LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
Por BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO
COLECCIÓN GUERRAS Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PARAGUAY
NÚMERO 4
© El Lector (de esta edición)
Director Editorial: Pablo León Burián
Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina
Director de la Colección: Herib Caballero Campos
Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia
Corrección: Rodolfo Insaurralde
I.S.B.N. 978-99953-1-332-6
Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98
Esta edición consta de 15 mil ejemplares
Asunción – Paraguay
Enero 2013 (98 páginas)
CONTENIDO
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
La guerra
La guerra en las Américas
América, la colonia europea busca la autonomía
CAPITULO I
ANTECEDENTES DE LA INDEPENDENCIA
Rivalidad anglo-española
La Enciclopedia y sus ideas políticas
Contractualismo
Antecedentes españoles de la emancipación de las colonias hispanoamericanas
El proceso de decadencia global de España
CAPITULO II
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
España a comienzo del siglo XIX
La rebelión del 2 de mayo de 1808
Paraguay a los inicios del siglo XIX
Napoleón Bonaparte desencadena la Independencia
Congreso General del 24 de julio de 1810
La Expedición de Belgrano
El Bautismo de fuego. El Combate de Campichuelo
La Batalla de Paraguarí
El triunfo de Tacuary
Malestar con autoridad española
El teniente José de Abreu
El golpe del 14 y 15 de Mayo
La ciudad de Asunción
La Casa de la Independencia
El Ejército de la Independencia
El contingente de Curuguaty
El armamento de la época de la Independencia
La contribución civil
CAPITULO III
ORGANIZAR LA DEFENSA
Congreso del 17 de junio de 1811
Tratado del 12 de octubre de 1811
El Bando del 6 de enero de 1812
Documentos legados por los patriotas
SÍNTESIS Y CONCLUSIONES
El Contrato Social en Paraguay
La Nota del 20 de julio: "Génesis del pensamiento paraguayo". BIBLIOGRAFÍA
ANEXO I
PARTICIPACIÓN PARAGUAYA EN LA GESTA INDEPENDENTISTA AMERICANA (1º parte)
PARTICIPACIÓN PARAGUAYA EN LA GESTA INDEPENDENTISTA AMERICANA (2da parte)
ANEXO II
Los pueblos indígenas en la Independencia
La mujer en la Independencia
En el Bicentenario Patrio
La autora
PRÓLOGO
Esta obra titulada LA GUERRA DE INDEPENDENCIA de la destacada docente e historiadora Beatriz González de Bosio, parte de un contexto teórico sobre lo que es la guerra para luego presentar al lector la influencia ideológica de los pensadores de la Ilustración desde Montesquieu hasta los Enciclopedistas en la generación de una nueva forma de pensar con respecto a la soberanía y a la situación de los pueblos que conformaban el Imperio Español en América.
El libro está dividido en una introducción y tres capítulos, a través de los cuáles la autora comienza a describir el marco teórico de la Guerra a partir del pensamiento del célebre autor del siglo XIX Karl Von Clausewitz, quien fue un destacado observador de los conflictos bélicos de su tiempo.
El primer capítulo explica en forma didáctica los antecedentes del proceso de independencia, partiendo de las ideas de los más destacados pensadores del siglo XVIII como el barón de Montesquieu, Jean Jacques Rousseau o los enciclopedistas dirigidos por Diderot y D'Alembert, quienes con sus obras y planteamientos fueron minando el concepto del derecho divino que tenían los reyes para gobernar a sus súbditos sin tener en cuenta sus anhelos deseos y por sobre todo intereses.
En el capítulo dos, se presenta la situación en la cual se encontraban España y Paraguay a comienzos del siglo XIX, y cómo la invasión a la Península Ibérica por parte de las tropas napoleónicas desencadenó una profunda crisis en España y en las colonias hispanoamericanas pues el rey usurpador José Bonaparte no fue reconocido tanto por las principales ciudades tanto de la metrópoli como de las colonias.
Tras la explicación del origen del proceso independentista, la autora explica los acontecimientos en el Paraguay, refiriéndose a los combates de Campichuelo, Paraguarí y Tacuary, batallas en las cuales las tropas paraguayas comandadas por el coronel Manuel Atanasio Cavañas y el comandante Juan Manuel Gamarra infringieron sendas derrotas a las tropas del emisario bonaerense Manuel Belgrano.
El capítulo tercero discurre sobre los aspectos que siguieron a los acontecimientos de mayo de 1811, y que tienen relación con la organización de la defensa nacional como una de las primeras preocupaciones de los patriotas que dirigían el proceso revolucionario desde la Junta Superior Gubernativa elegida en un Congreso reunido el 17 de junio de 1811, en el cual se dieron directivas vinculadas a la seguridad de la provincia por sobre todo motivadas por el temor de una invasión desde la colonia portuguesa del Brasil.
Concluye el libro con unos anexos que arrojan luz sobre aspectos tan relevantes como la participación paraguaya en la Gesta Americana de la independencia o la situación de los pueblos indígenas y de las mujeres en el proceso independentista.
No queda más que agradecer a la autora por el esfuerzo desplegado en concretar esta obra que contribuye a conocer las luchas que emprendieron los patriotas para dar inicio al Proceso de la Independencia del Paraguay,
Herib Caballero Campos
Enero de 2013
INTRODUCCIÓN
Desde Karl Philipp Gottlieb Von Clausewitz sabemos que "la guerra es la continuación de la política por otros medios". La gesta de nuestra independencia, no escapa a las reflexiones de este militar prusiano, uno de los más influyentes historiadores y teóricos de la ciencia militar moderna. La política que llevo al Paraguay a la independencia comenzó con las reformas Borbónicas del Rey Carlos III, aquel que había expulsado a la Compañía de Jesús en 1767 por un Decreto Real y que había establecido el Virreinato del Río de la Plata en 1776, cuyo propósito no era otro sino controlar mejor a la población, recaudar más impuestos y hacer más eficiente la organización colonial, apoyado por un ejército más profesional. Eso para los habitantes de estas tierras significó una merma en sus libertades, caldo de cultivo para futuras rebeliones.
LA GUERRA
Clausewitz (1780-1831) es conocido principalmente por su tratado DE LA GUERRA, en el que aborda a lo largo de ocho volúmenes, un análisis sobre los conflictos armados, desde su planteamiento y motivaciones hasta su ejecución, abarcando comentarios sobre Táctica, Estrategia e incluso Filosofía. Sus obras influyeron de forma decisiva en el desarrollo de la ciencia militar occidental, y se enseñan hoy día tanto en la mayoría de las academias militares del mundo. Clausewitz pensaba que la guerra moderna es un "acto político" y esta manifestación ponía en juego lo que él consideraba el único elemento racional de la guerra.
En su concepción, "los otros dos elementos de la guerra son: a) el odio, la enemistad y la violencia primitiva, y b) el juego del azar y las probabilidades". El primero de estos tres aspectos escribió, "interesa especialmente al pueblo; el segundo, al comandante en jefe y a su ejército, y el tercero, solamente al gobierno (...) Las pasiones que deben prender en la guerra tienen que existir ya en los pueblos afectados por ella; el alcance que lograrán el juego del talento y del valor en el dominio de las probabilidades del azar dependerá del carácter del comandante en jefe y del ejército; los objetivos políticos, sin embargo, incumbirán solamente al gobierno".
En el caso paraguayo, nuestro objeto de estudio, la Independencia no se trató de una guerra moderna, en materia de estrategia y ejecución bélica pero las motivaciones fueron las mismas, que llevarían al mundo a una descolonización total, con el tiempo.
Clausewitz concebía la guerra como una empresa política de alto vuelo. Su definición de la guerra es: "constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad".
La guerra es una categoría política esencial en la historia del hombre desde el momento en que comienza a organizarse en estados. Los estados se constituyen en función de la guerra.
"No hay un solo tipo de guerra", señala el filósofo español Gustavo Bueno en LA VUELTA A LA CAVERNA, TERRORISMO GUERRA Y GLOBALIZACIÓN. El intelectual nos lleva a cinco géneros de guerra y, parafraseando a Heráclito, señala:
"La guerra es el padre de todo. La guerra es el padre de la Historia. La constitución de los estados no puede entenderse al margen de la Historia. La civilización moderna debe agradecer a la antigüedad el haber explorado mucho en los fundamentos causales de la guerra y la paz."
Ya en la filosofía griega encontramos el germen de la moderna división entre las teorías objetivas y subjetivas de la causalidad. Si hay algo que distingue a los teóricos antiguos, tanto si se encuentran sujetos a premisas realistas como idealistas es su general respeto por los hechos objetivos. Esto contrasta con la filosofía contemporánea, que ha tendido a explicar las causas de la guerra en función de instintos y represiones, cuando es idealista, o a explicar totalmente la causa de la guerra por un conglomerado predeterminado de factores económicos y políticos, si es realista.
Una tercera teoría de las causas, más antigua aún que la de Platón y Lucrecio, fue la enunciada por Heráclito, quien creía que "el progreso y la industria no motivan ni tampoco impiden la guerra y que ésta es, en cambio, básicamente una manifestación de la naturaleza en actividad". Para Heráclito, "la guerra está en la naturaleza general de las cosas (...) es la expresión peculiarmente humana de la lucha que prevalece en todo el universo". Tal como lo expresa en uno de sus escritos: "los hombres deberían saber que la guerra es general y que la justicia es lucha; todas las cosas nacen y mueren a través de la lucha". Como para Hegel, la moral, para Heráclito, no es causa ni condición de lucha. La lucha es concebida como una expresión de los conflictos que existen entre los hombres, tal como es también una condición del desarrollo de la vida física.
Según el general chino Sun Tzu, (722-481 A. C.) en su célebre obra EL ARTE DE LA GUERRA, escribe: "la guerra es el mayor conflicto de Estado, la base de la vida y la muerte, el Tao de la supervivencia y la extinción (...) por lo tanto, es imperativo estudiarla profundamente".
Las reglas de la guerra, y la existencia misma de reglas, han variado mucho a lo largo de la historia. El concepto de quiénes son los combatientes también varía con el grado de organización de las sociedades enfrentadas. Las dos posibilidades más frecuentes son civiles sacados de la población general, generalmente varones jóvenes, en caso de conflicto; o soldados profesionales formando ejércitos permanentes. También puede haber voluntarios y mercenarios. En el caso de nuestra guerra de la Independencia y dado que la provincia era una marca militar, el servicio de las armas no era desconocido para sus habitantes aunque constituía una reivindicación poderosa para el futuro.
El Sun Tzu en una sucinta frase ofrece su concepción sobre el carácter de la guerra: "la guerra, es el Tao del engaño". Así, pretendería establecer que el estratega virtuoso debía basar todas sus decisiones militares, buscando primeramente distraer la atención del enemigo en los elementos más sobresalientes de su posición, y de no tenerlos, inventarlos.
El pensamiento de Sun Tzu, dejaría una profunda impronta en el pensamiento militar moderno, no sólo en reconocidos pensadores, sino también en eximios estrategas como Napoleón Bonaparte, quien en su renombrada victoria en la Batalla de Austerlitz, aplicara aquellos preceptos del engaño.
Erasmo de Rotterdam, el reconocido humanista renacentista, calificaba a la guerra con la frase "Dulce bellum inexpertis est", cuya traducción al castellano es: "la guerra es dulce para los inexpertos".
En la clásica obra DE LA GUERRA, Karl Von Clausewitz, excluye los enfoques etológicos, que es una continuación de la agresividad, los antropológicos, que vemos en LA PAZ PERPETUA de Kant: "cosa de salvajes (...) la guerra es un proceso civilizatorio (...) la noción que en las sociedades pre estatales pueda haber guerra, no es solo ambición de poder, tampoco la reducción de la guerra a la cuestión ética, porque conculca las normas y no a la guerra, señala el pensador Tomas García.
Existen distintas clases de guerra: la "guerra civil" que involucra a los habitantes de un mismo pueblo, la "guerra preventiva" es aquella iniciada por un país con el argumento de que otra nación está a punto de atacarlo, la "guerra sucia" es la que se lleva a cabo fuera de cualquier marco legal y la "guerra santa", que es el conflicto bélico que se promueve por motivos religiosos. En su obra LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDEA MODERNA DE LA GUERRA, la doctora Teresa Santiago Opeza señala que: "las teorías políticas de tres de los más reconocidos filósofos occidentales, cuyas aportaciones repercutieron en la filosofía política y en particular en la relación entre los Estados y la guerra, son el eje del libro 'La paradoja de Hobbes"'.
En opinión de la autora, las aportaciones de Thomas Hobbes, Jean Jacques Rousseau e Immanuel Kant "dieron a la construcción de la idea moderna de la Guerra, un carácter eminentemente político y, por ende, contingente, histórico y modificable".
Sin duda al autor polémico, Rousseau, se le ha interpretado de las más diversas maneras: para algunos es un realista, heredero de Maquiavelo y antecesor de Marx. Al mismo tiempo se lo ha catalogado como el pensador que anuncia el movimiento que habrá de provocar la gran revolución del siglo XVIII: el Romanticismo.
Evitando caer en alguna de estas valoraciones, la doctora Santiago, aborda los argumentos de Rousseau en contra de Hobbes con el fin de arribar a la propia concepción roussoniana de la guerra "como una mera convención humana, por ende, modificable"; empero, su visión es pesimista.
Al retomar a Kant, uno se enfrenta a un autor no sólo fundamental en sí mismo, sino a un receptor tanto de las ideas de Hobbes, como de Rousseau, lo que resulta especialmente interesante en el tema de su concepción de la guerra y su proyecto de paz perpetua.
A la autora le interesa resaltar que, en la concepción filosófico-política de Kant, la guerra tiene solución sólo si se adopta una perspectiva histórica con carácter teleológico, esto es, proyectada, la historia hacia una meta, quizás inalcanzable, pero que, sin embargo, sirve de guía a la razón práctica en la construcción de instituciones políticas cada vez mejores.
