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SUSY DELGADO

  A DOS TINTAS, 30 AÑOS, 2011 – UN TESTIMONIO - SUSY DELGADO


A DOS TINTAS, 30 AÑOS, 2011 – UN TESTIMONIO - SUSY DELGADO

A DOS TINTAS

30 AÑOS – UN TESTIMONIO

SUSY DELGADO

 

Edición con el apoyo del FONDEC

www.fondec.gov.py

Arandurã Editorial

Tel.: 595 21 514295

www.arandura.pyglobal.com

Correo: arandura@hotmail.com

Asunción – Paraguay

Abril 2011

 

 

            A MANERA DE PRESENTACIÓN

 

            El periodismo es ese ejercicio de pintar retratos rápidos, casi de brocha gorda de la realidad, retratos que suelen declararse en defunción al día siguiente de su realización. Sin embargo, cuando algún investigador de épocas pasadas busca detalles específicos sobre las mismas, esos que no suelen estar en los libros de historia, entre los archivos a los que suele recurrir, cuenta el de los periódicos de esos años. Ante la lente del propio periodismo, su retrato es válido solo por un día, pero ante la lente de la posteridad, este puede aportar los colores y aromas precisos de los hechos pasados a quien quiera hurgar en ellos.

            Llevada por este pensamiento, desde hace muchos años he venido guardando en mi casa incontables páginas de periódicos y revistas diversas, no solo de las que yo produje desde mi máquina de escribir y luego desde mi computadora. Un modo de guardar tal vez, algo de ese tiempo que se nos escapa irremediablemente y que pareciera correr cada vez más rápido.

            Por otro lado, el periodismo es esa profesión que nos permite asistir a muchos hechos importantes de la vida del país y hasta cierto punto del mundo, desde una butaca de primera fila, y registrarlos en una página impresa. Hechos que de pronto marcan verdaderos hitos en la marcha de una nación, o señales de tiempos que se van acercando. Un periodista puede asistir desde esa butaca de primera fila a una revolución, al nacimiento de un régimen o una ley que cambia la historia, a la magia efímera y excelsa del arte, a las palabras de un pueblo que se expresa en el amplio abanico de sus sectores sociales y que se llevaría el viento del olvido si alguien no registrara al menos un relámpago de las mismas. Un auténtico privilegio.

            He tenido el privilegio de ejercer el periodismo, de producir papel impreso entre una época de oscurantismo agónico pero persistente, y la difícil apertura hacia la democracia y el cambio cultural, durante anos 30 años. En un momento en que la reflexión sobre el pasado se enfoca no solo en los albores de la nacionalidad sino también en las décadas recientes, considero que algunas páginas de las muchas que escribí durante esos años pueden ofrecer su modesto aporte para la comprensión de un proceso que va pasando de un largo aislamiento cultural y una dolorosa fragmentación social a una democratización que se construye dificultosa pero esperanzadamente.

            Este libro reúne una selección de los textos que escribí desde mi condición de periodista textos que a menudo se cruzan con la literatura-, los que a mi entender, significan mi testimonio personal sobre muchos hechos importantes que hacen a la historia cultural del Paraguay en especial, y en alguna medida de Hispanoamérica, con la que nuestro país ha empezado a dialogar más fluidamente en estos años.

            En la primera parte de este libro se ofrecen Entrevistas a figuras nacionales e internacionales cuya labor ha tenido un indudable reconocimiento en las últimas décadas. Entre las primeras desfilan investigadores, antropólogos y escritores como Miguel Chase Sardi, Rubén Bareiro Saguier, Bartomeu Meliá, Ramiro Domínguez, Elvio Romero, Renée Ferrer, Ticío Escobar, Delicia Villagra y Esteban Cabañas. Entre los entrevistados del exterior se cuentan el Nobel José Saramago, el mexicano José Emilio Pacheco, Premio Cervantes de Literatura; el gran poeta alemán Hans Magnus Enzensberger y su coterráneo Wolf Lustig, referente ineludible para los estudiosos del guaraní; el norteamericano Tracy Lewis, poeta e investigador que se destaca en el mismo campo; los argentinos Francisco Madariaga, Jorge Boccanera, poetas de primera magnitud del país vecino y grandes amigos del Paraguay, entre otras.

            En la segunda sección se compilan Crónicas de sucesos y hechos culturales diversos, entre los cuales se cuenta la caída del Muro de Berlín, al que me tocó asistir por casualidad, gracias a una beca del Instituto Goethe; la presentación en Asunción del mítico elenco del Bolshoi, símbolo de todo lo proscripto en tantos años de aislamiento; el Encuentro de Escritores Latinoamericanos, primera reunión trascendente en su género realizada en Asunción, que significó el inicio de un postergado diálogo de Paraguay con Latinoamérica; la revisión de la transición paraguaya en un encuentro realizado en Madrid, y la visita de un grupo de escritores paraguayos a la Feria del Libro de La Habana, hecho que también se inscribía entre los signos de un tiempo que luchaba por emerger.

            Un capítulo titulado Los adioses reúne crónicas y reseñas escritas ante el fallecimiento de figuras destacadas de la cultura y el arte de Paraguay y Latinoamérica, como José Antonio Perasso, José Luis Appleyard, Josefina Plá, Amambay Cardozo Ocampo, Rudi Torga, Oscar Ferreiro y Miguel Chase Sardi, entre las primeras; Octavio Paz, Darcy Ribeiro, Francisco Madariaga y Olga Orozco, entre los segundos.

            La sección Lente literaria presenta artículos de análisis y de interpretación poética sobre libros, figuras y legados diversos del acervo literario paraguayo y latinoamericano. Y la selección se completa con una Lente diversa, en la que se alternan comentarios sobre temas variados de los campos de la danza, la música, la lengua, etcétera, junto a hechos que dejaron su marca en la sensibilidad social de estos años.

            ¿Cuál ha sido mi criterio en la selección de estos textos? He intentado rescatar aquellos que a mi parecer aportan signos del proceso cultural paraguayo y regional dignos de tener en cuenta, piezas de ese complejo rompecabezas que alguien nos ayudará a armar de a poco, para comprender mejor nuestro presente y tal vez, cimentar mejor nuestro futuro.

            Llegué al periodismo casi por fuerza mayor. La situación de mi familia no permitía solventar los estudios de arquitectura que quise realizar cuando egresé de la secundaria, y me inscribí sin demasiado convencimiento en la Facultad de Periodismo de la UNA, siguiendo el consejo de la inolvidable Ana Iris Chaves de Ferreiro, apoyada por su esposo, el inolvidable Oscar.

            Entré al ejercicio del periodismo casi de la misma manera. Cuando descubrí el modo y el ritmo de trabajo de las redacciones, me sentí como calzando zapatos ajenos, y esa sensación me duró muchos años. La escritora que latía en mí -que ya había reunido montañas de cuadernos llenos de versos- me reclamaba otro modo y otro ritmo.

            Después de muchos años y muchas cuartillas gastadas, un buen día sentí que por fuerza, por azar o por destino -por lo que fuera-, me había convertido en periodista de cuerpo entero, no porque estuviera dotada de virtudes especiales sino porque al cabo de ese camino alcancé consciencia del privilegio que me había tocado y que ya no renegaría jamás de esta condición. Me di cuenta que la escritora había encontrado en el periodismo no solo una herramienta para el ejercicio cotidiano de la escritura, sino un contacto directo con todo el variado acontecer del país y del mundo, una fuente riquísima para reflexionar sobre su tiempo, materia inapreciable para cualquier escritor. El consejo de Ana Iris resultó muy sabio.

            En un momento en que la vida me plantea dedicar mis esfuerzos a una causa que no es diferente en esencia pero se construye con otras herramientas, siento el deber de honrar a esa butaca de primera fila que me tocó en suerte ocupar, dejando el testimonio de lo que pude presenciar desde allí. Por eso, este libro es también un modesto homenaje.

            Seguramente hoy escribiría de otro modo muchas de estas páginas robadas al apuro cotidiano de la redacción, borroneadas en el fragor del entusiasmo y la ingenuidad de la juventud. Pero creo que estas páginas componen una perspectiva sobre el tiempo que me ha tocado vivir en mis años de periodismo, y en la medida en que haya logrado reflejar la realidad de mi comunidad, una perspectiva del tiempo que nos ha tocado vivir. Las recojo aquí con las torpezas y lagunas de cada momento, para que el espejo sea lo más fiel posible. Si he alcanzado a dibujar esa modesta prueba de testigo con este libro, es suficiente.

            Susy Delgado

 

 

 

ENTREVISTAS

 

CINCUENTENARIO DE LA CONTIENDA CHAQUEÑA 

LOS ROSTROS DE LA GUERRA

 

Don Anastasio Benítez, pese a su juventud, fue un combatiente que creyó en la guerra. Hoy, a 50 años de distancia y reconociendo lo cruel y terrible de la misma, sigue firme en su convicción, así como -pese a los miedos y vacilaciones que sintió en carne propia- sigue persuadido de la valentía del soldado paraguayo.

 

            Anastasio Beníte che che réra, Villarrica che valle. Setentaiún año areko. Che concríto reheve voi chejagarra la guerra. Ore la primero roñorairõva'ekue Pitiantútape. Che yesisiete-pe ya aguejýma voi cuartel pe; yesiocho-pe, aike jave hína, oñepyrũla guerra. A la pinta, iformal, nde bárbaro oréve, mitãrusuete nio... Ha upe tiémpope, lo ma, concríto memete voi roime la Chácope, la roho ypyva'ekue. Upéima oho umi reservista kuéra. Pero ore cada día roñorairõpatrulla-pe. Ore Caballería puntero. Heta añorairõhasta Pirizal, entre Gondra. Saavédragui rorrecula, ha upépe che ajejapi ha aju, treintatrépe.

            E'a, ha aju opa mboyvete la guerra. Che aje'eri el veinticinco de agosto, che jyvápe. Kóa platino ha aluminio memete ápe hína. Cada siéte áño amoĩyka j epi ápe aceite, pe túvope, porque upéa hypa ha ojehyipáma la che kuãumía entero py. Pero amomỹi porã...

            No..., péango bien arreglado. Amoite Escuela Militar-pe, upe tiempo-pe oĩla opital py. Upépe che aguejy va'ekue herido. Oi peteĩche madrina de guerra upépe voi la encargada, un tal Jorgelina Roja. Upéa omoĩyka chéve la platino ha aluminio la che jyváre, che kangue rekovia. Partido, a la mitãopaga delestado ha a la mitãha'e. Upérõko la plata ovale py. Veinte mil péso, upe tiempo-pe.

            Ha che, Villarrica-gua. Oí va'ekue che sy ha che ru chendive, omanombáma ko'ãga. Ha chermáno mokõi opyta Cháco-pe. Cinco hermano roime va'ekue. Omano la peteĩche mayor ha otro che menor. Hermana katu áreko cuatro avei. Ko'ãga opyta do, omano avei umi otro. Ha la che papa omano voi voi, a la eda de nuéve áño arekópe omanóma. Mama katu ojapo hína siete áño omano hague. Ha che rembireko ojapo hína tre áño omano hague, kokuehe octubre-pe. Oĩche rajy ha che ra'y peteĩchendive, umía ne'ĩra gueteri oho chehegui. Mokõinte areko. Che sy, ha'eñoite oremongakuaa, ivale voi. Cigarrera. Ymángo la plata ovale py, ko'ãganteko ndovalevéi.

            Che aike va'ekue la escuela-pe, tercer grado-peve. Che mitãite rehe voi, voi amba'apóma va'ekue. Doce áño guive ja romba'apóma voi kokuépe. Romba'apóma la che mamáme. Campañápe oĩva'ekue la ore róga. La che mayor ya ikaira'yma voi py. Upéi, ha'e oho la cuartel-pe , ha ou rire, cuatro mese-pe, de baja, hakykuerépe che ya aháma py. Ymavéngo ipohyi voi py. Yesisiete, yesiséi año hamba'épe ojereraháma voi py. Oikuaáma voi los karai ra'e la oikotaha la guerra. Upéicha rupi.

            Oréngo pe treintaiuno-pe roguejy. Upérõma voi haímete oñepyrũ, oho jepe reserva amoite Pozo Azul-pe ha upégui ojevy jey hikuái ndoikóimarõmba'eve. La movilisaciõrõkatungo ombyaty la reserva ha ya ohóma hina. Oñemoñe'ẽoréve. Oñemoñe'ẽha he'i la oikotaha la guerra. Cuestión de terreno, he'i. Ojagarrase la ñane retãumi boliviano. Ha ore ore mitãvango mba'e ro'éta, ko roiméva a cargo de la ore ruvicha py. Mah que ha'ekuéra he'íva mante rojapo py. Orde eh orde, he'i voíngo py. Ekumpli va'erã. Ndaipóri la guerra hápe péicha..., asalto-pe reike ha rehechárõla ne compañero odispara... -upéa la orde ípohyiva-, rehechárõodispara, nde mimo rejapi va'erãporque icovarde. Nde remano va'erãpe ne posición-pe. Mientra ke ndererresivíri retirada, neremỹi va'erãupégui. Remano va'erãupépe.

            Ha bayoneta nio. Ha umi boliviano ogueru umi chulupi, omonga'upa ha ogueru omano ojo'ári hikuái. Upéicha ojehu va'ekue pe Saavedra frente-pe. Oiméne la tre hora-pe ya omanombáma. Mba'éiko, oka'upáva hikuái py. Ñandekuéra nahániri py. Ñande la ñande tropa... A la pinta! ...No... upéa ndaipóri ja'e va'erã.

            Upépe ya nderepyhyjevéima, mba'éiko rekyhyjevéta. Mba'e, moõla rehóta. Reñembo py'a guasu mante. Si jaikuaa voi la mburuvicha he'íva "Péicha ha péicha", nde upéicha recumpli mantema va'erã. Ndaipóri reho haguãmamove. Rehórõ, rehóta resẽumi chulupi retãrupi. Umi boliviano indiongo noñe'ẽi voi ñanendive. No..., umía ndaija'éi la paraguayo-re.

            Che aime va'ekue la ivaihápe. Pe Boquerón-pe, ojo'ari nde bárbaro... Omongorre pe alambre-re. Ojapo la trinchera alambre-gui py. Upé ande fusil-re oja ha upépentema necha'ĩ. Upéango la korape ndoikéiva, ndojejagarramo'ãi ni mba'evéichavérõ. Ha'ekuérango la mortero añoite la ndorekóiva. Ha la mortero niko peteĩarma ipoténtava. Ha la pinta...

            Ajejapi rire aju ha ya ndahavéima. Siete áñope asẽla opitalgui. La che jyva ndokueravéi. Primero omoĩchéve la platino ha un año haguépe ou oñembyai jey. Upéi aju jey ajopera. Siete vece. Siete operación che areko. Upéi omoĩchéve la platino entre yeso. Upéa ko'ãgaitépeve areko. Siete año che aiko opital rupi. Opyta porã, opyta porã... Ndaipóri ja'e va'erã. Amba'apo mimi hamba'e, la trabajo de juérsa niko ndajapói, pero péicha carpida kuéra hamba'e ajapo... Ndapyta vaíri niko, ndache perhudikái. Añeñangareko nio. Porque añandúvove ojehyita la che jyva, ya derechoma aju ápe omoĩka la aceite, ápe Opital Militar-pe. Roguahẽha'óra niko upépe oñatende la lisiádore, oñatende porã. En forma, ndaha'éi la rehóva reñembo'y rei hina. Pya'eterei.

            Ko'ãga la tratorno oĩva hína, la censo. Ha che, la che carné, una ve amoite Ehtroner-pe, amoite Paraná-me, roju canoa-pe ha ou peteĩtormenta. Oñetumba orereheve la canoa ha upépe ohopaite la che kuatia. Che, che kuéra umía akonseguí paite jeyma. De uno paite jey ajapo. Mba'e ajapóta. Entonce aha va'erãagueru la che carné original py. Ko'ãga ndacheplátai hína, ofalta chéve peteĩseteciento guaraní. Pero ikatu aliga'ãga lo mitágui ha aiporu ãga. Ha la decreto ndorekóiva, no hay caso. Umíango "pira guyra", yma oñeme'ẽreí va'ekue chupekuéra. Heta ocobra rei va'ekue, ko'ãga ojei hína. Hetaiterei. Heta umi karai plátare ojapóvante provisorio chupekuéra.

            Ha aju rire la guerra hágui, aju jey amba'apo... kokuépe. Kokuépe jey, amo che vállepe. Upéi katu aha va'ekue amenda San Pedro del Paraná-pe. Aha upégotyo peteĩche gente kuéra rógape ha upeichahárupí ajuhu la che rembirekorã. Upéi oy omano... Nachemandu'ái mba'éguipa la omano. Lo que sí, la kuñakarai upéa che aru ko'ápe opital-pe, ha rokorrepa rire amo San Pedro del Paraná rupi, Villarrica rupi, agueru ko'ápe ha he'i la doctor "Erahánte mi hijo la ne rembireko, péa ya ndokueravéima". Ha'e naimedídai tembi'úpe; y katu remoĩháicha ho'u. Ha a ma día ipiru, iseco, iseco, iseco ohóvo. Aipo tuguy azucarado-gui ojagarra chupe otra enfermeda. Péagui ha'e omano. Pero che familla kuéra oĩmba gueteri chendive, enterovéa.

            Ha che aju je adelihensia la che kuatia kuéra árupi. Aju apyta peteĩche valleygua ndive sapy'ánte. Péicha aiko...

            Che aime satifecho la aha haguére la guerra hápe, como no... Porque o si no, umi boliviano ñande jagarrapa, ñande jukapa va'erãmo'ã. Cháke la boliviánongo ijarhel hína. ljeréhengo umía. Umíango enemigo hína, ndaipóri trato hendive.

(De la serie "CINCUENTENARIO DE LA CONTIENDA CHAQUEÑA",

Diario HOY, Dominical, 27 de octubre de 1984)

 

 

 

 

TORTURA (V)

 

"EL MÉDICO QUE AYUDA EN LA TORTURA NO ES UN MÉDICO,

ES UN SÁDICO"

 

Hemos caminado un trecho testimonial en esta serie de notas, desmenuzando los aspectos humanos (despreciables, absurdos, increíbles) que guardaba ese negro baúl que ahora se nos muestra en toda su terrible realidad. Nos toca intentar un análisis de esta realidad, con la ayuda de algunos especialistas cuya labor tiene un punto de vista seguro respecto a ella. Y empezamos enfocando el papel del médico frente a la tortura, apelando a una figura muy respetada en nuestro medio, la del Dr. Pío Walder, y extractando los puntos más importantes de la Declaración de Tokio, relativa a la tortura, que nos fue enviada por el Dr. Alfredo Boccia.

El papel del médico frente a la tortura fue un tema que se nos presentó muchas veces, frente a los testimonios que recogimos en esta serie de notas. Sin embargo, los datos que pudimos obtener eran escasos y en general, los casos locales presentaban al médico en una situación secundaria. "No hay médicos durante la tortura", fue la afirmación en la mayoría de los casos. Y su presencia tuvo más bien un carácter de salvación, cuando algún torturado descubría entre sus compañeros a un médico.

Sin embargo, en nuestro país hay médicos que se señalan como involucrados con la tortura, porque trabajaron durante estos años en colaboración con la Policía, y su trabajo no se redujo solamente a "emparchar" las huellas de la tortura, sino en muchos casos, a devolver estos cuerpos humanos más o menos recompuestos, a retomar el suplicio. Es lo que afirman muchos torturados.

            UN MÉDICO FRENTE A LA TORTURA

"Pero ése no es un médico, es un sádico", dice el Dr. Pío Walder, calificando estas tareas fuera de la condición ética del médico. El Dr. Walder, a quien pensábamos recurrir por su conocida estatura moral, resultó un entrevistado con amplio conocimiento del tema, porque a su turno conoció las dependencias de la Policía Central y pudo ver con ojos de hombre y de médico, muchos torturados.

"He visto por ejemplo a uno de los actuales líderes contestatarios del MOPOCO cómo lo colgaban de los pies, con un hilo de pescar, y lo dejaban ahí como 48 horas. La herida de la piel se le cicatrizó contra el hueso. La circulación hacia el corazón no se producía más y se le comenzaron a hinchar los pies como a un sapo". La redada que agarró al Dr. Walder fue la del recordado Movimiento FULNA-14 de Mayo, entre el 59 y el 60. "Cayeron entre los últimos -dice el doctor- tres compañeros míos y amigos de infancia, uno de los cuales, según cuentan, fue enterrado vivo. Era un estudiante de medicina, que se llamaba Papito Sánchez. Y los otros eran Rufino Arce, un muchacho miope, que no sé cómo andaría haciendo la revolución porque no veía a 10 metros, y el otro era un estudiante de Ciencias Económicas que se llamaba Carlos Alberto Bertín Garcete. Eran amigos de infancia, del mismo barrio. Cuando caímos, ellos tenían entre 27 y 28 años, y yo tenía 29. Ya era médico, por supuesto".

            MÉDICO, PESE A TODO

"Uno no deja de ser médico aún estando preso", dice el Dr. Walder. "Allí, estando preso, un oficial al que llamaban ‘González póra’ llevó un día a una criaturita enferma. Llovía y no había quien le atendiera en el Policlínico. Vino y me preguntó si no le podía atender, estando preso. Yo le dije: "El médico, preso o no preso, está para atender. Tráeme un diario y vamos a ver las farmacias que están de turno, para ver lo que se puede hacer. Era su hijito, el hijo del policía que estaba garroteándonos todo el día. Y se curó la criaturita".

"Esa experiencia me sirvió a mí para conocer lo que es la pre-tortura, porque a los presos les muestran el estado en que quedan los torturados, para ablandarlos y hacerles decir cualquier cosa. No sé si uno se siente peor siendo torturado o viendo al prójimo en ese estado". El Dr. Walder no tuvo oportunidad de prestar ningún tipo de asistencia a los torturados un aquel lugar. "Pero nos mostraban cómo salían -dice-, amoratados, cianóticos, con los párpados hinchados y los ojos inyectados, por el gran esfuerzo realizado. En la pileta, uno puede morir fácilmente. El más leve trastorno del corazón puede llevar a la muerte".

