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GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ
  LA POESÍA Y LA NOVELA EN EL PARAGUAY EN LOS ÚLTIMOS AÑOS (1960-1980) - Ensayo de GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ - Año 2009


LA POESÍA Y LA NOVELA EN EL PARAGUAY EN LOS ÚLTIMOS AÑOS (1960-1980) - Ensayo de  GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ - Año 2009

LA POESÍA Y LA NOVELA EN EL

PARAGUAY EN LOS ÚLTIMOS AÑOS (1960-1980)


Ensayo de  GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ


Un balance de la literatura paraguaya en los últimos veinte años (1960-1980), indica que ésta no alcanzó el nivel de la de otros países latinoamericanos. Sin embargo, lo sorprendente no es que no se produzca mucho en el país, sino que se produzca. En efecto, el Paraguay es pobre, y su aislamiento geográfico se ve agravado por el de un sistema político oscurantista. Le falta esa atmósfera de diálogo indispensable para el desarrollo de una actividad intelectual vigorosa y sostenida. Los numerosos -y a veces heroicos- esfuerzos personales se ven por lo general frustrados; los grupos y las publicaciones literarias tienen corta vida. Falta esa interacción profunda entre los escritores y su público que es necesaria para un crecimiento de la literatura en calidad y cantidad. Además dichos grupos literarios o movimientos, o como quiera llamárselos, carecen de un programa bien definido -como lo tenía el surrealismo francés, para dar un ejemplo-. Paradójicamente, los últimos cinco años han presenciado un aumento de la producción poética -como veremos más adelante.

Hechas las debidas salvedades trataremos de caracterizar el desarrollo de la literatura paraguaya de los últimos veinte años de la siguiente manera: en poesía, distinguimos tres grupos: la promoción del sesenta, los de Criterio, los del taller de poesía Manuel Ortiz Guerrero. (Hay además poetas que no pueden ser incluidos en ninguno de estos grupos). En novela, nos referiremos a Jesús Ruiz Nestosa, Augusto Casola y Lincoln Silva. (Dicho sea de paso, el desarrollo de la narrativa ha sido muy inferior al de la poesía en número de publicaciones). Debemos disculparnos por no hablar del ensayo ni del teatro; ello se debe a la falta de material suficiente y al hecho de estar urgidos por apremios editoriales. Nuestro silencio pretende evitar juicios apresurados y omisiones injustas. De cualquier manera, aclaramos que esta breve reseña de la literatura paraguaya más reciente no pretende tener un carácter exclusivo; sus deficiencias serán debidamente consideradas en una segunda edición. Por lo pronto que salga, que colabore en algo al conocimiento de nuestra literatura.


POESÍA

(I)

LA PROMOCIÓN DEL SESENTA.


La década se inicia con la aparición de un grupo de poetas asuncenos al que se ha llamado promoción del sesenta, integrado por Roque Vallejos, Miguel Ángel Fernández, Esteban Cabañas y Francisco Pérez Maricevich. Los une la amistad, ciertas ideas comunes y el hecho de haberse iniciado bajo la dirección de Josefina Pla, cuya importante y olvidada tarea cultural es revindicada por ellos.

En cuanto a las ideas comunes, puede señalarse una cierta adhesión al existencialismo y la conciencia de los problemas políticos del país. Los poetas del grupo comparten un temple propio del existencialismo de fines del cincuenta: desorientación ante un mundo extraño, angustia ante la desintegración del individuo en gestos y formas de la vida impropia. Pero además, son conscientes de la grave situación política del país y desean ser solidarios por eso tratan de que su poesía pueda servir de alguna manera a la solución de problemas concretos, sin caer por eso en el panfleto. Preconizan una poesía que siendo políticamente comprometida, no olvide ciertos problemas básicos del individuo. Lo cual los lleva a rechazar todo lo que pueda sonar a «retórica»; mediante la simplificación formal pretenden comunicar lo esencial. Sus lecturas favoritas son los existencialistas franceses (Camus y Sartre), los surrealistas, Freud y, ocasionalmente, el tomismo (Maricevich).

