EL APORTE CULTURAL DE LAS MISIONES JESUÍTICAS.
HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS
En la era fronteriza de los siglo XVI y XVII el Paraguay fue teatro de un acontecimiento destinado a tener profundas, prolongadas y amplias repercusiones de carácter histórico, económico, político y cultural. Nos referimos a la entrada de los padres de la Compañía de Jesús en estas tropicales regiones de la América del Sur. Sabido es que a consecuencia del desastre sufrido por Hernandarias durante la segunda expedición dirigida y realizada por el valeroso criollo en las zonas del Paraná y del Uruguay, y ya muy influido por las doctrinas espirituales que preconizaba el obispo Hernando de Trejo y Sanabria, desde Córdoba del Tucumán, y que se contienen en las resoluciones del famoso sínodo de 1603, aquel gobernador escribió al rey de España, solicitando la presencia de misioneros jesuitas que "pudieran suavizar por la enseñanza religiosa 1a condición áspera de los indígenas". Este acto solo se refiere, como vamos a ver enseguida, a la entrada oficial de los jesuitas en el Paraguay. Porque la verdad, según el padre Lozano, es que ellos vinieron durante el gobierno de Juan Torres de Vera y Aragón, en 1588, veinte y ocho años después de la muerte del fundador de la Orden. (49) Estos primeros misioneros llegados al país fueron Tomás Filds, irlandés, Juan Saloni, catalán, y Manuel de Ortega, portugués. (50)
Hernando Arias de Saavedra, "incitado por Felipe III", a raíz de la carta pedido aludida más arriba, dirigió un exhorto al padre provincial de Lima, Diego de Torre Bollo, en el sentido de que los jesuitas tomaran a su cuidado la conversión de los indios.
El padre Torre Bollo contestó prometiendo la fundación de un seminario y un instituto de enseñanza de carácter civil, tal como en su exhorto pedía el gobernador Hernandarias, siempre que se les proporcionara a los de su Orden los recursos necesarios. (51) Así se hizo. El gobernador criollo cedió a favor de los establecimientos a fundarse vastas zonas aptas para agricultura y ganadería, cuya explotación podría contribuir al sostenimiento de los misioneros. El cabildo donó también "un pedazo de la plaza pública para que allí se fundara escuela". Vecinos acaudalados "siguiendo estos ejemplos, realizaron, asimismo, traspasos gratuitos a sus bienes".
El edificio levantado para sede del colegio quedó terminado en 1595.
En ese tiempo también ya habían llegado al Paraguay los jesuitas Simón Mazzeta y José Cataldino.
El 29 de diciembre de 1609 se echaron los cimientos de la primera reducción, San Ignacio Guazú, por el padre Marcial de Lorenzana, con cuyo acto se dio comienzo a las famosas misiones de los hijos de Loyola en nuestro país.
Anotamos la fundación del colegio jesuítico de la Asunción como un hecho de trascendencia histórica, porque su creación representa un grado evolutivo en lo que podría llamarse la era escolar paraguaya. Se sabe que las primeras instituciones de enseñanza pública fueron debidas a Domingo Martínez de Irala. En dichas escuelas primarias aprendieron los rudimentos del saber el propio Hernandarias y Ruidíaz de Guzmán. Sábese también que antes que el colegio jesuita, funcionaba ya en la capital paraguaya otra escuela creada por Hernando Arias de Saavedra, en la que ingresaron ciento cincuenta niños a quienes se les enseñaba elementales nociones de lectura y escritura, y otros cincuenta más "a quienes se les proporcionaba el aprendizaje de oficios varios". Este colegio, abierto en 1607, fue dirigido por el padre Francisco de Saldivar, ilustre sacerdote asunceno, famoso como conocedor profundo de teología. Desde el año 1603, asimismo, funcionaba en la Asunción la "Casa de Recogidas y Huérfanas", creada por inspiración del obispo del Paraguay, Martín Ignacio de Loyola, "en donde hicieron vida de recluidas y recibieron cristiana enseñanza las hijas de los conquistadores". La verdadera fundadora y primera abadesa de la "Casa de Recogidas y Huérfanas" fue Francisca Jesusa Pérez de Bocanegra. Desempeñó el cargo hasta 1617, año de su fallecimiento.
El colegio jesuita inició sus actividades en 1610. Su primer dómine llamábase Manuel de Acosta. En sus aulas debía de enseñarse a leer, a escribir y a contar.
Durante todo el siglo XVII la institución llevó una vida vegetativa, pobre, anémica, "hasta el punto de que quienes querían aprender algo debían de dirigir sus miradas hacia la universidad de Córdoba del Tucumán". En esta casa se enseñaba, desde 1613, dice el deán Gregorio Fúnes, latinidad, artes y teología.
En el aspecto pedagógico, pues, los jesuitas tuvieron una contribución escasa, para no decir nula o negativa, en el proceso de la civilización paraguaya, hecho histórico que ha merecido juicios condenatorios pero justicieros, considerándose que en la época a que venimos haciendo referencia, los hijos de Loyola, como pedagogos, gozaban de noble fama en toda Europa. Recuérdese que Guillermo Godofredo Leibnitz, el filósofo de Leipzig, comentó con admiración su método de enseñanza, y que Francisco Bacon lo consideró como el mejor sistema educativo de su tiempo.
Pero si desde el punto de vista docente la contribución de los jesuitas fue, como dijimos, casi nula en la evolución de la cultura paraguaya, su aporte al enriquecimiento de la producción bibliográfica y, en consecuencia, a las letras del período colonial, es abundante y valioso, como veremos en seguida.
Débeseles, en primer término, la instalación de la primitiva imprenta en el Río de la Plata. Data del año 1700 su establecimiento en el Paraguay. Ochenta años después, la ciudad de Buenos Aires contó con su originaria prensa tipográfica. El jesuita y escritor argentino Guillermo Furlong Cardiff, al ocuparse de este asunto, dice que de las imprentas de las misiones del Paraguay, cuyas principales fueron las de San Ignacio Guazú y Santa María la Mayor, salieron obras voluminosas tales como la Diferencia entre lo temporal y lo eterno, del padre Juan Eusebio de Nieremberg, traducida al guaraní por el padre José Serrano; el Flos Sanctorum, de Pedro Rivadeneira; el Arte y vocabulario de la lengua guaraní, del padre Antonio Ruiz de Montoya, y el famoso Arapurú, del padre Insaurralde. En 1700 parece que el padre Neuman imprimió el Martirologio Romano. La impresión era correctísima por la nitidez y la limpieza de las páginas prensadas. Los indios Yaparí, Tilcará y otros se revelaron artistas del grabado. Así, los libros editados por las imprentas de la Compañía de Jesús en el Paraguay presentaban bellísimas ilustraciones.
En el siglo XVII apareció en el Paraguay ANTONIO RUIZ DE MONTOYA. Nacido en Lima, en 1584, especializóse en el estudio de la gramática. En tierras guaraníes, contando con la colaboración de sus colegas jesuitas, conquistó el dominio del idioma vernáculo. Escribió Arte de la lengua guaraní, editado en el pueblo de Santa María la Mayor, en I724. Existe otra edición anterior, lanzada en 1640, la que fue reproducida por Julio Platesman, filólogo alemán que se dedicó especialmente al estudio de las lenguas aborígenes de América. También se debe a Montoya el Tesoro de la lengua guaraní, impreso en Madrid, en 1639, y el Catecismo de la lengua guaraní, editado en 1640. Esta última es una copia literal, en gran parte, del catecismo escrito por fray Luis de Bolaños, también en lengua guaraní. El padre Antonio Ruiz de Montoya falleció en 165I.
Como se ve, el ilustre sacerdote citado dedicó sus afanes al habla autóctona. Su labor tiene, así, un valor singularísimo para los nativos del Paraguay, que es, como ya lo dijimos, el único país bilingüe de América, y lo tiene también para la ciencia, que es universal. El análisis de la obra del padre Montoya debe hacerse, pues, con mejor razón, desde el punto de vista del guaraní antes que del español; mejor desde el ángulo lingüístico, histórico y sociológico, que desde el plano puramente literario hispano-paraguayo.
