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JORGE RUBIANI

  SILBANDO EN LA OSCURIDAD - LIBRO 10 - Tomo II - Textos de JORGE RUBIANI - Año 2014


SILBANDO EN LA OSCURIDAD - LIBRO 10 - Tomo II - Textos de JORGE RUBIANI - Año 2014

SILBANDO EN LA OSCURIDAD

Obra de JORGE RUBIANI

Colección INTERROGANDO AL PASADO - TOMO II - LIBRO 10

Artículos escritos para el diario ABC COLOR

entre los años 1996 y 2013

Editorial AZETA S.A.

Dibujo de cubierta: Edgar Amado - María del Carmen Cabrera

Asunción - Paraguay

 

 

 

ÍNDICE

Presentación 5

Capítulo I - Escritos de antes de 2010 - 7

- “El furor y el delirio” 9

- “No solo de pan vive el hombre...” 12

- “Poderoso caballero...” 14

- Pueblos condenados   16

- “Puerto Kurupa’yty” 18

- Nicanor de Calcuta 23

- Sarmiento y Nicanor 25

-¡¡Delincuentes!!  27

- Hagamos al revés... pero derecho 29

- Banderas en llamas 32

- Simple cuestión de matemáticas 34

- Nos echaron “en gorra...” 36

- El “estado sindical” 39

Capítulo II - Escritos durante los años 2012/2013 - 43

- El desprestigio del poder 45

- Mi voto 47

- La miseria al acecho    50

- Miseria y miserables 53

- El “poder invertido”   56

- Estado de Derecho vs. Estado de Necesidad 58

- Gente de temer 60

- ...Y hablando de oportunismos 62

- ¿Quién pedirá perdón? 64

- Peligrosa distorsión 67

- Propuesta indecente    69

- El Paraguay es un reality 72

- Sábanas costosas 75

- La tierra prometida 78

- Del mérito y la representación 81

-¡¡Desvergonzados!! 83

- ¡¡Atrabiliario!! 86

- En torno a un comentado comentario 88

Capítulo III - Escritos sobre Arquitectura y la ciudad - 93

- Ciudad = hostilidad miedo 95

- Constructores 99

- Obras públicas inservibles 102

- Avenida Ñu Guasu: ¿“obras de progreso” como las de antes? 105

- El nuevo exilio de San Martín 108

- Dios existe 110

- El Parque Caballero    112

- El Jardín que fue 115

Capítulo IV - Escritos sobre historia - 121

- El espíritu de la “Triple Alianza” está presente en los Tratados de Itaipu y Yasyretá 123

- Todos somos extranjeros 126

- ¡Recuerden paraguayos! 128

- ¿Quiénes van al Panteón de los Héroes? 130

- Machaín kue: Casa del Rey en Asunción 133

- ...Érase una vez una isla 136

- 21 años son nada 145

Capítulo V - Escritos sobre la palabra y el idioma guaraní - 149

- Recuperar la Palabra 151

- Maestros sin una idea sobre su misión 153

- La exclusión del Guaraní 157

Capítulo VI Escritos inéditos 161

- Honorable Kalé 163

- Panteón: inscripciones abiertas 165

- “La peste de las democracias...” 167

-Tristeza 169

Capítulo VII - Interrogaciones - 173

- ¿Somos mejores? 175

- Diferente... pero igualito 177

- ¿Será para mejor? 179

- ¿...Y los otros? 182

- Juventud... ¿divino tesoro? 185

- ¿Es Ud. progresista..? 187

- ¿Es Ud. de izquierda? 189

- ¿Para qué sirven los asesores? 191

- ¿Para qué sirve el Patriotismo..? 194

- ¿Qué hacer..? 198



PRESENTACIÓN

del tomo II

“No soy un profeta pero a veces ocurre que vea lo que los demás ven tanto como yo... y sin embargo no quieren ver”, escribía George Bernanos sobre las características de la sociedad francesa, al término de la Segunda Guerra Mundial. También afirmaba que si en ese tiempo, alguien pretendiera mostrar a los demás lo que se negaban a percibir, inevitablemente era mal juzgado. En el mejor de los casos, tachado de pesimista.

En otras palabras, el autor francés era uno de los tantos “silbadores en la oscuridad” para el intento de hacer notar a sus contemporáneos, algún sonido audible en medio de la densa penumbra que envolvió a Francia y a toda Europa, durante aquellos tiempos nefastos.

Sin que nuestra situación fuera comparable a esa época, un recorrido por las columnas de la prensa paraguaya de los últimos años denota que, en la casi totalidad de los casos, los comentarios son críticos hacia la labor de las autoridades, los líderes partidarios y la gran mayoría de los altos funcionarios; de quienes se espera, desde luego, que ejerzan una misión de paradigmas. Y aunque estas críticas suelen estar bien justificadas, se las juzgan como muy severas. O que desde las barricadas de la prensa solo se ven las cosas negativas.

Es incuestionable: la visión de nuestra realidad suele ser inevitablemente pesimista. Al igual que la mayoría de las percepciones que se manifiestan en este libro, aunque el “medioambiente” social y el liderazgo público no dejan demasiadas alternativas. En general, porque solo lo negativo requiere destaque, entendiéndose que lo bueno o bien hecho, debieran ser lo normal y ni siquiera debería llamarnos la atención. Lo que también confiere motivos para la crítica es que muchos de los errores o vicios que se señalan, son parte de las circunstancias que la historia ha enseñado siempre, en demasiadas veces, a pesar de que en todas ellas fuera persistentemente ignorada. Porque en parte de ese pasado, también hubo “profetas” que se empeñaron en señalarnos el camino de la institucionalidad, de la vigencia de la ley, de la democracia, de la tolerancia y de la solidaridad. Gente inmaculadamente honesta, sensible, conspicuos transeúntes de las penumbras, eternos silbadores de la oscuridad, pero considerados “negativos” y “pesimistas”, que no hacían sino molestar el cómodo transcurrir de lo malo y verdaderamente negativo. Ellos no hicieron sino pretender que sus conciudadanos notaran algo de la claridad que se empeñaban en mostrar.

En una interpretación de la conocida expresión inglesa y motivo del título de estos dos volúmenes, Erich From nos dice que “silbar en la oscuridad no traerá la luz”, significándonos que a la verdad no se llega mistificándola, adornándola o maquillándola con meros sonidos. Por lo que tal vez algunos crean que no debiéramos ser tan críticos. Que es necesaria alguna mirada comprensiva hacia problemas para cuya solución se requieren de paciencia, “buena onda”, buena educación, mejores leyes e impecables jueces. Demasiadas condiciones para algo tan simple como hacer lo sensato, legal y correcto, que es lo que se espera de cualquiera que asume la responsabilidad de administrar lo público. Y los que silban... podrían dejar de hacerlo si alguien, desde la oscuridad, contesta los silbidos. O si el resplandor de alguna persona, de algún partido, de alguna cofradía, nos oriente hacia el camino de la claridad...

Jorge Rubiani



CAPÍTULO I

ESCRITOS ANTES DE 2010


Se ha demostrado fuera de toda duda, que el liderazgo partidario se subordina al dinero, disimulando la pobreza de sus recursos con cualquier eufemismo: “búsqueda de candidatos de consenso”, “factor de unión partidaria”, apelación a un “outsider”. En el proceso, los fundamentos doctrinarios del partido pueden quedar atrás.


“PODEROSO CABALLERO...”

“Madre, yo al oro me humillo
Él es mi amante y mi amado
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.

Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero

Poderoso caballero es don Dinero”.

Francisco de Quevedo (1580/1645)


Lo que aparentemente nadie se ha preguntado ante la incorporación del señor Horacio Cartes a la carrera presidencial por la ANR, es si el susodicho hubiera tenido tal posibilidad sin la influencia de su fortuna. O si sus adherentes -y los que lo voten mañana- le reconocerían las virtudes, las que tiene y las que no, si no fuera por la capacidad de convicción de sus faltriqueras. Probablemente nadie... y las razones las conocemos todos. Una de ellas es que las lides electorales se hacen a puro dinero y los candidatos no tienen que exhibir otra virtud que sostener las demandas financieras de la campaña. Así se seleccionan candidatos y de esta manera se confeccionan las listas para que el “pueblo elija”. Así ha venido siendo desde el inicio de la ansiada y desaprovechada Democracia, la que ha reciclado a personajes que en el pasado hicieron mofa de sus atributos. Y es así porque los Partidos ya no son -y como van las cosas no serán- el vivero de líderes que la sociedad necesita para que el Tercer Centenario encuentre a nuestros compatriotas sobrevivientes, mucho mejor de lo que este Segundo nos ha deparado. A pesar de los subsidios, cuotas partidarias y prebendas de toda laya que ha amparado esta desesperante mediocridad.

