POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS
Obras ESTER DE IZAGUIRRE
Edición digital:
Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002
N. sobre edición original:
Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],
Editorial Don Bosco, [s.a.].
PRÓLOGO
Hay poetas que construyen su voz en un largo camino de actividad literaria. Tanto el material ideológico como las experiencias personales, los sentimientos ingresan para someterse a la presión de lo literario, a la dominación -afortunada o desafortunada- de una estética.
Otros poetas prefieren el camino del afinamiento personal. Se diría que la página en blanco sobre la que inscribirán su estética, son ellos mismos. Es un propósito difícil y hasta riesgoso, no cabe mucha posibilidad de subterfugio ni de distanciamiento (aquel «extrañamiento» de que hablara Bertold Brecht). Todo el yo del poeta pasa a ser instrumento del decir poético, del canto; el hombre, poeta en estos casos, intenta ser laúd, órgano catedralicio o quizás melancólico silbido humano enriquecido por el temblor de los humanísimos labios.
Si tuviera que definir a Ester de Izaguirre preferiría este símil. Asume todos los riesgos de nombrar sentimientos y situaciones. Lo hace exponiendo su sensibilidad al desnudo, sin adornos de conclusiones morales -esas falsas alturas políticas, religiosas o éticas. Consigue vencer el difícil desafío y nos alcanza estos poemas humanísimos, sinceros, verdaderos. En ellos aparece la cotidianidad sin arrogancia ni agregados épicos, simplemente la verdad de lo cotidiano y lo simple, pero tamizados por una sensibilidad atenta, una sensibilidad de poeta, capaz de una percepción profunda y significativa que transformará esos hechos simples de todos los días, en experiencia profunda y trascendente.
Se dijo que los poetas son los más encumbrados constructores de esa «conciencia social reflexiva», ese arduo trabajo de los hombres -los únicos seres incompletos (y por esto imperfectos) de la creación. Somos los espectadores, estamos obligados a tomar conciencia.
Toma conciencia el ingeniero, el científico, el periodista, el hombre que medita sobre su situación y sus conflictos. Pero el poeta es el más alto exponente de esta necesidad porque su toma de conciencia es la más universal y completa: opta por captar -o lucha por capturar- el sentimiento del existir. Puede intentar hacerlo con un Himno holderliniano o en un ciclo terrenal y celeste como el de la dantesca Commedia, pero también puede hacerlo a través de lo mínimo, a través de las cosas de nuestro entorno, del aquí y del ahora. Si es verdaderamente poeta, comprenderemos y sentiremos en su voz que al nombrar lo que vemos y sentimos todos los días, como por arte mágico, esa realidad aparentemente inmediata, es devuelta a una profundidad que se nos escapaba antes del verso.
Si el sociólogo explica y el político y el filósofo interpretan, el poeta nos da, en cambio, algo total: el sentimiento de vida como conciencia del existir. Ni la piedra ni el animal necesitan sentirse vivir, pero sí el hombre. Y entre todos corresponde al poeta entregar la expresión de ese sentimiento total. A lo largo de las generaciones los poetas son -pura y simplemente- nuestra conciencia humana.
Ester de Izaguirre no centra su libro en temas o series de temas excluyentes. Su conciencia poética, libre y emocionada, se posa en el más variado paisaje, desde lo personal hasta el ambiente ciudadano.
Sus versos encuentran seres queridos, las casas, las calles de la ciudad -hasta sus personajes como «El deshollinador» (poema logradísimo)-, el amor y la meditación del amor, y la muerte, el interrogante eterno.
Pero los temas de todos sólo cobran altura en la pluma de muy pocos, y Ester de Izaguirre logra darnos una clara prueba de sensibilidad omitiendo las sonoridades del arte elocutivo tanto como el prestigiado recurso de las interpretaciones fáciles (aunque se revistan del prestigio de lo filosófico o lo político) y queda un despojado sentimiento de verdad, de pura realidad. Es aquí cuando su poética se hace altamente significativa, reconfortante, ya que hay una afirmación final de la vida.
Ester de Izaguirre nos eleva a una celebración verdadera, a una afirmación, diría, religiosa final, que nada tiene que ver con facilidades fideístas.
Creo que éste es el aspecto que más tenemos que agradecerle a Ester de Izaguirre. Yo, formalmente, lo hago con entusiasmo, al haber encontrado verdadera poesía en estos tiempos de falsas cosmogonías y quejas plañideras.
ABEL POSSE
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Obras completas
PRÓLOGO
TRÉMOLO (1960)
Prólogo// Frustración// Decantación// Capricho// Lluvia, ayer// Despertar// Estatua// Testimonio// Gotas// Elección// Al hijo que no nació// Anunciación// Pesebre// Plena// Tarde dominical// Adiós a la casa pequeña// Infancia// Interna// Palomas en la ciudad// Astronomía// A un hombre que no quiere soñar// Cisco// Niño pobre// «Ser para la muerte»// Praeter spem// Alumno// Mi tristeza// Otoñal// Miguel de Unamuno// Medianoche
EL PAÍS QUE LLAMAN VIDA (1964)
Prólogo// El país que llaman vida// Tránsito// Cumpleaños// Puerto// Regreso inveterado// El espejo// La cuarta palabra// Crisol// A un perro muerto a orillas del camino// Yo, María Magdalena// La voz del canto// Duendes// Subconsciente// Trasgo// Dual// Mutismo// Esponsales// De mi mundo pequeño y fugitivo// Revelación// Vórtice// Eso que llaman asma// Tu cárcel// Despedida al hijo// Lumbre y siluetas// Impotencia
NO ESTÁ VEDADO EL GRITO (1967)
Prólogo// Neurosis// Canas// La verdad// Mis vestigios// Lluvia// Exilio// Cuaderno nuevo// Desierto// Desdoblamiento// Quién cambió los recuerdos de mi infancia// Presencia// Pregunta// Superposición// Mi sombra// Avaricia// Límite// Sojuzgada// Hablarte// El silbato del tren// Mientras duermo// Tu voz// Conjuro// En viaje
GIRAR EN DESCUBIERTO (1975)
Infancia// Catarsis// A una magnolia muerta// Aguardo// Dónde estabas// A veces creo// Lo de hoy// Adiós// Volver// Convicta// Obstinación// Supermercado Sábado// Libre// Indecisión// Chau Seaver// La semana que viene// Posesión//Romance del despeñadero// Aceptación// Dónde// Lata de basura// Todo// Octubre// Rastreo// Tormenta en el campo// Tarde de pueblo chico
QUÉ IMPORTA SI ANOCHECE (1980)
Prólogo// Qué importa// A la hija que se va// Negación// A una joven pareja que se abraza en la calle// Fechas en rojo y negro// Vida// Presencia// El canario// Tiempo// El mensaje// Ausencia del poeta// Retorno// Las orillas// Celebrante// Referencia// Cuando era chica// Madre yo quiero// Estás// Como si nada hubiera sucedido// Si...// Ayer te vi otra vez// Ciclo// Departamento céntrico// Conquista// Alivio// La serpiente// Nirvana// Esclavo// A una ilusión arrojada a la calle// Olvidos// Ciudad-mujer// Milagro// A la casa en venta// A un día de verano nublado y frío// Un pueblo sin nombre// La flor sobre la alfombra// El deshollinador// Palabras// Personaje de cuento
JUDAS Y LOS DEMÁS (1981)
Prólogo// Judas// A Dios// Brindis// Teléfono ocupado// Insólita// La antigua ceremonia// Los muchos adioses// Feria// Una semilla muerta// Despedida// Coleccionista// Los duendes// Fiesta// Podré// Miedo// Ignorancia// La casa ya no está// Redentor// Impotencia
Y DAN UN PREMIO AL QUE LO ATRAPE VIVO (1986)
Prólogo// Juguetes y otros olvidos// Como si no estuviera// Destiempo// Desencuentro// Romance a un conscripto del Crucero General Belgrano// El tiempo y demás traiciones// Teatro// Río// Si el tiempo no transcurriera// Al hermano que no tuve// Padre navegante// Vos, exiliado// El actor// Agenda// La película antigua// Amarras// Pueblo// Objeto inútil// A una amiga de la infancia// El gol del domingo en el potrero// Ama de casa// A un gato// Nieve sobre el árbol seco// No te he llorado// Cuando dije adiós// El espejo// La otra// Coleccionista de monedas// Ausentes// El que no fue// Árbol de la ciudad// Del amor y otros espejismos// Ceguera// Símbolo// La distancia// La cábala// Rayos láser// Réquiem al amor// De Dios y otras esperanzas// A una mariposa en la ciudad// Riego de verano// El milagro// A mi cuerpo// La cita
SI PREGUNTAN POR ALGUIEN CON MI NOMBRE (1990)
El cigarrillo// Paradojal// Tiempo de viaje// El almuerzo// Soberbia// Break dancing en Nueva Orleans// Pablo// Años// La trampa// El traje// Libre// Final de cuento// Aeropuerto// Fotografías// Isla// La felicidad// Me despido de Asunción una vez más// Aniversarios// Después de un simposio de literatura// Letra de tango// Reencarnada// La canción// A aquel muchacho// La vida// Después de la fiesta de cumpleaños// La alondra// Las palabras// Éste y aquél// Un viaje en taxi// Desierto// La señal// Yo, hormiga// Laika// Sustantivos// Cuando sea grande voy a ser heladero// Ciruja// Con la amiga de la infancia// Anormal// Fantasma
UNA EXTRAÑA CERTEZA NOS VIGILA (1992)
Jesuitas en El Salvador// South America// Plaza Olvera// Relámpago// Escena en Los Angeles// Palabra// El adiós de Manuela Sáenz a Simón Bolívar// El vals de los novios// Mutismo// Ubi sunt// Balance// A Clelia en una cinta grabada// Navidad y Navidades// Amor de viaje// El visitante// Perfil de la ciudad pequeña// En un lugar donde te extraen sangre...// Tarjetas de Navidad// A la amiga de la infancia// A Alberto Olmedo// Pobreza// Distraída// Metáfora// Persistencia// Padre// El tiempo no duerme// Robinson Crusoe// Al trofeo alcanzado// Fiera// Regreso// La ventana de mi cuarto// Incómodo misterio.
TRÉMOLO (1960)
PRÓLOGO
Ester de Izaguirre tiene el don innato de la poesía. Asombra la madurez y la plenitud espirituales de esta joven escritora, que de golpe, con su primer libro, alcanza las más excelsas cimas poéticas.
Está de tal manera inmersa en la tradición poética que ha borrado las aristas de todas las influencias; su profunda originalidad reside precisamente en su capacidad re-creadora.
A través de sus versos pueden reconstruirse los distintos momentos de una vida cuya característica parece ser una soledad serena y armoniosa, impregnada de vaga melancolía: la infancia en «una vasta morada con un jardín extraño», sobre una barranca frente al río, entre ceibos y naranjos; el internado en el Colegio Normal de la Inmaculada, de La Plata; los estudios, las lecturas medulares, el novio inevitable y el amor adolescente, la cátedra y el hogar, el prodigio sencillo de los hijos: «tres retoños fuertes, lozanos, claros como nuevos robles»; la pequeña casa, en que se anida el ensueño y donde, entre sacrificios y sonrisas, entre alegrías y pesares, entre lágrimas y besos, se construye el futuro. Y esta experiencia vital se encierra en versos de una pulcritud perfecta, de una riqueza léxica poco frecuente, en un lenguaje limpio, correcto, flexible, de metros y estrofas que van desde la copla popular, ligera y alada, hasta el grave pareado alejandrino y el soneto, a la par clásico y moderno, y en los que el fondo y la forma concuerdan para cristalizarse en una poesía pura, verdadera, impecable y total.
Luis Alfonso
Académico de Letras
FRUSTRACIÓN
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Todo al pasar es brillo de lucero,
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cansancio de clamar palmas arriba
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y adivinar apenas lo que quiero
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cuando la tenue sombra, vuela esquiva.
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Oigo sin tregua resbalar la arena
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como a través de inútil varillaje,
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en este instante gris que me condena
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a no saber usar de mi lenguaje.
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Siento el batir de un ala columbrada,
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mas de un ave que muere pavorida
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tras el brillo primero en la alborada:
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la palabra en belleza revelada,
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la exultante confianza inadvertida
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y en la búsqueda ardiente derramada.