            CONOCIMIENTOS MÉDICOS

"Estando allí, me contaron de algunos médicos a los cuales se recurría a veces, para reanimar a los torturados. Eran médicos e inclusive, estudiantes de medicina, según decían", sigue comentándonos el Dr. Walder. "Pero los torturadores, yo creo que son bien entrenados para hacer lo que hacen, que saben lo que hacen. Saben cuánto debe durar una inmersión, cómo se deben usar los electrodos, aplicándolos en el pene y el dedo gordo, por ejemplo, que después de una sesión uno termina deshecho. Y los que iban a torturar, uno les descubría enseguida, porque iban con sus botas de goma, sus impermeables, sus guantes de goma y sus tridentes de madera, con los cuales apretaban al torturado. Los guantes y todo eso eran también para evitar la corriente eléctrica".

"Pero no es necesario apelar a la condición de médico -dice nuestro entrevistado-  cualquier ser humano, con una mediana sensibilidad, se siente impotente. Se llega a sentir ganas de morir, o de firmar cualquier cosa. De todas maneras, un médico agrega a su condición humana la del médico y entonces puede ver algo más que el hombre común. Tiene tal vez una mayor conciencia del juego terrible a que es sometido ese cuerpo torturado, porque conoce perfectamente su fragilidad, sus limitaciones. Y así el Dr. Walder califica por ejemplo las secuelas que tuvo la tortura en un "compañero de escuela, que contrajo una infección respiratoria muy severa, por efectos de la pileta, que le dejó los pulmones a la miseria. Ese señor fue hasta Suecia, donde lo están atendiendo".

            AUXILIAR, CURAR, DENUNCIAR, ESTUDIAR

"No sería razonable exigir que los médicos retiren su servicio allí donde sus repercusiones puedan ser contrarias al interés de un paciente", dice en uno de sus párrafos un artículo firmado por el Dr. Alfredo Boccia.

Sin embargo, un poco más adelante, en el mismo artículo se mencionan presiones y represiones que suelen despertar los médicos que han prestado atención a los torturados. El Dr. Walder en este punto vuelve a defender el deber de asistir al torturado y al mismo tiempo, el secreto profesional que debe guardar celosamente el médico. "Ésta, como cualquier otra actividad del médico, se debe encuadrar dentro del secreto profesional, que el médico no debe violar", dice.

Evidentemente, el médico se ve muchas veces frente a la cruda realidad de la tortura y en algún momento se plantea la posibilidad de denunciar eso que tiene enfrente. Pero el asunto no se presenta tan fácil, no solamente porque existen las presiones y represiones sobre los médicos que se pronto, según se sabe, han auxiliado a personas torturadas, sino también porque la justicia suele exigir testigos. "No obstante, este es un problema que merece ser estudiado por los criminalistas" dice el Dr. Walder, y agrega que "Mientras tanto, se debe buscar la manera de hacer justicia, aunque la mayoría de los torturadores tienen su castigo interno, tienen un sufrimiento indecible y con el tiempo, generalmente atribuyen todo lo que les pasa, al pasado que tuvieron. Y llevan generalmente un gran complejo de culpa por toda la vida, aunque es difícil reconocer el error, porque eso exige una grandeza de alma que esta gente no suele tener".

            Y antes de hacer una recomendación final, de derivar el problema a algunos psicólogos y psiquiatras que "son los verdaderamente indicados para analizar estos trastornos de la personalidad como los que tiene el torturador", nos cuenta una última anécdota: "Yo atendí algunas veces a un ex torturador. Y de lo que pude hablar con él, yo deduzco que el torturador se cree un elegido. Ellos creen que son los elegidos de una gran causa, incomprendida por supuesto, de una manera muy especial. Pero no obstante, la culpa queda en la conciencia del torturador y lo persigue después, toda la vida. Este señor vino un día, desesperado, porque ya no aguantaba más, a contarme que no podía dormir. Y por qué no podés, le digo. ‘Y porque enseguida sueño que alguien me aprieta el cuello para ahogarme en unas aguas que no son agua sino sangre, y esta sangre después se coagula...’ y así...".

(De la serie -TORTURA",

Diario HOY, Dominical, 7 de abril de 1989)

 

 

 

"YO VENDO EMPANADA,

PERO QUIERO SER ARQUITECTO"

 

El centro hierve a las 9 de la mañana y parece concentrarse en esa plaza donde se mezclan sombrillas desteñidas, betunes y cepillos, pohá ro'ysãy gaseosas, baratijas para el cuello, la mesita de luz, la cocina y chucherías no tan baratas que nos tira la tecnología. Y entre ofertas honestas, cándidas o mentirosillas, conviven y compiten rostros como el de Pablito Rivarola. Ojos negros y una mirada que milagrosamente derrocha inocencia...

 

- ¿Qué vendés, che papá?

- Empanada.

- ¿Y cuánto cuesta?

- Cien guaraní.

- ¿Quién te prepara las empanadas?

- Mi tía.

- ¿De dónde venís, dónde pío viven ustedes?

- Allá en el bajo, en la Chacarita.

- ¿Cuántos años tenés?

- Ocho.

- ¿Y desde cuándo trabajás en la calle?

- Ya va hacer un año ya.

- ¿Y solo nomás venís a trabajar, o venís con algún hermano o qué?

- No, yo solo nomá. Tengo dos hermanito, pero más chico. Ellos todavía no trabajan. Pero hay también uno mi primo que trabaja.

- ¿Qué anda por aquí también piko?

- No. Vende empanada también, pero él se va hacia el puerto. Ahí tiene todo su cliente.

- ¿Y vos piko ya conocés todo bien por aquí, por el centro?

- Conozco todo. Los nombre de las calle lo que no sé. Ante yo ya andaba luego por acá. Despué nomá yo empecé a vender empanada. Ante yo vendía diario, cuando tenía siete año.

- ¿Y quién más trabaja en tu casa? ¿Tu mamá, tu papá?

- Sí, mi mamá trabaja acá en el centro. Hacia ese lado.

- ¿En qué piko trabaja ella?

- Trabaja en un comercio donde se vende tela y eso.

- ¿Y vos, cuánto sacás por día?

- Cincuenta y cinco.

- ¿Cincuenta y cinco qué?

- Cincuenta y cinco empanada.

- Y lo que sacás de eso, ¿le llevás todito a tu tía? ¿O te da algo ella?

- Quiniento, para mi recreo.

- ¿Y a qué hora te vas a la escuela?

- Y yo ahora a la once ya tengo que bajear para ir a bañarme y despué a las doce y media ya me voy. A la una llegamo y a la una y cuarto entramo.

- ¿Cuál es tu escuela? ¿Cómo se llama?

- Juan Ramón Dalqui, que está en el Parque Caballero.

- ¿En qué grado estás?

- Primero.

- ¿Da gusto pío en la escuela? ¿Te gusta a vos?

- Sí, a mí me gusta hacer dibujo y eso.

- ¿Y qué te gusta dibujar?

- Y así iglesia, castillo, edificio y eso.

- A la pinta, pero eso es muy difícil. Decime y ¿qué querés ser vos cuando seas grande?

- Arquitecto.

 

            Pablito, mita'i resavera, ya no puede ser akãhatã. Pero dibuja sueños altos, con torres y campanarios, en esas calles cuyo nombre no sabe y que no saben su nombre...

(Diario HOY.

Dominical, 18 de marzo de 1990)

 

 

 

 

DEL ARCHIVO STRONISTA

"HA'E CHUPEKUERA ‘PENDE SUÉRTERONTE AVEI PENDE

TUJA VA'ERÃ...’ "

 

Victoriana Gómez Galeano era, en 1976, tan solo la esposa de Juan José Penayo. Estaba esperando su tercer hijo, y poco o nada sabía sobre la militancia política de su marido. Y supo, de todas maneras, del rigor de las cárceles stronistas, mientas su esposo engrosaba la larga lista de desaparecidos. Pero sus relatos nos producen hoy el asombro de encontrar la tremenda fuerza engendrada por la genuina rabia de una sencilla mujer de pueblo.

 

            El 5 de enero de 1976, Victoriana volvía a su casa, después de una jornada de trabajo. Hacía mucho calor y estaba cansada... Había hecho uno de sus viajes habituales a Clorinda y venía cargada con la mercadería que le permitía dar su buen aporte para el puchero familiar. Ese día encontraría en su casa a una gente que le cambiaría la vida pero no las agallas, que mantuvo después de las más terribles experiencias.

            CON UNA HIJA EN EL VIENTRE

            Victoriana y su marido tenían dos hijos y esperaban el tercero. Silvina de 11 años, y Carlos Porfirio, de 14, estaban esperándola ese día... Pero también la esperaban una gran cantidad de policías, que la detuvieron al llegar.

            Su marido no estaba ese día y debía volver al siguiente. Pero fue avisado a tiempo, como para escapar a la Argentina. Y ella nos relata lo ocurrido ese día: "Señora, le vamo a llevar porque robó mucha harina -me dijo uno. Y vamo a ir para averiguación. Y agarraron todito mi mercadería y llevaron todo". Los golpes se iniciaron en el momento de empujarla dentro de la camioneta que la conduciría a Investigaciones.

            "Yo estaba embarazada, pero igual me torturaron -recuerda ella- me pegaron todo mal y en la pileta katu es un desastre".

            Victoriana fue torturada durante seis días y hace relatos asombrosos de esas sesiones: "La pilétapengo haimete voi ñande juka. Pe che namichãi niko ipepa la che nupa hague. Ha ha'e pe Kururu Pirépe: ‘Emañamína la pejapóva la che namichãire’. ‘Vyro reíngo péa -he'í chéve- Ágante jajogua jeyne ndeve’".

            "Che reraha hikuái la peteĩmesa puku rovái -continúa- ha upépe oĩtejuruguái, diferente laya. Ha upépe che volea amaña haguãpeteĩkaria'yre, pe pytũhápe oĩha he'i chéve: ‘Contá py todo, compañera, porque aquí ya nos descubrieron todo ya’. Ha che ha'e chupe ‘Mávaiko nde, che ndoroikuaái’. Ha upépe he'íma chéve la torturador: ‘Emonmbe'u py, o si no, rojukáta'. Ha ha'e chupe: ‘Ndéngo ndesuérteronte avei nde tuja va'erã. Chéngo ha'e la pyrague ivaléaha ha, ha nimbo tekaka ra'e. Mba'éguiko ndapehói peheka la peipotáva oĩháme. Che ndaikuaái ni ndaikuaaséo la peẽpehekáva...’ ‘Eñe'ãtapa terãnereñe'ẽmo'ãi -he'i chéve-. Neñe'ẽmo'ãi -ha'e chupe-. Che ndarekói mba'érepa añe'ẽrei haguãavavére. Ha chestira upépe, che reraha chentrega la Kururu Pirépe, ha ha'e che reraha la pilétape".

            Allí cumplieron el ritual habitual de la pileteada con Victoriana, pero tal habrá sido la fuerza desarrollada por ella, que no conseguían sumergirla del todo en la pileta: ella había conseguido sujetarse en uno de los bordes de la misma. "Ndaipu'akái cherehe hikuái ha entre do eñemoĩcherehe. Chéngo pe che akãivitokepa, che lomo katu ojekapa. Pero oiméne la Ñandejára che ayuda raka'e porque ojekapa va'erãmo'ãngo la che akã".

            EL APRENDIZAJE DE LA SOLIDARIDAD

            Cumplida la etapa de torturas, Victoriana inició su itinerario del encierro por Trinidad, en la Comisaría de Mujeres. De allí fue llevada a la Comisaría de Fernando de la Mora, y Emboscada fue el punto final de este triste viaje.

            "Y allí... -sigue el relato de la mujer- me empezó a buscar mi hermana, con una compueblana, Nicasia Peralta, y me encontraron en Trinidad. Y esa mi hermana niko le llevaron preso también cuando yo tuve mi hijo. Omaña cherehe la ventanita guive ha ojapo chéve peteĩseña py. Ha upévare ogueraha hikuái preso chupe".

            Su hijo, en tanto, con apenas 15 años, también cayó preso y Victoriana pudo saber algo de él, mediante algunas cartas que recibían en la prisión. "Ha he'i chéve la icártape: ‘Ani rejepreocupa cherehe, Mamá. Che la aikuaaséva mba'éichapa nde reime`, nos refiere.

            Y entre celdas compartidas, Victoriana inició el descubrimiento de la solidaridad, que extrañamente florece en estas circunstancias. "Gloria Estragóngo la ore ayudaba, oconsegui oréve la ore fresadarãhamba'e", recuerda ella hoy. Cuando se fue acercando el tiempo del alumbramiento de su nuevo hijo, esta solidaridad se hizo tal vez más patente que nunca. "La gente se preocupaba por mí porque ya iba tener mi hijo ha che rurupa. Ha upéi, la tortura ahasava'ekue avei..."

            Victoriana tenía el control médico frecuente de la Dra. Sannemann, y ella le dijo un día: "Bueno, ya tenés que prepararte porque en cualquier momento ya vas a tener tu hijo". Fue trasladada entonces al Policlínico, donde dio a luz a María Isabel, que hoy tiene 15 años. Después de dos días, volvieron juntas a Emboscada y empezaron los primeros años de la niña, en prisión, donde, por cierto, había más niños.

            "A las que teníamo hijo, nos dejaban salir un rato afuera para lavar y para extender en el sol la ropa de nuestro hijo. Y cuando se secaba la ropa, entrábamo otra ve adentro" recuerda Victoriana, quien allí mismo reencontró a su hijo, después de 6 meses sin verlo.

            "YO NO PONDERABA POR ELLOS"

            Victoriana probó su temple en la cárcel. Y demostró un temple verdaderamente admirable, pese a que ella define sus sentimientos de entonces diciendo: "Arrenegahápe aiko, ndajeravéi voi, porque apensa la che trabájore, che membykuérare... Ndaikuaái mba'épa oiko chuguikuéra, mba'épa ho'u... Ha ha'ekuéra la che rereko upéicha, ndohechakuaái la ndaguerekoiha nada que ver. Ha aja'o mante chupekuéra porque ajerrabiahápe aiko. Chéngo upéguive ndapyta porávéi, ndikatuvéi arrenega porque ojupipa la che presión".

            Victoriana Gómez y su pequeña hija fueron liberadas de la cárcel el 23 de junio de 1988. Pero ella no olvida todo lo que vivió y los perjuicios que ocasionó a su familia toda esa injusta experiencia. "Nandi verángo chereja hikmii. Oraha paiténgo chehegui opa arekomía guive".

            A varios años de distancia de aquella experiencia, Victoriana rehace con sus hijos, paso a paso, su vida familiar. Y su conclusión sobre esos años es simple: "Marãve ndoikói. Che ndakyhyjéi va'ekue avavégui, ha ko'ãgapeve ndakyhyjéi".

(De la serie "Del archivo stronista", Diario HOY,

Dominical, 14 de febrero de 1993, con la colaboración de Lita Pérez)

 

 

 

 

EL SER GUARANÍ, HOY, EN LA ÓPTICA

DE BARTOMEU MELIÁ

 

Buscando establecer un primer acercamiento a la situación de los indígenas y su cultura, apelamos a los conocimientos y las opiniones de un gran estudioso de estos temas: el padre Bartomeu Meliá. A cuarenta años de su llegada a nuestro país, Meliá tiene una visión profunda y amplia sobre el tema, basada en la observación minuciosa y sedimentada en importantes trabajos. Su análisis sobre los signos culturales que sobreviven milagrosamente y las urgencias modernas de las comunidades indígenas, es alarmante.

            Bartomeu Meliá considera que su verdadero descubrimiento del Paraguay comenzó en 1969, cuando vino a quedarse trayendo un cúmulo de inquietudes científicas. "Quería saber cómo era la religión indígena actual -dice-, si ésta podía esclarecer aspectos de la religión antigua tradicional, y conocer los cambios producidos para que se diera la ‘conversión’ del indígena".

            LAS ESTRUCTURAS PROFUNDAS Y EL CAMBIO

            Meliá alude al momento en que el indígena adoptó la religión cristiana, en las antiguas misiones creadas en estas regiones. "En mi opinión -sostiene-, ha quedado la duda de qué era lo que estaba convirtiendo la verdad, el indígena. Si fueron simplemente las nomenclaturas, los rituales, los signos exteriores, o realmente pasaban a un nuevo ‘teko’. Esta pregunta sigue vigente en mí, hoy: si el indígena, en el momento de cambiar de religión, llegó realmente a un nuevo modo de ser en la religión. Y cuando hoy, los indígenas del monte pasan a vivir con los paraguayos, me pregunto también realmente su modo de ser, o hay una estructura profunda, que no cambia en ellos".

            En estos años de estudio de la vida y la cultura indígena sobrevivientes, Meliá ha encontrado signos de esa estructura profunda a la que alude. "La lengua es una ecología espiritual y mental -dice- que estructura nuestro modo de ver el mundo, que incluso condiciona y sustenta nuestra manera de pensar. Nosotros somos pensados por la lengua".

            "Otra estructura profunda -agrega- es el carácter de la sociedad guaraní, que es una sociedad sin Estado, lo cual no quiere decir sin gobierno. Los indígenas, hasta ahora, se resisten a aceptar y en realidad, no hacen parte del Estado paraguayo aunque este Estado debe también existir para ellos. Por otro lado los indígenas tienen un sistema económico que se define por los intercambios de reciprocidad y no por las normas del mercado".

            Meliá concluye estas reflexiones, diciendo que "mientras se mantengan estas estructuras profundas, la cultura indígena vivirá".

            QUÉ SE HA PERDIDO, QUÉ SE HA PRESERVADO

            Planteando la pregunta de lo que habrían perdido y lo que habían podido preservar de sus signos culturales, Meliá recuerda en primer lugar, que "el ser indígena está muy ligado a la tierra; por lo tanto, sus problemas y sus cambios también están muy relacionados a ella". Menciona algunas situaciones particulares y diferentes, dadas en nuestro país, como la vivida por los indígenas de Puerto Casado, quienes se consideraban "parte de la propiedad de los patrones, no sólo sus servidores". Meliá ahonda en este ejemplo, diciendo que estos patrones "así como eran dueños de los animales, pensaban que lo eran de los indígenas, y éstos no se convertían en peones o empleados de las tanineras, pasaban a ser indeseables y prácticamente expulsados".

            "En la Región Oriental -sigue diciendo Meliá-, la situación ha sido un poco diferente. Hasta la firma del Tratado de Itaipú, no se había empezado a sentir el problema de la tierra como una urgencia. La Industrial Paraguaya, por ejemplo, en su forma antigua, no reconocía a los indígenas la propiedad de las tierras que éstos habitaban, pero no discutía su derecho a seguir en ellas. A partir de ese momento, los indígenas empezaron a sentir que no sólo se les habían quitado sus tierras, sino se discutía ya su derecho a permanecer en ellas".

            "A partir de Itaipú -enfatiza Meliá- toda la concepción de la tierra cambia, especialmente en los departamentos del Norte y hasta en Caazapá.

            La tierra pasó a ser un objeto de mercado y de especulación. Los indígenas, en grado mayor o menor, empezaron a tomar conciencia de que su derecho a la tierra les era negado".

            LAS ACTITUDES FRENTE AL PROBLEMA DE LA TIERRA

            Meliá encuentra que empezaron a notarse cambios de actitudes en los indígenas que se situaron frente a este problema, a diferencia de los que no consiguieron encararlo. "Algunos de estos que no pudieron tomar postura frente al problema de la tierra, estuvieron determinados por ideologías muy pacifistas, arraigadas en sus mitologías tradicionales -dice-. En otros casos no pudieron enfrentar el problema, por excesivamente radicales, como los mbyá, quienes piensan que los montes siguen siendo de ellos. Con esta postura, no han sabido llevar las negociaciones, para recobrarlas en forma efectiva". Y completa el espectro de situaciones diferentes, señalando "las actitudes entreguistas de algunos grupos, que siguen cediendo sus derechos por pequeñas ventajas que pueden reducirse por ejemplo a una bicicleta, o por sumamente pesimista, con el pensamiento de que el fin del mundo está cerca y ya nada vale la pena. Estos grupos plantean su lucha en forma de rituales y hablan de los cataclismos, que forma parte profunda de su mitología sobre la destrucción del mundo".

            En esta línea de análisis, Meliá encuentra que "para el pensamiento mítico-realista, la destrucción ecológica, sobre todo en forma irreversible, es la destrucción del mundo y de las relaciones humanas. En realidad, estos indígenas tienen una conciencia más aguda que nosotros sobre el desastre ecológico, pero les son negados los instrumentos y los recursos para hacer algo al respecto".

            "Hay algunos grupos -sigue diciendo- en los cuales la conciencia sobre los problemas creados por la sociedad nacional ha avanzado en varios niveles: en la afirmación de su propiedad de la lengua y de los caracteres culturales como la religión, y en un sentimiento de desconfianza o de incredulidad, frente a la sociedad nacional. Esto se ejemplifica sobre todo con los chaqueños, que han sufrido abusos. Curiosamente, frente a ellos, los guaraníes son más radicales en un pensamiento pesimista, y al mismo tiempo, más diplomáticos en sus negociaciones. De esta manera por ejemplo, los Pai Tavytera han conseguido importantes logros".

            Dando ya una mirada global al problema en perspectiva, Meliá reflexiona que "Llamativamente, en los años 70, cuando la tierra no estaba fuertemente mercantilizada se pudieron escriturar algunas extensiones, porque al indígena no se le dan las tierras, sólo hay que reconocerlas como su propiedad. Después el problema ha sido mal enfocado porque el Estado planteó el tema como ‘una deuda que tenía con los indígenas’, pensando que debía comprarles la tierra. Ahí empezó el juego difícil, porque a los propietarios no les interesaba vender y después tener a los indígenas como vecinos. A lo sumo, a veces les podían interesar algunas parcelas cerca de los lugares de trabajo, para tenerlos como peones. Cuando éstos reclamaban su derecho a la tierra, pasaban a considerarse indeseables".

