EL DESEO DE MATAR

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

No hay dudas de que la guerra contra el EPP la están ganado ellos. Y no solo porque siguen derramando sangre inocente impunemente, marcándole en rojo la agenda política a Cartes, sino porque además nos están convirtiendo en ellos.

No me había dado cuenta de esto último hasta que una amiga me llamó la atención luego de escuchar una entrevista que le hice en la radio al teniente coronel Víctor Urdapilleta, vocero de las Fuerzas de Tarea Conjunta (FTC).

Haciéndome eco de lo que la mayoría afirma en las calles, le pregunté si metiendo dos mil o tres mil soldados en la zona acaso era posible acabar de una buena vez con los cuarenta o cincuenta miembros activos de esta organización criminal.

Lejos de responder directamente, el hombre me insistía en que no se pueden matar las ideas, y que, por más de que neutralicen a los combatientes activos, hay toda una población en la que esas ideas ya fueron sembradas y cuyos miembros pueden convertirse fácilmente en reemplazantes de los caídos, salvo que cambie el escenario de pobreza, el terreno fértil donde plantaron el mensaje de la revolución armada, un cambio que no se dará de la noche a la mañana.

Sin intención de profundizar en el complejísimo teatro sociológico donde se desarrolla la tragedia del EPP, le reiteré la pregunta desde un ángulo estrictamente militar. Solo quería saber si en términos de estrategia era posible o no, por superioridad numérica y de armas, acabar con los integrantes conocidos del EPP en un operativo militar.

No sé si por prudencia, pero Urdapilleta nunca me dio una respuesta concreta.

Lo cierto es que tras la nota me llamó esta amiga para decirme que era la primera vez que me escuchaba preguntar con tanto énfasis cómo se podía hacer para matar a un grupo de personas, aunque se tratara de hombres y mujeres que casi con seguridad habían cometido crímenes horrendos.

Me dijo que de estos guerrilleros trasnochados esperaba cualquier cosa, y que cada nuevo capítulo de sangre que escribían no hacía sino ratificar que habían perdido cualquier rasgo de humanidad; pero que no estaba preparada para descubrir que esa convicción de matar se contagiara tan fácilmente a sus víctimas, porque si era así, los terroristas ya habían ganado, nos habíamos convertido en ellos.

Confieso que su reflexión me dejó helado. Porque algo es cierto; en estos días yo quería que acabaran físicamente con los del EPP, no solo que los arrestaran, los quería ver muertos.

No sé si es deseo de venganza o instinto de supervivencia, pero sé que ansiaba sus muertes.

Es horrible asumir que esta banda sanguinaria haya tenido ese pequeño o gran triunfo en nosotros. Que parte de su patología se nos contagiara despertándonos un feroz deseo de matar. De lavar sangre inocente con la de ellos.

Es muy tenue la línea que separa el anhelo de justicia del deseo de venganza.

Una sociedad que pretenda ser civilizada nunca debe cruzarla; o, definitivamente, habrán ganado ellos.

Ese día todos seremos EPP.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 01 de Febrero de 2015, 01:00

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)