EL PARAGUAY A COMIENZOS DEL SIGLO XX (1900-1930)
Por LILIANA M. BREZZO
COLECCIÓN LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, 9
© Editorial El Lector
Director Editorial: Pablo León Burián
Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina
Director de la Colección: Herib Caballero Campos
Diseño de portada: Celeste Prieto
Diseño Gráfico: César Peralta G.
Corrección: Nidia Campos
Portada: La Revolución en el Paraguay.
Revista "Caras y Caretas".
Fotografías: Biblioteca Nacional de Asunción
y del Instituto y Museo de Historia Militar de Asunción.
Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98
I.S.B.N. 978-99953-1-081-3
Esta edición consta de 15 mil ejemplares
Asunción-Paraguay 2010
CONTENIDO
PRÓLOGO/ INTRODUCCIÓN
LA AUTORA
FUENTES CONSULTADAS
PRÓLOGO
Esta obra es el resultado de la pericia investigadora y los años de consulta a fuentes pocas veces tenida en cuenta por la historiografía tradicional.
La doctora LILIANA BREZZO, nos permite comprender a cabalidad más allá de las constantes disputas que caracterizan a este período. La autora nos presenta además de las ya consabidas disputas partidarias las alianzas y los equilibrios realizados por los integrantes de la élite política paraguaya y los vínculos de ésta con los países de la región y las poderosas empresas extractivas que se instalaron en el Paraguay a finales del siglo XIX.
En primer lugar cuando se refiere a la lucha por el poder la Dra. Brezzo nos presenta ese Juego de Patriotas, en el cual se produjo el desplazamiento del Partido Colorado y su sustitución en el poder por parte del Partido Liberal. Dicha sustitución se produjo por el desgaste del poder y por sobre todo por las disputas entre los diversos sectores del coloradismo.
Desde 1904 en adelante la hegemonía liberal fue una lucha constante entre las diversas facciones de dicho partido que tuvo consecuencias directas no sólo en el gobierno sino también en el desarrollo de la vida económica del país.
En este sentido el libro contiene datos sumamente interesantes sobre el desarrollo de las diversas actividades económicas en el período estudiado.
Concluye este apartado con el análisis de la cuestión chaqueña que se convirtió en una causa que movilizó no sólo al gobierno sino a gran parte de la intelectualidad paraguaya de la época.
En el segundo apartado la autora se ocupa de un tema que pocas veces se analiza en la historia tradicional paraguaya centrada principalmente en los políticos, la autora considera que a pesar de las luchas intestinas la Vida era Bella pues el resultado del funcionamiento de la Universidad Nacional de Asunción así como de otras instituciones educativas a la par de centros culturales como el Instituto Paraguayo y el Ateneo Paraguayo fue el del desarrollo de una generación brillante como la de los Novecentistas y su labor en las diferentes áreas del saber.
Así mismo se analiza la labor de los intelectuales extranjeros que contribuyeron con su ciencia y su labor profesional al cotidiano quehacer intelectual paraguayo, además de la rica descripción de una polémica que hasta hoy en día resuena como una de las más significativas en cuanto a la concepción del pasado paraguayo entre el Dr. Cecilio Báez y Juan E O’leary
De la misma fue el resultado de comprender la sociedad desde la visión lopizta y antilopizta que aún marca algunas visiones de nuestro pasado.
Por último se ocupa de dos aspectos trascendentales uno la celebración del centenario y el otro el análisis en detalle de la contribución de los intelectuales paraguayos en la justificación de los derechos paraguayos sobre el disputado territorio chaqueño.
Cabe señalar que la dedicación de la Dra. Brezzó a la historia paraguaya es encomiable y nos aporta nuevas miradas a la historia contemporánea paraguaya que precisa de un mayor estudio, por sobre todo esos años del Paraguay Liberal.
Es más que recomendable la lectura de este trabajo que nos permite acercarnos a nuestro presente y conocer cada día más sobre nuestra identidad y los discursos que se realizaron sobre ella, en un momento tan trascendental como lo fue el principio del siglo XX.
INTRODUCCIÓN
"Es necesario recuperar la importancia de la historia contemporánea del Paraguay". Así concluía una de las recomendaciones que un grupo de especialistas paraguayos sostenía, hace pocos años, en el contexto de la reforma educativa que impulsaba el Estado. En sintonía con esta expresión de deseo, quisiera comenzar esta introducción ratificando la necesidad de ponderar la compleja y rica realidad histórica del Paraguay que comprende, como es de suponer, mucho más que los períodos correspondientes a los procesos bélicos, los relatos de epopeyas y las hazañas de héroes incuestionables.