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DECANTACIÓN
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Mi deseo de hoy es más profundo
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que el habitual anhelo de estrecharte,
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no tiene sexo, génesis del mundo,
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ni piensa en el final al comenzarte.
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Como a un niño dormido quiero verte
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la piel ceñida a la bondad del viento,
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paladear el milagro de saberte
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en esta sed sin manos ni tormento.
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Habrá un mensaje vago, indefinible,
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en la renuncia de nuestra mirada
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y en la luz de la estrella inasequible.
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En esta noche extraña, humanizada,
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bordaré un arabesco imperceptible
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en la trama infinita de la nada.
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CAPRICHO
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Para quererme queriendo
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como quiero que me quieras
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tendrás que querer, queriendo
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como si no me quisieras...
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El amor en un suspiro
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y besos en los cantares,
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me mirarás si te miro
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como si no me mirares.
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Sentir que sientes sentires
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y que los sientes callando,
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decir con ojos decires
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que el labio va silenciando.
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Para quererme queriendo
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como quiero que me quieras
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tendrás que querer, queriendo
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como si no me quisieras.
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LLUVIA, AYER
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«Sólo el rostro emerge del tiempo como desde el fondo de las aguas; y no puede mirarnos».
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Caminaba tu sombra
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junto a mí,
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sombra gris y mojada,
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verde en el césped,
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roja en los guijarros
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de la plaza.
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Poco puede la lluvia
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con las sombras
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y con las manos cálidas
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que se buscan
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(maderos ingrávidos
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en la corriente
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de un río).
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Poco puede la lluvia
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con los labios
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que no pueden besarse,
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porque nadie
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se besa a sí mismo.
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Poco puede la lluvia
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con las palabras
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que no se pronunciaron...
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Tú, a mi lado,
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los dos fuimos
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aquel día lluvioso,
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artífices de un tiempo
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hecho para el olvido.
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DESPERTAR
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Sentí la angustia como un ala viva
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al regresar del sueño jubiloso,
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y palpé en la penumbra compasiva
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un despertar vacío y soledoso.
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En el sueño, mi amor adolescente
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escuchó, entre rumores de una plaza,
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toda tu voz, volviéndome creyente
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de un ídolo de piedra y argamasa.
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Desperté: el mismo otoño suspiraba
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en las rendijas su canción de viento
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y sus tristes llamados en la aldaba,
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mas no encontré tu voz en el acento,
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ni respondió el silencio que rodeaba
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la quebradura del encantamiento.
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ESTATUA
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Te pareces al hombre que amé toda una vida;
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como tú, él tenía celestes las miradas,
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hablaba con tu dejo de alondra estremecida
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y en su risa vibraban esquilas desatadas.
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Y porque te pareces al amado lejano
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abandoné mi orgullo de puerta clausurada,
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exigida, fui esclava de un ayer soberano
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para encontrar los restos dejados por la nada.
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Pero en ese tu cuerpo, inquietud y tormenta,
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en tu honda mirada, en tu pecho, en tu frente
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en vano he perseguido la llama que te alienta.
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Espectro del recuerdo, estatua solamente,
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eres sólo una copia fraguada, amarillenta
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de la inviolable imagen que ha dejado el ausente.
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TESTIMONIO
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«Yo sueño
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con tus trenzas...
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Son un poco de noche
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que quiero
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sentir mío;
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déjame que descanse
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en tus cabellos»
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y aquella tarde
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se esfumaron los perfiles
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de los árboles
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ante nuestra verdad,
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y no hubo
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acento y pausa
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entre el instante ciego
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y los recuerdos.
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Hoy compruebo a través
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de mis cristales
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que el tiempo
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es una quieta medida
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del espacio,
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mis sienes
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son dos copos
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zarceños, plateados,
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y dudaría
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de aquélla, tu existencia,
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si no quedaran
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en el rancio cajón
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de una cómoda,
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dos secas trenzas negras,
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como miembros cercenados
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de mi cuerpo
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sin sangre
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ni martirio.
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GOTAS
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Me dijiste: «Son bellos los recuerdos
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que deja siempre un imposible amor».
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Yo respondí: «Acabemos, y te ofrezco
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de todos los recuerdos, el mejor»...
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En tu vida, alumno de Aretino,
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amaste con fervor a las mujeres;
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hoy amas a una sola y el destino
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te ha quitado, ante ella, tus poderes.
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ELECCIÓN
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Puedes amar y ser muy desdichado
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o ser afortunado sin amor,
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pero amante feliz sólo he hallado
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en el decir falaz de un escritor.
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Me preguntó el destino qué elegía,
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si la borrasca de pasión doliente
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o la dicha serena aunque vacía
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del que no espera nada y nada siente.
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Y yo que conocí la inmensa gama
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de toda soledad que ha travestido
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con hielo y nieve lo que nace llama,
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le rogué con acento desvalido:
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Un adarme de amor en mí derrama
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aunque oculte al tormento inmerecido.
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AL HIJO QUE NO NACIÓ
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Ya tenías un nombre cuando aún no eras forma
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y estabas en la savia vital de mi congoja.
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El instinto jugaba llenando mis pupilas
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de realidades plenas, con tus pupilas vivas.
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Mi vida había cambiado, un horizonte abierto
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presagiaba en mis sienes el eco de tus besos.
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Mas ayer sin un llanto, sin tu forma acabada
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en mi cuerpo dejaron de moverse tus alas.
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Y hasta de sollozos hoy me siento vacía,
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derramada y en vano, la sangre que era mía.
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Yo iba a tener un hijo, y el coágulo fue estrella
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que vierte en los espacios luz dilatada y yerma.
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ANUNCIACIÓN
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A Jorge Luis
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Lo que llevo en mi centro y que palpita
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como tórtola implume aprisionada
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en la mano del hombre, resucita
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mi esencia, en otros tiempos, encarnada.
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Viví otra existencia antes que ésta
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y madre fui en una edad primera
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de Jesús, y decir sólo me resta
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que concebí a la humanidad entera.
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Y yo que renacía en primavera
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oprimiendo la nieve de la vida
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entre mis dedos vanos de agracera,
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veo que mana la fuente resequida:
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el milagro de amar llegó a mi era
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y su magia la ha vuelto florecida.
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PESEBRE
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Llegaste en la balandra de un prodigio
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a través de los mares del secreto,
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y tu gemido al despertar el alba
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me anunció en mi retablo a tu inocencia.
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Allí te adoré envuelto en sigilo
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a la sacra relumbre de una estrella,
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y ungí de incienso tus manitas suaves,
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luciérnagas inquietas de mi huerto.
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Fuera de ti anublada me extravío
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en selva oscura o laberinto inútil,
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pero estás y florecen las promesas
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aquellas que en mi lar se asolanaron.
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Mi vida, en holocausto de la tuya
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dejaré en la mitad de la jornada.
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Hijo querido, cuando tú naciste
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aniquilé a la nada entre mis manos.
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PLENA
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A Graciela María de los Ángeles
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Cómo no ser feliz en estas horas,
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si en el aguardo de escuchar su llanto
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mis manos tejen sueños, temerosas
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de despertar a un hoy irrealizado.
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Si voy llevando de la mano a un hijo
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y el otro, en el alcázar de mis venas,
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quiere ser forma y acercar los siglos
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con la cadena de mis noches lentas.
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Cómo no ser feliz si con los albos,
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plumones tibios del exento nido,
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templé horas de frío desamparo
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y la creación me guareció en su ritmo;
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si una estela de luz y de recuerdo
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dejaré en los anales de la tierra,
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si he transformado en cáliz este cuerpo
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al precio de mi sangre medianera.
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TARDE DOMINICAL
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A Gustavo Claudio Salvador
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Soy dueña del minuto y de la aurora,
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de la canción, el pájaro y el viento,
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mi piel es un hechizo que desflora
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la margarita añil del firmamento.
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El hijo más pequeño ha descubierto
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que hay un misterio en unas viejas llaves,
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los demás, con la sed de cielo abierto,
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mares de trébol surcan en sus naves.
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Tarde dominical, tú sí eres mía
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y al regalarme la quietud deseada
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en medio de la diaria algarabía,
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me haces henchir de paz aquilatada,
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y me haces creer, en soledad tardía,
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entre leves cadenas, liberada.
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ADIÓS A LA CASA PEQUEÑA
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El mármol y la cal de qué montaña,
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de qué árbol marchito el maderaje
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fueron las briznas con que se hizo el nido
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para quebrar el ojo a la tormenta.
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Hoy tengo que dejarte pues mis hijos
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no caben en tu abrazo dilatado,
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nos mudaremos a una casa grande,
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antigua mezcla de terraza y cielo.
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Aquí puso a mis pies el compañero
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un escabel de musgos y diamantes;
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aquí nacieron tres retoños fuertes,
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lozanos, claros como robles nuevos.
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No te puedo dejar indiferente
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pequeña casa de la lucha amable,
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el pan me supo a miel entre tus muros
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y el sacrificio doblegó mis fuerzas.
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Cuando otro habite tus pasillos claros
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y asome alegre por tus ventanales,
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al no asistirme entonces ni el derecho
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de volver la mirada hacia tu lumbre,
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apretaré mis pasos por la acera
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como si hubiera hurtado una esperanza.
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INFANCIA
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(Zárate, 1932)
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Una vasta morada con un jardín extraño
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donde mayo esculpía dorados naranjales,
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un vidrio esmerilado de llovizna y de frío
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en un cuarto desnudo de besos fraternales.
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Reinado solitario de una madre de bronce;
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sus días sin esperas ni claros despertares
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penetraron entonces por mis abiertas sienes,
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y hoy surgen entre aromas de marchitos azahares.
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Recuerdo una barranca tapizada de ceibos
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y un río que en las costas lloraba su orfandad;
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entre risas y cantos escalábamos ágiles
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las laderas brillantes de greda y humedad.
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Y los días de lluvia... nunca más hubo otros
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tan plenos, jubilosos, cuando el cristal abluente
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bordeaba los morenos contornos del semblante
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y engastaba de gemas a mi cuerpo naciente.
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Hace ya tanto tiempo que dejé los rincones
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donde guardó mi infancia sus criaturas de loza,
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donde eché a la corriente mis airosos navíos
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imaginando playas en la calle barrosa,
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que no quiero el regreso; temo que mis muñecas
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sean por el tiempo, sólo un grotesco fardel,
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y aquella airosa nave, en consumida acequia,
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apenas un deshecho barquito de papel.
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INTERNA
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(Colegio Normal de la Inmaculada, La Plata, junio de 1939)
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El sol no ha alumbrado piadoso este día...
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nada se oye afuera y en nuestro convento,
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donde es un espectro mi melancolía,
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las puertas, se esfuerza por abrir el viento.
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Lejos está el cielo insinuado y tenso
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para mis dos manos menguadas y solas:
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campanas transidas, aromas de incienso,
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tintineo de cuentas, tocas y aureolas.
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Es otoño mustio y es todo seroja,
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la tarde vestida de bruja tormenta
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ríe ante la huida de la pobre alhoja.
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El patio en recreo es rueda turbulenta,
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pero sobre el muro que la lluvia moja
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es mi frente otra hoja amarillenta.
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PALOMAS EN LA CIUDAD
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Palomas sublimadas de casquijo y de plomo,
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estatuillas de tiza sobre hombros azorados,
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ojos sin brillo, plumas adheridas al lomo,
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nostalgias del silencio ritual de los sembrados.
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Esas grises palomas en la vereda oscura
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son trucos dibujados, no parecen reales;
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quisieran volar alto y dejar esta clausura
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que separa sus ansias de las albas rurales;
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embriagar de rocío, las nostalgias de lunas,
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de rumores de lluvia y de abierta borrasca;
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dolor de las ciudades cuando se vuelven brunas
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cárceles, revestidas de asfalto y hojarasca.
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Yo vivo esa añoranza de paloma oprimida,
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mis alas están mustias, abatidas de limo;
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yo también soy un ave que vive acometida
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por deseos de encontrar un agreste racimo
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a la vera salvaje de un abierto camino.
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Yo también como tú, paloma de empedrado,
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en la calzada urbana donde somos vecinos,
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apenas soy un truco ingenioso dibujado.
