“PASIONES, LUGARES Y NOSTALGIAS”
Poemario de VICTORIO V. SUÁREZ
Editorial Arandurã,
www.arandura.pyglobal.com
Tel.: 595 21 214295
Asunción - Paraguay
Noviembre 2010 (217 páginas)
EXPLORANDO EL TIEMPO EN UN POEMARIO PASIONAL Y NOSTÁLGICO
El viernes 12 de noviembre 2011, a las 20, en el remozado local del Ateneo Paraguayo (Nuestra Señora de la Asunción No. 820 c/ Humaita) se presentará el poemario de de VICTORIO V. SUÁREZ titulado PASIONES, LUGARES Y NOSTALGIAS, que aparece con el apoyo del FONDEC, fue editado en Editorial Arandurã. El acceso al lugar es libre y gratuito y posterior al lanzamiento está programado un brindis con el escritor.
La presentación estará a cargo del poeta, dramaturgo y escritor Moncho Azuaga. El evento cuenta con la gestión del Ateneo Paraguayo, y Bosque Cultural, entidad dedicada a la promoción de la literatura y el arte en nuestro medio.
El libro se divide en varios capítulos que detallan sistemáticamente la experiencia y el paso del poeta en el tiempo, específicamente en las últimas décadas que rubricaron huellas indelebles de experiencias personales del poeta; viajes por lejanos lugares y nostalgias son los ejes temáticos del libro. No se trata de visiones borrosas que buscan el relumbrón ocasional al palpar las cosas acaecidas, cada señal de PASIONES, LUGARES Y NOSTALGIAS, explora, indaga, interpreta el tránsito existencial como fragmento de una dialéctica cotidiana en el eterno fluir de los años. Aquellas cosas que quedaron por decirse se dice ahora con mucha intensidad ante la presencia de la poesía.
CONTRATAPA:
Impresiona cuando el poeta usa las palabras referidas a sus experiencias. Cuando los recuerdos van en acordes con los versos es el tiempo el que no queda debilitado y no frena el paso de la juventud. Cada poema es una prolongación del placer vivido. Es la conservación íntegra de la existencia, una vida abierta, cuando se es feliz con buena parte de las percepciones vividas. Así, en CIRCUNSTANCIA nos dice Victorio V. Suárez: “Un buen día aparece alguien con plenitud de sol y gesto solidario./ Entonces nos llena la infalible sensación de apretar flores alegres en el corazón/ y sentimos más que nunca/ la importancia de vivir/ al pintar de duraznos la tarde…”. Es un poemario que hay que leerlo en la enseñanza de cómo cuando se puede evocar una historia el sujeto no se hace viejo sino placenteramente crítico, y ninguna verdad por ser socialmente aceptada lo fija. Es por ejemplo en LA INNOMBRABLE donde se encuentra una sabiduría más allá de cualquier demencia aparente.
Aprieto en estas líneas mis consideraciones fruto de mis impresiones fotográficas.
GENARO RIERA HÜNTER
Un tinte de premoniciones consumadas en algo que no ha de volver a ser envuelve cada senda que se revive en las palabras. Es lo que se siente al rememorar las pasiones de poeta, igualándolas a las del lector. Al transferir a metáforas profundas sus emociones y acciones, las verdades se entremezclan en las pistas principales del poemario. Las divisiones del libro intentan guiarnos y ordenar la senda que habremos de seguir. El recorrido es único, va directo al alma del poeta.
VANESSA SANDOVAL
En la sublimidad se hallan los vestigios de la experiencia. Es la forma de ver el mundo cuando éste ha olvidado nuestra existencia. Esos vestigios sólo pueden germinar en los versos gracias al ventarrón luminiscente, es decir, la sorpresiva ráfaga de ideas. ¿Quisimos ser parte de ese viento de olvido, indiferencia, sensaciones encontradas, verdades palpables
y misterios que siguen recónditos, para sumirnos en esa fantasía que llamamos poesía? La pura personificación del inconformismo desde una perspectiva madura, la exaltación de nuestro propio dejar de existir a través de la vida, en fin, nuestra propia deformidad plasmada en las moléculas del viento, en los átomos que respiran nuestro soñar eterno se palpan en las páginas que hoy nos entrega Victorio V. Suárez.
GABRIEL OJEDA
VICTORIO V. SUÁREZ. Nació en Asunción (1952). Es poeta, ensayista y periodista. Forma parte de la llamada “Generación del 80”. Egresó de la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción, en la rama de Historia. Sus poemas y artículos aparecieron desde 1970 en los suplementos culturales de “La Tribuna” y “ABC color”.
Entre algunas publicaciones colectivas colaboró en La década del 40, obra de investigación colectiva de la Facultad de Filosofía (UNA), publicada por Criterio Ediciones.
Desde marzo de 1994 a 1998, dirigió el Suplemento Cultural de Noticias El Diario, donde también escribió como columnista de temas políticos. Se desempeñó como profesor universitario en la Facultad de Filosofía en la carrera de Letras. También forma parte del “Centro de Investigaciones” de la misma institución universitaria.
