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ALFREDO VIOLA (+)
  ORIGEN DE LOS PUEBLOS DEL PARAGUAY - Por ALFREDO VIOLA - Año 1986


ORIGEN DE LOS PUEBLOS DEL PARAGUAY - Por ALFREDO VIOLA - Año 1986

ORIGEN DE LOS PUEBLOS DEL PARAGUAY


Por ALFREDO VIOLA


Ediciones COMUNEROS

Tapa: LUIS ALBERTO BOH

Asunción – Paraguay

1986 (235 páginas)

 


El Lic. Alfredo Viola es egresado de la Facultad de Filosofía de la Universidad nacional de Asunción. Comparte la docencia con la in­vestigación histórica.

Ha desempeñado cáte­dras en numerosos colegios de enseñanza secundaria, tanto civiles como militares. Experimentado profesor universitario. Actualmente ejerce la docencia en la facultad de Filosofía de la Universidad Nacional así como en el Curso Probato­rio de Ingreso de la Universi­dad Católica Nuestra Seño­ra de la Asunción.

Es miembro de número de la Academia Paraguaya la Historia. Presidente y socio fundador del Instituto Investigaciones Históricas “Dr.José Gaspar R. de Francia". Siendo además director del Anuario de esta entidad.

Asiduo investigador del archivo Nacional de Asun­ción desde hace más de 3 décadas. Su especialidad gira en torno a la labor e ideario del "Dr. José Gaspar R. de Francia". Sin embargo, su labor incluye también inves­tigaciones referentes al período colonial del Paragu­ay cuyo resultado se publi­ca en esta edición.

Ha publicado decenas de artículos en periódicos y revistas.

OBRAS DEL AUTOR

- Datos históricos y geo­gráficos del Paraguay.

- Facetas de la Política Gubernativa del Dr. Francia.

- El Colegio Nacional de la Capital. Su creación y sus primeros años de vida.

- El Nacionalismo paragua­yo y O'Leary.

- El Dr. Francia y la De­fensa de los límites de la frontera sur.

- El Mundo Antiguo -li­bro de texto.

- Reseña del Desarrollo Cultural del Paraguay.

- Política, Economía, Obras Públicas y Religión durante el gobierno del Dr. Francia.

- Cartas y Decretos del Su­premo Dictador (en pren­sa).

 


INDICE

Prólogo

Introducción

CAPITULO I

Ultimas poblaciones fundadas por los Jesuitas en el Paraguay

San Joaquín de los Tobatines

San Estanislao de Kostka

Nuestra Señora de Belén

Nuestra Señora del Rosario y San Carlos del Timbó

CAPITULO II

Poblaciones fundadas por autoridades políticas

San Isidro Labrados de Curuguaty

Villa Real de la Concepción

Pedro Melo de Portugal y Villena. Breve biografía

Villa de San José de Ybyracapa y Puesto de Cuarepoti

San Pedro Apóstol de Ycuamandyyú

Fuerte de Borbón, luego Olimpo

Plano y perspectiva del fuerte Borbón, hoy Olimpo

Tacuatí

Tevegó

Plano de Tevegó trazado por su Comandante Manuel Uriarte en febrero de 1813

CAPITULO III

Anexo Documental "Relación del hallazgo de los Indios del Pueblo de San Joaquín y la fundación en el año 1746 y su traslación al sitio en donde se halla en 1753. Consta...". Fotocopia y versión actualizada del documento . .

"Copia del reparto de tierras de la población de Quarepotí". Fotocopia y versión actualizada del documento

"Acta de fundación de San Pedro Apóstol de Ycuamandyyú". Fotocopia y versión actualizada del documento


A MANERA DE PRÓLOGO

Por considerar válido, nos reiteramos en la necesidad de expresar que para comprender la historia paraguaya no puede prescindirse del estudio del período vulgarmente llamado colonial. Vasto período que aún permanece en su mayor parte desconocido para estudiosos como para especialistas. Por ello, es para nosotros muy grato y de compro­miso, poner unas líneas a manera de prólogo en este volumen que reúne varios trabajos del investigador Alfredo Viola.

El autor es asiduo investigador del Archivo Nacional, de Asun­ción, desde hace tres décadas; y especializado en el período y gobier­no del Dictador doctor José Gaspar de Francia, de quien ha escrito y publicado numerosos trabajos monográficos.

Dentro de su plausible labor de investigación, Alfredo Viola, no ha dejado de fichar importantes documentos sobre fundaciones y creaciones de diversas poblaciones, que con grandes sacrificios reali­zaron misioneros y vecinos de la antigua provincia paraguaya. No de­bemos olvidar aquella áspera realidad por subsistir que debieron pasar nuestros mayores. Casi toda la expansión territorial realizada por Asunción durante el siglo XVI, se fue achicando durante el terrible y critico siglo XVII. Recién después de la última gran revolución de los Comuneros (1721-1735), ya bien entrado el afrancesado y borbónico siglo XVIII, la fuerza vital del Paraguay se recupera a medias y reinicia el repoblamiento de parte de su territorio, realizan­do estas fundaciones de pueblos, que el profesor Viola reconstru­ye casi exclusivamente con documentación inédita de nuestro Archivo Nacional, con muypoco aporte bibliográfico, por la escasez del mimo sobre el tema.

El autor divide ,su libro en dos capítulos. En el primero sobre las cuatro fundaciones efectuadas por los padres de la Compañía de Je­sús: Sab Joaquín, San Estanislao, Belén y el Timbó. En el segundo

capitulo reconstruye los orígenes y la primera historia local de los pueblos fundados por el gobierno y pueblo paraguayo: Curuguaty, Rosario de Cuarepotí San Pedro de Ycuamandiyú, el fuerte y pobla­ción de Borbón-Olimpo, Villa Real de la Concepción, Tevegó y Ta­cuatí.

Como ya dijimos, esta obra escrita con base estrictamente documental, aporta nuevas informaciones y datos sobre las poblaciones que en su mayoría subsisten, y otras como Tevegó que sólo es histo­ria. El autor aporta un apéndice documental, documentos inéditos y mapas de época, que con gráficos ayudan a la ubicación de las nuevas poblaciones

Dentro de nuestra bibliografía, el período hispano es el menos conocido, y son contadas las publicaciones que en los últimos años aportaron nuevos conocimientos. Pensamos que en este período mo­nárquico de la historia paraguaya que abarca casi cuatro siglos, se halla la base de nuestra personalidad como nación. A medida que avancemos en nuestros conocimientos hallaremos explicaciones o justificativos sobre nuestro comportamiento, dentro del variado mo­saico de países hispanoamericanos surgidos luego de la desintegración de lo que fue el poderoso imperio español en América. Insistimos en la prioridad del estudio v aproximación a las fuentes documentales de nuestros archivos, para que los futuros trabajos históricos no se limiten a repetir las conocidas noticias que se aportaron hace varias ge­neraciones, como es tan común en nuestra cultura histórica. Por ello, es de elogiar la labor de Alfredo Viola en esta obra.

ROBERTO QUEVEDO


INTRODUCCIÓN

ORIGEN DE PUEBLOS

Sabido es que durante la época colonial, civiles y religiosos se de­dicaron a la fundación de poblaciones.

En este trabajo presentamos el estudio referente al origen y desa­rrollo inicial de algunos pueblos; unos fundados por jesuitas en las últimas décadas de su permanencia en estas latitudes, otros erigidos por disposición de las autoridades provinciales.

Recordemos que unas décadas antes de su expulsión, los misione­ros de la Compañía de Jesús, a solicitud de los gobernadores y cum­pliendo disposiciones de sus superiores, fundaron reducciones de gran importancia en zonas de la Provincia ubicadas fuera de los límites tradicionales otorgados a la referida compañía.

Fueron éstas, las misiones de San Joaquín de los Tobatines, San Estanislao de Kostka y Ntra. Sra. deBelén en la Región Oriental; así como Ntra. Sra del Rosario y San Carlos del Timbó en la Región Occidental.

Es interesante destacar que para realizar las referidas fundaciones fueron llevados grupos de indios guaraníes ya cristianizados, Habitua­dos al trabajo regular, a fin de que los otros indígenas que serían re­ducidos, los imitaran.

Señalemos que todas estas poblaciones fueron de gran importan­cia geopolítica, pues con ellas se trataba de afianzar los dominios his­pánicos en esa región, asimismo defender los intereses y la supervi­vencia de los habitantes de la Provincia.

Finalmente, recordemos que una de estas reducciones no se con­solidó y desapareció, tal como ocurrió con la de Ntra. Sra. del Rosa­rio y San Carlos del Timbó en la Región Occidental, sin embargo, las demás, ubicadas al norte de la Región Oriental, luego de muchas vicisitudes, constituyen hoy prósperos centros de población en nuestro país.

En lo que hace relación a las poblaciones fundadas por las autori­dades provinciales, cabe señalar que hemos seleccionado aquellas que por su ubicación constituyeron centros neurológicos de la defensa de nuestros límites, tanto en la época colonial como en los años iniciales de nuestra independencia. También hacemos a poblaciones que generalmente han sido poco estudiadas y hasta poco conocidas, tal el caso de Tevegó. Aclaremos que esta población fue establecida en los primeros años de la independencia.



POBLACIONES FUNDADAS POR AUTORIDADES POLITICAS


SAN ISIDRO LABRADOR DE CURUGUATY


Durante la visita que realizaba a Villa Rica del Espíritu Santo, en noviembre de 1714, el Maestre de Campo, Gobernador y Capitán ,General de la Provincia del Paraguay Don Juan Gregorio Bazán de

Pedraza, recibió una larga y fundamentada presentación del Procura­dor Pedro Benítez, quien en nombre de los vecinos, solicitaba (1) la ¡fundación de una Villa o ciudad en el antiguo asiento de la Villa Rica para servir de aumento a la Provincia. Adujo así el citado Procurador, entre otras consideraciones que la yerba que se comercia toda la Provincia, una parte de ella se cría en el asiento que tuvo Villa Rica y sus contornos, por cuya razón están continuamente habitados, padeciendo sus beneficiadores "grave desconsuelo del alimento del alma, pues por defecto de sacerdotes carece del santo sacrificio de la Misa, de los santos sacramentos en el precepto de la Santa Madre Iglesia...".

La necesidad de establecer autoridades en región tan poblada para el fiel mantenimiento de la justicia era "para que no se ejecute daños, robos, incendios, muertes, y otros efectos que producen la iracundia naturaleza del hombre, pues con la inmediación de los ministros habrá temor en los habitadores y se corregirán los vicios, se castigarán los delitos y se premiarán y favorecerán los que fueren buenos y causarán buen ejemplo". También hacía notar la escasez de tierras propias de muchas personas de la Villa, que realizaban sus faenas agrícolas en tierras de otras pertenencias, hallándose más de cien personas en estas condiciones, y debido a esta falta de tierra de labor estaban obligadas al penoso beneficio de la yerba con grandes gastos en su conducción hasta la ciudad de Asunción adonde van a parar todas las tropas o mulas cargueras. A continuación resaltaba el Procurador arriba citado "que el asiento antiguo se halla a la ribera del río que llaman de Curuguaty, navegable bastante para barquillas, canoas, y balsas, en que cuando permaneció su población se condu­cían a la ciudad de la Asunción toda la yerba que se beneficiaba, y que porque entonces no había cueros en que atacarlas, acomodaban en cestas de cañas partidas que producían aquellos montes...", y se­ñalaba las ventajas que reportaría a los vecinos de la futura Villa la conducción por agua de la yerba obtenida en esos parajes, limitándo­se el tiempo de su transporte a veinte días al máximo, con gran eco­nomía en relación a su traslado por tierra que era tan oneroso, y que tardaba de seis a ocho meses, evitando de esa manera el duro trabajo a los indios que en los lugares pantanosos debían suplir a las mulas sacando al hombro los tercios de yerba de más o menos ocho arrobas.

Y como último punto, en la referida representación hacía cons­tar las ventajas que reportaría la fundación solicitada para la defensa de la Provincia, pues con más facilidad se harían correrías hacia los campos de Jerez, y a la vez serviría para atajar la belicosidad de los indios monteses vecinos que incluso podrían ser reducidos a la fe católica.

El Gobernador decidió pasar el escrito recibido al Cabildo, Jus­ticia y Regimiento, en vista de que el Procurador no había presenta­do ningún poder de esa Corporación, "para que enterados de esos puntos allegados por dicho Procurador y confiriendo sobre el caso, diga su sentir y parecer dicho Cabildo, Justicia y Regimiento y se cuanto antes por instar la brevedad del tiempo a la continuación de la visita" (2).

Contestó el Cabildo de Villa Rica en fecha 17 de noviembre de 1714 "... de. común consentimiento decimos que por sólido y fun­damental de lo que se alega y representa es muy útil y provechoso al común y de grande alivio a los vecinos y que se considera a toda la Provincia por asegurarse de este modo el mineral del único efecto de la yerba para el tráfico y gasto de todo el reino, porque con dicha población se asegura el que no se pierdan los yerbales apoderando de ellos los enemigos monteses como también con más libertad se continuarán los beneficios en que tendrá mucho más aumento el real interés (3).

Con la resolución favorable del Cabildo de Villa Rica, el Goberna­dor dispuso la fundación de la nueva Villa, en fecha 19 de noviembre de 1714, previo un largo considerando en donde destacaba la conve­niencia del establecimiento de una población en el antiguo asiento de la Villa Rica, permitiendo que cien personas saliesen de ella para la fundación solicitada. De este permiso estaban exceptuados los vecinos encomenderos, regidores, poseedores de chacras en tierras pro­pias, deudores de la Real Caja o de particulares.

Solamente podrían salir para dicha fundación aquellas personas que figurasen en la lista y memoria hecha por el maestro de campo Lorenzo del Villar, superintendente en lo político y militar de Villa Rica, debiendo llevar "... precisamente cada uno su boca de fuego con munición competente al arbitrio de dicho superintendente, y los que no los pudieren conseguir cuando menos una lanza bien acomo­dada y registrada de dicho superintendente. con las herramientas que cada uno hubiere y sus yuntas de bueyes, vacas, yeguas, mulas y caballos y semillas para principio de la labranza de la tierra, y aco­modar sus chozas para su habitación y que luego que hubieren he­chos sus precisos reparos, todos juntos trabajen precisamente en la fábrica de una capilla parroquia, con el sacerdote..." (4).

La fundación de la nueva población se hizo "... en la loma occi­dental en la que hoy está a la cual pasó al año siguiente" (...} .`y su ubicación actual sobre lo alto de una loma en la latitud observada 24o 28' 02" y de longitud al Este de la Asunción lo 52' 39". (5).

La fundaci6n se realizó el día 14 de mayo de 1715, víspera de la festividad de San Isidro Labrador, de allí entonces arranca la denominación dada a esa localidad.

Sucedió a Don Juan Gregorio Bazán de Pedraza en el gobierno de la Provincia Don Diego de los Reyes Balmaceda, quien acrecentó la fundación. Realizó una visita observando allí grandes progresos y

representó al Rey en el mes de julio de 1717 que la Villa contaba con templo, "casa de república", alojamiento de vecinos, y aseguró existir los medios necesarios para su subsistencia, por lo cual pidió al monarca concediese a la población el título de Villa y nombre, siendo llamada en esa fecha San Isidro Labrador de los Reyes Católicos decuruguaty.

El Rey Felipe III aprobó la nueva fundación con el nombre de han Isidro Labrador en fecha 31 de agosto de 1721, y ordenó que se leseñalase ejido competente de dehesas y tierras para propios, como lo previenen las leyes de Indias.

Pocos años después de haberse establecido los vecinos en la nueva Villa, comenzaron a enviar por agua cargamentos de yerba mate, justificandode esa manera la fundación realizada. Así leemos en el acta

capitular de la ciudad de Asunción, que entre otras cosas tratadas por losmiembros integrantes del Cabildo acordaron "... se haga cargo a los dueños de las flotas de embarcaciones que han bajado de la nueva población de Curuguaty cargadas de haciendas por los dere­chos de estanco que deben pagar de la propia hacienda que condu­cen; y para dicho cargo se dará al mayordomo de esta ciudad quien hará los requerimientos y reconvenciones y dará razón a este Cabildo de su resulta..." (6).

De ese modo se iniciaría la Villa de San Isidro Labrador como un importante centro yerbatero y verdadero antemural contra las inva­siones de los portugueses e indios monteses durante el siglo XVIII, siendo a la vez cuna de próceres de nuestra independencia nacional.

Pero, el nombrado Gobernador y Capitán General Diego de los Reyes Balmacedas anuló todas las mercedes de tierras concedidas por Alonso Benítez de Portugal, a las que declaró sin ningún valor, pero ordenó que estos mercedarios "acudiesen a gobierno mostrando sus escritos, expresando en ellos el paraje de charcas, o estancias, cantidades o linderos en que estuvieren, para siendo legítimas se les dé despacho y título en forma..." (7).

Ese mismo día el Gobernador ordenó al Superintendente de Cu­ruguaty que expulse de esa localidad y de sus términos a veintisiete personas (que) se averiguó hallarse demás sobresalientes y sin dicha licencia". Esta medida la tomó por la despoblación e intranquilidad que se sentía en Villa Rica; sin embargo, unos días después dejó sin efecto dicha disposición.

En presencia de los pobladores del nuevo pueblo, convocados al efecto, recordó que por no correr monedas de plata en toda esa re­gión yerbatera, y que desde tiempo inmemorial como tal se empleaba la yerba, fijó el precio de cada arroba en un peso corriente para esos parajes. También hizo lo mismo con respecto a otros productos como el tabaco, el algodón, el azúcar, la miel, el lienzo, etc.

Del mismo modo como de acuerdo a las leyes reales de fundación era necesario establecer las autoridades del Cabildo, congregó a las personas principales para la elección de un Alguacil Mayor y cuatro Regidores "reservando en lo que toca a los demás oficios de Repú­blica, proveer a su tiempo".

Los convocados dejaron a cargo del Gobernador la designación de los miembros del Cabildo, entonces, Reyes Balmaceda eligió como Alférez Real al Capitán Nazario Marecos y por Alcalde Provincial de la Santa Hermandad a Pedro Benítez Rodríguez, Alguacil Mayor a Juan Antonio de Villagra y por Regidores a Juan Bautista Barreto y Sebastián Benítez "para que cada uno use y ejerza del oficio en que es electo por toda su vida...". Se estableció además que eran oficios vendibles y renunciables.

Ya para el año 1719, según una representación hecha por Diego de los Reyes Balmaceda, -según Aguirre- la población "estaba fun­damentada con templo para matriz, casas de Republica, (Cabildo) alojados los vecinos, corrientes las chacaras" (8).

Si bien es cierto, que de acuerdo al autor citado la región tenia una tierra fértil y campos aptos para el pastoreo, su actividad princi­pal se centró en la explotación de la yerba mate.

Este productoera transportado por agua en canoas, balsas, etc. Pero varias décadas después, los miembros del Cabildo de Asunción, proyectaran uncamino para conducirla por tierra en carretillas (9). Muchas viscitudes pasó esta ciudad a 1o largo de su historia. Diversos y largospleitos se originaron entre el Cabildo y sus ComandantesMilitares, la población y algunos gobernadores de la Provincia, y entre los mismos vecinos. Como si todo eso fuera poco, fue­ron despojadosde tierra de su ejido, por el Cura y los indios de San Estanislao, según denuncia presentada al Cabildo de Asunción y tra­tada en estaCorporación el 19-XI-1764.

Un hecho que creó graves alteraciones a los habitantes de la Villa y a toda la Provincia fue el enfrentamiento entre el Gobernador Fulgencio de Yegros y Ledesma y el Cabildo de San Isidro Labrador de Curuguaty.

Al respecto escribió el citado Gobernador: "Son tantas las inconstancias de esa Villa y las voces que corren de la repugnancia de su recibimiento-se refiere a Don Bartolomé Lavios Galván, nombra­do Teniente de Gobernador de Curuguaty- y me recelo que me de motivo y ocasión a hacer a esa Villa algún ejemplar y espectáculo que siempre han merecido los que han sido traidores, desleales y opuestos a sus superiores..." (10).

Unos días después el Gobernador, en nombre del Rey, ordenó: “…queno haya la menor novedad ni alteración en esa Villa, que no hay motivo para ello, ni causa de repugnancia...".

Pero, altaneramente, los Alcaldes de Curuguaty agraviaron más o aún aFulgencio de Yegros y Ledesma al sugerir que gobierne la Pro­vincia, "en el entretanto haya sucesor de nuestro legítimo sucesor difunto..." (José Martínez Fonte).

Los habitantes de Mbarigüi, distrito de Curuguaty, comandados por elTeniente Mayor Juan Ignacio González, urgidos a incorporarse a la armada, trataron de eludir el servicio militar, aduciendo "el mal tiempo y ser época de siembra". Mas aún, la dicha persona pidió al Teniente de Gobernador de Curuguaty, Larios Galván, "mande al diputado para esta corrida, venga a esta junta con el maestre de Cam­po que aquí le quiere representar los perjuicios y atrasos".

Ese mismo día -23 de agosto de 1765- Larios Galván recibió una comunicación del Gobernador Yegros y Ledesma en el que le dice que los soldados bajo el mando del Teniente Mayor Juan Ignacio

González, "si son vasallos del Rey nuestro Señor (que Dios guarde) que obedezcan ciegamente las órdenes que le tengo a dada a Vm...". Y además le ordenó que sin demora marchen a su destino, pena de traidores al Rey y como a tales comuneros y alzados se les aplicará la pena de muerte.

Tres días después, en nombre del Cabildo de Curuguaty los Re­gidores Juan Bautista Portillo y Sebastián Portillo comunicaron al Cabildo de Asunción que desde tiempo atrás se esperaba alguna rui­na y perjuicio en Curuguaty y que a pesar de la representación del Procurador todo fue en vano. "Una tropa que tenia en campaña el Teniente General de ésta, entraron de golpe a esta Plaza y allí apre­saron al Teniente General Don Bartolomé Larios Galván, al Alférez Real Dn. José Antonio Serrano y al Fiel Ejecutor Don Juan Antonio Aguirre...". Estos prisioneros fueron llevados hacia el Jejuí, sin saber­se con precisión en donde estaban (1 l).

Quisieron aprovechar los curuguateños la expulsión de los jesuitas para apoderarse de los pueblos de San Joaquín y San Estanislao. El Procurador de la Villa, Carlos López Flores con fecha 16 de octubre de 1767, pidió al Gobernador y Capitán General Carlos Morphi, que esos pueblos pasasen bajo el dominio de Curuguaty, pues fue­ron erigidos en tierras de esta Villa. Esa solicitud paso al Cabildo de Asunción y allí fue leído, sin alcanzar ninguna trascendencia. (12).

El nuevo Gobernador Carlos Morphi, fue recibido por el Cabildo de Asunción, el 29 de setiembre de 1766 y reconocido y obedecido como tal.

A raíz de los graves incidentes ocurridos en Curuguaty y de la conducta del ex Gobernador Yegros y Ledesma, Carlos Morphi, ordenóCabildo de Asunción que presente todos los recaudos originales o testimoniados, concernientes a los excesos y tropelías de Don Fulgenciode Yegros, en el tiempo que fue Teniente y Gobernador interino deesta Provincia (13).

En una comunicación, los cabildantes escribieron al Gobernador y Capitán General Carlos Morphi: "Quedamos la provincia enteramente gustosa y satisfecha, reparada y redimida de los desazones y ultrajes del anterior interinario Gobierno" -el de Fulgencio de Ye­gros y Ledesma-.

A pesar de los años transcurridos, el agravio cometido a la auto­ridad provincial por algunos revoltosos curuguateños no fue olvidado, a tal punto que el Gobernador y Capitán General comunicó al Ca­bido que tenía intenciones de enviar a la Villa de Curuguaty "un oficial militar con los auxilios correspondientes a establecer el buen orden y régimen que se debe observar en ella, y radicar la obedien­cia quehasta hoy día no ha sido cumplida...".

Pero los cabildantes convencieron al Gobernador que suspendie­ra el envío de la expedición proyectada, "hasta que este Ayuntamientoescriba una carta meritoria a aquel Ilustre Cabildo para que la paz y la obediencia se establezcan en aquella Villa..." (14).

Como si faltaran dificultades, los portugueses ocuparon "Iatimi" -Ygaitimi- según se trató en el Cabildo de Asunción en el mes de abril del año 1768.

Cuatro años después, en otra sesión del Cabildo de nuestra ciudad capital, se trató otra vez acerca de la introducción de los mamelucos a esa región. Decidieron los cabildantes comunicar al Rey los perjui­cios que significaba a los dominios hispánicos esa ocupación, como así también la necesidad de unir la fuerza para el desalojo de los intrusos.Desgraciadamente, conocían "... la ninguna esperanza que se tiene de los moradores de Curuguaty por las operaciones y ninguna subordinación que tienen al Sr. Gobernador..." (15).

Finalmente, fueron desalojados los portugueses de esa región de la Provincia.

En medio de la intranquilidad y pobreza de la Villa se estaba le­vantando, según el Obispo Fray Luis de Velazco y Maeda, "digna de nuestra pastoral complacencia (...) "'la costosa fábrica de la hermosa iglesia que se está fabricando". Esa construcción según el Obispo, se debía al Comandante de Armas y Capitán de Ejército Don José Ve­nancio de la Rosa, quien ya había terminado siete lances, faltando cubrir los cinco lances delanteros. (16).

Unos años después, el vecino Juan Bautista Lascurraín, escribió al Gobernador Intendente Joaquín Alós y Bru, manifestándole que en el año 1789 fue nombrado "mayordomo fabricante de esta iglesia matriz", (17). Como la mayor parte de los gastos de la referida cons­trucción corrió por su cuenta, a pesar de la promesa de los vecinos de contribuir, solicitaba se urgiera a los morosos a que oblasen lo ofre­cido.

De acuerdo a un padrón, mandado levantar por el Gobernador el que fue concluido en el año 1782 y citado por Juan F. de Aguirre la Villa de San Isidro Labrador de Curuguaty tenía 3.853 habitantes distribuidos de la siguiente manera. Españoles europeos: adultos 2 Españoles americanos 1.367, párvulos - españoles americanos 503 indios criollos 15, párvulos 16, indios originarios 14, párvulos 7 negros y mulatos libres 16, párvulos 8, negros y mulatos esclavos párvulos 1, españoles americanos 1.276, párvulos 511, indios criollos 19, párvulos 48, indios originarios 17, párvulos 8, negras y mulata libres 12, párvulos 5, negras y mulatas esclavas 4, párvulos 2. Total  3.853 personas (18).

En el año 1790, Curuguaty y su jurisdicción tenían la siguiente población de acuerdo a los Padrones elaborados por su Comandante de Armas, transcriptas por el Capitán Aguirre y que aparecen en su "Diario" publicado por la Revista de la Biblioteca Nacional. T. II 2da. Parte, en Buenos Aires, en el año 1950.