¿Por qué parece tan importante el factor económico para la elección de autoridades? Es probable que el mismo sea funcional al sistema, creación también exclusiva de los Partidos: autores intelectuales y materiales de una maraña de instituciones hechas -ex profeso- para controlarse unas a otras, atiborrándose de correligionarios en adecuadas proporciones, de forma que nada funcione como debe pero que todos sean debidamente gratificados por el Presupuesto Nacional.

De lo que resulta que si el Sr. Cartes fue competente para hacer fortuna... nadie le pedirá otra cosa. Y la falta de méritos se compensa con adulonería. Lo primero, escaso; lo segundo a niveles inflacionarios. Más todavía si los gurúes de la mercadotecnia electoral, ya han determinado que “el muchacho” cuenta con el perfil. El que corresponde -según ellos- a nuestra realidad. Se dejarán de lado por lo tanto, las cualidades que adornaron a un Manuel Franco, a un Eligió o Eusebio Ayala pues el sistema consagrado no quiere ni favorece la elección de estadistas. Solo pretende “facilitadores” de triunfos electorales y aun si el candidato fuera un perfecto inepto (como ya se ha demostrado hasta el hartazgo), solo será necesario que tenga “carisma”. Es decir: que sea un potentado. Si demagogo, mejor...

Es importante hacer notar que el Paraguay no tiene una estructura de estado que atenúe las eventuales limitaciones del titular del Ejecutivo. Ni cuenta con una tradición institucional que responda a los mandos de la República cuando el Presidente manifieste las limitaciones neuronales y operativas que ha caracterizado a los últimos electos. Hemos privilegiado de tal manera el acto eleccionario que ante él, se desdibuja el destino de la Nación. Por lo que cualquiera que pierda una elección se juramentará para que el electo no haga un buen papel. Es más: hará todo lo posible en aguarle la fiesta como si para ello fuera necesaria ayuda externa. Pues para esto bastan nuestros aliados o correligionarios. Al contrario de lo instalado, el sistema electoral debiera privilegiar el conocimiento, la experiencia, la prescindencia a los “compromisos del Partido”, la proscripción a las cuotas y a los perversos contrapesos sectoriales, para que el Presidente haga y deshaga, con mano y mente libres, lo que corresponde para la felicidad de los paraguayos. Porque si “la realidad” quiere imponernos lo indebido, a los verdaderos líderes corresponde la misión de modificarla, para mejor. Líderes que cuenten con un abultado patrimonio intelectual de ideas y proyectos, aunque no tengan un céntimo en el bolsillo.



La falta de proyectos de Gobierno como la ausencia de debate durante las campañas electorales, y fundamentalmente la falta de controles y penalizaciones, permite a los Candidatos hacer uso de expresiones lamentables y completamente fuera de lugar.


 

NICANOR DE CALCUTA

De acuerdo a declaraciones del presidente Nicanor Duarte Frutos, mucha gente cree que para ganar elecciones “...uno tiene que ser chuchi e intelectual”. Lo dijo el pasado 19, después del acto de asunción del Intendente de Mariano Roque Alonso. De paso aseguró que aquellos, “son los más sinvergüenzas”. Y que hay gente adinerada que no saldría electa ni en una asamblea de barrio “porque están dominados por el odio”. Estas declaraciones podrían instalar la “lucha de clases” en el Paraguay, por primera vez en su historia. Porque las calificaciones clasistas en su peor sentido, provienen del mismo presidente de la República. Pero no será así porque a estas alturas, nadie toma en serio al Dr. Duarte Frutos. Pues no suele hacer lo que dice y parece que tampoco decir lo que piensa. O todo lo contrario.

Como parte de sus contradicciones, puede notarse que el Dr. Duarte Frutos frecuenta un ambiente pródigo de gente “muy chuchi”. A juzgar por lo que visten, lo que usan (medios de locomoción especialmente), por lo que gastan (fuera de los recursos del Estado) y por el número de guardaespaldas. El mismo escenario montado en la antigua Tapua-mi, hoy Mariano Roque Alonso, mostró que la mayoría de los presentes estaría “dominada por el odio”, si nos atenemos al elemental esquema de valores que propone el Presidente. Con excepción del “hombre de la mitra roja”; causal -al parecer- de la reivindicación comentada.

Pero en el mismo acto, otras declaraciones del primer mandatario alcanzaron ribetes místicos. Sentenció por ejemplo que “...la política es amor, es estar con la gente, es llorar con el pueblo y reírse con el pueblo cuando tengan que reírse”. Del vasto número de acepciones que el diccionario adjudica al vocablo “Política”, no hay uno solo que concuerde con dicha visión. Pero la gente -me dirán- no lee el diccionario y escucha al presidente. Y lo más probable es que con estas expresiones y ante la disyuntiva de constituirse en una fusión de “chuchi/intelectual/sinvergüenza”, o involucrarse en los múltiples “negocios” que florecen al amparo de las altas esferas, uno decida abandonar cualquier esfuerzo académico o laboral para gratificarse con las “mieses del poder” como dijera algún prócer del “coloradismo eterno”. Es probable que escuchando al primer mandatario, se devalúe la importancia de los estudios para medrar a la sombra de los padrinos partidarios. Y que el pensamiento científico, la calidad profesional y la honestidad, sean cada vez más arrinconadas por el arribismo, la mediocridad y el pokaré.

Es que cuando el presidente, además de deformar el significado de los vocablos, prefiere a hombres “de sensibilidad social” antes que a “chuchis” o “intelectuales”, está afirmando un rotundo NO a todo lo que significa rigor, idoneidad y excelencia. Y la opción presidencial por los primeros ha derivado ya en “harta sensibilidad” (como diría Pinochet) y en escasa competencia en la función pública. Por lo que resulta cada vez más tentador para los políticos que lloran y ríen con el pueblo, caer simpático a quienes representan el mayor caudal electoral. Y que además se conforman con tan poco. Pero los pobres, los verdaderos pobres, necesitan de oportunidades de trabajo, de educación y salud, en ese orden de prioridades. No de halagos ni consuelo. Los pobres y todos los paraguayos queremos que la pobreza sea combatida y no subvencionada en cada cacería de votos o por la militancia rentada. No queremos que los pobres sean carne de cañón de las contiendas electorales y objeto de frecuente olvido una vez que pasan los días de vino, asado y discursos.

Y para todo esto, necesitamos un presidente digno del cargo. Que prefiera a mujeres dignas y hombres dignos en todos los demás cargos de la función pública. Porque la gran mayoría de los que llegaron al grado universitario fueron estudiantes pobres o hijos de padres sacrificados. El Paraguay necesita que sea emulada -alguna vez- la saga de los Garay, Moreno, Domínguez, Cardozo, Ayala, Paiva, Irala, hijos humildes de mujeres solas, desamparadas y campesinas en la casi totalidad de los casos. Así como debe valorarse el sacrificio de millares de familias y heroicos estudiantes que quieren a sus líderes comprometidos con un Paraguay mejor.

Por eso necesitamos un Presidente que combata la pobreza y no la elogie como prenda de popularidad. Que hable claro y con gran respeto a su investidura y a la Ley. Y que cuando hable, actúe en consecuencia. Eso quiere decir coherencia. Que no confunda púlpito con barricada. Él no es Teresa de Calcuta. Y que se abstenga de hacer discursos en función a la ocasión, o a sus interlocutores. Esto quiere decir demagogia.



CAPITULO II

ESCRITOS DURANTE LOS AÑOS 2012/2013


Todo parece indicar que la vida pública se ha convertido en un gran “reality” en el que definitivamente dimos la espalda a la “voluntad de ser”, para desnudar nuestras miserias como en un espectáculo. Así vemos al actual mandatario Federico Franco oficiar de predicador, de ciclista, manejando tractores o demostrando que es mejor médico que presidente, acompañando cuanta actividad le reporte alguna figuración en los medios.


EL PARAGUAY ES UN REALITY...

Ni malos gobiernos, ni pobreza o falta de educación. Con los dos últimos males, nacimos y crecimos los paraguayos. Y de lo primero, tuvimos mejores y peores de lo que hoy. Pero siempre estuvo presente en nuestra sociedad “el orgullo de ser”. Sentimiento que se sustenta en el ejercicio de la dignidad, sentido del honor y espíritu de sacrificio. Aquello que Manuel Domínguez describiera como patriotismo y cuya carencia se siente hoy más que nunca, especialmente dentro de las esferas del poder. Que se percibe en una sociedad que se hunde en la desorientación, el desencanto o la frustración y que ni siquiera atina a reaccionar frente a la magnitud de sus males. Y por el contrario o como respuesta, los agrava sumergiéndose en la banalidad o en la demostración de la más absoluta falta de compromiso. Mientras que los jóvenes que padecen y esperan, los ciudadanos idealistas, los que intentan el ejercicio de la virtud, los que trabajan y se desloman por sus semejantes en medio de las carencias, solo encuentran el desdén de la incomprensión y dificultades de cualquier orden para construir algo mejor de lo que tenemos en el “mundo real” de nuestras tribulaciones.

