa entrevista" con funcionarios oficiales paraguayos, en las cuales "ambas partes dijeron cosas hirientes". Los paraguayos expresaron interés solamente en la posibilidad de obtener el financiamiento de los Estados Unidos para un complejo de almacenes frigoríficos para proteger los excedentes de productos de exportación paraguayos de la descomposición, y entusiastamente mostraron a Pierson planos de construcción detallados, que indicaban equipos de refrigeración alemanes y los servicios de un contratista alemán de Buenos Aires. Frustrados, los funcionarios del Departamento de Estado pronto se quejaron de la "falta de apreciación" de Morínigo por las ofertas de ayuda de los Estados Unidos, expresando irritación por su omisión en percibir que la "sincera colaboración en la causa de la solidaridad hemisférica" sería premiada con la asistencia de los Estados Unidos "de todas las maneras practicables".23
Un tipo diferente de incentivo, sin embargo, rápidamente produjo un triunfo inicial para los Estados Unidos. "La cosa... que sería exactamente lo adecuado para los deseos de este gobierno sería algo militar", era la hipótesis de funcionarios de la legación en Abril de 1941 y, consiguientemente, el gobierno de Roosevelt rápidamente presentó a Morínigo una oferta de un valor aproximado a $11 millones de equipos militares en "Leed-Lease" (préstamo-arriendo), bajo condiciones descriptas por el Departamento de Estado como "con creces las más generosas de nuestras ofertas de "Lend-Lease" a las otras repúblicas americanas". Morínigo aceptó inmediatamente, incapaz de resistir una oportunidad tan auspiciosa de modernizar sus fuerzas armadas y fortalecer las unidades del ejército en Campo Grande sobre las cuales descansaba su base de poder. El Departamento de Estado inmediatamente tomó medidas para explotar esta primera cuña de apertura, sugiriendo a Morínigo que las fuerzas armadas paraguayas no obtendrían la "máxima ventaja" de los equipos de los Estados Unidos, mientras no convinieran en reemplazar la Misión Militar Francesa por un grupo de instructores norteamericano".24
El inesperado ataque japonés a Pearl Harbor en Diciembre de 1941 abruptamente forzó al régimen de Morínigo y a otros gobiernos sudamericanos no comprometidos públicamente, a formular compromisos firmes e inequívocos de política exterior por primera vez desde el estallido de las hostilidades. Como beligerante activo en la guerra, los Estados Unidos inmediatamente convocaron a los latinoamericanos a una reunión consultiva de emergencia de los Ministros de Relaciones Exteriores del Hemisferio en Rio de Janeiro en Enero de 1942, donde cada gobierno latinoamericano fue presionado para expresar su alineamiento en la lucha internacional por el poder. Rechazando una sugerencia británica que los Estados Unidos se unieran a Gran Bretaña para "organizar una serie de golpes de estado latinoamericanos" contra regímenes no cooperativos25 el gobierno de Roosevelt optó en lugar de ello por tentar a las delegaciones latinoamericanas a la conferencia de Rio con ofertas de ayuda económica, en retorno de lo cual, se pedía a los latinoamericanos demostraran su solidaridad con los Estados Unidos, cortando relaciones diplomáticas con las potencias del Eje y restringiendo las actividades comerciales y de espionaje del Eje en sus países.26
Después de considerables debates internos, el régimen brasileño de Getulio Vargas optó en último término por la solidaridad hemisférica, calculando que el caudal de la ayuda económica y militar de los Estados Unidos que así se obtendría, haría inclinar la balanza de poder entre Brasil y Argentina en América del Sur de modo permanente a favor del Brasil, posibilitándole lograr preeminencia entre las naciones latinoamericanas. Las expectativas de Vargas no fueron defraudadas. En cambio de su apoyo en Rio, el gobierno de Roosevelt se comprometió a proveer a Brasil equipos militares por valor de $200 millones en provisiones militares de "Lend-Lease" y cerca de $126 millones en créditos para el desarrollo.27
El gobierno argentino de Ramón Castillo, en contraste, optó por mantener la política exterior tradicional de la Argentina de neutralidad independiente, rehusándose a ser atraído a la órbita de Estados Unidos en Rio, pese a las claras advertencias de los EE.UU. a los delegados argentinos, que la "asistencia económica y financiera" de los Estados Unidos sería "otorgada únicamente a las naciones que de todo corazón y efectivamente cooperan con nosotros en la defensa del Hemisferio". Bajo intensa presión de los elementos militares nacionalistas autoritaristas en su país, la delegación argentina en la práctica obstruyó toda resolución final de la conferencia más vigorosa que la que meramente "recomendaba" que las repúblicas americanas rompieran sus relaciones diplomáticas con las naciones del Eje.28 Argentina, explicaba poco después de la conferencia el Ministro de Relaciones Exteriores Enrique Ruiz Guiñazú, pertenecía a la esfera económica europea y consideraba la expansión de la fuerza militar, económica y política de los Estados Unidos como una amenaza mayor que la presentada por Alemania nazi.29
En Asunción, las chocantes noticias de Pearl Harbor inmediatamente pusieron en movimiento un agitado debate sobre política exterior en el gobierno de Morínigo. Prominentes oficiales del ejército urgieron que Paraguay debería "esperar algunos meses para determinar el probable curso de los eventos antes de comprometerse contra los poderes del Eje". Los tiempistas, por el otro lado, argumentaron que bajo las condiciones existentes, el Paraguay "no tenía alternativa práctica" sino cooperar con los aliados. En una serie de emocionadas entrevistas a mediados de Diciembre con grupos de oficiales paraguayos, el ministro de Relaciones Exteriores Argaña subrayó que, debido a la inevitable supremacía naval británica y estadounidense en el Atlántico, pasarían "por lo menos tres o cuatro años" antes que la cooperación económica alemana tuviera "probabilidad de ser factible" y que durante ese período, los Estados Unidos constituirían la única fuente disponible de ayuda militar y económica para el Paraguay.30 Cuando en el transcurso de una de estas reuniones, el General Juan B. Ayala vehementemente se pronunció "cien por ciento a favor de la causa del Eje", Argaña supuestamente respondió que Ayala había
expresado los sentimientos de todos los presentes... Los poderes del Eje sabían perfectamente cuáles son los sentimientos reales del Paraguay y los tomarán en consideración cuando triunfen finalmente. Sin embargo, entretanto, es imperativo que el Paraguay siga haciendo el juego a los Estados Unidos por urgentes razones de interés propio nacional.31
Los puntos de vista de los tiempistas al final prevalecieron, y armado con la hesitante aquiescencia del cuerpo de oficiales paraguayos, Argaña entusiastamente comprometió la adhesión paraguaya a la causa de la solidaridad hemisférica en la conferencia de Rio. Diez semanas después, el régimen de Morínigo presentó a funcionarios gubernamentales de Washington una solicitud de $7 millones en ayuda económica.32 Los Estados Unidos habían ganado un aliado.
8
LOS ESTADOS UNIDOS Y LA RESTAURACIÓN DE LA
"DEMOCRACIA" EN EL PARAGUAY
Durante toda la Segunda Guerra Mundial, el régimen de Morínigo había continuado basando su política exterior sobre un oportunismo cuidadosamente calculado. A pesar que oficialmente alineaba al Paraguay con los aliados como una "nación asociada", Morínigo simultáneamente protegía su posición con el Eje, ignorando simplemente todos los compromisos internacionales para restringir las actividades del Eje en su país. Las populosas comunidades inmigrantes alemanas y la extensa red de organización nazi en el Paraguay, permanecieron libres de controles gubernamentales durante toda la guerra, y Morínigo constantemente rechazaba las repetidas quejas de los Estados Unidos contra la difundida presencia nazi en el Paraguay, como constituyendo una interferencia extranjera injustificada en los asuntos internos de su nación. También reafirmaba nacionalísticamente su independencia económica, rehusándose reconocer tanto la "lista proclamada" de los Estados Unidos como la "lista negra" británica durante la guerra y persistentemente adjudicaba contratos del gobierno a empresas comerciales locales del Eje. Entretanto, agentes nazis en la policía secreta de Morínigo y en el sistema telefónico paraguayo, de propiedad alemana, interferían las comunicaciones telefónicas de las embajadas de los Estados Unidos y Gran Bretaña en Asunción, mientras que con la ayuda del Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea de Morínigo, coronel Pablo Stagni, y otros funcionarios gubernamentales pro-Eje, los agentes alemanes pasaban libremente a través Paraguay, a lo largo de un "ferrocarril subterráneo" sudamericano, transmitiendo información de espionaje y contrabandeando platino, diamantes industriales y otros materiales estratégicos hacia las áreas costeras. Para 1944, los funcionarios oficiales de los Estados Unidos estaban expresando su preocupación que Morínigo permitiría que el Paraguay se convirtiera "en un refugio para peligrosos ciudadanos del Eje" después de la guerra.1
Sin embargo, para principios de 1943, la invasión aliada de África de Norte y los éxitos navales de los EE.UU. en el Pacífico, habían invertido finalmente la ininterrumpida serie de progresos militares del Eje, y, consiguientemente, rápidamente comenzó a cambiar la posición internacional de Morínigo. Durante todo 1943 y 1944, a medida que el impulso de la guerra giraba inexorablemente a favor de los aliados y la probabilidad de la derrota final del Eje se tornaba más evidente, tomó medidas para fortalecer la posición de su gobierno en el campo aliado, informando a sus seguidores autoritaristas en Octubre de 1943 que, dado que el período de postguerra probablemente sería dominado por las democracias angloamericanas, correspondía al Paraguay efectuar unos pocos "gestos" apropiados con el fin de no permanecer excluido de la "corriente democrática" que podría esperarse que imperaría en los asuntos mundiales después de la guerra.2
Como gesto inicial, Morínigo suavizó su imagen antidemocrática y fortaleció su legitimidad constitucional, haciéndose "elegir" para un período completo de cinco años como presidente, en una elección rigurosamente controlada en 1943. Una copia minuciosa de las elecciones presidenciales de los colorados y liberales precedentes, el "plebiscito" de 1943 demostró admirablemente las frías realidades de la "democracia" paraguaya en acción. Para garantizar una participación masiva de votantes, la elección fue precedida por un anuncio oficial que la emisión del voto era obligatoria y que cualquier votante calificado que omitía participar estaría sujeto a una multa de 500 pesos. El día de la elección, todos los varones3 adultos paraguayos se presentaron de este modo debidamente a los lugares de emisión de voto que les habían sido designados. Ingresando en una habitación decorada con carteles que les instruían "Vote por el General Higinio Morínigo", los votantes se presentaban ante una urna pública presidida por una delegación de funcionarios electorales del gobierno. Allí entregaban sus documentos de identificación, que los funcionarios electorales utilizaban para registrar la identidad de cada votante en su respectiva cédula electoral, eliminando con ello los riesgos de un voto secreto. Las cédulas impresas simplemente rezaban "Voto por Higinio Morínigo para el período presidencial 1943-1948". Si el votante aprobaba el candidato en ejercicio y optaba por permanecer en buenas relaciones con el régimen, depositaba su cédula en la urna. Si deseaba manifestar su independencia y votar por otra persona, se le exigía tachar el nombre de Morínigo y escribir su opción alterna, a plena vista de los atentos funcionarios electorales. Como era predecible, los resultados finales de la elección dieron a Morínigo una arrolladora victoria de aproximadamente 170.000 votos afirmativos contra 11.000 "votos en blanco", totales que se aproximaban estrechamente a la "elección presidencial de Estigarribia en 1939".4
Siguieron otros gestos, en paralelo con el curso de la guerra. En Abril de 1943, Morínigo finalmente puso fin al contrato de la misión militar francesa de Vichy pro-Eje en el Paraguay y aceptó la oferta del gobierno de Roosevelt de suministrar asesores militares de los Estados Unidos. Para mediados de 1943, el tono editorial de la prensa paraguaya controlada por el gobierno había comenzado visiblemente a desprenderse de su anterior orientación pro-Eje/antidemocracias, a favor de un punto de vista pro-Estados Unidos/ anticomunista. Suspendiendo convenientemente su campaña contra el liberalismo, el régimen ahora súbitamente reorientó sus vituperaciones contra los males del comunismo, alcanzando la ofensiva de prensa tal intensidad que porciones que mostraban soldados rusos, fueron suprimidas de películas de propaganda aliada exhibidas en Asunción. Durante mediados de 1944, con el resultado de la guerra ya no en seria duda, Morínigo impuso las primeras restricciones limitadas sobre un número simbólico de agentes nazis en el Paraguay. En Febrero de 1945 -dos meses antes de la capitulación alemana- oportunísimamente declaró la guerra al Eje, con el fin de asegurar la membresia del Paraguay en la naciente organización de las Naciones Unidas y establecer su calificación para una eventual reclamación de $5,5 millones por indemnizaciones de guerra del Paraguay contra el Eje derrotado. Sin embargo, no fue hasta Mayo de 1946, un año después que había finalizado la guerra en Europa, que el partido nazi local paraguayo y los colegios y sociedades alemanas, controlados por los nazis, fueron puestos bajo el efectivo control gubernamental.5
Para conservar la fachada de la solidaridad hemisférica, el gobierno de Roosevelt pacientemente toleró y, en realidad, continuó apoyando a Morínigo hasta el año final de la guerra. Entonces, en Agosto de 1944, dos meses después de la exitosa invasión aliada de Europa Occidental, que colocó al Tercer Reich sobre el camino a la derrota final, el Departamento de Estado súbitamente lanzó una ofensiva diplomática contra el nacionalismo autoritarísta en el Paraguay, enviando un nuevo y agresivo embajador de los Estados Unidos a Asunción y aplicando intensa presión sobre Morínigo para restaurar las libertades políticas, realizar nuevas elecciones y democratizar el Paraguay.
