ESTANCIAS/ ERRANCIAS/ QUERENCIAS
Poemario de RUBÉN BAREIRO SAGUIER
Colección Poesía, 10
© Rubén Bareiro Saguier
Alcándara Editora
Edición al cuidado de C.V.M. , J.M.G.S. y M.A.F.
Diseñográfico; Miguel Angel Fernández
Viñeta; Carlos Colombino
Tiraje de 750 ejemplares
Hecho el depósito que establece la Ley 94
Se acabó de imprimir el 3 de diciembre de 1982
en los talleres gráficos de Editora Litocolor
Asunción del Paraguay.
ESTANCIAS , ERRANCIAS , QUERENCIAS
RUBEN BAREIRO SAGUIER
EN MEDIO DEL CAMINO
“Nell mezzo del cammin di nostra vita…”
Inferno, I, 1
INSOMNIO
He cavado el sueño
y la vigilia.
Mosquito y luna nueva.
La noche del insomnio.
Agudo, pertinaz, impertinente,
memorable zumbido.
Incienso de los eucaliptos.
Aquella casuarina enredada
entre las cuerdas del viento
en el patio nocturno
de algún otoño efímero.
Luna sobre las colinas,
lechosa, inmemorial
y memoriosa.
Luna triunfal
sobre el banco de arena,
reverberante,
flanqueado por los fúlgidos peces
y las hilachas de una canción,
lenta como una puñalada
en el sueño incandescente
de esta noche de insomnio.
Ventana sobre las colinas
para buscar las huellas de los días,
el curso imperceptible de los astros
- vaghe stelle dell'orso -,
el disparo de una estrella fugaz,
cábala del triple voto:
volver, volver, volver...
Hueco en la piedra
por el que va pasando
la lenta progresión de la luz,
de la leche, la plata, la naranja
al estallido granado del amanecer.
Rendija en el muro
para ir buscando en astrolabio
una tierra donde enterrar
raíces.
Coda Primera - TRISTES
Ya las muchachas recogen,
alegremente,
las amapolas silvestres.
Las praderas se empellejan
de colores,
y el pájaro bullanguero
canta la primavera.
La tijereta teje bajo los horcones
la tibia modorra de su nido.
La hierba, hasta ayer escondida,
asoma, empuja fuera de la tierra
su delicada ceja.
oiméne tajy poty
pe cerro omopytambáva
En el parral del patio
un brote apunta fuera del sarmiento;
pero la viña está lejos
de estas orillas.
Allá donde crece un árbol
el ramaje se hincha;
esos árboles están lejos de
estos parajes.
Aquí sólo contemplo
los restos de la nieve,
el lago de endurecidas aguas.
oiméne hy'akuâporâ
opárupi ka'aguy.
TOSCANA
El primer sol se derrama lentamente.
De colina en colina,
mansa lengua de miel,
despierta a la Toscana.
El cielo tiembla de golondrinas azules
bajo las gotas parpadeantes
de los últimos grillos de entreluces.
El humo del primer crepúsculo
levanta su columna olorosa
entre el verde gris de los olivos,
el verde verde de los viñedos,
el verde cano de los castaños,
el verde viejo de los recuerdos.
La llamarada súbita del sol
prolonga la hoguera de vanidades
donde Savonarola acabó
también él encenizado.
Terraza tras terraza,
- con amor cultivadas –
se enciende la mirada
hasta llegar al cielo beatriz
arado por el amor del Dante.
Toscana.
El Arno corre desde el Ponte Vechio.
Con el partió Dante una mañana
hacia una selva oscura,
infierno sin retorno.
Nunca más contempló
una mañana igual
a ésta que me va creciendo,
igual a esta mañana
crecida en purgatorio.
Toscana,
hoy tengo la corriente de tus ríos
cargados de laureles,
de esplendor, de desechos.
Tengo la curva andante
de tus colinas
por donde desfilaron
la peste, la gloria,
el fanatismo,
y se quedó vibrando
la láurica palabra de Petrarca,
el pulso inicial de Miguel Ángel,
la primavera adolescente de Boticelli...