Todo parece indicar que nuestro pasar por este tiempo, se ha convertido en un gran “reality” en el que definitivamente dimos la espalda a la “voluntad de ser”, para desnudar nuestras miserias como en un espectáculo. No para indignarnos o superarlas sino para solazarnos con ellas. Como cuando veíamos al expresidente Lugo siempre sonriente en medio de la adustez y sobriedad del alto mundo de las dirigencias de Estado. Entonces -como en el chiste- nos preguntábamos: “Y éste... ¿de qué se ríe?”. Pero la historia nos enseña que cuando en el Paraguay hacemos algo para dejar los males atrás, casi siempre caemos en la tragedia de incorporarnos más desgracias de las que ya teníamos. Hoy vemos al actual mandatario Federico Franco oficiar de predicador, de ciclista, manejando tractores o demostrando que es mejor médico que presidente, acompañando cuanta actividad le reporte alguna figuración en los medios. Y frente a ese ridículo empecinamiento, nos preguntamos: ¿El Sr. Franco no tiene algo mejor que hacer? ¿Algo que nos induzca a pensar que se está ocupando de nuestros problemas? ¿O que está trabajando para resolver los que le dejaron? ¿No debiera estar gestando estrategias, acuerdos, acciones consensuadas con los estamentos partidarios, gremiales y empresariales, para afrontar los duros tiempos que se ciernen sobre nosotros como una sombra? ¿No debería estar convocando a una tregua política para que nadie le pida cargos... especialmente sus familiares y correligionarios?., para que le ayuden a concertar leyes de emergencia, desmantelar la violencia, disminuir los índices de desempleo, de abandono a la niñez y tantos males que la detención en cada semáforo nos recuerdan permanentemente.

Desde los noticiosos hasta los discursos electorales. Todo sirve para trivializar nuestras desventuras. El Paraguay entero ignora el significado de vocablos como sobriedad, recato o austeridad. Es la razón por la que los problemas se multiplican y es cuando la falta de liderazgo, de buenos ejemplos y algún sentido de responsabilidad social y comunitaria descienden en cascada sobre el resto de la sociedad y se reproducen con su peor expresión. Y solo para contabilizar unos pocos ejemplos, van los siguientes:

- Dirigentes de fútbol que compiten en grosería y mala educación con sus barra bravas. Y los superan. Mientras que -contradictoriamente- otros dirigentes ordenan que los árbitros de fútbol penalicen a los jugadores que exteriorizan su júbilo por un gol, “para no exaltar a la hinchada y estimularla a cometer actos de violencia”.

Dirigentes campesinos que se alzan contra todos, con palos, escopetas y pasamontañas cubriéndoles el rostro, exponiendo al peligro a sus hijos y esposas; pero reclaman airados ante cualquier acción judicial o policial consecuente.

- Dirigentes sindicales que cierran calles, que se empeñan en provocar a la cada vez más debilitada y denostada policía. No en procura de una mejor atención o servicio; no para contar con mejores instrumentos de trabajo; sino para el logro de exclusivos beneficios. Salariales se entiende.

- Comunicadores que apuestan al cachiain para no asumir la responsabilidad de dar buenos ejemplos a su audiencia.

- Empresarios que apuestan a la misma fórmula para auspiciar estos programas. Y radio emisoras que las difunden, con el cuento de la libertad de expresión...

- Autoridades de cualquier estamento de gobierno que declaman sobre el valor de la educación, pero siguen financiando (con cualquier denominación) a los pobres, como la más segura “carne de cañón” de las votaciones. Esto, con la ayuda de los colectiveros que los transportan gratuitamente para el “acto comicial”, desde luego. Es la “contrapartida” por el sabotaje al Metrobús...



Algunos funcionarios del Tribunal Electoral opinan que el desbloqueo “será complicado”; que la apertura de las listas “tendrá altos costos” y con resultados poco menos que impredecibles. Ante tan apocalípticos vaticinios, se impone una simple pregunta: ¿lo que tenemos es mejor? ¿El sistema actual nos ha deparado una democracia estable?., ¿instituciones firmes y autoridades dignas de las responsabilidades que asumen? Y sobre todo: ¿cuánto nos ha costado el fracaso?


 

SÁBANAS COSTOSAS...

Los argumentos de los que propenden a la eternización de las listas sábanas, no molestan. De verdad. Lo que verdaderamente indigna es que sus mentores nos crean mentalmente desvalidos. Que piensen que la ciudadanía es opa. Que somos estúpidos cuando en realidad, este sayo les calza perfecto, porque según explica el semiólogo Umberto Eco, los estúpidos son aquellos que “...no se equivocan de comportamiento, sino se equivocan de razonamiento”, como sucede en este caso y un Tribunal digno de nuestra democracia decide “desrazonar” alegando que el desbloqueo “será complicado”; que la apertura de las listas será “costosísima” y que los resultados, poco menos que impredecibles. Otros beneficiarios del sistema llegan a afirmar que abrir las listas para democratizar la Democracia se volverá “peor que la enfermedad” y una serie de lugares comunes que lo único que tienen de común, es el menoscabo a nuestra inteligencia.

Y aun si los apocalípticos vaticinios tuvieran algún rigor, se impondría una simple pregunta: ¿lo que tenemos es mejor? ¿El sistema actual nos ha deparado una democracia estable?., ¿instituciones firmes y autoridades dignas de las responsabilidades que asumen? Ya fueran estas electas o "cuoteadas” por las electas. Porque es ahí cuando refulge el enorme costo de la listas sábanas. Y es cuando nos preguntamos también si nadie ha considerado las tremendas pérdidas que se derivan de la impericia, la improvisación, de la falta de dedicación y responsabilidad de quienes vienen empaquetados dentro de las listas. Pérdidas para el Estado, eternización y agravamiento de sus males e hipoteca a nuestras ilusiones, ocasionadas por un sistema electoral tal vez económico, pero más que oneroso por sus resultados y consecuencias.

¿Cuánto nos cuesta el desempeño de gente sin otro mérito que la militancia partidaria en la mayoría de los casos; sin idoneidad ni competencia para lidiar en medio de las complejas exigencias de un Estado moderno? ¿Cuánto cuestan al país los “representantes” que siempre se agregan prerrogativas y nunca límites a sus desbordes?., ¿que nunca se imponen penas a las defecciones o errores de los miembros parlamentarios?., ¿que no castiga la falta de actividad, la impuntualidad, las ausencias o las trasgresiones a los reglamentos del mismo Parlamento?., ¿que privilegia la solidaridad corporativa frente a los intereses nacionales?

¿Alguien se ha ocupado de medir el costo de la mala gestión? ¿del derroche? ¿del despilfarro de quienes miden sus ínfulas por el decorado de su investidura?., ¿por la escenografía que le confiere un “status” que casi nunca se sustenta en una buena formación académica?., ¿o en la competencia social que concede la capacidad de discernimiento y ubicación? ¿Cuánto cuesta al país el desaliento de tanta gente que invierte en su educación para ser útil a la sociedad y es desplazada, interferida y frustrada por un incorregible contingente partidario que reclama “su espacio” en la función pública, simplemente en pago por lo que hiciera en beneficio de algún candidato; sin otra virtud que el manejo de recursos suficientes para su postulación a un cargo público? Postulación que por otra parte, se decidirá entre cuatro paredes y entre “amigos” que repiten -aunque ahora colectivamente- el viejo ritual autoritario de determinar “lo conveniente” para el pueblo.

En contrapartida a todo esto y si -de verdad- pudiéramos ELEGIR a nuestras autoridades: ¿cuánto puede revertir económicamente al país la gestión pública basada en la calidad, idoneidad y decencia de quienes han cotejado con lo mejor de sus capacidades para cualquier cargo?., y que ante cualquier defección durante su gestión puede ser demandada y hasta recibir una revocación de sus mandatos por parte de sus votantes. ¿Cuánto puede mejorar la educación del país si de sus resultados y de su utilidad, se obtiene una élite intelectual académica y profesional capacitada para los negocios del Estado y por este motivo, confiable para sus conciudadanos? ¿Cuánto se beneficiarán los Partidos Políticos -no sus líderes actuales, desde luego- cuando mejoren sustancialmente los cuadros y recuperen el prestigio que la sociedad requiere de su actuación?

Porque finalmente, la promoción permanente de talentos y capacidades que se producirá al abrir las listas, es la ÚNICA y verdadera forma de promover la alternancia y la progresiva depuración de los vicios que nuestra frágil democracia no ha logrado decantar.