Oponiéndose al súbito cambio en la política de los Estados Unidos, el embajador saliente Frost advirtió al Departamento de Estado contra una interferencia en la política interna paraguaya. En cuanto a Morínigo, Frost informaba: "Pocos dictadores en América Latina han sido culpables de menor violencia que él. No ha habido ejecuciones, no más exilios que en épocas anteriores, y tan pocos apresamientos y violencias que eran coherentes con la permanencia en el poder. He llegado a conocer métodos mucho más violentos no solamente en el Brasil, sino también en Chile. Hablando comparativamente, puede ser considerado como un "dictador de guantes blancos".6 La "característica más agradable" de la "revolución nacionalista" de Morínigo, continuaba Frost, era
su firme insistencia sobre la honestidad y buen carácter por parte de todas las personas vinculadas con el gobierno. Esta embajada ha mantenido estrecho contactos con todas las reparticiones del gobierno y jamás hubo un caso en que se hubiera podido percibir corrupción... Ha habido... un nivel sorprendentemente elevado de servicio público patriótico... Originada en una indignación de buena fe contra la corrupción política anterior, la obsesión de la Revolución con la pureza del gobierno ha sido ampliada para llegar a constituir una característica principal en sus valores políticos... Existen excepciones y defectos, pero yo, personalmente, jamás he visto un gobierno en cualquier país que se aproximaba más a merecer que se lo conociera como espartano en sus principios y conductas.7
Por el otro lado, Frost informaba a Washington que las perspectivas para "cualquier democratización auténtica o de profundos alcances" en el Paraguay era "extremadamente improbable", y que cualquier esfuerzo "para restaurar la democracia... sería más bien ineficaz". La democracia, advertía, "jamás ha operado aquí efectivamente", y "ninguna elección jamás ha dado por resultado la remoción del grupo de poder cuando era realizada". "Cualquier gobierno que reemplazara a Morínigo, al cabo de los tres meses sería tan dictatorial como el suyo". "Los colorados excluirían rígidamente del cargo a todos que no fueran sus propios seguidores; y lo mismo es aplicable a los franquistas [febreristas]. Las liberales... también estarían obligados a apoyarse sobre una base militar, recurriendo a exiliamiento y represión en no muy poco alcance... Ellos desean retornar a un gobierno de hombres de negocios".8
Al llegar a Asunción, el embajador entrante Willard Beaulac pronto confirmó las observaciones de Frost. A pesar de que el gobierno de Morínigo "no es el tipo de régimen que nos agrada", informaba Beaulac, había traído "considerable progreso" al Paraguay y había logrado "más de lo que lograron sus antecesores" en "construcción de caminos, capacitación y desarrollo agrícola, educación pública y salud pública". En efecto, observaba Beaulac, "una porción considerable del pueblo paraguayo tiene gratitud por las mejoras materiales realizadas en el país por el régimen", y "si se hiciera un esfuerzo para organizar y conducir a este pueblo, el régimen... obtendría un substancial apoyo civil para sí". En lo que respecta a la democracia, Beaulac admitió que jamás había funcionado en el Paraguay y que bajo los anteriores gobiernos colorados y liberales, "el gobierno por ley marcial se aproximó mucho a constituir la regla". "Este triste pequeño país jamás ha tenido democracia", escribía. "Elecciones libres son desconocidas... los "outs" son tradicionalmente "demócratas" y los "ins" son tradicionalmente "déspotas"". Además, la "demoledora crítica y condena" de Morínigo a los partidos políticos del Paraguay por su conducta ilegal en el poder era, admitía el nuevo embajador, "sin duda verídica". "Soy escéptico que Morínigo vaya muy lejos... en dirección a la democracia", concluía, "pero soy escéptico que cualquier otro grupo se comportaría mejor en este momento".9
No obstante, con el pleno apoyo y aliento del Departamento de Estado, Beaulac inmediatamente emprendió una incansable campaña personal "para estimular la democracia... y las instituciones liberales en el Paraguay". Comenzando a fines de 1944, pronunció "un número de discursos directamente pro-democráticos" en todo el país. Seleccionando cuidadosamente su momento y lugar de modo que estarían presentes Morínigo y su gabinete, el embajador insistentemente advertía a su público que "en la interminable guerra contra la tiranía y por la democracia en todo el mundo", las naciones serían clasificadas en dos categorías -"cooperantes o no cooperantes"- y que las que optaban por permanecer no cooperantes en el período de postguerra, podrían esperar un tratamiento correspondiente por los aliados victoriosos.10 "Tal como yo lo había anticipado", informaba Beaulac a Washington en Setiembre de 1945, "estos discursos... han sido aprovechados por la oposición como indicando el desagrado norteamericano con el régimen".11
Beaulac adoptó también una línea dura en sus conversaciones privadas con funcionarios gubernamentales clave, aprovechando cada oportunidad para sermonear a Morínigo y sus asesores sobre la necesidad de "libertad de prensa, restitución de los derechos civiles y democratización". Presionando al régimen para levantar su prohibición de cuatro años sobre las actividades de los partidos políticos y para realizar "elecciones libres y ordenadas", informó con brusquedad a los paraguayos que la disponibilidad futura de la ayuda exterior de los Estados Unidos para proyectos de desarrollo económico en el Paraguay, sería determinada por "el grado de evolución hacia un gobierno democrático y liberal en el Paraguay". Beaulac reservó su tono más serio para Morínigo personalmente, advirtiendo al Presidente en Diciembre de 1945 que la ayuda adicional estadounidense "estaría relacionada con la democratización progresiva del Paraguay" y que la "omisión en corregir la situación actual obligaría a nuestro gobierno a retirar la cooperación voluntaria actualmente dada al Paraguay y a abstenerse de otorgar cooperación adicional".12
Amenazado con la pérdida de su única fuente disponible de ayuda exterior para el desarrollo económico, Morínigo luchó para encontrar una fórmula que satisficiera a la súbita obsesión de los Estados Unidos con la liberalización, sin socavar peligrosamente su propio poder político. En un nuevo gesto hacia la democratización, comenzó, a fines de 1944, a exhibir una poco característica tolerancia hacia la disensión política en el Paraguay, permitiendo a grupos políticos de la oposición realizar sus primeras reuniones públicas en cuatro años y manteniendo un hosco silencio cuando sus portavoces atacaban públicamente a la dictadura, exigían nuevas elecciones y pedían al régimen que convocara una asamblea constituyente para reemplazar la constitución autoritarista de 1940 por una constitución liberal que siguiera el modelo de la constitución de 1870. Simultáneamente, Morínigo dirigió su atención a la estructuración de una base de poder electoral para el régimen, designando como director del Departamento de Trabajo a un funcionario conocido como popular con los sindicatos paraguayos y otorgando otros favores calculados para garantizar la lealtad del trabajo organizado. Para 1945, había planes en marcha para la creación de un partido laborista oficial. Estos esfuerzos terminaron abruptamente, empero, cuando los seguidores militares nacionalistas autoritaristas de Morínigo de la logia Frente de Guerra registraron su vehemente oposición. Intransigentes en su hostilidad hacia todos los partidos políticos y no dispuestos a compartir el poder con un movimiento laboral potencialmente poderoso, los oficiales del Frente de Guerra se opusieron intransigentemente a cualquier liberalización del gobierno y exhortaron a su líder a no abandonar los ideales autoritaristas de la revolución nacionalista bajo la presión de los Estados Unidos.13
No obstante, en Enero de 1946, a medida que se intensificaban las advertencias de Beaulac y los fondos de los EE.UU. para proyectos de asistencia económica en el Paraguay comenzaban a agotarse, Morínigo informó al cuerpo de oficiales de las Fuerzas Armadas que la "presión exterior" se había convertido en "demasiado fuerte para resistir" y que la revolución nacionalista ahora debía pasar a una "segunda etapa" democrática. Pasando por encima de las airadas protestas de sus colegas militares autoritaristas, anunció públicamente a continuación un "programa de democratización de tres puntos" para 1946, comprometiéndose a restaurar la libertad de prensa y las libertades políticas en un futuro próximo e indicando que pronto se emprenderían "preparativos" para la elección de una cámara legislativa de diputados. Complacidos, los Estados Unidos rápidamente prorrogaron el financiamiento de sus programas cooperativos de asistencia agrícola en el Paraguay por dieciocho meses adicionales e insinuaron que muy bien podrían encararse nuevos programas de ayuda "después de haber tomado pasos positivos hacia la democratización".14
La decisión de Morínigo de liberalizar su gobierno puso en movimiento una cadena de eventos en rápida evolución, que pronto hizo caer al Paraguay en el caos y derramamiento de sangre. En Junio de 1946, cuando los nacionalistas del Frente de Guerra tercamente continuaban obstaculizando la liberalización, Morínigo inesperadamente los removió de sus comandos estratégicos y los envió al exilio. Reafirmando su intención de "seguir adelante con el programa de democratización", inmediatamente abolió todas las restricciones a la prensa, restauró la libertad política a los partidos políticos paraguayos, publicó una amnistía general para todos los líderes políticos exiliados y programó elecciones congresionales para el año siguiente. Habiendo cortado así sus vínculos con su base de poder autoritarista, maniobró ahora para unirse a un nuevo andamiaje de apoyo que le pudiera mantener a flote en las cambiantes corrientes políticas de la postguerra. En Julio, súbitamente incorporó a su gabinete a tres febreristas y tres colorados y formó un gobierno de coalición, esperando aparentemente subvertir gradualmente a uno de estos partidos o ambos a su control personal propio y capturar con ello una nueva base de poder que lo pudiera mantener en el cargo. Sin embargo, los partidos políticos paraguayos tenían otras ideas. Para ellos, los sorprendentes cambios políticos de 1946 significaban el largamente esperado debilitamiento del dominio del poder por parte de Morínigo y a fines de Julio, los liberales, colorados, febreristas y comunistas celebraban el prometedor nuevo clima político en un mitin público conjunto en la plaza principal de Asunción. "El dictador ya no es dictador", expresó un orador colorado a la jubilosa muchedumbre; "el dictador es el prisionero de un gabinete democrático".15
Sin embargo, rápidamente se puso de manifiesto que la reapertura del sistema político paraguayo no había abierto el camino para una nueva era de política democrática en el Paraguay. En lugar de abocarse a preparativos electorales o a un debate substantivo sobre los problemas nacionales, los partidos políticos paraguayos se concentraron en lugar de ello a movilizar sus respectivas fuerzas en una lucha de poder para apoderarse del gobierno y monopolizar las prerrogativas del gobierno. Los liberales respondieron a la flexibilización de los controles políticos contrabandeando activamente armas al país en preparativos para un golpe de estado, mientras los comunistas celebraban su nueva libertad política amenazando públicamente con colgar a Morínigo de un farol. En el nuevo gobierno de coalición de Morínigo, estalló inmediatamente una agria lucha política interna, al maniobrar las facciones tanto febrerista como colorada para ganar una posición dominante. Cada facción monopolizó rápidamente los ministerios del gabinete bajo su dirección, despidiendo sumariamente a todos los funcionarios públicos en el cargo y reemplazándolos por miembros leales de su partido. Los febreristas usaron su control del Ministerio de Agricultura y del Departamento de Trabajo para realizar un abierto proselitismo entre las clases bajas del Paraguay, entregando arados gratuitos a los campesinos y pan dulce gratis a los obreros en Asunción, otorgando aumentos de salarios en gran escala a miembros de los sindicatos pro-febreristas y solucionando huelgas a favor de sindicatos que accedían a afiliarse al partido. Entretanto, unidades armadas de milicianos civiles colorados comenzaron ominosamente a aparecer en las calles de Asunción. Debajo de la superficie, los líderes colorados, febreristas, liberales y comunistas estaban todos trabajando furiosamente para ganar apoyo de oficiales militares clave, en anticipación de eventuales tentativas de golpe.16
A principios de Enero de 1947, los febreristas precipitaron una crisis gubernamental al exigir una representación mayoritaria en el gabinete y buscar garantías que ninguna de las partes de la coalición aceptaría a Morínigo como candidato para la reelección al final de su período oficial en 1948. El juego de poder de los febreristas solamente surgió, empero, para acercar más entre sí a Morínigo y los colorados. En la noche del 12 de Enero de 1947, unidades del ejército leales a Morínigo ingresaron en Asunción y, trabajando en estrecha conjunción con varios miles de voluntarios colorados montados y elementos militares y policiales pro-colorados, tomaron posiciones estratégicas en toda la capital, colocaron a los principales oficiales febreristas bajo arresto y se apoderaron en la práctica del gobierno. Al día siguiente se formó un nuevo gabinete, totalmente compuesto de colorados. Súbitamente, por primera vez desde 1904, el Paraguay tenía nuevamente un gobierno colorado, permaneciendo el diestro Morínigo en el poder como presidente."