LA VILLA DE SAN ISIDRO LABRADOR DE CURUGUATY DESDE LA INDEPENDENCIA

Estallada la revolución de mayo de 1811 y establecido el triun­virato, se convocó a un Congreso General que se reunió el 17 de ju­nio de ese año.

Se hicieron llegar invitaciones a las autoridades de los pueblos, para que elijan y envíen diputados.

Los miembros del Cabildo de Curuguaty se reunieron en la sala de sus acuerdos tomando la representación del pueblo, "vista la imposibilidad de que concurran los oficiales y demás habitantes de esta Villa", para la elección de un Diputado que debía asistir al Congreso General convocado; fue electo José Justo Valdovínos. Este, ya en el Congreso, votó por la moción de Mariano Molas, aña­diendo la exposición del Diputado de Villa Rica, que siempre que la Junta de Buenos Aires juzgase necesario, que Curuguaty envíe repre­sentante, así lo haría" (19).

Otro curuguateño participante de dicho congreso fue Mauricio José de Troche. También votó por, la moción de Mariano Antonio Molas, presentada el 18 de junio, la que así se puede sintetizar: la privación de todo mando de Don Bernardo de Velazco, la creación de la Junta Superior Gubernativa. La prohibición de que los españo­les peninsulares ocupen cargos públicos, reservándose éstos a los na­turales o nacidos en el país, quedando también a todo americano, identificado con la causa nacional la posibilidad de servir al país des­de la administración pública. Que el Paraguay no sólo tenga amistad con Buenos Aires y las otras Provincias Confederadas, sino también se una a ellas, pero condicionándose dicha unión, sin que Buenos Aires, pueda influir y dominar sobre la forma de Gobierno del Pa­raguay, etc.


CURUGUATY DURANTE EL GOBIERNO DEL DR. FRANCIA

Unos días después de haberse celebrado el Congreso General, que consagró al Dr. Francia, Dictador Supremo de la República, éste envióuna circular a las autoridades de toda la República, comuni­cándoles suelección para ocupar tan elevado cargo.

Reunidos los miembros del Cabildo de Curuguaty, leyeron un testimonio de las deliberaciones del Congreso General y manifestaron que “Este su más rendido Cabildo se llenaron (sic) de complacencia al merecer en su muy sublime carácter la reunión de Exmo. Señor Cónsul y Dictador Supremo de la República, de quien únicamente teníamos esperanzas de alcanzar justicia, en adelantamiento común deesta su pobrísima Villa...".

Notable fue la confusión originada en los cabildantes de Curuguaty al creer que se había reunido en la persona del Dr. Francia el cargo de Cónsul y Dictador.

Recordemos que el Congreso General. que estableció el Gobierno dictatorial, implícitamente derogó el Consulado..

Además, manifestaron los miembros de dicho ayuntamiento, haber llegado "el tiempo feliz de estamparle nuestro incomparable afectoy cariño que le profesamos".

Decidieron también que el Vicario celebrase una misa cantada y para que allí "los verdaderos patriotas, enseguida de la publicación digan Viva nuestra República y Dictador Supremo y viva la unión y la llbertad" (20).

En otra carta enviada por dicho Cabildo al Dictador se quejan sus miembros de haber sufrido por mucho tiempo la opresión de parte de las malas autoridades, venidas de otras regiones, en detrimento de los curuguateños. Recuerdan los malos momentos pasados en el año 1765. Y veían el ascenso del Dr. Francia al cargo de Dictador Supre­mo dela República, como "una medicina de este doloroso pueblo, de quien esperamos mediante justicia de sacudirnos el pesado yugo que padecemos..." (21).

Y pedían además, que el Dictador pusiera nuevamente en vigen­cia el abolido impuesto de 5 por ciento a la yerba mate, que iba en beneficio de los propios de la Villa.

Les contestó el Dictador diciéndoles que dicho cabildo extraña­mente aplaudía la rebelión y sucesos desastrosos ocurridos en esa Villa en otros tiempos. Que asimismo estaba informado que en ésa se cobraba un impuesto a los forasteros beneficiadores de yerba ma­te, según la declaración jurada de éstos, incluyendo a Don Pedro Juan Caballero, quien, según la misma nota del Cabildo de Curuguaty, en fecha más arriba señalada, "está sacando ingente cantidad de yerba para que de esta suerte haya fondo como reparar la suma ruina de la Villa. Mientras, el Cabildo, según el Dictador, no debía quedar, no obstante la buena fe y pureza que suponía en sus miembros "incauta e inadvertidamente, comprometido por personas que abusando de su confianza y sinceridad, se propusiesen el desahogar por su conducto sus pasiones y resentimientos particulares, o acaso el proporcionarse la ocupación de cargos públicos" (22).

Implícitamente el Dictador se refiere, entre otros a Mauricio José de Troche, quien era el director o consejero del Cabildo, y "sembra­dor de discordia", de acuerdo a la denuncia que contra él hizo llegar al Dr. Francia el Cdte. deesa Villa, Don Manuel Antonio de Villalba. El Dictador hizo venir a Asunción a Mauricio José de Troche para que reconozca sus escritos, quien así lo hizo.

Pasado un tiempo el Cabildo de Curuguaty solicitó al Dictador que permitiera volver a la Villa al Capitán Troche, en vista de no ha­ber en esa "un sugeto de alguna literatura que nos pueda dirigir con la formalidad necesaria en cuanto se ofrezca a excepción de dos o tres sugetos, pero impedidos por sus graves ministerios..." (23).

Sin embargo, las pendencias eran interminables en Curuguaty. Ahí, luego de un informe del Alcalde de Primer Voto de la Villa, desfavorable al turbulento Mayordomo de iglesia Juan José Vera, el Dictador ordenó que el Comandante de esa localidad lo expulse "de la Villa y de todo su distrito, señalándose al efecto un plazo modera­do, con prohibición de volver a introducirse en tiempo alguno..." (24).


EL GENERAL JOSE GERVASIO ARTIGAS EN CURUGUATY DURANTE LA DICTADURA.

El prócer oriental Artigas, caído en desgracia, pidió asilo al Dictadore ingresó al territorio nacional, en el mes de setiembre de 1820. Se hospedó durante varias semanas en el convento de la Merced. Allí fue atendido con deferencia, y diariamente el Dictador enviaba a su secretario, para enterarse del estado de su salud así como averiguar que necesitaba. Cierto tiempo después, ordenó el Dictador que Artigas fijase residencia en San Isidro Labrador de Curuguaty. Para el efecto le hizo proveer de abundante vestuario, menajes y hasta bebi­das alcohólicas. El Dr. R. Antonio Ramos, en su monografía "Fran­cia y Artigas", manifiesta que la tesorería estatal pagó por los diver­sos artículos proveídos al caudillo oriental, cuya lista transcribe, 458 $ 7 1/2 reales (25).

Las atenciones del Dictador al expatriado Artigas se realizaban en forma continua e ininterrumpida. En el libro de caja de la tesorería del Ministerio de Hacienda figura una salida de 500 $ fuertes, en fe­cha 31de enero de 1822, enviados al Comandante de la Villa de Cu­ruguaty, "para ocurrir a las mesadas de Don José de Artigas" (26).

Abundan en el Archivo Nacional de Asunción, recibos y órdenes de pago de las mesadas de Artigas. Así, figura un cuaderno de reci­bir , inclusive de alquiler de la casa que ocupó en Curuguaty (27).

Artigas vivió tranquilamente en la Villa, gozando del aprecio de sus vecinos. Se dedicó a la agricultura, y cuenta la tradición que ayu­daba a las personas necesitadas. Recibió en todo momento la protec­ción del Dictador. Cuando éste murió, los que se hicieron cargo del gobierno, ordenaron al Comandante de la Villa que "inmediatamente al recibo de esta orden ponga la persona del bandido José Artigas en seguras prisiones hasta otra disposición de este gobierno provisional"


OBRAS PUBLICAS EN LA VILLA SAN ISIDRO LABRADOR DE CURUGUATY

El Comandante de la Villa Juan Manuel Gauto escribió al Dicta­dor el 26 de mayo de 1836, informándole acerca de las diversas acti­vidades desarrolladas. Estas pueden sintetizarse así: limpieza y des­tronque delas isletas y montes que "cuasi estaba ya dentrando por las últimas calles". Se limpiaron las calles y arreglaron las cruces que estaban caídas. Apertura y recto trazado de un camino de 6 leguas por donde se tragina a la capital. Se refaccionó el quinchado del pre­sidio de la nueva población de Terecañy, como así también un puen­te sobre el río Jejuimí.

Se abrió "bien ancho desde esta Villa el camino Caio, montes lar­gos hasta la guardia del puerto de Yhú, que puede haber distancia de doce leguas poco más o menos...". Además, prometía dicho Comandante refaccionar la guardia de San Isidro, totalmente dañada. Final­mente le comunicó al Dictador haber repartido a los trabajadores 23 vacunos entre toros y novillos. Y que le restaban 100 vacas para el pago de las obras públicas. (29).


PROBLEMAS DE TIERRA ENTRE CURUGUATY Y PUEBLOS VECINOS

El viejo problema de tierra entre Curuguaty, San Joaquín y San Estanislao se agravó cuando algunos vecinos de Curuguaty poblaron indebidamente tierras que pertenecían a los dos pueblos fundados por los jesuitas. Esta ocupación se hizo en perjuicio del aumento de la población y la consiguiente defensa de la Villa de Curuguaty. Ante este hecho, el Dictador ordenó a su Comandante que todos los veci­nos que sean necesarios o convenientes, se trasladen con sus familias y animales y se establezcan en una nueva población llamado Tereca­ñy, en donde se les señalará las tierras que debían ocupar. Ordena además el Dictador que en caso necesario, emplee los apremios "sin admitir súplica ni pretexto" (30).


El DICTADOR CONTRIBUYE A CONSOLIDAR LA NUEVA POBLACION DE TERECAÑY

Deseoso el Dictador de que no se disperse la población de Curuguaty hacia el oeste, en detrimento de la defensa nacional, ordenó al Comandante de esa Villa, hiciese desalojar a todos los oriundos de ellaque estaban poblando Carolina y su distrito, ya que ésta pertenecía al de Villa del Rosario. Estos debían trasladarse a Tere­cañy. Ordenaba el Director que no se les debía permitir quedasen en lugares, y menos en tierras de San Joaquín, en donde otros vecinosde Curuguaty se habían introducido, quienes también debían ir a poblar la nueva fundación de Terecañy.

Los trasladados quedaban exonerados por el término de tres años, De la contribución fructuaria y alcabala, "por ser conveniente que se vaya poblando, ocupando la comarca de la Villa" (31).

Estas órdenes encontraron la oposición de varias personas afec­tadas que habitaban el partido de Carolina, quienes según denuncias recibidas por el Dictador, habían manifestado que seria con­veniente hacer lo que habían hecho sus antepasados con un Coman­dante, a quien lo ultimaron.

Dispuso el Dr. Francia que el Comandante de Curuguaty, tome declaración a los acusados de tan graves manifestaciones. Un Sar­gento y ocho soldados partieron de inmediato a San Estanislao para traer a los tres reos.

Además, ofreció a los pobladores de Terecañy, aparte de lo que yo se le había enviado, para cuando necesitan más acero, un cargue­ro que les llevaría hachas y azadas y "si quisiesen para ellos algún ganado, se me avisará" (32).


ELDICTADOR CONTRIBUYE A LA CONSOLIDACION DEL PUEBLO DE TERECAÑY

Otro rasgo de la acostumbrada sensibilidad social del Dictador se manifestaba con el envío de un nuevo auxilio a los pobladores más necesitados de Terecañy. Esta consiste en 4 docenas de hachas, 6 azue­las, 20 machetes y 100 calces de acero. Con el mismo fin de ayudar a esa gente remite una libranza de 700 cabezas de ganado, las que de­bían retirarse de la estancia de Yazory (33).


MAS REPARTO DE GANADO PARA CURUGUATY

Los repartos de ganado se fueron repitiendo. Así escribió el Dic­tador al Delegado de Itapúa: "Las varias estancias del Estado están rebozando y ya no se que hacer con tanto ganado, y lo peor es que

por esto ni ya engordan. Partidas crecidas hice repartir el año pasado a la gente pobre de Concepción, Villa Rica y Curuguaty y también a algunos partidos, de esta inmediación" (34).

En otra ocasión, providenció el Dictador, al margen de una carta del Comandante de Curuguaty, Don Juan Manuel Gauto, en donde le da cuenta de la pobreza, vejez y enfermedad de algunos oficiales. "Las cien vacas de la adjunta libranza se volverán a repartir a la gente pobre, reservando los veinticuatro machos para consumo en obras pú­blicas" (35).

Transcurridos apenas 20 días, el Dr. Francia, ordenó otra distri­bución de ganado vacuno, "para ser repartida a los pobres más nece­sitados" (36).

Fueron beneficiados los pobladores de Curuguaty y de sus parti­dos de Ybyrapariyá, Tandey, Valle Pucú, Yerutí, Carimbatay y Te­recañy.


OTROS OBSEQUIOS DEL DICTADOR BENEFICIA A LOS INDIGENAS

El Ministro de Hacienda, cumpliendo una orden del Dictador, envió al Comandante interino de Curuguaty, Don Miguel Gómez 6 ponchos cordobeses, una docena de cuchillos velonques, dos hachas y dos machetes "para gratificación de los indios monteses que han quedado amigos en la pacificación tratada con ellos" (37).

En otro reparto gratuito de herramientas, se enviaron 680 mache­tes y141 hachas a los habitantes de Curuguaty y sus partidos, los indios recibieron 6 hachas (38).

Conestos dos ejemplos, que no agotan el tema, nos damos cuenta de queel Dictador no permaneció insensible a las necesidades de los indígenas que moraban en Curuguaty. Trató de tenerlos en paz y sosiego en beneficio de la tranquilidad y quietud de toda esa importantezona, lo que permitiría entre otras cosas el laboreo continuo y provechosode la yerba mate.

Advierte el Dictador que para la conducción del ganado donado se debían tomar medidas de precaución para evitar que la garrapata se introduzca en la estancia estatal de Gazory, lugar de donde debían extraerse las 700 cabezas de ganado vacuno.

Una de las más grandes preocupaciones del Dictador, en los últimos años de su gobierno fue la difusión de la garrapata.

En múltiples cartas al Delegado de Itapúa como así también al Comandante de Curuguaty les señala las medidas y procedimientos que deben seguir para combatir a este indeseable parásito.

Los bueyes de las carretas que habían conducido yerba a Itapúa, volvían a Curuguaty plagados de garrapatas, sin que sus propietarios se preocuparan de expulsarlos, contagiando así a otras reses.

Esta indolencia y desidia de los curuguateños molestaba al Dicta­dor. Para él significaban falta de patriotismo, pues afirmó: "... todos los ciudadanos deben procurar en cuanto puedan, el bien y utilidad de su patria y trabajan en beneficio de ella..." (39).

Destaquemos finalmente que Curuguaty, una de las poblaciones más antiguas de nuestro país, fue durante más de dos siglos el centro de avanzada y de defensa de nuestra frontera oriental.


NOTAS

(5) Aguirre Juan Fco. Diario del Capitán de Fragata. Tomo II - Segunda parte. Revista de la Biblioteca Nacional. Buenos Aires. Año 1950.

(8) Aguirre Juan Fco. Diario del Capitán...

(10) A.N.A. Vol. 134 - Nro. 3 - fol. 10 -Sec. Hist. Comun. del Gob. Fulgencio de Yegros y Ledesma al Cabildo de Curuguaty - 15-III-1765. Leída en el Cabildo de Asunción.

(19) Autos de la Revolución del Paraguay del 15 de mayo de 1811. Academia Paraguaya de la Historia.1976.

(25) Ramos R. Antonio. "Francia y Artigas". Anuario del Instituto de Investi­gaciones Históricas Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Nro. 2 - 1980.

(26) Nuestro trabajo. La sensibilidad social del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia. Anuario del Instituto de Investigaciones... Nro. 1 - 1979.

(38) Nuestro trabajo: "La sensibilidad social del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia". Anuario del Instituto... - 1972.

 

 

VILLA REAL DE LA CONCEPCIÓN


ANTECEDENTES DE SU FUNDACIÓN

En el año 1768, ante la amenaza de los indios mbayá-guazú, el entonces Cura de la Reducción de mbayás, de Nuestra Señora de Be­lén, Pedro Domínguez, escribió al Gobernador de la Provincia, solici­tándole auxilios.

Por esta razón, el entonces Gobernador y Capitán General Carlos Morphy, pidió la opinión del Cabildo de Asunción, cuyos miembros, el 17 de agosto de 1768, juzgaron "... conveniente se funde una colo­nia o población de españoles entre el río Jejuí e Ipané, sitio adecuado para ella (según se hallan informados) con suficiente número de veci­nos de los muchos que hay en toda la Provincia, y que no tienen territorio propio..." (1).

Con este propósito, decidieron pedir donaciones a los vecinos, por considerar de utilidad pública dicha fundación, la que a su vez contribuiría a la defensa de la Reducción amenazada.

La fundación de un pueblo "Aguas Arriba", que pareció inicial­mente muy fácil, encontró, unas semanas después, bastante oposición cuando el mismo tema se trató de nuevo en otra sesión del Cabildo de Asunción.

Las opiniones fueron encontradas, decidiéndose, finalmente, lle­var a cabo dicha fundación.

Para su ejecución, ofreció el Regidor José Antonio Carrillo "todo territorio que posee Costa Arriba y que concurría además para el donativo, sin embargo de hallarse cargado de familia y pobre..." (2).


LA FUNDACION DE LA VILLA REAL DE LA CONCEPCIÓN

Pasarían varios años antes de que se concretara la fundación del pueblo, cuya erección se había proyectado en 1768.

Esta demora tuvo por causa, la extrema pobreza en la cual se hallaba la Provincia.

Esta situación se debía fundamentalmente: "... a los graves per­juicios que padece el comercio de esta Provincia por causa del puerto de Santa Fé", según el informe del Ayuntamiento de la ciudad de Asunción al Rey. En el referido informe, entre otras cosas se señala, que los paraguayos defendían la Provincia "a su costa y minción" de los ataques de los indios del Chaco pero que la causa de su ruina no es esa, realmente, sino el Puerto Preciso de Santa Fe (3).

Los miembros del Cabildo de la ciudad de Asunción, en sesión llevada a cabo el 4 de marzo de 1773, con asistencia del Sindico Pro­curador de la ciudad y bajo la presidencia del Coronel Dn. Agustín Fernando de Pinedo, entonces Gobernador y Capitán General de la Provincia, trataron una carta exhortatoria que fuera dirigida por el Venerable Dean y Cabildo Eclesiástico.

Esta carta contenía la representación hecha por el P. misionero Fray Miguel Méndez Yofré "pidiendo favor y ayuda para la erección y conservación de las iglesias que tiene en sus reducciones de mbayás y guanás el dicho P. Méndez y los otros misioneros...", añadiendo saque es conveniente se pueblen Villas de españoles en aquellos para­jes de Costa Arriba donde residen, para que sirvan de freno a los in­dios y defiendan el territorio de los vasallos de la Magestad Fidelísima" (4).

De acuerdo a las informaciones del Padre Méndez Yofré, los por- con el pretexto de perseguir a los payaguás "han llegado hoy, hasta el Itapucú, cerca del cual tengo mi reducción y residencia ".

Unos días después, el Alcalde Ordinario de Primer Voto, informo al Ayuntamiento que el Sr. Gobernador y Capitán General remonta­ría el río con el fin de buscar el lugar conveniente en donde erigir "la

nueva Villa que se intenta según se tiene proyectado en acuerdo de cuatro que corre" (5).

El Gobernador solicitó, además, que el Cabildo nombre a una persona que les acompañase. Realizada la votación entre los Cabil­dantes, fue electo el Regidor Decano, Don Antonio Caballero de Añazco.

Unas semanas después, el diputado electo, Caballero de Añazco solicitó, "que para el mejor cumplimiento de su diputación, y para el momento en que se lleve a cabo la fundación, se les den testimonios de ambos acuerdos e igualmente una instrucción en que el Ayunta­miento patentice con claridad los puntos a que se dirige su comi­sión...".

La expedición partió de Asunción, llegando a la Reducción de Belén la que se convertiría en una base transitoria para las tareas de reconocimiento y elección del sitio definitivo de la nueva Villa. Pero

antes de la erección, se reunieron en la tienda del Gobernador Fer­nando de Pinedo, en Belén, el Veinticuatro Antonio Caballero de Añazco, diputado del Cabildo de Asunción, el Cabo Mayor Don An­tonio de Vera y Aragón, el Comandante de Caballería Juan José Ga­marra, el Capitán de Caballería Don Enrique Coene, el de Infantería Reforzada Don Pedro Castiñares, el Ayudante Mayor de Milicias y Plaza Manuel García Larrazabal y el Teniente de Caballería Don Juan José Lezcano.

Allí el Gobernador les tomó parecer, "previniéndoles expusiesen con las veras de su amor al servicio del Rey y bien de la Provincia cuantas razones hallasen en pro o en contra al proyectado estableci­miento, en fuerza del conocimiento que les asista".

El comandante de Caballería Don Juan José Gamarra, fue categórico al afirmar "digo que respecto de no tener práctica de lo que son estoslugares, particularmente desde el riacho de Ipané hasta el de Aquidabán...".

Entonces, primó el criterio de que debía explorarse la región ubicada más al norte, por lo poco que lo conocían.

Por consiguiente, Fernando de Pinedo, ordenó que el Capitán de Infantería Pedro Castiñares encabece una expedición exploradora. Vuelto el dicho Castiñares el 21 de mayo de 1773, en junta de los personajes citados más arriba, informó "haber descubierto un hermo­sísimo puerto, distante de este lugar cómo cuatro leguas".

El Gobernador ordenó visitar dicho lugar. El 23 de mayo, se reunieronallí y denominaron al puerto natural "Asempcion". Convoca­dos a una reunión el Regidor Caballero de Añazco y los oficiales, unánimemente dijeron: "ser dicho puerto ventajosísimo y que dudan se encuentre otro de su clase en todo el río Paraguay..." (6).

También ordenó Fernando de Pinedo, que el Regidor y los oficia­les salieran a explorar las tierras vecinas.

Al día siguiente, de vuelta los comisionados, manifestaron haber encontrado a poca distancia "lugar competente y adecuado para la población, que goza de él, y que los campos son eximosos propios

para estancias, con aguadas completas y montes abundantes de made­ras para cualquier fábrica" (7).

El propio Gobernador visitó los campos vecinos y observó, "campañas hermosas, maderas abundantes; tierras que aseguran fructificar mucho, numerosa pesca al pie de la población...". Esa vista tan hala­gadora motivó que todos estuvieran de acuerdo para realizar en ese lugar la fundación de la nueva Villa.

Desembarcados los útiles y herramientas, "se dio principio abriendo puerto en el parage al parecer más acomodado al servicio de la Villa, y seguridad de las embarcaciones, desmontando los gruesos

árboles que lo impedían y haciendo -roto- fáciles el trajín del río a la población, cuyos trabajos se empezaron el veinticinco de mayo y continuándose hasta la fecha, queda trazada y medida la Villa..." (8).

La ciudad fue levantada de acuerdo a lo que prescribía la Recopi­lación de Leyes de los Reynos de las Indias, pues se trazó una plaza con bócacalle en cruz perfecta, calles de doce varas de ancho.

Contaba además en los lugares inmediatos, "tierra de labor, cul­tura y pasto" (9).

Todo lo que acabamos de señalar, con respecto a la fundación de la Villa de Concepción, consta en el informe remitido desde allí, en fecha 1ro. dejunio de 1773, por su fundador el Gobernador Fernan­do de Pinedo, el que fue leído en la sesión del Cabildo de la ciudad de Asunción, el 14 de junio del mismo año.

Sin embargo, este pueblo, que se estaba desarrollando normal­mente no tuvo la suerte, según sus habitantes -de acuerdo a una re­presentación hecha al Cabildo de Asunción- de contar con un Co­mandante justo, pues quien lo era, Don Manuel García, "les trata impíamente". Además, señalaban las incomodidades del sitio, y pe­dían "que la Villa se ponga en otro lugar más cómodo" (10).

El Gobernador Pinedo contestó a esa representación hecha al Ca­bildo, diciendo entre otras cosas, que esa fundación fue ventajosa y oportuna, pues servía para contener la expansión "de los fronterizos

vasallos del Rey de Portugal ansiosos de extensión sin tropiezo ni miedo de dificultades" (11).

También, afirmó el Gobernador, se impedía cualquier ataque que por el río podían traer los indios payaguás sariguez, y "contener el atrevimiento tan notorio de mbayás".

En comunicación dictada en el Pardo, el 21 de enero de 1777, el Rey agradece al Cabildo secular de la ciudad de Asunción por haber fundado un pueblo -se refiere implícitamente a Concepción- y "que ya con esto lograban esa ciudad y Provincia mucho alivio en la menos invasiones de los indios bárbaros, a quienes servía de mucho freno semejante establecimiento, sirviendo también de estorbo a los portugueses para internarse en mis dominios" (12).


DESESPERADA LUCHA POR LA CONSERVACIÓN DE CONCEPCIÓN

Tal como lo estipulaban las leyes, realizada la fundación, se otorgó mercedes de tierras a sus fundadores y primeros pobladores, a los que se unieron otros vecinos, quienes también fueron beneficiados de la misma forma.

Sin embargo, los indios mbayás y guanás asolaban continuamente las estancias y chacras del distrito de Concepción, amenazando incluía la misma Villa.

Don José Miguel Ibañez, al frente de muchos vecinos infligió, el 15 de mayo de 1795 una derrota a los mbayás, la que se originó luego de que éstos fueran recriminados por haber atacado el distrito de la Villa de Concepción. A esto, los indios respondieron con las armas. En el combate que duró una hora, murieron 111 indios; 3 caciquesprincipales cayeron prisioneros, así como 109 indias; 556 ye­guas, 101 cabezas de ganado vacuno y 5 libras de plata que abandonaron en campo también fueron tomados.

Al año siguiente, el Gobernador Intendente Lázaro de Ribera da unas instrucciones al nuevo "Jefe Superior Militar de la Villa de Con­cepción", Don José del Casal para buscar "la paz segura y durable con los mbayás".

Se resaltaba la conveniencia de pacificarlos y reducirlos por la religión antes que por la fuerza. "Para lo cual y con los avisos de Vmd, -decían dichas instrucciones- se remitirán de aquí sacerdotes y los demás auxilios que sean necesarios al logro de este recomendableobjeto..." (13).

Sin embargo, los indígenas demostraron poco deseo de pacificar­me, pues pocos meses después, iniciaron una nueva acometida. La re­presión de los blancos fue nuevamente terrible, de acuerdo a lo que señalamos con mayor amplitud al referirnos al origen y desarrollo de Fuerte Olimpo.