Pero las preguntas que anteceden, nunca han sido planteadas entre los orientadores de opinión y mucho menos, en el seno de los partidos políticos. Pareciera que algunos perversos mecanismos que desvirtúan la esencia democrática, no permiten identificar que el sistema ha incubado no solo frustraciones y falencias en la gestión de gobierno, no solo el ausentismo a los actos electorales; sino una generación de seguidores más que de ciudadanos- a la medida de sus líderes: mediocres, pedigüeños, obsecuentes, oportunistas, inmunes a las críticas del resto de la sociedad. Indiferentes al destino de la Nación.



CAPITULO III

ESCRITOS SOBRE ARQUITECTURA Y LA CIUDAD


Siempre se comentó que el primer viaducto de Asunción, elevado en el cruce de las avenidas Eusebio Ayala y Gral. Santos, se debió al impacto que había causado al Gral. Alfredo Stroessner, la visión de centenares de estos cruces viales, durante su visita al Japón. Aparentemente, esa impresión se contagió a muchas autoridades municipales y a algunos de los allegados profesionales de estos.


OBRAS PÚBLICAS INSERVIBLES

La Municipalidad de Asunción se ha propuesto construir un paso a desnivel, combinación de túnel y puente, en el cruce de las avenidas Gral. Santos y Mcal. López. El impacto que podría generar esta iniciativa obliga a preguntarse si la misma se justifica. Y la respuesta es que todo proyecto de inversión pública debe ser correspondiente a su utilidad, mediante un plan que registre problemas o necesidades, así como considere las soluciones más óptimas posibles. Si el plan contiene estos atributos, también debería tener en cuenta los impactos negativos del proyecto después de analizar alternativas más económicas, de igual o mayor eficacia. Frente a estas premisas, puede afirmarse categóricamente que la intención no cuenta con fundamentos que la legitimen.

De inicio, la Intendencia no tiene un Plan. El proyecto no forma parte del programa de gobierno ni de la gran serie de intervenciones que la ciudad viene requiriendo desde hace ya mucho tiempo. La Sra. Evanhy de Gallegos, se sumó sencillamente al plantel de Intendentes de todo el país que, seducidos por el dinero de ITAIPU, ha presentado proyectos a ser financiados por la entidad binacional. Sería el motivo por el que las intervenciones deben ser visibles y en lo posible, espectaculares. Pues la generosidad tiene que redundar en réditos políticos o de prestigio para el donante y, en este caso, la beneficiaría. El detalle nos aleja de la segunda condición: sin planes, no existirán alternativas que analizar. Y de hecho, pueden contarse muchas de ellas, implementadas con éxito en otras grandes ciudades de cualquier parte del mundo. Pues demostraron ser económicas y eficaces. Desde vías diferenciadas hasta equipamientos de confort urbano y señalizaciones didácticas, junto a otros procedimientos operativos y de fiscalización consistentes y serios. Estos mecanismos se han inscrito dentro de lo que se conoce como “templado de tráfico” y responden a una filosofía de trabajo fundamentada en que “un conjunto de pequeñas intervenciones tiene el mismo impacto de una grande”. Con enormes diferencias de costo y beneficios en favor de las primeras. Todo esto consta en libros y publicaciones profesionales.

La inexistencia de un Plan también delata la falta de estudios sobre los impactos negativos que generará el túnel/viaducto. Ambientales, funcionales y estéticos, sin que se conozcan medidas paliativas de ninguna clase que la Municipalidad estuviera considerando para atenuar o evitar los “daños colaterales” de la intervención. Por lo que puede concluirse que si “las obras de progreso” se inscriben simplemente como estrategias electorales o juegos de poder, los supuestos beneficios pasarán a constituirse en meros accesorios de la iniciativa. Y deberá concluirse por lo mismo, que no se han previsto los exactos alcances del proyecto aunque debe descartarse que la magnitud, esplendor o importancia que tuviera la solitaria intervención, en UN solo punto de la trama urbana, mejore las condiciones del tráfico o el ordenamiento urbano.

Debe acotarse ante esta propuesta, así como ante otras de los gobiernos municipales de la era democrática, que ya desde décadas antes de la finalización del siglo XX, los organismos internacionales habían advertido sobre la necesidad de una mirada profunda a los problemas de las ciudades. En tal sentido, se recomendaban urgentes reformas debido a que -como anunciaba dicho informe- a partir de los primeros años del siglo XXI, la mayor parte de la población mundial estaría residiendo en un recinto urbano. Algunas ciudades han previsto este fenómeno y como consecuencia de sus inquietudes, propuestas e inversiones, han podido atenuar los conflictos que la creciente concentración poblacional está ocasionando. Otras, sin muchos recursos pero sobrada inteligencia, se han limitado a no agravar sus males, en espera de mejores tiempos. Pero nuestras autoridades están empecinadamente empeñadas en ignorar la magnitud de estos cambios, que no solo abarcan ámbitos propios de los gobiernos locales sino se extienden a los de la vivienda, salud, educación, los transportes y las cuestiones laborales o de producción; así como los del ambiente en general. Y sin que se perciba hasta el momento, siquiera la intención de algún análisis, puede anticiparse que las dificultades se irán agravando en forma progresiva. Y no se solucionarán con uno, 10 o 100 viaductos.

La precariedad de nuestras autoridades municipales en materia de conocimientos es un hecho. Y de seguro que el fenómeno seguirá mientras se considere a los gobiernos locales como un simple peldaño de la política partidaria. Pero si no fuera posible conciliar candidaturas con habilidades y conocimientos específicos, debería esperarse de los electos, al menos la sensatez de seleccionar profesionales capaces de elaborar una concepción urbanística acorde con nuestra realidad, cultura y medios. Lamentablemente la experiencia nos enseña que autoridades mediocres tienden a elegir profesionales que se corresponden con sus limitaciones. Y condicionados estos por la obediencia indebida y celosos en la custodia de sus salarios más que de la responsable aplicación de conocimientos, se manifiestan siempre dispuestos a ejecutar lo injustificable con la misma distensión y falta de rigor con que lo diseñaron.

¿Es el túnel/viaducto la solución para cualquier cruce de la ciudad? De acuerdo a datos internacionales -que la Municipalidad evidentemente NO recabó- estos proyectos están justificados exclusivamente para sitios en los que no existen otras alternativas. Como barrancos, lugares montañosos o costas inaccesibles. De hecho, los gobiernos que acompañan la modernidad y se encuentran al día con las pautas que rigen el diseño de las ciudades, evitan este tipo de obras. Pues son invasivas para el entorno, radicales por su irreversibilidad, tendiendo además a atomizar los espacios urbanos, privilegiando la circulación vehicular antes que el énfasis o la recuperación de la comunicación y los contactos, germen nutriente de la vida en comunidad. Vallados en las plazas, supercarreteras en medio de las ciudades, puentes e intervenciones que otorgan más importancia a instalaciones o vehículos que a las personas, representan una concepción autoritaria y desfasada del “progreso” a la que nuestras autoridades buscan adherirse con talento y vocación. Pues sin argumentos ni capacidad para advertir hacia donde se dirige “el cambio”, buscan treparse “al carro del progreso”, cuando este cambió de vagón, hace ya mucho tiempo...



Hubo un tiempo en que el Barrio Obrero estaba ahí nomás, subiendo la cuesta del centro, hacia el sur. Hubo otros, en que la gente no se desplazaba más allá de la calle Choferes del Chaco para llegar de su ocupación laboral a la casa. Hubo algún tiempo en que la siesta era real, porque todos tenían tiempo de ir a compartir con su familia, almorzar y regalarse una “cabeceadita” de descanso. Después, el “progreso” expulsó a la gente de donde residía, lejos de su lugar de trabajo, lejos del centro, lejos de todo.


 

DIOS EXISTE

Con la tarde muriendo y en alguno de los trayectos entre Asunción y las afueras, uno llega a la inevitable conclusión de que Dios existe. Porque si Él no estuviera por allí, habría seguramente más víctimas de las que cotidianamente informa la prensa. A esas horas... porque es cuando los “turnos de trabajo” de los agentes de tránsito han concluido y el desborde queda habilitado. El que quiera verificarlo no tendrá más que transitar por esas “calles de Dios”, esquivando vehículos de todos los tamaños y velocidades; con o sin luces. Entre el estrépito de motores, bocinazos e imprecaciones de variado calibre, van las motos: la extrema posibilidad del vehículo propio para que una familia de los arrabales se evite el suplicio de lo que pomposamente llaman “transporte público”. En su diaria apuesta en la lotería de la vida, sus pasajeros van arracimados sobre el frágil vehículo, entre el conductor y la desgracia. Son apenas visibles entre las luces, la congestión y el monóxido de carbono, este nefasto componente del cáncer urbano. Especialmente entre los autobuses que compiten carreras de miedo para determinar cuál de sus conductores es más criminal. O cual de las empresas que los regentean ejerce la irresponsabilidad exclusiva. Las unidades tampoco cuentan con todas las luces, pero van más rápido, abarrotadas de pasajeros que agotados o por la imposibilidad de marcar pautas a los irresponsables, se refugian en la indiferencia o rezan en silencio. Las unidades están sucias, descoloridas, llenas de avisos comerciales incitando a la felicidad.