NICOLÁS DEL TECHO nació en Lille, en 1611. Su verdadero nombre era Nicolás Du Toict; pero sus compañeros jesuitas se lo españolizaron en la forma en que se lo conoce en la historia. El padre Techo, desde 1630, profesó en la Compañía de Jesús.
Se especializó en la enseñanza de humanidades. Arribó al Paraguay en el año 1649 y llegó a provincial de la Orden en 1680. Durante este transcurso escribió su famosa Historia de la Provincia del Paraguay y de la Compañía de Jesús, cuyo manuscrito, primorosamente hecho por indios guaraníes, imitando los caracteres de imprenta, se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. Esta obra fue impresa en la ciudad de Lieja, en 1673. Su cubierta y colofón dice: Historia Provinciae/Paraguaie Societates Jesu/ P. Nicholao del Techo, ejusden Secretatis Sacerdote fallo Belga-Insulensi. Más abajo se halla el escudo del editor. En el año 1897 fue impresa en Madrid una versión castellana del libro del padre Techo, versión debida a Manuel Serrano y Sáenz. Su publicación, bajo el título genérico de "Biblioteca Paraguaya", débense a la librería asuncena de Uribe y Cía. Es la tercera edición. Fue editada en cuatro tomos y lleva un prólogo de Blas Garay. El padre Techo falleció en 1680.
La crítica ha descubierto que mucho de la Historia de la Provincia del Paraguay, del jesuita francés, es una copia de otro trabajo análogo debido a la pluma del padre Juan Pastor, ilustrado antecesor del padre Techo como cronista de la Compañía de Jesús. Esta obra quedó hasta hace poco manuscrita, dice Paul Groussac, y es el padre Lozano quien ha señalado, el primero, aquel detalle importantísimo a que nos referimos. (52) También en el Paraguay, en el año 1900, Manuel Gondra se ocupó de este asunto en sus estudios de crítica histórica. (53) Es posible que el propio padre Juan Pastor se haya valido de los trabajos del padre Boroa, que ocupó antes que aquel el cargo de cronista de la Compañía de Jesús, así como es posible que el mismo padre Boroa haya hecho otro tanto con los del padre Romero, quien le precedió en el mismo oficio. Y anotamos estas posibilidades teniendo en consideración que los cronistas de la Orden de Loyola se ocupaban, especialmente, en exaltar lo que sus integrantes realizaban en forma colectiva, buscando la ocultación sistemática de todo lo personal, salvo casos en que esto pudiera servir a la buena fama de la cristiana entidad. Las crónicas hacían prevalecer siempre a la organización sobre el individuo. De allí que no se hayan ocupado ni de sus propios autores. Difícil es hallar en ellas, por ejemplo, datos referentes a los padres Romero y Boroa, citados mas arriba, en el carácter de historiadores. Se conocen, sí, sus andanzas de misioneros. Del padre Juan Pastor apenas habla Lozano para decirnos que su inédito trabajo mucho sirvió al padre Nicolás del Techo. Y así ha ocurrido con otros más, a quienes iremos citando oportunamente.
PEDRO LOZANO, escritor español del siglo XVII, profesó también en la Orden de los hijos de Loyola. Estuvo en el Paraguay como misionero. Fue cronista de la Compañía de Jesús, desde I744 hasta 1752. Años antes, en 1733, ya había publicado en España, en Córdoba, una "Descripción geográfica del terreno, ríos y animales del gran Chaco Gualamba y de los ritos de las naciones que lo habitan." A fines de 1754 se acabó de editar en Madrid su Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, la que apareció en dos volúmenes. Los manuscritos de esta obra fueron llevados a España, en 1745, por los padres procuradores Ladislao Orosz y Bruno Morales, con el designio de darlos a la imprenta. (54) También el padre Lozano dejó escrita una "Relación de la navegación de los P. P. Quiroga y Cardiel en el estrecho de Magallanes."
Se ha dicho que la Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay se halla calcada en las relaciones de sus antecesores. Empero, hasta el cáustico Groussac dice "que es harto visible que buena parte de su historia proviene de sus investigaciones propias". La crítica observa que la obra del padre Lozano no sobrepasa el nivel de las medianías de su tiempo. Es una narración exageradamente prolija y detallista, escrita en desordenado estilo. No obstante, es uno de los libros de obligada consulta. Contiene datos y referencias de notorio valor histórico y es una expresión de la vida colonial del Paraguay durante el lapso de que se ocupa. El padre Lozano falleció en 1752, en Humahuaca, mientras viajaba con destino al Alto Perú.
En la primera mitad del siglo XVIII llegó a la provincia del Paraguay PEDRO FRANCISCO XAVIER DE CHARLEVOIX. Nacido en San Quintín, en 1682, ingresó en la Compañía de Jesús y dedicóse a viajar, a observar y a relatar sus observaciones. En 1720 navegó por el río San Lorenzo, en las colonias inglesas de la América del Norte, "atravesó el país de los ilinenses y llegó al río Missisipi que recorrió en toda su extensión". En Francia, ya de regreso del nuevo continente, trabajó en el Diario de Trevouse. A su muerte, que ocurrió en su país natal, dejó escritas una Historia y descripción del Japón, publicada en la ciudad de Ruan, en 17I5, en tres tomos; una Historia de Santo Domingo, editada en París, en dos tomos, en 1730; una Historia de la Nueva Francia, impresa también en París, en 1744, en tres tomos; y una Historia del Paraguay, en tres tomos como las anteriores, y, asimismo, dada a la estampa en París, en el año 1756. El padre Charlevoix escribía en francés su Historia del Paraguay se nutrió en la obra del padre Nicolás del Techo, intitulada Historia de la Provincia del Paraguay. El mismo Charlevoix lo confirma a cada instante en su libro.
Otro misionero jesuita y escritor francés que recorrió el Paraguay en el siglo XVIII, fue el padre IGNACIO CHOMÉ. Nacido el año 1698, profesó desde muy joven en la compañía de San Ignacio de Loyola. Se especializó en el estudio de la gramática. Pudo dominar la lengua guaraní, y en una de sus cartas, haciendo el elogio de la misma, dice que cada una de sus palabras "es una definición exacta que explica la naturaleza de la cosa que se quiso expresar, y que da de ella una idea clara y distinta". (55) El padre Chomé dejó escrita una gramática guaraní. Falleció en Francia, en 1788.
NICOLÁS YAPUGUAI O YAYUGUAY fue un indio educado en las misiones jesuíticas. Se sabe de él que escribió un libro titulado Sermones y Ejemplos, editado en el pueblo de San Francisco Javier, en el año 1727, por los talleres de la imprenta de la Orden. La obra nunca ha sido reimpresa. Constituye una verdadera curiosidad histórica. Un ejemplar de Sermones y Ejemplos poseía Manuel Gondra. Era una joya de su valiosa biblioteca, la que hoy se halla en el extranjero. Al referirse a este libro y a su autor, el mismo Gondra expresaba que escribía el nombre del indio como lo hacían los jesuitas, aunque en su concepto debía hacerse de otro modo. Nicolás Yayuguay, proseguía Gondra, quiere decir Nicolás el verídico, esto es, digno de fe y, por lo tanto, sería contradicción de yapú, que significa mentir, cuaa que vale por saber, y, i, partícula negativa o privativa, esto es el que no sabe mentir. (56) Nicolás Yapuguai también escribió Explicación del catecismo en lengua guaraní, editado en la imprenta de Santa María la Mayor, en 1724. Este autor aborigen del siglo XVIII era cacique y músico. Nada más se sabe de su paso por la vida.
