EL SIGLO XX: LA REVOLUCIÓN DE 1904 Y EL PERÍODO LIBERAL
Por HELIO VERA
LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR
FASCÍCULO Nº 24 - CAPÍTULO 14
Asunción – Paraguay
2012
Coronel Elías Ayala en Villa Hayes, octubre 1904
PRIMERAS DISENSIONES EN VILLETA
Hemos visto que desde el mismo momento en que la asamblea de los jefes revolucionarios, realizada en Villeta, aprobó el acuerdo del Pilcomayo, comenzaron nuevamente a manifestarse las discrepancias entre cívicos y radicales, pese a la unión que habían formalizado para comenzar la lucha. Ya en Villeta, Manuel Gondra y Albino Jara se opusieron a las negociaciones y reclamaron una victoria definitiva en el terreno de las armas. Esta postura, felizmente, no pudo prosperar gracias a los discursos conciliatorios de otros líderes.
Por otra parte, también hubo dificultades para integrar el gabinete. Los radicales pretendían que Adolfo Riquelme fuese ministro de Guerra, lo cual produjo una fuerte resistencia de los cívicos. Finalmente fue designado el general Ferreira para dicho cargo. Para equilibrar las cosas, Emiliano González Navero fue designado ministro de Hacienda y el doctor Cecilio Báez, también radical, ministro de Relaciones Exteriores. Báez, quien cumplía una misión diplomática en Washington, como representante del gobierno de Escurra, fue sustituido hasta su regreso por el doctor Gualberto Cardús Huerta.
De entrada, el fantasma de la crisis se instaló en la nueva situación. Ni bien constituido el nuevo gobierno, hubo un conato de sublevación, liderado por el capitán Albino Jara, contra el Pacto de Pilcomayo. Gondra, a quien Jara decía representar, desautorizó el movimiento y la cosa no pasó a mayores. La unidad comandada por Jara, instalada en pleno centro de la ciudad, fue desarmada y licenciada, en una operación vigilada por el batallón N°4, que comandaba Arsenio López Decoud.
Rápidamente, en cumplimento del Pacto, se procedió a la renovación parcial de las cámaras mediante elecciones de las que solo participaron los liberales. Pero las bancas fueron distribuidas por igual entre cívicos y radicales. Los cargos de la administración también tuvieron el mismo tratamiento. Don Eduardo Schaerer, radical, fue nombrado director de Aduanas así como otros líderes de este sector.
Manuel Gondra fue designado ministro plenipotenciario en el Brasil. La esperada presencia de Cecilio Báez, quien retornaba de los Estados Unidos, creó muchas expectativas sobre las diferencias internas. Pero este endosó todas las medidas encaminadas a la unión.
Las dos facciones liberales se reunieron conjuntamente en asamblea el 13 de abril de 1905 y acordaron fundirse en una sola entidad política, con el nombre de Partido Liberal Unido. Fue formado un comité de reorganización, presidido por Antonio Taboada. Un manifiesto, fechado el 19 de mayo, expuso los objetivos de la revolución, ratificando la unidad que se había logrado "con el objeto de llevar a cabo la revolución que acaba de redimir al país del sistema de desquicio y corrupción en que se hundía". Integraban el comité las siguientes personas: Secretario, Adolfo Riquelme (radical); tesorero, Félix Paiva (radical); y vocales, Gualberto Cardús Huerta (radical), Manuel Benítez (cívico), José Tomás Legal (cívico) y Adolfo Soler (cívico).
Durante aquel tiempo predominaba el tono conciliatorio entre grupos que antes parecían irreconciliables. En un banquete que sus amigos le ofrecieron con motivo del inminente viaje a la sede de sus funciones, Gondra pronunció un discurso que se hallaba acorde con el tono general. Abogó por la pacificación definitiva del país, "que no consistirá en el mantenimiento del orden público, sino en esa paz íntima y profunda del espíritu del pueblo, que se consigue cuando cada ciudadano sabe que puede ejercer libremente sus derechos sin temer que el espionaje lo aceche ni la arbitrariedad lo detenga... Debemos de coadyuvar todos, comenzando por dar pruebas de tolerancia en nuestras luchas cívicas, principalmente los que componen las clases dirigentes del país".
El ejército fue reorganizado y creado un Estado Mayor General cuya jefatura fue entregada al capitán de fragata Manuel J. Duarte. Con él colaborarían los oficiales que fueron a formarse en Chile y la Argentina, que habían engrosado, casi todos, las filas del ejército revolucionario. Entre ellos, Albino jara, Manlio Schenone, Manuel Rojas, Patricio Alejandrino Escobar y otros. La nueva oficialidad, reformada en academias del extranjero, estaba llamada a suplir a la anterior, formada solamente en los cuarteles.
Empero, entre los recién llegados había nacido una rivalidad, que dividía los afectos entre los que habían sido formados en Chile y aquellos que se habían graduado la Argentina. Por ejemplo, Jara era "chileno" mientras que Manuel J. Duarte era "argentino". El nuevo gobierno debió afrontar, en sus primeros meses, una crisis política desatada por la actitud del jefe de policía Elías García. Este, molesto por ciertas actitudes de miembros de la Corte, llamó a su despacho a quienes lo molestaban y los obligó a renunciar. Era una clara injerencia en el Poder Judicial por medio de la fuerza, llamada a sentar escuela en la política nacional.
En seguimiento de una política que ya había sido seguida por los gobiernos anteriores, fue promulgada una ley de becas a estudiantes paraguayos en Europa y en Estados Unidos. El objetivo de dicha ley era aumentar progresivamente el número de becarios, de modo que se mantuviesen permanentemente cien plazas. Por otra parte, la presencia del empresario Gaona en la presidencia pareció crear un clima de confianza, bajo el cual ingresaron importantes capitales extranjeros. Su mensaje del 1° de abril de 1905, dirigido al Congreso, pintó un cuadro que parecía prometedor después de la guerra civil.
Pero los problemas políticos iban a frustrar todos los objetivos iníciales. Todo comenzó cuando, con el apoyo de miembros del gabinete, se patrocinó un préstamo de 400 mil pesos para la fundación de un club social en la capital. Gaona se opuso tajantemente a este proyecto y anunció que si el Congreso lo aprobaba, vetaría la ley.
En medio de esta discusión, el ministro de Guerra, general Ferreira, se preparó para viajar a Concepción, en barco. Iba a reunirse con la sociedad concepcionera, a la que iba a explicar los objetivos de la nueva situación. Ferreira pidió a Gaona que difiriese toda decisión con respecto al club social, hasta su regreso del Norte. Pero el 7 de diciembre de 1905 el presidente removió a tres ministros del gabinete: Emilio Pérez, Cayetano Carreras y Emiliano González Navero. Los dos primeros eran egusquicistas y radical el tercero. Este hecho apartaba a Gaona del Pacto de Pilcomayo, que había acordado la presencia colorada egusquicista en el gabinete.
Inmediatamente Gaona informó de su decisión al jefe de policía y al jefe de Estado Mayor, Elías García y Manuel J. Duarte, respectivamente. García resolvió acuartelarse en la Policía, en señal de disconformidad, mientras que Duarte se limitó a explicar que el ejército cumpliría con su deber.
En el mismo momento, los radicales trataron de aprovechar la situación y nombrar ministro de Guerra al mayor Albino jara, en vez del general Ferreira. Latía en el fondo la desconfianza entre cívicos y radicales. Por una parte se generó una situación de fuerte tensión cuando se inició un sumario en la Dirección de Aduana por sospechas de corrupción que apuntaban a su director, don Eduardo Schaerer. Por otra parte, la destitución de González Navero parecía confirmar la existencia de un propósito oculto contra este sector.
La solución fue convenida por los viajeros al Norte, ya que Ferreira había sido acompañado de un importante grupo de hombres del nuevo régimen. Se resolvió deponer al presidente Gaona, sin juicio político previo, medida que se hizo efectiva en una reunión del Congreso, que fue convocado para ello a sesión extraordinaria el 9 de diciembre de 1905. Gaona fue declarado cesante, sin haber mediado juicio político alguno, y en su remplazo fue nombrado el doctor Cecilio Báez. El golpe de Estado parlamentario crearía, empero, las semillas de nuevos problemas que harían explosión en el futuro. Ya en Buenos Aires, Gaona expresaría airadamente su protesta por su deposición, realizada sin juicio alguno.
Fotografía de contingentes "movilizados" para hacer frente a la "revolución" de 1904.
Revolución de 1904. Fuerzas movilizadas en la esquina del "Atajo",
actuales calles Alberdi y El Paraguayo Independiente, entre el Teatro
y donde se construiría más tarde el "Palacio Patri", hoy Dirección de Correos.
Revolución de 1904.
Entrada de los Revolucionarios en Asunción
por frente a la Estación del Ferrocarril.
Revolución de 1904. El "aviso revolucionario" "Lucia" tripulado por el
Dr. Carlos Luis Isasi (1), Juan B. Gaona hijo (2)
y Guillermo Sosa (3), entre otros.
GOBIERNO DE CECILIO BÁEZ
Cecilio Báez era ya entonces, sin ninguna duda, una de las figuras intelectuales más importantes de nuestra historia. Había revistado en las filas del radicalismo, desde las cuales fue un virulento opositor al gobierno colorado. Esto, empero, no le impidió aceptar cargos importantes en los últimos gobiernos republicanos antes de 1904.
Al comenzar su gobierno, constituyó el siguiente gabinete: Ministro de Hacienda, Emiliano González Navero; ministro del Interior, Dr. Emilio Pérez; ministro de justicia, Cayetano Carreras; ministro de Guerra, general Benigno Ferreira.
Durante su gobierno comenzaron los trabajos para prolongar la vía férrea desde Villarrica, que era su punto terminal, hasta Encarnación. Es decir, un tramo de 150 kilómetros. La terminación de este proyecto apuntaba a la integración del Paraguay con el sistema ferroviario argentino. La cuestión ferrocarrilera había sido, durante años, uno de los motivos del debate político, con reiteradas acusaciones de corrupción y de contratos ilegítimos, que tuvieron como blanco a las más relevantes personalidades del país.
Durante el provisoriato de Báez se organizó la sucesión presidencial, esta vez a un gobierno que se suponía tendría la estabilidad necesaria como para llevar a cabo los propósitos de la revolución. Mientras tanto, el propio Báez expresó al Congreso, en el mensaje en que rindió cuenta de sus actos, que "una política de conciliación de los partidos es la que conviene al país, pues harto sabemos por la historia de otras naciones que el exclusivismo o la intransigencia no han servido sino para ahondar el odio entre los ciudadanos y hacer perpetua la guerra civil, en obsequio a ambiciones ilegítimas de mando y predominio. Felizmente, nosotros no tenemos que lamentar, hoy por hoy, los tristes resultados de una política de odio; antes bien, debemos lisonjearnos de haber desterrado de nuestra vida democrática la intolerancia política, propia de la época del caudillaje".
El tiempo se encargaría muy pronto de desmentir, trágicamente, el prematuro optimismo del doctor Báez.
Jefes y oficiales de la "División Norte" del "Ejército Revolucionario",
durante la Revolución de 1904. Entre ellos, el infaltable "jefe civil"
LA MUERTE DE CARLOS GARCÍA
Varios jóvenes, indignados por el golpe contra Gaona, se consideraron desvinculados del Partido Liberal y comenzaron a atacar al nuevo gobierno, llamándose a sí mismos "constitucionalistas". Para ello, utilizaron un nuevo órgano, "Alón", en memoria de José de la Cruz Ayala, periodista liberal fallecido a fines del siglo XIX en la Argentina. El líder de este grupo era el joven Carlos García. Contra estas ideas se alzó otro nuevo órgano de prensa: "El liberal", bajo la dirección de Gomes Freyre Esteves y que respondía a las ideas de un grupo de jóvenes ex revolucionarios.
Se entabló entre ambos una polémica cada vez más violenta, que concluyó con un desafío a duelo. El motivo fue un artículo publicado en "El Liberal", escrito por Marciano Castelví, del cual se responsabilizó Freire Esteves. No hubo avenimiento, a consecuencia de lo cual tuvo lugar el duelo con revólver. García era miope, lo que lo colocaba en inferioridad de condiciones. Sus padrinos, los mayores Guanes y Albino Jara, fueron los más intransigentes a favor del duelo, igual que los de Freire: Adolfo Vázquez y Juan J. Soler. El duelo tuvo lugar en la madrugada del 13 de enero de 1906, al pie del cerro Tacumbú, aunque, para evitar consecuencias legales, se hizo constar en el acta que se realizó en territorio argentino. En el primer intercambio de disparos, García resultó levemente herido. Se realizó un segundo intercambio, y esta vez cayó muerto con un disparo fulminante en la cabeza. Este epílogo brutal de una polémica periodística conmovió profundamente a la población. El sepelio, en la Recoleta, dio lugar a una impresionante manifestación de dolor. Albino Jara pronunció la oración fúnebre. Dijo, con ese motivo: "Así ha querido la ley inmutable de los destinos humanos que bajara a la tumba Carlos García. ¿Para qué? Para dejar a las generaciones presentes y venideras un ejemplo que imitar, un camino a seguir, una entereza que sostener, una convicción que arriesgar, una dignidad que santificar y una muerte que llorar. Querido Carlos. ¡No te digo adiós, sino hasta luego, porque, como tú, yo no vivo sino por la patria, por el honor y por la gloria!".
Revolución de 1904. Fuerzas del Gobierno posicionadas
en la Plazoleta del Puerto, frente a la antigua recova.
GOBIERNO DE BENIGNO FERREIRA
Mientras tanto, tras arduas negociaciones, fue consagrada la fórmula Benigno Ferreira-Emiliano González Navero para el período 1906-1910. Durante la campaña electoral, Ferreira anunció un "culto de la política amplia, de tolerancia, de co-participación". Esta fórmula emergió cómodamente de unas elecciones en las que la oposición no presentó candidatos. Ambos asumieron, el 25 de noviembre de 1906, un mandato que muy pronto sería erosionado por grandes conflictos políticos. Ferreira tenía entonces 60 años.
El gabinete expresaba, empero, el compromiso de unidad cívico-radical. La cartera de Relaciones Exteriores fue entregada al doctor Cecilio Báez. Adolfo Soler, cívico, fue a la de Hacienda y Carlos Isasi, a Justicia, Culto e Instrucción Pública. Guillermo de los Ríos, antiguo egusquicista, recibió la cartera de Guerra y Marina, y Manuel Benítez fue nombrado ministro del Interior. Las elecciones para la renovación parcial de las cámaras del Congreso permitieron la incorporación de los colorados.
Miembros de ese partido tuvieron cargos importantes: Pedro P. Peña, como representante del Paraguay en Chile y Perú, y Arsenio López Decoud, en La Paz. En el mismo sentido debe mencionarse que en setiembre de 1907, el gobierno dispuso entregar una suma de dinero a Fulgencio R. Moreno y a Juan León Mallorquín, dos eminentes intelectuales colorados, para que compilaran y ordenaran la documentación probatoria de los derechos paraguayos sobre el Chaco.
En 1906 fue firmado uno de los varios acuerdos con Bolivia para resolver las diferencias de límites en el Chaco. Lo firmaron en Buenos Aires el ministro Soler, por el Paraguay, y el ministro Pinilla, por Bolivia. El acuerdo establecía una suerte de status quo; es decir, que los respectivos estados se comprometían a no modificar la situación existente, permaneciendo en sus respectivas posiciones.
El ejército siguió enviando becarios a institutos militares argentinos. En 1907 retornaron al país y fueron incorporados al ejército nacional, con el grado de alférez, Romero Pereira, Olimpio Escobar, César Fretes Ayala y Bonifacio Caballero, este último hijo del general Bernardino Caballero. Este dato carecería de relevancia si no fuera porque demuestra que existía cierto clima de convivencia por encima de los partidos.
En 1908, el capitán de fragata Manuel J. Duarte regresó al país de una misión en Europa, donde adquirió una embarcación para el Estado, algunos cañones, ametralladoras y el fusil Máuser, modelo alemán 1898, conocido como modelo paraguayo 1907, que pasó a formar parte del armamento convencional del ejército paraguayo.
El ferrocarril prolongó los rieles hasta Encarnación, con lo que el Paraguay quedó unido al sistema ferroviario argentino.
Esta obra exigió la adopción de la trocha argentina, lo que fue recibido poco menos que como una entrega al país vecino. La influencia argentina se hacía notar en otros hechos, tales como la incorporación de algunos comisarios argentinos a la Policía, contratados por Elías García, así como otros para el ejército.
LOPIZMO Y ANTILOPIZMO
Los primeros años del siglo XX marcaron el comienzo de un debate que duraría años y que dividiría profundamente a los paraguayos. Su eje era la figura del mariscal López, la cual polarizó las opiniones de una manera tajante y violenta.
Uno de sus primeros momentos fue la manifestación que tuvo lugar el 22 de setiembre de 1906, aniversario de Curupayty, con motivo de una peregrinación a la Recoleta, donde se rindió un homenaje al general Díaz, cuyos restos se encontraban en dicho camposanto. Allí hablaron Juan E. O'Leary e Ignacio A. Pane, para exaltar la figura del Mariscal y denostar a los "legionarios" Alguien gritó "¡Viva López!", grito muy mal mirado en esa época.
Manuel J. Duarte, ministro de Guerra, quien participaba del homenaje, replicó con un "¡Muera López!" a lo que respondió Pane con estas palabras: "¡Muerto está!" Se produjo un tumulto descomunal y la manifestación fue dispersada por el escuadrón de seguridad. El incidente dio lugar a un escándalo y a protestas vehementes de la prensa. Se acusó al presidente Ferreira de haber ordenado la carga, pese a que este había ordenado un sumario del cual surgió, como responsable, el jefe del destacamento policial que realizaba la custodia del acto: capitán Gervasio González, quien fue dado de baja. Por otra parte, Ferreira era cuestionado en nombre del naciente nacionalismo, por haber revistado en las filas aliadas durante la Guerra contra la Triple Alianza. Este nuevo elemento se sumó a los otros que encrespaban los espíritus.
