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ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN

  LA JUSTA DE ROBLIN - Autor: ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN - Año 2017


 LA JUSTA DE ROBLIN - Autor: ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN - Año 2017

LA JUSTA DE ROBLIN

 

 Autor: ALEJANDRO HERNÁNDEZ Y VON ECKSTEIN

 

ILUSTRACIONES DE GABRIELA BURIN

 

Editor: EN ALIANZA EDITORIAL

ISBN: 978-99967-38-94-4

Formato: 15 x 19 cms.

Páginas: 39

  Año: 2017

Idioma: Español

Libro Paraguayo

Asunción - Paraguay



La tarea de Roblin consiste en juntar gotas de rocío y asegurarse de que nunca falte agua en el reino. Pero un día el rey Olof lo invita a participar de una justa, en la que se medirá con los más valerosos seres del lugar. ¡Así comienza una nueva aventura!

 

 

LA JUSTA DE ROBLIN

Cuento

La historia de Roblin, es una de las tantas perdidas entre las raíces de los viejos robles del bosque de ensueño, cubiertos por el magnífico manto violeta del cielo de la imaginación, y data de los tiempos en que hadas, elfos y duendes vivían sin temor de ser vistos por las demás criaturas de la tierra.
Roblin, era un duende que recolectaba las mágicas gotas de roció atrapadas en hojas, pétalos y tela arañas del bosque cercano al palacio real donde el rey Olof vivía con su hija el hada Plisidia.
Todas las mañanas el joven duende partía montado en Bimbi, su abeja, cargando varias cubas que luego de llenarlas vaciaba en las acequias que llegaban al palacio.
Bimbi iba y venía cargando la pesada carga pero, aunque era lenta y muchos decían que tenía más de cien años, era tan fuerte que podía hacer su tarea sin fatiga cargando a Roblin y hasta cinco cubas repletas.
A pesar de que este trabajo no era de gran importancia, si se lo compara con el de colocar el perfume a las flores, o el de darle color a la naturaleza, Roblin era feliz porque sabía que gracias a él el reino estaba provisto de la mágica agua de la mañana.
El día después de una fuerte tormenta, que había azotado al reino por casi una semana, el duende, estaba descansando sobre las raíces de un viejo roble tras de haber tenido una larga y agotadora jornada, cuando vio montado sobre una grácil libélula engalanada con los colores reales, al heraldo del rey que desmontó y saco un pergamino de una bolsa de terciopelo que cargaba a la espalda.
- ¿Tu eres Roblin, el recolector de roció?
- Si señor, ¿en qué puedo ayudarlo?
El heraldo entregó el pergamino y dijo:
- Como sabrás, según los viejos escritos, ha llegado el momento en que el rey busque un sucesor de entre los súbditos del reino, alguien que sea digno de sucederlo y casarse con la bella princesa Plisidia.
- Pero... yo... no soy más que un recolector de roció-balbuceo Roblin.
- Eso mismo es lo que yo pensé cuando el gran Olof me ordenó que se te entregue el pergamino con la invitación. Pero no te hagas ilusiones, en la justa, deberás competir contra los más valiente, arrojados e importantes duendes y elfos venidos de todas las partes del reino.
- ¡Si el rey me ha escogido por algo será!-respondió enérgicamente Roblin montando su abeja.
- Seguro que necesitaba un bufón que anime la justa- respondió maliciosamente el heraldo mientras se alejaba a toda velocidad con su libélula.
En el largo y lento viaje hasta el palacio Roblin recordó los tiempos ya idos de la niñez, cuando jugaba en el parque del palacio con Bimbi y la princesa, quien luego de la muerte de su madre tuvo que ir a vivir con su tía en el lugar más remoto del bosque encantado. ¿Reconocería a la princesa después de tanto tiempo?, y lo que era más grave ¿lo recordaría ella a él? Este sentimiento de duda y las palabras del heraldo que casi lo hacen regresar. Sin embargo cuando se disponía a retomar el camino por donde vino escucho un leve tintineo seguido de angelicales risas que provenían de la laguna que limitaba con el palacio real. Como todo duende, Roblin, era muy curioso por lo que junto con Bimbi se acercó al lago donde vio jugueteando junto a este a dos hadas. La primera, de cabellos de oro y ojos de mar vestida con un bello vestido hecho con finos y fuertes hilos de araña, mientras que la otra tenía los cabellos rojos, sus ojos de miel y vestía un hermoso traje hecho con hojas de roble adornado con polvo de luciérnagas.