            "Como no existe propiamente un territorio -continúa- que ofrezca autonomía, y esto no lo quiere ni el Estado ni nadie, al no haber esta tierra cuya ecología se pueda mantener, los indígenas quedan en la condición de extranjeros en su propia tierra".

            CONCIENCIA DE LOS BLANCOS

            Trasladando la conciencia sobre estos problemas a la sociedad y a los blancos, Meliá afirma que la misma existe y se demuestra "en los foros internacionales, en la FAO, en ciertos grupos cuya labor está relacionada a los indígenas. En otros sectores, prácticamente es nula, pero todos sabemos que esta conciencia está ahogada por el pragmatismo inmediatista. Frente al problema de la tierra, la situación se ha complejizado mucho, porque las tierras se están volviendo muy caras y los mecanismos para retenerlas, muy difíciles, incluso en términos de conservación. Hay que reconocer que cuando las tierras pasan a las comunidades indígenas, empieza para éstas un gran acoso por diversos intereses, como puede ser por ejemplo, para obtener y vender maderas. Por otra parte, algunas parcelas ya reconocidas han sufrido invasiones de parte de algunos grupos de campesinos muy ideologizados, que lamentablemente van a quitarle el pan a los pobres".

            Meliá concluye que "el indigenismo paraguayo -entendiendo por indigenistas a aquellas personas no indígenas que, por opción y como trabajo, se han dedicado a los problemas de estas comunidades-, no ha podido enfrentar seriamente la magnitud de estos problemas, a veces por desavenencias internas y otras veces porque entre ellos no ha habido una inspiración lo suficientemente clara. En estos momentos falta un mayor carisma, tanto en las personas como en los proyectos".

            "Hay más técnicos en este campo, cuya labor a veces se limita a ayudas técnicas necesarias, pero no suficientes. Cadogan había abierto el camino; hoy faltaría un hombre con este carisma y capaz de responder a las necesidades de este momento".

            "El programa del indigenismo paraguayo se ha desleído un poco y quienes más se resisten, son los indígenas".

            HACE 40 AÑOS EMPEZÓ UN DESCUBRIMIENTO...

            Bartomeu Meliá vino por primera vez al Paraguay en 1954, teniendo a la sazón 22 años. Por esos años, vinieron de tanto en tanto cuatro sacerdotes españoles, entre los cuales estaba Meliá, con el propósito fundamental de "estudiar la lengua guaraní" en el texto de la historia y la cultura paraguaya, según éste refiere.

            El grupo encontró a un gran orientador en el padre Antonio Guasch, profundo estudioso del guaraní, a quien se debe uno de los diccionarios básicos más completos de esta lengua. Y otro maestro de aquel grupo, el padre Julián Sayos, afirmaba algo que Meliá recuerda hoy, encontrándole un sentido muy vigente: que mientras pervivieran las lenguas como el guaraní las culturas que las mismas representan no se extinguirían tan pronto.

            Luego de una estadía larga de dos años en nuestro país, Bartomeu Meliá se alejó por unos años de este camino, en realidad para profundizarlo después, con mejores armas. Continuó sus estudios de Filosofía en Francia y de Teología en España, los cuales fueron completados con un año en Austria y un doctorado en Estrasburgo.

            Meliá regresó al Paraguay en 1969 y desde entonces se dedicó al estudio minucioso de las culturas locales, poniendo énfasis en algunos capítulos de las culturas indígenas. Y su labor continúa, ampliándose hacia el análisis de la inserción de estas últimas en la cultura paraguaya.

(La Nación, Cultural, 6 de agosto de 1995)

 

 

 JOSÉ SARAMAGO

  

            LA INTERMINABLE BÚSQUEDA DEL OTRO

Un portugués que ha alcanzado las más altas cumbres de la literatura escrita en su lengua y que ha sido traducido a muchas lenguas del mundo, que accedió sin embargo a una difusión y un éxito sin precedentes, también en los países de habla castellana. Desmitificador de fondos y formas, conmueve a los lectores de diferentes culturas con los impresionantes frescos humanos que pinta en sus novelas y despierta tremendas polémicas con sus teorías y opiniones. En la Feria Internacional del Libro de Montevideo tuvimos el privilegio de conocerlo y escucharlo, y José Saramago se nos mostró sencillo y carismático, prodigándose entre la irreverencia y el desapego, develando las orillas de ese agnosticismo que también es una fe que no se apoya en muletas fáciles, una fe en la posibilidad irrenunciable de encontrar al otro.

            Me preocupa eso que está dentro de nosotros: la angustiosa búsqueda del otro, dijo José Saramago en Montevideo, hace unos diez días.

            El gran escritor portugués fue la figura más resaltante de la Feria Internacional del Libro realizada en la capital uruguaya, la cual culmina precisamente hoy, luego de una intensa y rica actividad desarrollada alrededor de la literatura y el libro.

            El autor de El Evangelio según Jesucristo y de Ensayo sobre la ceguera se presentó ante un multitudinario y fervoroso público, en el marco de la feria, y entre lo dicho en esta charla y lo que pudimos conversar con él en otros momentos, hilvanamos esta nota. Una figura delgada y alta, en la que extrañamente se mezclan una expresión de abuelo comprensivo, una mirada aguda de águila y un cierto aire de desapego de las cosas, nos mostró un hombre al mismo tiempo carismático y accesible. Su sencillez sin embargo primó en la comunicación que estableció con los asistentes a la feria, entre los cuales estuvimos. Directa o indirectamente, mediante esta actitud, fue desarrollando para nosotros, la preocupación arriba mencionada.

            LOS OFICIOS DEL ESCRITOR

            Pero revisemos un poco la trayectoria de este escritor portugués, antes que nada. Nació en la aldea de Azinhaga el 16 de noviembre de 1922. Pasó su infancia y su juventud en Lisboa, si bien siempre pasó largas temporadas en su pueblo natal. No pudo culminar sus estudios secundarios por dificultades económicas y trabajó en los más diversos oficios: aserrador mecánico, diseñador, funcionario de salud y de previsión social, editor, traductor y periodista. En esta última condición, dirigió algunas publicaciones literarias y trabajó en el Diario de Lisboa, para el cual escribió comentarios políticos y dirigió un suplemento cultural. Fue también director adjunto del Diario de Noticias y desde mediados del 70, vive exclusivamente de su trabajo literario.

            Su primer libro, la novela Tierra de pecado apareció en 1947. Y entonces pasó un largo periodo sin publicar, hasta 1966, cuando salió a la luz su libro Los poemas posibles. También dentro de este género, publicó Probablemente alegría y El año de 1993. Su primera novela fue editada en 1977: Manual de pintura y caligrafía, a la que siguieron Alzado del suelo, Memorial del Convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, La jangada de piedra, Historia del Cerco de Lisboa, El Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera y la recientemente presentada Todos los nombres. Algunas de estas obras fueron muy comentadas y levantaron fuertes polémicas, como El evangelio...

            Saramago escribió también crónicas, textos de teatro, cuentos y los tres volúmenes de sus Cuadernos de Lanzarote, en los cuales el escritor recoge sus memorias. Pero es evidentemente la novela, el género que le ha dado mayor prestigio en su carrera literaria.

            Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas y es notable el éxito que ha alcanzado en España y otros países de lengua española. Tiene en su haber muchos importantes premios, entre los cuales se destaca el máximo galardón que se otorga a la literatura de lengua portuguesa: el Premio Camões, obtenido en 1995.

            CON UN RÍO QUE FLUYE

            A varias de estas obras que jalonan su camino literario, se refirió Saramago en Montevideo. "Mis obras no son fáciles -dijo, por ejemplo, sin poses ni tonos petulantes, como quien menciona algo irremediable-, por muchos motivos, por muchos aspectos de ellas. Se necesita sensibilidad e inteligencia para leerlas. Pero tengo mis lectores. No obstante, considero que lo mejor es no complicar. Los lectores son muy valiosos para enfrentarse a un mundo tan complejo".

            El escritor describe varias etapas de su creación, buscando escribir lo que necesitaba escribir, y logrando una buena comunicación con el lector. Así se refiere al proceso que le llevó a eliminar todos los signos de puntuación, exceptuando el punto y la coma, ya que en su opinión, muchos de ellos entorpecen la comprensión. "Yo pasé del acatamiento total de las reglas a una narrativa que se propone fluir como un río, que corre arrastrando las inflexiones del autor -explica-. Y esto hace parte de mi intención de expresarlo todo, hasta los sonidos, los colores, la luz, sin interferencias. Si yo pongo, por ejemplo, los guiones y signos habituales para indicar preguntas y respuestas, es como si le pusiera una pausa a la vida, que sigue pasando, mientras tanto".

            Por otra parte, Saramago piensa que "sólo la lectura completa un libro" y explica por qué: "El lector es quien finalmente extrae el sentido, el interés de una historia o de una obra. Lo realiza, lo convierte en algo real. En algunas novelas, se necesita que el lector se sienta un personaje. La palabra, que es sólo un instrumento, debe pasar por la participación. Y la participación debe ser total". Por estos y otros planteamientos, el escritor insiste en que su literatura no es fácil. "Mis libros exigen una atención extrema -dice-. No son historias sólo para distraer, por fortuna. Y tienen adentro colores, matices de la voz, de la mirada... El lector debe sentirlo todo. Es una ambición que parece de antemano fracasada, porque el intento hace desde el punto de vista tipográfico, un libro complejo. Por eso, yo busqué simplificar formalmente la comunicación". Y refiere una anécdota, sobre un amigo que después de iniciar la lectura de Alzado del suelo le manifestó no entender lo que el escritor estaba haciendo. "Yo le respondí que intentara leer dos o tres páginas en voz alta. Al cabo de algunos días, este amigo me dijo que ahora sí, entendía. Mis obras son para ser leídas en voz alta. El lector necesita escuchar dentro de su cabeza lo que se dice en el libro".

            "Todo esto parece muy premeditado -dice el escritor-, pero no es así, yo no pensé nada para desarrollar este tipo de literatura. Sólo voy haciendo caso a lo que voy encontrando". Y explica otro aspecto de su trabajo literario: que para contar una historia, necesita empaparse profundamente del ambiente y de los personajes que estarán en ella. Comenta que es así como encontró un día el personaje llamado "Mal Tiempo" que aparece en una de sus novelas, después de una larga temporada en el campo, escuchando atentamente sus historias, sus penas y alegrías. Aunque esa vez le haya costado unos años en encontrar la manera de empezar a escribir, considera fundamental este tipo de acercamiento al tema que será volcado en una obra. "No puede ser de otra manera, si yo pretendo escribir sobre la vida del campesino, sobre vivencias que derivan de una cultura oral, de un modo de vida muy particular, distinto al de las urbes". Y concluye que toda esta búsqueda cambió rotundamente su manera de narrar, "como si ahora estuviera contando desde ellos mismos, desde estos personajes", según sus propias palabras. "Hay infinitos modos de decir una palabra -dice-. Tenemos tonos, modos, músicas, matices infinitos. Mi opción para darla es ésta. Que el lector ponga lo suyo".

            ESA COSA QUE NO TIENE NOMBRE

            Saramago se refiere a algunas obras suyas, en forma especial. Habla por ejemplo de su Ensayo sobre la ceguera diciendo: "Cuando terminé esta obra, me di cuenta de que es terrible, no porque sea una obra de terror o de miedo. Es como un espejo dentro del cual está el demonio, una radiografía del alma. Todo lo que lleva es enigmático, misterioso". El novelista piensa que esta obra es una gran metáfora, que alude entre otras cosas a "esa cosa que no tiene nombre y que es lo que somos, cuya mirada no podemos soportar", agregando la reflexión de que "nuestra razón es ciega, porque está para ofender la vida, para humillar, para destruir". Y finalmente reflexiona que "Con esta obra, es como si hubiera entrado bajo la piel, como si haya pasado de la apariencia a la esencia". Aunque en ese punto se pregunte a sí mismo qué es la esencia y se conteste: "Yo qué sé qué es la esencia, pero no tengo otra palabra. Quiero decir lo que está adentro de las cosas y que necesito comprender".

            Se refiere también a su último libro, Todos los nombres, el cual presenta precisamente en la Feria. Y recuerda antes que nada, el epígrafe que encabeza el texto: "Conoces el nombre que te dieron. No conoces el nombre que tienes". Una frase que resume un hondo pensamiento de Saramago. "El nombre, que parece importante en una persona, en realidad no es nada -dice-. Porque si me quitan el nombre, no sé decir quién soy. En el fondo, los nombres son un intento de saber lo que somos más allá de los nombres. Pero para saber, hay que borrar la raya que existe entre vida y muerte".

            Atando esta reflexión con otra idea central de su pensamiento, añade: "Cuando el plan de la vida se acabe, cuando muera el último ser humano, Dios o los dioses morirán, porque son inseparables de su creador. No es Dios quien ha inventado al hombre; es el hombre que ha inventado a Dios, luchando contra su desamparo. Por ese mismo sentimiento, busca al otro. A mí me preocupa profundamente esa angustiosa búsqueda del otro. Y esta búsqueda es el tema central de Todos los nombres. Esta es una búsqueda que a lo mejor no llega a su fin nunca. Igual que no se puede llegar nunca a la unidad. Pero lo que importa no encontrar, sino buscar. Incluso después de encontrar algo, porque ahí recomienza la búsqueda, nunca se encuentra del todo o definitivamente".

            Saramago habla sobre el personaje central de este libro: "Es un hombre que puede considerarse un desposeído de todo y que para entretenerse, colecciona fotos. Y es la historia de la búsqueda de una mujer, una búsqueda que tiene que ver con la curiosidad y con algo más complejo: es el sentimiento de amor que hay en toda búsqueda".

            "Hay algo que no diré de esta historia -dice el escritor, pero inmediatamente se desdice-. O sí, lo diré. Esta búsqueda no acaba, porque no se encuentra a la persona buscada. Pero se podría encontrarla en la página siguiente. Yo quiero llegar lo más tarde y lo más lejos posible en este viaje. Porque aquí no importa llegar rápido, lo que cuenta es el camino".

            UNA FORTUNA, UN DESCREIMIENTO

            Sin preocuparse mucho por cambiar de intención de pronto, o manifestando naturalmente haberse olvidado del punto de partida de una disquisición, José Saramago habló de muchas otras cosas. Mencionó que tiene "algunas novelas inexistentes" y que en ese aspecto es un poco borgiano, y que cuando tenga tiempo escribirá una novela titulada La caverna, emparentada con el mito platónico.

            Dijo considerarse afortunado "no por la fama ni por el provecho material obtenido, sino por haber podido construir un espacio de comunicación con los lectores, por encima de las diferencias de nacionalidad, idioma u otros rasgos".

            Asumiendo la inquietud siempre presente cuando se habla de literatura, relacionada al futuro incierto de la misma, el escritor afirma que "no vale la pena imaginar lo que pasará. Pero mientras haya lectores, habrá autores.

Si ya no hay libros de papel, aunque a mí no me gustaría que desaparezcan, los habrá hechos de otro material o presentados en un soporte distinto. El libro estará tal vez en un disco duro. Claro que no se puede oler un disco duro. Pero sí, se puede llorar encima de una página".

            Comentó haber viajado mucho, y en una pausa, en el bar del hotel, confesó estar muy cansado de hacerlo. Pero evidentemente no ha viajado como un turista. Le recordamos rápidamente su comentado viaje a Chiapas, donde reflexionó: "La tierra no es más que la mesa de un banquete donde están sentados unos cuantos, que devoran sin mirar las consecuencias. Y para cambiar esto, para quitar el poder a quienes ahora lo tienen, es necesaria una insurrección moral".

            Saramago encauza su propia insurrección, a través de sus obras, esos impresionantes frescos humanos en los cuales puede ocurrir lo esperado en la página siguiente. Y esta insurrección personal ha conmovido y seguramente seguirá conmoviendo los resortes sensibles y profundos de muchos lectores.

            Pero él parece no darle mucha importancia a todo esto. Tal como nos sugirió en nuestro primer encuentro, al pie del ascensor del hotel en que estábamos hospedados los invitados a la Feria de Montevideo. Luego de confirmar que se trataba del gran escritor portugués, quien escribe estas líneas lo saludó y se presentó diciéndole "Soy también escritora, pero claro, no tan famosa como usted". Quebrando un tanto su larga figura, el escritor rió con ganas y dijo: "Bueno, estuvo bien. ¿Pero sabe lo que significa en realidad eso? Nada".

(La Nación, suplemento Cultural,

20 de setiembre de 1998)

 

********** CRÓNICAS **********

 

 

EN BERLÍN, ANOCHECER DE UN DÍA AGITADO

 

La fría mañana del viernes 10 de noviembre despertaron los berlineses del este y del oeste con la increíble noticia de que el tristemente famoso Muro de Berlín se había abierto.

 

            Los adelantados en enterarse habían empezado a fluir hacia el histórico muro frente a la Puerta de Brandenburgo, el gran símbolo de una ciudad cerrada, a partir de la medianoche. Pero esta inesperada noticia vino tejiéndose tal vez en las últimas semanas con la oleada más fuerte de manifestaciones de protesta que ha conocido el gobierno socialista de la República Democrática Alemana. Los analistas políticos no descartaron la posibilidad de que el reciente viaje realizado por el jefe de Estado, Egon Krenz, haya servido para recoger ciertas recomendaciones de parte del premier soviético Gorbachev, en el sentido de iniciar decididamente el "glasnost" que los vientos del este vienen estimulando y que ya se ha venido prometiendo en la Alemania socialista.

            El hecho es que en la noche del jueves 9, siendo las 19:30 aproximadamente, en una conferencia de prensa, el secretario del Politburó de la RDA daba a conocer el decreto por el cual se permitirá a partir de ahora el paso de los berlineses del este hacia el lado vedado del muro, que significa el mundo de Occidente, del capitalismo.

            DIECIOCHO AÑOS

            Pero no es fácil olvidar una larga historia de 18 años, en que murieron miles de personas intentando cruzar el muro. Por eso empezaron a cruzar tímidamente los del este en esa fría mañana de viernes las conocidas aduana de Check Point Charlie y Pringestrasse, sin más trámite que mostrar la cédula de identidad. Ya los estaban esperando nutridos grupos que recibían a los recién llegados con flores y vítores. Son conocidos los pequeños automóviles Frabant y Wertsburg, uno de los signos más señalados por los occidentales como expresión de la falta de desarrollo de los socialistas; estos comenzaron a cruzar la extensa aduana llegando al último tramo ante una verdadera salva de aplausos, y no faltaron las emotivas escenas de reencuentro de familiares que en estos años sólo habían podido visitarse mediante permisos especiales en muy contadas ocasiones. También estos con una flor en la mano, venían buscando rostros no olvidados en esa Berlín ya desconocida.

            Pero desde la incredulidad, y una vez que algunos centenares habían cruzado la frontera, la mayoría indecisa del este tomó coraje y se lanzó en masa hacia los puntos de paso. La finalización de las labores del día dio también la excusa para una cantidad que siendo las 2:00 de la madrugada fue estimada en un millón y quinientas mil personas, jóvenes y viejos, familias enteras con sus hijos engrosaron las filas para cruzar esa frontera que siempre vieron como la que los separaba de la libertad, pequeños bebés bien arropados para enfrentar el frío, mirando el gentío desde unos carritos, hacían el contraste con la nutrida guardia que acompañaba el operativo en las aduanas.

            Alrededor de las 20:00 de esa agitada noche, la parquedad habitual de los alemanes se había roto, el controlador del metro que daba la señal de partida para los trenes ya repletos a esa hora, bromeó desde el parlante diciendo que no se quedaran todos con los comunistas. Y las bromas seguían entre la gente, entre estación y estación. El intercambio era igual con los del este que llegaban en una línea y los del oeste que iban en la otra hacia el muro, para engrosar una manifestación verdaderamente impresionante. El histórico muro que en estos años ya formó parte de la fisonomía de la ciudad, se vistió de gente que derrochó creatividad para mostrar su deprecio a esa valla que por fin se había roto. Desde romper con martillos pedacitos de la pared que eran tirados a la multitud entusiasta, todo fue válido para expresarse.

            Alrededor de la medianoche, el popular Zoologischer Garten de Berlín Oeste estaba totalmente congestionado y los medios de transporte se enfrentaban con un terrible problema. A esa altura, la discreta y conservadora gente del este estaba totalmente mezclada con la sofisticada y extravagante del oeste.

            Y amaneció una Berlín invadida por unos berlineses que estaban descubriendo un nuevo mundo: el mundo del consumo por ejemplo, el atractivo que se ofreció más rápidamente a las apetencias de esta gente. Millones de latas de Coca Cola compitieron con otros productos que iban surtiendo los modestos bolsos de compras de los del este. Alguno que otro mejor tratado por el socialismo trataba de abrirse paso con un equipo de sonido, mientras otros se unían a las interminables colas formadas frente a los bancos: el gobierno decretó una rápida ley por la cual el ciudadano del este tiene derecho a percibir 100 marcos como gratificación por su visita.

            Así fue el primer fin de semana, que tuvieron los berlineses con un muro que ahora ya parece historia.

(La Opinión, 17 de noviembre de 1989)

 

 

BOLSHOI

CUANDO LA DANZA ACARICIA LAS CUMBRES DEL MITO

 

            Habíamos visto muchos espectáculos de danza y la suerte nos había acercado el arte de algunos grandes de la danza actual. Pero el martes vimos el espectáculo del Bolshoi y debemos decir que es algo diferente, que tiene indudablemente sus rasgos propios, de altísimos quilates, sin desmerecer a nadie. El Bolshoi, que reúne estrellas de primera magnitud, consigue ser nombrado como un solo cuerpo, por el espíritu maravillosamente armónico que une a sus integrantes. Y ese espíritu se entrega al público con una generosidad que alcanza las líneas más altas de la monumentalidad y el temblor apasionado del éxtasis.