El padre JOSÉ GUEVARA nació en la villa de Recas, en la provincia y arzobispado de Toledo, en 17I9. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1732. Siendo aun novicio partió de Cádiz, bajo la dirección del padre Machoni, con destino al Paraguay. Llegado a Buenos Aires, se lo destinó a Córdoba. En esta ciudad dio término a sus estudios y enseñó después gramática en el colegio de la misma. En 1752 fue nombrado cronista de la Orden en reemplazo del padre Lozano. Este cargo le facilitó la posibilidad de escribir su Historia del Paraguay la que, según lo demuestra con profusión de datos Paul Groussac, no es sino una readaptación de la Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, del citado Lozano, y antes que una obra poco menos que superior a toda humana diligencia, como el propio Guevara la califica, no pecando por excesiva modestia, era, salvo raros pasajes, una aprovechable pero servil rapsodia. (57) La Historia del Paraguay del padre José Guevara es una condensación de la historia civil de los dos primeros siglos de la conquista y colonización del Río de la Plata, trabajo del padre Lozano rechazado por la censura de la Orden, con las modificaciones introducidas por Guevara, y de la Historia de la Compañía de Jesús en sus misiones de la provincia del Paraguay. Cuando se produjo la expulsión de los jesuitas, el padre Guevara fue trasladado a Buenos Aires. De esta ciudad se dirigió a Génova, en viaje accidentado. Durante su permanencia en Spello, que duró largo tiempo, no se le ocurrió terminar su Historia del Paraguay. El padre Guevara falleció, en 1806, en la localidad antes citada.
SIMÓN BANDINI era oriundo de Venecia. Profesó entre los devotos de Ignacio de Loyola, y vino a América en la segunda mitad del siglo XVII Aprendió y dominó el idioma guaraní en forma extraordinaria. Fue orador diestro y elocuente, sólo comparable, decía el padre Antonio Machoni, a Tulio o a Demóstenes, en el manejo de aquella elegantísima lengua. Se sabe Se Simón Bandini que trabajó en las misiones del Paraná y el Uruguay en el año 1675.
DIEGO DE BOROA era oriundo de Trujillo, provincia de Extremadura, donde nació en 1585. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1605. Luego de profesar, se embarcó con destino a América. En el año 1614 se lo encuentra en el Paraguay, en el pueblo de Guarambaré, acompañando al padre Bartolomé Saña. En 1616 visitó la reducción de San Ignacio del Paraná con el padre Claudio Ruyer, donde permaneció hasta 1618. Dos años después regresó a aquella reducción donde acompañó al padre Pedro Romero, fundador de Corpus Christi. Entonces el padre Boroa era superior de las doctrinas del Paraná. (58) En 1628 fue designado rector del colegio de la Asunción y superior de todas las reducciones. Encontrándose en la de Itapúa, topóse con el maestre de campo Manuel Cabral de Alpoin, venido éste de Corrientes con algunos españoles y doscientos indios amigos, con el propósito de pacificar las doctrinas del Uruguay que habían dado horrorosa muerte al padre Roque González de Santa Cruz y sus compañeros, los padres Alonso Rodriguez y Juan del Castillo. El padre Boroa incorporóse a esta expedición. En el mes de abril de 1637, encontrándose en Santa Fe, otorgó poder al padre Antonio Ruiz de Montoya, para representar los intereses de la Compañía de Jesús ante la Corte, facultándole, al mismo tiempo, para mandar imprimir los originales del libro que llevaba compuesto sobre la lengua guaraní y los que compusiese en adelante.
En el mes de agosto del mismo año visitó la ciudad de Córdoba, donde redactó y dató las Cartas Annuas de su provincia, correspondientes a los años 1635, 1636 y 1637.
Supónese que a principios de octubre de este mismo año estuvo en Buenos Aires, y dos años después sufrió las persecuciones de que fueron víctimas los misioneros jesuitas. Durante nueve meses permaneció asilado en la casa de su amigo, el maestre de campo Cabral de Alpoin.
El padre Boroa escribió una epístola sobre la vida y muerte del padre Alonso de Aragón y las Cartas Annuas ya mencionadas, las que fueron publicadas, en latín, por el padre Francisco Hamel, en 1642. En la Revista del Archivo Penal de Buenos Aires se estamparon también los fragmentos de una obra, hasta entonces inédita, del padre Boroa, referente a las reducciones del Paraná y del Uruguay, y en los anexos a la memoria de Trelles sobre límites del Paraguay, hay otro trabajo de Boroa en el que relata al rey la insolencia de los portugueses de San Pablo y pide los medios para combatirlos. Este trabajo está fechado en enero de 1637, en la Sierra del Uruguay.
El padre Boroa, fallecido en 1658, fue también poeta. Conócese de él un soneto que, según se supone, es el primero de los escritos en la Asunción. Cuenta Guevara que "el más amoroso que elegante soneto", se halla inspirado en la muerte de Francisca Jesusa Pérez de Bocanegra, la primera educadora de las mujeres de estas tierras en los días coloniales, y fue "salmodiado en sus exequias por las internadas de la Casa de Recogidas y Huérfanas". (59) Helo aquí:
Concava Cava, q. es de Nra. Madre?
Querida Madre, dinos donde habitas?
Haste olvidado de estas pobrecitas,
por verte con el Hijo, y con el Padre?
Dinos algo Señora que nos quadre,
porque nos tienes tristes y marchitas
huérfanas somos, grandes y chiquitas,
ya no tenemos perro que nos ladre.
Lúgubre Parca, Muerte furibunda,
porque nos has quitado nuestra luna?
Y se la has dado a la noche negra?
Donde hallaremos Muerte otra segunda?
Más triste y corta fue nra. fortuna,
pues q.e perdimos a nra. Bocanegra.
ANTONIO MACHONI nació en Cerdeña, en 1671. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1688 y profesó en 1708. En 1727 se lo encuentra en Salta, como rector del colegio jesuita. Más tarde, antes de 1730, fue rector del colegio máximo de Córdoba del Tucumán. Enviado a Roma, de 1732 a 1733, como procurador general de la Provincia del Paraguay, pasó luego a España. En este país, en Córdoba, publicó en 1732 Las siete estrellas de la mano de Jesús, tratado histórico de las admirables vidas y resplandores de virtudes de siete varones, ilustres de la Compañía de Jesús, naturales de Cerdeña y misioneros apostólicos de la Provincia del Paraguay de la misma Compañía. También en ese año publicó en Madrid, Arte y vocabulario de las lenguas Sule y Tonocoté. En 1733 editó, además, en España, y otra vez en Córdoba, la Descripción orográfica del gran Chaco, obra escrita par Pedro Lozano. Meses después, y en la misma ciudad, dio a luz su Día Virgino y Sábado Mariano. Esta obra fue reimpresa en Buenos Aires, en 1877, por el doctor Juan Mariano Larsen, como apéndice de una nueva edición de su Arte y vocabulario de las lenguas Sule y Tonocoté.
El padre JOSÉ MANUEL PERAMÁS, nacido en Mataró, en 1732, también se halla ligado al Paraguay por sus obras. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1747. Fue destinado a las misiones guaraníes, en las que permaneció hasta el cumplimiento de la pragmática de Carlos III que les puso término. El padre Peramás falleció en Faenza, en 1793. Son obras del escritor jesuita las siguientes; Orationes quinque in landin Domini Ignotu. Duarte et Quiros Seminarii Monserratensis Fundatoris Cordubae Tucumanorum, Cordubae Tucumanae typis, Seminarii Monserratensis; Adveniente Faventiam... Episcop D. D. Dominico e Marchinibus manciforte et urbes praesides S. S. Sabinum el Petrum Damiani Antistites vota et gratulatio, Carmen Epicum favente, 1787, typis lusovie Genetri, in fol; De vita et moribus VI Sacerdotum Paraguaycorum, Faventiae, 1793, typis archii, obra póstuma que contiene la biografía del autor y un Comentarius de Administrationes guaranica ad Rempublicam Platensis. Paratus preloreliquiet de Eucharistia libri cum notis quod reor esse poema insciptum: De sacro in novum orbem invectum, constants IV libris. II Annaes provinciae Paraguariaes Litterae. III Ephemérides, ou journal de vojage du Paraguay a Faenza. IV Proedim juventutis. Caballero añade: Nescio editus ne sit liber in quo ostendit D. D. Gonzagae el Stanislao jure optimo datem juventutis fuisse tutelam.