Indudablemente en nuestra región la obra más influyente fue el EL CONTRATO SOCIAL de Rousseau, que a pesar de no afirmarlo directamente da a entender que a ese contrato se puede arribar por medios pacíficos aunque no descarta lo violento.
Nunca deben soslayarse los aspectos éticos que sirven de justificación y a veces de excusas para aventuras bélicas. Por algo Santo Tomas de Aquino, había escrito sobre las condiciones para la "Guerra Justa" que los conquistadores trajeron a América y de una manera no del todo prístina trataban de informar a los naturales del lugar, porque los estaban combatiendo, entre otras para atraerlos a la única y verdadera religión.
Señala Ortega y Gasset en sus ensayos sobre Kant, Hegel y Scheler:
"...cabría una interpretación bélica de la historia. Según esa interpretación, lo decisivo en los cambios históricos seria el cambio en los armamentos, en los medios de destrucción. La extensión del servicio militar trae consigo la extensión del poder político. La interpretación bélica de la historia no es ni más ni menos fantástica que cualquier otro de los ensayos parejos emprendidos empíricamente con ánimo de reducir a un orden el caos que es la historia. Quien haya leído la Historia del Arte de la Guerra, compuesta por Delbrük, reconocerá que es esta interpretación una idea luminosa capaz de esclarecer admirablemente no pocos estratos de la realidad histórica."
LA GUERRA EN LAS AMÉRICAS
La guerra en el marco de la condición humana nunca fue desconocida o inexistente en territorio americano, mucho antes de la llegada de los europeos. Los aztecas eran reconocidos como feroces guerreros de inusitada crueldad que sojuzgaban a las otras tribus y las sometían a padecimientos crueles en el marco de la sujeción de tribus sobre tribus, para obtener tributos e imponer poder por la fuerza. Los incas, por su lado, también se dedicaban a las guerras floridas, cuyo objetivo final era la toma de prisioneros a ser sacrificados en rituales inaceptables para la cultura occidental que prefería matar en batallas y no a prisioneros inermes. Los incas, por otro lado se caracterizaban por una administración estricta de los trabajos y tributos de pueblos vasallos.
La primera presencia europea, también tuvo lugar a la sombra de lo bélico. Con la llegada de la pólvora, el cañón, y sobre todo el caballo, los jinetes conquistadores con armaduras, desconocidas en estas latitudes, generaron interpretaciones peculiares de su cosmogonía. Como todo pueblo relativamente avanzado tenía una literatura y una cultura oral que incluía la profecía del retorno del guerrero blanco con barba, en el caso de México, Quetzacoalt, representado icónicamente como una serpiente emplumada.
Para muchos Hernán Cortés era este dios, sin embargo ni bien demostrada la falsedad de dicha afirmación, los indígenas llegaron a la rápida conclusión de que los europeos venían, una vez más, para avasallarlos. La presencia de tan solo 400 conquistadores españoles para vencer y oprimir a varios millones de aztecas, solo se comprendió como teniendo lugar gracias al apoyo de las tribus enemigas de aquellos. Tanta actitud bélica en lo que se dio en llamar la Conquista, que es una categoría de imposición guerrera, hizo necesaria la legislación por parte de las autoridades eclesiásticas en lo que debía considerarse una "Guerra Justa", para los propósitos de la metrópoli española.
En todo el continente americano, sobreponiéndose a la sorpresa de la presencia de los europeos, la población indígena procedió a organizar focos de inaudita resistencia, a la presencia de los invasores que finalmente vencieron en el campo militar. La sujeción fue tan completa que durante los tres siglos de colonia española no hubo necesidad de mantener en territorio americano ejércitos numerosos ni bases militares.
AMÉRICA, LA COLONIA EUROPEA BUSCA LA AUTONOMÍA
Se sabe que los actos de los hombres son posteriores a postulados de algunas ideas justificativas. La revolución de ideas que significó la Ilustración Francesa, movimiento cultural y filosófico europeo que se desarrolló durante el siglo XVIII, también llamado el "Siglo de Las Luces" encuentra como elemento nodal "la libertad", que tarde o temprano debe llevar a la igualdad, con el epílogo de la fraternidad ya que dejarían de existir opresores y oprimidos; los siervos se liberaron, la era feudal llego a su fin; la nobleza de sangre fue reemplazada por la "meritocracia", o burguesía; y todas estas ideas en conjunto se plasmaron en el concepto de LA REPÚBLICA, donde el poder surge del pueblo que establece el gobierno en base a lo que Jean Jacques Rousseau llamó el "contrato social".
Las 13 colonias inglesas caracterizadas por ser un trasplante de la sociedad europea, con nula participación e involucramiento de culturas originarias, en la colonia misma, y sin mestizaje, fueron las primeras en aplicar casi estrictamente esas ideas francesas incluyendo su concreción en un nuevo Estado Federal y en un sistema republicano.
Nada podía constituir una separación más radical del sistema monárquico inglés aunque este se hallaba muy evolucionado en comparación con las monarquías absolutas imperantes todavía en España y Francia, países centrales. Estas 13 colonias, independizadas en 1776, servirán también de inspiración a los revolucionarios franceses de 1789.
Por casi medio siglo la nueva nación, los Estados Unidos de América, fue la única República y su continuidad y supervivencia no siempre estuvieron aseguradas. Más allá de la dificultad europea de encarar una guerra a ser combatida en un territorio muy extenso y por lo tanto muy oneroso de conquistar y ocupar. Señalan Rolando Mellafe y María Teresa González en la BREVE HISTORIA DE LA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA:
"en la América española, la Batalla de Ayacucho ganada por el General Sucre en 1824, cierra el ciclo de la independencia americana, pero esto no significó sin embargo que todo el continente fuese independiente, ni que las acciones bélicas hubiesen terminado. De los peninsulares, las huellas y raigambre seguían estando muy presente."
En varios lugares de Latinoamérica las beligerancias entre peninsulares y criollos continuaron por algunos años como en Perú que había sido el más fuerte bastión de los españoles en Sudamérica. También en Chile, la permanencia realista en Valdivia y Chiloé había llegado a su fin.
El debilitamiento colonialista español que comenzó a acentuarse a mediados del siglo XVII, hizo que fuera paulatinamente disminuyendo sus posiciones en Norteamérica y en las Antillas, particularmente después del Tratado de Utrecht en 1713 y el de París en 1763. Al perder la Florida pudieron retener por un tiempo más California y Texas, a través de las misiones franciscanas. En 1763 la entrega de posiciones claves en el Caribe terminó dislocando totalmente su predominio político y económico en esta parte de América.
Hacia 1828, aún retenía algunos enclaves de importancia: la isla de Cuba y Puerto Rico, la Guyana Inglesa, desprendida de territorios españoles, la Hondura Británica, algunas islas de las Antillas, donde la más importante era Jamaica. También la presencia francesa en el continente iba en retroceso, luego de la derrota napoleónica ya que conservaban solo la Guyana Francesa. Habían perdido Louisiana, la Nueva Francia y la isla de Haití.
Holanda contaba solamente con la Guyana Holandesa. El antiguo Virreinato de Nueva España se fraccionaria en dos partes, México y la Confederación Centroamericana que se subdividiría en las actuales repúblicas centroamericanas con la excepción de Panamá que pertenecía a Nueva Granada y que se desprendería posteriormente. La Gran Colombia, Virreinato de Nueva Granada, perduró hasta 1830 con los actuales países de Colombia, Venezuela, Ecuador a los que se había agregado como resultado el Movimiento Bolivariano, el Perú y Bolivia.
Los países del Río de la Plata pasaban por una aguda crisis. La unión pretendida con la creación del Virreinato del Plata desde 1776 no había bastado. Continuaban vivos los antiguos antagonismos protagonizados por la Corona portuguesa en el Brasil y la española en Paraguay, y los de la Banda Oriental y Buenos Aires, situaciones que se prolongaron en una lucha de anexiones y predominios brasileños o argentinos. En 1828 el Paraguay, bajo el gobierno del Dr. Francia, permanecía independiente y cerrado al exterior.
Uruguay estaba momentáneamente anexado a Brasil y disputado por Argentina, pero con la intervención posterior de Inglaterra obtendría su independencia. Brasil desde el "Grito de Ipiranga", el 7 de septiembre de 1822, era el Imperio del Brasil bajo el cetro de Pedro I, hasta que en 1889, al repudiar el sistema imperial se proclama República. La Banda Oriental se consolida como República Oriental del Uruguay. También en esa década y se diferencia de la Argentina por primera vez en su historia.
Mitre consolida la Argentina federal después de 1870. Concluyen señalando estos autores que no se había llevado a efecto todavía un ajuste geopolítico normal y estable. Que el panorama en ese momento era el resultado por una parte de la organización política administrativa y económica que habían perpetuado los peninsulares a lo largo de la Colonia y que, por otra, era la resultante de un estado bélico de más de veinte años. Faltaba desde la perspectiva socioeconómica de que las necesidades de cada región natural y política fijaran sus exigencias.
Sabemos que América contribuye a la irrupción de la modernidad en pleno Renacimiento con la plata del Potosí. Por otro lado la contribución de América a la idea de derechos humanos y de la libertad se patentiza, a partir del "Debate de Valladolid" de Bartolomé de las Casa y el Obispo Ginés de Sepúlveda de 1551, sobre la "condición humana" del indígena.
Fue el debate más importante de la modernidad, pre Revolución Francesa, pre Independencia norteamericana o Siglo de las Luces.
Por la tradición heredada del feudalismo "vasallos del Rey", a los indígenas de América se los vuelve vasallos. Ellos eran libres, no eran vasallos de nadie.
CAPITULO II
LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
ESPAÑA A COMIENZO DEL SIGLO XIX
A principios del siglo XIX gobernaba en Francia Napoleón Bonaparte, que intentó dominar toda Europa y formar un gran imperio. En los años finales del reinado de Carlos IV (1788-1807) sucedieron una serie de hechos que configuraron la situación española a inicios del nuevo siglo.
En 1807, el influyente ministro Manuel Godoy firmó un tratado de alianza con el emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte. Napoleón en ese entonces estaba enfrascado en una guerra con Inglaterra. El tratado le autorizaba a Napoleón transportar sus tropas por el territorio de España con destino a Portugal, aliada de Inglaterra, una vez conquistado Portugal, Napoleón le prometió a Godoy conformar un principado que le sería entregado en propiedad.
En marzo de 1808 estalló el motín de Aranjuez, originado en el hastío provocado por la influencia de Godoy y de sus partidarios denominados "los Afrancesados", que tenían un espíritu más liberal. Además los graves abusos cometidos por las tropas francesas de Napoleón en las ciudades de Pamplona y Barcelona.
El motín provocó la destitución de Godoy, quién se refugió en Francia, por su parte el rey Carlos IV fue obligado a abdicar a favor del Príncipe de Asturias, quien gobernaría con el nombre de Fernando VII.
Napoleón Bonaparte no reconoció la legitimidad de Fernando y a través de artimañas invitó a Carlos IV y Fernando VII junto a sus respectivas familias hasta la ciudad de Bayona, en donde luego de varias negociaciones y finalmente amenazas Fernando VII abdicó la corona en su padre, sin saber que el mismo había firmado un acuerdo con Napoleón para entregarle la corona a quien pudiese garantizar la seguridad de España. El 10 de julio de 1808, Napoleón por decreto nombró a José Bonaparte, su hermano como Rey de España, mientras los miembros de la familia real española fueron retenidos en diversos castillos en Francia, en carácter de prisioneros.
LA REBELIÓN DEL 2 DE MAYO DE 1808
Mientras el rey Fernando VII se encontraba en Bayona, el pueblo congregado en la Plaza de Armas del Palacio Real se levantó cuando presenció el traslado de los dos últimos infantes Borbones don Antonio y don Francisco, de Madrid a Francia.
El pueblo se rebeló con el grito de ¡Mueran los Franceses! La muchedumbre se congregó en la Puerta del Sol y en sus alrededores. Los 35.000 soldados franceses que se encontraban en los alrededores de Madrid reprimieron la rebelión, que originó la Guerra de Independencia en España.
El 2 de mayo de 1808 comenzó el proceso más negativo para los planes de dominación de Napoleón, porque el pueblo se levantó en armas en contra de los planes de dominación, y en el que afloró una identidad nacional española frente al invasor.
Rápidamente el levantamiento madrileño cundió como reguero de pólvora en las demás ciudades ibéricas.
En las diversas provincias se constituyeron Juntas inspiradas en la tradición del pactismo. En ese sentido cada provincia en la península trató en lo posible de organizar su defensa. Por su parte en los diversos dominios americanos hubo una gran inquietud con respecto a las noticias que provenían de España.
Luego de los primeros combates y tras la victoria en Bailén de las fuerzas españolas sobre las de Napoleón se organizó la junta Central Suprema y Gubernativa de España el 25 de septiembre de 1808.
En el seno de dicha Junta Suprema, se discutían dos propuestas por un lado convocar a las Cortes para mantener la unidad del Reino hasta que regrese el rey prisionero Fernando VII, por otro lado la mayoría de sus miembros consideraban urgente consolidar el gobierno.
Mientras tanto el rey José Bonaparte, envió emisarios a todos los Virreinatos Americanos para que envíen representantes a los efectos de conformar una Convención en Bayona.
Como reacción ante dicha invitación. La junta Suprema, decidió ampliar sus integrantes con la incorporación de representantes de los distritos de la América Española. De este modo sostiene el historiador ecuatoriano Jaime Rodríguez, la junta central reconoció las pretensiones de los americanos en el sentido de que sus tierras no constituían colonia sino reinos; que formaban parte integrante de la monarquía española y que poseían el derecho de representación.
