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DOMINGO M. RIVAROLA
  FRAGMENTOS, 1987 - Poesías de DOMINGO M. RIVAROLA


FRAGMENTOS, 1987 - Poesías de DOMINGO M. RIVAROLA

FRAGMENTOS

Poesías de DOMINGO M. RIVAROLA

Colección Poesía, 59

© de esta edición Alcándara Editora

Edición al cuidado del autor y C.V.M.

Diseño gráfico: Miguel Ángel Fernández

Viñeta: Carlos Colombino . Tiraje: 750 ejemplares

Se acabó de imprimir el 11 de diciembre de 1987

en los talleres gráficos de Editora Litocolor

Asunción del Paraguay (89 páginas)





 ¿Sólo he de irme?

¿Cómo las flores que perecieron?

¿Nada quedará de mi nombre?

¿Nada de mi fama aquí en la. tierra?

¡Al menos flores, al menos cantos!

CANTOS DE HUEXOTZINGO

 

Me pareció que al darles poemas les daba

algo realmente mío. Yo he escrito ensayos

porque las circunstancias me lo han pedido,

para decir cosas que me parecía necesario

decir; he escrito poemas para decirme a mí

mismo, para conocerme y, más todavía, para hacerme.

OCTAVIO PAZ

 

 

I

DEDICATORIA


1

 

Un día

nos encontramos, tú,

casi una mujer

y yo,

apenas un adolescente.

 

Un día

cruzamos nuestras manos,

tú,

todavía sorprendida

y lejana,

yo

con una desconocida

fascinación

envolviendo todo mi cuerpo.

 

Un día

se cruzaron nuestras vidas

cuando eras todavía

una muchacha

cualquiera

y yo,

solo un tímido

forastero.

 

 

Un día

se tocaron

nuestras fronteras

sin que tu supieras que encontrarías

mis palabras

y yo,

apenas imaginando

que te tendría para siempre.

 

Un día, yo te di un poema

y tú

me entregaste todos tus sueños.

 

 

2


Sí,

quiero pensar que fuiste tú

quien construyó

el camino,

quien le puso inicio,

nombre,

contenido,

y un aliento

firme

a cada desfallecimiento.

 

Sí,

quiero creer que fuiste tú,

adolescente,

o tal vez

ya casi una mujer,

quien construyó este largo

sueño.

 

 

Sí,

quiero pensar que fuiste tú

la que siempre apagó

las tristezas,

la que ahuyentó las amenazas

de tedio

y el constante asedio

del olvido.

 

 

Sí.

fuiste tú quien hizo que este sueño

fuese imperecedero.

 

 

 

II

ESPERAS

 

Te esperé

un largo tiempo.

Te esperé

como si supiera

que existías,

que tenías el rostro

y la voz que yo quería.

 

Te esperé,

minutos,

horas,

meses,

años enteros.

 

 

Te esperé

un largo tiempo.

 

Te esperé

en noches

y días interminables

como si ya supiera tu nombre

desde siempre.

 

Te esperé

como si ya fueran míos

todos los hijos

que traías en tu cintura.

 

Te esperé,

minutos,

horas,

meses,

años enteros.

 

 

Te esperé

un largo tiempo,

empecinado

como un empedernido combatiente.

 

Te esperé

para retenerte

sólo con mis cantos

y mis bienvenidas.

 

 

 

III

ENCUENTROS


1


Por un largo

instante,

no supe quién eras

ni qué ocurría,

ni cómo llamarte,

ni qué hacer contigo.

 

Por un largo

instante,

sólo sentí en mí

insomnios,

temblores,

deseos.

 

 

Por un largo

instante,

fuiste un excitante albergue

donde anidaron mis besos

y mis cantos,

una interminable geografía

de sueños y de ternuras,

un territorio

sin fronteras,

sin dueño,

sin prohibiciones.

 

 

Por un largo

instante,

no supe que me pertenecías

y que ya era parte

inseparable

de tu vida.

 

Por un largo

instante,

no supe que tu cintura

se henchía con una semilla

cargada de extraños

latidos.

 

 

Por un largo

instante,

no supe como nombrarte

ni qué hacer

con las ofrendas

que traías

en tu regazo.