Si tuviese que ofrecer al lector una clave para leer este libro lo animaría a extender la mirada más allá de las pugnas entre los partidos Colorado y Liberal, los disensos al interior de este último y las revoluciones militares y civiles que caracterizaron la vida política del país entre 1900 y 1932. Y es que, paradójicamente, en medio de las revueltas, de la creciente efervescencia social y del marasmo económico, la sociedad paraguaya asistió a un fulgurante momento cultural, como nunca antes había vivido. Por primera vez el Paraguay tuvo Universidad. Como es conocido, los numerosos esfuerzos realizados en los siglos XVIII y XIX no obtuvieron resultado en tal sentido; recién en 1889 se estableció la Universidad Nacional de Asunción, con la Facultad de Derecho. De ella egresó un grupo de intelectuales que comenzó a pensar qué había sido, qué era y qué debía ser el Paraguay y que, conectados entre sí, pasaron luego a producir y trasmitir mensajes y valores. Junto a amigos y colegas extranjeros se dedicaron a editar periódicos y revistas, se hicieron historiadores y ofrecieron las primeras visiones del pasado; polemizaron y se enfrentaron a través de la prensa y desde otras tribunas. Y, fundamentalmente, se convirtieron en animadores de una sociedad aún lacerada por la guerra que necesitaba zurcir su orgullo nacional.
Para presentar los dos capítulos que componen esta obra me valgo de un guiño cinematográfico, utilizo los títulos de sendas películas. En el primero, dedicado a la reconstrucción de los avatares políticos, me ha parecido que el ajetreo de los actores paraguayos de la época se asemeja a unos 'juegos de patriotas" en el que unos y otros se sienten artífices potenciales de la grandeza de la patria aun por fuera del orden constitucional en no pocas ocasiones y hacer uso de destituciones violentas, revueltas y otros mecanismos para obtener aquel fin tan loable.
En el segundo capítulo, en el que pretendo ofrecer al lector algunas notas sobre el fascinante momento social y cultural de comienzos del siglo XX, las pruebas disponibles muestran que los empeños de los intelectuales y letrados paraguayos se concentraron en mostrar a la sociedad paraguaya, devastada por la guerra, que la vida -sobre todo la pasada- era bella.
El objetivo de hacer accesibles los resultados de la investigación -sin renunciar a la calidad- a un público informado pero no necesariamente especialista en la materia ha supuesto la prescindencia, en el texto, de referencias eruditas y de notas a pie de página. Sin embargo, las fuentes documentales y bibliográficas utilizadas se consignan al final de la obra. De manera particular destaco la magnífica documentación proveniente de los archivos de los ministerios de Relaciones Exteriores de la República Argentina y de la República del Paraguay, sin la cual hubiera sido prácticamente imposible elaborar la primera parte de este libro. El acervo proveniente del archivo paraguayo, que consultara hace algún tiempo, ha sido de inestimable valor; confío que en el futuro cercano, los investigadores y los ciudadanos podamos volver a acceder, con toda amplitud, a su rico contenido histórico.
Una página de cortesía es insuficiente para reseñar mis agradecimientos. A lo largo de la investigación y de la posterior redacción de este libro he contraído deudas informativas impagables: aparte de las facilidades en la Biblioteca Nacional del Paraguay, he dispuesto de datos de primera mano que investigadores y docentes de la Universidad Nacional de Asunción y de la Universidad Católica me han suministrado con toda generosidad. Guardo especial gratitud al entorno más íntimo de amigos con quienes comparto, en Asunción, interminables tertulias sobre la historia -y sobre el futuro- del Paraguay. Todos me han aportado algo genuino y de valor.
PARAGUAY A COMIENZOS DEL SIGLO XX
El 25 de octubre de 1902, un mes antes de que asumiera la presidencia el Coronel Juan Antonio Escurra, el escritor paraguayo Juan Silvano Godoi difundía en la prensa asuncena el siguiente perfil del candidato electo: "La fisonomía del presidente Escurra es suave, atrayente, simpática; es el espejo que refleja con fidelidad su alma bondadosa, ingénitamente buena, lo mismo que sus sentimientos generosos y, sobre todo, exento de los prejuicios mezquinos tan comunes a los mandatarios paraguayos, desde Jovellanos a Egusquiza hasta Emilio Aceval. Su cabeza, sin ser abultada, no carece de líneas: el ángulo facial correcto, las facultades intelectuales perfectamente normales, de un temperamento discreto, reflexivo, con aptitudes y sagacidad para conocer y diferenciar a los hombres y una firmeza inquebrantable para proceder con independencia, inclinarse a la probidad y ser el sustentáculo de la justicia, el progreso, la ilustración y la cultura de su patria".
Godoi procuraba, descripción mediante, dar noticia sobre la persona y las "condiciones morales" de quien, hasta poco antes de de ser proclamado presidente del Paraguay, era un desconocido militar. Escurra había nacido en Caraguatay, el 6 de mayo de 1859; recién en 1894, cuando fuera nombrado comandante de la Caballería había empezado a darse a conocer y a concentrar cierta atención sobre su persona entre las filas del partido Colorado. El 24 de agosto de 1897 fue elevado al rango de coronel por el entonces presidente Juan Bautista Egusquiza y al año siguiente lo llamó el nuevo presidente, Emilio Aceval, para desempeñar el ministerio de Guerra.
