HACIA LOS 100 AÑOS DEL COLEGIO TERESIANO

Por BEATRIZ GONZÁLEZ DE BOSIO

beagbosio@gmail.com

En este año del Bicentenario, se redescubrió el desfile como homenaje espontáneo y varias instituciones educativas se adhirieron a ello, con gran entusiasmo y orgullo de pertenencia a entidades que se han erigido con el tiempo en verdaderos pilares de la educación paraguaya. Fue un momento de encuentro de varias generaciones y de reflexión sobre la necesidad en nuestro país del fortalecimiento educativo como experiencia continua a lo largo de los años.El Colegio Teresiano formó parte de esos festejos con una importante participación de remesas que abarcaban más de medio siglo.   

En feliz coincidencia, el Colegio Teresiano, por su parte, se apresta también a los festejos de su centenario en el 2015, con nutrido programa. Conmemoró, asimismo, este 15 de octubre, el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Ávila, extraordinaria mujer del siglo XVI, que en 1970 se convirtió –con Santa Catalina de Siena– en la primera mujer elevada por la Iglesia Católica a la condición de Doctora de la Iglesia, bajo el pontificado de Pablo VI.   

Enrique de Osso (1840-1896), fundador de las comunidades teresianas de España y América, fue canonizado por el Papa Juan Pablo II en 1993.   

En materia educativa, el rol de la Iglesia paraguaya atravesó ciclos completos.   

La Iglesia en América Latina tuvo a su cargo la administración de la educación a lo largo de toda la colonia, desde la elemental hasta la universitaria, que en todos los casos era impartida por religiosos de algunas de las órdenes.   

En el Paraguay, que no logró la apertura de una universidad, la educación superior estaba a cargo del Real Colegio Seminario de San Carlos, de donde egresaron la gran mayoría de los próceres que lograron la emancipación.   

Consumada la independencia, la educación laica se fue imponiendo de a poco hasta tener la exclusividad desde el gobierno de don Carlos Antonio López, hasta casi entrado el siglo XX.   

Sin embargo, la figura apostólica de Juan Sinforiano Bogarín, designado en 1894 obispo del Paraguay, por el Papa León XIII, y habiendo asumido su investidura el 3 de febrero de 1895, día de San Blas –patrono del Paraguay–, imprimió a su Obispado la recuperación de la Iglesia nacional casi destruida por la Guerra de la Triple Alianza. El obispo comenzó a tomar fuerza y a establecer posturas de enseñanza moral y presencia educativa. El hizo que uno de los principales ejes de su misión pastoral fuera la cobertura de formación y educación católica en un país en el que la educación padecía un serio déficit. Siendo el primero de los colegios religiosos, el fundado por la Hermanas Vicentinas, con el nombre de Colegio de la Providencia, en el año 1880. El Colegio Alemán también es de finales del siglo XIX, como los salesianos hijos de Monseñor Lasagna. El colegio de los hermanos Betharramitas, el San José, se fundó en 1904.   

En la era de la constitucional liberal de 1870, hubo un esfuerzo adrede por secularizar no solamente las instituciones educativas, sino también el registro civil de las personas y la administración de los camposantos, los cuales con anterioridad eran provincia exclusiva de la Iglesia Católica. En sus memorias, el benemérito monseñor Juan Sinforiano Bogarín deplora los esfuerzos a lo largo de los años del Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública por esta serie de hechos que, a su criterio, alejaban a la sociedad de la religión, que formara parte tan relevante de su origen y evolución histórica.   

La reacción de la Iglesia fue paulatina, pero sostenida y, de ahí, la creciente fundación de instituciones religiosas que, a parte de cumplir con los planes educativos normales, se encargarían también de impartir la enseñanza religiosa y moral cristiana.   

Los colegios religiosos católicos han significado un gran aporte a la educación paraguaya.  

El Colegio Santa Teresa de Jesús, creado para la expansión de la educación religiosa para niñas, se fundó en Asunción del Paraguay en 1915. En un principio, formaba parte de la Provincia de San José, que incluía los colegios del Río de la Plata, concretamente de la Argentina y el Uruguay.   

Por mucho tiempo en el Paraguay, la educación, tanto pública como religiosa, se concentraba en la ciudad capital, con pocas excepciones. Las familias deseosas de brindar educación a sus niñas las enviaban a Asunción, por lo que el colegio ofrecía también la modalidad de pupilaje en su programa.   

