PEDRO JUAN CAVALLERO
Algunos historiadores atribuyen el movimiento emancipador de mayo a la influencia exclusiva de las ideas inculcadas por Belgrano tras su fracaso militar. Otra tesis antagónica pretende, en cambio, erigir la figura de Francia como pedestal de la Independencia sosteniendo que ella se debe a su pensamiento rector, por ser el único que alentaba ideas claras de libertad. Ambos criterios, por absolutos, son erróneos y no trasuntan la verdad histórica. Porque debe admitirse que existía, latente, una conciencia libertaria que alcanzó expresión definida por conjunción de factores favorables. "Desde luego -dice Moreno- no hemos podido identificar la Independencia del Paraguay con la personalidad del doctor Francia, ni menos atribuirle la formación de nuestra nacionalidad; porque tales afirmaciones, a más de ser contrarias al desarrollo normal de los pueblos, se oponen a los documentos y pruebas de la época. Allí donde otros han creído ver la formación artificial de nuevos moldes e ideas sociales, bajo la presión de una voluntad casi maravillosa, nosotros no hallamos sino el producto natural de numerosos factores que trabajaban de tiempo atrás y adquirieron vigor extraordinario al alborear la Independencia. Un modo de sentir y de pensar, formado en siglos de labor casi inconsciente, no se modifica en un día por el esfuerzo de un solo hombre".
Y con referencia al influjo de Belgrano, el historiador argentino Vicente Fidel López expresa: "Nosotros no podemos participar de la entusiasta leyenda con la que se ha atribuido la Independencia del Paraguay a las conferencias del general Belgrano con Cabañas y los hermanos Yegros. Los hombres, repetimos otra vez, no hacen milagros. Los que se pasman de admiración delante de los resultados que atribuyen a las negociaciones de Tacuarí, prescinden de que las condiciones naturales del país, y las del pueblo paraguayo, tenían preparado ese resultado, como una condición forzosa del tiempo, de la oportunidad y de los hombres mismos que contribuyeron a él. Abandonado a su propio declive, el Paraguay se habría declarado independiente de todos en 1811, sin la expedición y sin las negociaciones del general Belgrano".
Y si son erróneos los dos criterios señalados, también es injusta la pretensión de atribuir al capitán Pedro Juan Cavallero la iniciativa absoluta del movimiento emancipador. Fue indudablemente Fulgencio Yegros el jefe elegido para la revolución de mayo, su nombre y su popularidad la bandera que debían levantar para el llamado a las fuerzas nacionales. Pero el deseo imperioso de entorpecer la gestión del comisionado portugués Abreu y el temor de ver abortada la conspiración determinaron la decisión del joven capitán para asumir el rol protagónico la noche del 14 de mayo. Consciente de la grave responsabilidad que adquiría, Cavallero recurrió entonces al doctor Francia -ajeno hasta el momento a la conspiración pero conocido por sus ideas anti españolistas- para que asesorara el movimiento con sus luces.
Acierta, pues, el historiador Chaves al discriminar que fueron tres los gestores principales de la emancipación: Yegros con el prestigio de su jefatura, Francia con su dirección mentora y el capitán Pedro Juan Cavallero como decidido brazo ejecutor del movimiento anticipado.
El joven capitán había nacido en Tobatí, el año 1786, y acudido al frente de los milicianos de su pueblo para defensa de la provincia amenazada por la expedición armada de Belgrano. Su juventud le había privado -igual que a Iturbe- de la posibilidad de integrar la fuerza militar enviada por el Paraguay contra las invasiones inglesas; pero se distinguió en las acciones de Paraguarí y Tacuarí batiéndose bizarramente. Era, pues, una figura destacada y descollante en el ejército cuando se aprestaba a la revolución. Fue uno de los primeros y más decididos conspiradores contra el gobierno de Velasco, asistía regularmente a las reuniones celebradas en la casa de Juan Francisco Recalde y tenía asignado papel principal en el plan elaborado con Yegros y Cabañas. Los dos factores señalados determinaron su heroica decisión de anticipar el pronunciamiento. Acompañado del alférez Iturbe, el capitán Pedro Juan Cavallero penetró en el Cuartel de la Ribera donde, apoyado por Troche, logró sublevar la guarnición sofocando decididamente toda oposición y asumiendo la dirección del movimiento hasta la llegada de Yegros a la Asunción, el 21 de mayo, a quien proclamó sin hesitaciones jefe de la revolución libertadora. Aunque está probado que, cuando menos, algunas de las intimaciones enviadas con Iturbe al gobernador Velasco aquella noche histórica fueron redactadas por Francia, todas ellas llevan su única firma. Se responsabiliza, pues, de ellas.
