LO BUENO, LO MALO Y LO FEO DE HC
Por LUIS BAREIRO
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Se fue Horacio Cartes y su paso por el gobierno dejó lecciones que necesitamos aprender si no queremos volver a cometer determinados errores. HC fue lo que se podía esperar de él. Solo los ingenuos y los hipócritas pueden hablar de una decepción; el empresario tabacalero fue absolutamente fiel a su esencia, gobernó como vivió siempre.
El costado positivo de su estilo patronal de gobierno fue el aumento significativo en la calidad de gestión. Con toda la polémica que acompaña siempre la obra pública, se hizo más en cinco años que en los últimos quince. Muchos hablan del endeudamiento público que trajo consigo este proceso y es un tema que se debe considerar, ciertamente, pero está lejos aún de ser realmente un problema.
El nivel de eficiencia que alcanzó la construcción de viviendas populares debe ser histórico, y la recaudación tributaria en general creció vigorosamente. Aunque no fuera una iniciativa suya,Horacio Cartes apostó a la transparencia haciendo públicas las planillas de pago de los funcionarios del Estado.
Siendo propietario de su movimiento interno y habiendo comprado la presidencia del partido para uno de sus gerentes políticos, HC se dio el lujo de ningunear a la jauría republicana que clamaba por cargos en el Estado. Las concesiones las hizo ya en el último tramo de su gestión, cuando, como sus antecesores, ingresó al delirio de la reelección.
Cartes enfrentó a dos sectores poderosos de la economía: el financiero y el petrolero, aprobando polémicas leyes como la que fijó límites a las tarjetas de crédito, y metiendo a Petropar como cuña para romper el oligopolio en el negocio de los combustibles.
De seguro hubo más éxitos en el campo económico, pero todos quedaron opacados por los defectos políticos del tabacalero relacionados con su personalidad. El más notorio es su concepto errado del poder político; su convicción de que no se necesita dar explicaciones, que basta con mostrar resultados. Confundió gobierno con propiedad. Asumió el rol del patrón que no requiere acordar, dialogar ni convencer.
Como la educación nada tuvo que ver con su éxito económico y jamás pisó un hospital público, la educación y la salud pública ocuparon lugares marginales en su agenda. Nunca entendió la urgencia de iniciar reformas en ambas áreas.
Pero lo peor fue su relación hipócrita con las instituciones y la ley. Su inmensa fortuna se construye sobre una base gris; sabe que el destino final de los cientos de miles de millones de cigarrillos que fabrica es el mercado negro latinoamericano. Una Justicia laxa le favorece. De hecho, solo la prostitución judicial le ha permitido en su juventud abandonar rápidamente una prisión.
Con semejante experiencia, su visión institucional no podía ser distinta. El Estado y sus leyes son escollos que se compran o se desdeñan. Y con esa actitud embistió para conseguir la tan ansiada reelección, y a su paso destrozó lo que quedaba de credibilidad de la Corte Suprema, la Justicia Electoral y la Fiscalía.
No lo logró, pero dejó un tendal de instituciones heridas y un joven muerto. Aprendamos la lección. El poder nunca borra el lado oscuro de las personas, lo potencia.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 19 de Agosto de 2018