Tierra de promisión,
tierra de extrañamiento.
Aquí Nicolás Maquiavelo
exilió su palabra.
Y Galileo,
que de tanto mirar el cielo
cambió el curso de los astros,
y perdió su tierra.
De aquí partió Vespucio
que rondó, contorneó
la tierra nueva,
la acarició amorosamente
y le dejó su nombre.
Toscana,
tierra de santos, ascetas y eremitas,
aquí se me impusieron
los estigmas de la ausencia,
del silencio,
del destierro.
Coda Segunda - 137
Si yo de ti me olvido, Jerusalén,
que se seque mi diestra.
Que mi lengua se pegue al paladar
si pierdo tu recuerdo,
Guarnipitán.
MUCHACHA COMO GREDA
Muchacha que apacientas
mi rebaño de fiebres,
de delirios.
Como mi tierra guardas
la sed y la simiente.
Y las tormentas súbitas
transitan tu cintura.
Los pétalos del sueño
han teñido tu piel
con olores del patio.
Y mi tacto salobre
sabe hallar en tu cuerpo
las naranjas jugosas,
la guayaba madura.
Amo tus pies que saben
apresurar las órbitas
y acercarnos al auge
de estrellas y temblores.
A orillas de tu mar
yo suelo contemplarte
para ver cómo crece
la marea en tu pelo.
Y en tus aguas profundas
naufrago con mis jarcias,
mi timón y mis quillas.
Y cuando amaina el viento
y las olas se calman,
náufrago sin resaca,
me gusta contemplar
el lento amanecer
de tu sonrisa.
En un lugar del tiempo
coincidimos.
Y tus manos supieron
apartar telarañas
de penumbra en mi cara.
Yo andaba por las calles
de una ciudad desierta,
que unas veces.
hasta llaman destierro,
y otras tantas tristeza.
Tus ojos de gacela asustada
venían desde lejos
acaso presintiendo
un estallido súbito
de muchos arcoíris.
Con tu amor en mi pecho
arrullo entre mis brazos
una tibia paloma.
EL DURO OFICIO
Es un duro oficio el del exilio,
muy duro.. .
Nazim Hikmet
TETÁ
Che retâ.
Ñane retâme
ko'émba.
Yma,
ara fiepyrûme.
Ka'aru pytû-pytû
Guyra kuéra opurahéi
opurahéi asy:
jaha, jaha rei,
ka'aru pytûaja.
Ñane retâme
ka’aru pytû
pytûasy.
PATRIA
Mi patria.
En nuestra patria de todos
ya amanece.
Hace tiempo,
en el despuntar de los días.
Tardecita-cita.
Los pájaros cantan
cantan tristemente:
vámonos, vamos sin rumbo
con el atardecer.
En nuestra patria de todos,
oscura,
oscurece-rece.
MOMBYRY GÜIVE
Distante, cerca,
unido a mi memoria,
a su andrajoso borde desflecado,
conservo mi paisaje.
Retengo, renuevo, recupero
el horizonte exacto de mi pecho,
por un atajo quedo,
un nombre susurrado
en voz muy baja,
una calle en penumbra,
la voluta del humo en la cocina,
el último pez atardecido
sobre el lomo del río.
Dulce o amargamente
este sur de sangre irremediable
me sigue refluyendo,
me seguirá llagando
hasta que mi cuerpo sea
un ahogado más en la corriente.
Porque el recuerdo es un animal
que no acaba nunca de ser domesticado.
Por allí me llega el galope de cascos furibundos;
por allí me escarifica la piel
el moretón de las humillaciones,
la rosa de algún beso;
por allí me duelen las navajas
sombrías de las rejas,
el hueco del silencio
a orillas de la noche.
Me apena no poder cambiar
el agua en vino,
ni compartir el pan de mi tristeza.
Me arena, me lancina
la carcoma del miedo,
la lenta polvareda del exilio.
Me asquea el viscoso reptar
de la palabra ciega.