PARAGUAY A LOS INICIOS DEL SIGLO XIX
Paraguay, Gobernación, Intendencia y Capitanía General, formaba parte del Virreinato del Río de la Plata creado en 1776, cuya capital era el Puerto de Buenos Aires. Había asumido como Gobernador Intendente, Don Bernardo de Velasco, y todas las colonias americanas del Imperio Español, estaban en proceso de "aggiornarse" a las "reformas borbónicas", a las que da inicio el Rey Carlos III, con asesoría de los Condes de Aranda y Floridablanca.
Con la expulsión de los jesuitas, la Corona centraliza la recaudación de impuestos y la multiplica. La constante incursión de portugueses en la frontera noreste, era causa de preocupación y por primera vez desde Asunción se preparo la defensa de la Frontera principalmente a través del Fuerte Borbón, sobre el Río Paraguay, y el Fuerte de San Carlos, sobre el Apa. A falta de población española, se recurría frecuentemente al apoyo de grupos indígenas en contra de los portugueses.
A los inicios del Siglo XIX, luego del cuestionado gobernador Don Lázaro de Ribera, conocido por autoritario, la provincia seguía sufriendo los abusos impositivos a su comercio a pesar de haberse abolido el Puerto Preciso de Santa Fe.
El nuevo gobernador, Bernardo Velasco, por el contrario, fue muy popular; escuchaba las quejas de la Provincia y actuaba en consecuencia. Las invasiones inglesas al Río de la Plata hizo que el Paraguay retomara por última vez, su condición de proveedora de milicias para la defensa del Imperio español. Expulsados los ingleses quedaron sus ideas de una monarquía constitucional por lo que se preparó la reunión de las Cortes de Cádiz, resultando electo para representar la Provincia del Paraguay el Dr. José Gaspar de Francia. El futuro prócer, fue figura de la Ilustración, educado en la Universidad de Córdoba, fue el introductor, entre otros, de los enciclopedistas. El Paraguay se preparaba a la modernidad.
En la Ilustración surge "la Filosofía de la Historia". Con ella se emprende un análisis de la historia humana desde un punto de vista universal y progresivo.
La Historia es el desarrollo de la razón que hace que el hombre salga de las tinieblas medievales y entre en el reino de la racionalidad.
Este proceso de la Independencia de los pueblos latinoamericanos y del Paraguay fue hartamente estudiado y reflexionados. Existe vasta bibliografía sobre el particular, de autores nacionales y extranjeros y de enfoques diversos. En el marco del Bicentenario Patrio se han animado publicaciones inéditas y reediciones de autores clásicos con estudios críticos y nuevos planteamientos en el discurso histórico, más allá de la historiografía tradicional.
Sabemos que coincidentemente con los procesos independentistas en base a las ideas de la Ilustración, la Filosofía de la Historia fue emergiendo lentamente desde Voltaire hasta la cumbre romántica en el pensamiento idealista de Hegel, para quien el Estado era la idea más perfecta de la moral. Así, los recientemente liberados pueblos de Hispanoamérica buscaron el camino al progreso rechazando la Monarquía a favor del Republicanismo. Desde un principio nuestros próceres intentaban aplicar en la vida real la totalidad de la existencia humana que nos exige dicha Filosofía de la Historia. Anteriormente la historia era relato de batallas y hechos heroicos, a partir del siglo XIX, viene a ser la épica de los pueblos en su trabajoso peregrinar en busca de la libertad, la realización humana, y la felicidad.
Las colonias españolas en un principio, parecían firmemente adheridas a la metrópoli en la persona del Rey al punto de que ocurrida las invasiones inglesas a los puertos de Montevideo y Buenos Aires en 1806 y 1807, la Provincia del Paraguay como había venido siendo costumbre envía para la defensa sus mejores recursos bélicos, que eran sus soldados.
En Montevideo se enfrentan a los invasores en la batalla del Cardal, con tanta dedicación que más de la mitad perece en batalla. La otra mitad sobreviviente, se traslada a Buenos Aires, para continuar combatiendo.
La constante de la vida colonial paraguaya era el conflicto militar sea con los indios no asimilados del Chaco, o durante la sangrienta Revolución de los Comuneros (1717-1735), con los portugueses de la frontera, o en el puerto de Colonia del Sacramento, y últimamente contra los invasores ingleses. La lealtad al soberano era indiscutida y a pesar de encontrarse a escasos tres años del inicio del proyecto independentista, no se encontró ningún atisbo de ese pensamiento durante las Invasiones Inglesas, en ese momento, todos se sentían defensores del Impero Español y vasallos del Rey.
Los procesos de emancipación hispanoamericana tuvieron distintas fases:
a) Juntas Revolucionarias, como la de Buenos Aires en 1810 y Asunción en 1811.
b) Campañas Militares a partir de 1815, con Bolívar en el Norte a partir de Caracas y San Martín desde el Sur, desde Buenos Aires, 1812.
España hace un intento en 1823 y 1824 para sofocar militarmente la rebelión, pero en septiembre de 1824, el ejército del Gral. Sucre, lugarteniente de Bolívar, derrocó en Ayacucho al cuerpo expedicionario español del General La Serna.
Ayacucho cierra una etapa del ciclo de la Independencia Hispanoamericana. Aunque en la región meridional de América, el sueño de Bolívar no se cumple, y se crea una constelación de repúblicas casi sin lazos entre ellas.
NAPOLEÓN BONAPARTE DESENCADENA LA INDEPENDENCIA
En el marco de un criterio lineal, cronológico, el acontecimiento germinal que desatara inexorablemente el proceso de más de una década, se inicia con la invasión Napoleónica a España en 1808, que al obligar a abdicar sucesivamente a Carlos IV y Fernando VII y tomar prisionero a este último, surgen nuevamente ideas detonantes como ser el principio de que las colonias pertenecían al Rey y no a la Corona ni al Estado Español. Este proceso culminaría con la mencionada Batalla de Ayacucho en 1824, derrota final del ejército español en tierras americanas.
Esa deslegitimación del poder en la Corona española, permitió el inicio de la idea de la emancipación en base a la literatura clandestina de la Ilustración francesa. Al no existir un Rey en funciones el poder, tímidamente revertía en el pueblo, y este de improviso se vio reunido en diferentes asambleas para intentar suplantar la autoridad real.
En la metrópoli las ideas liberales de la Revolución Francesa iban permeando lentamente el cuerpo político al punto de que se proyectó la reunión de una Asamblea Constituyente en Cádiz donde por primera vez las provincias americanas irían a participar. En el Paraguay resulto electo para el efecto José Gaspar Rodríguez de Francia, aunque nunca asistió. De todos modos estando el Rey prisionero de Napoleón, la constitución de Cádiz, se proclamó, el 19 de marzo de 1812 día de San José, por lo que inmediatamente comenzó a ser conocida como "La Pepa".
En el Río de la Plata el ejemplo revolucionario provino de la reunión del Cabildo Abierto de Buenos Aires el 25 de Mayo de 1810, que luego de jurar lealtad al soberano prisionero Fernando VII, decidió gobernarse por sí mismo hasta la restitución monárquica.
Decidieron también, que lo mismo tuviera lugar en todas las gobernaciones e intendencias dependientes del Virreinato, para socavar la autoridad española que seguía firme en Montevideo y Asunción para lograr el acuerdo de Gobernación Intendencia del Paraguay, la Junta de Buenos Aires comisiona al Cnel. José Espínola y Peña, personaje no muy aceptado en la provincia. Llegó a lograr que en la Villa del Pilar se reuniera un Cabildo Abierto, al que Espínola persuadió reconocer y jurar fidelidad a la Junta de Buenos Aires. En ese lugar habló de reclutamiento y envío de tropas al Plata. Al llegar a Asunción se presentó como Comandante de Armas, por lo que el Gobernador Velasco lo confino a la Villa Real de la Concepción, pero Espínola huyó y retornó a Buenos Aires donde recomendó el envío de una expedición armada, asegurando que al igual que Pilar el resto de Paraguay era partidario de la Junta de Buenos Aires.
CONGRESO GENERAL DEL 24 DE JULIO DE 1810
En reacción a estos acontecimientos, el Gobernador Velasco, en respuesta a notas de la Junta de Buenos Aires, se reunió en Cabildo, el que a su vez decidió convocar a un Congreso General.
El Congreso General se reunió en el Real Colegio Seminario de San Carlos el 24 de julio de 1810. Se inició con una reseña de los acontecimientos, y concluyó con la noticia de que el Consejo de Regencia, que actuaba en supuesta delegación de autoridad del "Rey prisionero", Fernando VII, era obedecido en toda España y que el ejército invasor de Napoleón iba a ser derrotado.
El Gobernador aconseja acatar el pedido del Consejo de Regencia al otro lado del Atlántico. Se sabía en Asunción de expediciones militares porteñas contra Córdoba y Alto Perú, y se esperaba algo similar contra el Paraguay.
Por aclamación el congreso votó la solemne jura de fidelidad al Consejo de Regencia y que se mantuviera armoniosa correspondencia y fraternal amistad con la Junta de Buenos Aires, pero sin reconocérsele autoridad hasta que España resuelva el punto. Por otro lado, se vota que se reúna a la brevedad una junta de Guerra para organizar la defensa. Velasco comenzó de inmediato los preparativos para la defensa de la provincia. La junta de Guerra la presidía el Gobernador, y estaba integrada por: el Coronel Pedro Gracia, los tenientes coroneles José Antonio Zavala y Gregorio de la Cerda, así como el Sargento Mayor Manuel Atanasio Cavañas; los miembros del Cabildo también integraban esta junta. Inmediatamente comenzó el reclutamiento y la recolección de armas.
Como se suponía Buenos Aires organizó una expedición armada que iría a auxiliar al Paraguay en su intento de neutralizar la autoridad de la metrópoli. En el Paraguay sin embargo, la población, conservadora, toma a la invasión porteña a cargo del Brigadier Manuel Belgrano, como una guerra de conquista y agresión, y se defiende de ella con las Batallas de Paraguarí y Tacuary, donde se destacan, las espadas de los oficiales que en pocos meses más, intimarían al último Gobernador español, Don Bernardo de Velasco, a compartir el mando con los representantes de los oficiales criollos, españoles nacidos en América, y tenidos por inferiores a los nacidos en la península, conocidos como "gachupines".
El empobrecimiento generalizado en América y la polarización socioeconómica aguda de las clases sociales de las distintas regiones y provincias del imperio, se sumaron a otros hitos dignos de ser mencionados como antecedentes paraguayos de la Guerra de la Independencia.
LA EXPEDICIÓN DE BELGRANO
El proceso de independencia y la subsecuente guerra se inicia con el rechazo de la expedición "auxiliadora" del Brigadier Belgrano, este esperaba una recepción favorable en la provincia y se veía como liberador ante la opresión española.
Sus proclamas, tuvieron la particularidad de diseminar ideas libertarias que por primera vez se repartían en forma libre, entre los pocos pobladores capaces de leerlas y entenderlas.
Belgrano escribió desde su Cuartel General del Pueblo de Santa María de la Candelaria, y fueron muchos los destinatarios de las mismas, como ser sus soldados antes de entrar en combate: al Gobernador Don Bernardo de Velasco; al Cabildo de Asunción; al Obispo del Paraguay; a los naturales de los Pueblos de las Misiones; al Comandante Thompson de las armas en las Misiones al Norte del Paraná; al Comandante de Itapúa; al Comandante frente de Candelaria, Sr. Tomás Mármol; y también " a los nobles fieles y leales Paraguayos" a quienes les decía:
"Vengo de representante de la excelentísima Junta provisional gubernativa, que a nombre de su majestad el Señor don Fernando VII rige las provincias del Río de la Plata, y de General en Jefe del Ejército, que a vista de vuestros clamores, ha dispuesto para libertaros de la opresión en que os tienen y restituiros a vuestros derechos, a fin de que logréis la tranquilidad, el sosiego y goce de vuestros bienes, y todas las franquicias que muy de antemano os tenia concedidas, arrancándolos todos los impedimentos que hasta aquí os han estorbado adquirir el grado de prosperidad a que por la naturaleza y nuestras sabias leyes, estáis dispuestos, pero que no han querido que obtengáis, a pesar de la buena voluntad del rey, los que han estado encargados de vuestro gobierno para haber disfrutado de vuestros sudores, con sus comercios y monopolios y con las intrigas de que se han valido aún sus parientes, amigos y comensales: respirad ya y pedid lo que queráis de útil, de provechoso, de benéfico a vuestra provincia y proponédmelo que para todo me hallo con facultades, pues la misma excelentísima junta, ha depositado en mí las suyas para hacer el bien, proceder con la justicia que a ella la caracteriza y castigar a los malvados, a esos hombres desnaturalizados que han querido empeñaros en los desastres de una guerra civil, venid, venid a mi valerosos paraguayos que vuestra causa es la de la patria y esta solo quiere vuestra felicidad".
En otra misiva a los pueblos de Misiones, Manuel Belgrano les decía: "Naturales de los pueblos de Misiones: La excelentísima Junta Provisional gubernativa, que a nombre de su Majestad el Señor Don Fernando VII, rige las Provincias del Río de la Plata, me manda a restituiros vuestros derechos de libertad, propiedad y seguridad de que habéis estado privados por tantas generaciones sirviendo como esclavos a los que han tratado únicamente de enriquecerse a costa de vuestros sudores y aún de vuestra propia sangre (...) estoy en vuestro territorio para que se os repute como hermanos nuestros (...) y con cuyo motivo las compañías de vosotros que antes militaban en el ejército entre las castas, por disposición de nuestros opresores os están entre los Regimientos de patricios y arribeños (...) pedid lo que quisieres, pero guardaos de faltar al respeto debido a sus justos y arreglados mandatos y de contribuir a las sugestiones de los enemigos de la patria y del rey....".
