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ALFREDO M. SEIFERHELD R. (+)
  EL FINAL DE LA ERA LIBERAL EN EL PARAGUAY - Por ALFREDO M. SEIFERHELD


EL FINAL DE LA ERA LIBERAL EN EL PARAGUAY - Por ALFREDO M. SEIFERHELD

EL FINAL DE LA ERA LIBERAL EN EL PARAGUAY

Por ALFREDO M. SEIFERHELD


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La recompensa que los ex-combatientes y sus familias
 
esperan de nosotros no son palabras sino hechos.
 
Hemos abusado de las palabras
 
y continuamos siendo parcos en los hechos.
 
Eusebio Ayala
 
 
 

El miércoles lº de enero de 1936, cuando en sus minutos iniciales chocaron las copas con augurios para el año nuevo, lejos estaba la cúpula del gubernista PARTIDO LIBERAL de sospechar que éste sería el postrero de su dilatado predominio de treinta y dos años. ¿Qué podía temer un gobierno que, a criterio propio, había conducido al pueblo a la victoria en tres años de larga guerra? ¿Qué podía temer, el PRESIDENTE EUSEBIO AYALA, caracterizado como pocos por su capacidad y honradez, en ese año de 1936 en que se votaría por un nuevo presidente constitucional? ¿Qué podía temerse, en suma, en esa madrugada del 1° de enero, teniendo de Comandante en Jefe al conductor de los Ejércitos del Chaco, el general JOSÉ FÉLIX ESTIGARRIBIA?
 
En aquella perspectiva oficial no cabían las sospechas capaces de materializarse en un cambio efectivo del timón gubernamental. Y, sin embargo, el momento seria erróneamente interpretado. En el pueblo bullían aspiraciones de cambio, de respuestas concretas a problemas concretos. Pero si quienes buscaban una corrección no sabían a ciencia cierta lo que deseaban, tampoco el gobierno atinó a dar con una salida apropiada a una situación de posguerra, parecida a tantas otras en la historia, en la que un pueblo reencontrado con un pasado de gloria que siempre creyó le pertenecía, deseaba ser algo más de lo que había sido antes. Mocetones que abandonaron el arado; jardineros, choferes, universitarios y el común del pueblo habían adquirido grados militares que no tenían otrora. El abogado era ahora capitán y el changador del puerto teniente. Se habían jugado la vida allá lejos y ahora estaban decididos a hacer valer esos títulos para salir del atraso. Pocos advirtieron, en ese momento, la magnitud del cambio reclamado.
 
El PRESIDENTE AYALA fue uno de ellos, aunque no del todo. Públicamente reconoció el 3 de octubre de 1935 que "una profunda revolución se está operando en nuestra nación, revolución cuyo proceso radica, por hoy, íntegramente en las conciencias". Más adelante, aquél advertía a sus propios correligionarios: "No nos aferremos, nosotros que pretendemos ser guías e inspiradores del pueblo, a las viejas concepciones que van caducando. Un inmenso soplo de esperanza corre por los ámbitos del país. Una intuición de mejores días alienta a las masas. Falta que las clases responsables de la sociedad asuman el papel que les corresponde, en nuestra democracia". (1)
 
Sin abdicar de sus principios liberales republicanos, Ayala reclamaba de la clase dirigente una mayor sensibilidad hacia los problemas y anhelos populares, la que difícilmente hubiera sido concedida por medios pacíficos. El país aún estaba hondamente conmovido por la guerra, que sembró de treinta mil cruces su territorio y extendió sus reclamos a los estratos populares que sostuvieron aquellos mil cien días de lucha con su alta cuota de sangre y sacrificio. Las discriminaciones en las movilizaciones en beneficio de las clases adineradas durante la guerra, y las desmovilizaciones masivas a su término, añadieron un nuevo elemento a la rebeldía, que no radicaba exclusivamente en las conciencias como lo creía EUSEBIO AYALA.
 
En enero de 1936 el Paraguay seguía siendo un país pobre y aislado por la geografía. La estabilidad económica iniciada con el PRESIDENTE ELIGIO AYALA en 1924 había sido un paso trascendente a la búsqueda de la democracia y de una mayor participación del pueblo en las cuestiones públicas. Pero en el campo, las limitaciones culturales y económicas eran casi insalvables. Con unos 900.000 habitantes para un territorio que con el Chaco recuperado orillaba los 450.000 kilómetros cuadrados, el país carecía de caminos permanentes, de flota mercante, de electrificación y de puestos sanitarios en el interior. Su comercio se limitaba casi exclusivamente a la Argentina y su ferrocarril central, atrasado y obsoleto, de capital inglés, contaba con una sola vía que de Asunción llegaba a Encarnación para empalmar desde 1913 con la vecina Posadas. Otros tramos cortos existían esparcidos en el Chaco y el Departamento de Concepción, pero de poca gravitación salvo en lo económico. Las arcas fiscales estaban exhaustas y la mecanización del agro no se conocía. Solamente la industria azucarera, la cárnica, la de petit grain, los cueros y la exportación de algodón, yerba mate, tabaco, maderas y otros productos aportaban los necesarios pesos argentinos para equilibrar la balanza comercial.
 
