UN TRISTE 2018
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Si el presidente Horacio Cartes hubiera quedado habilitado para un segundo mandato estaría entre quienes jamás votarían por él. No porque crea que su gobierno fue peor que el de quienes le antecedieron. Al contrario, estimo que en muchos aspectos mejoró notablemente la jurisprudencia ejecutiva.
No votaría por Cartes porque quedó claro que no da la talla para las complicadísimas reformas que le urgen al país en la educación, la salud pública, el aparato judicial y el sistema tributario. Esos cambios estructurales requieren la construcción de amplios acuerdos políticos y sociales, procesos para los que se necesita un tipo de liderazgo político que Cartes no tiene y nunca tendrá.
Las reformas solo las puede llevar adelante un líder profundamente democrático, capaz de debatir y consensuar con quienes piensan distinto; un líder que convenza, que seduzca, no uno que ordene o que imponga; uno que sepa cuándo ceder en algo para avanzar en lo importante, un estadista con una visión que vaya mucho más allá de su breve periodo de mandato.
No votaría por Cartes porque ha demostrado que poco y nada le importan las instituciones y las leyes cuando estas se interponen en sus proyectos personales o políticos. No votaría por él porque nos ha quedado claro que nunca más debemos volver a otorgar poder político a quien ya ha acumulado demasiado poder económico, no en un país donde las instituciones y las personas que las integran son tan fáciles de comprar.
Lo que me preocupa es que, dentro de su propio partido, la mayoría de quienes se han convertido en sus principales detractores, de él y de su proyecto de continuidad a través de Santiago Peña, no lo son por estas razones, sino por las razones equivocadas.
Buena parte de la dirigencia colorada anticartista lo es porque Cartes los dejó fuera del aparato público, no porque haya entregado el control del aparato a sus gerentes privados. De ejemplo un botón; el vicepresidente no se abrió del oficialismo por el intento de violación de la Constitución, sino porque el ungido para suceder a Cartes no fue él.
Varios de los cuestionadores del "modelo Cartes" reivindican el retorno de los presidentes de seccional como presuntos interlocutores entre el Estado y los ciudadanos. Es un discurso hipócrita. Lo que claman en verdad es el regreso al prebendarismo puro y duro. Los seccionaleros nunca fueron otra cosa que los distribuidores del requecho, los encargados del reparto del dinero público entre la clientela política, previo cobro del peaje.
Las filas disidentes están pobladas de oficialistas desencantados porque no les alcanzó el reparto de la torta pública. Y las oficialistas de quienes sí pudieron pellizcar algo o mucho.
Los oficialistas están lejos de ser críticos con lo que no se hizo o se hizo mal, y no hay nada en su discurso que nos haga suponer que pretendan corregir el rumbo, y los disidentes son detractores principalmente por aquello que se hizo bien y que los dejó fuera del reparto.
Cartistas y anticartistas por las razones equivocadas.
Y en la vereda de enfrente... será un triste 2018.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 15 de Octubre de 2017