Roque Vallejos (1943) es el más joven del grupo. Comenzó pronto, con la publicación de Pulso de Sombra (1961) y Los arcángeles ebrios (1964), colecciones de poesías donde predomina la obsesión de la muerte y la exquisita sensibilidad de Gabriela Mistral. Desde la aparición de su último poemario, Poemas del apocalipsis (1969), Vallejos no publica poesía. También es crítico literario: escribió La Literatura Paraguaya (1971) y una Antología crítica de la Poesía paraguaya contemporánea (1968). Últimamente se ha dedicado a distintas actividades: el periodismo, un empleo en el manicomio (es médico), la propaganda política. Su último libro, Stroessner caudillo de América (1974) es una apología del presidente del Paraguay. Esto significa un cambio radical en la posición política de Vallejos -que comenzó como dirigente de izquierda-. El hecho ha producido reacciones contradictorias, impidiendo una apreciación objetiva de los primeros libros de Vallejos.

Miguel Ángel Fernández (1938) es egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica de Asunción, profesor de Literatura, crítico de arte y periodista. Dirige la editorial Diálogo que ha venido realizando una importante labor por casi veinte años. Su primer libro, Oscuros días (1960), manifiesta el desconcierto del autor ante una realidad en la cual todo ha sido privado de significado. Lo hace mediante una gran economía verbal, que alcanza un sorprendente valor estético. Aunque esta poesía sea expresión de una postura individual, mejor dicho, de una reacción individual, apunta hacia lo político. En el yo del poeta se ve la presencia del nosotros en todo momento. Una actitud similar la encontramos en A destiempo (1966), donde hay, además, una reflexión sobre la escritura de la poesía. La preceptiva literaria de Fernández (tal como la expresa A destiempo) puede ser definida como un «horror a la literatura», a la vacuidad formal, a la palabra que no sea expresión de una experiencia concreta y auténtica. Posteriormente, Fernández evoluciona hacia un lenguaje aún más directo y una alusión más clara a circunstancias políticas, especialmente en un volumen titulado El fuego (1970), centrado en el problema de la represión.

Esteban Cabañas (1937) nació en Concepción, pero muy pronto se trasladó a Asunción, para seguir estudios de Arquitectura y dedicarse a las artes plásticas. (Esteban Cabañas es en realidad un seudónimo con el que el conocido artista Carlos Colombino firma su creación poética). Comparando sus dos volúmenes de poesía, Los monstruos vanos (1964) y El tiempo, ese círculo (1979), puede observarse una evolución parecida a la de Miguel Ángel Fernández: un desplazamiento del acento de lo individual a lo político, a la expresión directa. Los monstruos vanos manifiesta el desconcierto de Cabañas ante un mundo carente de significado mediante un uso de imágenes surrealistas y un verso de gran musicalidad. El tiempo, ese círculo, es una recopilación de dos grupos de poesías: el primero «Círculos», continúa en la línea de Los monstruos vanos; el segundo, «Situaciones» es de tema político, directamente. La poesía comprometida de Cabañas nunca desciende al nivel de la invectiva. Es un sentido testimonio de la solidaridad del autor con los que sufren, un oportuno recordar lo atroz de ciertas cosas que se han incorporado a la vida cotidiana y han pasado a ser generalmente aceptadas. De allí el título de este grupo de poesías, que indica la presencia del poeta en todas aquellas situaciones donde algo valioso está siendo destruido.

Francisco Pérez Maricevich (1937) comenzó a escribir bajo la dirección del padre César Alonso (poeta y promotor del grupo poético anterior) que influyó mucho en él. Fue director del círculo de poesía Asedio y trabaja actualmente como funcionario de la Biblioteca. De los poetas de la promoción Maricevich es el único católico; su poesía tiene un color emotivo sombrío de tipo existencialista y una estructura racional de base tomista. En ella, la visión desgarrada del mundo se ve equilibrada por pensamientos optimistas. Maricevich es, dentro del grupo, el que tiene más contacto con la tradición literaria española; escribe sonetos y composiciones de forma tradicional -lo que no significa decir que su poesía sea tradicional-. Hay en ella una gran carga emotiva refrenada por una contención que se podría llamar clásica. Lamentablemente, la producción del autor ha sido reducida; desde la aparición de Paso de hombre (1963) no ha vuelto a publicar ningún volumen de poesía.