Manuel Belgrano
EL BAUTISMO DE FUEGO
EL COMBATE DE CAMPICHUELO
El combate ocurrió cuando las fuerzas al mando de Manuel Belgrano iniciaban el cruce del río Paraná comenzando la invasión al territorio de las Misiones controlado por los realistas paraguayos, tomando la posición fortificada de Campichuelo. El cruce se realizó el 19 de diciembre de 1810 a partir de la antigua capital misionera, Candelaria (actual Provincia de Misiones). Belgrano cruzó al frente de una reducida fuerza: 800 hombres, mitad de caballería e infantería, con 6 cañones de pequeño calibre. A su frente se hallaban las avanzadas paraguayas realistas de 500 hombres al mando de Pablo Thompson.
LA BATALLA DE PARAGUARI
Mientras tanto los invadidos habitantes de la Provincia paraguaya consideraron esta misión de Belgrano, como una acción militar hostil y precisamente para conculcar las nacientes libertades.
Señala Julio César Chaves:
"La noticia de la expedición auxiliadora, por nadie pedida, exacerbó el ánimo popular. El pueblo entero rodeó a su Gobernador y la movilización superó todas las esperanzas: 6000 hombres se alistaron. El resultado sin embargo fue distinto. Mientras avanzaba Belgrano con su ejército de 1.200 hombres desde Misiones lanzó proclamas y manifiestos conciliatorios y pidió a los gobernantes de Asunción que evitasen la lucha armada -prosigue Julio César Chaves, para quien las tropas provinciales ya eran paraguayas- que los dos ejércitos chocaron en Cerro Rombado o Peró, en las cercanías de Paraguarí. El gobernador Velasco disponía de 6000 soldados pero solo de 500 fusiles y la caballería solo tenía 200 sables. El jefe porteño comandaba 1.200 soldados bien disciplinados y mejor armados.
Los dos comandos resolvieron atacar el 19 de enero y en la madrugada de ese día movieron simultáneamente sus ejércitos. El paraguayo avanzo hacia cerro Rombado o Peró; el argentino hacia el pueblo de Paraguarí. A las cuatro de la mañana en plena obscuridad, chocaron las avanzadas produciéndose un gran entrevero y una mayor confusión. La tropa paraguaya llevo la peor parte y huyó perseguida por el enemigo que llego hasta el cuartel general situado en el pueblo. La situación se agravó cuando Velasco y su Jefe de estado mayor, De la Cuesta, fugaron precipitadamente dejando a sus soldados "sin general y sin cabeza".
Cuando todo parecía perdido vino la reacción de la masa. Con sus jefes, Cavañas y Gamarra, cayeron las dos divisiones al mismo tiempo en un movimiento de flanqueo sobre los porteños que ocupaban Paraguarí. Trataron estos de resistir pero al cabo de corta lucha huyeron. Un centenar quedo prisionero. Belgrano con la reserva intento impedir la retirada y pasar a un contra ataque, pero ni la oficialidad ni la tropa le respondió. A mediodía finalizaba la acción con el triunfo paraguayo.
El invasor había sido rechazado y se retiraba en procura de la protección del río Paraná. Al recibirse en Asunción la nueva del contraste inicial en Paraguarí, las autoridades, los capitulares se embarcaron con el armamento y un millón de pesos fuertes, dejando a la ciudad inerme. Los criollos corrieron a los cuarteles en busca de armas.
Cuando un chasque trajo la noticia de la derrota del invasor, se echaron a vuelo las campanas. El régimen quedo desconceptuado porque Paraguarí fue un triunfo del pueblo que sin general y sin cabeza venció a los aguerridos soldados de Buenos Aires. El ejército porteño se retiró lentamente rumbo al Paraná, sin ser perseguido.
En esta etapa Belgrano tuvo sus primeros contactos con oficiales paraguayos, augurándoles que no había venido a conquistar al Paraguay sino a auxiliarlo y a sacarlo de la esclavitud en que le tenían los europeos. Les explicó también los verdaderos objetivos de la revolución."
Así Belgrano comenzó a convertir en victoria política lo que había sido su derrota en el campo militar. Y las ideas de la Ilustración que él profesaba, se expandieron entre los políticamente bisoños oficiales de la provincia invadida. Se completaba así otra parte del proceso germinalmente independentista. Belgrano inicia su retirada hacia la costa del Paraná para retornar a Buenos Aires.
EL TRIUNFO DE TACUARY
A comienzos de marzo de 1811, están de nuevo frente a frente los dos ejércitos sobre el río Tacuary en la región de Itapúa.
La retirada de Belgrano había sido lenta, señala el historiador Chávez. Belgrano se hallaba desilusionado y convencido de que Paraguay solo podía ser liberado por la fuerza. Pero en su ruta al Paraná, no dejo de intentar atraer a los criollos paraguayos por la persuasión diplomática.
En una conversación con Antonio Tomás Yegros, Belgrano le aseguro que su objetivo no era la conquista sino el auxilio y que le repugnaba derramar sangre de paraguayos. El General argentino insiste en su deseo de romper las cadenas entre el Paraguay y sus opresores y prometió eliminar el estanco del tabaco. Así como liberalizar el comercio. Por otro lado, los españolistas desearon aprovechar la victoria empujando al invasor a la otra costa del Paraná, mientras redoblaban esfuerzos para comunicarse con Montevideo, sede de la reacción monárquica. Así, para principios de marzo, los ejércitos nuevamente se ponen en posición de combate. Cavañas y varios de sus camaradas, partidarios de un acuerdo pacífico con Belgrano, estaban al frente. Pero el 7 de marzo, llega al campamento el Teniente Coronel Gamarra, con instrucciones de Belgrano para definir la situación por la fuerza. El plan de Cavañas es cruzar el Tacuary a una legua de distancia, por un puente improvisado, construido por el Comandante Luis Caballero. Por el mismo debían pasar 1.000 hombres y tres cañones para atacar al enemigo por la retaguardia. El mando le fue confiado al Comandante Gamarra el día 9 de marzo. En la madrugada cruzaron los hombres y los cañones mientras el resto de la artillería abrió fuego intenso.
A las siete de la mañana la batalla campal se inicia, Belgrano con parte de su infantería sostuvo la línea del Tacuary. Su segundo Machaín, tenía orden de contener la columna de Gamarra, que atacaba la retaguardia. Las tropas de Machaín se fortificaron en una isleta, totalmente rodeada por Gamarra y Machaín se rindió sin condiciones. El resto del ejército porteño se desbando y solo Belgrano con 250 soldados mantuvo una inútil resistencia. Totalmente derrotado y sin posibilidad de recuperación, Belgrano envío un parlamentario solicitando armisticio.
Finalmente la capitulación fue aceptada y Belgrano conversó a orillas del Tacuary con el padre José Agustín Molas, Antonio Tomás Yegros y Vicente Ignacio Iturbe a los que ofreció una amplia reconciliación sobre estas bases:
a) Paz, unión, franco y liberal comercio del Paraguay con las Provincias del Río de la Plata.
b) Formación por la ciudad de Asunción de una junta que será presidida por el gobernador Velasco.
Manuel Atanasio Cavañas y los principales Jefes criollos, compartieron ampliamente los puntos de vista del Belgrano pero se debían a la autoridad del Gobernador. Belgrano sigue negociando por el resto de marzo y parte de abril.
El triunfo de nuestras armas en Tacuary fue conocida en Asunción cuatro días después de la batalla. Señala Fulgencio R. Moreno que "el triunvirato capitular que ejercía el gobierno en ausencia de Velasco, recibió la noticia cuando más empeñados se hallaban en aumentar los recursos de la defensa e inmediatamente se anunció al pueblo el éxito de la inmemorable jornada".
Se celebraron en la Catedral solemnes oficios en acción de gracias por la victoria y con la posible pompa las honras fúnebres de los "Libertadores de la Patria que cayeron en Tacuary".
Una de las consecuencias no buscada de la invasión del Brigadier Belgrano, fue la aparición del pensamiento localista de "auto gestión", ya que la parte más importante del esfuerzo bélico para desembarazarse de Belgrano fue realizada exclusivamente por los oficiales criollos, Cavañas, Gamarra, y Yegros, con absoluta prescindencia de los peninsulares, que rodeando al Gobernador Velasco, sintiéndose confundidos, habían huido dando por perdida la Batalla de Paraguarí el 19 de Enero de 1811.
Precisamente Cavañas y Gamarra tomaron la posta del mando para convertir la derrota en resonante victoria, con abandono del terreno de los invasores, mejor pertrechados y más experimentados. De este último enfrentamiento y del parlamento solicitado por Belgrano, como rendición, surgió la idea del siguiente paso hacia la independencia, que fue la neutralización del poder del Gobernador Velasco al ser el mismo compartido por una junta en Asunción.
MALESTAR CON AUTORIDAD ESPAÑOLA
A pesar del papel secundario de las unidades españolas en la defensa, lograda esta, Velasco y las autoridades españolas proceden a actuar con arrogancia y desprecio hacia los oficiales criollos, rechazaron la formación de la junta, y a pesar de la promesa formal de los oficiales victoriosos de liberar a los prisioneros, estos fueron engrillados y enviados a Montevideo.
Por otro lado la desmovilización de los combatientes se hizo sin el pago de sus haberes lo que generó mucho malestar dando inicio a la conspiración de los jóvenes oficiales para contrarrestar las medidas españolas.
EL TENIENTE JOSÉ DE ABREU
En vista de que Buenos Aires, no iba a ser de ayuda al Gobernador en Asunción, este se encuentra súbitamente apoyado por los portugueses de Río de Janeiro, instalados ahí a partir de 1808, de manera oportunista, intentando subyugar a las colonias españolas a la sazón con la excusa de ser la princesa Carlota Joaquina, esposa del Regente de Portugal, Juan VI, hermana del prisionero Fernando VII. Abreu llegó a Asunción como delegado del Imperio para obtener la aquiescencia de Velasco para un apoyo militar, portugués que lo protegiera de cualquier posible nueva invasión porteña.
Dado que Velasco vio esta maniobra con buenos ojos, los oficiales criollos a cargo de los cuarteles en Asunción, reaccionaron con suspicacia, y prepararon el golpe adelantando la fecha original del 25 de mayo de 1811 al día 14 del mismo mes. Abreu señaló que disponía de 1.500 soldados listos para marchar desde San Borja, en auxilio del Gobernador Velasco.
EL GOLPE DEL 14 Y 15 DE MAYO
La guerra de la Independencia llego a su culminación en la madrugada del 15 de Mayo de 1811, cuando los jóvenes oficiales aún en ausencia del Jefe de la revuelta Brigadier Fulgencio Yegros decidieron presentar batalla. Para ello contaron con la lealtad del Capitán Mauricio José Troche el mando de 34 curuguateños, que estaban de guardia en el Cuartel de la Plaza.
El jefe de la revuelta, capitán Pedro Juan Caballero ordena el emplazamiento de cañones apuntando a la casa de los gobernadores, residencia de Don Bernardo de Velasco, listos para hacer fuego en caso de resistencia. La preparación bélica era completa y las tropas estaban listas para entrar en acción, apuntando al logro de sus objetivos. El hecho de que la otra parte no reaccionara no disminuye el contorno belicista de la acción y la decisión de los líderes.
El Capitán Caballero seguro de su preponderancia militar, procede a negociar una capitulación del Gobernador para lo cual envía escritos a Velasco, siendo el portador de los mismos el alférez Vicente Ignacio Iturbe. Esa misma madrugada llego Iturbe con la nota de intimación, en la que Caballero "por si y subalternos" exigía la entrega al Cuartel de la Plaza, la entrega del armamento y que el gobernador, acepte de asociados a dos diputados nombrados por el cuartel para que más adelante se establezca la forma y modo de gobierno que convenga a la Provincia y que no salgan de la ciudad los portugueses que habían entrado con "diputación clandestina".
La respuesta del Gobernador trato de ganar tiempo para que los soldados españolistas miñones, cercaran el cuartel, pero al ser tiroteados, huyeron.
La guerra estaba en ejecución. Al romper el alba salieron del cuartel 80 soldados arrastrando hasta el centro de la Plaza seis cañones. Dos de ellos apuntando directamente a la residencia del Gobernador. La descripción más fidedigna seria el cuadro de Jaime Bestard: INTIMACIÓN AL GOBERNADOR VELASCO del Museo Casa de la Independencia.
A esta altura muchos vecinos y curiosos se apostaron alrededor de los soldados rebeldes. Iturbe nuevamente se presenta ante Velasco con una exigencia clara y terminante amenazando con disparar los cañones. Viendo la decisión de los rebeldes de llevar adelante el objetivo de la causa, el Gobernador manifestó "que no quería derramamiento de sangre y que no tenía inconveniente en entregar el bastón de mando".
La propuesta causo júbilo entre los revolucionarios, se izó una bandera azul, blanca y roja -de los colores de la Revolución Francesa- y se dispararon 21 cañonazos, al difundirse un bando estableciendo nueve horas de queda, y ordenando la recolección de todo el armamento. Todas estas medidas son de carácter militar, e implica la ocupación por parte de los vencedores, en lo que de haber habido resistencia, hubiera sido un choque violento por soldados decididos. Esta narración de Julio César Chaves, describe los episodios con meridiana claridad.
Caballero sorprendido por el éxito, decide comunicar por chasque al Comandante de la revuelta, Brigadier Yegros, en la lejana Encarnación. Este llegará a Asunción cinco días más tarde, el 20 de Mayo y será recibido con júbilo en las puertas de la ciudad frente al Convento de San Francisco de los Recoletos, recreado pictóricamente en otro cuadro de Gil Coímbra, pintor Boliviano que también se encuentra en el Museo Casa de la Independencia.
Caballero ordenó informar a la Junta de Buenos Aires, pero fue disuadido de ello, por consejo del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia quien anotó que sería inoportuno, "darle el gusto a los orgullosos porteños".
Para el día siguiente, 16 de Mayo el gobierno provisorio quedó constituido por el Triunvirato conformado por el Dr. Francia, el Gobernador Velasco y Juan Valeriano de Zeballos.