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ASTRONOMÍA
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Si cruzaras los campos siderales
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por la senda sin huella
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y tocaran tus dedos augurales
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los flancos de una estrella,
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sentirías que es luz, brizna, rocío;
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como espuma del mar
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la deshará tu magia en el vacío
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con sólo respirar.
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Ensoñación lejana que ilumina
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la vida a la distancia,
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volviendo opalescente la cetrina
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pared de nuestra estancia.
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Debes huir del leal enfrentamiento
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con las fuentes de luz,
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si es la ilusión moneda de portento
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que sólo tiene cruz.
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A UN HOMBRE QUE NO QUIERE SOÑAR
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Duermen las alas en tus sequedales.
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Mueres, de realidad, crucificado
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por la secta que viste los sayales
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inmaculados de la primavera,
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y te hendirá su lanza don Quijote
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reparando el honor de la Quimera...
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Nadie dirá a tu lado en el pilote:
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«hoy estarás conmigo en las alturas»,
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vacío corazón que no tuviste
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ni migajas del pan de la locura.
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CISCO
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Se hunde la existencia en sus arcanos,
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es arena finísima y es ciscos
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que no pude oprimir entre mis manos
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vulneradas de mar, entre los riscos.
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A veces escuché junto al oído
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a la azul caracola del destino:
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me habló de espacio y de tiempo ido
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tras lo ilusorio del presente endrino.
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Veo el final certero y este anhelo
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sin florecer en rosas y en suspiro
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y sin hallar algún atajo al cielo;
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los instantes, torcaces en retiro,
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se cubren al pasar de espeso velo
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ante mis ojos ciegos de vampiro.
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NIÑO POBRE
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Has llegado a la iglesia en Nochebuena,
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te persignaste con unción aldeana
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y se sintió un perfume a yerbabuena
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en el ámbito augusto del hosanna.
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Tienes ojos serenos, sin anhelos,
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manos callosas, traje desgastado,
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sabes tuya una amelga de los cielos
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y te sientes por dentro acaudalado.
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No se justificaba con tu suerte
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el llanto a mis raíces adherido
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si todo habías no deseando nada;
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lloré por mi ceguera ante la muerte.
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Esta sed del paisaje presentido,
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ésta sí que es pobreza lacerada.
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«SER PARA LA MUERTE»
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La muerte no es aciaga ni es el final de todo;
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resulta tan absurdo el tormento asolador
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si es continuar viviendo de diferente modo
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trocando en horizontes el barro encubridor.
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Dejamos en la arcilla, como una prenda añeja,
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la sed de los anhelos, las inquietudes vanas,
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y el altanero cuerpo si el aliento lo deja,
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integra los festines de orugas cartujanas.
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El alma echará a vuelo sus címbalos de plata
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con levedad de pluma y firmeza de azor
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en el vuelo ascendente de una tarde escarlata...
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Despídeme ese día, amado, con valor,
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no proyectes la sombra de una pena insensata
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sobre las claridades del misterioso alcor.
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PRAETER SPEM
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Apenas soy la gleba roturada
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para formar el nido a la simiente,
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mi cuerpo es un extraño recipiente
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de dolor y esperanza abacorada.
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Reniego de las lágrimas y el luto
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que abaten el empuje de mis alas,
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de los turbantes y las albengalas
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que ciegan la visión de lo Absoluto.
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Hasta cuándo raíces y cadenas
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uncirán mi morena primavera
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a piafantes potrancas sarracenas...
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Hasta cuándo mis plantas nazarenas
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buscarán más senderos, si la espera
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se está volviendo escorias en mis venas.
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ALUMNO
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Not heat flames up and consumes.
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Porque te veo sentado en el sitio preciso
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en que hace muchos años yo empezaba un camino;
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porque tienen tus ojos la fe de las montañas
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que elevan a los cielos su prez en la mañana...
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porque fuiste mi espejo y yo volqué en tu luna
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unción de profesora y de madre, ternura,
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es que hoy no te diré mi adiós por alejarme
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hacia otro cuatrimestre poblado de estudiantes:
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en mi mundo interior hay un lugar colmado,
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palpitante de sombras, de apellidos lejanos;
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allí se quedarán cuando luego te vayas
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tus cantos germinales, y el roce de tus alas.
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MI TRISTEZA
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No sé el tiempo preciso que cabrá mi existencia
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en el búcaro extraño que tu gracia me ha dado,
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compañera de siempre de impalpable presencia
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que te vuelves de noche sabor acidulado.
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Te conocí una tarde en mi tierra nativa:
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llevabas las sandalias bermejas de ajinar
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y en mis rondas de niña de frente pensativa,
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pudiste, sin tus voces, mi voz catequizar.
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Si alguna vez dejara de sentir tu aspereza,
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como ciego curado que no sabe mirar
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los colores radiantes de la naturaleza,
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clamaría tu regreso por todo el solanar
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y al no hallar tus sandalias, dulce hermana tristeza
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en un ser que hoy no existe me vería transmutar.
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OTOÑAL
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Tristeza necesaria que me intima
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a introvertir de nuevo las miradas,
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cegadas ya de toda luz estiva
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y de la lozanía, fatigadas.
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Tristeza simple, sin razón del viento,
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sin motivo y sin llanto de la sarga,
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congoja de árbol de pradera y huerto
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que vitaliza con su savia amarga.
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Le da tregua y sosiego a nuestra alma
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este sopor brumoso del otoño,
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el frío musgo del paisaje arrastra
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a buscar en la hondura algún retoño;
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y si en el más acá hay hojas secas
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y angustia de vacía sementera,
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en la umbría interior una corzuela
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hunde su sombra por la torrentera.
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MIGUEL DE UNAMUNO
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Llegó a mi mano la serena glosa
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que cantaste a las sergas de Quijote
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y desde ayer, con ella me volviste
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apóstol de tu fe sin horizontes.
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La abierta fe del que germina en dudas,
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enemigo real de la apariencia,
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en mis manos tu libro, arnés y yelmo
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para expugnar La Mancha de tu ausencia.
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A la búsqueda contigo nos iremos,
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del arcano ideal que nos aguarda,
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y allí rescataremos de su tumba
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la locura del héroe y sus dos alas.
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Iremos luego a pregonar al mundo
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lo que hay en los hondones de tu alma,
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y a infundir la esperanza bienhechora
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que aquí canta tu verba apasionada.
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Enseñaremos juntos a los hombres
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que Dios no es un altar iluminado,
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no es oro ni ofrenda ni agasajo,
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a Dios lo crea el que le dice: amo.
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Les hablaremos del amor humano
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como aquél del manchego visionario:
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una sola mirada de su dama
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toda la vida le sirvió de palio.
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Y después de bañar con fantasía
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en la jofaina del tamaño breve
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nuestros ojos humanos, partiremos
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a burlar al heraldo de la muerte.
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MEDIANOCHE
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Instante de cadenas
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desatadas
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en las supersticiones
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del pasado...
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Aprieto entre mis dedos
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un rosario,
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y cada perla es una hora
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de mi vida.
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Estoy aquí y estoy entre mis sueños...
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en esta tierra y también lejana
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de toda concreción
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y toda forma.
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Vago ya donde las manos
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extendidas
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no alcanzan los perfiles y contornos.
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Duermo ya.
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EL PAÍS QUE LLAMAN VIDA (1964)
A Ignacio, Pilar, María, Pedro y Pablo
Tengo que agradecer el envío de El país que llaman vida y felicito a Ester de Izaguirre por haber escrito estos versos y haber puesto en ellos profundo pensamiento y verdadera poesía.
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PRÓLOGO
El país que llaman vida está a la vista que nunca se es más quien se es, que nunca se es más una persona, que cuando se sueña. Pero aquí debemos detenernos muy rigurosamente: los sueños de Ester de Izaguirre -no quiero decir que su libro sea un libro onírico, sino que la poeta lo ha escrito sabiendo que lo real es estrecho y mezquino y sólo lo posible es vasto y magnífico, y esta certidumbre no puede ejercerse sino con sueños dirigidos hacia la realidad-; los sueños de Ester de Izaguirre, digo, son esencialmente creadores, y constituyen la existencia (conjugándose así esencia y existencia, razón de toda poesía auténtica), constituyen la existencia de un mundo sensible y visible, de subjetividades trasladadas a un severo objetivismo exterior con el cual se revelan, de una parte, la subyacencia metafísica de Ester de Izaguirre (que llamé sueños), y de otra, la sobremanifestación, la presencia de una expresión poética -claro; esto, por descontado-, de una expresión que no se conforma con torres de palabras con las cuales suelen decirse las cosas como si se las dijera poéticamente, sino con un -pongamos toda la atención en esto- con un contenido poético, y sería pueril y descortés con el lector, si aclarara que es el contenido poético lo que da vida al poema.
Creo que ahora se comprenderá no sólo que lo subjetivo de Ester de Izaguirre, como tan manifiestamente se ve en El país que llaman vida, es génesis y fuerza generadora de sus expresiones, sino también que su poesía es una intensa manifestación de realidades y visibilidades que, tengámoslas o no a mano nosotros, hayámoslas o no experimentado, son decididamente documentables, si se puede emplear este término un tanto fiscal. Si buscara una respuesta a la supuesta objeción de alguien, especialmente de algún crítico superfirolítico de voz aflautada pasteurizado contra la poesía de cepa, recordaría que la frutilla tiene su semilla en la parte exterior, lo cual no significa que no sea fecundante y reproductora. Dije que la subjetividad de Ester de Izaguirre genera y procrea una poesía cuya expresividad concuerda con la idea que le dio nacimiento: este proceso eminentemente poético y reservado a los poetas de raza aparece incontrovertible en su soneto «Regreso inveterado», especialmente en los dos últimos tercetos:
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«Pero unciré al regreso mi ventura
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porque a quien tanto busco cuando voy,
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es a mi propio ser de criatura
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esenciada a mi vida, a la de hoy;
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quiero poder unir la quebradura
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que existe entre lo que era y lo que soy».
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No es necesario ser vidente para ver cuán evidente es que la subjetividad de Ester de Izaguirre, poeta para quien la experiencia poética se convierte en acto creador (fórmula impecable de Elliot y prescripción implacable de Mallarmé), refleja el mundo subjetivo (perdónese la insistencia) de sus tan variados temas en una poesía cuya primera particularidad es, precisamente, lo intrínseco y lo metafísico. Alfredo Nobel, ese admirador de Shelley, que no descubrió la pólvora pero supo explotarla en su provecho, decía, naturalmente, que repitiendo a los pontífices Flaubert y Mistral (Federico, no Gabriela) y al fauno Verlaine, decía que no se es decididamente poeta si no se cumplen los tres pasos substanciales: lirismo, profundidad, expresión. Con los poemas de El país que llaman vida esos pasos están marcados con las huellas de un paso lírico, profundo y expresivo.
No debo extenderme a propósito de este libro de Ester de Izaguirre porque así como la excesiva justicia hiela el corazón, la excesiva prolijidad engendra el fastidio. Pero puedo decir, respecto de este libro singular, que su éxito -el de la crítica y el de los lectores-, como todos los éxitos, depende de la suerte. Y entonces está asegurado, porque se trata de la suerte de tener, talento, sensibilidad, concepción y raíces poéticas, y la suerte de tener, como lo tiene su autora, un sentido insobornable de la poesía a prueba de todas las claudicaciones, un criterio (y cuando es necesario el desvarío, el desvarío también) también insobornable y a prueba de todas las declinaciones (y no precisamente gramaticales).
En El país que llaman vida hay una poesía moderna (aunque sin economía en los signos de puntuación), una poesía bien juzgada por Borges de profunda pero, a un tiempo, tan pletórica en su lenguaje como entrañable en su intención -lograda, ampliamente lograda- de no separar lo inteligible de lo recóndito.
Bernardo Ezequiel Koremblit
«La nature est un temple oú des vivants pilliers laissent parfois sortir de confuses paroles».
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EL PAÍS QUE LLAMAN VIDA
TRÁNSITO
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Avanza solamente: ningún sentimiento es
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el más afín o el más lejano.
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Y no te dejes apartar de Mí;
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cercano está el país que llaman Vida.
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Yo sé desde tu muerte
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-siempre lo supe un poco-
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que cuando el hombre muere
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no puede morir todo.