Parecía, empero, que el país marchaba hacia la consolidación del orden dentro de la convivencia. El propio presidente llegó a decir, en su mensaje al Congreso de 1907: "Por fortuna, la época de los fanatismos partidistas ha pasado definitivamente en el Paraguay". Sin embargo, bajo la superficie bullían las pasiones. El viejo pleito cívico-radical no había sido superado y muchos dirigentes jóvenes se consideraban injustamente marginados del poder. Por otra parte, los colorados intentaban reagruparse para recuperar gobierno que habían perdido en 1904.
El aire elitizante que había impuesto Ferreira a su gobierno era, por otra parte, un elemento de irritación en muchos ambientes. Por ejemplo, desde "La ley", el doctor Alejandro Audivert pregonaba el derrocamiento del gobierno, al que había bautizado como "la academia del balconcito". Los radicales, desde "El Diario", dirigido por Adolfo Riquelme; también mantenían una actitud crítica, aunque formaban parte del gobierno. Al parecer con el visto bueno de Manuel Gondra, quien se encontraba cumpliendo una misión diplomática en Río de Janeiro, mantenían contacto con Albino Jara y otros jefes, que podrían ser los arietes de un golpe.
Revolución de 1904.
Soldados "movilizados" para defender al Gobierno, por las calles de Asunción
EL SIGLO XX: LA REVOLUCIÓN DE 1904 Y EL PERÍODO LIBERAL
HELIO VERA
LA HISTORIA DEL PARAGUAY - ABC COLOR
FASCÍCULO Nº 25 - CAPÍTULO 14
Asunción – Paraguay
2012
Se cree que el propio ministro de Guerra, Manuel J. Duarte, cooperaba con la conspiración, en la falsa creencia, que le habían inducido hábilmente, de que él sería el jefe de una revolución triunfante. Otro factor irritativo era la actitud prepotente del jefe de policía, Elías García, quien pretendía imponer, a la fuerza, hábitos ciudadanos a una población que vivía en la pobreza y en la ignorancia. Su policía perseguía el empleo del poncho y la costumbre femenina de fumar cigarros. Se acusaba al gobierno de pretender arraigar costumbres elitizantes.
Revolución de 1904.
Fuerzas de Artillería que defendían al gobierno del Cnel. Escurra,
posicionadas frente a la Iglesia de Trinidad
EL GOLPE DEL 2 DE JULIO
En la noche del miércoles 1 de julio, en una reunión de gabinete, el jefe de policía, Elías García, informó detalladamente sobre el golpe, que incluía entre sus hombres a personalidades del gobierno, incluyendo al propio secretario general de la Presidencia de la República, Juan José Soler. Duarte dijo airadamente. "Yo respondo de la lealtad del ejército" y se negó a autorizar la detención de los posibles jefes del movimiento, luego de lo cual se retiró bruscamente de la reunión. Soler informó a Jara que el plan había sido descubierto, ante lo cual este se decidió a actuar inmediatamente.
Esa noche se inauguraba el Banco Mixto de la República. Mientras tenía lugar una recepción con ese motivo, Jara se reunía con los demás conjurados en la casa de negocios de Marcos Caballero Codas, en Colón entre Palma y Estrella. El anfitrión era ex diputado colorado e hijo del general Bernardino Caballero. Varios colorados prominentes acudieron allí para participar del golpe, incluyendo a Marcos Quaranta, el capitán retirado Américo Benítez y otros.
En la madrugada del jueves, bajo una fría llovizna, Jara ingresó al cuartel de Artillería (posteriormente sede del Hospital Militar), junto con varios conjurados, y asumió la jefatura de la unidad. Después de apresar a los oficiales que no eran de su confianza, comenzando por el oficial de guardia, teniente Benjamín Velilla, Jara hizo formar a la tropa y, enseñándole unas escarapelas argentinas para quepis, les arengó: "¿Queréis ser argentinos, con Ferreira, o seguir siendo paraguayos, conmigo?". Las ruedas de los cañones Krupp fueron cubiertas con lonas y frazadas para no hacer ruido al rodar sobre el empedrado.
Las piezas fueron emplazadas a unas dos o tres cuadras de la policía. Poco después eran tomados el 2 de Infantería (posterior sede del Colegio Militar) y el Parque de Guerra, contiguo a aquel, donde se encontraban todas las armas adquiridas en Europa, las cuales fueron empleadas para derrocar al gobierno que las había comprado. La policía fue atacada a cañonazos y se produjo un combate en plena ciudad.
El primer disparo fue efectuado por el propio Jara, desde la avenida República y 15 de Agosto. Otros disparos fueron realizados desde la esquina de Palma y 24 de Mayo.
Acudieron en apoyo del golpe civiles colorados, en la creencia de que el objetivo era devolver el poder a su partido. La policía se defendió con 300 fusileros, con un fuego bien dirigido, bastante eficaz, ya que dejó algunas piezas sin sus servidores. Entre los defensores se destacó el capitán argentino Ponce de León. El coronel Duarte, cuya inoperancia o complicidad fue decisiva, fue apresado por los rebeldes y radiado para siempre del ejército. Un buque que había venido con refuerzos para el gobierno fue detenido y empleado contra él.
El general Ferreira se instaló en el Palacio con unos cien hombres de la Marina y resistió desde ese sitio. La policía hizo lo mismo durante tres días con singular energía, hasta que el edificio prácticamente se desmoronó sobre sus defensores.
Sus hombres se distribuyeron entre el Teatro Nacional, el palacete Patri (hoy Dirección de Correos), las torres de la Catedral y otros edificios del centro. El entrenamiento a que había sido sometida la policía le permitió una defensa eficaz, que causó numerosas bajas entre los rebeldes.
También acudió, para reforzar la defensa gubernista, la pequeña guarnición de caballería, entonces acantonada en Paraguarí. De Concepción llegó, en barco y en apoyo del gobierno, un destacamento bien equipado, al mando del comandante Rodolfo Ayala, pero fue capturado apenas llegado al puerto. Hubo un momento en que un oficial, el capitán Víctor Escauriza, le dijo a Ferreira, que estaba en el Palacio, que tenía en la mira del fusil al mayor Jara y le pedía autorización para disparar. Ferreira se opuso terminantemente.
Los radicales se mantuvieron indecisos en los primeros momentos, ya que parecía que el golpe era de inspiración exclusivamente militar y colorada. Solo pocos civiles de ese sector se presentaron a cooperar con Jara. Pero con el correr de la lucha acudieron al llamado de este, con lo que cambió el color de la revolución.
Finalmente, a las 4 de la tarde del sábado 4 de julio de 1908, después de gestiones del cuerpo diplomático en las que cumplió un papel decisivo el representante norteamericano, general O'Brian, el general Ferreira envió su renuncia al cargo, en nota dirigida al Congreso Nacional. El propio Jara acompañó a Ferreira hasta su domicilio, donde quedó bajo custodia. Y también lo acompañó hasta el puerto, cuando partió al exilio. Todos los militares que apoyaron el golpe obtuvieron ascensos (Jara pasó velozmente de mayor a coronel) y tres meses de salario.
La inundación de 1905. En la imagen, el agua ya había inundado
la Plazoleta del Puerto y llegaba a la calle Montevideo,
sumergiendo las instalaciones de "La Industrial Paraguaya"
PRESIDENCIA DE GONZÁLEZ NAVERO
Asumió el poder el vicepresidente, Emiliano González Navero (1861-1934), pero era evidente que el hombre fuerte de la situación era Albino jara. Nació entonces el dicho popular, inevitable cada vez que los truenos amenazan tormenta: "¿Aipóa piko ara terapa jara?" (¿Eso es el tiempo o es Jara?).
El coronel triunfante del golpe del 2 de julio se convirtió en la figura más popular del momento. Todos buscaban su amistad y su apoyo, y todos lo ensalzaban. El 5 de julio era ministro de Guerra del nuevo gobierno.
El gabinete de González Navero reflejaba ya la tendencia exclusivista que sería una característica de los gobiernos radicales y que el propio general Ferreira se había rehusado secundar. Lo componían las siguientes personas: Interior, Manuel Gondra; Guerra y Marina, teniente coronel Albino Jara; Hacienda, Dr. Gualberto Cardús Huerta; Justicia, Culto e Instrucción Pública, Dr. Manuel Franco; Relaciones Exteriores, Dr. Eusebio Ayala.
El 4 de julio, los revolucionarios triunfantes dieron a conocer un manifiesto en el que ponían énfasis en que el movimiento había sido "netamente liberal radical"; y seguiría el camino trazado por la revolución de 1904. No obstante, anunciaba que el nuevo gobierno, "aunque sus hombres pertenezcan a un determinado partido, hará una política ampliamente nacional, tolerante, reparadora y sin injustos exclusivismos". El documento anticipaba que no habría persecuciones e invitaba a todos a cooperar en la obra de "la regeneración de la patria". Esta aclaración tenía un motivo: por un momento pareció que los colorados eran los dueños del movimiento y varios dirigentes de ese sector tuvieron activa intervención. El comité revolucionario, constituido sobre la marcha, había sido integrado con Albino Jara, Adolfo Riquelme, Patricio Escobar, Manuel Franco, Gualberto Cardús Huerta, Félix Paiva y Eusebio Ayala.
Los colorados se sintieron defraudados, ya que, al parecer, Jara les había prometido integrar el gobierno. El jueves 23 de julio de 1908, a bordo del buque "Tritón'; el general Caballero regresó a Asunción, en cuyo puerto fue recibido por una manifestación.
Una guardia de honor, encabezada por el ex presidente coronel Juan A. Escurra, lo recibió en el puerto. La integraban, entre otros, el coronel Zacarías Jara, el comandante José Gill, Emilio Romero Pereira, Matías Goiburú y muchos otros. Pronunciaron discursos el doctor Antolín Irala, ex canciller; el mayor Justo A. Pane, Ricardo Brugada (h) y Juan E. O'Leary. Caballero, ya anciano -tenía 69 años-, rechazó un carruaje y se dirigió a su casa caminando, rodeado de sus amigos. Allá recibió, poco después, la visita de Manuel Gondra y de Albino Jara, quienes le dieron la bienvenida en nombre del gobierno.
La revolución triunfante decretó el estado de sitio y disolvió las dos cámaras del Congreso, con el pretexto de que habían sido constituidas dictatorialmente por el gobierno depuesto. Todos los jefes y oficiales que habían sido leales al gobierno fueron dados de baja, incluso los que no habían participado de la lucha, como el capitán Elías Ayala, que se encontraba en el Chaco.
Otra muestra de la virulencia del ataque a la policia cuando el golpe del 2 de julio de 1908.
La imagen corresponde a la esquina de Chile y Presidente Franco.
El ex presidente Ferreira mantuvo la dignidad hasta el último momento. Cuando llegó a Buenos Aires, donde había vivido muchos años, respondió a los requerimientos de la prensa con estas palabras: "Nada favorable para mi país puedo decir en estos momentos, y no debo decir nada que le sea desfavorable en tierra extraña, ni aun en un país amigo, como es la Argentina". El Partido Liberal quedó dividido y los resentimientos surgidos de aquel sangriento golpe tendrían largas consecuencias en la historia política del país.
Manuel Gondra, quien se hallaba en Río de Janeiro como representante diplomático del Paraguay, volvió a Asunción el 17 de julio. Había sido designado ministro del Interior del nuevo gobierno, pero renunció a este cargo para consagrarse a la organización del partido.
El 7 de agosto tuvo lugar en el Teatro Nacional una asamblea en la que se resolvió crear un partido de gobierno, "ahora que el Partido Liberal -como dijo Gondra- considera concluido su período revolucionario y cree llegado el momento de organizarse sobre nuevas bases y con nueva orientación". En dicha ocasión, Gondra llamó a Jara "pundonoroso militar".
El 15 de agosto, en un solemne acto realizado en el Teatro Nacional, fue fundado el partido que tendría como misión sostener al nuevo gobierno. Tendría el nombre de Partido Liberal. Una comisión provisoria, integrada con los señores Manuel Gondra, Víctor M. Soler, Juan B. Gaona, Francisco Campos, Eligio Ayala, Modesto Guggiari y Sebastián Ibarra Legal, quedó encargada de los trabajos de organización. En dicho acto, don Manuel Gondra pronunció un discurso que resume su pensamiento político y que, además, es uno de los más notables en el itinerario del pensamiento político.
"Es menester -dijo- que los partidos y, sobre todo, los partidos como el nuestro, que hasta ayer estaban en la oposición, sepan que el derecho a gobernar no basta tenerlo escrito en las leyes, sino que hay que incorporarlo a las costumbres".
Con referencia al polémico problema de la discusión del pasado histórico, dijo: "No envenenemos nuestras cuestiones políticas, nuestro puro ambiente de civismo ni el estandarte inmaculado de la libertad: aceptemos el pasado íntegro de la patria, con sus errores, con sus glorias, con sus sufrimientos y con sus martirios. No busquemos raíces a los partidos actuales, no busquemos faltas ni errores en la tradición y respetemos todo el pasado; respetemos hasta nuestra tiranía, ya que nuestro tirano ha sido el único de los tiranos de América que supo morir teniendo en sus labios el nombre de la patria".
Afirmó por último que el objetivo era "realizar el común anhelo de un partido de respeto al derecho ajeno, de confraternidad y de concordia entre todos los ciudadanos, porque solamente así podría este partido cumplir su grandiosa misión. Su divisa deben ser las palabras del orador francés: somos la razón, la justicia, somos el derecho, pero cuando se nos obligue, también somos la fuerza".
Gondra pasaría a asumir el liderazgo intelectual del radicalismo, quedando desplazado para siempre el Dr. Cecilio Báez en esa función. Por otra parte, los llamados jóvenes "constitucionalistas" se plegaban poco después al nuevo sector, que, aunque había adoptado el nombre tradicional de Partido Liberal, de hecho representaba solo a la fracción radical. Por otra parte, para sustituir a las cámaras ya disueltas, el gobierno convocó a elecciones, de las que solo participaron candidatos liberales, quienes ocuparon sus bancas el 15 de diciembre de 1908. Otras elecciones para renovación parcial de las cámaras se realizaron a comienzos de 1909, también sin participación de fuerzas opositoras.
Las intemperancias entre liberales se cobraban la primera víctima.
Carlos García, en la caja mortuoria, exponente de la juventud partidaria, director del “Alón”,
muerto en un duelo por Gomes Freire Esteves, uno de los redactores de "El Liberal"
que respondía a la línea de Antonio Taboada y Benigno Ferreira.
El "lance caballeresco" se produjo en las faldas del cerro Tacumbú
en la madrugada del 13 de enero de 1906.
CONSPIRACIÓN COLORADA DE SETIEMBRE DE 1908
Los colorados, que se sintieron engañados por Jara, intentaron un golpe; esta vez con su propia gente y bajo la dirección militar de José Gill, hijo del ex presidente Juan Bautista Gill. El alzamiento debía estallar el 21 de setiembre de 1908 y consistiría en la toma sorpresiva de los cuarteles, para lo cual se contaba con algunos oficiales de menor graduación y cierto número de suboficiales. Descubiertos algunos hilos, varios días antes de la fecha señalada, fueron capturados varios de los conjurados, algunos de los cuales fueron víctimas de toda clase de vejámenes. El sargento de caballería Apolinario Espínola, uno de ellos, pereció en el hospital como consecuencia de los malos tratos sufridos en el "interrogatorio".
Las detenciones fueron numerosas e incluyeron a periodistas extranjeros, como Rafael Barret y Guillermo Bertoto, a quien se le obligó a tragar un trozo de papel que contenía un artículo que Jara había considerado insultante para el gobierno. Varios detenidos fueron embarcados, en la noche del 9 de setiembre, en el buque llamado paradójicamente "Libertad". Engrillados, fueron llevados a Bahía Negra, desde donde algunos fueron arrojados a territorio brasileño. Entre ellos, los doctores Cayo Romero Pereira y Virgilio Silveira, ambos colorados, así como varios liberales cívicos. Los demás fueron conducidos a fortín Galpón, a 20 leguas Chaco adentro, y a orillas del río Negro. Los prisioneros fueron sometidos a toda clase de malos tratos.
Un miembro del Superior Tribunal de justicia, el doctor Manuel Viera, buscó asilo y emigró, porque las órdenes de habeas corpus eran desacatadas.
Otro doloroso episodio vino a acentuar la imagen de desborde del nuevo régimen. Los presos políticos que se encontraban en el Chaco fueron trasladados a la penitenciaría de Emboscada, debido a que las inundaciones habían aislado las guarniciones de Bahía Negra y Fortín Galpón. Una vez en ese sitio, intentaron una fuga masiva, el 7 de mayo de 1909. El teniente Alejandro Duarte, uno de los prisioneros, logró inmovilizar al centinela y despojarlo de su arma, mientras los demás se apoderaban de la guardia. Reaccionaron los carceleros y se entabló una dura lucha, luego de la cual los presos se apoderaron de la cárcel. Pero el teniente Duarte pagó el intento con su vida, así como otro compañero. Era hermano del comandante Manuel J. Duarte, anterior ministro de Guerra y Marina, cuya inexplicable indecisión hizo posible el golpe del 2 de julio. Los presos lograron escapar; se llevaron 50 carabinas Máuser.
Unos cruzaron el Pilcomayo y se refugiaron en la Argentina; otros lograron llegar al Brasil.
Caricatura de cuatro presidentes paraguayos de una serie aparecida
en la revista argentina "Caras y Caretas".
Las ilustraciones fueron obra del gran dibujante paraguayo
"Chuchín" Sorazábal y retrataban a Manuel Gondra,
Cecilio Báez, Eligio Ayala y José P´Guggiari.
REVOLUCIÓN DE LAURELES
Mientras tanto, funcionaba en Buenos Aires un comité revolucionario colorado, presidido por el general Caballero. En la provincia de Corrientes, con el apoyo de las autoridades regionales, se organizó un campamento bajo la jefatura de José Gill, donde los futuros combatientes realizaban ejercicios militares. Las operaciones se organizaron en forma de montoneras que comenzaron a operar en la segunda mitad de 1909 y se apoderaron de algunos pueblos, como Cangó Bobí (Artigas), Yuty y San Pedro del Paraná. Debían ser seguidas de una doble y enérgica acción: en el sur, desde Corrientes y con dirección a Humaitá, al mando de José Gill y, en el norte, desde el Brasil, al mando de Cayo Romero Pereira. Cuando se conocieron los planes rebeldes, el propio Albino Jara se dirigió al sur con un contingente de mil hombres.