Los Estados Unidos observaron la dramática transformación del gobierno de Morínigo en 1946 y principios de 1947 con considerable satisfacción. La expulsión de los nacionalistas del Frente de Guerra en Junio de 1946 fue de particular beneplácito para los funcionarios del gobierno de los EE.UU. Al enterarse de la expulsión del comandante de la Fuerza Aérea Stagni y sus colegas, el Departamento de Estado informó inmediatamente a la Pan American, Braniff y otras líneas aéreas comerciales de los EE.UU. que las "dificultades que anteriormente interfirieron con la asistencia de las compañías de transporte aéreo de los Estados Unidos para el desarrollo de la aviación civil en el Paraguay han sido ahora removidas".18 La subsiguiente decisión de Morínigo de formar un gobierno de coalición fue aplaudida en Washington como haber impulsado "prodigiosamente para adelante... el proceso de democratización". No obstante, los funcionarios gubernamentales de los EE.UU. hicieron netas distinciones en su evaluación de los dos partidos políticos que conformaban la nueva coalición. Los febreristas eran considerados en líneas generales como "jóvenes totalitaristas demagógicos", "salvajes" y "soñadores sociales" que "tendían hacia un socialismo extremo, incluso el comunismo". Cuando los febreristas, como parte de sus esfuerzos para lograr la popularidad entre las clases bajas, promulgaron una resolución del partido que prohibía a los abogados febreristas la defensa de terratenientes o empleadores en disputa con inquilinos u obreros, el embajador Beaulac condenó esta medida como "demagogia" y sin ambages advirtió a los ministros febreristas del gabinete que "no podía recomendar ninguna inversión en el Paraguay por parte de mi gobierno o capital norteamericano mientras existiera dicha resolución y los febreristas permanecieran en el gobierno".19 Los colorados, por el otro lado, gozaban de alta consideración por parte de los funcionarios oficiales de los EE.UU. Los líderes del partido, predominantemente terratenientes rurales, eran considerados generalmente como "muy amistosos hacia los EE.UU. e interesados en la asistencia de los EE.UU. para desarrollar el Paraguay". El líder del partido Federico Chaves, que privadamente había asegurado a funcionarios del gobierno de los Estados Unidos en Asunción que los colorados estaban comprometidos a la libertad de palabras y elecciones libres en el Paraguay, fue descripto por el Departamento de Estado como "firmemente democrático en ideales y actuación". El principal rival de Chaves por el liderazgo del partido, Juan Natalicio González, también era considerado con beneplácito por el Departamento de Estado, por haber "alabado la Político del Buen Vecino" y por haber declarado que estaba "atónito que un país tan fuerte como los EE.UU. podría ser tan paciente, tan considerado y tan justo en sus relaciones con sus vecinos débiles". Natalicio González, observaba con placer el Departamento de Estado, también figuraba en los archivos como haber declarado que "el gran esfuerzo que estaba haciendo el gobierno de los EE.UU. para tratar a todas las naciones, sin tener en cuenta su tamaño y poder, sobre la base de la perfecta igualdad y respeto por la soberanía e independencia de todos los pueblos, era tan importante para la paz del mundo y el bienestar de las pequeñas naciones en particular, que todo país debería hacer todo lo que pudiese para corresponder a esta actitud, con el fin de asegurar que la política tuviera éxito y perduración".20
Al ingresar en el gobierno de coalición, los colorados pronto justificaron la evaluación que Washington tenía de ellos. En Setiembre de 1946, siete días después que Natalicio González y Chaves habían sido designados en el gabinete de Morínigo como Ministros de Hacienda y Obras Públicas respectivamente, el Paraguay formalizó un tratado de intercambio comercial recíproco con los Estados Unidos, después que Morínigo se hubiera resistido con anterioridad a los persistentes esfuerzos de los Estados Unidos para negociar un convenio de dicho tipo durante casi seis años. En virtud de los términos del tratado de comercio de 1946, el Paraguay otorgaba concesiones tarifarias a productos de hierro y acero, equipos eléctricos, productos automotores, tractores, heladeras, radios, teléfonos y equipos de oficina, mientras que los Estados Unidos comprometían concesiones recíprocas por el quebracho, yerba mate, esencia de petit grain y extracto de urundey del Paraguay.21
Después de la expulsión de sus rivales febreristas en Enero de 1947, los colorados continuaron impresionando a los observadores estadounidenses, publicando una continua corriente de pronunciamientos públicos, calculados para ganar el favor de Washington. Inmediatamente se promulgó una nueva plataforma nacional del partido, que comprometía a los colorados al "gobierno democrático y cooperación interamericana más estrecha". Entretanto, el diario oficial colorado anunciaba que "el Partido Colorado no cree en la teoría del ‘estado absorbente’ o en la tesis antinatural que todo el capital extranjero es capital ‘imperialista’, la cual debería combatirse". "El papel del Estado como una entidad reglamentante debería ser mantenido dentro de los límites apropiados", dijo a la nación el líder del partido Chaves. El problema más acuciante del Paraguay, agregaba, era "atraer capital".22 "El nuevo gobierno debería ser una amplia mejora con respecto al precedente", informó Beaulac al Departamento de Estado a mediados de Enero. "El Partido Colorado... mira hacia los Estados Unidos, y el nuevo gobierno no ha perdido tiempo en dejar esto en claro. Recomiendo que el gobierno de los Estados Unidos corresponda a esta actitud cooperativa en todas las maneras razonables y practicables".23
Sin embargo, a pesar de su retórica democrática, los colorados estaban moviéndose simultáneamente para atrincherarse permanentemente en el poder, mediante la táctica tradicional de la represión, endógena en el sistema político paraguayo. Los colorados, privados del botín de los cargos oficiales durante cerca de 43 años, no tenían intención de entregar el poder ni compartirlo con sus competidores. En efecto, después de expulsar a los febreristas, los colorados impusieron inmediatamente una nueva prohibición "temporal" sobre "reuniones políticas y manifestaciones hostiles a personas o instituciones en Asunción". En el lapso de dos semanas, todos los diarios de oposición habían sido confiscados, y líderes febreristas, liberales y comunistas habían huido al exilio o estaban ocultos. Para Febrero, el sistema judicial y la administración civil del Paraguay habían sido entregadas con exclusividad a funcionarios del Partido Colorado, los comandos militares y policiales clave habían sido ocupados por oficiales colorados y la Escuela Militar había comenzado nuevamente a admitir como candidatos a oficiales sólo a estudiantes con antecedentes familiares colorados cuidadosamente examinados.24
Al cementar los colorados su poder en el gobierno, los partidos de oposición paraguayos se unieron en un desesperado esfuerzo de última línea para impedir la consolidación de una nueva hegemonía colorada. En un "matrimonio de conveniencia", el más improbable que la política paraguaya jamás había producido, los febreristas, los comunistas y los liberales unieron sus fuerzas y en Marzo de 1947 lanzaron una insurrección contra el gobierno de Asunción, apoderándose de la importante guarnición militar de Concepción, a 130 millas al norte de la capital, y, desde allí, llevaron rápidamente bajo su control toda la mitad norte del país. Casi inmediatamente, una mayoría del ejército, la marina y la fuerza aérea desertó a las fuerzas rebeldes, por su contrariedad a la "coloradización" de las fuerzas armadas paraguayas por el nuevo régimen. Superados ampliamente en número, los colorados movilizaron sus seguidores campesinos descalzos -sus pynandí- o sea los "descalzos" en la lengua nativa paraguaya, el guaraní, y se prepararon para defender con fuerza el largamente esperado retorno al poder del partido.25 Muy pronto había estallado una guerra civil en plena escala. A medida que las luchas se intensificaban, un ofuscado Morínigo increpó a los funcionarios gubernamentales de los Estados Unidos sobre los resultados de la democratización en Paraguay. Durante los seis años que había gobernado el país sin la asistencia de un partido político, "no había habido disturbios", recordó al encargado de negocios de los EE.UU. en Asunción; "fue solamente desde que los partidos políticos aparecieron en la escena y se restauraron las libertades civiles que se produjeron dificultades". El curso de los eventos, agregaba sardónicamente Morínigo, parecía "realmente irónico".26
La guerra civil de cinco meses en 1947 fue amarga y destructiva, fusilando ambos lados los prisioneros y quemando bienes enemigos. Después de unos cuatro meses de desganadas luchas aisladas y una paralización general a lo largo del frente norte, las fuerzas rebeldes súbitamente efectuaron un rodeo al ejército principal colorado y avanzaron hacia el sur contra la débilmente defendida Asunción, dejando a las fuerzas coloradas flanqueadas en el norte y abalanzándose para recuperar su posición. Al descender sobre la capital a principios de Agosto, los rebeldes anunciaron en su radio que "el sucio cadáver" del presidente del Partido Colorado y el de Higinio Morínigo, Natalicio González y otras autoridades del gobierno pronto "colgarían de una soga". Contra el asalto rebelde, los colorados en Asunción, desesperadamente superados en número, desplegaron un rápido avance sus últimas reservas de campesinos descalzos y un regimiento de artillería bajo el comando de Alfredo Stroessner, un joven oficial del ejército que había permanecido leal a los colorados durante la lucha. En el último momento, al llegar las fuerzas rebeldes a cerca de mil yardas de la residencia de Morínigo, las fuerzas campesinas principales del gobierno finalmente llegaron a la capital, después de una desesperada marcha forzada de trece días desde el Norte. Lanzándose a la batalla, quebraron el asalto y dispersaron las fuerzas rebeldes, llevando en la práctica la guerra civil a su final.27
Una semana después, en la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y Seguridad Continental de 1947 en Río de Janeiro, el nuevo canciller paraguayo Federico Chaves informaba al Secretario de Estado de los Estados Unidos George Marshall que los colorados eran "un partido democrático" y "un estrecho amigo y apoyo de los Estados Unidos". Expresando su esperanza que Washington "continuaría ayudando" al Paraguay "en los campos de la salud pública, la economía y el adiestramiento militar", Chaves aseguraba a Marshall que "si ocurrieran hostilidades entre el "Este totalitario" y "Oeste democrático"... el Paraguay estaría sin reservas al lado de los EE.UU.".28 Entretanto, en el Paraguay, la victoria del Partido Colorado en la guerra civil había cedido el paso a un interludio de "terror colorado" al permitirse a las tropas pynandí desmovilizadas, dedicarse a una orgía de saqueo, violación, tortura y asesinato contra los partidarios rebeldes, que en último término obligó a aproximadamente cuatrocientas mil personas -incluyendo la mayor parte de los líderes laborales y trabajadores calificados del Paraguay- a huir al exilio.29 En Febrero de 1948, Natalicio González reemplazó a Morínigo como presidente, en una elección de candidato único, tan rígidamente controlada que incluso se prohibieron los votos con mención expresa de otro candidato.30 Los colorados estaban ahora en pleno control del gobierno paraguayo. Permanecen en el poder hasta la fecha.