            Tendríamos mucho que comentar sobre la primera presentación del Bolshoi en Asunción. Pero tratando de encontrar el corazón de ese aluvión de impresiones que nos dejó el espectáculo, se nos aparece con fuerza ese espíritu que seguramente hace la diferencia admirable de la danza rusa y del Bolshoi. Por encima de un trabajo de años que se puede adivinar en ese movimiento de cuerpo, que diseña líneas fluidas hasta en los momentos de mayor dificultad técnica, se puede percibir esa convicción profunda que lleva a los bailarines a acariciar las cimas más altas del arte.

            Yuri Vasiuchenko compuso para nosotros un Espartaco que se hizo canto vivo, desesperado pero irreprimible de libertad. Natalia Besmertnova y María Bylova nos mostraron sus virtudes diferentes y contrastantes; la una, delicadeza; la otra, temperamento, y Guediminas Taranda deslumbró con su presencia de altanera gracia. Espartaco, que consideramos fue lo mejor de la noche, mostró todo el genio coreográfico de Grigorovich, capaz de lograr una armonía riquísima, cambiante segundo a segundo, moviendo a veces a varias decenas de bailarines que van pintando escenas deslumbrantes, o concentrar la emoción en los cuerpos de dos amantes, como esa escena imborrable en que Espartaco lleva a Frigia hacia la entrega o la libertad plena, arrastrando su manto y su poesía.

            Nos hubiera gustado ver otro fragmento -si no una obra completa- de alguna pieza del repertorio del Bolshoi, en vez del popurrí que permitió descubrir a las nuevas estrellas de la compañía, que superan la media docena. Porque en ese muestrario se nos perdió justamente un poquito de lo que admirábamos más arriba: el espíritu de cuerpo, poniendo más énfasis en el brillo de los solistas. Pero de todas maneras, el vals de Cascanueces rescató por un momento ese esplendor del elenco, con imágenes que tenían la magia de los cuentos, y a su modo, Don Quijote nos dio otros momentos similares.

            Pero no podemos dejar de apreciar ese pas de deux de El Corsario magníficamente interpretado por Nadiezhda Grachovay Mark Peretokhin, o ese otro de Lago de los Cisnes que nos mostró a Inna Petrova, una de las más fulgurantes estrellas jóvenes del elenco, junto a un impecable Yuri Posojov. La gracia de la inocencia en la suite de las muñecas rusas del Cascanueces y el grand pas de Don Quijote nos mostró a la también jovencísima Galina Stepanenko, y al bailarín considerado por algunos como el mejor del Bolshoi actual: Alexander Vetrov, que en sus impecables entrechats y saltos triples mantiene un estilo de refinada elegancia.

            No obstante, pese a lo que hubiéramos preferido ver esa noche y pese a algunas ligeras vacilaciones de los bailarines en ciertos momentos muy exigentes, nos queda el descubrimiento maravillado de un arte diferente, creado por gente diferente, que sabe ser una y múltiple, que sabe nacer y morir en cada latido de su danza visceral. Entre las luces cercanas todavía del deslumbramiento, nos parece haber entrevisto una de las claves del mito.

(Diario HOY, 1 de agosto de 1991)

 

 

 

ENCUENTRO DE ESCRITORES LATINOAMERICANOS

 

LOS ACENTOS DISTINTOS DE UNA MISMA ESPERANZA

 

            Es difícil para un poeta evaluar con objetividad un encuentro como el que acaba de culminar en Asunción. Ante hechos como éste, los poetas no tenemos más remedio que hablar con la sensibilidad, y esta es seguramente la expresión más honesta que podemos dar sobre el mismo.

            El Encuentro de Escritores Latinoamericanos no solamente ha reunido una serie de significados importantes, empezando por el que tiene naturalmente una reunión como ésta en cualquier país del mundo. Ha sido la realización de un sueño, como alguien dijo durante las intensas y ricas jornadas cumplidas en los días pasados. Ha tenido el carácter de una fiesta para quienes tuvimos el privilegio de escuchar a un Jorge Enrique Adoum, a un Francisco Madariaga, a un Salvador Garmendia, a un Carlos Germán Belli, a un Washington Benavides, por citar sólo a algunos de los que en estos días renovaron nuestro asombro, al descubrir que la imaginación y la poesía de este continente florecen en personas sencillas, profundas y generosas. Por encima de nuestras coincidencias y disidencias, de los importantes temas discutidos, de las propuestas y deseos que se recogieron a montones, de los aspectos que se pueden mejorar en futuros encuentros, la reunión de estas voces diferentes en un país que quiere empezar a dialogar con el mundo creó una suerte de concierto inesperado, de invalorable riqueza, cuyos matices nos llevará tiempo desmenuzar. Con los ecos cercanos de sus acentos, se nos agolpan las preocupaciones comunes de buscar mejores horizontes para la literatura de nuestros países, de asumir las lenguas y lenguajes que piden los temas entrañables de nuestra cultura latinoamericana, de adentrarnos en los rasgos profundos que unen nuestras voces. Pero de todos ellos, nos queda la impresión de un concierto, un abrazo inaugural y prometedor.

            Este fruto, que yo recojo entre los muchos puntos de un balance posible, puede ser resultante de una perspectiva demasiado personal. Pero tengo la sensación de que este fruto será recogido no sólo por mí o por las personas que participaron del encuentro. Tengo la sensación, por otra parte, de que ésta es una cosecha que lleva un germen precioso de multiplicación. Porque en esas tardes ganadas a la distancia forzosa que nos impusieron los años oscuros que vivió nuestro país, en que la poesía de América se acomodó un momento en nuestras vidas, ella sembró un deslumbramiento que quedará reverberando, extendiéndose boca a boca, palabra a palabra, en la gente de este país que quiere no sólo abrirse, sino descubrir el mundo. Y porque en esos días de descubrimientos, ellos también nos han mirado, y seguramente como poetas y fabuladores de la realidad, como viajeros armados tan sólo y nada menos que de una aguda sensibilidad, habrán grabado en sus pupilas las tímidas llamas de nuestros candiles y las inmensas ganas postergadas de abrir nuestro ogaguy, de unir nuestros caminos, de atar nuestra esperanza a la de quienes también sueñan un tiempo nuevo, más sincero y humano.

(Diario HOY, 27 de noviembre de 1994)

 

 

LAS LUCES DE UN VIERNES SANTO

 

Uno de los rituales antiguos de la tradición religiosa paraguaya revivió el Viernes Santo en San Ignacio, en un cruce de caminos que se convirtió en cruz de candiles, de fe encendida y de canto invadiendo la noche...

 

            Atardecer de Viernes Santo en San Ignacio. Silencioso y con un suave fresco que recorre las viejas calles del pueblo, donde nada preanuncia algún hecho que turbe esa calma de Semana Santa.

            En las orillas del pueblo, en un lugar llamado La Barraca, una discreta agitación pareciera decirnos que tampoco será allí el gran encuentro de los estacioneros. Pero allí divisamos ya a dos grupos, con las vestimentas y los faroles que manda la tradición. El artista Koki Ruiz, uno de los promotores de la iniciativa, pregunta algo a las pocas personas dispersas por el descampado y nos saluda. Y allí están, alineados a lo largo del camino de tierra, los candiles de apepú, preparados por la gente del lugar.

            En unos minutos, se apaga la luz del sol y la gente sale de las casas como ante una señal, a encender rápidamente las candelas. Algunos han agregado otra hilera de las mismas, sobre los postes de sus alambradas. Los tres grupos de estacioneros reunidos, de las compañías Pindolo y Costa Fleitas de Areguá y 3 de Mayo de Luque, ya están ubicadas en las tres puntas más cortas de esa cruz que ya trazan los candiles, en el atardecer de San Ignacio, mientras llegan de todas direcciones, hombres y mujeres, con su mitã apesã estironeándoles la camisa por el apuro que llevan aquello. Otros, con cara de asuncenos, llegan por donde suelen llegar, según los lugareños. Y todos, con faroles en las manos, salidos de no sé dónde.

            LA SEÑAL PARA EL RITO

            La magia exigió sólo unos minutos, un poco de papel celofán, el sebo de vela apretado en los apepú de las capueras, y la fe para encender las luces bajo el cielo de San Ignacio. Una antorcha viva da la señal para el inicio del rito.

            "Ñandejára Jesucristo, péina ápe rojumi..."ya cantan los estacioneros, acercándose a la cruz levantada en esa otra cruz de tierra roja. Ombohováima chupekuéra los otros, allá desde la loma. Y se suman los terceros, para reunirse finalmente al pie de la cruz y dibujar con sus viejos cantos, la parte más larga de esa cruz de estacioneros, cruz de gente pobre.

            Una luna redonda ha agregado su luz de plata al rosa y celeste de los faroles, mientras los estacioneros ya van cumpliendo sus estaciones, pantalones oscuros y rodillas de mujeres hincadas en la tierra roja, todavía un poco húmeda por la última lluvia. Un perro corretea entre los faroleros, las ranas comienzan a sumar sus acentos al lamento largo, y los mitãra'ymi ya se duermen en el regazo de sus madres, mecidos por ese canto que quiere extenderse "hasta el Domingo de Pascua, oguãhẽvo la alegría...".

            Al transcurrir de las estaciones, ya se han igualado en su deslumbramiento los elegantes y los chapĩ. "Chembopyrasypáma la che sapatu" se queja débilmente quien no suele emperifollarse mucho para fatigar estos caminos y agrega: "Pero ñaaguantáta mante, porque ijagrasiádo iterei ra'e ko mba'e".

            Gracia derramada de los pobres, fe humilde de papel y sebo de vela, opacando la luz de las estrellas, capaz de cantar y sublimar su viejo dolor, en este camino que se asume como una cruz bendita... Vía Crucis que se hace esperanza encendida y multiplicada.

(Diario HOY, 16 de abril de 1995)

 

 

 

CRÓNICA PARAGUAYA DE UNA FERIA DEL LIBRO CUBANA

 

Nos tocó estar en la Feria del Libro de La Habana, uno de los eventos más importantes de Latinoamérica en su género. El tumultuoso y colorido encuentro nos mostró cosas que nos mantuvieron entre el asombro y la incredulidad. A nuestros ojos paraguayos no pudo menos que impactar el espectáculo que ofrece un lugar donde los libros constituyen un artículo de primera necesidad, incluido entre las cosas vitales que muestra su gente. Un lugar que se nos exhibió más allá del recinto de la feria y al que llegaron, en un significativo gesto, invitados o por propia iniciativa, escritores del mundo entero. Ávidos tal vez por respirar ese aire raro para mucha gente en nuestros tiempos. Nuestra crónica no puede evitar el tono de una visión personal como testigos inusuales y privilegiados de una experiencia en la que el libro y la literatura son los principales protagonistas.

Bajo el efecto del trago fuerte de la primera impresión que nos despierta La Habana con sus calles apretujadas por antiguos palacios que parecieran abandonados, de las que sale como de un hormiguero inagotable, gente y gente y gente con aspecto humilde y actitud pueblerina, sin el apuro de las capitales del mundo..., nos encontramos en un gran salón de fines de siglo, planta alta de un bello edificio de piedra, frente al Ministro de Cultura de Cuba, Abel Prieto, y el Presidente del Instituto Cubano del Libro, Omar González. El ministro no tiene mucha pinta de ministro y habla a los escritores presentes -un centenar, a ojo- como si todos fueran viejos amigos suyos. En un tono que combina la informalidad y la pasión, pasa revista durante una hora a la problemática del libro en Cuba y Latinoamérica, mechando su exposición con frecuentes salidas humorísticas y pidiendo las opiniones e ideas de los presentes. El vuelco que ha dado la industria editorial cubana a partir de la crisis económica sobrevenida en los 90 es desmenuzado minuciosamente por el funcionario cubano, escritor como los recién llegados. Las ediciones cubanas disminuyeron drásticamente en los últimos años, pero se ha generado una estrategia de resistencia, multiplicando iniciativas de autogestión, intercambio y coedición. La Feria del Libro que será inaugurada en las próximas horas, es parte de esa estrategia. El ministro cubano amplía la lente hacia el proceso cultural cubano y hacia el contexto social que engloba a ambos. No elude los puntos dolorosos que competen a sus funciones, como el avanzado deterioro del patrimonio arquitectónico de La Habana y tampoco mencionar la pobreza que agobia a los beneficiarios de la política cultural cubana. Explica a los presentes la estrategia que se ha trazado el gobierno cubano para enfrentar la aguda crisis que afecta al país, y señala entre las prioridades fundamentales que el mismo se ha planteado el mantenimiento de la leche para los niños, hasta los siete años. Su lenguaje es directo y sin eufemismos. Los recién llegados tragan saliva. Hablan algunos escritores y se palpa el gesto unánime de venir a La Habana desde los más diversos lugares de América, Europa y alrededores, para apoyar el proceso cultural cubano.

            IGUALITO...

            Unas horas después, la Feria. El gran hall y corredores de acceso del pabellón de Pabexpo están repletos. El presidente del Instituto Cubano del Libro abre oficialmente la octava edición del evento bianual, dedicada al vecino país de México, "origen de los orígenes del libro en América" según las palabras de Omar González. Saluda a los visitantes extranjeros y lee los mensajes de Ernesto Sábato y Augusto Roa Bastos. Ambos textos están llenos de expresiones de apoyo al pueblo cubano y a su proceso cultural, y el de nuestro compatriota es un texto extenso y admirablemente escrito.

            La Feria se abre ante nosotros. En los primeros apretujones de los pasillos, prácticamente tropezamos con Charles Coste, el ex encargado cultural de Francia en nuestro país, ahora en Cuba. Nos pregunta rápidamente sobre cosas del Paraguay y sobre el clima electoral, por supuesto. La sección dedicada a los niños es enorme, con salitas dedicadas a distintas actividades, además de la exposición de libros dirigidos a este público especial. Lo demás, pasillos y pasillos en los que desfilan ante nosotros los stands de editoriales de México, Guatemala, Nicaragua, Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, España... y países tan lejanos como Angola. Los libros cuestan 2, 3, 4 dólares... Y el último día habrá algunos que costarán sólo 1 dólar.

            Entre la timidez y el asombro, hacemos nuestras primeras zambullidas y un vendedor a quien Casartelli le pregunta sobre la nueva poesía mexicana termina dándonos una conferencia sobre el tema. La gente ya llena los stands y revuelve animadamente los libros. Gente que habla en castellano, en inglés, en francés, en alemán ..., gente con aires mundanos y entre ella, nutrida gente humilde, morena y bella, que no está a la moda y usa un discreto y raro aire de orgullo. Gente humilde que habla sobre libros y los compra. Nosotros nos miramos con una sonrisita y decimos al unísono: "Igualito que en Paraguay...".

            GUANTANAMERA...

            Al día siguiente, nos toca presentar algunos libros de nuestra autoría, una pequeña muestra de literatura paraguaya que exhibimos emocionados, en una de las muchas salas creadas en la feria para este tipo de actividades.

El cónsul paraguayo en La Habana, Carlos Miguel Jiménez, se refiere brevemente a cada uno de nosotros y por nuestra parte, leemos algunos textos breves y fragmentos. Nos acompaña la encargada cultural, Mirta Schutten. Renée Ferrer ha traído su novela "Los nudos del silencio", Mario Casartelli su poemario "La urdimbre del laurel" y quien escribe estas líneas su libro "Tataypýpe", todos ellos publicados por Editorial Arandurá, que estableció el nexo con los organizadores de la Feria. Y al término, la gente se acerca a nosotros, gentil, cálida e interesada en el Paraguay. Al contrario de otros lugares, esta gente sabe de nuestro país, algo más que el triste nombre de Stroessner y el grato de Augusto Roa Bastos. Se lamentan de que éste no haya podido venir, pero manifiestan su expectativa para mayo. Saben de todos los pasos de nuestra democratización a partir del golpe, y de Lino Oviedo, por supuesto.

            Y al nuevo día siguiente, Don Félix de Guarania presenta su traducción al guaraní de los "Versos sencillos" de José Martí, en otra edición de Arandurá. Escritores e intelectuales del Instituto Martiano elogian vivamente la entrega que hace el veterano poeta y maestro paraguayo al pueblo cubano. Roberto Fernández Retamar le diría después que "José Martí hubiera estado muy feliz". Por cierto, los versos de José Martí están salpicados en carteles y paredes de toda La Habana y se cantan en cada esquina, especialmente en esa "Guantanamera" recreada en mil versiones por los inigualables músicos cubanos.

            LIBROS Y MÚSICA

            En una pausa de la feria -y de las agotadoras caminatas por la ciudad-, asistimos a "una pequeña reunión de amigos" en casa de Aitana Alberti, la hija del gran poeta español. Ella y su hermana son las anfitrionas y el menú es sencillo, como para gente de confianza. Pero el patio de la casa -cómoda pero sin ostentaciones-se llena de gente. Entre los locales, Pablo Armando Fernández y Nancy Morejón, el español José Agustín Goytisolo y el francés Claude Couffon. Los uruguayos llegan en patota y se suman algunos rostros de Brasil y Colombia. La integración se hace fácil, conducida por la calidez de Aitana y condimentada con buena música cubana. La música es infaltable en cada reunión de cualquier carácter, en La Habana. Tampoco falta en la recepción que nos ofrece al día siguiente el Alcalde de la ciudad, y los músicos abandonan un momento el contagioso repertorio cubano para cantarnos "Recuerdos de Ypacaraí".

            Las presentaciones de libros se suceden ininterrumpidamente en la feria. Y alternan con ellas, coloquios y mesas redondas. Las presentaciones de escritores a escritores, igual. Cuando una conversación empieza a tomar un rumbo, se interpone otro autor presentado, y otro, y otro. Los paraguayos ya estamos a esta altura, totalmente sumergidos en la vorágine de la feria. En el stand de Nicaragua pregunto sobre Ernesto Cardenal y la vendedora me dice que es su secretaria y que el viejo está más joven que nunca. Y en uno de los de México, me lamento de que Elena Poniatowska llegará recién para el último día, cuando el avión ya me esté llevando de regreso al Paraguay. En cualquier parte de la feria, sin previo aviso estallan los tambores y el son nos envuelve y seduce sin remedio, como en tantas esquinas de La Habana. Termina la canción y le sigue un poeta recitando sus versos, organizando la tertulia natural y espontáneamente. Y la gente se suma, natural y espontáneamente. "Igualito, ¿verdad?...".

            UN ABUELO BUENOTE

            Entre los muchos títulos presentados, algunos son de autores galardonados en los últimos amos, como Alejandro Alvarez, ganador del Premio David de Novela, y Carlos Augusto Alfonso, Premio UNEAC de Poesía. Y algunos clásicos como Lucía Jerez de José Martí y El acoso de Alejo Carpentier. El prestigioso traductor francés Claude Couffon presenta su antología Poesía cubana del siglo XX editada por la Fundación Patiño y los uruguayos realizan una presentación colectiva. Noticia de un secuestro, de García Márquez se erige en una de las novedades más resaltantes de la feria, pero no se ha visto a García Márquez por aquí. Dicen que está un poco cansado del acoso. Las presentaciones del español José Agustín Goytisolo y de la cubana Carilda Oliver Labra se constituyen en actos multitudinarios. Culminado este último, Carilda es conducida por el pasillo -sufre una cierta afección de la vista- hacia el stand de la editora que ha publicado sus Sonetos. Considerada una de las mayores poetas vivas de Cuba, sólo puede honrarnos con su invitación a conversar un rato. Y el sentimiento se acrecienta cuando nos cuentan que quien se acaba de sumar y nos saluda con generosa calidez es Miguel Barnett.

            En una salita de la feria, esperamos expectantes la llegada de José Emilio Pacheco. Llega y se acomoda en el sillón como un abuelo buenote que va a contarnos cuentos. Es tan grande y ancho como su poesía. Pero este es tema para otra nota, porque nos dejó deslumbrados entre su humildad y su talento.

            En Casa de las Américas, nos encontramos con Adolfo Colombres, quien iniciará un seminario en los próximos días. El gran salón se atiborra        de gente. Allí están todos, incluyendo directores, editores y funcionarios de las publicaciones de la institución. El anfitrión Roberto Fernández Retamar es breve y brillante en su saludo. Y a nosotros nos manifiesta la alegría de recibir a representantes del Paraguay, "un país que siempre nos ha inquietado desde lejos".

            Nuestro paso por la Feria del Libro de La Habana se acerca a su fin, sin que nuestro asombro haya decrecido. Renée ha concretado la coedición de una obra infantil y nosotros hemos reunido una pequeña montaña de libros.

            Entre una y otra vuelta a la feria, el taxista enciende la radio, que inevitablemente está hablando de cosas culturales. Entre un estreno de teatro y un concierto, la feria. Un comentario político y de nuevo, la feria, con sus interminables propuestas. Uno de los taxistas que utilizamos en estos días es licenciado en historia. E inmejorable guía. A la moza del hotel le gusta leer especialmente las novelas de autores latinoamericanos, pero en realidad lee de todo. Un hombre, con facha de mendigo, opina sobre "Yo El Supremo" y señala algunos aspectos de la obra que ya estaban en "Hijo de hombre"... Casartelli, que no puede con su genio, humoriza cruelmente y dice: "Ajépa ivyro ko'ãtipo; ojogua rangue hembi'urã, ojogua hikuái livro... ". Y yo, volando ya con el pensamiento a nuestro país, pienso con envidia que Cuba es un lugar donde la literatura tiene sentido...

(La Nación, Suplemento Cultural,

15 de febrero de 1998)

 

 

 

********** LOS ADIOSES **********

 

IDA Y ANA IRIS SE FUERON EN SETIEMBRE

 

Fallecieron con apenas unos días de diferencia. Ana Iris en su casa de San Lorenzo; Ida en la suya, de Asunción. La primera se había distinguido en la narrativa; la segunda en la poesía. Pero había otras diferencias entre estas dos mujeres que vivieron una misma pasión por la literatura y que se hermanaron finalmente en la muerte que las llevó el mismo mes en que se fue también hace 20 años, ese chileno del mundo: Pablo Neruda.

