ESCOBAR, TICIO
Nació el 9 de febrero de 1.947.-
Curador, profesor, crítico de arte y promotor cultural. Fundador y Director del Museo de Arte Indígena, Centro de Artes Visuales, Asunción. Entre 1.991 y 1996 fue Director de Cultura de la Municipalidad de Asunción.-
Es Presidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, Capítulo Paraguay. Es miembro del Claustro del Doctorado en Filosofía, Mención en Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Chile. Es autor de la Ley Nacional de Cultura del Paraguay.-
DISTINCIONES:
1.984 Premio "CRITICO LATINOAMERICANO DE ARTE" otorgado por la Sección Argentina de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.-
1.991 Premio "SUDAMÉRICA" concedido por el Centro de Estudios Históricos, Antropológicos y Sociales de Buenos Aires.-
1.997 Condecoración del Gobierno de Brasil "ORDEN DE RIO BRANCO" en el grado de Comendador.-
1.998 Beca de Guggenheim Foundation.-
1.998 Llave de Oro de la Ciudad de la Habana.
1.998 Premio "PRINCIPE CLAUS DE HOLANDA PARA LA CULTURA Y EL DESARROLLO".-
2.000 Premio "BASILIO URIBE" a la trayectoria de Crítico Latinoamericano y del Caribe otorgado ex aequo por la Sección Argentina de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.-
2.003 Nombramiento de PROFESOR HONORARIO del Instituto Universitario Nacional de Arte - Buenos Aires, Argentina.-
2.004 Premio "BARTOLOME DE LAS CASAS" otorgado ex aequo por la Casa de América - Madrid, España - por su apoyo a la cultura de los pueblos indígenas.-
2.005 Recibe la Condecoración de la "ORDEN DE MAYO" en el grado de Oficial, otorgado por el Gobierno de Argentina.-
Fuente " INTERPRETACION LAS ARTES VISUALES PARAGUAY " Autor: Ticio Escobar , Editorial: Servilibro, Asunción-Paraguay 2007
ESCOBAR, TICIO
Catedrático, crítico de arte y escritor. Su verdadero nombre es LUIS MANUEL ESCOBAR ARGAÑA. Nació en Asunción en 1947, hijo de Jorge H. Escobar -eminente jurista paraguayo- y de María Rosalba Argaña Ferraro.
Realizó sus estudios en el colegio Goethe, de Asunción y los universitarios en la Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción", de la cual egresó con los títulos de abogado, en 1970 y de licenciado en Filosofía, en 1974. Es el más importante crítico de arte en el Paraguay contemporáneo, riguroso investigador y profesor universitario.
Ha organizado y participado en la realización de cursos, conferencias, encuentros, seminarios y talleres sobre artes visuales (indígenas, populares eruditas), promoción cultural popular e indígena y políticas culturales en Buenos Aires, São Paulo, Río de Janeiro, Pittsburg, Washington, Madrid, Santiago de Chile, Quito, San Juan de Puerto Rico, Bogotá, Badajoz, Santo Domingo, Lima, Guate-mala, Montevideo, Caracas, Tijuana y Ciudad de México.
En materia de curadorías internacionales es representante del Paraguay ante diferentes bienales internacionales. Desde 1978 hasta 1988 fue curador paraguayo ante la Bienal de São Paulo.
Fue y es, asimismo, curador de exposiciones realizadas en las principales ciudades latinoamericanas y ante las bienales de Venecia, Cuenca, Trujillo y San Juan de Puerto Rico.
Entre los principales cargos que ha desempeñado y desempeña se cuentan los de presidente de la Sección Paraguaya de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (desde 1998), asesor del Museo del Barro y del Museo Paraguayo de Arte Contemporáneo de Asunción (desde 1980), director del Museo de Arte Indígena de Asunción (desde 1987), miembro de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en el Paraguay (desde 1974), miembro de la Asociación Indigenista del Paraguay (desde 1990), presidente de la Asociación Apoyo a las Comunidades Indígenas del Paraguay (desde 1989 hasta 1991), director de Cultura de la Municipalidad de Asunción (desde 1991 hasta 1996); en este último carácter le cupo la responsabilidad de encabezar y llevar adelante el proyecto de recuperación, restauración y conservación de la "Manzana de la Rivera", en el centro de la capital paraguaya, actualmente el más importante complejo cultural de su tipo en el país.