El padre ENRIQUE LAMORMAINI, oriundo del ducado Luxemburgo, nacido en 1596, también se vinculó a nuestro país por sus afanes de cultura. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1617. Ejerció después la cátedra durante más de veinte años. De ella sólo pudo alejarlo la enfermedad. Dedicóse entonces a escribir. Fruto de sus meditaciones es su Relatio martyn Patrum Rochi Gonzalez, Alphonsi Rodriguez et Joanis del Castillo Joanitatis Jesu, qui anno 1628 in Uruai Paraguariae Provincia passi sunt Vienae mathacus formica, 1631. El padre Lamormaini falleció en Venecia en 1649.
ALONSO BARZANA, a quien algunos historiadores llaman Alfonso Bárzana o Bárzena o Bárcena o Bársena, según Antonio León del Pinelo, nació en Vélez, en el año 1528. Créese, sin embargo, que era oriundo de Córdoba de Andalucía. Fue discípulo del padre Juan Dávila. Ingresó en la Compañía de Jesús en el año 1565. Luego de ordenado, después de 1575, viajó con destino al Perú. Recorrió, posteriormente, Tucumán y el Paraguay. Durante veinte años habitó en estas regiones. Aprendió, en ese tiempo, once diferentes lenguas indígenas, y escribió salmos y comedias que fueron representadas en la Asunción, más o menos, en 1585. Ya al finalizar el siglo, en el año 1595, Alfonso Barzana sufrió un ataque de apoplejía que lo dejó con las facultades mentales alteradas. Mejorado de su dolencia, se trasladó a Cuzco. Cúpole allí la oportunidad de bautizar al último heredero de la corona de los incas. El padre Barzana falleció en aquella ciudad peruana, en 1598.
NICOLÁS DURAND, nacido en 1570 y fallecido en 1653, dedicóse a la historia. Escribió, en latín, tres obras referentes a las misiones jesuíticas en América, las que fueron posteriormente traducidas al alemán y al español. Una de ellas se refiere a la muerte del padre Roque González de Santa Cruz y sus compañeros. El padre Durand fue provincial de los jesuitas del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay, en 1623.
JUAN PATRICIO FERNÁNDEZ, español, nacido en 1661, dejó escrita una Relación histórica de las Misiones de Indios que llaman Chiquitos, que están a cargo de los padres de la Compañía de Jesús de la Provincia del Paraguay. Esta obra fue editada en Madrid, en el año 1726. Más tarde fue traducida al latín, italiano y alemán. El padre Fernández falleció en 1733.
MARTÍN DOBRIZHOYFFER era natural de Gratz, Estiria. Nació 1717, e ingresó en la Compañía de Jesús en 1736. Llegó a América trece años después. Estuvo en las misiones guaraníes y entre los abipones durante dieciocho años. Escribió un Historia de abiponibus, editada en Viena, en 1754. El mismo año fue traducida al alemán por el profesor Kreil, de la Universidad de Pest. Existe, además, una versión inglesa extraída del original latino, por R. Socethey. Es de 1822.
TADEO JAVIER HENIS era oriundo de Bohemia. Nació en el año 1711 y falleció en 1767. Cultivó la oratoria sagrada.
PABLO RESTIVO nació en Mazzarino, en 1658. Ingresó en la Compañía de Jesús, en 1671. Cursó filosofía durante tres años y teología, por espacio de cuatro. Luego de ordenado se trasladó a Malta, en donde dictó lecciones de humanidades. Fue destinado al Paraguay en 1691. Casi medio siglo dedicóse a la labor evangélica en estas tierras, entre chiriguanos y guaraníes. Fue rector del colegio de Tarija, desde 1701 hasta 1705, del de Salta, y lo era del de la Asunción cuando ocurrieron los sucesos de la revolución comunera, en los tiempos de José de Antequera. Restivo opúsose, entonces, tenazmente, al decreto que ordenaba la expulsión de los padres de la Orden de tierras del Paraguay. Terminado su período rectoral en la Asunción, regresó a las misiones, donde pasó los últimos veinte años de su vida.
Fue Pablo Restivo un digno sucesor del padre Ruiz de Montoya, "no sólo como misionero infatigable, sino también como filólogo y lingüista". Su primer libro se intitula Manuale ad usum Patrum Societatis Jesu qui in Reductionibus Paraquariae versatuaes, etc.. Se halla escrito en latín, guaraní y castellano. Fue ésta la tercera obra editada en los talleres misioneros de nuestro país. Al padre Restivo le corresponde, pues, no solamente el honor de haber escrito aquel libro, sino el de haberlo impreso. Su edición es de 1721, en Santa María la Mayor. En este mismo pueblo, y bajo la dirección de Restivo, se editaron otras obras, tal el Vocabulario de la lengua guaraní, posiblemente revisado y aumentado por aquél.
Posteriormente, el propio Restivo refundió íntegramente 1a obra citada; pero su trabajo no fue publicado sino muchos años después de la muerte del misionero jesuita. Los originales se hallan en la Biblioteca Nacional de Berlín. El ex emperador del Brasil, Pedro II, lo mandó imprimir en 1893. Lleva la siguiente inscripción: "Léxico hispano-guaranítico. Vocabulario de la lengua guaraní. Inscriptum a R. P. jesuíta Pablo Restivo, edente Doctore Christiana Frederic Seybold, Sttugard, 1893."
El padre Restivo refundió y amplió también otro trabajo del padre Ruiz de Montoya. Es el Arte de la lengua guaraní, "al que agregó escolio, anotaciones y apéndices". La primera edición de este libro se publicó en 1724, por la imprenta de Santa María la Mayor. Fue reeditada en 1892, por el nombrado Frederic Seybold, quien, en 1890, dio a la estampa, asimismo, Brevis Linguae guarani grammatica, compuesta por el padre Restivo.
Es sabido que el padre Uriarte y el conde de la Viñaza atribuyeron al padre Restivo la famosa obra de Nicolás Yapuguai, Sermones y Ejemplos, de la que ya nos hemos ocupado. Lo probable es que el misionero jesuita haya colaborado con el escritor autóctono en la impresión de aquel trabajo. Lo mismo cabe apuntar en lo referente a la Explicaciones del catecismo en lengua guaraní, del nombrado autor aborigen.
El padre Restivo, a petición de algunos misioneros, dedicóse también al aprendizaje de la lengua de los indios chiquitos. Sus afanes tuvieron éxito, pues "consiguió reducir a reglas y preceptos su enmarañada gramática". Los trabajos referentes a la lengua aludida fueron publicados por L. Adam y V. Henry en el libro titulado Arte y vocabulario de la lengua chiquita, con algunos textos traducidos y explicados.
El único trabajo de Pablo Restivo que permanece inédito parece ser el Compendio de los vocablos más usados en la lengua española y guaraní. Es del año 1729. Constituye un volumen de doscientas cuarenta y cuatro páginas, y se halla el Museo Mitre, de Buenos Aires.
Uno de los méritos más sobresalientes del padre Restivo es, como se ve, el haber sido uno de los creadores del arte tipográfico en el Paraguay. Le acompañaron en este afán los padres Juan Bautista Neumann, José Serrano, Simón Bandini, Ladislao Orosz y Segismundo Asperger.
Pablo Restivo falleció en Candelaria, en 1741.
JOSÉ SÁNCHEZ LABRADOR. En 1910 fue dado a publicidad, por la Universidad de La Plata, una importante obra cuyos manuscritos estuvieron ocultos durante muchos años. Se trata de El Paraguay Católico, del padre José Sánchez Labrador.
Antes de ocuparnos de tan importante libro vamos a referirnos a su autor.
Samuel A. Lafone Quevedo, en el prólogo que escribió para la edición de 1910, de El Paraguay Católico expresa que en la Biblioteca de Escritores de la Compañía de Jesús y Suplemento 1º, por el padre Diosdado Caballero, que data de 1814, se hallan las informaciones biográficas del padre Sánchez Labrador, que copiadas dicen: "José Sánchez Labrador nació en la Guardia, pueblo de la diócesis de Toledo, el 19 de septiembre de 1717; entró en la Compañía en la provincia de Toledo el 5 de octubre de 1731 e hizo la profesión de cuatro votos el 20 de mayo de 1751. De la provincia de Toledo se trasladó al Paraguay. Fue profesor de Filosofía y Teología con gran opinión de ciencia en la Academia de Nueva Córdoba. Varón insigne por su prudencia... diligencia y paciencia, e investigador diligente de las cosas naturales: son palabras del esclarecido varón Martín Dobrizhoffer en su egregia Historia de los Abipones, de quienes fue misionero en el Paraguay, editada en tres tomos en Viena el año 1874. El mismo Martín, en otro lugar de dicha historia, añade acerca de Sánchez: "Estas cosas... y algunas otras las debo a las observaciones y relaciones de José Sánchez, diligentísimo explorador de la naturaleza... Ojalá tuviese a mano los dibujos de las fieras, aves, peces y plantas, hechos con su hábil pluma, dignísimos, por cierto, de que, para adorno de mi historia se grabasen con buril de Viena." Hasta aquí el mismo.