Es fundador y director de la revista “Arte y Cultura”. Dirige el Taller de Literatura de la Universidad Iberoamericana (Asunción-Paraguay).
Como promotor cultural recorrió en varias oportunidades el continente europeo y ofreció clases magistrales sobre literatura y cultura paraguaya e hispanoamericana en seis universidades de Taiwán.
OTRAS PUBLICACIONES: “OFICIO DEL CAMINANTE” (ARANDURÂ, 2010); “FANTASMAS PEREGRINOS” (SERVILIBRO, 2009); “EL CRISTAL Y LA ROSA” (Poemario, 2008. Editorial Servilibro); “LA NIÑA DE SEPIA” (relatos, 2007. Editorial Arandurâ); “PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA” (Ensayo, 2006. Criterio Ediciones); “CRISTAL INTERIOR (BARDO THODOL)” (Poemario 2005. Editorial Arandurâ).. En el 2001 publicó la primera edición de “LITERATURA PARAGUAYA (1900-2000). EXPRESIONES DE LOS MÁXIMOS REPRESENTANTES” (Editorial Servilibro). En el año 1985 ofreció su poemario: “LOS FUEGOS DEL ALBA”, EDICIONES TALLER.
ACTUALMENTE DIRIGE LA REVISTA ARTE Y CULTURA y ejerce la docencia universitaria en la Facultad de Filosofía (UNA), donde también forma parte del grupo de investigadores de dicha casa de estudios.
PASIONES, LUGARES Y NOSTALGIAS
VICTORIO V. SUÁREZ
INTRODUCCIÓN
EL TIEMPO Y LA PALABRA
Los sueños fulguraron entre lámparas y correntadas del río Paraguay. Fue entonces el crepitar de diciembre flameante sobre los calafateros del barranco. Eran años de misas dominicales y aguas lamiendo las calles que parecían flotar a la deriva, entre peces amarillos y frutas estivales. En las venas solidarias acampaba la calurosa arena y el almanaque era un tiempo, un mapa de niñez con guardapolvos blancos y mochilas manchadas de tinta. Sobre los pupitres de madera yo había dejado tantos nombres y recuerdo el aroma torrencial de los guayabos desmelados en las siestas. Aún perduran en mi memoria aquellas rosas que yo regalaba - en ingenua militancia escolar - a la maestra Esperanza Estragó. Para ella también yo arrancaba dulces pomelos de mi patio henchido de viejas parraleras. ¡Oh, niñez distante entre sombras de mangos y latir azucarado de iguanas! Hoy todas aquellas vivencias se vuelven tan nítidas. Las mismas campanadas de la capilla abren amaneceres y sopla un aire como si fuera el estertor de aquellos buques que partían hacia Buenos Aires. Es cierto, los remolcadores ya no taladran en el agua su idioma de hierro ni escupen oleadas sobre las chatas de lapacho que llegaban desde San Pedro con cargamentos de naranjas, muy cerca del Molino Harinero pintarrajeado con cáscaras de trigo y resolanas de cemento.
Arenales interminables, piques danzando a ras del suelo, perros vagabundos y una migración de pájaros azules olfatean como siempre la memoria. Entonces vuelvo a ver al Martín Pescador rompiendo crestas de agua en busca de alimento. También vuelvo a ver aquellos caballos con orejeras de carbón estirando carros o marineritos de piel oscura. Ya en "Varadero", el almacén "García Gringo" huele con sus galletas muy cerca de "Mundo Apu'á `, colmena llena de canoeros y pirá chyryry. No lejos queda el "chorrito" cuya agua cristalina transparentaba los cántaros de las mujeres. Y allí mismo, María Auxiliadora miraba el barrio envuelto en la suave extensión del río. Cada 24 de mayo las casas se llenaban de piriritas multicolores, explosión de petardos y músicas de calesita.