Contemporáneos de los mencionados, son otros poetas que no pueden ser incluidos en la promoción del sesenta: Osvaldo González Real(1942) y J. A. Rauskin(1941), ambos profesores de Inglés interiorizados de la tradición literaria anglosajona -algo raro en el Paraguay, donde predomina la influencia francesa y española-. Se nota en estos poetas la influencia de los metafísicos ingleses, de Pound y Eliot. Lamentablemente, González Real no ha reunido su producción en volumen. Rauskin ha publicado Odas (1964), Linceo (1965) y Casa perdida (1972). En éstos el autor trata exitosamente de crear un mundo mítico dentro de la tradición de Pound. Mauricio Schvartzman (1939), sociólogo y profesor de Metodología de la investigación social de la Universidad Católica de Asunción, todavía no ha reunido su copiosa producción poética en un volumen. (Ha publicado, sin embargo, extensamente en revistas paraguayas y extranjeras). Su obra tiene un carácter lírico y político a la vez; cuando aborda temas políticos, no lo hace con el tono épico de Elvio Romero sino con un acento mesurado y cordial. Luis María Martínez(1933) escribe también poesía lírica y política; en ésta puede verse a veces un espíritu y un ritmo propios del romance popular español y de Miguel Hernández. Ha publicado varios volúmenes, de los que citaremos Armadura fluvial (1961) y Ráfagas de Tierra (1962). Ovidio Benítez Pereira(1933) es, además de poeta, autor de teatro; su poesía es difícil, densa y cuidadosamente elaborada. En ella puede verse una permanente presencia de lo religioso. Raquel Cháves es una excelente poetisa lírica que ha publicado sólo una parte reducida de su producción. Juan Andrés Cardozo(1942) se inicia en 1967 con De pie frente al dolor, donde predomina la inquietud ante cuestiones filosóficas. Egidio Bernardier trata de llegar a la mayoría mediante una simplificación formal.


(II)

EL GRUPO DE CRITERIO.

A mediados del sesenta aparece un grupo de jóvenes que publica la revista Criterio (1966-1971): Juan Félix y Basilio Bogado, José Carlos Rodríguez, Adolfo Ferreiro, Juan M. Marcos, Emilio Pérez Chaves, René Dávalos, Nelson Roura, Juan Carlos Da Costa, Luis A. Boh. Apareciendo con gran impulso, a los quince años de la iniciación de Criterio puede verse la dispersión del grupo. Razones de fuerza mayor la determinaron: Nelson Roura, René Dávalos y Juan Carlos Da Costa mueren trágicamente antes de los veinticinco años. Juan F. Bogado y su hermano Basilio se ven obligados a dejar el país por razones políticas; la mayoría de los participantes del grupo han sido víctima de la represión.

En cuanto a la caracterización del grupo, recordemos que en el Paraguay los grupos literarios tienen mucho de eclecticismo. Sin embargo se puede decir que si en los poetas de la promoción del sesenta predomina la influencia existencialista, los de Criterio están marcados por lo que se ha llamado el «espíritu del sesenta», el de los movimientos contestatarios estudiantiles que aparecieron en la década, cuya expresión más conocida es posiblemente la de mayo del 68 en París. Aunque las condiciones hayan sido muy distintas en los países donde dichos movimientos contestatarios tuvieron lugar, puede hablarse del carácter internacional y de la unidad de la contestación -sin desconocer por ello las diferencias particulares-. En América Latina se plantean ciertas reivindicaciones específicas: libertad política, desarrollo económico, cierto tipo de extensión universitaria. Los estudiantes toman conciencia de la unidad del subcontinente, viajando desde México a la Argentina. Se lee a Marcuse, André Breton, pero también a Pablo Freire, Celso Furtado. A pesar de su mediterraneidad secular, el Paraguay se integra al movimiento continental. La comunicación se ve favorecida por el aflojamiento de la censura a mediados del sesenta. Sin embargo, la represión política recrudece en la década del setenta, a escala continental. Esto destruye, entre otras cosas, la posibilidad de crear una tradición poética continuada en el Paraguay -como en otros países.