La capital, Asunción, no pasaba los 80.000 habitantes. Sin servicios sanitarios ni cloacales, las aguas de los raudales en días de lluvia abrían anchos surcos en sus calles de tierra y arena. Las que estaban empedradas -que alguna vez el jurista TEODOSIO GONZÁLEZ calificó de "empeoradas"- resistían mejor los embates de la naturaleza, aunque cubiertas de yuyo y pasto. El transporte a tracción a sangre sobrepasaba ampliamente a los pocos centenares de automóviles y camiones que traqueteaban junto a las líneas tranviarias que unían algunos barrios del perímetro urbano. Ciudad privilegiada por la naturaleza, en la Asunción de la época se equilibraban en cambio los espacios verdes con los amplios corredores y largos ventanales, adecuados a los rigores del verano. Intendentes como ALBINO MERNES, MIGUEL ANGEL ALFARO, BALTAZAR BALLARIO y PEDRO BRUNO GUGGIARI habían hecho esfuerzos por mejorar la imagen de la vieja ciudad, que aún conservaba rasgos de una típica capital sudamericana del siglo diecinueve. Pero la falta de recursos y la inestabilidad política podían más que los esfuerzos aislados no siempre comprendidos por los gobiernos, preocupados por su propia estabilidad antes que por el hermoseamiento de la ciudad.
 
Para la mayoría de los inmigrantes llegados desde principios del siglo XX, incluyendo aquéllos de origen alemán, italiano, español y hebreo, la impresión que causaba Asunción era poco menos que decepcionante. Provenientes muchos de viejas culturas y ciudades, resultaba por ejemplo un desengaño advertir el atraso del "mercado-guazú" (mercado grande) ubicado en el centro de la capital, donde los productos se exponían en el suelo, sin condición de higiene alguna. Los vigilantes descalzos, las vendedoras a lomo de burro fumando cigarro, la falta de hoteles adecuados (el llamado "Hotel del Inmigrante" tenía de hotel apenas el nombre), contrastaban, en cambio, con el buen pasar de las clases pudientes, donde no faltaba nada de lo bueno que producía Europa y el Río de la Plata, tradición cultural incluid.. Asunción había perdido, hacía mucho tiempo, su gravitación de los albores de la conquista, y de opulento no le restaba sino el pasado.
 
En el terreno político, el PRESIDENTE AYALA era resistido por un importante sector de su propio partido. En la dirigencia liberal se vivía un ambiente que hacía presagiar una lucha interna severa por la su cesión de EUSEBIO AYALA, en tanto un grupo de partidarios suyos reclamaba su reelección vía reforma constitucional. El presidente se había ganado, sin proponérselo, el encono de varios legisladores por su política de gobierno desvinculada del partido que lo había promovido a la presidencia. Esta postura, sumada a la angustiosa situación económica del país, motivó un frecuente enfrentamiento entre varios senadores y el Ejecutivo. Las cámaras, integradas exclusivamente por liberales desde que los colorados del sector eleccionista se retiraron con motivo de los graves sucesos del 23 de octubre de 1931, habían obstruido varios proyectos de Ayala. La creación del Ministerio de Economía en septiembre de 1933 provocó una verdadera ruptura entre el presidente y algunos legisladores, que habían sido partidarios del doctor LUIS A. RIART cuando en 1932 el Partido Liberal escogió entre éste y Ayala su candidato al más alto cargo.
 
El clima de desconfianza hizo exclamar a Ayala, en carta confidencial al ministro paraguayo en Buenos Aires VICENTE RIVAROLA, que "los señores senadores, constituidos en un grupo abiertamente hostil al gobierno, incitan a toda clase de sospechas, en el preciso momento en que el gobierno, más que nunca, requiere el apoyo de todos los hombres responsables". La carta, fechada el 13 de septiembre de 1935 y que hacía alusión a la difícil situación financiera del Paraguay, que buscaba afanosamente obtener nuevos créditos argentinos, concluía con estas palabras: "No puedo ocultarle la irritación que me causa diariamente la acción malevolente de nuestros políticos, que me llenan de elogios mientras afilan la daga para destruir la obra en que estoy empeñado. No sé hasta qué punto llegará mi paciencia. Lo único que puedo decirle es que ya está ella bastante gastada". (2)
Un fuerte bipartidismo enmarcaba la vida política paraguaya en aquellos años. Pero el Partido Liberal y el opositor Partido Nacional Republicano, como era conocido por entonces, se hallaban seriamente fisurados en sectores antagónicos, a cuya rivalidad la guerra de 1932 a 1935 solamente puso un paréntesis, mas no un olvido. Próximos a cumplir cincuenta años de existencia, ambos se habían alternado en el poder conservando los rasgos liberales que les dieron origen en 1887. (Para ANSELMO JOVER PERALTA, que representaría durante los primeros meses a la izquierda en el gobierno revolucionario de febrero, liberales y colorados eran "igualmente responsables del drama tremendo en que se debate nuestro país. Gobiernos formados por hombres de esos partidos prohijaron la política agraria que trajo el latifundio y al mismo tiempo el atraso, la miseria y la despoblación del campo paraguayo y abrieron, con obsecuencia y liberalidad inconcebibles, las puertas del país a la penetración del capitalismo extranjero, entregándole la gerencia de la economía nacional y el control de las condiciones materiales de existencia del Paraguay, a cambio de los míseros treinta dineros". (3))
En el mismo espectro político actuaba la "LIGA NACIONAL INDEPENDIENTE", integrada por una elite de intelectuales y profesores universitarios. (Fundada el 14 de mayo de 1928, la liga, que se autodefinía ideológicamente "como la avanzada del liberalismo social, de esencia reformista", preconizaba, entre otros postulados, "la justicia social, estableciendo condiciones y seguridades de existencia y de trabajo equitativas y humanitarias para el desarrollo del bienestar físico, moral e intelectual de los asalariados", así como la "intervención legal del Estado en los yerbales y grandes empresas, con el fin de Introducir condiciones cada vez más equitativas y humanitarias de enganche y trabajo en los mismos").
 
