Portal Guaraní - MÁS GÓLGOTA QUE NUNCA... - Por JORGE RUBIANI

Por las mismas razones esgrimidas en la "revolución de Febrero" en 1936 para echar abajo la casa de Francisco Solano López, el Sr. Bartolomé Ramírez, gobernador de Amambay, quiere adherirse al Bicentenario remozando el parque Cerro Corá, agregándole empedrados y la construcción de un anfiteatro. Además de programar la realización de "un megaevento" el 1º de marzo. ¿Cómo se puede pedir ¡socorro! o ¡auxilio! en amambaiés? Porque este señor no debe leer en castellano. Pero siempre sucede: el que accede a un cargo, "huele" la simpatía popular hacia alguna de estas celebraciones y lanza su "Proyecto". Nos encantaría saber quiénes fueron los expertos que le asesoraron don Bartolo. Si es que hubo alguno... porque los infatuados ante alguna votación favorable también imaginan que al momento de asumir, son favorecidos con un abrupto incremento de materia gris. Y creen saber de todo y pontificar sobre todo.

También en aquella oportunidad, 1936, la excusa de la efervescencia revolucionaria fue la creación del "Panteón Nacional de los Héroes". Por lo que remodelaron el templo e "inventaron" los restos del Mariscal para honrar el sitio. A propósito, todas las versiones discreparon sobre el procedimiento y desde el último historiador hasta el obispo Juan Sinforiano Bogarín, opinaron que no fueron los restos de López los traídos en aquella ocasión. Pero los despropósitos no terminarían allí. Al cambio de nombre y uso, siguió la pretensión de que el Panteón fuera el único ocupante de la manzana y echaron todo el entorno edificado. Entre ellos: la casa del mismo López, hospital de Sangre durante la guerra del ’70 y residencia de Bernardino Caballero hasta 1906.

Los liberales no le fueron en zaga a los febreristas en cuanto a atropellos históricos. Cuando recuperaron el poder en 1937, decidieron dar aun más realce al monumento trasladando al sitio los restos del Gral. José E. Díaz y Don Carlos Antonio López. Los de este, fueron depositados previamente en el Museo Godoy donde su director, hijo de don Juan Silvano, ante el temor de que las ropas del prócer pudieran transmitir no sé qué males a los libros de la biblioteca, decidió por sí y ante sí, prenderle fuego al traje de Capitán General que Napoleón 3º había enviado de regalo al "viejo López", y con el que el mandatario había sido amortajado en 1862.

Más cerca en el tiempo y habituado Stroessner a aquellas solemnes tonterías como "reatar el hilo de la historia", también había precedido a Don Bartolomé en su idea de rescatar el sitio. Para lo cual le pasó una topadora que arrasó con medio Parque. Todo para que el 3er. Reconstructor no se sacrificara demasiado con sus ofrendas anuales y su avión aterrizara a pasitos del Aquidabán Nigüi. Los que competían en mostrarle novedades, se solazaban con nuevas incorporaciones todos los años. Y así se fue perdiendo el Parque y se le fue perdiendo el respeto. Pero por lo visto, hace mucho tiempo que Don Bartolomé no se da una vueltita por el lugar.

Sr. gobernador: No me atrevo a preguntarle de dónde va a sacar las piedras para el empedrado... pero ¿quiere Ud. que ese suelo sagrado de la patria se llene de latitas de cerveza, anuncios publicitarios, basura y depredación por doquier... más de la que ahora mismo se verifica? Haga su "megaevento" y lo verá. ¿Quiere construir otro elefante blanco que de tanto en tanto albergue un concierto de rock, o un festival... y que ante los excesos, los costos de mantenimiento y el final de su mandato, pase al olvido? ¿O vio Ud. que algún Intendente o gobernador usa o valora la obra de su predecesor?

Don Bartolomé: ¿Quieren que recuerden a su madre? Haga lo que le mostró orgulloso al Presidente.

Pero... ¿quiere que el pueblo tenga de Ud. un buen recuerdo? Entonces... ¡cuide el parque! Vuélvalo a su condición más natural posible. Promueva la participación de los jóvenes en su conservación, sostenimiento y cuidado. Y si realmente desea que se conozca lo que allí pasó, promueva rastrillajes arqueológicos, investigaciones cuidadosas del subsuelo, relevamientos de la flora y la fauna. Proteja el entorno y construya –si quiere– elementos simbólicos de valor artístico. Vuelva ese lugar a la condición que nunca debió perder: un sitio de encuentro y reflexión. Un lugar en el que todos los paraguayos sintamos los latidos de un Paraguay que quedó en el recuerdo...

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