Tal como se esperaba, Gill cruzó el río con 300 hombres, desde Corrientes, y ocupó el pueblo de Pedro González. Se contaba con que algunos suboficiales de la guarnición de Humaitá iban a entregarla a los revolucionarios. Pero los planes fueron descubiertos. Un sargento de artillería, Marcelino González, fue apresado y fusilado en el acto delante de la tropa formada, por orden del comandante Adolfo Chirife.
El comandante revolucionario Gill resolvió atacar Laureles, adonde había llegado recientemente un fuerte destacamento de unos 700 hombres, al mando del comandante Américo Benítez. A mediados de setiembre, la columna de Gill, al mando de Alejo Ramírez, ex comandante de las Misiones, atacó resueltamente la guarnición de Laureles, numerosa y mejor armada. El resultado fue desastroso.
Después de dos días de combate, la fuerza atacante quedó desecha, y los que pudieron, incluyendo a Gill, repasaron el río por Guardia Cué, rumbo a la Argentina. Unos nueve prisioneros fueron pasados por las armas. El comandante Ramírez también pereció en la acción.
En el norte, la situación fue igualmente desastrosa para la revolución colorada. Con el propósito de reprimirla, una expedición fue despachada a la zona, a las órdenes del teniente coronel Mendoza, a quien acompañó don Manuel Gondra en persona, como jefe civil. Una flotilla, a bordo de la cual se movilizaban los revolucionarios en el río Paraguay, fue atacada por los expedicionarios y dispersada o capturada. La mayoría de los rebeldes pasaron al Brasil. Una embarcación revolucionaria, que había logrado llegar a Murtinho, fue capturada allí mismo y llevada a aguas paraguayas, con protesta vehemente de las autoridades brasileñas, que no pudieron hacer nada para impedirlo. También hubo ejecuciones sumarias de prisioneros, incluyendo al sargento F. Candia. En total, la intentona no duró más de veinte días.
Estos y otros excesos crearon un ambiente muy tenso en todo el país. Para apaciguar los ánimos, el presidente González Navero anunciaría, meses después, la conveniencia, "en homenaje a la concordia, la sanción de una ley de amplia amnistía para los delitos políticos. Ella vendría a disipar infundadas prevenciones y a decidir la vuelta al hogar de los patriotas alejados del país por compromisos partidistas".
Puerto Rosario, poco después del combate naval
entre "revolucionarios" y fuerzas del gobierno de Jara.
Cerca de este lugar, sería asesinado Adolfo Riquelme.
ACUERDO CÍVICO-COLORADO
En abril fue dictada una ley de amnistía general, con el fin de pacificar los espíritus después de las sangrientas jornadas recientes. Siete meses después del asalto a Laureles, José Gill, ya en Corrientes, dio a conocer, el 8 de mayo de 1910, un manifiesto en el que se hizo personalmente responsable del fracaso. Pero abogaba por la paz, afirmando que debía imponérsela "a cualquier precio", constituyéndose en "el primer abanderado de la paz, de la unión y de la confraternidad".
Otro alzamiento, esta vez preparado por los cívicos, desde el Uruguay, también fracasó rotundamente. Posteriormente, el 12 de noviembre de 1909, cívicos y colorados acordaron unir sus fuerzas para batir al gobierno radical. Un documento fue firmado, con ese motivo, por los principales caudillos de ambas fuerzas. La jefatura militar estaría a cargo de los generales Bernardino Caballero y Benigno Ferreira.
Serían secundados por los coroneles Elías Ayala y Juan A. Escurra. Se compraron armas y municiones y se organizaron campamentos en la frontera, en Formosa y Corrientes. Pero la vigilancia argentina impidió que el proyecto revolucionario alcanzase mayor envergadura.
Es interesante señalar que el documento establecía que, en la hipótesis de que triunfase la revolución y fuese derrocado el gobierno, "los coligados formarán una agrupación política, con base en la coalición, con estatutos y autoridades propios, agrupación de la cual deberán salir los candidatos para presidente provisorio y presidente y vicepresidente definitivos de la República que serán propiciados ante el país".
El gobierno de González Navero transcurrió de sobresalto en sobresalto, jaqueado por las intentonas revolucionarias de cívicos y colorados, unidos o por separado. Pero no solo ese problema aquejaba al nuevo régimen radical. Al mismo tiempo se levantaba, como un nuevo factor de crispación, la influencia del coronel Jara, jefe triunfante del 2 de julio de 1908 y ministro de Guerra, quien planteaba constantes problemas a la estabilización política.
Poseído de su papel de líder militar, Jara acosaba al gabinete con sus continuas interferencias. Sus ambiciones presidenciales eran bien notorias, por lo que las esperanzas radicales se cifraban en que Gondra aceptase su candidatura.
Este dudó mucho antes de decidirse a aceptarla, probablemente porque el hecho de haber nacido en la Argentina podría constituir algún impedimento legal. Su decisión se produjo cuando sus amigos le advirtieron que, si no lo hacía, podría ser proclamada la fórmula Albino Jara-Eusebio Ayala, por la que ya se venía trabajando activamente.
Finalmente, el 15 de mayo de 1910, el Partido Radical proclamó la fórmula Manuel Gondra-Juan B. Gaona para el siguiente período presidencial 1910-1914. La convención tuvo lugar en la Sociedad Italiana, en Palma entre 15 de Agosto y 14 de Mayo. La proclamación fue realizada por el doctor Alejandro Audivert, convencional por Acahay, luego de lo cual Gondra fue llevado en andas hasta el local partidario, ubicado sobre la actual calle Coronel Bogado entre Iturbe y Caballero. En una manifestación de apoyo que le llevaron sus partidarios, Gondra prometió gobernar con "los mejores de todos los partidos"; aunque "por lealtad política reservaré los puestos de mayor confianza para los correligionarios".
Por su parte, los antiguos cívicos se agruparon en una nueva institución política, con el nombre de Partido Liberal Democrático. La reunión en que se adoptó esta decisión fue realizada en julio de 1910. Se contó con la presencia de las personalidades más representativas de esta corriente, como Antonio Taboada, Pedro P. Caballero, Pascual Velilla, Marcelino Rodas, José Antonio Pérez, Carlos Isasi, Gómes Freire Esteves y otros.
Ya habían pasado Juan B. Gaona y Cecilio Báez, los primeros presidentes de la era liberal.
Ahora le tocaba el turno al General Benigno Ferreira, derrocado el 2 de Junio de 1908
por un golpe de los radicales.
El actor militar de la acción fue el Coronel Albino Jara,
a quien se observa en esta postal que muestra las secualas del cañoneo al Cuartel de Policía.
GOBIERNO DE GONDRA
La noche del 24 de noviembre, víspera de la asunción al mando, Gondra la pasó con Jara, tratando de convencerlo de aceptar el cargo diplomático que le había ofrecido. Jara se mantuvo firme, debido a lo cual Gondra se vio obligado a incluirlo en el gabinete. El candidato a vicepresidente era el mismo Gaona que había sido derrocado en 1905 y que fuera sustituido por Cecilio Báez. No hubo otros candidatos, por lo que no hubo problemas para que dicha fórmula fuese consagrada triunfante.
Gondra asumió funciones el 25 de noviembre de 1910. En su gabinete figuraba Jara como ministro de Guerra y Marina, lo que causó una gran decepción, ya que eran muy conocidas las relaciones de tirantez que planteaba la presencia del coronel en el gobierno. En el gabinete también se encontraban, como ministro del Interior, Adolfo Riquelme, quien había entrado en serias divergencias con Jara; el Dr. Héctor Velázquez, en Relaciones Exteriores, y en Hacienda, el Dr. José A. Ortiz.
En el gabinete fue incluido alguien cuyo nombre tendría resonancias en el futuro del Paraguay: el doctor Eusebio Ayala, como ministro de justicia, Culto e Instrucción Pública.
Prueba de su amplitud y de su propósito de integrar a todos los sectores en la gestión pública fue la designación de Francisco C. Chaves, notorio miembro del Partido Colorado, como miembro del Superior Tribunal de Justicia, junto con Manuel Franco y Manuel Burgos. En la Cámara de Apelaciones en lo Civil y en la de Apelaciones en lo Comercial fueron nombrados otros dos conspicuos colorados: Isidro Ramírez e Ignacio A. Pane, respectivamente. Igual criterio se siguió en otros cargos de la administración de justicia. Por ejemplo, Juan León Mallorquín fue nombrado juez de primera instancia en lo Civil.
Gondra, ya presidente, contrajo matrimonio con Emilia Alfaro, en enero de 1911, justo en momentos en que las tensiones estaban llegando a su punto culminante. Fue, que se sepa, el único caso de un presidente en contraer nupcias durante su mandato. Mientras tanto, los problemas políticos seguían su curso. Hubo un intento de apresar a Jara en el cuartel de Artillería, que funcionaba en el local que ocupó durante décadas el Colegio Militar. Pero, al parecer, Jara fue advertido por el propio jefe de policía, Mario Usher, supuesto hombre de confianza de Gondra. Jara cambió la guardia y el encargado de apresarlo, teniente coronel Mendoza, comandante de la unidad, ya no pudo hacer nada. Jara llamó a Mendoza a su despacho, al día siguiente, y le enrostró lo ocurrido. Tuvo lugar una violenta discusión, luego de la cual el ministro de Guerra pareció apaciguarse.
Por su parte, el comandante Manlio Schenoni, que había sido testigo de la escena, pidió su baja del ejército, porque no estaba de acuerdo con el inminente golpe de Jara, al que veía como inevitable. Gondra, mientras tanto, resolvió finalmente enviar a Jara al exterior, para lo cual, el 15 de enero de 1911, elaboró el decreto correspondiente. Pero Jara se refugió en los cuarteles y desde allí se preparó a resistir la medida. El 16, luego de obtener el apoyo del jefe de policía, Mario Usher, resolvió rebelarse contra el gobierno. Previamente, Jara intimó a Gondra a tomar medidas contra el ministro del Interior, Riquelme y sus amigos, acusándolos de tramar su asesinato. El 17, la ciudad amaneció con ese estado de sublevación. Gondra trató de resistir, y para ello preguntó al jefe de policía, Usher, si estaba en condiciones, pero la respuesta fue que las comisarías ya habían sido tomadas.
Aislado, el presidente no vio otra salida que enviar su renuncia al Congreso, que se reunió esa misma tarde. También dimitió, aunque "por razones de salud"; el vicepresidente Juan B. Gaona, evidentemente en solidaridad con Gondra. También dimitieron dos de los miembros del Superior Tribunal de justicia, doctores Manuel Franco y Manuel Burgos.
Las cámaras reunidas, constituidas exclusivamente por radicales (gondristas y jaristas) aceptan la renuncia, por mayoría. El único en oponerse fue el diputado Tomás Ayala. Acto seguido, Jara es designado presidente provisional. Tendrá como principales colaboradores a las dos figuras intelectuales más relevantes del país: Cecilio Báez y Manuel Domínguez.
El efímero gobierno de Gondra -un mes y siete días- dio lugar al nacimiento de otro dicho popular: "Taguapy sapyáitemi, he'i Gondra" (Me sentaré solo un ratito, dijo Gondra). En realidad no pudo hacer nada, salvo dimitir, ya que el ejército estaba sublevado contra él, gracias, entre otras, a las activas gestiones del teniente coronel Goiburu, quien cerró el paso a todas las tratativas entre Gondra y Jara.
Una de las iniciativas del presidente Gondra fue la realización de elecciones para renovar las cámaras del Congreso y, con ello, incorporar a los colorados, los cuales se hallaban fuera del Parlamento.
Desde 1908, el Poder Legislativo solo estaba integrado por radicales, situación que Gondra se propuso cambiar con estos comicios, que se realizarían el 26 de marzo de 1911. En efecto, El Partido Nacional Republicano presentó candidatos y, gracias a ello, se incorporaron a la labor legislativa tres políticos jóvenes junto a otros grandes intelectuales: Ignacio A. Pane, Antolín Irala y Ricardo Brugada (h) para la Cámara de Diputados. Cuando las elecciones se llevaron a cabo, Gondra ya había caído, pero el coronel Jara aceptó su realización.
Frente a la Plaza de los Héroes, distintos componentes de la Asunción
de principios de siglo: el tranvía de la CALT, el carrito, el palomar y el kiosko.
GOBIERNO PROVISIONAL DE ALBINO JARA
El 17 de enero, Jara, ya presidente, constituyó el siguiente gabinete: Relaciones Exteriores, Dr. Cecilio Báez; Interior, Dr. Sebastián Ibarra Legal; Justicia, Culto e Instrucción Pública, Dr. Manuel Domínguez; Hacienda, Dr. José A. Ortiz; Guerra y Marina, comandante Carlos Goiburú.
Para apoyar al nuevo gobierno se organizó una nueva fuerza política -la Unión Nacional-, que incorporó a ex liberales cívicos, radicales jaristas y colorados y a personas provenientes de otros sectores. El liderazgo de Jara, ejercido verticalmente, permitía mantener unidos a individuos de orígenes tan heterogéneos como los que revistaron en el jarismo. Entre ellos, personalidades de primera importancia como Báez, Domínguez, O'Leary, Juan José Soler, Arsenio López Decoud, Alejandro Audivert, Sebastián Ibarra Legal, Francisco Bareiro, Marcos Caballero Codas y otras.
O'Leary es designado director del Colegio Nacional, cargo en el cual reemplazará a Cleto Romero, y Juansilvano Godoi recibe el cargo de ministro plenipotenciario en Río de Janeiro, cargo en el que duró poco -fue sustituido por Francisco C. Chaves-, debido a las indiscreciones que incluyó en su discurso de presentación.
El entorno militar de Jara estaba constituido por los mayores Sosa y Oliver y los capitanes Tomás Mendoza, Valenzuela, Fidel Ferreira y otros. El teniente coronel Goiburú, su antiguo camarada en Chile, era uno de sus allegados principales. Un capitán chileno, Maximiliano Joffré, contratado en 1909, será uno de sus principales asesores militares, con el grado de teniente coronel.
La reacción radical no se hizo esperar. Adolfo Riquelme -contaba entonces con 33 años- levantó una sublevación de las guarniciones de Concepción, a cargo del mayor Alfredo Medina; de Misiones, a cargo del capitán Francisco Brizuela, y la de Humaitá, a cargo de Adolfo Chirife. Manuel Rojas, ministro de Guerra, quien debía comandar la expedición al norte, se exilió en la Argentina. Adolfo Riquelme se presentó en Concepción y se puso al frente del movimiento, declarando que lo hacía en apoyo de Manuel Gondra. Pero este se dirigió a Bouvier, en la Argentina, y allí se quedó.
Jara arrojó su ejército contra los sublevados. Un fuerte destacamento, al mando de Goiburú, se lanzó al sur, donde, en un violento combate trabado el 6 de marzo, batió a los rebeldes en Cái Puente, dispersándolos totalmente y obligando a sus jefes a buscar refugio en la Argentina. Goiburú volvió inmediatamente hacia la capital, pero permaneció en Ypacaraí ante la noticia de que los rebeldes del norte se estaban dirigiendo a la capital.
En efecto, una avanzada revolucionaria, al mando del mayor Donato Alonso, llegó hasta Paso Ñandeyára, entre Limpio y Trinidad. Un destacamento, al mando del mayor Enrique Oliver, fue enviado a contenerlo, y se libró un encuentro de cuyas resultas fueron completamente derrotados los revolucionarios y tomado prisionero su jefe. Ante esto, Riquelme ordenó el repliegue del grueso hacia Rosario, junto con los sobrevivientes de Paso Ñandeyára.
Luego de esto, el propio Jara asumió el mando de una fuerza de dos mil hombres que se dirigió a Rosario a destruir el último foco. La fuerza gubernista desembarcó al caer la tarde del 17 de marzo, en un lugar llamado Puerto Loma, desde donde se dirigió, a marcha forzada, hacia Rosario. Al amanecer del 18, cuando cruzaba el estero Bonete, fue recibida con un denso fuego de fusilería rebelde, que le causó numerosas bajas.
Se combatió durante seis horas. Riquelme con sus hombres, unos 500, se defendieron detrás de vigas y rollizos, aunque estaban separados de los atacantes por un esteral. Los gubernistas atacaron resueltamente sin hacer caso de las numerosas bajas, hasta que llegaron al cuerpo a cuerpo, luego de lo cual los rebeldes se dispersaron en los montes vecinos. El jefe de la infantería revolucionaria, el teniente Ricardo Cardozo, pagó con su vida la temeraria defensa que opuso al ataque.
Riquelme se negó a huir y decidió darse por prisionero. Así ocurrió. Junto con algunos compañeros, fue llevado a Villa del Rosario, a un kilómetro del puerto, y con Pedro Castaing, un periodista argentino, recibieron por prisión la torre de la iglesia.
Riquelme había quedado descalzo, pero llevaba al cuello un pañuelo de seda y se cubría la cabeza con un sombrero "Borsalino" Había llegado a la torre al mediodía, y a las 5 llegó al pie de la misma el teniente de artillería Francisco Escobar, quien le ordenó descender.
Asunción en la décad del ´30
Riquelme fue llevado hacia las afueras del pueblo por un piquete, encabezado por los sargentos Núñez y Ávila. Escobar se quedó. Minutos después se oyó una descarga. Riquelme había sido fusilado por la espalda. Dicen que ese día, en la fiesta que se le ofreció por la victoria, fue la única vez que se lo vio ebrio a Jara. Otros tres rebeldes fueron ejecutados ese mismo día. Nunca quedó claro quién dio la orden. La atribuyen a Goiburú, aunque este responsabilizó al chileno Joffré. Pero otros prisioneros que sobrevivieron al crimen afirman haber escuchado decir a Goiburú: "A Riquelme yo lo he hecho matar no solamente para que sirviera de ejemplo a las generaciones presentes, sino a las futuras también". Se asegura también que Jara fue presa de un arrebato de ira cuando supo la noticia de la ejecución de Riquelme. El teniente Escobar declaró, años después, que había entregado a Riquelme a la orden del sargento Vicente Giret.
Jara retornó triunfante a Asunción, pero el crimen de Riquelme había herido de muerte su prestigio. Pese a ello, surgió en el Congreso la iniciativa de ascenderlo a general.