Durante esos años habían ido diseñándose en el interior del régimen Colorado gobernante dos sectores: uno liderado por el general Bernardino Caballero y otro formado en torno al general Juan Bautista Egusquiza, que se mostraba partidario de una mayor apertura hacia el opositor partido Liberal. Asimismo, en este último, hubo quienes se mostraron dispuestos a aceptar la concertación ofrecida por el egusquicismo, que pasaron a denominarse cívicos; en tanto, quienes optaron por mantenerse ajenos al movimiento aperturista se nombraron a sí mismos radícales.
En los primeros compases del nuevo siglo, las opiniones de distintos observadores extranjeros coincidían en sostener que, no obstante los impulsos aperturistas del "egusquicismo", el poder político real en el país seguía descansando en las manos de quienes habían sido los jefes militares durante la guerra contra la Triple Alianza y ya habían ocupado el puesto de la presidencia: los generales Caballero y Patricio Escobar. Como es conocido, los partidos Colorado o Alianza Nacional Republicana y el Liberal se habían fundado en la década del ochenta. El 10 de Julio de 1887 se fundó el Centro Democrático que luego comenzó a denominarse Partido Liberal. Según testimonios de principales dirigentes, su emergencia obedeció a cinco propósitos: incidir en el cumplimiento de la Constitución Nacional de 1870, conquistar elecciones limpias, lograr honestidad pública y denunciar la corrupción, frenar la política de venta de tierras y bienes del Estado del gobierno de Bernardino Caballero y solucionar el problema del Chaco.
Por su parte, Bernardino Caballero organizó a sus propios partidarios de forma eficiente y fundó, en el mismo año, la Asociación Nacional Republicana. Heredero de la fracción política denominada Club del Pueblo, el también llamado partido Colorado se proclamó heredero de la lucha de Francisco Solano López y expresión de una reacción a las tropas de ocupación en la guerra contra la Triple Alianza. De aquí devenía, según el testimonio de sus dirigentes, su ideología "republicana, agrarista, popular y democrática". Caballero, que luego de la presidencia ocuparía el cargo de senador, era el jefe absoluto del partido Colorado, que contaba en su seno con los principales jefes de López sobrevivientes: los generales Escobar, Duarte, Delgado, el coronel Meza, el capitán de fragata Ortiz y otros. En el seno de los republicanos había, sin embargo, otro sector, liderado por José Segundo Decoud, perteneciente a aquel grupo de jóvenes paraguayos retornados de la guerra, que luego de redactar y asegurar en 1870 la adopción de la Constitución, había dejado su sector para unirse a Caballero en la fundación de la Asociación Nacional Republicana.
Pues bien, retomando el artículo periodístico escrito sobre Escurra, Godoi hacía gala de un esfuerzo comparativo precisamente entre las dos tendencias que representaban el nuevo mandatario y el ex presidente, quien había fallecido en el mes de agosto de ese año: "El general Egusquiza fue, en todas las circunstancias, la columna firme del respeto a la persona, la propiedad particular, la inviolabilidad del domicilio, la seguridad del reo en la cárcel pública y la civilización de su patria. A su vez, el coronel Escurra ha sido y es la única influencia eficiente a quien se debe el ejercicio regular de las garantías constitucionales y el que la cultura social de su país no se hubiera manchado con crímenes horrendos a raíz de los sucesos del 9 de Enero".
No disponemos de las pruebas necesarias para mostrar las razones por las que Godoi adelantara un elogio de esta índole a quien aún no había iniciado su gestión de gobierno, pero una de ellas bien podría relacionarse con los trámites que, desde su retorno al país, en 1896, venía realizando para el reconocimiento de su colección artística por el Estado como plantel para el Museo Nacional de Bellas Artes.
Godoi finalizaba el artículo nombrando a dos principales actores del partido Liberal a los que, según su entender, el presidente electo debía convocar para integrar su gobierno en aras de profundizar el impulso aperturista: "Si mi palabra revistiera autoridad y mereciese la suficiente confianza del coronel Escurra yo me permitiría la libertad de decirle: existen dos repúblicos representativos, dos ilustraciones, dos caracteres, dos caballeros correctos que merecen la confianza de sus compatriotas y en quienes tiene fija su mirada la nación paraguaya y de quienes espera el pueblo su salvación. Esos conciudadanos son los doctores Cecilio Báez y Benigno Ferreira, los únicos que con el eminente Manuel Gondra, desde que impera la raza blanca sobre estas regiones americanas, hayan rechazado un Ministerio, una plenipotencia. El concurso de estos estadistas ilustres ha de dar seriedad, revestirá prestigio y confianza y hará descender un rayo de luz sobre su administración”.
Escurra no convocó a los políticos que postulaba el artículo pero, en cambio, promovió, en 1903, la unificación de la Biblioteca y Museo Nacional con el Archivo y lo designó a Juan Silvano Godoi en calidad de director general.
¿En qué contexto político se situaba la elección de Escurra a la presidencia y con quiénes compuso su gobierno?
