Portal Guaraní - DE ESPEJOS Y PARADIGMAS... - Por JORGE RUBIANI

Un artículo escrito por Leonardo Haberkork y profusamente difundido por Internet, procuraba una explicación sobre los extraños criterios con los que los pueblos han elegido a sus gobernantes en los últimos años. Recuerda especialmente a los actuales mandatarios sudamericanos y pone el acento en el caso Berlusconi, "espejo" de la Italia actual," ...un nuevo rico como la mayoría, (que) no tiene miedo ni vergüenza en exhibirse como tal, disfruta sin pudores de la vida, gusta de las mujeres hermosas, vive con pasión el fútbol y es leal con sus amigos a los que defiende incluso de las garras de la Justicia". Quince años atrás y casi con los mismos argumentos, otro periodista argentino (no recuerdo el nombre) clasificaba a los políticos en arquetípicos o paradigmáticos. Estos últimos (especie en extinción) son aquellos de gran cultura y conocimientos, idealistas y de una honorabilidad intachable, a los que sus conciudadanos tomaban como modelos a imitar o ejemplos a seguir. Los arquetípicos, sin embargo –caracterizados entonces por Carlos Menem y ahora representados por Berlusconi– son amantes de la farándula, de la vida nocturna y de la buena ropa, frecuentan a los coiffeurs y practican sus deportes favoritos con los mejores exponentes del show business. Lejos de los paradigmas, exhiben sin pudor sus limitaciones intelectuales, incurriendo frecuentemente en "gafes", metidas de pata y desplantes de todo tipo que, por otro lado, son la "comidilla" de la prensa amarilla y de sus adversarios políticos, sin que se alteren por esto su popularidad ni su vigencia. Por lo que los dos mencionados como otros de similares perfiles –teñidos capilares más, lifting menos– fueron electos o reelectos en sus respectivos países, las veces que se propusieron. El análisis periodístico de Haberkork concluye que "la democracia que expulsa y que no elige a los mejores sino a los iguales, en estado de perfección: cada gobernante es el espejo de su propio pueblo". Y cada pueblo tiene a "su presidente-espejo".
Para considerar el fenómeno desde la experiencia paraguaya, se necesitaría todo un catálogo. No solo un artículo. Al menos y desde que se iniciara la transición democrática, hemos acumulado tal lista de despropósitos, fiascos e improcedencias, que incluyeron a presidentes dotados de muchos de los defectos apuntados (¿defectos?) y escasísimos de virtudes. En estos 20 años recientes hemos tenido de todo, menos el deseado y cacareado cambio. Los defectos de la dictadura siguen tan vigentes que la única diferencia reside en que lo que decidía antes el dictador, en la actualidad se negocia, se cuotea, se reparte y se comparte. Y al soñado cambio se le carga el pesado fardo de una burocracia inservible, costosa y tan corrupta como aquella de la que decíamos querer deshacernos.
En cuanto a la ausencia de paradigmas, debe tenerse en cuenta que si los partidos políticos, en otro tiempo fábricas de ideas y efervescente núcleo de inquietos intelectos, hoy se encuentra en estado de paro endémico. Entonces ... ¿de dónde saldrían los líderes? Es claro que la emergencia de los nuevos referentes sudamericanos es la clara consecuencia del fracaso de estos partidos. En cuanto a la dirigencia local, ella ha logrado que las "gloriosas nucleaciones partidarias" cuenten hasta con un respirador artificial pues son financiadas mediante los indignantes subsidios del Estado. Es decir: les pagamos a los partidos su funcionamiento y ellos –a cambio– no nos han dado UN SOLO dirigente de valía en los últimos 20 años, mientras buscan para cada elección a alguien del empresariado, de la farándula o el obispado, para que represente "las esperanzas del pueblo". ¡Patético! Además, y consagrada la rentable carrera política, se llenan las oficinas públicas de adherentes, se financian movilizaciones, apretadas (escraches), "espontáneas" manifestaciones a favor o en contra. De algo o de alguien. Y también –por supuesto– candidaturas y votantes. Así nuestro pueblo, carente de todo, tiene también la democracia que es el espejo exacto de su realidad: altos niveles de inseguridad, de violencia, de corrupción y en materia de gobierno, nada de proyectos o ideas. Solo asistencia$ cercanas a los intereses de cada grupo.
Debiéramos saberlo: cuando se devalúa el poder, cualquiera lo pretende. Cuando el gobierno se pone al alcance de los menos dotados, cualquiera se sentirá con derechos a usurparlo. Y con más razón si tiene dinero aunque le falten derechos o integridad. Cuando a la majestad de los más altos cargos de la República se le exonera de la sagrada exigencia de la virtud, el conocimiento y el honor, podemos ver en nuestros gobernantes el reflejo de nuestra propia decadencia.

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