Portal Guaraní - PROFESORES DE DEMOCRACIA - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Estamos sancionados por el Mercosur, la Unasur, hasta por el viento sur, quizás, por no ser buenos demócratas. Nos condenan inaudita pars, sin oírnos y vencernos. ¡Y véase quiénes son los que se permiten hacerlo! Dictan fallos con ese aire de autoridad docente que suele adoptar el padre al indicar al hijo cómo debe arreglar su ropero y administrar su mesada. Se atreven a enseñarnos; nos explican qué es un golpe de estado y qué es democracia. Vienen a dictarnos cátedra de Política a quienes, mucho tiempo antes de que sus países siquiera se formaran, teníamos ya varias tesis aprobadas en estas asignaturas, con las mejores notas. Recordémosles algo de eso.

En enero de 1542 los paraguayos realizamos nuestra primera elección política libre. Poco después, el 25 de abril de 1544, perpetramos exitosamente nuestro primer golpe de estado, seguido de otra estupenda elección libre y universal. Cuando Francisco de Mendoza renuncia al interinato de gobierno que poseía en ausencia de Irala (en vista de que le habían prometido elegir gobernador titular), se realizan comicios pero no le votan a él sino a Diego de Abreu, candidato in pectore. Mendoza, engañado y enfurecido, conspira. Abreu lo juzga, condena a muerte y ahorca. Retorna Irala y retoma el mando; Abreu huye para ser luego alcanzado y ejecutado. Fallecido Irala se realizan elecciones libres; cuando a su turno expiran también sus sucesores, hay elecciones libres. En nuestros primeros treinta años de vida colonial tuvimos más golpes de estado y comicios que en sus tres siglos de coloniaje las provincias cuyos gobernantes hoy nos enseñan Política y nos sancionan.

Mientras en Asunción nos graduábamos con honores en campañas electorales y votaciones, alternábamos gobernantes y ensayábamos sistemas, en Lima y Cuzco los Almagro y Pizarro apenas comenzaban a practicar sus sangrientos golpes de mano. Guayaquil, La Paz, Caracas aún no existían; Chile no pasaba de constituir una sucesión de fuertes militares; Sao Paulo se formaba como refugio de bandidos y el sitio donde los asuncenos fundaríamos y asentaríamos Buenos Aires era una infame pradera, desierta, ventosa y hostil.

En general, y salvo el lóbrego medioevo de la tiranía francista, en nuestra historia se dieron abundantes y muy ricas experiencias políticas, tanto populares como de cúpulas, desde Congresos ordenados y comicios regulares hasta guerras civiles. En este momento, y dadas las circunstancias, se escucha decir que la montaña de errores que Lugo cometió en apenas una semana -la precedente a su destitución-, fue por causa de su carencia de experiencia y agilidad, defectos naturales provenientes de la rígida verticalidad eclesial. Hmmm...

Veamos: Fernando Lugo no inauguró en el Paraguay la novedad de un prelado metido a político. El primer obispo, Fernández de la Torre, conspiró contra el gobernador Felipe de Cáceres y lo depuso en un golpe de estado cruento, ejecutado dentro de la catedral, durante la misa. Fray Bernardino de Cárdenas, expulsado dos veces de Asunción, resultó elegido gobernador en comicios populares después de que su antecesor falleciera súbitamente, dizque envenenado. Fray Juan de Arregui, obispo de Buenos Aires, fue designado gobernador del Paraguay por los revolucionarios comuneros, en pleno campo de batalla e inmediatamente después de que se haya dado muerte al gobernador Ruyloba. Y anótese todo esto sin inventariar los detalles del siglo entero durante el cual los jesuitas interfirieron a gusto y paladar en los gobiernos asunceno, provincial y regional.

Durante los hechos de mayo de 1811, fray Francisco Xavier Bogarín fue posiblemente la mente más influyente. Casi al final de la tiranía de Solano López, el obsecuente cura Fidel Maíz aceptó ser su fiscal de sangre y no hesitó en pedir y conseguir pena de muerte para numerosas personas de bien y patriotas, incluyendo su pastor, el obispo Palacios. Hasta aquí hay ya suficiente en relación a curas metidos a políticos. Fernando Lugo apenas agrega su figura a este abigarrado y colorido retablo histórico de mitras y sotanas alejadas de las sacristías y adentradas en los tortuosos laberintos del poder.

Del Mercosur, de la Unasur ni de los demás inútiles aparatos burocráticos que andamos creando los latinoamericanos hay que esperar mucho. Pero nadie nos asegura que, decididos a interferir y causar daño, comiencen finalmente, aunque sea solo en esto, a mostrar eficiencia. Tendremos que cuidarnos de nuestros profesores de democracia.

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