LOS PUENTES AL MAÑANA
NILSA CASARIEGO
Artes Gráficas Zamphirópolos S.S.
Asunción - Paraguay
I
Soy una mujer.
Extraña pasajera
de mí misma.
Soy,
simplemente
un tiempo
llamado VIVIR
La soledad.
La callada soledad del alma
que se encuentra con la vida,
con la calle mojada
de agua dulce,
con la sonrisa transparente
que no tiene nombre todavía
con el nombre
que antaño era poesía.
La soledad y la verdad
son tan calladas
que a veces me asusta
su silencio
cuando el verbo se hace carne
en las entrañas.
Recuerdo una mañana
otro jardín, y tú
viniendo
en medio de la lluvia.
Los ángeles entonces
no existían.
Sólo yo en ti
y tú
bañado en lluvia.
Te busco
en la luz del nuevo día
y en la noche cuando todo
es silencio que resuena por dentro.
Te busco
en cada paso que viene
hacia mi casa. En la mentira
que esconden las palabras.
En la verdad de todos los amores.
Te busco
en el olor a pasto
de mi jardín en sombras
y en el beso que imagina
mi soledad callada.
Te busco
más allá de lo bueno,
más allá de lo malo
te busco.
O se razona o se ama.
No hay otra salida.
Es terrible ver cómo el amor
puede pudrirse
cuando tienen respuestas
las preguntas.
Cuando todo está claro.
Cuando nada es sorpresa.
Cuando el misterio abrió su puerta
y olvidó de cerrarla.
El viento acuna una plegaria
ausente.
La noche reposa
entre mis manos su negra
cabeza adormilada.
Todo está tranquilo.
Parece que la paz
se me hubiese prendido
al vestido y parece que el ayer
se fuera detrás de tí,
convirtiéndose en noche perfumada.
Toda la tarde fluía.
Era como una huida
hacia donde nos empujaba la vida
y el manto de Dios
se hiciera presente.
Irguióse tu casa ante nosotros.
Blanca de soledad. Majestuosa
de silencio, tu silencio
en medio de las sombras
iba ganando
la forma de la noche.
Sentí tu dolor en el descuido
de tus libros,
en tu distinción solapada
y en tu mirada,
que no pudo ocultar
la fuerza del hombre
haciéndose presente.
Quiero un sabor distinto
que venza las noches
solitarias. Quiero ser
un sol, contigo.
Ya no sé cómo se escribe
la palabra amor,
pero conoceré quizá la vida
cuando rodees mi talle.
Me esperarás
como me esperaba mi padre
con los brazos abiertos, y yo
que siempre guardé mi flor esquiva
te la doy ahora,
abriéndome mujer.
Hace varios años
que dejamos de vernos
y haciendo un gran esfuerzo
por dentro, callé
que te quería.
Hoy, necesito contarte
de la mañana nublada y gris.
De las calles vacías.
De las miradas ausentes.
Hoy necesito contarte
cuánto extraño tus brazos.
Cuánto tus manos añoro.
Necesito decirte
que dejé a tus pasos
ir antes que los míos,
para que tus ojos
no alcancen a ver nunca
mis pasos vacilantes.
Necesito contarte
que siempre te recuerdo,
y que sangrando por dentro
te devuelvo a la bruma
cuando estás por alcanzarme.
Detrás del vidrio, la noche
oscura lame el jardín
con un nuevo silencio,
cruelmente esparcido
sobre el césped.
Adentro enciendo la llama
del hogar y mil estrellas
buscan nacer y morir
al mismo tiempo.
Esta noche es aun más oscura
que aquella. La que me hirió
para siempre la mirada, robándome
los besos deseados.
Los leños se consumen
y quedan sólo blancas cenizas.
Sólo nada.
Es como el amor
cuando consume el alma,
quema todo el ser
en llaga viva
y queda anonadado.
Sólo unos ojos negros.
Sólo otra noche oscura.
Sólo nada.
¿Será tan sólo un sueño
que me mira con los ojos
grandemente abiertos
como despertando a mi alma?