 

Por un largo

instante,

solo supe hurgar en tus misterios

y el embrujo

de tus regresos.

 

 

2


Así

llegaste

imprevisible,

como un mar

arrogante

y posesivo.

 

Así,

de improviso,

con tu boca

cargada de cantos

y tus intersticios

llenos de frutos,

de fiebre,

de deseos.

 

Así

conocí tu voz

y el cálido secreto

de tu regazo,

así

pude sentir cada mañana

como si fuera un pájaro embriagado

por tus caprichos.

 

 

Así

pude sentir tu cuerpo

como un único

e insustituible hospedaje,

así

pude ofrecerte mi pan,

mis calendarios,

mis caracoles

y mis antiguos cantos

sin que nadie me disputara

tu tiempo,

tus palabras

y tus pacientes esperas.

 

 

Así

quedé aprisionado en medio

de tu cálida frontera,

sin otro derrotero

que aquéllos que señalaban

tus dedos,

sin seguir otras huellas

que las de tus pasos.

 

Desde entonces,

lo mío

se hizo cada, vez más tuyo

y mis cantos

casi los mismos cantos

que tú traías en tu boca.

 

 

3


Fue entonces

que descubriste mi nombre,

que yo era algo mas que un forastero.

 

Fue entonces

que descubriste mi pobreza,

que no tenía siquiera una orilla

para amarrar los sueños.

 

 

Fue entonces

que supiste que sólo tenía palabras

para romper tus silencios,

que sólo tenía cantos

para acercarte a mi vida.

 

Fue entonces

que tu presencia

se llenó

de raíces,

como si siempre hubiese sido

algo perenne

y cotidiano.


 

4


Desde ese momento

me diste todo:

tus manos,

tu cintura,

los contornos de tu cuerpo,

hasta el hueco

de tu aposento.

Con todo

hicimos una inmensa

bienvenida,

un espacio nuevo

para albergar

todas las maravillas

que surgieron

en ese imprevisto encuentro.

 

De esa manera

se apagó nuestra sed

y el antiguo

vacío de tu vientre

fue llenándose más y más

de extraños

signos.

 

De esa manera

tu piel

se llenó de espigas

y tus pechos parecieron viejos frutos

a punto de estallar

con su sabor de miel y de vida.

 

 

5


Después

apareció tu huella

sobre mi piel

sin que yo comprendiera

lo que ocurría;

se grabó tu nombre

en la arena

y tu canto aleteó,

como si fuera un pájaro

embriagado de luz,

de vientos,

de regocijos.

 

Después,

la alegría nos envolvió

en un único estallido;

fue como el hijo

que llega de improviso

o el milagro

que ya nadie espera.

 

 

6


Quizá

fue la soledad,

o el amor,

o el amor y la soledad los que suscitaron

tantos desvaríos.

 

Quizá

sólo fueron tus manos

o el embrujo

de tus palabras

los que disiparon

el tedio,

la desazón,

el cansancio apegado a mi cuerpo,

como si fueran esas pesadas anclas

que cuelgan

de las barcas abandonadas.

 

Fue el amor

o la soledad

o mis nostalgias

o tus esperanzas

o, quizá,

el tibio cuenco

de tu regazo

el que estremeció

esa hora

con su eclosión de frutas

y misterios.

 

 

7


Ahora

aquello sólo es una lejana

huella

y nosotros somos casi un solo

perfil bajo el cielo.

 

Ahora

tus manos

se parecen a mis manos

y tu cintura

es casi una retama

de mi cintura.

 

Ahora

hurgas en mí

como si fuera una vieja

pertenencia,

y yo de tí conozco

casi todo.

Ahora

tú y yo

ya casi no somos extraños.

 

 

Ahora

comes mi pan

como si fuera

una antigua compañera,

todas mis cosas

como si te hubieran pertenecido

siempre,

te acuestas junto a mí

como si me amaras desde antes,

usas lo mío

como si fuera tuyo.