"Abandonando las cátedras que con tanto lucimiento desempeñaba, se ocupó Sánchez por mucho tiempo en convertir a la fe cristiana y reducir al suave yugo del Rey católico las naciones bárbaras del Paraguay, para lo cual hubo de recorrer distancias inmensas, exponerse a grandes peligros y sufrir innumerables trabajos. En medio de expediciones tan ilustres y útiles para la gloria de Dios y benéficas para el Rey de España, fue Sánchez deportado a Italia con los demás compañeros. El santísimo anciano tan benemérito de la religión, del Rey, de la nación española y de todos los varones sabios, murió en Rávena en 1799.
"Obras manuscritas. - Tradujo el catecismo a la lengua de los Mbayás en cuyo beneficio había derramado tantos sudores, para civilizarlos, reducirlos a vida más humana e iluminarlos con la luz del Evangelio. Había escrito hasta la letra P, el Diccionario de la misma lengua adornado con preceptos gramaticales, que hubiese continuado hasta el fin a no haber intermediado el destierro. De la historia del Paraguay escrita en francés por el Padre Pedro Fr. Xav. Charlevoix, traducida al latín por el padre Domingo Muriel y editada en Venecia en 1779.
"Paraguay natural ilustrado. Noticias de la naturaleza del país con la explicación de fenómenos físicos, generales y particulares: usos útiles que de sus producciones pueden hacer varias artes. Parte primera, contiene los libros siguientes: primero, diversidad de tierras y cuerpos terrestres; segundo, agua y varias cosas a ella pertenecientes; tercero, aire, vientos, estaciones del año, clima de estos países y enfermedades ordinarias. Es un tomo en 4º de letra tupida en el que se ilustra el Paraguay natural en tres libros en los cuales erudita y copiosamente se trata de la diversidad de tierras y cuerpos terrestres, de las aguas, aire y vientos, de las tempestades, temperatura y enfermedades más comunes de esta región. Parte segunda, contiene los libros siguientes: primero, botánica o de las plantas en general; segundo, selvas, campos y praderas del Paraguay; tercero, los árboles en particular; cuarto, tunas y cañas; quinto, icipós y otras plantas sarmentosas; sexto, algunos arbolillos, matorrales y hierbas; séptimo, algunos útiles y curiosos usos. En esta segunda parte, que contiene siete libros, trata copiosamente de la botánica del Paraguay. Alaba a Pedro Montenegro, coadjutor temporal de la Provincia del Paraguay, que dejó una obra manuscrita en español sobre las plantas del Paraguay útiles para curar las enfermedades. Dice también en el prefacio de esta segunda parte, que terminó del todo el tomo primero de la obra titulada Paraguay Cultivado.
"Parte tercera, contiene los libros siguientes: primero, animales cuadrúpedos; segundo, las aves; tercero, los peces. En esta tercera parte trata de los cuadrúpedos, aves y peces y menciona la segunda y tercera parte de la obra escrita por él mismo, titulado "Paraguay Católico". Parte cuarta, contiene los libros siguientes: primero, de los animales anfibios; segundo, de los animales reptiles; tercero, de los insectos.
"Los anfibios, reptiles e insectos del Paraguay forma la materia de estos tres libros de la parte cuarta. Aquí también hace mención de la obra "Paraguay Católico", y censura la disertación de Raimundo María Termeyer sobre las cosas de Tucumán inserta en la obra titulada Memorias eruditas, que se editaba en Milán en 1778."
El "Paraguay Católico" está fechada en 1770 y se publicó, como decimos, en 1910.
PEDRO MONTENEGRO, nacido en Santa María, Galicia, y ordenado en España, durante su estada en esta parte de América escribió un importantísimo libro referente a materia médica. Dicho libro es considerado, cronológicamente, como el primero en su género.
Sábese de Pedro Montenegro que estuvo en Córdoba, enfermo de tuberculosis.
La obra del ilustre jesuita se intitula Libro Primero y Segundo de la propiedad y virtudes de los árboles y plantas de las misiones y provincias de Tucumán, con algunas de Brasil y Oriente.
En la Historia de la Medicina en el Uruguay, importante obra de Rafael Schiaffino, se lee el siguiente párrafo referente a Pedro Montenegro: "Así como Ruiz de Montoya representa en el siglo anterior la suma de los conocimientos corrientes del elemento popular, en el siglo XVIII, Montenegro es la figura que domina en la transformación que había sufrido el ambiente de las reducciones. Médico, antes de ser jesuita, había actuado en los hospitales de Madrid y fue dedicado a su oficio en las florecientes misiones; ya había cesado la conquista por la cruz, y los padres dedicaban sus actividades a la organización en aquel género especial de comunidades. La especialización de las funciones permitía ya la dedicación al estudio sin que los menesteres espirituales absorbieran todas las actividades.
"Montenegro, inclinado desde niño a conocer y saber la virtud de las plantas y a curarse con ellas, así como a sus prójimos, «pudo en el vasto y virgen ambiente que se le ofrecía» desplegar sus aficiones y aptitudes en su estudio favorito. Constreñido por ellas, «entraba en los bosques», trepaba por «sierras muy encumbradas y no pequeños peligros, atropellando incomodidades y trabajos, helándose muchas veces de frío y sofocándose otras de calor», dándolo todo por muy bien empleado.
"Agregábase a su afición la apremiante necesidad de valerse de los recursos de la naturaleza, en una época en que la escasez de médicos y boticarios llegaba al punto «de no haber encontrado en veintiún años más que un solo cirujano en estas tierras de América» y en las que se veía obligado a hacer de «autor de Botica» confeccionando los remedios con las yerbas que tenía a mano.
"Esa penuria propia de la época lo llevó a dejar escrita la suma de sus conocimientos, movido «más que por la ambición de ser autor de un libro por la de la caridad de hacer bien a sus hermanos».
"Dio a su obra el título de Libro Primero y Segundo de la propiedad y virtudes de los árboles y plantas de las misiones y provincias de Tucumán, con algunas de Brasil y Oriente, señalándola con la fecha de 1710 y acompañándola con los dibujos de las plantas de que trataba.
"De esta obra se encuentra un ejemplar en la Biblioteca del Duque de Osuna; existe una copia con grabados, muy bien conservada en la Biblioteca Pública de Buenos Aires, la que por carecer del título fue bautizada por Trelles con el de "Materia Médica Misionera".
"De este ejemplar hemos tomado nuestros apuntes. Trelles lo publicó, sin los grabados, en los tomos I y II de la Revista Patriótica del Pasado Argentino.
"Montenegro, en su obra, sigue la escuela española tal como se hallaba en su época. Sus maestros están representados por la trilogía clásica de Dioscorides, Mathiolo y Laguna; al viejo botánico griego, unía a su comendador Andrés Mathiolo de Siena (1500-1577) y para cerrar el triángulo al español Andrés Laguna, contemporáneo de aquél y traductor y comentador de Aristóteles y de Dioscorides, a su vez.
"Plinio ocupa un sitio de honor en su libro, y a Theofastro y a Pablo Egineta los conocía a través de la gran obra de recopilación del "francés" Gaspar de Bauhin, obra en la que el minucioso botánico de Basilea y anatomista, que dio su nombre a la válvula ileocoecal, había empleado cuarenta años: Pinax theatri botánica.