El anarquismo imponía por su parte su presencia en los sindicatos con su manera romántica y poco pragmática de vivir la realidad. La juventud se agrupaba, en las universidades, en una izquierda sin definición. El Partido Comunista Paraguayo, creado en 1928, se hallaba interdicto, pero reclutaba para sus filas entre trabajadores y estudiantes. Los totalitarismos europeos occidentales, el nazismo y el fascismo, contaban todavía con escasos adeptos, con excepción de italianos y alemanes que habitaban el país, aunque sin acceso a los centros de poder ni a la prensa o la cátedra.
 
Donde la credibilidad de los dos partidos políticos tradicionales se hallaba seriamente cuestionada era en importantes sectores de la juventud secundaria y universitaria de Asunción, Villarrica, Concepción y unas pocas ciudades más. El partido de gobierno, con el desgaste propio del poder, no pudo ya desligarse de su responsabilidad en la muerte trágica de los estudiantes frente al Palacio de Gobierno en 1931, lo que provocó una ruptura definitiva de la juventud estudiantil con el liberalismo. Los colorados, por su parte, no ofrecían una imagen distinta: sus mejores hombres habían desaparecido y la división campeaba en sus filas. Muchos colaboraban con el gobierno, y pocos atinaban a orientar a aquéllas para recuperar el poder abdicado en 1904. Los hombres de la Liga, que habían perdido en 1933 a su mejor figura, ADRIANO IRALA, contaban en cambio con la ventaja de no haber sido gobierno. Pero a su influjo escapaba más del noventa por ciento de la población rural, para quien la tradición del paÑuelo rojo y azul era definitiva.
 
En aquel ambiente, la juventud cuestionaba cada vez con mayor dureza los actos del gobierno, aun cuando no siempre existieran razones. Los alrededor de 120.000 ex-combatientes del Chaco constituían un nuevo factor de poder aunque su mayoría absoluta provenía también de ambos partidos tradicionales. Sin embargo, los estudiantes reservistas que habían vestido el verde-olivo establecieron con numerosos combatientes, incluyendo a los del cuadro activo, una estrecha relación, en la cual había notoria coincidencia crítica hacia el gobierno. Para la eclosión de esta favorable coyuntura solamente faltaban algunos ingredientes, que el mismo gobierno se encargó de proporcionar a los descontentos para hacerles olvidar sus propias diferencias.
 
 

MUERTE DE SALOMÓN SIROTA
 
Uno de ellos fue, entre los jóvenes contestatarios, la muerte sorpresiva de un periodista y universitario ,judío, SALOMÓN SIROTA, polaco naturalizado paraguayo, nacido en 1906. Sirota había llegado al Paraguay con ideas de izquierda hacia 1926, acompañado de una hermana. Maestro de escuela en Buenos Aires, tenía inclinaciones por las matemáticas. Sus discusiones sobre la materia con el profesor Cleto Sánchez, en el Colegio Nacional de la Capital, llamaron la atención hacia aquel joven de baja estatura y rasgos físicos poco logrados,
 
El ambiente que encontró Sirota era propicio para la rebeldía y la siembra de nuevas ideas. Uno de sus coetáneos más inquietos de la época, FRANCISCO SÁNCHEZ PALACIOS, afirmaría que "a consecuencia del escepticismo manifiesto en importantes sectores ciudadanos, sobre todo juveniles, respecto a los partidos tradicionales y la coincidente agitación con acento marcadamente emocional y de contenido hondamente social promovida especialmente en el seno estudiantil, incitando a la asistencia a la masa obrera en sus empeños reivindicatorios, etc., surgió un vigoroso movimiento cívico, definidamente antitradicionalista, pero sin clara orientación respecto a sus objetivos filosóficos, sociales y políticos y los procedimientos a aplicarse para alcanzarlos". (4)
 
La falta de claridad en las propuestas está patente en el documento que con el nombre de "EL NUEVO IDEARIO NACIONAL" fue lanzado en agosto de 1929 como un "manifiesto a los trabajadores y hombres jóvenes de todos los partidos". (5) Dicho "Ideario", suscripto por jóvenes identificados con una postura. progresista, era una exaltación del socialismo, una crítica al liberalismo, al fascismo y al comunismo, así como un llamado a la unión de jóvenes y trabajadores contra el GOBIERNO DE JOSÉ P. GUGGIARI. ("El Nuevo Ideario Nacional", firmado entre otros por Oscar A. Creydt, Obdulio Barthe, Aníbal Codas, Cosme D. Ruiz Díaz, Humberto Amábile, Máximo Pereira, Carlos Codas, Clitofonte Lepretti, Augusto Cañete, Sinforiano Buzó Gómez, Gregorio Vidas, Francisco Sánchez Palacios, Nicasio Brítez y Aparicio Gutiérrez, afirmaba que en el Paraguay, "con el pretexto del 'peligro comunista', más que nunca se intensificaba la acción del oficialismo contra la propagación de las organizaciones obreras en la campaña. Es que el gobierno, decía el 'Ideario', cómplice del capital extranjero, está convencido de que la sindicalización y federación de la clase productora son los únicos medios eficientes de que ésta dispone para proteger el fruto de su trabajo contra la codicia de empresarios, terratenientes y comerciantes... Esta es la forma cómo el Partido Liberal ha venido 'protegiendo' a los trabajadores y campesinos del Paraguay: vendiendo sus brazos al oro extranjero y alcoholizándolos cada vez que de ellos necesitaba para las elecciones y luchas fratricidas". (pp. 32/33) El mismo documento anuncia más adelante su postura contraria al fascismo y al comunismo, subrayando: "La diferencia que nos separa tanto de la Rusia comunista como de la Italia fascista consiste en nuestra disconformidad categórica con toda forma de gobierno centralizado, oligárquico o dictatorial. Queremos la emancipación integral de la clase trabajadora, no sólo en el orden económico sino también en el político. Y afirmamos que su liberación política constituye al antecedente necesario y la premisa obligada de su manumisión económica".)
 