Y nada puedo cuando
el último suspiro de mi madre
se apaga,
con su mirada de adiós
en el vacío.
ÑANDA MAÑACHI - PRÉSTAME EL CAMINO
Préstame el camino,
el camino de tierra,
el camino de andar,
de andar a pie,
descalzo hasta la frente.
El camino de tierra,
el camino de barro,
el camino de polvo,
de caminar
a pie
sobre la misma tierra,
esta tierra desnuda.
Préstame el camino
para pisar mi nombre
para pisar mi sombra
para pisar mi sangre
para pisar mi tierra.
GUARNIPITÁN
¿Cómo, cómo y cómo,
cómo tenerte,
retenerte,
recuperarte?
Me quedan casas,
rostros, árboles, perros,
entre el muelle
y los ranchos
goteando al espacio sin párpados.
Me quedan pájaros,
cigarras, lapachos,
resolanas,
entre las estrellas
y el canto de los grillos
en el pasto.
Pero me faltan
el río,
el campo,
el cielo, la tierra.
¿Cómo, entonces... ?
LEJANIA
Interdicto del fuego y del agua,
lejos,
intento recuperar el perfil de los días.
Y tan sólo me vienen
las paredes manchadas del crepúsculo,
la noche
con su pueblo de insectos.
Y si busco el sabor,
el pan me sabe a moho,
el maíz a gorgojo,
como si con mis propios dientes
me hubiera roído las encías.
En cualquier momento
un pájaro puede volar
desde mis ojos
o morir los gusanos en mis huesos. Lejos.
AUTORRETRATO
Mirar las aguas sucias,
contemplarse deshecho
en el cristal trizado
como un zarrapastroso narciso
de legañosa costra.
¿Qué es esta greda espesa
sino mi vestidura
hecha de sangre en coágulos?
¿Qué este oscuro amasijo
sino mi propia imagen?
¿Qué soy sino un terrón deshecho
de su abierta corteza,
la raíz más amarga
de su entraña de fuego?
PAREMIOLOGÍA DEL PAN COTIDIANO
(Con comentarios salmódicos)
Levántame el día en que el miedo me invade...
encogérsele el ombligo
cerrársele el gollete
no tenerlas todas consigo
estar con el alma en un hilo
poner las barbas en remojo
dar diente con diente
escurrírsele la bola
atravesársele un nudo en la garganta
ponérsele los pelos de punta
írsele la sangre a los talones
. . . porque me pisan
todo el día hostigándome me oprimen.. . .
poner pies en polvorosa
andar a monte
salir pitando
apretarse el gorro
salir por la puerta de los perros
pasar las penas del purgatorio
llorar lágrimas de sangre
sudar la gota gorda
quedar en la estacada
echar los bofes
... todo el día retuercen mis palabras,
todos sus pensamientos son de hacerme mal. . .
entrar por el aro
cantar la palinodia
hincar el pico
cantar el kirieleisón
aguar el vino
aflojar las riendas
bajar el copete
tragar saliva
doblar la cerviz
besar la correa
... me pisan todo el día los que me acechan,
innumerables son los que me hostigan...
irse con el rabo entre las piernas
morder el polvo
tener cagaderas
agachar las orejas
dar el brazo a torcer
tener el pie sobre el cuello
flotar como corcho
cerrar los ojos
echar pie atrás
cagar fuego
... feliz quien te devuelva
el mal que nos hiciste,
feliz quien agarre y estrelle
contra la roca tu simiente. . .
HUELLAS
Bajo las plantillas gastadas
de mis viejos zapatos
van pasando las calles
torrentosas del mundo: caras, voces extrañas,
manos, copas amigas.
Ausencia.
El frío del camino
se me sube a los huesos
por los hoyos del cuero
que calca en cada suela
la forma exacta
de mi patria.
CONTINUIDAD
Y si yo caigo
antes del alba,
si caigo, digo,
el alba se levantará,
por mí,
cada mañana.