Se votó en la Cámara de Diputados y ganó la moción mencionada, aunque después de un empate, le cupo desempatar favorablemente al doctor Antolín Irala, representante del Partido Colorado. El ascenso no tuvo lugar porque el proyecto de ley no llegó a ser tratado por el Senado. La caída de Jara tuvo lugar después de un hecho desdoroso que se le atribuyó: la violación de una artista argentina, Lidia Panissi, quien había llegado a Asunción con una compañía de comedias. La versión fue publicada el 28 de junio de 1911, en "El Diario"; órgano de los amigos radicales de Adolfo Riquelme. Allí fue reproducida una tarjeta, con la firma de Jara, en la que invitaba a la actriz a visitarlo.
Solo años después se supo que la firma había sido falsificada y que toda la historia no había sido otra sino más que un hábil invento para desprestigiar al presidente Jara. Empero, esta publicación creó un ambiente de indignación general, de cuyas resultas se organizaron manifestaciones de protesta. La edición de un diario fue secuestrada, pero eso no hizo sino avivar el descontento. El clima fue empeorando hasta soliviantar hasta a los propios amigos del presidente. Varios parlamentarios opositores fueron llamados a la policía, donde se les conminó a renunciar. El 5 de julio de 1911, llamado por el mayor Tomás Mendoza, Jara se presentó al cuartel de Artillería, con un revólver en la cintura, acompañado de don Eduardo Fleytas, un importante dirigente colorado, amigo suyo. Pero ya no pudo torcer los acontecimientos. Al llegar fue rodeado y obligado a entregar el arma. Una vez ante los oficiales, fue invitado a renunciar, lo que lo concretó en el acto.
Una vez renunciante, fue dejado prisionero, a la espera de su deportación. Una delegación de estudiantes, miembros de la manifestación que el día anterior había sido disuelta a sablazos por la policía, pidió hablar con él, en el sitio de su reclusión. Jara los recibió y mantuvo una cordial conversación con sus visitantes. Esa misma tarde fue embarcado en un vapor que lo dejó en Buenos Aires. El mismo Congreso al que había tratado de reducir con renuncias obligadas aceptó la suya y designó en su reemplazo al señor Liberato Rojas (1870-1922), a la sazón presidente del Senado.
Imagen que muestra a dos grandes protagonistas de la era liberal.
En el extremo izquierdo y de pie, Adolfo Riquelme.
En igual posición, en el extremo derecho, Eduardo Schaerer,
junto a componentes de la familia Heisecke, en San Bernardino.
PRESIDENCIA DE LIBERATO ROJAS
Estamos, como es visible, en unos años de la más cruenta y desorbitada anarquía. Rojas, poeta, periodista y agrimensor, era amigo político de Jara. Integró su gobierno con radicales jaristas y colorados. Intentó también obtener apoyo de otros sectores políticos, incluyendo a cívicos y radicales gondristas, a su gobierno, pero sus intentos fracasaron.
Pero ya la conspiración del radicalismo gondrista se encontraba en plena marcha. Don Eduardo Schaerer, dirigente radical, propietario de la primera cervecería paraguaya, cumplió un papel estelar en la organización del movimiento. Para financiar la compra de armas se obtuvo un préstamo, con el aval personal de Schaerer y otorgado por un magnate portugués, don Manuel Rodríguez, presidente de la empresa Paraguay Central Railway Company, una corporación británica interesada en una concesión ferrocarrilera y en varios otros negocios. Con ello se compraron dos barcos en Inglaterra, también armamentos y se contrató al personal que traería todo el bagaje hasta la boca del Río de la Plata.
El dinero sería pagado con creces, con recursos del Estado paraguayo, una vez que triunfase la revolución. Esta comenzó a fines de noviembre después de la llegada de Europa de un buque, que fue bautizado con el nombre de "Constitución"; sobre el que fueron montados veinte cañones y catorce ametralladoras.
El 23, los radicales capturaron Pilar, donde instalaron un gobierno provisorio, con capital en dicha ciudad, presidido por González Navero. La junta revolucionaria estaba constituida por Manuel Gondra, Manuel Franco, José P. Montero y Eduardo Schaerer. El ejército revolucionario pasó a llamarse ejército constitucional.
La escuadrilla revolucionaria estaba constituida por los barcos "Constitución"; "General Díaz"; "Capitán Bado" y "Adolfo Riquelme". Se les sumó "El Triunfo", buque al servicio del gobierno, cuya tripulación, después de asesinar a su comandante, un oficial alemán, se pasó a la revolución. El "Triunfo" era un pequeño cañonero adquirido por la Marina en 1906 y era el mejor de los buques del gobierno.
Comandaba la flotilla el teniente coronel Manuel Rojas. En respuesta, el gobierno trató de organizar un frente de fuerzas políticas capaz de detener la revolución. El 27 de setiembre de 1911 fue firmado un pacto de alianza y coparticipación política en el gobierno entre republicanos, liberales jaristas y liberales cívicos. El Partido Colorado, luego de un informe presentado a la directiva por el mayor (SR) Eugenio Garay, resolvió apoyar al gobierno con todos sus recursos, en un documento que firmaron Bernardino Caballero, como presidente, y Enrique Solano López, Ricardo Brugada (h) y Juan Monte, como secretarios.
Se les señaló como punto de concentración de sus hombres el local que actualmente pertenece a la escuela República Argentina. Por su parte, los cívicos, que en un principio se habían mostrado dispuestos a apoyar al gobierno, resolvieron abandonarlo a su propia suerte, lo cual comunicaron el 13 de diciembre. Cabe señalar que durante el gobierno de Rojas, el Estado paraguayo adquirió el llamado Palacio Patri (actual Dirección de Correos), para residencia presidencial, en la cantidad de 60 mil pesos oro. Allí residió el Presidente durante algún tiempo.
El Coronel Albino Jara dirigiendo el embarque de tropas rumbo a la zona de Rosario.
En la cubierta del "Libertad" y frente al "Ñeembucú", el entonces presidente de la República
conversa con el Comandante de la primera nave nombrada, don Emiliano Rojas.
TRES GOBIERNOS AL MISMO TIEMPO
Se conspiraba día y noche en todo el país, el cual se volvió un volcán. En enero fueron apresados el mayor Alfredo Aponte y otros militares, vinculados con un complot radical. En la policía, Aponte convenció al jefe de la institución, Mario Usher, y la sublevaron el 14 de enero de 1912. Al día siguiente se constituyó un gobierno provisorio, presidido por un triunvirato, que lo conforman Marcos Caballero Codas (ex ministro de jara), Mario Usher (ex jefe de policía de Jara) y el propio Aponte. El nuevo gobierno se adhirió a la revolución radical. Rojas huyó a Corrientes a bordo de un buque brasileño, y dejó la presidencia a su amigo Ricardo Brugada, con instrucciones de ejecutar a los revoltosos.
Brugada no aceptó el cargo. Mientras, dos buques revolucionarios, el "Adolfo Riquelme" y el "General Díaz", con Manuel Gondra como jefe político, llegaron el 16 a Asunción. Unidades leales a Rojas, al mando del mayor José María Valenzuela, después de recibir refuerzos, se concentraron en el Parque Caballero y atacaron las posiciones de las fuerzas del triunvirato. Lograron recuperar el control de la capital después de violentos combates que se libraron en la ciudad entre el 16 y el 17. Gondra reembarcó sus fuerzas y se dirigió a Concepción, la cual quedó bajo el control revolucionario.
El presidente Rojas retornó el 22 de enero de 1912 a Asunción a bordo del buque brasileño "Ytembira". Este hecho dio lugar a un incidente internacional. Una flotilla brasileña, fondeada en la bahía, lo recibió con 21 cañonazos. Pero el "Ytembira" que pasó por el medio de otra escuadrilla, de la Argentina, no lo saludó. El canciller Antolín Irala protestó por esta descortesía en nota al ministro argentino Martínez Campos.
En la defensa del gobierno, los colorados habían asumido un papel importante, hasta el punto de que Cayo Romero Pereira había sido nombrado jefe de policía. Una vez resuelta la situación en la capital, decidieron hacerse con todo el poder. El propio mayor Valenzuela, héroe de la defensa de Asunción, fue apresado.
Para acentuar el caos, el jarismo levantó la cabeza e intentó recuperar posiciones. Una columna de mil quinientos hombres enviada por el presidente Rojas al sur logró batir a los rebeldes radicales en Humaitá. Pero los jefes, mayores Sosa y Oliver, resolvieron llamar a Albino jara. El motivo: la creciente dependencia de Rojas de los colorados. Jara entró por Encarnación y levantó una nueva revolución, esta vez contra el gobierno de Rojas, ya controlado por los colorados, y contra los radicales. El país tenía, en este momento, tres gobiernos: el radical, revolucionario en el sur y en el norte; Rojas, en Asunción, y los jaristas también en el sur. En medio de estos trajines falleció en Asunción, el 26 de febrero, el general Bernardino Caballero, quien recibió homenajes de todas las fuerzas políticas.
Ya el Cnel. Albino Jara es -a su vez- derrocado y sale rumbo al exilio.
La imagen muestra al coronel saliendo de la que fuera su residencia,
la antigua casa del Sr. Pedro Duarte (homónimo del general)
y después imprenta Zamphirópolos, Pdte. Franco esq. Juan E. O'Leary.
Reproducido del libro `Albino Jara, un varón meteórico", de Alfredo Jaegli.
El as de la aviación paraguaya, Silvio Pettirossi Pereira, y su madre, Rufina Pereira Rolan.
Pettirossi, hijo de un constructor italiano, murió en un accidente aéreo en Punta Lara,
provincia de Buenos Aires, el 16 de octubre de 1916.
El aspecto que ofrecía Paraguarí en la época en que cerca de esta ciudad,
fue herido de muerte y capturado por fuerzas gubernistas el Cnel. Albino jara.
El polémico y resistido militar moriría algunos días después como consecuencia de la gangrena.
EFÍMERO GOBIERNO DE PEDRO P. PEÑA
De hecho, los colorados en este momento fueron los dueños del gobierno de Rojas. Este renunció, bajo imposición del jefe de policía, Cayo Romero Pereira, el 28 de febrero de 1912. La renuncia fue enviada a las cámaras, que fueron convocadas para elegir nuevo presidente. Surgió la candidatura del doctor Pedro P. Peña, colorado, con el apoyo de sus correligionarios y de los liberales cívicos. Hubo un momento de dilación entre los parlamentarios, pero la irrupción del mayor Eugenio Garay, quien los conminó a elegir al doctor Peña, puso fin al debate. Sin embargo, las desconfianzas entre ambas fuerzas eran muy grandes, por lo que los cívicos retiraron su apoyo al gobierno. Una unidad militar fiel a los cívicos, al mando del capitán Hipólito Núñez, abandonó la capital y se puso a las órdenes de Jara.
El núcleo revolucionario del norte fue abastecido con todos los medios posibles mediante un viaje del "Triunfo"; que tuvo que soportar un fuerte hostigamiento a su paso por Remanso Castillo. Después se puso en movimiento hacia Asunción desde dos direcciones: desde el sur y desde el norte.
Las fuerzas radicales del sur, con unos 2.500 hombres, salieron desde Misiones y estaban en Ybycuí cuando recibieron la noticia de la segunda y definitiva renuncia de Liberato Rojas. Las fuerzas radicales del norte se desplazaron hasta Rosario, desde donde partirían hacia Pirayú, donde debían reunirse con las del sur. Mientras tanto, el tercero en discordia, Albino Jara, ya había llegado a Humaitá, y contaba con unos 2.000 hombres.
Tal como estaba acordado, las dos fuerzas radicales se reunieron en Pirayú, el 8 de marzo de 1912. Tenían unos 5.500 hombres, con veinte cañones y 14 ametralladoras. El gobierno de Peña contaba con unos 1.300 hombres para defender la capital. Una tentativa de negociación iniciada por el presidente Peña fue rechazada. El gobierno envió un destacamento de 800 hombres, que opuso resistencia en Luque, pero fue derrotado.
Mientras se volvía a discutir la paz con el gobierno, se perdió una semana de tiempo hasta que, finalmente, los rebeldes radicales se dirigieron a la capital el 16 de marzo.
Al día siguiente, el ejército radical atacó Asunción, siguiendo la dirección de Recoleta, mientras otro destacamento, transportado por agua, desembarcó cerca de Lambaré y ocupó dicha posición. Los revolucionarios estaban bajo el mando de los mayores Patricio Escobar y Adolfo Chirife. Las fuerzas gubernistas los esperaron desplegadas en una línea que se extendía a lo largo de la actual avenida General Santos y llegaba hasta Tacumbú, bajo el mando del teniente coronel Eugenio A. Garay y el coronel Carlos Goiburú.
El asalto comenzó desde San Lorenzo el 19, antes de amanecer, por la fuerza de la división sur. Se combatió el 20 y el 21, y hubo momentos en que fuertes contraataques causaron graves contratiempos a los revolucionarios. El "Constitución", que atacaba las posiciones gubernistas de Itá Pyta Punta, varó frente al Pilcomayo, por lo que fue entregado por sus ocupantes a las autoridades argentinas. Estas lograron zafarlo y, tras ello, volvieron a entregarlo a los revolucionarios que, de ese modo, siguieron con su tarea. Recién en la noche del 21 la resistencia decayó y el gobierno abandonó la ciudad en el buque brasileño "Itayuba", que lo llevó hasta Corrientes, junto con unos 800 hombres transportados también por buques brasileños.
En la noche del 5 de junio de 1919 falleció el presidente Manuel Franco de un síncope cardíaco.
El sepelio de sus restos se realizó en medio de un inmenso dolor popular y gran pompa.
En la imagen se observa un armón de artillería esperando por el féretro del presidente fallecido,
para el inicio del cortejo.
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Fuente digital: www.abc.com.py
Registro: Setiembre del 2012
EL SÍGLO XX:
LA REVOLUCIÓN DE 1904 Y EL PERÍODO LIBERAL
HELIO VERA
(continuación)
FASCÍCULO Nº 26 - CAPÍTULO 14
Asunción – Paraguay
2012
NUEVO GOBIERNO DE GONZÁLEZ NAVERO
El 22, al amanecer, los radicales ocuparon Asunción, donde organizaron un gobierno provisional, presidido por Emiliano González Navero, con un gabinete exclusivamente radical. Gondra asumió la cartera de Guerra y Marina. El resto estuvo conformado del siguiente modo: Interior, Eduardo Schaerer; Relaciones Exteriores, Dr. Félix Paiva; Hacienda, Dr. Gerónimo Zubizarreta; Justicia, Culto e Instrucción Pública, Dr. Manuel Franco. Ahora solo quedaba zanjar el pleito con Jara, que había llegado a fines de marzo a Villarrica y con control sobre el sur. Para enfrentarlo fue enviada una columna al mando del mayor Manlio Schenoni.
Ese mismo día, la junta directiva de la revolución, ya triunfante, dictó un decreto en virtud del cual se disolvían las dos cámaras del Poder Legislativo. El presidente provisorio, Emiliano González Navero, designado en el mismo decreto, llamaría a elecciones para presidente, diputados y senadores, con la mayor brevedad, de modo que los poderes debían quedar constituidos antes del 1° de julio.
Para oponerse al enemigo común triunfante, colorados, radicales jaristas y liberales cívicos firmaron un pacto en Corrientes, el 31 de marzo de 1912; conocido como el Pacto Verdi-Rojo-Jarista, también conocido como Pacto de Corrientes, cuyo propósito es el de "llevar o apoyar la revolución armada en contra de la actual situación política del Paraguay, bajo las condiciones resueltas por los miembros más representativos de nuestros respectivos partidos". Antonio Taboada fue visitado por Jara en su residencia de Villarrica, pero rehusó apoyar al pacto, aunque dejó a sus amigos que se adhiriesen a él.
MUERTE DE JARA
Estaba a punto de caer el telón sobre este lapso dramático de la vida nacional. Albino Jara se encontraba en Villarrica, en la cual organizó un pequeño ejército con el que esperaba recuperar el poder. El 25 de marzo se concentraron en dicha ciudad fuerzas provenientes de varios lugares. Eran pequeños contingentes, pero en su conjunto constituían una fuerza de más de mil hombres. El 4 de abril de 1912 declaró en estado de sitio el territorio ocupado por sus fuerzas y convocó a la guardia nacional. Contaba con el apoyo de los cívicos y de los liberales jaristas.
Mientras tanto, las fuerzas de Schenoni se dirigían en su busca. En los primeros días de abril, las tropas gubernistas (los revolucionarios de ayer) estaban en Paraguarí. Jara dominaba la línea ferroviaria hasta Encarnación. Cuando una fuerza avanzada jarista se aproximó al pueblo de Caballero, fue atacada con un cañón de marina montado sobre un vagón de ferrocarril y logró su dispersión. A fines de abril, los gubernistas habían concentrado unos 3.000 hombres en Ybytymí contra 1.500 jaristas, con seis cañones y seis ametralladoras. Hubo varios combates en la región entre montoneras y pequeños destacamentos con resultados dispares.
Uno de los hechos relevantes de esos días fue el intento de Jara de enviar una locomotora cargada de explosivos contra la estación de Ybytymí, donde se hallaba la fuerza enemiga, con su parque de guerra cargado de municiones. La locomotora se aproximó, pero fue atacada con los cañones Vickers, del gobierno, y explosionó antes de llegar. Probablemente la máquina fue alcanzada por la artillería gubernista.
El 9 de mayo, cuando los gubernistas advirtieron que Jara se disponía a atacar, concentraron sus tropas y medios en Paraguarí, para esperarlo. Eran como cinco mil hombres, con 14 cañones y 20 ametralladoras. La fuerza revolucionaria avanzó desde Carapeguá y los gubernistas se instalaron en las afueras del pueblo. Jara pensó que sus enemigos no habían logrado concentrarse totalmente y, por eso, llevado por su temerario temperamento, resolvió atacar inmediatamente las líneas de Paraguarí, situadas entre el cementerio y el puente de Yuquyry. El ataque tuvo lugar el 10 y fue interrumpido, por orden de Jara, porque la noche estaba avanzada. El propio Jara efectuó algunos disparos de artillería. Al amanecer del 11 de mayo, cuando los jaristas intentaron reanudar el ataque, los gubernistas contraatacaron fuertemente, y los desbarataron totalmente. A las 8:30 los jaristas se hallaban derrotados y dispersos.
Las bajas jaristas en el combate fueron de un centenar, entre muertos y heridos.