 

            Ida Talavera había nacido en 1910 y publicó por primera vez un poema en un diario de la época, teniendo apenas 16 años. Pertenece al grupo de mujeres que hoy son vistas como verdaderas precursoras de la literatura y que empezaron a mostrar sus trabajos en las primeras décadas de nuestro siglo. Ese grupo estaba integrado por Renée Checa, Elvira Mernes de Galeano, Josefina Sapena Pastor, Nathalie Bruel, Teodosia Ramírez e Ida Talavera. Estas mujeres habían marcado las primeras incursiones atrevidas en la edición, que en algunos casos llegó a un gesto efímero, nunca más repetido. Pero la mayoría de los trabajos de estas pioneras quedarían dispersos en los diarios de la época. Ida perteneció a este grupo y fue, tal vez, una de las más atrevidas, por la actitud que asumió en la literatura. Los signos de su osadía se perciben desde esa primera publicación, hecha en plena adolescencia y se siguen mostrando después, en otros. Incursionó no solo en la poesía, sino dentro de ella, en los temas eróticos que se inscribían entre los fuertes tabúes de esos años. Y un poco más tarde comienza también a escribir en guaraní, con la misma sensibilidad con que lo hace en castellano.

            VIENTOS DE LIBERACIÓN

            No era casual el tono erótico que fueron tomando las expresiones líricas de Ida Talavera y otras mujeres como Dora Gómez Bueno. Pese a nuestra mediterraneidad cultural, llegaban atemperados pero constantes vientos de liberación de las voces femeninas de esta parte del continente. Y se percibia el espíritu de ese movimiento que llegaron a conformar en un momento, hacia la segunda década de este siglo, Gabriela Mistral. Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini y Alfonsina Storni.

            Otra mujer, venida de España a nuestro país por aquellos años, ejercería igualmente un rol importante como estímulo a las voces femeninas que emergían todavía tímidamente en el estrecho círculo literario de la época. Josefina Plá se suma a los escritores y poetas de la revista Juventud y publica allí los primeros poemas que dio a conocer como escritora, en nuestro país. Este grupo, integrado también por José Concepción Ortiz, Heriberto Fernández y Hérib Campos Cervera, mostraba una evidente continuidad con el modernismo, pero empezaba a superar el marcado retoricismo de esa corriente. Y con un tono más claramente postmodernista aparecen las voces de Dora Gómez Bueno e Ida Talavera, que llegaron a la edición sucesivamente, muchos años después que Josefina, quien publicó El precio de los sueños ya en 1934. Dorita publicaría sus primeros libros en la década del 40 e Ida, recién en 1964.

            ESTO DE ANDAR

            El primer libro de Ida Talavera, que también sería el único, llegó entonces en plena madurez de su autora, haciendo una rigurosa selección entre los numerosos poemas que tenía escritos entonces. Pero Ida ya era conocida en el ambiente literario, en el que iban apareciendo figuras de las nuevas generaciones. Su casa era un lugar habitual de reunión de los escritores e intelectuales y llegaron a hacerse muy conocidas las tertulias en las que la escritora daba a conocer sus nuevos poemas. Y por esta época, ella empieza a cultivar también la pintura, con la misma suerte mostrada en la escritura. "Sus paisajes abstracto-oníricos son muy estimables" dice Josefina Plá, quien también le concede un lugar especial en la historia de nuestra literatura de la primera mitad de este siglo. El nombre de Ida Talavera ya era respetado sin discusiones y los jóvenes escritores buscaban sus consejos. Su influencia se hizo sentir en forma intensa en las manifestaciones literarias y culturales que se iban de a poco multiplicando...

            "Puedes ponerle un nombre/tú que lo sabes todo,/ -dice en uno de los poemas de Esto de andar- a mí ya no me importa./He soltado los remos/y voy a la deriva./No me importa si hay playas/ o puertos qué me esperan,/ o dunas solitarias,/ o cantos de sirena./ Me voy con estas manos/ vacias, sin estrellas,/ no llevo nada, nada/ ni brújula siquiera;/ he olvidado los mapas/ y perdí los caminos,/ ya no tengo una meta/ ni me importan las rutas/ que bifurcan sus brazos/ acercando las vidas;/he soltado los remos/ y voy a la deriva ". Y este poema es un ejemplo vivo de la poesía intimista y triste de Ida Talavera. Es una pintura también, del espíritu de esta mujer que entre sus tertulias y exteriorizaciones de fervor por la vida, guardaba una fuerte tendencia a la depresión, a la soledad. Hasta que en un momento dado, empezó a apartarse de los círculos intelectuales y a encerrarse discretamente en su casa. Los últimos años de Ida Talavera transcurrieron en una casi inviolable intimidad, como si la escritora hubiera tenido necesidad de quedarse sola con sus libros, sus poemas y sus tristezas. Y en esa intimidad, se apagó una tarde, dejando entre sus libros, una gran cantidad de poemas inéditos...

            ANA IRIS, EL ROSTRO DE LA RISA

            Ana Iris, en tanto, nació en Asunción, en el hogar de don Francisco Chaves y de doña Concepción Leyes, y perteneció a la generación que siguió a la de Ida. Su formación académica había sido más bien escasa, pero la misma se suplió con ventajas en un hogar donde se respiraba cultura, donde los libros ocupaban un lugar privilegiado. Tal vez incentivada por esa misma carencia de una educación formal de cierto nivel, Ana Iris buscó con obsesión el conocimiento, "devorando bibliotecas" desde su más temprana juventud.

            Cuando ya se perfilaba nítidamente en ella la vocación literaria, conoció al poeta Oscar Ferreiro, que ejercería un fuerte estímulo para el desarrollo de su labor literaria y con quien formaría una pareja muy especial, por el mismo talento y por las mismas virtudes humanas no comunes que mostraron juntos, hasta la muerte de ella, acaecida el pasado mes de setiembre.

            El clima más que favorable que le dio su matrimonio con el poeta permitió el florecimiento de la obra de Ana Iris, que madurada como mujer y como trabajadora de la palabra, se convirtió al igual que Ida, en la fuente de consejos para los escritores jóvenes. Activa e infatigable por otro lado, se repartió entre los clubes del libro que creó para multiplicar su entusiasmo por la lectura, actividades culturales de todo tipo, la escritura y la crianza de sus hijos que tomó tan a pecho como todo el resto. Ana Iris no sabía hacer las cosas con una actitud distanciada e imparcial. O se embarcaba apasionadamente en el tema, o lo desechaba.

            Crónica de una familia fue su primera novela publicada, que vio la luz en 1967. Aunque de una generación que ya fue cosechando lo sembrado por Ida y las otras precursoras, no era fácil todavía llegar al primer libro, en nuestro país. No obstante, el talento de Ana Iris se fue abriendo paso, libro a libro y premio a premio que la autora fue encimando con los años. Las novelas se fueron alternando con los cuentos y con alguna obra de teatro, y así se fueron sucediendo Fábulas modernas, Andresa Escobar, Oh, señor Fontoura, Sangre olvidada, Retrato de nuestro amor y Crisantemos color naranja.

(Texto incompleto, Diario HOY, octubre de 1993)

 

 

 

DESPIDIERON A ANÍBAL LOVERA ENTRE

OLVIDOS Y AUSENCIAS

 

Uno de los últimos grandes cantores paraguayos se ha ido. Su voz había callado ya hace varios años, relegado a su lecho de artista pobre, al olvido que suele rodear el ocaso de muchos paraguayos talentosos. Representante de una generación de grandes artistas populares que llevaron a nuestra música a sus expresiones más logradas, fue también cultor de un estilo de canto llano, que prefirió demorarse en las honduras dulces y melancólicas, como otras admiradas voces de nuestra música. Aníbal Lovera deja un legado de entrañables canciones enraizadas en nuestra manera de sentir, que espera todavía el reconocimiento merecido.

 

            Faltaban pocos días para que cumpliera 68 años, y precisamente cuando empezaba a mostrar señas esperanzadoras de mejoría, después del derrame cerebral que lo dejó inmovilizado y sin poder articular palabra, hace unos cuatro años, se marchó definitivamente el cantor de nuestras guerras y nuestros amores...

            Aníbal Lovera, "La voz del Paraguay", se fue cayendo paulatinamente en el olvido, desde ese día en que el mundo se hizo un poco más oscuro todavía para él. Había alcanzado los halagos del aplauso y del éxito, llegando a grabar numerosos discos en nuestro país y en la Argentina, los cuales quedan hoy como testimonio de su admirable vena interpretativa.

            "Josefina" fue una de las primeras canciones que grabó en nuestro país para el sello Marpar, y ella puede considerarse representativa del repertorio que cultivó, con las más bellas páginas de nuestra música. Las canciones de Emiliano encontraron en él un extraordinario intérprete, y ganaron una popularidad sin precedentes cuando la radio a transistores extendió sus ondas a través de nuestras campiñas. Por eso fue el cantor preferido de los Chacoré, quienes siguieron domingo tras domingo, religiosamente, su programa radial, al que seguiría, ya en la década del 60, el televisivo, bajo el nombre de "Así canta mi Patria", que se mantuvo durante muchos años.

            "Es el único artista que fue profeta en su tierra", según Betty Figueredo, que compartió con él el escenario, en varias oportunidades. En la gran Buenos Aires grabó varios álbumes para los sellos RCA y Columbia, y conquistó, como pocos, la simpatía de los compatriotas que residían ella.

            Pocos amigos lo acompañaron ayer, a su última morada. Melanio Alvarenga pronunció un breve discurso en nombre de sus compañeros de APA, Alberto Ramón Areco, coautor con Lovera de algunas canciones como "Mis penas de amor", dijo también su adiós al amigo, y a su turno, Eusebia Fernández de Marín expresó su dolor "por la indiferencia del pueblo y de las autoridades" que no estuvieron para despedir al artista. Se lamentó de que algunos grandes artistas paraguayos como Lovera no gozan de los favores que se conceden a los extranjeros y le pidió al que iniciaba el viaje sin retorno: "Ejeruréke Ñandejárape, tohovasa nde kolegakuérape...".

            Finalmente, Juan José Benítez Rickman pronunció su despedida en nombre del Partido Colorado, afirmando que pese a las malediciencias, "siempre estaremos junto a quien nos alegró en tantas noches y madrugadas".

            La presencia de Adán Godoy Jiménez sirvió también para recordar un aspecto de la personalidad de Lovera que tal vez no fue disculpado por sus jueces: el haberse mostrado muy cerca de Stroessner y su entorno. Sin embargo, tal vez otro artista como Alejandro Cubilla nos de hoy su medida: "Tuvo sus luces y sus sombras, como cualquier persona. Pero, mirando su arte, yo creo que su luz fue más alta que todos sus rasgos humanos".

(Diario Hoy, 25 de enero de 1994)

 

 

JOSÉ ANTONIO PERASSO 

EL CAZADOR DE ESTRELLAS...

 

Después de una larga enfermedad, falleció José Antonio Perasso y sus restos fueron inhumados en la tarde de ayer. Vivió una vida breve e intensa, apasionadamente entregada a los indígenas, a nuestro pasado, a las voces perdidas de quienes tejieron nuestra voz de hoy. Amó profundamente todo cuanto escogió en la vida y en un extraño parentesco con aquel paradigma del amor, se desangró en un temprano y generoso cáliz. Por eso, ahora que ingresa a ese monte de oscuridades y albores insospechados, como a un Cristo de estos días descreídos, tal vez le canten voces antiguas: "¡Ay, Jesús/ y de dolor!/ Oh, divino Redentor:/ Tanto quiso padecer/ solamente por amor...".

 

            Era todavía muy joven, casi un adolescente, cuando empezó a llamar la atención en los círculos de intelectuales, por una desusada vocación de acercamiento a las culturas indígenas. Con los vaqueros de cualquier joven de los 70 y los años que le hubieran llevado a otras experiencias más corrientes en esos tiempos, se había metido en los montes a develar los misterios de esas últimas comunidades indígenas de nuestro territorio. Volvió a la ciudad después de largos meses, lleno de picaduras de insectos y de asombro...

            Regresó de tanto en tanto a seguir ahondando en las profundidades de los relatos de esos ancianos caciques, y empezó a volcar en el papel sus impresiones sobre esa sabiduría, hasta entonces auscultada por estudiosos de mayor veteranía.

            Y su insaciable sensibilidad fue encontrando otros surcos en su búsqueda, ineludiblemente guardadores de la simiente de nuestra cultural paraguaya. Se lanzó a descifrar los caminos perdidos de nuestros pueblos, y entre su vieja polvareda fue rescatando canciones de cuna, de serenatas y velorios, y el lamento casi incomprensible de los estacioneros, con su lengua trasnochada de tiempo y de pena.

            Tomó la guitarra alguna vez, y con un grupo de amigos –también buscadores de caminos perdidos- revivió esas canciones de "Lasánima clamor" y "Divino Niño de Flores", guardadas todavía en el pañuelo: de las reliquias, por algunos abuelos...

            Y tecleó sus hallazgos asombrados, en esta Redacción, alguna vez…Paseando su tranquila y también desusada impaciencia, su discreta y firme persistencia de sembrar esas luces, que muchos veían simplemente como un motivo para el chiste diario. Él también se reía con los chistes y bromas, pero seguía, callada, paciente, tercamente...

            En los últimos tiempos, cuando ya lo sabíamos transitando el lento, calvario de su enfermedad, aún recibíamos intermitentemente, las señales de esa hermosa terquedad, desde el aire vital de su Museo Boggiani, el último observatorio de este cazador de estrellas.

            Seguramente parte ahora, igual que aquel adolescente que un día se internó en los montes, cuya extraña belleza se equiparaba a sus brillos interiores, ligero de equipaje. Tal vez ahora parte, sin mochila siquiera. Nos la deja por ahí, repleta de luces...

(Diario Hoy, 26 de agosto de 1994)

 

 

 SE FUE EL RAVALERO DE

LA CHACARITA

 

En la mañana de ayer fueron inhumados los restos de Arturo Pereira, el habitante romántico de Punta Karapã. El artista falleció imprevistamente a raíz de un paro cardiaco, causando una gran tristeza en el medio artístico local. El ravelero-teatrista-escritor deja ricos recuerdos, junto a una labor humilde cuyo último y hermoso fruto fue la creación del Museo José Asunción Flores.

 

            Hace muy pocos días lo vimos en un panel cultural, en primera fila, como siempre. Y como siempre, no solo se sentó en primera fila sino que tomó parte activa en el debate. Su presencia no llamaba la atención porque era habitual; eso nos aparece hoy como un signo de lo que Arturo fue.

            Arturo era una de esas personas que parecen no perder nunca su condición de adolescentes, en el sentido más bello de la palabra. Ese que nos remite a la capacidad de interesarse, de amar, de poner fe y voluntad y pasión en las cosas; a la capacidad de renovar cada día esos viejos valores como la libertad y la justicia, que si son todavía esgrimidos por muchos en sus discursos proselitistas, son presentados ya con una sonrisa escéptica; a la capacidad de mantener encendida la llama de una utopía que en las personas limpias y generosas como Arturo, sobrevive a las mareas políticas.

            Arturo era un jovenzuelo impenitente, que a pesar de las canas que habían blanqueado por completo su melena rebelde, y del titubeo de piernas en los últimos años, seguía fatigando teatros y salones, absorbiendo, con verdadera pasión lo poco o mucho que se hacía en este país, en el campo artístico. Estaba allí, con los ojos brillantes, con la actitud abierta e inquieta, así se tratara de un festival, de un poemario, de una conferencia, de una obra teatral o de una exposición. Todo cabía en sus alforjas de artista de calles y caminos, que sobrevivía entre torres de cemento, en su terraza romántica de Punta Karapã. Desde esa pequeña y alta península que dominaba el horizonte de la bahía, salía todos los días, a transitar sus incansables sueños y regresaba todas las noches, a la hora en que la luna se hacía cómplice de sus tercos amores, cruzando durante muchos años un puentecito de tablas indecisas, cuya baranda era el pozo oscuro del precipicio.

            El elenco de teatro Aty Ñe'ẽ, la Banda Koygua de Alejandro Cubilla y numerosos grupos e iniciativas temporales conocieron su sonrisa ancha que llegaba anunciando su entrega completa. Libros y canciones y sketches recogieron su creatividad que parecía inagotable como su capacidad de soñar. Capaz de sobreponerse a cárceles y puentes vacilantes, al desamparo y al escepticismo, seguía creyendo y cantando a la libertad, como cuando compartía las serenatas de la Chacarita con otros soñadores como José Asunción Flores.

            Y fue precisamente para José Asunción, ese musiqueador mayor de nuestros patios y cielos, que Arturo dejó sus últimos sudores, su último gesto de obrero incansable de la cultura. Allí, junto a su humilde castillo, junto a su atalaya de artista, vive ya para siempre el recuerdo del gran maestro paraguayo, en un pequeño museo que Arturo inició y que se ganó el apoyo de la Municipalidad. Y allí se queda también desde hoy, el alma de este ravelero dulce que regó de dulzuras las fiestas de San Baltasar, las esperanzas milagrosamente vivas de su Chacarita.

            Se ha ido probablemente uno de los últimos artistas populares genuinos que guardaba esta Asunción que va perdiendo todos sus jazmines y hace mucho ha perdido sus serenatas. Pero queda, como un monumento tembloroso de vientos decembrinos, de música imperecedera, ese recuerdo vivo de Arturo, ese viejo ravel de adolescentes cuerdas...

(Diario HOY, 6 de diciembre de 1994)

 

 

DARCY RIBEIRO,

LAS RESONANCIAS DE UN HOMBRE CAUDALOSO

 

Antropólogo y etnólogo, educador y escritor que esgrimió con la misma pasión la ciencia, la creación y la política, visionario y polémico, tan sensible como agresivo, Darcy Ribeiro dejará una huella profunda no solamente en la cultura y el pensamiento brasileño, sino en los de toda Latinoamérica, a la que él supo mirar con ojos de águila, con la capacidad de la rabia y de la piedad. No desechó ningún instrumento que estuviera a su alcance para tratar de transformar el mundo, con el cual no estaba de acuerdo, y en todos ellos supo combinar la rigurosidad y el humor. Murió sin haber podido concretar su sueño de crear el Museo del Hombre pero su obra toda compone, al fin y al cabo, un homenaje que tiene el mismo significado.

 

            El pasado 17 de febrero, en el Hospital Sarah Kubitschek de Brasilia, Darcy Ribeiro, el luchador, fue vencido por el cáncer después de una guerra de más de dos décadas. La enfermedad emblemática de nuestros tiempos pudo finalmente derribar a quien parecía imbatible.

            Pero la obra de Darcy Ribeiro está hecha. Una obra para la que es difícil encontrar adjetivos, que abarcó los campos de la antropología y la etnología, la educación y la literatura, en todos los cuales marcó hitos sin precedentes.

            Cuando recibió el título de Doctor Honoris Causa de La Sorbona, en París, en 1979, Ribeiro dijo que aceptaba el galardón "por el mérito de sus fracasos", los cuales enumeró: "fracasé en todo lo que intenté en la vida. Intenté alfabetizar a los niños brasileños, no lo conseguí. Intenté salvar a los indios, no los salvé. Intenté hacer una universidad seria y fracasé. Intenté hacer que el Brasil se desarrollara en forma autónoma y fracasé. Mas estos fracasos son mis victorias. Yo detestaría estar en el lugar de quien me venció". Y Eduardo Galeano, recordando la anécdota, hizo la síntesis a su modo: "estas son sus dignidades".

            HISTORIA DE UN FRACASADO

            Había nacido en Montes Claros, estado de Minas Gerais, en 1922. Teniendo sólo tres años perdió a su padre y fue criado por su madre, una maestra primaria que quedó en el recuerdo, dando su nombre a una avenida de la ciudad.

            A los 17 años se dirigió a Belo Horizonte, dispuesto a estudiar medicina, propósito que abandonó poco después, para iniciar la carrera de Antropología en San Pablo, donde egresó en 1946. Ya graduado, fijó residencia en Río de Janeiro, donde fue llamado por el Mariscal Rondon para colaborar con él en sus trabajos indigenistas. Y así pasó unos diez años recorriendo aldeas de indios, y sus primeros estudios estuvieron enfocados hacia los indígenas del Pantanal, del Brasil Central y de la Amazonia. En 1952 fundó el Museo del Indio, una institución pionera en su género, que difundió una imagen científica, diferente a la entonces vigente, sobre los indígenas. Y por ese tiempo creó el proyecto del Parque Indígena de Xingú, concretado después por los hermanos Villas-Boas.

            Desde mediados del ‘50 se dedicó a la educación primaria y superior. Fue profesor de Antropología de la Universidad del Brasil y luego trabajó con uno de los más prestigiosos educadores brasileños: Annísio Teixeira.

            Creó la Universidad de Brasilia en 1960, por encargo del presidente Kubitschek y fue ministro de Educación del gobierno de João Goulart, poniendo en práctica el Plan Nacional de Educación que consiguió elevar sustancialmente los recursos destinados a la educación, y alcanzó resultados importantes en la tasa de escolaridad del país. Trabajó igualmente en un proyecto de reforma agraria que pretendía otorgar tierra a diez millones de familias pobres del Brasil.

            Fue ministro jefe de la Casa Civil y en momentos de la implantación de las reformas estructurales que contó con su coordinación, sobrevino el golpe militar, en 1964.

            EXILIO Y VIAJES POR LATINOAMÉRICA

            Ribeiro se vio obligado a emprender el exilio, que duró varios años y tuvo dos etapas para él. Durante esos años vivió en varios países de América Latina, empezando por el Uruguay, donde trabajó activamente en la universidad, hasta su regreso al Brasil en 1968. Otro golpe militar y dos entradas a la prisión de varios meses de duración, antecedieron a su segundo exilio, iniciado en 1970. Su periplo empezó por Venezuela, donde coordinó el programa de reformas de la Universidad Central de Caracas. Posteriormente fue asesor de Salvador Allende en Chile y de Velasco Alvarado en Perú.