En una declaración tomada, en el año 1796, con motivo del referido ataque de los indios infieles, un vecino de Concepción, Marian Ferreira, manifestó que "como 75 prisioneros mbayás que estaban amarrados fueron muertos a golpe de sable y macana" (14).

Tan insegura se hallaba esa frontera que se pensó trasladar los animales de las estancias allí existentes a los campos de San Pedro de Ycuamandyyú.

Una expedición punitiva contra los indígenas que formaban ma­lones para atacar la frontera norte de la región Oriental, fue llevada a cabo a las propias tolderías de los mbayás y guanás.

José Espínola, el entonces Comandante de Concepción, desde la costa del río Apa escribió al Gobernador Intendente Lázaro de Ribe­ra, "... haber vuelto de las tolderías de los mbayás que se halla a 70 leguas donde se hallaban con sus poblaciones bien fundamentadas". También comunicó, haber mantenido varias refriegas con ellos, en cuya ocasión perdió 1 soldado, y 1 indio amigo, ocasionando 3 bajas al enemigo.

Durante la persecución, sigue el informe, los indios en su huida arrearon sus animales. Sin embargo, se recogieron 1.400 y más gana­do vacuno y mil ciento entre caballos y yeguas, "pero una y otra es­pecie de cabalgar muy flaca, inservible" (15).

Finalmente manifestó, que por falta de caballos en buen estado desistió llegar hasta otras tolderías que se hallaban cerca de Coimbra. Destaquemos además que como si no fueran suficiente estas lu­chas con los indígenas, se hallaba también en vigencia el peligro de la expansión portuguesa.

En relación a esa delicada cuestión, el Gobernador Intendente Lázaro de Ribera, escribió al Virrey del Río de la Plata Don Joaquín del Pino, informándole del avance clandestino de los lusitanos, quie­nes se habían establecido "... en la parte superior del Río Apa, esto es dentro de los dominios del Rey, más de 30 leguas al S. de sus ocupantesclandestinos". Continuaba el escrito, resaltando que si se les abandonaba esa región "... está perdida la interesante población de Villa Real y la mayor parte de esta Provincia, que es el objeto favorito que domina al Ministerio de Lisboa..." (16).

Las luchas de las metrópolis repercutían en sus colonias, que también entraban en guerra.

A principios del siglo XIX el Gobernador Intendente Lázaro de Ribera participó infructuosamente de una expedición contra los portugueses de Coimbra. En esta ocasión, Concepción contribuyó a ella, y tambiénvivió las contingencias de esa guerra. El fuerte del Apa fue atacadopor los portugueses y sus defensores tuvieron muchas bajas, entremuertos y heridos. Allí luchó el que después fue prócer de la independencia nacional, Coronel Fulgencio Yegros, quien herido y caído prisionero, fue devuelto por los portugueses con cinco compa­ñeros (17).


DESCRIPCIÓN DE CONCEPCION EN LAS PRIMERAS DECADAS DE SU FUNDACIÓN

Don Ignacio Pasos, Segundo Piloto de la Real Armada, e integrarlo de la Tercera Partida de Demarcación de límites entre España y Portugal en sus colonias americanas, escribió en el año 1803 un Dia­rio de la navegación que realizó desde Concepción, al Presidio Portuguésde Coimbra.

En él refiere que la Villa dista como 400 varas de la costa del río, que está asentada en un terreno rocoso pero que con un poco de lluviasse vuelve intransible. "... Es muy corto el número de casas que forman una Plaza, en cuyo costado oriental está ubicada la capilla que es un galpón de tejas; como las casas no están aún en orden, no está aun la Plaza cuadrada, pero ya está delineada para formarla luego que edifiquen, las pocas que hay son de paja y el número de familias es muy corto, lo más están en la campaña..." (18). Seguidamente consigna el autor del Diario, la ubicación del pueblo descripto.


VILLA REAL DE LA CONCEPCION BAJO LA ADVOCACIÓN DE LA VIRGEN DE LA CONCEPCIÓN

La seguridad de Concepción dejaba mucho que desear en los primeros meses del año 1815, debido a los ataques de los indios mbayá y guanás. Fue entonces cuando sus pobladores -tal como ocurrió en la época colonial, ante las plagas, sequías y otras calamidades esperaban el favor divino para superar los estragos recibidos.

Fue por eso que los vecinos, a mediados del mes de febrero de ese año, después de la misa, encabezados por el entonces Comandante Militar y Juez Político, Don José Miguel Ibañez, el Alcalde Ordinario y Juez Diputado de Comercio Don Manuel Uriarte, con la mayor par­te de oficiales, deciden "Jurar a Nuestra Señora de la Concepción por Patrona Titular y Tutelar de esta Villa y su jurisdicción que hasta el presente sólo había estado elegida por común consentimiento del pueblo, pero sin la solemnidad del juramento" (19).

Conducida la imagen a la puerta de la iglesia en donde se hallaba el gentío, el Cdte. Ibáñez, poniendo una mano sobre el misal dijo; "Juro por Dios nuestro Señor y estos santos evangelios que elijo, nombro y juro a María Santísima 'bajo el misterio de su inmaculada Concepción por Patrona titular y tutelar de esta Villa y su jurisdicción".

Inmediatamente hicieron lo mismo el citado Alcalde y los oficia­les. Luego, los asistentes al unísono, agregaron "Juramos todos". Con otros actos, realizados a continuación, se dio por terminada la ceremonia. Pidió entonces el Comandante Ibáñez que un escribano anote lo realizado y que se comunique al Señor Obispo para que se sirviese aprobarlo.

Firmaron el documento, el Cura Párroco Roque Esteban Irala, José Miguel Ibáñez, . Manuel de Uriarte y el Notario Eclesiástico Francisco Antonio Almirón (20).

 

NOTAS

(3) A.N.A. Vol. 106 fol. 275 y sgt. Sec. Hist. Informe del Ilustre Ayuntamiento de la ciudad del Paraguay (sic) sobre los graves perjuicios que pa­dece el comercio de esta Provincia por causa del Puerto Preciso de Santa Fe 9-X-1769

(6) A.N.A. Vol. 139 fol. 1 y sgt. Sec. Hist. Informe del Gobernador y Capi­tán General Fernando de Pinedo, leído en el Cabildo de Asunción. 14-­VI-1773.

(9) Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias, Tomo II Título Siete. De la Población de las Ciudades, Villas y Pueblos. Ed. Consejo de la Hispa­nidad, 1943.

 

 

PEDRO MELO DE PORTUGAL Y VILLENA


BREVE BIOGRAFÍA

Antes de referirnos a la fundación de San Pedro de Ycuaman­dyyúy Rosario de Cuarepoti, creemos oportuno presentar una reseña de la biografía de Pedro Melo de Portugal por su brillante actuación enla Provincia del Paraguay como Gobernador Intendente y luego como Virrey del Río de la Plata.

Sin lugar a dudas, el gobernador Pedro Melo de Portugal jugó un papel de relevancia en el desarrollo de la Provincia del Paraguay.

Durante su fructífero gobierno se abrió, luego de largas gestiones, el Real Colegio Seminario de San Carlos, se fomentó la agricul­tura, especialmente el cultivo del tabaco y se fundaron varias poblaciones que contribuyeron a disminuir los ataques de los indígenas.

Por tanto; consideramos justo y oportuno, hacer una breve semblanza de. este ilustre español.

Don Pedro Melo de Portugal y Villena "nació en Badajoz el 29 de abril de 1733" (1).

Intervino en diversos combates contra los moros, y luego estuvo _en elBatallón de Dragones de Sagunto.

Nombrado Gobernador de la Provincia del Paraguay, desde Corrientes escribe al Cabildo de Asunción, comunicando su llegada. Los Cabildantes a su vez acusan recibo de dicha carta y le manifiestan la satisfacción de la provincia por tal designación, "de cuya gracia congratulamos a V.S. mil enhora buenas" (2).

 

El Alcalde Ordinario Fernando Larios Galván, fue electo para conducirlo hasta Asunción.

Al día siguiente -11 de noviembre de 1777- se realizó otra se­sión del Cabildo, y en ella se deliberó nuevamente acerca del reciente­mente nombrado Gobernador y su llegada hasta Asunción (3).

También se trató acerca de la compostura de la casa en donde de­bía hospedarse. Para ello, se solicitó al saliente Gobernador Fernando de Pinedo, facilite indios para dicho trabajo (4).

El Gobernador Pedro Melo de Portugal fue recibido por el ayun­tamiento y el Gobernador cesante Agustín Fernando de Pinedo, el 1ro. de febrero de 1778. En esa ocasión se leyó su nombramiento de Gobernador y Capitán General firmado por Carlos III, en Aranjuez el 20 de abril de 1776. Se establecía en él que la duración de su go­bierno sería de cinco años, a contar desde el día de la asunción del cargo. El monarca le fijó un sueldo anual de 2.000 ducados, equiva­lente a 750.000 maravedies.

Se omitió "recibirle el correspondiente juramento por cuanto practicó esta diligencia ante los Señores del Supremo Consejo de Indias" (5).

El Gobernador saliente Agustín Fernando de Pinedo, le entregó el bastón en señal de posesión del mando: "en día claro y con sol, como a la una del día...".

Pedro Melo de Portugal y Villena fue fundador de Pilar, Rosario de Cuarepotí, San Pedro de Ycuamandyyú y otros pueblos y presi­dios. Ya en su viaje al Paraguay, hizo escala en la decadente pobla­ción llamada Remolinos. Allí encontró a unos caciques mbocovíes quienes le propusieron firmar la paz y solicitaron se les "formase una población en la margen derecha del río Paraguay". Para el efecto, prometían traer como 300 indios de su parcialidad (6).

Efectivamente, la expedición refundadora de Remolinos por él encabezada, partió el 25 de mayo de 1778. De esa manera inició su política de fundación de pueblos que tantos beneficios trajo a la Pro­vincia.

Con el propósito de aumentar la producción de tabaco, Melo de Portugal convocó a los cabildantes y a los más destacados propieta­rios rurales.

Con el objeto de "surtir a España", ordenó a aquellos que se ani­maran a cultivarlo, pasen por la Real Factoría de Tabaco para firmar el correspondiente contrato.

Decía el Gobernador y Capitán General, que los cosecheros "lo­grarán las mayores ventajas con la siembra y cultivo de esta planta, que llevará a sus casas crecidos intereses..." (7).

Muchos más fueron las disposiciones de buen gobierno dictadas por él.

Se retiró del gobierno el 21 de agosto de 1787. Este ejerció la gobernación mucho más tiempo del que le había señalado el Rey Carlos III en su nombramiento.

El Cabildo de la ciudad de Asunción envió al Rey Carlos III va­rios informes favorables sobre el Gobernador Pedro Melo de Portu­gal, quien entregó el gobierno provincial el 21 de agosto de 1787 al Tte. Coronel Joaquín Alós y Brú.

Unas semanas después, el Cabildo remitió al monarca una carta laudatoria sobre el ex gobernador Pedro Melo de Portugal.

En ella, el Ayuntamiento memoraba agradecido, los hechos más resaltantes del reciente fenecido gobierno.

Así, escribieron los miembros del Cabildo: "La Provincia, Señor, se ve floreciente, la agricultura en conocido incremento, el comercio rico, los vecinos con ingentes ganados" (8).

Destacaban los cabildantes que la paz y quietud en que vivía la Provincia, eran resultado del incesante trabajo del Gobernador sa­liente, quien se destacó en la fundación de diversos pueblos y presi­dios a lo largo del río Paraguay.

Finalmente, ponían de relieve "la rectitud de su ánimo en la ad­ministración de Justicia, su cristiana y arreglada vida, y demás procederes políticos y militares".

Pedro Melo de Portugal se dirigió a España y allí continuó pres­tando servicios al Rey, luego fue nombrado Virrey del Río de la Pla­ta, en fecha 2 de enero de 1794.

Este ilustre gobernante dejó grata memoria en el Paraguay. Conocida en nuestra Provincia esta designación, despertó entu­siasmo y optimismo en los grupos diferentes.

Así, las ciudades que tenían cabildo, tales como Asunción, Villa Rica y Curuguaty se apresuraron a felicitarlo por tan alta distinción. El Cabildo de Asunción comunica al entonces Gobernador Inten­dente, que : "... los Sres. Francisco de la Mora, Benito Ramírez y Juan Valeriano de Zevallos, -miembros de esa corporación- hallarse prestos para cumplir un mandato de ella, cual es "felicitar al Exmo. Señor Don Pedro Melo de Portugal y Villena, su dignísimo ascenso a Virreynato de esta Provincia" (9).

Para el mejor desempeño de su embajada, los cabildantes solici­taron al gobernador, una arroba de pólvora, -sería para las salvas. o para fabricar cohetes-, un clarín, dos violines, un violón y dos chi­rimías, y sus correspondientes ejecutantes. Pidieron que éstos fuesen de Yaguarón.

El mismo Gobernador Intendente Tte. Coronel Joaquín, de Alós y Brú, desde Villa Rica donde se hallaba circunstancialmente, en nombre de su cabildo, también le hace llegar sus complacencias al nuevo Virrey (10).

"Llegado finalmente a Buenos Aires -el nuevo Virrey Pedro Me­lo de Portugal y Villena- el 16 de marzo de 1795- recibió el mando de estas Provincias de manos de Arredondo" (11).

Gobernó con interés y mesura el Virreinato, pero como fallecie­ra a los pocos años de haber ocupado el cargo, creemos que no pudo haber cumplido con todo lo que se propuso realizar.

La Audiencia de Buenos Aires, el 24 de mayo de 1797 comunicó al Rey, que un grave accidente costó la vida del Virrey (12).

En una sesión del Cabildo de Asunción del año 1797, se trató una comunicación enviada por el gobernador interino de la Provincia, acompañada de un auto proveído en Buenos Aires en Real Acuerdo de Justicia, de fecha 17 de abril de 1797, "en que participa el falle­cimiento del Exmo. Sr. Dn. Pedro Melo de Portugal y Villena, Virrey Gobernador y Capitán General de estas Provincias..." (13).

Fallecía así, uno de los más notables gobernadores que tuvo nues­tra Provincia. Hoy, en homenaje a tan destacado gobernante varios monumentos y retratos suyos honran, en varias ciudades del país, su fructífero gobierno en la antigua provincia del Paraguay.

 

 

NOTAS

(2) A.N.A. Vol. 359 fol. 23 Sec. Nva. Enc. Act. del Cab. de Asunción. 10-XI­-1777.

(3) A.N.A. Vol. 141 fol. 33 y sgts. Sec. Hist. Acta del Cab. de Asunción. 11-XI-1777.

(4) A.N.A. Vol. 141 fol. 38 Sec. Hist. Acta del Cabildo de Asunción. 1-XII­1777.

(5) A.N.A. Vol. 141 fol. 53 Sec. Hist. Acta del Cabildo de Asunción. 1-H-1778.

(6) A.N.A. Vol. 141 fol. 179 Sec. Hist. Acta del Cabildo de Asunción. 6-III-1778.

(7) A.N.A. Vol. 359 fol. 21 Nva. Enc. Acta del Cabildo de Asunción.  30-1-1781.

(8) A.N.A. Vol. 150 fol. 70 y sgts. Acta del Cabildo de Asunción.  13-IX-1787.

{13) A.N.A. Vol. 167 fol. 43 Sec. Hist. Acta del Cabildo de Asunción. 16-V-1797.

 



VILLA DE SAN JOSE DE YBYRACAPA Y PUESTO DE CUAREPOTI


La fundación de Rosario de Cuarepotí, tuvo su origen, igual que San Pedro Apóstol de Ycuámandyyú gracias a una iniciativa del Go­bernador Intendente Pedro Melo de Portugal, quien en reunión del Cabildo de Asunción, del 22 de mayo del año 1783, convocado por él, trató la fundación de dos poblaciones aguas arriba del río Para­guay. Referencias a este punto las damos ampliadas, en las páginas que tratan acerca de la fundación de San Pedro Apóstol de Ycuá­mandyyú.

Creemos que ese mismo año de 1783, se realizó la fundación, pues en la sesión del Cabildo de la ciudad de Asunción realizada el 1ro. de diciembre de dicho año, se trató una solicitud presentada por Dn. José Coene pidiendo "... se le compense el terreno de Ybyraca­pá por haberse poblado en ella una nueva villa o población..." (1). El Coronel Pedro Melo de Portugal, Gobernador Intendente y Capitán General de la Provincia del Paraguay en un auto manifiesta: "... que en virtud de orden de este gobierno se ha formalizado una población de españoles en el paraje de Ybyracapá con los limites y linderos que le señalé estando en mi última visita el año pasado..." (2)

Por ese mismo auto se comisionó al Comandante Dn. Roque Acosta, quien debía contar con la ayuda de Dn. José Mongelós .para así, ambos pasar a la nueva población y practicar las diligencias judiciales de mensura, deslinde y amojonamiento. De esa manera, las tierras ya ocupadas por sus pobladores tendrían para éstos carácter legal. Así el Comisionado Acosta y su acompañante José Mongelós, en nombre de S.M. repartieron solares alrededor de la plaza, reserva­ron tierras para los ejidos, dehesas y propios de la Villa.

Además, repartieron tierras para chacras y estancias.

Hay una contradicción entre el pedido hecho por Dn. José Coene solicitando a fines del año 1783, que se le compense el terreno de Ybyracapá por haberse poblado en ella una nueva Villa o población", con lo manifestado por el Gobernador Intendente quien afirmó en el mes de mayo del año 1787, "... se ha formalizado una población de españoles en el paraje de Ybyracapá con los límites y linderos que le señalé, estando en mi última visita el año pasado...".

Es posible que en el lapso de tiempo comprendido entre lo apro­bado por el Cabildo de Asunción, acerca de la orden de fundación de dos pueblos al norte de Asunción dada por Melo de Portugal y el re­clamo de compensación del mencionado Coene, en diciembre de 1783, se hayan establecido en Ybyracapá cierta cantidad de personas, las que así vinieron a constituir el núcleo fundacional de la Villa de San José de Ybyracapá.


BENEFICIADOS CON EL REPARTO DE SOLARES URBANOS

Recibieron solares frente a la plaza, las siguientes personas, algu­nos de cuyos apellidos hasta hoy subsisten en esa ciudad. Así, María Antonia Riveros, José Alfonso, Francisco Molinas, Carmela Bernal, Pascual Viveros, Esteban Bernal, León Vera, Julián Bernal, Policar­po Velázquez, Teresa Martínez, León Cabrera, Juan Tomás Jaques, Ambrosio Roteia, Pedro Pablo Espinoza, Bernardo Pavón, Gregorio Vázquez, Juan Godoy, Francisco Pablo Ferreyra, Salvador Méndez, Matías Solas, Alejo Alonso, Mateo Cuella, Silvestre Alonso, Aniceto Godoy, Francisco Godoy, el Comandante Ignacio Meza, José Aréva­lo, Salvador Arévalo, Nolasco Arévalo, Pedro López, Gaspar Meza, Miguel Gerónimo Díaz, José Jara, Josefa Acuña, Andrés Jiménez, Jo­sé Vicente Cabral y León Jiménez.

Además, se reservó "para la casa del cura otro solar". En total, fueron beneficiadas 38 personas. Los lotes otorgados tenían diversas dimensiones. El más extenso era de 6 lances y fue adjudicado al Co­mandante Ignacio Meza. Otros, recibieron solares de un lance -8 va­ras-, otros de 2 lances, 16 varas y sólo uno, de 4 lances, es decir, de 32 varas.

Hecho el reparto de los sitios y solares, quedó, "la plaza formada en cuadro con ciento y treinta varas de frente a todo viento".

A continuación el Comisionado del Gobernador Intendente, les tomó a cada uno de los mercedarios de dichos solares "... paseán­dolos por sus sitios aprehendieron la posesión de día claro y con sol como a las cuatro de la tarde" (3).

Luego se preparó "una soga de piel de vaca", de 83 varas ,y un tercio, equivalente a una cuerda para con ella comenzar las medicio­nes de las tierras que debían repartirse para chacras y estancias.

Las mensuras y divisiones concluyeron el 3 de julio de 1787.

De esa manera se cumplían los trámites legales para la definitiva adjudicación de las tierras otorgadas en 1786, ya que ese año, el Gobernador Intendente informó al Cabildo de la ciudad de Asunción que estaba presto para realizar la "visita a los pueblos de indios de San Joaquín y de San Estanislao, así como al de españoles de San Isidro Labrador de Curuguaty y "territorio de Río arriba, en cumplimiento de la nueva Real Ordenanza que lo previene, y reparto de los terrenos que se hallaren realengos o sobrantes y que no estén poblados por sus dueños y a este fin para distribuirlos a los pobladores del nuevo esta­blecimiento de españoles del paraje de Ybyracapá_" (4). Para el cumplimiento de este trabajo solicitó el referido Gobernador Inten­dente, Pedro Melo de Portugal y Villena al Cabildo, que disputase a un miembro a fin de que lo acompañase, recayendo la designación en el Regidor Dn. Fortunato Ruiz de Arellano, a quien se debía unir el Procurador Dn. Juan de Zevallos, "ejerciendo las funciones que a cada uno corresponda".

Dos semanas después se reitera en una sesión del Cabildo de Asunción, la partida del Gobernador Intendente a los pueblos cita­dos "para repartir solares y tierras a los pobladores del establecimien­to de Ybyracapá...".

En otra sesión del Cabildo de nuestra ciudad capital, se recordó quo- Pedro Melo de Portugal había regresado de su visita "a la Villa de Curuguaty, e igualmente de haber repartido las tierras de Costa Arri­ba situadas en Cuarepotí, a cuya diligencia concurrió el citado Procu­rador General" (5).


ALGUNOS COMANDANTES DE ROSARIO DE CUAREPOTI

En el reparto de tierras realizado el 25 de mayo de 1787, figura como Comandante del pueblo de Rosario de Cuarepotí, Dn. Ignacio Meza.

En sesión del Cabildo de la ciudad de Asunción, se leyó una co­municación del Gobernador Intendente de la Provincia de fecha 2 de diciembre de 1797, en la que éste "nombra y elige al Tte. Coronel de Ejército, Dn. José Venancio de la Rosa, Comandante General Políti­co de aquel Distrito y Comarca..." (6).

Un largo tiempo después, el Comandante de San Pedro de Ycuá­mandyyú, Pedro Gracia, sugirió al Gobernador Intendente Lázaro de Ribera seleccione el nombre de dos personas que podían reemplazar al Tte. Coronel Don Venancio Rosa, quien solicitó su retiro "alegan­do sus achaques habituales y edad decrépita" (7). Las personas pro­puestas fueron el Teniente Pedro Ignacio Carrillo, habitante de Cua­repotí y el Alférez Aniceto Godoy. El primero de los nombrados fue elegido en esta ocasión para ocupar el cargo de Comandante de Rosa­rio de Cuarepotí.


ROSARIO DE CUAREPOTI CONTRIBUYE A LA DEFENSA DE LA FRONTERA NORTE

En los primeros años de la dictadura francista, mucho peligro co­rrió la frontera norte de la Región Oriental, debido a los reiterados ataques de los indios mbayás a las chacras y estancias del distrito de Concepción. Por eso, fue necesario que esta Villa recibiera el apoyo, no sólo del gobierno, sino también de los pueblos vecinos, tales como San Pedro de Ycuamandyyú y Rosario de Cuarepotí, los que contri­buyeron con soldados y ganado vacuno y equino.

En un pleito iniciado por el propietario de tierras de Rosario de Cuarepotí, Manuel Antonio Coene contra unos presuntos intrusos, pidiendo la expulsión de éstos, el Dictador acordó que era inoportu­no en ese momento dar una sentencia. Fundamentó su resolución, sin juzgar que el solicitante tuviera o no derecho. Afirmó, que "la expulsión no puede tener lugar, ni permitirse en las circunstancias de hallarse expuestas las principales fronteras de la Costa Arriba, a las irrupciones de las varias naciones bárbaras, que hostilizan la Villa de Concepción" (8).

En otra ocasión, ordenó el Dictador al Ministro de Hacienda, en­tregue al Comandante de Rosario, Don Juan Vicente Caballero, cla­vos y diversas herramientas para asegurar "... la quincha del Presidio de Ypytá" como así también para el cercado de la población de Ro­sario (9).

Son éstas, algunas de las medidas más importantes adoptadas por el Dictador referentes a esta población, dada su importante ubicación en el norte de nuestro país.

 

NOTAS

(1)     A.N.A. Colec. Copias Actas Capitulares de la ciudad de Asunción. A.N.A. Vol. 145 f. 143 Sec. Hist. Act. del Cab. de Asunción. 1-XII-1783.

(2)     A.N.A. Vol. 151 Nro. 12 Sec. Hist. Copia del Reparto de tierra en la po­blación de Cuarepotí. 25-V-1787.

(3)     A.N.A. Vol. 151 Nro. 12 Sec. Hist. Copia del Acta de solares en la Villa de San José de Ybyracapá y puesto de Cuarepotí 14-VI-1787.

(4)     A.N.A. Vol. 146 folio 647 y sgt. Sec. Sec. Hist. Act. Cap. de la ciudad de Asunción. 2-V-1786.

(5)     A.N.A. Vol. 146 fol. 666 Sec. Hist. Act. Cap. de la ciudad de Asunción. 21-VIII-1786.

(6)     A.N.A. Vol. 167 fol. 86 Act. Cap. de la ciudad de Asunción. 4-XII-179'7.

 



SAN PEDRO APOSTOL DE YCUAMANDYYÚ


En reunión del Cabildo de la ciudad de Asunción, llevada a cabo el 6 de marzo del año 1782, convocada por el Alcalde Ordinario de Primer Voto, entre otras cosas se trató "otros documentos que mani­fiestan el actual estado de la Provincia, apoyado de treinta testigos de excepción, inclusive las certificaciones del venerable cabildo ecle­siástico y prelados regulares representando entre otras casas lo con­veniente que será a la Provincia la población de una o dos villas más en las inmediaciones de la nueva de Concepción...". Luego de haber­se enterado los miembros del Cabildo de los documentos presenta­dos, acordaron, que se hiciera al Rey el informe correspondiente (1).

Estas consideraciones acerca de la conveniencia de la fundación de una o dos poblaciones aguas arriba, serian reforzadas en la reu­nión del Cabildo extraordinario convocado por el Gobernador y Ca­pitán General, Dn. Pedro Melo de Portugal reunido el 20 de mayo de 1783, bajo la presidencia de éste.

Allí se leyó un auto del Gobernador Intendente en donde se ha­ce una reseña de la Provincia, la que era continuamente asolada por los indios chaqueños, hasta la fundación de la Villa Nuestra Señora del Pilar de Ñeembucú al sur y el reparto de más de setenta leguas de terreno baldío. Con esa medida de buen gobierno se pacificó toda la costa de río abajo.