Juan Carlos Da Costa (1944-1976), crítico literario y ensayista, aventajaba en conocimientos a los de su grupo, por lo que se constituyó en guía en cuestiones de teoría literaria; no fue poeta pero influyó decisivamente en los poetas de Criterio, haciéndoles conocer nombres e ideas originales. Da Costa, sin embargo, tenía inquietudes que iban más allá de lo literario. Negándose a ser un intelectual de laboratorio, participó activamente en política, como consecuencia de lo cual fue encarcelado y deportado, teniendo que establecerse en Chile por cierto tiempo. Luego regresó al Paraguay, sólo para ser asesinado en circunstancias no suficientemente aclaradas.

René Dávalos (1945-1969), crítico literario y periodista, estaba a punto de terminar sus estudios de Medicina cuando murió en un accidente automovilístico. Con la aparición de Buscar la realidad (1966), su único volumen de poemas, René Dávalos surge como el poeta más promisorio del grupo. A pesar de su brevedad, la obra tiene una gran unidad, expresión de la coherente actitud del poeta, decidido a buscar lúcidamente todo aquello que tenga significado: la amistad, el amor, el límite de lo humano. Aunque la influencia de Vicente Aleixandre aparezca a veces en la obra de Dávalos, el mundo de éste es más humano que el del español. El mundo poético de Dávalos no es el escenario de la lucha de fuerzas ciegas -como en Aleixandre-, sino la exaltación de situaciones personalizadas. El amor no aparece en Buscar la realidad como una caída en el poder de fuerzas suprapersonales, sino como el resultado de una libre elección. Es necesario señalar que el volumen contiene algo bastante poco frecuente en la poesía paraguaya: la relación del amor vivido, no del soñado. Porque Dávalos es un realista en el mejor sentido de la palabra; no se pierde en la descripción de lo anecdótico ni se evade a mundos fantásticos. Su capacidad para comprender el valor de la experiencia concreta es lo que da autenticidad a su poesía, lo que nos hace ver que con su muerte se perdió la posibilidad de un gran poeta.

Nelson Roura (1945-1969), estudiante de Derecho, murió a causa de una enfermedad incurable. Aun perteneciendo al grupo cordialmente, Nelson se retrajo, publicó sólo una parte de sus poesías (Poemas, 1965) y dejó una importante obra inédita. Lo característico de la creación de Roura es la instauración de un mundo de ensueño, sustentado por imágenes brillantes y originales. Aunque la influencia surrealista sea evidente, no se trata de un surrealismo ortodoxo, porque va acompañado de una consciente y profunda carga afectiva. Como René Dávalos, Roura llevaba la potencialidad de un gran poeta.

Adolfo Ferreiro (1948), dirigente estudiantil, periodista, escritor en verso y en prosa, publicó La huella desde abajo (1966), que constituye su único volumen de poesía. Lo que es una lástima, porque Ferreiro tiene un talento que debería ser explotado adecuadamente.

José Carlos Rodríguez(1948), es egresado de la Facultad de Psicología de la Universidad Católica de Asunción e investigador social. En Poemas de la hermana (1967) aborda el tema del amor a la mujer entendido como comunión afectiva. Hay en este volumen una concepción casi mística del amor como clave de unión entre los seres humanos y la naturaleza, expresada con delicadeza y preferencia por el medio tono que recuerdan la poesía sentimental de Juan Ramón Jiménez.

Emilio Pérez Chaves (1950), licenciado en Letras, es además crítico literario, periodista, profesor y miembro del PEN CLUB del Paraguay. En El fénix del recuerdo (1977) nos ofrece una poesía sugestiva y oscura; mediante el uso de imágenes y de símbolos personales, trata de comunicar una visión del mundo donde predomina lo misterioso y lo irracional; un mundo que recuerda al de Vicente Aleixandre. No solamente en la coloración de su poesía, sino también en la forma, Emilio Pérez manifiesta su parentesco con Aleixandre, lo que sin embargo no le impide ser original.