CONCLUSIÓN
El poder y la influencia de los Estados Unidos en el sureste de América del Sur se expandieron tremendamente durante los doce años de la presidencia de Franklin D. Roosevelt. Entre 1933 y el final de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos superaron la competencia comercial británica y alemana y emergieron como el socio industrial dominante de la región para el intercambio comercial. El total del comercio internacional y exportaciones industriales de los Estados Unidos a la región se incrementó en 496 y 711 por ciento respectivamente durante el período.1
La presencia expansionista fue particularmente evidente en el Paraguay, una región atrasada, remota y relativamente inaccesible del hemisferio, muy alejada de la órbita de los Estados Unidos con anterioridad a 1933. Durante los años de Roosevelt, el intercambio comercial del Paraguay con los Estados Unidos aumentó en 1364 por ciento, mientras que las compras paraguayas de productos industriales de los Estados Unidos creció en 1594 por ciento.2
Igualmente observable fue el crecimiento en la cantidad de ciudadanos estadounidenses en el Paraguay. Todavía en 1939, la entera colonia norteamericana en el Paraguay no ascendía a más de 30 personas. Cuatro años después, esa cifra se había incrementado a más de 200: una corriente constante de diplomáticos; oficiales militares, expertos agrícolas, de salud pública y fiscales; ingenieros de carreteras y aeropuertos; hombres de negocios; maestros; enfermeras; y estudiantes de intercambio ingresaron al país. Para 1943, el personal de la Embajada de los Estados Unidos en Asunción había crecido de modo tan conspicuo, que el embajador norteamericano advertía al Departamento de Estado sobre el peligro de "repercusiones psicológicas" negativas por parte de los paraguayos si el número de los representantes oficiales de los Estados Unidos seguía aumentando.3
Para evaluar la política latinoamericana del gobierno de Roosevelt en términos cuantitativos del expansionismo de los Estados Unidos, no habría que acusar a sus arquitectos y ejecutores de malévolos imperialistas. Como herederos del concepto mundial "liberal internacionalista" de Woodrow Wilson, Roosevelt, Hull y Welles indudablemente creían que un orden mundial liberal de democracias capitalistas, liderado por los Estados Unidos, vinculado interdependientemente a través del libre intercambio comercial de mutuo beneficio, era el camino más seguro para la paz y la prosperidad internacionales. De igual modo, indudablemente eran sinceros en su convicción que el modelo de desarrollo concebido etnocéntricamente, de empresa privada/inversión extranjera, que ellos y sus representantes en el exterior urgían a otras naciones a adoptar, era la fórmula más eficaz disponible para el desarrollo económico. Desde esta perspectiva, la expansión del poder y la influencia de los Estados Unidos en el Hemisferio Occidental durante el período presidencial de Roosevelt podían interpretarse como una campaña tanto altruista como pragmática para construir un nuevo orden hemisférico próspero y estable, mutuamente provechoso para los Estados Unidos y las naciones de América Latina.
No obstante, medido por su comportamiento en el sureste de América del Sur, la política latinoamericana de Roosevelt se reveló menos como un ejemplo de "internacionalismo liberal", como más bien de "imperialismo liberal" - una campaña concertada para lograr la hegemonía informal de los Estados Unidos en una región muy distante del hemisferio. A pesar de que su énfasis y táctica pasaron por varias fases distintas entre 1933 y 1945, la "política del Buen Vecino", como se aplicó en el sureste de América del Sur, estaba coherentemente motivada por consideraciones de autointerés económico nacional. Inicialmente estructurada para abrir nuevos mercados de exportación en la región para artículos industriales de los Estados Unidos, a medida que los representantes del New Deal luchaban desesperadamente para superar una debilitante depresión a nivel interno, la política más adelante se transformó en un arma para combatir la influencia expansionista de una potencial industrializada rival del Hemisferio Norte, a medida que Alemania desafiaba a los Estados Unidos por la primacía en la región.
Para su fase final, se había convertido en un instrumento de reorientación de las estructuras político-económicas del sureste de América del Sur en una dirección conducente a incrementar la penetración económica de los Estados Unidos. El hilo unificador central que vinculaba entre sí estas fases sucesivas, era la activa promoción del gobierno de Roosevelt del comercio exterior y las inversiones de los Estados Unidos en la región. En efecto, si cualquier elemento importante de la política del Buen Vecino representaba una desviación significativa de los factores establecidos de la expansión e intervención de los Estados Unidos en el hemisferio, fue el innovador uso por parte del gobierno de Roosevelt de la ayuda externa como instrumento para impulsar las aspiraciones hegemónicas tradicionales de los EE.UU.
El uso de la ayuda externa del gobierno como un medio para expandir la esfera de influencia de los Estados Unidos en América Latina fue ejemplificado por el curso de las relaciones Estados Unidos-Paraguay durante los años 1939 a 1943. En cada coyuntura crítica en sus relaciones con los regímenes de Estigarribia y Morínigo durante este período, el gobierno de Roosevelt se había basado coherentemente sobre incentivos materiales para atraer al Paraguay a una órbita en expansión de los Estados Unidos y alejarlo de la de Alemania nazi. Créditos del Export-Import Bank por $3.5 millones indujeron a Estigarribia a alinear al Paraguay firmemente del lado de los Estados Unidos en Junio de 1939. Una oferta de $11 millones en asistencia militar de "lend-lease" en Abril de 1941 e insinuaciones subsiguientes de los Estados Unidos de varios millones adicionales de dólares en asistencia para el desarrollo económico, fueron de máxima utilidad para influenciar la decisión del régimen de Morínigo en la conferencia de Río en Enero de 1942, para aceptar el liderazgo hemisférico de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Créditos del Export-Import Bank por $3 millones retuvieron al Paraguay contra la defección de la órbita de los Estados Unidos en Mayo de 1942. Consideradas separadamente, estas iniciativas de los Estados Unidos parecen haber sido motivadas primordialmente por "factores políticos" o "factores de seguridad" a corto plazo - el deseo de prestar asistencia a las maniobras de un aliado favorecido (Estigarribia) en la política interna paraguaya durante 1939; la necesidad de obtener la aceptación por parte del Presidente Morínigo del liderazgo de los Estados Unidos contra una potencial amenaza militar del Eje al hemisferio después de Pearl Harbor; el deseo de proteger la única facción política remotamente "pro-aliada" en el gobierno paraguayo (los tiempistas) de la exclusión por parte de elementos militares pro-Eje en 1942. Sin embargo, desde una perspectiva de macro nivel, es imposible aislar iniciativas individuales de ayuda de los Estados Unidos en el Paraguay del contexto más amplio de una lucha global de poder entre los Estados Unidos y Alemania, una lucha real de poder entre naciones industrializadas rivales, en las cuales los factores económicos (mercados de exportación, inversiones extranjeras, acceso a recursos naturales; etc.) fueron escasamente periféricas. No fue mera coincidencia que cada donación de asistencia de los Estados Unidos atraía permanentemente al Paraguay a una "sociedad" más estrecha con los Estados Unidos, una sociedad que en último término favoreció los intereses de fabricantes, exportadores, compañías de construcción de caminos, compañías petroleras, de aeronavegación, de telecomunicaciones y similares de los Estados Unidos, a medida que estas entidades competían a nivel internacional contra rivales económicos con base en Alemania y otras naciones industrializadas europeas.
El sugerir que la política latinoamericana del gobierno de Roosevelt tenía como su motivo subyacente los intereses materiales de los Estados Unidos, no es, por supuesto, emitir un juicio normativo respecto a dicha política, sino simplemente admitir una verdad incuestionable fundamental en las relaciones internacionales: que las naciones actúan en su interés propio, definido substancialmente en términos económicos de prosperidad, productividad y poder. Medido por su impacto sobre las estructuras políticas y económicas del Paraguay, empero, la política del gobierno de Roosevelt puede juzgarse como haber tenido consecuencias negativas de profundo alcance. En sus relaciones con los regímenes de Estigarribia y Morínigo entre 1939 y 1943, el gobierno había empleado la ayuda exterior para "comprar" la alineación nominal del Paraguay con los Estados Unidos en la lucha de poder de este último país contra Alemania. Después de mediados de 1944, la ayuda exterior se convirtió en creciente medida en una palanca para estructurar la política paraguaya de postguerra en un patrón más favorable a los intereses de los Estados Unidos. Los resultados, desde la perspectiva paraguaya, fueron difícilmente edificantes: una guerra civil amarga y destructiva, la eliminación de una dictadura honesta y nacionalista, comprometida por lo menos a un programa limitado de reformas progresivas, y su reemplazo por un partido político que representaba el "antiguo orden" corrupto de la política paraguaya anterior a 1940. En la esfera económica, la ayuda exterior de los Estados Unidos estaba principalmente concentrada en la construcción de caminos rurales y programas de modernización agrícola, mientras que el gobierno de Roosevelt simultáneamente negaba la asistencia para el desarrollo industrial y proyectos de energía hidroeléctrica, con los cuales el régimen de Morínigo esperaba transformar estructuralmente la atrasada economía del Paraguay y lograr un moderado nivel de autosuficiencia económica. En lugar de contribuir a un desarrollo económico equilibrado, la ayuda de los Estados Unidos sirvió para reforzar la base agrícola tradicional de la economía paraguaya, perpetuando, como resultado, el subdesarrollo y la dependencia económica del Paraguay.
No obstante, el concentrar la mirada sobre los motivos y consecuencias de las iniciativas de los Estados Unidos, no es caracterizar las relaciones interamericanas durante la era de la Segunda Guerra Mundial como un simple proceso de "penetración" unilateral de inocentes "víctimas" latinoamericanas por parte de un imperialista "Coloso del Norte". La historia de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina durante la guerra sugiere, en efecto, que factores de autointerés económico nacional configuraban los actos de ambas partes en la ecuación interamericana y que, en realidad, un flujo constante, en ambas direcciones de "oportunismo mutuo" y "explotación reciproca" se encontraba en el núcleo de la relación hemisférica. Por cuanto si la política de los Estados Unidos hacia el sureste de América del Sur se basaba constantemente sobre consideraciones de autointerés material, es de igual modo evidente que los líderes gubernamentales en todo el sureste de América del Sur formularon su propia política exterior, primordialmente sobre la base de las oportunidades y riesgos económicos presentados por el inestable y competitivo ambiente internacional de la era de posguerra. Afirmar, por ejemplo, que el gobierno de Roosevelt "compró" la alineación paraguaya en la órbita de los Estados Unidos entre 1939 y 1943, es expresar al mismo tiempo que los consecutivos gobiernos paraguayos "liberales" al igual que los "nacionalistas autoritaristas" - "vendieron" deliberada y voluntariamente la alineación internacional de su nación en cambio de pagos en forma de asistencia financiera, técnica y militar de los Estados Unidos. La primacía de consideraciones materiales en el proceso de formulación de la política exterior de América Latina quizás nunca ha sido ilustrada más gráficamente que en la Conferencia de Río de 1942, donde cada nación del sureste de América del Sur calculó cuidadosamente los costos y utilidades a largo plazo de una decisión de alinearse con los Estados Unidos contra Alemania.
En último término, por supuesto, la "transacción" demostró ser inequitativa. La recepción de la ayuda exterior constituyó una virtual finalidad en sí para los líderes de América Latina, mientras que para los funcionarios oficiales de los Estados Unidos, el otorgamiento de dicha ayuda fue meramente un medio a través del cual se podían lograr metas económicas más amplias. La alineación en época de guerra con los Estados Unidos produjo premios importantes -particularmente en forma de créditos para el desarrollo del Export-Import Bank- para gobiernos latinoamericanos cooperantes, pero la ayuda de los Estados Unidos inevitablemente trajo consigo un incremento de ventas de equipos estadounidenses; el ingreso de ingenieros, técnicos y consultores norteamericanos; y nuevas formas de influencia de los Estados Unidos sobre las opciones políticas subsiguientes de los gobiernos favorecidos. Tal como Higinio Morínigo descubrió al final de la Segunda Guerra Mundial, la aceptación de la asistencia de los Estados Unidos podía aumentar peligrosamente la susceptibilidad del destinatario a presiones manipulativas de los Estados Unidos. No obstante, desde la perspectiva de los líderes paraguayos (y brasileños) en época de la guerra, una bonanza sin precedentes de ayuda de los Estados Unidos se consideraba como compensación satisfactoria por un creciente grado de subordinación al liderazgo de los Estados Unidos en asuntos internacionales.
Los mismos factores materiales de asistencia, comercio exterior e inversiones, que configuraron el patrón de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina durante la Segunda Guerra Mundial, continuaron definiendo la naturaleza básica de las interacciones tácticas interamericanas en las décadas de postguerra subsiguientes. Los sucesores de Roosevelt en la Casa Blanca coherentemente adoptaron su enfoque de "buen vecino" como un prototipo para sus propias iniciativas de política para con América Latina, utilizando cantidades constantemente crecientes de asistencia exterior, ostensiblemente altruistas, de los Estados Unidos, para comprar apoyo internacional, premiar la clientela, desalentar el nacionalismo y, en líneas generales, promocionar el orden mundial abierto interdependiente y liberal que seguía siendo sinónimo de la prosperidad económica y bienestar material de los Estados Unidos. Simultáneamente, una mayoría de los líderes latinoamericanos de postguerra continuaron, en sus formulaciones de política exterior, aplicando la lección fundamental de la era de la Segunda Guerra Mundial: que la alineación con los Estados Unidos en asuntos mundiales era un camino eficaz y confiable hacia la abundancia material. Durante las primeras décadas de posguerra, por ejemplo, sucesivos gobiernos colorados continuaron alineando el Paraguay firmemente con la órbita de los Estados Unidos. En retorno, recibieron cerca de $200.1 millones en asistencia exterior de los Estados Unidos entre 1946 y 1975.5 Entretanto, las inversiones privadas directas de los Estados Unidos en el Paraguay crecían simultáneamente, de $9 millones6 a $53 millones.7 Para 1975, el volumen total del comercio exterior y exportaciones industriales de los Estados Unidos al Paraguay había alcanzado $51.9 millones y $32.6 millones respectivamente (incrementos de 841 por ciento y 626 por ciento, respectivamente, sobre los niveles de 1946),8 mientras que el número total de ciudadanos estadounidenses en el Paraguay había crecido a más de mil doscientos.9 Más de tres décadas después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos y el Paraguay permanecieron trabados en una "sociedad" mutuamente explotativa e inherentemente desigual, que parecía destinada a sobrevivir hasta que un nuevo cambio evolucionario en las jerarquías internacionales de las grandes potencias produjera una nueva configuración en las alineaciones internacionales.