Fueron las matrices vivenciales. Los primeros acordes del miedo a la oscuridad, al Pombero taciturno que me robaba el aliento. La luna de cuando en cuando gemía, mientras yo buscaba el rostro de Jesús en el cabalgar de Aldebarán tan lleno de arreboles en el paisaje sideral. Era el divino anochecer de aquellos tiempos signados de misterios. La abuela Cantalicia comentaba en voz baja (los viernes) las andanzas del Luisón. Y cuando aquello ocurría, don Pindú -el buen vecino- buscaba afanosamente el cargamento de oro que, según algunas lenguas, fue enterrado en su patio durante la guerra del 70. Bajo un frondoso tarumá brillaba la luz de una lámpara a kerosén que se movía al compás del viento. Don Pindú parecía un fantasma que recorría persistentemente toda la casa. Algunas versiones aseguran que en días de lluvia un ahorcado se cuelga de las ramas del eucalipto que adornaba el lindero. Otros insistían con la aparición de una enorme vaca negra masticando raíces a flor de tierra. Por aquellos días, el abuelo Catalino -tan duro como el quebracho- desafiaba a los "poras" y bajo la sombra de un limonero soñaba muy tranquilo. Todavía recuerdo su rostro tallado a filo de hacha. Tenía musculatura de remador y una gran sabiduría de ka'aty. En realidad, casi no dormía y se pasaba con una botella de caña recordando -por las noches- su itinerancia por Puerto Pinasco, Puerto Guaraní (donde nació mi madre) y Puerto Casado ahogado en sombras de látigos y tanino. El abuelo hablaba con un lenguaje que revivía a los hombres fuertes y valientes. Con asombrosa memoria nombraba la revolución del 22 que llevó a Chirife y los suyos. El abuelo Catalino, qué inmensa figura, hoy día suelo mirar su cara, el día de todos los santos, en el cementerio del sur. También cada año voy hasta la tumba de don Juancito, quien me hablaba de cometas. De aquel arriero me llega la fragancia de una extraña nostalgia. Era vendedor de pomadas y pastillas para curar los males del espíritu y la carne. En su portafolios de cuero marrón también tenía para vender: peines, espejitos, hojas de afeitar y una gran variedad de baratijas. Le gustaba el trago amargo, el zapateo y el buen puñal. Una madrugada murió en su ley, en una riña lo acuchillaron. Lo mismo sucedió con don Torres, liberal de alma, tan azul como el cielo del verano. Solía llegar con un porongo de aguardiente en la mano. Sabía bailar y levantaba polvareda en apurada migración de marinero. Balbuceaba viejos cantos de juglar y lagrimeaba al narrar la historia de "Mate Cocido", quebrantando a la justicia por Quitilipi y Laguna Blanca.
Niñez con gusto a adobe y cremallera. Niñez, voz de lejanía inmaculada como tantos días de Semana Santa. Niñez inmensa como los cánticos de los estacioneros ahumados que recorrían en procesión los altares de palma verde. Entonces los hornos cargados de leña escupían llamaradas fogosas. Tiempo de las chiperas y de las familias que sangraban en sus ojos la pasión de Cristo. En realidad, el dolor cotidiano levantaba palomas cansadas sobre la tarde. Es que nos confundíamos en un mismo humo con un rosario en la mano y una granada abierta en la garganta. Tiempo de niñez y Miércoles de Ceniza. Mamá era una hermosa sombra en la soledad de mi vida. Su rostro fulguraba como el agua del río. Su incansable estampa boyaba en la noche hasta caer de bruces en el alba. Niñez disfrazada de monaguillo hasta que llegó el galopar de la adolescencia para terminar con los secretos o la trashumante vibración de la palabra.
Entre tambores batientes, murmullo de algas en la espina dorsal y genital de fuego lloviente, estoy solo para nombrar algunas cosas templadas en el correr de los años. Todo para recordar. Como trozos de nubes subían las lágrimas desde el alba. El río esparcía olores de escamas y peces reventados. Los canoeros remaban hasta el riacho Negro para anclar en Puerto Elsa o en el mundanal ruido de Clorinda. Ciertamente, igual a los días, algunos buques daban señales de humo que yo veía desde los altos picos de Ita Pytá Punta, erguida con su muelle de madera. Allí lloviznaba con ternura cristalina y las prostitutas se emborrachaban con los marineros. Con sus mejillas pintadas sonreían y abrían sus hermosos muslos de betún bruñido. Putas de "Varadero", enjambre dulce de panal ardiente, lejanías y más lejanías como ña Agripina, la madama, o Antonio el carrero que empuñando un látigo manejaba sus corceles igual a luces de bengalas. Son espectros que reviven en mi boca las madrugadas, las sombras que caminan con piel y huesos para dejar sus huellas en la misma arena porque no son simples recuerdos de un ayer sino la pura exhalación de la memoria.
Entonces brillaba fiebre de arroz en el alma que batía con sencillez sus alas. Porque diariamente penetraba en los ojos el color fulgurante de las tardes asuncenas. Y la vida siguió creciendo en mis venas con acelerado ritmo porque nunca se me borrará la bahía donde yo caminaba con el sol rabioso de enero tan largo y reposado en fragancia de jazmines y cocoteros.
La nostálgica experiencia me trae siempre el semblante aniñado de Jesús al lado de un reloj que golpeaba de manera urgente. Pero todo ha cambiado desde el pubis que parecía una mariposa hasta este ronco latido que hoy termina en una mirada desmadejada que vuelve al umbral de la infancia para encontrar los ritos que incendiaban palabras en mi corazón.
Soledad interminable en cada pulso boreal. Niñez perdida, juventud con fibras de caraguatá y purpúreos crepúsculos en transición de lapachos y colores torrenciales. Desde la polvareda de los tiempos se levanta hoy la momia de agua que soy yo cubierto de arenales, tajamares y largas siestas encendidas. La noche es tan larga. Es hora de dejar a un lado los nombres imborrables y los lugares nunca huidos. Me miro al espejo, observo los surcos de mi cara y entiendo que los años perduran cual nítidos peldaños en esta larga trasnochada que antecede a los fuegos del alba y las nostalgias.