¿Serán un sueño sus manos,
el lenguaje de su cuerpo,
la hombría que siento
deslizarse por su piel
cuando me hablan sus labios?
¿Será que existe esta noche
y este jardín en penumbras?
¿Será que están nuestras siluetas
sueltas en el viento
o simplemente es un sueño
que aplaca mis deseos?
Y si esto se está convirtiendo
en amor, Señor
no me despiertes.
Déjame dormir
que quiero soñar para siempre.
Te vas
por los caminos del alba, y en los campos
se advierten otros tiempos
y otras primaveras.
Te vas
cuando han vuelto las canciones
y los trinos, que suben hacia el sol
en la alborada.
Era tan blando el amor en los trigales
que los días se arrastraban por encima
moviendo las espigas.
Se vuelve dolorosa esta penumbra
viendo florecer de rocío los caminos
que un día transitamos
tiñéndonos de sombra los cabellos.
Y te vas,
y calla el viento
como calla la noche ya sin grillos
tu presencia.
Ayer lo he vuelto a ver.
Ya tiene todos los cabellos
teñidos de nieve, y de su rostro
le han robado la alegría.
La luz aquella que irradiaba
se apagó temprano,
como si se cerrasen para él
todas las flores del verano.
Pero ayer
como si no pasara el tiempo,
a sus ojos, al encontrarse con los míos,
se le abrieron nuevamente
ese antiguo mirar de mar profundo.
Qué llena estaba yo de tí
y qué pequeño era el cielo
a nuestro lado.
Todo comenzaba y terminaba
en nuestros ojos
sin pedir nada.
Sólo la tarde.
La lluvia, y las mariposas
extrañas
surgiendo del rocío.
Me diste todo, y yo
quería darte más que todo.
Quería darte otra vida.
Quería continuar en tí
a través de los siglos,
a través de los mares,
siempre en tí
a través de la creación.
Qué distinto era aquel viento
que soplaba entre los cerros.
Qué grandes y tibias las estrellas.
¡Qué cerca había estado Dios
cuando me amabas!
Es dulce tu venida.
Parece que tus pasos
se calmaran en mis ojos
y pisasen
un algo de añoranza.
No sé de dónde vienes
pero debes tener mucha distancia
para que así te sienta.
Lo único que importa ahora,
es que vienes junto a mí
cada mañana.
Hay un lugar
donde terminan los sonidos
de la noche y comienzan
las palabras verdaderas.
Hay que subir muchas gradas
para encontrar ese tiempo,
y arriba, esperando él,
el único que ha sabido mirarme
el alma entre tinieblas.
Sus ojos se vierten en mis ojos
y yo padezco de un dulce escalofrío,
mientras el tiempo se vuelve un cuenco
que aprisiona los latidos.
Qué serena puede estar el alma
en este puerto.
El corazón doliente, late.
Las manos se abandonan. La puerta
se vuelve un vaivén entre la vida
y la muerte.
II
La vida.
El amor.
Eso que creemos
que muere alguna vez,
esta solo adormecido
junto al alma.
Padre, hace mucho tiempo
que no vienes a verme.
No aparece tu sonrisa
en el dintel de mi ventana
llena ahora de florida madreselva.
Ni siento en mi afiebrada frente
tus regordetas manos
que antes me tocaban.
Adónde fuiste.
En qué lugar lejano te adormeces
una siesta cualquiera
que ya no siento que habitas
en la sombra
de tu árbol paraguayo.
Cómo te sientes en esos lugares
que no conozco todavía, y que fueron
convirtiéndote como ellos
en la nada.
Cómo lograré alcanzaste, padre
algún día,
si llevas tanto tiempo caminando.
Y si yo he cambiado.
Y si tengo un rostro nuevo
como me reconoceras cuando vengas
a buscarme
si ya no me visitas.
Para tía Maruja
Casariego de Alló y Huguito
Desde que tú te has ido
ya no conozco el horizonte
y miro sin ver las avenidas.
Muchas son las noches que mentí
dormirme para arroparte en sueños.
Y tantas
para ver contigo nacer
la madrugada.
