JUAN DE DIOS PEZA
Mexicano, nació y murió en la ciudad capital -1852/1910- Condiscípulo y amigo de otro gran poeta, Manuel Acuña, publicó La Lira Mexicana, antología de la poemática mexicana contemporánea. Poeta fecundo, está considerado como el cantor del hogar y de la Patria.
En 1901, con motivo de la presencia en México del Dr. Cecilio Báez, le dedicó su magnífico :
CANTO AL PARAGUAY
Tierra del Paraguay, épica tierra/ Con lágrimas y sangre fecundada;/ Tú sola en las hazañas de la guerra,/ Ni tienes que aprender ni envidiar nada.
Tumba y altar del guaraní bravío/ Que dio pasmos a las huestes españolas/ Cuando con sangre acrecentó las olas/ De tu encantado y caudaloso río.
Cuna de aquel salvaje, heroico y rudo/ Que ha legado a los siglos su memoria/ Porque supo morir sobre su escudo/ Para quedar de pie sobre la historia.
Del bravo Lambaré, fuerte cual hierro,/ Y en la Patria cuya suerte vela,/ Su nombre guarda en homenaje el cerro,/ Que sirve a la Asunción de centinela.
Aún se siente cruzar su fiera sombra,/ Y algo se escucha que a su raza dice:/ Parece que le llama, que la nombra,/ Y que su eterna esclavitud maldice.
Tierra del Paraguay, de tu pasado/ El dulce urutaú lamenta el duelo,/ Desde su nido en el yatai colgado/ En cada vez que el sol transpone el cielo.
Feliz durmiendo en virginal regazo,/ Sorprendió Juan de Ayolas tu hermosura,/ Y en cruda brega te rindió a su brazo,/ Cuando eras libre y cual tus flores pura.
Huella la íbera planta tu recinto,/ La raza guaraní, vencida amengua,/ Y ya sierva del César Carlos Quinto,/ Cambias de fe, de tradición, de lengua.
Irala logra gobernar con tino/ A la colonia que prospera y crece,/ Y Hernando de Arias por igual camino,/ Derrama el bien y el Paraguay florece.
Las de Loyola, indómitas legiones,/ Plantan la cruz en tierra americana;/ Distribuyen tu suelo en reducciones,/ Y fundan la República cristiana.
Arma el poder teocrático y sombrío/ Contra el poder civil contineda ruda,/ Y es tachado de réprobo e impío,/ El que a los hijos de Jesús no ayuda.
Airado al ver que el pueblo nunca impera,/ Y que nadie lo salva o lo vindica,/ Se alza como su apóstol Antequera/ Y su derecho y libertad predica.
Manda el Rey castigar los desafueros/ del gobernante que encendió su encono/ Y Antequera y sus bravos comuneros,/ Luchan contra la cruz y contra el trono.
Ninguno retrocede ni se humilla,/ Y al fin los comuneros denodados,/ Cual sus nobles hermanos de Castilla/ Son en su sangre generosa ahogados.
Y el vencedor, marquéz de Castelfuerte,/ Virrey que en el Perú soberbio impera,/ Alza en Lima un cadalazo y da la muerte,/ Con los lauros de mártir a Antequera.
Sufre el pueblo ante propios y ante extraños,/ Las angustias sin nombre del vencido/ Y ve impasible transcurrir los años,/ En triste soledad y en hondo olvido.
Escucha al fin la voz de su conciencia;/ De tres siglos de horror sacude el yugo,/ Y reta al proclamar su independencia,/ Al Rey, al sacerdote y al verdugo.
Ya es libre el Paraguay! perdure en bronce/ Esta fecha brillante de su historia;/ Mayo catorce de ochocientos once!/ Fecha de luz, de libertad, de gloria!.
Ya es libre el Paraguay! En la alta esfera/ Suspende el sol de Lambaré su giro/ Y baña en luz de gloria la bandera/ De rubí, de diamante y de zafiro.
Ya es dueño el Paraguay de su grandeza;/ Libre y en paz su nombre se dilata,/ Temible por sus armas y riqueza/ "en las riberas que fecunda el Plata".
Se inquieta la República Argentina;/ Lanza el Brasil mirada recelosa,/ Que en breve tiempo la nación vecina/ Crece y prospera, rica y animosa./
Y al Uruguay arrastran, que se lanza/ Con ellas a retarla a inicua guerra,/ Y el Paraguay frente a la triple alianza/ Defiende solo su sagrada tierra.
Nuevo David no encuentra quien responda/ Al grito en que prorrumpe delirante,/ Y lanza audaz la piedra con la honda,/ Para horadar el frente del gigante.