Ha recibido numerosos reconocimientos entre los que se cuentan el premio "Crítico Latinoamericano del Año" otorgado por la Sección Argentina de la Asociación Internacional de Críticos de Arte por sus aportes a la teoría del arte latinoamericano (1985). En 1990 fue distinguido con el Premio "Sudamérica" del Centro de Estudios Históricos, Antropológicos y Sociales de Buenos Aires, por su labor de promoción de las culturas étnicas. En 1997 recibió la condecoración de la "Orden do Río Branco" en el grado de Comendador, conferido por el gobierno del Brasil. En 1998 es favorecido con el otorgamiento de la "Beca Guggenheim" y ese mismo año recibe la "Llave de la ciudad de La Habana", del Municipio de la capital cubana. Como catedrático universitario ha dictado cursos -siempre en la Universidad Católica de Asunción- de "Lógica Simbólica", "Antropología Filosófica" y "Metodología de la Investigación" en el Curso Probatorio de Ingreso, entre 1972 y 1978; de "Crítica de Arte" en la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas, en la rama de
Medios Modernos de Comunicación (1980); de "Historia de la Filosofía" en el Instituto de Teología (1984); de "Filosofía Política" en los cursos de posgrado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Diplomáticas (1987).
Entre sus numerosas publicaciones destacan "UNA INTERPRETACIÓN DE LAS ARTES VISUALES EN EL PARAGUAY", Tomos I y II (1982 y 1984); "PARAGUAY: EL GRABADO" (1983), "ARTE ACTUAL EN EL PARAGUAY: 1900-1980" (coautoría con Olga Blinder y Josefina Plá) (1983 y 1997); "COLOMBINO: LA FORMA Y LA HISTORIA" (1984); "Ricardo Migliorisi: Los Re-Ratos Del Sueño" (1986); "EL MITO DEL ARTE Y EL MITO DEL PUEBLO. CUESTIONES SOBRE ARTE POPULAR" (1987); "MISIÓN: ETNOCIDIO" (1988), "TEXTOS VARIOS SOBRE CULTURA, TRANSICIÓN Y MODERNIDAD” (1992); "LA BELLEZA DE LOS OTROS. (ARTE INDÍGENA DEL PARAGUAY)" (1993); "SOBRE CULTURA Y MERCOSUR" (1995); "EL ARTE EN LOS TIEMPOS GLOBALES" (1997).
Tiene en preparación un volumen sobre "ARTE, MITO Y CEREMONIA DE LOS INDÍGENAS CHAMACOCOS”. Ha publicado diversos artículos en revistas, periódicos y libros de arte y antropología editados en el Paraguay y en otros países latinoamericanos.
Fue fundador, director y propietario por largos años de la galería "Arte-Sanos" de Asunción, la más importante de su tipo en la capital paraguaya. Actualmente es co-propietario de la galería "Scappini-Lamarca".
Es colaborador permanente del diario última Hora, de Asunción.
Fuente: FORJADORES DEL PARAGUAY – DICCIONARIO BIOGRÁFICO. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL. Coordinación General: Ricardo Servín Gauto. Dirección de la obra: Oscar del Carmen Quevedo. Tel.: 595-21 373.594 – correo: arami@rieder.net.py– Asunción-Paraguay 2001 (716 páginas).