El autor
DÍAS DE LUJURIA
TRES MOMENTOS
(I)
No brotó en los ojos de Salinas
igual a Mabel, la caballista
que entornaba sus ojos limpios
como viento contra el viento.
Tampoco aromaba
como el dejo de azucena que piensa
ni tenía la precisión de Rosa Alberti
pulsando el arpa.
Sin embargo, ella florecía,
extendía sus ojos de agua
y dejaba volar su piel
por aquel desierto muelle
de diosas fugitivas.
(II)
El mar golpeaba
con revoloteos de afiebradas gaviotas
y en las pupilas ahumadas del paisaje
una mano agitó el ardor primigenio
hasta estremecer
los reflejos morados del bálano
embutido
en la profundidad del templo.
(III)
En las líneas de la fragua
una diosa de rodillas hondea
con levedad rítmica su cabellera,
mis piernas temblorosas
advierten el placer
y el aire de otoño embiste
la ternura de una boca
empapada
de espesa miel varonil.
CIRCUNSTANCIAS
Un buen día aparece alguien
con plenitud de sol y gesto solidario.
Entonces nos llena la infalible sensación
de apretar flores alegres en el corazón
y sentimos más que nunca
la importancia de vivir
al pintar de duraznos la tarde.
Un buen día alguien nos llena,
invocamos los más hermosos proyectos
y hacemos terriblemente el amor
en un trasegar de vientos.
En dicha circunstancia
somos capaces de dar todo,
de rompernos el pecho y defender como sea
la vigencia del vino en nuestras venas.
De esa forma damos apertura
a los más caros anhelos,
transgredimos la relatividad de las cosas
y nos autoconvencemos
de la perpetuidad del amor
que bulle en nosotros.
Un buen día
nos cuesta asumir nuestra propia cara,
nos despedazamos lentamente
y vemos cómo todo va quedando en un estante.
Es una situación difícil de creer,
pero todo está dicho, se nos muere el gesto,
se entristece el latido
y ya no se viste de fuego el crepúsculo.
Un buen día alguien ya no existe,
apenas queda su nombre
en la inclemencia del tiempo
que de cuando en cuando camina
como un pesado recuerdo
o como el frío cadáver
de un cuerpo que pasó.
Un buen día se desmorona todo,
dejamos de amar
y esperamos otro rostro
en la inmensa perspectiva
del horizonte mañanero.
NAUFRAGIO
El viento nos partió en dos
jugó con los gestos de amor
y nada fue
porque todo sucedió a destiempo.
Memorias tras memorias
formamos un rosario de fuego
hasta llegar al límite
simplemente para mirarnos.
Sofocantes fuerzas
pregonaron el día final
y fue terrible
el último minuto al separarnos.
De esa manera comprendimos
que después de todo
otras caras
están para nacer
y no para rehacerse.
El viento nos partió en dos
y vimos rodar nuestras cabezas
en el pavimento de la noche.
No escucho tu voz, no te veo
y ya no me importa.
Hemos concretado
el naufragio
y estoy seguro
que lo nuestro queda
para nada, para nadie.
BAJO LOS INCREÍBLES SECRETOS DE LA LLUVIA
PLACER
Miré sus ojos,
apreté sus senos
y sentí
cómo bullía en mi mano
su corazón.
Olí su cuerpo
mordí sus rodillas,
sus vellos mojados
de aguacero.
Aquel día
mi lengua floreció
en el manso fuego
de una Venus
desvanecida de placer.
CARNE EXCITADA
Sin alcanzar los 20
ella traía la mansedumbre
del pájaro San Francisco
y el rubicundo resplandor
de las flores diurnas.
Tenía un comportamiento esquivo
y el miedo bullía
en la rosada superficie
de su carne excitada.
Todo fue difícil,
pero finalmente
desmelenó su piel
y dio paso a la incansable
labor del fuego
que la hizo gemir de placer
hasta el día siguiente.
LEJANÍAS E ITINERANCIAS
ENTRE VIENTOS Y PAPELES
Desde la misma arena
desde la rosa retirada
los antiguos fuegos de mi patio
cruzaron el mediodía,
retrataron las lluvias
y encendieron mis venas
estiradas por ti en la brisa.
Desde una ilusión
los caminos volvieron a subir
como huellas de pájaros en el vacío.
En duelo las palabras se agolparon
sobre tu rostro
de imaginarios veleros negros.
Y así
entre solares perdidos y pálidos naranjos
se condensa entre vientos
entre papeles
la distancia.
RECUERDO DE AGNONE
(Francia)
a Silvana, quien bailaba
con su traje típico de Italia.
Silvana, tu perfil romano
flamea como los trigales
en el aire de las montañas
y en esta dulce memoria
resplandecen
tus ojos de resolanas atardecidas.
En Agnone, Cittá d' Arte,
vimos nacer incomparables resonancias
pero hoy estamos tan lejos
de aquellas bengalas
que iluminaron tus trenzas
bajo el cielo nocturno de Francia.