Velasco aparenta de buena manera compartir el poder pero casi inmediatamente comienza a complotarse con el bando españolista, para recuperar el mismo, lo que obliga al cuartel a tomarlo prisionero y expulsarlo definitivamente de la junta, el 9 de junio del mismo año. Si bien el Triunvirato nominalmente tenía el poder, las decisiones finales eran tomadas por el Capitán Caballero y el Brigadier Yegros, como corresponde a todo gobierno militar luego de una victoria guerrera.
Esta situación iría generando irritación en el Dr. Francia, quien deseaba tomar las riendas del poder sin interferencia de los cuarteles.
Su presencia lentamente se fue haciendo imprescindible para la preparación de documentos. La negociación con enviados externos, y con la organización general de la Provincia.
Pero sus medidas administrativas frecuentemente chocaban con él veto militar, y en más de una ocasión tuvo que demostrar su enojo retirándose a su quinta de Ibirai, y dejando el Gobierno en otras manos.
Eventualmente la única manera en que el Dr. Francia pudo neutralizar a los militares en el camino al poder absoluto fue convirtiéndose él, en Oficial Militar al mando de su propia tropa; cosa que logró en el reglamento de Gobierno de 1813, donde recibió el grado de Brigadier, utilizando el uniforme en más de una ocasión. Se sabía que pronto Francia, incluso había adiestrado a sus tropas, con mayor celo militar que sus colegas oficiales.
LA CIUDAD DE ASUNCIÓN
La Independencia paraguaya, es decir, la intimación al Gobernador español, Don Bernardo de Velasco, sucedió en Asunción, ciudad de poca población, y vida muy tranquila, de la que no se guardan registros de actividad educativa y cultural, ni la existencia de bibliotecas, o publicaciones.
Los actores principales de la gesta independentista, los que pensaron el proyecto emancipador y lo podían argumentar y defender, se habían formado en el exterior, pues Paraguay no contaba con centros de enseñanza superior, a pesar de que hubo intentos por establecerlos.
No existía una clase dirigente pensante capaz de conducir los destinos del país. Ese traspaso de la élite española, a la burguesía criolla ascendente se vio frustrado, por la desaparición de los líderes de la primera hora, muchos de ellos fusilados.
Señala Arturo Bray en HOMBRES Y ÉPOCAS DEI, PARAGUAY:
"Tampoco han quedado las cenizas de uno solo de los próceres de Mayo. Ní una modesta lápida, ni una cruz de piedra, ni la sepultura de ninguno de ellos.
La generación de Mayo desapareció de la faz de la tierra sin dejar el más leve vestigio material de su tránsito por el mundo. Ni en el mármol, ni en el bronce, están con nosotros, porque tan siquiera son del Dr. Francia los restos óseos que se guardan como tales en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, donados en 1890 por el Dr. Estanislao Zeballos, conforme lo ha probado en forma concluyente y con gran acopio de datos científicos, el eminente craneólogo argentino Félix Outes."
La ciudad de Asunción, extendida sobre el brazo izquierdo del Río Paraguay, constituyó un eje geográfico e histórico; era el centro de poder político, donde residían las más altas autoridades provinciales, donde se concentraba la actividad económica y se daban las pocas posibilidades de superación cultural accesibles para los paraguayos. "En 1811 también fue el centro de los trabajos subversivos que habrían de dar nacimiento al nuevo estado", lo señala Carlos Zubizarreta en HISTORIA DE MI CIUDAD.
En esta ciudad se encontraban algunos edificios notables, en su mayoría construidos por la Compañía de Jesús, incorporados al patrimonio real, al ser expulsados los jesuitas, por un Decreto Real de Carlos III, en 1767.
LA CASA DE LA INDEPENDENCIA
Nos parece importante vincular esta reflexión sobre la emancipación de la futura República, señalando que esta tuvo su epicentro, en la emblemática residencia de los hermanos Pedro Pablo y Sebastián Antonio Martínez Sáenz que data de 1772 y es una de las dos construcciones edilicias heredadas del periodo colonial.
En este edificio propiedad de una tía del Capitán Pedro Juan Caballero, lugarteniente del jefe ausente de la rebelión, Fulgencio Yegros, se reunían los jóvenes patriotas en 1811, luego de las resonantes victorias de Paraguarí y Tacuary, donde los oficiales paraguayos se habían destacado en la defensa militar de su Provincia.
Por el "Callejón Histórico" ubicado en el lindero sur de la residencia, salieron los patriotas en la noche del 14 de Mayo para intimar al gobernador Bernardo de Velasco, quien en la mañana del 15, ante la decidida acción de los próceres, capituló dando así inicio al proceso que culminó con el Congreso de 1813 que declaró solemnemente la Constitución de la República del Paraguay, ente soberano y autónomo, regido por un Consulado compuesto por un civil y un militar dando reconocimiento a la participación de ambos fueros.
Una visita al museo de hoy, permite también observar documentos de época, utensilios, mobiliarios originales que reflejan el estilo de vida en los albores de nuestra República.
Este rico patrimonio forma parte de la memoria colectiva nacional y se erige en símbolo que recrea valores de libertad, compromiso, deseos de justicia y equidad para todos los paraguayos.
EL EJÉRCITO DE LA INDEPENDENCIA
Benigno Riquelme García señala que se ha demostrado que en los momentos de la independencia, "el ejército era la más cierta y contexturada de nuestras instituciones."
Organizado hacia fines del siglo XVIII, veteranizado en las luchas contra las invasiones inglesas, Paraguarí y Tacuary el ejército era un conjunto homogeneizado por una mentalidad y un espíritu de cuerpo notable, disciplina sin grietas y jerarquías que eran acatadas al unísono. Dice Riquelme: "en nuestro calendario castrense no existen mentas para gauchos degolladores ni depredadores de gorra y sable. Una elipsis inició Mayo y halló su fin en Cerro Corá". "Nombres como Caballero de Bazán, Caballero de Añasco, Cavañas y Ampuero, Del Cazal, De la Peña, De la Mora, Fernández Montiel, Franco de Torres, Hurtado de Mendoza, Zavala y Delgadillo, Ortiz de Vergara, Ortiz de Zarate, Riquelme de Guzmán, Orrego y Mendoza, Roxas de Aranda, Valdivia y Brizuela, 'patronímicos' que decían de los albores de la nacionalidad, de la Conquista misma", concluye el autor.
Señala Washington Ashwell:
"Los jefes del ejército provincial eran en casi su totalidad españoles peninsulares. Había algunos criollos que por su probada adhesión y lealtad a la corona y a las autoridades coloniales, habían escalado hasta rangos superiores del escalafón militar. Estos últimos eran hombres de escasa ilustración. Por lo general habían cursado apenas una elemental escuela primaria.
Su formación y largo desempeño en los cuadros castrenses, los había transformado en hombres acostumbrados a mandar a sus subordinados y a obedecer lealmente las órdenes y mandatos de las autoridades constituidas de la provincia (...) y que en su mayoría eran realistas y partidarios del Gobernador."
EL CONTINGENTE DE CURUGUATY
En palabras del historiador Benigno Riquelme García:
"Pocas veces se ha nominado a los meritorios y denodados urbanos, milicianos montados, reclutados en el interior, quienes abandonaban sus lares, y querencia de sus mayores, llegaron a la ciudad comunera, para coadyuvar decisoriamente en el logro definitivo de una noble ambición. En el caso de los curuguateños citamos al Capitán Mauricio José Troche; Sargentos Pedro Juan Ortellado y Custodio Arias; Cabos Agustín Barreto, José Ignacio Santander; Mario Aguiar, Benedicto Martínez y Francisco Villar; Soldados: Juan de la Cruz Benítez, Juan de la Cruz Peralta, Pedro Juan Moreyra, Pedro Juan Bria, Vicente Ferrer Echeverría, Pedro Antonio Portillo, José Felipe Báez, Manuel Oviedo, Santiago Méndez, Andrés Figueredo, José Ignacio Báez, Andrés Balmaceda, Gerónimo Garcete, José Ortigoza, Felipe Paredes, Pedro José Berón, Vicente Troche, Narciso González, Roque Ortellado, Pedro Pablo Báez, Fernando Lovo, Luis Núñez, José Ortigoza, Sebastián Villar, Francisco Solano Troche, Laureano Portillo, Mario Troche y Juan Miguel Alfonso.
El comandante de la unidad, Capitán Mauricio José Troche, pone a disposición de los camaradas, la suma de sus fuerzas y parques. Y ya en la Plaza, los artilleros enfilan sus piezas en dirección al edificio de altos soportales símbolo y sede del poder que se busca abatir. El Capitán Pedro Juan Caballero, tenía a su mando la Primera Compañía de Infantería fuerte de 81 plazas, la más numerosa de nuestras unidades de línea y una de las que guarnecía el Cuartel del Colegio. "El Capitán Troche, la probada valentía del Capitán Caballero, y el predicamento castrense de los Comandantes Fulgencio Yegros y de Cavañas bastaron para la obtención de un triunfo fulmíneo.
Tres cuarteles principales a pocos pasos de la Casa de los Gobernadores, que a su vez, tenía su fuerte y numerosa custodia. Se cita en este trabajo a una Segunda Compañía bajo el Comandante Juan Antonio González. Una Tercera Compañía bajo el Comandante José Martín Fleitas. La Cuarta Compañía de Infantería de 60 hombres, bajo el Comandante Capitán Miguel Antonio Montiel. La quinta Compañía de Infantería Comandante Teniente José Antonio Marecos y Francia y La sexta bajo el Comandante Teniente Pedro Pablo Mier y al mismo tiempo, una masa anónima y humilde, que consuetudinariamente decide y corona las batallas integrada por adolescentes veteranizados en lides guerreras, que tuvieron por escenarios el Río de la Plata. Actuaron por ejemplo en el masacrante encuentro del Buceo, la reconquista de Buenos Aires, Paraguarí y Tacuary".
Riquelme García también cita a contingentes urbanos de Quyquyho, de Ybycuí, de Quiindy y Caapucú, así como la importante Compañía de Pardos. Estos formaron las unidades de artillería como las bandas militares, hasta la guerra grande, nunca dejaron de prescindir de los naturales, por sus cualidades físicas. Generalmente eran convocados de Yaguarón, Emboscada y Areguá.
Finaliza Riquelme señalando que, la Marina de Guerra era modesta y tenía una sola unidad, un mercante arrendado y armado, la lancha LA VIZCAÍNA, a la que se le denominaba "Lancha Cañonera". El uniforme castrense no difería del usado por el Ejército Español. Los oficiales y jefes vestían chaqueta de paño azul, guarnecida con cordones a lo húsar; pantalones de mahón camisa, corbatín, sombrero y botas. El soldado guaraní, de Tabapy (guerra guaranítica) al Parapití (Guerra del Chaco) transitó su prestancia sin la espectacularidad de los atuendos marciales.
EL ARMAMENTO DE LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA
Podemos citar, siempre ciñéndonos al investigador Riquelme García, un inventario de las armas con que contaban en esa época:
"Dos cañones de fierro de calibre diez y seis, 1 cañón de fierro de calibre doce; 1 cañón de fierro de calibre ocho; 4 cañones de calibre seis; 1 cañón de calibre cuatro, 2 cañones de calibre tres; 3 cañones de calibre uno; 3 cañones de bronce de recámara de calibre cuatro; 17 espadas; 19 pistolas; 156 fusiles; 49 carabinas; 493 bayonetas; 149 cartucheras; 187 cananas; 3087 piedras de chispa para fusil; 36 arrobas de pólvora para cañón, 2000 balas para cañones de todo calibre; 500 cartuchos para carabina; 1040 cartuchos para pistola."
Esta era la magra existencia de nuestros parques de guerra que prestarían servicios también pasada la media centuria, en la dolorosa guerra del 1864 a 1870.
LA CONTRIBUCIÓN CIVIL
También hubo una civilidad en la guerra de la Independencia, y justo es rendir homenaje a los diputados o simples sufragantes del Cabildo del 17 al 20 de junio de 1.811. Capitalinos y representantes de villas y poblaciones del interior, grandes señores rurales, todos ciudadanos intervinientes de manera decisoria en la intención libertaria, cuya voz se alzó fuerte y convincente.
Formaban también parte de esa civilidad doctores de Córdoba y Chuquisaca, como Marco Antonio Baldovinos, Ventura Díaz de Bedoya, Manuel José Báez y muchos otros. El clero con una lucida representación Fray Francisco Xavier Bogarín, Los padres Sebastián Patiño, José Baltasar de Casajús y Manuel Antonio Corvalán y representantes de cuatros órdenes religiosas. Señala el historiador Ashwell que los religiosos algunos respondían al Gobernador, a través de él, a la destronada corona española y por otro lado otros se habían manifestado partidarios de la junta de Buenos Aires. Era sin duda la clase más ilustrada de la provincia.
En los escaños militares se destaca: José Antonio Zavala y Delgadillo fundador del Fuerte de Borbón; los vencedores de Paraguarí y Tacuary, Manuel Atanasio Cavañas y Juan Manuel Gamarra. "Toda la juventud dorada que había combatido contra los ingleses en Montevideo, peleando en las dos jornadas y realizando la revolución: son ellos los Yegros, los Caballero, los Iturbe, los Montiel, los Rivarola", concluye Julio César Chaves.
Concluimos reflexionando, que el Paraguay fue siempre la marca militar del Imperio Español, ocupado en defenderse de las incursiones de los portugueses en el Este e indígenas no asimilados en el Oeste.
El servicio militar se cumplía varios meses al año, entre 14 y 50 años, y cada soldado tenía que vestir su propio uniforme y a veces acarrear el armamento. Esto último fue siempre el talón de Aquiles. Siempre en el Paraguay hubo más soldados que armas, y por lo tanto la manera de combatir era de tipo tradicional, lanzas, picas y machetes. Soldados paraguayos frecuentemente eran también llevados río abajo para la defensa del Puerto de Colonia de Sacramento, frecuentemente asediados por portugueses y de Montevideo, y de Buenos Aires en el caso de las Invasiones Inglesas. Esta era una situación que generaba mucho conflicto interno, y a pesar de la predisposición para el combate, una de las primeras reivindicaciones obtenida la Independencia, fue la prohibición de enviar soldados paraguayos a cualquiera de los conflictos regionales.