El coronel Jara, sorprendido por un cabo, recibió la orden de rendirse, a lo que se rehusó, por lo cual acusó un disparo en la ingle mientras huía sobre su caballo rumbo a Carapeguá. Luego de recibir los primeros auxilios, el resto del trayecto lo recorrió en carreta, porque ya no podía cabalgar. Al día siguiente fue tomado prisionero por el alférez Cristino Torres, quien lo condujo a Paraguarí.
Recibió atención profesional del doctor Alejandro Arce. Cuando lo bajaban de la carreta, gravemente herido, fue interpelado por doña Martina Morínigo Riquelme, madre de Adolfo, fusilado por los jaristas. Esta le increpó por la muerte de su hijo y le exigió que le dijera dónde estaban sus restos. Jara negó haber sido el responsable de su muerte y dijo que no sabía dónde había sido sepultado. "Yo no sé nada, señora. Yo no he ordenado nada, señora"; fue lo que dijo. Se dice que ninguno de sus antiguos camaradas de Chile quiso verlo en su lecho de agonizante. A Schenoni se le atribuyen unas palabras impropias para el jefe triunfante que contempla al enemigo derrotado y moribundo: "Re rekóma nerembipota" (Ya tienes tu merecido y lo que buscabas). Se dice que Manuel Gondra estuvo toda la noche en vela, por temor de que Jara fuese asesinado.
"Soy joven, no debería morir", reflexionó jara, el hombre que tuvo en vilo al Paraguay, con su irreflexión y su incontrolado coraje, durante toda la primera década del siglo XX. Uno de sus biógrafos asegura que doña Martina lo perdonó y lo despidió con la señal de la cruz. Jara falleció el 15, a las diez de la mañana, devorado por la peritonitis causada por la herida. Tenía 35 años. En su poder tenía 300 pesos argentinos y 7.450 de moneda nacional. Fue conducido al cementerio envuelto en la bandera nacional y una guardia le rindió honores militares. Su muerte inauguró una etapa de mayor tranquilidad política y de creciente consolidación institucional, ya bajo el predominio de los radicales.
El cortejo fúnebre que conduce los restos del Dr. Manuel Franco
pasa la recientemente denominada calle Presidente Franco
para dirigirse a la Recoleta.
GOBIERNO DE EDUARDO SCHAERER
Comenzó entonces lo que parecía un período de pacificación. Los radicales postularon a Eduardo Schaerer y a Pedro Bobadilla para la presidencia y vicepresidencia. Schaerer no quiso esperar la fecha tradicional de transmisión de mando -25 de noviembre- y asumió el 15 de agosto, pese a un mandato constitucional en ese sentido. Después de las elecciones, el colegio electoral, reunido el 9 de agosto de 1912, eligió a ambos para un período presidencial desde el 15 de agosto hasta la misma fecha de 1916.
El nuevo presidente tenía entonces 38 años. Hombre de empresa, fue cofundador de "El Diario" con el después malogrado Adolfo Riquelme. Había pasado por diversos cargos desde el triunfo liberal en la guerra civil de 1904: Director general de Aduanas, intendente municipal de Asunción y ministro del interior del gobierno provisorio de González Navero en 1912.
Su gabinete fue constituido por las siguientes personas: Interior, Dr. José P. Montero; Relaciones Exteriores, Dr. Eusebio Ayala; Justicia e Instrucción Pública, Dr. Félix Paiva; Hacienda, Dr. Gerónimo Zubizarreta; Guerra y Marina, Manuel Gondra. Se planteó entonces el problema del pago de la deuda contraída con el portugués Rodríguez. Para ello, el 20 de noviembre fue firmado un decreto reservado que declaró que el préstamo sería considerado como deuda del Estado: 1 millón 7.000 pesos oro sellado, cantidad que representaba más o menos el triple de lo que se había recibido. Inmediatamente, el gobierno disolvió el Congreso y llamó a elecciones parlamentarias, de las que surgió un Parlamento hegemónicamente radical, con participación de algunos colorados del sector participacionista.
Schaerer se propuso gobernar con todos los resortes del poder. Montó un juicio político y logró la separación de dos miembros del Superior Tribunal de justicia: José Tomás Legal y Cayetano Carreras. Dos periódicos fueron allanados por oponerse a algunos actos del gobierno. Cecilio Báez, quien había sido integrado al Superior Tribunal, renunció en diciembre de 1914, no sin antes divulgar un manifiesto en el que formuló una serie de cuestionamientos al gobierno, en el que abogaba porque "se vuelva por los fueros de la justicia y de la dignidad nacional, no sea que, por causa del acerbamiento general, pasemos de la anarquía a la dictadura".
El ejército fue reorganizado y tuvo lugar una purga masiva de oficiales que no habían acompañado a la revolución radical, incluso de varios que se hallaban cursando estudios en Chile. Estos fueron sustituidos por otros, provenientes del ejército triunfante. Entre los despedidos de Chile se hallaba el teniente José Félix Estigarribia, a quien Schenoni salvó de la baja.
Coronel Adolfo Chirife. Revolución de 1922.
El 27 de Mayo de 1922 se inició otra guerra civil
que enlutaría el Paraguay. El jefe militar de la revuelta fue el
Coronel Adolfo Chirife, y el jefe civil, el expresidente Eduardo Schaerer.
GOLPE DEL 1º DE ENERO DE 1915
El gobierno de Schaerer tendría algunos sobresaltos. El 1° de enero de 1915 estuvo a punto de ser derrocado por un movimiento revolucionario, originado en filas del civiquismo, aunque sin autorización de las autoridades de este partido.
Ese día, muy temprano, el presidente se disponía a viajar a Encarnación, en viaje de descanso. Cuando se dirigía a la estación fue informado de un presunto golpe de mano en la II Zona Militar, dentro de la cual también se hallaba el Parque de Guerra. Cuando fue a observar personalmente el episodio, fue apresado en la calle por el capitán Fidel Ferreira y por el civil Gomes Freire Esteves. Conducido al cuartel en carácter de prisionero, se negó a renunciar. El comandante Chirife, comandante de la II Zona Militar, alertado de lo que ocurría, se dirigió a la Policía. Pronto se produjo un vivo tiroteo entre esta institución y el cuartel. Además, Schaerer había tomado una precaución: Dejó a un amigo suyo, Ernesto Egusquiza, intendente municipal de Asunción, a prudente distancia cuando se dirigía al cuartel, ya que había escuchado rumores de una conspiración. Cuando Egusquiza vio la escena, avisó a la esposa del presidente, doña Matilde Heisecke, quien avisó a su cuñado, Santiago Schaerer, comandante del "Constitución"; cabeza de la flotilla de guerra, quien llevó su barco fuera de la bahía. Fueron alertados los otros jefes y rápidamente se organizó el contragolpe.
El cuartel de Artillería, tomado en ausencia de su jefe, Adolfo Chirife, fue rodeado, así como el sector céntrico donde se hallaban los cantones rebeldes. El presidente Schaerer, aún detenido, se las arregló para autorizar a su hermano a actuar sin dilación, con todos los medios disponibles. Al día siguiente, a las siete, los revolucionarios abrieron fuego sobre la policía, pronto se generalizó un vivo tiroteo. Desde el "Constitución" se bombardeó el cuartel, pese a que allí estaba preso el presidente. Hubo combates en los alrededores hasta que a las cinco de la tarde, y sin haber logrado una ayuda significativa del exterior, el golpe perdió impulso y se desinfló. La mayoría de los revoltosos recibieron asilo en la Legación uruguaya y otros cruzaron el río o se escondieron. El gobierno quedó restablecido a las 19, con la puesta en libertad del presidente.
Durante el gobierno de Schaerer se inauguraron el alumbrado y el tranvía eléctricos en la capital, y se empalmó la línea ferroviaria de Encarnación con la de Posadas mediante un ferryboat que cruzaba el Paraná, en Pacú-Cua. El 23 de junio de 1915, por ley del Congreso, fue creada la Escuela Militar la que comenzó a funcionar el año siguiente. La Escuela abrió sus puertas, en abril de 1916, con 45 cadetes. En 1916 fue creada la Oficina de Cambios, que sería la base del actual Banco Central.
Un incidente que hasta ahora no fue aclarado del todo, fue el ocurrido en Concepción donde el teniente Rogelio Godoy dio muerte al mayor Alfredo Medina y a otros tres oficiales y se apoderó del cuartel. Este incidente ocurrió el 6 de junio de 1913, motivo por el cual Godoy fue procesado y condenado a la pena capital que fue cumplida al concluir el juicio, el 9 de febrero de 1914, en los bajos del actual Palacio Legislativo.
Un detalle que no debe ser pasado por alto: Eduardo Schaerer fue el primer civil del llamado "periodo constitucional", que terminó su período presidencial. En 1916 el Partido Radical proclamó la candidatura presidencial del doctor Manuel Franco para sucederlo y fue este quien llevaría a José .P Montero como candidato a vicepresidente para el período 1916-1920. El otro candidato, Manuel Gondra, quedaba fuera de competencia porque la Constitución prohibía la reelección, salvo que hubiesen transcurrido dos períodos intermedios. La fórmula oficialista se impuso fácilmente en las elecciones ya que la oposición no presentó candidatos para cargo alguno.
Las alzamientos, "cuartelazos" y enfrentamientos generados por ambiciones políticas y prepotencias militares mal llamadas «revoluciones"- no solo generaban en el Paraguay muertes, saqueos y violaciones, sino también daños importantes de bienes del patrimonio público. En la imagen, un puente destruido en Paso Pucú, entre Caballero y Sapucai, durante la "revolución" del 22.
Revolución de 1922. El General Alejandrino Escobar, hijo del expresidente
General Patricio Escobar, entonces Presidente del Círculo Militar
y cuyo apoyo al Gobierno fue decisivo para el posterior desarrollo de los conflictos.
PRESIDENCIA DEL DOCTOR MANUEL FRANCO
El doctor Manuel Franco (1871-1919), una de las figuras más relevantes del radicalismo, asumió la presidencia del Paraguay el 15 de agosto de 1916. Su primer gabinete estuvo integrado por las siguientes personas: Interior, Dr. Luis A. Riart; Relaciones Exteriores, Manuel Gondra; Hacienda, Dr. Eligio Ayala; Justicia, Culto e Instrucción Pública, Dr. Félix Paiva; Guerra y Marina, Dr. Ernesto Velázquez. Fue el suyo un gobierno que trató de reordenar el proceso político, incorporar a la oposición a la actividad pública y poner fin a los caóticos enfrentamientos de los años anteriores.
Franco, de profesión abogado, nacido en Concepción, había ocupado diversos cargos en la administración, desde la dirección del Colegio Nacional de la Capital hasta el de rector de la Universidad Nacional, pasando por la presidencia del Superior Tribunal de Justicia, presidente del Banco Agrícola, ministro de justicia, Culto e Instrucción Pública y miembro del Senado.
Era un hombre de carácter muy independiente, razón por la cual su elección no gozó de las simpatías de don Eduardo Schaerer, quien hubiese preferido a alguien más adicto a su persona. Pero no pudo oponerse porque ya estaba creciendo dentro del partido una corriente, alentada sobre todo en la juventud radical, opuesta a la larga hegemonía de Schaerer, en la que veían un liderazgo de tipo conservador, a la vieja usanza caudillesca contra la que se había levantado la revolución de 1904.
Franco tomó medidas para apaciguar los ánimos, soliviantados después de los cruentos enfrentamientos de los años anteriores.
En mayo de 1917 fue dictada una ley de amnistía que favoreció a los involucrados en el movimiento revolucionario del 1 de enero de 1915. Gracias a ello los emigrados pudieron volver al país. Sin embargo, los problemas no cesaban. En setiembre, renunció el ministro de Guerra y Marina, Emiliano González Navero, quien denunció las tendencias personalistas en el ejército. Aludía a los entredichos que se estaban produciendo entre dos corrientes de la oficialidad: por un lado, los afiliados al Círculo Militar, entidad dirigida por el general Escobar y, por otro, los oficiales que se habían formado en Chile. Estas disensiones desembocaron en un conato revolucionario que tuvo su centro en la flotilla de guerra, bajo la jefatura del mayor Leocadio Esquivel. Este, quien comandaba el "Adolfo Riquelme", se instaló cerca de Villa Hayes y logró la adhesión de la unidad allí asentada, así como la de Concepción. La mediación del general Escobar apaciguó los ánimos y las cosas volvieron a la normalidad.
Durante el gobierno del doctor Franco se produjo un hecho de gran relevancia política: la promulgación de la ley electoral y la creación del Registro Cívico Permanente. La nueva ley electoral, llamada Franco-Riart, que sustituía a la que regía desde el 23 de agosto de 1911, adoptaba el voto secreto y establecía el sistema de lista incompleta. El número de senadores subió a 20 y el de diputados a 40.
La ley tuvo como objetivo facilitar la participación opositora en el Parlamento. En efecto, en las elecciones parlamentarias siguientes, realizadas en 1917, se incorporaron varios representantes del Partido Colorado, incluyendo a Francisco C. Chávez en el Senado y Marcos Quaranta en la Cámara de Diputados. Pero, por otra parte, esta intervención significó una crisis de la cual el Partido Colorado salió dividido. Un sector, liderado por el doctor Pedro P. Peña, proclamó una postura abstencionista ante las elecciones.
Un hecho trágico conmovió al país: "El fallecimiento en un accidente de aviación del Tte. 1° Silvio Pettirossi, precursor de la aviación paraguaya. Había estudiado en Italia, se enroló en las filas revolucionarias en 1904; alcanzó el grado de alférez y, después, se radicó en Buenos Aires. Allí trabó una estrecha amistad con Jorge Newbery, famoso aviador argentino quién introdujo a Pettirossi a la aviación. Fue becado por el gobierno de Schaerer para estudiar en Francia y volvió al año siguiente.
Sus acrobacias le dieron fama internacional. En noviembre de 1914 llegó al Paraguay con su aeroplano, aunque por vía fluvial; realizó algunas exhibiciones con su avión Duperdussin, de fabricación francesa. A su vuelta a Buenos Aires cayó con su máquina durante una prueba el 16 de octubre de 1916. Su esposa, Sara Usher Conde, fue testigo del accidente.
Durante la presidencia del doctor Franco, el 1° de diciembre de 1917, fueron fusilados Gastón Gadín y Cipriano León, autores de un espantoso doble asesinato cometido el 26 de julio de 1915. Fueron los últimos fusilamientos realizados en el Paraguay por mandato judicial y dentro del marco del Código Penal entonces vigente. La pena de muerte mantuvo, no obstante, su vigencia legal hasta la Constitución de 1992, y si bien fueron dictadas varias sentencias con dicha pena, se volvió costumbre conmutarla por la de treinta años de penitenciaría.
También en 1917 el Estado adquirió un amplio inmueble en Tacumbú, para asiento de la guardia de seguridad, función que sigue cumpliendo hasta hoy. En 1918 fue clausurado, por ordenanza municipal, el cementerio del Mangrullo, actual parque Carlos Antonio López. Este predio había funcionado como cementerio de las tropas brasileñas de ocupación después de la Guerra contra la Triple Alianza. Entre otras celebridades que allí encontraron sepultura puede mencionarse nada menos que al riograndense "Chico Diablo"; el autor material de la muerte del Mariscal López, en Cerro Corá. Fue, al parecer, víctima de una peste que se abatió sobre el país durante la ocupación.
Durante este mismo mandato fue habilitado en esa época el cementerio del Sur. En 1919 la Municipalidad de Asunción fue autorizada a adquirir la llamada "Quinta Caballero", con una superficie de 17 hectáreas. La compra se concretó sobre la finiquitada sucesión del general Bernardino Caballero en 80 mil pesos oro, a tres años de plazo. Es el actual parque Caballero, que hoy se ha visto reducido en su superficie, a causa de las sucesivas ocupaciones de hecho, amparadas por la desidia de los responsables.
El doctor Franco falleció repentinamente en la noche del 5 de junio de 1919, víctima de un infarto. Padecía, hacía años, de una insuficiencia cardíaca, padecimiento por el cual rechazó la candidatura presidencial cuando ella le fue ofrecida por sus correligionarios. Tenía 48 años. Pero las circunstancias y las presiones a que fuera sometido lo obligaron a aceptar esa carga, que lo llevó a la tumba. Circuló por entonces el rumor, alimentado por la imaginación popular, de que había sido asesinado.
El Mercado de Villarrica a principios del siglo XX
PRESIDENCIA DE JOSÉ P. MONTERO
Franco fue sustituido por el vicepresidente, doctor José P. Montero, quien completó el período constitucional. Se había graduado de médico en Buenos Aires en 1904 y llegó a decano de la Facultad de Medicina de Asunción. Montero y Pedro P. Peña fueron los únicos médicos que ocuparon la presidencia de la República.
El nuevo presidente (1878-1927) era considerado un hombre muy allegado a don Eduardo Schaerer, ex presidente de la República y personalidad muy influyente en el partido oficialista. Montero conservó, al comienzo, a los ministros de su antecesor, pero después los fue sustituyendo ante las sucesivas renuncias de estos. Este hecho significó, en el fondo, un retorno de la influencia schaerista en el gobierno.
Era, por otra parte, un médico consagrado a su profesión: Fue el gran propulsor del Hospital de Clínicas, motivo por el cual la antigua calle Hospital fue rebautizada con su nombre. Ante la proximidad del siguiente período presidencial comenzaron a cobrar mayor fuerza las diferencias entre los dos líderes más relevantes del Partido Radical: Eduardo Schaerer y José P. Guggiari. Al primero, sus adversarios lo acusaban de impulsar una política personalista, de corte caudillesco. Contra él se levantaba una corriente considerada renovadora, que aglutinaba a los intelectuales jóvenes del radicalismo. Schaerer se había dedicado a cultivar amistades en el ejército, uno de cuyos jefes principales, Adolfo Chirife, lo tenía como la figura civil más importante del partido.