 

Ahora

todo lo que tengo

apenas se diferencia de lo que tú traías a tu llegada,

te acercas a mí

como mi dueña

o como alguien que me conociera

desde siempre,

ya no necesitas llamarme

para escuchar mi nombre

y ni siquiera ahuecas

tu regazo

para que yo recoja tus frutos.

 

Ahora

haces de mi cuerpo

una lumbre

que no acaba de apagarse

nunca.

 

 

IV

DESEOS


1


Quiero

algo de ti

duradero

y sin término,

algo

que pueda amarrarnos

como aprisiona el mar

las quillas de las naves,

algo

semejante a un hijo

que nos recuerde

cada día

que tú y yo

compartimos desde antaño

el mismo camino,

que nos hicieron con la misma tierra,

que pusieron en nuestra boca

el mismo grito

y encendieron nuestras venas

con el mismo fuego.

 

Quiero

algo de ti

para rescatar

mis viejos calendarios

y hacer con los antiguos relojes

un solo nudo,

para no olvidar

nuestro encuentro.

 

Algo

de tí

que incluya todo:

cosas,

sabores,

temblor,

miedo,

bienvenidas,

madrugadas,

rastros,

heridas,

frío,

todo, hasta el húmedo

aletear

de los pájaros

en la mañana

o el calor interminable

de tus cobijas.

 

Algo

de ti

que no tenga plazos,

ni marcas,

ni hitos en el tiempo,

algo sencillo,

cálido,

dócil,

imprescindible

como el pan cotidiano.

Algo

de ti

para calmar esa sed

que me acosa

siempre,

para construir nuevas bienvenidas

y sentir

como nuevo

tu sabor y tu canto,

el calor de tus intersticios

o simplemente

el cálido arrullo

de tu palabra.

 

Algo

de ti

que no deje en el olvido

los relojes,

el calendario,

los viejos caminos,

las esquelas,

las rendijas de tus ventanas,

tu anillo,

el desnudo cuenco

de tu regazo,

en fin,

algo de ti

para ahuyentar

el persistente invierno

que amenaza

cada día

nuestro encuentro.

 

 

V

AMOR Y CANTOS


1


Siento

que cada mañana

regresas

con el mismo temblor

de aquella vez.

 

Siento

que repites cada día

los mismos cantos

que anudaron

nuestro encuentro.

 

Siento

que palpita en tu cintura

el latido

de las mismas semillas

y las mismas fiebres

de antaño.

 

Siento

que tú y yo

seguimos siendo los mismos.

 

 

2


Así

deambulamos

por la tierra.

Desde ese otoño

eramos como dos antiguos

forasteros,

sin cansancio,

sin hastío,

sin obstáculos que restringieran

nuestra sed

de pájaros,

de vientos,

de hojas,

de cantos,

de una nueva ternura

a cada hora.

 

Así

enredamos

una

y otra vez

nuestras banderas,

hicimos

un solo hueco,

padecimos

las mismas heridas

y sufrimientos,

renacimos con las mismas alegrías.

 

Así

rescatamos lo nuestro

cuando todo ardía

en medio de la amenaza del desamor,

la incomprensión

y, acaso,

la ira.

 

Así

evitamos

la agonía

y la amenaza

de un imprevisto olvido

como si supiéramos

siempre

que juntos éramos invencibles.

 

Así

aprendimos a nacer

de nuevo cada mañana

rompiendo el tedio,

la dura frontera

entre el sueño

y el despertar cotidiano.

 

Así

recuperamos

una y otra vez

el pan

y la sal

que escondíamos

en todos los resquicios

de nuestro cuerpo,

intactos,

todavía con el pulso

de nuestras antiguas fiebres

y el murmullo

de los viejos cantos.

 

Así

aprendimos

a reincidir

a cada lluvia

ante cada hoja desprendida

por el otoño,

esperando

cada llovizna para sazonar

un nuevo encuentro,

con las mismas frutas

de antaño

desparramadas a lo largo

de tus orillas,

esperando

el milagro de siempre,

hurgando

en la penumbra

los mismos recodos,

los mismos sonidos,

los mismos estremecimientos,

las mismas palabras

y promesas

que nos hicieron crecer juntos.