Tampoco se puede transitar por las veredas. En el espacio destinado a una imposible caminata, la gente va sorteando vehículos estacionados, puestos de venta, mercaderías en exhibición, basura o carteles publicitarios. O algunos de los muñones de los que ya en desuso quedaron incrustados en la acera, en forma de filosos hierros o agujeros en el suelo. Los de la Municipalidad no ven la anomalía. Y hasta le brindan "interesada” cobertura. En los semáforos el caos aumenta. Allí se suman vendedores de todo, además de limpia-parabrisas, cartelitos que nos anuncian a un invidente, un pedido de útiles o directamente el reclamo de un “mil-i”. Ante este acoso, las puertas de los vehículos se cierran herméticamente y el polarizado sube hasta cubrir el anonimato de los pasajeros y la última rendija de claridad que ingresaba al interior. En un momento más, el amarillo del semáforo anuncia que la violenta carrera se ha reiniciado. En la competencia de luces, velocidades de muerte y más bocinazos, algún peatón intenta cruzar la calle. Con la infeliz especulación de que es visible o el que lo viera aminoraría la marcha. Pero al final y ante la evidencia de que, aunque lo vean le van a pasar encima, termina los últimos metros a toda carrera. Dios y nosotros nos preguntamos: ¿cuántos habrán llegado a tiempo en el trayecto por ese terreno de nadie? ¿O se habrán encontrado abruptamente con San Pedro sin que se enteraran de lo sucedido?

Porque al día siguiente, en la sangrienta crónica de los medios de prensa, se anuncia la lista de muertes y “accidentados” en cualquiera de estos accesos. Y a pesar de que “no es accidente lo que puede evitarse” según reza un corto publicitario, se atribuirá tanta desgracia a los excesos producidos por el alcohol, a la irresponsabilidad de los conductores, a la ausencia de veredas o porque la iluminación pública ha sido arrasada u opacada por la profusión de anuncios publicitarios. O por la falta de controles. O la ausencia de educación y sentido de responsabilidad de todos...

Y Dios... ¿no interviene? sería la pregunta obligatoria. Él salvará a todos los que pueda. Aunque jamás se habría imaginado que su creación fuera tan perfectamente inconsciente... O tal vez piensa que, como castigo, semejante infierno es ya suficiente desgracia.



CAPITULO IV

ESCRITOS SOBRE HISTORIA


La buena vecindad entre los pueblos y naciones suele ser interés de Estados modernos y autoridades responsables. La actitud se inscribe dentro de lo que se llama “doctrina”.

Pero si no es así, los argentinos y sus aliados de hoy nos demuestran que no les interesa la doctrina, ni la integración, ni la buena vecindad.

Artículo inédito.


EL ESPÍRITU DE LA “TRIPLE ALIANZA” ESTÁ PRESENTE EN LOS TRATADOS DE ITAIPU Y YASYRETÁ

“El tratado es secreto, la sesión es secreta, solo la ignominia es pública”, escribían dos eminentes argentinos: Miguel Navarro Viola y Carlos Guido Spano, en el diario La América de Buenos Aires, en 1866. Se referían a la Triple Alianza. El objeto de aquel documento fue la destrucción del Paraguay y se pretendió ocultarlo. Los tratados de Itaipu y Yasyreta, ya con signatarios paraguayos, no fueron secretos pero crearon instituciones herméticas, completamente ajenas a los controles administrativos de los Estados al punto de constituirse en entidades supranacionales. En el fondo, tienen idéntico fin, pues a argentinos y brasileños parece animarles el mismo propósito del 1865. Comparado el Tratado de la Alianza con los de Itaipu y Yasyreta, puede notarse sin embargo una gran diferencia: los paraguayos que firmaron el certificado de nacimiento de estas binacionales o acompañaron su deforme crecimiento, son la antítesis de aquellos que se opusieron a la “tríplice” con entereza y patriotismo.

¿Y por qué comparamos estos acuerdos? Porque nada como las acciones de las que fuimos testigos en estos últimos años, retrata con tanta claridad las similitudes. Y nada de lo que se hiciera alrededor de Itaipu o Yasyreta es tan elocuente como el entreguismo de los negociadores o gobernantes paraguayos que suscribieran, o mantuvieran, aquellos documentos en sus condiciones originales.

Para sufrir las tribulaciones de siempre,

Paraguay no necesitaba de otros tratados

A estos se los incumple desde el 12 de octubre de 1811. Para seguir con los padecimientos de antaño, no necesitábamos de “mercados comunes”. Bastaba que se desmantelaran las trabas arancelarias que en los puertos argentinos vienen surgiendo desde los tiempos de los “puertos precisos”. ¡En cuántas ocasiones las aguas del Plata se enturbiaron con los cargamentos de tomates o naranjas paraguayas que se arrojaban al cauce, tras pudrirse en Buenos Aires en espera de “soluciones” a las trabas de turno! Y cuando no eran frutas o legumbres, eran maderas, carne o algún otro producto, en volúmenes tan modestos que jamás pudieron haber puesto en peligro “los intereses argentinos”.

Para contar con el mayor caudal de energía eléctrica del mundo (que no usamos y malvendemos) nuestras autoridades no deberían haber aceptado que aquellos acuerdos sigan vigentes solo para obtener regalías, compensaciones o como se llame la humillación del momento. Deberían haberse opuesto desde el principio y con energía, a cualquiera que pretendiera recomponer virreinatos o reverdecer imperios. Y ahora mismo, es el momento que demanden, exijan u obliguen una justa distribución de prerrogativas y beneficios en la administración de los recursos naturales del Paraguay. ¡Y juzguen y condenen a los responsables nacionales de tantos desatinos!

Bronca al “kurepi”

Los argentinos suelen preguntarse por qué los paraguayos somos generalmente más hostiles con ellos que con los brasileños. Y la respuesta suele diluirse en frases irónicas, con las que cada quien esconde la verdadera naturaleza de esa bronca. Que si es tal como la sienten los argentinos, es porque si bien las agresiones históricas al Paraguay fueron de mayor volumen y persistencia desde las fronteras lusitanas antes y brasileñas después, aquellos pudieron habernos evitado muchas de esas penurias... y no lo hicieron. Pudieron ponerse “del lado de las repúblicas del Plata” como sugiriera Anacarsis Lanús a su amigo Bartolomé Mitre en 1865. Pero los argentinos privilegiaron las relaciones con el Imperio, como ahora, siempre. Y aunque el río convoque a los paraguayos hacia el sur, los del sur pudieron haber hecho más que el abrigo que dieron a muchos compatriotas, evitándole al Paraguay el peso de cuanta medida los expulsara de su propio suelo.

Nos duele Yasyreta, porque cuando los argentinos demandan apoyo y comprensión para sus negociaciones con el FMI por la deuda externa; o con Gran Bretaña por las Malvinas; o con el Uruguay por las papeleras, los paraguayos esperamos que al mismo tiempo, se empeñaran en no insultar nuestra amistad con las injusticias a las que nos someten o por las que protestan y reclaman a las demás. Y siguen apegados al bloqueo con el que nos castigaron desde que nos atrevimos a la Independencia. Tal como sucedió cuando nos impusieron una cuantiosa “deuda de guerra” y nos dejaron sin recursos, sin gobierno y sin la “civilización” con la que había justificado la invasión a nuestro suelo.

La actitud, propia de Estados modernos y de autoridades responsables, se inscribe dentro de lo que se llama “doctrina”. Pero si no es así, los argentinos y sus aliados de hoy nos demuestran que no les interesa la doctrina, ni la integración, ni la amistad.



¿Alguien todavía piensa que las bandas terroristas o de narcotraficantes -como los de las FARC- respetan dominios territoriales? Si no respetan democracias, si victiman a poblaciones civiles que no responden a sus designios, si no se atienen a sentimientos humanitarios... ¿puede todavía creerse que respetarán hitos fronterizos?


 

¡RECUERDEN PARAGUAYOS!