Es que...
¡ha trasnochado tanto el alma
Y consumido tantas lunas
desde que tú te has ido!
Para un hombre.
Padre José Harris.
Llovizna de gris sobre los techos
y adentro
un gusto añejo de plegaria.
Llovizna mojándose en ladrillos
y en el alma, tus ojos
como leves golondrinas.
Tú salpicado de llovizna
y adentro,
la grande cruz
madurando en su silencio.
Tú eras para mí otra cosa.
No eras el simple nombre
que se pronuncia
cuando el tiempo termina.
No eras la estación que llegaba
ni el momento de florecer
la primavera.
Eras otra cosa.
Flotabas en el aire
cuando todos dormían
y soñábamos juntos.
Te comparabas un poco al mar
lejano y presente al mismo tiempo.
Nunca te conocí del todo.
Tenías la profundidad
que nunca me cansé de ahondar.
Eras diferente.
No eras otra hermosa mañana
que despierta
con los colores del alba.
Ni eras la nostalgia
ni la palabra futura,
ni la espera, ni la ausencia,
ni la promesa de paz.
Tú fuiste para mí otra cosa.
Fuiste mucho más.
Fuiste lo que nunca tuve.
Este crepitar del fuego
entre los leños
me recuerda aquel retrato
antiguo, aquel golpe de luz
que Ñata, mi nueva amiga,
va percibiendo
lentamente
como una nueva aurora
todavía cubierta de rocío.
A veces parece
como si la vida se apagara,
como se apagan las palabras
verdaderas pero moviendo los leños
cada día,
vuelve a crepitar el fuego
y todo se convierte
en otro golpe de luz.
Deja todo.
Abandona ese atajo solitario.
Mira los colores que tiene
el arco iris y deja
que tiemblen nuevamente
tus ojos, mojados de llovizna.
Si el recuerdo no se alejó
del todo todavía
recordarás la plaza, las largas
charlas cada vez que llovía,
tu escarabajo repintado
tus planes futuros
tu alegría.
Y tu padre
a quien ya no encuentras tanto
como antes, tampoco
te encuentra ahora a tí
en el legado más valioso
que un día depositó en ese niño
valiente, en ese jóven honorable,
en ese triunfador sin miedos
y sobre todo
en ese hombre libre.
Libre
hasta encontrar el mar!
Esta tarde con Carlos, mi amigo,
el que escribe poemas,
te hicimos resurgir de entre las sombras.
Le conté de tu gallardo perfil español,
de tu sonrisa triste, y por qué
te habías quedado aquí
donde ni siquiera había un mar
para tus ojos.
Le hablé de tí como se habla
de lo que va no existe,
pero que se espera encontrar vivo
cuando ya no seamos lejanía.
Carlos vio cómo me tomabas la mano
y me llevabas al campo,
a tus cañaverales,
a tu casa de Arroyos v Esteros,
a tu fábrica, la que te incendiaron
porque no pudieron incendiar
tu libertad.
Vimos a tu alazán
galopando hacia ti, y a Jack,
el bulldog que te defendió hasta morir.
Caminé detrás de tí, como tu sombra,
para sentir el olor de tu piel
y tu corazón
como cuando aún latía.
Me pregunto ahora
si hubieses deseado irte,y yo
le hubiese pedido a Dios
que murieras antes, si entonces tú
sabias lo que era la muerte,
y yo sabía lo que era la vida.
Por quién se abrirá tu pecho, ahora
que estás tan lejos
que casi no te siento.
Por quién dejarás fluir
tu risa mañanera, a quién
calentarán tus brazos
aprisionando el invierno.
A quién, padre, a quién adoptarás
por hija
ahora que te has ido.
Yo no te recuerdo
porque no pude olvidarte,
y sigues viviendo en este jardín,
en mis lapachos
y en tus lirios amarillos.
Ya ves, cómo parece que tu alma se elevara
con el olor a tierra
cuando riego, en las tardes,
tu césped siempre verde.