La escasa energía demostrada por éste, y las especiales circunstancias de política internacional que se vivían con el conflicto por el Chaco en ciernes, permitieron que la juventud, aleccionada por ideas de cambio y por un interés más concreto hacia los problemas sociales inmediatos, se organizara para capitalizar el déficit oficialista. Los principios de la "Reforma Universitaria de Córdoba" de 1918 y las transformaciones políticas europeas significaron un importante aporte para las generaciones paraguayas de los años veinte. En ese ambiente, Salomón Sirota desarrolló sus actividades, haciendo a la vez periodismo y docencia. En tiempos de la guerra con Bolivia fue deportado bajo acusación de dedicarse a "actividades comunistas" y regresó al país en 1935, concluida ella. A su llegada al puerto de Villeta fue detenido y derivado al Departamento Central de Policías
 
Las versiones sobre lo allí ocurrido con él son dispares, pero existen testimonios coincidentes en el sentido de que sufrió tratos inhumanos que precipitaron su muerte. SIMÓN SCHVARTZMAN, amigo de Sirota, recuerda que éste padecía de una afección pulmonar y que había sido alojado, a finales de 1935, en la policía con guardia a la vista. Según referencias de Schvartzman, Sirota confesó a él y a Manuel Fridman -que lo visitaron en la Sala de Primeros Auxilios de la Asistencia Pública ya a principios de enero de 1936- que había sido golpeado para entregar información sobre sus actividades políticas. (7)
 
El domingo 5 de enero de 1936, a las tres de la tarde, expiró Salomón Sirota, provocando su caso general indignación en el estudiantado. La noticia se conoció con mayor amplitud al día siguiente. El diario "CRÍTICA" aludió a su "inesperada muerte" señalando que "el estudiante Sirota fue toda una brillante inteligencia y una dorada esperanza para la patria" y que en el seno de la masa estudiantil "era apreciado por sus dotes de camarada y caballero". (8) Las referencias detalladas sobre su muerte no se conocieron de inmediato. El sepelio, el día 7 en el Cementerio Israelita, convocó al estudiantado, que durante la prisión de Sirota se había solidarizado con éste con el lema de "Basta de torturar al camarada Sirota" (9).  El matutino "EL DIARIO" destacó que "el acto fue sencillo y severo. El ataúd fue depositado en una fosa ante el dolor callado de sus camaradas de estudio y amigos. “Ante la tumba de Sirota no se llora, se medita” dijo un camarada que tras las primeras paladas de tierra arrojadas sobre el ataúd, despidió al extinto con breves palabras". El mismo diario pro-oficial afirmaba a renglón seguido que "Sirota murió víctima de un atentado. Sus autores, añadió, hasta hoy se refugian en las sombras, pero tal hecho, que ha provocado una gran indignación en el seno del estudiantado, será indudablemente aclarado". (10)
 
La desaparición de Sirota, alumno de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Asunción, cohesionó todavía más a los universitarios en su postura crítica hacia el gobierno de Eusebio Ayala. Recién el 8 de enero, "CRÍTICA" daba la voz de alerta sobre lo ocurrido. "Nos informan -decía la hoja dirigida por Juan B. Colunga- que Sirota, que ha sido detenido por 'comunista' había sido encerrado en estado de enfermedad en una oscura celda de la cárcel, muy húmeda y perjudicial para su salud, y lo peor es que no le han querido proporcionar médico alguno, dejándolo incomunicado. Y a consecuencia del mal trato pasado en la húmeda celda, murió. De ser cierto el caso, debe procederse a una enérgica sanción de los responsables de este hecho salvaje. Nada importa ser comunista o cualquier 'ista' en un país civilizado; lo que importa es que los detenidos no mueran en la cárcel por el mal estado de higiene de la misma" (11) El mismo medio de prensa resaltó la muerte de Sirota como habiendo provocado "un gran revuelo en la masa estudiantil", para subrayar más adelante que "uno de sus antiguos miembros, expulsado del país, reexpulsado de otro, tirado por la marejada de la vida de una a otra playa, una buena mañana apareció muerto en una de las celdas carcelarias". (La crónica, que se interrogaba sobre un probable suicidio, venía paradójicamente acompañada, en la misma página, por otro suelto titulado "LOS JUDÍOS", que era una suerte de inicio de campaña antisemita en la prensa paraguaya. Su texto no dejaba dudas sobre sus intenciones: "Son acaparadores de toda clase de cosas. Jamás crean (los judíos) valores, pero sí saben manipularlos como nadie y también saben utilizarlos mejor que nadie, de suerte que ellos tragan de todo lo que encuentran y se enriquecen dejando pelados a los demás. ¿Verdad que son indeseables?". Por una de esas contradicciones del periodismo, el suelto aparecía en "Crítica", cuyo primer director había sido, desde principios de 1929, un judío, JOSÉ E. LEVINSKY. La campaña prosiguió el día 10 de enero, en el mismo órgano, con la reproducción de un suelto del semanario "VIDA AGRARIA" titulado "LA PLAGA DE LOS JUDÍOS NOS INVADE", que venía seguido de estas líneas: "Con toda su parentela de embaucadores y delincuentes cuyas actividades criminales erigen como sistema de vida".(16) El artículo de "VIDA AGRARIA", publicación que aparecía como "DEFENSOR DE LOS INTERESES CAMPESINOS" bajo la administración de SEVER OUIDIELLO, afirmaba: "Sea nuestra voz de alerta. La terrible plaga de los judíos comienza a invadir al Paraguay tomándolo como campo manso para el ejercicio de sus actividades delincuentes. En toda la república va extendiendo sus tentáculos y tiene su base central de operaciones en los alrededores del puerto de Asunción... El gobierno permanece impasible y reagrava tal situación encomendando las importantes funciones de jefe de inmigración a un ruso judío. Se impone una reacción en esta política perjudicial para los intereses nacionales". Esta literatura, de corte nazista, no encontraba, en cambio, eco en la prensa cercana al oficialismo. "EL LIBERAL" y "EL DIARIO" no participarían de ella hasta 1938. Días después, "CRÍTICA" suavizó su tono apelando a la dicotomía del bien y el mal. Advertido quizá su redactor de una presencia judía en el Paraguay desde hacía tres décadas, el 16 de enero afirmaba que "los judíos son de dos clases: buenos y malos. Entre los primeros se hallan los que hace tiempo han venido a convivir con nosotros; y los otros, son los que hace poco llegaron al país expulsados de otros países. A los expulsados hay que controlarlos bien, y si resultan algo sospechosos, hay que mandarlos a otra parte". (17). Sin mayor aclaración al respecto, nada se decía que éstos no habían sido expulsados, sino que debían salir por las restricciones impuéstales en Europa. Los que aquí estaban tampoco se preocuparon por hacer alguna rectificación mediante otro suelto periodístico; en estas condiciones, el ambiente se hizo propicio para que la doctrina racial del nacionalsocialismo impregnara al periodismo y germinara entre los jóvenes).
 