Entonces sonreías
con la ternura de las flores
vivificantes de las praderas
y tratabas de encontrar
alguna taberna altísima
de llovientes parraleras.
Silvana, al explorar las paredes de la tarde
de alguna manera vuelvo a sentir
el vapor de tus manos
o las carrozas esplendentes
que evocan con intensa fiebre
la pasión de Rómulo y Remo.
Qué hermoso ritual de costumbres
entre aromado licor y madreselvas.
Silvana, mi querida antorcha romana,
tus ojos se llenaron de distancias
los dos mil metros sobre el nivel del mar
se volvieron nubes lentas
donde sólo perdura el recuerdo
de aquella hermosa itinerancia
que comenzó un día simple de palabras
en la lejana Agnone, Cittá d'Arte.
EN LAS MONTAÑAS DE LE PUY EN VELAY
(Francia)
a jarca, hermosa adolescente
de Eslovagnia
Jana Paskov, hoy he decidido montar el viento
hasta alcanzar tus ojos de celeste atalaya.
Estás lejos
pero tu hermosa mejilla sigue clareando
surcos fraternos y pasiones que relumbran
en mi alma.
Recuerdo aquel domingo en que habías llegado
vestida de arco iris para matizar la tarde.
Entonces tu cabellera maduró como el trigal
y un intenso arrebol
bebió el vino blanco que reposaba en tu mirada.
Hermosa adolescente de Eslovaquia
-polen de una nueva patria-
Le Puy En Velay nos acercó
aquel mediodía soleado
en que subimos
por la verde exuberancia de las montañas
para olvidar las lejanías
o para besar la imagen de la Virgen María
que tanto te parecía.
¿Recuerdas?
El viento sur golpeaba las aguas
mientras me cantabas en antiguo idioma
la dulce nostalgia de tu aldea.
Apretándonos
un fogón nos recorrió de manera urgente
hasta que vimos descender en nuestras manos
-de pájaro y arena-
el suave olor de un aguacero
que nos sorprendió de bruces.
En aquella travesía rotunda
tu edulcorada inocencia
llenó de luz el paisaje,
pero el paso infalible del tiempo
levantó pañuelos
y nos disolvió en la hierba.
Jana Paskov, a pesar de todo
no te borrarás nunca
porque tu recuerdo lleva
la inmensidad del Atlántico
y la fortaleza de los Pirineos.
HAMBURGO ES EL LUGAR
a Sabine Skoruppa
Sabine, el sol golpea a ciegas
y todo el mediodía comienza a hurgar
en mis viejas querencias.
Ya han nacido el cristal y el relámpago,
ya fermenta la levadura de la mañana
y desde el fuego primario del júbilo
te alcanzo en la jornada.
Sabine, en una fracción de embestidas violentas
sube el aire desmelenando palomas
pero tú te quedas para poblar mi vida
con el dulce clavel de tu origen.
Sabine, en un crepitar de veranos
descubro tu caliente armonía forestal
y te mueves en arrebol
cuando el espejo retrata tu color soleado
o tu corazón amaneciente como el lucero.
Sabine, llevo una herencia de fiebre
desde la piel al hueso
y vuelvo a mover en la memoria
aquel instante en que aromabas la tarde.
Sabine Skoruppa,
desde la misma esencia de la madera,
desde el fulgor abierto de los pájaros,
desde los signos territoriales de tu mirada
se desprende el viento y asume
el sagrado oficio de una aurora reposada.
Sabine, yo sé que anclaremos
en los patios resonantes
donde llega el venturoso río Elba,
entonces tu perfecta estructura de gaviota
comerá las claras amapolas de mi piel ahumada.
Sabine, galopando en la madrugada
busco tu latido mineral
y la brevedad de tu pasión encendida.
Sabine, en el templado reloj de los días
yo recorro con un golpe de nostalgia
en el diafragma
porque un recuerdo inmenso amarra mi vida
desde aquel imborrable encuentro en Hamburgo.
Sabine, un raro Apocalipsis
me habla de tu ausencia
y me llena de taquicardia en la sombra.
Sabine, los peces ya no despiertan con el aguacero
y tu hermoso cuerpo es una flor
que va madurando en mi tristeza.
Sabine, el aguardiente quema en el beso
que te envío desde tan lejos.
Tengo hambre de tus caricias y de aquellas alamedas
que descubrimos en otoño.
Sabine, cambiaste mi existencia
y estás metida en mis almohadones
en la poesía, en el pan
y en mi ansiedad persistente.
Sabine Skoruppa, la plenitud de tu presencia
es la esperanza que hornea
la más plena canción libertaria.
Sabine, el mar golpea a ciegas
y mi sangre germina
como el dulce clavel de tu origen.
OTROS SUEÑOS
Como una flor transparente
apareciste para iluminar mi vida
por lo menos por un instante.
Y fue tu olor
el embrujo que dibujó en el aire
un benigno fuego de golondrinas estremecidas.
Pero te fuiste
igual a una sonrisa que se esfuma,
como si nada hubiera ocurrido.