Imagino que hace poco
habrás ido a esperar
al viejo Cárdenas, tu amigo,
y pienso que has vuelto
a tomarlo del hombro,
como hacías conmigo
por los muelles del Puerto,
cuando yo era tu hija,
la que estaba contigo.
A quién tendrás ahora
tomándote la mano,
a quién le dejarás cortarte las patillas,
a quién padre, a quién adoptarás
por hija
ahora que te has ido.
A mi tío Casariego.
¿Florecerá ahora
tu sonrisa mañanera
que me obsequiabas abierta,
como se obsequian
las flores del verano?
Yoque te esperaba siempre
y que corría a abrazarte
cuanto subías las gradas del Banco
para vernos apenas unos minutos,
una soledad
o una añoranza.
¿Cómo haré, tio Tito,
para contarte
que aquí es invierno
y que va se marchitaron
las flores que diste?
Los pasos que suben
ya no haces tu ruido, y no sé
cómo hacer para abrazarte
cuanto vienes a verme
y te sientas a mi lato,
como sienipre!
Para mi amigo Cura
Dulce amigo de la cruz adentro,
te hago caminar
un raro paisaje de hojas
amarillas, que crujen
cuando los dos callamos.
Sueles darme un poco de la paz
que yo no sé encontrarme
y me sueles hablar
de Dios, a veces tan lejano,
tan ausente,
tan solamente tuyo.
Háblame más de la cruz
porque no entiendo todavía
la que rodea al hombre.
Yo te contaré, como hasta ahora,
de qué color es mi jardín
bajo la lluvia.
Amigo dulce de la cruz adentro,
no me abandones a solas
con tu Dios.
Ayúdame, en este silencio,
a encontrar el mío.
A veces
lo encuentro caminando por el centro
y es como si el alma se volcase
de ansiedad y se volviese río.
No sé si me recuerda a mi padre, no sé,
pero me gustan sus ojos
cuando al mirarme,
se adentran en mi alma.
Es una forma de querernos rara,
casi sin vernos,
sin buscarnos, pero intuyendo
un montón de cosas
que los dos gustamos.
Y es que al verlo venir,
con su elegante atuendo de invierno,
su sabor a campo, a humo,
a pandorgas, deja para mí,
encendido todo el día
un candil de sebo.
A Anita Knust, mi amiga que se fue.
Todo
al final se convierte en soledad
y se transforman en silencio
las palabras.
Los deseos.
Las miradas.
Los olores
después son viento que nos hacen
temblar en una noche cualquiera.
El amor
que no podíamos definir entre las dos.
Ni aquello que un día nos hizo emparejar
e intentar completarnos,
como esta noche, también se convirtieron
en una simple ausencia tuya, Anita,
porque todo se vuelve un tiempo, como el alma
de una amiga que se va
y que termina por convertirse en recuerdo.
Y aunque estoy pensando en tí y deseo verte,
comprendo sin embargo,
que por fin has logrado completarte
y comenzaste a vivir, mientras que nosotros
aquí, seguimos siendo
una incompleta soledad de tiempo.
Una simple ausencia.
Para José Luis Appleyard.
No sé porqué, hoy
más que nunca me parece sentirte
en este rincón, del que surgen
como fastasinas
los que amo.
Es que hay días,
como éste, en que siento
mi silencio junto a otro,
hoy el tuyo,
y a ese niño
que cuentas que creció
con las hormigas.
También fui muda y triste.
También mi cielo
fue un dulce cielorraso con maderas
que contaba, noche tras noche
entre plegarias, y mis pies
como los tuyos,
aunque blandos todavía
ya llenos de tierra.
Amanecidos.
José Luis, amigo,
no quisiera romper este silencio
que se llenó de la presencia
de otra voz, la tuya, hoy de amor
y tiempo revividos.
Para Dolli Estigarribia, mi amiga
de siempre, para siempre
Amiga. Amiga mía.
La de tanta hondura y tanta calidez
que hasta duele un poco
pronunciar su nombre.
A veces
un balo de misterio
ilumina su fresco rostro,
y se hace brisa, dolor
y ave
deseosa de volverse viento.