Tales son los hechos, referidos en detalle por la historia patria. La determinación de Cavallero no fue producto de la oportunidad. Su ideología libertaria era firme y madurada. El informe del teniente José de Abreu contiene cierta curiosa referencia que trasunta el criterio del joven soldado y enjuicia su firme actitud de la hora. Refiere el comisionado portugués que, habiendo requerido a Cavallero los motivos que demoraban su partida de Asunción, éste le respondió que esperaba la llegada de Fulgencio Yegros y que, entre tanto, "pidiera todo cuanto necesitaba; pero que no era conveniente que saliera de la ciudad antes de la llegada de los nombrados oficiales de la plana mayor -Yegros y Cabañas-. En esa ocasión le dijo aquel capitán que, teniendo cuatro hermanos oficiales empleados en el real servicio y habiendo ido su madre viuda a pedir al gobernador Velasco uno de esos hijos para darle compañía, no se le concedió; y que al exponer el capitán, al mismo Velasco, que su padre -Luis Cavallero-, que había hecho la gran picada y el puente del Tacuarí por los que atacaron y vencieron a los de Buenos Aires, murió repentinamente en aquel trabajo, quedando empeñado, por lo cual solicitaba se le permitiera embarcar una partida de tabaco y yerba mate para Montevideo, pagando los fletes correspondientes, no se le admitió esa pretensión, y sólo los europeos embarcaron sus efectos quedando excluidos de este recurso los paraguayos, y que por éstas y otras razones los de Buenos Aires procuraban su libertad".
Si es brillante y gloriosa la actitud de Pedro Juan Cavallero en la revolución de mayo, no lo es menos la acción del prócer en la primera Junta de Gobierno, que integró después. El programa de ese organismo en su corta labor gubernativa honra al Paraguay y -como reflexiona Domínguez-, si se hubiera prolongado, lo colocara a la cabeza de las naciones más progresistas de la América emancipada. "Mientras formó parte del gobierno -dice Sánchez Quell- se proclamó la libre navegación, se protegió la primera empresa de navegación a vapor, se fomentó la enseñanza y cultura general del pueblo, se gestionó la independencia judicial, se organizó la expedición al Chaco para retomar Borbón de los portugueses. Y fue, por qué no decirlo, el único que tuvo un gesto de altivez cuando el dictador envió a la cárcel a los autores de nuestra liberación".
Sí; la acción revolucionaria del prócer y la acción pública del gobernante no pueden ser más airosas. Le acreditan sobradamente el perenne reconocimiento de la patria, sin sombras que enturbien el esplendor de su figura. En octubre de 1813, el Congreso reunido sostuvo la reelección de Cavallero; pero al fin prevaleció la candidatura de Fulgencio Yegros. Un año después, en octubre de 1814, el prócer inició un movimiento, poco antes del Congreso, para, oponerse a Francia. Lo conocía bien desde el gobierno colegiado en que actuaran juntos. Y esa franca y estéril actitud opositora le valió el confinamiento cuando éste asumió la dictadura.
Cavallero se hallaba en Tobatí, en el desilusionado retiro de la vida privada, cuando fue de los primeros complicados, con razón o sin ella, en la conspiración de 1820 que privó al Paraguay, por segunda vez en su historia, de la mejor clase directiva. "La crueldad del tirano no se saciará con mi sangre", escribió en las paredes de su celda, en postrer grito de rebeldía antes de suicidarse el 13 de julio de 1821.
El capitán Pedro Juan Cavallero estaba casado con doña Juana Mayor y dejó descendencia.
BIBLIOGRAFÍA
Mariano Antonio Molas: Descripción histórica de la antigua provincia del Paraguay.
José S. Decoud: Recuerdos históricos.
Gregorio Benítez: La revolución de mayo.
Blas Garay: La revolución de la Independencia.
Fulgencio R. Moreno: Estudio sobre la Independencia del Paraguay.
Julio César Chaves: El supremo dictador, La revolución del 14 y 15 de mayo.
H. Sánchez Quell: Cavallero, libertador del Paraguay (en Guarania).
Fuente: CIEN VIDAS PARAGUAYAS Por CARLOS ZUBIZARRETA. Prólogo a esta edición CARLOS VILLAGRA MARSAL. Prólogo a la 2ª edición de 1985 ALFREDO M. SEIFERHELD. Comisión Nacional de Conmemoración del Bicentenario de la Independencia del Paraguay. Biblioteca Bicentenario Nº 6. EDITORIAL SERVILIBRO. Asunción – Paraguay. 2011 (240 páginas)
CAVALLERO, PEDRO JUAN
Héroe de la independencia y miembro del Triunvirato. Nacido en Tobatí, actual departamento de Cordillera, en 1786, sus padres fueron Lucía García y el comandante Luis Cavallero.