- ¿Quién eres? Nunca te hemos visto por estos lugares –preguntó el hada de cabellos de oro.
- Soy Roblin, he venido a participar de la justa... ¡y casarme con la princesa!
- ¿Y piensas ganar la justa montando esa abeja?-volvió a preguntar dubitativa el hada.
Roblin acarició a Bimbi y dijo:
- Puede que Bimbi sea lenta pero es fuerte y me ha acompañado toda la vida. Además si el rey me ha escogido por algo será.
- Roblin tiene razón prima- interrumpió el hada de cabellos rojos que miraba al duende con un extraño brillo en sus ojos-. No importa como vistamos, en que montemos, o que trabajo hagamos. Lo importante es aceptar los desafíos que la vida nos da.
- Pero prima, con esa abeja jamás podrá vencer a las avispas de Gandun y Lodum o la mariposa del príncipe Olif del bosque de cristal, sin mencionar a otros participantes que vienen en las libélulas más rápidas del reino.
- No le hagas caso a mi prima Roblin. Ve y participa. Mi padre siempre dice que no siempre es importante llegar rápido si no insistir para lograr el objetivo trazado y una vez en la meta saber que elegir.
Diciendo esto y antes que Roblin pueda preguntarle el nombre a las hadas estas se despidieron y desplegando sus alas de cristal desaparecieron en los cielos.
Animado por las palabras del hada, a quien creía conocer de algún lado, el duende llegó al palacio donde ya se hallaban todos los invitados.
Como dijo el hada de cabellos de oro, todos los participantes tenían bellas cabalgaduras, entre ellas veloces hormigas negras y rojas, langostas, de potentes patas traseras capaces de saltar grandes distancias, abejorros de ruidosas alas de oro, libélulas y avispas.
Una sonora carcajada, de parte de los invitados, retumbó en todo el patio al ver a Roblin llegando montado sobre Bimbi. Risotada que fue interrumpida de inmediato por el rey Olof que saliendo al balcón del palacio dijo:
- Duendes y Elfos del Reino, como saben es hora que uno de ustedes me suceda para regir los destinos de este reino. Como dicen los libros de los antiguos, el rey, debe idear una justa de la cual el vencedor será el heredero del trono.
- La prueba consistirá en ir hasta donde se encuentra el árbol del amor, la justicia, y la esperanza, y volver aquí con uno de sus frutos. Cuando todos hayan regresado diré quién será el ganador, que se casará con mi hija la princesa Plisidia.
Luego de escuchar en silencio y atentamente las palabras del rey todos los invitados a la justa partieron a donde se encontraba el mencionado árbol.
Para cuando Roblin se encontraba a mitad de camino varios de los participantes ya habían regresado al palacio con su fruto aunque esto no detuvo al duende quien siguió adelante a pesar de las palabras de desánimo recibidas.
Cuando todavía faltaba un buen trecho para llegar al sitio donde se encontraba el árbol del amor, la justicia y la esperanza, Bimbi cayó al suelo haciendo que roblin ruede hasta una mata de pasto.
- Perdóname Roblin, estoy muy cansada y mis alas ya no me sostienen.
- No te preocupes vieja amiga, descansa. Espérame aquí. Volveré con el fruto y regresaremos al palacio.
Roblin se despidió de su amiga y prosiguió su camino a pie.
Al llegar al árbol observó a un elfo regresaba desanimado sin ninguna fruta.
- ¿Que pasó, por qué no traes la fruta?
Ya nada podemos hacer, se han acabado- respondió el elfo pateando con rabia un guijarro que se encontraba en el suelo.
Roblin no podía creer lo que el elfo le decía. ¿Acaso todo el esfuerzo había sido en vano?
