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SERGIO CÁCERES MERCADO

  BRADBURY 100: TEMPERATURA EN QUE ARDE LA CIENCIA FICCIÓN - Por SERGIO CÁCERES MERCADO - Sábado, 22 de Agosto de 2020


BRADBURY 100: TEMPERATURA EN QUE ARDE LA CIENCIA FICCIÓN - Por SERGIO CÁCERES MERCADO - Sábado, 22 de Agosto de 2020

BRADBURY 100: TEMPERATURA EN QUE ARDE LA CIENCIA FICCIÓN

 

Por SERGIO CÁCERES MERCADO

 

caceres.sergio@gmail.com

En la fecha se celebra el centenario de Ray Bradbury, maestro de la literatura de ciencia ficción, autor de grandes novelas como Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas. Sus obras trascienden las fronteras de cualquier género.

Tengo una estadística para ti, ahora mismo, Doug. Toma el lápiz. Hay cinco billones de árboles en el mundo. Debajo de cada árbol hay una sombra, ¿no es cierto? Bueno, ¿por qué hay noches? Te lo diré: ¡sombras que salen de debajo de cinco billones de árboles! ¡Piénsalo!”.

(El vino del estío).

Decir Ray Bradbury es decir ciencia ficción. ¿O no? En realidad, su literatura exploró otros géneros, y aunque ciertamente es en la ciencia ficción donde hizo sus aportes más notables, en realidad su trabajo trasciende la frontera de cualquier género.

Tocaba temas universales y eternos –lo que hace a la esencia de la gran literatura, según Ernesto Sabato– y la sci-fi era su vehículo predilecto. Esto ya lo descubrió el mismo Jorge Luis Borges cuando le prologó la versión en español de sus Crónicas marcianas. Ahí el argentino se pregunta: “¿Cómo pueden tocarme estas fantasías y de una manera tan íntima?”. Y se respondía a sí mismo diciendo que toda literatura es simbólica; es decir, “hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo ‘fantástico’ o a lo ‘real’ (…) ¿Qué importa la novela, o novelería, de la science-fiction?”.

Eso es lo que Bradbury transmite en sus libros fundamentales: Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas. Apenas nos adentramos en la trama olvidamos que estamos en el futuro, o apenas esto se vuelve anecdótico. Nos envuelve el drama humano y la absurdidad de la vida en toda su expresión. El escritor podía lograr esto en otros géneros, tal como lo hemos comprobado en su maravillosa novela autobiográfica El vino del estío, un relato nostálgico de sus aventuras como niño de amplia imaginación, o en el cuento El tambor de Shiloh, donde la prosa poética de Bradbury no deja de mostrar el contraste de la inocencia infantil y la tragedia de una batalla de la guerra civil estadounidense.

FAHRENHEIT 451

En Fahrenheit 451, el autor trata sobre una sociedad distópica controlada por un autoritarismo que prohíbe el pensamiento libre, lo que se refleja en la aniquilación de los libros.

“La gente era forzada a la sumisión; no huía, no había sitio donde huir”, dice el relator. Las condiciones actuales en que vivimos, vigilados constantemente por el Estado y las corporaciones, así como toda una cultura del entretenimiento fácil de las redes sociales que va contra el pensamiento que se atesora en los libros, han hecho que esta obra sea recordada a cada rato.

Toda la cultura de Bradbury provenía de las bibliotecas pues apenas tuvo vida escolar, no fue un egresado universitario como sus colegas Asimov o Clarke, por eso sabía de la importancia de la cultura que se puede obtener a través de la lectura libre y autodidacta. Eran tiempos de Guerra Fría y hacía solo tres años que salió a la luz el 1984 de Orwell.

El control mental que se podía tener a través de la televisión y la vida que se perdía frente a la pantalla es una de las preocupaciones centrales en la novela. Ya en otro cuento, Las maquinarias de la alegría, llama a la TV “espectro profano”, “bestia electrónica”, “idiota eléctrico”, “máquina Medusa que le congela a uno la inteligencia si la mira un rato” y “espectro diabólico”. Quién diría que décadas después adaptaría sus mejores cuentos para su propia serie televisiva. Es su obra más conocida y difundida, a tal punto que un grande del cine como Francois Truffaut hizo una gran adaptación en 1966 que ahora ya es todo un clásico.

CRÓNICAS MARCIANAS

Sin embargo, la expresión más genuina de su genialidad literaria la encontramos en los relatos de Crónicas marcianas. La profundidad y el toque humano quedan palpables allá lejos, donde justamente el ser humano no es tal, aparentemente. Marte es rojo y tiene canales, por supuesto. Lejos estamos aún de las fotos de las sondas que la NASA enviará más adelante. Pero eso es lo de menos, no estamos ante la “ciencia ficción dura” que gusta a Asimov. En el aire respirable de los marcianos van llegando “como“ langostas los humanos. Bradbury aprovecha la situación para hacer una crítica feroz a la humanidad. La vergüenza planetaria nos ahoga e interpela.

A nuestro juicio, esta es la obra maestra de Bradbury. Pocas veces una obra de ciencia ficción conjuga la crítica social y política, el juicio a la historia humana y la reflexión filosófica. Todo esto en una escritura simple y al mismo tiempo bella. La mirada sobre Marte se invierte desde que H.G. Wells nos aterrorizó con La guerra de los mundos; son los marcianos quienes deben temernos, es decir, aquellos que nos reciban como visitantes o conquistadores, pues con nosotros mismos no hemos tenido piedad, ¿por qué lo tendríamos con los que no son como nosotros?

LA CIENCIA FICCIÓN

“Si uno intenta introducir teorías filosóficas y sociológicas en un escrito que no es ciencia ficción, a menudo sucede que queda más envoltura que sustancia”, nos dice Bradbury en su artículo Después de mañana. El porqué de la ciencia ficción. Aunque sea una idea incorrecta, lo que se destaca acá es el amor incondicional que tiene por este género que lo tiene como uno de sus maestros indiscutibles.

De los muchos grandes nombres que nos ha dado la ciencia ficción, es con Ray Bradbury con quien logró la mayoría de edad y el respeto de la gran literatura.

En la introducción que escribió para su compilación de cuentos policiacos –género que fue su primer amor– confiesa: “La ficción policiaca, así como los géneros de fantasía, ciencia ficción y horror eran mi fiesta. Pero mi talento se desarrolló más rápidamente en los últimos porque exigen intuición”.

Pero antes de eso, hace otra: “El año en que dejé la escuela secundaria en Los Ángeles adopté para él resto de mi vida el régimen de escribir un cuento por semana”. Y lo cumplió hasta el final de sus días. Era talento y mucho, mucho trabajo. Por supuesto, admite que la mayoría de su producción no valía la pena, pero quedaban algunos que lo han hecho inmortal. “Yo me debatía y caía; a veces perdía, a veces ganaba. Pero me esforzaba”.

Él era el hombre ilustrado del cual alguna vez escribió, es su autorretrato. Jamás encontró a la bruja que lo “maldijo” con ese don de contar historias, por fortuna nuestra. Vaya este homenaje hoy en el día de su centenario.


Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección CORREO SEMANAL

Sábado, 22 de Agosto de 2020

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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