La policía aclaró de inmediato que Sirota no murió como consecuencia de maltratos, y que tampoco estuvo recluido en la cárcel pública. Su deceso, según la institución policial, se había producido por tuberculosis. La versión indicaba que Sirota se había inyectado, a sí mismo, "una fuerte dosis de eroim" y otras ampollas que le provocaron una crisis nerviosa (12). La información no aclaraba, sin embargo, cómo había Sirota obtenido la jeringa y las ampollas en la policía, con guardia a la vista. La jefatura, a cargo del coronel PAULINO ANTOLA, indicó también que "el médico de policía, Dr. TOMÁS BERGOTTINI, fue el primero en ser llamado en socorro del eroinómano", para ser luego derivado a los Primeros Auxilios de la Asistencia Pública, de donde fue retirado cadáver. (13). Los antecedentes del caso pasaron al juez del crimen FRANCISCO ORUÉ SAGUIER, y las investigaciones presumiblemente no condujeron a nada debido al violento cambio político que se produjo en el país seis semanas después.
 
Pocos creyeron en la versión policial. El ensañamiento con Sirota hizo que "CRÍTICA" interrogara a la policía sobre "por qué se persigue a los llamados 'comunistas' y no a los llamados 'fascistas', 'hitleristas', o cualquier otro 'ista' de que está infestada la República? Todos los 'istas', son formas de la dictadura y están condenados por la Constitución, pues ésta repudia la dictadura en general. Por consiguiente, lo que debe hacerse es perseguir a todos estos partidos, o dejarlos vivir en paz también a todos. Pero está mal que se persiga sólo a uno, y no a los demás". (14)
 
La publicación quincenal "ALBORADA" fue más lejos en su crítica. Bajo la dirección de ALFONSO CAPURRO, acusó directamente al gobierno  de la muerte por torturas de Sirota. Su primer número de 1936 estuvo dedicado al desaparecido estudiante. "Sirota, decía el quincenario, nos ha señalado el camino del sacrificio: el aspecto heroico de los combatientes jóvenes que se baten por la causa de la renovación social" (15).  El gobierno tomó la decisión de clausurar la publicación, surgida en la efervescencia de la posguerra.
 
"ALBORADA" añadió así su nombre a la lista de limitaciones impuestas a la prensa en aquellos meses. "LA NACIÓN", órgano de la LIGA NACIONAL INDEPENDIENTE, no había sido autorizada a reaparecer, luego de su clausura con motivo de los sucesos de 1931. "EL ESTUDIANTE" habla sido cerrado; igual destino le tocó al dominical de "EL DIARIO" dirigido por MARCO ANTONIO LACONICH y OSCAR PINHO INSFRÁN poco antes del 17 de febrero. "PATRIA", vocero colorado, tampoco circulaba por aquellos días. Eusebio Ayala no era partidario, en sí, de coartar la labor de la prensa según sus propias declaraciones, pero la aplicación generalizada del término "subversivo" dificultaba una mejor comprensión del fenómeno de explosión en cadena que se producía en el país. (EUSEBIO AYALA toleró duras críticas provenientes de la prensa desde el término de la guerra hasta su caída en febrero de 1936. Su criterio personal, al respecto, está contenido en una carta reservada enviada por el mandatario, el 13 de noviembre de 1935, al MINISTRO RIVAROLA, significándole que "diariamente se ataca (por la prensa) a los ministros, a los altos funcionarios, a las reparticiones públicas. Felizmente, decía Ayala, ninguno de mis colaboradores piensa que yo sea capaz de tolerar esas cosas si estuviese en mis manos evitarlas. Yo sigo una línea de conducta, la misma die tiempo de guerra: impedir la salida de los periódicos cuando pienso que su propaganda va a ser subversiva o totalmente inconveniente; en cambio, dejar plena libertad a los diarios que se editan y que por lo demás pertenecen a personas o grupos de cierta responsabilidad. No deseo de ningún modo ejercer fiscalización, censura o intervención de otra naturaleza en los diarios. Prefiero las molestias cotidianas que importan para mí la frecuente falta de seriedad, de circunspección y hasta de patriotismo de algunos periódicos. La prensa paraguaya ha estado Incitando a los ex combatientes, a los oficiales de reserva y a cuanta gente puede sentirse lesionada contra los actos y las omisiones gubernativas. Nos acusan de no atender debidamente a los defensores del país, en sus diarios, mientras desde sus bancas legislativas nos niegan los recursos indispensables... Nuestros periodistas no pueden escribir un editorial sin atacar a alguien, sea a la CALT, sea al ferrocarril, sea a los ricos, sea al gobierno, sea a los países extranjeros, a la liga de las Naciones, etc. Es una modalidad nuestra que yo la cambiaría si supiera cómo". (19))
 