Nuestro padre, Enrique de Osso, durante la última etapa de su vida, vio a la Compañía extenderse rápidamente por México y llegar hasta América del Sur. Uruguay era en aquella época la primera de las Repúblicas sudamericanas en el campo intelectual y económico, y, a la vez, una de las más influidas por el liberalismo y la masonería.   

Aunque la población nominalmente fuese creyente, las leyes favorecían lo que llamaríamos la secularización de la sociedad. La enseñanza católica, sobre todo la femenina, no contaba con centros acreditados y, ya en varias ocasiones, la Compañía había sido invitada a ser fundada en Montevideo. El 31 de octubre de 1891, escribía don Enrique a la Comunidad de Puebla en México: "He subido a esta a despedir a nueve hermanas que salen el día doce en el vapor ‘Cataluña’ a fundar en Montevideo un colegio. Orad para que prospere su misión".    

A doña Teresa Plá, se le encarga esta misión y es quien va a dejar la fundación en marcha. Montevideo ha sido centro de expansión de la Compañía en América del Sur y, en el año 1904, se erigió la Provincia San José, estableciéndose en la República Oriental del Uruguay, los Colegios de Montevideo, Rocha y Dolores, con 27 religiosas.   

La Provincia fue erigida bajo la advocación del Glorioso Patriarca San José.   

La persecución sufrida por nuestras hermanas con el cierre de las casas en Portugal y México hizo posible la extensión de la Compañía a otros países como Estados Unidos, Cuba, Brasil, Argentina, Chile y Paraguay.    

El 4 de abril de 1915, estaba ya la Madre Visitadora en Asunción del Paraguay; le acompañaba la Madre Provincial Antonieta Purull de la Provincia de San José y se hospedaron en casa de la familia Zavala. La hermana Teresa Blanch volvió a España y con ella fue la joven Juanita Zavala, quien ingresó al Noviciado.   

Juanita Zavala, exalumna del Colegio de Montevideo, deseaba que la Compañía se quedara en Paraguay; lo que se hizo posible gracias a su ofrecimiento sincero y generoso.   

El Colegio se inauguró solemnemente un primer viernes, 2 de julio de 1915, en la casa de la familia Zavala, que permaneció ocho años en la calle 25 de Mayo. Comenzaron las clases con siete niñas internas, ocho medio pensionistas y doce párvulos, quedando como Superiora Provisional la madre Catalina Ferrer.   

El nacimiento del Colegio de Asunción está íntimamente unido al recuerdo de la Madre Juanita Zavala. Estudió en el Colegio Teresiano de Montevideo, donde conoció el carisma de la Compañía y se empeñó en la fundación de un colegio en su país. Juanita, antes de viajar a España para hacer el noviciado, donó su herencia a la Compañía, incluido el terreno para el futuro Colegio.   

Juanita había nacido en la norteña ciudad de Concepción del Paraguay, en el año 1893. Hizo sus estudios primarios en la Escuela Normal de maestras, después llamada Escuela Normal de Profesores Nº 1, Presidente Franco. Prosiguió sus estudios luego en Montevideo, Uruguay, en el Colegio Teresiano. Allí, se acentuó y consolidó su fe cristiana aprendida en el hogar.   

El Colegio Teresiano ha ejercido una invalorable contribución a la educación paraguaya, formando generaciones de valiosas mujeres portadoras de valores inculcados por sacrificadas y comprometidos religiosos y laicos. Hoy, se erige en institución mixta cumpliendo los mandatos de las nuevas pedagogias y su proyección social es de envergadura, formando jóvenes éticamente comprometidos con la sociedad.   

El Colegio de Santa Teresa de Jesús de Asunción, en un principio identificado con las élites socioeconómico-políticas de la ciudad capital, poco a poco se fue desprendiendo de esa característica y se convierte en una genuina institución impulsora de desarrollo, expandiendo posteriormente el servicio educativo al interior del país. Se propuso impartir educación con base moral y religiosa, con énfasis en la construcción del carisma teresiano, con un alto contenido de ética; precisamente en un momento en que la educación oficial laica demostraba signos de flaqueza en ese campo, a parte de haberse contaminado el magisterio con una alta dosis de politización.

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Edición Impresa del Domingo, 30 de Octubre de 2011

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