Su ascenso estuvo condicionado por la crisis política que tuvo su origen en 1901. A mediados de ese año, el entonces presidente Emilio Aceval y Escurra, a la sazón ministro de Guerra, se enfrentaron por la propuesta del primero de ofrecer el ministerio de justicia, Culto e Instrucción Pública al joven abogado Francisco Chaves. Ante la oposición de Escurra, Aceval le pidió la renuncia pero éste respondió con evasivas hasta que tuvo la certeza del apoyo del general Bernardino Caballero para resistir y tomar la iniciativa. De este modo, el presidente fue defenestrado por un movimiento encabezado por el ministro de Guerra, constituyéndose un comité integrado por el general Caballero, el general Escobar, Fulgencio R. Moreno y el propio Escurra. El 9 de enero de 1902 el Congreso resolvió poner en posesión de la presidencia al vicepresidente Andrés H. Carvallo. Este golpe relegó de la escena política al general Egusquiza y a los egusquicistas y significó el restablecimiento del predominio del sector caballerista. En el mes de noviembre de 1902 fueron proclamados para presidente y vicepresidente para el 9° período gubernativo el Coronel Juan A. Escurra y el Dr. Manuel Domínguez.
A la hora de componer su gabinete de ministros, Escurra convocó a Eduardo Fleytas (Interior), Pedro P Peña (Relaciones Exteriores), Fulgencio R. Moreno (Hacienda), Cayetano Carreras (Justicia, Culto e Instrucción Pública) y Coronel Antonio Cáceres (Guerra y Marina).
La defenestración de Aceval debe leerse más como el resultado de antagonismos personales que como la puja entre los egusquicistas y el caballerismo. De hecho el régimen Colorado mostraría, tras el golpe, algunos movimientos aperturistas, como por ejemplo la decisión de llenar diversos y altos cargos de la administración con jóvenes intelectuales no necesariamente alineados al caballerismo.
Así, la presidencia de Héctor Carvallo, entre enero y noviembre de 1902, se convirtió en una especie de puente si se tiene en cuenta que su ministro de Relaciones Exteriores fue Manuel Domínguez y el de Hacienda, Fulgencio Moreno, ambos adscriptos al sector egusquicista del partido. También en noviembre de 1902, al asumir la presidencia Juan Antonio Escurra, lo acompañará Manuel Domínguez en la vicepresidencia. De hecho, no se trataría únicamente de un recambio generacional al interior del coloradismo, sino de una apertura del régimen en el sentido de llamar también al gobierno a representantes opositores influyentes en ámbitos de la cultura y las ideas como Hérib Campos Cervera, Eusebio Ayala y Ricardo Marrero Marengo. La misma designación de Cecilio Báez, uno de los líderes más sobresalientes de la facción Liberal, como representante del Paraguay ante la Conferencia Interamericana que se celebró en Méjico en los primeros meses de 1902, es un ejemplo de lo mismo.
Con la presidencia de Escurra, el Paraguay inauguraba el siglo XX en un contexto en el que, no obstante una serie de progresos alentadores, afrontaba aún, en sus estructuras política y social, las secuelas de la Guerra Grande. Entre éstas estaba la extremadamente desigual distribución del ingreso que la actividad económica del país generaba entre sus 440.000 habitantes. La concentración desproporcionada de sus beneficios en un reducido número de comerciantes y exportadores y la marginación de la mayoría de la población a niveles de precaria subsistencia eran características salientes del comportamiento de la economía. El grupo superior, que representaba menos del 10% de la población total, recibía casi el 50% del ingreso interno, mientras que el 60% de la población, que integraba el estrato de bajos recursos, recibía sólo aproximadamente el 15% del ingreso nacional. El Estado aparecía débil, con agudos problemas de corrupción y había agotado sus mecanismos de generación de ingresos, fuera de la imposición al comercio exterior. Los recursos de las ventas de tierras efectuadas en la década del 80 se habían gastado o dilapidado y los ingresos del exterior eran imposibles, puesto que el gobierno ni siquiera podía cumplir de manera sistemática con el servicio de la deuda británica.
En definitiva, a 30 años del diseño y de su puesta en marcha, el proyecto de reconstrucción, que había descansado en la interacción multiplicativa de factores exógenos de crecimiento como la inmigración y los capitales externos, tanto en forma de empréstitos como en forma de inversiones directas modernizantes de la estructura económica, aparecía agotado. Como es conocido, luego de la guerra se supuso que la inmigración de brazos europeos habría de ayudar al repoblamiento del país y haría crecer en proporción geométrica la producción agrícola de rubros exportables al mercado mundial. Al mismo tiempo, este flujo inmigratorio forzaría un mayor rendimiento de la fuerza de trabajo nativa, cuya supuesta "inferioridad productiva" era un tema de constante recurrencia en los argumentos de los políticos nacionales y de los inversores extranjeros. Más las bases esenciales de este ambicioso proyecto de reconstrucción empezaron a quebrarse ya en la década del setenta. El espectacular negocio de las emisiones de bonos paraguayos entre 1871 y 1872, fallidamente renegociados en 1875, cerró el acceso a los mercados de capitales por varias décadas y tuvieron escasos efectos visibles en las finanzas del Estado paraguayo. No menos estrepitosos fueron los primeros intentos de inmigración europea, con la colonia alemana de 1870 y las colonias británicas de 1873-74. Su fracaso contribuyó además a esparcir una leyenda sobre la inadecuación del país como receptáculo de inmigrantes europeos que habría de seguir deteniendo a futuros colonos y potenciales pequeños inversores hasta bien entrado el siglo XX.