Los paraguayos podían combatir y enrolarse de voluntarios como fue el caso de José Félix Bogado, Matiauda y otros colaboradores de la gesta independentista americana.
Pero desde Mayo de 1811 nunca más salieron contingentes de la Provincia del Paraguay a pesar de los ruegos de recibir combatientes paraguayos especialmente de José Gervasio Artigas. El Dr. Francia fue inamovible y por más de una generación ningún soldado paraguayo combatió fuera de sus nebulosas fronteras.
La Guerra de la Triple Alianza fue el último capítulo de la Guerra de la Independencia y sólo a partir de su conclusión se puede hablar de un estado nacional consolidado como República autónoma. La Constitución de 1870 consolida la república del Paraguay, pues en el caso anterior era casi una continuación del sistema español y se manejaba con la misma legislación, como el Código de las Siete Partidas de Alfonso X "El Sabio" (1221-1284), que autorizaba el tormento, y la pena de muerte en juicios sumarios, más afines a la inquisición, que a un sistema judicial republicano. Seguían intactas las estructuras coloniales, las divisiones en clases, marco jurídico y relacionamiento interno (patrones, peones, impuestos, moneda, Iglesia, diezmos, Estado) y la permanencia del sistema esclavista.
La verdadera independencia y autonomía entonces, surge con la Constitución de 1870, como consecuencia de la Guerra de la Triple Alianza. Ella constituye la verdadera ruptura entre tres siglos de Colonia y un Paraguay republicano como proyecto.
SÍNTESIS Y CONCLUSIONES
En el caso paraguayo, la Independencia no se trató de una guerra moderna, en materia de estrategia y ejecución bélica pero las motivaciones fueron las mismas, que llevarían al mundo a una descolonización total con el tiempo.
Clausewitz concebía la guerra como una empresa política de alto vuelo. Su definición de la guerra es: "Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad".
La guerra es una categoría política esencial en la historia del hombre desde el momento en que comienza a organizarse en Estados.
Los estados se constituyen en función de la guerra, y la independencia de los países latinoamericanos se dio con juntas militares revolucionarias como la de Buenos Aires en 1810, la de Asunción, en 1811 y las campañas militares de Bolívar desde Caracas en 1815 y San Martín desde Buenos Aires a partir de 1812. En aquel entonces, el Paraguay, nuestro país, señalaba rumbos en materia de organización social en base a una teoría, el CONTRATO SOCIAL de Rousseau, con sus vertientes de República, dictadura y emancipación.
Para 1813, mientras el resto de América Latina seguía discutiendo el papel de los Borbones hispánicos, el Paraguay ya se había declarado República por un Congreso en la Iglesia de la Merced, con lo cual indirectamente afirmaba su independencia, aunque por el peso de las palabras y su contenido emotivo, no podía utilizar esa expresión dada la férrea oposición de la ciudad porteña de Buenos Aires que se empecino, hasta 1852, en declararse legitima heredera del ya ilegítimo gobierno colonial.
Desde Belgrano, no se volvió a crear fuerza expedicionaria conquistadora bajo título alguno que partiera de Buenos Aires. Las restricciones al comercio, los impuestos a nuestra yerba y tabaco, nos condenaban a un existencia precaria pero no eran precursores de una dominación política. La condición independiente y soberana del Paraguay nunca estuvo en discusión reflejando la voluntad de los patriotas que señalaron: "Pero se engañaría cualquiera que llegase a imaginar, que en su intención había sido entregarse al arbitrio ajeno y hacer dependiente su suerte a otra voluntad. En tal caso nada más habría adelantado, ni reportado otro fruto de su sacrificio, que el cambiar unas cadenas por otras y mudar de amo".
El grito libertario de la "Nota del 20 de julio", sufrió postergaciones debido a la crisis política generada por el rechazo porteño en admitir nuestra autonomía. Con esa justificación se recurrió a la dictadura que en la versión "romana" era para situaciones temporales, pero que en nuestro caso se utilizo como justificación para un gobierno vitalicio y unipersonal; el del Dr. Francia que logró su objetivo político a elevado costo en materia educativa y de libertades.
Fue como un largo periodo de 26 años de estado de excepción, donde ésta, se había vuelto la regla. Si bien en ese periodo fuimos capaces de desarrollar la productividad local, creando la estructura básica de la economía por todo el siglo posterior, la producción de materia prima para exportación. En materia educativa, no se lograron los adelantos necesarios para una clase dirigente ilustrada y una ciudadanía informada y crítica.
La idea de un "gobierno del pueblo y para el pueblo", nunca estuvo lejos del pensamiento de los próceres Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero, Fernando de la Mora, y en los escritos de José Gaspar de Francia. Sin embargo ante un intento de alzarse en contra de lo que temían era la entronización de un gobierno autoritario, los tres primeros pagan con su vida su intento de lograr un cambio de Gobierno, basados en la premisa de que "este se había apartado de los ideales democráticos originales".
Paraguay sufre en varios momentos de su vida política el cercenamiento de su inteligencia pensante. Con la Revolución Comunera, con la guerra de la Independencia, Con las guerras internacionales, La Revolución del 47 y las dictaduras militares.
'Todos los documentos legados por los patriotas de Mayo consideramos como "la génesis del pensamiento paraguayo", en su vertiente occidental, fruto de la realidad y las circunstancias, pues necesitábamos libertad política y económica con el objetivo primordial de mejorar la calidad de vida de la población de la Provincia.
Al tiempo de mantener el orden y las buenas relaciones con los vecinos y miembros del antiguo Virreinato. El mundo sin embargo tenía sus elementos hostiles y todo estado naciente no podía ignorar la necesidad de la defensa.
El Paraguay tenía como vecino al este al Imperio Portugués y en el oeste, poblaciones originarias no asimiladas que efectuaban frecuentes ataques con alto costo en vidas y haciendas.
La Nota del 20 de Julio demuestra también que a veces la inteligencia humana cree estar gestando nada más que una respuesta coyuntural a unos requerimientos insistentes de un poder hegemónico. Sin embargo debido al contenido en ideas y programa esta nota se convirtió en un verdadero punto de partida de una visión diferente a una problemática constante con planes específicos, con ideas concretas y proyectos a realizar.
Como debe darse en todabuena correspondencia diplomática los antecedentes históricos tampoco faltan por lo que el valor global de dicha nota fue acrecentándose con el paso del tiempo y hoy a dos siglos de distancia sigue ofreciendo una guía sobre cuáles son los intereses nacionales, cual es el camino patriótico y cuáles son las ansias generales: el bienestar de la población y la creación de un estado moderno integrado regionalmente pero celoso de su soberanía. Esto lo señala la famosa Nota del 20 de julio de 1811, cuando dice "que no quieren cambiar unas cadenas por otras ni mudar de amo".
Lamentablemente un país como el nuestro que no siempre dio importancia a su pasado en los archivos no le pudo dar hasta ahora a la Nota del 20 de julio la preeminencia que a todas luces amerita.
Quizás hoy, a dos siglos de la gesta de nuestra Independencia, podamos finalmente echar mano a lo que queda de la Nota original para sacralizarla como documento de gran visión y partida de nacimiento de la República del Paraguay.
Tampoco dos siglos de vida independiente no han variado la agenda regional y las metas de convivencia por ellos planteadas. Tal como en 1811, seguimos esperando un tratamiento equitativo con nuestros productos de exportación, que durante toda la Colonia sufrían los embates de las sisas, gabelas, arbitrios, alcabalas y puerto preciso.
Hoy, tienen denominación diferente pero el resultado es el mismo: hacernos pagar muy cara nuestra mediterraneidad.
Las ideas fueron importantes, el accionar gubernativo también, pero lo que destaca nítidamente al Paraguay del resto de la región es un imponderable geográfico, la terrible distancia para la época, de las bases políticas de los prospectivos nuevos opresores. Al mismo tiempo en materia política lo que entonces se llamaba proyecto de "confederación", hoy se denomina esquema de integración, para un mismo propósito que es dotar a los estados componentes del mosaico regional, de suficiente autonomía y descentralización para una existencia más feliz, y realizada.
Asunción, que fuera madre de ciudades y amparo y reparo de la conquista de aquel inmenso territorio que Carlos V concediera al ilustre granadino don Pedro de Mendoza por capitulación de 1534, emerge del proceso de la Independencia de 1811 como un villorrio poco desarrollado, en su estructura urbana y edilicia, pero con todas las características de capital política, ya que en ella se discutían los grandes temas, se recibía a los visitantes y de ahí emanaban las órdenes para la convivencia de la antigua Intendencia-Capitanía General.
La ventaja militar de su aislamiento se convirtió en un obstáculo para el desarrollo económico, pero aún así algunos de sus habitantes se ingeniaron para recibir educación superior, discutir ideas avanzadas y aplicarlas, lo cual permitió que el país se convirtiera en la primera República de Sudamérica y en la tercera del continente en 1813.
El Paraguay abrazaba así de forma pionera la idea moderna que más tarde se extendería a todo el continente en el siglo XIX, mientras sus vecinos, más privilegiados por su ubicación geográfica seguían discutiendo lealtades al fenecido Imperio español. Si bien la Independencia en sí fue incruenta, su consolidación tuvo un alto costo en sacrificio y sangre.
La Independencia de la que el Paraguay tanto se enorgullece, es un legado invalorable de los ilustres héroes del año 1811.
EL CONTRATO SOCIAL EN PARAGUAY
El golpe del 14 y 15 de Mayo fue el principio de la escisión de la presencia gubernativa española por la fuerza de las armas aunque sin derramamiento de sangre. La idea independentista asomaba en la mente de los patriotas y el redactor principal de la Nota del 20 de Julio, fue el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, líder intelectual del movimiento.
Señala el historiador paraguayo Fulgencio R. Moreno:
"La insistencia del Paraguay en no someterse a Buenos Aires no fue obra exclusiva del Dr. Francia, ni puede siquiera sostenerse que el Dr. Francia tuviera en ella una gloriosa prioridad. Colaborador sí de la Independencia después del 14 de Mayo, pero en manera alguna la encarnación única, el numen solitario de la autonomía provincial".
El propio Gobernador español forma parte de la Primera Junta Revolucionaria, el Triunvirato y prominentemente figura en la documentación de juramento de lealtad al "soberano prisionero", Fernando VII. El introductor de la idea del "pacto social" de Rousseau, fue el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia alumno de la Universidad de Córdoba donde luego de la expulsión de los jesuitas en 1767, circulaban libremente la obra de los iluministas.
Atracción principal para el Dr. Francia constituía la idea del Contrato Social de Rousseau que en la Tesis Doctoral del Dr. Adriano Irala Burgos, se narra de esta manera:
"Todas las decisiones del Dr. Francia se dirigen a constituir en organización política que le dé a los paraguayos una estructura de Nación organizada (...) Esa República del Paraguay como Estado es en la filosofía del dictador, molde o crisol que nos permite a los paraguayos constituirnos en comunidad nacional, aspiración a la cual se llegará por aquellos pactos político y social tras el proceso de la vana pretensión de convivencia, de etnias desorganizadas sin voluntad política antes de los mismos. El pacto o contrato político y social es de fundamental importancia en la estructura que el Dictador Francia le daba al Paraguay porque es el origen del Estado y este el de la Comunidad Nacional."
Por otro lado, en un estudio publicado por la Vicepresidencia de la República del Paraguay en 1998, titulado CUADERNO CONMEMORATIVO DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL, el filósofo paraguayo Lorenzo Livieres señala:
"La palabra 'Revolución' clave en el proceso histórico contemporáneo, tiene la peculiaridad de nombrar a lo largo de su uso diversos tipos de fenómenos naturales y sociales. Esto implica una aptitud polisémicas excepcional en el vocablo y prácticas lingüísticas muy activas, metonimias y metáforas originadas en las actividades políticas, científicas y filosóficas del mundo occidental a partir de la segunda mitad del siglo XVIII".
Una de las maneras en que la Junta Gubernativa de Buenos Aires deseaba imponer la condición de Provincia subordinada del Paraguay era, que discutirían el modelo de gobierno del Virreinato emancipado.
Francia consciente de esta maniobra hegemónica, siempre dilató toda decisión y sostuvo que era a su vez potestad de un Congreso de vecinos sufragantes la decisión de enviar o no representantes diputados para discutir formas de gobiernos futuros.
En la Nota del 20 de Julio de 1811 se esboza incipientemente la disyuntiva que enfrentaba la Provincia del Paraguay respecto de su organización política futura y ya se resumía como entrar a formar parte de una "Confederación", una unión voluntaria resultante de un pacto entre varios estados u organizaciones políticas que persiguen determinados fines comunes; a diferencia de la "federación", los miembros conservan la posibilidad de recuperar su independencia. En el caso de la "federación" de estados delegan parte de sus derechos sin renunciar plenamente a los mismos o lentamente ir cultivando el camino de la autonomía. Para corroborar su acción de defensa, principio rector de una soberanía, la Nota, se inicia explicando las acciones militares para rechazar la expedición de Belgrano:
"Cuando esta provincia opuso sus fuerzas a las que vinieron dirigidas de casa ciudad: No tubo (sic) ni podía tener otro objeto que su natural defensa. No es dudable que abolida o deshecha la representación del poder Supremo, recae este o queda refundido naturalmente en toda la Nación. Cada pueblo se considera entonces en cierto modo participante del atributo de la soberanía, y aún los Ministros públicos han menester su consentimiento, o libre conformidad para el ejercicio de sus facultades (...) reasumiendo los Pueblos sus Derechos primitivos se hallan todos en igual casi y que igualmente corresponde a todos velar sobre su propia conservación.
La confederación de esta provincia con las demás de nuestra América y principalmente las que comprendieron la demarcación del antiguo Virreinato, debía ser de un interés más inmediato más asequible y por lo mismo más natural como de pueblos no sólo de un mismo origen, sino que por enlace de particulares recíprocos intereses parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos".