ISLA SECRETA
1
en medio de la tierra del mapa
hay una porción de tierra
enteramente rodeada de tierra por todos los costados
una isla debajo de la tierra
un isleo fogoso
o mejor
un escollo violento en las aguas mayores
una tierra de rabia silenciosa
balsa de tierra a la deriva
en una tempestad de tierra
2
la gente vive enterrada en el paraje
a menudo aterrada
desterrada siempre
la gente navega tierra a tierra
los niños comen tierra
y los hombres siguen comiendo tierra
fácilmente
3
tierra de pan llevar oscuro
en realidad tierra de mascar
tierra terregosa de tanto haber sido
tierra vegetal
y manca
4
tierra de tierra rodeada
luna seca
o a veces tarde mojada
de lágrima en creciente
tierra de nadie
o de pocos
5
sin embargo
por mucho que intentaron
no han conseguido echarte por tierra
aunque te sangre la piel de tierra roja
y el sol te saque heridas
de tierra inútilmente hermosa
6
tierra de tierra adentro
de tristeza adentro
tierra terrible
ni siquiera puedo poner tierra entre nosotros
o echarte tierra encima
porque me estás doliendo siempre
me estás sangrando a mares que no tuve
7
nada
silencio
hay cuervos
hay ortigas
osamentas
hay sequías largas
rogativas para que cesen
hay barro a veces
resbaladizo
no hay nieve
espinas en la lengua
pies en raigones
el calor prensa
isla de sol silencioso
isla de niebla
CIUDAD SUMERGIDA
". . . la muy noble y muy ilustre. . . "
Eloy Fariña Núñez
hubo aquí una ciudad
capas y más capas la cubren
sin pena alguna ni gloria
bajo el asfalto están
sus vértebras de árboles y niños
su trazado de nubes
de recuerdos
sus aguateros muertos
sus veredas de piedras desiguales
cuyas rayas no había que pisar
una memoria de ciudad
sumergida aquí bajo mares de wisky
de bebidas rigurosamente importadas
bajo montañas de delikatessen
en sus vidrieras se exhiben brocatos
muchachas
perfumes
hermanos despedazados
sombrillas de seda natural
y hombres con el precio clavado en la solapa
entre las casas pasan ráfagas de miedo
entre las caras
ráfagas de murga
entre los coches último modelo
entre los cohetes que escapan por las ventanas
(dos ángeles tocan música de jazz
mientras comienzan a desplomarse las paredes)
hubo aquí una ciudad
recostada en la silla del río
con pájaros
con adoquines bigotudos de pasto
con perros veinticuatro horas
con hombres y mujeres
una ciudad que se fue quemando sola
inundada de moscas
de babas
de langostas
inundada de azufre
de ceniza caliente
de llamas
sin un solo pedazo de Lot
extiendo la mano sobre el suelo
extiendo mi tristeza sobre el suelo
y trato de sobrenadar
en esta salobre, sin sal,
caja de ausencias.
CARTA A JEAN, EN TOLOSA DE FRANCIA,
QUE ACABA DE PASAR POR MI TIERRA
Querido amigo:
Cuánto lamento que debas postergar tu viaje a París.
Estoy ansioso de hablar contigo,
de escuchar de tu boca. . .,
de saber que la tierra es la misma
-si todavía es roja, por ejemplo-,
si ha cambiado la luz que desciende del cielo
con los pájaros del amanecer.
Necesito refrescar
el olor de la tierra mojada,
el de la madera mordida por la sierra,
el lento olor del humo,
el olor del atardecer.
Recordar los reflejos del río
que me nadan a contracorriente.
Saber si los amigos -la gente-
que dices haber visto
existen en verdad,
o sólo son fantasmas
que bogan a la deriva
en el naufragio gris de mi memoria.
Sabes por qué te lo pregunto.
Hace dos años, un día de octubre como éste,
yo estaba en una celda
de la Policía de Investigaciones
(calle de Presidente Franco,
en Asunción del Paraguay,
cuna de la Libertad de América).
Los cuervos se cebaban en mí,
apenas un trocito de la entraña dolida
de mi tierra escondida,
mientras afuera
-ahí cerquita, en un lugar inalcanzable-
ardían los lapachos,
que habrás visto explotando
entre el verde y el verde de setiembre.