La clausura de la edición dominical de "EL DIARIO" provocó una dura reacción de sus responsables. LACONICH y PINHO INSFRÁN dirigieron el 10 de febrero una carta al presidente Ayala, donde tampoco faltaron los argumentos anti-judíos. Según aquéllos, si se seguía "persiguiendo a la juventud y a las ideas y clausurando diarios por ser independientes", la visión del Paraguay, dentro de diez años, sería la de un "país invadido por judíos". Y añadían ambos periodistas: "Asunción es la capital del mundo semita; la colina del Mangrullo se denomina Monte Líbano; la avenida Colombia avenida de Israel; el Cerro Lambaré, Cerro Sinaí"? (18)
 
A ese ambiente de hostilidad hacia el gobierno no era ajeno el Ejército, cuyos mandos medios e inferiores habían sido ganados por la prédica antiliberal. El carácter deliberativo que habían asumido -excepción hecha de un calificado grupo de profesionales que no discutía la autoridad civil de EUSEBIO AYALA- pronto convirtió a los cuarteles en el principal foco de la conspiración, pese a las reiteradas protestas que en contrario había hecho al gobierno su Comandante en Jefe.
 
 
FEBRERO DE 1936: ERRORES GUBERNISTAS PRECIPITAN LOS ACONTECIMIENTOS
 
Aunque ningún proceso socio-político trascendente puede delimitarse en tiempo tan estricto, los primeros dieciséis días de febrero de 1936 fueron decisivos para la sublevación- la madrugada del 17, de la I División de Infantería con asiento en Campo Grande, que puso término al gobierno de EUSEBIO AYALA. El mes comenzó con la convocatoria, el día primero, del Director de la Escuela Militar, coronel RAFAEL FRANCO, ante el Comandante en Jefe general JOSÉ FÉLIX ESTIGARRIBIA, quien le reclamó la entrega del mando de la institución a su cargo y  su abandono del país en 24 horas. (La conducción de la Escuela Militar por el coronel Franco había sido precedida de una borrasca que comenzó cuando fue designado, el 16 de septiembre de 1935, por expreso pedido de Estigarribia. Esto motivó la renuncia del ministro del Interior de Ayala, NARCISO MÉNDEZ BENÍTEZ, quien se negó a firmar el decreto de nombramiento de Franco, que en 1931 ya había sido separado del Ejército por participar de una conspiración contra Guggiari. FRANCO, al frente de la Escuela Militar, mantuvo su actitud de conspirador impenitente y de crítico de varias decisiones del gobierno, como las de otorgar al general Estigarribia la exorbitante pensión de 1.500 pesos oro sellado mensuales y la decisión de éste de condecorar, el día 12 de diciembre de 1935, a varios ayudantes suyos del Estado Mayor del Chaco con la "CRUZ DEL CHACO" a pesar de no haber éstos estado envueltos en combates. La paciencia del gobierno fue colmada cuando una asamblea de ex-combatientes, realizada en Itá el domingo 26 de enero, Invitó al CORONEL FRANCO, como Presidente de la Asociación Nacional de Ex-combatientes. En su discurso, Franco fustigó duramente al gobierno por el desamparo en que tenía, según sus palabras, al campesino ex-combatiente.)
 
Su negativa motivó un procedimiento militar llevado a cabo el día 2, que derivó en el APRESAMIENTO DE FRANCO y de numerosos oficiales que se solidarizaron con su Director. Poco después, Franco era expulsado del país junto al mayor BASILIANO CABALLERO IRALA, Comandante del Regimiento de Zapadores N° 1. Poco antes se había adoptado similar procedimiento con el de igual grado ANTONIO E. GONZÁLEZ, cuya deportación, según propio testimonio, "se produjo a raíz de enterarse el Comando de nuestro movimiento (conspiraticio), del cual yo participaba con alma y vida". (20)
 
La disposición contra Franco, González y Caballero provocó la indignación del grueso del Ejército, incluso de aquellos miembros que conocían los ajetreos conspiraticios en que estaban envueltos. La ofuscación subió de tono cuando el día 4 el Ministerio de Defensa Nacional a cargo de VÍCTOR ROJAS dio a conocimiento público un comunicado, indicando que "contra estos jefes existen presunciones fundadas de estar en contacto o en connivencia con elementos subversivos a su vez instigados y apoyados por organizaciones soviéticas" (21)
 
Una vez más, las organizaciones soviéticas estaban envueltas en un plan de conspiración cuando nada había más alejado de ellas que el Ejército paraguayo. El coronel Franco no era más que un soldado, crítico y valiente, de innegable prestigio en el Ejército. Deportado a la Argentina, el día seis de febrero se conocía un manifiesto suyo, de dura crítica. al gobierno. (22). Franco advertía no ser culpable de que "el pueblo sin distingo, el auténtico pueblo paraguayo, no el de los emboscados y logreros, alzarse mi nombre de jefe y de ciudadano como bandera nacional, y que la nacionalidad en trance de naufragar y de salvarse, hastiada de sus amos extranjeros y extranjerizantes, se dispusiese a votar un gobierno fuerte, popular y de prestigio, capaz de... devolver a nuestra democracia el imperio augusto de la Constitución sin trabas; de dar tierras en sus valles a los paraguayos sin hogar que enriquecen con su miseria a los terratenientes y de colonizar con paraguayos reimpatriados en vez de extranjeros indeseables".
 