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Más allá de la corteza que palpamos,
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buscará su nidal tu desmesura
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y tu voracidad de latitudes.
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Sé que tendrás una candela nueva
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detrás de las dos cuencas
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de tus ojos pretéritos.
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Sé que contemplas nuestro desaliento
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desde el imponderable sitio donde el tiempo
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se ha convertido en tótem milenario;
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tiempo inasible que asimila todo:
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futuros y pasados y que engruesa sus venas
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saturadas de simultaneidad y de quietudes.
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Padre, algún día he de estar donde te encuentras
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para saber -al fin- cómo es el límite
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y escuchar los acordes que me vedan estos pobres oídos
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y ver lo que estas miopes miradas interceptan.
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Yo no siento la angustia del misterio
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sino la sed que tienen las arcillas
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-sed de limpia y serena aguacibera-.
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Esperaré paciente en estos lares
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observando el andar de tanta gente,
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sintiéndome en la lucha como se halla
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la jangada, en la acción de la corriente.
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Así cargo cautelosa una alforja
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donde caben mis sórdidas renuncias,
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mis vuelos postergados y mis huesos.
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Esperaré paciente porque pienso
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que alguna vez veré a mi propio cuerpo
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como tú ves el tuyo: desde afuera...
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Lejos, el tableteo de algún tren suburbano;
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cerca, un rumor de fronda y un silbar de calandrias.
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Ya nada conoceré de ese lenguaje extraño,
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absorta y definitiva en el único abismo
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que me hará descubrirme:
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aunque parezca muerta, rediviva,
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y aunque no tenga rostro, verdadera.
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CUMPLEAÑOS
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Desde el fondo del tiempo veo el número clave
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que señala el momento de un otoño extrañado.
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A mí, que he pronunciado tantos plazos impares,
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esta voz, treinta y nueve, me desgaja los labios.
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Ya no están esos días en las sienes blanqueadas,
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tampoco agazapados en las venas transidas,
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ni en el cansancio estéril de aguardar que mis alas
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satisfagan las ansias de nubes y de cimas.
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Ya que han dejado huellas quiero asir a mis años,
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porque si ya no puedo concretar la evidencia
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de que por mí han pasado como vientos extraños,
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me creeré todavía lejana, adolescente,
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e intentaré arrancarme, hiriéndome en la urgencia,
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esta máscara cierta de ceniza ferviente.
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PUERTO
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A Susana Romero
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Las luces de los buques anclados en la rada
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desmenuzan mi sombra sobre la piedra impávida;
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la Cruz del Sur, inútil, señala solitaria
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un flanco dolorido y una ruta quebrada.
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Se adhieren mis deseos a los barcos lejanos
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y dividida entera me veo desde lejos:
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vislumbro a mi silueta que no agita pañuelos
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ni libera a los besos que mueren en sus manos.
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Y persisto clavada como a la cruz deicida,
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acuñando en mis brazos la doble desventura
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de brindar a los otros mi adiós de despedida,
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cuando quisiera hacerse mi nave a la ventura
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aunque en umbrosas playas naufrague, sometida,
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y el viento despedace su audaz arboladura.
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REGRESO INVETERADO
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Busco en tus calles obstinadamente
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y demando a tus plazas cotidianas;
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balbucea mi nombre el día ausente
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con voces al olvido rescatadas.
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Vuelvo al colegio donde las campanas
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aún preludian los ocres del otoño;
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en la que fue mi casa, filigranas
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de salitre y de tiempo reconozco.
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Pero unciré al regreso mi ventura
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porque a quien tanto busco cuando voy,
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es a mi propio ser de criatura
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esenciada a mi vida, a la de hoy;
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quiero poder unir la quebradura
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que existe entre lo que era y lo que soy.
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EL ESPEJO
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Cuando miré al espejo
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y vi aquella mujer que me observaba,
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me acordé vagamente de mí misma,
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aunque ella no tenía
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las ajorcas de luz,
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ni la fuente
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de Siloé manaba de su pecho.
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Tenía, sí, la hondura
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de la otra. Y su herida.
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Pero no era la misma.
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Largos cauces de sed surcaban su mejilla,
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y había envejecido de tanto beber cielos
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en lentas alboradas.
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Recordaban sus ojos el amor de los amplios
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vitrales del silencio,
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y acariciaba a solas
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su verdad como a una
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inquietante paloma.
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El allegro de un órgano muy alto
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me sacudió los hombros azorados,
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y entré por el cristal
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hasta el límite
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de mi precisa dimensión humana.
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Yo siempre había creído
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que era el tiempo el que se iba
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tras cada ciclo cenital morado;
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que el ayer existía en la conciencia
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y que el hoy ya era un mañana virtual. Impostergable.
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Pero entre lo que fui alguna vez
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y lo que es hoy la imagen
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especular y taciturna,
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no son años los que se han ido sucediendo.
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Soy yo la sucesiva y no mis noches;
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aún ahora no me impulsa el instante:
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soy yo la que camina del brazo con la muerte.
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El tiempo es solamente
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una inmóvil esfinge de amatista,
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alzada por las manos de Dios, para animar
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su eternidad desierta.
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LA CUARTA PALABRA
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Eli, Eli, ¿por qué me has abandonado?
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La criatura ha negado tu mensaje
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y el Padre Celestial te ha abandonado:
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ya sabes lo que el hombre rechazado
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padece en su mortal aprendizaje.
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Si tú mismo, Jesús, por mi desvelo,
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dejaste de ser Dios sin cordelejos
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que te unieran al Ser, quien, desde lejos
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eclipsó de dolor la luz del cielo,
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a qué el hombre demanda interrogante
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el porqué de los males y la muerte,
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si Dios no contestó a su hijo amante.
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Enséñame a creer sin comprenderte,
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y a confiar en la ausencia terminante
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que dejó la epopeya de tu muerte.
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CRISOL
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Si pudiera crearme nuevamente,
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acrisolarme entera en una fragua
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y ser desde mi origen, para siempre,
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diáfana y opalina fibra de agua.
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Si pudiera traer a sus verdores
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la flor que resegó mi alevosía,
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sucederme hacia atrás, con los bridones
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que sofrenaron hoy mi fantasía.
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Si por obra de inéditos prodigios,
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retuviera las horas ya pasadas,
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y me hundiera en el tiempo y los vestigios
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rehaciendo el gesto y el mirar baldíos,
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esto que ahora soy, sería un fantasma
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hecho de perfección y de extravíos.
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A UN PERRO MUERTO A ORILLAS DEL CAMINO
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Quizás haya algún dueño -tú lo aguardas,
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el belfo blanco y la cerviz vencida-
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que ensaya regañarte porque tardas
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en volver al rincón de la cocina.
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Alguien dirá después indiferente:
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«junto a la ruta y al cruzar el campo»...
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pero no habrá advertido que en tu frente
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se hendía la hozadura del quebranto.
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Ni el coche artero que acabó contigo,
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ni el amo cuyas manos tantas veces
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lamías en el reto y el castigo,
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supieron que eras algo más que un nombre;
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el amo que decía ser tu amigo
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se preocupa tan sólo por el Hombre.
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YO, MARÍA MAGDALENA
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El tiempo balbuceaba sus jóvenes palabras
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en los primeros cantos de un tímpano remoto.
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Fue en Magdala que se ungieron mis ojos
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con untuosos aromas de mirtos y olivares
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del azul Tiberiades.
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Mis pies que no sabían de riscosos caminos
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tropezaron, de pronto,
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con los arduos peñascos del absurdo
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por querer el encuentro con el hombre
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que nunca sonreía.
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Una mañana gris y sin historia
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lo hallé entre los esenios, en Judea,
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y habría comprendido sus parábolas
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aunque me hubiera hablado en lengua bárbara.
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Y en sus ojos, veneros de sosiego,
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se agazapó mi sed.
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Entonces pude ver a las estrellas,
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pensé en el infinito,
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en los pequeños seres que no vemos
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y en los grandes que no consideramos.
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Y al ver su imagen blanca clamando en la montaña,
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mi alma se quitó la piel bruñida
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que resbaló como sayal inútil.
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Hundí mis manos en la tierra abrupta
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para poder segar el primer fruto;
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se encalleció mi planta
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por querer ascender las madrugadas,
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y amé el dolor porque era dracma noble
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para comprar olvido.
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Al roce del cilicio
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se renovaron todas las células del cuerpo.
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Y llegué a no ser yo. Definitiva.
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Sólo quedaba de mí un pensamiento antiguo
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y un puñado inquietante de recuerdos.
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Fue entonces que volví al pasado la mirada
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y vi a aquellos hombres, fariseos,
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que aún seguían echando pedrejones
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a una mujer extraña:
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la mitad de su rostro se encendía
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al suave resplandor de mi conciencia,
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la otra mitad, irremediablemente
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se disipó en las sombras de la tarde.
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LA VOZ DEL CANTO
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A Lily Hartz, juglaresa de mi tiempo
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Eres la voz del canto
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que se fue de mi mano blandamente soñado,
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y tú me lo devuelves con la luz diferente
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de verbo recreado.
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Es algo tan extraño ver empañar tus ojos
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cuando dices los versos que he sentido más hondo,
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y ver que te estremeces al pronunciar un nombre
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cuyos ecos llenaron mi soledad de rosas.
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Escribir lo que a una le ha tocado en lo vivo
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es como abrir un cauce natural en las horas,
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pero sentirlo todo,
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ser una cuerda tensa para la sinfonía
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del grito humanizado,
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ser la espalda cetrina
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para el fustazo rudo de todo sentimiento
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es arduo y es difícil,
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pequeña juglaresa, ceñidora de imágenes
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que llevas en tus hombros el peso del misterio.
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La poesía es la cruz y el paraíso
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de tu signo de fe,
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y por ella florece en tu costado
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seguro, renovado y para el tiempo
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mi gozo y mi dolor.
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DUENDES
SUBCONSCIENTE
|
A Susana Mazzini
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No existirá otra vida para amarnos
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ni es reversible el tiempo para hallarte,
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pero yo sé que estás en sitio oscuro
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vedado a veces para el pensamiento;
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que conservas aromas de jazmines
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y un no sé qué de soledad despierta.
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Porque tu aire me hiende y se va lejos
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llevando el estandarte de mi sombra,
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porque te siento junto a mis cabellos
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que respiran un ciclo de cenizas,
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junto a mi piel de girasol tardío
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que no halló en todo el día su poniente,
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tu imagen se volvió definitiva
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en aquella juventud alborozada
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-cuando me enriqueciste de horas mías
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con las horas ganadas a la muerte-
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y sigue siendo el beso que me diste
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un hecho que jamás registraría
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el número trivial del calendario.
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Debes estar seguramente excediendo mensuras cotidianas,
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desdoblando galaxias de cristal.
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Quizás haya en el mundo otra persona
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que utilice tu nombre y tus facciones
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y diga que ha nacido en Buenos Aires...
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pero yo sé que es una coincidencia;
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no hay nada ni habrá nadie en este mundo
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que se parezca a tu recuerdo entero.
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|
Tu feliz juventud que me hace creerme
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tan lejana, tan fresca y tan antigua,
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|
esa tarde de abril que hubo en tus ojos
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nada tendrán que ver con otros hombres
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que además de vivir, envejecieron
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|
y no saben explicarme sin palabras
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qué es la eternidad y qué el silencio.
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No puede ser que existas todavía
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fuera del sitio umbroso en que te arroja
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mi propio, involuntario, pensamiento.
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Fuera de mí no estás, y si estuvieras,
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|
no podría reconocerte con certeza,
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|
no sé cómo podríamos enfrentarnos
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|
si somos dos extraños evadidos
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de un lugar y de un tiempo transmutados.
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|
Quiero andar lentamente por las calles.
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En alguna pared leeré tu nombre...
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TRASGO
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Alguna vez, recuerdo, tuviste varios rostros,
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|
y una sola mirada se asomaba a tus ojos.
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|
Tus manos se trocaban de cobrizas en blancas;
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tu voz, ayer de algares, hoy era de campanas.
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|
Apenas queda nada de tantos nombres tuyos
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|
que olvidó mi ternura burilar en los muros,
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|
y un sendero de adelfas desciñó mi cintura
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|
de tu plural recuerdo, tus después y tus nunca.