Leemos en dicho auto que la paz y el sosiego alcanzados hacia el sur, demostraban "la necesidad de efectuar esto mismo en la Costa del Río Arriba hacia donde son más dilatados los términos de la Pro­vincia para que además de impedir el tránsito de los infieles lenguas y otras naciones bárbaras que habitan a la parte del norte de esta Provincia, se pueda lograr tanto terreno fértil y apropiado para la­bransas y crias de ganado..." (2).

Para la fundación de las dos poblaciones, fueron elegidos, por personas conocedoras de esos lugares, los sitios más adecuados. Fueron nombrados por el gobernador como Intendentes de las poblaciones a fundarse, Dn. Antonio de Vera y Aragón y Don Roque de Acosta, quienes además debían repartir provisionalmente tierra, reparto que posteriormente debía tener la confirmación del Gober­nador, como entonces se acostumbraba.

Estas poblaciones debían erigirse "la una de esta parte del río Jejuí y la otra en el paraje nombrado Viracapá".

Los miembros del Cabildo acordaron que el Gobernador Pedro Melo de Portugal podía poner en práctica tan interesante proyecto cuando lo creyera oportuno, pues los lugares elegidos eran aparen­temente los más convenientes para el efecto.

Señalaron además, los cabildantes "que con la planificación de ellas y demás resguardos insinuados quedará la costa en total segu­ridad" (3).

Según Juan Francisco de Aguirre, para realizar la fundación de San Pedro de Ycuanlandyyú "Veinte, entre ellos el principal Dn. Pe­dro Gracia Lacoiscueta se presentaron a Dn. Pedro Melo de Portu­gal, solicitando poblar en aquellos lugares". El gobernador, por auto del 6 de octubre de 1784 les concedió autorización para llevar ade­lante la empresa. "Pedro Gracia fue nombrado comisionado, corrien­do a su cargo poco después el trazado y reparto de tierra de la nueva población" (4) que fue llamada San Pedro Apóstol de Yguamandi­yú, según el citado Aguirre, en honor de su fundador Pedro Gracia.

Sin embargo, mediante la gentileza del Sr. Intendente Municipal de San Pedro de Ycuamandyyú, Don Eustaquio Coronel R., hemos obtenido una fotocopia del acta de fundación de esa ciudad. El origi­nal se encuentra en la ciudad de Buenos Aires, y una copia fotográ­fica de ella fue enviada a las autoridades de San Pedro de Ycuaman­dyyú en el año 1939, por el Sr. J. M. Sosa Escalada.

Según el documento que hacemos mención, la fundación se llevó a cabo el 16 de marzo de 1786. Firmaron el acta fundacional el Co­ronel Pedro Gracia, José Ferreira, Ventura Jiménez, Juan Gregorio Castillo, Ventura Martínez y otras personas más.

El sitio elegido fue "en la otra vanda del Río Jejuí. Sincuenta leguas distante de la Capital y estando presentes todos los volunta­rios con presedente examen de algunos Peritos, dijeron todos ser de lugar o sitio mas adecuado para la Población la Loma grande y alta qe se halla distante del Río Jejuí quarenta y quatro quadras porno haver paraje, donde pueda situarse sobre el Rio y asi eligieron en dicha loma el lugar parala referida Población. Y reconvenidos para la advocacon del Santo q. ha de ser Patrono Titular: Todos unanimes dijeron que siendo del agrado de dho Sor. Gov.or elegian al Apostol Sor San Pedro".

Se hizo la distribución de tierras, las que fueron luego confirmada por varios Gobernadores Intendentes de la Provincia.

A través de diversos documentos de la Sección Propiedades del Archivo Nacional de Asunción, nos enteramos de los nombres de los primeros pobladores de San Pedro Apóstol de Ycuamandyyú. Cita­mos a las. siguientes personas, sin desconocer que seguramente omiti­remos a algunos de ellos. El Capitán Juan Martín Jiménez "vecino poblador voluntario de la población de Costa Arriba de Ycuaman­dyyú" solicitó una merced de tierra al Gobernador Intendente Pedro Melo de Portugal, aduciendo "hallarse poblando y constituido como uno de los primeros pobladores de ella" (5).

José Coronel fue otro peticíonante de una merced de tierra. El Gobernador Intendente Pedro Melo de Portugal, en fecha 13 de julio de 1787, ordenó que se hiciera de acuerdo a derecho la mensura y amojonamiento, y posteriormente adjudicó la tierra solicitada al su­plicante (6).

Otro beneficiado fue el Capitán Juan Gregorio del Castillo, quien recibió tierra para estancia y "dos lances de sitio para casas, y para tierras de peonías diez cuerdas de frente y doce de fondo" (7).

El Teniente Maestro de Campo Reformado Dn. Juan Lázaro Ibá­ñez y su hijo, Alférez de una Compañía -el documento no cita el nombre del Alférez- recibieron una merced de tierra del Gobernador Intendente Pedro Melo de Portugal (8).

El Capitán Gaspar Pereira, pardo libre, ex Capitán del Presidio de Arecutacuá, y luego poblador de San Pedro, por orden de Pedro Melo de Portugal, solicitó a éste una merced de tierra para estancia, ubica­da "en la otra banda del malezal de Piripucú". Continuaron las dili­gencias y en fecha 23 de octubre de 1787, el nuevo Gobernador In­tendente Joaquín Alós y Brú, adjudicó la tierra pedida (9).

Citamos a otros pobladores de San Pedro: Gerónimo Centurión, quien sostuvo un largo pleito por una merced de tierra, con el Co­mandante Pedro Gracia (10).

Otro "poblador de la nueva población de San Pedro" fue el Capi­tán Ventura Florentín, quien también pidió una merced real de un terreno en Piripucú (11).

Manuel Coene a su vez solicitó una fracción de tierra, vecina a la suya, señalando que el inmueble que poseía se le había otorgado por autos de 21 de febrero y 25 de agosto de 1789. Manifestó además que su población "es una de las más hacendosas y más útiles y con­venientes a la nueva llamada Ycuamandyyú, no sólo por la multitud de ganados de todas especies que allí tengo sino también por el com­petente número de gente o peones que para su cuidado tengo asala­riado con su capataz, y al mismo tiempo sirven para la defensa y cus­todia de la citada población de Ycuamandyyú..." (12).

Otro beneficiado con una merced de tierra realenga fue el Capi­tán Pedro Castiñarez, quien en el año 1790, solicitó un sitio para avecinarse y establecer allí sus ganados mayores y menores, a ocho le­guas de la citada población, en una cañada desierta con bosques.

El Gobernador Intendente Joaquín Alós y Brú consideró que el pedi­do se hallaba "arreglado a derecho", -el Capitán Castiñarez había participado a su costa, en la fundación de Concepción, y había acom­pañado al gobernador anterior a Curuguaty- y ordenó al Coman­dante de San Pedro, Pedro Gracia realizar las diligencias de mensura y amojonamiento. Luego, con aprobación de la tasación o composi­ción realizada por el Promotor Fiscal, el gobernador de la Provincia otorgó la merced solicitada (13).


BREVES DATOS BIOGRAFICOS DEL CORONEL PEDRO GRACIA

Este fiel vasallo prestó múltiples servicios a la corona y a la pro­vincia.

Desempeñó diversos e importantes cargos. Además de ser el fun­dador de San Pedro de Ycuamandyyú, fue nombrado por el Rey Comandante en Jefe de las Milicias y Compañías sueltas del mismo territorio" (14).

Ni bien llegó ese nombramiento a Asunción, el Gobernador In­tendente Dn. Lázaro de Ribera, le ordenó que acudiera a Asunción para auxiliar a la población de Concepción que sufría los ataques de los indios bárbaros, llevando quince hombres escogidos del Pe­ñón, debía "llevar además ochenta y cinco hombres de su comandan­cia de San Pedro".

Cumplida esta misión escribió el Comandante Pedro Gracia al Gobernador Intendente, dándole cuenta de sus servicios, diciéndole, "marcha, estabilidad y regreso fue verificado en tres meses y vein­tiun días". Comunica también que no sólo se mantuvo a sus expen­sas, sino además facilitó sus caballos a varios soldados. Finalmente, solicitó cobrar su sueldo, acompañando para el efecto los documen­tos probatorios de sus gastos y servicios.

En otra comunicación del Comandante Pedro Gracia al Goberna­dor Intendente Lázaro de Ribera y Espinoza de los Montes, mani­fiesta que en San Pedro Apóstol de Ycuamandyyú, no hay mayor-

domo de fábrica (de la iglesia) "pues desde el día que vine a fun­darla, me propuse hacer todos los gastos, como efectivamente lo he verificado".

Afirmaba tener todos los documentos que comprobaban los gastos hechos de su peculio y los realizados por los pobladores, y solicitaba que se envíe una persona que pudiera verificarlo, afirman­do "a fin de que quede todo comprobado y se me de una constancia jurídica de este mérito contraído para su perpetuación entre mi familia" (15).

Le contestó el Gobernador Intendente, diciéndole: "Este gobier­no está satisfecho de la conducta de V.S. y del celo y generosidad con que ha trabajado en fomentar el decoro y estabilidad de esa igle­sia desde la fundación de la población" (16).

El diligente fundador de San Pedro de Ycuamandyyú, por inter­medio de su apoderado Dn. Juan Francisco Aguero, solicitó al Vi­rrey del Río de la Plata, que esa localidad sea erigida en Villa; "expo­niendo con ese motivo los extraordinarios méritos y servicios del expresado Coronel...", según comunicó el Gobernador Intendente Bernardo de Velazco al Cabildo de la ciudad de Asunción (17).

En respuesta a ese ofició los miembros del Cabildo le manifes­taron que ya durante el gobierno interino del gobernador Eutaquio Gianini, en fecha (2. roto el documento) de diciembre de 1808, "le manifestó lo conveniente, para que en la expresada y otras con­siderables poblaciones de la Provincia se nombrasen los Alcaldes Ordinarios prevenidos en el articulo 8 de la Real Ordenanza de In­tendentes, y este caballero, ni aun usó de la cortesía de contestar a este Cuerpo, prueba de lo mal que le sentaban semejantes preten­siones" (18).

En esta comunicación se señalan también los méritos del Coro­nel Dn. Pedro Gracia, mencionando "... que es él, el fundador de la dicha población de Ycuamandyyú por comisión de este gobierno,

y que este mérito está satisfecho con haberle concedido la superioridad el usufructo del yerbal nombrado Ñuaí, por el tiempo de su vida, sin derecho de enagenarlo...".

Además, que el Coronel Pedro Gracia participó, deliberó y firmó el acta del Congreso del 24 de julio de 1810 (19).

También es digno de recordar que al día siguiente del citado con­greso, "el 25 de junio" (sic) de 1810, -debe decir julio,- se trató de formar en la mayor brevedad una Junta de Guerra para determinar lo más conveniente para la defensa de la provincia, ante la inminente invasión porteña. Para el efecto fueron citados los jefes de los Regimientos y otros individuos prominentes que debían asistir a dicha junta. Después del gobernador, el primero en aparecer en la nómina fue Pedro Gracia, Coronel de Costa Arriba.

Interinamente, durante varios meses del año 1810, el Coronel Pedro Gracia ocupó el cargo de Gobernador Intendente de la pro­vincia del Paraguay, tomando diversas disposiciones, entre ellas, la de informarse, -abriendo las cartas- de las noticias existentes en Buenos Aires, ante los preparativos de la invasión al Paraguay; -esta medida fue aprobada por el Gobernador Velazco quien entonces se hallaba en Candelarias-. (20).

Estallada la revolución de la independencia, Pedro Gracia huyó al Brasil. En un manifiesto publicado en el bando del 9 de junio de 1811, por los miembros más prominentes del Cuartel General de la Plaza, éstos declaran que en vista de haberse interceptado unos días antes, en Corrientes, una carta de Carlos Genovés a Bernardo de Ve­lazco, comprometedora para los españoles y que significó la cesación definitiva y la prisión del último gobernador peninsular del Paraguay (hacen constar que los españoles tenían el proyecto de someter al Pa­raguay "a una dominación extranjera". También entre otras cosas ha­cen referencia al Coronel Pedro Gracia, quien "abandonando el man­do de la población que estaba a su cargo después de estar noticiado del suceso de nuestra revolución, llevando su ruta a dichos establecimientos portugueses del norte..." (21).

Por consiguiente, el Coronel Gracia ya no es de confianza. Por ello, los miembros de la Junta Superior Gubernativa, ordenan al Cdte. de Concepción Juan Manuel Gamarra, que se aprese a todo mensajero venido de Miranda, con correspondencia del citado Coro­nel, remitida a su esposa. El Comandante de Concepción responde que dará cumplimiento a la orden (22).

Además, el yerbal que Gracia usufructúa en Ñuay, ubicado como a 30 leguas de San Pedro, despertó la codicia de algunas personas que habían participado en la revolución del año 1811. Así tenemos que el Alférez Carlos Arguello, aduciendo que estuvo al servicio de la provincia en los momentos críticos, durante casi un año, pidió que se le concediera la explotación de una parte de dicho yerbal, dicien­do que "cuando la yerba por trabarse (sic) -trabajarse, quiso decir­no se extingue ni se deteriora...".

Los miembros de la Junta Superior Gubernativa, integrada por Fulgencio Yegros, Francia y Caballero ordenaron al Comandante de San Pedro Apóstol de Ycuamandyyú que saque del poder de la es­posa del Coronel Pedro Gracia "los títulos o documentos de con­cesión de los yerbales que se mencionan". Vicente Ignacio Iturbe firmó haber recibido, el 2 de diciembre de 1811, en el Juzgado de San Pedro "los documentos que se mencionan y ordenó su remisión a la superioridad".

La Junta Superior Gubernativa integrada, en fecha 7 de enero de 1812, por Yegros, Caballero y De la Mora, ordenó que al respecto, informe el Cabildo Justicia, y Regimiento de la ciudad de Asunción.

El Procurador de esta Corporación, proveyó, que Dn. Pedro Gra­cia disfrutó del yerbal "sin los requisitos precisos". Y "por haber pa­sado a dominio extranjero, sin causa, ni motivo, pues esta Provincia ni su gobierno le incomodó jamás en su persona o interés. En este caso todos los que tienen mercedes o encomiendas deben perderlas". Otro prócer de la independencia, Martín Iturbe también ambi­cionó el usufructo de parte de dicho yerbal, aduciendo ser "un veci­no honrado que ha servido a la patria y señaladamente en la noche de nuestra gloriosa revolución, que fui uno de los que sostuvo el cuartel que nos apoderamos" (23). De esa manera, fue despojado el ausente Coronel Pedro Gracia de la merced del Yerbal de Ñuay. Durante la dictadura francista el pueblo de San Pedro Apóstol de Ycuamandyyú, sin alcanzar la importancia de Itapúa y Concep­ción contribuyó al sostenimiento de ésta.

Así, además de enviar ganado caballar y vacuno, contribuyó con varias decenas de urbanos para la expedición contra los indios mba­yás que asolaban la campiña de Concepción, en el año 1815. (24).

Así mismo continuó con la explotación de la yerba mate de los bosques estatales, de acuerdo a la demanda interna y externa.

 

NOTAS

(1) A.N.A. Acta. Cóp. de la Ciudad de Asunción. Vol. 145 folio 74 sgts. Sec. Hist.

(2) A.N.A. Vol. 145 folio 479 Act. Cop. de la ciudad de Asunción 22-V-1783

(4) Diario del Capitán de Fragata Dn. Juan F. Aguirre. Tomo II - Segunda par­te. Revista de la Biblioteca Naeional. Bs. As. 1950.

 



FUERTE DE BORBON, LUEGO OLIMPO


La incesante penetración portuguesa dentro de la provincia del Paraguay constituyó el fundamental motivo por el cual, el entonces rey español Carlos IV, dictó la real orden de fecha 11 de junio de 1791, por la cual se "establecía guardias o puestos de tropa para con­tener esos avances clandestinos y fuera de todo derecho" (1).

Asimismo por determinación del Virrey del Río de la Plata, de fecha 17 de octubre de 1791, dirigida al gobierno de la provincia del Paraguay se dispuso la creación del fuerte Borbón.

A su vez, todo lo referente a esta fundación fue tratada en sesión del Cabildo asunceno, cuando esta corporación recibió una comuni­cación del entonces gobernador de la provincia Joaquín Alós y Brú, en donde informa "los medios que ha tomado para que se verifiquen las poblaciones que se han de establecerse -Borbón y San Carlos- a la parte del norte, por Real Orden, a fin de contener los estableci­mientos que indebidamente está practicando la nación lusitana" (2).

Al mes siguiente, el gobernador comunica al Cabildo, que irá a la Villa de Concepción "para asunto de Real Servicio" (3).

Sin duda alguna, el gobernador, en dicha Villa, prepararía lo necesario para reforzar con víveres y otros elementos necesarios a los hombres que irían de Asunción para llevar a cabo las fundaciones de los presidios programados.

El fuerte o presidio -como también se llamaba- de Borbón fue fundado por el Jefe del Regimiento de Dragones del Rey, José Antonio de Zavala y Delgadillo, el 25 de setiembre de 1792 (4).

La fundación se realizó en la margen derecha del río Paraguay, en un lugar montuoso, llamado los Tres Hermanos, que se conside­raba inmune a las crecidas del río.

El primer Comandante del fuerte fue José de Isasi, nombrado por el fundador, quien continuó en el cargo por un tiempo más (5).


EL FUERTE BORBON Y LOS INDIGENAS DE SU CONTORNO

En los alrededores del fuerte habitaban varias tribus de indios mbayás y guanás. En los primeros tiempos de la fundación estos abo­rígenes frecuentaban el trato de los soldados, sin embargo, luego se mantuvieron a cierta distancia.

Así, el cacique mbayá Calapa visitó con otros indios el fuerte Borbón, pero sin atreverse a conversar con los españoles, porque según un compañero suyo "había asistido a la función de los robos y muerte de Villa Real, donde habían sido convidados con mucho encarecimiento..." (6).

Efectivamente, después del ataque a la Villa Real de la Concep­ción, en el año 1796, se tomó declaración al vecino Mariano Ferrei­ra sobre la actuación de los indios mbayás, quien manifestó que el cañón que estaba situado en el valle de Naranjaty, con el objeto de avisar en caso de peligro, "se encontró con el oído tapado con cera y estopa la noche siguiente a la invasión de los indios, sin que se haya sabido el autor de esta maldad". (7).

El declarante afirmó que sabe que el Cdte. de Borbón avisó opor­tunamente al Cdte. de la Villa, sin que éste tomara ninguna determi­nación.

En el mismo expediente se lee que la represión de las autoridades provinciales no se hizo esperar, castigando a indios inocentes y cul­pables, tomando como a 75 indios mbayás, quienes fueron amarrados con cuerdas y muertos a golpes de sable y macana.

A consecuencia de esta declaración y otros informes obtenidos en la Villa, fue depuesto el Cdte. de ésa, Luis Bernardo Ramírez.

A partir de ese acontecimiento fue preocupación principal de las autoridades provinciales mantener la paz con los indios mbayás y guanás, para de esa manera consolidar las fundaciones realizadas en el norte, las que como lo habíamos señalado tenían como fin contener la expansión portuguesa.

Era sabido, además, que los portugueses estimulaban los robos y asaltos de los indios a los fuertes y poblaciones paraguayos, por esto, se trataba de ganar la confianza de estos aborígenes.

Incluso se procuraba que sirvieran a los paraguayos, tratando así de relacionarse con ellos, generalmente, por medio del Capellán o del Cdte. del fuerte, quienes procuraban ganar la buena voluntad de los indígenas por medio de obsequios de objetos de poco valor o reses de ganado vacuno.

Esto inferimos de la lectura del oficio enviado por el Cdte. del presidio de Borbón Pedro Antonio Herrera, o Herreras -al Tte. Co­ronel y Cdte. en Jefe Don José de Antonio Zabala y Delgadillo, en fecha 13 de marzo de 1797, en donde le informa que varios indígenas llegaron al fuerte el 31 de enero, encabezados por el cacique Ticú de la nación etelenoe, -lenguaraz que fue del cacique mbayá Lorenzo­este se acercó, dice el informe, con mucha desconfianza, pero que fi­nalmente, mediante el capellán Don Pedro Domínguez fue perdiendo el temor, recibieron luego obsequios, y finalmente el cacique Ticú re­lató que por recomendación del Cdte. de Ycuá-mandyú, Don Pedro Gracia, "... que este caballero le tenía hecho particular encargue de inspeccionar el camino para Santa Cruz de la Sierra, y que se hallaba pocos días ha, de regreso, habiendo dado a la comisión citada al de­bido cumplimiento dejando sendas despejadas y en los montes vara­deros hasta una (roto) laguna, y que más adelante había visto varias poblaciones y mucho número de hacienda de campo...".

De esta manera comenzaba a cumplirse el propósito del goberna­dor Don Joaquín Alós de conseguir "la apertura del tránsito al Perú". Otras parcialidades indígenas aparecieron por el fuerte Borbón según la comunicación del Comandante de dicho fuerte: "el cacique Santiago de la nación equiliconoe con su mujer y 4 indios".

También se acercó al fuerte otro cacique llamado Zavala pertene­ciente a la nación catiguegó".

La política amistosa iniciada con los indios de la región aledaña al fuerte Borbón iría dando resultados favorables pues según comu­nicación del comandante de dicho presidio al Tte. Coronel y Cdte. en Jefe de Concepción Don Juan Bautista Rivarola, comparecieron 9 ca­ciques, "con los que tengo tratado paces, y no dudo yo se consigan, según me han demostrado en sus producciones y el haber venido lue­go que fueron llamados por mí, experimentando que entre estos nue­ve viniese el cacique Cambá, sostenido de sus criados, solamente por obedecer un llamamiento".

Además, los 9 caciques se comprometieron traer al cacique Lo­renzo y sus aliados "para tratar de dichas paces".

Día a día se hacían más amistosas las relaciones entre los solda­dos del fuerte y los indígenas, quienes iban perdiendo la desconfian­za y temor que podían haber sentido en los primeros tiempos.

Miguel Antonio de Herreros, Cdte. de Borbón escribe en fecha 8-1-1798, al Cdte. Juan Bautista Rivarola lo que sigue: "En el mismo -bote- van también con destino de hacer las paces el embajador ca­cique (m) -bayá Luis Zavala, de la parte occidental, con cuatro compañeros y el cacique guaná llamado Francisco con dos; y así a éstos como a los primeros se servirá Vm. dar disposición para que se les suministre lo necesario para su manutención, y éste Vm. en la in­teligencia que todos marchan de acuerdo del Sr. Gobernador Inten­dente de esta provincia".

Que las reuniones entre los representantes de las tribus mbayás y guanás con las autoridades de la provincia resultaron exitosas, dedu­cimos de la comunicación enviada por el Cdte. de Borbón al de la Villa de Concepción, a quienes escribe el 25 de febrero de 1798: "El 20 del cte. mes arribó aquí por tierra el cacique mbayá Luis Zavala con sus compañeros, y al otro día marcharon al del cacique Cambá, quienes vieron muy satisfechos y agradecidos de nuestro jefe, según me ha informado el intérprete Capellán Don Pedro Domínguez".

Pero esa paz que tan auspiciosamente se había establecido, no podía durar mucho tiempo.

Veleidosos como eran estos indígenas, y con derechos ancestrales a esas tierras, que les fueron usurpadas, no podían ver con buenos ojos la aparición de intrusos a quienes hasta debían solicitar permiso para recoger "algarroba".

De ahí entonces los contínuos rumores de la organización de ma­lones para atacar la villa de Concepción y sus estancias.

Sobre el inminente peligro de invasión informa el mencionado Cdte. de Borbón, al de la Villa Real de la Concepción, a quien escribe lo que sigue: "No excuso en esta ocasión participar a Vm. que entre la nación-Mbayá de la parte oriental, parciales del cacique Lorenzo y amigos de los portugueses, se halla un cacique llamado Santiago Ni­quenigui y otro indio particular, pero de mucho eco entre la nación llamada cotipelaguió, que estos amenazan pasar a robar a esa Villa del comando de Vm....".

El fuerte de Borbón fue muy importante para la seguridad de la provincia pues, además de contener la expansión portuguesa, las au­toridades del mismo, estaban al tanto de los desplazamientos de los indígenas, amigos o enemigos ubicados en esa zona.

En otra ocasión el mismo Cdte. de Borbón, Miguel Antonio He­rreras comunica al Cdte. de Armas de la Villa Real que sabe por me­dio de Indios amigos "que tres (¿tribus?) de la parte oriental, con po­ca gente pasaron el río a principios de esta luna con el fin de robar caballos y ganado y matar si pueden algún español en la jurisdicción de esa Villa, y como estos avisos, jamás son de despreciar", por lo que podía suceder encargaba reforzar las guardias de los pasos.

Como si los ataques de los indios ubicados al norte, de la pro­vincia del Paraguay, especialmente a la Villa de Concepción, no fue­ran suficientes, estos guanás y mbayás, tenían a su vez periódicas guerras tribales las que agravaban las relaciones de los españoles con ellos, pues los contendientes se acusaban recíprocamente de tener el apoyo de los criollos.

Durante mucho tiempo, los indígenas defendieron las tierras que, primero españoles y portugueses y luego paraguayos y brasileños, en la época independiente, les iban despojando, pues, no sólo veían disminuida el área geográfica que les pertenecía sino, además, sus me­dios de subsistencia.

Dada su posición estratégica, el arsenal del Fuerte Borbón fue re­forzado con los siguientes armamentos y municiones recibidos a fines del año 1797 y cuyo inventario es el siguiente:

Un cañón de fierro de calibre de 24; otro idem de bronce; cien balas de cañón de a 4; cincuenta idem del de 3; 6 libras de mecha; tres quintales de plomo de balas de fusil y carabina, invertidos en cien tarros de metralla del calibre de a 3; cuatrocientos setenta y cua­tro cartuchos de fusil con bala; novecientas balas de idem, sueltas; doscientas diez y ocho piedra de fusil veinte y cuatro fusiles con ba­yonetas; doce cartucheras; seis de pólvora que hacen a 24.


ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS SOLDADOS DEL FUERTE BORBON

El Fuerte Borbón fue puesto bajo la advocación de Nuestra Seño­ra de los Dolores.

Contó con un capellán que permanecía la mayor parte del tiem­po en dicho fuerte, y además, en la Villa Real de la Concepción.

Así, en fecha 5 de febrero de 1800, comunica el Cdte. de Borbón al de Concepción, haber concedido un mes de permiso al Capellán Pedro Nolazco Avalos. Sin embargo, el 28 del mismo mes urge al Comandante de la Villa, el regreso de dicho Capellán, "... para que los individuos de este destacamento podamos cumplir con el pre­cepto anual de la Santa Madre Iglesia".