La lucha por el poder, que había llevado a la cúspide al Partido Radical, comenzaba a manifestarse en una nueva confrontación. Sería la que tendría como actores a los "sako puku" y a los "sako mbyky". La imaginación popular, alimentada por la crítica superficial, llegó a afirmar que este conflicto tuvo como motivo la longitud del faldón de los sacos. En realidad, la historia es distinta. Los jóvenes radicales que habían ido a estudiar a Europa volvieron, como es natural, con las tendencias de la moda que se habían visto obligados a acatar en las capitales del Viejo Mundo. Entre ellas, el faldón largo de los sacos. Como eran ellos quienes alentaban las ideas renovadoras, se los llamó "sako puku". En cambio, quienes se aferraban al saco corto, todavía en boga en el Paraguay provinciano de la época, eran los viejos caudillos del partido, que se aglutinaban detrás de la figura de Eduardo Schaerer. Eran los "sako mbyky". El lenguaje popular prefirió simplificar el mote: eran simplemente los "sako".
Revolución de 1922. El Coronel Chirife (I), rodeado de sus más leales allegados,
entre los que se encuentra el montonero Plácido Jara (3),
conocido como el "machetero de la muerte"
SEGUNDA PRESIDENCIA DE GONDRA
De esta manera, llegó Gondra a su segunda presidencia, con Félix Paiva como vicepresidente. Como se estilaba con el sistema electoral de la época, su elección fue realizada por un colegio electoral, cuyos miembros fueron designados por votación. La ceremonia de asunción al mando tuvo lugar el 15 de agosto de 1920, para un mandato de cuatro años.
Schaerer la aceptó, con lo que parecía que las diferencias iban a ser apaciguadas. Gondra conformó su gabinete de esta manera: Ministro del Interior, Dr. José P. Guggiari; ministro de Hacienda, Dr. Eligio Ayala; ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Enrique Bordenave; ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Rogelio Ibarra Muñoz; ministro de Guerra y Marina, coronel Adolfo Chirife.
La designación de Guggiari en el Ministerio del Interior fue mal vista por el schaerismo, porque veía en ello una señal de que Gondra se estaba inclinando hacia sus adversarios, en vez de asumir una posición prescindente en el conflicto partidario. José P. Guggiari era una figura emergente, que despertaba celos en la conducción tradicional. Además, era visible que se disponía a echar toda su influencia sobre la balanza a fin de asegurar la hegemonía de sus amigos.
Un hecho relevante de la vida política fue la aparición del Partido Católico, para las elecciones de 1921. Se presentaba con candidatos propios y con el liderazgo de don Fernando Carreras. Su organización fue la respuesta a una ola de anticlericalismo, que había dado lugar a una fuerte campaña de prensa y hasta a varios actos públicos. El partido fue fuertemente apoyado por los párrocos y por el propio arzobispo de Asunción, monseñor Bogarín, pero no pudo elegir un solo representante.
Las elecciones internas del Partido Radical, de setiembre de 1921, dieron lugar a fuertes enfrentamientos y disturbios. En algunos lugares la victoria de los "saco puku" creó nuevos factores de irritación. Se buscó entonces aminorar el enfrentamiento y restablecer la armonía. Se llegó a firmar, a instancias del presidente Gondra, un acta de buenas intenciones con el propósito de evitar la división del partido. Fruto de esta decisión sería la presentación de una lista única de candidatos a la futura Comisión Central, que debía realizarse en marzo de 1922.
Pero la situación no mejoró. Antes bien, la desconfianza creció y se volvió cada vez más fuerte. Con este trasfondo tuvo lugar un conato revolucionario, el 29 de octubre de 1921, centrado en la Guardia Cárcel, unidad a cargo de Donato Alonso. Allí se instalaron Eduardo Schaerer y sus amigos.
Una vez con el control de la unidad dirigieron un mensaje al presidente Gondra, a través del cual le exigían la remoción del ministro Guggiari, a quien se responsabilizaba de la crisis partidaria. Guggiari ofreció su renuncia, pero esta fue rechazada por Gondra, ya que venía como una imposición.
La situación no era fácil. Mientras se desarrollaba este conflicto político venía incubándose otro problema no menos grave: Las discrepancias entre grupos opuestos de oficiales del ejército. Por ejemplo, en el buque escuela "Adolfo Riquelme", el guardiamarina Rufino Martínez apresó a los elementos schaeristas y a varios civiles que habían subido a bordo. Con el apoyo de los cadetes del curso naval llevó el buque fuera del alcance de la Artillería y se dispuso a resistir el golpe. En Encarnación, otro oficial, el teniente Irazusta, pidió su baja del ejército, avergonzado por los sucesos recientes, y pasó a Posadas.
En esta situación el presidente no tuvo otra salida que pedir la ayuda del ejército. Se dirigió a la Escuela Militar, a cargo del coronel Schenoni. Este fue a visitar a Chirife, a su residencia ubicada en Independencia Nacional y Teniente Fariña. Ambos, junto con el coronel Rojas, se dirigieron a la residencia del presidente. Chirife y Rojas, interrogados por Gondra, adoptaron una posición ambigua. Quedó en evidencia que Chirife estaba adoptando una actitud de prescindencia en el conflicto y que dejaba que Schaerer resolviese la situación con la Guardia Cárcel. Gondra quedaba, en apariencia, solo, y no tuvo más remedio que renunciar a la presidencia, ya que su autoridad no era acatada por los militares. O por lo menos era lo que le decían Chirife y Rojas. A cada pregunta suya sobre las unidades recibía la misma respuesta: "Están sublevados". El Congreso rechazó la renuncia, pero Gondra insistió.
Ante este hecho irreversible, se prefirió postergar la decisión, con el ánimo de dar lugar a negociaciones que volviese todo a su lugar y evitar enfrentamientos dentro del partido en gobierno.
Al principio prevaleció el criterio de rechazar la renuncia, pero con ello no se ponía fin a la crisis. Comenzaron entonces negociaciones entre los sectores que concluyeron en un acuerdo político para designar presidente provisorio al Dr. Eusebio Ayala. El Congreso se reunió el 7 de noviembre y, después de aceptar la renuncia de Gondra, designó a Eusebio Ayala para sucederlo. Era inevitable, pues el vicepresidente Félix Paiva también había renunciado.
Cuando tuvo lugar la reunión en la que se discutió la cuestión, alguien preguntó si la renuncia había sido arrancada por la fuerza. No hubo respuesta. Fue entonces cuando, ante el silencio de todos, el diputado Lisandro Díaz León pronunció un violento discurso en el que acusó al coronel Chirife como el principal responsable de lo que estaba ocurriendo. "La palabra traición -dijo- vibra como un estigma en el ambiente, y es al coronel Chirife a quien se acusa de felonía. Y cumpliendo con el deber que me he propuesto, con pruebas irrecusables en mi poder, acuso al coronel Chirife de traidor al Poder Ejecutivo, cuya confianza gozaba; traidor al Congreso que le discerniera en mala hora su alta graduación; traidor a las instituciones, cuya garantía era; traidor a la nación, cuya seguridad representaba. La tremenda acusación que acabo de formular, señor presidente, debe ser recogida por este Congreso, porque el atentado implica el crimen de la dictadura, repudiado por la Constitución Nacional con la degradante pena de la infamia".
Y prosiguió: "Pero ahora, que estamos en presencia de hechos consumados, todavía bajo la presión de las fuerzas subversivas, ¿qué es lo que cabe hacer sino consignar nuestras airadas protestas contra la traición y el crimen? ¿Quién, en efecto, responde que el Honorable Congreso pueda hacer respetar su soberana voluntad? ¿Dónde están las garantías del cumplimento de sus instituciones? (...) La juventud radical, cumpliendo con el deber que se ha propuesto, no obstante, va a votar el rechazo de la renuncia del Sr. Manuel Gondra, como una propuesta de altiva indignación contra el aleve motín cuartelero y de repudio y de reprobación contra sus autores, sobre quienes deja toda entera la responsabilidad de los luctuosos y tristes días que esperan a la patria".
Este discurso, uno de los más vehementes que se han pronunciado en el Congreso, resultó profético. Pronto los acontecimientos quedarían fuera de control como resultado de las maquinaciones de los políticos y de la complicidad del coronel Chirife. Después de Díaz León habló el doctor Francisco C. Chaves, colorado, quien dijo: "El ejército no debe ser político ni debe pertenecer a ningún partido, porque es la soberanía misma armada. El ejército debe ser el protector de todos los derechos y de todas las garantías individuales, porque solo así es posible la realización de toda aspiración ciudadana, cual es la de traducirse en el ejercicio del gobierno la práctica sincera y real del sufragio. El ejército no puede ser político porque es y debe ser nacional y constitucional".
El Partido Liberal Democrático, que agrupaba a los antiguos cívicos, lanzó un manifiesto, en el que recordaba que todo no era sino la continuación de la serie de deslealtades que había comenzado con el golpe del 2 de julio de 1908 contra Benigno Ferreira. Los golpistas del 2 de julio se veían ahora jaqueados por los mismos militares que los llevaron al poder después de una sangrienta lucha dentro de la capital. Cierto es, por otra parte, que los radicales gondristas mucho no se pronunciaron para apaciguar los ánimos. Desde un periódico que aparecía bajo la dirección de Belisario Rivarola se formulaba toda clase de acusaciones contra Chirife. Era natural que este se molestase y que, en general, mostrase una actitud negativa hacia ese sector. Y, además, la ofensiva de la llamada Juventud Radical apuntaba a la destrucción de todo vestigio del schaerismo en la política paraguaya, corriente a la que describía como un impedimento para el progreso del país.
El que luego ocuparía el cargo de Comandante de los Ejércitos del Chaco,
José Félix Estigarribia, todavía joven oficial cuando su participación
en la Campaña del Norte, y la sublevación de Adolfo Chirife.
Eligio Ayala junto a José P. Guggiari en un acto público
GOBIERNO DE EUSEBIO AYALA
La crisis duró unos once días, hasta que el Congreso resolvió, por unanimidad, elegir al candidato ya mencionado. Ayala era una solución, ya que se lo suponía equidistante de las fuerzas en pugna. Incluso gozaba de la confianza de Schaerer, hecho que facilitó su elección, por consenso de todas las fuerzas partidarias. Parecía que la situación se iba a normalizar, a gusto y paladar de don Eduardo Schaerer.
Este, por su parte, dio a conocer un manifiesto en el que responsabilizaba a Gondra, a su vacilación y a sus indecisiones de todo lo ocurrido. Lo acusó de imponer la hegemonía del guggiarismo en el partido, a la sombra del cargo de ministro del Interior. Recordó, por otra parte, que cuando Gondra fue a la policía a discutir el problema con Schaerer y sus amigos, se le dejó ir sin ningún problema. Y que, por tanto, en ningún momento hubo intención de que la sangre llegase al río.
El gabinete de Ayala fue constituido del siguiente modo: Ministro del Interior, Rogelio Ibarra Muñoz; ministro de Hacienda, Dr. Eligio Ayala; ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Alejandro Arce; ministro de justicia e Instrucción Pública, Dr. Eliseo Da Rosa; ministro de Guerra y Marina, coronel Manuel Rojas. Como se ve, desaparecieron del gabinete dos nombres irritantes: el de Guggiari, para los schaeristas, y el de Chirife, para los guggiaristas. Era una forma de apaciguar los ánimos. Schaerer, por su parte, creía que Rojas era allegado suyo.
Chirife fue nombrado comandante de la II Zona Militar, con asiento en Paraguarí, en reemplazo del coronel Rojas, quien era el nuevo ministro de Guerra. El problema, sin embargo, no había terminado.
Las presiones de los políticos sobre Chirife se volvieron cada vez más insistentes. Mientras tanto, los schaeristas se pusieron de acuerdo con los colorados para, constituidos en mayoría en el Congreso, llamar a elecciones y proclamar la candidatura del coronel Chirife a la presidencia.
El 26 de abril, luego de un estudio por parte de una comisión especial, la Cámara de Diputados se puso a estudiar un proyecto de ley de convocatoria a elecciones, que implicaba, de hecho, la eliminación del presidente Ayala. El proyecto, originado en la bancada colorada, obtuvo el apoyo de los parlamentarios schaeristas. Durante el debate, el diputado Federico García, de la bancada gondrista, dijo: "¿Acaso no es una guerra civil? Es una guerra civil a la que solo falta la sangre, y nada difícil ha de ser que se ponga la nota sangrienta".
Era evidente el clima de violencia que presidía el debate y que pronto desembocaría en una guerra civil, una de cuyas víctimas sería el propio diputado García. Las cámaras del Congreso se hallaban bajo control de la oposición.
Finalmente el proyecto fue aprobado y remitido al Senado, que se dispuso a analizarlo. Así lo hizo el 11 de mayo y en los días siguientes, hasta que el proyecto fue aprobado por mayoría colorado-schaerista. Solo que, en vez del 15 de agosto, se fijó el 16 de junio como fecha de las elecciones. Con esto, el proyecto fue devuelto a la Cámara de Diputados que, el 19 de mayo, aceptó la modificación, por 19 votos contra 15.
El proyecto fue remitido al Poder Ejecutivo para su promulgación. En respuesta, el 22 de mayo, el Poder Ejecutivo devolvió el decreto, vetando el proyecto de ley. El enfrentamiento Poder Ejecutivo-Poder Legislativo creaba, pues, una situación de imprevisibles consecuencias.
Una importante primera medida de seguridad del presidente Ayala fue disolver de hecho la Guardia Cárcel, poniéndola bajo el Ministerio de Guerra. Para la elección del decreto, fechado el 12 de mayo de 1922, el presidente obligó al coronel Chirife a acompañar al ministro de Guerra, al del Interior y al nuevo jefe de Policía, Vicente Rivarola, durante el acto en que, ante la tropa formada, se leyó el decreto respectivo. Chirife se negó al principio, pero tuvo que aceptar cuando se le aclaró que era la única forma de desvirtuar las acusaciones que se imputaban en su contra.
Como un signo de la ruptura, los radicales gondristas/guggiaristas se reunieron en convención en el Teatro Granados, el 14 de mayo de 1922 y después de elegir una nueva Comisión Central, acordaron delegar en esta, la facultad de proclamar candidatos a la presidencia y vicepresidencia. La presidencia del partido quedó en manos de Belisario Rivarola, con José P. Guggiari como vicepresidente.
Esta convención se anticipó a la que debía realizarse poco después y que debía integrar a todos los radicales. Con esta decisión, el schaerismo quedó radiado de la vida partidaria, por lo que debió elegir sus propias autoridades. Pero eso no fue todo. Como la unidad de Donato Alonso había permanecido en su cuartel, junto con su jefe y oficiales, el presidente decidió neutralizarla. Un día se presentó repentinamente en la unidad el capitán José Félix Estigarribia al frente de una compañía de zapadores. Los ocupantes estaban dormidos y no pudieron resistir. Cuando se dieron cuenta de lo que ocurría, ya habían sido expulsados y el cuartel se convirtió en alojamiento de zapadores. La unidad, que bajo el mando de Donato Alonso había servido a los designios de don Eduardo Schaerer, dejaba de ser una amenaza para la seguridad de la capital.
Don Luis Simón dueño del negocio que aparece en la imagen,
quería una fotografía de su librería, ubicada en la calle Estrella casi Chile.
El día en que pudo sacarse una, alrededor de 1910,
pasaba casualmente por el lugar el Doctor Manuel Franco
quien sería Presidente de la República unos años más tarde.
GUERRA CIVIL DE 1922-1923
El sábado 27 de mayo, los comandantes de las dos zonas militares (II y IV), el coronel Chirife y el teniente coronel Pedro Mendoza, enviaron un telegrama al ministro de Guerra, en el que, pese a protestas de acatamiento a la autoridad del presidente, era de hecho un acto de rebelión. Le comunicaban que "están reunidos frente a sus tropas y que, antes de tomar una resolución, desean conferenciar con el compañero y amigo, sin ningún propósito hostil, para evitar difusión de sangre inocente y hermana". El pronunciamiento se realizó en la II Zona Militar, con sede en Paraguarí.
El mensaje convocaba a "llegar a un acuerdo patriótico para la hora. No queremos ser responsables del derramamiento de sangre, ni culpables del sacrificio de un solo soldado, ni ningún solo ciudadano inocente, quienes son los que generalmente pagan con su tributo de vida el extravío y las pasiones de los políticos que hoy anarquizan la nación entera, desganando su propia vida y matando sus fuerzas ya exhaustas".
El ministro Rojas respondió con otro telegrama, en el que manifestaba que "están de acuerdo en el fondo y que, como ministro, esperaba que no desacataran sus órdenes de venir a Asunción para conferenciar y llegar a un acuerdo, que era lo deseado por todos". En realidad, se trataba de una maniobra dilatoria, aconsejada por el Cnel. Schenoni, quien consideraba que se requerirían varios días para organizar la defensa. Si Chirife avanzaba directamente sobre la capital, no había nada que hacer. "Solo podríamos resistir un momento para salvar el honor y no entregarnos como ovejas", explicó Schenoni en una reunión del gobierno. Mientras tanto, varias medidas tomadas en Paraguarí señalaban la voluntad de dichos jefes. Los trenes fueron retenidos en dicha estación, incluyendo al convoy internacional, el telégrafo pasó a control de la unidad militar y se decomisaron mercaderías. El presidente, apercibido de que algo anormal estaba ocurriendo en dicho lugar, llamó a la capital a los efectivos de Villarrica, al mando de Pedro Mendoza, pero este bajó sus fuerzas en Paraguarí y las puso a las órdenes de Chirife. Ese mismo día tuvo lugar una reunión de oficiales de la guarnición de Paraguarí, convocada por Chirife. Algunos, como Camilo Recalde y Gaudioso Núñez, expresaron su desacuerdo y pidieron pasar a filas gubernistas. Chirife lo autorizó. Civiles schaeristas y de otros partidos concurrieron a Paraguarí a engrosar las filas del ejército revolucionario, incluyendo a ex militares colorados y jaristas. Simultáneamente comenzaron a brotar montoneras en todo el país.
El Partido Colorado, por su parte, dio a conocer un comunicado a través del cual desmentía que estuviese apoyando un movimiento revolucionario. El documento llevaba la firma de su presidente, Dr. Pedro Peña. El partido, en realidad, no intervino directamente en la guerra civil, pero varios líderes se enrolaron en las filas del coronel Chirife. Mientras todo esto ocurría, el 29 de mayo, El Dr. Ayala, viendo la gravedad de la situación, había resuelto retirar el veto, enviando un mensaje en ese sentido al Congreso. "Existe -explicaba- una grave subversión y los poderes públicos están en el deber de salvar al país de sus funestas consecuencias (...) El Poder Ejecutivo, sin declinar en lo más mínimo de sus convicciones acerca de la legalidad y oportunidad del veto, quiere sustraer del debate público la única causa que hoy divide y encona los ánimos".