Juan M. Marcos (1948) es también licenciado en Letras, crítico literario, periodista, profesor y miembro del PEN CLUB del Paraguay. En 1970 obtuvo un premio por su libro Poemas; el mismo está constituido por un grupo de composiciones de carácter sentimental y político. Aunque predomine el verso libre, hay una cuidadosa depuración de la forma, que se destaca por su musicalidad.

Contemporáneos de Criterio, pero sin formar parte del grupo son los siguientes: Aurelio González (1943), licenciado en Letras, crítico literario y periodista, viene realizando una importante tarea de difusión cultural como director de la revista Hoy, editada a pesar de enormes problemas materiales. Entre sus poemarios se debe mencionar Pureza (1970) y Dejar de ser en él (1973), manifestación de una tentativa de comunicación con los demás, buscada principalmente a través del amor hacia la mujer, experiencia total. Mediante un lenguaje sencillo, González Canale es capaz de establecer una comunicación con el lector.

Pedro Gamarra Doldán(1948), abogado y periodista, fue director de la revista cultural Época y ganador de un certamen poético universitario. Su poesía se caracteriza por la expresión lógica, directa, que a veces resulta algo árida. William Baecker, miembro del PEN CLUB del Paraguay, publicó En una lejanía (1972) y En este memorial (1975), expresión de un erotismo ingenuo y sofisticado al mismo tiempo. Carlos Hempel es uno de los más talentosos poetas jóvenes. Su rasgo más interesante lo constituye la conciencia de la importancia de la poesía como revelación, su responsabilidad, el rechazo de las soluciones formales fáciles. Como René Dávalos, Hempel «busca la realidad» y da testimonio de sus descubrimientos en una poesía sincera. Jorge Aguadé, licenciado en Letras, crítico de arte y periodista, publica en 1975 Poemas, volumen donde predomina un surrealismo muy especial, unido al tema político. Como en el caso de otros poetas paraguayos, Aguadé es capaz de percibir de qué manera lo político se inserta en los niveles profundos de la conciencia humana. Su poesía es testimonio de angustia y de esperanza en un mundo más humano.

La presencia femenina en la literatura paraguaya se ha afirmado considerablemente con la aparición de excelentes poesías escritas por mujeres. Debemos mencionar a Miriam Gianni(1948), María Eugenia Garay (1950), Alicia Campos Cervera (1950) y Nila López (1954).


(III)

EL TALLER DE POESÍA MANUEL ORTIZ GUERRERO.

Luego de un empeoramiento de la situación política paraguaya durante la década del setenta, que tuvo como consecuencia una diáspora cultural, vemos aparecer a fines de la misma un grupo de poetas de veinte años que constituyen su «cuartel general» en el taller de poesía Manuel Ortiz Guerrero, creado bajo el patrocinio de la Embajada española en el Paraguay, que dicho de paso, viene realizando una labor cultural considerable.

Los miembros del taller son: Moncho Azuaga, Mario Casartelli, Vicente Durá, Victorio Suárez, Sabino Giménez Ortega, Mario Rubén Álvarez, Pedro Céspedes, Gladys Casaccia, Osmar Sostoa, Jorge Gómez Rodas, Juan Valdez, Amanda Pedrozo, Lito Pessolani, Lisandro Cardozo, Enrique Denis, Ramón Silva, Miguel Ángel Meza y Marcos González.

En 1979 publican una antología de lo creado en el taller, bajo el título de Y ahora la palabra, que tiene una sorprendente unidad. Lo que permite decir que los del taller constituyen como grupo un equipo homogéneo en cantidad y calidad, con potencialidades que no se habían visto en el país en los últimos años. Si continúan trabajando unidos, aportarán muchísimo a la poesía paraguaya, que debe superar definitivamente su desventaja de haberse iniciado tarde -como lo muestra el ensayo de don Viriato.