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Ahora lo sé. Es de un duende la huella que persigo:
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|
detrás de cualquier gesto agazapa sus guiños
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|
ese trasgo de nube de mis fiebres nacido.
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|
Hombre de varios rostros y mirar de basalto,
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|
perdóname la culpa de haberme enamorado
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tantas veces del sueño que ocultaban tus manos.
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DUAL
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Eres ausencia ya. Sólo te nombra
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|
el rondel de una voz que me acompaña.
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|
Una luna distante y aledaña
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deshizo los recuerdos y tu sombra.
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Únicamente evoco de esos días
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mi imagen en la tuya recobrada:
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yo tenía otra piel y otra mirada
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y eran mis manos gredas manantías.
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Y como esa tu arcana espejería
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me refleja a mí misma cuando fuera
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|
mi juventud, contigo, milagrera,
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no reconozco tanta lozanía,
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|
y de mi propia imagen, extranjera,
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me convierto en altiva carcelera.
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|
MUTISMO
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|
Tuve en mis labios las apelaciones
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aguardando anhelosas y cautivas,
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y eran tibias aún las huellas vivas
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de mis mejillas en los edredones.
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Quise aferrarme a este lucir de lunas,
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a la luz postergada y prometida,
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como hiedra terrestre retorcida
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en las ramadas de las abetunas.
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Y pudo estar tu nombre en mis hondones
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|
pero conmigo se volvió ceniza
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una tarde sin árboles ni gentes.
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|
Esta boca de muerte y de oraciones
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|
la voz inútil, desde entonces, triza
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|
con el filo caduco de sus dientes.
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ESPONSALES
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|
Estoy plena de ti -tú me rebasas-
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|
de ti que no eres nada siendo inmenso;
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|
nuestro instante de dicha fue una planta
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|
de florescencia inútil y a destiempo.
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|
Desde entonces me llego cada noche
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hasta el vacío que dejó tu hechizo:
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sólo estás en el brillo de un azogue
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cuya frialdad no sabe de latidos.
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Si vives en mi sangre desde siempre,
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|
si soy oficiadora del recuerdo
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|
más enraizado cuanto más baldío,
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|
despósame, por fin, desde tu muerte,
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|
en este pecho que se ha vuelto templo
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|
desde aquel beso que nació tardío.
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DE MI MUNDO PEQUEÑO Y FUGITIVO
REVELACIÓN
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|
Se ha trizado la pausa pueblerina
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|
-un guijarro caído en un desierto-
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|
por un anuncio cruel: hoy se le ha muerto
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el hijo más pequeño a mi vecina.
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Vi salir el cortejo que llevaba
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|
una mínima caja de caoba.
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Un llanto ahogado, oí desde la alcoba,
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|
que en la calle desnuda resbalaba.
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Y por primera vez, hijo querido,
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|
al sentir que tu frente devolvía
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|
el calor de mi labio trascendido,
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|
al Señor mi ternura agradecía,
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|
porque pudo llevarte y elegido,
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|
dilató un día más tu epifanía.
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|
VÓRTICE
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|
No hay un resquicio, madre, en el tiempo, para amarte
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|
y sentirme a tu lado pequeña todavía;
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la nada me arrebata la jornada vacía
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de voces cariñosas que pudieran hablarte.
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Sin embargo no existe un camino hacia adelante
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porque todos regresan al lejano regazo
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de tu imagen primera, al purpúreo chispazo
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del arcaico brasero y al naranjo distante.
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Porque en las horas raudas no puedo aquilatarte
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y te olvidan mis ojos en la borrasca diaria
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hoy que vives y puedo realmente contemplarte,
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es que a veces percibo tu ausencia imaginaria
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y entonces sí, estás cerca del llanto al recordarte
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y el vórtice se aquieta en la casa solitaria.
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ESO QUE LLAMAN ASMA
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Al aire está acechando la codicia
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de esa ánforas tuyas, anhelosas,
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como redes de seda y de injusticia
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tras el vuelo de ingenuas mariposas.
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Y esa tos no es del hijo que amo tanto:
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me surge desde el fondo de mí misma
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como la náusea existencial y el llanto
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que sin brotar en lágrimas se abisma.
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Tus cansancios se han vuelto mis latidos;
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de treguas para ti soy ya mendiga,
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y hasta mis ojos de antes, abatidos
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al ver en la esperanza a su enemiga,
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son dos pulmones ciegos obstruidos
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por el hondo estertor de la fatiga.
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TU CÁRCEL
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Guillermo Javier
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Estoy henchida y densa como un piélago oleoso
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que lamina los bordes de un estuario incoloro,
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porque te di una vida habiendo tantas muertes
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y el tiempo se detuvo en la magia de tus sienes.
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Porque en m i hondura fértil tu voz amanecía,
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los peces sorprendidos y las algas racimas
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al despertar, danzaron en la salobre espuma
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en actitud de duendes jugando con la luna.
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Pero ha sido un milagro. Desde la cuenca eterna
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bajaste hasta la cuna que estaba sola y yerma
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-los demás han crecido, son varas de azucenas-.
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Por eso no me acuses a mí que aquí en la tierra
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sólo te he cincelado un cuerpo, con mis venas,
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para enrejar a tu alma de pájaro o de estrella.
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DESPEDIDA AL HIJO
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«Parte, rumbo a Valle Hermoso, el primer contingente de alumnos del Colegio de La Salle».
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En Viamonte y Riobamba, galanía
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de antiguos capitolios cenicientos,
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un autobús radiante, proscribía
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hambre y sed de paisajes y de vientos.
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Desde una ventanilla, pensativo,
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tu mirar se amarró con mis sonrisas;
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bramó el motor su aviso imperativo
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y agitaste tus manos indecisas.
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Se trizó en un cuadrante movedizo
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el vehículo gris en mi retina
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que en lentejuelas de oro se deshizo.
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Y el solitario adiós de la bocina
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trocó mi gesto en lago bermejizo
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donde se ahogó la hora vespertina.
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LUMBRE Y SILUETAS
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Sufre la tierra, greda fragmentada,
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por este invierno de neblina y cobre
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que trueca a la familia en una larva
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cautiva, tras el celo de los goznes.
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Ante el mudar del clima y de las nubes
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hoy me veo remota como el mundo;
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no soy el devenir, soy esa lumbre
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que hace bailar las sombras en el muro:
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las figuras inquietas de mis hijos,
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la clara imagen de mi madre viva
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y la visión del hombre que ha sabido
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protegernos de nieves y ventiscas.
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Si yo pudiera detener al tiempo
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y entumecer su andar con las escarchas
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que dejó en los atajos el invierno,
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para quedarme en este instante mismo,
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y eternizar la lumbre y los reflejos
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de mi mundo pequeño y fugitivo.
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IMPOTENCIA
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A Gabriela Font
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Por este panorama de milagro
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que es mi ventana abierta hacia el otoño;
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por la giralda del molino anciano
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que rubrica el transcurso de los tiempos;
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por esta lozanía demorada
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que nos legó un verano ceniciento.
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Por la rosa que fija en la cancela
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su perfil almagrado y transitorio,
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por la gleba y el aura mañanera,
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hoy me siento acrecida como un templo,
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y a la vez angustiada sin consuelo
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al ver tan limitados mis acentos.
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Por qué no existirá una voz creadora,
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un lenguaje sin trazos ni sonidos,
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un habla revelada y armoniosa
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que sea el puentecillo verdadero
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entre el mundo exterior de hombres y piedras
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y éste, que sin vivir, se asfixia adentro.
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NO ESTÁ VEDADO EL GRITO (1967)
A María Cecilia y Francisco
PRÓLOGO
Toda poesía, desde la más intensamente carnal hasta la más abstracta, es una intermediaria, un daimon en el lenguaje de Platón, que nos hace ascender a un plano donde la comunicación surge del éxtasis. Por eso la palabra poética está siempre próxima a la totalidad del ser. En lo más hondo de la estructura ontológica del hombre penetra la ardiente raíz de lo poético como impulso y don compartidos entre autor y lector. La poesía se afianza en el nudo consciencial y humano que cruza al ser que llama y al ser llamado en un dinamismo trascendente. Soporte y expresión de presencias inalienables, comporta también un acto cognoscitivo válido fundamentalmente por el impulso de simpatía que lo gobierna y lo vuelve azar, aventura. Va por esos «caminos extraviados de magia» aludidos por Ester de Izaguirre en «Coleccionista», un poema clave para penetrar en las complejas vivencias que nutren su obra lírica.
Una intensa búsqueda estética se concreta en este libro dictado por una lúcida vocación. Aunque los límites de lo muy personal parezcan apremiar a la autora, su palabra devela gradualmente un mundo virtual y esquivo que va más allá de la intuición generadora, como si su voz fuese sumándose a otras voces dormidas en los prodigiosos yacimientos de lo arcaico y con ellas se fundiese.
La doble vertiente de lo personal y de lo significativamente humano nutre a No está vedado el grito. Si comparamos estos poemas con los de libros anteriores de Ester de Izaguirre observaremos que se mantiene la tensión extrema, la urgencia de una escritura que nunca crece discursivamente, pero ahora el ímpetu se ordena hacia la conceptuación, y las imágenes son más universales. Así, al profundizar un contexto más amplio, supera una dependencia demasiado exterior a la imagen. La soltura rítmica, cierta facilidad que a veces la traiciona, esa mesurada melancolía tan suya, guían a Ester de Izaguirre para sacar de la penumbra el sentido prístino de momentos y situaciones irrepetibles. Prepondera el tono grave, sin resquicios para la nota lúdica ni el rasgo irónico.
Ester de Izaguirre es fiel a una suerte de inmanencia reveladora y sutil que inquiere con ansia y revela con pasión. No es su poesía sin embargo un muestrario de extremas vivencias personales. Se abre a la experiencia de los otros, a los signos de lo eterno, más preocupada por la amplitud comunicativa que por lo ornamental. En tal sentido parece fiel a una observación certera de Thomas Mann: «No es el don de invención lo que hace al poeta sino el don de animación». Antes que exhibir el acontecimiento íntimo, Ester de Izaguirre intenta la osada transfiguración. Las suyas son «palabras en libertad», frescas, vivas, que rehuyen la rigidez de cualquier codificación estática. Sus poemas no son una «abreviatura muerta» (Cassirer) sino símbolos de estremecida búsqueda, «senda recién inaugurada» («La verdad»). No valen pues en la dimensión estricta de los contenidos de que son portadores. Su fuerza consiste en su poder desencadenante, en las atmósferas tensas que dejan ver tras la palabra el temblor de la vida.
Ester de Izaguirre continúa esa búsqueda «en el insomnio del tiempo» («Mis vestigios») y quizá sea ésta la búsqueda de todo poeta auténtico. Lo que en sus libros anteriores -Trémolo (1960), El país que llaman vida (1964)- parecía prueba, alternativa, es ahora una fuerza que ha encontrado su centro vivo, una lucidez afinada y penetrante. Nunca el hallazgo resulta alarde, pues el verso brota de una hondura estremecida de sentido. Es cierto que el adjetivo «cuando no da vida, mata» (Huidobro). Al revelarse a sí misma sin esa contención parca y vigilada que suele limitar nuestra poesía, descubre Ester de Izaguirre la sustancial diversidad del ser.
Palpitantes, desgarrados, teñidos de esa pátina de sugestión que el poeta rescata de la opacidad de los días, estos poemas alcanzan su nota máxima cuando, desasidos, pero nutridos por la situación personal que conllevan, se abren hacia los enigmas y riesgos del existir. Aunque entonces su poesía sea menos «literaria» está más cerca del hombre. Algunos poemas llenos de sinceridad anecdótica, sirven de contraluz para que se recorten nítidamente aquéllos donde la experiencia surge transfigurada y ceñida, necesaria y entrañada sin titubeos en un tiempo muy suyo y muy de todos, en el indefinible y osado riesgo de la palabra.
Antonio Pagés Larraya
NEUROSIS
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A Olga Blinder
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Hay días
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en que caen del firmamento
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los cerrojos de un mundo
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al que no podrán llegar el Géminis o el Ranger.
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Hay días en que los cabellos se peinan con desgano,
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y en que quisiéramos clausurar todas las puertas de la casa,
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para no tener que salir a la aventura interminable de las horas,
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para no oler el desamparo de la calle.