Que las mismas razones que expuso Colombia para atacar un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano, motivaron el inicio de la Guerra de la Triple Alianza. Que cuando el Mcal. Francisco Solana López ordenó invadir Corrientes después de que la Argentina negara el permiso para que su ejército transitara su territorio con la intención de ayuda al gobierno uruguayo atacado por el Brasil, el presidente Mitre asistía el operativo imperial con apoyo logístico y sanitario. Recuerden que mientras imponía al Paraguay el peso de una neutralidad hipócrita, daba cobijo a la armada agresora, operando esta en aguas jurisdiccionales de la misma Argentina, como del país agredido. Que la pretensión del gobierno paraguayo se debía a la intención de cumplir Tratados Internacionales firmados en 1851 y que le obligaban a defender la Banda Oriental de cualquier ataque que pusiera en peligro su Independencia. Tratados que -por otro lado- también obligaban a argentinos y brasileños.

En resumen y para recuerdo de quienes aplauden los apegos de la OEA a formalidades que no se cumplen, Colombia afronta hoy el mismo problema que Paraguay antaño: invadió -es cierto- territorio ecuatoriano lejos de todo peligro a su población civil, para combatir a bandidos colombianos que atacan Colombia desde hace 50 años. Y el operativo fue hecho sin el conocimiento del gobierno ecuatoriano por el motivo que el presidente Uribe expresó muy claramente: “que si pedían permiso, los rebeldes iban a estar preparados”. Finalmente, la posición de la OEA de los países miembros fue una cuasi condena para Colombia. Pues le exhortaron a que “...no exporte sus problemas a los países limítrofes.

¿Alguien todavía piensa que las bandas terroristas o de narcotraficantes, respetan dominios territoriales? Si no respetan democracias, si victiman a poblaciones civiles que no responden a sus designios, si no se atienen a sentimientos humanitarios... ¿puede todavía creerse que respetarán hitos fronterizos? ¿Alguno de estos solemnes e infatuados gobernantes de América que vimos en las transmisiones televisivas puede creer que cualquiera de nuestros países está a salvo de los problemas que afronta Colombia? ¿Alguno se ha preguntado siquiera cómo llegan las armas a sus selvas? ¿Cómo adquieren las bandas de las FARC sus pertrechos?, ¿quiénes los suministran? ¿Han concebido acaso el delirio que los irregulares tienen un puerto legal... o un aeropuerto... o administran una Aduana? ¡Con semejante hipocresía ¡¡no las necesitan!!

Recuerden paraguayos que la Dictadura que asoló nuestro país no hubiese existido si hubiéramos tenido organizaciones humanitarias útiles y sentido de responsabilidad en los gobernantes del mundo. Ni siquiera se hubiese desarrollado el engendro sin las otras dictaduras del entorno. De las que tuvo aliento y soporte y que le brindaron impunidad mientras la hipocresía internacional les daba silenciosa bendición. Tanto como de créditos que sirvieron para endeudar miserablemente a nuestros países. Recuerden que ningún Estado puede ser eficiente si se le cercenan sus capacidades, si se ignoran sus impedimentos, si se le acentúan rigores que contrastan con la generosa displicencia concedida al accionar de sus enemigos. ¡A nuestros enemigos! Porque ningún demócrata -en serio- puede ser amigo de un terrorista.

Pero así es la “comunidad internacional” con las democracias del sur. Así somos los americanos con los americanos. De tanto sufrir dictaduras y dictadores, creemos que cualquiera que se autotitula “guerrillero” está a “favor del pueblo”. Y mientras el presidente Bush puede decir al mundo que seguirá violando los derechos humanos y torturando a quien el gobierno norteamericano impute como terrorista, se niega a Colombia la posibilidad de combatir a sus enemigos.



CAPITULO V

ESCRITOS SOBRE LA PALABRA Y EL IDIOMA GUARANI


Con efecto retardado en cuanto a las apreciaciones de sus maestros sobre el valor de la enseñanza del guaraní, el Ministerio de Educación y Cultura determinó cancelar cátedras de los colegios secundarios.


LA EXCLUSION DEL GUARANI

Colonizar significa substituir un saber por otro distinto. Se trata de un procedimiento que a veces dura siglos y determina el reemplazo de conocimientos, modos de vida, ciencia o cultura y se consolida en la supremacía de unos sobre otros. Naciones o Imperios dominantes unos, frente a otros despojados de todo, o de casi todo, cuando el operativo de dominio se asentaba en el propio territorio de los pueblos sojuzgados. Para el efecto, estos habrán sufrido largos períodos de sangre y desolación, atropellos y menoscabos que empezaron con el desprecio a sus creencias, continuaron con el olvido de su cultura original y terminaron con sus saberes ancestrales. Finalmente sin nada y sin orgullo, sin sentido de pertenencia o dignidad, sumisos y dóciles, estos pueblos acaban aceptando y adoptando lo que se les imponga.

Si alguien piensa que me refiero al Paraguay, SE EQUIVOCA ROTUNDAMENTE. No fue así -al menos- en el principio. Porque a pesar de que los paraguayos sufrimos atropellos parecidos a los mencionados, es sabido que en el origen y más que civilizar a nuestros guaraníes, los europeos terminaron GUARANIZADOS por ellos; adoptando sus conocimientos, alimentos, ciencia y sobre todo, su lengua.

La polea de transmisión de aquel fenómeno inédito en América, fue el reinado de la mujer indígena en los enclaves pioneros. Las que, a falta de extranjeras, hicieron que en aquellos hogares nutridos de niños, la leche materna fuera matizada con el trinar del idioma guaraní. “¡IDIOMA, señores!., no dialecto!”, como bramaba apasionado el Dr. Reynaldo Decoud Larrosa frente a los que tuvimos el privilegio de ser sus alumnos en el Colegio Nacional. Y junto a la lengua ancestral, se sumaron a esta vigente herencia: la elocuencia y la valentía. Atributos de los paraguayos de antes y de los Jefes Guaraníes de aún más antes, quienes se expresaban con tal calidad oral -según nos explicaba el Maestro Decoud- que le daban ritmo de poesía a sus expresiones.

Debido al uso y difusión de la lengua guaraní a partir de las primeras Reducciones Jesuíticas (1610), el Gobernador Juan de Blázquez de Valverde (1656/1659) otorgó al idioma una categoría real, convocando durante su mandato a una Junta de 10 Teólogos, “los más versados en la lengua Guaraní”, para aclarar y recomendar detalles sobre su uso. El guaraní era entonces incluido, no excluido.

En las postrimerías de la colonia, nadie hablaba castellano en el Paraguay. Lo expresa el Jesuíta José Cardiel en un libro que vio la luz -por primera vez- en 1780, apuntando que los extranjeros “tenían que hablar guaraní”, para comunicarse con los paraguayos. Era el guaraní viviente que algunos pretenden inútil u “olvidable”.

El Padre Bartomeu Meliá desentrañó el procedimiento de los Cabildos en los Pueblos Originarios del período colonial, cuando sus autoridades indígenas escribían sus peticiones al Rey ¡en guaraní! y que el poder administrador de entonces, agregaba a la petición una respetuosa providencia: “Tradúzcase al español y junto al documento original, sea remitido a SM”. Más inclusión del guaraní.

José Gervasio Artigas, San Martín, Pedro I y Bartolomé Mitre, hablaban guaraní. Este último aparece como autor de un artículo: “Ayerecó Quahá Catú”/Una Provincia Guaraní (sic), en una bibliografía publicada en 1930 por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

El Mcal. Francisco Solano López no ocultaba su molestia frente a los extranjeros que no usaban el idioma nativo. De hecho, hizo que los oficiales de mayor conocimiento en la lengua, se reunieran en los campamentos para consensuar una grafía común del guaraní, cuando aparecieron los históricos diarios nacionales en medio del conflicto con la Triple Alianza. El radiotelegrafista Albino Ortiz Ramírez, recientemente fallecido, manifestaba que uno de los recursos más valiosos para las comunicaciones militares durante la Guerra del Chaco, fue el uso de la lengua autóctona en vez de los mensajes cifrados. El dulce idioma de la “raza ausente” -como escribiera Eloy Fariña Núñez- era susurrada también en la penumbra de los trincheras, usada para el consuelo de los heridos y en las apelaciones que dieran estímulo y valor a los soldados en los combates.

Hasta 1848, la mayoría del pueblo paraguayo conservaba sus apellidos guaraníes. Hasta que un Decreto del Presidente Carlos A. López, declaró ciudadanos “a los antiguos habitantes de los pueblos originarios”. La medida hizo que la mayoría cambiara sus antiguos y sonoros nombres por el de apellidos españoles. Ya en este siglo XXI, la Universidad de Buenos Aires hizo estudios basados en 12.000 ADN’s de ciudadanos argentinos, revelándose que el 56% desciende de indígenas; la mayoría de ellos guaraníes.

De manera que si un exponente del enorme contingente de compatriotas con un apellido hispano pegado al de un inmigrante italiano, cree que puede menospreciar la lengua madre por ignorar su historia, atributos y valores, solo manifiesta una soberbia que indigna y una mentalidad colonizada. Por Ministro que sea...