NOTAS
CAPITULO 4
1) El relato siguiente de la historia paraguaya hasta 1870 se extrajo primordialmente de Harris Gaylord Warren, "Paraguay: An Informal History" (Norman: University of Oklahoma Press, 1949), caps. 10-13; Philip Raine, "Paraguay" (New Brunswick, N.J. Scarecrow Press, 1956), caps. 3 y 4; George Pendle, "Paraguay: A Riverside Nation", 3a. ed. (Londres: Oxford University Press, para el Royal Institute of Internacional Affairs, 1967), pp. 15-22; y Paul H. Lewis, "The Politics of Exile: Paraguay's Febrerista Party" (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1968), pp. 3-17.
2) John Hoyt Williams, "Paraguay's Nineteenth-Century Estancias de la República", "Agricultural History 47" (Julio de 1973): 206-15.
3) Oficialmente, la Asociación Nacional Republicana.
4) Lewis alega que de un total de dos millones de libras esterlinas tomadas en préstamo de la institución bancaria británica Baring Brothers en 1871/72, solamente 840,000 libras llegaron finalmente al tesoro paraguayo.
5) Un árbol nativo paraguayo de extrema dureza (quebracho significa, literalmente, "quebrador de hachas"), apreciado como duradero material de construcción y como fuente del extracto de tanino, un agente curtidor indispensable para la industria zapatera y del cuero.
6) Warren, Paraguay, cap. 16; Raine, "Paraguay", cap. 5; Pendle, "Paraguay", pp. 23-31; Lewis, "Politics of Exile", pp. 17-36.
7) David H. Zook, Jr., "The Conduct of the Chaco War" (New York: Bookman Associates, 1960), p. 241.
8) Raine, "Paraguay", p. 223; Harris Gaylord Warren, "Political Aspects of the Paraguayan Revolution, 1936-1940", "Hispanic American Historical Review" 30 (Febrero de 1950) 5-6; Warren, "Paraguay", pp. 315-19; Juan Stefanich, "El Paraguay nuevo: Por la democracia y la libertad hacia un nuevo ideario americano" (Buenos Aires Editorial Claridad, 1943), pp. 47-56; Efraím Cardozo, "Breve Historia del Paraguay" (Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1965), p. 152; Carlos Pastore, "El Paraguay y la tiranía de Morínigo" (Montevideo: Editorial Antequera, 1947), pp. 53-55; Carlos Alberto, "Itinerario político del Paraguay, 1936-1949" (Asunción: Editorial "El País", 1950), p, 4; Rodolfo Bellani Nazeri, "Morínigo, un hombre de América" (Santiago, Chile: Editorial "Revista de las Américas", 1946), pp. 25-27, 32-33.
9) Lewis, "Politics of Exile", pp. 30-32. Durante los años 1940, la Embajada de los Estados Unidos en Asunción dedicó considerable atención a los antecedentes y evolución de la politización de las fuerzas armadas paraguayas. Para análisis válidos, basados sobre entrevistas con participantes clave en los eventos de los años 1930, ver despacho No. 1974, Frost a Hull, 8 de Abril de 1944, DS834-001 1324; despacho No. 2134, Frost a Hull, 27 de Mayo de 1944, DS834.00/1342; despacho No. 346, Beaulac a Stettinius, 13 de Diciembre de 1944, DS834.00/ 12-1344; y despacho No. 788, Beaulac a Stettinius, 18 de Mayo de 1945, DS834.0015-1845.
10) La guerra del Chaco produjo una reacción similar de alienación política e indignación nacionalista entre las fuerzas bolivianas en el terreno. Después de la guerra, oficiales revolucionarios jóvenes, descontentos por lo que consideraban una mala administración imperdonable de la gestión bélica por parte de los líderes gubernamentales civiles de Bolivia, formaron un partido Nacional-Socialista, derrocaron al gobierno en el cargo, y -bajo el sucesivo liderazgo de los coroneles David Toro y Germán Busch- trataron, entre 1936 y 1939, construir una "nueva Bolivia". Durante los años 1940, la dirección de la "revolución nacionalista boliviana" correspondió a Víctor Paz Estenssoro y su Movimiento Nacionalista Revolucionario, que posteriormente surgió como la fuerza predominante en la política boliviana durante los años 1950.
11) Raine, "Paraguay", caps. 6 y 7; Lewis, "Politics of Exile", pp. 36-37; despacho No. 1974, Frost a Hull, 8 de Abril de 1944, DS834.00/1324, y despacho No. 2134, Frost a Hull, 27 de Mayo de 1944, DS834.00/1342.
12) Despacho No. 27, Nicholson a Hull, 17 de Febrero de 1934, DS834.001-Ayala, Eusebio/18.
13) Efraím Cardozo, "Paraguay Independiente" (Barcelona: Salvat Editores, S.A., 1949), pp. 371-72.
14) Bellani Nazeri, "Morínigo", p. 46; Lewis, "Politics of Exile", p. 38.
15) Ayala en último término fue exiliado a la Argentina, donde pasó sus años restantes como abogado para la compañía de navegación Mihanovich.
16) Citado en Lewis, "Politics of Exile", pp. 39-45.
17) Ibíd., pp. 48-59; Warren, "Paraguay", pp. 319-23; Warren, "Political Aspects of the Paraguayan Revolution", pp. 12-14; Juan Stefanich, "Renovación y liberación: La obra del Gobierno de Febrero" (Buenos Aires: Editorial El Mundo Nuevo, 1946), passim.; Stefanich, "El Paraguay nuevo", pp. 58-72; Policarpo Artaza, "Ayala, Estigarribia y el Partido Liberal" (Buenos Aires: Editorial Ayacucho, 1946), pp. 68-172.
18) Lewis, "Politics of Exile", pp. 51-55, 59-62; Warren, "Political Aspects of the Paraguayan Revolution", pp. 14-16; Alberto, "Itinerario político del Paraguay", pp. 5-7; Artaza, "Ayala, Estigarribia y el Partido Liberal", p. 163.
19) Raine, "Paraguay", p. 249. La política económica del nuevo gobierno de Paiva fue revelada el 20 de Agosto de 1937. "Con respecto a los Gastos Fiscales", anunció el Ministro de Hacienda Luis Frescura, "la economía más estricta debe ser la regla inflexible... en cuanto a las Recaudaciones Fiscales... no se efectuará ninguna reforma en el sistema tributario actual, que pudiera crear impuestos nuevos y más onerosos. Un número excesivo de impuestos asfixia la producción, deprime el comercio y ejerce influencia sobre el consumo normal de la población. La Ejecución del Presupuesto deberá ser realizada... en cumplimiento con los deberes de la correcta administración, es decir, gastando lo menos posible para llevar a cabo servicios públicos previstos y determinados. En este sentido, un presupuesto no equilibrado debe ser evitado por todos los medios posibles" (citado en el despacho No. 440, Howard a Hull, 26 de Agosto de 1937, DS834.00 Revoluciones/40).
20) El nombre rinde homenaje a la revolución de Febrero de 1936. Como partido organizado en el exilio, los febreristas se alinearon ideológicamente con el partido Aprista Peruano de Víctor Raúl Haya de la Torre, un movimiento populista que dirigía sus llamados a los intereses de los trabajadores, campesinos, intelectuales y a las clases medias. Lewis, "Politics of Exile", cap. 3; Robert J. Alexander, "The Latin American Aprista Parties", "Political Quarterly 20" (Julio-Septiembre de 1949): 236-47.
21) Cardozo, "Paraguay independiente", p. 389; Alberto, Itinerario político del Paraguay", p. 9; Pastore, "Paraguay y la tiranía de Morínigo", pp. 21-22.
22) Despacho No. 597, Howard a Hull, 22 de Abril de 1938, DS834.00/930; despacho No. 639, Howard a Hull, 14 de Julio de 1938, DS834.00/937.
23) El País (Asunción), 19 de Febrero de 1940.
24) El principal autor de la constitución paraguaya de 1940, Justo Pastor Benítez, había servido como ministro paraguayo ante el gobierno italiano de Mussolini en 1929 y 1930. Alberto, "Itinerario político del Paraguay", p. 4; Lewis, "Politics of Exile", p. 68.
25) Alberto, "Itinerario político del Paraguay", pp. 8-11; Pendle, "Paraguay", pp. 34-37; Warren, "Paraguay", pp. 324-30; Lewis, "Politics of Exile", pp. 66-69.
26) Richard Bourne, "Political Leaders of Latin America" (New York: Alfred A. Knopf, 1970), pp. 101-2.
27) Despacho No. 1264, Howard a Hull, 30 de Agosto de 1940, DS834.5011/11; despacho No, 799, Frost a Hull, 18 de Febrero de 1943, DS811.20234/17; despacho No. 1971, Frost a Hull, 7 de Abril de 1944, OS740.34112A/73; "The impact of the War on the Economy of Paraguay", División Hemisferio Americano de la Oficina de Análisis, Junta de Guerra Económica, 22 de Agosto de 1942, carpeta: "Paraguay-Economic Conditions", Informes y Despachos de Misiones de Estados Unidos en América Latina, Registros de la División Panamericana de la Oficina de Áreas, Registros de la Administración Económica Exterior, RG 169, Archivo Nacional de los Estados Unidos, Washington, D.C. (en adelante citados como FEA). Las principales firmas alemanas en Asunción eran Staucit, Krauch, Ferreterías Universal y Alemana, Tubos Mannesmann, Wiske y el Banco Germánico. FRUS, 1944, 7:1482, telegrama No. 98, Frost a Hull, 16 de Febrero de 1944.
28) Uno de estos agentes, Gustav Fettinger, resumió sus actividades en un informe de 1939 a funcionarios nazis en Múnich: "Fundé entre 1932-1936 las Colonias Vista Alegre, Carlos Pfannl, Colonia Tacuara y Borchay, todas las cuales están situadas alrededor de la ciudad de Villarrica en la región oriental del Paraguay... estuve dirigiendo la misión alemana en el Paraguay en el espíritu del nacionalsocialismo durante seis años completos. Naturalmente, yo mismo era un colono, cultivé el monte y, junto con mi esposa, estructuré una bonita hacienda frutícola". Posteriormente, Fettinger informaba, "Decidí vender mi establecimiento en Vista Alegre y dirigirme al Ecuador [para continuar] el trabajo colonista práctico para Alemania, movilizar a los indios, los españoles, los portugueses y la Iglesia Católica contra los EE.UU. y, con el tiempo, controlar y matar toda la resistencia Judía en América". Fettinger a Honig, Jefe de Estado Mayor para el General Ritter von Epp, Reichsleiter de la Oficina Política Colonial del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, Múnich, anexo al despacho No. 649, Oficina del Asesor Político, Cuartel General de las Fuerzas de los Estados Unidos en Austria, al Departamento de Estado, 28 de Diciembre de 1945, DS862.20234/12-2845.
29) Despacho No. 1389, Howard a Hull, 4 de Enero de 1941, DS834.00/1049; carta, Frost a Duggan, 7 de Junio de 1941, DS834.00/1079; despacho No. 80, Frost a Hull, 2 de Julio de 1941, DS811.20234/5; "List of most objectionable Germans in Paraguay", anexo al despacho No. 1860, Frost a Hull, 1o. de Marzo de 1944, DS740.00115 Guerra Europea 1939/8849; despacho No. 1900, Frost a Hull, 17 de Marzo de 1944, DS740.34112A/57; Informe FBI, Hoover a Berle, 12 de Abril de 1944, Registro de Inteligencia del Ejército del Proyecto Decimal No. 080; Paraguay, Registros de la Oficina del Asistente al Jefe de Estado Mayor, G-2 (Inteligencia), Registros del Estado Mayor del Ejército, RG 319, Archivo Nacional de los Estados Unidos, Washington, D.C. (en adelante citados como AS).
30) Las tres compañías eran la Asunción Port Concession Corporation, International Products Corporation y Algodones S.A. (una subsidiaria desmotadora de la Anderson, Clayton Company).