Asistió a la defensa de su patria, cuando Belgrano y su Ejército Expedicionario, amenazaron Paraguay, al frente de los milicianos de su pueblo.
Combatió febrilmente en Paraguarí y Tacuary. Poco antes de esta última acción, fallecía su padre, en el desempeño de su deber, en los campos del Tacuary. Llegamos así al año revolucionario, 1811, en donde Cavallero, con el grado de capitán gozaba, en la guarnición de Asunción, de prestigio suficiente, para encarar la responsabilidad que la revolución requería.
Temeroso de una traición, consulta al Dr. Francia ajeno, hasta ese momento, a la conspiración revolucionaria.
Así asumió la responsabilidad de adelantar la fecha, al 14 de mayo y acompañado del alférez Vicente Ignacio Iturbe ingresaron al Cuartel de la Ribera, y luego de sublevar la guarnición, asumieron el mando hasta la llegada de Yegros.
Envió diversas intimaciones al gobernador Velazco, por medio del alférez Iturbe. Dichas intimaciones o algunas de ellas, al menos fueron redactadas por Francia pero firmadas por Cavallero por eso suele decirse que la revolución fue realizada por la acción principalísima de tres figuras: la de Yegros con el prestigio de la jefatura superior, la de Francia con su asesoramiento y la de Cavallero, su brazo ejecutor...
El mismo 14 mayo, se instalaron en el Cuartel de Infantería y respondían a su mando el Cuartel de la Ribera y el de Maestranza de Artillería.
Es indudable que Cavallero no fue oportunista, ni trepador, reconoció desde el principio como jefe a Yegros y cuando se instaló el Triunvirato como gobierno provisorio, no participó de él, actitud que lo enaltece.
Dicho Triunvirato fue formado por Francia, el capitán Juan Valeriano de Zeballos y el gobernador Velazco.
Una vez convocado el primer Congreso nacional, fue nombrado por los concurrentes miembro de la Junta Gubernativa (17-VI-1811).
Con Fulgencio Yegros fueron los únicos miembros que completaron su ciclo en la nombrada Junta, pues por diversos motivos y circunstancias el Dr. Francia, el presbítero Bogarín y don Fernando de la Mora se separaron de ella.
Fuente: FORJADORES DEL PARAGUAY – DICCIONARIO BIOGRÁFICO. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL. Coordinación General: Ricardo Servín Gauto. Dirección de la obra: Oscar del Carmen Quevedo. Tel.: 595-21 373.594 – correo: arami@rieder.net.py– Asunción-Paraguay 2001 (716 páginas).
PEDRO JUAN CABALLERO (1786/1821)
Oriundo de Tobatí, Cordillera, Caballero fue un destacado militar y político. Con apenas 25 años dirigió el golpe que depuso a Velasco e inauguró el proceso de la Independencia del Paraguay. Fue parte de la primera Junta Gubernativa que gobernó el país. Disidente, Rodríguez de Francia lo involucró en “la Conspiración de 1820”, por lo que se lo detuvo en la semana santa de 1820. Juzgado, declaró el 12 de julio de 1821.
1821 - 13 de julio. Cuando comenzó a oscurecer Pedro Juan se dispuso a hacer un repaso de su vida, pero estaba preocupado porque su esposa, Juana, quien en su última visita a la cárcel le comentaba que andaba deprimida, tenía ganas de pedirle clemencia al dictador. Pedro Juan le había explicado que eso era inconveniente:
-Me he ganado el respeto y la consideración de mucha gente gracias a mi actitud política autónoma; no hagas nada que pueda contribuir a que eso se pierda.
Entendía perfectamente la preocupación de Juana, pues los niños reclamaban por el padre y necesitaban ser acompañados en su crecimiento; eran criaturas sanas, pero indefensas.
Tuvo recuerdos muy cariñosos, de cuando conoció a Juana y de cuando se casaron; rememoró el nacimiento de cada uno de sus hijos y le arrancaron sonrisas las travesuras del menor de los varones. Sintió en el alma no poder estar con ellos. Por largo rato quedó mirando el techo, dudando sobre lo que había decidido hacer, después de enterarse de que lo condenarían a muerte.
Era ya de madrugada. El silencio era total. Pedro Juan se levantó, tomó la soga que le había facilitado el teniente Montiel y con mucho sigilo se dirigió a la puerta del calabozo, donde con habilidad hizo un fuerte nudo y el otro extremo, colocó cuidadosamente alrededor del cuello, empujando la silla con decisión. Le faltaba aire, pero una irónica sonrisa se fue dibujando en su rostro a medida que se iba apagando.
Fuente: 200 MUERTES 200 AÑOS. Texto: ROBERTO PAREDES. Ilustración de JUAN DE DIOS VALDÉZ BARBOZA y RAQUEL ROJAS PEÑA. , Asunción – Paraguay 2011.