En el mismo documento recriminó al Congreso porque el día anterior había pedido a las cámaras que se reuniesen para aprobar la declaración del estado de sitio, como un medio para hacer frente a la grave situación planteada. Pero las cámaras no se reunieron, en una deliberada obstrucción al propósito del gobierno.
El 30 se reunieron las dos cámaras en Congreso para discutir el veto y su posterior retiro. Lo curioso es que se pasó a estudiar primeramente el veto, pese a que su retiro ya lo convertía en un documento sin sentido. La reunión concluyó sin una posición definitiva, quizá en la espera de que la fuerza resolviese la cuestión, con el ejército de Chirife a las puertas de la ciudad. Ayala prefirió esperar y no tomó ninguna represalia contra el Congreso que le negaba su apoyo. Los 19 parlamentarios schaeristas, diputados y senadores, por su parte, dieron a conocer un manifiesto, dirigido al Ejército, en el que expresaban que "ha llegado el momento en que el ejército, depositario de las gloriosas tradiciones de valor cívico de nuestro pueblo y respetuoso de la ley suprema de la nación, concurra con las fuerzas de que dispone a hacer cumplir en estos momentos de solemne expectativa para la patria las decisiones del Congreso, que lucha con bizarría y valentía por salvar los fueros de la Constitución Nacional, conculcados por mandatario desleal". Era una convocatoria a la rebelión.
La esposa del presidente Ayala recordó posteriormente las palabras que este pronunció ante esta situación: "¿Qué va a ocurrir? Parte del ejército obedece a Chirife, el Parlamento me es hostil; al menos está dividido. Bueno, que hagan lo que quieran, pero no cederé ni daré mi dimisión. Lucharé". No quedaba otra salida que la fuerza.
También el 30, el Partido Liberal Radical dio a conocer un pronunciamiento, acusando de sedición a la "facción schaerista que, desde tiempo atrás, viene, en connivencia con el Partido Colorado, propiciando la candidatura presidencial del coronel Chirife, a despecho de la voluntad popular. No satisfecha con haber desgarrado y hecho jirones la Constitución, en aras de sus apetitos de poder, se ha lanzado a promover la guerra civil".
Más adelante decía: "Todo hombre honrado es enemigo natural del schaerismo. El doctor Eusebio Ayala y sus colaboradores, en la obra de reparación financiera, administrativa y política en que se hallan empeñados, no escapan a la regla".
El coronel Carlos Goiburú. En los sucesos del Puerto Bonete
había sido acusado de ser uno de los responsables de la muerte y de Adolfo Riquelmey,
en 1922, expulsado de las faenas revolucionariasdebido a que el Cnel. Chirife
sospechaba que estaba conspirando contra la subversión.
PRESIDENCIA PROVISIONAL DE ELIGIO AYALA
El 7 de abril, el Dr. Eusebio Ayala renunció a la presidencia de la República ante la promesa de que su candidatura sería promovida oficialmente por sus correligionarios para el siguiente mandato constitucional. La dimisión fue aceptada por el Congreso el 12 del mismo mes. Pero este eligió para sucederlo al Dr. Eligio Ayala, ministro de Hacienda, y su primer gabinete fue el siguiente: Ministro del Interior, Dr. Modesto Guggiari; ministro de Relaciones Exteriores, Dr. Rogelio Ibarra Legal; ministro de Instrucción Pública y Justicia, Dr. Lisandro Díaz León; ministro de Guerra y Marina, coronel Manlio Schenoni.
Al parecer, el inesperado marginamiento de Eusebio Ayala fue consecuencia de su espíritu más bien conciliador. Después este resolvió alejarse de la escena y viajar a Europa. La plana mayor de su partido le rindió un homenaje, durante el cual el presidente de la entidad, Dr. Belisario Rivarola, dijo: "Su mayor título de gloria es haber puesto dique a la eclosión de una ominosa dictadura militar cuyos prohijadores y agentes hoy, a estas horas, se guarecen como salteadores de caminos". En realidad, la renuncia parece haber sido dictada por diferencias surgidas con la Comisión Central del partido, sobre todo debido a que el presidente tenía un temperamento conciliador y estaba muy lejos de su ánimo propiciar una política intransigente y vengativa.
La revolución no había terminado. Después de la huida de Ca’i Puente (actual Coronel Bogado), los revolucionarios se dirigieron hacia el norte, perseguidos por los gubernistas. Mientras tanto, la montonera de Plácido Jara recorría el norte golpeando donde el gobierno estaba más débil y recogiendo armas y equipos: Contaba con más de 200 hombres, un cañón Krupp y una ametralladora. Esta columna asaltó varios pueblos, incluyendo San Estanislao, donde perdió a su segundo jefe, Juan Bautista Melgarejo. Otras montoneras operaban en otros sitios del país, como la del colorado Medardo Palacios, en el sur. La táctica rebelde era la sorpresa, a fin de obtener los elementos que pudieran serle útiles, para después retirarse.
En marzo, en un audaz golpe de mano, Jara se apoderó de Ajos (hoy Cnel. Oviedo), mientras otro grupo caía sobre Villarrica, ocupada casi sin resistencia. Villarrica fue asaltada dos veces. La primera, el 10 de marzo de 1923, y la segunda, una semana después. Pero esta vez hubo respuesta armada, con un resultado de 60 bajas, entre muertos y heridos, sumadas ambas partes.
La ocupación de la ciudad duró dos días. El efecto de estas acciones era impedir que el ejército leal pudiese concentrarse para dar un golpe definitivo a una revolución que, cuando parecía apagarse en un sitio, renacía en otro.
A comienzos de junio, fuerzas revolucionarias irrumpieron en la Cordillera de los Altos y ocuparon Caacupé, Piribebuy, Altos y Atyrá, mientras la vanguardia lo hizo con Emboscada, Arroyos y Esteros, Tobatí y Barrero Grande. El gobierno dispuso un contraataque. El 15 de junio tuvo lugar un combate en Piribebuy, durante el cual los rebeldes, al mando del capitán Tomás Mendoza, fueron derrotados y obligados a abandonar el pueblo; dejaron tras de sí 28 muertos y varios heridos.
Eran unos 300 hombres que fueron atacados por una columna al mando del mayor Julián Sánchez, la cual consiguió su objetivo. Este retornó a Asunción por razones de salud; fue sustituido por el mayor Estigarribia al frente de esta fuerza, a la que sumó la suya propia.
Después de la acción de Piribebuy hubo negociaciones para restablecer la paz. El gobierno ofreció amnistía amplia, el pago de indemnizaciones y hasta la compra de las armas que los revolucionarios habían adquirido.
Pero los rebeldes exigieron la formación de un gobierno provisorio conducido por un triunvirato, que debían integrar un radical gubernista, un radical schaerista y un miembro del Partido Colorado. Además exigían la renovación total de las cámaras, disolución de ambos ejércitos y la reorganización sobre la base de la independencia absoluta.
Por parte del gobierno, las gestiones fueron encomendadas al Dr. José P. Guggiari, vicepresidente del Partido Liberal y presidente de la Cámara de Diputados. Las propuestas revolucionarias fueron rechazadas de plano, por lo que no quedó más remedio que confiar el resultado de la guerra civil a la suerte de las armas.
Manuel Gondra y su nuevo gabinete llegando a la Catedral parael tradicional tedéum,
inmediatamente luego de asumir, el 15 de agosto de 1920. Sería derrocado al poco tiempo.
OPERACIONES EN EL NORTE
El teatro principal de las operaciones se había trasladado al norte, aunque las montoneras mantenían en zozobra el resto del país. En diciembre de 1922, los revolucionarios se reunieron en Ysau y después pasaron a Itanará. Desde allí, ya en enero de 1923, atacaron Pedro Juan Caballero, que fue ocupado. Los jefes revolucionarios, Mendoza, Gill y Brizuela, quienes llegaron en un automóvil, fueron agasajados con un banquete que les ofrecieron sus allegados de dicha población.
Pero no faltaron reveses al ejército gubernista. El 30 de marzo de 1923, una fuerte columna, al mando del capitán Juan B. Ayala, que perseguía al enemigo, fue emboscada y batida totalmente. En esta acción, ocurrida en Pañetey, cerca de Unión, pereció el capitán Blas Miloslavich, uno de los jefes revolucionarios. El informe elevado al gobierno sobre el combate de Pañetey describe un verdadero desastre. De los seis oficiales, siete cadetes y 447 soldados que tenía Juan Ayala le quedaron, después del desbande, cinco oficiales, cuatro cadetes y 181 soldados.
Fueron abandonados dos cañones, aunque inutilizados. El grueso de la columna que partió en persecución de los rebeldes retrocedió hasta reorganizarse en Carayaó, desde donde partió hacia Villarrica, todavía más lejos. El 18 de mayo falleció en Bella Vista el Cnel. Chirife, jefe de la revolución y uno de los jefes militares más descollantes del país. Fue víctima de una neumonía, que lo había postrado desde hacía varios días. Este hecho no puso fin a las acciones. Fue sustituido en el comando por el Cnel. Mendoza. Chirife fue uno de los jefes mejor formados del ejército paraguayo, pero las ambiciones políticas lo llevaron a hundir su carrera y su reputación. Quienes juzgan la actuación de ambos creen que Mendoza era un jefe más resuelto y activo que Chirife.
En los primeros días de junio fue batida la montonera del Ypoá que, con unos 110 hombres, mantenía en zozobra a varios pueblos de la región y que operaba al mando del Tte. Gaete. Igual suerte corrió la de Medardo Palacios en Caacupé, cuando trataba de reunirse con la anterior en Quiindy. Por aquel tiempo fracasó un intento de toma de Pilar por unos 80 hombres comandados por el caudillo schaerista José M. Cano. Las bajas fueron de nueve muertos y 10 heridos, además de varios prisioneros.
En ese tiempo, el ejército gubernista que perseguía a los rebeldes en el norte contaba con 2.500 hombres, ocho cañones y tres ametralladores, al mando de Estigarribia. Las fuerzas rebeldes llegarían a algo más de un millar, las que con cuatro cañones y once ametralladoras, se hallaban al norte de Carayaó. El comando revolucionario estaba entonces en manos del coronel Pedro Mendoza y del Tte. Cnel. Francisco Brizuela.
Para esa época, estos habían resuelto adoptar el nombre de "Ejército Constitucional".
El Sr. Elías García, jefe de Policía de los primeros gobiernos liberales
junto al personal superior de la instituición.
El cañonero "Paraguay" que hacia el par defensivo náutico con el "Humaita".
La construcción de ambos fue encargada durante el gobierno del Dr. Eligio Ayala
al astillero "ODERO TERMI", de Génova, Italia.
EL SIGLO XX: LA REVOLUCIÓN DE 1904 Y EL PERÍODO LIBERAL
HELIO VERA
(continuación)
FASCÍCULO Nº 27 - CAPÍTULO 14
Asunción – Paraguay
2012
Todos creían que la revolución estaba a punto de terminar y que los revolucionarios estaban agotados. Pero estos, en una brillante maniobra dejaron atrás a la columna de Estigarribia, que los perseguía, pisándoles los talones, y se dirigieron a Asunción. La marcha de los revolucionarios, después de dejar a sus espaldas al ejército leal, es una hazaña memorable, por los sacrificios que debió vencer y por la audacia de su concepción. Un relato sobre la misma está contenido en un folleto publicado después por el joven periodista colorado José D. Miranda, quien acompañaba a Plácido jara. La operación requería cruzar el Tobatiry, cerca de Carayaó, por un sitio no controlado. Los rebeldes estaban en Tacuacorá. La columna de Estigarribia se aprestaba a atacarlos en ese lugar, pero Jara decidió escabullirse. Para ello, dejó 50 hombres para custodiar el paso del Tobatiry y simular que el grueso de sus fuerzas permanecía en ese lugar.
La partida de Tacuacorá se produjo el 20 de junio, a las siete de la noche. A las nueve cruzaron el Tobatiry por un puente de 37 metros de longitud, construido sin que se diese cuenta el ejército leal. La columna cruzó una angosta picada abierta en el monte virgen, de cuatro kilómetros de longitud. De tarde, la vanguardia ya estaba en Carayaó. Después de dos días de descanso, el 30, la Primera Brigada al mando de Plácido Jara, vanguardia del ejército rebelde, llegó a un punto sobre el Manduvirá. Luego de capturar embarcaciones menores, bajó este río unas seis leguas y desembarcó cerca de Arroyos y Esteros.
Después de un rodeo, marchó hacia dicho pueblo por el camino de Emboscada. La seguridad de la población estaba a cargo de un destacamento al mando del Tte. Maggi, que fue completamente derrotado. Igual suerte corrieron los gubernistas en Caballero. Arroyos y Esteros quedó entonces en poder de Jara. Por su parte, en la tarde del seis, el grueso del ejército revolucionario, con Mendoza al frente, cayó sobre Ypacaraí. Sin perder tiempo avanzaron hacia la capital.
La primera acción de resistencia tuvo lugar en Yuquyry, a cargo de un centenar de hombres al mando del Cptán. de corbeta Fortunato Arias, que luego retrocedió. Entre el 8 y el 9, en Luque y Campo Grande, este grupo volvió a presentar resistencia, a fin de demorar el ataque a la capital. Después, bajo presión enemiga, ocupó nuevas posiciones dentro de la ciudad.
El Dr. Eligio Ayala fue el Presidente intelectual mejor dotado
que tuvo el Paraguay. Ahorrativo, previsor, culto,
inteligente e implacable con los malos funcionarios.
Por supuesto que no fue popular...
SEGUNDO ATAQUE A ASUNCIÓN
Los revolucionarios ya estaban ante las puertas de la capital bajo el mando de los coroneles Mendoza y Brizuela. Jara se desplazó rápidamente y llegó hasta Trinidad, después de lo cual avanzó por la actual Avda. Artigas hasta frente al club Libertad. Una fuerte lluvia caía en ese momento, lo que obligó a esta unidad a retroceder y pernoctar en el Jardín Botánico. Otra unidad, al mando del Cptán. Lasclotas, llegó hasta la plaza Uruguaya. El buque "Adolfo Riquelme" cañoneó a los atacantes, mientras algunos cantones resistían como podían. El asalto fue dirigido por el Cnel. Mendoza, secundado por los mayores Enrique Oliver y Fermín Casco, que resultó herido en la lucha. Brizuela retrocedió con la artillería por falta de proyectiles. Se estima en 800 el número de hombres de la fuerza atacante. Había más hombres, en reserva, pero carecían de armas.
Por su parte, el gobierno contaba también con unos 800 efectivos. Se nombró jefe de plaza al mayor Julián Sánchez. Nuevamente, la Liga de Obreros Marítimos aportó numerosos hombres a la defensa de la ciudad. Sus efectivos resistieron la embestida de la caballería revolucionaria en Varadero y en el área de La Encarnación. El ministró de Defensa, Gral. Schenoni, dirigió todo el dispositivo.
Luego de algunos tanteos, el ataque comenzó a las 10:30 del lunes 9, con un amago en el sector de la actual Avda. Artigas; pero en realidad el mayor peso fue dirigido sobre el ala derecha y el centro del dispositivo gubernista. La presión fue tan intensa que, hacia el mediodía, los gubernistas retrocedieron después de haber sido rota su línea en la zona del arroyo Ferreira, actual Avda. José F. Bogado. En los demás sectores la retirada se produjo con normalidad, para ocupar nuevas posiciones más atrás. Durante la siesta, después de la retirada, la defensa volvió a organizarse en el centro de la ciudad. José Gill, con la caballería colorada, llegó hasta cerca del parque Caballero. Otro extremo de la pinza atacante avanzó por Sajonia y llegó hasta Varadero.
En la reconstrucción del frente, el gobierno contó con la incorporación del Gral. Patricio Alejandrino Escobar quien tomó las medidas que la urgencia requería.
En los momentos más inciertos del combate, a las cuatro de la tarde del día nueve, el Pdte. Eligio Ayala subió a bordo del "Adolfo Riquelme" con sus principales colaboradores. Eligio Ayala tenía el propósito de instalar el gobierno en otro sitio de la República en caso de que la capital cayese en poder de los rebeldes. El Tesoro nacional fue trasladado a bordo del "San José", acompañado de los funcionarios de la Oficina de Cambios, el antecedente del actual Banco Central. Esa noche los presos revolucionarios fueron trasladados a otras embarcaciones y la revolución estaba en el centro mismo de Asunción. Esa noche se presentaba fría y lluviosa. Más tarde se desencadenó una tormenta.
La defensa gubernista se estableció a lo largo de una línea entre el actual Colegio de la Providencia y la Prefectura General de Puertos, y se extendió hacia el astillero San Isidro, con cantones en varios sitios. Al día siguiente el ataque se reanudó temprano. Era evidente la impaciencia por terminar de una vez con la tenaz defensa gubernista. El capitán Lasclotas había llegado hasta la plaza Uruguaya al frente de un destacamento rebelde y organizó grupos de francotiradores en el área. En su progresión, la ofensiva llegó hasta la estación del ferrocarril y la plaza Independencia.
A las 10, el ataque redobló su ímpetu, ya reforzado con los hombres de Plácido Jara, unos 160 tiradores con tres ametralladoras. Pero, poco después, el impulso comenzó a debilitarse por el gran número de bajas y por la escasa dotación de proyectiles.
En su máxima progresión, la ofensiva había llegado hasta la plaza Uruguaya e incluso más. Unos tiradores se habían instalado en la torre de La Encarnación, desde donde disparaban sobre los cantones gubernistas.
Hacia el mediodía, un fuerte contraataque gubernista hizo retroceder a los rebeldes, que se retiraron hacia la plaza Uruguaya. A las tres de la tarde se retiraron hacia Villeta, dejando atrás muertos, heridos y prisioneros. José Gill, el célebre caudillo colorado, fue capturado en Yegros y 25 de Mayo, después de haber sido herido.
Nunca se sabrá el número de los caídos en la batalla por Asunción. Un cronista de la guerra civil, Tomás de los Santos, eleva a 78 el número de muertos y a 120, el de heridos. Otros calculan en más de doscientos los muertos en ese violento y desesperado combate.