Después,
me cegaron la luz,
los lapachos, el río,
los pájaros, el pasto,
la sangre de mi tierra.
Querido Jean,
yo necesito hablar contigo
para saber si todo,
todo esto y aquello
es en verdad reflejo de mi memoria herida
o si sólo se trata
de alguna pesadilla
febrilmente soñada
entre lobos y medianoche.
Y necesito, además, hablar
para no ahogarme...
CARTA A JOSÉ MARÍA
En respuesta a su libro Poemas
José María,
desvelado pastor de un rebaño de cantos,
de recuerdos,
de presencias
en un campo de niebla,
patria de mis heridas.
José María hermano,
yo no sé qué palabras decirte,
a ti que te quedaste
a poblar con tu voz nuestra ausencia,
y que has visto apagarse la lumbre,
crecer la escarcha del silencio
hasta desdibujar
las flores del lapacho.
A ti, amigo de la frente empinada,
de la sonrisa abierta,
de la voz constelada de nidos
y de alguna ventana entornada a la tarde.
A ti, compañero de andanzas y de tragos.
Recuerdo como si fuera ayer
nuestra llegada a Vigo.
Luciano llora besando la tierra
de sus recuperados pasos.
Galicia, cercana para ti,
más distante en el tiempo para mí,
tan honda en los dos por el efecto
nos recibe con su luz de morriña,
su cariño de muchacha tierna.
Trini nos abre la puerta,
el corazón,
la huerta de la vieja casona
que conoces de siempre
(porque Pura, tu madre,
y la madre de Pura... ).
La risa de María Emma
ilumina las rías.
Y en Pontevedra,
Vicente nos lleva hasta el puerto
para comer sardinas
que saben todavía
a la última estrella de la noche.
¿Te acuerdas del botafumeiro
embalsamado del sueño?,
¿de los fuegos la noche del Apóstol?
Nuestros ojos redondos
recogían las chispas
que empapaban Santiago
(donde ahora duerme José Domingo
bajo la lluvia mansa de sus cabellos blancos).
La primavera explota
en la cáscara de los melocotones,
en los huesos nuevos de las cerezas,
en las tascas de la calle del Franco,
con unción recorridas,
puerta a puerta,
mientras un río fresco
de Ribeiro nos surca
y se nos encasqueta la alegría.
Y de golpe,
aquí donde aprendí el otoño,
el gris de los inviernos
-ese gris sin compuertas-,
aquí,
empapado de sombra,
calado de tristeza hasta los huesos,
con toques de sollozo me sacude
este otro viaje que emprendemos,
compañero José, de la tierra a la tierra,
tú adentro,
viendo crecer la marea amarga de la afrenta,
la espuma del temblor,
yo afuera,
con el llanto crecido hasta el borde de los labios,
ahogándome de ausencia;
tú fuera de la ponzoña,
yo dentro de la nostalgia.
Cabotaje de niebla
en las amargas aguas
-aguarriba, aguarrabia-,
recalando en islotes
de dolor,
de impotencia,
de pan-mierda-comer
día tras día,
de desgarrado exilio,
tú adentro,
yo afuera. . .
Cabotaje de ciegos,
de niebla pertinaz,
pero no eterna.
En el fondo del ojo de la noche
persiste con tranquila inminencia
la pupila pálida del alba,
arasy,
irremisible madre de la luz.
Y cuando,
después de tanta oscuridad,
amanezca sobre la tierra de nuestras cicatrices,
allí estaré,
José María amigo,
para arropar mi mano peregrina
en la cálida mano de tu voz compañera.
PRISIÓN
CRONOLOGÍA
1
Entre sombras
oigo los golpes ciegos
del cercano reloj
que lento, inexorable,
me va enterrando el día,
las horas de la rabia,
los interminables minutos de impotencia,
la eternidad transida del bostezo.
2
De noche los mosquitos,
por la siesta las moscas,
todo el tiempo las ratas.
