ADULTERIO Y MONOGAMIA

  Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

“El poder estatal no debe intervenir en la vida privada de los individuos”, expresó el magistrado de Corea del Sur, Park Han-Chul, luego de declararse la inconstitucionalidad de una ley que penalizaba el adulterio. De tal manera, los coreanos meridionales ratifican este principio elemental que el liberalismo instituyó en Occidente, hace mucho tiempo.  

El término adulterio perdió su antigua función jurídica, porque la conducta sentimental o sexual de las personas mayores de edad quedó afuera de la autoridad pública, como lentamente va quedando también de la religiosa. Salvo bajo el Islam, donde se aplica la sharia o código coránico, en el que la infidelidad, especialmente la femenina, es delito grave que conlleva penas de muerte por lapidación o azotes; aunque previniéndose que la penetración sexual debe estar fehacientemente probada con al menos cuatro testigos, condición que, obviamente, complica el proceso acusatorio. Debe suponerse entonces que chicas y muchachos musulmanes se cuidarán de no participar con más de tres personas en fiestas de esas que, en estas católicas tierras, suelen tener mayor concurrencia.

A menudo el adulterio es causa de divorcio. Pero, sin matrimonio no hay divorcio ni adulterio. ¿Es pues el matrimonio la causa primera y eficiente de estos dos efectos? Ciertamente, pero se reconocen otros motivos en el proceso de cometer infidelidad, divorciarse, etc., como la que fuera bien expresada por el pensador regional, Evo Morales, al afirmar que “Yo estoy casi segurísimo que si hay divorcios es por culpa de las telenovelas”. Y luego están otras fuentes bien conocidas, como el dinero (o más bien su falta), las incompatibilidades, las patologías sicológicas y algunas más. La célebre actriz Zsa Zsa Gabor solía decir: “Soy una ama de casa excelente; cada vez que me divorcio me quedo con la casa”. Se divorció ocho veces y no mentía en lo demás.

Retomando: “Corea del Sur era uno de los pocos países no musulmanes en el mundo que calificaban la infidelidad en el matrimonio como un acto criminal”, refiere el cable de AFP en su reseña. En el nuestro, esta intromisión quedó suprimida con el último Código Penal, en el que, empero, subsiste un pariente cercano: la bigamia. Para esta, debe haber dos casamientos formales y documentados; y se penaliza con un máximo de tres años de privación de libertad. Queda la duda, que la jurisprudencia ha de aventar, acerca de la trigamia, la tetragamia, etc. Cuestión difícil de dilucidar para los jurisprudentes es si es punible la bigamia en grado de tentativa.

Debe saberse, además, que originalmente la palabra “bígamo” define al varón casado dos veces en forma simultánea, que si no, la palabra es “bínubo”. A la mujer unida a varios varones se la conoce por “poliándrica”, y al horrendo delito que comete se llama “poliandria”. Entiéndase de una vez por todas, pues, que si un varón posee varias parejas simultáneamente pero no se casa con ninguna, no solo se mantiene en el más prístino estado de legalidad sino que debe considerársele un contribuyente eficaz del orden social y enemigo jurado del adulterio y del divorcio.

En tiempos de la evangelización indígena, dado que los misioneros se afanaban en convertirlos en monógamos, les enseñaban a leer lo mínimamente necesario para entender la doctrina católica. Nació así lo que podríamos denominar la escuela de alfabetización de adúlteros. El Paraguay es una nación históricamente edificada sobre la poligamia y, en terribles ocasiones, sobre la poliandria; de modo que la condena legal de ambas, antes de ser suprimida, constituía una heteronomía. Como sin duda continúa siéndola en al menos medio centenar de países en que los matrimonios múltiples están aceptados por la ley, las tradiciones y la creencia religiosa.

Hay una leyenda que asegura que los matrimonios concertados –que todavía se practican en algunas culturas orientales y africanas– funcionan mejor y duran mucho más que los famosos “matrimonios por amor”. Es leyenda falsa. En tales materias mejor atenerse a este ingenioso retruécano de Benjamín Franklin: “Donde haya matrimonio sin amor, habrá amor sin matrimonio”. Cierto. Aunque no a la inversa.

Fuente: ABC Color (Online)