La agricultura habría de languidecer durante décadas con un total de superficie cultivable bien por debajo del nivel alcanzado en la preguerra. Por ejemplo, en 1894 la superficie cultivada alcanzaba a 100.000 hectáreas, lo que era un nivel bajísimo comparado con las 200.000 hectáreas cultivadas en 1863.
Dentro del proyecto diseñado, el Estado habría podido pagar los préstamos extranjeros gracias a los ingresos fiscales a ser derivados del nuevo flujo productivo que inmigrantes e inversores extranjeros producirían. Pero la principal actividad económica recayó prontamente sobre las bases tradicionales de la economía paraguaya durante los últimos dos siglos: yerba mate y tabaco y la principal - o única- fuente de ingresos del Estado se derivaba de su imposición al comercio exterior.
Este contexto condicionó la modificación del proyecto de reconstrucción diseñado en la primera época. Uno de los principales elementos de esta conversión consistió en la venta masiva de las tierras públicas y los yerbales, procesos que se concretaron con las leyes de 1883, 1885 y 1886. La mayor parte de los lotes en venta correspondían a la zona del Chaco paraguayo, aunque también se vendieron tierras en la región oriental. No obstante los bajos precios y las condiciones liberales para la operación, la obligación de adquirir media legua cuadrada como mínimo impidió que los compradores modestos pudieran acceder a la propiedad; los pobladores paraguayos arruinados por la guerra no podían permitirse el lujo de esta adquisición.
En cambio, aquellas condiciones permitieron la entrada masiva de una significativa cantidad de especuladores e inversores argentinos, si bien los políticos y empresarios paraguayos tampoco desaprovecharon la oportunidad para acumular tierra. Compraban la tierra y luego la vendían a especuladores extranjeros lo que les reportaba enormes beneficios. Esta transferencia de la mayor parte de la tierra paraguaya de propiedad pública a la privada no dio por resultado el progreso económico, sino el latifundio, con terratenientes absentistas, en tanto que la mayoría de habitantes se vieron relegados a la condición de peones, obligados a trabajar y a producir para aquéllos.
A fines del siglo XIX, unos 79 propietarios poseían casi la mitad de la tierra del Paraguay - el 50% de la superficie del Chaco pasó a manos de particulares, de entidades bancarias y sociedades extranjeras- proceso que culminaría en las primeras décadas del nuevo siglo cuando 19 propietarios poseerán más de la mitad del territorio nacional. Los dueòos de estas tierras se distribuyeron en distintos grupos dentro de unos dominios que iban de las 100 mil hectáreas hasta más de 400 mil.
Paralelamente las crecientes confrontaciones entre los dos partidos tradicionales, el Colorado y el Liberal y entre las facciones de este último configurarían, a partir del gobierno de Escurra, una situación de anarquía política que llegaría a su paroxismo en 1911-1912 y que sería dirimida luego de las extenuantes jornadas de la guerra civil de 1922-1923. Para tener cierta idea de esta situación, quizás ayude señalar que durante la época comprendida entre 1870 y 1921 hubo en el Paraguay 27 alteraciones del orden público, lo que da un término medio de dos revoluciones por año. La cifra resulta sorprendente dándose el caso, bien demostrativo por cierto, de presidentes que sólo duraron 20 días en el ejercicio de su mandato, como Pedro Peña, que ejerció la presidencia desde el 28 de febrero al 22 de marzo de 1912. En el interregno transcurrido desde 1902 hasta 1912 ningún presidente civil en el Paraguay terminó su mandato dentro de los términos constitucionales y la situación política comprendida entre 1908 y 1912 fue caótica y sangrienta al punto de sucederse siete presidentes.
En estas confrontaciones políticas, los partidos respondían, según las conveniencias del momento, ora al Brasil, ora a la Argentina, un juego político que se basaba en la premisa de que estos dos países harían lo máximo para modelar, de acuerdo con los respectivos intereses, el proceso político paraguayo. La percepción de los actores de que podrían obtener apoyo argentino o brasileño era desestabilizadora y tornaba a las elites locales menos inclinadas a dirimir pacíficamente sus diferencias y más propensas a disputar el poder por medio de una alianza exterior. Entre los observadores extranjeros había quienes ponderaban que ese juego político era mucho más ficticio que real, que no respondía a convicciones o posiciones reales y una declaración de neutralidad por parte del Brasil o de la Argentina en los asuntos internos paraguayos suprimiría uno de los elementos causantes de revoluciones en el país, puesto que muchos levantamientos armados contra el poder constituido se producían considerando la posibilidad de obtener auxilio externo. Sea como fuere, la política interna paraguaya acababa por ser internacionalizada no tanto por verdaderas intervenciones, sino por afectar el cálculo de la elite en la disputa por el poder.