En otra comunicación del mencionado Cdte. de Borbón, leemos que solicita el envío "de cera para hacer las hostias" (sic) y "2 frascos de vino y un almuz de harina, para que pueda realizarse a que se hallen obligados a asistir y oír los individuos que aquí sirven". Poco después el Cdte. de Borbón acusa el recibo de la harinas vino y cera para la misa. (9).


LA GUERRA HISPANO-PORTUGUESA EN EL PARAGUAY

Llegada al Paraguay la noticia de la guerra entre españoles y por­tugueses en el año 1801, las autoridades principales se propusieron conquistar el fuerte portugués de Coimbra ubicado en territorio per­teneciente a la corona española.

El entonces gobernador Intendente Don Lázaro de Rivera, parti­cipó personalmente en dicha empresa militar.

En el mes de agosto de 1801, se hallaba éste en la Villa Real de la Concepción, allí recibió una correspondencia del Comandante del Fuerte de Borbón, Pedro Antonio Mier, en donde le solicita parecer sobre la medida que debería tomar en relación a los portugueses que llegasen al fuerte, "atendiendo a las circunstancias del tiempo pre­sente".

Al margen del mismo oficio contestó el Gobernador "que todo portugués que llegue allí debe ser remitido a esta Villa, en segura custodia".

Avisóle, además que dentro de dos días se pondrían en marcha hacia ese fuerte.

Llegado a Borbón, el Gobernador Intendente da cuenta al Virrey del Pino, haber arribado a ese fuerte luego de 13 días de navegación, diciéndole que sólo aguardaba vientos favorables para acercarse a los enemigos (3-IX-1801).

La seguridad del fuerte, sin embargo, dejaba mucho que desear según informe presentado al Gobernador, por el Cdte. de dicho fuer­te "porque habiendo yo reconocido la cerca de la estacada de esta plaza de la parte del poniente, los cimientos enteramente podridos, que aún el viento estaba volteando las estacadas, la guardia toda amenazando ruina, el envarillo de cañas de los almacenes casi todas quebradas".

La dotación completa del fuerte según revista de su Cdte.; en techa 30-IX-1801 se componía de 137 personas incluyendo el Cdte. 1 Tte., 1 Alférez, 4 Sargentos, 1 tambor, 4 cabos, soldados (infan­tería) artilleros, tripulación de un bote, peones de la fortaleza, pre­sidiarios, peones camperos, 1 armero y tres carpinteros.

La dotación fue aumentada por orden del Gobernador Intenden­te en vista de la guerra.

Penoso era el viaje de Concepción a Borbón, se demoraba de 14 a 15 días, en cambio, el regreso se hacía en cuatro o cinco días.

Desde Borbón, el Gobernador Intendente escribe al Virrey Joa­quín del Pino, dándole cuenta de la dificultad de reunir gente, así co­mo del estado inerme de la provincia, y le informa sin embargo que envió 100 hombres para que puedan socorrer al gobernador interino de Misiones. (3-1X-1801).

Dos días después vuelve a escribir al Virrey haciéndole saber que su fuerza quedó reducida a 330 hombres con los cuales marchará a los establecimientos portugueses.

Llevado a cabo el ataque, resistieron los portugueses, viéndose obligados los invasores a retirarse ante el descenso extraordinario de las aguas del río que amenazaba varar las embarcaciones.

Una vez llegada la noticia de la firma de la paz entre ambas me­trópolis, al Gobernador Intendente, por medio de "un extraordina­rio" desde Buenos Aires (13-I-1802) ordena cesen también las hosti­lidades en las colonias.

Los portugueses devolvieron los 5 prisioneros que habían toma­do, quienes con el Sub-Tte. Fulgencio Yegros, desde Borbón volvie­ron a Asunción en una falúa que además conducía un pliego para el gobernador (1o.-VI-1802).

El Cdte. de Borbón a su vez recibió un oficio del Gobernador In­tendente por el cual éste le ordena "que trate a los portugueses que lleguen a ese puerto con amor y caridad dándoles a saber los deseos que tienen los españoles de conservar la paz y amistad" (30-VIII-1­802).


ABASTECIMIENTO DE VITUALLAS AL FUERTE BORBON

Para proveer de carne a los soldados del Fuerte se estableció una "estancia del Rey" en las inmediaciones de Concepción.

En algunas ocasiones era llevado el ganado en pie, otras veces se carneaba en Concepción obteniéndose charque y sebo los que eran remitidos con las menestras, herramientas y armas en bote o falúa.

Pero "la estancia del Rey" de Concepción no daba los resulta­dos deseados.

Sobre este tema escribieron al gobernador Intendente, el dele­gado de la Real Hacienda, Martín José de Aramburu y el Tte. le­trado y asesor ordinario Tomás González Fernández: "La inme­diación a ésta (Concepción) en que se fijó la estancia rodeada de gentes establecidas en su contorno parece ser otro motivo de atra­so, no resultando los procreos proporcionados al número del prin­cipal, ni engordando los ganados de modo que la carne sea cual viene para el charque, ni producir la grasa con que es indispensa­ble condimentarlo, cuyo objeto ocasiona el gasto anual de nuevas compras para completar la cantidad de charque necesaria".

Pedían Aramburu y González que no corriera a cargo del Sub­Delegado de la Villa Real de la Concepción el suministro de víveres y otras mercaderías, pues no era de competencia del Sub-Dele­gado de dicha Villa, según Real Ordenanza, desempeñar esas fun­ciones, que además eran ad-honorem", y nos parece también ex­puesto a ocasionar decadencia de celo y atención a los objetos de su manejo causando tal vez notables atrasos al servicio del Rey".

Pedían también la verificación de un nuevo asiento, y que un asentista, es decir, un contratista, corriera con todas esas labores (22-VIII-1799).

Aceptado el proyecto de emplear un contratista para la provi­sión de víveres por el entonces Gobernador Intendente Lázaro de Ribera, debía aquél proveer charque o carne fresca, grasa, poroto, sal, yerba, tabaco y velas.

"Del charque se ha de surtír el Fuerte Borbón y las tripulacio­nes de los barcos y tropas de más porte en los parajes y de las cos­tas en que no haya proporción de carne fresca".

El contratista debía recibir de "la estancia que tiene el Rey en la Villa Real con casas, corrales, herramientas, útiles, ganados. ca­ballos y demás animales que contiene, como también la encomien­da de indios destinada a su servicio".

Además de estos bienes debía recibir el bote de pertenencia real para el transporte de los víveres, al mismo tiempo debía elegir una persona para custodiar y distribuir las vituallas en Barbón, quien tendría el rango de Sargento, con obligaciones militares y sueldo de la Real Hacienda. Solamente quedaba como obligación del contratista dar una gratificación a su dependiente.

La carne debía ser enviada cada tres meses a Borbón "para que se asista siempre a la tropa con buena carne".

Puesto en almoneda, el cargo de proveedor en fecha 20-X-1799, un tal Agustín Isasi fue el único postor, ganando en consecuencia el derecho de proveer a los soldados de los fuertes Borbón y San Carlos del río Apa. (21-XI-1800).

Solía presentarse gran escasez de víveres en Borbón por diver­sas razones, siendo, entre otras, las más frecuentes, la falta de em­barcaciones aptas para el transporte, generalmente charque desde Concepción y menestras desde Asunción.

Para agilizar la remisión de víveres desde la Capital, los minis­tros de Real Hacienda, ante una consulta del Gobernador Intenden­te sugirieron que se ordene al Sargento Mayor de Ribera, escoja dos canoas apropiadas para conducir víveres a Borbón, y que secase en su justo valor para su correspondiente pago, evitándose así que venga el bote desde Concepción.

El Sargento Mayor de Ribera, Juan de Máchaín contesta que, se esperaba de un momento a otro las canoas de los payaguás las que podrían ser útiles para ese menester.

"Embarcaciones próximas a caminar para Villa Real no hay -di­ce Machaín- ni esperanzas por ahora, pues las noticias que vienen de aquel destino desmayan a todos los dueños de barcos por la suma de escasez de yerba, que no la han podido conducir los beneficiado­res de la Villa a causa de los malos tiempos".

En vista de la gran dificultad para el transporte de víveres, incluido el charque, en varias ocasiones se enviaron animales en pie desde la "estancia del Rey" vecina a Concepción hasta Borbón. Esta opera­ción, además de ocupar a cierta cantidad de troperos no resultaba conveniente por el largo viaje y el consiguiente enflaquecimiento y pérdida de los animales. Esto inferimos de la lectura de una corres­pondencia del Cdte. del Fuerte Borbón José Antonio Zavala y Del­gadilló al Cnel. y Cdte. de la Villa de Concepción José Espínola, que en parte transcribimos: Los novillos que Vm. mandó con el Capitán Arévalos para el consumo de esta guarnición, están en estado de ningún sebo para velas que se necesitan para alumbrar la guardia y el cuartel".

En ocasiones, leemos, que determinada cantidad de ganado se ahogaba y extraviaba en tan largo y penoso trayecto.

El Gobernador Intendente Lázaro de Ribera tuvo intención de es­tablecer una estancia en las inmediaciones de Borbón, para así supe­rar todas las dificultades.

Inicialmente se decidió no realizar dicha fundación porque los lu­gares vecinos al Fuerte eran bajos y anegables, además, podía tentar el ataque de los indios. Sin embargo, finalmente se decidió organizar un establecimiento ganadero.

El Cdte. de Borbón escribe al de Concepción, en fecha 20-II­-1804, comunicándole que al día siguiente hará el paso del ganado traído para fundar la estancia, dando parte que de los 30 caballos conducidos se ahogaron 8 en el cruce del río Apa.

Ese mismo día el Cdte. de Borbón confirmó haber recibido "563 vacas hembras que me entregó en la orilla oriental, remitidas por el Cnel. Don José de Espínola, las cuales son para fundamentar la estancia que se va a poblar de cuenta del Rey en estos campos para pro­creo y utilidad de esta plaza y los individuos que la sirven...".

Se construyeron bretes, para el efecto se emplearon palmas que tanto abundaban en ese lugar.

Esta estancia se fue consolidando, sin embargo, sufrió graves da­ños con el crecimiento extraordinario de las aguas del río Paraguay las que anegaron todos los lugares bajos.

Una gran mortandad se originó entonces en los planteles de ga­nado vacuno y caballar; no solamente a causa del desborde de las aguas, sino también por la aparición de tigres y víboras.

Se perdieron 487 vacunos, entre vacas y terneros, 11 bueyes y 40 caballos.

"Me sujeté a mantener al ganado de esta estancia en los cerros cercanos de esta plaza", escribe el Cdte. de Borbón al Gobernador Intendente "desde principios de abril hasta fines de agosto próximo mes pasado que empezó a descubrir tierra".

Incluso le pide al Gob. Intendente que se le descuente su sueldo y con esa suma se adquiera 200 cabezas de ganado vacuno, las que obsequiará al Rey, para así nuevamente levantar la referida estan­cia, "que sí no lo adelanto quedaré desacreditado en el concepto de muchos pensadores que ignoran las dificultades que se han ofrecido por el poco o ningún tiempo favorable que ha tenido este ganado desde que entró aquí, y si lo aumento saldré victorioso". (8-IX-­1805).

En algunas ocasiones se mantenía el ganado en la margen izquier­da, en el ángulo formado por los ríos Paraguay y Blanco, pues esa re­gión era considerada como legítima pertenencia de la corona españo­la.

Otra gran crecida alcanzó el río Paraguay en el año 1806, la que según los indios de la región, "nunca habían visto otra igual".

Vacas y caballos fueron llevados a los lugares elevados y como casi no llovía "se pusieron los cerros con el aporreo del ganado y la seca hecha una yesca".

Los soldados del Fuerte tuvieron que voltear árboles para que sus bojas sirvieran de alimento a las vacas y los caballos. Por falta de pas­to y tener el agua hasta el pecho, enflaqueció el ganado caballar que fue presa fácil de los tigres, siendo por consiguiente, casi todos exter­minados. Los planteles de ganado disminuyeron grandemente con varias crecidas del río.

Después de haber contado con 1.000 cabezas de ganado vacuno, y buena cantidad de equino, en el año 1806, la existencia sólo fue la siguiente:

"Ganado de procreo 325, terneros 106, lecheras entre vaquilla 19, bueyes nuevos y buenos 6, caballos sanos -capaces 41-, entre novillos y toros para consumo 38. Total: 535. (3-VIII-1806).

Por esta razón el Cdte. de Borbón escribió: "En vista de esto, espero que la autoridad de Vss. disponga se me traigan ciento cuaren­ta toros y cien vacas hembras, pues el número de doscientos cuarenta es el que aquí se gasta en el año, prescindiendo de los que se matan para charque".

Día tras día iba en disminución la existencia de ganado, cantidad de vacas preñadas era sacrificada a falta de toros y novillos.

Aumentó además, el consumo de carne, se había agotado la me­nestra asignada a la compañía del fuerte.

En una angustiosa carta escribe el Cdte. de Borbón Pedro Anto­nio Mier al Tte. Coronel de Ejército y Gob., Intendente don Manuel Gutiérrez lo que en parte transcribimos: "Y como al presente lo pa­san estos individuos con la carne y con la leche solamente, por ha­berse consumido todo. El tabaco por haber sido poco se acabó el día primero de abril, la sal el primero de julio, la yerba y porotos el primero de octubre" (10).

En el mes de setiembre el Cdte. del presidio pide al Gobernador Intendente el envío de 50 yeguas para cría, 5 potros sementales y 1.000 cabezas de ganado vacuno. "Sirviéndose V.S. para esto dar la comisión a algún hombre de duelo, porque siempre al Rey procuran darle gato por liebre, como si el Rey les diera estaño en lugar de pla­ta".

Que este pedido no fue satisfecho se comprueba con la lectura de dos patéticas misivas enviadas posteriormente por el Cdte. del Fuerte al Gobernador Intendente de la provincia, en la primera cuenta que los soldados adquieren ponchos de las indias, de los cuales hacen ca­misas y calzones. En la segunda informa que se acabaron los toros y novillos enviados a Borbón, por tanto se habían carneado los terne­ros más grandes, luego los más pequeños y finalmente las vacas pre­ñadas.

Así se fue extinguiendo el plantel de ganado vacuno y equino, en la referida estancia. La provisión de alimentos se vio agravada en vísperas de la invasión porteña y en los primeros tiempos de la revo­lución de la independencia.

A tal punto llegó la miseria en el Fuerte en los últimos años de la colonia que la ración de víveres consistió en ciertas semanas "en un retazo de carne sin sal".

Solicitaron los soldados su relevo, pues hacia tres años se halla­ban en esa frontera con muy escasas ropas, careciendo incluso de pa­pel para hacer la lista o revista del destacamento.


EL FUERTE BORBON EN LOS PRIMEROS LUSTROS DE LA INDEPENDENCIA

Ante la inminencia de la invasión porteña, se reunió en Asunción un congreso el 24 de julio de 1810 que entre otras cosas decidió crear una junta de guerra para la defensa de la provincia.

Para reforzar el escaso parque de guerra, el entonces Cdte. del Fuerte envió desde Borbón al Cdte. de Concepción José Ramón Gó­mez de Pedrueza, para su posterior remisión a Asunción: "dos caño­nes de bronce, doscientos racimos en forma de metralla, un zurrón de pólvora con el peso bruto de tres arrobas y diez libras. Dos ata­cadores" (11).

Es probable que la mayor parte de la tropa de ese presidio así como las de los demás, haya reforzado el ejército que luchó contra Belgrano.

El Cdte. de Borbón acusa recibo de una comunicación enviádale por "el Sr. Gobernador y asociados al gobierno de la ciudad capital de la Asunción", en fecha 6-VI de 1811.

Figuran en ella las firmas de los próceres Yegros, Francia, Caba­llero, de la Mora, ordenando al Ministro de Real Hacienda el pago a varios cabos y soldados que sirvieron en el mencionado Fuerte.

El Fuerte Borbón que había sido abandonado por los soldados que lo custodiaban (tal vez por falta de alimentos) fue ocupado por indios mbayás, quienes fueron desalojados por tropas portuguesas.

La Junta Superior Gubernativa consultó al Cabildo de Asunción sobre la conveniencia o no de abandonar el Fuerte. Enviado Fernan­do de la Mora para reconquistarlo, aquel ya había sido entregado por los portugueses, esta misión militar fue intrascendente.

El Cdte. Juan Manuel Gamarra desde Borbón escribe al Cdte. de Nueva Coimbra, Tte. Coronel y Cdte. General Don Antonio José Ro­dríguez, "se ha servido V.S. por lo resuelto del Excmo. Sor. General, mandar a un comisionado, el Sr. Don Antonio María de Silva Torres, Tte. de esa guarnición del mando de V.S. entregase al Cap. de Ejérci­to Don Juan Francisco de Echague la referida fortaleza con los per­trechos que halló dicho Sr. Teniente y retirarse con la tropa que de custodia había tenido, lo que ha verificado el expresado SRI. Dn. Antonio María, según los partes que ha dado a esta Comandancia el referido Cpn. Echague" (12).

Unos meses después el Cdte. de Borbón escribe al Cdte. de la Villa Real de la Concepción informándole la grave situación por la que estaba pasando el fuerte, rodeado de tribus hostiles, "quedando por consiguiente de fortaleza de mi mando entre las dos naciones, (mbayás y guanás) que han invadido y destroncado a Villa Real, y yo enfermo y sin tener quien sustituya mi lugar" (13).

Ante esta grave situación, la Junta Superior Gubernativa consul­tó al Cabildo si seria conveniente continuar manteniendo el Fuerte en su actual emplazamiento, considerando los frecuentes ataques de los indígenas, como así también el incremento del número de armas de los portugueses, asentados en Nueva Coimbra y Guaichió.

El Cabildo contestó, previa aclaración, que no era de su compe­tencia dar ningún dictamen sobre el particular, de acuerdo a determi­naciones tomadas anteriormente, ya que esa Junta había jurado, -y no el Cabildo- "la defensa de la Provincia": es de parecer que de ningún modo se desampare el Fuerte Borbón, y más reconociendo con exactitud la isla de Peña Hermosa y pudiendo ofrecer las venta­jas que explana Don Miguel Ibáñez en su dictamen, se levante en ella otra fortificación pequeña o menor..." (14). La isla de Peña Hermosa, por tener tierra cultivable, dice el Cabildo, puede proveer de víveres a Borbón.


ESCASEZ Y HAMBRE EN EL FUERTE BORBON

La historia de Borbón en sus primeros lustros de vida es la histo­ria del hambre y de las penurias pasadas por sus defensores.

Como la escasez de víveres volvía difícil y penosa la vida en el Fuerte, su Cdte. escribe al de Concepción haber enviado allí cierta cantidad de soldados "dejando en esta plaza (Borbón) la que con­ceptúo sea bastante para guarecerla sin mayor fatiga y con menos gastos" (15).

Dejó en el fuerte la cantidad de 50 personas, entre fusileros, un cadete, seis cabos, un tambor, tres sargentos, seis artilleros y su sargento y tres presidiarios.

Dos días después del envío de la nota que acabamos de transcri­bir parcialmente, llegó a Borbón desde Coimbra un alférez portugués con un pliego para el Gobernador Intendente. Si bien este mensajero no pudo pasar al Fuerte, no perdió la oportunidad de vender allí "tres bolsas de fariña y una de porotos".

Esta adquisición dio cierto alivio a los soldados de Borbón. No obstante se sentía la falta de víveres, pues, a mediados del mes de marzo de 1813, el Cdte. de Borbón Francisco Bartolomé Laguardiá se quejaba al de Concepción, haber recibido sólo en pequeña canti­dad una partida de varios productos, después de dos meses de haber­lo solicitado, "... después que hemos tenido más de diez y seis días amargos de entera desilusión sostenido únicamente con aquellas gran­jerías que nos proporciona la suerte de la caza y nos franquea la tierra con sus raíces, todo con tanta escasez que la misma calamidad lo permitía en circunstancias de que un mal jamás viene solo y que todo el honor temerario de un hombre pudo tolerarlo, pero protesto que en otra ocasión semejante a la que hemos experimentado tengo que abandonar la fortaleza, haciendo responsable a esa comandancia a sus resultas, pues ni yo puedo hacer milagros ni estos miserables están obligados a lo imposible e injusto" (16).

El mismodía en que los víveres se agotaron en su totalidad y des­pués de haberse distribuido, en días anteriores, apenas media ración, llega a Borbón la siguiente provisión: ciento treinta y un arrobas veintitrés libras de charque, quince arrobas diez libras de carne pisada con cicharrones, cuatro pelotas de grasa con treinta y siete arrobas siete libras brutas, quince arrobas diez libras de sebo chicharrón y cinco sacos de maíz.

Pero pocos meses duró la tranquilidad en el Fuerte, nuevamente su Cdte. escribió al de Concepción pidiéndole el envío de provisiones, diciéndole que si al cabo de ocho días no lo recibía, pensando deli­berar con la tropa para que ésta tomara la decisión que más justa le pareciera, "quedánd6me yo en este desdichado Fuerte a ser víctima de la miseria y del desamparo". (17).

A pesar del envío de víveres, aguardiantes, y dinero para pagar a la tropa del Fuerte, no cesaban las quejas del Cdte. Laguardia quien una vez más manifestó al de Concepción que no sólo fue escasa la provisión recibida sino en estado de descomposición, "... después de una larga hambruna (roto) y larga, redundamos con ocho chiquas de basuramen y no de alimento". (18).


EL FUERTE BORBON DURANTE EL GOBIERNO DICTATORIAL

A pocos días de su designación como Dictador Supremo de la Re­pública, el Dr. Francia nombró a varias personas para ocupar cargos de importancia en el norte del país.

El Sargento Mayor retirado José Miguel Ibáñez, quien había ac­tuado en Borbón y Concepción fue nombrado "Juez Político y Cdte. Militar de esta Villa, y su jurisdicción" en reemplazo del Tte. Ro­mualdo Aguero, que se había retirado. (19).

Unos días después el Dictador creó el cargo de Alcalde de la Villa de Concepción, "por ser conveniente al mejor servicio de la causa pública", nombrando a Don Manuel de Uriarte. (20).

Como Cdte. de Borbón al Capitán Ignacio Samaniego. Aunque no hemos podido precisar la fecha del nombramiento, hemos compro­bado que el Dictador ordenó al Ministro de Hacienda la entrega a di­cho Capitán de 100$ fuertes "a cuenta del sueldo que se le tiene señalado por este empleo para su aviamiento a aquel destino". (21).

Pero la designación del Capitán Samaniego duró muy poco tiem­po pues desde Concepción, en donde estaba convaleciendo el ante­rior Cdte. de Borbón, Francisco Bartolomé Laguardia, una vez sano, fue repuesto en el cargo de la comandancia. Por consiguiente, el Dic­tador escribe al Cdte. de Concepción que mande de nuevo a Asun­ción al Capitán Ignacio Samaniego "enviado de aquí de Comandante interino por la enfermedad de aquél..." (22).

Posteriormente ocupa el cargo de Cdte. del Fuerte Borbón el ciu­dadano de nombre José Antonio Sosa, quien a su vez entrega el cargo al nuevo Cdte. Juan Inocencio Pérez, el 11 de mayo de 1816. Este recibe el Fuerte bajo inventario.

El Cdte. entrante, en presencia de toda la tropa convocada reci­bió el Fuerte de Borbón luego de dar lectura del decreto de su nom­bramiento. Acto seguido, el Cdte. saliente le entregó el mando, di­ciendo: "arranqué el sable y échole la venia le dije: el Supremo Dic­tador de la República del Paraguay me ordena os entregue esta for­taleza, que ha estado bajo mi mando: Yo os la entrego en cumpli­miento de la suprema disposición y os recomiendo a nombre de la República su custodia, seguridad y defensa en cuanto se compromete vuestro honor" (23). "Con esta ceremonia tomó posesión y fue reco­nocido en el cargo de Cdte. el citado Juan Inocencio Pérez.

Habiendo fallecido el Cdte. Pérez hacia los meses de noviembre o diciembre de 1817, sin haber dejado sucesor interino, el Fuerte Bor­bón estuvo bajo las órdenes de los sargentos José Justo Orué y Pedro José Rojas, quienes el 4 de enero de 1818 entregaron el finando al nuevo Cdte. del designado fuerte, Capitán Bernardo Velázquez, pre­vio inventario de los bienes. (24).

Pasado unos años se recibió come Cdte. del Fuerte Borbón José Antonio Sosa, según inferimos de la lectura de las correspondencias enviadas por éste.

Destaquemos que por su ubicación geográfica, en Borbón se reci­bían las comunicaciones enviadas desde el Brasil, Bolivia, etc., tema que en este trabajo no analizamos dejándolo para otra ocasión.


 

CARESTIA Y DESERCION EN EL FUERTE BORBON


Los reiterados ataques de los indígenas a las estancias ubicadas en el partido de Concepción causaban graves daños al abastecimien­to del presidio de Borbón, ya que de esa villa se obtenía el charque que era consumido en el Fuerte.

Para solucionar esas dificultades el Dictador envió auxilio de tropas y víveres, más 600 cabezas de ganado vacuno y 30 caballos. (25).

Unos días después, ante el mismo problema, el Sub-Delegado de Santiago y varios vecinos ofrecen gratuitamente caballos y vacunos para ser enviados al norte del país.

El Dictador no pudo menos que agradecer este gesto diciendo lo siguiente: "Nunca es más conocido el patriotismo de los buenos ciu­dadanos que cuando se manifiestan prontos a socorrer a la patria en sus urgencias". (26).

Al poco tiempo, ante la amenaza del Cdte. de Borbón, de aban­donarlo por falta de vituallas, el Dictador escribe al de Concepción, que le causaba sorpresa que los de Borbón se manifiestan carentes de víveres después de habérseles proveído hacía un mes y medio, teniendo incluso la opción de pescar y que además tenía decenas de frascos de aguardiente que podían trocar con los indios mbayás por ganado vacuno.

Por eso creía el Dictador que la actitud de abandonar el Fuerte, no era otra cosa que "pura amenaza", pues contradiciéndole, el refe­rido Cdte. pedía herramientas con urgencia para reedificar varias habitaciones.

"... Cosa en que no puede pensar un hombre reducido a la deses­peración por falta de alimentos..." (27). No obstante, cl Dictador or­denó al Cdte. de Concepción mande quienes custodien el presidio provisionalmente. A la vez le informa que dispondrá el relevo de la guarnición así como del Cdte. oportunamente.

Tres soldados desertaron de Borbón, una vez capturados fueron juzgados. A pesar de que la escasez de víveres no era motivo valede­ro para la deserción, dispuso el Dictador sean puestos "por esta vez en libertad". (28) con la advertencia de la aplicación de la pena de "ordenanza" en caso de reincidencia.

También en esa misma época cinco desertores (tres artilleros y dos fusileros) del Fuerte Borbón se presentaron en Asunción, tra­yendo una canoa. El Dictador ordena al Cdte. de Concepción envíe en reemplazo de aquellos, igual cantidad de soldados a Borbón.