 

 

 

 

VI

RAÍCES


1


Un día

yo te ofrecí mi pan,

y tu me diste un hijo.

 

Un día

yo te llené de besos

y tu me diste un hijo.

 

Un día

yo te dí mis canciones,

y tú me diste otro hijo.

 

Por mi pan,

mis besos

y mis canciones

tu me llenaste

de sueños

y raíces.

 

 

VII

MIEDOS Y DESENCUENTROS


1


No quiero

aceptar tus dudas

ni deseo que mires

esta hora

como un simple espejismo.

 

No quiero

que destruyas mis palabras

ni abras

una herida

en este sueño.

 

No quiero

que tanta espera

se disipe

en una imprevista

despedida.

 

 

No quiero

que ahogues

mi canto

en tus incertidumbres

o confundas mis pasos

con los rastros

de un ajeno pasado.

 

No quiero

que te aprese el silencio

y apagues

tus sonrisas

cada vez que retornan

tus recuerdos.

 

No quiero

que deseches

compartir conmigo

la tierra

cargada de raíces

y gozos.

 


2


De pronto

ya no tuve frutas,

ni cantos,

ni besos,

ni palabras

con que afrontar ese torbellino

de abismos

que horadaba nuestro presente.

 

De pronto

ya no pude encontrar

la señal

adecuada para atraerte

y usar

tu regazo

para esconder

mis viejas mercancías.

 

De pronto

ya no tuve cantos

ni ternuras

para llenar de emblemas

tus vigilias.

 

De pronto

todo estuvo quieto

com si tú

y yo

nunca hubiéramos existido,

como si el olvido

nos hubiera impregnado

de frío.

 

De pronto

se deshicieron

todos los nudos que amarraban

nuestras palabras

y promesas,

de pronto todo se hizo extraño

y desconocido,

como si todo hubiera sido

débil,

efímero,

casi nada.

 

De pronto,

ya nada quedó de lo de antes:

apenas el estupor

de aquella despedida.

 


3


El canto

y la cólera

se adueñaron de mis horas

como un terrible

padecimiento;

en instantes apenas,

fue como si quedara aprisionado

en medio de una herida

que sangraba

en el comienzo de cada mañana.

 

El dolor

y el canto,

la herida y el sueño,

la quietud

y el viento,

la alegría y la nostalgia

se prendieron a mí

poniendo en mi boca

un sabor de vacío

y de ira.

 

La soledad

y los recuerdos

inundaron

mi aposento

de algo extraño,

algo así como un frío

que poco a poco

fue llenando de tristezas

las cobijas,

la lumbre,

la retama de los árboles,

las flores,

el sonido de músicas,

las cosas

que juntamos en nuestra casa.

 

Algo

sucedió entre nosotros

enmudeciendo

los cantos,

destruyendo las frutas,

dejándonos sin palabras

para reclamar

nuestras pertenencias,

las secretas

ternuras

que quedaron sin nombre

ni dueño

después de tu partida.

 

 

4


En un instante

todo pareció vacío,

quieto,

sin sentido,

como si hubiéramos olvidado

que alguna vez

existimos.

 

En un instante,

no quedó nada valedero

para ofrecernos

una esperanza;

todo parecía destruido

o, simplemente,

lo que creíamos duradero

no era sino un oculto

vacío.

 

En un instante,

el fuego

se tornó ceniza,

frío,

y todo lo que había

empezó

a cerrarse

como una inexorable

herida.

 

 

5


Fue un dolor

así,

como el de antes,

profundo,

persistente,

irreprimible.

 

Fue un dolor

así,

como si tuviera una grieta

dentro de mi pecho,

agrandándose

a cada rato,

como si mi boca no fuera ya otra cosa

que un hondo

y estéril

vacío.

 

Fue un dolor

así,

repetido,

sin término.

 

El tiempo

se tornó áspero

y miles de puñales invadieron

nuestros ojos

como irascibles enemigos.

 

Tú no creías

entonces

que algo nos había derrotado,

que se había destruido

el camino

del regreso,

que ese silencio

era definitivo,

que ningún eco repetiría

nuestros nombres

en el futuro.