¿Sentirán, quizás,
el pedazo de muerte
que aquí nos va creciendo?
FLORACIÓN
Cuando me trajeron,
una siesta amarilla y morada,
los lapachos furiosos explotaban
en el cielo de octubre.
Los jacarandás,
aunque no los vea,
riegan sus pequeños cielos
sobre las veredas.
Aquí los tengo.
Ni las rejas,
ni la humedad,
ni el olor leproso
que me impregna la piel
me los podrán quitar:
a un hombre libre
apenas si le pueden apresar el cuerpo.
MURALES
En la pared
encontré un nombre escrito y una fecha.
Salud, compañero, contesté el mensaje,
y me sentí menos solo.
En el muro de enfrente
alguien ha dibujado
un rancho de dos aguas,
con su corredor y su cocotero.
Cuando la sombra aleve
me aprieta las pupilas,
el ranchito, de golpe,
abre una ventana con sol:
una bocanada de vida.
NECROLÓGICA
Acabo de leerlo.
Alejandra Pizarnick
terminó de suicidarse en Buenos Aires.
Cuando la conocí,
hace tiempo en París,
ya había iniciado
la larga travesía
entre un río de ausencia
y una pieza de niebla,
donde su sed le aguardaba.
Había en su mirada
la firme, la dulce decisión
de llegar al obstinado puerto.
Aquí,
a mitad de derrota
de sus navegaciones,
la comprendo aún mejor.
ESPEJISMO
De siesta y por la noche
viene una niña a buscar
los restos de comida.
Tiene los ojos tristes
y una sonrisa herida de mujer hecha.
Su presencia frágil, ambigua,
es tan extraña en este sitio
como una flor abierta
en el desierto.
PESADILLA
Como el perro de Pavlov,
cuando suena la noche
recomienzo con mi rumiar
de sueños.
Viscosas larvas,
cucarachas de miedo
rodean mi cadáver
cuando el día devuelve la mañana.
Esas mañanas que no tienen aurora.
LLUVIA
Llueve desde algún cielo olvidado.
Está la tentación de volverse ridículo
y escribir los versos más tristes esta tarde.
Llueve en el cuadrado sucio
mientras oigo al rudo Job
maldecir el humillado día.
No es la lluvia la que engendra la aflicción.
La iniquidad brota del hombre.
Pero el rayo también es hijo suyo,
y algún día veré caer
sus casas faraónicas
hincadas en el polvo
sobre sus sucios corazones
de putrefacta arcilla.
Por momentos,
la lluvia me trae
la limosna piadosa de un consuelo:
muchos te acompañan,
están contigo en el afecto.
Mendrugo compasivo de mentira.
Aquí uno está solo,
aunque llueva,
en medio de su voz sin eco,
sus fantasmas,
su angustia fácil,
su digestión difícil,
sus lágrimas de plomo,
sus nostalgias furiosas,
su palabra enferma,
su tristeza
y sus moscas.
Solo,
aceptando el mundo en préstamo
para sobrevivir,
como si valiera la pena.
Porque la salmuera del recuerdo
duele sobre las heridas.
Y uno está tremendamente solo,
aunque llueva.
MÚSICA DE LA MEMORIA
Hoy hace un mes,
o un año,
tal vez un siglo
de silencio
entre las mansas cucarachas
del olvido.
Pero anoche
una leve humareda de música,
una ráfaga de notas en el viento
desató el nudo de mis manos,
el hosco garrotillo en mi garganta
y el mundo me cayó
sobre los ojos,
sobre los labios,
goterones de voces,
de lágrima o de plomo
después de la sequía.
Hasta entonces lo huía.
Por ejemplo, no podía pensar
el otoño rojizo de París,
el París de herrumbrados castaños
y plazas escondidas.
Ni siquiera podía
evocar los jacarandás
azuleando el cielo
en las calles de la ciudad prohibida.
Es que el sol es apenas
un recuerdo manchado por las rejas.