            Durante este periodo escribió los cinco volúmenes de sus Estudios de Antropología de la Civilización, en los que expone su teoría sobre las causas del desigual desarrollo entre los pueblos americanos. También en el exilio escribió dos novelas: Maíra y El mulo, a las que siguieron otras dos, escritas ya en Brasil: Utopía Salvaje y Migo.

            LA PRIMERA SEÑAL DEL CÁNCER

            En 1974 se le detectó a Ribeiro un cáncer de pulmón, por el cual se le concedió autorización para regresar a su país, con el objetivo de someterse a una operación. Llamativamente tuvo un excelente restablecimiento y fue nuevamente expulsado del país. Ribeiro realizó numerosos viajes en esos años, proyectando nuevas universidades y reformando otras, en países tan distintos como Argelia y México.

            Regresó al Brasil en 1976 y se enfrascó de nuevo en la educación y la política. Militó activamente en la línea del socialismo democrático de Leonel Brizola. En 1982 fue elegido vicegobernador del estado de Río de Janeiro, y posteriormente secretario de Cultura y coordinador del Programa Especial de Educación. Creó la Biblioteca Pública Estadual y el Sambódromo, en el cual incluyó 200 aulas para que funcionara como una gran escuela primaria.

            Como senador de la República, llevó adelante numerosos proyectos, como una ley de tránsito para proteger a los peatones del salvajismo de los automovilistas; una ley de trasplantes para salvar vidas humanas utilizando órganos de los muertos; una ley contra el uso de la cola de zapatero. Pero luchó especialmente para que la Ley de Directrices y Bases de la Educación fuera más democrática y más eficaz. Publicó la revista Carta, já desde el Senado, ofreciendo en sus páginas un lugar de discusión y análisis de los problemas brasileños.

            Colaboró en la creación del Memorial de América Latina, importante, institución construida por Oscar Niemeyer. En los últimos años se estuvo ocupando de completar la red de los Centros Integrados de Educación Pública, grandes escuelas de tiempo completo, consolidar la Universidad Estadual del Norte Fluminense, concebida como una universidad para el tercer milenio. Y ha estado revitalizando en Río de Janeiro el parque de Piedra Blanca, el mayor del mundo.

            "La única forma de saber con certeza cómo será nuestro mundo dentro de treinta años es sobrevivir para ver. Yo felizmente no tendré que hacerlo. Moriré en 1983", dijo Darcy Ribeiro en 1973, ante un auditorio universitario, en Caracas. Sin embargo, vivió 24 años más, durante los cuales anticipó el futuro con un trabajo visionario, osado y profundamente humanista.

            LA JUVENTUD Y EL FUTURO

            "Veo a los jóvenes de hoy vaciados de juventud, en cuanto llama, combatividad e indignación -escribió en su libro O Brasil como problema, Francisco Alves Editora, 1995-. Desheredados del sentimiento juvenil de solidaridad humana y de patriotismo y de orgullo por nuestro pueblo. Incapacitados para asumir las carencias de los brasileños como defectos propios y sanables por todos nosotros. Ignorantes de que el atraso, el hambre y la pobreza sólo existen y persisten entre nosotros, porque son lucrativos para una élite infecunda y codiciosa de patrones mediocres y de políticos corruptos".

            Consideraba abominable la idea del "hombre nuevo" lanzada por cierta corriente homogeneizadora de la cultura humana.

            "Son reflejos -decía en un ensayo que integra el libro Indianidades y venutopías, Ediciones del Sol, 1992- del descubrimiento de que estamos situados en un nuevo punto de inflexión de la historia humana. A partir de nosotros y de ahora, los hombres, armados de poderes totales tanto de destrucción de toda la vida como de producción prodigiosa de todo lo que se quiera, están condenados a usar estos poderes para rehacerse a sí mismos según un proyecto intencional. Se acabó el tiempo de la inocencia... No pudiendo ya ser el producto residual, azaroso, del entrechoque de fuerzas descontroladas dentro de las líneas de la tradición, nosotros tendremos que ser, de ahora en adelante, criaturas de nosotros mismos, productos lúcidamente buscados, científicamente construidos en cada detalle, desde la forma físico-biológica que será perfeccionada, hasta los grados y tipos de inteligencia que serán programados... El remoto y abominable hombre nuevo, hijo de nuestros nietos, de hecho no me importa ni me preocupa. Excepto, tal vez, en el sentido de que estamos fabricándolo ahora, con las opciones que hacemos cada día y que lo conforman, a su pesar".

            El presidente actual del Brasil Fernando Henrique Cardoso lo llamaba "Maestro" pese a mantener con él algunas desavenencias y fue de los primeros en llegar hasta el hospital donde Ribeiro cayó finalmente abatido por el cáncer, teniendo 74 años. Algunos meses atrás se había escapado del hospital, angustiado por el encierro y por las ansias de trabajar y vivir un poco más. Y eso hizo. Entregó hasta la última gota de sudor que estuvo a su alcance en sus memorias y en otros textos, creando leyes y proyectos ambiciosos, soñando hasta el fin con un mundo más habitable y placentero para todos.

            Los diarios brasileños de los días siguientes a su fallecimiento revisaron exhaustivamente la trayectoria y el legado de este intelectual sin parangones. "El cáncer venció a Darcy, el hombre que quería ser Dios", tituló O Globo la primera de cuatro páginas dedicadas a este gran trabajador de la cultura. Y en ella, Mónica Ferreira decía, entre otras cosas: "Dueño de disposición, creatividad y optimismo, Darcy arrancó de su diccionario la definición de ‘imposible’. En la última, citó unas palabras del gran poeta Drummond de Andrade: "Darcy es un monstruo de entusiasmo que ningún golpe feroz abate. Las Siete Caídas se acabaron, pero Darcy es el hombre más Siete Caídas que yo conozco. Darcy, caudal de vida". Es probablemente la definición más acertada que se ha hecho sobre este hombre que ha dejado las huellas y las resonancias de un torrente poderoso.

            ANÉCDOTAS CON GATO CHASE

            Miguel Gato Chase tiene muchas anécdotas sobre encuentros con Darcy Ribeiro. Entre ellas, escogemos dos: 1) En la reunión de Barbados, realizada en el 71 en la Universidad de las Indias Occidentales, el antropólogo paraguayo llevó una camisa típica de ao po'i que llamó vivamente la atención de Ribeiro. El brasileño le pidió referencias sobre la prenda y Gato se las dio, haciéndole un poco de historia y dándole datos sobre el tejido, etc. La camisa en cuestión le hizo pasar momentos incómodos a Gato, porque al pasar por un parque de homosexuales, provocó algunos comentarios agresivos de los habitúes del lugar, alimentados por chanzas de Ribeiro, al punto que su dueño fue reuniendo motivos para querer desprenderse de la misma. En la siguiente oportunidad en que la vistió, Ribeiro le dijo directamente: "¡Cómo la querría!". Gato se la quitó al momento y se la entregó, quedando en camisilla y obligando a Ribero a hacer lo propio. “Guardo hasta hoy la camisa de Darcy -nos dice Gato-, que es una camisa de color lila”.

            En 1974, en el Congreso Americanista que se realizó en México, un grupo de antropólogos que había estado en Barbados, se reunió en casa del norteamericano Scott Robinson, para elaborar una declaración conjunta. “Darcy fumaba como un mbopí y se lo dije -cuenta Gato-. Darcy entendía muy bien el guaraní y hablaba muy bien especialmente el ñe'engatu, una de las lenguas de la familia guaraní hablada en una gran región del Brasil. Darcy me dijo: No, no fumo como un mbopí; fumo como un epicureista que ama el placer. Y yo le dije de nuevo: vas a tener un cáncer de pulmón. Cuál fue mi sorpresa cuando a los pocos años me enteré que le habían extraído precisamente un cáncer de pulmón. Me arrepentí profundamente de haberle dicho aquello”.

            Y terminamos con la definición que hace Gato del fallecido Ribeiro: “Darcy era un hombre muy alegre, muy mujeriego, amante de la vida y de los placeres. Era pequeño y flaco, pero con una gran vitalidad que volcó en trabajos importantísimos”.

(La Nación, domingo 2 de marzo de 1997)

 

 

 JOSÉ LUIS APPLEYARD

YA DUERME ENTRE LOS ELEGIDOS 

 

Se ha ido el poeta. El que amó este país hasta el último verso. El solitario. El amigo de todos. El último bohemio. El más bello de todos... Se fue tal vez, como él hubiera querido, sin aspavientos, rodeado de sus más caros amigos. Tal vez fue suficiente para él, que siempre rehuyó a las vidrieras. No lo es para nosotros, que a través de su muerte descubrimos la medida exacta de la ingratitud de este país con uno de sus mejores hijos. Este país, estafado desde hace tanto tiempo por los mercaderes de la esperanza, nunca supo quizás que lo tuvo...

 

            Y un suave aguacero cayó en la tarde del domingo, para hacer más dulce su partida. Y Juan Andrés Cardozo perdió su habitual circunspección para despedir al poeta, irreemplazable compañero de tareas. Escarbó con sensible emoción en la poesía de Appleyard, en su reflexión recurrente sobre el tiempo y aquel ciclo entrañable dedicado a nuestros diciembres. Lo definió como "un gran poeta paraguayo" y añadió que este fue "un gran poeta de la vida, un modelo de intelectual comprometido con la verdad de su tiempo,... seguramente el poeta con mayor capacidad para vincularse con la gente".

            Le siguió el Dr. Gerardo Fogel. "Las palabras enmudecen, se vuelven parcas y paupérrimas para despedir a un gran orfebre de la palabra" dijo el viceministro de Cultura, quien aludió a grandes rasgos a la fecunda y prolífica labor del escritor, que cultivó todos los géneros literarios. Saludó al destacado representante de la generación del 50, pero también a "una persona humana de excepcionales cualidades, dueño de un amor contagiante por la vida, al defensor de la belleza y de la libertad".

            A Víctor Casartelli le tocó despedir al "amigo impar", quien empezó señalando que "El Parnaso paraguayo está de duelo". Se refirió brevemente a la "rutilante urdimbre de su vida y su obra" para resaltar que el poeta ha legado una obra brillante y valiosa, en una actitud humana que no halló pausas ni claudicaciones. "Fiel a su precepto de hierro de que el poeta una manera de ser -dijo Casartelli-, hasta el último día mantuvo impoluta su pluma". E hizo el feliz balance de que Appleyard "vivió sus días entre el amor a la poesía, el amor a su patria y el amor a su gente".

            Osvaldo González Real, quien habló en nombre de la Sociedad de Escritores del Paraguay, se refirió a las fuentes en las que había bebido el poeta Appleyard, recordando su profunda afición a Machado y a Juan Ramón Jiménez, así como a los representantes de la generación del 27. Señaló algunos hitos de su admirable poesía como los alcanzados en su libro Entonces era siempre y terminó recordando "su tesitura mística, afín a la San Juan de la Cruz".

            Y el padre César Alonso de las Heras cumplió el rol doloroso de despedir a su discípulo, uno de los más brillantes que ha tenido. Habló en representación de la Academia Paraguaya de la Lengua y como amigo del que se fue. "Yo no te digo adiós, ya lo he dicho dos veces...", advirtió el sacerdote, recordando seguramente las muertes de Mazó y Gómez Sanjurjo, en un texto poético lleno de alusiones entrañables a una relación que rindió sus frutos invalorables a la literatura paraguaya. "A pesar de este islote insolente -dijo el padre Alonso-..., ya eres para siempre, el poeta...".

            Emilio Pérez Chávez y Nila López fueron los últimos. El primero habló en nombre de varias generaciones de la Academia Literaria y recordó nuevamente a San Juan de la Cruz, cuando dijera que "En el atardecer de los días/ seremos juzgados por el amor". La segunda le dijo: "Estamos contigo, estás con nosotros, el sauce permanece". Los amigos de José Luis se diluyeron rápidamente en la tarde que empezaba a ponerse tensa, agitada por vientos más populares que la poesía. El poeta sabía de estas cosas y tal vez, hubiera sonreído.

            (La Nación, 16 de febrero de 1998)

 

 

 

UN SOL DE FUEGO DESPIDIÓ AYER A DOÑA JOSEFINA PLÁ

 

Ella partió suavemente recostada en la muerte, la cabeza ligeramente ladeada y el cuerpo asumiendo una postura no usual para quien inicia un viaje como éste. Parecía flotar entre sus lienzos blancos, pequeña y dulce. Así como eligió una manera de ser, a veces contra el mundo, había elegido un modo de partir. Y el sol se sumó entero a las personas que llegaron a despedirla, en el cementerio de La Recoleta.

 

            La tarde apenas había promediado. El sol bajó entero sobre el centenar de personas que llegó hasta ese rincón de La Recoleta y puso un color distinto en la despedida a esta mujer que un día había escogido esta tierra caliente, lejos de su nativa isla de Lobos, en Canarias. La tarde pareció tomar su signo vital, desafiante. Y así lo entendieron todos quienes ya guardan para siempre su palabra vibrante, luminosa. Por eso fueron muchos los que hablaron bajo ese sol de fuego, mientras ella flotaba ya en la muerte, dueña al fin de sus hondos secretos.

            Víctor Jacinto Flecha fue el primero, y en su alocución, el poeta y periodista resaltó: "No existió en la historia contemporánea paraguaya un hacer intelectual o artístico en que Josefina Plá no estuviera presente". Recordó que al igual que otros compatriotas suyos como Rafael Barrett o Viriato Díaz Pérez, "se entregó a esta tierra para vivir con ella los áridos avatares de su historia", y destacó: "Josefina pudo haber elegido otros territorios más benignos para el desarrollo de su arte, sin embargo quedó enraizada aquí donde quizás ella sintió que la necesitaban", resaltando su amplísima labor en las artes plásticas, la poesía, el teatro, la crítica, la narrativa, la historia, el periodismo, etcétera.

            Cecilia Silvera de Piris, Viceministra de Cultura, habló posteriormente señalando "el duelo de la cultura nacional por la pérdida de doña Josefina Plá, quien eligiera nuestro país sin haber nacido en él, para volcar todo su quehacer artístico e intelectual". Destacó su labor de difusión de las poetisas paraguayas y su tarea precursora de la reivindicación femenina.. "Entrañable figura de la cultura, doña Josefina Plá, con una generosidad inmensa y un renunciamiento a toda ostentación vana, dejó una obra invalorable que hizo honor al Paraguay, a su historia, a su arte y a su cultura, siendo esa misma generosidad que la llevó a convertirse en una cátedra abierta, irradiando sus conocimientos sin distinciones a todas aquellas personas que acudían a ella" dijo también la Viceministra.

            Luis Hernáez habló en nombre de la Sociedad de Escritores del Paraguay, despidiendo a "esta canaria ejemplar que, sin olvidar su España de origen, supo amar y supo entregarse al Paraguay que escogió". El escritor mencionó los diversos campos de trabajo de doña Josefina y destacó su contribución al proceso de formación y capacitación de quienes se allegaron a su ayuda. "Recuerdo que, entre las intensas idas y venidas de su trabajo de creación, siempre encontró tiempo para alentar y potenciar la labor de los jóvenes" dijo Hernáez y agregó: "En mi opinión, ese gesto describe con acertada exactitud el perfil de esta gran mujer y su apasionada dedicación".

            BUSCANDO LA BRÚJULA

            Rudi Torga habló a su vez, en nombre de quienes fueron sus alumnos en la Escuela Municipal de Arte Escénico: "Ña Josefina Plá la llamábamos los indoctos que llegábamos a su casa, ansiosos, a buscar nuestra brújula en su voz -dijo en su emocionada recordación el teatrista-. Serenamente vivió obsequiando su magisterio en un largo renunciamiento a toda vana ostentación. Rodeada de gatos, su vida pasó y, en diálogo con ellos, acaso arrulló los sueños humanos que en su ser cobijó. En nuestra tierra encontró el amor breve y eterno, y ese amor fue el jazminero que perfumaba su corazón".

            Alcides Roa, por Autores Paraguayos Asociados, señaló por su parte que "las letras paraguayas, la literatura española, la poesía universal, están de duelo con la desaparición de doña Josefina Plá, quien por sus obras, sus méritos, su modo de vida, ya ha ingresado a la eternidad". Señaló que doña Josefina prestigió con su presencia las filas de la entidad de autores, siendo la socia número 2, por el año 1950. "Nació en la vieja y lejana España, pero su corazón fue paraguayo y honró más que nadie a esta tierra a la que amó intensamente. Su vida fue un modelo de honestidad, vivió en mansedumbre, en la humildad de los auténticos" dijo el presidente de APA.

            Roque Vallejos habló en nombre de la Academia Paraguaya de la Lengua y de la Sociedad Científica del Paraguay. El escritor y crítico leyó un texto titulado "Más allá de los astros", que decía entre otras cosas: "A la gloriosa edad de 96 años, Josefina Plá ha hecho realidad lo que anunció su lira, cambiar sueños por gloria, título de uno de su más bellos poemarios, publicado en 1984. Desandar el camino equivale a ir en busca de la soledad y la muerte. Josefina Plá, con su fina sensibilidad, ha intuido desde siempre adónde conduce específicamente la brújula de la vida. Sus temas han sido, como las grandes trágicas de Hispanoamérica, el amor y la muerte, la soledad y el tiempo".

            "Vivió en alerta lírica desde los primeros años de su pubertad, duermevela, presta a su perenne cacería de metáforas -dijo también Vallejos-, sonámbula impertérrita que deambuló su propio inconsciente. Su poesía debía ampliar los dominios de la realidad del hombre, si no quería fungir de mera palabra vestida de ceremonial".

            EL INCENTIVO DEL DOLOR

            A Maybell Lebrón le tocó hablar en nombre de Escritoras Paraguayas Asociadas y dijo: "Gente de prensa, ceramistas, grabadores, poetas, despedimos a Josefina con la sagrada reverencia a un talento excepcional, y con el cariño a quien supo dejar atrás mares y patria para darse por entero a su tierra de adopción. Con lucidez y coraje irrumpió en las letras paraguayas, rompiendo barreras y abriendo caminos en su condición de mujer frágil, bella, llena de sueños y, como dice el profesor Hugo Rodríguez Alcalá, prodigiosa trabajadora". Lebrón destacó la labor periodística de doña Josefina y su asombrosa cultura literaria, que siguió floreciendo y fructificando con el correr de los años. "Perdió a su compañero Julián de la Herrería, pero el dolor fue para ella incentivo para dedicarse de lleno a su pasión literaria y sus poemas fueron y serán por siempre acervo invalorable de la literatura paraguaya" dijo la escritora.

            Carlos Colombino quiso también despedir a doña Josefina "porque ella nos ayudó a crecer -dijo-. Hemos trabajado juntos; nos criticó, nos enseñó a aceptar la crítica, a morder el polvo y a levantarnos. Nos insistió en que el desamparo es la mejor compañía. La soledad no hacía pensar, y ella nos dejó solos, sin abandonarnos. Fue difícil, la vida había sido difícil con ella, creyó que la facilidad no hacía bien a nadie. Dijo que había que trabajar, que nunca se tenía que aceptar el destino, había que forjarlo".

            "Nos alumbró desde su pequeña galería llena de gatos -añadió el artista- Sabíamos que ella estaba allí, ella aún resistía en un país donde todo se oscurecía. El foco de la galería de doña Josefina nos ayudaba en medio de esa historia larga de la dictadura. Quizás podamos imaginar otra historia para este país en el siglo que se inicia. Ella la comenzó a construir con su sabiduría.

            El Director de Cultura de la Municipalidad, Jorge Rubiani, dijo por su parte: "Despedir los restos de doña Josefina Plá, más que una despedida puede ser un acto de contrición por todo lo que ella hizo por nosotros, en vez de hacer nosotros lo que teníamos que hacer y no pudimos o no supimos hacer. Ella fue mujer, fue inteligente, fue culta; escribió, hizo cosas que este país no perdona a mucha gente, y mucho menos a una mujer. Lo que queda de ella, la herencia que recibimos de ella, es algo que nosotros, los paraguayos, todavía tenemos que merecer".

            Juan Andrés Cardozo hizo también una extensa reseña de la vida y la obra de doña Josefina Plá y finalmente, Gladys Carmagnola leyó un poema en homenaje a la fallecida. Un largo aplauso rubricó la despedida a esta extraordinaria mujer.

            (La Nación, 13 de enero de 1999)

 

********** LENTE LITERARIA **********

 

JOSÉ LUIS APPLEYARD,

EL SILENCIO Y LAS LÁMPARAS

 

"Qué es el dolor, preguntas. No me engaña tu voz, casi quebrada..." escribía hace sólo algunas semanas, en su columna habitual "Desde el tiempo que vivo", el poeta. Y hoy de pronto nos calzan sus palabras, ante la ausencia con que nos golpea, o esa nueva presencia que asume, desde el silencio hondo de sus textos. "Nacemos con dolor -nos dijo entonces- y morimos con él. Parte del ser humano, sin él no existiría la euforia, pues ella llega cuando él cesa. Ese dolor es nuestro como es nuestra la vida y ésta sin aquél sería sólo un desierto monótono y estéril. El dolor y la sal son condimentos sin los cuales todo parece soso".

 

            Desde hace un buen tiempo, José Luis parecía prepararnos para esta muerte tan repleta de él. En ese tono suyo, donde el endecasílabo ya era natural como el aire, nos iba hablando de la muerte... y de la vida de la muerte. Profeta como todos los buenos poetas, escribió ese increíble poema "Estamos en febrero", donde pasó revista a todo lo que late y ha latido en este mes que, por extraño azar o coincidencia, lo ha llevado. "Calor y chaparrones. Viento sur pasajero./... Golpes, revoluciones,/ destierro y escarceos./.. San Valentín. Febrero para los enamorados. (El día exacto, José Luis, en que ibas a partir)/. El carnaval se llena de traseros desnudos.../Febrero brinda frutas./Las hace más maduras/ y hasta más perfumadas./...Recordemos que en él cayó la dictadura./ Y una hermosa candela iluminó a San Blas... ".