Este es un manifiesto a favor de la Confederación, término que hoy en día fácilmente podría ser reemplazado por el de integración regional. Luego la nota justifica las acciones en pos de una liberación del yugo hispánico anterior al que califica de ilegítimo:
"Al fin las cosas de la Provincia llegaron a tal Estado que fue preciso que ella se resolviese seriamente a recobrar sus Derechos usurpados para salir de la antigua opresión en que se mantenían agarrados con sus nuevos (roto) de un régimen sin concierto y para ponerse al mismo tiempo a cubierto del rigor de una nueva esclavitud de que se sentía amenazada.
No fueron precisos grandes esfuerzos para conseguirlo; tres compañías de Infantería y otras de Artillería, que en la noche del 14 de Mayo último, ocuparon el Cuartel General y Parque de Artillería, bastaron para facilitarlo todo.
El Gobernador y sus adheridos, hubieron de hacer alguna oposición, con mano tímida, pero presintiendo la intención general, y viendo la firmeza y resolución de nuestras tropas, y que otras de la campaña podían venir en su auxilio, le fue preciso ceder, y al día siguiente acceder a cuanto se le exigió, luego que aquellas se presentaron en la plaza.
El principal objeto de ellas, no era otro sino allanar el paso para que la provincia, reconociendo sus derechos, libre del influjo y poderío de sus opresores, deliberase francamente el partido que juzgase conveniente. Con este fin se convocó a una Junta General, que se celebro felizmente, no solo con suficiente número de sus principales vecinos, y de todas las corporaciones independientes, más también con asistencia y voto de los diputados de las villas y poblaciones de esta jurisdicción.
En ella, se creó la presente Junta Gubernativa, que ha sido reconocida generalmente y se tomaron otras diferentes providencias que su seguridad, el conocimiento íntimo, y remedio de los males que padece, y la conservación de sus derechos, han hecho necesarios e indispensables. De todas ellas y de otros incidentes que antecedieron, instruirán a V. E. Los autos de esta revolución, que la actual Junta, consiguiente al encargo de la Provincia, tiene la satisfacción de acompañar en testimonio."
LA NOTA DEL 20 DE JULIO:
"GÉNESIS DEL PENSAMIENTO PARAGUAYO"
En esencia, la Nota del 20 de julio esboza lo que podría constituirse en la historia oficial de la naciente entidad autónoma. El pensamiento paraguayo en su vertiente occidental, se inicia en los mismos albores de la emancipación como continuación del pensamiento iluminista europeo que buscaba la libertad para todos.
Sorprende encontrar en esta Nota el nivel de ilustración de los autores que no tienen nada de inferior con respecto a otras expresiones de la época. En ella se advierte la necesidad de la Provincia del Paraguay de ir encontrando el camino a su emancipación gradual. Era imposible para la elite un retorno al estado anterior. De alguna manera los vecinos sufragantes querían comenzar a tener algún tipo de influencia en el estilo de Gobierno, en la estructura impositiva y en la organización del comercio Internacional.
Las aspiraciones tradicionales seguían intactas y consistían en el comercio de los productos provinciales sin el tipo de imposiciones exageradas y limitaciones caprichosas que se originaban en el Puerto de Buenos Aires y los eternos monopolios y prohibiciones sancionados desde la metrópoli. Las aspiraciones de la Provincia del Paraguay combinaban lo político pues deseaban poder elegir a sus gobernantes sin injerencias externas. Paso seguido en materia económica deseaban asumir la soberanía de un comercio más libre con el mundo exterior.
La idea de confederación que subyace en la Nota, es lo más oportuno por implicar la manutención de una autonomía local dentro de una estructura mayor regional.
A esta misma conclusión llega más adelante José Gervasio Artigas, sugiriendo la unión de las provincias más remotas, para superar la herencia colonial hispánica de excesivo centralismo en el Puerto de Buenos Aires, que en base a su preeminencia económica se hallaba en condiciones de imponer su hegemonía política.
Citando la Nota del 20 de julio:
"La Confederación de esta Provincia con las demás de Nuestra América, y principalmente con la que comprendía la demarcación del antiguo Virreinato debía ser de un interés más inmediato, más asequible y por lo mismo más natural, como de pueblos no sólo de un mismo origen, sino por el enlace de particulares, recíprocos intereses, parecen destinados por la naturaleza misma a vivir y conservarse unidos. No faltaban verdaderos patriotas que deseasen esta dichosa unión en términos justos y razonables: pero las grandes empresas requieren tiempo y combinación, y el ascendiente del gobierno, y desgraciadas circunstancias que ocurrieron por parte de esa y de esta ciudad, de que ya no conviene hacer memoria, la habían dificultado".
La idea de Confederación no era nueva y que incluso había sido esgrimida, sólo para ser rechazada por sectores tanto del puerto de Buenos Aires como de la misma Asunción. Era también clara la necesidad de lo que hoy llamaríamos una integración para pueblos del mismo origen y de intereses comunes. Implícito acá figura la idea de que estos pueblos tenían origen común pero no constituían una unidad política. Por eso, se hablaba de confederarlos. Nada más alejado por otro lado que el supuesto contrato social el tener que soportar la inevitabilidad de una hegemonía basada en ventajas "geopolíticas". Por lo tanto la Nota del 20 de Julio se inicia narrando los enormes esfuerzos de la Provincia del Paraguay para lograr su autonomía.
Una vez descriptos los afanes de la Provincia, la nota contempla la necesidad de una organización política donde sus intereses primaran por encima de un continuismo del sistema colonial.
"Mientras no se forme el Congreso General, esta Provincia se governará por sí misma; sin que la Exma. Junta de esa ciudad pueda disponer ni ejercer jurisdicción sobre su forma de gobierno, régimen, administración, ni otra alguna causa correspondiente a ella."
El anterior párrafo constituye una sutil declaración de independencia y soberanía, entendida esta como la doctrina moderna de la no intervención en los asuntos internos de otro Estado.
Así como la provincia no admitía injerencias externas igualmente se comprometía a respetar a sus vecinos:
"La Provincia del Paraguay, Exmo. Señor, reconoce sus derechos, no pretende perjudicar aún levemente los de ningún otro pueblo; y tampoco se niega a lo que es regular y justo. Los autos mismos manifestarán a VE, que su voluntad decidida es unirse con esa ciudad, y con las demás confederadas, no para conservar solamente una recíproca amistad, buena armonía, comercio y correspondencia, sino también para formar una sociedad fundada en principios de justicia, de equidad y de igualdad..."
El Paraguay propone una confederación en términos de igualdad, no distinta a la de la primera organización de las 13 Colonias Inglesas, donde cada Estado era un socio autónomo regido por sus propias leyes.
El siguiente punto de la Nota se refiere al aspecto comercial, presentando las milenarias propuestas de eliminar los focos de abuso colonial en contra de esta Provincia. Acá se ve al pensamiento enfocado directamente a cubrir lo que hoy llamaríamos "intereses nacionales" y por ello exige:
"que restablecido el comercio, dejara de cobrarse el peso de plata que anteriormente se exigía en esa ciudad aunque en beneficio de otras por cada tercio de yerba, con nombre de sisa y arbitrio, respecto a que hallándose esta provincia, como fronteriza a los portugueses, en urgente necesidad de mantener alguna tropa, por las circunstancias del día, y también de cubrir los presidios de la costa del río contra la invasión de los infieles."
La Nota está expresando la necesidad de la defensa con fondos comunes contrario a la costumbre de la era colonial, donde cada vecino era un combatiente a su costa y misión. El siguiente reclamo se refiere también a la libertad de comercio y dice: "que se extinguirá el estanco del tabaco, quedando de libre comercio, como otros cualesquiera frutos, y producciones de esta provincia". En estos párrafos salta de la teoría de Rousseau a la praxis cotidiana de lo que ocupaba y preocupaba al pueblo. El pensamiento era realmente revolucionario en el sentido que instaba a cambiar prácticas seculares en base a los imperativos de la soberanía popular y del contrato social en la versión Roussoniana, aplicada a la vida cotidiana.
El filósofo peruano Edgar Montiel señala en un Ensayo titulado Los TIEMPOS VENIDEROS que hay que recordar:
"que nuestra América, en pleno Siglo de las Luces, creó un concepto clave para la evolución política del mundo: La Independencia nacional: Una idea de vanguardia, tan moderna que ni siquiera los enciclopedistas creyeron posible, por eso no la incluyeron en la magna Encyclopedie. Con esta poderosa idea los americanos lograron su independencia, concibieron Constituciones y fundaron Repúblicas, que eran inéditos proyectos de vida colectiva, iniciándose primeros en el largo y complejo aprendizaje de la libertad, la conquista de la justicia y la construcción cabal de las naciones."
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Anexo II
LOS PUEBLOS INDÍGENAS EN LA INDEPENDENCIA
La REVISTA ACCIÓN de mayo de 2011, ofrece una importante reflexión, a partir de un trabajo del historiador Rafael Eladio Velázquez "Indígenas y españoles en la formación social del pueblo paraguayo" (Suplemento Antropológico No. 16, Asunción 1981). Un resumen y estudio crítico de Bartomeu Meliá, quien señala que "en el siglo XVIII, de profundos cambios, crece la población y se extiende además el área poblada; de 40.000 habitantes en 1700, se llega a 100.000 en 1800".
En el Censo del Obispo Casas, de 1682, había cuatro indígenas por cada criollo o mestizo con status de español, en tanto que en los de Azara y Aguirre, de fines del siglo XVIII, el número de los llamados españoles, es superior al doble de los indígenas. Hacia tiempos de la Independencia, la inmigración europea sigue manteniéndose casi nula. Tres censos de fines del siglo XVIII permiten determinar el crecimiento demográfico con relación al del Obispo De las Casas, y características de los diversos grupos y estratos sociales hacia 1800. Son los de los demarcadores, Francisco de Aguirre de 1782 y 1792, y el de Félix de Azara de 1793. Aguirre no incluye pueblos de indios, y sobre éstos trae cuadros parciales. El censo de Aguirre de 1782 registra 69.433 habitantes; 212 españoles europeos; 55.404 españoles americanos, 2.232 indios criollos, 739 indios originarios (yanaconas), 6.893 negros y mulatos libres y 3947 esclavos; 4941 habitantes corresponden a Asunción y su distrito que no parece ser muy extenso, pues Lambaré, Campo Grande y Tapuá están censados aparte.
Por otro lado Don Félix de Azara, Demarcador de Límites entre el Imperio Español y Portugués, anota 97.480 habitantes, de los cuales 7.088 corresponden a Asunción y su distrito; 13.589 a 8 villas y fundaciones; 42.754 a 28 parroquias, viceparroquias y partidos rurales de poblamiento espontáneo; 26.155 a 26 pueblos de indios; 1684 a 3 comunidades de pardos; y 5.533 a españoles parroquianos de los pueblos de indios no comprendidos en sus padrones o sea a los foráneos.
Nótese la división estamental de la población colonial, situación que no varió con la Independencia. Nuevas investigaciones sobre el particular, del Dr. Ignacio Telesca concluye en su obra TRAS LOS EXPULSOS CAMBIOS DEMOGRÁFICOS Y TERRITORIALES EN EL PARAGUAY DESPUÉS DE LA EXPULSION DE Los JESUITAS (2009):
"Sin embargo, lo que sí encontramos fue una cantidad grande de documentación referente a los afrodescendientes, especialmente en el fondo Civil y Judicial. No es que éste fuera un tema desconocido, ya Josefina Pla había abordado esta cuestión a principios de los 70 del siglo XX, pero generalmente se toma a los afrodescendientes como un grupo aparte de la sociedad, que tuvo su propio desarrollo y desapareció con la guerra de la Triple Alianza. Muy poco se había mirado a la sociedad paraguaya como conformada también por los descendientes de los esclavos. Las fuentes judiciales nos hablaban de una interacción entre los afrodescendientes, españoles e indígenas que le daban una fisonomía nueva a esta sociedad defines del XVIII"
Por su parte, Meliá señala: "La independencia del Paraguay no ocasionó en la población indígena mayores trastornos ni cambios que los que ya había provocado la salida de los jesuitas". "Que la integración promovida por el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli con sus reglamentos de 1768 y 1770 impulsaron el mestizaje, abrieron las puertas a elementos de fuera y facilitaron una cierta libertad para conchabarse sin mayores trabas ni obtención de licencia, para ausentarse del pueblo, pero en nada contribuyeron para que la población guaraní entrara activamente en el comercio, ni usara el idioma español como se pretendía", suma.
Melia concluye que "no ganaron los guaraníes ni en libertad ni en calidad de vida, promesas ilusorias que cumplió el gobernador de Buenos Aires". Por otro lado aclara: "Llama la atención que en la documentación utilizada durante la emancipación del Paraguay no se registrará ningún trazo del uso político de la lengua mayoritaria del pueblo. Incluso por lo que respecta al registro escrito de manifiestos, bandos y acuerdos relativos a la independencia; el eclipse del Guaraní fue total".
Señala que "en el Archivo Nacional de Asunción se conserva un único documento en guaraní, de 1813 escrito por José Antonio Aripuy, contra el comandante de Candelaria, Antonio Matiauda, por las vejaciones sufridas". Se pregunta este autor: "Fue entonces la emancipación un movimiento exclusivo de españoles, criollos castellanizados separados y ajenos al pueblo? Desconocían los próceres de la independencia y de la primera mitad del siglo XIX la lengua guaraní?".
Yegros era de Quyquyho; Iturbe de San Pedro de Ycuamandiyú; Fernando de la Mora de Tapua, Limpio, Mauricio José Troche de Curuguaty, todos lugares de sujetos guaraní parlantes hasta hoy día. Por último, el Dr. Melia, citando a Efraín Cardozo, dice "que entre las Instrucciones para Maestros del Bando del 6 de Enero se pedía a los mismos que se desterrara el guaraní y se procurara la buena pronunciación de las palabras castellanas."