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Hay días en que el sol es mi enemigo
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porque grita los perfiles de las cosas,
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y a mí no podrá poseerme nunca para agotar mis sombras.
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Hay días en que se asfixia la esperanza
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entre los cuatro muros de mi cuarto;
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y adquieren proporciones fantasmales
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las cosas necesarias;
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mañanas en las que no puedo inaugurarme
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porque amanece el rostro como un lago pintado.
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Hay tardes en que mi cuerpo es un recuerdo
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y yo la que recuerda sus latidos.
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Hay días en que Dios se empequeñece,
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me pide de beber
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y yo seco la fuente de mis lágrimas
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para ver cómo un Dios muere de sed.
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CANAS
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Mis canas no son mías,
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son las palabras que los demás no pronunciaron.
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Son los bastidores que cayeron después de las escenas
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que tuvieron un fin imprevisible.
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Mis canas no son mías.
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Empavesan mi frente guarniciones prestadas
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como escudos de nieve
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que yo nunca he ganado.
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Salieron porque sí en un lugar vedado
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en extraños racimos de frutos incoloros.
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Curioso calendario de números en blanco,
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sin jornadas oscuras, sin santoral,
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sin las cifras en rojo que señalan las fiestas.
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Algunas están amarillentas: otoños que nunca comenzaron.
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Otras, secas como fibras de espanto abandonadas,
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pero, de pronto, mi cabeza
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es como un cielo
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en el que ya no caben más estrellas.
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LA VERDAD
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Tengo distintos rostros para cada mirada,
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por eso cuando estoy sola debo tener el rostro de la nada.
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Camino por las calles de una ciudad desconocida
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y es como los sueños
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el aire que respiro.
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Allá lejos un río se detuvo
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como un espejo muerto entre los álamos.
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Mido la soledad y la distancia
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sola de gente mía
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que espera siempre gestos
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y aguarda resonancias.
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Si en el amor humano hay también una esgrima de silencio,
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déjame soledad mi propio rostro,
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que no es un rostro de mujer,
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es un rostro perplejo y sin respuestas,
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una página en blanco, una senda recién inaugurada.
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El aire me descubre con sus clarines de algodón
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y no necesito sonreírle,
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puedo negarme al fin a ser un eco.
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Mi pulmón es un árbol
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que me respira fuera de mis límites,
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mi brazo es la senda que se pierde
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por asir su fragmento de horizonte,
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mi sed es la cisterna de un desierto
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y junto a ella
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se ha detenido Dios a escudriñarme.
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MIS VESTIGIOS
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Innumerables sendas me llevaron
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al futuro vestigio de mí misma,
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pero regreso siempre desde ese calendario equivocado
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porque hay fuerza en mis brazos
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para torcer el rumbo de la noche.
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Me busqué entre mis cenizas y no estaba
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y mi voz era un eco recobrado y perdido
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en el insomnio del tiempo.
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Porque estoy de regreso de mí misma
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el canto se me agolpa entre los dientes
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y se me asfixia Dios en la garganta.
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LLUVIA
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Mi contorno es el único sudario de la tarde.
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Hoy quisiera tener varías vidas en el haz de mis ojos,
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para abarcar la angustia de todas las alforjas
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derramadas en la sed de los campos.
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Quisiera no estar dentro de mí golpeándome las rejas,
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para contar los soles que transitan sin historia por la vida.
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Solamente la lluvia, amante del espacio que conoce
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la inquietud de los astros que han perdido su luz,
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me puede despojar de mi corteza,
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y es la única materia que se puede medir
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con mi universo:
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una gota de lluvia es mi existencia
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y la aguarda sedienta la tierra de mi muerte.
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EXILIO
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Como venida de un verano ajeno,
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de las aguas más turbias,
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de un exiliado esfuerzo,
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me he plantado en las calles de la tierra.
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Pero algo se me olvidó en otros lugares,
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algo de mí que extraño y aborrezco.
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Fue en un sitio de formas interiores
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y de silencios significativos,
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fue en un lugar donde el amor se daba
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como se debe dar, sin pedir nada.
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Algo se me quedó en esos lugares
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y me siento incompleta y dividida,
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vivo buscándome en cualquier ausencia,
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en la extranjera bruma de mi piel
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en la hondura de una lágrima,
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en las promesas de Dios,
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|
en mi silencio total
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cuando me llamo.
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CUADERNO NUEVO
|
A Horacio Salinas
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|
Hoy no amo ni sueño ni presiento,
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ni eslabono en la cadena de las horas
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el simple gozo de saberme viva.
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Nada es mío en esta gris mañana,
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ni la lluvia obstinada
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|
ni el cansancio del hombre que pregona los diarios,
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ni el brazo insuficiente con que mido
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la irreparable hondura del vacío.
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Nada es mío porque nada será mío:
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a qué comprar un atlas importante
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si la naturaleza juega un ajedrez inacabable
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con las ondulaciones y las aguas;
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|
a qué grabar la historia en los confines del labio
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|
si cada hombre es la obra irrepetible
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|
de un sabio sin memoria.
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|
A qué negar si el milagro se insinúa
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como una hierba extraña entre las ruinas.
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Hoy siento el alma como un cuaderno nuevo
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y cualquiera
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puede ensayar en mí
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|
sus frases iniciales.
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DESIERTO
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Tierra de libertad y de misterio
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donde nada, ni el recuerdo, me limita.
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|
Sólo queda en mi memoria el día seguro
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|
en que las cosas me echarán de menos.
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|
Siento mi propia ausencia y mi vacío
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porque soy esa mancha del futuro
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que embriagará la cal de las paredes,
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|
porque será mi nombre
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|
el sonido desierto de unos pasos
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en la alfombrada calle del otoño.
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DESDOBLAMIENTO
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|
Desde qué momento me miraste de frente
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|
sin rozar la distancia con mis nombres antiguos.
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Cuál fue tu primer paso por la senda
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|
cuyas piedras no pude desgastar
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para que no te lastimaras caminando.
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|
En qué escala de un tiempo indefinido
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se disgregó tu sombra de mi cuerpo,
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para ir aventurándose
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por las grutas oscuras de la noche.
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Cuándo te hiciste hombre, de golpe,
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sin mediodía, tarde ni clausura,
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|
cuándo creciste tanto
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|
que no puedo mirarte si no miro hacia arriba.
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|
Fue tan anticipado el primer vuelo
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que yo sigo acunando a tu recuerdo
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en estos brazos donde ya no cabes.
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Éramos dos figuras unidas
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como en las guardas de papel antiguo.
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La tijera del tiempo
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me cortó el horizonte de las manos,
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desdibujó mi rostro de tu beso
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y hoy somos dos imágenes que el viento
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ha fijado en los perfiles de la tarde.
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QUIÉN CAMBIÓ LOS RECUERDOS DE MI INFANCIA
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Quién se llevó la sombra que los arces
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dibujaban en las siestas de enero
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cuando yo debía reír con la vitalidad de las bandadas
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que escribían vocales en el cielo.
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Hoy yo me evoco taciturna,
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|
con la sonrisa amarga de la tarde
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|
signada por paredes y por límites.
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Una vez me contaron
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|
que los días de mi infancia fueron días felices,
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pero yo he proyectado mis después con una enorme
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|
lámpara amarilla,
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|
y todos mis pretéritos perdieron el color de la esperanza.
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Cómo podré saber
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|
si el cristal con que miro se ha empañado,
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|
cómo recuperar las memorias felices
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|
si soy como esas madres que, de pronto
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desconocen las caricias de sus hijos.
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Yo debiera haber muerto aquella hora
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en que la rigidez del suelo me anunciaba un camino diferente,
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en que la piel del alma se asomaba a las cosas descubiertas
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por dioses promisorios.
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Si hubiera retenido algún acorde de la canción
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que nadie podrá entonar de nuevo para mi blando sueño.
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Si hubiera adivinado en las rondas que cantaba
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las súplicas futuras sin eco y sin respuesta.
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Quién cambió los recuerdos de mi infancia
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y me dejó esta noche en mi ventana
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y esta muñeca extraña entre los brazos.
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PRESENCIA
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Van quedando los recuerdos
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con perfil de salario arrebatado.
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Yo te acercaba cada día
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como una hostia hasta los labios secos,
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en un ritual de imágenes precisas
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danzando alrededor de mis deseos.
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Pero después una palabra
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o un gesto ya confuso
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como un ladrón me arrebataba el tiempo.
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Hoy ya no tengo nada.
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Tu recuerdo es como una casa
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definitivamente abandonada
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y tu verdad en ella es un fantasma
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que no podré encontrar sin haber muerto.
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PREGUNTA
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-¿De dónde venía yo cuando tú me encontraste?
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-preguntó el niño a su madre.
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El Principio, Rabindranath Tagore
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A Martín Ignacio
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Es inútil que quieran sorprenderme
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con la anécdota oscura del mañana;
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las compuertas del sol
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se están abriendo enteras por mis venas
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y he llegado al primer día entre los días.
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Allí, cisterna viva, me beberé mi sangre en tu remanso
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para ser otra vez
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el impulso inicial de una extraña parábola
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en tus labios.
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Ya estás en mí hacia cualquier destino;
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tan lejana es tu huella que no puedo desandarte
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hasta el origen
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y elegiste el cobertizo de mis noches
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para encender tu milenaria estrella.
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No sé cómo serás, pero tu rostro,
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acaso se parezca a la esperanza.
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SUPERPOSICIÓN
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Voy a la noche
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y me siembro en la tierra
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que cubre con silencio tus vestigios.
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Algo de Dios en mí te resucita,
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te reintegra a mis predios despoblados
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y a la imagen ruinosa de los valles del alba;
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porque hallé tu mirada en otros ojos
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contemplándome
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y el clima de tu piel en otras manos,
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ya puedo conjugar
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a la riqueza de no ser distinta
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esta pobreza entera del olvido.
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MI SOMBRA
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Cuando vamos al puerto
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mi sombra se convierte en sigilo por las piedras,
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se me va en el adiós de los pañuelos
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trocada en pordiosera de horizontes
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y yo no tengo tiempo de seguirla.
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Mi sombra es un huésped fugitivo
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entre todos los muebles de la casa,
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y revela de pronto que es sustancia
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de espacios y de nubes:
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se astilla en los relojes
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y se arroja a volar por las ventanas.
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Ah, pobre sombra mía,
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con estirpe de infancias y praderas
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que siempre quieres irte,
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cuando sepas volverte y contemplarme de veras
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y veas que soy la dueña del amor de la tierra,
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que esta soledad de la que huyes,
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no es más que rebeldía de tanto ser feliz,
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se volverá tu fuga a mis espaldas
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un gesto inmóvil de quietud y muerte
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y entonces, seré yo
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quien no podrá seguirte todavía.
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AVARICIA
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Me duele el sentimiento fugitivo,
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el roce de mis manos con las manos
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de las gentes que pasan y se van.
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Me angustia lo que sueño en una noche
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porque no será mío a la mañana,
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por el matiz que da a las hojas verdes
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la tormenta pasajera del verano.
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Es por eso que Dios en esta tarde
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debe de ser muy feliz:
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no hay dolor comparable al de ser sucesivos,
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al de ser una parábola inconclusa
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que al fin da en el vacío.
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Si pudiera hacer mío lo que quiero,
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ocultarlo en un rincón secreto
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y en una noche larga, sin aurora,
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vivir aprisionando codiciosa,
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las monedas de amor entre los dedos.
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LÍMITE
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A Josefina Plá
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Estoy enferma de ciudad.
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De ti, ciudad a quien he amado tanto,
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porque me haces extranjera del cielo
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y escribes mi biografía en tus carteles
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para que la lluvia la destroce.
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Yo vivo en la orfandad de los que buscan
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un pedazo de tierra sin trazado de calles,
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con viviendas de troncos y malezas.
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Mírame Buenos Aires,
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me parezco a una lágrima,
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a una gota de savia que se quedó en suspenso
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sobre las azoteas y las catedrales,
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buscando en las alturas un atajo
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abierto a la esperanza;
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y soy una canción de cinco notas
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obsesiva y distante
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que surge desde todos los lugares,
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y soy un gran saludo
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que al paso del destino se agiganta,
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o acaso apenas soy una paloma
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en la cornisa más alta,
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que aguarda, temblorosa,
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la inequívoca señal de algún milagro.