No hay paraguayo sordo a los deberes/ Que le impone la lucha; un mismo anhelo/ impulsa a viejos, niños y mujeres/ A la defensa del sagrado suelo.
En Humaitá y en Sauce y en Azcurra/ El espantado cielo es el testigo/ De que no hay paraguayo que no ocurra/ A dar toda su sangre al enemigo.
En Estero Bellaco se les mira/ Como en Curupayty, sobre el abismo/ Donde la muerte desolada gira/ Asombrar con su espléndido heroísmo.
Allí en Tuyutí, tumba sagrada/ Del valor y la fe de héroes sin nombre,/ Y guarda Itá-Ybaté de otra jornada/ Glorias que tornan semidiós al hombre.
No queda un hombre vivo en la pelea,/ Y a recoger los huérfanos fusiles/ Vienen de la ciudad y de la aldea/ Niños de doce y catorce abriles.
Y nada queda en pie! Sobre montones/ de muertos, remojado, enrojecido/ Tremola el pabellón hecho jirones;/ Ay! roto, sí, pero jamás rendido!
Cien veces ha caído en la Pelea/ El bravo Paraguay y no le abate/ La suerte infiel, aunque contraria sea;/ Le infunde más vigor cada combate!
Y tiene para orgullo de su tierra/ Fulgente sol de gloria en sus anales/ Al paladín que supo en esa guerra/ Conquistarse laureles inmortales.
A Díaz, invencible y denodado,/ Curupayty le coronó de gloria/ En lucha desigual nadie ha logrado/ Ni allá en la antigüedad mayor victoria!
Héroe que dabas vida con tu aliento/ A las mermadas tropas, y que eras/ Ariete, escudo, brazo y pensamiento/ Al combatir a las contrarias fieras.
No encuentro un verso digno de ensalzarte;/ Sereno y ejemplar en la batalla,/ Era tu único amor al estandarte/ Que agujereó en tus manos la metralla.
Tuviste el alma del caudillo griego,/ Del vencedor de Egipto la bravura/ Y en ti fue el amor patrio como el fuego/ Del sol, que vivifica si fulgura.
Guarda tu nombre en fastos inmortales/ La Patria, que bendice tu memoria!/ Y en Tuyutí, en el Sauce y en Corrales/ Están los monumentos de tu gloria!
Tu memoria inmortal bastará sola/ Para dar a tu patria nombradía,/ Pero Bruguez, Cabral y Rivarola/ Te dan en el Olimpo compañía.
Bruguez, que el rayo en sus cañones fragua;/ Rivarola, el jinete alado y fiero,/ Y Cabral, que convierte la piragua/ En terror del marino brasilero.
Con qué valor inmenso en noche obscura,/ De humildes paraguayos un puñado/ Se acercan a trepar hasta la altura/ De imponente y altivo acorazado!
Cunde el espanto, y ya despavoridos,,/ Ante la ruda, inesperada brega,/ Bajan los marineros, sorprendidos/ A encerrarse del barco en la bodega.
El cuadro es imponente y es sombrío!/ Cuando la voz de los cañones calla,/ Cien cadáveres flotan en el río;/ Monstruos que ha deformado la metralla!
Las olas que la sangre ha purgado/ A diez, vivos aún, les son ligeras,/ Y heridos, sin temor, ganan a nado,/ Vitoreando a su patria, las riberas.
Héroes que disteis perdurable ejemplo/ A los que aman el suelo en que han nacido;/ El libre Paraguay es vuestro templo!/ Lo habéis glorificado y redimido!
El pueblo os mira con amor profundo!/ Y vuestros nombres guarda en sus anales;/ En la Ilíada sin par del Nuevo Mundo/ Que ya reclama honores inmortales!
Al haceros justicia, el orbe entero/ llamará al Paraguay ante la historia,/ Precursor del indómito boero/ David del infortunio y de la gloria!
En el palacio y en la humilde choza/ Se inciensa vuestro esfuerzo soberano/ Y en la tierra de Hidalgo y Zaragoza/ os da su admiración un pueblo hermano.
México guarda amor y simpatía/ Al pueblo a que el honor sirve de escudo/ Y yo, en el nombre de la tierra mía,,/ Oh, Paraguay! te admiro y te saludo!
Qué libre, grande y fuerte en la victoria,/ A la paz y al progreso consagrado,/ Surjas siempre de América en la Historia,/ Por tus heroicos hechos, respetados!
Fuente: BREVE HISTORIA DE GRANDES HOMBRES. Obra de LUIS G. BENÍTEZ. Ilustraciones de LUIS MENDOZA, RAÚL BECKELMANN, MIRIAM LEZCANO, SATURNINO SOTELO, PEDRO ARMOA. Industrial Gráfica Comuneros, Asunción – Paraguay. 1986 (390 páginas)