Cabe concluir que esta lengua vernácula que atraviesa los siglos y es hablada por la gran mayoría de la población paraguaya como lengua materna, fue recién reconocida por la Constitución de 1992, como lengua oficial.
LA MUJER EN LA INDEPENDENCIA
La historiografía oficial recoge el nombre de Doña Juana de Lara como vinculada al movimiento independentista paraguayo, y fue declarada prócer por un Decreto en el Bicentenario Patrio. También la historiografía recoge un aspecto novedoso del papel de la mujer en la época, en la figura de Facunda Speratti, esposa del jefe de la sublevación y caudillo militar en la Independencia. Del libro MUJERES QUE HICIERON HISTORIA EN EL PARAGUAY, de Ana Barreto, recogemos este valioso documento que ilustra las ideas y ambiciones de una mujer cercana al poder, que se con-sustancia con la causa y revela la presencia de conceptos claros y complejos a lo soslayado en la historiografía convencional. Facunda Speratti, da consejos, describe la causa y muestra el camino hacia el sentimiento de patria.
"La defensa de la Patria es tan natural a la Criatura como el deseo de su existencia: el hombre libre no nació para sí sólo sino para su Patria, el buen Patriota desea momentos para desplegar la energía que abriga su corazón: estos obligantes preceptos, que la naturaleza ha sellado en los verdaderos amantes de la patria, es de primera necesidad significarlos en los apuros de esta dulce Madre.
Ella se vio vejada por una Nación Extranjera, que según de concepto público quiere extender sus cortos límites con agresiones insultantes en un precioso suelo a que no tiene Derechos, y que no es digna de poseer. El Gobierno para mirar por el honor y decoro de la Patria, que se hallaba timada con desagradables insultos, determinó sacar la oprobiosa mancha, mandando una valerosa y fuerte Expedición para desalojar de nuestro Presidio de Borbón a los que lo tomaron quebrantando el Derecho de Gentes: mi sexo no me permite salir al Campo del honor y deseando estar en él, encontré el secreto de verificarlo con el corto donativo de 25 pesos mensuales durante dicha Expedición a que me comprometí a la Patria el 16 del pasado ante Vuestra Merced para que se invirtiesen en aquellos gallardos jóvenes que con denuedo y bizarría se distinguiesen en las acciones que se presentasen; pero aún por haber frustrado dicha Expedición y cesado la causa que la motivó, no se han extinguido mis deseos, por los que siempre quiero sufragar en algún modo los gastos que han ocurrido: en cuya virtud, dígnese Vuestra Merced admitirme los 13 pesos fuertes que le remito, pasando igualmente órden al Ministro Tesorero general de Real Hacienda Don José de Elizalde descuente del sueldo de mi esposo los 25 pesos de este mes presente agosto para que también se inviertan en beneficio de aquellos hijos del Paraguay que guardan nuestras fronteras:
Esta es mi voluntad expresa, y este el consentimiento de mi ya dicho Esposo: sírvase Vuestra Merced dispensarme esta corta oferta, pues fuera mayor sino fuesen tan limitadas mis facultades: Pero yo en todo tiempo estoy dispuesta a socorrer siempre a mi Patria en sus apuros aunque quede sujeta a la sola razón de mi amable Esposo.
Dios Guíe a Vuestra Merced muchos años.
Palacio 4 de Agosto de 1812.
Josefa Facunda Sperati
Señor Vocal Don Pedro Juan Caballero"
BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO : Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Licenciada en Historia por la Universidad Nacional de Asunción.
Catedrática de la Universidad Católica de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas desde 1983, en los Departamentos de Ciencias de la Comunicación y de Ciencias Sociales.
Fue Asesora del Ministerio de Educación y Cultura por 10 años 1993 -2003, y Presidenta del Centro UNESCO Asunción, 2003-2009
Es la Coordinadora del Capitulo Paraguayo del Corredor de las Ideas del Cono Sur. www.corredordelasideas.org.
Miembro del CEADUC (Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica).
Miembro de la Comisión Directiva del Instituto Sanmartiniano del Paraguay.
Miembro de la Comisión Nacional Paraguaya de Cooperación con la UNESCO en el rango de intelectual independiente y del Museo de Arte Sacro.
Fue Directora del Museo Casa de la Independencia.
Entre sus publicaciones se pueden mencionar. "CRÓNICA HISTÓRICA ILUSTRADA DEL PARAGUAY". Co-autoría. Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, 1996. "FORJADORES DEL PARAGUAY”. Co-autoría. Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, 2000,"OCUPACIÓN DE LOS ESPACIOS EN EL PARAGUAY COLONIAL". Contribución al Encuentro: MERCOSUR, Una historia común para la integración convocada por el CARI, bajo la Dirección del Dr. Gregorio Recondo. (Centro Argentino de Relaciones Internacionales) Ediciones y Arte, Asunción, 2000. "PERIODISMO ESCRITO PARAGUAYO 1845-2001: DE LA AFICIÓN A LA PROFESIÓN", Intercontinental Editora Asunción, 2001 Coordinadora de la Edición de "VIAJE A LA NATURALEZA Y LA CULTURA: CONSULTA INTERNACIONAL UNESCO SOBRE EL TURISMO Y DESARROLLO EN EL PARAGUAY Y EL MERCOSUR", UNESCO Asunción, 2001.
ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO ABC COLOR QUE HACE REFERENCIA A UN CAPÍTULO DEL LIBRO
QUÉ CUARTEL ENTREGÓ MAURICIO JOSÉ TROCHE EN 1811?
Por VÍCTOR M. CHAMORRO NOCEDA
La Editorial El Lector, juntamente con el diario ABC Color, publicaron recientemente una breve reseña histórica de 97 páginas sobre La Guerra de la Independencia, de la doctora Beatriz González de Bossio, intelectual respetada por su larga docencia universitaria y vasta versación histórica. Con su ensayo, indudablemente, enriqueció nuestra historiografía. Sin embargo, la misma se refiere a sucesos que deben rectificarse en homenaje a la verdad histórica.
Apuntamos aquí un error sobre la actuación de los próceres en el glorioso estallido revolucionario del 14 de mayo de 1811. Es justo señalar que se equivocó por repetir añosos errores de algunos historiadores, ya rectificados en mayo de 1955 por el puntilloso investigador don Benjamín Velilla, considerado como uno de los mejores conocedores del repositorio documental obrante en el Archivo Nacional. Sin embargo, Benjamín Velilla es olvidado injustamente por nuestros historiógrafos. Por su pobreza nunca pudo compilar en libro su copiosa investigación histórica, dispersa en periódicos y revistas de antaño.
VÍSPERA REVOLUCIONARIA
El 9 de mayo de 1811 llegó a Asunción el teniente de Dragones José de Abreu, acompañado de dos asistentes, como mensajeros del general Diego de Souza. En Itapúa lo retuvo una quincena el teniente coronel Fulgencio Yegros. Ante órdenes del gobernador Velasco, le permitió viajar a Asunción.
El recibimiento de Abreu en la Recoleta, por el realismo español, fue multitudinario. Refieren los historiadores que tres mil españoles y criollos lo acompañaron alborozados hasta la Casa de los Gobernadores. Velasco le alojó en su residencia. Allí, Abreu, Velasco y los cabildantes repasaron la situación política, y se acordó el apoyo portugués. Luego, se ofreció una suntuosa fiesta en homenaje al visitante, celebrando la esperada alianza portuguesa-paraguaya.
Según Somellera, el “Fouché” de entonces, el procurador Juan Antonio Fernández advirtió, en la mañana del 14 de mayo, a Vicente Ignacio Iturbe, pariente suyo, que el gobernador Velasco conocía la trama revolucionaria. Este aviso aceleró el estallido revolucionario.
MAURICIO JOSÉ TROCHE
Examinemos aquí el error de la doctora Bossio. En la página 42, bajo el título “El golpe del 14 y 15 de Mayo”, afirma que “la guerra de la independencia llegó a su culminación en la madrugada del 15 de mayo de 1811, cuando los jóvenes oficiales aún en ausencia del jefe de la revuelta Brigadier Fulgencio Yegros decidieron presentar batalla. Para ello, contaron con la lealtad del capitán Mauricio José Troche al mando del 34 curuguateños que estaban de guardia en el Cuartel de la Plaza”.
Esta versión tradicional es falsa. Carece de respaldo histórico. ¿Pruebas? El 15 y 22 de mayo de 1955, el ilustrado investigador don Benjamín Velilla, en conferencia dictada en el Círculo de Jefes y Oficiales Retirados, publicada también en la revista de ese instituto, desnudó la falsedad de tal afirmación, basándose en documentación obrante en el Archivo Nacional. Nadie le refutó. Pues don Benjamín Velilla simplemente restauró la verdad. Nunca fue fabulista en materia de historia. Siempre habló con respaldo documental. Aunque podemos discrepar de su apreciación de los hechos históricos.
Preguntémonos ahora: ¿es cierto que Mauricio José Troche estaba de guardia la noche del 14 de mayo de 1811 en el Cuartel de la Plaza y fue él quien, con la entrega del cuartel, inició el estallido revolucionario junto con Caballero, Rivarola e Iturbe?
Mauricio José Troche y los 34 curuguateños estaban en el Cuartel de la Plaza, pero no iniciaron ningún estallido revolucionario. Estaban desmovilizados, prontos a retornar a su añorada Curuguaty. Su mérito fue no obedecer órdenes del gobernador Velasco para reprimir la sublevación del escuadrón de la Caballería y de la Maestranza de Artillería. Resumiendo, de los tres cuarteles existentes entonces en Asunción, a saber, la Maestranza de Artillería, el de la Ribera (o Caballería) y el de la Plaza o Colegio, solamente los dos primeros se sublevaron. Luego de inicial vacilación, Mauricio José Troche se adhirió al golpe revolucionario.
EL PROCESO REVOLUCIONARIO
En la primera semana de abril de 1811, según Julio César Chaves, llegaron a la capital dos jóvenes oficiales urbanos (reservistas) para iniciar los trabajos revolucionarios. La noche del 14 de mayo de 1811, ante el peligro que significaba la misión de Abreu, de concretar una alianza portuguesa-paraguaya, salieron de la casa de los Martínez Sáenz, que daba sobre el callejón histórico, tres patriotas, ya desmovilizados: Pedro Juan Caballero, Juan Bautista Rivarola y Vicente Ignacio Iturbe. La pregunta es: ¿qué cuarteles sublevaron dichos capitanes? El primero cuartel sublevado fue el de Caballería, ubicado entre el Cabildo y la Catedral, llamado Cuartel de la Ribera.
LOS SUCESOS
La noche del 14 de mayo estaba de guardia en el Cuartel de Caballería el teniente Juan Bautista Acosta, cuñado del capitán Juan Bautista Rivarola, quien sublevó el cuartel. Luego, los intrépidos capitanes Caballero, Rivarola e Iturbe, cruzando la Plaza Real, fueron al Cuartel de Artillería, actual sede de la Policía, estando de guardia el Alférez Juan Manuel Iturbe, quien apoyó el golpe revolucionario.
Reseñando, don Benjamín Velilla afirma textualmente en su aludida conferencia que el Cuartel de la Plaza o del Colegio “no participó en el movimiento revolucionario, pero tampoco actuó en contra, negándose a esto último en un requerimiento del gobernador Velasco esa misma noche del 14”.
Además, en la misma conferencia, el señor Velilla informa que “se ha tenido siempre al capitán Iturbe como el portador de la nota del Cuartel Revolucionario, así como se ha difundido desde los tiempos de la dictadura francista que este fuera el inspirador y redactor de ellas. Ambas versiones son muy inexactas (…) La segunda nota de Velasco al capitán Caballero expresa categóricamente que el mensajero de las comunicaciones fue el capitán Juan Bautista Rivarola y no Iturbe”.
“Las llaves que en dicha contestación manifestó haberme entregado el alcalde de primero voto y las que después recibí de la Tesorería –expresa claramente dicha nota– las tenía reservadas para entregar luego que se presentase algunos socios, y como V. M. me diga que desea ser depositario de ellas las manifesté al capitán Rivarola por si las quería llevar, a la que contestó que pasaría primero a informarle a V. M.”.
Es justo y necesario reivindicar al capitán Juan Bautista Rivarola como uno de los valerosos próceres de mayo y rescatarlo de la larga ingratitud del olvido.
Por otra parte, la prueba de que Mauricio José Troche no integró la plana mayor revolucionaria, la constituye el acta del solemne juramento del doctor Francia y del capitán Zeballos como diputados adjuntos designados por el Cuartel para gobernar con Velasco. El juramento se hizo la mañana del 16 de mayo, ante la cruz dominante en el patio del Cuartel y en presencia del comando revolucionario integrado por Pedro Juan Caballero, Juan Bautista Rivarola, Carlos Arguello, Vicente Ignacio y Juan Manuel Iturbe, y Juan Bautista Acosta. El acta del juramento lo publicó Cecilio Báez en su Historia Diplomática. El documento expresaba: “Comparecieron los sobredichos adjuntos y enterados del nombramiento hecho verbalmente en sus personas, dijeron que lo aceptaban y juraron por Dios y una cruz obligándose a usar de ese oficio fiel y legalmente, atendiendo a la tranquilidad y felicidad de la provincia”.
Comenta Julio César Chaves, con acierto, que “desde ese momento, el director del Gobierno es Francia, Zeballos es un compañero complaciente y Velasco se limita a firmar lo que se le pasa”.
Luego aparece Mauricio José Troche firmando otros documentos con los próceres de mayo.
Llegó la hora de desmitificar nuestra historia. La verdad debe primar siempre sobre leyendas infundadas.
Editor: alcibiades@abc.com.py
Fuente: SUPLEMENTO CULTURAL DEL DIARIO ABC COLOR
Publicado en fecha: 16 de Junio del 2013
Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY
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