            Y en otra página del libro "Cenizas de la vida" -el último puñado de poemas que dejó en nuestras manos- nos dijo: "A veces pienso que me estoy aislando,/que me voy separando lentamente/ de tantos hombres y de tantas cosas... "Y anticipando su silencio, dijo luego: "Las complejas vidrieras de la tarde/ se llenan de rubores escarlatas./ Es el momento exacto en el que debo/ iluminar las lámparas de casa".

            Pero las lámparas se iluminaron para siempre, desde aquél poemario inicial amasado con versos casi adolescentes, puro talento y promesa deslumbrante, junto a José María Gómez Sanjurjo y Ricardo Mazó y Ramiro Domínguez. Y sólo fueron alumbrando más luz. Desde esos surcos hondos en que temblaron el amor, el calor de la tierra y el color de la infancia, hasta esas cumbres desde donde el poeta abarcó con sus ojos de águila la anchura del vivir.

            "El amor es también una fuente constante del dolor" escribió hacia el final de aquél texto, al principio aludido. Por eso en este trecho final de febrero, nos duele tanto amor hoy silencioso, durmiendo en tantos libros que nos dejó el poeta... Aunque sus lámparas no vayan a apagarse y alumbren, más hermosas, la noche de la ausencia.

(La Nación, suplemento Cultural, 22 de febrero de 1998)

 

 

POR ESO SIGUE SIENDO

 

            Aquí estuvo. Aquí está... podríamos decir parafraseando sus propios versos. Pero yo sé que estuvo,/ y su estatura/ ahora es perímetro de huertos... Ella ha concluido su paso por la tierra y sus huellas abarcan inmensurables y fructíferos huertos. Cosecha para rato habrá, para todo el que quiera desenhebrar sus sueños, náufragos dolientes, burladores burlados de muerte vuelta vida, sus dagas luminosas abriendo en carne viva la soledad del hombre y su palabra sola, inútil, y también irrenunciable.

            Josefina ha pasado, pero queda su verbo lacerado y ardiente, el que dijera que Vivir es extraerse del corazón cada mañana/ una brasa de sueño para seguir creando. Se queda su temblor de mujer, reverberando en cada línea amasada con sudor generoso, igual que el barro que tomara en sus manos, materia tibia para hacer del temblor puro, infinito amor... Tal vez por eso dijo Donde pones tu pie, yo estuve, estoy. Te apoyas en mi pecho/ y te sostengo. Eso sí, no sin antes advertir que el amor es un descanso imposible, un más allá en perpetuo reto... (..) Esto el amor Seguir tu forma inacabada,/ sonámbula por todos los corredores de la muerte.

            Josefina fue amor que seguirá latiendo sin descanso en los huertos sembrados con su verbo fecundo. Es amor, desafiando a la muerte. Josefina, habitante del sueño que no muere, Josefina poesía que sueña ser custodio de sueños no despiertos aún, o bien sueño sin rótulo,/sueño que un día ha de abrir sus siete sellos.

            Por eso sigue estando, por eso sigue siendo. Ha de seguir mientras existan esos remotos territorios dormidos, mientras querramos atrevernos a saltar a su orilla, mientras seamos capaces de vislumbrar el sueño.

(La Nación, suplemento Cultural, 17 de enero de 1999)

 

 

MAROSA DI GIORGÍO,

AQUELLA MUJER INOCENTE Y PERVERSA...

 

            La vi y la escuché por primera vez hace unos cuantos años en Rosario, en ese bello festival que se realiza allí anualmente. Presencia extraña e inquietante la de esta mujer que vestía un blanco purísimo, junto a un rojo que despedía llamas en ese auditorio atiborrado de poetas y amantes de la poesía, personas especiales se diría, pero mucho más convencionales en la comparación... Más extraña e inquietante cuando subió al pequeño escenario y con esa mirada distanciada del mundo, dueña absoluta del que llevaba consigo, empezó a desgranar esos poemas aún más extraños e inquietantes. Poemas-cuentos o cuentos-poemas, daba lo mismo...

            Estaba diamantina cuando se unció al hombre aquel que la dejó enseguida y quedó asustado.

            Ya no recuerdo si fue este poema-cuento el que dijo en primer lugar, pero pudo haber sido. Porque se derramó luminoso, transparente y sensual, de sus labios.

            Marosa, descalza, clara y encendida, mirándose por dentro, sin prisa, como un árbol plantado en esa tarima, dueña del aire que la rodeaba, derramaba sin prisa la poesía, lo mismo que esas flores color sangre que esparcía en el escenario...

            A través de las espinacas negras salió a mirar la noche. Había una luna roja. Y armó la trampa. Casi siempre caía alguna mujeruca bella. Y allí mismo la tocaba hasta el ovario.

            Pudo haber sido el segundo o el tercer poema-cuento. Porque después de ese primer impacto transparente, vino el látigo lascivo y desnudo. Y la magia se destiló por canales invisibles, inasibles, incontrolables, cuando Marosa terminó el relato diciendo

            Luego, saltó del lecho y se envolvió en su gasa, cuando él aún lamía los restos del festín y el ámbar/ Ella se iba por los ramajes negros, iba su paso punteado en oro, su eterno paso./ Iba el hada allá en lo hondo de la noche esa./Bellísima. Avergonzada.

            Y la magia se repartió en una lluvia que pasaba de lo dulce a lo cruel, de lo cruel a lo triste, de lo triste a lo sarcástico, entre lunas y lobos, hongos, lagartos y ungüentos, senos que menstruaban y gatos con tres ojos, y primas a las que les salían ojos grandes, celestes, de pestañas largas, en todo el cuerpo...

            Qué pedrerías, Marosa, como dijeras en ese deslumbrante Camino de las pedrerías...

            Un día, Marosa vino al Paraguay y reprisó para mí aquel extraño ritual, con la misma mirada distante y las mismas flores, los mismos látigos y caricias, renovados en nuevos jardines y monstruos mágicos... El ritual se cumplió ante un grupo pequeño de personas y su paso por Asunción pasó casi desapercibido. Sin pretender explicaciones del hecho, a mí me queda el recuerdo de esa mujer inocente y perversa, blanca y roja, dueña del mundo que llevaba puesto, mirándose los seres dulcísimos, terribles que la habitaban...

(La Nación, suplemento Cultural, 3 de octubre de 2004)

 

 

 

LA LITERATURA GUARANÍ DEL PARAGUAY,

DE RUBÉN BAREIRO SAGUIER

 

Literatura Guaraní del Paraguay.

Rubén Bareiro Saguier, Servilibro, Asunción, 2004

 

            I

El verdadero Padre Ñamandú, el Primero,

de una pequeña porción de su propia divinidad,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

en virtud de su sabiduría creadora,

hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.

 

            II

Habiéndose erguido,

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora,

concibió el origen del lenguaje humano.

de la sabiduría contenida en su propia divinidad,

y en virtud de su sabiduría creadora

creó el fundamento del lenguaje humano

e hizo que formara parte de su propia divinidad.

 

            No podíamos dejar de invocar estos primeros párrafos del capítulo II que da nombre a ese extenso y magnífico canto Ayvu Rapyta o El Fundamento del Lenguaje Humano. Porque en estas palabras, rescatadas un día de los mbyá guaraní por la pasión visionaria de Don León Cadogan, está también, a mi modesto entender, la llama que iluminó este libro que hoy me toca presentarles, por esos honores extraños que a veces nos da la vida. Entre paréntesis, la osadía sobre esta situación comprometedora en la que me veo esta noche, es del autor del libro, hombre que ha tenido, desde luego, grandes atrevimientos en su vida, uno de los cuales se volcó en estas páginas. O a lo mejor es el gua'i de Don Cadogan quien pícaramente, nos está poniendo del revés las cosas. Pero, puesta en el brete, no voy a pretender enfoques ni tonos que no me corresponden. Así que, cerrando el paréntesis, les ruego escuchen ustedes esta modesta presentación exactamente como cuando se oye al discípulo hablar de su maestro, o al hijo de su padre, y tengan condescendencia por lo que no alcance a desentrañar, o lo que malentienda tal vez en este libro, quien es apenas una humilde buceadora del universo profundo de nuestra lengua guaraní.

            Les decía que estamos aquí porque un día Nuestro Padre Ñamandú, el Primero, creó el fundamento del lenguaje humano. (Ñande Ru Papa Tenonde oguerojera). Porque ese hallazgo maravilloso de Cadogan nos develó un legado insospechado y un compromiso al que algunas personas como Rubén Bareiro Saguier hicieron honor. En el caso de Bareiro Saguier, él interpretó ese compromiso con todo un conjunto de tareas importantes que fueron abriéndole algunas postergadas y merecidas puertas de reconocimiento a la palabra guaraní y su sabiduría. Entre esos trabajos se cuenta este valioso libro publicado en primera edición en 1980 por la Biblioteca Ayacucho, que en buena hora hoy tiene una segunda edición con Servilibro.

            Literatura Guaraní del Paraguay empieza precisamente, luego de la importante Introducción que se ofrece en las primeras páginas, con la transcripción casi completa del Ayvu Rapyta, el extenso canto de los mbyá guaraní recogido por Cadogan, que se inicia con las primitivas costumbres del colibrí y recorre en esa serie de bellísimos textos poéticos, toda la creación del mundo, la llegada del diluvio, la creación de la nueva tierra, los conjuros y remedios para los males humanos y las normas para una buena vida. Le sigue la transcripción del Yvyra ñe 'ery (Fluye del árbol la palabra), del que Bareiro Saguier extrajo los textos más literarios, según él mismo aclara, como ese bello relato-diálogo titulado El Agua Genuina y otros más, en los cuales los informantes mbyá hablan de una mítica Abuela que vivía en el Centro de la Tierra, desgranando de a poco, toda una serie de revelaciones de un riquísimo contenido simbólico-poético. Modestamente interpretamos que la apertura de la extensa y maravillosa serie de textos recogidos en este libro con el Ayvu Rapyta de los Mbyá se debe simplemente a que el mismo fue considerado el gran hallazgo, un hito histórico en la aventura de acercamiento a los grandes secretos de los guaraní.

            Es cierto que el alemán Kurt Unkel había sido el primero en llenar ese hueco de silencio de cuatro siglos que menciona el mismo Bareiro Saguier en su Introducción, cuando este investigador alemán se hizo guaraní para acceder a los misterios de los apapokúva guaraní y se convirtió en Nimuendaju, el Ser que crea su propio lugar, y recogió así los primeros textos míticos que luego de publicarse en Berlín en 1914, se conocerían en español, en una pequeña edición titulada como Leyenda de la creación y juicio final del mundo como fundamento de la religión de los Apapokúva Guaraní, en 1944. Pero ni Bareiro Saguier ni otros importantes estudiosos de estos trabajos pioneros, dudan de que fue León Cadogan quien accedió con mayor profundidad al universo mítico-religioso de los guaraní, entre cuyas recopilaciones, el Ayvu Rapyta significó la revelación de la obra más majestuosa que guarda las claves del pensamiento y la religiosidad guaraní, por lo cual pasó a ubicarse junto a los grandes textos sagrados americanos como el Popol Vuh de los mayas, marcó historia en la bibliografía relacionada con la literatura indígena del continente. Los textos recogidos por Nimuendaju se encuentran un poco más adelante y Bareiro Saguier tampoco olvida en los momentos que reclaman el gesto, los aportes que fueron sumando a este descubrimiento inacabable, Grünberg, Clastres, Meliá, Samaniego y otros.

            A los textos de los mbyá siguen los correspondientes a los Pai Tavytera, basados en gran parte en recopilaciones de Marcial Samaniego y traducciones posteriores de León Cadogan. Serie en la que se incluyen por ejemplo el hermoso canto ritual de nuestro Abuelo Grande Primigenio, el que se amamantó en las flores del Jasuka, flores que pueden ser comparadas con los pechos de nuestra madre... Ese que dice en un momento:

            He llegado con mis llamas. He llegado con mis palabras.

            O el canto ritual de la Tacuara Llameante, adorno bendecido por el Abuelo en sus nupcias con la Abuela Takua RendyJu Guasu, (Tacuara llameante grande) que calmó los celos y el enojo de su esposo, cuando éste se marchaba entre relámpagos... Textos que nos deslumbran también por su profundidad y belleza, perteneciendo a una de las etnias más aculturadas de lasque sobreviven en el Paraguay, tal como lo recuerda Bareiro Saguier.

            Y aquí llegan los textos de los apapokúva guaraní, recopilados por Nimuendaju y traducidos por Juan Francisco Recalde, en un capítulo que incluye también otros recogidos de los Ava Chiripá por Miguel Alberto Bartolomé, entre los cuales, Bareiro Saguier encuentra afinidades relativas a la temática y la estructura del relato mítico. Algunos poemas recopilados por Cadogan entre los chiripá, unos kotyu colectados por Meliá y un relato sobre el origen del fuego que transcribió Clastres completan este apartado, del cual nos permitimos también rescatar un breve fragmento, el que inicia precisamente esa Leyenda de la Creación del Mundo:

            Ñanderuvusu vino solo, en medio de la oscuridad se dejó ver. Los eternos murciélagos ya estaban allí y lucharon (con él) en la oscuridad. Ñanderuvusu tenía el sol sobre el pecho. Y trajo el eterno palo cruzado, lo colocó hacia Naciente, pisó encima, empezó la tierra (a nacer). Hoy día, el eterno palo cruzado quedó como sostén de la tierra. Luego que él quite el sostén caerá la tierra...

            Y sigue un capítulo especialmente conmovedor, que reúne los textos de ese pueblo que canta su muerte, como reza el título de la introducción respectiva, los Aché Guayaki, ese pueblo considerado como perteneciente al estadio proto-guaraní, que se había resistido al contacto y fue siendo acorralado inapelablemente, por el etnocidio y el ecocidio. Los textos se deben a recopilaciones de Mark Munzel, con la colaboración de Meliá en las traducciones, un canto recogido por Clastres y otros que fueron tarea de Cadogan.

            Uno de estos cantos de la agonía de los Aché dice:

 

Esa es mi canción indignada:

un extraño se esfrega con nuestras mujeres,

nada semejante a como gustan ellas

el dulce líquido de la flecha del Aché.

El extraño no las conmueve como nosotros,

pero el llanto de las mujeres remueve sí

nuestros antiguos lugares.

Golpeándolas,

las macanas de los antepasados les hablan,

al igual que nosotros lo hacíamos antes,

a esas mujeres que ya son poseídas

por los verdaderos cazadores

como nosotros,

detrás de nuestros numerosos antepasados,

ahora nuestros enemigos,

huirán no pudiendo ya permanecer asentadas.

 

            Y agrega un poco más adelante:

 

Oh, mis finadas hermanas,

figuras de mujer de hermoso sexo,

saludad con el hermoso saludo de lágrimas,

no cantéis canciones de escarnio

contra el desvirilizado, el descazadorizado.

Oh, mis hermanas,

figuras de mujer de sexo fallecido,

vosotras hablasteis, sí,

vosotras saludasteis

con el hermoso saludo de lágrimas

a mi perforador de labio -él soy yo-

cuando puso el pie y el asta de flecha

sobre el derribado pájaro jacú...

 

            Bareiro Saguier advierte sobre la gran dificultad que entrañó la transcripción y traducción de estos textos, provenientes de una lengua tan diferente al castellano, una lengua no del todo descifrada hasta entonces, llena de giros poéticos particulares.

            En esta nueva edición de Literatura Guaraní del Paraguay, Bareiro Saguier incluye también los textos de esa hermosa compilación realizada por Carlos Martínez Gamba bajo el título de Ayvu Rendy Vera (El cantó resplandeciente), que rescata también textos míticos de los Mbyá guaraní de Misiones, en las huellas de Cadogan.

            El libro lleva asimismo un Apéndice dedicado a la Tradición Guaraní y la Literatura Paraguaya, en el cual Bareiro Saguier busca el componente guaraní que duerme en nuestras letras. Analiza el fenómeno del guaraní paraguayo y advierte sobre las confusiones y falsas adopciones de elementos guaraní en Natalicio González, Víctor Morínigo y en la llamada Generación Nacionalista Indigenista, integrada por Narciso R. Colmán y otros. Bareiro Saguier es especialmente crítico en cuanto al de Rosicran, quien pretendiendo transcribir relatos mitológicos, cayó en importantes inexactitudes, según señala nuestro autor. Como la ubicación de Tupá en la jerarquía del Dios creador, cuando en la teogonía mbyá guaraní éste ocupaba el quinto lugar y lugares aún más secundarios en otras parcialidades.

            Y extiende su análisis a un texto de Roa Bastos sobre el Génesis de los apapokúva Guaraní, apelando a Meliá, quien explicaba que el escritor no podía dar una nueva versión culta del mito, sino una transformación, concluyendo que Roa interpreta y proyecta un mito, porque él mismo procede de él y que el mito bien usado no es expropiación, sino que nos permite el honrado ejercicio de nuestro propio espíritu.

            Rubén Bareiro Saguier no ha desdeñado por lo tanto, desbrozar la maleza en este jardín exuberante que ha rescatado y expuesto al mundo, recurriendo a las traducciones más autorizadas, en castellano. Con el respeto, la inquietud y la conciencia de estar realizando una transcripción, abriendo puertas a la posibilidad futura de una re-escritura que, estamos seguros, realizaría con esta misma actitud.

            ¿Qué podemos agregar sobre este libro que abrió caminos importantes al conocimiento de ese universo cultural casi desconocido en el mundo por entonces, poniéndolo al alcance de los círculos académicos más prestigiosos del mundo? Es casi redundante pero al mismo tiempo justo recordar que se convirtió en fuente imprescindible de consulta para los investigadores del mundo que se fueron sumando a esta tarea invalorable de revalorización de la cultura guaraní. Que junto a los textos pioneros del que se extractan importantes capítulos, y algunos que vinieron después, es considerado un libro capital, imprescindible en la bibliografía relacionada con esta cultura.

            ¿Qué puedo decir de su autor, que al igual que este libro, ha cometido otros atrevimientos memorables, impagables, en ese camino difícil, plagado de oscuridades, de reconquistar el merecido respeto a la lengua y la cultura guaraní? Tal vez recordar solo uno más de estos atrevimientos: el que permitió a la lengua guaraní el reconocimiento histórico de lengua oficial de Estado, en la Constitución del 92.

            Y en cuanto a lo que aquí me convoca, yvy rymbami omañáva mbyjáre, después de mostrarles al menos unos resplandores de este libro que es materia pura del misterio y la poesía, cederles el turno para esa gran aventura que nos propone Rubén Bareiro Saguier en sus páginas, luego de darle nuestro humilde pero inmenso Aguyje.

(Takuapu, No. 1, abril de 2005)

 

 

AUGUSTO ROA BASTOS,

EL POETA OLVIDADO

 

            Seis novelas y diez volúmenes de cuentos dio a conocer Augusto Roa Bastos entre 1953 y 1995, año éste en que recibió el Premio Nacional de Literatura en su país, Paraguay. Hace un par de años, el escritor prestó su pluma para la creación a cuatro manos de la obra Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco, junto al brasileño Eric Nepomuceno, el argentino Alejandro Maciel y el uruguayo Omar Prego. Y de tanto en tanto, menciona una nueva novela en la que viene trabajando desde hace varios años: El país detrás de la lluvia.

            Esta es la cosecha primordial del escritor paraguayo de mayor trascendencia internacional, galardonado con el Premio Cervantes en 1989, cuya obra Yo El Supremo es considerada una de las más admirables que haya dado la literatura latinoamericana de las últimas décadas. Una cosecha fuertemente identificada con la narrativa, moderadamente matizada en algunos trechos, por otros géneros.

            Pocos conocen y ha sido poco difundida hasta hoy, la faceta de poeta de Augusto Roa Bastos. Pero la poesía estuvo entre sus terrenos cultivados, especialmente desde fines de la década del 30, hasta los primeros años de la del 40, con algún esporádico regreso, desde entonces.

            Los primeros poemas de Roa Bastos se publicaron en el último lustro de la década del 30, y en 1942 apareció El ruiseñor de la aurora, que despertara algunas críticas y polémicas, por un tono que algunos calificaban de antiguo. Pero muy pronto el escritor estaría considerado entre los creadores de la poesía más avanzada del Paraguay, junto a Hérib Campos Cervera y Josefina Plá, aunque Roa haya tenido a éstos como sus maestros.

            Rubio color de la espiga,/ no te mueras por la tarde,/ que el hombre mira sin ojos/y sin voz llora penares,/por la tarde... Estos son los primeros versos de Lamento de la espiga de la tarde, que corresponde a aquel primer ciclo poético de Roa Bastos.

            El escritor integraba por el 40 el grupo Vy'a Raity (Lugar de la Alegría), que vio la gestación y el crecimiento de una brillante generación de escritores paraguayos. Josefina Plá es señalada como una de las portadoras de los nuevos aires que soplaban por entonces, especialmente desde la península ibérica, y que el crítico Miguel Ángel Fernández define como post vanguardistas.

            En 1960, Roa Bastos publica El naranjal ardiente, en el que ya se advierten tonos más contemporáneos con los que predominaban en el mundo hispánico, y al mismo tiempo, profundamente marcado por los trágicos sucesos políticos que vivió el Paraguay a partir de la guerra civil del 47.

            ¿De qué recodo sales y me tapas/ los ojos,/ de qué patio perdido entre arboledas/ te desprendes y subes/ opaco pensamiento/ de la tierra? Así rezan los primeros versos de Invocación al polvo nativo, poema dedicado a Carlos Villagra Marsal, que estuvo incluido en aquel poemario que marcaría casi la despedida de Roa Bastos de la poesía.

            El naranjal ardiente incluía algunos poemas en guaraní, reconocimiento claro del poeta hacia una lengua que compone el universo bifronte guaraní-castellano al que Roa Bastos se refirió alguna vez, como a un "mundo sincrético, desequilibrado, (sin embargo), en su triple vertiente idiomática, simbólica y mítica". Una lengua a la que aludió como "el fondo matricial" que gobierna los modos de expresión de los escritores paraguayos.