Entre ellos debió lamentarse la muerte del teniente de marina Fortunato Arias, horas antes ascendido a capitán de Corbeta. El mayor Tomás Mendoza, con unos 200 hombres, pasó a la Argentina por el Chaco, en Monte Claro. Desde Puerto Sara, en la estancia Guyratí, propiedad del poderoso don Luis Patri, otro grupo de revolucionarios lograría una especie de armisticio mediante el cual, previa entrega de sus armas, se los dejó cruzar a la Argentina, donde pidieron asilo. Eran solo unos doscientos hombres.
Así, el 12 de julio terminó la guerra civil más larga de la historia paraguaya. El 13 llegó a Asunción la columna de Estigarribia, que había sido dejada atrás por el fulminante desprendimiento rebelde. No tuvo tiempo de intervenir en la defensa de la capital.
La pacificación del país tardaría un tiempo más, ya que algunas montoneras se mantenían activas. El último reducto, en el noreste, fue atacado por una expedición al mando de Arturo Bray. Los rebeldes se dispersaron y pasaron a Misiones, Argentina.
El Dr. Pedro Bobadilla fue ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública
en 1901 y vicepresidente de Eduardo Schaerer desde 1912 a 1916
REORGANIZACIÓN POLÍTICA
Resuelto el pleito militar, el sector triunfante se dispuso al ajuste de cuentas en el Parlamento, cuya actitud había desatado la guerra civil. Los colorados, por decisión de su convención del 18 de junio, se habían retirado de sus bancas. El 1° de agosto, en una sesión extraordinaria de la Cámara de Diputados, fueron expulsados de sus bancas los parlamentarios schaeristas Manuel Balteyro, José Brun, Nicolás Coppulo, Héctor Cabañas Velázquez, Ernesto J. Montero, Manuel Riquelme y Cleto Sánchez.
La Cámara de Senadores había quedado sin quórum. Sus miembros schaeristas se hallaban fuera del país, los colorados habían renunciado y se hallaban igualmente renunciantes los radicales Emiliano González Navero y Tomás Ayala. En cuanto a los electos en las últimas elecciones, cinco en total, no se habían incorporado aún.
Para reorganizar el Poder Legislativo, se llevaron a cabo elecciones generales en setiembre de 1923. Solo participaron los liberales, esta vez reunificados con los cívicos después de una reunión que se había realizado el 2 de agosto. El 3 de febrero de 1924, la convención del Partido Liberal Radical eligió a Eligio Ayala y a Manuel Burgos como sus candidatos a presidente y vicepresidente de la República para el período 1924-1928. Por el momento había sido olvidada la candidatura de Eusebio Ayala, quien se retiró a sus actividades privadas. La misma convención designó presidente del partido al Dr. José P. Guggiari. El presidente Ayala se retiró de su cargo el 17 de marzo de 1924, para organizar su campaña como candidato del Partido Radical para el siguiente período constitucional 1924-1928.
PRESIDENCIA PROVISIONAL DE LUIS A. RIART
Durante el lapso entre la renuncia de Eligio Ayala a la presidencia provisional y su asunción posterior al mando constitucional y por decisión de las cámaras, gobernó el país el Dr. Luis A. Riart (1880-1953). Es decir, entre el 17 de marzo de 1924 y el 15 de agosto del mismo año, para lo cual constituyó el siguiente gabinete: Hacienda, Eliseo da Rosa; Guerra, general Manlio Schenoni; Relaciones Exteriores, Dr. Rogelio Ibarra; Interior, Belisario Rivarola, y Justicia, Culto e Instrucción Pública, Dr. Lisandro Díaz León.
Durante este mandato se tomaron varias acciones destinadas a mejorar las condiciones de la defensa nacional para hacer frente al pleito por el Chaco, que se venía agravando paulatinamente. El presidente Riart promovió, con ese propósito, una serie de reuniones del gabinete para estudiar el problema en la más estricta reserva. Con ese propósito pidió a sus principales colaboradores que emitieran sus pareceres para la elaboración de un plan de defensa. Presentaron dichos informes el coronel Manuel Rojas y el general Patricio Alejandrino Escobar. No lo presentó el general Schenoni, aduciendo que esa debería ser tarea del próximo gobierno.
Las elecciones para constituir el colegio electoral que designaría al próximo presidente se realizaron el 11 de mayo. Ellas se hicieron sin participación opositora y el colegio electo no tuvo inconvenientes en proclamar presidente constitucional al Dr. Eligio Ayala, a quien acompañaba el Dr. Manuel Burgos como vicepresidente.
Una ley aprobada antes del cambio de mando en el Palacio de López establecía una asignación de 30 mil pesos al presidente de la República, 16 mil al vicepresidente y 15 mil a los ministros.
Tan frecuentes eran los cambios de mando en el país que,
concurrir al Palacio de López para uno de estos actos, se hizo habitual.
SEGUNDO GOBIERNO DE ELIGIO AYALA
El Dr. Eligio Ayala asumió el cargo de presidente constitucional el 15 de agosto de 1924. Su primer gabinete estuvo constituido del siguiente modo: Hacienda, Dr. Manuel Benítez; Interior, Belisario Rivarola; Relaciones Exteriores, Dr. Manuel Peña, quien fue sustituido en 1925 por el Dr. Enrique Bordenave; Justicia Culto e Instrucción Pública, Dr. Adolfo Aponte; Guerra y Marina, Dr. Luis A. Riart, quien fue sustituido después por Eliseo Da Rosa.
El mandato del Dr. Ayala estuvo signado por un gran esfuerzo para mejorar las finanzas públicas y recuperar al país de los estragos causados por las sangrientas guerras civiles recientes. Entre sus gestiones más relevantes se halla el pago de la deuda externa e interna. Esta medida permitió que el país recobrase su crédito y fuese saneado el sistema financiero.
De origen humilde, oriundo de Mbuyapey, bachiller del Colegio Nacional de la Capital, Eligio Ayala realizó estudios en Europa, lo que le dio una sólida formación intelectual. Su libro "Migraciones", una de varias obras, escrito en Suiza, es una visión descarnada de la realidad paraguaya. El país que recibió había quedado postrado económica y sicológicamente como resultado de la guerra civil de 1922-1923. En 1924, un censo poblacional arrojó las siguientes cifras: 828.968 habitantes en Asunción y 103.750 en el interior. Es decir, que el Paraguay de la preguerra tenía cerca del millón de habitantes.
Durante su gobierno, la Universidad de Asunción recibió, por ley de la República, un estatuto autonómico. Sobre la base de la Escuela de Agrimensura, creada en 1921, fue fundada, en 1926, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Un papel importante en este esfuerzo fue cumplido por el ingeniero Sispanov, de origen ruso blanco.
Ayala se preocupó de incorporar a la oposición a la vida pública. Los schaeristas se mostraban reacios a toda cooperación y mantenían las esperanzas de un retorno al poder por la vía de los hechos. El Partido Colorado se había retirado del Poder Legislativo. Una medida de apaciguamiento fue una ley de amnistía, del 4 de setiembre de 1924, que benefició a los insurgentes de la guerra civil reciente.
La primera señal de reaparición del schaerismo fue la apertura, poco después, del diario "La Tribuna". Como resultado de las elecciones de marzo de 1927 los colorados volvieron al Parlamento, con varios de sus líderes más prominentes.
En 1925, por instrucciones del presidente, el ex presidente Eusebio Ayala, que se encontraba en Washington como representante del Paraguay, viajó a Europa en misión reservada, debía concretar los primeros trámites para el programa de adquisición de armamentos con miras a un eventual conflicto en el Chaco. Uno de los resultados de su gestión fue la adquisición de 8.453 fusiles de la fábrica de armas de Oviedo, España. Algunas de estos vinieron con un defecto de fabricación, lo que produjo que estallaran con los primeros disparos. Este hecho dio nacimiento al mote de "fusiles mataparaguayos" que fue usado como un elemento para denostar al gobierno.
GOBIERNO DEL DR. JOSÉ P. GUGGIARI
El 15 de agosto de 1928 llegó al Palacio de López el doctor José P. Guggiari, el hombre que había sido el símbolo de la juventud radical, de ideas renovadoras, en la lucha contra el schaerismo. Su gabinete inicial fue el siguiente: Hacienda, Dr. Eligio Ayala, después de cuyo fallecimiento fue sustituido por Rodolfo González; Guerra y Marina, Eliseo Da Rosa, sustituido por el general Manlio Schenoni, quien renunció a raíz del incidente del fortín Vanguardia, y este por Dr. Raúl Casal Ribeiro; Interior, Dr. Luis de Gásperi, sustituido después por Justo Pastor Benítez; Justicia, Culto e Instrucción Pública, Rodolfo González, sustituido después por el Dr. Alejandro Arce.
La presidencia del Dr. Guggiari estuvo signada por la presión de la crisis chaqueña y un clima sicológico alterado por ese problema. La cuestión del Chaco era el centro de una agitación incesante, canalizada por una prensa que se expresaba con entera libertad, aunque con una virulencia incontrolable. Los desbordes emocionales eran inevitables dada la sucesión de incidentes que se venían produciendo en dicha región, como resultado de la política boliviana de "pisar fuerte en el Chaco".
Era, además, evidente que el problema chaqueño se había convertido en un argumento político de gran valor para cuestionar al gobierno.
En diciembre de 1928, el incidente de fortín Vanguardia volvió a llevar el clima bélico a sus más altos niveles, una posición militar boliviana que fue ocupada e incendiada por una unidad militar paraguaya. El regimiento N° 5 de Infantería, al mando del entonces mayor Rafael Franco, capturó e incendió un fortín boliviano instalado en territorio que el Paraguay consideraba violatorio del "statu quo" pactado en 1907.
Hubo cinco muertos bolivianos y la veintena de hombres del fortín cayó en manos de los paraguayos. El incidente, sin embargo, estuvo a punto de provocar la guerra. En represalia, los bolivianos ocuparon por la fuerza varias posiciones paraguayas. La muerte del teniente Aparicio Figari creó una verdadera conmoción. El gobierno paraguayo decretó la movilización general.
Tuvieron que realizarse trabajosas negociaciones para evitar que la sangre llegase al río, ya que parecía que ambos países iban a ser llevados al campo de batalla. La opinión chilena, expresada en una nota del canciller Conrado Ríos Gallardo al gobierno boliviano, fue decisiva para evitar por el momento la guerra. El esfuerzo bélico seguía en la misma línea trazada por Eligio Ayala y desde febrero de 1931 trabajó en el Paraguay una misión militar argentina. Otro tema crucial fue la adquisición de un arma que varió radicalmente la guerra de infantería: el mortero. Con motivo de su visita a Europa, el Gral. Schenoni también gestionó la compra de los morteros Stockes-Brandt. Pero en ese momento el nuevo modelo, muy mejorado con respecto al anterior, todavía no había sido lanzado al mercado, de modo que era la última palabra en esa materia para la época. Por ese motivo la compra se demoró, y recién la concretó el gobierno de Guggiari. Eran 24 morteros con sus respectivos proyectiles.
El esfuerzo bélico paraguayo iba creciendo gracias a la austeridad impuesta por el Dr. Eligio Ayala en la administración anterior. En octubre de 1929 comenzaron a llegar los primeros aviones Potez, tipo Colonial, franceses, que serían el eje de la aeronáutica paraguaya en la guerra. La contratación fue realizada ya durante el gobierno de Eligio Ayala y permitió la llegada de siete aviones. Estas máquinas eran biplazas, con velocidad de 200 km. por hora, autonomía de vuelo de siete horas, con cuatro ametralladoras y un lanzabombas bajo cada ala, y con capacidad de llevar 24 bombas de diez kilos cada uno.
El 5 de mayo de 1931 llegaron al puerto de Asunción las cañoneras "Paraguay" y "Humaitá", levantando una ola de entusiasmo popular. Cruzaron el Atlántico entre Gibraltar y Pernambuco en un viaje de doce días, durante los cuales capearon varios temporales. La contratación también fue obra de Eligio Ayala.
MUERTE DE ELIGIO AYALA
Dentro de este contexto, el propio oficialismo cayó en una violenta disputa interna, de cuyas resultas una parte del mismo, liderada por el Dr. Modesto Guggiari, pasó a la oposición, junto con seis de los parlamentarios: Salvador García Melgarejo, Dr. Francisco Quiñónez, Emilio García, Luis Rufinelli, Roque Gaona y Pastor Jiménez. El asunto fue llevado a la comisión de disciplina del partido, que terminó aconsejando la suspensión de Guggiari y de varios de sus seguidores. El "modestismo" fue una corriente influenciada por las nuevas ideas revolucionarias y puso énfasis en la cuestión social, en términos bastante radicales para el marco ideológico liberal.
El problema llegaría a un punto muy delicado más tarde, en febrero de 1931. De hecho, junto a la agitación sindical se había organizado la alianza política de sus dirigentes con las corrientes disidentes -schaerista y modestista- del Partido liberal, por lo que la tensión llegó a un nivel de gran agresividad. El gobierno respondió declarando el estado de sitio y promulgando una ley por la cual prohibía el funcionamiento de varias organizaciones obreras. Varios dirigentes fueron apresados, confinados o se vieron obligados a pasar a la clandestinidad.
Mientras tanto, la política y la cultura nacional sufrían un duro golpe con el fallecimiento de Eligio Ayala, en un oscuro incidente pasional ocurrido en octubre de 1930. Este hecho marcó la desaparición de una de las figuras más prestigiosas del Partido Liberal. Y también significó la desaparición de un importante eslabón con el ejército, en cuyo seno el ex presidente, a la sazón ministro de Hacienda, gozaba de mucho prestigio.
Su muerte privó al partido de un contacto vital que hubiera podido influir de una manera decisiva, en el curso de los acontecimientos.
El deceso de Ayala se produjo en un intercambio de disparos con otro hombre en casa de la amante del ex presidente, que recibía subrepticiamente a aquel. La intempestiva llegada de Ayala desató un tiroteo. Su adversario murió en el acto y Ayala recibió disparos en el vientre. Salió caminando de la casa donde se había producido el incidente y abordó un taxi que lo llevó hasta un sanatorio, donde quedó internado. Las heridas le ocasionaron una septicemia que, pocos días después, lo llevó a la tumba.
Nuevamente el rumor atribuyó inspiración política a este hecho que, a la luz de lo que se conoce de él, fue puramente de origen sentimental.
El Presidente José P. Guggiari, el monseñor Bogarín
y el Intendente de la ciudad, el Ing. Bruno Guggiari
junto a miembros del cuerpo diplomático, en un acto público.
EL 23 DE OCTUBRE
El clima de agitación tuvo un punto crítico en octubre. El 23 de octubre de 1931, un grave incidente creó una crisis política de consecuencias funestas para el país. El tema fue, como siempre, la defensa del Chaco: Los bolivianos habían ocupado el fortín Samaklay. El día anterior, en protesta por algunas acciones bolivianas en esa región, los estudiantes habían promovido otra manifestación que fue coronada por varios incidentes. Incluso fue apedreada la casa del presidente Guggiari. Intervino la policía montada y hubo varios contusos. Curiosamente, no se tomaron medidas represivas de importancia y las manifestaciones siguieron realizándose sin dificultad.
Al día siguiente, 23 de octubre, una nueva marcha, esta vez en protesta por los hechos del día anterior, partió del Colegio Nacional de la Capital, cuyo local era el del actual Colegio Nacional de Niñas. El grupo llegó hasta el Palacio de López después de romper un cordón de marineros y soldados. Una vez allí, en medio de gritos y discursos, sonó un disparo. Esto desencadenó un descomunal desorden y se produjo la tragedia: Una ametralladora situada en la azotea, de un pelotón al mando del cabo Manuel W. Chaves, comenzó a disparar sobre los manifestantes. El presidente Guggiari, al escuchar los disparos, salió de su despacho y ordenó a gritos el cese del fuego. Ya era tarde. El resultado fue de nueve muertos y 20 heridos. Los primeros fueron velados esa noche en la Facultad de Derecho.
Al día siguiente de los hechos, el presidente Guggiari dio a conocer un comunicado, firmado por todos los miembros de su gabinete, en el que defendía su posición. "He dejado de hacer obras caras a mis aspiraciones de gobernante para consagrar al Chaco el máximo de mis energías. Mi gobierno se enorgullece de haber adquirido y pagado los mejores elementos de defensa y haber destinado el mayor volumen de sus gastos para la defensa nacional".
Como consecuencia del 23 de octubre, Guggiari se sometió voluntariamente a un juicio político ante el Congreso. La presidencia quedó a cargo del vicepresidente Emiliano González Navero.
Lamentablemente, la representación colorada había abandonado sus bancas, por lo cual el juicio fue realizado en un Congreso en el que únicamente había radicales. La retirada opositora impidió que la cuestión fuese debatida a fondo. La Cámara de Diputados resolvió finalmente, en enero de 1932, "que no hay lugar a formación de causa contra el excelentísimo señor presidente de la República, doctor José Patricio Guggiari". Este reasumió sus funciones hasta que, el 15 de agosto, entregó la banda presidencial al Dr. Eusebio Ayala. El Paraguay ya estaba en guerra contra Bolivia.
La convención del Partido Colorado, reunida el 31 de diciembre, con la presidencia del doctor Federico Chaves, y por moción de Dr. Domingo Montanaro, dispuso la abstención absoluta del partido en la actividad pública y "mantener el estado de rebelión" en señal de resistencia civil.
La moción incluía la orden de resistencia civil y la no adquisición de artículos de las casas de comercio de los liberales. Por otra parte, los afiliados que ocupaban cargos electivos recibieron orden de retirarse de sus bancas, así como los que ocupaban cargos en la diplomacia. Isidro Ramírez, representante paraguayo en Chile, se rehusó a renunciar y envió una nota a la Junta de Gobierno del Partido Colorado expresando su desacuerdo "porque, para mí, sobre los intereses del partido han estado siempre los intereses de la patria". Por su parte, el Partido Liberal se puso en la tarea de realizar la entrega del mando al nuevo gobierno. Para ello se reunió la convención de este partido para elegir candidato a la presidencia y vicepresidencia de la República, la cual tuvo lugar en el Teatro Granados el 17 de enero de 1932. Por 94 votos contra 86 triunfó la fórmula Dr. Eusebio Ayala-Raúl Cazal Ribeiro sobre Luis A. Riart-Benigno Escobar.
El país se hallaba ya a las puertas de la guerra.
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Registro: Noviembre del 2012