 

 

En un solo minuto,

la furia

y el desatino

deshizo

todo lo construido,

lo que era tuyo

y mío,

todo lo que hasta ayer nomás

parecía algo

imperecedero.

 

 

VIII

NOSTALGIAS


1


De nuevo

tengo que ocultar

el rostro,

las brújulas, el reloj,

la palabra.

 

Buscar

a tientas

el camino del regreso,

desandar

el tiempo como un viajero

que ha perdido

sus antiguos rumbos,

hacer

de cada sílaba

un secreto,

un itinerario oculto

sin el eco

y el aroma de antes.

 

En fin,

regresar al sitio

de partida

sin recobrar

el sabor

salino

de tu regazo,

sin repetir

ningún quejido,

ni el jadeante despertar

de las madrugadas

de antaño.

 

Despertar

de nuevo

con los ojos vacíos

y el recuerdo

aferrado

al pasado,

llamarte sin decir tu nombre

o reiterar

la plegaria de cada noche

sin abrir

siquiera la boca.

 


2


Yo dejaría

así nuestros recuerdos:

sin ataduras

ni apegos.

Así,

como un racimo desprendido

del tiempo

o acaso una ternura

sin raíces verdaderas.

 

Yo dejaría

nuestros recuerdos

sin nombre

ni frontera,

como algo confuso

que un día fue todo

pero que ahora

no es nada.

 

Yo dejaría

nuestros recuerdos

mezclados con todas las cosas:

la espera,

la bienvenida,

el abrazo,

la alegría de tu regazo

o la tibia cobija

de tu lecho,

y acaso también con la ausencia,

el desconcierto,

el desamor,

el olvido.

 

Ahora

yo dejaría así nuestros recuerdos,

sin el presagio

de una sonrisa

o el lento desangrar

de una nueva herida.

Así,

sin nombre,

sin fechas,

sin un itinerario

siquiera.

 

 

3


Seguir

Buscando

algo que rescate

tu figura

de esa amenaza

constante

con que nos acecha

el olvido.

 

Seguir

buscando

el antiguo eco

de tus pasos

cerrando ventanas,

recogiendo

las migas

o extendiendo las cobijas.

 

Seguir

esperando

tu llamado

en medio de este viejo

silencio

o el perfil de tu rostro

irguiéndose entre mis dedos

como una bandera.

 

Seguir

creyendo en los milagros

aunque

todo sea ahora tan incierto:

algo

inexorable que va destiñendo

cada día

la resonancia

de tus palabras.

 

Seguir

confiando

en ese repetido derrotero,

como los pájaros

peregrinos

que siempre retornan

a la misma

tierra.

 

Seguir

sacudiendo

las cosas antiguas,

objetos,

emblemas,

revistas,

fotografías,

relojes,

calendarios,

ese montón de cosas

que ya huele

a polvo

o a simple ceniza.

 

Seguir

viviendo

para que nadie descubra

esa herida

o que el daño

parezca

sólo algo

pasajero.

 

Seguir

empecinado

en repetir los días

como si fueran iguales

a los de antes

o en añorar

las ternuras

que ya no se tiene.

 

Seguir

ardiendo

cotidianamente

como si uno esperara

que todo este desasosiego

es algo pasajero.

 

 

4


No es por la noche

que nunca acaba,

ni por las lumbres

que se escurren de las manos,

ni por el exiguo pan

de cada día.

 

No es por el silencio

o la lluvia

que ya apenas susurra,

ni por el mensajero

que nunca retorna.

 

No es por el olvido

o las hojas

que permanecen quietas,

no es por el

viento del otoño

que enmudece a los pájaros

y ya no deja crecer

los cantos

y las frutas

en nuestra boca.

 

No es por nada

de todas estas cosas.

Lo de ahora

es algo diferente,

ambiguo,

desconocido,

penetrante,

algo que es al mismo tiempo

adiós

y bienvenida,

silencios

y voces que retornan,

algo así como una flor

que se abre

en medio

de una vieja herida.

 

 

5


Amor,

en un tiempo

fuiste una mansa arcilla

entre mis manos.

 

Amor,

en un tiempo

tus besos

impregnaban mi cuerpo

sin reticencia

y yo vagaba por tus orillas

como único dueño.