Poco después el Dictador hace referencia a estos desertores ma­nifestando que los tres artilleros sufrieron "el castigo de baquetas y quedan aplicados al trabajo de obras públicas, ya que ni con sueldo quieren servir con honor y fidelidad a la patria". (29).

Varias partidas de menestra y charque envió el Dictador en los primeros años de la dictadura a los presidios de Borbón y San Carlos. En el mes de enero de 1816 ordena al Cdte. de Rosario el envío a esos fuertes "una partida de doscientos o más cabezas de ganado vacuno y después se dispondrá otra remesa". (30).

Al mes siguiente el dictador se queja del excesivo consumo de víveres en Borbón diciendo "que todo se reparará a su tiempo" (31).

En comunicación del Dictador al Cdte. de Concepción le dice ha­ber recibido el oficio en donde éste le da cuenta la llegada de 243 cabezas de ganado vacuno para el consumo de las tropas de los presidios de esa región y le encarece "la mayor economía en el gasto por la escasez y dificultad de encontrar partidas considerables de ganado bueno por hoy en día, y que de las estancias que he fundado no se podrá sacar ganado crecido hasta de aquí a dos años". (32).

Efectivamente, para solucionar la escasez de ganado vacuno y equino, el Dictador, en los primeros tiempos de su gobierno se había abocado a la tarea de establecer "Estancias de la Patria" para dotar al ejército de carne y remonta. (33).

Dos días después vuelve a escribir al Cdte. de Concepción "que próximamente irá otra partida igual de ganado que la anteriormente remitida pero ya no hay más ganado que enviar en todo el año, y en

esta inteligencia Vm. calculará el gasto que se puede hacer de modo que no falte para proveer los dos presidios (Borbón y San Carlos)...". (34).

En forma periódica iban llegando a Borbón menestras, vestuarios y charques pero este último en cantidad insuficiente según inferimos de la lectura de las correspondencias mantenidas entre el Dictador y el Cdte. de Concepción. Así, el Dr. Francia escribe al Cdte. de la Villa sugiriéndole que haga economizar el consumo de carne en los presidios y piquete, en vista de la escasez de ganado vacuno, teniendo en cambio abundancia de otros víveres.

"En los demás países del mundo, -dice el Dictador-, pasan mi­llares de tropas casi sin probar carne. En Borbón pudieran auxiliarse mucho con la proporción que tienen de la pesca". (35).

Ya el año anterior el Cdte. de Borbón había manifestado al Dic­tador la conveniencia de destinar cierta cantidad de terreno aledaño al Fuerte a la labor agrícola para así, con los productos cultivados, disminuir el consumo de carne en la alimentación.

El Dictador recibió el pedido de semillas de maíz, poroto, batata, zapallo, maní y rama de mandioca. Esa demanda le entusiasmó y le hizo exclamar;

"No hay duda que ese es un arbitrio bellísimo y de antemano podría haberse practicado". (36). Y ordenó al Cdte. de Concepción el envío "en primera oportunidad al menos de dos o tres yuntas de bueyes buenos y todas las expresadas semillas".

Al supremo mucho le agrada la posibilidad de que los soldados de Borbón se dedicaran a la agricultura. Le preocupó, sin embargo, el desarrollo de la "estancia de la Patria" existente en Concepción en

vista del poco progreso allí observado, según el informe que había recibido del Cdte. de esa Villa.

Al efecto, escribió el referido Cdte., en vista de faltar 200 terne­ros del diezmo; "Es menester mucho cuidado y vigilancia en estos consumos o pérdidas de esa estancia, que de otra suerte no adelanta­rá sino muy lentamente". (37).

La preocupación principal del Dictador era contar en esa región con una próspera estancia para proveer de carne y remonta al ejérci­to que se hallaba distribuido en los puestos y presidios del norte. De ese modo se evitaría el largo y fatigoso trabajo de arrear ganado des­de las Misiones con las siguientes pérdidas de unidades y peso de los animales.

El Dictador se quejó al Cdte. de Concepción del consumo excesi­vo de carne en esa frontera. Especialmente en el pueblo de mulatos de Tevegó en donde se sacrificaban 225 cabezas de ganado vacuno, cantidad que duplicaba en número a lo que se gastaba en el presidió del Apá, siendo la dotación de éste el doble de Tevegó. Señaló el Dic­tador que para la población civil de esta población se debía faenar solamente una res por semana para alimento de niños, enfermos y ancianos, pues los habitantes tenían ya sus chacras, y "para los treinta hombres poco más o menos del piquete son muy suficientes diez reses mensuales...". (38).

Esta preocupación del Dictador se debía, aparte de su celo admi­nistrativo, seguramente a que todavía no se había alcanzado en el país una gran producción en materia de ganadería como ocurriría más adelante.

Por eso no es raro que entre los bastimentos y armas enviados a "Olimpo" figurara "una docena de anzuelos medianos y chicos". (39). Con la pesca trataba de suplir la periódica escasez de víveres.

En ocasión de la llegada de un comisionado boliviano, en el año 1828 al Fuerte "Olimpo", con una comunicación de su gobierno para el del Paraguay, no se le permitió a éste pasar dicho presidio por di­versos motivos, entre otros adujo el Dictador: "que ese Fuerte en ese desierto a la distancia de doscientas leguas de esta capital no es, ni puede ser un lugar de recibimiento y comunicación con gentes de otros países porque no hay allí más que los ranchos precisos para la guarnición, sin más víveres por no tener ganado ni chacras, que los de acá se envían algunas pocas veces en todo el año en un buque armado y con tropa por el continuo peligro de los indios en la dilata­da navegación llegando al extremo de que al mismo comandante han salido a hostilizarlo de una y otra banda obligándolo a retroceder...". (40).

Se explica entonces que en ese tiempo comenzaba a repartirse en forma gratuita gran cantidad de ganado vacuno a los pobres de di­versos pueblos. Así, el Dictador escribe al Cdte. de Villa Rica que

hallándose las estancias por él creadas, rebosantes de ganado, ya ha­bía obsequiado a los pobladores de Concepción y Curuguaty con ciertas cantidades, y a la vez ofrecía obsequiar también a los pobres de Villa Rica, comunicándole que le incluía "el adjunto libramiento de ochocientas vacas de la estancia del Rosario, en las cercanías del pueblo de Santa María para que hagan llevar, y se reparta a los que sean indigentes, quedando a la discreción del comandante el distri­buirles según juzgase conveniente". (41).

Es de pensar entonces que en vista de la abundancia de ganado en "las estancias de la Patria", se haya solucionado, a partir de los años, 1828-1929, el grave problema de abastecimiento al fuerte Olim­po. Cesando así por consiguiente las deserciones de dicho presidio. A partir de esos años, sólo ocasionalmente podrían fallar víveres, la escasez sería más bien por razones de transporte antes que por otros motivos.


CAMBIO DE DENOMINACION DEL FUERTE BORBON POR EL DE OLIMPO

El Dictador, defensor tenaz de los límites de la República, orde­nó al Cdte. del Fuerte de Borbón, en fecha 23 de setiembre de 1817, la refacción de los cuarteles y quinchados de ese presidio, proporcio­nándole al efecto "los peones de la balandra, nueve más de la Villa de Concepción que ha remitido aquel Cdte. y la falúa con su custodia y tripulación para el acopio de los materiales. (42).

Esos aprestos del Dictador para refaccionar Borbón dimanaba de la conclusión del horno de cal que había mandado construir en Asun­ción. Eso hizo saber al Cdte. de Concepción diciéndole además, "que con este auxilio (de la cal) si los portugueses fortifican a Coimbra, yo también me atrevo a fortificar a Borbón con buenas murallas y baluartes, supuesto que en todo el cerro y sus inmediaciones había abundancia de piedras". (43).

Pero como era urgente reparar el techo de las cuadras y otras de­pendencias del Fuerte se ataron 3.000 mazos de paja que fueron en­viados en dos embarcaciones de Concepción a Borbón, no llevando la totalidad del charque, pues, "lo que más urge es el concluir las refacciones del Presidio, y a su regreso podrá volver la falúa llevando más charques" (44).

Entre los víveres enviados a Borbón, también se remitían puertas y ventanas con sus cerraduras, goznes, alcayatas y clavos.

La reconstrucción de algunas dependencias del Fuerte llegaban a su término en el mes de mayo de 1818 según lo inferimos de una comunicación del Dictador al Cdte. de Concepción en donde le escribe: "que él (el Cdte. de Borbón) pide también un albañil para revocar y blanquear las habitaciones, el que cuando haya proporción verá Ud. de proporcionar y enviarle". (45).

Años después el Dictador, al disponer el relevo de la dotación del Fuerte Borbón, envía "cuatro albañiles con algunos peones para re­faccionar los cubos y levantar de piedra uno de los costados de aquel fuerte, que sólo se mantiene de palmas". (46).

Con el mismo fin envía el Dictador, en el mes de agosto de 1823, "2.000 ladrillos y 20 sacos de cal", y promete enviar una nueva parti­da de ladrillos.

A partir del 25 de diciembre de 1823 el Dictador denomina Fuer­te Olimpo al fuerte Borbón. Esto lo hemos comprobado en la comu­nicación dirigida al Alcalde Ordinario de Concepción. (47).

También el Dictador al escribir al Sub-Delegado de Santiago, entre otras cosas, hace referencia al Fuerte Olimpo "... que así se lla­ma ahora lo que se decía Borbón desde que hice construir de nuevo y amurallar de piedra aquel Fuerte, que antes no era sino una estacada de palmas". (48).

El cambio de la denominación de ese Fuerte, demostraba una vez más que definitivamente estaban rotos los vínculos de dependencia del Paraguay con España. Por razones obvias, el Dictador había toma­do tal determinación.

Reconstruidos los edificios de los cuarteles y amurallado el Fuer­te, se decidió continuar la obra, empezándose "... la cerca de los bo­querones, la que tampoco demorará mucho, pero que para esto nece­sitaba algunos trabajadores...". (49).

En un borrador sin fecha, que se encuentra en uno de los volúme­nes del Archivo Nacional de Asunción que contiene documentos del ario 1824, hemos leído que el Dictador manifiesta que la construc­ción del potrero con la muralla de piedra más otra muralla que siguie­se del pie del último cerro a la costa del río, sería lenta y costosa, que además la situación internacional era incierta según el Dictador, quien manifiesta que "... Es cosa cierta que por enero de este año iban a juntarse varios monarcas de Europa (la Santa Alianza) a tratar (roto) el destino de las Américas...". Ante el temor de una invasión de las tropas al servicio de los reyes absolutistas, decía que se "deberá pensar, y ocuparse más bien en las deliberaciones y providencias que corresponden y no en obras". "Si no hubiese noticia adversa, que ge­neralmente se recela, se podrá proseguir la faena; pero entre tanto he determinado suspender la obra del potrero...". (50). En consecuencia ordenó al Cdte. de Olimpo el envío de los albañiles y peones, ya sea los enviados de Asunción como los de Concepción.

De que esta obra continuó después de cierto tiempo, nos entera­mos mediante la lectura de una correspondencia del Cdte. del Fuerte Olimpo al Dictador, en donde le manifiesta: "Igualmente participo a

V.E. de la obra del cerco del potrero, que siempre vamos adelantando con mucho empeño y esmero, que sólo la cal ahora estoy sin ella". (51).

Dicha obra todavía continuaba en el año 1832, según informe re­mitido por su Cdte. al Dictador, en donde le expresó: "... Estoy con­tinuando en sacar piedras y aprontar para cuando baje el río tenga­mos suficiente, porque teniendo piedras suficientes y prontas se fa­cilitarán las obras para continuar el cerco del carrizarl lo poco que falta o trabajar el piquete que ya es poca obra. De la tropa, albañiles y peones están sin novedad, siempre con mucho gusto, trabajando con alegría y tesón, sólo si sintieron un poco sus chacras perdidas". (52).

En los últimos años de la era francista llegó al Fuerte Olimpo, desde Bolivia, José León Oliden, quien posteriormente escribió acer­ca de lo que vió en dicho fuerte, lo que sigue: "El Fuerte Borbón, hoy día llamado Olimpo, es una buena fortificación; mantiene cien Hombres entre artilleros y fusileros, y es una gente hermosa, alta, bien plantada, de fisonomía expresiva, blanca y de trato muy curio­so, hablan el guaraní y el castellano..." (53).


LA ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS SOLDADOS DEL FUERTE BORBON

No fue desatendida la asistencia espiritual de los defensores del Fuerte Borbón durante la dictadura. Así leemos que en una corres­pondencia del Doctor Francia al Cdte. de Concepción José Miguel Ibáñez, le ordena, que de esa localidad se embarque con destino a Borbón, el Capellán Don José Félix Legal, "por llegar el tiempo del cumplimiento de iglesia y ser absolutamente imposible relevarlo por ahora por falta de sujetos...". (54).

En el mes de enero abonó la Tesorería la suma de "52 pesos dos reales corrientes valor de los útiles comprados y mandados obrar en virtud de orden superior para el uso y servicio de la capilla del Fuer­te de Borbón". (55).

El 11 de mayo de 1816 el Cdte. de Borbón José Antonio Sosa, entregó el fuerte al nuevo Cdte. Juan Inocencio Pérez, bajo inven­tario. La capilla del fuerte contaba: "Primeramente con un oratorio compuesto de maderas labradas, cubierto de tejas de palma y pared de tierra y piedra, a excepción del frontis que es de pared francesa, con una puerta de tablero a dos batientes, con cerraduras labradas, un mamparo en la puerta, de palmas partidas, situado en un lance de sitio.

II. Una imagen de Ntra. Señora de los Dolores con sus diademas de plata, una de ellas dorada y un escudo de idem dorado, vestida con ropaje de estambre con sus melindres de oro...

It. Una gargantilla.

It. Dos casullas y un alba vieja.

It. Dos manteles.

It. Un cáliz de plata dorado.

It. Un misal viejo (56).


LAS RELACIONES CON LOS INDIOS QUE VIVIAN EN LA ZONA DEL FUERTE BORBON

El Fuerte Borbón que fue la avanzada contra la penetración por­tuguesa, estaba ubicado en plena área habitada por tribus mbayás y guanás.

No solamente se controlaba desde allí a los indios, sino también Se obtenían las informaciones necesarias acerca de las intenciones y desplazamientos de esos indígenas. Así, en ocasiones fueron envía­

dos oportunos avisos a Concepción, al Fuerte de San Carlos y a Teve­gó durante su efímera existencia.

De esta manera las poblaciones y soldados de estas localidades no eran sorprendidos por el ataque de los indígenas.

Durante el gobierno de los Cónsules Francia y Yegros, el Cdte. de Borbón Bartolomé Laguardia, le recomienda al que conforme con lo manifestado al Comandante de Concepción por los calapas (indios de

una tribu mbayá) no debe descuidarse de los mbayás echivebos que son de Pichai y Nalepenigui, aunque lo visiten, pues "no creen en la alian­za de los españoles que es fraudulenta". (...). "Por último prevengo a Ud. ordene a los vivanderos y a los demás misados a esta fortaleza no llagan novedad en su tránsito desde Siete Puntas arriba, a menos que sea en un caso indispensable". (...) "que no se descuiden de caer en una emboscada, aunque sean llamados, no se acerquen pretextando que vienen de ligera, y que pasen a Borbón si quieren tratar" (57).

En otra correspondencia de la misma fecha le comunica que es inminente el ataque de los indios cuyos caciques se hallan detenidos por los "españoles", "Quién sabe en el día la suerte de las poblacio­nes de don José Teodoro Acosta, Velázquez y otros de ese distrito".

La escasez de alimentos en el Fuerte en ese tiempo fue grande a tal punto que, prácticamente los defensores no tenían ya qué comer, pero mediante la llegada oportuna de los calapas, quienes venían de "los cocales" pudieron obtener el auxilio de éstos que les ayudaron "con un par de lecheras y una res". A veces entre estos indígenas existían tribus amigas en quienes podrían confiar los defensores de nuestra más septentrional marca.

Incluso, en otra ocasión debieron recurrir a los indios infieles de los pasos del río Paraguay, quienes entregaron 3 canoas, con las cua­les se formó una balsa en la que se evacuó a la mayor parte de la do­tación del Fuerte Borbón. (58).

El Dictador que no dejaba de desconfiar de la perfidia y mala fe de los portugueses escribió al Cdte. de Concepción don José Mi­guel Ibáñez, que no deje pasar hacia Asunción a los indios guanás y mbayás procedentes de los establecimientos portugueses, pues, "volverán informados de nuestro estado, disposiciones y de todo lo que por acá pasa, si expresamente no son inducidos a viajar por estas partes para llevar noticias de todo". (59). Esta misma prohibición debía comunicar al Cdte. de Borbón para que también la hiciera cumplir. Ordenó además el Dictador que algunos indios venidos de los dominios portugueses debían abandonar Concepción, prohibién­doseles seguir viaje al sur de la Villa.

Pero siempre, en búsqueda de la paz con los indígenas del norte del país, buscó el Dictador un acercamiento con éstos. Incluso vio la posibilidad de firmar con ellos algún tratado de paz, pero a veces, la desconfianza de los indígenas, temerosos de alguna mala acción de los blancos, exasperaba al Dictador.

Los principales caciques, solamente se atrevían a venir si les acompañaba el ex Cdte. de Borbón, Laguardia, en quien confiaban plenamente. Esa falta de confianza en el gobierno molestó al Dicta­dor, quien escribió al Cdte. del Fuerte Borbón, Fernando Velázquez, expresándole que "este gobierno no acostumbra ni se acomoda con

táles engaños..."   y que dejando todo recelo y malicia, "se venga si quisiese con los demás caciques incluso el Nalepenigui, en la inte­ligencia y seguridad deque serán bien tratados, guardando ellos también buena fe, aunque yo no sé qué garantía o seguridad pudieren ellos dar..." (60).

Y recordaba a continuación, que estos indios estaban tan acos­tumbrados al robo, que luego de realizarlo se esconden en los bos­ques o sierras de Guaiche, burlándose de todos, pero advertía el Dictador que si no se avenían a vivir en paz y honestidad serían te­rriblemente escarmentados.

En otra ocasión, escribe el Cdte. del Fuerte Borbón Bernardo Velázquez al Dictador dándole cuenta de que con la falúa de los víveres llegó el cacique Bruno, que suele merodear el fuerte, trayen­do una parda cautiva con su hijita (raptada de Tevegó) ofreciéndola en rescate. (61).

Refiriéndose a ese tema escribe el Dictador al Cdte. de Concepción, reconviniéndole por no haberle avisado que recibió a la parda cautivarescatada de los indios en Borbón. Además, le ordena que envíe en la falúa que hacía el servicio de Concepción a Fuerte Bor­b6n y vice versa, un cajón conteniendo telas, cuchillos, hachas, espejos, agujas, tijeras, etc., al Cdte. de Borbón, y que con los 15$ que este tiene en su poder, se "pague el rescate de dicha cautiva y tenga en adelante como tratar con los indios y gratificarlos". (62).

Frecuentes eran las deserciones de los portugueses hacia el Fuer­te Borbón. Una vez llegados a esa plaza eran enviados a Asunción con sus armas. El Dictador disponía la libertad de los desertores y la devolución de las armas a los presidios portugueses desde donde habían sido traídas. Aprovechaba la ocasión para destacar que los robos de ganados realizados por los indios en el norte del Paraguay eran hechos por instigación de los portugueses quienes conninaban luego los referidos ganados.

Así dispuso en una oportunidad, la devolución de tres fusiles traídos por cuatro desertores portugueses, con el pedido al Cdte. de Miranda, de "que atendiendo a la misma buena armonía, también (le su parte no consentirá que las naciones salvajes, en quienes tenga alguna influencia, pasen a nuestro territorio a hacer los robos y hos­tilidades, que inhumanamente ejecutan...". (63).

En otra correspondencia al Cdte. de Borbón, el Dictador ordena que corte todo comercio de los portugueses en el Fuerte, y que les advierta que sabe por propias declaraciones de los indios "que los portugueses favorecen y auxilian a los mismos indios bárbaros para sus invasiones y asaltos, en que participan de sus robos y ladroni­cios... . (...). -Por todo es preciso que a cualquier costa y de cual­quier modo se corte y fenezca esa correspondencia de negocio y empecemos nueva vida con más claridad y mejor orden". (64).

Insiste el Dictador en señalar que los portugueses incitan a los indios infieles del norte para robar los establecimientos ganaderos de la campaña de Concepción señalando: "que ellos (los portu­gueses) compran y continúan comprando a los indios mbayás los caballos, mulas y ganado vacuno que nos roban, dándoles en cambio armas de fuego, sables, municiones y aguardiente..." (65). Y conti­núa diciendo el Dictador que los mbayás llevan sus armas de fuego descompuestas a Coimbra en donde son arregladas por orden del Cdte., pues de ese modo los indios pueden asaltar con más eficacia las poblaciones fronterizas del Paraguay.

Pero si el Dictador había prohibido toda comunicación con los indios mbayás provenientes de los presidios portugueses, en cambio, trataba de ganar la amistad de aquellos que moraban en las regiones vecinas a Borbón.

Así, ordenó el Dictador al Cdte. de dicho fuerte que mantuviese la amistad con los indios vecinos, sin descuidarse de alguna embosca­da o traición y que con algunos obsequios se podrá conservar la bue­na voluntad de ellos. "... Distinga Ud. siempre al Cacique Calapá, haciendode él más aprecio, porque así conviene para afirmar su adhesión". (66).

En el caso de que Calapá visite el fuerte debía éste ---decía el Dictador- entrar en él, solo o con muy pocos acompañantes, tomán­dose la precaución de que los soldados estén con las armas en las ma­nos, advirtiéndole además que no debía permitir el ingreso al fuerte de una partida grande de indios.

La política de buscar paz y amistad con los mbayás venía desde los primeros años del establecimiento del Fuerte Borbón. La amistad existente entre el cacique mbayá de la parcialidad de los catibehos Leopoldo alías Nagolatí o Calapamí daría lugar a la firma de un tratadode paz entre el gobierno de la República y el dicho cacique, que además representó a los seis caciques menores de dicha parcialidad, los llamados Etoye, Quilaba, Niunagalenquen, Nichateda, Yalepiniguiy Luis Zavala, y a sus siervos los indios guanás cainoconoes.

Por el artículo 1ro. del referido tratado, el cacique Calapamí se compromete por sí y sus representados vivir en "perfecta paz, amistad y buena armonía, que se ha ajustado, poniéndose en olvido todo pasado... ".

Por el artículo 2do., se establecía que si surgía cualquier diferen­cia por diversos motivos entre los habitantes de la República y los habitantes de la nación catibebos y vasallos además del propio caci­que Calapamí, se buscará llegar a un acuerdo amistoso, para lo cual tendrá derecho de acudir ante los Comandantes de los fuertes y po­blaciones del norte del país, o ante el propio Dictador, o ante el pro­pio cacique Calapamí.

Por el artículo 3ro. el cacique Calapamí se compromete a entre­gar las armas de fuego que en número aproximado de treinta se hallaban en manos de su parcialidad.

Son "seis fusiles de la República y las demás escopetas compradas de los portugueses... (...) ... verificará esta entrega el Comandante de Borbón, la que cumplida ofrece el Supremo Dictador hacer una moderada gratificación a beneficio de los tenedores de quienes se re­cogiesen dichas armas".

Por el art. 5to. se cedían tierras para el establecimiento de esa parcialidad mbayá con sus siervos guanás de la tribu.

Por otros artículos, el cacique nombrado se comprometía por sí mismo y por quienes representaba respetar, proteger y defender de cualquier invasión y asalto de otras parcialidades indígenas, las po­blaciones, establecimientos ganaderos y bienes de la República, como asimismo de sus habitantes. También debía auxiliar a las expedicio­nes punitivas de los paraguayos contra los indios depredadores de la región.

Se estableció, además, que por razones de seguridad y sosiego de la Villa de Concepción y su área, el cacique debía obtener un pase, en donde constaría el número de componentes de ambos sexos y destino, cuando estos indígenas intentaban dirigirse hacia algún pa­raje o distrito de Concepción, ya sea por motivos de índole comercial o para visitar a algunos amigos o parientes.

Se prohibía a estos indios internarse en áreas de otras parcialida­des indígenas para llevarles la guerra. Al contrario, se establecía que los indios mbayás catebebos y sus vasallos los guanás cinoconoes debían vivir en paz con todas las parcialidades indígenas de la región.

Otro artículo trataba de la devolución de la prisionera "española" Encarnación, a cambio de la india mbayá Ligigate conocida por Cata­lina que se hallaba en Misiones. En caso de que ésta hubiese muerto, se establecía dar en rescate al cacique menor Etoye por la cautiva Encarnación.

El tratado de paz firmado el 7 de setiembre de 1821 consta de 12 artículos. Actuaron como intérprete por los mbayás la cacica Catalina y por el gobierno nacional el sub-teniente de artillería don Fernando Pereira, y firmaron como testigos el capitán don Marcos Rolón y el teniente Francisco González Vejarano, haciéndose dos co­pias de un mismo tenor, una para la República y otra para los mba­yás.

Aparecen en el referido documento las firmas de José Gaspar de Francia, Marcos Rolón, Francisco González Vejarano, Fernando Pe­reira y la de Mateo Fleytas. Fiel de Fechos. (67).

Este auspicioso tratado que podría ser el inicio de la pacificación de la frontera norte, tendría desde un primer momento dificultades para su total aplicación.

Efectivamente, pocos días después de la firma del tratado de paz, se enteró el Dictador de que los indios en ningún momento estaban dispuestos a entregar sus armas de fuego.

Por tanto, escribe al Cdte. del Fuerte Borbón, Bernardo Velazquez, dándole una reprimenda, diciéndole: "Ha sido una sinnpleza y torpeza el enviarme al indio Calapa (o Calapamí como también se lo llamaba) sin decirme Ud.. ahora ni nunca que los indios no se avenían a la entrega de armas... ' (...) ` El (Calapamí) dice que va a volver con su familia trayendo las armas. Presto se verá si ha de cumplirlo". (68)

El Dictador manifestó además que si verdaderamente están dis­puestos los mbayás catibebos a entregar las armas, lo harán entregán­dolas en la comandancia de Borbón. Señaló que los paraguayos en relación con los indios están en distinta situación que los portugueses, pues éstos nunca sufren el ataque de los indios, no conocen la hostilidad y la destrucción de sus estancias, al contrario, se han enri­quecido con animales llevados-por los indios de las estancias asaltadas del Paraguay, así como con alhajas y fusiles.

También informó al referido Cdte., que volvía a su tierra el cacique Calapá con los integrantes de su comitiva. "... y no hay que an­dar manifestando temor ni haciendo plegarias a los indios, supuesto que en ese presidio tienen armas y municiones. Si quieren ir a juntarse con los portugueses que lo hagan". La República, según el Dicta­dor no debía humillarse ni abatirse ante esos indios haraganes y la­drones, los que, a causa de sus asaltos habían sembrado la desolación y la muerte en la Villa de Concepción.