Como de manera acertada lo ha explicado Ricardo Scavone Yegros en su estudio sobre Paraguay entre 1920-1954 "recién a mediados de la década del 20, pacificado el país, desde el interior del propio partido gobernante, emergerá una poderosa corriente de renovación y de transformación de las prácticas políticas, liderada por una generación de hombres cuya actuación sería descollante hasta la guerra del Chaco".
FUENTES CONSULTADAS
INÉDITAS:
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ARTÍCULOS SOBRE EL LIBRO EN ABC COLOR:
1.- Asunción: sociedad, cultura y arquitectura, artículo en el diario ABC COLOR.
La editorial El Lector y ABC Color ponen hoy en manos de los lectores el noveno libro de la colección “La Gran Historia del Paraguay”. Se trata de “El Paraguay a comienzos del siglo XX: 1900-1930”, de la doctora argentina Liliana Brezzo.
A continuación transcribimos parte de un capítulo dedicado a Asunción en su proceso reconstructivo.
Al comenzar el siglo XX la ciudad de Asunción tenía 40.000 habitantes. Juan Guiria, en su trabajo “La arquitectura en el Paraguay”, sostiene que “las desastrosas consecuencias de la guerra no fueron obstáculo para que se continuaran levantando hermosos inmuebles como los que hoy ocupan la Escuela Militar, el Departamento General de Policía y las Oficinas de Correos y Telégrafos. También se construyeron algunas notables residencias particulares”.
Todo esto contribuía a que el casco urbano adquiriera un carácter residencial. No obstante esta variación, seguían predominando en la ciudad las casas de porche con columnas ochavadas sobre la calle.
Si se exceptuaba un corto tramo de las calles principales, el resto de las arterias capitalinas presentaba un aspecto discontinuo, donde las edificaciones de épocas distintas alternaban con baldíos.
El empedrado seguía abarcando escasas cuadras, mientras que el resto de las calles poseía su calzada de tierra cubierta de pasto y, a medida que se alejaban del centro, pobladas de arbustos y hasta de árboles y plagadas de desniveles, ofreciendo un aspecto agreste.
De los edificios de las épocas anteriores a la Guerra Grande, el Oratorio seguía sin terminar, en tanto el Palacio de Gobierno, aunque finalizado, presentaba los efectos de un cuidado discontinuo.
Aunque existían ya las plazas Constitución, Independencia, Uruguaya e Italia, no eran objeto de la atención y el cuidado necesarios. Todo ello daba a la ciudad un aspecto muy especial, pintoresco, pero sin muchas facilidades para el diario vivir.
Efervescencia cultural
No obstante, la capital daba cabida a una sociedad afanosa de acoger o de actualizar sociabilidades.
En esta línea, si se observa con cuidado el ambiente social asunceno de comienzos del siglo XX llama la atención que, en contraste con la inestabilidad política, la efervescencia social y el marasmo económico, se estuviera ante un momento de notable actividad cultural que se hacía visible en la conformación de asociaciones con fines culturales y en publicaciones que abarcaban diferentes campos de estudio, desde la literatura y la historia hasta la agronomía y la inmigración.
Para tener una idea de la importancia de este momento, quizás convenga recordar que las consecuencias demográficas de la Guerra Grande y el impacto psicológico de la derrota significaron una ruptura en el proceso cultural paraguayo.
Reducida a un 30% su población, conformada en su mayoría por niños, ancianos y mujeres; destruidos o tomados como botín los archivos estatales y los particulares, sin mantenerse en pie bibliotecas públicas o privadas y desarticulado completamente el sistema educativo, la obra de reconstrucción en este campo fue lenta y trabajosa.
Desde la crítica literaria, por ejemplo, se ha mostrado cómo la enorme pérdida humana trajo el menoscabo de tradiciones y leyendas, lo que redundó directamente en la pobreza de contenido o de inspiración de obras narrativas y a su vez condicionó la escasez literaria, circunstancia por demás comprensible porque no se puede pedir a un país arrasado por la guerra que se dedique a una narrativa, máxime si se trata de obras de ficción.
Sin embargo de todo esto, en Paraguay, a comienzos del siglo XX, un grupo de intelectuales se empeñó en mostrar a la sociedad que la vida –sobre todo la pasada– era bella.
El Colegio Nacional
La primera expresión de resurgimiento cultural fue la instalación, en 1876, del Colegio Nacional de Asunción, el primer centro de enseñanza superior de la posguerra.