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SOJUZGADA
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A Elisabeth Gallardo
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Yo pude haber vivido en otros tiempos
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de los que ya recuerdo una calleja
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que apenas un farol iluminaba.
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Yo podría vivir en otros mundos
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de una galaxia aún inexplorada,
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donde quizá se puedan decir cosas
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sin tener necesidad de las palabras;
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pero estoy en la tierra y sojuzgada
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en un meridional lugar de América,
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mirándome la imagen sin retomo
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en el espejo infiel de un bar cualquiera.
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Aquí o en otra parte o en la nada
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yo sería el complejo de verdades
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al que le han dado un nombre, un escenario,
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le pusieron la piel como un mal traje
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y un color oportuno en las miradas,
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un deseo de todo lo imposible
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y un gran amor hacia lo que no existe.
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HABLARTE
|
A Ignacio Luis
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Es como arrodillarme ante el misterio
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que me hizo germinar sobre la tierra;
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eres yo y eres el aire que rodea
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a la tibieza del encuentro diario.
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Viene tu compañía desde adentro
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como un vaho de esquilas y cristales,
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porque me ayudas a elevar castillos
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del color de la miga y los pañales.
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Hablarte es como hablarme.
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Ir por tu cauce de río
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es como recogerme en los hondones,
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en esos que yo misma desconozco,
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y escuchar los villancicos serenos que le cantas
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a las gotas bohemias de mi sangre.
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EL SILBATO DEL TREN
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Está abriendo caminos hacia arriba
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como un estoque alevoso
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que hiere al cielo otoñal en su costado.
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Es su grito el esquema dolorido
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de un monstruo oculto tras las arboledas,
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pero también es algo que está adentro
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rumiándome la sangre gota a gota.
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El silbato del tren es el lenguaje
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de una comarca donde han muerto todos
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los árboles y pájaros,
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donde sólo el adiós se recupera
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en la absurda mirada de los hombres.
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Es la oración que en las noches de invierno
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reza la soledad,
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y es a veces, también, la voz del viento
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cuando suena lejano y repetido.
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Que no me llame más su voz de hierro
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porque iré alguna vez tras el llamado,
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traspasaré el umbral,
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para ver cómo es el rostro
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del misterio.
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MIENTRAS DUERMO
|
A Ana Noelina Cisneros de Risolía
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Puedo volar y me remonto
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como el trapecio rojo de mis hijos.
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Hoy puedo enarbolar una alabarda
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para cegar los ojos a la noche,
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y puedo burlarme de la callejuela
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empedrada con riscos de granizo
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que no logro trepar en la vigilia.
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Puedo mirar los techos de las casas del barrio
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y esas prendas, banderas de los triunfos
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cotidianos a los vientos.
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Los pájaros me miran asombrados
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pasar más rauda que ellos,
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y los hombres, qué agujas de prodigio
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me clavan con su asombro
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cuando me ven rotar sobre sus frentes.
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Puedo volar;
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cuando despierte ensayaré también
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ya que es tan simple;
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sentiré que el espacio también está debajo,
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que el cielo no está arriba, nos rodea,
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que el tiempo puede ser según mis alas
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el paisaje de un día
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o el recuerdo inagotable de una noche.
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TU VOZ
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El silencio que ensayaban a coro
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los árboles dorados del otoño
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ya no puede existir entre nosotros,
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porque el roce de tus manos me recuerda
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a los bancos de piedra de postales antiguas,
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y porque hay en tus labios una fuente
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en la que no abrevarán las palomas sedientas.
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Porque ahora tu imagen no me lleva
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hasta el hallazgo de nuestro recuerdo.
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Porque estás junto a mí, pero acaso hayas muerto,
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tu voz, únicamente, es todavía
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una selva donde me siento cerca de la tierra,
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y si he sido una incrédula del tiempo
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hoy he probado su existencia cierta,
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porque quedan enteras tus palabras
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en la desgarradura de tu cuerpo.
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CONJURO
|
A Evelia Méndez de Tobelem
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Aún estás a mi lado. Conversamos.
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Con frases esculpimos, a sabiendas,
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la arcilla inconsistente de un recuerdo.
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|
Después mi soledad será un prisma obsesivo
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en las noches iguales.
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Tan iguales que será difícil saber cuál fue primera,
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cuál cercana.
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Cada día será una rueca sabia
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que me hilará mi trama de verdades,
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y no sabré si vivo en el presente
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o muero en el pretérito enclaustrada.
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|
Por eso quiero conjurar con las palabras
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que nadie ha pronunciado
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a la imagen negada de una alondra
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que ocultaré entre mis malezas
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con un lazo apretado hasta el canto en su garganta;
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|
así se detendrán las horas,
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|
dejaré de ser nada junto al tiempo,
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y tú podrás al fin, sólo en presente,
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conjugarme en tus labios como un verbo.
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EN VIAJE
|
A Capilla del Señor
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Ya estoy en viaje
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como un radar que busca
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la otra cara de la luna.
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Pero no hay nave que logre los encuentros perfectos,
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ni belleza en los astros que resista
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|
las agudezas de nuestra mirada...
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Las palabras de ternura
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|
están condenadas desde el nacimiento
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|
a girar en el vacío eternamente.
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|
Estoy en viaje,
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|
sin haber dicho adiós a las cosas queridas
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|
y sabiendo que el regreso
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ya no existe.
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|
GIRAR EN DESCUBIERTO (1975)
A mi madre. Cuando me enseñó a nombrar las cosas,
me mostró el Amor y la Poesía que estarán en mi sangre
más allá de los hijos de mis hijos.
Ester de Izaguirre
INFANCIA
|
A Manuel Peyrou
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|
Hubo un país de cunas y presagios
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de guardapolvo blanco y navidades,
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|
de reyes distraídos y cumpleaños fugaces
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de estrenos de zapatos y verdades.
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Un tiempo en el que el tiempo me sobraba
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|
y sobraban la luz y las palabras.
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|
Yo no crecí, se fue achicando el mundo.
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|
Yo no callé,
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se impusieron los cantos y pregones.
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|
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No envejecí,
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|
la vida se me espeja en la mirada.
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No soñaba,
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|
había una realidad para los otros.
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|
Sin embargo, seré la que mañana
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|
ya no crezca ni calle, ni envejezca ni ame,
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|
y aún así, esencial y despojada,
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|
|
en un día como hoy de primavera,
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|
mi sombra irá buscando todavía
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|
aquel país en el que estuve entera.
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|
CATARSIS
|
Me dijo Graciela: mamá, hoy estás
distraída y no me escuchás.
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|
No te pude decir que la realidad
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|
|
es un verdugo tenaz de piel adentro,
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|
|
de sangre incorregible,
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|
|
de verdades violadas.
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|
Por eso no escuchaba tus palabras,
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|
|
hasta que la poesía, este mar que recorre mis orillas,
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|
y recoge aguas vivas,
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|
y me lava las rocas de tantos desperdicios
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|
arrojados por duendes en la arena,
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|
me libere las manos y la rabia,
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|
|
|
los ojos, las vigilias, las promesas.
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|
Después podré escucharte,
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|
cuando manche de voces y de gritos
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|
|
esta página en blanco,
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|
cuando este Cristo de palabras
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|
salve al hombre que llevo en las entrañas condenado,
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|
|
cuando pueda decirle a este setiembre nuevo
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que entra como un espía a nuestros patios,
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|
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|
que no soy una planta,
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que no participo de la alegría animal de la tierra
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|
que espera con las piernas abiertas de sus árboles
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|
el milagro que fecunde sus preguntas.
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Ya estoy aquí.
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|
Mi relativa sombra,
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|
todo este amor que soy si no estoy triste.
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|
Ahora puedo escucharte, hija querida.
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|
A UNA MAGNOLIA MUERTA
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|
Sonreías en el patio de las tardes felices
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|
y alguna vez tus voces escuchaba;
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decías del misterio, de la tierra,
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y de tu alma vegetal menoscabada.
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Acaricié tus brazos uno a uno
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mientras ibas creciendo,
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|
cada hoja nacía una semana,
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|
cada rama era un mes,
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|
cada tronco fue un año de mi vida.
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|
Y nadie se dio cuenta
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|
cuando tu verde
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|
se nos volvió amarillo en las entrañas.
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|
Y hoy que toqué tus hojas ya sin sangre,
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|
y hoy que busqué el color que te faltaba,
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me dio pena, de pie, ver tu agonía,
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|
ver que no tienes sed,
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|
que ni mis lágrimas podrán recuperar tu lozanía.
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|
Si hay caballos y hay perros en el cielo,
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|
si hay campos y hay jardines
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|
y allá está todo lo que fue ternura,
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|
allá estarás magnolia de mi casa
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iluminando a Dios con tu blancura.
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|
AGUARDO
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|
Deja esa puerta abierta para que entren los nadies,
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|
los mendigos,
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|
los soberanos de las madrugadas,
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|
los que lamen los cristales de los cafés cerrados,
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los que cuentan la ignominia del minuto
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y olvidaron la luz de las estrellas.
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Los que perdieron a Dios
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porque aprendieron a rezar poemas
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y nunca más volvieron a encontrarlo.
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Deja esa puerta abierta para que entren los nadies,
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los que saben de cárceles distintas,
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los que no terminaron de nacer,
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los que le llaman madre a la fatiga.
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Deja esa puerta abierta para que entren los nadies,
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mis aguardados
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cómplices.
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DÓNDE ESTABAS
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Dónde estabas
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que la vida se fue sin que te viera,
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en qué resquicio sórdido del tiempo,
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en qué mentira gris,
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en qué apariencia.
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Si volviera el verano
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y una señal del viento.
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Si todo fuera igual
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y descubriera en la arena
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alguna huella.
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Dónde estabas
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que la vida se fue sin que te viera.
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A VECES CREO
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Me voy de mí hacia ninguna parte,
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buscándote en los sueños
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que me crecen tal vez de madrugada,
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saturados de árboles con lluvias y columpios
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que después se desvanecen con el día.
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Me parece hallar tus ojos
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en un rostro que existe,
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ojos que hasta podrían llorar de verdaderos,
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y los borran las mentiras de la luz.
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A veces creo que tus manos
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descubren las comarcas de mi piel,
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sensitivas honduras de mi carne que siente
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como un pájaro ciego.
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A veces creo que el cielo está en la tierra,
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que hay que ver a los reyes y a la estrella,
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que mi barro ilumina,
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que podríamos honrar a nuestros ídolos,
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y juntos, a sus pies, justificar la vida.
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A veces creo...
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pero habría que nacer y deshacerse,
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y volver a empezar y destruirse
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en un crisol de alas y de esperas,
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de cielos y de infiernos.
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Habría que ser Dios para quererte
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como sueño en mis sueños que te quiero.
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LO DE HOY
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Se me traba el impulso y dice basta,
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hay huelga de esperanzas, revolución de ganas,
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un balance imposible me pregunta
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dónde quedó aquel rostro del espejo
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que se llevó un agosto distraído,
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la imagen sepia de unos muebles viejos
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que han tomado la forma de mi cuerpo,
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todo lo que me ciñe y me rodea,
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quizás lo que me oculta o me deforma.
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Qué mendigo de estrellas se arrodilla,
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qué sentido las nuevas madrugadas.
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Que apaguen los motores, las sirenas de alarma,
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la condena del canto y del silencio.
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Que me despierte un día sin cadenas
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porque hoy el corazón me dice basta.
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ADIÓS
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Señor, cuando anochezca
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te necesito mucho.
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Tengo miedo al crujido
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que hace el pie en el otoño.
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En el mar que anidaba nuestros sueños,
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adiós no es vigilar tiempos y aduanas,
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ni un despegue de avión entre la bruma.
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Es ver que el sol nos miente de distinta manera,
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que si a mi lado se abren los copos del invierno,
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allá casi florece feliz la primavera.
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Adiós es una gota de piel en la mirada,
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los nudillos de un viento que gime en la ventana,
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adiós es acostarse sobre la tierra húmeda
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y apretar bien los dientes,
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poner cerrojo al alma
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para que nadie vea
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el triunfo de las lágrimas.