En la misma fecha, escribe al Cdte. de Concepción, Fernando Acosta, significándole la. simpleza del comandante del Fuerte de Borbón, al no haber avisado que los mbayás no estaban dispuestos a entregar las armas de fuego, que había recibido la promesa de Calapá de que su parcialidad entregaría las armas de fuego, pero, "sin llevar­me de su palabra (de Calapá) y excediendo en generosidad, he hecho la prueba de vestirlo, dándole además un poncho y un cuchillo a cada uno de los otros seis (...). 'Cuando después se vea que procede con sinceridad verificando la entrega de armas se verá entonces el modo de efectuar los demás artículos ajustados". (69).

Pero con o sin tratados de paz no terminaban los mbayás y gua­nás sus ataques desoladores a todas las regiones del norte del país. Desolación, muerte y miseria eran el resultado de las acometidas y asaltos de los indígenas, quienes al poco tiempo manifestaban el deseo de vivir en paz y armonía con los pobladores de la Villa de Concepción, sus fuertes y poblaciones. La inconstancia de estos abo­rígenes hacía imposible alcanzar un período de paz relativamente largo.

De ahí, a su vez, la conducta aparentemente contradictoria del Dictador, quien en algunos casos ordenaba la guerra sin cuartel a esos indios, y en otros, un trato benigno acompañado hasta de obsequios.

No era raro entonces que algunos indios taimados y traidores fueran capturados y bien custodiados fuesen remitidos a Asunción para permanecer a buen resguardo, y lejos de su parcialidad sobre la que entonces no podría influir.

El Comandante de Borbón, relató en una ocasión al Dictador, que llegó a ese fuerte el cacique Nagolati o Calapamí, el mismo que había firmado el tratado de paz invitándole a que visitara su tolde­ría, y que habiéndose él negado, el citado cacique manifestó que por eso desconfiaba de los españoles. Le respondió entonces el referido comandante que desconfiaba de los mbayás por ser traidores; pero que si traía a su mujer y su hija al fuerte, él se iría a su campamento. Así se hizo y fue acompañado por el cabo Martín Ignacio Duré, sien­do recibidos "con salvas". A continuación vinieron los otros caci­ques a darles las gracias. (70).

Unos meses después, el nuevo comandante de Borbón, refería al Dictador haber recibido la visita de algunas chinas e indios viejos quienes le manifestaron que Velázquez y el ex comandante era bue­no, que les daba posada en el fuerte y les pasaba ración a todos y que yo no hacía lo mismo, que era malo. Esto dicen entre los solda­dos y "que porque mi antecesor no hizo fuerte de piedra y que ahora está haciendo con tanta brevedad" (71).

Ordena el Dictador al comandante de Concepción, que le envíe al indio Luis Zavala bien asegurado, acompañado de su familia. "Por­que este indio bien conocido es otro que también me ha engañado". (72)

El mismo día en que el Dictador ordenó el envío del indio Luis Zavala, escribe al Cdte. del Fuerte. Olimpo, nombre que había dado el Dictador, desde el 25-XII-1823, al antiguo Fuerte Borbón       -haciendo referencia a dicho indígena diciéndole que "ese indio Luis Zavala es otro que me ha faltado. Ya en tiempo de la Junta se le tuvo aquí y por su protesta de amistad y separación de otros indios, yo le dejé ir a Concepción..." (73). Y recordaba a continuación que también estuvieron en Asunción y luego remitidos a Guarambare, Nalepenique y otros cacique traídos del norte del país, quienes vivían con una parcialidad de indios mbayás, pero que de allí huye­ron.

Tratando de apaciguar a los indígenas que moraban en los alre­dedores del Fuerte Olimpo, el Dictador ordena a su comandante que mi se acercaban los de la parcialidad del indio Zavala, les explique que la culpa del incidente, de querer hasta violentar al centinela, era de ellos. Recomendaba el Dictador que se usara con esos indios "... su mismo estilo y de su mismo artificio, a ver si al cabo cae el otro malvado". Continuaba el Dictador pidiéndole que averiguara, ya sea por medio de los indios o portugueses, de qué toldería eran los in­dios que habían asesinado al soldado artillero, que bien se lo mere­cía, pues si "... contravino a la orden de no ir donde lo mataron, no hizo más que pagar su delito y su zoncera".

Deseoso siempre el Dictador de mantener una paz permanente con los indios mbayás, se ilusionó con la llegada del "cónsul y agente del Brasil", Antonio Correa Da Cámara, quien le prometió que ce­sarían las incursiones y asalto de esos indígenas a las poblaciones del país, y a la vez condenaba la ayuda dada por los brasileños ubicados en los establecimientos del Alto Paraguay.

El Dictador informa al comandante del Fuerte Olimpo, José An­tonio Sosa, que el referido cónsul en el paquete de correspondencia que iba a ese presidio para su remisión al comandante brasileño de Coimbra, Claveiro, la advertencia "... que lejos de auxiliar, favorecer y abrigar a los indios: los despiden de sus inmediaciones, y los ame­nacen en caso de volver a hacer asaltos, o invasiones a nuestras fron­teras". (74).

Unos meses después, en una comunicación del Dictador al co­mandante de Fuerte Olimpo advertía que "si los portugueses conti­nuaban hostilizando a la República por medio de los indios, auxi­liándolos con armas y municiones: el Paraguay empezará también a hostilizar a los portugueses, y a auxiliar a los enemigos de ellos, cuya amonestación se hizo también al cónsul al tiempo de su retirada de aquí". (75).

El Dictador da instrucciones al comandante del Fuerte Olimpo en relación a la llegada a ese presidio de un enviado de las autoridades imperiales con unos pliegos para el gobierno, diciéndole al efecto, que el enviado puede retirarse a Coimbra y volver dentro de un mes. Que este no debe asombrarse de la desconfianza y prudencia de los paraguayos, que eso se debía nada más que al mal procedimiento y mala fe de los brasileños, quienes no sólo facilitan armas y municio­nes a los indígenas, sino incluso, refuerzan sus hordas para atacar a los paraguayos.

Así, con la captura del cacique Calapá se ha podido saber que seis negros fusileros acompañaron a los mbayás y le tirotearon a él (al comandante del Fuerte Olimpo) en un viaje que hizo de Concep­ción al presidio. Y que como consecuencia de ello tuvo que volver a la Villa.

El Dictador le ordenaba, además que diga al enviado brasileño que “nada se ha visto cumplido de cuanto me dijo el cónsul Correa (da) Cámara, lo que prueba que los portugueses no tratan sino de entretener y engañar con buenas palabras obrando de un modo contrario a la buena fe". (76).

En su segunda venida al Paraguay, permaneció varios meses en Itapúaenviado imperial Antonio Correa da Cámara, tratando en vano de obtener un pasaporte que le permitiera llegar a Asunción para tratar con el Dictador asuntos de interés común a ambos ha países.

En un largo documento enviado por el Dictador al Delegado de Itapúa le instruye acerca del porqué no se puede conceder al cónsul brasileño el pasaporte que solicitaba para venir hacia Asunción a tratar con el gobierno asuntos de interés común.

Además, debía exponer al enviado del imperio del Brasil, la serie de agravios inferidos al Paraguay.

Así, se reclama, desde la apropiación indebida por el Brasil de los territorios ubicados al norte del país hasta la imposibilidad de comerciar por el río con la provincia boliviana de Santa Cruz, a causa del cierre del curso superior del Río Paraguay con los presidios de Mi­randa y Coimbra.

En esa comunicación se insiste en particular acerca de la ayuda dada por los brasileños a las diversas parcialidades de mbayás y guanásque asaltaban continuamente los establecimientos paraguayos ubicados al norte de Concepción, y en ciertas épocas las inmediacionesde la propia Villa.

Se muestra categórico el Dictador al afirmar la colaboración activa de algunos soldados de los presidios imperiales quienes acompañaban a los indios en sus asaltos. Al efecto escribe al referido Cdte. "La táctica y maña que se daban (los brasileños) era aviar y auxiliar a los indios con armas, municiones y algunos fusileros para que viniesena hacer sus invasiones y correrías y a la vuelta los portugueses les tomaban y quitaban la mayor porción de la multitud de animales robados... (...) La opulencia de estas estancias del Rey no solo consiste en ganado vacuno, sino también en multitud de caballos, mulos y yeguadas todo mandado robar y robado del Paraguay sin temor dé Dios, sin honor y sin vergüenza" (77). Cita a continuación el Dictador, a varios beneficiados con estos robos los que así llegaron a convertirse en ricos hacendados con miles de cabezas de ganado va­cuno, caballar y mular.

A tanto había llegado el atrevimiento de estos indios, quienes ayudados por los "portugueses", robaron ganado de la región del Aquidabán nigui. Pero perseguidos y alcanzados, en la refriega habida con ellos, en medio del tiroteo se vio a tres hombres blancos que ha­blaban portugués: Eran sin duda de puesto avanzado de los brasileños. Hacia esos puestos se dirigía siempre que eran perseguidos estos indios salteadores, hallando allí protección.

El Delegado José León Ramírez debía firmar y entregar una nota redactada por el Dictador al enviado del Imperio, sin aceptar de éste ninguna aclaración, y para que no pierda tiempo, pues su venida era inútil, podía retirarse a su país.

En otra comunicación al mismo Delegado le ordena que ayude. en su partida al Cónsul imperial haciéndole pasar el río Paraná con su familia y bienes sin cobrarle nada, "pero no le ha dé admitir regalo, dádiva alguna, porque también quiso hacerlo a Ortellado y yo se lo prohibí absolutamente". (78).

A raíz de todos estos incidentes, derivados de la protección que recibían los indígenas de parte de los portugueses, se cortó la posibilidad de establecer relación diplomática con el gobierno imperial du­rante la Dictadura.

Destaquemos finalmente la importancia otorgada por la Dictadu­ra al septentrional "Fuerte Olimpo" ya que, por su posición estraté­gica servía de antemural a la penetración portuguesa y brasileña, así como de defensa contra la hostilidad de los indígenas.

Desde la Dictadura hasta nuestros días, mantiene este bastión el nombre de Olimpo. Denominación que le fuera puesta por su posi­ción geográfica y para cambiar el de "Borbón" que se le había dado cuando su fundación, en homenaje a la dinastía española, entonces reinante. Es esta una muestra más del sentimiento nacionalista y de la escrupulosidad del Dictador.

 

NOTAS

(2) A.N.A. Vol. 157 Sec. Hist. Acta Cap. de la ciudad de Asunc. 9-1-1792.

(3) A.N.A. Vol. 157 Sec. Hist. Acta. Cap. de la ciudad de Asunción. 6-II-1792.

(4) A.N.A. Sec. Vizc. de Rio Branco. Legajo Nro. 36-I-29. Noticia del Estable­cimiento y Construcción de esta Plaza, nombrada el Fuerte de Borbón y su antigüedad. Dada por su fundador el Tte. Coronel José Antonio Zabala y Delgadillo. 1972.

(6)A.N.A. Vol. 362 Sec. Hist. 13-III-1797. Las citas que aparecen a continua­ción están contenidas en el Vol. 363 de la Sec. Hist., salvo aquellas en las que citamos otro volumen.

(19) A.N.A. Vol. 3093 Sec. Nva. Ene. Decreto del 7-X-1.814.

(20) A.N.A. Vol. 223 Sec. Híst. Decreto del 15-X-1814.

(21) A.N.A. Vol. 1191 Sec. Nva. Enc. Decreto del 22-X-1814.

(23) A.N.A. Vol. 1370 Sec. Jud. 11-V-1816.

(66) A.N.A. Vol. Nro. 1370 Sec. Jud. 11-V-1816.

(67) A.N.A. Vol. 225 Nro. 1 Tratado de Paz entre la República del Paraguay y los mbayás catibebos. 7-IX-1821.

 



TACUATI


Desde mediados del siglo XVIII, algunos grupos de indios guanas llegaban hasta las poblaciones del norte de la provincia, para conchabarse y comerciar con los vecinos del Paraguay. Fue así como, poco

después de la fundación de Belén por los P.P. Jesuitas, José Sánchez Labrador y José Martin Matilla, estos indígenas pidieron a su vez, un Padre catequista. La Compañía de Jesús envió entonces al Padre Manuel Durán. "Los layanás fueron interesados en la reducción y se plantó a dos leguas del río Paraguay en el Chaco por el paralelo del Apa". (1)

Expulsados los jesuitas, fueron éstos reemplazados por frailes franciscanos quienes continuaron misionándolos ya en la región Oriental, en el lugar en donde se habían establecido.

Sin embargo, tiempo después el catequista los abandonó "por no habérseles querido sugetar a causa de la gran amistad, que tenían con los mbayás". (2)

En comunicación del Comandante de Concepción José A. Zavala y Delgadillo al entonces Gobernador Intendente de la Provincia, hace aquél una relación del pueblo de los layanás o Tacuatí, señalando, entre otras cosas, que "Los Tacuatís, según estoy informado, distan de esta veinte leguas al este, tienen población formal, pajiza bajo de quincha, o estacada y abundante chacra". (3).

Solicita al Gobernador que los sacerdotes catequistas que enviase a los charavanás y tacuatís o layanás "debían ser más políticos que santos", significando con esta frase que la sola predicación poco efec­to haría sobre estos indígenas, "cuyos entendimientos estaban embo­tados en el libertinaje de la infidelidad", debiendo más bien ganarles su voluntad por medio de la persuasión. Finalmente, le comunica su intención de convocar a los dos caciques, tanto al de los charavanás como al de los tacuatís, para tratar el envío de catequistas, tomando en cuenta los deseos de estas parcialidades de cristíanizarse.

Unas semanas después, José Antonio Zavala y Delgadillo vuelve a escribir acerca del mismo tema al Gobernador Intendente Lázaro de Ribera, en donde le informa que había conversado con el cacique principal laitana (layana) de Tacuatí, José Antonio Suicá. En esta ocasión, éste solicitó sacerdotes para instruir a su pueblo y un espa­ñol probo para administrar la Reducción. Asimismo, que el cura hable la lengua guaraní, que es el idioma que casi todos los indios de esa parcialidad entienden, y no el castellano. Informa, además, que los. tacuatís tenían abundantes productos del agro faltándoles única­mente una estancia y herramientas. Finalmente, presenta unos inte­resantes datos demográficos sobre los citados indios, señalando "que fuera de los ancianos existen 13 caciques, 530 indios de armas, 49 muchachones, 506 mujeres y 182 chicos de ambos sexos". (4).

Es por esta razón que el Gobernador Ribera pide al Padre Guar­dián de la Orden de San Francisco "... facilite uno o dos sacerdotes (sic) para el desempeño de este santo ministerio, en el cual han dado siempre pruebas relevantes de virtud y constancia los generosos y exclarecidos hijos de San Francisco" (5).

"No sólo el más importante cacique de los tacuatís, José Anto­nio Suicá, sino otros de la misma parcialidad como José Antonio Apuy, Foticapá y Andrés Bacú han manifestado sus deseos de redu­cirse al gremio de la Iglesia" (...) "con todo lo demás que sea conducente a fundamentar su pueblo en Tacuatí...", según manifestó Lá­zaro de Ribera al Cdte. de Concepción Juan Bautista Rivarola (6).

Los deseos de los diversos caciques fueron vigorosos estímulos para el Gobernador Ribera, quien el 17 de julio de 1797 envió un oficio al Cabildo de Asunción, acompañado de dos expedientes. uno de ellos, "... trata de la nueva Reducción que solicitaron los indios de nación Layana, situados a... (roto) del norte y costa del Río Ypané". Pedía el Gobernador el acuerdo del Cabildo para la creación de la Reducción solicitada. Esta corporación aprobó la solicitud, manifestando lo siguiente: "En cuanto a la nueva reducción de layanás, siendo G. Sa. servido podrá mandar se ponga en conocimiento (...) y debe cumplirse a vista de que la reducción (ilegible y roto) es del servicio de Dios, del Rey (¿y utilidad?) pública" (7).

Pero los buenos deseos del Gobernador no pudieron realizarse inmediatamente, por falta de recursos, según escribió al Virrey del Río de la Plata Don Antonio Olaguer Feliú, a quien manifestó: ..... que después de haber apurado los medios que creí convenientes a su logro, me he visto en la sensible necesidad de suspender mis pro­videncias por no tener dinero ni ramo alguno de que echar (roto) ni aún para los primeros gastos (8).

El arquitecto Ramón Gutiérrez en su obra sobre la arquitectura en el Paraguay, señala que Fray Inocencio Cañete fue enviado para catequizar a estos indígenas, "... aún cuando el Cabildo Eclesiástico designó posteriormente como doctrinero al mercedario Fray Marcos Mancuello" (9).

Ya hacia el año 1800, se había constituido formalmente la Re­ducción de Tacuatí.


TACUATI DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA

Cuando en junio de 1811, fue establecida la Junta Superior Gu­bernativa, ésta recibió varios informes del Comandante de la Villa de la Concepción, en donde se comunicaba el peligro de un inminente ataque de los indios mbayás. Estos abusaban de la tregua que se les había otorgado, "... cometían robos y amenazaban a las parcialidades indígenas reducidas a la religión católica y corrían voces de un asalto e invasión general, convinada acaso aún con los Indios de la Reduc­ción de Tacuatí según los indicios de su sublevación..." (10).

Los indígenas layanás de Tacuatí, ya sea por temor o por las ame­nazas de sus antiguos amos, los mbayás, es posible que se hayan visto obligados a ayudar a éstos en un ataque que llevarían a cabo a la campiña de Concepción.

Pero, el temido ataque no se llevó a cabo, pues los miembros de la Junta Superior Gubernativa actuando con mucha perspicacia hicie­ron venir a nuestra ciudad capital a varios caciques e indios de la na­ción mbayá, "con el objeto de establecer la paz y armonía antigua..." (11). Estos aborígenes, vinieron a Asunción, a cuenta del Estado, pues de tanto en tanto, por orden del gobierno, el Administrador del Ramo de Guerra, entregaba cierta suma de dinero, "para el abasto y mantención de los Cacique Mbayás venidos de la Villa Real con el objeto de pacificarlos". (12).

Ya durante su gobierno, el Dictador Francia, deseoso de tener de su parte a los indios, les enviaba frecuentes regalos consistentes en ropas, herramientas, etc. Entre los indios beneficiados pertenecientes a diversas parcialidades, se hallaba el Cacique Vicente, de la Re­ducción de Tacuatí, quien recibió "... dos cazacas una de paños con alamares, y otra de carro -tela fina de seda tornasolada- con los dos chupetines bordados, también de carro...". (13).

Posteriormente, los indios de Tacuatí dirigidos por el Cacique Vicente, en vez de dedicarse pacíficamente a sus labores agrícolas, comenzaron a perseguir a los indios monteses -cayguás- lo que a su vez originaba la agresividad de estos aborígenes, "... cuyas resultas dimanan siempre en daño de nuestras poblaciones, comercio y de yerba..." (14) según manifestó el Dictador al Comandante de San Pedro Don Carlos Isasi. Al mismo tiempo, expresaba que los tacuatís no debían apropiarse, al margen de la justicia, de ninguna clase de ganado de los vecinos de Concepción con el pretexto de que los animales tomados habían pertenecido a algunas tribus guaná o mbayá. Finalmente ordenó que se les advirtiera que por lo sucesivo no serían tratados con tanta moderación e indulgencia.

El Dictador fundamentaba estas afirmaciones basado en la suma­ría información mandada hacer por el Comandante Militar y Juez. Políticode la Villa de Concepción y su distrito, José Miguel Ibáñez.

En dicha sumaria, varios vecinos de la Villa declararon y estuvie­ron de acuerdo en que los guanás de Tacuatí robaban el ganado de los vecinos de Concepción, los que eran traídos al sur del río Ypané.

Esos despojos se hacían, según declaraciones de los propios aborígenes, con la autorización del Comandante de San Pedro de Ycua­mandyyú. Aquellos, a la vez hostilizaban a los indios monteses que vivían en paz con los beneficiadores de yerba de Concepción, cerca de los lugares en donde éstos explotaban la yerba mate.

En esta sumaria información declararon varios destacados vecinos y militares, quienes estuvieron de acuerdo en confirmar, "los insultos de los indios guanás de Tacuatí". (15).

Señalamos que a causa de los ataques de los indios de Tacuatí a los monteses, éstos dieron muerte a muchos beneficiadores de yerba imite.

El Dictador escribió al Comandante de Concepción, Don José Miguel Ibáñez, acerca de la conducta de los indios tacuatís, sugirién­dole, esperase un tiempo antes de atacarlos. Es por eso que le afirmó: "Sin embargo para no aumentar enemigos, por ahora no conviene exasperar a esos bárbaros, ni encenderse contra ellos. Vendrá tiempo en que se les dará la ley". (16). Debemos recordar que en esos mo­mentos un grave problema se presentaba al sur del país. Las tropas artiguistas se hallaban asolando las ex-misiones jesuíticas hasta que finalmente tomaron la localidad de Candelaria. Previamente, el caudi­llo oriental había confiscado un cargamento de armas para el Para­guay y luego prohibió la navegación de buques paraguayos por el río Paraná.

También al norte, si bien es cierto que los indios guanás habían sido atacados en la margen derecha del río Blanco, todavía no esta­ban totalmente vencidos.

Por todas estas razones, el Dr. Francia esperaba una oportunidad más propicia para castigar a los pobladores de Tacuatí, o someterlos de otra forma.

Así, ordenó al Comandante de Concepción que le proponga una terna de candidatos para ocupar la Comandancia de San Pedro, "... con quien pueda Vm. uniformar sus ideas y determinaciones di­rigidas al servicio público; se podrá facilitar mejor la pacificación de los indios de Tacuatí y contener sus desordenes en lo sucesivo..." (17).

Pero, estos aborígenes en vez de cesar en sus belicosidades, las continuaban, y aliándose con indios de otras parcialidades, causaban muertes entre vecinos y sus colaboradores.

A raíz de estos hechos, el Dictador escribió al Comandante de Concepción: "Vm. me insinúa la resolución de castigar y escarmentar con un golpe decisivo a los indios tacuatís que se juzgan o reputan causantes o cómplices de esta maldad". Pero el Dictador no quería obrar con precipitación. Pues estaba enterado, por medio de una car­ta que le había enviado el Comandante de San Pedro de Ycuaman­dyyú, que si bien era cierto que los tacuatís participaron en esos ataques, no todos ellos estaban comprometidos. Creía "... que la par­te principal que hayan tenido los de Tacuatí no podría ocultarse en­teramente, y poco a poco se irá descubriendo y reconociendo mejor, bien sea por algunos de la Reducción misma, o por los despojos de que hagan uso". (18).

Averiguada la culpabilidad de los indios de Tacuatí y por conve­nir ala seguridad de la Villa de Concepción y su distrito, según comu­nicación del Comandante de dicha Villa al Dictador, éste, "no ha­biendo otro remedio", ordenó lo siguiente: "... puede Vm. proceder desde luego a su ejecución". Al mismo tiempo le comunica que: en esafecha dio orden al Comandante de San Pedro, quien debía estar bajo sus órdenes, para que afronte 150 hombres para finalmente, iniciar el ataque.

Luego del nombramiento, del nuevo Comandante de San Pedro, quien juró cumplir el cargo con fidelidad ante el de Concepción, se Ilevó a cabo el ataque a Tacuatí.

El Dictador, enterado de esta acción por medio del Diario que le enviara el Comandante de Concepción José Miguel Ibáñez, escribe: "Con esto quedará la Villa libre de más cuidado por esa parte...".

Los sobrevivientes de Tacuatí la abandonaron. Pensó el Dictador que antes de enviar familias de españoles que la poblaran, sería con­veniente que fuese repoblada con los indios charavanás. Y en caso de que éstos no la ocuparan, "... pueden quedar esos terrenos para extenderse los pobladores mismos de San Pedro, y aún los de esa Villa, puesto que ya hay gente establecida en las cercanías de la Reducción..." (19).

También el Dictador, en una nota al Comandante de San Pedro, le manifiesta, tener conocimiento de los sucesos de Tacuatí, dicien­do: "... Y el fin que tuvo el perverso cacique Vicente Suicá,- que conmovía a los de su parcialidad de Tacuatí". También se hallaba enterado de que se había presentado otro cacique llamado Quiritó, quien estaba dispuesto a que se le destine con su familia al interior de la República. El Dictador decía al referido Comandante, que persuada a los indios charavanás de Yetyty "... a que se muden al es­tablecimiento dejado por los tacuatís". (20). Pero los indios cha­ravanás preferían comprar el terreno que ocupaban o sumarse a los indios de su propia parcialidad de San Juan Nepomuceno. Pues pen­saban que si poblaban Tacuatí, incluso con un piquete de soldados que los resguardasen, ellos "servirían de carnada".

Un tiempo después, el Dr. Francia aprobó los planes presenta­dos por el Comandante de Concepción, quien al respecto le envía una lista de los pobladores de Tacuatí.

Al mismo tiempo, le autoriza que permita que esas tierras sean ocupadas por pobladores pobres de Concepción y San Pedro. Se ordenó también que mande hacer el inventario de "las alhajas, pa­ramentos y muebles de la iglesia de la Reducción . (...) quedando entre tantos dichos efectos entregados al Catequista que fue de los indios que supongo estará autorizado para exercer las funciones pa­rroquiales a los pobladores comarcanos". (21).

De esta manera, sería posible la repoblación de Tacuatí.

tampoco el catequista pudo continuar con su labor misional, y varios sacerdotes y frailes le sucedieron con el correr del tiempo. Hasta el mes de diciembre de 1818, tuvo el pueblo de Tacuatí como cura catequista a Don Lázaro de Avalos, quien falleció en esa fecha.

Fue por eso que el Obispo Pedro García de Panés, en ese mismo mes y año sugirió al Dictador que ese cargo vacante fuese ocupado por el Teniente cura de Pirayú, Presbítero Don Juan Inocencio Ló­pez. (22).

Los curas doctrineros de Tacuatí tenían "su mediano pasar". Esta Reducción vivía de la agricultura, de la ganadería y de la explo­tación de la yerba mate.

Uno de los primeros catequistas fue el mercedario Fray Marcos Mancuello, quien habiendo fallecido, un hermano suyo solicitó he­redar sus bienes en el año 1820, para lo cual pidió al gobierno, sea declarado "heredero transversal". Para el efecto acompañaba la con­formidad de dicha comunidad.

El Dictador ordenó al Comandante de San Pedro de Ycuaman­dyyú, "informe sobre los bienes que se pretenden". Este manifestó, que el dicho fraile catequista "desde su ingreso en aquel ministerio

se mantuvo, obtuvo su subsistencia del Estado hasta su fallecimiento. Por concesión del gobierno durante su vida le fue cedido todos aque­llos minerales de yerba que se hallan en las inmediaciones de aquella Reducción, y con aquel auxilio y otros tuvo su mediano pasar" (23). Los Padres catequistas de Tacuatí, así como los de los otros pueblos tenían ciertos privilegios que les otorgaba el gobierno.