Fueron Cecilio Báez y Manuel Domínguez, egresados de la primera promoción quienes, junto a otros jóvenes educados en Argentina y que habían regresado al país luego de finalizado el conflicto, como los hermanos Adolfo y José Segundo Decoud y Benjamín Aceval, impulsaron, en 1883, la apertura del Ateneo Paraguayo, un lugar de encuentro y de intercambio social destinado a promover diferentes actividades culturales.
El Ateneo fue reemplazado, en 1895, por el Instituto Paraguayo, ampliado en sus objetivos culturales y con una publicación propia, la Revista del Instituto Paraguayo, que se convertiría, hasta su desaparición, en 1909, en la más importante de su tiempo.
Los periódicos fueron incrementándose en cantidad y en contenido y se convirtieron en foros principales de los intelectuales vinculados al Instituto y escaparates de los disensos políticos.
5 de Junio de 2010.
2.- Paraguay logró su estabilidad en 1912, artículo en el diario ABC COLOR.
La doctora Liliana Brezzo, entrevistada sobre su libro “El Paraguay a comienzos del siglo XX: 1900 - 1930”, que aparecerá el domingo próximo con los ejemplares de ABC Color en el marco de la Colección La Gran Historia del Paraguay, de El Lector, a un precio de 20.000 guaraníes, describe en esta entrevista cómo lograron estabilizarse los gobiernos liberales, pese a su división en cívicos y radicales.
–¿El Partido Liberal en el poder pudo mantener la estabilidad de los gobiernos?
–Recién a partir del año 1912, con la presidencia de Eduardo Schaerer, comenzó un periodo de estabilidad aunque los disensos internos en el partido y los desacuerdos entre sus principales líderes continuaron dirimiéndose, por algún tiempo, por la vía de las revoluciones y las destituciones violentas.
–¿Hasta cuándo siguió eso?
–A mediados de la década del 20, pacificado el país, desde el interior del propio partido gobernante, emergerá una poderosa corriente de renovación de las prácticas políticas, liderada por una generación cuya actuación sería descollante hasta la Guerra del Chaco.
–¿Cuál era la diferencia principal entre los cívicos y los radicales dentro del Partido Liberal?
–Los cívicos y los radicales son dos fracciones del Partido Liberal. Su división tuvo su origen en la última década del siglo XIX, en cuyo transcurso fueron diseñándose, en el interior del régimen colorado gobernante, dos sectores: uno liderado por el general Bernardino Caballero y otro formado en torno al general Juan Bautista Egusquiza.
–¿Cómo repercutió eso en el liberalismo?
–Egusquiza se mostraba partidario de una mayor apertura hacia el opositor Partido Liberal. En este último, hubo quienes se mostraron dispuestos a la concertación ofrecida por el egusquicismo, que pasaron a denominarse cívicos; en tanto, quienes optaron por mantenerse ajenos al movimiento aperturista se nombraron a sí mismos radicales.
–En la Revolución de 1911-1912 se enfrentaron varios bandos, además del poder que estaba en juego entre los mencionados bandos.
–Así es. En la revolución de 1911-1912 se enfrentaron distintas fracciones del radicalismo. Por un lado estaba la que lideraba el coronel Albino Jara, que era el jefe absoluto del Ejército. También el sector organizado en torno al ministro de Relaciones Exteriores, Manuel Gondra, los denominados gondristas, sostenido por grupos de la juventud. También los cívicos fueron actores en este movimiento revolucionario.
–¿Por qué se dio aquello?
–La revolución fue preparada en Buenos Aires por el gondrismo. La lucha armada que le siguió, en un amplio sector del territorio paraguayo, condicionó un estado de anarquía extrema. Muchos paraguayos abandonaron el país y la economía y las actividades comerciales se vieron perjudicadas significativamente.
–¿Cómo terminó la revolución?
–Terminó con el triunfo del sector liderado por Gondra, la muerte de Jara y la desaparición de los cívicos. Al final, en 1912, comenzaría un periodo de estabilidad.
LOS NOVECENTISTAS
En cuanto a los denominados intelectuales novecentistas, ¿cuál fue su origen y su aporte a la cultura nacional?
–Denomino novecentistas a un grupo de intelectuales que comenzó a tener una destacada actuación desde comienzos del siglo XX. En su mayoría habían egresado de la Facultad de Derecho dependiente de la Universidad Nacional de Asunción, que se había fundado en 1889 y que tuvo un rol principal en el renacimiento cultural del país luego de la guerra. Estos intelectuales habían nacido, en su mayoría, durante la primera década posbélica, crecieron en el ambiente empobrecido de esos años e iniciaron sus actividades intelectuales en un contexto de notable inestabilidad política.
–¿Quiénes fueron sus referentes principales?