Otras veces
nos sentamos en el jardín
con nuestros pies
tocando el césped húmedo
para contarnos cosas,
y los ojos de Dolli
bajan dulcemente
como ahondándose en el alma,
y parece como si la noche calladamente
la convirtiera en su estrella.
Y ahora, ya ves,
nos dimos tantas cosas, que el río
ya no tiene orillas.
Todo quedó en nosotras.
Y mientras fueron partiendo nuestros padres,
la adolescencia, el amor...
sólo vamos quedando las dos
en el lugar de la esperanza.
III
Hoy es siempre todavía…
MACHADO
En una noche como ésta
cuando brilla la llovizna
sobre este tiempo mío, todo
parece recostarse en tí.
Vuelve a nacer la serena luz
de tus parrales navideños
donde van buscándose
dulcemente
nuestras manos.
En momentos como éste
cuando tu recuerdo es más grande
que siempre, y el corazón
me duele un poco más,
pienso en aquella tu inmensa soledad
y el mismo corazón dolido
que un día adiviné
detrás de tu sonrisa.
Es noche y llovizna, padre.
Y en este hueco cabemos
sólo tú y yo.
A Neco y Selene Baumann
porque sé que les gustará
De pequeña
me inculcaron a no ser mala
y ahora mi vivir me enseñó
que no serlo es
no hacer nada.
Qué fácil es ser buena!
Sólo hay que aprender a estarse quieta.
Detenerse en medio de la vida
y esperar.
Yo no quiero ser buena!
Quiero correr. Patinar.
Equivocarme.
Quiero crecer. Y como un árbol
florecer y dar mis frutos.
Quiero sentirme libre
para vivir mi soledad.
Afrontar la noche sola.
Llenarme cíe dolor.
Sentir la vida.
Quererme más. Amar más.
Conocerme más v perdonar.
Yo no quiero ser buena!
Quiero seguir escuchando el corazón
latir de gozo
en cada madrugada.
Hay un momento en el tiempo
que se desea tomar entre las manos.
Un instante
en el que se percibe el temblor
del vaticinio.
Hay un momento que no se desea pasar
y se desea que pase para comprender
el porqué este silencio late.
Hay un instante en el tiempo
que se desea tomar entre las manos
y moldear con él ese dulce llamado
a la vida prometida.
No quiero ser igual a esas mujeres, amigas
que hablan del pasado con nostalgia
como si se les fuera la vida
antes de tiempo.
No quiero arrepentirme de haber hecho
del momento presente sólo una larga espera.
Me niego a vivir ningún mañana
porque mi hoy no existiría
y porque el presente
será sólo un anciano en el futuro.
El amor
que nunca se adelanta al tiempo
lo viviré ahora.
Ahora que no me daña su calor de fuego,
que aún se encienden mis mejillas
y aletean mis sentidos.
Voy a amar ahora que mis gemidos
de pasión tienen un nombre.
Y mañana, cuando ya nada sea futuro,
viviré como hoy el amor
y el presente.
Es este tiempo vivo
y palpitante
de vibraciones que eran mías,
que ya se han ido,
pero que siempre tienen un tiempo
dentro de la espera.
El tiempo
aun me espera en el camino
como una leve luz,
en lo oscuro del túnel
de esta vida mía,
que todavía no es pasado
sino secreta alegría.
Quién no sintió
alguna vez, que la noche era agua
y los ojos estrellas.
Quién no buscó
alguna vez la otra mitad de su alma
en medio del silencio.
Quién, al escuchar
una canción, no se guardó
a escondidas un recuerdo.
Quién no necesitó
tener un lugar donde llorar
a solas. Y luego,
cuando los días se hicieron
eternamente grises
quién no deseó ir
adonde álguien hiciese brillar
de nuevo el sol
en la mirada.
Quién, alguna vez,
no soñó en el milagro de sentir
florecer sus viejas ramas
de blancos azahares. Y vivir.
Vivir nuevamente.
Gritar que todo
puede volver a florecer.
Vivir.
Sorber uno a uno
los colores de la ausencia.
Vivir.