Así tenemos, que se hallaban exonerados del pago de la alcabala de las partidas de yerba mate, que obtenían como pago de las misas que celebraban (24).

Luego del ataque llevado a cabo a los belicosos layanás, pobladores de Tacuatí, quienes se habían aliado con los mbayás para atacar a los beneficiadores de yerba mate, y luego destruir la Villa, tal como lo comprobamos, se fue reconstruyendo el pueblo de Tacuatí.

En los documentos oficiales, se lo denominó como el "nuevo establecimiento de Tacuatí", denominación que conserva hasta nuestros días. (25).

 

NOTAS

(1) Aguirre Juan Francisco. Diario del Capitán de Fragata D. Juan Francisco Aguirre. Revista de la Biblioteca Nacional. Tomo II - 2da. Parte. Buenos Aires 1950.

(7) A.N.A. Vol. 167 F. 61 Sec. Hist. Acta Capit. de la Ciudad de Asunción. 17-VII-1797.

(9) Gutierrez Ramón. “Evolución urbanística y arquitectónica del Paraguay” 1537-1911 – Departamento de Historia de la Arquitectura. Universidad nacional del noreste.

(10)   A.N.A. Vol. 223 Nro. Sec. Hist. Decreto de la Junta Superior Gubernativa. 7-VII-1813.

 



TEVEGO


Ante la solicitud presentada por los pardos libres, ocupantes de las tierras de Tabapy, pertenecientes al Convento de Santo Domingo, quienes deseaban ubicarse en los terrenos de Añagatí; la Junta Supe­rior Gubernativa proveyó un auto por el que ordenó al Ilustre Cabil­do, Justicia y Regimiento de la ciudad de Asunción "informe circuns­tanciadamente sobre todo, y que arbitrio pueda tomarse para la com­pra y aplicación del terreno que solicitan, y si hay otro más adecuado y ventajoso tanto a ellos como a la Provincia, a fin de tomar provi­dencia con instrucción".

El 17 de enero de 1812 el Cabildo pasó el informe pedido, seña­lando, que quería contribuir al bienestar de 648 mulatos -entre hombres y mujeres- y "con el fin loable de que sean útiles a la pa­tria en su defensa y provisión con sus labranzas", sugería la funda­ción de un pueblo en la otra banda del río Paraguay, a seis leguas de éste, en un lugar elevado, cerca del río Pilcomayo.

El referido informe dice que además, con la ayuda económica y la protección militar, se consolidaría muy pronto la fundación pro­puesta; la que se convertiría en un importante núcleo al cual se agre­garían otros habitantes de la Provincia. "No perdamos Señor, esta ocasión de hacer prueba de ganar terreno con tan numerosas fami­lias, que son respetables para los indios infieles" (1).

Sin embargo, la Junta Superior Gubernativa, a la que se había reincorporado el Dr. Francia, creyó más conveniente a los altos in­tereses de la nación, fundar el pueblo propuesto en la abandonada Reducción de guanás de Tevegó, ubicada en el Alto Paraguay, de la que hace referencia en el año 1811, el Comandante de Concepción Francisco de Quevedo, en una comunicación a los "Señores Gobernador Intendente y Diputados de Gobierno". (2).

Fue por eso que, en fecha 27 de enero de 1813, la Junta Superior Gubernativa en una comunicación a Manuel Uriarte de Concepción, le notifica que había sido designado Comandante de la nueva población que debía establecerse en el lugar de Tevegó. Esa poblaciónnacía ante la necesidad, que tenía el gobierno "... en arbitrar las medidas conducentes y oportunas al resguardo y pacificación de la frontera, ha tomado la resolución de que todas las familias que componen la numerosa parcialidad de pardos de Tabapy vayan a fundar un nuevo pueblo en el paraje de Tevegó, sobre la costa del ríoParaguay..." (3). También, que 40 individuos, aproximadamente, se dirigían para dar inicio a la fundación, de manera que posterior­mente la mayoría de la población de pardos de Tabapy pudiera ser recibida.

Para la erección del pueblo, su Comandante, Manuel Uriarte debía ajustarse a "unas advertencias" es decir, a unas instrucciones que constaban de diez artículos. Estos se pueden resumir en lo que sigue: La fundación debía hacerse en un lugar elevado, cerca de la costa del río Paraguay, para desde allí poder observar y proteger el paso del río. Debía reservarse un amplio espacio para plaza, al igual que el costado que cae sobre el río para construir la Casa de Guardia, y el edificio del Cabildo, cuyo establecimiento se prometía. Alrede­dor de la plaza debían levantarse las casas, "dando dos o tres lances para cada una, según la mayor o menor familia que cada poblador ex­presase tener". Para la casa del Cura y la iglesia se destinarían varios solares.

A fin de que los nuevos colonos pudieran trabajar tranquilamente en el corte de las maderas y construcción de las casas, sin temor al ataque de los indios infieles, se estableció un piquete de soldados.

A pesar de que los primeros pobladores llevaban sus propias he­rramientas, el gobierno les proveyó de otras, también de media arro­ba de acero para que puedan ser calzadas algunas hachas desbocadas.

Señalaban las instrucciones, que estos primeros pobladores en­contrarían abundantes cereales y otros alimentos en las chacras aban­donadas por los Guanás Ferenoes. Bueyes, vacas, caballos y carros les debía entregar el Administrador de Belén.

Era de mucha necesidad la fundación del pueblo de Tevegó, se­gún la Junta Superior Gubernativa, pues en el séptimo artículo de las instrucciones estableció: "... la utilidad y ventajas que ofrece su esta­blecimiento a toda la Villa y su territorio, sirviendo de antemural no sólo contra los indios de la otra banda del río, sino también contra los de esta parte; no oirá ni admitirá Vmd. excepción, o pretensión - de persona alguna, sea quien fuese sobre la propiedad o derecho del sitio escogido para la nueva población, pues preponderando el bien común al particular que precisamente ha de fundarse en el lugar se­ñalado".

Prometía el gobierno que una vez consolidado el pueblo con la Regada de más familias de mulatos, designaría "el nombre y patrón tutelar que debe tener".

El Comandante Manuel Uriarte, nombrado para fundar el pueblo, escribió un mes después a la Junta Superior Gubernativa, agradeciendo su designación y a la vez envió el plano de "Etebegó", manifes­tando: "he hallado por conveniente levantar en la manera posible un plano que demuestre con bastante claridad la plaza y sitios que deban ocupar los vecinos, como así también el que se separa para iglesia y Casas Capitulares, con todo lo demás que de dicho plan aparece..." (4). Sin embargo, el citado Uriarte, todavía permanecía en esa fecha en Concepción con los 40 mulatos, en espera del piquete de soldados que le debía facilitar el Comandante de la Villa. (Ver en el anexo documental el plano de Tevegó).

La Junta Superior Gubernativa aprobó el plano trazado por el "'Director y Comandante de la nueva población de pardos de Teve­gó”, Don Manuel Uriarte, autorizándose a que de acuerdo a él, erija el pueblo; y que además apremie al Comandante Juan Manuel Gamarra para que "disponga franquearle la custodia de tropa y demás auxilios indispensables" (5).

Nuevas partidas de mulatos se iban incorporando a Tevegó, para dedicarse a la construcción de las casas que iban a ser habitadas por sus familiares que debían llegar de Tabapy. Preocupaba al Coman­dante Uriarte la falta de nombre del pueblo de mulatos que estaba bajo su dirección, según había manifestado en una comunicación a la Junta Superior Gubernativa.

Esta le escribió al respecto "... en cuanto al nombre que deba te­ner esa población se señalará y comunicará a U. luego que ella esté al concluirse y camine el resto de los pobladores, que aún quedan aquí". (6).

El adelanto del pueblo de Tevegó era alentador de acuerdo a las noticias que recibía el gobierno, por eso, la Junta Superior Guberna­tiva según le manifestó a su Comandante "... ha visto con satisfacción el adelantamiento y actividad con que se prosigue en los trabajos de esa nueva población de su cargo..." (7). Al mismo tiempo aprobaba que algunos pobladores se dedicaran a las labores agrícolas.

Otra partida de mulatos de Tabapy se dirigió a Tevegó, hacia el mes de setiembre, según leemos en una orden de pago firmada por los miembros de la Junta, Yegros, Francia y Caballero, a fin de que el Ministro de Hacienda entregue al Capitán del Puerto, la suma de 100 pesos fuertes "los mismos que se han destinado para los gastos de la conducción y transporte de los pardos de Tabapy a la nueva pobla­ción de Tevegó (8).

Creemos que esa erogación fue para abonar la conducción de más de 100 mulatos, pues en una carta fechada unos días antes, el Ca­pitán de Pardos, Benito Arias Candado, escribe desde Aguaiy, a la Junta Superior Gubernativa, "ya estoy en camino con catorce carre­tas, en ellas ciento nueve personas" (9).

Fue preocupación de los pobladores de Tevegó contar con los elementos litúrgicos y un sacerdote, por eso la Junta Superior Gubernativa tomo todas las providencias para "el envío de los paramentos de la iglesia u oratorio", como así también acordó lo que era conveniente con el Obispo Diocesano.

Fuenombrado cura de la nueva población el Fraile Solano Favio, quien solicitó se complete la lista de los útiles necesarios para el servicio de su iglesia. Y como el gobierno se había comprometido a costear esos gastos, dispuso que el Ministro de Hacienda se encargue “de remitir a dicho Cura, un ritual, un alba con amito y un fierro de hacer hostias" (10).

Organizado el pueblo, sus habitantes iban a pasar una terrible. prueba. Una larga seca destruyó los cultivos; fue por eso que su Comandante Manuel Uriarte hizo un angustioso pedido al de Concepción, Romualdo Agüero, a quien le escribió que los pobladores y tropas de la nueva población "hallarse en la última miseria de ali­mentos precisos para la subsistencia humana", lo que le impulsaba a pedir el envío de 200 cabezas de ganado de cuenta. Y agregó: "Yo bien veo el estado deplorable en que se ven los hacendados que tienen los vecinos de su mando, que a la verdad se hallan bastante restituidos por las continuas invasiones de los indios infieles" (11). Pero, en caso de no obtener esa partida de ganado solicitada, aña­día, que sería doloroso para los pobladores de Tevegó, echar mano, como han hecho, de los bueyes que tenían para las labores agrícolas y otros trabajos del pueblo.

Posteriormente el Comandante de Concepción, 27 granaderos y algunos vecinos recogieron 100 cabezas de ganado dispersos que dieron enviados a Tevegó. Con el mismo motivo, el Comandante Uriarte fue autorizado a extraer de una estancia de San Pedro de Ycuamandyyú 200 cabezas de ganado vacuno.


TEVEGO DURANTE EL GOBIERNO DICTATORIAL DEL DR. GASPAR DE FRANCIA

De tiempo en tiempo, gobernando ya el Dr. Francia como Dicta­dor Supremo de la República, hacía llegar a los pobladores de Tevegó cierta cantidad de ganado vacuno, sin embargo, en los primeros años de su gobierno, todavía el país no se autoabastecía de ganado vacuno y equino. Se adquirían éstos de las provincias argentinas, especialmente de Entre Ríos y Corrientes, pero como estas regiones estaban asoladas por la guerra civil, los ganados se obtenían con di­ficultad, debiendo pagarse un precio muy elevado por ellos.

Con respecto a esos inconvenientes, escribió el Comandante de Concepción Don José Miguel Ibáñez al Dictador, que se hallaba en­terado de los esfuerzos que estaba haciendo el dicho Dictador por conseguir en Itapúa partidas de ganado vacuno para beneficio de la frontera norte del país, "siéndome muy sensible la dificultad que ofrece su acopio, por la mezquindad con que se comportan los correntinos imponiendo el excesivo precio de veinte reales por cabeza" (12).

Una parte del ganado enviado por orden del Dictador, pasaba a Tevegó. Pero, en vista de que existían tantos inconvenientes para la obtención de esos animales, el Dictador limitó la ración de carne a sus pobladores, siendo los únicos beneficiados los ancianos, niños y enfermos, según comunicó de orden del Dictador el Comandante de Concepción al de Tevegó. Al efecto, le indicó que no cesó re­pentinamente la provisión de carne, pues ya hacía tres años que se les suministraba, además de este alimento, menestra y otros auxilios, y que a pesar de enviárseles semillas nada llegaron a producir, "no han hecho más que estar entregados a la ociosidad..." (13).

También le recordó que si los mulatos hubieran sido aplicados a la tierra, no tendrían necesidades, al contrario, les sobrarían produc­tos para vender, pues esas tierras eran muy fértiles.

Y agregaba que esos mulatos habían ocupado las sementeras abandonadas por los indios guanás, y en vez de conservarlas y aumen­tarlas consumieron hasta las semillas. Finalmente, le señaló que la desunión de esos vecinos, en cierto grado era la causa de la poca o ninguna productividad, pues se unían formando corrillos, "a vertir expresiones opuestas a la buena armonía que debe haber entre ellos mismos".

A pesar de la poca actividad y del mucho costo que significaba al Estado la población de Tevegó, el Dictador continuó enviando allí pardos del pueblo de Tabapy. Varios recibos de pagos por provisión de sal y reses para el consumo de las personas enviadas a Tevególeemos en un volumen del Archivo Nacional de Asunción; como así también sumas de dinero entregadas al Comandante de Pardos Juan Ascencio Silva para la manutención de los cortadores de madera y pajas dedicados a la refacción de dicha guardia. A todos estos recibos agregamos otros más, para la compra de bueyes, becerros, etc., (14) los que a su vez vienen a sumarse a pagos efectuados en fecha anterior.

A esta remisión de pardos debemos agregar otra efectuada con anterioridad, en el mes de enero de 1815. Con relación a ello el Dic­tador ordenó al Ministro de Hacienda que pague 30 pesos fuertes a José de la Gera, patrón de un buque para la manutención de las familias de pardos que conduce "a la nueva población en el territorio de Concepción" (15). En esa ocasión fueron enviadas "treinta y tantas personas".

También Tevegó se constituyó en lugar de confinamiento, exclu­sivamente para reos negros o mulatos. Es posible que el número de los allí destinados no pasara de varias decenas.

Francisco Wisner de Morgenstern, se equivoca al afirmar rotunda­mente, que: "Tevegó era un paraje bajo, arenoso y expuesto constan­temente a las inundaciones del río y por las emanaciones de los pan­tanos era muy malsano y se calcula en varios miles de confinados y soldados que durante veinte años sucumbieron en dicho punto por causa de enfermedades" (16). Se equivoca, afirmamos, porque de acuerdo a las instrucciones dadas por la Junta Superior Gubernativa, la población se erigió en la margen izquierda del río Paraguay, eta un lugar alto y seco.

También es totalmente imposible imaginar que en tan cortos altos de vida, desde 1813 hasta 1823, en que se disolvió, pudiera albergar el pueblo de Tevegó varios miles de confinados.

Hemos comprobado que las personas allí confinadas lo eran por haber cometido delitos comunes y no políticos.

Por sentencia del Dictador, en la causa criminal seguida a la parda María Valentina Robledo, a raíz de homicidios de Isabel López y María Vicencia Alvarez, se estableció que "en consideración a la dila­tada prisión de diez años que ha sufrido; se le indulta la pena de azotes, imponiéndole la de confinación perpetua a la nueva pobla­ción de pardos, costa arriba de Tevegó..." (17).

Otra parda confinada a esa localidad fue Dominga Noguera, en­viada a Concepción, desde donde su Comandante la debía hacer lle­gar a su destino (18).

Igual suerte corrió el pardo Vicente Cabañas, quien fue acompa­ñado por su familia.

El Dictador instruye al Comandante de Concepción con respecto a estos confinados, diciéndole: "las encaminará Vm. en la primera oportunidad (...) y prevendrá Vm. al Oficial que comanda en aque­lla población, que las franquee alguna habitación, y también alguna tierra de labranza para que la cultiven como los demás pobladores" (19).

El clima seco y sano y las faenas agrícolas no podían causar, por consiguiente, tantos muertos como afirmó el citado Wisner de Mor­genstern.

A pesar de que a los indios mbayás y guanás se los trató de paci­ficar a través de varias expediciones llevadas a cabo en los años 1815-­1816 por el Comandante de la Villa de Concepción, acompañado de centenares de soldados, estos aborígenes seguían atacando a los bene­ficiadores de yerba, a las estancias y también a Tevegó que era la po­blación situada en el lugar más septentrional de la región Oriental, la que en ese tiempo también fue asaltada.

En comunicación del Dictador Francia al Comandante de Con­cepción, en fecha 31 de agosto de 1816, le manifiesta: "Es muy creíble que lo del asalto no fueran más que los mismos cien indios poco o mas o menos, cuyos rastros refiere haber visto su segundo, y que sinduda no pudiendo hacer su tiro en los beneficios (de yerba) vinieron a recaer en Tevegó..." (20). Ese suceso se debió, según el Dictador, a un descuido, pues se permitió ir a los pardos, a sus veci­nas chacras sin ninguna protección de hombre armado. Para relevar a los inútiles artilleros, le envía 1 sargento y 4 soldados.

Los mulatos también contribuyeron con los soldados del piquete del puebloen la custodia del río Paraguay, especialmente en su parte estrecha, para así tratar de evitar que los indios del Chaco lo crucen.


DESPOBLACIÓN DE TEVEGO

Sin embargo, los ataques de los indígenas se repetían, dificultandola consolidación del pueblo. Finalmente, desanimado el Dictador de tantos contratiempos y dificultades, decidió despoblarlo.

Esta determinación fue adoptada de acuerdo a una carta enviada al Comandante de Concepción, "por la falta de hombres aptos para desempeñar puestos y careos". Decía también que a pesar de haber sido proyecto suyo la erección, del pueblo de mulatos en Tevegó, ya se había pastado una elevada suma en su ejecución, sin embargo, se veía en la necesidad de ordenar su disolución, por la poca capacidad demostrada por quienes debían defenderla. "Me es doloroso -mani­festó el Dictador- el que manteniendo y costeando allí constante­mente el gobierno cerca de treinta Hombres fusileros y artilleros bien armados, municionados, uno de ellos con título de oficial, primera­mente de la Villa, después de los llamados veteranos de aca, sin em­bargo cada vez que quieren los indios, vienen como a corral de ovejas, hacen muchas muertes, cautivan, roban y llevan cuanto quieren, sin que haya resguardo alguno en la llamada tropa, y titulados oficiales destinados para su custodia". (21).

Por todos estos motivos, ordenó el despoblamiento de Tevegó. Dispuso también que los pardos se establezcan en Concepción y se repartan en los partidos de su distrito.

Unas semanas después, en otra carta al Comandante de Concep­ción, el Dictador le ordena que entregue "al Cura de la Villa, los va­sos, ornamentos, altar y demás perteneciente al servicio de iglesia, que se haya transportado de Tevegó" (22).

Por estas razones fue despoblada Tevegó, pero pocos lustros des­pués los Cónsules Carlos A. López y Mariano Roque Alonso la re­fundan con la mayoría de sus primitivos ex-pobladores, quienes se habían establecido en Concepción.


REFUNDACIÓN DE LA POBLACIÓN DE PARDOS DE TEVEGO

Consideraron los Cónsules Carlos A. López y Mariano Roque Alonso la conveniencia de fundar poblaciones al norte de la Villa de Concepción para contener y repeler los ataques de los indios infie­les. Estas fundaciones, según los Cónsules resultarían menos onero­sos al Estado y al vecindario que el mantenimiento de los numerosos soldados que se necesitaban para la defensa de esa amplia región.

A esas consideraciones agregaban que los vecinos de la Villa y de sus distritos necesitaban de esos extensos territorios para apacentar sus animales.

En base a lo afirmado, decretaron el 8 de mayo de 1842 la erec­ción de "... la población de pardos de Etebegó en la margen oriental del río Paraguay, despoblada en el año de mil ochocientos veinti tres por la tenaz persecución de los indios bárbaros".

Que en dicha refundación debían trabajar 100 pardos, residentes en Concepción y ex habitantes de Tevegó. Para la protección de estos pardos fueron destinados 120 soldados.

La provisión de herramientas, alimentos, etc., corría por cuenta del Estado.

Fue nombrado Comandante en Jefe de la nueva población, Don José Teodoro Fernández, vecino de Concepción y profundo conoce­dor de toda la región. (23).

Un mes después, el Comandante Fernández, recibió en Concep­ción una partida de víveres, ponchos, 130 lanzas, 50 chuzas, cueros de carneros y cueros vacunos, "juntamente con lo demás que vino anteriormente en la chalana, en que yo me conduje a ésta, hasta que se trasladen a su destino respectivamente para el servicio de la reedificacion de Etevegó" (24). Se esperaba partir para la reedificación luego de 20 días; mientras tanto se acumulaban los víveres, armas, aperos, etc.

Para la refundación de Etevegó, Tevegó o Etebegó, como indistintamente aparece en los documentos, fueron seleccionados de 10 compañias militares, un total de 121 individuos, incluyendo soldados ”blancos", sargentos y cabos. (25).

No sólo de Concepción fueron los pardos para repoblar Etevegó. Los Cónsules ordenaron que el comisionado y Jefe de Urbanos de Quiyndy facilite los auxilios necesarios para que el pardo herrero de Tabapy Luis Garay, conjuntamente con su familia se presente al gobierno para ser remitido a Etevegó. (26).


CONSOLIDACIÓN DE LA POBLACIÓN DE ETEVEGO

Los Cónsules Carlos A. López y Mariano R. Alonso, en el Congre­so Nacional inaugurado el 24 de noviembre de 1842 manifestaron con respecto a Etevegó: "La frontera del norte llamaba la atención del gobierno y destinando a este importante objeto los medios nece­sarios, ya se han conseguido restablecer la población de pardos de Etevegó, en la margen oriental del río Paraguay" (27).

Posteriormente, por un decreto de fecha 5 de abril de 1843, la población de pardos llamada Etebegó quedó erigida en Villa, con la denominación del Salvador, su patrón titular. (28).


AUXILIOS DEL GOBIERNO PARA LA CONSOLIDACIÓN DE ETEVEGO

A los iniciales envíos de diversas ayudas a los pardos de Etevegó, los Cónsules continuaron remitiendo grandes partidas de ganado, tanto vacunos como equinos. La expedición fundadora partió de

Concepción, el 25 de junio de 1842, llevando 300 cabezas de gana­do vacuno, 240 caballos, 130 bueyes y 10 carretas nuevas. (29).

Otro documento del Archivo Nacional de Asunción, señala que de la estancia estatal de Gazory fue extraída una partida de 100 ye­guas destinadas al departamento de la Villa del Salvador. (30).

De la misma estancia, de orden de los Cónsules, el sargento Denis retiró para conducir a Etevegó "tres mil cabezas de ganado vacuno por punta, con inclusión de quinientos toros y con la prevención de no agregarse vacas viejas ni terneras tiernas" (31 ).

Otra partida de 2.100 cabezas de ganado vacuno por punta, fue llevada para el mismo destino, el 10 de abril de 1843 (32). Sin embargo, poco después, comunica el sargento de Granaderos Denis, conductor de esas reses, que éstas no fueron 2.100 cabezas sino 600 más, pues las terneras grandes no estaban marcadas y no fueron contadas.


SAN SALVADOR DE ETEBEGO, POBLACIÓN DE CONFINAMIENTO

Así como en la época francista Tevegó sirvió como lugar de des­tierro para delincuentes, así también ocurrió durante el gobierno del Segundo Consulado y luego bajo la presidencia de Don Carlos A. Ló­pez.

Ordenaron los Cónsules. que el Comandante de Etebegó debía enviar allí, desde Concepción, a la parda Petrona Paula con sus dos hijas. por haber causado la muerte de su propio hijo. (33).

Otro confinado fue el reo Nicanor González, sentenciado a "destierro por doce meses a la Villa del Salvador (...) sin que le sirva de rubor ni pena la de cárcel que se le ha impuesto repetidas veces por sus vicios y excesos" (34).

También allí eran confinadas algunas mujeres blancas como la adúltera Bartola Díaz, el pardo libre Dionicio Olazar "por borracho y mal entretenido" (35).

También algunos indios delincuentes reforzaron el número de pobladores de la Villa de San Salvador de Etebegó. El Presidente Carlos. A. López, envió a ese destino "para pobladores, desterrados de su

origen", -del extinguido pueblo de indios de. Santa María- a algunos indios ladrones y cuatreros. Estos reos eran acompañados de sus esposas e hijos (3).

Pero, si por un lado se trataba de incrementar el número de po­bladores de la Villa de San Salvador de Etebegó, no faltaban deserto­res de acuerdo a una lista remitida por su Comandante, tanto duran­te su comandancia como la de su antecesor. Los desertores sumaban diez personas, de las cuales unos eran indios, morenos, blancos y "pardo medio rubio" y "pardo rubio tostado" (37).

No nos debe sorprender las denominaciones de "pardo medio rubio" y "pardo rubio tostado", pues existían mulatos o pardos, como también eran llamados los que tenían el color de la piel blanca y hasta eran rubios, sin embargo, sus rasgos y tipo de caballera eran diferentes.

Con relación a esos mulatos señaló Félix de Azara a fines del siglo XVIII, que "se llama simplemente mulato a todo el que tiene mezcla de sangre negra, por poco considerable que sea y aunque fuera ente­ramente blanco o rubio" (38).


PRIMEROS COMANDANTES DE ETEBEGO

Anotamos que el primer Comandante y encargado de la refundación de la población de Pardos de Etevegó fue el poblador y gran conocedor de la región concepcionera Don José Teodoro Fernández. Este, hallándose muy enfermo en los primeros meses del año 1843, fue reemplazado interinamente por Blas Gauna, quien permaneció en el cargo un corto tiempo.

Luego, fue nombrado Comandante y Juez Comisionado, Manuel Antonio Delgado, quien ya había sido Comandante de Concepción y de Fuerte Olimpo (39).

El primer cura párroco enviado a Etebegó para cumplir sus fun­ciones fue Juan Mendoza, lo hemos comprobado en una comunica­ción del Comandante de Concepción Ramón Salinas a los Cónsules de la República (40).

En el año 1843 la Villa del Salvador, como se la llamaba, a igual que la de Encarnación y el nuevo pueblo del Carmen quedaron ex­ceptuados de la ley de diezmo por tres años. (41).

 

NOTAS

(2) A.N.A. Sec. Carpetas Sueltas. Colee. de Copias del Ministerio de Relaciones Exteriores. Comisión Nacional Límites. Copia Autenticada.4-Vl-1811

(30) A.N.A. Sec. Carpetas Sueltas. Estancias Nro. 12. Listado de animales extraí­dos de la estancia del Estado de Gazory desde el 4-XII- de 1842 hasta el 4-XII de 1843.







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