Contacto: ticiopart@gmail.com
ESCOBAR, TICIO
Nació en Asunción, Paraguay, en 1947. Crítico, promotor cultural, y curador de arte, se dedica a estudiar y promover diferentes manifestaciones del arte indígena, popular y urbano. Desde 1978 participa activamente en el debate sobre la cultura actual latinoamericana.-
En 1984 recibe el Premio Crítico Latinoamericano del año otorgado por la Sección Argentina de la Asociación Internacional de Críticos de Arte. En 1991 recibe el Premio Sudamérica concedido por el Centro de Estudios Históricos, Antropológicos y Sociales de Buenos Aires.-
En 1997 es condecorado por el Presidente del Brasil con la Orden de Río Branco en el grado de Comendador.-
Entre 1991 y 1996 fue Director de Cultura de la Municipalidad de Asunción, institución en la cual se desempeña actualmente como asesor. Es fundador y director del Museo de Arte Indígena del Centro de Artes Visuales/Museo del Barro de Asunción.-
Dirigió por muchos años la Galería ArteSanos, hoy clausurada, para habilitar después la Galería Scappini-Lamarca Oficina de Arte, conjuntamente con Ana Scappini.-
Recientemente el Dr. Ticio Escobar, que es también docente en la Facultad de Derecho de la UNA, recibió en junio de 1998, la confirmación de la importante Beca de la Fundación Guggenhein de Nueva York, Estados Unidos, para trabajar en la elaboración de un proyecto de investigación sobre el poder y el arte en Latinoamérica.-
De “DICCIONARIO DE LAS ARTES VISUALES DEL PARAGUAY” de LISANDRO CARDOZO, editado con el apoyo de FONDEC ( FONDO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES).
Desde 1978 participa activamente en el debate sobre la cultura actual latinoamericana y el 15 de Agosto del 2.008 asumió el cargo de Ministro de Cultura de la República del Paraguay, hasta el 23 de Abril del 2012.
TICIO ESCOBAR (ASUNCIÓN, 1947)
(17 -IV-1994 – NOTICIAS)
“LA UTOPÍA DE LOS GOBIERNOS DE TRANSICIÓN NO ES LA PANACEA”
Entrevista por VICTORIO SUÁREZ
( GENERACIÓN DEL 90 - LITERATURA PARAGUAYA )
En nuestro permanente afán de interpretar la realidad y profundizar en los grandes temas que guardan relación con la cultura de nuestro país, esta vez, hablamos con el conocido crítico de arte y estudioso de temas indígenas Ticio Escobar. Autor de importantes ensayos, nuestro entrevistado nos ubica de cara a la realidad y brinda respuestas cuestionadoras al momento coyuntural que estamos viviendo en esta suerte de “transición” que sigue en una nebulosa plagada de conflictos y desconfianzas.
–Ticio, noto que los trabajadores de la cultura han tomado cierto protagonismo en esta “transición”. ¿Hacia dónde apunta realmente?
–Durante el stronismo los intelectuales discutían en voz baja y casi en la clandestinidad. Al caer la dictadura hubo un intento muy grande de reconstruir una especie de colectivo. Pero eso no cuajó por falta de espacios, aunque de alguna manera nosotros tuvimos suerte en llegar a la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Asunción. Desde entonces, e independientemente de los rencores sectoriales, hay que reconocer –por lo menos tácitamente– una especie de articulación en distintos niveles. Hace poco, Line Bareiro me dijo que hasta ahora no le hemos dado suficiente importancia a la investigación social; es posible, pero estamos comenzando y tratando de ir más allá de la concepción espectacularista de ofrecer sólo espectáculos culturales. La línea de pensamiento es muy importante, es decir, la creación artística y el análisis no pueden divorciarse. Un primer paso para animar el interés intelectual ha sido la revista cultural “La Isla”, que apareció para abrir espacios de diálogo y confrontación en la comunidad cultural. Lo saludable es que se está tomando conciencia de eso y existe fe para seguir avanzando.
–¿Cuál es la tarea fundamental del sector cultural en este momento?
–A pesar del levantamiento de la interdicción, sigo creyendo que el lugar de producción cultural es la sociedad civil; entonces, la tarea fundamental es afirmar la autonomía y buscar una eficiente organización para contrarrestar los problemas que impiden canalizar intereses y expectativas. En ese contexto, hay que llevar en cuenta dos puntos: 1) Los sujetos que producen cultura, como son los artistas e intelectuales en general. 2) Las instituciones que promueven y administran la cultura y que actúan mediante las políticas, culturales o proyectos diseñados acorde al papel de lo simbólico en el contexto social. Para emerger a la superficie, ambos sectores no pueden estar disociados, es decir, se debe abrir una escena donde la sociedad actúe y se represente. En ese caso, la función del Estado es crear condiciones para que la sociedad civil produzca cultura. Pero entendamos que el Estado al igual que los municipios deberán actuar como agentes y tienen la obligación deasegurar la producción mediante operadores y funcionarios idóneos en la administración cultural.