 

Amor,

en un tiempo

eras

una interminable

lumbre

donde siempre se reavivaban

mis deseos.

 

Amor,

en un tiempo

fuiste todo,

fuego,

palabras,

sueños, milagros, esperanzas

y bienvenidas.

 

Amor,

en un tiempo,

fuera de tí, nada existía.

 

 

6


Ahora

que ya no tengo

tus besos,

mi boca

es como una tierra

estéril,

un horizonte

sin pájaros,

un muelle vacío

donde ya no llegan los forasteros

ni ondean

las banderas.

 

Ahora

que ya no tengo

tus besos,

todo parece igual.

 

Ahora

que ya no tengo

tus besos,

siento que ya nada puede retener

en mí

tu sabor

o el milagro

que grabó tu nombre

sobre el mío,

sílaba

a sílaba,

que mezcló mi ternura

a tu ternura,

que hizo de mis palabras

y las tuyas

un solo canto.

 

Ahora

que, no tengo

tus besos,

es como si ya no sirvieran

los calendarios,

los relojes,

las brújulas,

los mapas,

los senderos hacia tu casa.

 

 

IX

EXILIOS


1


Desde ese día,

veo caer las hojas

del calendario,

casi impasible,

como si cada madrugada

fuera algo ajeno,

sin contenido.

 

Desde ese día,

se detuvieron mis relojes

y las marcas de los caminos

ya no recordaban

las antiguas trayectorias.

 

Desde ese día,

sólo deseaba evadir

el recuerdo,

esperando que el ayer

se acercara cada vez menos

al mañana.

 

Desde ese día,

ya no esparcí mis semillas

ni mis palabras

como lo hacía cuando compartías

conmigo

este sitio.

Desde ese día,

todo parece un interminable

exilio.

 

 

2


¿Qué hacer con los recuerdos

que se esparcen

a nuestro alrededor

como fragmentos sin vida?

 

¿Qué hacer con las cosas

en las que tú y yo

dejamos

nuestras marcas

y cicatrices?

 

¿Qué hacer con las horas

que nacen cada día

sin otro destino

que el de convertirse en

vacío?

¿Qué hacer con las voces,

los gestos,

con ese torrente

de fiebre

que renacecada mañana?

 

¿Qué hacer

con ese dañino recuerdo

que empobrece

las horas,

los meses,

todas las cosas

que compartimos?

 

¿Qué hacer

cuando los días parecen

una sucesión

infinita de exilios?

¿Qué hacer,

amor,

cuando todo parece perdido?

 


 

X


ESPERANZAS


Mañana

tal vez tú

y yo

ya no recordemos

esta hora incierta en que se acallaron

los cantos.

 

Mañana

tal vez tú despiertes

con un rostro

nuevo

prendido a tus dedos

y un manantial

de caricias desconocidas

apretujándose en tu boca,

tus ojos,

tus regazos,

en la interminable geografía

de tu cuerpo.

 

Mañana

tal vez aparezca

también en mis manos

un nuevo milagro.

 

O quizás

resurga la tibieza de antaño,

reviviendo

tus sueños

y mis cantos.

 

Mañana

algo imprevisto

y desconocido

tal vez restituya en nosotros

los deseos de antaño.

 

Mañana

tú y yo

tal vez seremos de nuevo

como antes,

algo inseparable y único.

 

 

 

INDICE

I

DEDICATORIA

1,15

2,17

 

II

ESPERAS

Te esperé, 21

 

III

ENCUENTROS

1,25

2, 27

3, 29

4, 30

5, 32

6, 33

7, 35

 

IV

DESEOS

l, 39

 

V

AMOR Y CANTOS

1,45

2,46

 

VI

RAÍCES

1,51

 

VII

MIEDOS Y DESENCUENTROS

1,55

2, 57

3, 59

4,61

5, 62

6, 63

 

VIII

NOSTALGIAS

1,67

2, 69

3,71

4,74

5, 76

6, 78

 

IX

EXILIOS

1,83

2, 85

 

X

ESPERANZAS

Mañana, 89

  




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