Este es el fondo más hondo del pozo
y esta oscuridad se asume en soledad,
con la angustia, las moscas,
los olvidos, las ratas monstruosas.
La memoria es una llamarada
que quema, que lancina.
Y de golpe,
un traguito de música
puede más que las rejas,
que el dolor de la afrenta,
más que los interrogatorios,
que las garras prensadas de los cuervos.
PARÁBOLA DE LA ROSA
Anoche un guardia,
un hombre con el rostro
oculto por una máscara de sombra,
entre las rejas me pasó una rosa
cortada de algún jardín público.
"Viene de afuera", me dijo,
y sentí que un hálito de vida
me invadía.
Supe que en el fondo del pozo,
en el charco de un pecho
puede florecer una rosa.
Aunque la fetidez
la marchitó en seguida,
la rosa existe.
INCONGRUENCIA
¡Qué ridículo pensar
en el fondo de un calabozo
que el mar existe!
EVIDENCIA
Y de golpe comprendo
que mi patria,
la antigua tierra abierta
de los dueños del viento,
se ha vuelto este pedazo de sombra
entre cuatro paredes
y una reja.
LUGARES
Desde el fondo de la tierra hacia ti grito
en el desmayo de mi corazón.
Salmo 61
VENECIA
Donde se muere el tiempo
recomienza el amor.
Este canal me lleva sin rupturas
hasta la bizantina almendra
de tus ojos.
En el mosaico umbroso,
vidrios y palomas
se incrustan como besos
en la piel.
El arco de tu cuerpo
sostiene el cincelado
capitel de quemazones.
Y las vetas de fuego polícromo
recorren las columnas,
las plazas,
las alcobas.
De un campo de penumbra
a una calle de sangre,
de una piazza de piedra
a un río sin riberas,
caminamos,
atravesando puentes
que conducen
del caracol de un sueño
al humo de otro sueño.
Nácar, concha, humedad,
espiral cadenciosa,
tiento,
a tientas
llegamos.
Venecia.
TOLEDO
Un aroma suave nos camina
desde un patio,
un naranjo,
un jazminero,
la brisa de la sierra.
Onda con onda
arremolino tu cintura.
Yo el brazo del río,
tú la orilla.
De una mata a un pedruzco
el Tajo nos arrastra
mientras en la tarde
hace pleno abril.
EL LUGAR
I
Y entonces el verano montó
hasta dolernos la risa.
El lugar suficiente
estaba allí
junto a los encendidos árboles,
al calor de la piel,
al movimiento alterno de las hojas.
Y cuando transpusimos
el umbral de los rombos,
a través de los vidrios
veíamos
nuestros cuerpos de música
largamente extendidos,
la luz de nuestra sangre,
río al borde del río,
fuego quemando el fuego,
ya nosotros el leño,
el cauce,
la memoria.
Es que a veces le llaman
también eternidad.
II
Lentamente, después
vendrá el otoño
a acariciar los vidrios
con sus dedos de cobre,
sus hojas coaguladas,
su nostalgia apenas sanguinolenta
(yo te seguiré contando
las etimologías:
dolor del regreso,
o quizás,
regreso del dolor).
Y llegará el invierno
con sus pasos de seda,
blanco y blanco hasta el llanto,
a florecer los apagados árboles,
más allá de los rombos
en la ventana.
La noche encenderá
las luces infinitas.
Y yo te buscaré
por el bosque azulado
de una rama desierta
a otra rama preñada.
El fuego de los leños,
el mismo que madurara el pan
cuando lo compartíamos
- ya siempre -
recordará el hueco de tu nombre.
Quizás en ese instante
nos invada la boca
un regusto de ausencia.
Pero el lugar existe.
Y al trozo de memoria
lo seguirán llamando,
quizás,
eternidad.
N. Y. CITY
Es que todos andamos
buscando por aquí
los conejitos blancos.
Los maricas de la 54,
la muchacha
- junco negro y cansancio -
que en la 42 sonríe con un hello tan triste,
o el viejo legañoso de la estación central.