La cuestión de los "extranjeros indeseables", que no tenía mayor relevancia entre los problemas que agobiaban al Paraguay, sería sin embargo empleada, una y otra vez, en perjuicio de las minorías, como tema meramente emocional, aunque con su carga de intencionada discriminación.
 
Como colofón a estas fricciones, estaba presente la denominada "CUESTIÓN PRESIDENCIAL", como era entonces conocido todo lo que hacía a la campaña electoral para designar un nuevo mandatario, esta vez para el período 1936-1940. EUSEBIO AYALA, sobrepasado por sus propios partidarios que agitaban su nombre para una reelección previa reforma constitucional, vaciló inicialmente, mientras el tema se ventilaba casi todos los días por la prensa y en las reuniones. Muchos liberales creyeron de buena fe que el presidente, de 60 años, buscaría su continuación en el poder, pensamiento en el cual les acompañaban sus adversarios políticos. Sin querer inmiscuirse directamente en la cuestión, Ayala hizo tibias manifestaciones de renunciamiento, que no resultaron del todo satisfactorias. Así, el 24 de octubre de 1935 había escrito a varios extranjeros de Villarrica que no podía seguir sirviendo al país "en la presidencia de la República, por razones de orden constitucional y político". (23).  Para enero de 1936 dos eran los candidatos liberales gubernistas, los mismos de cuatro años atrás: el ministro de Relaciones Exteriores Luis A. Riart y el propio Ayala. Riart, quien había renunciado al cargo el 20 de enero, siguió en él por pedido del presidente, en tanto sus partidarios llenaban los diarios capitalinos con adhesiones provenientes mayoritariamente de la Cámara de Diputados y de importantes caudillos del interior. (24). Los del presidente Ayala, contra su voluntad, no quedaban atrás. Adhesiones procedentes de las "fuerzas vivas" del país y del interior reclamaban la reforma constitucional y su permanencia en el cargo. Sin ánimo de desautorizar a sus promotores, Ayala dilató innecesariamente su negativa, en actitud similar a la adoptada en mayo de 1922 cuando siendo presidente provisional vetó una ley legislativa llamando a elecciones, veto que retiró luego de una semana, cuando ya era tarde. Catorce años después no quiso chocar frontalmente con quienes apoyaban su reelección, pero la demora dio pábulo a todo tipo de comentario. Recién el día 11 de febrero de 1936 dirigió una nota al presidente del partido, GERÓNIMO ZUBIZARRETA -la que se hizo pública el día 14- subrayando que era su deber "para evitar confusiones, reiterar ante la autoridad del partido", su "decisión definitiva de no aceptar plan alguno que implique la extensión del mandato presidencial que ejerzo, más allá del 15 de agosto de 1936". (25)

 

TRANSICIÓN VIOLENTA: el coronel RAFAEL FRANCO, derecha,

reemplazó el 20 de febrero de 1936 a EUSEBIO AYALA,

el último presidente civil electo por el Partido Liberal.

La doctrina nazi-fascista emergería muy pronto

en el gabinete de la revolución bajo la

conducción ideológica de los ministros

BERNARDINO CABALLERO y GOMES FREIRE ESTEVES.

 



LA I DIVISIÓN DE CAMPO GRANDE APARECE EN EL ESCENARIO POLÍTICO PARAGUAYO
 
El sábado 15 de febrero de 1936 el GENERAL ESTIGARRIBIA voló al Chaco para condecorar a oficiales de la Sexta División de Infantería, con asiento en Capirenda, al mando del coronel CARLOS J. FERNÁNDEZ. A despecho de advertencias policiales que anunciaban una conspiración próxima a estallar, Estigarribia decidió no posponer su viaje, para enterarse a varios cientos de kilómetros de distancia, dos días más tarde, que la I División de Infantería, jefaturizada por uno de sus hombres más leales, el TCnel. FEDERICO W. SMITH, se había sublevado y combatía en las calles de la capital contra fuerzas policiales, las únicas que se mantenían fieles al gobierno de EUSEBIO AYALA.
 
Los regimientos ubicados en Campo Grande, en las proximidades de Asunción, habían decidido jugarse la carta de la ausencia del Comandante en Jefe, cuya autoridad temían podía hacer zozobrar el golpe. El enfrentamiento duró hasta el oscurecer del día 17. La policía abandonó la lucha y Ayala, refugiado en el CAÑONERO "PARAGUAY" en la rada de Asunción, renunció en horas de la noche. Las principales figuras del gobierno, entre ellas el vice-presidente RAÚL CASAL RIBEIRO, fueron detenidas. Días después corrió igual suerte el GENERAL ESTIGARRIBIA, que regresó del Chaco para entregarse a las fuerzas de la revolución.
 
El gobierno liberal abdicó sin defensa civil y la revuelta le arrebató el poder militar con escaso derramamiento de sangre. Armados millares de ex-combatientes, un importante sector de éstos adhirió al movimiento triunfante del mismo modo como los universitarios que habían establecido estrecho contacto con la oficialidad de carrera. Arranca de entonces, hasta nuestros días, la preeminencia del poder militar sobre el civil en la vida política paraguaya. El CORONEL RAFAEL FRANCO regresó el día 19 y juró el 20 como PRESIDENTE PROVISIONAL. La revolución derogó la Constitución de 1870, impuso el lema "por la liberación integral del pueblo paraguayo" y conoció, de inmediato, sus primeras luchas internas por el poder. Por un Acta Plebiscitaria cesaron en sus funciones el presidente Ayala y los representantes de los tres poderes.
 
