LA MADRE DE TODAS LAS BATALLAS
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Hace unos días asistí a una charla sobre el desarrollo vertiginoso de las nuevas tecnologías y su impacto en las sociedades. La mayoría cree que se trata de algo que afectará en breve a los países del primer mundo, pero demorará décadas en llegar a estas tierras; un error de apreciación que puede costarnos el futuro inmediato. El mundo asiste ya a la mayor transformación tecnológica de la historia, no solo por la magnitud de los cambios que esas nuevas tecnologías suponen, sino por la velocidad con la que estos suceden. La informática, por ejemplo, experimenta lo que se denomina un crecimiento exponencial; esto significa que cada cierto tiempo (cada vez más corto) las computadoras duplican su capacidad y reducen su precio. Un experto recordaba que un teléfono inteligente tiene hoy mayor funcionalidad y eficiencia que todas las computadoras juntas que se usaron para llevar al hombre a la Luna.
A la velocidad a la que evoluciona, la inteligencia artificial superará a la humana en una o dos décadas. Hoy, un aparato médico puede diagnosticar a una persona con la misma certeza que lo harían cinco galenos de diferentes especialidades trabajando juntos.
En algunas áreas, la incursión de la inteligencia artificial será devastadora. Un computador tiene ya la capacidad de analizar un caso judicial, compararlo con toda la jurisprudencia y recomendar la acción más acertada. Es infinitamente más rápida y barata que un bufete, con el agregado de que además es incorruptible.
Se estima que en los próximos seis años la mitad de los abogados de los países desarrollados se quedarán sin empleo. De hecho, son incontables las profesiones y los oficios que desaparecerán en el corto y mediano plazo.
La tecnología de los autos eléctricos autónomos, por ejemplo, está haciendo eclosión. Los análisis de costos revelan que cualquier urbe gastará menos de un cuarto de lo que insume hoy su servicio de transporte con una red de vehículos interconectados que reemplace a los automóviles privados y a los buses.
Los accidentes automovilísticos se reducirán a menos del dos por ciento de las cifras actuales. Las carreteras pueden reducir su tamaño porque se anularán los márgenes que hoy requiere el error humano; se eliminarán estacionamientos y despedirán a cientos de miles de trabajadores.
No es ciencia ficción. Todo esto está pasando ahora. Es un fenómeno que no se había presentado nunca. Por primera vez, países que estuvieron siempre en la periferia del desarrollo tecnológico pueden ubicarse a la vanguardia. En este momento, todos los sistemas educativos del mundo están en revisión. Quien logre ajustarlo a esta nueva y vertiginosa realidad tendrá la ventaja.
Nosotros también estamos ahí. Tenemos la oportunidad de pasar del siglo XIX al XXI.
Solo necesitamos sacarnos de encima esa estúpida convicción de que somos diferentes al resto del mundo (para bien y para mal) y que, por lo tanto, es imposible desde aquí pegar un salto de calidad, revolucionar la educación mirando la realidad del mundo y no nuestras infantiles rencillas internas.
En 200 años de historia nunca tuvimos una batalla mayor. Nuestro futuro se define ahora.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 18 de Febrero de 2018
