“Sin título”
40 x 60 cms., sin fecha
Óleo de MABEL ARCONDO,
Propiedad: Adolfo Escobar.
La Puerta, 1971
Óleo sobre tabla, 49.5 x 29.5 cm,
Colección Teresita Jariton.
La formación de Mabel Arcondo sigue un camino parecido al de muchos artistas paraguayos que reciben lecciones y conocimientos de ciertas técnicas, bastante asistemáticamente, y desarrollan luego su imagen en forma autodidacta. Mabel cursó estudios de dibujo publicitario en Buenos Aires y aprendió rudimentos de pintura conAdán Kunos en Asunción, pero definió sola sus postulados pictóricos básicos de los que no pudo sacar todas las consecuencias interrumpida por una muerte temprana. Aun así, alcanzó a definir una figuración fuertemente personal que deviene un caso bastante particular en la pintura paraguaya.
Estilísticamente su obra es compleja; basada en la transfiguración lírica de la realidad, en el aspecto poético de los sueños y en la superposición de los recuerdos, debe mucho a Chagall; pero también se nutre del color encendido de los fauves, de las minuciosas formas de Rousseau y del misterio de los simbolistas. Indistintamente intuitiva o racional, naif o surrealista, su búsqueda urgente y vital no desdeña ningún camino y en sus obras más significativas logra resolverse en una fórmula original y propia sellada por un sentido del humor sutil y melancólico, un espíritu agudo y una fértil fantasía.
En realidad, su obra es demasiado refinada como para ser primitiva y muy lírica como para ser surrealista: su pintura poblada de gatos, bosques, personajes del Tarot, ángeles y signos criollos, mitológicos o medievales, utiliza la imagen fresca y el sentido narrativo de los naifs y las asociaciones oníricas de los surrealistas, pero se basa más en la poesía y el ensueño que en el intento de recuperar una visión ingenua y originaria de la realidad o de explorar los derroteros del inconsciente.
Obra: Las picardías de un cura párroco.
Las picardías de un cura párroco reúne una serie de símbolos característicos de Mabel: el gato, la mujer sentada (que siempre tiene una alusión auto-rretratística), los tejados, el personaje religioso, el pájaro. El cura se aleja con naturalidad caminando en el aire. Como en los sueños, nada parece imposible: ni a la mujer ni al gato les llama la atención ese desplazarse absurdo. Como en los mitos, como en las fábulas, todo puede suceder para aumentar el encanto o la eficacia del relato sin turbar su verosimilitud.
Buena colorista, intuitiva organizadora de la composición, Mabel Arcondo apuntala bien la irrealidad serena del cuadro. El gran cielo azul verdoso crea un marco adecuado para sugerencias fantásticas sin caer en lo insólito. El espacio es fluido y tranquilo; el ritmo y la dirección del tejado apuntan los pasos del cura, sostienen su pesada figura e indican su alejamiento, a pesar de su proporción exagerada. Es que la irrealidad de la imagen, el desorden del sueño, la ruptura de la lógica, no funcionan acá como base para una retórica de lo fantástico, en el sentido de lo absurdo y lo irracional, ni menos aún, de un surrealismo impugnador de la dictadura de la conciencia, sino como los aspectos naturales, los necesarios elementos de una narración, una pequeña crónica que busca registrar la magia de un recuerdo o rastrear la verdad lejana de un cuento infantil.
Comentario sobre la obra y el autor en el
CAPÍTULO V: La consolidación, página 545,
NUEVAS TENDENCIAS Y CONTENIDOS (1. Figuración) del libro
UNA INTERPRETACIÓN DE LAS ARTES VISUALES EN EL PARAGUAY
Autor: Ticio Escobar
Editorial Servilibro, Asunción-Paraguay 2007
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