En realidad, nada cambió en mi vida,
porque sigo desmelenando el silencio
en una ingrata cama
que no se cansa de evaporar
reminiscencias de días mejores.
De todos modos, quiero confesarte
que tu aroma aún descansa en la mañana.
Esta tarde te buscaré de nuevo
y ojala el mismo viento te devuelva
así como eres
sencilla y puntual
para las rebosantes horas del amor.
FRAGMENTO DE VALPARAÍSO
a Lilian
Valparaíso deja su color en el viento
y tu amado perfil de tierra dulce
golpea en las tranquilas olas de la tarde.
Una larga soledad de alamedas reúne ausencias
y de nuevo el invierno aparece
con su oscura cabellera de años perdidos.
Hoy el recuerdo tiene carne de paloma
y viaja en un velero de peces marinos.
Hoy estás en los mínimos detalles de mis días
y sin embargo, cinco mil kilómetros nos separan.
Mi pequeña cordillera diamantina
busco tus senos de albas fragorosas
pero sólo responde tu latido de isla
en el desierto mineral de mi corazón.
Cuántas esperas se dilatan en nuestro rosal ardiente.
Cuántas coplas marineras se condensan
en el destello perpendicular de tu espalda dormida.
El tiempo fulgura nostalgias de cocoteros
y como inmenso fuego o simplemente como un niño
navego en la crecida fosforescencia del lucero.
Todo ha quedado demasiado lejos.
Lejos las angostas calles de las madrugadas.
Lejos el mar que bañaba la imagen de Neruda.
Lejos fueron quedando
tus enormes ojos de nocturna transparencia...
EXILIO INTERNO Y FANTASÍA
ADIÓS A LA VIDA
Estoy harto de despertar
caminar
leer
mirar la TV
sobrevivir
copular
y rascarme.
Estoy harto de hablar
comer
beber
defecar
escuchar la radio
y acostarme
rodeado de paredes.
Estoy harto de la tristeza
que deambula
que crece
y se inflama.
Estoy harto de todo,
borro mis sueños,
derribo toda esperanza
y me quedo vacío hasta
llegar a la nada.
INDISOLUBLE
Tus pies en el aire,
tus muslos como dos alas
tus bellos rizados en la niebla húmeda.
Entonces tu corazón agitado
como una fruta abierta
bruñida
frágil
quemante.
Tu carne en almíbar
rompiéndome
en mil pedazos,
tragándome
hasta los sueños.
Juntos en la complicidad de los días,
tu lengua itinerante en mis recodos
tu rostro adolescente
tu mordisco ardiente
tus penínsulas
tu lengua de hembra
lamiendo
el mástil lluvioso de firme estructura.
Nunca se cansará el verano
ni nadie morirá en el olvido
porque si bien la distancia es un cuchillo
en cada pedazo estaremos juntos
con el mismo idioma indisoluble
que golpea en mi corazón.
LA CIUDAD QUE DEBO OLVIDAR
Un largo tiempo, desmadejado,
entre brumas de invierno
y terribles fuegos estivales.
Prolongados meses
con palabras que incendian las retinas
con bostezos, nostalgias y querencias
desparramadas en un sueño.
Interminables semanas con tormentas eléctricas
que dejaban a oscuras la ciudad
los pasillos carcelarios de la redacción.
Con los ojos abiertos bajo la lluvia
comiéndome el corazón
con tantas tristezas y el deambular nefasto
al filo de la madrugada arando a todos
como un monstruo.
Las calles solitarias de un recodo perdido
las voces aturdidas de los mediocres
que fungen solidaridad.
Los babosos
y la piel desparramada bajo el aire fresco
que aprisiona los huesos.
La esquina de siempre
la masa proletaria que se desparrama
presurosa hacia el puente, en el aroma fértil
de un río que no se cansa
de arrastrar su hermosura hacia el mar.
La gente pobre
la misma que se marchita
pinta de soledad las esquinas.
El sitio de siempre
los choferes lánguidos
bostezan en sus colectivos igual que yo
o el lago taciturno que refleja en su espejo
la fealdad de Ciudad del Este.
Los días imponentes
smog
niños viciosos
prostitutas
y delincuentes
flameando como una sola bandera
en el cotidiano trajinar indiferente.
El cansancio se derrite en la radio
el sueño casi incontrolable
se aproxima al mediodía
y las heroicas cópulas carnales
al florecer la tarde.
Hermosas espaldas bronceadas
rubicundos rostros
de muchachas adolescentes
extendiendo sus cabellos en la cama
guardando sus senos bajo alguna sábana.
Queridas amantes
cayendo entre mis dedos como pétalos frescos
de inolvidables aromas.
Siempre en la tarde
para llenar los baldíos de la vida con alas al viento
desde las ventanas de un antiguo edificio.
Son momentos que se borran
para encender un soplo en la distancia.
Mi inseparable Lu,
Mabel la caballista,
Elisa hermosísima,
Maribel de rostro angélico,
Raquel la pasionaria,
Artemisa, de imagen virginal,
y tantas más hoy recorren
con sus caras anónimas
en una evocación infalible
cuando el velero se esfuma en el mar.