–El escritor Raúl Amaral, en su meritorio texto sobre el Novecentismo paraguayo, ofrecía, hace algunos años, una clasificación provisoria en la que reunía a 26 nombres principales de los cuales 8 conformarían, por sus ideas y su producción, el núcleo sustancial: Arsenio López Decoud, Manuel Domínguez, Manuel Gondra, Fulgencio R. Moreno, Blas Garay, Eligio Ayala, Juan E. O’Leary e Ignacio A. Pane. Algunos de ellos se afiliarán al Partido Colorado, como Blas Garay, Fulgencio Moreno, Manuel Domínguez, Gregorio Benites, otros lo harán al partido Liberal como Eligio Ayala, Manuel Gondra, Cecilio Báez y Juan O’Leary.
–¿Hubo, asimismo, alguna influencia de extranjeros en la cultura de esa época?
–Así es. En la construcción del espacio cultural paraguayo del siglo XX intervinieron también intelectuales extranjeros que tuvieron un rol significativo en el progreso científico, artístico y literario. En 1901, por ejemplo, arribó a Asunción el escritor argentino Martín Goicoechea Menéndez, junto a su connacional José Rodríguez Alcalá. Poco después lo harían los españoles Rafael Barrett y Viriato Díaz Pérez, el economista ruso Rodolfo Ritter, el botánico suizo Moisés Bertoni, entre otros que podría mencionar. Otros intelectuales visitaron el Paraguay en esos años y si bien no residieron en el país, dejaron escrita una serie de valiosas impresiones sobre la vida política y social. Entre estos debo mencionar al español Adolfo Posada y al peruano Carlos Rey de Castro.
2 de Junio de 2010
3.- Paraguay vivió gran momento cultural, artículo en el diario ABC COLOR.
El próximo domingo, ABC Color pondrá en circulación con el ejemplar del diario el libro “El Paraguay a comienzos del siglo XX: 1900 - 1930”, de la historiadora argentina Liliana Brezzo, en el marco de la Colección La Gran Historia del Paraguay. La doctora Brezzo, estudiosa de nuestra memoria, se refiere a esa época difícil en la que, en medio del caos y la anarquía, trabajó una brillante generación intelectual.
–¿Cuáles serían las claves para aproximarse a este período de la historia del Paraguay que va entre 1900 y 1930?
–Paradójicamente, en medio de las revueltas, de la creciente efervescencia social y del marasmo económico, la sociedad paraguaya asistió a un fulgurante momento cultural como nunca antes había vivido. Por primera vez el Paraguay tuvo universidad. De ella egresó un grupo de intelectuales que comenzó a pensar qué había sido, qué era y qué debía ser el Paraguay. Junto a amigos y colegas extranjeros se dedicaron a editar periódicos y revistas, se hicieron historiadores y ofrecieron las primeras visiones del pasado; polemizaron y se enfrentaron a través de la prensa y desde otras tribunas. Y, fundamentalmente, se convirtieron en animadores de una sociedad aún lacerada por la guerra.
–Usted denomina al capítulo que se refiere a la vida política del Paraguay a comienzos del siglo XIX como Juego de Patriotas. ¿Puede explicar este concepto?
–He titulado Juego de Patriotas al primer capítulo del libro, apelando a un guiño cinematográfico porque entiendo que resume, de manera sencilla, la dinámica política de esos años. En ese capítulo analizo las pugnas entre los partidos Colorado y Liberal, los disensos al interior de este último y las revoluciones militares y civiles que caracterizaron la vida política del país entre 1900 y 1932. Todos los actores políticos de ese período se sentían artífices potenciales de la grandeza de la patria, “verdaderos patriotas”, pero, a la vez, para alcanzar esa grandeza, utilizarían medios por fuera del orden constitucional, harían uso de destituciones violentas, de revueltas y de otros mecanismos para hacerse del poder.
–¿Por qué cayó la hegemonía colorada?
–El Partido Colorado, que se mantenía en el poder desde 1880, cayó en 1904. La escisión interna del propio partido entre caballeristas y egusquicistas, exacerbada por una vasta coalición de intereses sociales y económicos, se puso en su contra. Entre las cuestiones concurrentes estuvo la del ferrocarril, que constituía la inversión británica de mayor significación en la economía paraguaya y que pasaba, a comienzos del siglo XX, por serios problemas financieros y agudas disputas con el gobierno.
–Pero no fue el único factor.
–No. Otro importante factor que produjo la debilitación del régimen colorado estuvo en la pérdida de apoyo de los grupos ganaderos y exportadores al verse estos amenazados por las medidas comerciales y fiscales adoptadas por el Poder Ejecutivo, como el aumento de las tarifas aduaneras, las restricciones al libre comercio y la expropiación de la mitad de la venta libre de las exportaciones de cuero. A estos grupos se sumó el descontento de los asalariados urbanos, en lucha por los efectos de la inflación y la pérdida del valor real de sus sueldos y de los pequeños productores campesinos, cuyos ingresos en pesos paraguayos de curso legal se esfumaban en semanas.
–¿Qué hacían mientras los liberales?
–De manera coincidente comenzó a producirse un entendimiento entre las fracciones del Partido Liberal a través del acercamiento de sus dos líderes, Cecilio Báez y Benigno Ferreira.
1 de Junio de 2010
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