31) "Memorándum sobre Condiciones Financieras y Económicas en el Paraguay y Formas y Medios de Mejorarlas", Estigarribia al Export-Import Bank, anexo a carta, Pierson a Briggs, 17 de Diciembre de 1938, DS834.51/260; despacho No. 757, Dillingham a Hull, 22 de Diciembre de 1938, DS834.00/956; despacho No. 819, Howard a Hull, 6 de Abril de 1939, DS834.00/975; memorándum de conversación, 20 de Abril de 1939, DS834.51/267; despacho No. 1007, Howard a Hull, 28 de Noviembre de 1939, DS834.01A/12.
32) Despacho No. 438, Howard a Hull, 20 de Agosto de 1937, DS834.00 Revoluciones/31; memorándum, Butler a Duggan, n.d., DS834.00/910.
33) Carta, Welles a Pierson, 28 de Noviembre de 1938, DS834.154/51A; memorándum, Luthringer a Livesey, 4 de Enero de 1939, DS834.51/259; memorándum, Collado a Briggs, Duggan, Feis, Welles, 26 de Abril de 1939, DS834.51/270; anexo al despacho No. 1, Frost a Hull, 2 de Mayo de 1941, DS834.51/339. Un particularmente "desfavorable aspecto del proyecto [carretero]", señalaba el Asesor del Departamento de Estado sobre asuntos económicos internacionales, "es que... haría posible un incremento del cuádruple en la producción de algodón. Esto difícilmente puede considerarse como una ventaja desde el punto de vista de los intereses de los Estados Unidos", "Parecería más recomendable, desde el punto de vista de este gobierno por lo menos", se adhería un colega, "tratar de encontrar otras direcciones en las cuales este Gobierno podría, mediante asistencia financiera, prestar ayuda a la reconstrucción económica del Paraguay" (memorándum, Collado a Briggs, Feis, Welles, 6 de Febrero de 1939, DS834. 51/260).
34) Despacho No. 800, Dillingham a Hull, 9 de Marzo de 1939, DS834.00/970.
35) Telegrama No. 14, Howard a Hull, 11 de Mayo de 1939, DS824.6363 St 2/360; telegrama No. 87, Tuck a Hull, 11 de Mayo de 1939, DS824.6363 St 2/359; despacho No. 516, Caldwell a Hull, 12 de Mayo de 1939, DS824.6363 St 2/364; New York Times, 8 de Junio de 1939, p. 13; Bryce Wood, The Making of the Good Neighbor Policy (New York: W. W. Norton & Co., 1967), p. 186.
36) Memorándum de conversación, 24 de Mayo de 1939, DS834.6363/45; memorándum de conversación, 13 de Septiembre de 1939, DS834.6363/50; telegrama No. 12, Welles a Howard, 15 de Abril de 1940, DS834.6363/54.
37) Telegrama No. 8, Hull a Legación de EE.UU., Asunción, 14 de Junio de 1939, DS834.51/275; despacho No. 1007, Howard a Hull, 28 de Noviembre de 1939, DS834.01A/12.
38) El País (Asunción), 1º de Junio de 1939.
39) Memorándum, Hooker, 4 de Octubre de 1940, DS834.51/321; "The Impact of the War on the Economy of Paraguay", División de Hemisferio Americano de la Oficina de Análisis de Guerra Económica, Junta de Guerra Económica, 22 de Agosto de 1942, carpeta: "Paraguay-Economic Conditions", Informes y Despachos de Misiones de los Estados Unidos en América Latina, Archivos de la División Panamericana de la Oficina de Áreas, FEA.
40) Memorándum de conversación, 5 de Agosto de 1940, DS810.20 Defensa/149 1/2; despacho No. 1257, Howard a Hull, 22 de Agosto de 1940, DS834.00/82240; despacho No. 1271, Howard a Hull, 2 de Septiembre de 1940, DS834.51/312 1/2; despacho No. 1389, Howard a Hull, 4 de Enero de 1941, DS834.00/1049; carta, Frost a Armour, 28 de Septiembre de 1943, box No. 2, carpeta: "Dept. of State: Messages Sent by Wesley Frost, 1943", Wesley Frost papers, Oberlin (Ohio) College Archives (en adelante citados como Frost MSS). La dedicación de Estigarribia a la causa de la solidaridad hemisférica no le impidió ser simultáneamente agasajado por una de las potencias del Eje. El 15 de Mayo de 1940, Paraguay y Japón firmaron un tratado de comercio, que estaba orientado al intercambio de algodón, cueros y madera paraguaya por "artículos de ferretería, productos químicos, maquinarias y otros productos del Japón, que hasta la fecha eran prácticamente desconocidos en el Paraguay" ("Paraguayan Trade Commission in Japan", Boehringer, 17 de Mayo de 1940, G-2 Regional File [Paraguay], No. 4000, Archivo General de la Oficina del Director de Inteligencia, Archivos del Estado Mayor General y Especial de¡ Departamento de Guerra, RG 165, Archivo Nacional de los Estados Unidos, Washington, D.C. [en adelante citados como WD] ).
41) Despacho No. 1274, Howard a Hull, 7 de Septiembre de 1940, DS711.34/20; memorándum, Duggan a Bonsal, 16 de Junio de 1941, DS834.001 Estigarribia, José Félix/47; acta, Perowne, 5 de Octubre de 1940, A4097/4097/33, Ministerio de Relaciones Exteriores Británico.
42) Alberto, "Itinerario político del Paraguay", p. 11; Ballani Nazeri, "Morínigo", pp. 133-40; Warren, "Paraguay", p, 331.
CAPITULO 5
1) Para datos biográficos sobre Morínigo, me he basado sobre Bellani Nazeri, "Morínigo", pp. 10-68, y el informe del agregado militar No. 268, Van Natta, 13 de Junio de 1941, Carpeta No. 2271-N-155/2 de la División de Inteligencia Militar, Archivos Generales de la Oficina del Director de Inteligencia (G-2), WD.
2) Bellani Nazeri, "Morínigo", pp. 73-91. 3) Ibíd.
4) Ibíd., pp. 94-97.
5) Despacho No. 1509, Schoenrich a Hull, 16 de Abril de 1941, OS834.00/1067; despacho No. 1974, Frost a Hull, 8 de Abril de 1944, DS834.00/1324; despacho No. 2134, Frost a Hull, 27 de Mayo de 1944, DS834.00/1342. Observadores de los EE.UU. en el Paraguay durante los años 1930 y 1940 frecuentemente subrayaban el desplazamiento inequívocamente político de las unidades del ejército paraguayo - con la caballería estacionada en la capital, en el interior, y la infantería asignada a las fronteras y regiones fronterizas, lo contrario de la estrategia ortodoxa de la distribución para la defensa.
6) Alberto, "Itinerario político del Paraguay", pp. 9, 11-13; O. Bárcena Echeveste, "Concepción 1947: Contribución a la historia política del Paraguay" (Buenos Aires: Juan Pellegrini, 1948), pp. 134-35; Bellani Nazeri, "Morínigo", pp. 185-87; Cardozo, "Paraguay independiente", pp. 396-97; despacho No. 331, Frost a Hull, 27 de Diciembre de 1941, DS740.0011 Guerra del Pacífico/1514; despacho No. 1511, Schoenrich a Hull, 19 de Abril de 1941, DS834.00/1068.
7) Despacho No. 1480, Schoenrich a Hull, 15 de Marzo de 1941, DS834.00/1061; despacho No. 191, Frost a Hull, 27 de Septiembre de 1941, DS810.20 Defensa/1585; despacho No: 331, Frost a Hull, 27 de Diciembre de 1941, DS740.0011 Guerra del Pacífico/1514; despacho No. 1974, Frost a Hull, 8 de Abril de 1944, DS834.00/1324; despacho No. 2134, Frost a Hull, 27 de Mayo de 1944, DS834.00/1342. "Las Fuerzas Armadas", creía el Jefe del Estado Mayor del Ejército Bernardo Aranda, "son las genuinas representantes del pueblo, cuyo destino depende de sus actividades y patriotismo. La conducción de la opinión pública y del progreso colectivo les corresponde a ellas por derecho legítimo" (citado en el despacho No. 1420, Frost a Hull, 16 de Octubre de 1943, DS834. 00/1250).
8) La Tribuna (Asunción), 26 de Diciembre de 1940.
9) Ibíd.; El País (Asunción), 30 de Noviembre de 1940.
10) Alberto, "Itinerario político del Paraguay", p. 14; Cardozo, "Paraguay independiente", p. 396; despacho No. 1378, Howard a Hull, 28 de Diciembre de 1940, DS834.00/1045; despacho No. 83, Frost a Hull, 5 de Julio de 1941, DS834.00 Revoluciones/55.
11) La Tribuna (Asunción), 26 de Diciembre de 1940; Bárcena Echeveste, "Concepción 1947", p. 124; Bellani Nazeri, "Morínigo", pp. 281-90; Lewis, "Politics of Exile", p. 71; Raine, "Paraguay", pp. 261-62; despacho No. 1509, Schoenrich a Hull, 16 de Abril de 1941, DS834.00/1067; despacho No. 1708, Frost a Hull, 30 de Diciembre de 1943, DS834.5042/6; despacho No. 2116, Beaulac a Byrnes, 19 de Septiembre de 1946, DS834.5043/9-1946.
12) La Tribuna (Asunción), 26 de Diciembre de 1940; despacho No. 218, Frost a Hull, 16 de Octubre de 1941, DS834.24/105; despacho No. 316, Frost a Hull, 10 de Agosto de 1942, caja No. 2, carpeta: "Dept. of State: Messages Sent by Wesley Frost, 1941-1942", Frost MSS.
13) El País (Asunción), 11 de Febrero de 1941; despacho No. 161, Frost a Hull, 8 de Septiembre de 1941, DS834.1561/27; despacho No. 1392, Frost a Hull, 9 de Octubre de 1943, DS834.515/37; "The Impact of the War in the Economy of Paraguay", División del Hemisferio Americano de la Oficina de Análisis de Guerra Económica, Junta de Guerra Económica, 22 de Agosto de 1942, carpeta: "Paraguay-Condiciones Económicas", Informes y Despachos de Misiones de los Estados Unidos en América Latina, Archivos del Departamento Panamericano de la Oficina de Áreas, FEA; Naciones Unidas, Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, Foreign Capital in Latin America (New York Naciones Unidas, 1955), pp. 129, 132; Estados Unidos, Departamento de Comercio, Oficina de Comercio Exterior, "Investment in Paraguay. - Conditions and Outlook for United States Investors" (Washington, D.C.: Government Printing Office, 1955), p. 17.
14) Despacho No. 1353, Howard a Hull, 2 de Diciembre de 1940, DS834.00/1042; despacho No. 96, Frost a Hull, 16 de Julio de 1941, DS834,436/17.
15) Carta personal, Higinio Morínigo al autor, 12 de Marzo de 1975. Al contestar una serie de preguntas, Morínigo se negó a estudiar su afiliación personal con el Frente de Guerra.
16) Informe G-2 No. 5940, Van Natta a la División de Inteligencia Militar, Departamento de Guerra, 30 de Junio de 1941, DS834.20/144; despacho No. 80, Frost a Hull, 2 de Julio de 1941, DS811.20234/5; telegrama No. 107, Frost a Hull, 18 de Julio de 1941, DS834.00/1075; despacho No. 163, Frost a Hull, 11 de Junio de 1942, DS121.5435/50; despacho No. 597, Frost a Hull, 9 de Diciembre de 1942, DS834.00/1163.
17) Telegrama No. 109, Frost a Hull, 19 de Julio de 1941, DS834.00/1076; despacho No. 191, Frost a Hull, 27 de Septiembre de 1941, DS810.20 Defensa/1585; despacho No. 277, Frost a Hull, 14 de Noviembre de 1941, DS834.24/107; despacho No. 298, Frost a Hull, 29 de Noviembre de 1941, DS834.24/111. El gobierno fascista de Mussolini en Italia contemplaba a Morínigo como un amigo confiable al comienzo de la Segunda Guerra Mundial y lo tenía en estima particularmente elevada por su "nítida tendencia fascista" (informe de investigación y análisis No. 3429 del Departamento de Estado: "Italian Fascist Documents on Italian-Paraguayan Relations", 10 de Noviembre de 1945, DS Lot Files).
18) Despacho No. 312, Frost a Hull, 6 de Diciembre de 1941, DS834.00/1093; despacho No. 367, Frost a Hull, 22 de Enero de 1942, DS800.20234/8; despacho No. 497, Frost a Hull, 30 de Marzo de 1942, DS800.20234/11; despacho No. 597, Frost a Hull, 9 de Diciembre de 1942, DS834.00/1163; despacho No. 1369, Frost a Hull, 2 de Octubre de 1943, DS834.105/18; memorándum, Dillingham a Briggs, Trueblood, Mann, 16 de Enero de 1947, DS834.002/1-1547; informe No. 560 del agregado militar, Van Natta, 2 de Mayo de 1942, Proyecto de Inteligencia del Ejército, carpeta No. 413.53, Paraguay, Archivo de la Oficina del asistente del jefe de gabinete, G2 (Inteligencia), AS.