Largos meses
en una ciudad cargada de basura
de violencia
de habitantes sin nombres y tierra colorada.
Solamente el sol sonríe entre las muchachas
y extiende su bella placidez en mi cuarto
reivindica las horas de mi existencia.
El resto será olvido, herida supurante
de lejanos momentos que ya no recordaré.
Un día cerraré los ojos
y haré brillar el dulce gesto
de alguna mano que paseó su calor
sobre mi pecho.
Morirá el retrato de esa ciudad en las paredes,
ya no habrá nombres ni lágrimas enfermizas.
Estaré con otras historias tan lejos de la ciudad
que debo olvidar.
TIERMPO DE NOSTALGIA Y ATARDECER
POEMA DEL SILENCIO
...y la muerte golpeó la puerta
Señor, al fin llegó la hora de abrir los ojos
para ver toda la magnificencia de Dios.
Cuánto cuesta entender que la vida
es apenas una transición gozosa
o un pulso nublado que a veces nos rompe
hasta el alma.
Qué impotencia, Señor, cuando la muerte
es una boca serena cargada de tinieblas
que nos habla en silencio
para evidenciar la pequeñez pasajera
del hombre sobre la tierra.
Como una molécula en el mar
navego en días tan solitarios
llevando el calor sublime de los recuerdos
y los doloridos
signos que de repente
cambian los tonos de la vida.
La flor pierde su belleza y se apaga.
Los pájaros deshojan sus alas.
La naturaleza languidece
en el fluir de todas las cosas.
El éxodo sigue hacia el lugar donde también
mueren las estrellas.
Qué puedo hacer sino contemplar
el vuelo de mi madre hacia el infinito.
Qué más, Señor,
entre las añoranzas que empiezan
entre las lágrimas que caen llenas de evocaciones.
Llegó la hora
y a pesar de la agonía
mi madre espera flameando
el eco transparente de Dios.
TRANSICIÓN HACIA LA MUERTE
Mamá Catalina, presencia indeleble en mi corazón
El sueño es una serena transición
hacia la muerte
cuando los pies y los ojos
se ahogan en sombras
que golpean como las olas del mar.
En esa difícil travesía
navega la dormidera nostalgia
donde acampa
-como estrella polar-
el rostro imborrable
de mi madre.
Entonces yo comprendo
que la vida en su afán de reponer
los latidos que emigraron
se vuelve inexorablemente
un puente de recuerdos
que tiene la inefable forma
de acariciar la piel del infinito
o las huellas acrisoladas
que nunca se marcharon.
En el dilatado signo de los días
estoy palpando la delgada luz
que mamá dejó
para entibiar la casa.
Cuando ella partió
todos creyeron que sus manos
dibujaron en el aire un adiós.
Pero no fue así
porque desde los vientos del sur
su cabellera creció como un río
que luego bajó
en mansas lluvias
para aliviar la tierra.
De todos modos
una bandada de pañuelos
la despidió cuando la madrugada
despeinó sus rizos
entre palomas bruñidas que cuajaron
en sus alas la diáfana luz del silencio.
A mamá la encuentro
como si nada hubiera ocurrido
porque en realidad
ella aún dispone
de la fuerza suficiente
para engendrar en un sagrado ritual
su presencia solitaria.
Es que desde hace seis meses
su ausencia cuelga retratos
sobre el color de la mañana
pero, increíblemente, ella sigue
tan cotidianamente en mi corazón
o en el espejo de este tiempo
sangrando en arreboles.
EL SUEÑO Y LA MUERTE
Lo sé.
Ya lo supe.
El sueño es una transición hacia la muerte.
La vida misma es muerte
cuando la ausencia es tan grande
y uno no puede tocar la boca que sonríe
porque simplemente se fue
se perdió hacia la otra orilla.
Lo sé.
Ya lo supe.
El tiempo es un reloj que golpea.
El mar es una enorme sábana
que cubre el misterio de las cosas.
La tierra es una boca llena de raíces deshechas
que sin embargo florecen
igual que la luz de cada cuerpo
que se pierde en el espacio infinito
donde yacen los destellos de mis súplicas.
Lo sé.
Será un día.
Ella vendrá en pleno sueño.
Mi madre lucirá su más nítida expresión.
Y yo me quedaré como siempre,
como entonces,
como aquellos que fuimos.
El sueño será una transición
para mi muerte
hoy al fin lo puedo entender.
NACIMIENTO
(I)
Era el tiempo,
entonces transitaba el silencio
en tus ojos niños
y mi boca dibujaba
en la arena
la palabra que un día debías
encontrar.
Crecieron las flores del patio
y emergieron
en mis memorias baldías.
Esa vez nos miramos,
en el paisaje se levantaba
el olor fresco
de un día de invierno
y nadie se dio cuenta
que allí
definitivamente
estábamos los dos
como siempre
como entonces.
(II)
Después nació
un largo vacío,
mi voz se llenó de viento
y volaron mariposas
en mis retinas asustadas.