Yo también,
caminante perdido en la maraña,
mudo entre tanta hojarasca de niebla,
pez en la pecera de silencio,
detrás de los vidrios opacos,
o de los vidrios rotos
por las calles de Harlem.
Perdido entre muchachas
de pulida sonrisa chees,
labios de rojo ketchup
y un balancín
entre el pecho y el sexo.
En el Danny Boy's
ingiero mi aséptica pitanza plastisápida.
Y aturdido de golpe,
me pregunto:
¿por qué gritan tanto?
¿Son en efecto
los amos del planeta,
o simplemente la obesidad
les subió a la garganta?
SICILIA
Toqué la rosa de los tiempos
con los dedos del corazón.
Hundí mis manos, mis raíces
en los ríos de sangre
que atraviesan
tu piel incandescente
de azufre y de paloma.
Palpé con mis pupilas
la interminable llama
de soles y de sales,
de tuétano y de piedra
que quema tu corteza
de pan al mediodía.
Ocre, verde, cobrizo,
explota tu espinazo
al contacto plomizo,
añil
del mar,
surcado desde siempre
por venas y por naves
de agónico furor
para negar la muerte.
¿Recuerdas aquel día
redondo en Scopello?
La hostia bizantina del sol
crecía en la montaña
sobre el agua dorada.
Higueras, tunas, rocas,
palmeras y cipreses.
El tramonto
desangraba lenta, majestuosamente,
el mar, el horizonte.
Y luego,
la luna más rotunda
enfruteciendo el cielo.
Eternidad metálica,
coagulada, concéntrica.
Nuestros pies caminando
- serpiente de calor –
kilómetros y espacios
de silencios y abejas
de viñas y cigarras.
Y de golpe,
el olor inmemorial del pan,
el fragor del melón,
el halo del panal,
la dulzura del higo,
la frescura luminosa del agua.
PROVENZA Y EL DESTIERRO
Amanece largamente
en Provenza
sobre los menudos cielos
de la lavanda
y la madura miel secreta
de los campos.
Amanecen todas las luces
y los gallos no cantan.
INDICE
EN MEDIO DEL CAMINO
Insomnio
Coda primera - Tristes
Toscana
Coda Segunda - 137
Muchacha como greda
EL DURO OFICIO
Tetâ
Patria
Mombyry güive
Ñanda Mañachi - Préstame el camino
Guarnipitán
Lejanía
Autorretrato
Paremiología del pan cotidiano
Huellas
Continuidad
Isla secreta
Ciudad sumergida
Carta a Jean, en Tolosa de Francia, que acaba de pasar por mi tierra
Carta a José María
PRISIÓN
Cronología
Floración
Murales
Necrológica
Espejismo
Pesadilla
Lluvia
Música de la memoria
Parábola de la rosa
Incongruencia
Evidencia
LUGARES
Venecia
Toledo
El lugar I, II
N. Y. City
Sicilia
Provenza y el destierro
Ecuador recuperado
Estambul
Jerusalén
Puebla de los Ángeles
Un sitio cercano de la muerte
MOTIVOS
Dos motivos kaigüe I, II
Variaciones sobre el deshabitado
Derrotas
Historia trivial
Cara o cruz
Feria de domingo
El río de Heráclito
Contra Heráclito
Balance
Sin palabras
Círculo
CANCIONES ANTERIORES
Al filo de Omega
Palabras casi dichas
Variaciones sobre la navidad ausente I, II
Salvación de la reja
Mañanita
NOCIONES DE HISTORIA PERSONAL
Primera versión
Segunda versión
ENLACE RECOMENDADO A OTRA OBRA DEL AUTOR
(HACER CLIC SOBRE LA TAPA)
LITERATURA GUARANÍ DEL PARAGUAY
Por RUBEN BAREIRO SAGUIER
Editorial Servilibro, Asunción-Paraguay 2004
Versión digital, en la
BIBLIOTECA VIRTUAL “AUGUSTO ROA BASTOS”
del CENTRO CULTURAL DE LA REPÚBLICA “EL CABILDO”
ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA
(Hacer click sobre la imagen)