El documento, de autoría de GOMES FREIRE ESTEVES, ex-liberal cívico de inclinaciones fascistas, fue suscripto por el grueso de la oficialidad victoriosa, algunos de los cuales confesarían más tarde haberlo hecho sin leerlo, dada su extensión. El acta expresaba entre otras cosas "la protesta suprema de todo el pueblo de la República de todos los hombres y mujeres amantes de su tierra contra un régimen de bandidos de levita sobornados por el extranjero y de asesinos empedernidos que a través de varias décadas de violento predominio han terminado por constituir el foco infeccioso de los mayores males internos y externos que jamás hayan atacado con mayor peligro de muerte la salud moral y material de la República".
 
El acta, que acusaba al ex-presidente Ayala de "capataz de empresas extranjeras y negrero del siglo XV al servicio de ellas para estrangular obreros paraguayos y mercar con las funciones de las más altas magistraturas mediante pingües dividendos", mostraba casi al final sus primeras hilachas cuando coincidía con las reformas totalitarias europeas afirmando que "cumplimos en declarar, a la faz del mundo, que hacemos nuestro el principio de mayor defensa nacional que registra la Europa contemporánea: 'Ningún Estado tiene juez superior a sí mismo y puede comprometer su porvenir por el bien de otro Estado” (26)
 
En aquel ambiente, en el que los hechos se anticiparon a las ideas, pronto surgiría una puja por la preeminencia ideológica entre quienes se consideraban a sí mismos como autores morales de la revolución. El experimento político, que duraría hasta agosto de 1937, dejó como saldo, junto a diversas iniciativas de orden social cuya dimensión y alcances no fueron comprendidos en el momento, el impacto de la presencia militar, que adquiriría cada vez mayor gravitación en la vida paraguaya. Al mismo tiempo, el terreno se hizo propicio para el surgimiento de diversos totalitarismos, que encontraron su cohesión en el vacío de poder dejado por un partido fuertemente arraigado luego de más de treinta años de gobierno.
 
 

CITAS - CAPITULO 1
 
1) Ayala, Eusebio, "Patria y Libertad". Selección de discursos, artículos y documentos. Talleres Gráficos "Optimus", Buenos Aires, 1952, p. 261.
 
2) Rivarola Coello, Vicente, "Cartas Diplomáticas". Eusebio Ayala-Vicente Rivarola, Industria Gráfica del Libro S.R.L., Buenos Aires, 1982, p. 308.
 
3) Jover Peralta, Anselmo, "El Paraguay Revolucionario", Ediciones La República, vol. 3, Asunción, 1984, p. 19.
 
4) Sánchez Palacios, Francisco, en "Cómo viven hoy", diario ABC Color, Revista Dominical, 24 de enero de 1982, Asunción, pp. 14/17.
 
5) "El Nuevo Ideario Nacional". Manifiesto a los trabajadores y hombres jóvenes de todos los partidos, La Colmena S.A., Asunción, 1929.
 
6) Referencias de José Luis Nicora al autor.
 
7) Referencias de Simón Schvartzman al autor.
 
8) "Crítica", Año 6, N° 2.078, 7 de enero de 1936, Asunción, p. 1.
 
9) Referencias de Albo Capurro al autor.
 
10) "El Diario" Año XXXII, N" 9.643, 8 de enero de 1936, Asunción, p. 1.
 
11) "Crítica", Año 6, N° 2.079, 8 de enero de 1936, p. 1.
 
12) "El Diario", Año XXXII, N° 9.645, 10 de enero de 1936, p. 5.
 
13) "Crítica", Año 6, N" 2.081, 10 de enero de 1936, p. 1.
 
14) Idem, N° 2.082, 11 de enero de 1936, p. 1.
 
15) "Alborada", Año I, N° 8, enero de 1936, Asunción, p. 42.
 
16) "Crítica", N° 2.081, 10 de enero de 1936, p. 1.
 
17) Idem, N° 2.086, 16 de enero de 1936, p. 1.
 
18) "El Diario", Año XXXII, N" 9.673, 18 de febrero de 1936, p. 2.
 
19) Rivarola Coello, Vicente, opus cit., pp. 328/30.
 
20) Seiferheld, Alfredo M., "Conversaciones político, militares", vol. I, Editorial El Lector, Asunción, 1984, p. 220.
 
21) "El Diario", Año XXXII, N" 9.662, 4 de febrero de 1936, p. 1.
 
22) Speratti, Juan, "La revolución del 17 de febrero de 1936". Gestación, desarrollo, Ideología, obras. Escuela Técnica Salesiana, Asunción, 1984, pp. 335/40.
 
23) "El Diario", Año XXXII, N" 9.585, 25 de octubre de 1935, p. 1.
 
24) "El Liberal", Año XXIV, N" 7.314, 17 de enero de 1936, Asunción, pp. 4/8.
 
25) Idem, N" 7.337, 14 de febrero de 1936, p. 2.
 
26) "Acta Plebiscitaria del 17 de febrero de 1936", documento impreso.
 
 
 

Fuente:


VÍSPERAS DE LA II GUERRA MUNDIAL

GOBIERNOS DE RAFAEL FRANCO Y FÉLIX PAIVA (1936/1939)


Revisión técnica: Alfredo Seiferheld

Tapa: Jorge González Saborino

Editorial Histórica. Asunción-Paraguay 1985
 
 
 
 
 
 
 

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