19) Despacho No. 1424, Schoenrich a Hull, 1o. de Febrero de 1941, DS834.911/35; despacho No. 34, Frost a Hull, 27 de Mayo de 1941, DS834.00/1073; despacho No. 80, Frost a Hull, 2 de Julio de 1941, DS811.20234/5; carta, Frost a Welles, 5 de Julio de 1941, DS834.51/352; despacho No. 126, Frost a Hull, 16 de Agosto de 1941, DS862.20234/44; despacho No. 371, Frost a Hull, 24 de Enero de 1942, DS834.111/27.
20) Despacho No. 1377, Howard a Hull, 28 de Diciembre de 1940, DS834.51/319.
21) Willard Beaulac (Embajador de los Estados Unidos en el Paraguay, 1944-47), entrevista personal con el autor, Washington, D.C., 20 de Enero de 1975. Ver también despacho No. 1974, Frost a Hull, 8 de Abril de 1944, DS834.00/ 1324, y memorándum, Henderson, 21 de Noviembre de 1944, DS834.154/10-1344; Informe No. 6468 del agregado militar, Divine, 27 de Diciembre de 1940, Archivo No. 2657-N-234/30 de la División de Inteligencia Militar, Archivos Generales de la Oficina del Director de Inteligencia (G-2), WD; carta, Brickell a Perowne, 4 de Enero de 1944, AS1273/96/51, Ministerio de Relaciones Exteriores Británico. De acuerdo a un perfil publicado en la revista Life el 14 de Abril de 1941, el pintoresco Howard había "hecho de la Legación el paraíso del soltero. En cada habitación, sus visitantes podían observar cajones de whisky escocés... El Ministro... desaprobaba el beber antes del mediodía, y durante la mañana se limitaba a un líquido rosado, identificado por algunos visitantes como pink gin... Sin embargo, después de mediodía, whisky era de rigueur. Para evitar movimientos y gritos innecesarios, Howard tuvo la idea de hacer que un sirviente indígena le siguiera en todo momento con una bandeja de scotch, hielo y soda. Así solamente tenía que extender su mano para alcanzar un trago". Según Beaulac, Howard frecuentemente trabajaba desnudo durante los calurosos veranos de Asunción y ocasionalmente recibía a visitantes de la legación sin molestarse en vestirse.
22) Carta, Welles a Roosevelt, 7 de Febrero de 1941, DS834.0011/7; memorándum, Donovan a Hull, 15 de Mayo de 1941, DS834.0011/23; carta, Soler a Welles, 28 de Julio de 1941, DS834.0011/42.
23) Despacho No. 1509, Schoenrich a Hull, 16 de Abril de 1941, DS834.00/1067; anexo al despacho No. 1, Frost a Hull, 2 de Mayo de 1941, DS834.51/339; telegrama No. 62, Welles a Frost, 23 de Julio de 1941, DS834.51/348; borradores de cartas, Welles a Frost, Agosto de 1941, DS834.00/1081; carta, Pierson a Collado, 16 de Diciembre de 1941, DS834.51/367; anexo a carta, Frost a Armour, 28 de Septiembre de 1943, caja No. 2, carpeta: "Dept. of State: Messages Sent by Wesley Frost, 1943", Frost MSS. "Me imagino", subrayaba un funcionario del Departamento de Estado, "que el gobierno paraguayo podría ver una conexión entre la reciente medida del gobierno boliviano en exponer claramente al mundo que Bolivia en ningún sentido será un refugio para elementos pro-Eje y la iniciación por parte de los Estados Unidos de un programa muy amplio de cooperación con Bolivia... con respecto a las necesidades de transporte... agricultura y minería de Bolivia. El gobierno boliviano estableció la seguridad para la democracia en Bolivia y esto posibilitó a los Estados Unidos a poner en práctica un plan de construcción a largo plazo".
24) Despacho No. 1509, Schoenrich a Hull, 16 de Abril de 1941, DS834.00/1067; telegrama No. 44, Hull a Frost, 7 de Junio de 1941, DS834.20/108; memorándum de conversación, 23 de Julio de 1941, DS834.20/112; borrador de carta, Duggan a Frost, n.d., DS834.00/1073; memorándum, Wilson a Hull, 20 de Septiembre de 1941, DS834.24/93.
25) Adolf Augustus Berle, Navigating the Rapids, 1918-1971: From the Papers of Adolf A. Berle, ed. Beatrice Bishop Berle y Travis Beal Jacobs (New York: Harcourt Brace Jovanovich, Inc., 1973), p. 398.
26) Para una descripción detallada, aunque no interpretativa, de la Conferencia de Río, ver Michael J. Francis, "The Limits of Hegemony. United States Relations with Argentina and Chile during World War II" (Notre Dame, Ind.: University of Notre Dame Press, 1977), cap. 3.
27) McCann, "Brazilian-American Alliance", pp. 5-8,112, 250-69, 304-7; FRUS, 1942, 5:45, memorándum: "Progress in Carrying-Out Economic Arrangements Discussed at the Rio Meeting", Collado a Welles, 28 de Febrero de 1942.
28) Sumner Welles, "The Time for Decision" (Cleveland y New York: World Publishing Co., 1945), pp. 223-35; Potash, "Army and Politics in Argentina", pp. 116-19, 125, 143, 160-70; FRUS, 1942, 5:30-32, telegrama No. 27, Welles a Hull, 19 de Enero de 1942.
29) New York Times, 22 de Julio de 1942.
30) Despacho No. 312, Frost a Hull, 6 de Diciembre de 1941, DS834.00/1093; despacho No. 331, Frost a Hull, 27 de Diciembre de 1941, DS740.0011 Guerra del Pacífico/1514; despacho No. 163, Frost a Hull, 11 de Junio de 1942, DS121.5434/50.
31) Anexo al despacho No. 91, Frost a Hull, 22 de Mayo de 1942, DS740.0011 Guerra Europea 1939/21989.
32) Memorándum: "Paraguayan Request for Export-import Bank Assistance", Collado a Welles, 11 de Abril de 1942, DS834.51/397.
CAPITULO 8
1) Despacho No. 1153-A, Montgomery a Hull, 8 de Julio de 1943, DS834.911/47; despacho No. 1345, Frost a Hull, 24 de Septiembre de 1943, DS810.74/1014; memorándum, Keeley a Duggan, Bonsal, 1º de Abril de 1944, DS740.00115 Guerra Europea (1939)/9027; despacho No. 2290, Reed a Hull, 20 de Julio de 1944, DS862.20210 Stagni, Pablo (Major)/7-2044; memorándum, División de Asuntos Americanos, 9 de Agosto de 1944, DS862.20210, Stagni, Pablo (Major)/8-944; anexo al despacho No. 1952, Frost a Hull, 1o. de Abril de 1944, caja No. 2, carpeta: "Dept. of State: Messages Sent by Wesley Frost, 1944", Frost MSS; despacho No. 37, N. O. W. Steward a Eden, 16 de Agosto de 1944, AS4743/1220/30, Ministerio de Relaciones Exteriores Británico. Varios criminales de guerra nazis, incluyendo el ex-oficial de la SS Adolf Eichmann y el médico del campo de concentración de Auschwitz, Josef Mengele, se radicaron en el Paraguay después de la Segunda Guerra Mundial. Ver New York Times, 23 de Diciembre de 1967, y Washington Post, 3 de Marzo de 1976.
2) Despacho No. 1443, Frost a Hull, 23 de Octubre de 1943, DS834.00/1252.
3) Las mujeres paraguayas no recibieron el derecho hasta 1963.
4) Despacho No. 703, Frost a Hull, 12 de Enero de 1943, DS834.00/1181; despacho No. 744, Frost a Hull, 25 de Enero de 1943, DS834.00/1187; despacho No. 872, Frost a Hull, 18 de Marzo de 1943, DS834.00/1210.
5) Despacho No. 948, Frost a Hull, 13 de Abril de 1943, DS834.20/134; despacho No. 1420, Frost a Hull, 16 de Octubre de 1943, DS834.00/1250; despacho No. 1928, Frost a Hull, 25 de Marzo de 1944, DS834.00/1313; telegrama No. 187, Beaulac a Byrnes, 3 de Mayo de 1946, DS862.20210/5-346; FRUS, 1944, 7:1498-99, despacho No. 2121, Frost a Hull, 23 de Mayo de 1944; FRUS, 1945, 9:1279, telegrama No. 86, Grew a Beaulac, 11 de Enero de 1945; FRUS, 1945, 9:1281, telegrama No. 101, Beaulac a Stettinius, 7 de Febrero de 1945; FRUS, 1946, 11:1197, despacho No. 1739, Beaulac a Byrnes, 24 de Mayo de 1946; New York Times, 18 de Mayo de 1946.
6) Despacho No. 1974, Frost a Hull, 8 de Abril de 1944, DS834.00/1324.
7) Ibíd.
8) Ibíd.; despacho No. 2109, Frost a Hull, 20 de Mayo de 1944, DS834.00/1340; carta, Frost a Hull, 4 de Marzo de 1944, DS810.20 Defensa/3-444. Énfasis en original.
9) Despacho No. 743, Beaulac a Stettinius, 27 de Abril de 1945, DS834.00/4-2745; despacho No. 922, Beaulac a Byrnes, 7 de Julio de 1945, DS711.00/7-745; despacho No. 1067, Beaulac a Byrnes, 4 de Setiembre de 1945, DS123 Beaulac, Willard.
10) Despacho No. 922, Beaulac a Byrnes, 7 de Julio de 1945, DS711.00/7-745; anexo No. 2 al despacho No. 1066, Beaulac a Byrnes, 4 de Septiembre de 1945, DS123 Beaulac, Willard; despacho No. 1119, Beaulac a Byrnes, 24 de Septiembre de 1945, DS834.00/9-2445. Ver también Carlos Borche, "Campos de concentración en América" (Misión en Paraguay) (Montevideo: Ediciones Patrocinadas por el Comité Nacional de Ayuda al Pueblo Paraguayo, 1945), pp. 129-30. "Los problemas económicos de hoy... pueden alcanzarse [sic] únicamente a través de la cooperación entre los pueblos democráticos", dijo Beaulac al gabinete paraguayo y otros funcionarios oficiales en un discurso en el Centro Cultural Paraguayo Americano el 3 de Septiembre de 1945. "Todas las naciones deben recibir la garantía de acceso a los productos del mundo. Para este fin, las tarifas deben reducirse progresivamente. Debe renunciarse a la autarquía. La igualdad de tratamiento para todas las naciones debe ser la regla. El aislacionismo, político y económico, debe ceder su lugar a la cooperación".
11) Despacho No. 1119, Beaulac a Byrnes, 24 de Septiembre de 1945, DS834.00/9-2445. Beaulac recuerda sus experiencias paraguayas en Career Ambassador (New York: Macmillan Co., 1951), caps. 26 y 27.
12) Despacho No. 346, Beaulac a Stettinius, 13 de Diciembre de 1944, DS834.00/12-1344; telegrama No. 238, Grew a Beaulac, 11 de Julio de 1945, DS834.00/7-545; telegrama No. 380, Beaulac a Byrnes, 12 de Julio de 1945, DS834.00/ 7-1245; despacho No. 1119, Beaulac a Byrnes, 24 de Septiembre de 1945, DS834.00/9-2445 telegrama No. 633, Beaulac a Byrnes, 24 de Diciembre de 1945, DS711.34/12-2445; despacho No. 1358, Beaulac a Byrnes, 26 de Diciembre de 1945, DS711.34/12-2645; telegrama No. 390, Acheson a Beaulac, 28 de Diciembre de 1945, DS711.34/12-2645.
13) Despacho No. 2293, Reed a Hull, 19 de Julio de 1944, DS834.4212/7-1944; telegrama No. 657, Beaulac a Hull, 22 de Noviembre de 1944, DS834.00/11-2244; despacho No. 271, Beaulac a Hull, 25 de Noviembre de 1944, DS834.00/ 11-2544; telegrama No. 725, Beaulac a Stettinius, 28 de Diciembre de 1944, DS834.00/12-2844; despacho No. 743, Beaulac a Stettinius, 27 de Abril de 1945, DS834.0014-2745; Alberto, "Itinerario político del Paraguay", p. 19.
14) Informe del agregado militar No. R-5146, Pearson, 7 de Enero de 1946, archivo de área No. XL 36602, OSS; memorándum de conversación, 15 de Enero de 1946, DS711.34/1-1546; telegrama No. 100, Beaulac a Byrnes, 4 de Marzo de 1946, DS834.00/3-446; despacho No. 1608, Beaulac a Byrnes, 11 de Abril de 1946, DS711.34/4-1146.
