Portal Guaraní - ANÁLOGOS Y EQUÍVOCOS - Por GUSTAVO LATERZA RIVAROLA

Entre etólogo, teólogo, etnólogo, enólogo y etiólogo hay pocas letras de diferencia, pero no tanta distancia entre oficios. El primero se ocupa del comportamiento de los animales (incluidos Ud. y yo); el segundo, de los atributos de lo divino (excluidos Ud. y yo). El etnólogo estudia comparativamente culturas de pueblos diferentes; mientras que el enólogo se ocupa de las técnicas de fabricación del vino. El quinto, etiólogo, es el médico que nos explica qué cosa es la que nos hace sentir tan mal. Los cinco transitan por distintas veredas del saber humano que en algún momento se cruzan.

Las tradiciones bíblica y coránica instruyen acerca de que vino es cualquier producto vegetal que fermente y genere alcohol etílico. Conocemos también que alguna dosis de este químico natural es afición peculiar de ciertos animales. De ambos hechos, pues, arranca un proceso analítico, analógico y equívoco.

Es fama que los etnólogos son tan buenos bebedores como los antropólogos, práctica que no les convierte en enólogos pero sí, a menudo, en pedistas, estado espiritual estimulado por la soledad y el silencio silvestres. Por su parte, el enólogo puede que ni siquiera sepa beber adecuadamente, o que no le agrade hacerlo. Al que es capaz de distinguir y escoger los sabores del vino se le llama sommelier, galicismo adaptado por razones de elegancia (no siendo lo mismo declarar la profesión diciendo "soy un probador de vinos" que "soy sommelier").

Su origen es de alcurnia. En las cortes francesas –por lo menos desde Francisco I (un monarca zafio educado en buenas maneras por su nuera italiana Catalina de Médici)– el sommelier era siempre un oficial de Corte a cuyo cargo estaba preparar la mesa real y disponer los vinos según el orden en que debían ser escanciados. Fue la República que lo convirtió en un profesional liberal. Actualmente, en el oficio gastronómico la palabra designa simplemente al camarero, mozo o maître encargado de aconsejar sobre vinos en restaurantes de buen nivel.

Al parecer, los etnólogos ni los enólogos se ocupan de estudiar los distintos tipos de vino que se produjeron en las culturas primitivas (sepamos que en todas hubo alguno). En el Chaco, los indígenas pámpidos lo obtenían del fruto del algarrobo, mientras entre los Guaraní y en el resto de América preferían fermentar el maíz. En Centroamérica probaban otras fórmulas, como el fruto del nance o el quilo. Hasta los animales se aficionan a ciertas frutas que producen espontáneamente alcohol etílico, fenómeno que debería ser analizado más a fondo por los etólogos que por los enólogos. Aunque los etnólogos deberían vigilar a ambos, por ver si van de consuno o difieren en sus teorías.

En el campo paraguayo todavía se ensayan fórmulas exitosas con el níspero y la cáscara de ananá. Si se le pone empeño, cualquier fruta, grano o tubérculo fermentado se convierte en chicha o vino, que son la misma cosa. Pero si Ud. bebe eso y su hígado le substancia una querella criminal, es que ha llegado la hora de consultar con el etiólogo, que dirá cuál es la causa (aunque Ud., en realidad, ya se la siente y presiente).

También es materia de los etólogos y etiólogos explicar por qué, hasta no hace mucho tiempo, los generales emborrachaban a los soldados antes de la batalla. Se supone que para estimular sus reflejos e inhibir sus temores, pero las huestes mahometanas no necesitaron del aditivo para conquistar centenares de pueblos y reinos. En el Azora II. 216, el Alcorán dice: "Te preguntarán por el vino y por el maisar (un juego de azar). Di: en ambos hay mal grande". En el Azora V.93 y 94 se prescribe: "En verdad, el vino (y otras cosas) son abominación de los hechos de Satán (...) En verdad, quiere Satán introducir entre vosotros la enemistad, y la cólera en el vino, y apartaros del recuerdo de Alá y de la oración; pero vosotros absteneos...".

Corresponde a los etnólogos explicar el porqué originario de la prohibición coránica de ingerir bebidas alcohólicas. Los etólogos notarán a los mahometanos mercar discretamente en bebidas y ocultarse para beber una copa de vino. Y a los enólogos corresponde averiguar si habrá trabajo para ellos en los espectaculares hoteles internacionales del Golfo Pérsico.
Lo cierto es que a Mahoma no le agradaba el vino y a Jesús le agradaba tanto que, si faltaba, convertía agua en vino, obrando un milagro contrario al de algunos comerciantes locales, herejes abominables a los ojos del Señor, que convierten el vino en agua. Esta es una gran brecha entre ambas devociones, cristianismo e islamismo, que la cultura ecuménica habrá de sellar alguna vez para el magnífico edificio de una paz universal. Y aquí, finalmente, se verá trabajando a los teólogos.

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)