"De los escritores que se ocuparon de la botánica médica americana, conocía a Huerta, que así llamaban entonces a García de Orta, el portugués, que de los primeros escribiera sobre ella; a Nicolás Monardes, la autoridad más alta en esa época, y a Cristóbal Acosta; y entre los americanos a Antonio León Pinelo, peruano que escribió en 1631 una Historia Natural de las Indias Occidentales, y a Agustín Farfán, fraile agustino de la Nueva España y doctor en Medicina, autor de un tratado de medicina publicado en Méjico en 1610.
"Fuera de ellos cita al pasar a los portugueses Francisco Moratorio y Ribeiro, a los españoles Herrera, el cronista, y Andrés Alcázar, cirujano distinguido a fines del siglo XVI; a Ascencio de Montpellier, al italiano Pablo Zaecchia, a Catrera, Jude, Bigo y algún otro.
"Sorprende no hallar en su bibliografía, ni encontrar citada en su obra, la de Francisco Hernández, de la que resumida por Zacchi, había publicado en Méjico, en 1615, un nuevo compendio fray Francisco Ximénez, del que ya hemos hecho en su lugar justa referencia, ni al P. José Acosta, al Plinio del Nuevo Mundo, ni a Fernández de Oviedo.
"Al llegar al final de su obra, nos dice que llegaron a sus manos las de Guillermo Pison y Jacobo Bonti, que escribieron en el Brasil, de las cuales ha traducido y trasladado algunas, «las que reconoce de mayores virtudes y que por acá se pueden hallar, por ser semejantes éstas a las del Brasil, de las cuales ha descubierto ya algunas, a las cuales pone con su nombre en Tupí y Guaraní, asimismo las virtudes que dichos autores recetan de ellas, que sin duda serán ciertas para si con el tiempo se descubrieran sepan usar de ellas».
"Cita, en efecto, a Pisón y a Bonti en los capítulos que trata del Cacao, del Pimiento, del Clavo, del Ysypó Moroti; de los Tamarindos, de la Raíz de la China, de la Galanga, del Yaguarundí, del Urucú y de la Copaiba, tomando copia muchos de sus grabados.
"Trae como éstos las propiedades de la Ipecacuana, el Ysypó morotí y las del Jaborandi; en el Yaguarundí, cuyo conocimiento había obtenido de las relaciones indias, como aquéllos, los cita, pero refiriéndose a sus propiedades lo mismo que ellos, declara haberlas conocido por referencias de los naturales.
"Tal es la escuela de Montenegro: La vieja botánica de Dioscovides, comentada por los escritores del siglo XVI, el italiano Mathiolo y el español Laguna. La escuela de los productos de América de García de Orta, de Monardes y de Herrera, Cristóbal de Acosta, la de los que escribieron desde América, León Pinelo y Farfán; desconociendo a Ximénez y alcanzando a última hora la gran obra de Pisón y Marcgrave y la de Jacobo Bonti, de cuyo maduro estudio tanto bueno hubiera podido cosechar.
"Fuera de esos conocimientos, que podríamos llamar, clásicos, recoge Montenegro las reseñas de los Curuzuyaras, la experiencia de sus compañeros de misión, las enseñanzas de las reducciones de otros países, traídas por el intercambio de misioneros. El indio Clemente le enseñó las propiedades del Caápari-miri o batatilla de San Antonio y las del Ybyrá Yacaparú o Altocigo; un indio tupí escapado de San Gabriel le da a conocer el Macaguá Ysypó o Palo de Culebras; un médico de los Güenoas las del Ybotíyú, o Virga áurea; cierto indio viejo, el más expedito que halló en las misiones, las del Yacaré caá; un indio práctico, las de Caá-ruguai guazú; varios indios muy capaces, las de Ipecacuana o Ysypó Morotí. De las tradiciones indias recoge las propiedades del Macaguá caá, o Yerba del Charrúa, ya relatadas por Montoya, las de la Yerba del Colmillo de la Víbora o Mopy Caá, las del Güembé, del Arazá, del Toro caá, o Meliloto. De las relaciones traídas de las regiones vecinas la obtiene Corregüela o purga criolla de Santiago y Tucumán, la Canchalagua de Chile, la Yerba de la Víbora de Tarija, la contrayerba del Perú, que busca y obtiene en la rica flora de las Misiones.
"De todos esos elementos, Montenegro reconoce, describe y dibuja las especies, refiriendo honestamente aquellas en las que no tiene experiencia personal; en cambio, enriquece las descripciones con los valiosos datos obtenidos en su práctica profesional, o en sí mismo, como al tratar de las epidemias del sitio de la Colonia, curadas con el Arazá o Guayaba, o la de su afección pulmonar radicalmente extirpada con el uso de la Algarrobilla o Guayacán (Ybyrá ehé); a veces son éstas un poco inverosímiles como aquel indio a quien pasó por encima una rueda de carreta con 170 arrobas, deshaciéndole cuantos huesos tenía en el pecho y que sanó en un mes con un cocimiento de Mboy Caá.
"La descripción de las plantas en su obra, no obedece a método ninguno, no ya botánico, pues no trata de agruparlas por familias o unirlas por sus semejanzas, cosa que no era dado esperar en esa época, en que aún no existía una clasificación racional, sino ni siquiera por las propiedades medicinales de ellas. Así hace el efecto su obra de que hubiera sido la agrupación de notas, escritas sobre cada planta y agrupadas al azar.
"Es sumamente cuidadoso en el nombre de las variedades, citando las desinencias de los clásicos, la acepción española corriente, siempre la Guaraní y a veces la Tupí.
"En cada capítulo da las variedades de las especies, con las diferentes acepciones en guaraní y las características de sus diferencias.
"Conocidas las clases, hace la descripción de la planta, en su tamaño, carácter de sus hojas, flores y frutos; señala con frecuencia la variación del tipo americano al descrito en los autores clásicos o a las existentes en España, y finaliza con las propiedades medicinales o virtudes, que separa en parágrafos, enumerando las que le conceden los autores, las que le refieren los indios y las que ha obtenido en su larga experiencia de misionero.
"Vista en conjunto la obra de Montenegro, no es posible juzgarla sino dentro de la época, en el estado de la ciencia española de aquel entonces, relacionándola con las que le precedieron y con las que la siguieron en estas regiones. Hemos visto ya la influencia que tuvieron en ella los clásicos como Dioscorides, a través de Mathiolo y Laguna, después la obra de Morardes, y finalmente las obras de Pisón y Bontius; hicimos notar cómo no llegó a él la obra monumental de Fracisco Hernández, ni aún a través de Fray Ximénez, a pesar de las referencias que hace Pisón a cada rato a esa obra; pues bien, con todo, relacionándola con las de sus predecesores la obra de Montenegro no desmerece; es un trabajo paciente y concienzudo de reconocimientos de las especies, de trabajadora búsqueda de sinonimias, minuciosa descripción y de honesta aplicación terapéutica.
"Pero si no desmerece su obra en comparación con la de los maestros, adquiere una importancia extraordinaria, si la comparamos con las que la siguieron en estudios semejantes; cincuenta y ocho años después de publicada su obra permanecieron aún los jesuitas en las misiones y muchos años después publicaban aún los misioneros los frutos recogidos en su estada, y bien: en todo lo pertinente a plantas medicinales ninguna otra se le alcanza. Montenegro es el maestro, y se siente en todos las influencias decisivas de su superioridad.
"Más aún, han pasado ya dos siglos largos de realizada su obra; con ellos el progreso extraordinario de las ciencias ha penetrado en estas regiones; la civilización ha llevado los conocimientos al alcance de todos; ciudades y pueblos han llenado los campos por donde los indios vagaban; y si en todas las manifestaciones de la actividad las nuevas repúblicas han señalado sus progresos, quedan aún las proposiciones de Montenegro esperando que los sabios busquen en los laboratorios el juicio crítico de las premisas sentadas por el empirismo de los misioneros. Algunos trabajos aislados se han esbozado en ese sentido y acaso la escasa publicidad de su obra haya impedido que los estudios se dirijan por ese camino lleno de incógnitas interesantes que despejar."