No imaginaba
la hostia de tu cuerpo
ni el dulce vino sagrado
de tu carne
aguardando
el resplandor
de mi pecho agitado.
Sin embargo
existías como un transparente lucero
en el éter de mi vida.
EL RITUAL DE LAS LLUVIAS
(1)
Descascaradamente
te quiero,
golpeo las nubes
con mi pulso de agua
pero te disuelves
caliente
y sola
en la arena.
(2)
Cansado
movido a motor
de potentes fármacos
revuelvo la madrugada.
Duermen
mi mujer fermenta de fiebre
en un sitio donde ni siquiera
acampa mi olor.
El pasto se moja de rocío
y busca el alba.
Ayer los perros aullaron
una canción muy triste
al declarar el momento
en que mi cara
se cuelga de la pared.
Y no es extraño:
me cubre el silencio
y espero que el sol
llegue mañana.
(3)
La temperatura es intensa sobre los ojos
llenos de mar golpeado,
quejumbrosamente verde.
Las membranas descascaradas
se desprenden
como piel enferma.
Nadie llega a mirar las palmas quebradizas
porque saben
que la noche manosea todas las líneas.
Vaciaron nuestras almas,
nos enceguecieron.
Apenas distinguimos una ausencia senil
desmelenando su vuelo impotente.
(4)
Estás metida
en los ángulos del miedo.
No sueñas,
el viento es una piel
que ensancha su frescor para penetrar
en los huecos frágiles de la tarde.
La mirada se cuelga en un ropero
algo espera
la cama es impasible para acercarnos.
Nuestras sombras
navegan en la nada,
somos seres absurdos
en el aguacero de un verano
que murió en un bostezo de añoranzas.
ÍNDICE
EL TIEMPO Y LA PALABRA
Días de lujuria
TRES MOMENTOS
(I)
(II)
(III)
CIRCUNSTANCIAS
NAUFRAGIO
LLEGARON DEL ALBA
YA NO SOMOS
LA VOZ DE LOS SUEÑOS
Bajo los increíbles secretos de la lluvia
PLACER
CARNE EXCITADA
ONÁN
FERMENTO ANIMAL
LLANURA ENARDECIDA..
Lejanías e itinerancias
ENTRE VIENTOS Y PAPELES
RECUERDO DE AGNONE (Francia)
EN LAS MONTAÑAS DE LE PUY EN VELAY (Francia)
HAMBURGO ES EL LUGAR
OTROS SUEÑOS
FRAGMENTO DE VALPARAÍSO
MUCHACHA DE MAR Y ALAMEDAS
CRISTALES ITINERANTES
EL INCENDIO DE LOS TRIGOS
SUSANA CALVO HERNANDO
COMO UNA MERMELADA
UN LAGO O UNA TARDE DE LLUVIA
INNOMBRABLE
PALABRAS PARA GUADALUPE
LA VIDA
SOLEDADES
POEMA
CON ELLA BUSCO UN SENTIDO
A MI VIDA
MEMORIA SOBRE LAS AGUAS
NOSTALGIAS MAÑANERAS
LOS SAGRADOS FUEGOS DE BERLIN
DRESDE TIENE FRAGANCIA DE RÍO
EL LARGO SUEÑO DE GÖRLITZ
POEMA A OLORÓN (Francia)
JACA, LA CIUDAD QUE NO DUERME
SENTIR EL REGRESO
COMO ANTES
REENCUENTRO
ES CIERTO
COTIDIANO
PALABRAS PARA GUIOMAR
(I al VI)
EVOCACIÓN ANDARIEGA
DESDE QUE LLEGÓ TU AUSENCIA
Exilio interno y fantasía
ARIOS A LA VIDA
INDISOLUBLE
LA CIUDAD QUE DEBO OLVIDAR
LA TIERRA COLORADA
SI NO FUERA POR TI
PERDIDOS EN LA CIUDAD
LA FANTASÍA QUE NUNCA ACABA
DE OTRO TIEMPO
JUNTOS
Tiempo de nostalgia y atardecer
HISTORIA DE UN HIJO Y UNA MADRE
POEMA DEL SILENCIO
DÍAS QUE CONDUCEN A DIOS
TRANSICIÓN HACIA LA MUERTE
PALABRAS PARA ALLEN GINSBERG
PRIMER RECUERDO
SEGUNDO RECUERDO
EL SUEÑO Y LA MUERTE
CARTA PÓSTUMA A MARTA LYNCH
POEMA
POEMA NEGRO
EN CUALQUIER MOMENTO
DECISIÓN FINAL
DE CARA A LA MUERTE
CUANDO SE LLEGA AL LÍMITE
NACIMIENTO
(I)
(II)
EL RITUAL DE LAS LLUVIAS
(1 al 11)
ENLACE RECOMENDADO (HACER CLIC SOBRE LA TAPA):
PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA
PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS
Autor: VICTORIO V. SUÁREZ
Criterio Ediciones,
Asunción-Paraguay, 2006 (573 páginas)
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