Para terminar la reseña, citemos los nombres de autores que han publicado últimamente: Juan Pastoriza, Miguel Á. Caballero Figún, Marco Antonio Elizeche, Alfredo Rojas León, Mariel Travella, Jorge Canese, Augusto Casola, Martín Burt y Blas de Añazco.

Jorge Canese publicó Más Poesía (ediciones CRITERIO, 1977), que revela una vena lírica y preocupación social.



NOVELA

Han aparecido muchos menos narradores que poetas en el país en los últimos veinte años. Salvo error, los únicos nombres que podemos citar en la novela son los de Jesús Ruiz Nestosa, Lincoln Silvay Augusto Casola, a los que nos referimos seguidamente.

Jesús Ruiz Nestosa (1943) es crítico de arte, periodista y narrador. Ha publicado una serie de historias cuyo género oscila entre los de la crónica periodística y el cuento, aparecidos en diversos periódicos de Asunción durante varios años. En 1973 aparece su primera novela, Las musarañas. Se trata de la crónica del ascenso y caída de una familia arrivista, que se beneficia gracias al sistema político paraguayo actual y declina inesperadamente. El personaje central es una mujer -cuyo nombre no se nos da, como que tampoco se nos da otro nombre-, que viene del campo, se casa con un campesino ambicioso que llega a ocupar un importante cargo público, se hace rico y asciende de posición social. Ello obliga a la familia a vivir en forma aun más convencional de la que tenían en el campo: la señora trata de adquirir un barniz de cultura y se agota en compromisos sociales; el marido toma una secretaria que es también amante; la hija es preparada para comportarse como una niña bien. El hijo (a quien la familia trata de educar convencionalmente) se rebela, escribe poesía y vive con una muchacha sin casarse. Esto último es el dolor de cabeza de los padres, que tratan de hacer olvidar su origen social humilde mediante el rígido (y exagerado) cumplimiento de las leyes sociales. Sin embargo, llega un problema aún mayor con el escándalo provocado por las maniobras fraudulentas del marido, que pierde fortuna y posición social y debe mudarse a una casa humilde en el campo, donde la mujer monologa obsesivamente.

Es a través de este monólogo que nos enteramos de toda la historia. Aunque la novela no tiene ni un punto ni una coma, ni una mayúscula, se la puede leer fácilmente. Esta forma es adecuada para expresar el estado de confusión mental de la protagonista. Las primeras líneas de la novela son iguales a las últimas, de esta manera se indica que el flujo de las representaciones mentales de ésta no tienen un carácter discursivo y lógico, que se trata de un estado obsesivo. La -182- mujer busca recuperar lo perdido pero no hace ningún esfuerzo para ello; aún más, sabe que todo esfuerzo es inútil porque el ascenso o caída de la familia dependía y depende de factores ajenos: el favor de los poderosos. En este sentido la conciencia del personaje es como un microcosmos que refleja todo un sistema, y el mérito del autor consiste en haber presentado esta conciencia y el sistema que la hace posible.

Lincoln Silva (1941) inicia su carrera literaria escribiendo poesía, la que abandonará después por la narrativa. Por razones políticas debe abandonar el Paraguay y radicarse en Buenos Aires, donde vive actualmente. Su primera novela, Rebelión después es una denuncia del sistema político paraguayo en términos a veces demasiado directos. La segunda, General general (1975) demuestra mayor dominio de la técnica novelística siendo una sátira política. El personaje central es un izquierdista iluso que en su afán obsesivo de cambiar en forma radical la situación política del Paraguay, y con fe ciega en su misión providencial, pierde contacto con la realidad, organiza una rebelión que fracasa y muere en la cámara de tortura. Se puede ubicar la novela dentro de la línea del realismo mágico -debido a la serie de acontecimientos sobrenaturales que nos presenta-. Digamos además que ésta tiene algo poco común en la literatura paraguaya: el sentido del humor, que a veces llega a ser excesivamente cruel. Lamentablemente, la relación entre los elementos humorísticos y los trágicos no siempre está bien lograda: a veces pasa de lo primero a lo segundo sin ninguna transición. Por otra parte, la relación entre los diversos planos de la narración no siempre es afortunada. Queremos decir la inserción de lo mágico en lo real -propia del realismo mágico-; falta además un hilo conductor que pueda integrar completamente dichos planos. Resumiendo digamos que a pesar de contener elementos muy válidos, el conjunto de la obra adolece del defecto de no haber sido trabajada con la debida detención.