ALONSO DE ARAGON nació en Nápoles, en 1585. Ingresó, diecisiete años después, en la orden ignaciana y se embarcó con destino al Paraguay en 1616. En la Asunción enseñó latín hasta 1619, para luego ser destinado a evangelizar el Uruguay, juntamente con el padre Roque González de Santa Cruz, y administrar la reducción de Concepción. Falleció en 1629. Se le atribuye la paternidad de varios trabajos, entre los que se cuentan el Vocabulario de la lengua guaraní; las Partículas de la lengua guaraní; los Sermones al pueblo; y las Sintaxis y canciones, muy elegantes, en la misma lengua. Fueron sus biógrafos los padres Antonio Beatillo y Diego de Boroa.
SEGISMUNDO DE ASPERGER era natural de Inspruck. Nació en 1687 e ingresó en la Compañía en 1703, ordenándose en 1716. Misionero en el Paraguay, se dedicó al estudio de las yerbas y plantas medicinales y compuso un tratado de materia médica, mencionado por varios autores, pero ha quedado inédito.
FRANCISCO DÍAZ TAÑO nació en una de las islas Canarias, en 1593. Estudió en Sevilla gramática y retórica. Ingresó después en la Orden de Loyola. Se embarcó para el Paraguay en enero de 1622. Llegó a Buenos Aires dos meses después. Fue maestro de artes en Córdoba. Pasó luego a las misiones guaraníes. Fue destinado al Guairá. Después de recorrerlo, visitó la provincia de Guayaná y fundó la reducción de Candelaria. Compuso catecismos y vocabularios en la lengua de los indios lugareños. Fue interino del gobierno de la Orden en el Paraguay, por ausencia del padre Boroa. Regresó a España en 1637, para exponer a Felipe IV las necesidades de las misiones en estas provincias. Trasladóse, posteriormente, a Roma para tratar de los mismos asuntos con el superior general de la Compañía y con el Papa Urbano VIII. Volvió a América en 1640 con una bula fulminatoria, "plagada de graves censuras y penas, contra los que habían cometido y en adelante cometiesen los delitos que se representaban, contra la Compañía e indios de las Misiones". A su arribo a Río de Janeiro, y al poner en conocimiento las resoluciones de S. S. desde el púlpito del colegio de los jesuitas, los presentes se amotinaron y el populacho acometió contra él. "A no mediar los oficios del gobernador, Salvador Correa de Saa, caro hubiesen pagado los padres Mora y Díaz Taño." Retornó éste a las misiones del Paraná y del Uruguay. Llamado a Asunción, con motivo de las disensiones entre los jesuitas y el obispo de Cárdenas, fue elegido, por segunda vez, procurador ante las cortes de Roma y Madrid. Regresó al viejo continente. Llegado a Madrid, Felipe IV resolvió que se impusiese perpetuo silencio a los émulos de la Compañía en estas provincias y que fuesen castigadas severamente las personas que se hubiesen señalado en contra de los misioneros. En 1657 el padre Díaz Taño desempeñaba el rectorado del colegio de la Asunción.
Debe citarse, además, al padre JOSÉ DE INSAURRALDE, autor de Ara purú agüiyuyhaba o El buen uso del tiempo, obra mística y póstuma del antiguo misionero que fue superior del Paraná y Uruguay. Editóse aquel libro entre 1759 y 1760, por Joaquín Ibarra, en Madrid, en dos volúmenes; al padre JOSEPH VELÁZQUEZ, que compuso un Diccionario guaraní para el uso de las misiones. También esta obra fue editada en Madrid. La cita Alfredo Du Graty; (60) al padre JOSÉ SERRANO, quien tradujo al guaraní De la diferencia entre lo temporal y lo eterno, crisol de desengaños, con la memoria de la eternidad, postrimerías humanas y principales misterios divinos, obra dividida en cinco libros, original del jesuita Juan Eusebio Nieremberg. Este libro fue vertido a la lengua vernácula, en las misiones del Paraguay, en folio, y con cuarenta y tres láminas xilográficas. Según el erudito norteamericano Jorge Ticknor, en su obra Historia de la literatura española, traducción de Pascual de Gayangos y Enrique de Vedia, edición de 1851, dicho libro fue también vertido al latín, al italiano, al francés, al inglés y al cúfico o árabe. Es libro rarísimo, afirma Angel Justiniano Carranza, y, por tanto, "digno de una monografía que lo diera a conocer por extenso". (61)
Podríamos agregar a lo expuesto algunas obras y autores vinculados al Paraguay y a las misiones jesuíticas. Entre las primeras, impresas en América, cronológicamente, nómbranse la "Carta que el ilustrísimo señor don Fray Josef Antonio de San Alberto, arzobispo de La Plata, escribió a los indios infieles chiriguanos, con motivo de pasar los comisionados de esta villa de Tarija, a tratar de treguas, o paces solicitadas por ellos mismos, y obtenida ante la licencia del Excmo. Señor Marqués de Loreto, virrey de Buenos Aires". Con el superior permiso - en la Real Imprenta de los Niños Expósitos - (español y guaraní). Dicha carta concluye así: "Dado en la villa de Tarija a 23 de Octubre, día de San Pedro Pascasio, de 1787." (Raro. Colección Pujol); Catecismo de la Doctrina Cristiana para el uso de los curas doctrineros de indios de las naciones guaraníes, etcétera. Dedicado al virrey Avilés, por fray JOSÉ BERNAL, español, del orden seráfico. El doctor Gutiérrez, en su Bibliografía de la primera imprenta en Buenos Aires, da tantos detalles sobre esta obrita, que omitimos extendernos a su respecto. Ciento setenta y nueve páginas, en 8º, 1800. (62)
"Entre los autógrafos y manuscritos hállanse el Catecismo Limense, de 1603, en guaraní y en español, obra de fray Luis de Bolaños. La salve y los artículos de fe tradujo el padre Roque González. El obispo del Paraguay, fray Bernardino de Cárdenas, poco afecto a los jesuitas, observó que no guardaba la Compañía dicho catecismo y versión en los pueblos de indios de ambos ríos. Pero con más de cuarenta testigos se probó lo contrario, según consta de la sentencia que contra aquel prelado pronunció, en 1648, e1 padre Pedro Nolasio, Provincial de la Merced y juez conservador en dicha causa; Texto de la doctrina cristiana, por el mismo Bolaños, en 12º; Demostración clara y evidente respuesta a las calumnias nuevamente inventadas contra los religiosos de la Compañía de Jesús de la Provincia del Paraguay, sobre el Catecismo, Oraciones y Doctrina Cristiana de la lengua guaraní, por el padre Francisco Díaz Taño (autog.), 1696; Arte de la lengua guaraní, por el padre Blas Pretovio (Anagrama de Pablo Restivo), autog., 1704; Diario del desalojo de los Portugueses de la colonia del Sacramento; Catecismos varios, en lengua guaraní, en 4º; Frases selectas de la lengua guaraní, en 4º; Compendio de la lengua guaraní, en 12º; Diálogos en lengua guaraní, en 12º; Notas al Catecismo en español y en guaraní, publicado por fray José Bernal, padre provincial de San Francisco, de Buenos Aires; Oficio en lengua guaraní, con las respectivas traducciones en español, en folio; Arte breve de la lengua guaraní, en 12º; Confesionario de la lengua guaraní, en 12º; La pasión de Jesucristo (en verso guaraní); Explicación de la doctrina cristiana; en 12º; Rondó y minuete para violín, compuesto por el maestro de orquesta del pueblo de Itatí, Julián Atirahu (guaraní). Ingeniosa composición de este indio, para ejecutarse por dos personas dándose el frente, pues donde termina la pieza, principia el acompañamiento visto al revés. Corre agregado a ésta, una descripción para el manejo de la trompa marina o monocordio, instrumento músico de una sola cuerda, y el que tenían los indios misioneros, puesto entre los labios para imprimir más sonoridad al arco. De este desusado instrumento, algo semejante en su estructura al violín, tenemos una muestra en el Museo, enviado en años anteriores por el gobierno de Corrientes. El padre Restivo, inteligente reimpresor de las obras del padre Ruiz de Montoya, cita, entre otros autores conocidos, a Bandini, Mendoza, Pompeyo y Martínez, cuyos trabajos sobre el guaraní han permanecido ignorados. Felizmente, conserváronse en el Archivo General los Inventarios de las temporalidades de los Jesuitas en Misiones, y en ellos consta que al tiempo de la expulsión, existían, entre otros libros, los siguientes manuscritos en guaraní: Biblioteca de Santo Tomé, cinco volúmenes (medicina); San Ignacio Guazú, diecisiete volúmenes; Santa María de Fe, dos volúmenes (sermones); Santa Rosa, un volumen (arte de García); Central de Candelaria, mil ciento cuarenta y tres volúmenes. Entre estos últimos, la Gramática y Doctrina Cristiana, en lengua gualacha, aumentada con un vocabulario de la misma, por Díaz Taño.