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VOLVER
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Me hundo en la ceremonia del regreso,
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como un gran sol detrás de las montañas,
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vuelvo en el aeropuerto a saludarme
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con la que ayer dejé.
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Nos enfrentamos silenciosamente
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y hacia la antigua casa y la costumbre
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regresamos a pie.
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Victoriosa del tiempo
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me instalo en mi disfraz de realidad
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para iniciar el sueño de borrarme
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y volver a empezar.
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El camino quedó en alguna parte;
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apenas sé quién soy.
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Hay una rueca antigua que hila días,
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que está cansada de tejer razón,
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un silencio anterior que me destina
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a ser apenas canto, apenas voz.
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Y me entrego a este poco de regreso
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ya que no puedo ser todo el adiós.
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CONVICTA
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Hoy me entrego.
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Ya no tengo la fuerza necesaria
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para seguir huyendo.
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Hay cadena perpetua para el miedo,
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no hay indulto posible para el sueño.
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La gente me señala:
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allá va la disfrazada
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de nieblas y tormentas;
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en las sombras
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alumbran sus designios
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y comulga con hostias de palabras.
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Calma su sed la lluvia
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de las tardes finales,
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resucita a la nada en primavera,
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y si la noche cómplice regresa,
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le arranca vivo el corazón al viento.
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Porque acepto la cárcel del misterio
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la piedad de las rejas me acompaña.
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OBSTINACIÓN
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Yo beso las paredes de la casa,
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baluarte en esta tierra y atalaya,
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me adhiero a los sillones,
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acaricio la cómoda, el ropero,
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pienso en el triunfo
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de quedarme en ellos
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como la misma huella de mis dedos,
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y siento la nostalgia de mi ausencia
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al escuchar la voz del que mañana
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preguntará a la voz que no responda:
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«... y quién habrá vivido en esta casa
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y de quién habrá sido este moblaje».
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Que algo de mí responda que he vivido
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y algo de mí denuncie que no he muerto.
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SUPERMERCADO SÁBADO
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Uno busca lleno de esperanzas...
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Letras en rojo, en verde, en esqueleto,
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olor a sobra que dejó la tierra,
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vida al revés y para abajo,
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vida de dientes, digestión y células.
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Supermercado de mi barrio,
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te faltaron los puestos:
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unos metros de cielo,
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un buen paquete de estrellitas vivas,
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unos gramos de días sin almanaque,
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un litro más de sed.
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Si hubiera hallado, al menos, la mirada
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de otro, que como yo, también pidiera
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una liquidación de madrugadas.
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Ensayo sin querer un tango viejo
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y me voy sin comprar lo que buscaba.
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LIBRE
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Cuando tenés las manos sucias de ansiedades
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y sos un crucigrama sin la clave
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para vos y los demás;
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cuando ya te cansaste
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de gustarle la nostalgia a la lluvia,
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de meterte en el alma de la gente
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como en un continente inexplorado,
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con lauros de conquista
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y con miedos de muerte;
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cuando no te quedan más ni «quiero» ni «retruco»
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en el juego que perdés con la tramposa
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que se guarda las cartas en la manga,
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cuando ves que vivir es despedirse
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sin caminar hacia ninguna parte,
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cuando ya se te ha hecho una costumbre
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girar en descubierto
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y cuando recordás que quisiste alguna vez
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sin darte cuenta,
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entonces es cuando mirás arriba, convencido
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de que te mandarías el cielo en un buen trago
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de vino y de respuestas,
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le ves el ojo a Dios,
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el que te espía para ver si aflojás.
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Entonces es cuando te nacen alas,
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se te cansa el cansancio,
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se te muere la muerte
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y te echás a volar.
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INDECISIÓN
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Quiero saber qué hacer,
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si volver la mirada hacia otro lado
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y entonces preguntar para qué vivo,
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o buscar al violador de la pureza,
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al que roba el buen nombre de la noche,
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al que arroja a los campos inmolados por el sol
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su mentira de lluvia.
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Quiero saber qué hacer con esta savia
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que se me va lo mismo.
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Quiero saber qué hacer con este grito.
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CHAU SEAVER
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Desaparecerá el pasaje Seaver
para prolongar la 9 de Julio.
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Calle marina y sola,
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te buscaré después en los escombros
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para erigirte un recuerdo de juguete
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en cualquier veredón del desamparo.
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Te buscaré también
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en la sonrisa nueva de la calle insolente
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inaugurada toda de yodo y de martirio.
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Te buscarán los pies que te anduvieron,
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las soledades que te amancebaron,
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los que cazaron sueños en la niebla.
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Como un mendigo recogiendo un pucho
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me rastrearé en los ojos de tu noche,
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y las lunas melladas
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te darán su rodaja de dioses y milagros.
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Cuando hayas partido
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hacia el país de nadie,
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Buenos Aires tendrá una nota menos
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en el tango que el barrio silbará,
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y el canto que me surge
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desde el zanjón abierto a tu costado
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sabrá también a cuento y a leyenda:
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«Hubo una vez la calle con tu nombre,
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tenía una escalera sin trasbordo
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que ascendía segura al paraíso».
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LA SEMANA QUE VIENE
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La semana que viene
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comenzaré a pensar en otra cosa.
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El lunes, el que viene,
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dibujado con gentes
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que viven todavía en el domingo,
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me arrancaré públicamente este rostro confeso
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y en última subasta
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se irán mis alas que quisieron vuelo
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pero que no sirvieron para nada.
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La semana que viene
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sentiré gusto a hierro de cadenas,
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me destruiré sin pausa como a fuego,
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para después surgirme finalmente
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reversible en bolsillos escondidos
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desmenuzando estrellas con los dientes.
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La semana que viene
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comenzaré a pensar en otra cosa,
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me llamaré cualquiera, nadie, ayer,
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habré nacido de un negado sueño,
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lograré no morir cuando me llamen
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y cuando pasen lista a los que cumplen
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y trabajan, y esperan, se ilusionan,
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los pobres ciegos, razonablemente,
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les gritaré desde mi nueva nada:
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Ausente.
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|
POSESIÓN
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Yo quisiera entregarte toda el alma
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como se entrega el cuerpo,
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en un solo momento, a cielo abierto,
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con un espasmo de dolor y gozo,
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con sed de eternidad, de hijos maduros,
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|
pero que en vez de sangre tengan sueños
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apretados a las células sin tiempo.
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Sentir que me fecundas toda el alma
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y después nada más.
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|
Como en el cuerpo.
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|
ROMANCE DEL DESPEÑADERO
|
El pintor conde Federico Borghini
ha muerto trágicamente en Bolivia el 26-3-61.
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Te llamabas Federico
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y en antinomia de cielo
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comenzaste a despertar
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en el único sosiego.
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|
Tanto acechar tu mirada
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el horizonte extranjero
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|
y una tarde americana
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te puso cerrojo al pecho.
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Vos, que desde que naciste
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ya sabías que habías muerto,
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cayendo desde la altura
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|
donde el cardón tiene un templo.
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|
Te llamabas Federico
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|
Borghini, conde o ensueño,
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|
hoy ya te llamás ausencia
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|
y sos pregunta sin réplica
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|
en el abismo del tiempo.
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|
ACEPTACIÓN
|
Y flotar como un corcho sobre la corriente.
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Naufraga la mañana
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y no puedo salvarla.
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|
Hoy para mí la noche es una fábula
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que encienden las luciérnagas.
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Quiero flotar,
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|
no me interesa de dónde viene el río
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ni adónde y cómo llevará su rabia.
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|
Yo sólo miro el cielo que no cambia.
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|
DÓNDE
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|
Cinco de enero del cuarentaitantos,
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|
una cifra y un gesto indescifrable,
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|
una arboleda abierta, un gesto amable,
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|
el dolor de nacer, de estar despierta
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|
y aquel cansancio triste de esperarte.
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Ya empezaba a esperarte. No sabía
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|
en qué lugar del mundo tu vigilia
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|
acariciaba estrellas inquietantes.
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|
Si por lo menos un nombre limitara
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|
tu recuerdo de cosas que no fueron
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|
para llamarte a gritos en la noche,
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|
en la costa extranjera de algún río.
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Si por lo menos tu figura fuera
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|
la de un hombre de veras,
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|
con los ojos tallados en la duda
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|
con las manos inmóviles de esperas,
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|
si tus pasos llevaran al camino
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donde transita el miedo de encontrarte.
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|
He revuelto la tierra,
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|
te he llamado de espaldas
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y al volverte
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|
me dolió el equívoco del rostro.
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Dónde estás hombre-dios para creerte
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|
y dónde tu misterio para amarte.
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|
LATA DE BASURA
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Pobre Judas, destino lacerado,
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|
el dedo de la noche te señala
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|
ese agujero abierto en el costado
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donde te pudo haber nacido un ala.
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Áspero tronco, flores de azucenas,
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|
aire que llevas cuando queda nada,
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|
siempre liberas porque te encadenas,
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|
perfumas porque mueres asfixiada.
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|
Mientras haya en el mundo cosa impura
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|
tendrás que resignarte al alto rango
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|
de librar a la tierra de basura.
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|
Te agradece la vida porque es bella,
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|
gracias a que quitándole su barro
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|
le señalaste el rumbo de su estrella.
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|
TODO
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Yo sólo sé que el tiempo me lastima,
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|
no sé si el que se fue o el que no ha sido
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|
todo es tiempo de honduras y de cima,
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|
lo que es bien conservado y bien perdido.
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|
Es tiempo la hidalguía de la rosa
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|
que reina en el jardín un corto día,
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|
|
tiene un cielo fugaz de mariposa
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|
y un largo invierno de melancolía.
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|
Es largo tiempo la ilusión buscada,
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|
que cuanto más se busca más se aleja
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|
a la vuelta de cada encrucijada,
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|
y es tiempo esta certeza de la queja
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|
que contra el tiempo ya no puede nada
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|
más que mirar la nada que nos deja.
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OCTUBRE
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El musgo se abre una ascensión de sombras
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en esta fugitiva primavera.
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Sangra resina el pino hasta las hojas
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porque lo ha herido la primera estrella.
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El grillo reza una oración pagana
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y el sauce se prosterna hasta la tierra
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para pedir mejor la flor negada
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que ni su eterno llanto consiguiera.
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Está la plenitud en esta tarde
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en que se escucha palpitar el pecho
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de un invisible ser en el paisaje.
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Y es más vivo el dolor del desencuentro
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entre el mundo infinito que me envuelve
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y esta cárcel estrecha de mi cuerpo.
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RASTREO
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Soy dueña de un dolor que desconozco.
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Yo sé que es un dolor y que es el mío,
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porque el espejo me devuelve hastío
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y hay brumas en el lago de mis ojos.
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Es lejano y antiguo como el rostro
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de la piedra agrietada en las montañas.
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Con olvidos y máscaras extrañas
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disfraza las imágenes que evoco.
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Yo rastreo las huellas de mis sueños
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limpiándome los ojos empañados
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que no me dejan ver cuando despierto.
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Pero el dolor se oculta en mi garganta,
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y en vez de hacerse llanto descubierto
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se me vuelve torrente de palabras.
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TORMENTA EN EL CAMPO
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Siente el verde la pena de ser puro
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sobre una tierra inútilmente ajena;
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clausura el horizonte su crepúsculo
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con un telón enorme de tiniebla.
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Y ya no queda piedra sobre piedra
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ante el aliento audaz del aguacero
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que conquista, reduce, canta y besa
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como esclavo y señor al campo entero.
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El viento, en su origen desamparo
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de caricias de Dios sobre los talas,
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que se vuelve crueldad de latigazo,
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se ovilla como sombra en la osamenta
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y estallan los cardales macerados
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por el facón servil de la tormenta.
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TARDE DE PUEBLO CHICO
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Las magas herraduras del recelo
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siembran estrellas en el empedrado
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y nuestra iglesia aldeana roba al cielo
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su luz dorada y su carmín volcado.
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Allá lejos la venda de gramilla
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le resegó la vista al horizonte,
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y el cascoteo igual de la tropilla
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deja en el aire su sabor a monte.
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Al paso de una anciana, calle abajo,
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surge el repiqueteo de un ladrido
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como de una campana sin badajo.
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Y es el pueblo una lámpara que arde
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cuando responde adiós, entristecido,
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al pañuelo infinito de la tarde.
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