Augusto Casola (1944) es poeta y narrador. En 1972 obtiene un premio por la novela El laberinto. Ésta es la historia de una joven, Susana, que trata de realizarse humanamente en medio del ambiente convencionalista de la sociedad paraguaya de nuestros días pero fracasa. En realidad, no se trata de un problema individual sino de un caso típico -en la intención de la obra-. Ésta, en efecto, pretende darnos una idea de las dificultades de la juventud paraguaya que busca su camino en un ambiente donde las posibilidades de triunfar (en el verdadero sentido de la palabra) son mínimas. Susana trata de vivir su propia vida, pero todo conspira contra ella: la educación, la familia, las amistades, el amante. Sola en un mundo que le es ajeno sin tener siquiera una clara idea de los objetivos por los cuales lucha, la muchacha termina por aceptar la imposición de los demás: un matrimonio convencional, lo que no la satisface y la envuelve aún más en un laberinto.

Casola desarrolla su obra mediante una técnica que se puede llamar cinematográfica: mediante distintas escenas o tomas, presenta la evolución de los problemas de la protagonista. La secuencia de estas tomas no es la del tiempo lineal -pasado, presente, futuro-, sino un continuo tránsito del presente al pasado y al futuro -tratamiento del tiempo frecuente en la novela contemporánea-. En las tomas a veces aparece la voz del narrador omnisciente; a veces la de la protagonista, que habla en primera persona y reflexiona sobre sus problemas o evoca sentimientos y anécdotas en formas similares a las del monólogo interior y el flujo de conciencia. El autor llega a ser muy preciso para describir situaciones peculiares de Asunción, y el estilo tiene a veces gran intensidad poética; el diálogo, sin embargo, no está bien logrado, oscilando entre los extremos del academicismo y la excesiva simplificación.


CONCLUSIÓN

La situación política, social y económica no ha favorecido el desarrollo fecundo de la literatura en el Paraguay, en lo que va de 1960 a 1980. Debido a la incertidumbre política, la carencia de estímulos y la insuficiencia de medios, el bajo nivel educacional y económico de una gran mayoría, la producción literaria ha sido deficiente, si se la compara con la de otros países latinoamericanos; no ya con la de los más grandes (México, Brasil), sino con la de los pequeños como Costa Rica. A pesar de todo, los poetas se han ingeniado para sobrevivir, y observamos un interesante surgimiento de poetas talentosos últimamente. La novela ha producido mucho menos.

Es imposible hacer predicciones, pero es lógico suponer que un mejoramiento de la situación política, social y económica, proporcionará la base sin la cual no puede haber una literatura nacional sólida. Al decir esto no pretendemos desconocer los logros individuales -algunos considerables-. Queremos decir esto: una literatura nacional sólida es más que tal o cual escritor que trabaja aisladamente, más que un reducido número de selectos lectores. Es comunicación entre los escritores y un público numeroso. Es la creación de un repertorio de temas, la comprensión de la importancia de la actividad literaria, el establecimiento de una atmósfera propicia a la creación, la conciencia y la transmisión de una tradición.




Fuente - enlace interno:

LITERATURA DEL PARAGUAY. Volumén II

(De los días coloniales a 1939) VIRIATO DÍAZ-PÉREZ

prólogo por RUBÉN BAREIRO SAGUIER ;

anotaciones RAÚL AMARAL

Edición digital: Alicante :

Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003

Contiene:

Evolución intermedia (1940-1950)/ Josefina Pla.

Testimonio-Teatro-Ensayo-Agregados/ Rodrigo Díaz-Pérez.

La poesía y la novela en el Paraguay/ Guido Rodríguez-Alcalá.

N. sobre edición original:

Edición digital basada en la de Palma de Mallorca,

Luis Ripoll, 1980.




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