"El doctor Carranza, cuyas anotaciones venimos reproduciendo, trae además una lista de obras correlativas y - expresa - que aumenta el "elenco" con las siguientes, escritas en lengua tupí o brasileña: "1595. Arte de Grammatica da lingoa mais usada na costa do Brasil, feyta pelo padre Joseph de Anchieta, da Comp. de Jesús (en la gran viñeta de la carátula: Nomen domimin, turris fortissima), con licencia do órdinario et do Propósito geral da Compañía de Jesú. Em coimbra per Antonio de Mariz, en 8º m. pg. 58 y no 66 como dice M. T. Ch. Brunet en su Manual, etc. (rarísimo). Este célebre poeta (V. Simao de Vasconcellos), en su Chronica da entrada da Companhia de Jesu no Estado do Brasil, Lisboa, 1663, fol, fue el primero que dio a luz un libro de esta clase, traduciendo en seguida la Doctrina Cristiana para los indios de la Capitanía de San Vicente (Brasil), en la que éste y sus esforzados compañeros establecieron sus primeras misiones en 1549.
"1595. Arte da lingua brasilica, composto pelo padre Luis Figueira, da Companhia de Jesu; teólogo Em. Lisboa, con licença dos Superiores, por Manuel da Silva. 91 pág. en 8º; 1795. Diccionario Portugués e Brasiliano, Lisboa, en 8º (citado por Angelis), 1858; Diccionario da lingua Tupy, chamada lingua geral dos indígenas do Brasil, por M. A. Gonçalves Días. Lipsia, F. A. Brockhaus. I vol. en 18º, 191 pág. Obra publicada por encargo del Instituto Histórico y Geográfico del vecino imperio."
Las históricas luchas populares de mediados del siglo XVII no se limitaron a mera controversia prosaica. La lidia entre jesuitas y franciscanos también floreció en maliciosas coplas. Es de origen jesuita esta que dice:
Vulgo loco y desatento,
ya te pagas de mentiras,
pues con más afecto miras
lo que menos te está a cuento:
la enseñanza, y documento
nos debes, sí, que es tu guía.
Porque aunque todo a porfía
te acude de Polo a Polo,
vas ciego, perdido y solo,
cuando vas sin Compañía.
Todos nos han menester,
Frayles, Cabildos, y Audiencia
y todos en competencia
tiemblan de muestro poder:
y pues hemos de vencer
esta canalla enemiga,
todo este Pueblo nos siga;
y no quieran inconstantes
perder amigos gigantes
por sólo un Obispo hormiga. (63)
En las huestes defensoras del obispo y gobernador, fray Bernardino de Cárdenas, también hubo poetas populares. Un largo romance hace la crónica de sus actividades en el Paraguay, y dice:
Se saluda
al Cárdena más insigne,
al Criollo más gallardo,
al Varón más singular,
al Religioso más Santo
al más Docto, y al más pobre,
(al fin Frayle Franciscano),
que han conocido las Indias... (64)
Y hemos de cerrar este capítulo con el nombre de ROQUE GONZÁLEZ DE SANTA CRUZ. Nacido en la Asunción, en 1576, era hijo de padres nobles. Diéronle éstos una educación esmeradísima que mucho le valió en la vida. Al ordenarse de sacerdote, se recibió del curato de la catedral de su ciudad natal. Más tarde rehusó la dignidad de provisor y vicario general con que quería honrarle el obispo. Ingresó en la Compañía de Jesús, en el año 1609. Siendo aún novicio, se le encargó la misión de los guaicurúes. De ésta pasó a la reducción de San Ignacio del Paraná, en el año 1611, con motivo de haberse ausentado, con destino a la Asunción, el padre Marcial de Lorenzana, fundador de aquella misión, con el propósito de conferenciar con el oidor don Francisco de Alfaro. En 1619, Roque González de Santa Cruz estuvo en la reducción de Itapúa, cuyas bases fueron echadas algunos años antes. Después de permanecer en ella varios meses, pasó a la reducción de San Ignacio, de donde llevó una partida de ganado vacuno para Itapúa, con la cual formó la primitiva estancia jesuítica en la zona comprendida entre los ríos Paraná y Uruguay. Esta partida fue luego engrosada con otras traídas de San José de Caazapá.
El padre Roque González de Santa Cruz fue el iniciador de la prédica del evangelio en el Uruguay. De ahí su nombre de primer apóstol de aquella región. Aprovechando el arribo de cuarenta y cuatro sacerdotes que venían de Europa, Roque González de Santa Cruz puso los cimientos de numerosas reducciones. Catequizó al cacique del Caaró o Caá-ró, llamado Guarobay. Cruzó el Ysy, río que entronca y enriquece con sus aguas el caudal del Uruguay, a una distancia de tres leguas de la reducción de San Nicolás. En este sitio fundó otra misión, de acuerdo con el cacique Nezú, quien comprometióse a levantar templo y casas para los primeros pobladores. Regresó a Itapúa, situada en la margen izquierda del Paraná, donde encontró, entre otros, al padre Alonso Rodríguez, a quien llevó consigo a la fundación de Caaró. Estableció en seguida, sobre el Ysy, la doctrina de la Asunción, y la dejó a cargo del padre Juan del Castillo. Volvió el padre González de Santa Cruz a la reducción de Caaró. Allí encontró la muerte en manos de los indios, en el año 1628. (65) El corazón de este predicador jesuita, según el padre Nieremberg, fue llevado a Roma, en cuya ocasión él tuvo oportunidad de verlo. Luego de la canonización del famoso beato, realizada en el año 1934, dicha víscera fue traída a la Asunción. Se la guarda ahora en Buenos Aires, como cristiana reliquia. El padre Roque González de Santa Cruz, quien dominaba el guaraní y el castellano, fue un fundador y un educador, vale decir, un civilizador.
Como nota curiosa agregaremos a este capítulo un recuerdo al respecto de los intérpretes, verdaderos servidores de la cultura. Uno de ellos llamábase DIEGO DE ACOSTA, vecino de la Asunción, en 1645.
NOTAS
VI.- El aporte cultural de las misiones jesuiticas.
49- MANUEL DOMÍNGUEZ, El alma de la raza.
50- FERNANDO PÉREZ ACOSTA, S. J., Las misiones del Paraguay.
51- PEDRO LOZANO, Historia de la Compañía de Jesús, tomo II.
52- Estudios de historia argentina.
53- MANUEL GONDRA, Hombres y letrados de América.
54- PAUL GROUSSAC, El padre José Guevara.
55- MANUEL GONDRA, Hombres y letrados de América.
56- El guaraní y las ideas abstractas.
57- El padre José Guevara.
58- TRELLES, Revista patriótica del pasado argentino.
59- Citado por S. BUZÓ GOMES, Índice de la poesía paraguaya.
60- La República del Paraguay.
61- Anotaciones a la Descripción histórica de la antigua provincia del Paraguay, por MARIANO ANTONIO MOLAS.
62- ÁNGEL JUSTINIANO CARRANZA, ídem.
63- S. BUZÓ GOMES, Índice de la poesía paraguaya.
64- Papel en verso sobre el recibimiento al venerable fray B. de Cárdenas, Colección General de Documentos, tomo II, página 20, 1667. Biblioteca Godoi, Asunción.
65- TOMÁS AVEIRO, Índice de la Diócesis del Paraguay, Archivo del Arzobispado de la Asunción, Inédita. TRELLES, Ob. cit.
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EDITORIAL AYACUCHO BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)
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