–Para emprender tareas culturales siempre hay más retórica que acción. ¿Qué se debe hacer para superar esa vieja costumbre?
–No estoy de acuerdo en fomentar tanto la discusión; hay que apuntar hacia la producción de cultura. Entonces, se puede abrir espacios y convocar para confrontar los imaginarios colectivos y trabajar con infraestructuras no tan grandes, pero con capacidad para llevar adelante proyectos de una política cultural denominada que debe ser hecha con participación de la comunidad.
–¿Se puede pensar que lo cultural ocupará necesariamente la agenda de las prioridades?
–La gente se da cuenta de que una vez roto el sueño de un neoliberalismo productivista y desaforado, la cuestión es mucho más complicada de lo que se creía antes, pues no se toman elementos fundamentales que pasan por la identidad y los imaginarios colectivos; entonces, lo cultural ocupa la agenda de las preocupaciones, no como pincelada, sino como construcción de auténticos imaginarios. La gente se da cuenta de que hay más pérdida de identidad delante de una fuerte concepción de homogeneizar el mundo en una instancia simbólica universal y aburrida. De todos modos, hay focos de resistencia cultural muy grande, no en el sentido político-revolucionario, sino como expresión de identidades regionales que traban, inclusive, el desarrollo de un modelo productivo. La utopía posmoderna de los gobiernos de “transición” ha mostrado actualmente que no es la panacea ni mucho menos; no quiero volver a la dictadura, pero tampoco quiero omitir que la cuestión cultural en este momento sea lo fundamental en el más amplio sentido, porque encarna una sociedad escenificada que se representa a sí misma. Actualmente, los sociólogos, politólogos e historiadores se dan cuenta de que ese sector fue dejado de lado; es importante para entrar a jugar en la coyuntura. Evidentemente, las reglas han cambiado, entonces, yo hablaría de redefiniciones en un marco diferente.
–Específicamente, ¿qué pasa con la cultura en este nuevo escenario?
–La cultura debe afirmarse. Es el gran desafío que todos tienen que entrar a analizar. En ese sentido, la antropología ha dado pasos importantes para entender el contexto cultural como una dimensión fundamental en lo social. De esa forma salió a luz una concepción más realista que expone la cultura no como simple adorno en el andamiaje idealizado de lo social, sino como un conjunto de estilos que custodian la identidad colectiva entre signos de utopías, tradición, cuestionamiento y ruptura. La cultura es sencillamente todo. Recuerdo que los manuales aggiornados a partir de los años cincuenta decían “aquello que no es naturaleza es cultura”.
–¿Se debe promover el pluralismo para un modelo de política cultural?
–En sentido democrático y pluralista la política cultural de hoy día debe dar un perfil participativo, donde los productores culturales sean protagonistas para trazar objetivos y planes. El pluralismo en esta cuestión implica igualdad de derechos de cada sector para expresarse en la sociedad y producir hechos culturales tendientes a promover el pensamiento y la creación de las colectividades. Las políticas culturales no pueden descuidar el conjunto de expectativas sociales a fin de conectarlas a otros aspectos de desarrollo.
–Falta voluntad política para llegar a eso. De todos modos, ¿cómo llegar a un verdadero proyecto democrático?
–Mientras el Estado no asegure condiciones participativas es difícil pensar en proyectos culturales totalizadores. El desarrollo de un país no sólo se mide en términos cuantitativos, requiere de los agentes culturales para el crecimiento de una sociedad a la que debe representar, encarnar, mostrar. La sociedad civil debe enriquecerse con la calidad expresiva de aquellos que ofician de creadores. Mientras, la sociedad desarrolista y patriarcal (con sus viejas ideas paternalistas, nacionalistas o liberales) siga imponiendo figuras o esquemas de pensamiento sin asimilar los valores raigales, seguirá vigente la cultura autoritaria. Un verdadero proyecto democrático implica desmontar esos yerros.
–Desde tu óptica, ¿cuáles son los cambios más notorios que aparecieron en el campo cultural?