Tanto como el cuerpo humano que se vale de todos sus órganos y miembros para funcionar con eficiencia y calidad, los paraguayos estamos incompletos sin el idioma guaraní. Lengua que nos distingue y enaltece como entidad nacional única en América.

Para mayor abundamiento, va este fragmento de los versos de un poeta nacido en Humaita, entre los rescoldos de la Guerra Grande. Escrito con motivo del 1er. Centenario de la Independencia Nacional.

 

 

“CANTO SECULAR”

Eloy Fariña Núñez

….


Cuidemos con amor la lengua madre,
El guaraní rudimentario y dulce,
Formado de susurros de la selva,

De cantos de aves, de rumor de fuente.


Lenguaje pintoresco y primitivo,
Contemporáneo de remotas épocas,
En él, el lazo primordial del hombre
Con las obscuras fuentes de la tierra,
Se manifiesta con mayor relieve;

En él, los sentimientos son más hondos,
Las voces del querer son más cordiales
Y las melancolías son más trágicas.


Con la plasticidad característica
De las lenguas primarias y concretas
Y la armonía imitativa propia
Del monosilabismo balbuciente,

El guaraní murmura, brilla, canta,
Relampaguea, llueve, truena, ríe,

Es el acento mismo de las cosas,

Es la vértebra misma de los seres,

El relieve, la línea, el movimiento
Del universo móvil y tangible.


Alterne su armonía primitiva
Con el culto lenguaje castellano;
Viértase en éste el pensamiento nuevo
Que brilla en la pupila de los jóvenes;
Pero déjese al pueblo que, en su tierra,
Hable la lengua de la raza ausente.



CAPÍTULO VI

ESCRITOS INÉDITOS



Los parlamentarios se consagran a sí mismos “honorables”, ley mediante.

HONORABLE KALÉ

Así de fácil... gracias a sus mismos votos y en menos de 48 segundos, nuestros representantes se hicieron honorables. Con la presunción de que todo es “votable” y que con solo levantar la mano pueden resolver lo que se les ocurra, agregaron una perla más al rosario de desaciertos que ha adornado su gestión en lo que llevamos de esta fingida democracia. A diferencia de los “tiempos felices” cuando hacían lo que “el rubio” quería, los legisladores hacen lo que ellos quieren en los no menos felices tiempos democráticos: desde modificar el presupuesto nacional para conseguir que los panes partidarios se multipliquen, hasta la autoasignación de prebendas, beneficios y privilegios imposibles para cualquier infeliz mortal. Néstor García Canclini definía a los shoppings como los “templos de la post modernidad”. Con análogo criterio, debería considerarse a los parlamentarios como los dioses del período posdictatorial y predemocrático. Pues ellos se sitúan más allá del bien y el mal; juzgan y castigan, nombran a cualquiera para cualquier cargo y hasta pueden deponer a las más altas autoridades de la República sin que nada y nadie consiga siquiera lastimarlos con una sospecha. Tanto que se ha llegado a presumir que no se animaron a nombrarse dioses, porque si lo fueran... tendrían que trabajar. De manera que prefirieron consagrarse honorables.

Así de simple. Ellos lo dispusieron. Sustraídos de toda penalización, sin que se hicieran nunca dignos de la sacralidad de la representación popular, se pegan el lujo de ponernos a los paraguayos al margen de la ley... pues ni siquiera ante la obligación de su cumplimiento les reconoceríamos un estatus que conlleva lo verdaderamente honorable: aquellas cualidades de “rectitud, decencia, dignidad, gracia, fama y respeto” que -desde antiguo- adornan a los hombres públicos. Además de lo que ya el sentido común establece: que solo quien trabaja por el honor, puede ser honorable.

Pero estas señoras y estos señores, que ni siquiera han asumido la modestia de consultar al diccionario, nos insultan con su rutinaria omisión de responsabilidades, que prevalecidos de su impunidad y ebrios de soberbia, no se han molestado en conocer las distintas acepciones del vocablo; o de lo que implica el honor con el que acaban de investirse. Pues “honorable”, derivado del latín “honos, honoris” se relaciona con lo honesto, con la honradez y la honra; honorable “...es la persona que actúa con honradez y por ello es digna del respeto y admiración de los demás”.

Podría asegurarse que una de las razones por la que todavía algunos discuten la legitimidad del juicio al expresidente Fernando Lugo, es que estos compatriotas se resisten a aceptar que el Parlamento cuente con los pergaminos necesarios para juzgar a nadie. Que sus componentes no están en condiciones de demandar a ningún otro conciudadano por la legitimidad, sentido del respeto y responsabilidad de la que ellos suelen omitirse; en notable contraste con sus habituales desmanes.

Pero como los paraguayos hemos adquirido alguna capacidad de estoicismo y resistencia en la adversidad, nos resta el consuelo y la alternativa de que, en vez de “honorables” e infringiendo complacidos la nueva ley sancionada, denominemos a nuestros representantes con los nombres que ellos mismos se adjudican en sus panfletos electorales: “Cachito”, “Blas”, “Tito”, “Kale” o “Tío Salu”. Les queda mejor... Y si se enojan, les agregamos el “honorable”... y en paz.



A propósito de una declaración que el Presidente Nicanor Duarte Frutos realizara durante una visita a Colombia. Escrito en marzo de 2005.

 

“LA PESTE DE LAS DEMOCRACIAS...”


“¿Hay cosas más contrarias a la razón que el jurado y el sufragio universal?", se preguntaba Rafael Barret en “El dolor paraguayo”. Aquel libro que retratara con crueldad -pero fielmente- la sociedad nacional de principios del siglo XX. Y el autor se respondía a sí mismo con una lapidaria sentencia: “Felizmente el sufragio es una farsa. Practicado al pie de la letra, nos hubiera hecho retroceder en poquísimo tiempo a la barbarie”. Barret tenía razón... pues ahora ya estamos al borde la barbarie... y lo practicamos al pie de la letra. Y para hacer más preciso su pronóstico de 100 años atrás, los paraguayos hacemos lo posible por ignorar sus efectos. Pero aun si quisiéramos corregir algo, estamos prisioneros del sistema. Porque debemos hacerlo a través de “nuestros representantes”. Son “nuestros” porque -en teoría- los elegimos nosotros. Y ellos pueden hacer lo que quieren. Y entre “lo que quieren”, siempre privilegiarán “la malicia del político militante pero no la idea trascendental del estadista”.

Mucha gente sin embargo justifica los desmanes y desbordes de los procedimientos electorales -eje del sistema democrático- y de nuestras propias elecciones, usando las mismas justificaciones que Stroessner y sus acólitos: “Son males necesarios...”.

Debiéramos terminar con el argumento pues en una verdadera democracia, no deben existir -ni existen- males necesarios. Aunque en el Paraguay... definitivamente pareciera que es así. Porque si antes se pregonaba que “...los paraguayos no estábamos preparados para la democracia”, o se exaltaba el modelo autoritario porque “...al paraguayo le gusta que le manden”, hoy nos desayunamos con lo que el presidente Duarte Frutos declaró en Bogotá: que los secuestros “son una peste para las democracias”.

Antes de que alguien más nos salga al paso diciendo que las perversiones que enfrentamos todos los días son el “precio de la paz” -como lo fueran en su momento el contrabando y otros “síntomas” de la debacle moral en que se sumió el Paraguay durante la pasada dictadura- me permito disentir con el presidente: La peste de las democracias son los malos gobiernos. Son los malos políticos. Los que inescrupulosamente transan cargo por cargo, impunidad por impunidad. Que se aplican a códigos mañosos y excusas pueriles para evadirse de sus obligaciones y de la sagrada representación popular que invisten.

La peste de las democracias son la mediocridad y la ineficiencia. Y todo subterfugio dialéctico que impida que se tomen las decisiones adecuadas para corregir sus malformaciones. La peste de las democracias sigue siendo la corrupción impune. Es la falta de compromiso de gobernantes, autoridades, dirigentes y funcionarios con la verdad y con la justicia.

Y es la ausencia de una diferencia clara entre comprometidos y displicentes, entre virtuosos y pervertidos, entre honestos y corruptos, entre malos y buenos, recordándose -de paso- al presidente, que el uniforme, prerrogativas o distintivos con los que la patria honra a quienes tienen la obligación de defender sus instituciones, debe ser llevado por los buenos.



CAPITULO VII

INTERROGACIONES


Después del “Marzo paraguayo”, un “Gobierno de Unidad Nacional” tuvo la gran misión y responsabilidad de honrar las muertes habidas en dicha movilización. Las virtudes que -se esperaba- afloren entonces, quedaron nuevamente a la espera de “mejores tiempos”.


¿SOMOS MEJORES?

