LA CÁNDIDA BÚSQUEDA DE UN ESTADISTA

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Ningún presidente puede resolver todos los problemas del país en un periodo de gobierno, el que gane hoy tampoco podrá hacerlo.

Pero quien resulte electo, sí puede ocuparse de iniciar las tres reformas fundamentales que ninguno de sus antecesores tuvo el coraje, la voluntad ni el talento político para hacerlas, reformas sin las cuales resultará imposible abandonar alguna vez la periferia del subdesarrollo.

La primera, la más urgente y necesaria, es la reforma educativa. En realidad, no es una reforma, sino una revolución, porque supone destruir desde sus bases el modelo vigente. Es un cambio radical que implica replantear todo el sistema, desde la formación de los maestros, la infraestructura de escuelas y colegios, el transporte, los programas de estudios y hasta la alimentación de los estudiantes.

Es una tarea colosal imposible de llevar adelante si el propio presidente no se coloca al frente del proyecto, si no se constituye en el gran negociador que permita consensuar la revolución con los maestros, los estudiantes y sus padres, los parlamentarios, los académicos y toda la sociedad civil. El presidente tendrá que lograr un pacto nacional por la educación.

La segunda reforma, tan complicada como la primera, es la del Poder Judicial. Esta supone acordar un nuevo modelo, incluso antes de ir a una Constituyente, para reformar la Carta Magna. Aquí, el presidente deberá renunciar a la tentación de construir su propio poder dentro del sistema judicial, y tener la capacidad de convencer a la mayoría de su propio partido y de la oposición de liberar a la Justicia del control político. Deberá ser un verdadero acto fundacional de la Justicia.

La tercera, la de mayor costo político, es la eliminación de los privilegios groseros de los que goza el funcionariado del Estado, y la creación de una verdadera carrera de la función pública. Mi opinión es que esto se debe desarmar desde la Constitución misma con un artículo que obligue a reconcursar todos los cargos públicos y elimine de una vez por todas los mal llamados cargos de confianza. Ministros y viceministros pueden ser nombrados a dedo, todos los demás a concurso.

Creo que hay que fusionar la Ley de la función pública y el Código Laboral. Una sola ley y mismas condiciones para trabajadores públicos y privados. También considero necesario fusionar las cajas previsionales con el IPS y establecer un único seguro social con el mismo seguro médico y las mismas condiciones de jubilación para todos. El que quiera beneficios adicionales, que se los pague de su bolsillo.
Por supuesto, ninguna de estas reformas hará popular al presidente. No saldrá en andas del Palacio. Puede que solo el paso del tiempo permita que todos comprendamos la importancia radical de sus actos. Será pues la historia la que lo reivindique.

Sí, ya sé, es casi imposible; pero permítanme aferrarme a ese casi y albergar la cándida esperanza de que hoy elijamos a un estadista, aunque nada nos haga suponer que en esas papeletas haya alguno escondido.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 22 de Abril de 2018

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