–Por lo menos existe un cambio de actitud respecto a la cultura que va tomando presencia. El discurso autoritario ha cedido y se da la posibilidad de plantear la especificidad del ámbito cultural. Tenemos la oportunidad de reflexionar para sentar las bases hacia una transición democrática estrictamente cultural.
–¿Qué podés señalar respecto a dos cuestiones que acaparan el discurso actual: la identidad y el posmodernismo?
–Se ha hablado tanto de eso. A muchos le cuesta defender hoy día el concepto identificatorio y decree; existe, sin embargo, la necesidad de buscar el fenómeno identificatorio en lugares nuevos. El aspecto de identidad latinoamericana arranca en los años 20 en el terreno del arte. Latinoamérica tuvo que justificar su propia cara delante de los paradigmas foráneos. Dentro del concepto latinoamericano que abrió paso a nivel continental se había consolidado el ser nacional como soporte homogéneo construido tras el pasado indígena y colonial en similares condiciones de dependencia. Es decir, aparecer por un lado la América de raíz indígena luchando por enarbolar su propia esencia y, por el otro, la presencia del conquistador y todo su poder de dominación. El tema de la identidad pervive en el ámbito donde se desarrolla continuamente la lucha entre lo real e imaginario. La identidad se constituye en una noción inestable formada por enfrentamientos simultáneos en lugares distintos. En relación al posmodernismo quiero expresar que se trata de un fenómeno ambiguo que funciona con intenciones de recusar al modernismo como ciclo cumplido. Pero si la cultura moderna fue ambigua, el posmodernismo también lo es. De todos modos, el posmodernismo no es una etapa que vendría después del modernismo, como su confuso nombre lo indica, sino un espíritu epocal, una sensibilidad que se abre en el seno mismo de los tiempos modernos. El fracaso de las revoluciones y las promesas redentoras de las ideologías, el alto precio que trae el progreso (devastación ecológica, deshumanización), la decepción ante un mundo mejor que no ha terminado de llegar han concluido a un clima de malestar y desilusión general. Hoy ya nadie cree a pie juntillas que a través de la política, el arte o la religión la sociedad alcanzará un estado ideal de plenitud y de igualdad. Esto lleva, obviamente, a una crisis muy fuerte. Lo positivo de esta crisis: el mundo se vuelve más tolerante. Si no existen verdades absolutas, ni dogmas únicos, entonces todas las verdades son respetables. El riesgo que trae la crisis posmoderna se basa en la disolución de las identidades. La identidad es la conciencia de un nosotros en torno a algunas certezas compartidas. Si zozobran tales certidumbres, entonces vacilan las comunidades y los proyectos conjuntos. Si la historia ya no es una gesta heroica que conduce a un final feliz, entonces ya no existen grandes ideales que fundan las identidades. Con los dogmas caen las utopías. Por supuesto que todos los riesgos también abren alternativas. Por de pronto, el replanteamiento del concepto de identidad es estimulante. Simplificando mucho las cosas podríamos decir lo siguiente: los premodernos entendían a la identidad como la interiorización colectiva de una serie de notas fijas, objetivamente determinables (clase, etnia, nación, etc.). Los modernos plantearon la identidad como la conciencia de una situación de conflicto esencial dialécticamente planteado (antagonismo de clase, contradicción ideológica, etc.). La posición moderna cree que las identidades son variables y dependen de posiciones provisionales; se basan más en alianzas que en certezas, más en estrategias que en dogmas de fe. Los diversos sectores ya no tienen identidades prefijadas de antemano por un librero único de la historia; asumen posturas inestables y adquieren perfiles variables, moldeados por la presión de una historia antojadiza. Las llamadas “identidades débiles”, si bien por un lado promueven la tolerancia y el respeto a la alteridad, por otro, inducen a la indiferencia y a la pérdida de las utopías.
Fuente: PROCESO DE LA LITERATURA PARAGUAYA - PERFIL HISTÓRICO, BIBLIOGRAFÍA Y ENTREVISTAS A LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PARAGUAYOS. Por VICTORIO V. SUÁREZ. Edición corregida y aumentada. Asunción, Paraguay. 2011 (654 páginas)