Tras el incidente que costara al señor Jimmy Swaggart la prohibición de predicar a su multitudinaria grey, Josefina Pla se preguntaba en un artículo aparecido en uno de los diarios locales: “¿Cuál es el pecado del Sr. Swaggart? ¿...acostarse con una prostituta? ¿Y que tiene eso de malo si la mayoría de los hombres lo hacen?., ¿si todos lo habrían hecho alguna vez..?”. Y la misma Josefina concedía la razón a la proscripción impuesta al conocido religioso: “Su pecado fue grave... porque él predicó la virtud”. Podemos concordar con la recordada escritora, que si predicamos la virtud... estamos obligados a ser virtuosos. Por extensión, si condenamos la violencia, estamos obligados a ser pacíficos, si aborrecemos la dictadura y el autoritarismo, debiéramos aplicarnos a perfeccionar nuestras prácticas democráticas, si objetamos la deshonestidad, debemos comprometernos con la honestidad y la transparencia.

Si a estas alturas alguien empezó a sospechar que intento realizar una analogía entre el “incidente Swaggart” con el papel de algunos opositores en el actual Gobierno de Unidad Nacional... acertó. Los opositores hemos sufrido humillaciones y vejaciones diversas, es cierto. Y también es cierto que hemos criticado la ineficiencia, la incapacidad, la corrupción por lo que debía suponerse legítimamente, que ya en el gobierno o compartiendo parte de sus responsabilidades, íbamos a ser mejores o no “tan lo mismo”. Sobre todo, porque los líderes de la ANR se equivocaron tanto y tantas veces. Pero si lo hicieron, algunos opositores piensan -por lo visto- que tenemos derecho a hacer lo mismo. O, más directamente: si estamos en el poder, “...oreháma” lo que es decir, “… ahora ya toca a nojotro”.

Pero no son solo los de ahora. En administraciones anteriores han pasado exponentes de la oposición, con distintas jerarquías y tendencias: senadores, diputados y embajadores; gobernadores, intendentes y concejales; asesores y funcionarios. Y aunque pareciera que hoy, los colorados no están decididos a abandonar los nefastos hábitos adquiridos durante la dictadura y comprometerse -de verdad- con las reformas necesarias para la refuncionalización del estado, la gestión de los opositores no permite garantizar que el “no ser colorado” sea promesa de mejores desempeños. Salvo honrosas y contadas excepciones.

Esta exigencia de virtudes se debe también a que todos los ciudadanos esperaban que los opositores no incurriríamos en ninguno de los vicios señalados a las huestes de la ANR. Que no cometeríamos sus mismos errores, que tendríamos una mejor gestión, que se elevaría el nivel de su prestación y emplearíamos mejor los recursos del Estado. Vanas esperanzas. Y si sumamos a todo esto -y a la inexperiencia- la notoria mediocridad de algunos opositores elevados al rango de funcionarios públicos, entendemos que, finalmente, somos parte del producto incompetente que dejó la dictadura.

Pero si en el gobierno hacemos lo mismo, no somos iguales a los colorados. Somos peores... porque a los semejantes vicios, le agregamos el cinismo. Y hasta pareciera que, en relación a nuestras debilidades humanas, también son aplicables a los opositores algunas de las enseñanzas que a manera de fábulas, nos regalaron los árabes:

Un Jeque descubrió un día que uno de sus más queridos funcionarios, le robaba. Le hizo apresar y convocó a sus asesores para que le sugirieran la manera más cruel de castigarlo. Decidieron dejarlo atado a un poste al borde de un pantano lleno de alimañas y mosquitos. Días después, el Jeque quiso ver el sufrimiento de su antiguo colaborador. Lo encontró moribundo, bajo una nube de insectos. El macabro espectáculo motivó en el monarca, un instintivo gesto de piedad haciendo un ademán para espantarlos. Con el último hilo de voz que le quedaba, su antiguo funcionario, le dejó esta terrible ironía: “No se moleste, señor, vendrán otros que todavía no han comido”.



Solemos calificar a la juventud como “esperanza del futuro”.

Para muchos jóvenes sin embargo, el futuro será una dolorosa frustración porque no tienen buenos ejemplos a seguir ni pueden contar con una buena formación.

Escrito en relación a dos jóvenes electos para el Parlamento y ya antes de asumir cuentan con imputaciones de la justicia.


JUVENTUD... ¿DIVINO TESORO?

Clamamos por el cambio y liderazgos dignos. Desde que se fueron los tiempos oscuros, anhelamos que en el Paraguay, los “hombres escombros” dejen el manejo de la cosa pública en manos de otros; más jóvenes y dignos, con atributos para comprender las tribulaciones de nuestros compatriotas y con la suficiente capacidad, voluntad y entereza para darles solución. Pero casi siempre condicionamos la concreción de estos deseos, a valores que en medio de la borrachera democrática, adquirieron otros significados. Vocablos como ideales, verdad, justicia, la misma democracia, ya no tienen hoy la resonancia que adquirieron durante la negra noche de la dictadura, cuando fueran sostenidos por una juventud altiva, ávida de libertad y de días venturosos para la patria. Pero la resaca que nos va despertando, lentamente, nos permite tragar la ácida saliva de la realidad. Por de pronto, dos jóvenes promesas de la política local recién electos para la Cámara de Diputados, ambos de la ANR, enfrentan acusaciones inadmisibles para quienes llevarán la “representación popular” al Parlamento Nacional: evasión y lavado de dinero el uno; y haber abandonado a su víctima el otro, tras haber protagonizado un accidente de tránsito. Ambos están empeñados ahora -de acuerdo a los informes de prensa- en enfrentar sus responsabilidades anteponiendo las consabidas “chicanas jurídicas” que permiten evitar el esclarecimiento de los hechos. O para evadir alguna eventual condena. Aunque ya se sabe, que el inicio de las sesiones parlamentarias facilita a ambos, el remanido y mal utilizado recurso del amparo en los fueros.

Margarita Yourcenar alertaba sobre el fenómeno de la juventud como “esperanza del futuro”. Decía que tendemos a sobredimensionar el papel de los jóvenes que no serán esperanza de nada si no cuentan con buena formación y buenos ejemplos. Y ambas cosas son lamentablemente escasas en nuestro medio. Aunque podría esperarse que las leyes y el apego a su cumplimiento, además de una robusta opinión pública, pusieran coto a las falencias. Pero el análisis de la escritora belga explica la actitud de los citados jóvenes, sin contar que otros como ellos, militantes de cualquier agrupación, SABEN que si quieren ascender en el escalafón del Partido, TIENEN que seguir la huella de sus líderes. Por lo que, hasta ahora, solo tenemos en las agrupaciones políticas a jóvenes prematuramente envejecidos, no jóvenes de verdad, émulos de sus caciques partidarios, sin más intención que “hacer lo que se debe” para su aproximación al poder. Y por la experiencia acumulada, ya sabemos lo que harán una vez concretados sus propósitos: ineficiencia, despilfarro, corrupción, postergación de las soluciones que el país necesita junto a las frustraciones de siempre. El desencanto de verificar que la democracia no es el ámbito para los mejores y que los “cascotes”, determinantes en el manejo de los resortes del poder, se reproducen con buena salud.

Compartamos parte de la culpa, pues desde siempre relacionamos la virtud con una cuestión etaria: “los jóvenes son idealistas y puros”; “los viejos son conservadores y retrógrados”. Se piensa que mientras jóvenes, luchamos por una mejor sociedad y que ya de adultos, nos abandonamos a la modorra denostando contra todo lo que nos recuerda a nuestros fracasos y frustraciones. Son pocos los que conservan la lozanía mental de la juventud, a pesar de huesos desgastados y músculos contraídos. Tuve el privilegio de conocer a uno de estos: el Dr. Rafael Oddone quien ya octogenario se inflamaba de patriótico idealismo cuando hablaba del Paraguay y se erguía desde su silla, agitando los brazos como si estuviera en las grandes concentraciones estudiantiles que lo tuvieron de protagonista en las décadas del ‘30 al ‘40 del siglo pasado. Pero la generalidad consagra estereotipos que se elevan hasta la categoría de verdades absolutas, aunque los jóvenes sean condenados por los malos ejemplos y la paupérrima educación que reciben.

En nuestro país sin embargo, la acerada certeza que otorga la estadística, nos revela que un alto porcentaje de la juventud paraguaya, mucho más que el escaso componente que los “militantes de las juventudes partidarias” y de los que transitan el trillado camino del pokaré y el mbarete, SON el futuro de la nación. Miles de jóvenes que, sin enfocarse a nada más que al sacrificio de buscar o conservar un trabajo, de educarse a destajo, soñando a tiempo completo, mantienen viva la esperanza de que en un atajo del destino, el “divino tesoro” de la juventud convierta al Paraguay en la patria soñada.

 

 

 

 

 

 

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