LA NIÑA QUE SABÍA VOLAR y
EL HOMBRE DE LA LLUVIA
Cuentos de NILA LÓPEZ
LA NIÑA QUE SABÍA VOLAR
En lo alto de una montaña que era toda verde y estaba llena de lapachos amarillos y pájaros azules, vivía una niña que sabía volar, como las pandorgas y los aviones. Se llamaba Carmencita y era tan delgada que el más suave viento la levantaba. Abría los brazos y los movía como si fueran alas verdaderas, rítmicamente, abajo, así, arriba, así, así y así. ¡Qué maravilla, revolotear! ¡Qué maravilla, la libertad!
Una tarde, cuando Carmencita regresaba a su casa desde la escuela, soplaba un viento tan fuerte que, sin abrir los brazos, comenzó a saltar de aquí para allá, como si fuera un tukú, chocando contra los viejos muros del pueblo.
Asustada, la niña quiso recordar las palabras mágicas que siempre la ayudaban a ganar altura. Pensó... pensó mucho, hasta descubrir los sonidos. Los cazó verdaderamente al vuelo y gritó, al tiempo que ya surcaba el aire: ¡Pereré-pereré! ¡Pereré-pereré!
Remontándose cada vez más se fue alejando de la montaña. Batió las manos y, alada, entró en la noche del espacio infinito. No tuvo miedo, sino ganas de cantar una pregunta: ¿Sueño o es verdad? ¿Es verdad o sueño yo?
Y en ese mismo instante aparecieron dos luciérnagas que la escoltaron en su viaje.
-Nosotras -dijo la luciérnaga más pequeña y brillante-, veníamos con un picaflor extraviado. Lo guiábamos en la oscuridad.
-¿Qué buscaba él? -dijo Carmencita.
Las luciérnagas explicaron a coro que la reina de las aves le había dado a él la misión de encontrar a la única niña del mundo que sabía volar.
-¡Soy yo, soy yo! -gritó feliz Carmencita. Entonces el picaflor dio una voltereta y se ubicó delante de la niña, para indicarle con un dulce trino que lo siguiera.
De esta manera las luciérnagas, la niña y el picaflor volaron juntos hasta llegar a un jardín encantado donde se erguía, luminoso, el palacio de la reina de las aves.
-¡Pereré-pereré! -dijo la reina al saludarlos, moviendo sus coloridas plumas-. Has llegado hasta aquí para saber por qué vuelas.
-¡Vuelo porque vuelo! -aclaró la niña.
Tímidamente, el picaflor habló:
-Se puede volar dormido o despierto. Cuando vuelas y sueñas llegas a las casas de la fantasía. ¡Enséñales a entrar en ellas a todos tus amiguitos!
-¿Cómo, cómo?
-Simplemente -dijo la reina de las aves-, tienen que imaginar una luz muy dorada y repetir con toda el alma: ¡Pereré-pereré! ¡Pereré-pereré!
EL HOMBRE DE LA LLUVIA
Nadie sabía a ciencia cierta cuál era su nombre, pero todos lo conocían con el título honorífico de Señor de la lluvia. Él era pensativo y distante, como si tuviera unas preocupaciones diferentes a todas. Los viejos del pueblo lo respetaban y las mujeres jóvenes se deleitaban viéndolo caminar con unos pasos tan gráciles, que parecían de duendes o de ángeles.
A los niños, sí, les parecía mucho más misterioso que un misterio de verdad. Conocían la manera en que disolvía nubes en menos de dos minutos, con solo concentrarse y escoger una, para mirarla luego fijamente durante dos minutos. ¿Adónde se iría esa agüita? Qué importaba, si la masa blanca, copo de algodón, ya no estaba allí. Y así, cuán ligero llegaba y salía, ponía en las cosas sus gestos, su impronta, dejaba a su paso perfume ligero, como del pasado, casi del futuro...
Unos comerciantes muy ingeniosos decidieron utilizar sus extraños poderes para beneficiar a todo el mundo, sobre todo en épocas de sequía, cuando los animales y las plantas se quejaban más que los seres humanos, con sus propios cuerpos adelgazándose en materia, puro ojos abiertos en su sed enredados.
Al desgaire, lo incitaron a convocar a la lluvia en una zona desierta del Chaco paraguayo, donde el ganado se moría sin remedio.
Cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, todo el campo se inundó de ese olor con olor a campanillas y frescura, y el hombre de la lluvia también soltó sus lágrimas. Todos pensaron que él sabía hacer llover, pero era su primera vez también para sí mismo.
Probando y probando, constataron que todas las lluvias del universo entraban en el círculo de su llamado, y comenzaron a llevarlo de aquí para allá. Las lluvias le pisaban los talones al extraño señor.
Observando tal prodigio otro grupo de empresarios decidió utilizarlo para evitar las inundaciones, proponiéndole que pusiera su cabeza al revés. Solo él podía lograrlo. Expectantes, hurgaron en su respuesta silenciosa. Dio un pequeño giro con la mirada, que parecía abarcar todas las montañas y preguntar sin palabras por qué no se conformaban. ¿Cuántos talentos más debía mostrar? ¿A qué dioses ocultos debía representar?
Cuando al día siguiente lo buscaron él ya no estaba en su casa ni en ningún otro sitio. Era como si una correntada de viento se lo hubiera llevado a otras tierras más secas donde seguramente otro día, de nuevo, un puñado de gente feliz lo nombraría el señor de la lluvia.
Fuente:
(CUENTOS Y POEMAS PARA NIÑOS Y ADOLESCENTES)
Editado con el auspicio del FONDEC
QR Producciones Gráficas S.R.L.,
Diciembre, 2002 (210 páginas).
EL CANTO DE EVA, 2013 - POEMARIO DE NILA LÓPEZ
COMPLETAMENTE ÚNICA
No calculaba cifras:
eran inexistentes,
más en su fondo oculto
la visitaban sombras,
detalles animados
que se multiplicaban
en ceros, ceros, ceros
muriendo y reviviendo.
Su caricia era única
y ella misma era única.
Única sin desbordes
asaltando los años.
SIN MITOS
Sencilla y refinada
mira con estupor
el avance certero
de las hordas que pasan.
¡Había otros aquí!
No estaban en el mito.
DESDE EL MONTE
Sin límites ni fuegos
era su padre y madre.
Todo multiplicado
en los meses hambrientos
cuya gloria marcada
era esperar que Adán
regresara del monte.
VACILANTES
Escribían su historia
con pasos vacilantes
y aguardaban ansiosos
que los reconocieran.
Eva no lo logró.
La soledad pintaba
en su alma y su cuerpo
misteriosos designios
que nada revelaban.
COMO UNA MARIPOSA
Surgiste como un sueño,
como una mariposa
de tonos muy suaves
y alas sin desplegar.
¿Quién impulsó tu vuelo?
Te vieron entre nubes
diciendo una oración
para jamás bajar
a esta Tierra sin fin.
EL VERBO
¿Nunca tuviste miedo
en ese interminable paraíso?
¿Tenían nombres los hechos
o desde algún ocaso
el verbo se escapaba
diminuto y cansado
de una espera tan vana?
TU MISMA
Todo estaba vacío
pero igual te empeñabas
en buscar en el agua
la imagen de tu rostro.
Muy poco te contaba:
los ojos agrandados,
y ese afán insondable
de saberte tú misma.
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EL CANTO DE EVA, 2013. Poemario de NILA LÓPEZ
Editorial SERVILIBRO
Asunción – Paraguay
Octubre 2013 (116 páginas)
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