15) Telegrama No. 254, Beaulac a Byrnes, 9 de Junio de 1946, DS834.00/6-946; telegrama No. 257, Beaulac a Byrnes, 11 de Junio de 1946, DS834.00/6-1146; telegrama No. 305, Beaulac a Byrnes, 9 de Julio de 1946, DS834.918/7-946; telegrama No. 331, Beaulac a Byrnes 19 de Julio de 1946, DS834.00/7-1946; telegrama No. 341, Beaulac a Byrnes, 23 de Julio de 1946, DS834.00/7-2346; telegrama No. 345, Beaulac a Byrnes, 26 de Julio de 1946, DS834.00/7-2646; despacho No. 1945, Beaulac a Byrnes, 27 de Julio de 1946, DS834.00/7-2746; despacho No. 1953, Beaulac a Byrnes, 31 de Julio de 1946, DS834.00/7-3146; "La Tribuna" (Asunción), 26 de Julio de 1946.
16) Telegrama No. 353, Beaulac a Byrnes, 31 de Julio de 1946, DS834.00/7-3146; despacho No. 2067, Beaulac a Byrnes, 4 de Septiembre de 1946, DS834.5043/9-446; despacho No. 2307, Beaulac a Byrnes, 5 de Diciembre de 1946, D5834.00/12-546; despacho No. 2354, Beaulac a Byrnes, 26 de Diciembre de 1946, DS834.OOB/12-2646; despacho No. 2424, Beaulac a Marshall, 20 de Enero de 1947, DS834.00/1-2047.
17) Despacho No. 2395, Beaulac a Marshall, 11 de Enero de 1947, DS834.00/1-1147; telegrama No. 11, Beaulac a Marshall, 13 de Enero de 1947, DS834.00/1-1347; memorándum, Dillingham a Mann, 15 de Enero de 1947, DS834.00/1-1547; despacho No. 2424, Beaulac a Marshall, 20 de Enero de 1947, DS834. 00/1-2047.
18) Despacho No. 2140, Beaulac a Byrnes, 28 de Septiembre de 1946, DS834.796/9-2846.
19) Despacho No. 1974, Frost a Hull, 8 de Abril de 1944, DS834.00/1324; memorándum, Dillingham a Mann, 22 de Agosto de 1946, DS834.00/7-1246; memorándum, Dillingham a Mann, 27 de Agosto de 1946, DS711.3411/8-2746; despacho No. 2307, Beaulac a Byrnes, 5 de Diciembre de 1946, DS834.00/12-546; despacho No. 2336, Beaulac a Byrnes, 17 de Diciembre de 1946, DS834.00/12-1746.
20) Despacho No. 1119, Beaulac a Byrnes, 24 de Septiembre de 1945, DS834.00/9-2445; memorándum, Dillingham a Mann, 22 de Agosto de 1946, DS834.00/7-1246.
21) Telegrama No. 409, Beaulac a Byrnes, 12 de Septiembre de 1946, DS611.3431/9-1246; anexo al despacho No. 2514, Trueblood a Marshall, 3 de Marzo de 1947, DS611.3431/3-347.
22) Anexo al despacho No. 2535, Trueblood a Marshall, 12 de Marzo de 1947, DS834.00/3-1247; despacho No. 2671, Trueblood a Marshall, 28 de Mayo de 1947, DS834.00/5-2847; despacho No. 2969, Warren a Marshall, 10 de Noviembre de 1947, DS834.50/11-1047; La Razón (Asunción), 22 de Abril de 1947.
23) Despacho No. 2405, Beaulac a Marshall, 15 de Enero de 1947, DS834.00/11547.
24) Telegrama No. 11, Beaulac a Marshall, 13 de Enero de 1947, DS834.00/1-1347; despacho No. 2434, Beaulac a Marshall, 21 de Enero de 1947, DS834.00/1-2147; despacho No. 2462, Reed a Marshall, 5 de Febrero de 1947, DS834.00/2-547; telegrama No. 332, Trueblood a Marshall, 20 de Junio de 1947, DS834.00/6-2047.
25) Telegrama No. 137, Trueblood a Marshall, 21 de Marzo de 1947, DS834.00/3-2147; despacho No. 2630, Trueblood a Marshall, 7 de Mayo de 1947, DS834.00/5-747; despacho No. 2825, Trueblood a Marshall, 27 de Agosto de 1947, DS834.00/8-2747. "Mientras Perón puede tener 500.000 descamisados para respaldarlo", declaró Morínigo dos días después de haber comenzado la guerra civil, "yo tengo 180.000 pynandí para respaldarme" (despacho No. 2532, Trueblood a Marshall, 10 de Marzo de 1947, DS834.00/3-1047; despacho No. 2660, Trueblood a Marshall, 23 de Mayo de 1947, DS834.00/5-2347).
26) Despacho No. 2722, Trueblood a Marshall, 24 de Junio de 1947, DS834.00/ 6-2447.
27) Despacho No. 2825, Trueblood a Marshall, 27 de Agosto de 1947, DS834.00/8-2747; despacho No. 2844, Hoyt a Marshall, 8 de Septiembre de 1947, DS834.00/9-847; Bárcena Echeveste, Concepción 1947, p. 273; Bourne, "Political Leaders of Latin America", pp. 110-12. A comienzos de la guerra civil de 1947, los Colorados solicitaron a los gobiernos de Estados Unidos, Argentina y Brasil, aviones, tanques y armas de guerra, alegando que el régimen de Morínigo estaba siendo atacado por una "triple alianza" de Comunistas, Febreristas y Liberales, dominados por "servidores de Moscú" y comprometidos a la implantación de un régimen comunista en el Paraguay, y que como resultado, el gobierno paraguayo debía ser abastecido con las armas necesarias para defender la "seguridad hemisférica" contra "los sangrientos designios del imperialismo stalinista" (telegrama, Chaves a Marshall, 17 de Marzo de 1947, DS834.00/3-1747; despacho No. 2825, Trueblood a Marshall, 27 de Agosto de 1947, DS834.00/8-2747; Juan Natalicio González y Víctor Morínigo, "Bajo las bombas del malón" [Asunción: Editorial Guaranía, 1947], pp. 7-8).
El alcance de la influencia comunista del lado rebelde era un aspecto de considerable interés para el gobierno de Truman, que rápidamente envió a un agente especial de la nueva Agencia Central de Inteligencia ICIA), Collins D. Almon, para reunir información sobre la participación comunista en la guerra civil. Almon y otras fuentes de EE.UU. informaron que, mientras que la revuelta estaba "lejos de ser una rebelión dominada por comunistas", los comunistas estaban ejerciendo "considerable influencia en las filas rebeldes". Una brigada comunista internacional de entre 250 y 350 argentinos, bolivianos, brasileños y paraguayos, que usaban brazaletes especiales con la hoz y el martillo, tenían una actividad descollante en los combates, En Abril de 1947, un agente soviético fue apresado en Asunción mientras se dedicaba a hacer granadas de mano para una quinta columna rebelde en la capital. A pesar de la insistente recomendación del Embajador Beaulac de que se le permitiera a Morínigo comprar armas de proveedores privados en los Estados Unidos, el Departamento de Estado en último término decidió que el "peligro comunista" no era lo "suficientemente cierto o inmediato" para justificar el suministro público o privado de armas norteamericanas a las fuerzas gubernamentales paraguayas. "Quizás muy pronto tengamos que tomar la iniciativa para elaborar un programa destinado a combatir las prácticas comunistas en este Hemisferio", concluyó el Subsecretario de Estado Braden, "pero el programa... debería ser interamericano" (memorándum, Beaulac a Marshall, Braden, Clayton, Briggs, 13 de Junio de 1947, DS834.00/6-1347; despacho No. 2818, Trueblood a Marshall, 25 de Agosto de 1947, DS834.00/8-2547; FRUS, 1947, 8:981-82, memorándum, Braden a Acheson, 23 de Abril de 1947; FRUS, 1947, 8:995-96, despacho No. 2853, Hoyt a Marshall, 9 de Septiembre de 1947; para detalles referentes al agente soviético, Nicolai Riline, ver Edgar Ynsfrán, "La irrupción moscovita en la Marina Paraguaya [Asunción: impresión privada, 1947], p. 17).
El régimen de Perón en la Argentina, después de un período inicial de vacilación para determinar cuál lado tenía mayor probabilidad de emerger victorioso, secretamente canalizó aviones, armas y municiones a Morínigo y los Colorados. En efecto, durante el asalto final rebelde a Asunción en Agosto de 1947, participantes rebeldes informaron que la aparición de último minuto de "poderosas nuevas armas automáticas" entre los defensores de la capital, presumiblemente proveídas por Perón, demostraron ser decisivas en la victoria de los Colorados (telegrama No. 337, Trueblood a Marshall, 23 de Junio de 1947, DS834.7965/6-2347; despacho No. 2766, Trueblood a Marshall, 16 de Julio de 1947, DS734.35/7-1647; telegrama No. 479, Trueblood a Marhsall, 21 de Agosto de 1947, DS834.00/8-2147; despacho No. 2823, Trueblood a Marshall, 25 de Agosto de 1947, DS834.00/8-2547; Bárcena Echeveste, "Concepción 1947", p. 257).
El gobierno uruguayo, por el otro lado, activamente canalizó armas, alimentos y elementos médicos a las fuerzas rebeldes (telegrama No. 464; Trueblood a Marshall, 18 de Agosto de 1947, DS834.00/8-1847; despacho No. 979, Sparks a Marshall, 21 de Agosto de 1947, DS834.00/8-2147; telegrama No. 363, Briggs a Marshall, DS834.00/8-2347).
No se ha constatado prueba alguna de una participación brasileña para con cualquiera de las partes.
28) FRUS, 1947, 8:65-67, memorándum de conversación, 27 de Agosto de 1947.
29) Lewis, "Politics of Exile", p. 80; Leo B. Lott, "Venezuela and Paraguay: Political Modernity and Tradition in Conflict" (New York: Holt, Rinehart & Winston, Inc., 1972), p. 272. En Septiembre de 1947. el arzobispo de la Iglesia Católica Paraguaya publicó una carta pastoral nacional que acusaba que "robos, saqueos, violaciones, asesinatos y otras atrocidades, en una escala jamás antes vista, están siendo cometidos en toda la República" (ver despacho No. 2846, Trueblood a Marshall, 17 de Septiembre de 1947, DS834.00/9-1747).
30) Despacho No. 93, Warren a Marshall, 17 de Febrero de 1948, DS834.00/2-1748; New York Times, 16 de Febrero de 1948.
CONCLUSION
1) Ver cuadros 1, 3, 6 y 8, abajo.
2) Ibíd.
3) Despacho No. 821, Frost a Hull, 26 de Febrero de 1943, DS834.51 A/106.
4) Para un valioso análisis del imperialismo liberal como la fuerza motivadora de la política exterior británica del siglo XIX y de los Estados Unidos en el siglo XX, ver David P. Callao y Benjamín M. Rowland, "America and the World Political Economy. Atlantic Dreams and National Realities" (Bloomington: Indiana University Press, 1973).
5) Estados Unidos,-Agencia para el Desarrollo Internacional, "U.S. Overseas Loans and Grants, and Assistance from International Organizations-Obligations and Loan Authorizations, July 1, 1945-September 30, 1976" (Washington, D.C.: Agencia Norteamericana para el Desarrollo Internacional, 1976), p. 56. El total de la ayuda en 1946-75 incluyó $173.1 millones en asistencia económica y $26.4 millones en asistencia militar. Adicionalmente, de 1946 a 1975, el Paraguay recibió $288.5 millones en asistencia de organismos internacionales de los cuales los Estados Unidos era miembro contribuyente.
6) La cifra de 1943 se ha tomado de Estados Unidos, Departamento de Comercio, Oficina de Asuntos Económicos, "U.S. Business Investments in Foreign Countries (Washington, D.C.: Government Printing Office, 1960), p. 92.
7) La cifra de 1975 fue obtenida por el autor a través de comunicación personal con la División de Inversiones Internacionales de la Oficina de Análisis Económicos del Departamento de Comercio de los Estados Unidos, 4 de Enero de 1979. Las principales naciones con inversiones exteriores en gran escala en el Paraguay, en 1975, aparte de los Estados Unidos, eran las siguientes (cifras de fin de año 1974): Argentina ($130 millones), Brasil ($60 millones), Reino Unido ($15 millones). Estados Unidos, Departamento de Estado, Documento de Asuntos Exteriores y Centro de Referencia, "Country Fact Sheets", vol. 4: "Inter-American Affairs" (Washington, D.C.: Departamento de Estado, 1968-), p.4-26-16-1.
8) Estados Unidos, Departamento de Comercio, Oficina del Censo, "Highlights of U.S. Export and Import Trade", informe FT990, Diciembre de 1975 (Washington, D.C.: Government Printing Office, 1976), pp. 40, 86.
9) Estados Unidos, Departamento de Estado, "Country Fact Sheets", vol. 4: Inter-American Affairs, p. 4-26-20-1.
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ENTREVISTAS Y CORRESPONDENCIAS
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GRÁFICOS