Cansado por el largo trecho recorrido a pié y apenado porque el sacrificio de Bimbi había sido en vano, se sentó en las raíces del árbol cuando recordó las palabras del hada de cabellos rojos:
- “No siempre es importante llegar rápido si no insistir para lograr el objetivo trazado y una vez en la meta saber que elegir”.
Con estas palabras en la mente se puso a observar detenidamente el lugar descubriendo dos frutos uno en la parte más alta de la copa del árbol y otro golpeado que había quedado escondido entre unos matorrales al caer.
El elfo que había estado observando a Roblin empujó a este y se arrojó sobre el fruto del suelo diciendo:
- Es mió yo llegue primero.
- Pero yo lo encontré...
Antes que Roblin pueda terminar de hablar el elfo se había subido a su mosca y partido con la fruta hacia el palacio riendo mientras decía burlonamente:
- Trepa al árbol si quieres tu fruto.
Y así lo hizo Roblin. Ascendió por las resbalosas pero fuertes ramas, trastabillando y cayendo un par de veces hasta llegar a la parte más alta de la copa, donde el fruto, que emanaba una extraña luminiscencia, le dijo:
- Gracias por venir a tomarme, pensé que no era digna para ser llevada ante el rey, ya que todos tus compañeros solo tomaban a mis hermanas que la tormenta tiró al suelo.
- Eres muy bella, estoy seguro que serás la elegida por el rey.
Olif luego de decir esto cortó el fruto y lo puso en la bolsa que llevaba colgada a la espalda y luego de regresar junto a Bimbi se dirigieron al palacio donde llegaron cuando la luna se hallaba sobre sus cabezas.
El rey se encontraba en el balcón del palacio sentado en su trono junto a la princesa que no era otra que el hada de cabellos rojos. La misma que jugaba con él cuando niños ¿cómo no se había dado cuenta al verla la primera vez junto al lago?
- ¡Era hora! ¡Al fin llegó el último! ¡No sé porque tuvimos que esperar tanto si este recolector de roció no tiene la más mínima posibilidad de ganar!-repetían los invitados mirando con enojo a Roblin quien, sin inmutarse, subió al balcón, como lo habían hecho todos los participantes anteriormente, entregando la fruta al rey quien luego de examinarla detenidamente preguntó:
- ¿Cómo te llamas duende?
- ¡Roblin, mi señor!
- Dime Roblin, ¿Te dijo algo el fruto antes de que lo colocaras en tu bolsa?
- Me dijo que pensaba que no era digna del rey pues nadie se había fijado en ella.
- Mm, ¿y de donde tomaste esta fruta?
- De la copa del árbol- respondió el duende mientras todos los invitados reían estruendosamente.
- Muy bien, quédate aquí junto a mí.
- Duendes y elfos del reino. Ya he elegido. Roblin es su nuevo rey y esposo de la princesa Plisidia.
Todos enmudecieron ante tan desconcertante noticia.
- Generalmente-explicó el rey- cuando tenemos un desafió nos conformamos solamente con lograr resultados a medias, o sea, aquellos que no implican toda nuestra dedicación y tenacidad para alcanzarlos.
- Todos ustedes, a pesar de tener las monturas más briosas y esplendidas del reino se conformaron con tomar las frutas golpeadas y podridas del suelo, que la tormenta hizo caer, porque eran fáciles de alcanzar y no implicaban el lastimarse o inclusive perder la vida al trepar hasta lo alto de la copa, como hizo mi amado Roblin a quien nunca olvide - dijo la princesa abrasando al duende.
- Tanto mi reino como mi hija- prosiguió el rey-, al igual que este fruto, han tenido que ser pacientes y esperar a que el ser correcto llegue, aquel que ha sido lo suficientemente valiente para trepar hasta la cima del árbol. Esta fruta no necesitó caer del árbol para ser alcanzada ya que quien tiene la suficiente convicción, tenacidad y entereza para lograr su objetivo hará todo para lógralo.
Cuando el rey concluyo todos los habitantes del reino, comprendiendo sus sabias palabras, vitorearon a los nuevos soberanos quienes vivieron felices y en armonía junto con todos los seres del reino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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