            Un poema muy breve de este apartado, titulado Ñane ñe'ẽme (En nuestra lengua), expresa: Ambojerovia haguã/ che kyhyje ha che kéra/ aiko añemoakãngyta/che kysépe ha nde réra./ Apáy vovénte ajuhu/ ikusugue che akãguype/ kyse chavi ha yypype/ peteĩyvoty che retũ(Deseando dar crédito/ a mi miedo y mi sueño/ suelo usar de almohada/ mi cuchillo y tu nombre./ Al despertar siempre encuentro/ calcinado, bajo mi cabeza,/ el pequeño puñal y muy cerca,/ una flor que me besa.) Octosílabos perfectos en el poema original, la traducción aproximada nos corresponde.

            En 1953, Augusto Roa Bastos anunció su retiro de la poesía, con un sentido poema a la muerte de su amigo Hérib Campos Cervera, que decía hacia el final: Mi mano de poeta/ queda clavada aquí, sobre tu cruz,/por siempre. (..) Y mi silencio/ cuelgue su cencerro/ de arena/ del cuello ardiente de tu melodía.

            Pero la poesía pudo más y guió de nuevo la mano de Augusto Roa Bastos algunas veces -quién sabe cuántas-, para asomar nuevamente en 1983, bajo el título sugestivo de Silenciario, mientras el autor confesaba que la escritura de este género se había vuelto para él "un ritual de carácter casi religioso". Y la editorial El Lector recogió toda esa obra poética casi desconocida en el volumen de Poesías Reunidas, en 1995, reeditándola en este año de 2003. Silenciario es un conjunto de poemas despojados, signados por la angustia entre el decir y el silencio. El poema que da título al libro expresa: La interjección soez lo clava/ sobre el humo/ entre las crepitaciones/hace la señal de la cruz/ escupe sobre el fuego/su ruego último en el nombre del hombre/sólo entonces se tumba a dormir/ haciendo humo por todas partes. Y este hondo ruego que el autor supo decir en el nombre del hombre, rescata nítidamente ante nosotros al Roa Bastos poeta.

(Periódico BILBAO, Bilbao, junio de 2005)

 

 

 

 

********** LENTE DIVERSA **********

 

 

CARTAS DE ESPAÑA

EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA

 

            Que este país está cambiando mucho, ya no es novedad. Pero yo creo que además, está tratando de ponerle al cambio unos cimientos lo suficientemente sólidos como para que esto dure y valga la pena; como para que la democracia no se quede en la simple fachada. Es que estas cosas no se inventan de un día para otro, y España está todavía en un nivel experimental en muchos terrenos, para cumplir ese manido lema de "crear las bases". Para saber nadar, hay que largarse al río. Un lindo y alentador ejemplo, creo que es la implantación este año, entre las asignaturas de educación primaria y secundaria, de materias tales como educación sexual, drogas, educación vial y lenguas para las nuevas regiones autonómicas.

            Empezando por la educación sexual, que es un tema peliagudo y polémico, es interesante lo que dice el Ministerio de Educación Español sobre el objetivo que se propone con esta materia, que "va más allá de una mera información sobre anatomía y reproducción y consiste en la comprensión de los aspectos físicos, emocional-psíquico, social y ético de las relaciones hombre y mujer". Y consciente del papel que ejercen en este terreno, advierte que "los padres y educadores corren el riesgo de comunicar por medio de sus actitudes, sus sentimientos más profundos sobre el tema. Para evitarlo es preciso poseer una madurez y dominio de sí mismos, que les permita transmitir con seguridad, sencillez y naturalidad, la información libre de prejuicios, de miedos ocultos, de sentimientos de rechazo y, todo esto sin caer en la trivialización del tema".

            Se me ocurre en este momento y a propósito de todo esto, que los padres españoles, sobre todo los más jóvenes, aunque lleven todavía ese lastre de miedos, rechazos o vergüenzas, están cada día más conscientes de que deben educar a sus hijos con naturalidad en el tratamiento de estos temas. Fue muy lindo ver por ejemplo este verano en las playas a los niños desnudos, jugando y moviéndose sin ninguna inhibición ni picardía. Cuando no hay represión, la malicia no tiene sentido.

            Bueno, pero este es un tema que desató encendidas polémicas entre los españoles partidarios de esa idea vaga e ineficaz de "la moral y las buenas costumbres" y los partidarios de que hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre, que por suerte son los más. Y todavía se esperan reacciones ante esta acción educativa que viene a tocar un tabú muy representativo de esa España católica que le tiene miedo a estos temas como al fuego del infierno. Esa España que ha echado raíces, hay que reconocerlo. Pero están los que opinan que hay que desarraigar el oscurantismo que ha significado muchas veces un catolicismo mal entendido. Que no hay que seguir engañando no ocultando nada a nadie, empezando por los chicos. Las cosas claras, para una España moderna.

            Otro tema espinoso es el de las drogas, tema que también fue tratado mucho tiempo como tabú, situación que solo favorecía su propagación por aquello de que todo lo prohibido, lo desconocido, etc., tienta al hombre. Y que favorecía, naturalmente, todo lo que las drogas tienen de negocio turbio. Resulta que las drogas corren como agua en los ambientes estudiantiles, y los que le sacan provecho al disconformismo de la juventud con la sociedad de consumo, les ofrecen este producto de consumo ya casi equiparable el desodorante o a los mocasines, en la misma puerta de los colegios. Con una eficacísima publicidad negativa. Por lo que a mí me parece que esta nueva actitud de apertura, información y esclarecimiento viene a cubrir una gran necesidad que existía, de que este tema fuera tratado con adultez.

            Esto de las drogas también provoca ronchas entre los españoles, cuyas opiniones van de un extremo a otro, como sobre todas las cosas en España. Y aquí también encontramos desde esa postura que solo quiere hablar del tema como del virus misterioso y maldito, hasta la de algunos eminentes médicos y psicólogos que opinan que lo malo de las drogas es la prohibición que pesa sobre ellas, y que esta es la que acarrea todos los demás males. Hasta pronto.

(De la serie Cartas de España,

desde Madrid para el Diario La Tribuna, setiembre de 1979)

 

 

 

EL DESCUELGUE

 

            En los agitados años ‘70 estuvo muy de moda la palabra "alienación". Ante la menor equivocación, caída del catre o patinada, te aplicaban la palabrita y estabas liquidado, condenado al público desprecio. Un tiempo después, tal vez con la gran oleada de paraguayos que volvió de las latitudes porteñas, entró en la terminología corriente la palabra "descolgado", cuya vigencia sigue hasta nuestros días. Y es que somos muy propensos a ver descolgados de alguna manera a los otros.

            Vamos a ver, si descolgado quiere decir desubicado, fuera de su realidad, y si esta calificación empezó a usarse en un sentido político, de falla de compromiso, queremos demostrar aquí que verdaderamente existen muchas formas de descolgarse, de inventarse la nube propia. Si empezamos por quienes más frecuentemente suelen aplicar la palabrita a sus semejantes -justamente los políticos-, haciendo un ligero análisis se puede ver que ellos tienen su propio estilo de descuelgue, generalmente no saben lo que ocurre en su realidad más próxima, que el vecino de enfrente murió o que su hijo menor ayer se cayó de un árbol o que la cuenta de la luz ya venció.

            Hay otro tipo de descolgado, señalado también con cierta frecuencia: el que no está "en la pomada", lugar metafórico que reúne lo que se mueve y es importante en una sociedad, que tiene poder en cualquier terreno. Pariente cercano es el descolgado del "ruido", frecuencia metafórica, podría decirse, de quienes están en la onda o en el tapete o en cartelera (no es casual la coincidencia), los que brillan y producen envidia en una sociedad, aquellos de quienes se habla.

            Se puede ir enumerando hasta el infinito. Los descolgados de la moda, los descolgados del fútbol, los descolgados de los programas televisivos, los descolgados de los avances tecnológicos, o sea, de todo eso en lo que se supone está la mayoría o uno debe estar.

            Y están finalmente los más particulares, si cabe todavía particularidad en un descuelgue. Unos amigos nuestros que critican a los artistas del Nuevo Cancionero por razones tales como que "armónicamente, no hacen ninguna propuesta nueva". Chino puro para los cristianos vulgares que caminamos por este país. O sea, unos descolgados. Valga la ocasión para decir que los mejores críticos de todas las artes, en toda su sapiencia, suelen ser unos descolgados. El otro día, un conocido periodista comentó una frase de un crítico de artes plásticas, diciendo que era "una ofensa al sentido común". Pero volvamos a los del Nuevo Cancionero, que seguramente muestran sus propios descuelgues cuando esgrimen la palabra "compromiso" y otras parecidas, en ciertos auditorios que interpretarían las mismas en un sentido muy distinto al pretendido. Unos descolgados. Y para qué ir más lejos, la que suscribe esta columna, escribe ciertas notas y poemas en guaraní, por lo que alguien le dijo: "Escribí na ya de una vez en coreano". Una descolgada.

            Pero ocurre que cada uno ama su propio descuelgue, su propia nube. Y cada uno cree que debe tratar de imponer aquello que por ahora, no tiene asidero. Cree que debe tratar de ser comprendido, de que su "dialecto" se propague y sea aceptado por todos. Cada uno cree que su descuelgue es como una joya valiosísima, sagrada y escondida, que alguna vez será valorada en su justo valor. Y tal vez todos o cada uno tenga su razón muy respetable. Por lo que, aceptar los descuelgues vecinos con un espíritu un poco más amplio, puede ser un pequeño ejercicio de democracia. Respetar no quita el poder disentir y viceversa.

(Revista Cartelera, primera quincena de diciembre de 1984)

 

 

 

ESCOLARIDAD CON MOLINETES

 

            El verano se va, pero seguimos sudando por otras mil razones. Sin tiempo para reponernos de la famosa "cuesta de enero", nos vemos de improviso en el callejón del inicio de clases, sin más alternativa que agachar la cabeza y ver cómo se adelgaza el bolsillo ante la frondosa lista que nos traen los chicos de la escuela. ¿Quién se anima a contradecir algo semejante? ¿Quién se anima a contradecir el merendero y las crayolas y los "championes" argentinos, las hebillas para el pelo de igual procedencia y todo lo que contribuya a una buena educación? Con semejante objetivo, mucho menos se discuten las familiares "contribuciones" para las que es tan justificado el cumpleaños de la directora como el "Día del Alumno Contribuyente".

            Si la vida no tuviera este lado triste en que se pagan las cuentas, cómo disfrutaríamos de ella. Cómo disfrutaríamos por ejemplo de las etapas que van quemando los chicos, manejando de apoco las claves de la comunicación y de la convivencia en esta sociedad que refleja más de un error nuestro. O en el caso de que seamos padres un poco más "aggiornados", disfrutaríamos tal vez de las pataletas de rebeldía que muestran nuestros hijos ante las normas anticuadas que pretendan imponerles. Hasta nos quedaría tiempo para aprender de nuevo con ellos lo que no hemos aprendido hasta ahora. Díganme si no sería divertido y enriquecedor sumergirnos de nuevo, de la mano de nuestro hijo, en el palacio de dulzuras de Hansel y Gretel o en la geografía del África o en la guerra de Troya. O aprender de una vez por todas la regla de tres simple que tantas veces nos hizo falta manejar, entre descuentos y porcentajes de nuestra precaria economía familiar.

            Pero nos toca el tiempo de las muchas obligaciones y pocas gratificaciones. Nos queda apechugar y el indiscutible derecho al plagueo -menos mal que no se ha inventado la censura para esta manifestación humana-. Pero no se crean que los chicos son los protagonistas que salen bien parados de esta película. Cada cosa que tienen que aguantar los pobres, desde esa maestra feísima hasta ese compañero de la clase AAA que todos los días les pone en la cara un nuevo modernísimo juguete. Desde el guardapolvos que se empeñó en coser mamá y cuyas mangas apretadas le impiden jugar libremente, hasta esa nenita gorda y bizca que se empeña en mostrarse como "La Novia".

            La escuela es un tema que también les trae dolores de cabeza a ellos, aunque muchas veces da la impresión de que ya no tienen nada que aprender, aunque muchas veces son ellos los que nos dan lecciones. Cómo tiene que correr ese pobre niño, sorteando programas educacionales que todos los años se discuten y emparchan, de la misma manera en que debe sortear todos los días, entre otros sufridos y sudados personajes de los horarios pico, de un salto o de una arrastrada, perdido entre las nalgas de un obeso oficinista y la panza de una señora embarazada, la maraña terrorífica de los molinetes.

(Revista Cartelera, marzo de 1987)

 

 

 

UN PARPADEO APENAS...

 

            Su paso fue muy breve. Apenas un suspiro atragantado en mitad de la mañana, un trozo de quietud esquiva, que al percibirla, ya se habia perdido. Si bien se hizo anunciar por un sutil escalofrío que se fue metiendo en el patio, donde algo estaba mal o distinto, porque las sombras y los colores nos decían que alguien había cambiado la receta del día, como si una tarde inverniz llegara de contramano. Luego fueron los pájaros que empezaron a buscar sus nidos en los árboles, haciendo cierto barullo inusual, hasta quedarse completamente quietos, callados... Mientras el patio se bordaba con un extraño encaje de medialunas pequeñitas, temblorosas, y uno también sentía cono una necesidad de silencio religioso.

            Y entonces fue cuando llegó, tomándonos, envolviéndonos, violándonos, volviéndonos pura piel estremecida, mientras arriba se burlaba de nosotros, descubierto de pronto y para siempre, un sol negro con una esplendorosa cabellera de plata. Fue suficiente para sentir que somos y seremos pobres criaturas a la intemperie de los viejos dioses de nuestros abuelos. Bastó para entrever entre las formas conocidas de nuestra casa y nuestros afectos, los fantasmas de la gran sombra que en el fondo se cierne sobre nuestras vidas, de la que tal vez nos hemos escapado en otro guiño, en otra travesura de ese dios de fuego y de misterio...

            Hasta que ese nuevo revoloteo, saludado con cantos y trinos, nos devolvió a esta cotidianidad donde la inconsciencia se disfraza de madurez, eficiencia y otros roles modernos de excelente montaje.

            Su paso fue muy breve. Como ha de ser el nuestro, en la noche de los tiempos: parpadeo imperceptible de la eternidad.

(Diario HOY, 4 de noviembre de 1994)

 

 

 

GRACIAS, JOHN WILLIAMS, POR TANTO MANGORÉ

MARAVILLOSAMENTE VIVO

 

            EL INGLÉS DIO EL ÚLTIMO CONCIERTO DEL FESTIVAL BARRIOS

            No soy la más indicada para comentar un concierto de John Williams. Apenas soy una persona más de las que anoche conocieron el deslumbramiento de la música de Williams, honrando la memoria de Agustín Barrios. Una de las personas que pudieron recoger el regalo maravilloso de este artista que llegó al escenario del Centro Paraguayo Japonés vestido casi de entrecasa para pulsar la música de Mangoré en su más exquisita potencialidad. Como en una reunión de familia, saludando con naturalidad y simpatía, y pidiendo un minuto más para que apagaran el aire acondicionado que se dirigía hacia él, Williams hizo para un extasiado público, un itinerario de lujo, empezando por la alegría fresca y más bien medida de Vivaldi y Scarlatti, para entrar de pronto en la pasión y la hondura de Albéniz, descubriéndonos la asombrosa virtud de sus manos, de alcanzar la emoción que pueden guardar lenguajes tan distintos como éstos. Virtud que sabe hacerse fuerza arrolladora en un momento, y suavizarse hasta la caricia o el suspiro triste, en otro.

            Y el recorrido brillante terminó descifrando todo el registro sensible de Agustín Barrios, ante un público que reconoció las sonoridades más exquisitas de nuestro creador, saludando con las más cálidas ovaciones "La Catedral", "Aconquija", "Cueca" y las demás piezas que preveía el programa. Y entonces descubrimos y nos fuimos arrugando con ese llanto largo, profundo, a veces descarnado y a veces dulce, del guitarrero desterrado de sus aires, su nostalgia encubierta o desnuda, lacerante o casi danza recuperada en el desvelo, acariciando un lejano kyre'y o abandonándose a la atmósfera antigua y nueva de un vals...

            Magia de unas manos, de un hombre que supo mirar y amar a nuestro país desde lejos, mucho más de lo que pudiéramos soñar. Prodigio de una sensibilidad que tuvo la amplitud de adentrarse en los caminos latinoamericanos y así, un día encontró el latido de este país en la música de Barrios. La misma que supo bucear en las sombras que se cernían sobre este territorio capaz de engendrar el genio de Mangoré, y tuvo tiempo para adherirse a su lucha por la libertad, al tiempo que seguía adentrándose en ese viejo llanto del guitarrista viajero...

            Magia descubridora de otra magia hermana. Pura generosidad, arte en el sentido hermoso de la entrega.

            Sólo podemos balbucear: Gracias, John Williams. Y hasta pronto.

(Diario HOY, 19 de noviembre de 1994)

 

ÍNDICE

 

A manera de presentación

 

ENTREVISTAS

Los rostros de la guerra

"El médico que ayuda en la tortura no es un médico, es un sádico"

"Yo vendo empanada, pero quiero ser arquitecto"

"Ha'e chupekuéra ‘pende suérteronte avei pende tuja va'erã..."

El ser guaraní, hoy, en la óptica de Bartomeu Meliá

La cultura paraguaya y el difícil cambio

Augusto Roa Bastos y los fragmentos de una obsesión

Elvio Romero, y las ventanas abiertas

Renée Ferrer y los porqués de nuestra literatura

Susan Smith Nash, tras las voces y el color del Paraguay

Delicia Villagra y el regreso a los hondos acentos

Adolfo Colombres, deshilachando los mitos

Helio Vera, la literatura contra el malhumor

Gladys Carmagnola, una poeta frente al futuro

José Emilio Pacheco, "el poeta que escribe cada vez peor"

Miguel Chase Sardi, el viejo luchador que no quiere callar

Jacobo Rauskin, el poeta que siempre está empezando

Jorge Boccanera, la poesía para "morder el polvo"

Esteban Cabañas, el poeta de un tiempo de naufragios

José Saramago, la interminable búsqueda del otro

Rodrigo Díaz Pérez, y un "remoto horizonte" que ahora se acerca

Ticio Escobar, y un libro sobre la misteriosa cultura de los ishir

Hans Magnus Enzensberger, una de las voces que se escucharon en Medellín

Francisco Madariaga, y la poesía inextinguible

Rubén Bareiro Saguier, y un Camino de andar interminable

Tracy Lewis, un discreto y profundo buceador de lo paraguayo

Wolf Lustig, una mirada alemana sobre el universo guaraní

José Vicente Peiró habla de la literatura hispanoamericana actual

Margaret Randall, una militante de la poesía

 

CRÓNICAS

En Berlín, anochecer de un día agitado

Cuando la danza acaricia las cumbres del mito

Los acentos distintos de una misma esperanza

Las luces de un Viernes Santo

Crónica paraguaya de una feria del libro cubana

Medellín, la república del sueño

La transición paraguaya fue analizada en Madrid

Un encuentro en Canarias, inquietudes iberoamericanas y un fantasma

Corrientes, escritores, nostalgias de lo que es y puede ser

Un Puerto Alegre para la literatura y sus preguntas

Crónica de un encuentro en un "País de Nubes"

"Ndavyroreíri" para Martínez Gamba, el Premio Nacional de Literatura

Un acercamiento al País del Sol Naciente

La poesía que congregaron unos Cerros de Oro

¿Moógotyo oho ñe'ẽguarani?

Un periplo poético en México

Los Cantos Ocultos que se escucharon en Chile

Una ventana francesa hacia la insularidad paraguaya

 

LOS ADIOSES

Ida y Ana Iris se fueron en setiembre

Despidieron a Aníbal Lovera entre olvidos y ausencias

El cazador de estrellas

Se fue el ravelero de la Chacarita

Darcy Ribeiro, las resonancias de un hombre caudaloso

Dulce sueño, Amambay

José Luis Appleyard ya duerme entre los elegidos

Octavio Paz, su vida, su legado, su partida

Agustín Barboza partió en la tarde a los dulces sones de "Viva la vida"

Un sol de fuego despidió ayer a doña Josefina Plá

Olga Orozco, el verbo contra el olvido

Francisco Madariaga, el regreso final

El luchador que volvió a la morada de los dioses

Adiós al Karai Guasu de la cultura paraguaya

Sonia Paredes, periodista de vida y obra, descansa al fin

La tarde en que faltó el rayo de la voz de Ferreiro

Fructífera cosecha y descanso, Pa'i César Alonso De las Heras

 

LENTE LITERARIA

El canto que no ha muerto en nuestros valles

Nelson Roura, "un ave de cristales encendidos"

José Luis Appleyard, el silencio y las lámparas

Por eso sigue siendo

Marosa Di Giorgio, aquella mujer inocente y perversa

La literatura guaraní del Paraguay, de Rubén Bareiro Saguier

Augusto Roa Bastos, el poeta olvidado

Purahéi ovevéva oñeañua haguãkuarahy rendype

Víctor Casartelli, regreso y reivindicación

Lenguaje y cantares para salvar la identidad

Un nuevo acento para una admirable obra

Gelman y la reconstrucción del amor por la poesía

Un gran poeta ha llegado a la letra de imprenta

 

 

LENTE DIVERSA

Educación para la democracia

El descuelgue

Escolaridad con molinetes

Un parpadeo apenas

Gracias, John Williams, por tanto Mangoré maravillosamente vivo

Los maestros y el guaraní: los índices de la vergüenza

Cuando la danza sigue marchando, pese a la crisis

Poesía triste, épica de los cuerpos, locura

El Paraguay cultural que avanza hacia el tercer milenio

Mangoré, y la deuda que nunca fue pagada

Las deudas y los deseos que traemos al 2000

Giselle familiar, pero también nueva y bella

La guitarra de Berta Rojas congregó a los mejores duendes de la música.

Criaturas que juegan con fuego

Ajahe'óta pende apytepe

Polka-tanguito de las mil esperanzas.

 

 

 

 

 

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